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El Arte Deser Feliz PDF
El Arte Deser Feliz PDF
Composici n
El arte de ser feliz
Colección «EL POZO DE SIQUEM»
234
Anselm Grün
El arte
de ser feliz
Traducción:
María del Carmen Blanco Moreno
y Ramón Alfonso Díez Aragón
Para la edición española:
© 2008 by Editorial Sal Terrae
Polígono de Raos, Parcela 14-I
39600 Maliaño (Cantabria)
Tfno.: 942 369 198 / Fax: 942 369 201
salterrae@salterrae.es / www.salterrae.es
Diseño de cubierta:
María Pérez-Aguilera
mariap.aguilera@gmail.com
Impresión y encuadernación:
Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)
Índice
1. Alegría 13
2. Amor 25
3. Armonía 37
4. Atención 51
5. Encuentro 65
6. Gratitud 79
7. Quietud 93
8. Salud 105
9. Satisfacción 117
10. Serenidad 129
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Prólogo a la edición española
T
« ODOS los seres humanos quieren ser felices», senten-
ció el filósofo griego Platón. Los griegos distinguen tres
formas de felicidad: eutyche es la suerte, que me sonríe,
por ejemplo, si me toca la lotería (corresponde al término
latino fortuna). Eudaimonia significa la buena relación
con el daimon, el compañero interior del alma (correspon-
de al término latino beatitudo). Platón afirma que es feliz
quien mantiene una buena relación con su alma inmortal,
con su núcleo divino. La tercera palabra, makarios, está
reservada para los dioses del Olimpo. Jesús promete la
realidad expresada en esta palabra a quienes deciden se-
guirlo. Sus discípulos están llamados a tener la experien-
cia de la independencia y la libertad interiores de los dio-
ses. Los romanos tradujeron esta palabra con el término
felix. Únicamente el emperador podía gozar de esta forma
de dicha. Después de morir, era divinizado y disfrutaba de
los dones de los dioses. Los términos españoles «feliz» y
«felicidad» expresan este concepto latino. Por otro lado, la
felicidad está siempre relacionada con la apertura a Dios,
con el hecho de salir de uno mismo y participar de la li-
bertad y el amor de Dios.
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En los últimos años se han escrito innumerables libros
sobre la felicidad, un tema que, sin duda, nos interesa enor-
memente. Muchos piensan que podrían comprarla, o que
sólo necesitarían un «fin de semana antiestrés» para ser fe-
lices. Sin embargo, ser feliz es un arte. Y un arte hay que
aprenderlo. La filosofía griega se entendió como el arte de
la vida feliz. Algunos piensan que este tema es extraño a la
Biblia. Sin embargo, Jesús conienza el Sermón de la mon-
taña con ocho bienaventuranzas, en las que nos muestra el
óctuple camino hacia la felicidad, hacia una vida en pleni-
tud. En ellas no nos promete un mundo intacto, sino que
más bien nos muestra cómo podemos encontrar un camino
hacia una vida plena en la realidad de esta vida, en medio
de las turbulencias de nuestra existencia humana.
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el fundamento de todas las experiencias, la huella de la ar-
monía y la paz interior. Entonces podremos, incluso en
medio del sufrimiento, sentir en lo más hondo del alma la
felicidad que es más profunda que todas las turbulencias
de nuestra vida.
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Deseo que los lectores y lectoras de lengua española os
animéis a aprender el arte de vivir felizmente; que las diez
actitudes os ayuden a adentraros cada vez más en vuestra
totalidad personal, en el equilibrio y la armonía con voso-
tros mismos. Y os deseo también que de vosotros irradie
hacia nuestro mundo la dicha que haga más felices a las
personas que os rodean.
ANSELM GRÜN
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1
Alegría
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grafías de nuestros años de infancia: a menudo descubri-
remos en nuestros rostros una espontánea expresión de
alegría. Otra forma –sugerida por la psicóloga Verena
Kast– sería escribir nuestra biografía de la alegría. Enton-
ces podríamos recordar todas las situaciones en las que he-
mos sido felices. Uno puede recordar la alegría anticipada
en la noche de Navidad y la que experimentó al entrar en
la sala donde estaba el árbol de Navidad, radiante de luz.
Otra persona puede acordarse del gozo que sintió cuando
su padre encontró tiempo para jugar con ella.
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Puedo, sin embargo, atravesar el paisaje más bello y dejar
que el mal humor se adueñe de mis pensamientos. De es-
te modo echo a perder mi alegría. Cada persona tiene en
su interior la capacidad de ser feliz. Pero abrirme a la ale-
gría o quedarme atrapado en mis exageradas expectativas
en la vida y entristecerme porque no se cumplen, es una
decisión exclusivamente mía. Hace falta decidirse por la
alegría, la cual no viene espontáneamente. No obstante,
aun cuando me decida por la alegría, no puedo fabricarla.
