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De la novela freudiana al mito lacaniano

Apuntes estructuralistas a los mitemas de la neurosis en psicoanálisis


Mauricio González González

Ahora bien, esta exigencia de orden se encuentra en la base del pensamiento que llamamos primitivo, pero sólo por cuanto se encuentra en la de
todo pensamiento.

Claude Lévi-Strauss
El pensamiento salvaje
¿Se puede dar dos veces un mismo regalo?

El pretexto que lanza la grafía de este escrito es la aparente posición solidaria de Lacan con Lévi-Strauss al abordar el caso de “El hombre de las
ratas”. Aparente en cuanto a que si bien rescata la nominación de “mito individual” neurótico del visitado artículo estructuralista “La eficacia
simbólica” (1987a [1949]: 222), e incluso juega con el formalismo estructuralista, Lacan destaca también puntos de diferencia, rasgos
irreductibles sobre todo en lo concerniente al discurso del psicoanálisis. En otras palabras, el don de Lacan es hacer pasar por estructuralista un
escrito que no se reduce a ello pero que, como don, hace lazo con el etnólogo y que, a cien años de su nacimiento, nos permitimos relanzar
conmemorando los regalos levistraussianos.

Obertura

Después del trabajo que Claude Lévi-Strauss nos heredó sobre mitos, no resulta extraño que enunciar algo en torno a ellos sea, por un lado, un
asunto riguroso y sistemático y, por otro, profundamente temerario, pues el grado de complejidad
que alcanzó el análisis de este material al fuego de las Mitológicas no tiene precedentes en la historia de Occidente. Asimismo, una breve
explicación del quehacer estructuralista en torno al mito tiene por buen puerto al psicoanálisis que, abyecto a la disciplina y la cientificidad,
reconoce el lugar del mito para la elaboración del material imposible de elaborar. Así pues, honremos la amistad de psicoanálisis con el etnólogo
dando palabras, en reciprocidad, a manera de mirada sonriente hacia su mitología.

En un breve artículo aparecido originalmente en 1955 aprendimos, condensadamente, cómo las diferentes variantes de mitos registrados en
regiones amplias que incluyen diversos pueblos tienen cierto tipo de transformaciones,
nítidas al ordenar sus variantes en una serie, formando una especie de grupo de permutaciones donde las variantes colocadas en ambas
extremidades ofrecen, la una con respecto de la otra, una estructura simétrica pero invertida (Lévi-Strauss,
1987b [1955]: 246). Así, se denota un efecto de inversión en los polos de la serie.

Es decir, si en un extremo de las diferentes versiones tenemos una novela, en el otro aparecerá un mito. Si en una versión se apela a lo familiar,
en el otro extremo habrá otra versión con referencia a lo individual y, si en uno de los polos se interpela en plural, es “natural” que en el otro
extremo se lo haga de forma singular.

¿Qué es lo que subyace a este “hecho”? Que “el pensamiento mítico procede de la toma de conciencia de ciertas oposiciones y tiende a su
mediación progresiva” (Ibídem.). Es decir que, al hablar Freud de “La novela familiar de los neuróticos” (1909 [1908]) dejo ya en el horizonte que
Lacan hablara del “Mito individual del neurótico” (1953), pues enunciar uno implica al otro. Ambas versiones están en relación y no es posible
eludirlo, tal como el psicoanálisis ha señalado sobre lo que sucede con la estructuración del yo en algunos infantes (cfr. Lacan, 2001 [1949]).

Al revisar en serie las diferentes versiones del mito se puede elucidar una cualidad inmanente a este material: todas las versiones del mito son el
mito. Así pues, la búsqueda por la versión prístina del mito, la versión verdadera o la más acabada
se torna fútil, pues lo que interesa no es la verdad del mito, sino la relación que habita en cuantas versiones se tenga. El mito, al subvertir la
fórmula traduttore traditore muestra de qué está hecho, sustancia que no es otra mas que la de la narración, prescindiendo de la fidelidad a un
estilo, un modo o sintaxis, como sucede, por ejemplo, en la poesía (Lévi-Strauss, 1987b: 233).

Primer movimiento

Si bien un mito puede leerse desde sus diferentes versiones, es preciso comenzar con la lectura de cada una de las versiones, método que sin
lugar a dudas debemos al apego de Lévi-Strauss a la música: para leer un mito hay que surcarle melódica y armónicamente. La melodía es
aquella que obtenemos al seguir una pieza bajo su curso diacrónico, lineal y, la armonía, cuando leemos una partitura orquestal en amplitud, es
decir, la partitura de todos los instrumentos involucrados en la pieza bajo un plano sincrónico de página a página. Pero ¿cuáles son las notas que
seguimos en un mito? Aquí destaca la enseñanza que su amistad con Jakobson dejó: los mitemas, variante mítica de los fonemas que apelan a
las unidades constitutivas del mito. Un mitema está constituido por relaciones, haces de relaciones que a través de las diferentes combinaciones
adquieren un significancia. Vayamos entonces al material para ilustrar lo dicho, no sin antes hacer una advertencia, tal como Lévi-Strauss hace a
los filólogos en torno del mito de Edipo, pues no pretendemos con esto dar “el sentido” del trabajo lacaniano, sino tan sólo ofrecer una lectura
que emule parte del ejercicio que el propio Lacan se impuso, dando así una imagen al mejor estilo de un bricolage. Así, siendo consecuentes con
la lectura sincrónica y diacrónica de los casos presentados en el “Mito individual del neurótico”, podemos establecer sus mitemas de la
siguiente manera:
Freud escribe el caso de

“El hombre de las ratas”.

Casamiento ventajoso Renuncia al amor de Deuda del padre con


del padre. la mujer pobre el regimiento

El padre le empuja a La deuda de los


casarse con una mujer Quevedos a A, B y la
rica. dama del correo.

El pellizco a la

sirvienta de la posada

Pago a la dama del


correo mediante un
giro

Freud sustituido por la Poesía y verdad de


dama rica Goethe

Hermana astuta de
Lucinda empobrecida Maldición de Lucinda Federica Brion
Lucinda

Atuendo prestigioso Disfraz de teólogo

Disfraz del mozo de Franqueamiento de la


una posada prohibición

Hermana de Federica Escape precautorio


Brion ante el objeto deseado

Rica Pobre Deuda Don


+ - - +

El cuadro nos permite leer los casos tal como nos guía la versión Lacan de este mito, de izquierda a derecha, desde arriba hacia abajo
(melódicamente), visitando el caso de “El hombre de las ratas” y la autobiografía de Goethe. Asimismo podemos leerle por columnas y denotar
los pares de oposición que así surgen (armónicamente), tal como también lo mostró Lacan. En esas oposiciones se destaca lo que ya Lévi-Strauss
había denunciado en torno al objeto del mito, a saber, proporcionar un modelo lógico para dar un lugar a la contradicción. En cuanto más
insalvable sea dicha contradicción, el mito tenderá a un crecimiento infinito.

