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Seminario – Taller

HISTORIA MODERNA

La Revolución Francesa (1789 – 1799):


¿Revolución de la miseria o revolución de la
prosperidad?
(8/10/2018)

Estudiante: Pablo Andrés Castro


Profesor: Andrés Noguez
Institución: Centro Regional de Profesores del Este
Pablo Andrés Castro CI: 4678332-1 CERP

Y, cualesquiera fueran las provocaciones que se hayan hecho para quitar la


corona de la cabeza de algunos de nuestros príncipes, nunca se llevó al pueblo
tan lejos como para colocarla en otra dinastía.

John Locke
(Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, 1690)

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Contenido
Introducción ........................................................................................................ 4

Desarrollo ........................................................................................................... 4

Los procesos .................................................................................................. 4

Las clases sociales ......................................................................................... 5

La reacción aristocrática ............................................................................... 10

Planificación para trabajo en el aula ................................................................. 12

Trabajos citados ............................................................................................... 13

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Introducción

Analizaremos en este trabajo, a partir de las obras de los autores franceses


Albert Soboul (1914 – 1982), François Furet (1927 – 1997) y Michel Vovelle
(1933 – 2018), la configuración de los distintos grupos sociales participantes de
proceso revolucionario francés de finales del siglo XVIII, y los factores que
determinan su posición en el contexto previo a la convocatoria de los Estados
Generales en 1789. Estableceremos nuestro foco de atención en las distintas
posturas acerca del sentido u objetivo unívoco o múltiple de la revolución, las
distintas categorías y características con que los autores trabajan para
establecer grupo, estamentos o sectores participantes, y las implicancias del
proceso denominado como reacción aristocrática o prerrevolución.

Desarrollo

Los procesos

Albert Soboul plantea que un largo proceso de acumulación de poder


económico y político por parte de la burguesía, determino los cambios sociales
que le dieron la posibilidad de convertirse en “señora del mundo”. La madurez
del mismo se dio en conjunto con la “reacción aristocrática” que negaba la
posibilidad de “compartir la preeminencia con la alta burguesía”. Este proceso,
alcanza su punto más álgido a finales del siglo XVIII, y desemboca en el violento
accionar revolucionario, que nucleará a los sectores populares y privilegiados del
Tercer Estado, en pro de la destrucción de las relaciones de producción que
organizaban el sistema feudal. Para Soboul, la revolución se opone al esquema
piramidal feudal, y como acontecimiento, logra terminar con el feudalismo en
Francia. Desde esta perspectiva, la revolución tiene un sentido unívoco, y no es
posible subdividirla o periodizarla.

En contra posición a los postulados de la interpretación de Albert Soboul,


encontramos inmediatamente después a la figura de François Furet, con su
trabajo Pensar la Revolución Francesa, publicado en 1978. Desde su óptica,

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Furet desarrolla una postura crítica hacia la interpretación rupturista del proceso
revolucionario francés. El ocaso del Ancien Régime no supone la “destrucción”
de las relaciones señoriales de poder, ni mucho menos el esquema productivo
de dependencia en el medio rural francés. Incluso, propone que la caída en
desuso de las prácticas medievales forma parte de un extenso proceso de índole
posterior a la primera revolución. Determina: “…es evidente que la abolición de
los derechos señoriales no eliminó, en la historia de la sociedad rural francesa,
las resistencias al desarrollo del capitalismo.” (p. 124). Además, el autor rechaza
la concepción de una “reacción aristocrática”, alegando que preexiste al ocaso
del absolutismo un proceso de “aburguesamiento del señorío”, que a lo largo de
todo el siglo XVIII devendrá poco a poco en la abolición de las prebendas
medievales, pero sin suponer un cambio drástico a nivel de las estructuras que
articulan la sociedad.

