contemporánea. Enfoques desde Argentina, Brasil y México
Dossier coordinado por
Flavio Heinz & Andrea Reguera
Presentación
E l objetivo de este dossier es presentar el estado de la cuestión
historiográfica que ciertos temas han alcanzado en el desarrollo de la disciplina en distintos países latinoamericanos. Para ello, hemos invitado a algunos historiadores, referentes en su campo, en México, Brasil y Argentina, para que nos expongan el avance experimentado en la última década en temas sociales, políticos y económicos, sin olvidar, como lo dijera en su oportunidad Lucien Febvre, que sólo existe la historia en su unidad. Los estudios hacen referencia a contextos historiográficos renovados que, aunque contengan en sí mismos modelos interpretativos e ideológicos diferentes, muestran cambios importantes en los análisis y en las explicaciones de una historia que tiende a dejar atrás una compartimentación estanca, tanto a nivel espacial como temporal, y avanzar hacia una mayor integración, que permite hacer uso de escalas de observación diferentes, que se apoya en fuertes comprobaciones empíricas, y que tiende, a través del aporte interdisciplinario, a lograr mayor fineza de análisis, lo cual puede traducirse en un coherente eclecticismo. El aporte y la influencia que corrientes historiográficas tanto europeas como americanas han tenido en el campo historiográfico latinoamericano, son innegables. Más allá que haya sido –y sea– una tarea riesgosa y difícil, ha tenido, sin embargo, buenos resultados, en primer lugar, porque nos habla de una interdependencia en la construcción del conocimiento y en segundo lugar, porque ha estimulado la discusión, la búsqueda y los debates. Sin embargo, aún falta una reflexión sobre la significación que ciertos estudios, y en especial los estudios comparados, tienen sobre el «cómo pensamos», «cómo vemos» y «cómo nos proyectamos» en nuestras inciertas sociedades latinoamericanas. Sociedades conflictivas, signadas por una ancestral violencia e incapacidad de comprensión, entendimiento y compromiso colectivo, que tras el velo de una aparente igualdad sigue conservando fuertes jerarquías y personalismos autoritarios, con altos índices de pobreza, analfabetismo y exclusión social directamente proporcionales a la incompetencia y cinismo de sus clases dirigentes. Sociedades con serios problemas de asumir sus respectivos pasados, en función de construir según los hechos y no de desandar según las palabras. Esto pone en cuestionamiento al tan mentado «progreso» de nuestras sociedades, certidumbre positiva que ha decepcionado al más creyente, pero que sigue, sin embargo, encontrando un lugar eficaz en las explicaciones de ciertos desarrollos históricos. En los intersticios dejados por un intermitente resquebrajamiento sistémico, nuevos interrogantes y muchos temas dejados «al margen» surgieron con fuerte intensidad en la última década: la identidad de los excluidos, las regiones marginales, los prejuicios para el abordaje de ciertos temas, entre ellos los empresariales, las tramas de la cultura política, las asimetrías del poder, la valorización de las singularidades, la experiencia y la memoria. Repensando la especificidad de una historia nacional, los artículos de los ocho autores aquí reunidos, nos invitan a conocer y a reflexionar sobre la reformulación de temas puntuales que, a pesar de su generalidad, se localizan en un tiempo y un lugar determinados. El artículo de Flávio Gomes trata un tema muy caro a la historia del Brasil, el de la trata negrera y la esclavitud. Tema de constante discusión y debate, en las últimas décadas los investigadores se han volcado a analizar las experiencias africanas en Brasil en relación al tema de la identidad, algo de candente actualidad. Además de una reseña bibliográfica sobre los nuevos estudios, autores y líneas de investigación, Gomes pretende abordar los caminos metodológicos, los marcos teóricos y las implicaciones históricas e historiográficas de las nuevas perspectivas desde un punto de vista comparado con los estudios de América Latina y el Caribe. Tomando como punto de partida el trabajo de Gilberto Freyre, Casa Grande y Senzala, de la década de 1930, opina que esta obra, de perspectiva antropológica, ha influido en el tratamiento que del tema se ha hecho con posterioridad. Analiza luego el revisionismo historiográfico de los años 60, para finalizar con las posturas más recientes, que han hecho una revisión crítica de la polarización que se había hecho del tema hasta entonces. Estos estudios han ampliado enormemente el campo de análisis y han relativizado ciertos aspectos de los estudios económicos y socio-demográficos al incorporar el análisis de las políticas de dominación