Por otro lado, la frecuente repetición de secuencias en los mitos, tal como se denota en el cuadro precedente, es una de sus cualidades que hasta
antes del trabajo estructuralista mostraba opacidad, pero, bajo dicho análisis la repetición se da a ver bajo una función específica: poner de
manifiesto la estructura. Así, la repetición no se confunde con una reproducción o réplica, porque una repetición lo es si y sólo si repite las
relaciones que pone en juego.

Los mitemas de la neurosis que este escrito contiene nos hablan de la contradicción insuperable que se establece entre pobreza y riqueza,
mutuamente excluyentes pero solidarias e, hirientemente, complementarias. Más aún, muestran cómo la deuda, tal como lo mostró Marcel
Mauss, maestro de Lévi-Strauss pero también de Lacan, es una irrupción en el circuito del don, circuito determinado por tres obligaciones: dar,
recibir y devolver. Para el caso de “El hombre de las ratas” la deuda reside en la no devolución monetaria pero, en el caso de Goethe, en
la consecuencia de haber roto el circuito de reciprocidad, es decir, la guerra o su inminencia, pues se ha negado la alianza y la comunión (cfr.
Mauss, 1971 [1923-
1924]: 170).

Ahora bien, leyendo más allá del eje de las x y de las y, es decir en torno a la terceridad (z), podemos ver que la inversión hecha desde la novela
freudiana al mito lacaniano no sólo es de nominación, pues hayamos en el último escrito una crítica a la posición tradicional de cómo se
presentan los anudamientos en la “constelación” familiar, es decir, “el deseo incestuoso por la madre, la interdicción del padre, sus efectos de
barrera y, alrededor, la proliferación de síntomas” (Lacan, 1978: 56). Lacan destacará un elemento del por qué el complejo de Edipo en
sociedades como la nuestra “para nada es normativizante sino, es el caso más frecuente, patógeno”, a saber, “el padre es siempre, en algún
aspecto, un padre discordante en relación a su función, un padre carente, un padre humillado” (ibídem.). Así pues, padre imaginario y simbólico
están diferenciados desde la estructura y, bajo un elemento que el estructuralismo dejó de lado, por la contingencia, histórica, singular a cada
caso. La radical prescripción del “caso por palabras de Barthes, es enunciado: el discurso universitario.

Segundo movimiento

¿Qué lugar para le mito en la actualidad? Lévi-Strauss ha señalado que no está lejos de pensar que en sociedades industriales “la historia
sustituye a la mitología y desempeña la misma función, ya que para las sociedades ágrafas [término bastante bochornoso para el propio Lévi-
Strauss, Derrida se lo hizo saber en su momento] y que por lo tanto carecen de archivos [tal como nosotros los concebimos] la mitología tiene
por finalidad asegurar, con un alto grado de certeza [...] que el futuro permanecerá fiel al presente y al pasado” (Lévi-Strauss: 2002 [1977]: 74-
75). Este hecho no es sin cierta pérdida, pues el principio de no contradicción que impone la racionalidad de la ciencia a la historia le
impide bordear y bordar sobre las contradicciones sociales, culturales, subjetivas... tal como el mito lo hace, sin que por ello dejen de existir
movimientos que ponen en tensión esta condición, pues es común que el mito se cuele ahí por donde la racionalidad pretende desecharle,
insistiendo una y otra vez, constituyendo procesos de “remitificación” que pueden alimentar ciertos anhelos de estabilidad, limitando la mirada
sobre tópicos y sus respectivos abordajes críticos (cfr. Sironneau, 1986). Esta remitificación parece dar cuenta de una variante más de eso que
Agamben nombra como la consagración de un absolutamente Improfanable al que aspira la religión capitalista (2005: 107). Siguiendo
a Benjamin, el filósofo italiano nos muestra cómo el capitalismo en una etapa como la actual integra todo medio hacia el consumo y el desuso, el
espectáculo. La remitificación denuncia un proceso de secularización del mito, que no es otra cosa que “una forma de remoción que deja intactas
las fuerzas, limitándose a desplazarlas de un lugar a otro” (ibíd.: 102), conservando el carácter inarticulable del mito sagrado a esferas no sacras,
imposibilitándole un uso y, más aún, un uso inédito y exterior a la hegemonía del capitalismo tardío. No obstante, el uso que el dispositivo
analítico hace del mito individual posibilita mirar, caso por caso, cómo el mito puede formar un medio que se escinde de la cooptación
capitalista. No obstante, y en esto vale la pena andar despacio, este uso es sumamente acotado y no consolidado, no totalizado, ya que tarde o
temprano, la constitución de otra variante mítica o, mejor aún, de otro mito advendrá y sujetará de alguna u otra forma al analizante, forma
nuevamente ajena a algún potencial uso exterior a la lógica de acumulación de capital. En otras palabras, la función del mito como útil analítico
desituado de la religión capitalista, subvirtiendo su lugar sacro, es puntual y evanescente, tal como se concibe al sujeto en psicoanálisis.1

Para Lacan el mito pertinente a la práctica analítica está muy bien delimitado, pues en “el psicoanálisis, al operar con el discurso que
lo condiciona [....], no se obtendrá otro mito más que aquel que permanece en su discurso: el Edipo freudiano” (1993 [1970]). De esta manera
deja ver cómo aún en sociedades postindustriales, a la manera salvaje, el mito de Edipo opera. Ahí donde se pueda contar hasta tres, donde
exista una interdicción que marque la discontinuidad entre el acceso y la prohibición para cierta o ciertas formas de alianza (Lévi-Strauss, 1991
[1981]: 59). Lévi-Strauss, a pesar de su posición “semiológica” como le ubica Sperber a causa de sus afinidades a la lingüística estrcutural (1988
[1978]: 77-112) reconoció en Freud a alguien que conservó el “aporte espiritual” de los mitos. En La alfarera celosa, libro de 1985 reitera:

Las nuevas interpretaciones que nos da de ellos [de los mitos], las versiones originales que propone, el eco que despiertan en todas las capas de
nuestra sociedad atestiguan que el mito de Edipo por no citar más que ése sigue siendo para nosotros vivo y eficaz. En ese sentido y como
parecía hace treinta años, no debemos vacilar a situar a Freud después de Sófocles entre nuestras fuentes de ese mito. Las variantes producidas
por Freud respetan las leyes del pensamiento mítico: obedecen a sus tensiones, aplican las mismas reglas de transformación.