Por su parte, destacaremos en este trabajo, una tercera figura. La del


historiador francés Michel Vovelle. Este autor, nos propone un abordaje centrado
en los pormenores de los esquemas de relacionamiento intersectoriales,
complejizando la posibilidad de denominar o atribuir el proceso revolucionario a
la iniciativa y actividad de un grupo social particular. Vovelle plantea una tesis
sostenida en la coexistencia de tres procesos revolucionarios paralelos, que
pujaron por los intereses de cada sector con distinto éxito y preeminencia en
diferentes momentos, dentro de una misma coyuntura política, económica y
social. Es así, que postula un movimiento revolucionario contenido en la esfera
de la alta política, otro paralelo donde coinciden burgueses y masas populares,
contenido en el ámbito urbano, y un tercero, protagonizado por la población
campesina y que tiene como escenario el medio rural.

Las clases sociales

Sobre la configuración de las relaciones de producción y la organización


social preexistente al proceso político en cuyo estudio nos centramos, existe un
consenso entre los tres autores, en emplear el concepto de pirámide feudal o
esquema piramidal. La polémica se encuentra instalada, no ya sobre el orden o
las dimensiones de la pirámide, sino en cuanto a la naturaleza de la interrelación

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que existía entre los diversos grupos, y las transformaciones que esta pudo
haber sufrido durante el proceso revolucionario.

Desde la obra de Soboul, existen tres sectores sociales contenidos dentro


del paradigma de la sociedad estamental que participarán como protagonistas
en la revolución: aristocracia o nobleza, burguesía y campesinado. La burguesía
se diferencia entre tres bloques, definidos por su actividad productiva. Financiera
(Prestamistas que aprovechaban al Estado como una fuente inagotable de
recurso y que no podía sostenerse sin sus servicios), Funcionaria (Cargos
comprados al Estado, donde se empleaban las “profesiones liberales” y que
resultaban un espacio de prestigio para la burguesía), y Comercial o Industrial.
Las primeras dos, se beneficiaban del sistema, y por lo tanto, se mostraban
reacias a cambios. Las últimas, se encontraban “ahogadas” en sus empresas
debido a las limitaciones políticas y materiales que imponía el sistema feudal, y
buscará “quebrar” los marcos antiguos de la economía. Desde esta visión,
encontramos en la burguesía a un grupo social privilegiado, pero aún sujeto a
las limitaciones propias del sistema feudal. Adolece porque existe un “tope” o
“techo” para sus aspiraciones de ascenso social. Esta condición limitante actuará
como principal motivación para su impulso y articulación del proceso
revolucionario, y se manifestará con tenor proporcional a sus aspiraciones en
cuanto a lo vertiginoso de las posibilidades de ascenso. Donde encontraremos a
una burguesía media enérgicamente más radical que aquellos sectores
dominantes de la economía francesa, cuyos privilegios se encontraban en gran
parte amparados por el sistema monárquico. “Únicamente la burguesía, por su
posición económica y su poder intelectual, aportaba un programa coherente y
estaba preparada para dirigir la acción revolucionara” (p. 40-41)
Por otro lado, encontramos en Soboul a una aristocracia tradicional y
hermética, pero debilitada tras dos siglos de centralización política y crisis
productivas. Incapaz de acompasarse o transformarse ante el desarrollo del
Capitalismo, este grupo social opera, desde la obra de Soboul, como fuerza de
contención ante el advenimiento de las nuevas ideas políticas, las nuevas reglas
de la economía y toda posibilidad de desarrollo social. “Su fijación obstinada a
los privilegios económicos y sociales, su exclusivismo a ultranza y su mentalidad

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feudal impermeable a los principios burgueses, anclaron a la nobleza francesa a


una actitud de rechazo” (p. 45).
Por último, las masas populares urbanas y el campesinado francés. Estas
no poseerían un espíritu revolucionario propio, sino que se plegarían a la lucha
burguesa y cosecharían los beneficios de la destrucción del sistema feudal. El
núcleo duro del sector popular, estaría constituido por los campesinos sometidos
del cobro de tasas sobre la producción y los mercados, acuciados por el abusivo
sistema fiscal y en condiciones de servidumbre. Esta situación, convertía al
campesinado en un sector tradicionalmente anti aristocrático. “La encarnizada
resistencia de la aristocracia en defensa de sus intereses de clase explica que,
para vencer, la burguesía haya tenido que recurrir a las masas populares” (p. 44)

Frente a esta esquematización tripartita de la sociedad francesa, donde el


clero (Alto y bajo) forma parte del bloque contrarrevolucionario por definición,
François Furet realizada diversas y sólidas críticas. Por un lado, el agrupar al
sector empresarial y al bancario dentro de un mismo conjunto clasificado como
burguesía financiera, supone una reducción que termina por conjugar intereses
contrapuestos.

