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La Principesa uando yo tenia seis afios vi, una vez, un magnifico dibujo en un libro que se titulaba «Historias de la Naturaleza». Representaba un volcan en una isla. El libro decia: «Existen volcanes que se creen extinguidos, pero unicamente se encuentran in- activos. Si entran en erupcién, pueden llegar a causat grandes destrozos a su alrededor. Reflexioné mucho entonces sobre los mis- terios de la tierra y, a mi vez, con un lapiz de colores, logré trazar mi primer dibujo. Mi dibujo numero 1 era asf: Ensefié mi obra de arte a las personas ma- yores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. «Por qué un sombreto habria de dar miedo?», me tespondieron. 11 Espejos Literarios Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba un volcan en una isla a punto de entrar en erupcién. Entonces dibujé la explosién, a fin de que las personas mayores pudieran com- prendet. Ellas siempre tienen necesidad de expli- caciones. Mi dibujo numero 2 era asi: a ~y Ne Cc &R wo Las personas mayores me aconsejaron que dejara de lado el dibujo de volcanes en islas y pusicta mas interés en materias como la geogra- fia, la historia, las matematicas y la lengua. Fue asi como abandoné, a la edad de seis afios, una magnifica carrera de pintora. Me habia desani- mado por los fracasos de mi dibujo numero 1 y de mi dibujo numero 2. Las personas mayores 12 La Principesa no comprenden nunca nada por s{ mismas y es muy aburrido para las nifias y nifios el tener que darles siempre explicaciones. ‘Tuve, pues, que escoger otra profesién y aprendi a pilotar aviones. He volado practica- mente por todo el mundo. Y la geografia, a decir verdad, me ha servido de mucho. Sabria distin- guir, al primer golpe de vista, Asia de Oceania. Esto es muy util si una se desorienta durante la noche. A lo largo de mi vida he conocido a multi- tud de personas setias. He vivido mucho entre las personas mayores. Las he visto muy de cerca. Pero esto no ha mejorado apenas mi opinion sobre ellas. Cuando conocia a una persona que me pa- recia que tenia algo de lucidez, hacia con ella el expetimento de mi dibujo numero 1, que he con- servado siempre. Quetia saber si era verdadera- mente comprensiva. Pero siempre me contestaba: «Es un sombrero». Entonces ya no le hablaba de volcanes en erupcidn, de islas y de estrellas. Me ponia a su altura. Le hablaba de arquitectura, de economia, de politica y de ingenieria. Y la per- sona mayor se sentia muy feliz de conocer a una mujer tan razonable. 13

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