(Lévi-Strauss, 2008 [1985]: 186)

Bajo el breve vistazo hecho a los mitemas lacanianos podemos afirmar la inclusiónde Jacques-Marie-Émile Lacan dentro de esa serie, serie que a
partir de Freud no sólo conserva el “aporte espiritual” dek mito, sino que lo radicaliza al grado de dar cauce a cierto tipo de malestar. El mito
bajo el dispositivo psicoanalítico actualmente guarda una vitalidad y vigencia imposible de soslayar en cuanto a su potencial subversivo para
todo sujeto.

¿Se puede dar dos veces un mismo regalo? No podemos contestar sino sólo de costado: si como el mito nos muestra un regalo está compuesto
por todas las versiones del regalo, una posibilidad se esboza; sin embargo, nunca puede ser el mismo, pues la mismidad de ese regalo se rompe
ahí donde la singularidad de cada versión desborda la lógica de todas las demás versiones, ahí donde A ≠ A.

Bibliografía
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1 Con esto no queremos colocar al psicoanálisis como una práctica de liberación de las relaciones de poder, como se le quería convencer a
Foucault después de unas conferencias en Brasil (cfr. Foucault, 1999 [1978]: 166-167), sino mostrar cómo el abordaje del mito individual de
cada neurótico, bajo el dispositivo analítico, puede llegar a constituir un uso inédito del mito, inédito en relación al que se le asigna dentro de
las condiciones estructuradas por el capitalismo. Uso límitado que impide caer en una idealización de la práctica analítica.
El mito individual del neurótico
Poesía y verdad en la neurosis

El caso de una neurosis obsesiva del hombre de las ratas, se considera como la raíz y la estructura de esta neurosis, se pueden ver con claridad la tensión agresiva, la fijación
instintiva
Este caso toma su titulo de un fantasma. Es el relato de un suplicio que siempre se beneficio de una iluminación singular, incluso de una verdadera celebridad, y que consiste
en la introducción de una rata, excitada por medios artificiales, en el recto del supliciado, por medio de un dispositivo más o menos ingenioso. La primera escucha de ese relato
provoca en el sujeto un estado de horror fascinado, que no desencadena su neurosis, pero que actualiza sus temas y suscita la angustia. A lo cual le sigue toda una elaboración.

En el seno de la experiencia analítica se presenta con prioridad que es el mito... El mito es lo que nos da una forma discursiva algo que no puede ser transmitido en la definición
de la verdad, porque la definición de la verdad solo puede apoyarse sobre ella misma y la palabra en tanto que progresa la constituye, una verdad objetiva solo puede
expresarla de un modo mítico. El complejo de Edipo como ejemplo.

La teoría analítica esta enteramente sostenida por el conflicto fundamental , que por intermedio de la rivalidad con el padre vincula al sujeto , con un valor simbólico esencial ,
pero esto esta siempre en función de una degradación concreta , que esta ligada a las circunstancias sociales , de la figura del padre . la experiencia misma esta tendida entre
esta imagen del padre degradada y una imagen que nuestra practica nos permite captar y medir, en la relación simbólica con el sujeto , la posición de un personaje muy
borrado , por la declinación de nuestra historia que la del amo, la del maestro moral.

Si confiamos en la definición de mito como una cierta representación objetivada de una gesta que expresa de modo imaginario la relaciones fundamentales características de
ser humano en una época determinada; si lo comprendemos como la manifestación social latente , patente , virtual o realizada , plena o viciada de su sentido de ese modo del
ser , es indudable que podemos volver a encontrar su función en la vivencia misma de un neurótico.

Lo que hace a la particularidad de este caso, es le carácter manifiesto visible de las relaciones en juego. El valor ejemplar de este caso en particular reside en su simplicidad, un
caso en particular puede tener una deslumbrante superioridad de evidencia en relación a la demostración, cuya verdad, debido a su carácter discursivo, permanecerá velada
bajo una larga serie de deducciones. En esto consiste la originalidad del caso
La constelación del sujeto esta formada en la tradición familiar por el relato de cierto número de rasgos que especifican la unión de los padres.

En el caso del hombre de las Ratas. El padre fue suboficial al comienzo de su carrera, y siguió siendo “suboficial” con la nota autoridad y cierta devaluación lo acompaña
permanentemente en la estima de sus contemporáneos, hombre simpático, de excelente humor, cordialísimo, y una afable bondad para con todos sus semejantes , así
descripto por el sujeto .

Este padre concebio un casamiento ventajoso, su mujer pertenece a un medio mucho mas elevado en la jerarquía burguesa, el prestigio esta pues , puesto del lado de la madre
. y una de las bromas mas frecuentes entre sus padres que en principios e entienden bien ,incluso parecen vinculadas por un afecto real , es una especie de juego que consiste
en un dialogo entre los esposos; la mujer hace la alusión divertida a lo enamorado que estuvo su marido , justo antes del casamiento , de una joven pobre pero linda y el
marido exclama y afirma en cada ocasión que se trata de algo fugitivo , como lejano y olvidado .
Otro mito familiar tiene mucha importancia. el padre tuvo en su carrera militar ,problemas , porque, dilapido jugando los fondos del regimiento , de los que era depositario a
causa de sus funciones . Debió su honor incluso su vida, su papel en la sociedad a un amigo, que le presto la suma, resultando su salvador. Este es un episodio importante y
significativo del pasado de su padre.