Las finanzas no tienen nada que ver con la empresa ni con los
bancos, de los cuales se diferencian cada vez más, convirtiéndose en
rival, aun cuando estas dos actividades se entrecrucen: este capitalismo
privilegiado y cerrado, que vive de la gestión de las finanzas de un reino
agrícola es, desde este punto de vista, lo contrario del capitalismo de
empresa de tipo schumpeteriano; el relevo de la finanza oficial por la
banca privada, en la tentativa por salvar las finanzas reales […] constituye
uno de los signos importantes de la crisis de las estructuras socio-
estatales del Antiguo Régimen.
(Furet, 1980. P. 131)

Además, buena parte de la nobleza también se aboca al ejercicio de estas


actividades, la actividad financiera de Soboul.
Por otro lado, observa el autor, la transformación entusiasta de sus
actividades que la nobleza desarrolla durante el siglo XVIII, supone otra enorme
divergencia ante la postura de Albert Soboul donde la nobleza, aún poderosa, se

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había visto desfavorecida ante los cambios económicos del siglo, y solo una
pequeña parte de esta, comenzaba tímidamente a invertir en negocios
capitalistas. Otro punto de divergencia, consiste en la caracterización de la
aristocracia como estrictamente feudal, y por lo tanto, primordialmente rentista e
improductiva, en contraposición al sector burgués. Para finales del siglo XVIII, no
sólo una enorme parte de la burguesía alimenta su riqueza de las rentas y la
producción agrícola, sino, que como ya hemos mencionado, también una parte
importante de la aristocracia desarrolla actividades capitalistas, ya sea a través
de emprendimientos comerciales o fabriles.
Frente a la oposición entre los intereses y ambiciones de la aristocracia y la
burguesía, señala Furet “La monarquía francesa cumple en verdad desde hace
siglos, y en el siglo XVIII más que nunca, la función activa de dislocación de la
sociedad de órdenes” (p. 134). El Antiguo Régimen, hermético y amparado en la
estructura feudal del poder estatal francés, no es tal desde la óptica del autor.
Cabe decir, que más que un factor contrarrevolucionario, representa desde su
gestión una estructura maleable, que aun sosteniendo las bases de la vieja
sociedad de órdenes, posee un carácter modernizador. “El rey de Francia es
siempre el primero entre los señores de su reino, pero sobre todo es el gran
patrón de las oficinas de Versalles” (p. 134)
Por último, en lo que respeta a los sectores populares, Furet realiza en su
trabajo duras críticas a Soboul por su caracterización general e inocua de las
mismas. El campesinado francés, que para 1789 representaba el 95% de la
población de Francia, no puede ser considerado desde una perspectiva que lo
defina sencillamente como anti feudal. Furet ubica este problema de
interpretación en el uso de los libros de quejas rurales como principal fuente
sobre la opinión que podía tener la población campesina sobre su condición.
Sobre esto destaca, que como fuente, presentan una intensa limitación en cuanto
su parcialidad. El formato y contenido del material de análisis se encuentra
pautado por una extensa cadena de usos y costumbre, generando un patrón del
que más convendría desconfiar, en opinión del autor. Los sectores populares
urbanos, por el contrario, son accesibles mediante las impresiones de la
burguesía media, y la interpretación resultando de los saldos generados a partir
de las actuaciones de las masas. Obteniendo de tales estudios una percepción
sumamente radical del accionar de las mismas.