Lo único que puedo hacer es percibir con mayor apertura
y agradecimiento el mundo que me rodea.
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Puedo alegrarme por una agradable conversación o por un
hermoso paisaje. La alegría que no depende de las cir-
cunstancias exteriores es una alegría por mí mismo. Si re-
flexiono sobre el misterio de mi vida, sobre mi singulari-
dad y unicidad, si percibo lo que se me ha regalado –mis
talentos y capacidades–, entonces tengo motivos más que
suficientes para alegrarme. Estoy contento de mi cuerpo,
de mis manos, tan hábiles para escribir, pero que también
saben ser tiernas y sensibles. Gozo cuando, en un gesto de
oración hecho con las manos, siento la cercanía de Dios.
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Lo que hago me produce alegría. Si algo me sale bien, ex-
perimento alegría. Si algo me hace feliz y tengo éxito, me
llena de satisfacción. Algunos piensan que esto es contra-
rio a la humildad y la modestia. Pero no saben qué signi-
fica realmente la humildad. Si soy humilde, sé que el éxi-
to no define quién soy yo y que no puedo retenerlo. Pero
precisamente porque soy consciente de que el éxito es re-
lativo, puedo alegrarme de él. Me alegro cuando una con-
versación discurre sin dificultad, porque no me cansa.
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No hace falta demasiado para poder alegrarse. Basta con
estar totalmente presentes en el instante en que nos en-
contramos. Si intento tomar conciencia del momento pre-
sente, entonces experimento sencillamente la alegría de
vivir. Existo y gozo por ello. Siento mi respiración como
una alegría. Al respirar, inspiro alegría, vida, amor, clari-
dad, frescura. Disfruto al no tener que hacer nada. Estoy
sentado, respiro, observo, escucho, huelo. Estoy en armo-
nía conmigo mismo. No tengo necesidad de regalos exte-
riores. Para experimentar alegría únicamente necesito es-
tar dispuesto a aceptar, aquí y ahora, el instante presente.
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Hay veladas en las que celebramos juntos un cumpleaños
o una fiesta onomástica. Al final de estas celebraciones se
suele percibir el entusiasmo general: «Todo ha estado pre-
cioso...». Si las personas son capaces de alegrarse juntas,
de divertirse de buen grado, con ingenio y con gracia, si
hacen fiesta en compañía, su alegría se extiende a todos.
La condición para que pueda nacer una alegría así es la
gratitud por cuantos participan en la fiesta. Si me convier-
to en el único centro de la fiesta, alegraré poco a los de-
más. La alegría requiere intercambio, atención... y estar
dispuestos a admitir a todos.
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La palabra alemana Freude, «alegría», proviene de una
raíz que significa «despierto, conmovido, vivaz, rápido».
La alegría acelera el pulso. Suscita energías en el ser hu-
mano y hace que todo le resulte más fácil. Da levedad a la
vida. Expulsa lo que es laborioso y demasiado exigente. A
quien actúa motivado por el gozo de vivir le salen bien las
cosas. Todo le resulta fácil. La fuerza de la gravedad se
desvanece. La alegría impulsa a iniciar algo nuevo. Es una
importante fuerza motriz de la creatividad. Lo decía ya
Friedrich Schiller en su célebre Oda a la alegría:
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En las palabras de despedida que Jesús dirigió a sus discí-
pulos hay una frase memorable: «Os he dicho esto, para
que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colma-
do» (Juan 15,11). Podemos suponer que lo que debía pro-
curarles ese gozo y esa alegría no era sólo la materialidad
de las palabras de Jesús, sino también su modo de hablar
de Jesús, cuya voz transmitía el sentimiento de la alegría.
Es evidente que de él brotaba algo que ponía a los seres
humanos en contacto con la alegría que siempre anida en
el centro mismo de sus corazones.
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Gozar por las cosas que están fuera de nosotros es un ver-
dadero arte. Porque hay personas que, incluso en medio
del paisaje más hermoso y el tiempo más apacible del
mundo, no son capaces de alegrarse. Están tan encerradas
en sí mismas y tan preocupadas por sus problemas, que
han perdido la capacidad de contemplar la belleza que las
rodea. Necesitamos apertura para poder gozar de una rosa,
de la sonrisa de un niño, de la bondad de un anciano.
Necesitamos también la capacidad de vivir el momento
presente con todos los sentidos. La alegría nace de la vis-
ta, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
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Pablo experimentó esta alegría incluso en la prisión,
mientras esperaba cada día que le aplicaran la pena de
muerte. Tenía dentro de sí una alegría indestructible, por-
que sabía que su fundamento era Cristo.
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vida. Ella está siempre en él, aunque haya nubes exterio-
res que la oculten. Si ante los conflictos y las adversidades
que me rodean, me retiro continuamente al espacio inte-
rior de mi alma, percibiré la alegría. Los místicos hablan
del espacio de quietud en lo más íntimo del alma.
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