La constelación familiar en el análisis del sujeto se va dando por partes, sin que el sujeto logre relacionarlo con lo que ocurre en el momento actual.
Aquí es necesaria la intuición del analista para resolver que en esa constelación familiar estaban los elementos esenciales del desencadenamiento de esta neurosis obsesiva...
Esto lo observamos como por ejemplo la escena donde P la señala a Freud “le digo aquí algo que ciertamente no tiene ninguna relación con todo lo que me ocurrió”.entonces
Freud se percata de inmediato de la relación. Y es ahí donde el sujeto procede y le relata el conflicto mujer rica/mujer pobre se reproduce exactamente en la vida del sujeto, en
el momento en que su padre lo empujaba a casarse con una mujer rica.
Asi la correspondencia entre estos argumentos iniciales de la constelación subjetiva y el desarrollo ultimo de la obsesión fantasmática, es lo que da lugar al argumento
fantasmatico del sujeto.
La imagen del suplicio(castigo con las ratas) engendro primero en el sujeto toda suerte de temores según el pensamiento propio del obsesivo , que ese suplicio pudiera serle
inflingido a las personas mas queridas por el , a esa imagen de la mujer pobre idealizada a la cual le consagra un amor (amor obsesivo) o bien a su padre que sin embargo a
muerto se ve reducido a un o personaje idealizado en el mas allá . Nos muestran que el sujeto se vio llevado a comportamientos, que nos muestran construcciones neuróticas
del obsesivo que a veces terminan por confinar construcciones delirantes.

Siguiendo con la constelación fantasmatica observamos que la deuda tiene una funcion… El sujeto se encuentra en la situación de tener que pagar el precio de unos anteojos ,
que se le perdieron en el curso de unas maniobras , durante las cuales se le hizo el relato del suplicio en cuestión en que se desencadeno la crisis actual , pide el reemplazo
urgente al óptico de Viena , el mismo capitán del relato le informa que debe rembolsar el costo al teniente A que se ocupa de los asuntos del correo , que se supone a
desembolsado la suma en su ligar. El sujeto se hace un deber neurótico de rembolsar la suma, pero en ciertas condiciones muy precisas , bajo la forma de un mandamiento
interior que surge en el psiquismo del obsesivo , en contradicción con su primer movimiento que se había expresado el de no pagar, por el contrario se hace un juramento el de
pagar a A , se percata de que no es A sino B el que se ocupa del correo ,para luego descubrir que no es ni a A ni a B a quien debe esa suma , sino a la señora del correo , que tuvo
la amabilidad de confiar en B y pago ella la suma .
Pero el argumento del obsesivo juró que le reembolsaría la suma a A, a fin de que no le ocurran a sus queridos las catástrofes enunciadas por la obsesión, que le haga
rembolsar a la generosa dama del correo por el teniente A, que ante él, esta le de la suma en cuestión al teniente B y que el reembolse entonces al teniente A, cumpliendo su
juramento al pie de la letra

El sujeto sabe que no le debe nada ni a A ni a B , sino a la dama del correo , en la vivencia de los neuróticos , la realidad imperativa de lo real pasa por delante de todo lo que lo
atormenta infinitamente , que lo atormente hasta en le tren que lo lleva en dirección contraria para ir a cumplir con la dama del correo , en cada estación pensaba que podía
descender , cambiar de tren , volver , se dirige hacia Viena , va a confiarse a Freud y se contentara simplemente con enviarle un giro por correo a la del carácter mítico de la
deuda es que en el origen de la deuda del padre con el amigo , que nunca pudo rembolsar el dinero ,por otro lado , hay en la historia del padre una sustitución de la mujer
pobre por la mujer rica , ahora bien en el interior del fantasma desarrollado por el sujeto observamos algo así como un intercambio de los términos de cada una de estas
relaciones funcionales .el objeto del deseo que tiene el sujeto de volver al lugar donde esta la dama del correo no es para nada la dama misma , sino un personaje , que
encarna a la mujer pobre , una sirvienta de posada que encontró , durante las maniobras , y con la cual libró alguna de esas operaciones de pellizcar el trasero en que se
expanden amablemente e estos generosos sentimientos .para extinguir la deuda de algún modo hay que devolverla , no al amigo , sino a la mujer pobre y por esta vía a la mujer
rica que lo sustituye en el argumento imaginado.

La función del sueño de transferencia


Freud es colocado en el lugar del amigo. Muy rápidamente se desencadenan fantasmas agresivos. No están ligados únicamente como dice Freud a la sustitución del padre, sino
más bien, como en fantasma, a la sustitución del personaje llamado la mujer rica por el amigo, en esa especie de delirio constituye una verdadera fase pasional en el interior
mismo de la experiencia analítica, el sujeto empieza a imaginar que Freud, desea no menos que darle a su propia hija, con lo cual fantásticamente hace un personaje dotado de
todos los bienes de la tierra, un personaje provisto de anteojos de bosta. La sustitución pues del personaje de Freud por un personaje ambiguo a la vez protector y maléfico al
que le endilga anteojos que marcan suficientemente la relación narcisista con el sujeto. El mito y el fantasma aquí se reúnen y la experiencia pasional vinculada con la vivencia
actual de la relación con el analista, de su trampolín, por el rodeo de las identificaciones, que ella entraña a la resolución de cierto número de problemas.

Desdoblamiento narcisistico
Tratándose de un sujeto de sexo masculino , su equilibrio moral y psíquico exige la Asunción de su propia función , hacerse reconocer en su función viril y en su trabajo , sin
tener el sentimiento de que algún otro lo merece o que él lo tiene por casualidad .Cada vez que el neurótico logra o tiende a lograr la asunción de su propio papel, cada vez que
se asegura de lo bien fundado de su propia manifestación en su contexto social, el objeto, el partenaire sexual, se desdobla :aquí bajo la forma de mujer rica o mujer pobre.Por
el otro se presenta un personaje que desdobla al primero y que es objeto de una pasión mas o menos idealizada , que se desarrolla de una forma mas o menos fantasmática, con
un estilo análogo al del amor pasión y que lo empuja hacia una identificación de orden mortal . Si por un lado el sujeto hace un esfuerzo para volver a encontrar la unida de su
sensibilidad, es entonces en el otro extremo de la cadena, en la asunción de la propia función social y de su propia virilidad, donde ve aparecer a su lado un personaje con el
cual tiene también una relación narcisística, en tanto que relación mortal. A este le delegara la tarea de representarlo en el mundo y de vivir en su lugar. No es él
verdaderamente, él se siente excluido, fuera de su propia vivencia, no puede asumir sus particularidades y sus contingencias, no se siente en armonía con su existencia y el
impasse se reproduce.
Es bajo esta forma muy especial del desdoblamiento narcisístico donde yace el drama del neurótico, en relación con el cual adquieren todo su valor las diferentes formaciones
míticas .