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Michel Vovelle intenta insertar en este contexto, una visión más integral en
lo que atañe al estudio de los intereses de los grupos sociales en la revolución.
En esta visión coexisten tres movimientos (Al menos durante el transcurso de
1789), un movimiento burgués, donde también participan sectores de la
aristocracia y que llevara la dirección de los grandes acontecimientos del
principio de la revolución; otro integrado por los sectores esencialmente urbanos,
burguesía media, artesanos, pequeños comerciantes, trabajadores y parte de los
sectores marginados, protagonistas de la etapa más radical; y los pobladores del
medio rural, que llevaran a cabo un proceso múltiple y caótico, en algunas zonas
moderado y en otras completamente radicalizado, tanto como movimiento anti
aristocrático como contrarrevolucionario. Este último sector, será presentado
como el más voluble e impredecible de los tres. La coincidencia que existe a nivel
de los intereses de todos los grupos, como iniciador del proceso revolucionario,
consistirá en la destrucción del régimen feudal.

A diferencia de la visión aportada por Soboul, y con matices respecto a la de


Furet, la burguesía actúa como articuladora de la revolución, pero sus maniobras
y decisiones se ven fuertemente sometidas a la presión de las masas. En Paris,
el nexo entre la revolución parlamentaria y la revolución popular gira
principalmente en torno a las decisiones sobre la figura de Luis XVI y su familia,
o el cuerpo del Estado. Si bien, el sector popular urbano, a pesar de su poder de
movilización, no podrá independizarse de los parlamentarios, en los comienzos
de la revolución, y aún durante el periodo jacobino.

Artesanos y minoristas, también sus compañeros, que comparten los


talleres, son ideológicamente dependientes de la burguesía, aun cuando
tengan sus propios objetivos en la lucha. A fortiori, sería prematuro
esperar una conciencia de clase autónoma del asalariado urbano.
(Vovelle, 2000, p. 21)

El tercer movimiento revolucionario, la revolución campesina, a diferencia de


los sectores populares urbanos, posee la capacidad de perseguir
reivindicaciones propias. No estrictamente porque resida en el campesinado una
capacidad transformadora o una autonomía intelectual propia que la diferencie
de los municipios. Si no, porque desde la lectura que realiza Vovelle, el

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campesinado ha cultivado una conciencia histórica de su sometimiento, y


visualiza a la aristocracia y el sistema feudal como su enemigo. Tras la
destrucción de todo vestigio del feudalismo, subyace el porvenir del
campesinado. Esta conciencia histórica de su condición, se manifiesta de
manera casi espontánea en lo que Vovelle llama una ola antinobiliaria, desatada
por lo que algunos autores han decidido llamar el Gran Miedo.

Él provoca la sublevación agraria y se prolonga en el pillaje de los


castillos y la quema de títulos señoriales. Desde este punto de vista, el
Gran Miedo es mucho más que un movimiento […] pues hace concreta la
movilización de las masas campesinas y simboliza su ingreso oficial en la
Revolución.
(Vovelle, 20000. P. 28)

La reacción aristocrática

La concentración y centralización del poder del Estado francés, acaecida


durante el reinado de Luis XIV, habría generado, un escenario desfavorable a
los intereses de una nobleza, que lejos de verse sometida, intentaría volver a
equilibrar la balanza durante los reinados de Luis XV y Luis XVI. La reconquista
de las prebendas y banalidades que el estamento guerrero había comenzado un
siglo atrás, determinaría el deterioro de las estructuras de las relaciones feudales
y la posterior crisis del absolutismo. En este contexto, el siglo XVIII estaría
marcado por las vicisitudes de una gestión ineficiente e imposibilitada de actuar,
donde la burguesía acapararía cada vez más espacios de poder, generando el
abierto rechazo de la aristocracia, y provocando una crisis política entre 1787 y
1788. Esta crisis, denominada por Soboul y Vovelle como la reacción
aristocrática o la revuelta nobiliaria, acabaría por determinar la convocatoria de
los Estados Generales en 1789, y dando comienzo a la Revolución.