en sus variadas dimensiones, el significado de cautividad y libertad, las reinvenciones culturales, comunitarias y familiares, el tema de la violencia y, sobre todo, el de la creación de imágenes e identidades africanas re-construidas por los mismos esclavos como sujetos históricos, y sus dimensiones atlánticas, en base a registros parroquiales, inventarios, registros de la policía, actas de liberación, y anuncios en diarios y periódicos de la época. Esta es una de las nuevas problemáticas de la historiografía brasileña actual, las construcciones de identidades sociales y étnicas entre los africanos de la diáspora, que ponen en evidencia los procesos de continuidad y discontinuidad e invención y reinvención en su larga historia. Cabindas, angolas, congos, y tantos otros han construido su identidad étnica en base a «naciones» y sus significados y re- significados en torno a las diferencias que había entre ellos en contextos tanto urbanos como rurales de Africa, Brasil y América. Este trabajo muestra, en definitiva, cuánto se ha avanzado en la revalorización de la historia social y de la cultura. Entrando al campo del interés de lo político, Marta Bonaudo considera que, sin lugar a dudas, este interés se debe a la reflexión que sobre los fenómenos de transición a la democracia comenzaron a desarrollar, a partir de la década del ’80, analistas de las ciencias sociales, cuando en Latinoamérica se dieron las recuperaciones democráticas. En este sentido, Bonaudo intenta explorar –a través de algunas obras– los progresos alcanzados en la búsqueda de respuestas a los modos en que los diferentes sujetos sociales se relacionaron con el poder, al tiempo que diagnosticar las zonas de ausencia o vacancia de los estudios concretos. Estos, no obstante sus actuales límites, se muestran fuertemente tributarios de tres procesos concomitantes: el acrecentamiento del diálogo interdisciplinario, los análisis comparativos a escala latinoamericana, y la paulatina conformación en Argentina de una comunidad de historiadores que excede ampliamente el espacio bonaerense inicial. Resignificando debates de décadas precedentes y abriendo nuevas perspectivas desde el campo específico de nuestra disciplina, la preocupación por la o las culturas políticas está ligada a la búsqueda de respuestas en torno a los conocimientos, valores, creencias, sentimientos, predisposiciones, actitudes y prácticas de los individuos ante la política y los asuntos ligados a ella. En tanto historiadores, dice Bonaudo, esto nos conduce a reflexionar sobre los «imaginarios», las «mentalidades», las «representaciones sociales» que distintos actores, individuales y colectivos, conformaron acerca de la realidad en general y de la vida política en particular. Estos procesos han modificado no sólo los modos de mirar los problemas sino también de pensar las periodizaciones. Buena parte de los trabajos provenientes de la politicología, de la sociología y de la antropología política, entre otros, han permitido reabrir los debates para hacer una historia que otorgue a ciertos fenómenos un estatuto político que no tenían, recuperando márgenes de acción antes soslayados, produciendo un verdadero desplazamiento de la política a lo político. Lo que la autora observa es que, en la mayoría de los casos, las investigaciones no han girado sobre nuevos problemas sino que han replanteado sus modos de acercamiento a los mismos, sus interrogantes, sus perspectivas metodológicas, intentando restituir lo político. Esta restitución intenta mostrar el rostro cotidiano y estructural de la política entendida como locus y como arena de negociaciones, como estructura y como práctica estructurante, en donde pueden leerse de una manera privilegiada las relaciones sociales reales. Entrando en otro campo de la política, los asuntos internacionales han determinado la historia de México de una manera decisiva, una historia persistente en conflictos políticos internos, guerras intestinas e intervenciones extranjeras, lo cual la ha llevado a tener una dinámica muy particular en cuanto a la frecuente y repetida práctica de interrupción de sus relaciones diplomáticas. Por ello, Paolo Riguzzi y María Cecilia Zuleta proponen realizar un balance de la abundante literatura producida sobre las relaciones internacionales de México en perspectiva histórica, enfocándose en el período comprendido entre 1898 (fin de la guerra hispanoamericana, que afianza el poder de Estados Unidos como potencia hemisférica) y 1948 (surgimiento de un orden internacional basado en organismos multilaterales tras la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría). La periodización fue escogida teniendo en cuenta el entrecruzamiento de dos variables: la dinámica de las relaciones exteriores de México y el desenvolvimiento del contexto internacional. El propósito de los autores es ofrecer un panorama general de dicha literatura, analizar sus patrones de concentración geográfica y temática, y brindar una explicación, al tiempo que una interpretación, de sus cambiantes temas, acercamientos y enfoques, métodos, direccionalidad y orientaciones. Lo que nuestros colegas muestran a través de un exhaustivo y minucioso tratamiento de la literatura, tanto a nivel temático como cuantitativo, es que la historia de las relaciones internacionales de México está signada por una dinámica de interacciones bilaterales, triangulares y multilaterales con sus vecinos, los países centroamericanos y del caribe, interferidas por Estados Unidos, su poderoso vecino del norte, con el que lo liga una relación asimétrica de poder económico y político-militar. De este examen, no quedan afuera las relaciones exteriores de México con su ex metrópoli colonial, España, y con el resto de los países de América Latina. Por último, Riguzzi y Zuleta advierten un incremento de la publicación en este campo a partir de 1992. Atribuyen este aumento a cambios profundos en la articulación e interdependencia de los contextos nacional, internacional y latinoamericano, así como de los paradigmas predominantes en el ámbito de las ciencias sociales. Estos cambios, no obstante haber reducido la incidencia de la mitología revolucionaria en la producción científica y diluido su impacto en la misma, no la ha borrado completamente. Siguiendo en el campo de la historia política, Brasil dedicó especial atención al tema del golpe militar de 1964 y a los veintiún años de dictadura que le siguieron. Justamente, el año 2004, cuando se cumplieron cuarenta años de aquella nefasta fecha, una abundante y prolífica literatura emergió con fuerza en torno a la liberación de los documentos producidos en el seno de las agencias gubernamentales, las indemnizaciones a ex presos políticos, el legado del régimen militar, el papel de las Fuerzas Armadas en una sociedad democrática, la oposición de la izquierda y de los grupos que eligieron la lucha armada para oponerse a la dictadura. Para la autora de este importante trabajo, reflexionar sobre la historiografía del golpe y del régimen militar es una tarea bastante compleja. Si bien el tema implica dimensiones variadas, una cosa es la literatura sobre el golpe y otra sobre la dictadura, aunque en realidad mantienen una íntima relación uno con el otro. Por ello, Carla Rodeghero procura señalar los momentos en que los estudios fueron apareciendo, tratando de remarcar el aporte hecho por los historiadores. Más que un relevamiento y un análisis con pretensiones de totalidad, las reflexiones se orientan a apuntar caminos para una agenda de investigación y discusión sobre la historiografía del golpe y del régimen militar, campo aún bastante abierto a los estudios específicos. Existen trabajos preocupados en clasificar, sintetizar, comparar y analizar la producción sobre el golpe y sobre algunos aspectos de la dictadura. Así, es posible diferenciar la producción de los años 1960, donde prevalecen los testimonios; la de los años 1970 y 1980 que multiplica los estudios académicos, de memoria y de corte periodístico. También se destacará el surgimiento de obras que se convirtieron en referentes para estudios posteriores y, entre ellos, muchos trabajos de historiadores; y finalmente, se adentrará en la década de 1990 y en los años 2000 buscando la repercusión que tuvieron los hechos relacionados con los 30 y 40 años del golpe. Por último, destaca las obras de neto corte histórico, realizados por historiadores en relación a politólogos, sociólogos y economistas, como así también el grado de institucionalización –a través de los Programas de Posgrado de las Universidades Brasileñas– y profesionalización de la disciplina. En el desafío metodológico de los trabajos de historia de tiempo presente, es posible constatar la valorización de las singularidades, la experiencia y la memoria; la percepción de la política como un campo de articulación entre representaciones y acciones; la aceptación de la pluralidad en los recortes y abordajes. A partir de un estado de la cuestión sobre la historia económica de México aparecida en 1994, Mario Cerutti pasa revista, de manera exhaustiva y minuciosa, a la gran producción historiográfica que sobre la historia empresarial del Norte de México se publicó en la década de 1994-2004, incluyendo tanto obras colectivas como individuales así como tesis de licenciatura, maestría y doctorado. A partir de esta revisión, Cerutti marca las tendencias temáticas que más se han destacado, el tratamiento