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Lenguaje Opositorcumbre6
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Caso Venezuela
No cabe duda, el populismo como estrategia política vive uno de sus mejores momento a nivel
mundial. Ha atacado por igual a países ricos y pobres, a los más cultos y a los menos avanzados,
a democracias consolidadas y a las incipintes. Quizás porque sirve tanto para la izquierda como
para la derecha.
Con la excusa de tratar de llegar a un mayor número de personas y poder ganar elecciones, los
políticos, en general, han recurrido al facilismo, al oportunismo, banalizando el discurso,
exaltando líderes mesiánicos y salvadores, desechando casi por completo los principios éticos y
sacrificando la necesaria verdad. Y la oposición venezolana no ha sido la excepción
Todo indica que ese contradiscurso -uno que sin duda existió, marcando
picos memorables en momentos en los que la oposición logró remontar la
incertidumbre y neutralizar al extremismo; y articularse, inspirar, movilizar-
hoy luce anémico, prácticamente inexistente, según indica el estudio de
marras. La ausencia de contendores en la cancha ha dejado al mediocre
jugador marcando goles en solitario, libre para decidir si sigue o no las
reglas, si bailotea o se entrega a la gambeta de rigor, sabiendo que en tal
circunstancia incluso la fullería es innecesaria. El paisaje no puede ser más
gentil para el mandón. La autoinvalidación del oponente le ha regalado un
respiro.
No cabe duda, el populismo como estrategia política vive uno de sus mejores momento a nivel
mundial. Ha atacado por igual a países ricos y pobres, a los más cultos y a los menos avanzados,
a democracias consolidadas y a las incipintes. Quizás porque sirve tanto para la izquierda como
para la derecha.
Con la excusa de tratar de llegar a un mayor número de personas y poder ganar elecciones, los
políticos, en general, han recurrido al facilismo, al oportunismo, banalizando el discurso,
exaltando líderes mesiánicos y salvadores, desechando casi por completo los principios éticos y
sacrificando la necesaria verdad. Y la oposición venezolana no ha sido la excepción
Cuando Chavez llegó al poder hace casi 20 años lo hizo ofreciendo que acabaría con la
corrupción, la desigualdad y la pobreza, prometiendo una democracia participativa y
protagónica; sin haber dicho nunca como lograría esa suerte de paraíso prometido. Hoy, la
oposición plantea igualmente alcanzar tal nivel de desarrollo, pero al igual que “la revolución”,
lo hace con un discurso irresponsable, consciente de la irrealizabilidad de sus ofertas, apelando a
la demagogia y evitando temas que deben ser discutidos.
Muy pocos hablan sin rodeos de producir riquezas, de libertad económica, de la no dependencia
del Estado, de transformaciones al sistema educativo, de trabajo duro y ahorro.
El populismo, como una plaga, se ha ido propagado entre los más relevantes dirigentes políticos
opositores, que sin pudor alguno, usan las mismas maniobras populistas, que critican al
chavismo en procura de ganarse la confianza de la gente mediante dádivas. Han tomado
elementos de su retórica y así sus planteamientos y acciones terminan replicando el sistema que
condujo al quiebre económico del país, pero con otra presentación. Sin entender que el problema
es el sistema y no quien lo aplica.
Los voceros de la unidad democrática, al igual que los del régimen, en su comunicación son
capaces de pasar del blanco al negro en muy poco tiempo, lo que en sí mismo no sería grave
porque podría ser señal de rectificación, sin embargo, la experiencia ha demostrado que se
contradicen solo porque han mentido y las circunstancias los obligan.
Las consecuencias de este accionar provocan que la ciudadanía califique igual todo lenguaje
político, asociándolo a ambigüedad, engaño y falta de claridades y en conclusión significa que no
existe una propuesta real de cambio para el país.
Existe una inmensa preocupación ante esta realidad política y frente al liderazgo opositor ya que
además de todos los problemas sociales y económicos que atraviesa Venezuela, debe sumársele
el del populismo en casi todos los dirigentes políticos, por lo que la ciudadanía se ha sumido en
una desesperanza que ha sido el principal motor del avasallante éxodo que ha afectado a todo el
continente latinoamericano.
El discurso opositor invita a un cambio orientado hacia un país con verdadera democracia,
libertad y prosperidad. Sin embargo la propuesta que presenta constituye la misma fantasía
basada en el facilismo, falsas soluciones mágicas, atajos efectistas- en apariencia poco
traumáticos- pero realmente imposibles de realizar.