Según Soboul, estos sucesos demostrarían “la encarnizada oposición de la


nobleza a toda tentativa de reforma, y más aún, […] la obstinada negativa a
compartir la preeminencia con la alta burguesía” (p. 31). La naturaleza de los
mismos, también respondería a una marcada oposición o antagonismo, entre los
intereses de ambos grupos sociales, que participaban de la organización estatal.
Esta resistencia, conllevaría a aumentar el acaparamiento de privilegios por parte

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de la nobleza, volviendo insoportable para las clases populares su situación. Es


a raíz de la convulsión política, que comenzarían a tejerse las distintas alianzas
entre clases sociales. La burguesía, encontraría en el campesinado un aliado,
movido por un odio histórico hacia la aristocracia. La nobleza, por su parte, lo
haría en el clero, defensor a ultranza del mantenimiento del statu quo.

Vovelle, en cambio, la crisis y la formación de alianzas de clase a finales del


siglo XVIII, no comprende un movimiento político y social espontáneo,
determinado únicamente por la oposición entre intereses de clase, direccionado
por la alta y media burguesía. Sino, que se circunscribe dentro de una serie de
procesos de larga duración, donde en cada sector germinan ambiciones y
exigencias de diferente índole, y que constituirán el motor de su participación en
la revolución. Así, en cada espacio político, la lucha adquiriría matices propios, y
perseguiría distintos intereses. La reacción aristocrática, configuraría el último
intento de una nobleza empobrecida y cuyo poder político se veía drásticamente
disminuido frente al alza de la burguesía capitalista. Y sería en esta coyuntura,
donde la puja de los distintos grupos sociales por conquistar sus propios
privilegios traería el ocaso del absolutismo y la sociedad feudal.

El concepto de la reacción aristocrática como proceso político, según la


configuración de Furet, en cambio, se coloca de manera radicalmente opuesta a
las visiones mencionadas. Durante el siglo XVIII se gesta, para el historiador,
una transformación de las practicas económicas llevadas adelante por la
nobleza, que adhiere a los emprendimientos comerciales, financieros, y de
producción de manufacturas, y el abandono de la clásica condición “parasitaría”
o “rentista” que sostiene Soboul. Así, declara Furet: “la reacción aristocrática es
más una realidad sicológica, política y social que un dato de la vida económica”
(p. 128). Desde su visión, el proceso de esa crisis política que desembocaría en
la Revolución Francesa, no se constituye como el deterioro progresivo de los
esquemas de poder, y la exasperación de un estamento endeudado y racista.
Sino, una lenta y sólida transición de los modos de producción, donde las clases
dominantes determinan el tiempo de los procesos políticos de acuerdo a los
propios procesos económicos y su evolución. Como último punto a mencionar,
el historiador nos plantea un proceso paralelo de “ennoblecimiento” de la
burguesía, que a través de la compra de señoríos, buscaba acumular prestigio.

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Proceso que por su parte, motivaba cierta perspectiva reacia por parte de la vieja
nobleza. “Entonces lo que el historiador llama la reacción aristocrática podría ser
nada más que la lucha encarnecida, en el seno de las élites del Antiguo Régimen,
entre nobles y ennoblecidos…” (p. 139)

Planificación para trabajo en el aula

La comparación de las distintas posturas acerca de los factores


determinantes ante el abordaje de los distintos grupos que participan de la
Revolución Francesa, constituye un recurso sumamente útil, para lo que varios
destacados autores han optado por llamar al día de hoy como Pensar la
Historia.
Las posibilidades que nos ofrece un texto cuyo propósito sea el de exponer
diferentes visiones sobre un mismo proceso u acontecimiento, nos son a la vez
ricas y necesarias.

Tomando por escenario la posible utilización del texto en clase, podríamos


ofrecer la siguiente propuesta de actividad:

1. Lee y analiza el texto


2. Realiza una tabla comparativa, donde aparezcan señalados los distintos
sectores sociales y su catalogación desde la postura de cada uno de los
autores
3. Señala cuales son las principales críticas que se le realizan al abordaje
realizado por el Historiador Albert Soboul

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Trabajos citados

Furet, F. (1980). Pensar la revolucion francesa (Primera ed.). (A. Firpo, Trad.)
Barcelona: Petrel.

Soboul, A. (1983). Comprender la revolución francesa. Barcelona: Critica.

Vovelle, M. (2000). Introducción a la revolucion francesa (Primera ed.). (M. A.


Galmarini, Trad.) Barcelona: Critica.

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