El padre en relación a la función paterna


El padre resulta ser el representante de una función, la encarnación de una función simbólica, mas esencial, a saber los goces pacíficos, o mas bien simbólicos, culturalmente
determinados y fundados del amor de la madre. La asunción de la función del padre supone una relación simbólica simple, donde lo simbólico, recubrirá plenamente lo real.
Seria necesario que el padre no sea solamente el nombre del padre, sino que represente en toda su plenitud el valor simbólico cristalizado en toda su función. Esta claro que
este recubrimiento de lo simbólico y de lo real es absolutamente inaprensible. Al menos en una estructura social como la nuestra, es padre es siempre un padre discordante en
relación a su función, un padre carente un padre humillado, hay una discordancia entre lo que es percibido por el sujeto en el plano de lo real y la función simbólica. En este
intervalo yace lo que hace que el complejo de Edipo, tenga su valor para nada normativizante sino, es el caso mas frecuente patógeno.
El mito individual del neurotico o Poesía y Verdad en la
neurosis (version Roussan)

Proponemos esta transcripción– anterior y diferente de la de J.-A. Miller en Ornicar ?


– así presentada par
Michel Roussan como anexo a su transcripción del seminario de la Identificación: «
Esta conferencia de Lacan, pronunciada en el Colegio filosófico fue editada por
primera vez, en 1956 – fecha de depósito legal–, par el C.D.U, luego por las ediciones
llamadas Grandes-Têtes-Molles de notre époque, nombre totalmente legitimado por el
sorprendente número de errores que agrega a la primera edición. El texto que sigue es,
por supuesto, el de las ediciones C.D.U, el que según parece fue establecido a partir de
una grabación magnética. Nos hemos contentado con solo volver a puntuar, excepto
algunas correcciones señaladas1* entre corchetes pequeños, de lo que fue corregido. Los entre corchetes de talla
normal señalan agregados de nuestra parte. Lacan hizo alusión muchas veces a esta conferencia, sobretodo en El yo, XXI, 8.6.55,
p. 312, et en Écrits, « De nuestros antecedentes», p. 72, n. 1 ».

para una lectura más cómoda de la traducción de este texto.

Voy a hablarles de un tema que es preciso calificar como nuevo, y que como tal es
(321)

difícil. La dificultad de esta exposición no le es totalmente intrínseca, resulta en efecto


que se trata
de algo nuevo que me permitió darme cuenta a la vez de mi experiencia analítica y de
una tentativa, en el curso de una enseñanza llamada de seminario, de renovar, o
solamente
profundizar la enseñanza teórica de lo que puede formularse como siendo la realidad
fundamental del análisis.

Extraer esta parte nueva y original para hacerles captar el alcance por fuera de
esta enseñanza, y por fuera de esta experiencia para una buena parte de entre ustedes, es
entonces algo que comporta dificultades totalmente especiales en la exposición. Por
esto, les pido de antemano, la indulgencia, si les aparece quizá, alguna dificultad para la
comprensión, al menos en el primer abordaje, de aquello de lo que se va a tratar.

El psicoanálisis, debo decirlo y recordarlo como preámbulo, es una disciplina que, en el


conjunto de las ciencias, se nos muestra con una posición realmente particular. A
menudo se dice que el psicoanálisis no es propiamente hablando, una ciencia lo que
parecería indicar por contraste que podemos decir muy simplemente, que es un arte.

Ciertamente no podemos decir algo semejante si entendemos por arte simplemente:


técnica, conjunto de fórmulas o recetas, método operacional, praxis, u otra cosa de este
orden.
Simplemente, creo que el término arte debe ser empleado aquí en el sentido en que se lo
empleaba en la Edad Media, cuando se hablaba de artes liberales… ustedes conocen
esta serie, que va de la astronomía, pasando por la aritmética y la música, hacia la
dialéctica, a la gramática, a la geometría. Es este arte, del que nos es difícil
seguramente, darnos <cuenta> actualmente cuál era la función y el alcance en la vida y
el pensamiento de los maestros medievales.
Es cierto que lo que caracteriza a estas artes, y las distingue de las ciencias que serían en
suma surgidas de las artes liberales, es la permanencia en primer plano de algo que
puede denominarse su relación esencial, fundamental con la medida del hombre.

Pues bien, creo que el psicoanálisis es quizá, actualmente, la única disciplina en algo
comparable, con aquellas artes liberales: debido a esa relación interna, que no
puede (322) de ningún modo, ser agotada nunca, que es cíclica, cerrada sobre sí misma,
esa relación de medida del hombre consigo mismo, y muy especialmente, por
excelencia, que es el uso del lenguaje, el uso de la palabra. Y es entonces esto lo que
hace que la experiencia analítica no pueda agotarse en una relación, que no sea decisiva
y definitivamente objetivable, puesto que en suma, la relación analítica misma implica
siempre en su propio seno, la constitución de una verdad, que en cierto modo
no puede ser dicha, puesto que la palabra es lo que la constituye y lo que la
dice, y que [habrá] que, en cierto modo decir, la palabra misma, lo que es,
propiamente hablando: lo que no puede ser dicho en tanto que palabra.

Es cierto, por otra parte, que vemos desprenderse del psicoanálisis, una serie
de técnicas que, tienden, con base en esa experiencia, a objetivar una serie de
posibilidades de acción,
una serie de medios de actuar sobre el objeto humano. Pero no se trata sino de
las ciencias en cierto modo, derivadas de este arte fundamental que es
constituido por la relación intersubjetiva
misma del análisis; esta relación que no puede, se los he dicho, agotarse en sí
misma, puesto que está en el seno mismo de lo que nos hace hombre en nuestra
relación con otro hombre.

Se trata de algo a lo que estaremos más o menos, llevados a tratar de expresar al menos,
en una fórmula que dé de ello la esencia. Y es por esto que en el seno de la
experiencia analítica, existe algo que se llama propiamente hablando un mito, siendo el
mito precisamente lo que puede ser definido como dando una fórmula discursiva a ese
algo que no puede ser transmitido en la definición de la verdad, puesto que la definición
de la verdad no puede apoyarse sino sobre sí
misma, y que es en tanto que la palabra progresa por sí misma y por en el dominio
[ejemplo]

de la verdad que ella la constituye2.


