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Y súbita, de pronto

Pedro Salinas

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Y súbita, de pronto, 25 Pero no importa, ya.


porque sí, la alegría. Conmigo está, me arrastra.
Sola, porque ella quiso, Me arranca del dudar.
vino. Tan vertical, Se sonríe, posible;
5 tan gracia inesperada, toma fuerza de besos,
tan dádiva caída, 30 de brazos, hacia mí;
que no puedo creer pone cara de mía.
que sea para mí. Me iré, me iré con ella
Miro a mi alrededor, a amarnos, a vivir
10 busco. ¿De quién sería? temblando de futuro,
¿Será de aquella isla 35 a sentirla de prisa,
escapada del mapa, segundos, siglos, siempres,
que pasó por mi lado nadas. Y la querré
vestida de muchacha, tanto, que cuando llegue
15 con espumas al cuello, alguien
traje verde y un gran 40 —y no se le verá,
salpicar de aventuras? no se le han de sentir
¿No se le habrá caído los pasos— a pedírmela
a un tres, a un nueve, a un cinco (es su dueño, era suya),
20 de este agosto que empieza? ella, cuando la lleven,
¿O es la que vi temblar 45 dócil, a su destino,
detrás de la esperanza, volverá la cabeza
al fondo de una voz mirándome. Y veré
que me decía: «No»? que ahora sí es mía, ya.

8
(La voz a ti debida , 1933)

Profr.Gabriel Hurtado Cen.

s
La voz a ti debida: el título del libro está tomado del verso 12 de la égloga tercera de Garcilaso de la Vega: «pienso
mover la voz a ti debida».
7
Ha llegado el amor y, con él, la dicha. El poeta se deja arrastrar, porque está convencido de que es suya para
siempre.

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