que han recibido y la agenda de temas pendientes en esta área de estudios. Originalmente, en esa reseña, destaca dos cosas: una, que el desarrollo de los estudios empresariales coincidió en México con el auge de la investigación regional, la cual rompía con una historiografía saturada de prejuicios antiempresariales y muy dependiente de una mirada nacional, y otra, que los estudios sobre empresarios se entrelazaron desde el principio con los de historia económica más que con los de historia socioeconómica, política o social, lo cual requirió mayor rigor teórico y metodológico. Desde esta perspectiva, la investigación daría un importante salto cualitativo en la producción de conocimiento nuevo sobre el desarrollo capitalista y sus principales agentes en sociedades como la mexicana. De toda la revisión efectuada, Cerutti concluye que, en los estudios recientes, podría destacarse la indagación sobre sectores de la actividad económica poco revisados previamente, una mayor atención a la empresa como organización (su historia, su evolución y su funcionamiento) y como eje de esas actividades, y una mirada más contemporánea sobre las empresas y la vida empresarial, en particular, frente a los requerimientos de la globalización. En Argentina también se da lo apuntado por Mario Cerutti para el caso de México, el auge de la investigación regional y la utilización del siglo XIX como clave explicativa para muchos de los procesos que se vivieron en el siglo XX. Esto es algo que pone particularmente de relieve Noemí Girbal-Blacha al proponer un balance historiográfico sobre el agro regional en la Argentina, tomando básicamente tres espacios regionales: el NOA (noroeste), el NEA (noreste) y la zona de Cuyo con epicentro en la provincia de Mendoza. Con una fuerte influencia de los estudios franceses, pasa revista, década tras década, desde el ’60 hasta hoy, a una gran masa de estudios sobre la producción azucarera del noroeste, la yerbatera del noreste, incorporando incluso la explotación forestal chaqueña y la vitivinícola de Cuyo, la que comprende un gran y variado abanico de temas. Su interés ha sido destacar los avances historiográficos y metodológicos que, desde la óptica regional y los estudios de caso, se proponen matizar, ampliar y hacer más complejas las interpretaciones macrohistóricas. En palabras de Girbal-Blacha, una más acabada comprensión de la historia socioeconómica y política de la Nación Argentina, parece guiarlos. Algo que se viene planteando desde hace un tiempo en las principales reuniones científicas de la disciplina. Bajo el marco contextual de los estudios del agro latinoamericano, caracterizados por el estructuralismo del desarrollismo y la teoría de la dependencia, el aporte de otras disciplinas como la sociología, la antropología, la economía, la agronomía, y la influencia de los estudios europeos y estadounidenses, Girbal-Blacha va analizando la diversificación y complejización de la temática seleccionada sin perder de vista lo que para ese avance de la producción historiográfica ha significado el importante desarrollo institucional de los centros de investigación, que ha ayudado a federalizar el conocimiento. El problema fue que desde un enfoque global se intentó explicar las diferentes especificidades regionales. Algo que recién comenzó a revertirse en las últimas décadas, lo mismo que el interés de muchos investigadores por áreas consideradas, hasta entonces, «marginales», economías agroindustriales, monoproductoras y mercadointernistas, subordinadas al modelo agroexportador, con epicentro en la pampa húmeda. Hoy, tomando el espacio regional desde la óptica de la lógica social y las relaciones de poder, es otra la historia que se puede contar. Por el contrario, Mónica Blanco y Andrea Reguera centran su análisis en la región pampeana, que desde el siglo XIX ha sido una de las regiones más dinámicas de la Argentina, monopolizando no sólo gran parte de los debates historiográficos sino también la especificidad de las explicaciones, las cuales muy recientemente han comenzado a relativizarse para dar paso a una importante producción historiográfica que revaloriza los distintos espacios regionales, tales como el NOA, el NEA, la zona de Cuyo o la Patagonia. Tomando como punto de partida el siempre vigente debate sobre el binomio expansión-estancamiento de la economía argentina, las autoras tratan de ver cómo ha avanzado la investigación en torno a estos dos grandes temas de la historiografía argentina. Por un lado, pasan revista a un problema central de la historia pampeana, el problema de la tierra (estructura y tenencia, expansión de la frontera, incorporación de tierras al proceso productivo, y traspaso de la tierra