Ella no puede aprehenderse, ni aprehender este movimiento de acceso a la verdad como
una verdad objetiva, no puede sino expresarla de una forma mítica, y es en este sentido
entonces que se puede decir que, hasta un cierto punto, aquello en lo que se concreta la
palabra intersubjetiva fundamental, tal como ha sido manifestada en la doctrina
analítica, el complejo de Edito, tiene, en el interior mismo de la teoría analítica, un valor
de mito.

Lo que les aportaría hoy es precisamente una serie de hechos de experiencia, que trataré
de ejemplificar, a propósito de algo que es muy fundamentalmente conocido por todos
aquellos que
están, de cerca o de lejos, iniciados en la experiencia analítica: es la existencia de un
cierto número de formaciones que constatamos espontáneamente en lo vivido, en la
experiencia, en los sujetos que tomamos analíticamente, los sujetos neuróticos por
ejemplo, quienes necesitan aportar a ese mito edípico, en tanto que está en el corazón de
la experiencia analítica, ciertas modificaciones de estructura que son exactamente
correlativas al progreso que hacemos
nosotros mismos en el interior de la experiencia analítica, en la comprensión de esta
experiencia, y de alguna manera lo que nos permite en segundo momento comprender
que toda la teoría
analítica se extiende en el interior de la distancia que separa el conflicto fundamental
que, por intermedio de la rivalidad con el padre, liga al sujeto a un valor simbólico
esencial…

Pero, van a ver, que está siempre en función de una cierta degradación concreta–
vinculada quizá a las condiciones, a las circunstancias sociales especiales – de la imagen
y de la
figura del padre,

… experiencia tensa entonces entre esta imagen del padre y, de otra parte, una imagen
de la que, la experiencia analítica nos permite tomar cada vez más la medida, nos
permite cada vez más medir las incidencias en el analista mismo puesto que, bajo una
forma seguramente velada, enmascarada, casi renegada por la teoría analítica, toma sin
embargo, de una forma casi clandestina, la situación, en la relación simbólica con
el sujeto, de ese personaje muy borrado por la declinación de nuestra historia, y que es
en suma, aquel del amo: el maestro moral, el maestro que inicia en la dimensión de las
relaciones humanas fundamentales a quien está en la ignorancia – lo que se puede
llamar de una cierta forma: el acceso a la conciencia, incluso a la sabiduría, en la toma
de posesión de la condición humana como tal.
(323)
Les recuerdo entonces que si nos fiamos de una definición que puede ser del mito
como: una cierta representación objetivada de un epow, para decirlo de una vez, de un
gesto que expresa de una forma imaginaria las relaciones fundamentales características
de un cierto modo de ser del ser humano en una época determinada, se puede decir que,
exactamente de la misma forma, como el mito se manifiesta en el plano social, es –decir
latente o patente, virtual o realizado,
pleno o vacío de su sentido y reducido a la idea de una mitología, podemos encontrar,
en lo vivido mismo del neurótico, toda suerte de manifestaciones que
entran propiamente hablando, en este esquema, y del que se puede decir que se trata
propiamente hablando, de un mito.

Y esto, voy a mostrárselos, en uno de esos ejemplos que creo es de los más familiares
para aquellos de entre ustedes, que pueden interesarse en estas cuestiones, a propósito
de una de
las grandes observaciones de Freud. Estas grandes observaciones de Freud, que gozan
periódicamente de un renadío de interés en la enseñanza, ustedes las conocen, no voy
a enumerárselas. Aquella de la que voy a hablar, es la que se llama El hombre de las
ratas3.
el caso es sorprendente y parece muy claro.

Uno no se sorprende de ver emitir opiniones como la que escuché recientemente,


en boca de uno de nuestros eminentes colegas, en cuanto al uso de la técnica: él
manifestaba una suerte de desprecio por estos textos, llegando a decir que la técnica no
sólo era torpe sino también arcaica…
Lo que, con todo, puede sostenerse, en relación con los progresos que hemos
hecho, precisamente sobre la base de una toma de consciencia de la
relación intersubjetiva como actualmente se manifiesta en la esencia del análisis, como
consecuencia del tratamiento, poniendo en primer plano las relaciones tal como se
establecen entre el paciente y el sujeto, y el intérprete que interpreta en cierto modo sólo
a través de esa actualidad, lo que sirvió para constituir esa personalidad del sujeto de la
que vamos a ocuparnos.

…¿pero podía mi interlocutor llevar las cosas hasta decir que estos casos estaban mal
elegidos? En efecto, se puede decir que están incompletos, que para muchos son
psicoanálisis que se detuvieron en el camino, que después de todo, son pedazos
de análisis. Esto debe incitarnos cuanto menos, a reflexionar, a preguntarnos por qué
esta elección fue hecha por su autor, y desde luego a confiar en Freud, porque no basta
con decir, como proseguía aquel que emitía estas opiniones, que de seguro tenía
solamente ese resultado alentador para nosotros, al mostrarnos que basta con una pizca
de verdad en alguna parte, para que ese poco de verdad logre transparentarse y surgir en
medio de las dificultades, las trabas que la exposición podía
oponerle.

Creo que no es esa una mirada justa de las cosas, y que de verdad, en estos casos, se
puede decir que el árbol4 de la práctica diaria esconde a los que querrían sostener tal
opinión, la emergencia del bosque que ha surgido de esos textos freudianos.

Yo mismo elegí El Hombre de las ratas, y creo también que el interés de esta elección
se justifica en la obra de Freud. Se trata de una neurosis obsesiva… Pienso que ninguno
de quienes vinieron a escuchar conferencia semejante, pudo dejar de escuchar hablar de
lo que se considera la raíz y la estructura de la neurosis obsesiva: a saber, la
tensión agresiva, la fijación instintual5, toda la elaboración genética extremadamente
compleja que el progreso de la teoría analítica formuló
en el origen de nuestra comprensión de la neurosis obsesiva.

Se puede decir, por supuesto, que tal y tal fragmento de estos elementos teóricos, tal o
tal fase familiar de esa clase de temas fantasmáticos o imaginarios que encontramos
siempre en el análisis de una neurosis obsesiva, se encuentran en la lectura del Hombre
de las ratas. Con todo, es entonces lo que hace, con ese aspecto tranquilizador que tiene
siempre para aquellos que leen o aquellos que enseñan, las manifestaciones de
pensamientos familiares, vulgarizados, eso, puede ocultar al lector la originalidad y
el carácter especialmente significativo y convincente de esta
observación.
(324)
Por supuesto, toma incluso su título de un fantasma totalmente fascinante, que juega
en la psicología de la crisis que lleva al sujeto a la puerta del analista, que tiene un valor
desencadenante totalmente evidente: es el relato de un suplicio que gozó siempre de una
especie de singular iluminación, incluso celebridad, que es aquel de la introducción, por
medio de un dispositivo más o menos ingenioso, de una rata, más o menos excitada por
medios artificiales, en el recto del ajusticiado.

Es ese suplicio, cuyo relato provoca en el sujeto una suerte de estado de horror
fascinado, que está en el origen del desencadenamiento en él, no de una neurosis, sino
de la actualización de temas neuróticos, de una toma por la angustia, y de toda una
elaboración de la que vamos a ver
ahora la estructura y el interés. Pero es ese elemento que es esencial desde el punto de
vista de la teoría de los momentos del determinismo de una neurosis.

¿Quiere decir que lo que está allí explicado, y lo que por otra parte se encontrará en
todos los temas en la observación del Hombre de las ratas, es lo que constituye lo
esencial de su interés?
No solamente no lo creo, sino que en toda lectura atenta de esta observación se verá que
es la extrema particularidad del caso…

Como Freud lo señaló siempre, cada caso debe ser estudiado en su


particularidad, exactamente como si ignoráramos toda la teoría.

… es la singularidad del caso y su valor particularmente ejemplar, bajo el ángulo de


relaciones que están ahí, visibles, manifiestas en su simplicidad, verdaderamente bajo la
forma como se
puede decir en geometría que un caso particular tiene una cierta superioridad de
evidencia totalmente deslumbrante en relación con la demostración cuya verdad,
quedará, en razón
de su carácter discursivo, velada bajo las tinieblas de una larga serie de deducciones,
mientras que un caso particular puede mostrar con evidencia algo que presenta
totalmente, de una manera intuitiva. Se puede decir que encontramos allí
algo exactamente análogo a lo que pasa en tal caso particular.

En eso consiste esta originalidad, y es lo que salta a la vista de todo lector un


poco atento: Se puede decir que la constelación original de donde salió el desarrollo de
la personalidad del sujeto – hablo de constelación en el sentido en que hablarían los
astrólogos –, eso a lo que debe su nacimiento y su destino, su prehistoria casi diría, a
saber las relaciones familiares fundamentales que presidieron a la unión de sus padres,
lo que los condujo a esa unión, es algo que resulta tener relación…

Y una relación de la que podemos decir es quizá definible con la fórmula de una cierta
transformación propiamente hablando, mítica,

… una relación totalmente precisa, ¿con qué? con la cosa que aparece como la más
contingente, la más fantasmática, la más paradójicamente mórbida, a saber: el
último estado de desarrollo de lo que se llama, en esta observación, la gran aprehensión
obsesiva del sujeto, es decir el escenario al cual llega, escenario imaginario, como
siendo el que debe resolver para él, la angustia provocada por el desencadenamiento de
su gran crisis.

Me explico: ¿Cómo está conformada la constelación familiar, la constelación original


del sujeto y en qué se puede llamar la leyenda, la tradición familiar? Por el relato de un
cierto número de marcas que son que tipifican, o especifican la unión de los padres,
[lo]

de sus genitores, y que son las siguientes:

Primero, el hecho que el padre, que fue suboficial al comienzo de su carrera, que fue
un personaje muy sub-oficial, con lo que esto implica con referencia a la autoridad, pero
un poco irrisorio, una cierta desvalorización acompaña de forma permanente al
sujeto, en la estima de sus contemporáneos, una mezcla de bravura y de chispa, con la
que se puede decir que compone una suerte de personaje convencional y que se
reencuentra a través del hombre simpático que es descrito en las declaraciones del
sujeto, ese padre resulta luego de su matrimonio, en la siguiente posición: hizo lo que se
llama un matrimonio ventajoso.

En efecto, es su mujer, quien pertenece a un medio mucho más elevado en la


jerarquía burguesa, quien aportó a la vez los medios para vivir y la situación misma de
la que él se beneficia en el momento en que van a tener su hijo. Entonces, el prestigio
está del lado de la madre, y una de las bromas más familiares entre esos personajes, que
en principio se entienden bien, e incluso
parecen ligados por una afección real, es una suerte de juego repetido a menudo, un
diálogo entre esposos donde la mujer hace una alusión a la vez jocosa (325)y
bromista sobre la existencia, justo antes del matrimonio, de un vivo apego de su marido
por una jovencita pobre, pero bonita. Y el marido de recrearse y afirmar en cada
ocasión, que se trata de algo tan fugitivo como lejano y olvidado. Pero este juego, cuya
repetición misma implica quizá una parte de artificio, es algo que
ciertamente impresiona profundamente al joven sujeto que se convertirá más tarde en
nuestro paciente.

De otra parte, hay otro elemento del mito familiar que no es de poca monta: el padre
tuvo,
en el transcurso de su carrera militar, lo que se puede llamar en términos
púdicos problemas e incluso graves problemas. Ni más ni menos que dilapidar los
fondos, los fondos del régimen de los que era depositario a titulo de sus funciones. Los
dilapidó debido a su pasión por el
juego, y debió, su honor, incluso su vida –al menos en el sentido de su carrera, de la
imagen que puede continuar teniendo en la sociedad –, a la intervención de un amigo
que le prestó la suma que él convino en reembolsar, y que resulta entonces haber sido el
salvador, en este episodio del que todavía se habla como de algo que fue realmente
importante y significativo en el pasado del padre.

Así es pues como se presenta para el joven sujeto, la constelación familiar. Esto, desde
luego, aparece poco a poco en el transcurso del análisis, y naturalmente esto no es
recordado ni relacionado de ninguna forma por el sujeto con sea lo que sea que ocurre
como actual. Se requiere de la intuición de Freud – y yo podría quizá indicarles
inmediatamente lo que dijo en esta ocasión – para comprender que hay allí, elementos
absolutamente esenciales para el desencadenamiento de la neurosis obsesiva.
El conflicto mujer rica/mujer pobre se reproduce muy exactamente en la vida del sujeto:
en el momento en que su padre lo empuja a casarse
con una mujer rica precisamente, la neurosis, y no solamente la crisis actual, se
desencadenó. Y cuando el sujeto aporta este hecho, dice casi al mismo tiempo: « Yo le
digo algo que ciertamente no tiene relación alguna con todo lo que me sucedió ».
Entonces, inmediatamente, Freud, se da
cuenta de la relación.