pública a manos privadas), aunado a ese problema el de la mano de obra y el del capital, que, caracterizan, de acuerdo a la disponibilidad y costos de factor, un determinado sistema de explotación; y por otro lado, el de la relación propiedad/explotación. Así, han observado que los trabajos han avanzado hacia el conocimiento de una mayor especificidad de las instituciones económicas, las empresas y el mercado, las formas contractuales, las políticas públicas y el protagonismo de los actores sociales en el agro pampeano, constituyendo otros de los ejes que han orientado el análisis historiográfico, fundamentalmente del período que se abre con la crisis del modelo agroexportador en 1930. Gran parte de las discusiones académicas estuvo orientada a analizar el grado de compromiso de la estructura de la propiedad y el tamaño de las explotaciones agropecuarias en la escasa dinámica productiva del período. Esta temática adquirió tanta mayor importancia en la medida en que muchas de las políticas públicas vinculadas a la crisis estuvieron orientadas a transformar, aunque más no sea superficialmente, la estructura de tenencia de la tierra. A partir de los años ’80 y ’90, proliferan los trabajos que, en base a nuevas fuentes documentales y una regionalización más acotada, han venido a cuestionar profundamente los estudios generales y estructurales, para mostrar y demostrar empíricamente la existencia de una realidad agraria mucho más dinámica, heterogénea y compleja, inmersa dentro de una lógica capitalista de producción. Los estudios micro, regionales y de caso de la década del ’90, han indagado los fenómenos generales a partir del tratamiento de los problemas singulares a través de sus materiales concretos. En ellos es posible observar ya no una visión unificada de la realidad, sino otra de múltiples variantes. Por último, Susana Bandieri, tomando como objeto de estudio el espacio regional de la Patagonia, hasta hoy llena de especulaciones en torno a mitos y fronteras (entre países, Argentina-Chile, entre estados provinciales y la llamada «frontera interna», entre la sociedad blanca y la indígena), nos dice que es necesario derribarlos e intentar una aproximación comprensiva a la historia patagónica recuperando fuertemente la idea de que las áreas fronterizas interestatales no funcionaron como vallas sino como verdaderos espacios sociales de gran dinamismo y alta complejidad, sobreviviendo al proceso de consolidación de los Estados nacionales a lo largo del siglo XIX y perdurando hasta hoy. Dentro de la historiografía tradicional, se consideraba que la Patagonia formaba parte de una «historia nacional» unificada, construida básicamente desde la región pampeana como espacio dominante. Se sostenía que la Patagonia había sido inicialmente ocupada por el Blanco desde el Atlántico e incorporada definitivamente a la nación como forma de completar la soberanía territorial «amenazada» por la sociedad indígena y de ampliar las fronteras productivas del país en aras de la expansión capitalista. Pero esto dejaba afuera otras realidades, como por ejemplo las de las áreas andinas patagónicas, donde los límites internacionales no funcionaron necesariamente como tales para las comunidades involucradas, visualizándose la presencia de ámbitos fronterizos que se convirtieron en verdaderos espacios sociales de larga duración. Esta realidad, evidenciada desde la investigación regional, obligaba necesariamente a revisar una historia nacional. Si bien no es posible construir una imagen homogénea de la Patagonia, por cuanto hay características específicas a cada uno de los subespacios que la integran, sí es posible analizarla desde el punto de vista de las interacciones socio-económicas. Tanto las que vinculan a las zonas norpatagónicas con la pampa bonaerense, como el extenso litoral atlántico con los mercados de ultramar y la zona andina cordillerana con el área del Pacífico a través de Chile. Esto genera un fenómeno específico de la región con un intenso y temprano movimiento poblacional (indígenas, criollos, chilenos e inmigrantes suizos y alemanes provenientes de Chile como ingleses y galeses llegados por el Atlántico), de comercio e inversiones. Funcionamiento que comienza a descomponerse, en aras de una mayor centralización política de los Estados argentino y chileno, a través de políticas arancelarias, que modifica el mapa de los flujos comerciales y mercantiles afectando con ello a importantes sectores sociales. Agradeciendo a todos los autores por haber aceptado participar en este dossier, y a las autoridades de la revista L’Ordinaire Latino- américain por brindarnos un espacio de comunicación, invitamos a los lectores a adentrarse en la lectura de cada texto.