Pero lo que es significativo, lo que se ve de algún modo en el panorama de


la observación, es la estricta correspondencia entre estos elementos iniciales, originales,
fundamentales en el sujeto, y el desarrollo posterior de la obsesión fantasmática,
esa obsesión que de elementos emocionales que engendraron en el sujeto, según el
modo del pensamiento propio del obsesivo, toda suerte de temores obsesivos, a saber
que ese suplicio puede ser concebido como siendo realizado un día, habiéndole ocurrido
a las personas que le son más queridas, y sobre todo ese personaje de la mujer pobre
idealizada en la cual él confiesa un amor del que veremos enseguida cuál es el estilo y el
valor propio, la forma de amor mismo del que el sujeto obsesivo es capaz, o sea que ese
suplicio le ocurre, cosa más paradójica aún, a su padre, que no obstante en este
momento está
muerto y reducido a un personaje imaginado en el más allá.

Pero incluso en el más allá, los temores fantasmáticos, una suerte de aprehensión
obsesiva de la imagen fantasmática del suplicio atormenta al sujeto, y lo lleva a una
serie de comportamientos cuyos eslabones intermedios les paso, pero que
muy paradójicamente culminan para él en la obligación de pagar, en ciertas condiciones
totalmente particulares, así como las construcciones neuróticas del obsesivo terminan
por lindar con las construcciones propiamente hablando, delirantes…
Se encuentra en la situación siguiente… Ocurre igualmente a propósito de un incidente
sobrevenido en el curso de los acontecimientos desencadenantes de la neurosis… resulta
que tiene que pagar el precio de un objeto que no es indiferente precisarlo, un par de
anteojos, que dejó perder en el transcurso de importantes maniobras durante las cuales
se presentó el relato por el escuchado, y durante las cuales se desencadenó la crisis
obsesiva actual. Fue uno de los oficiales quien relata la historia, un oficial que lo
impresiona mucho por una cierta ostentación. El cuento mismo lo confirma, una
cierta exhibición de gustos punitivos y crueles.

El sujeto pide a su óptico de Viena, el reemplazo urgente de sus anteojos – porque todo
esto, por supuesto, sucede en la antigua Austria-Hungría, antes del comienzo de la
guerra del 14 – por correo expreso. El óptico le envía una remesa conteniendo el objeto,
y el oficial que le contó la historia del suplicio le dice que debe pagarle al señor fulano
de tal, un lugarteniente considerado haber pagado por él, la suma.
(326)
Es entonces alrededor de esta idea de reembolso que el sujeto se hace una suerte de
deber neurótico de reembolsar la suma, en ciertas condiciones.

Este deber, se lo impone a sí mismo, bajo la forma de este mandamiento interior que
surge en el psiquismo obsesivo, en contradicción con el primer movimiento que se
expresó bajo la forma: no pagar esto.
Helo aquí entonces, ligado a él mismo por una suerte de juramento.

Ahora bien, él se da cuenta muy rápido que este imperativo no concierne absolutamente
a nada inmediatamente realizado, puesto que no es el lugarteniente quien pagó lo que
sea – jamás
se ocupó de las cuestiones de la oficina de correos –, no es el lugarteniente, que
llamamos el lugar teniente A, sino un lugarteniente B quien se ocupa de ello. Es
entonces a este al que hay
que reembolsar la suma.

Pero el asunto no se detiene ahí. El sujeto sabe perfectamente, se lo descubre por lo que
sigue, en el momento en que todas estas elucubraciones se producen en él, que en
realidad no debe esta suma al lugarteniente B sino muy simplemente a la señora del
correo, que quiso creer en este señor honorable, que es oficial, que se encuentra en los
alrededores.
No obstante el sujeto se atormentará hasta el final de su periodo de maniobras, hasta el
momento en que viene a confiarse a los cuidados de Freud en un estado de angustia
máxima; será seguido por una especie de conflicto de ansiedad, característico de lo
vivido por los obsesivos, que gira totalmente alrededor de la siguiente escena:

Puesto que se juró que reembolsaría la suma, conviene, para que no ocurran a los que
más ama, las catástrofes anunciadas por la obsesión, que haga reembolsar por el
lugarteniente A la suma
en cuestión a la generosa dama de la oficina de correos, éste la reembolsará delante de
él al lugarteniente B, y él mismo podrá de esta forma, reembolsar al lugarteniente
A, quien hasta el presente no tiene nada que ver en el asunto, cumplir su juramento, es
decir la ceremonia obsesiva que le parece necesaria.
He aquí a dónde lo lleva, por una suerte de deducción propia de los neuróticos, la
necesidad interior que lo determina.

Ustedes no pueden no reconocer, en este esquema del paso de una cierta suma de dinero
de
A, a la dama del correo, la dama generosa que, por él, hizo frente al pago, luego de la
dama del correo a otro personaje masculino, algo que…

Bajo una forma complementaria en ciertos puntos, suplementaria en otros, paralela


de una cierta forma e invertida sobre otro punto,

… es muy exactamente lo equivalente de la situación original en tanto que pesa


ciertamente, hasta un cierto grado, en el espíritu del sujeto, en su formación, en sus
relaciones esenciales, en todo lo que hace de él este personaje, con un modo
de relaciones totalmente especial respecto de los hombres, que se llama una neurosis.

Por supuesto, esta escena es absolutamente imposible de cumplir, no sería esto lo que en
efecto el sujeto sabe perfectamente que en todo esto no debe ni a A, ni a B sea lo que
sea. Es a la dama del correo que debe algo, y si el escenario fuera cumplido, sería al fin
de cuentas, la dama del correo la que estaría allí para sus gastos.

En efecto, como sucede siempre en la vivencia real de los neuróticos, la


realidad imperativa de lo real pasa por delante de todo lo que le
atormenta infinitamente, el tormento en el tren incluso, que lo lleva efectivamente en la
dirección estrictamente contraria a la que debía tomar para cumplir con la ceremonia
expiatoria. Es hacia Viena que se dirige, pensando, en cada estación, pensando
que podía bajarse aún, cumplir todo el rito. No obstante no hace nada, se contenta muy
simplemente, una vez comenzado el tratamiento con Freud, con enviar un mandato a la
encargada del correo.

Por consiguiente, este escenario fantasmático, se presenta como un pequeño drama,


un gesto que es precisamente lo que llamo la manifestación del mito individual del
[de]

neurótico, en cuanto expresa, sin duda de una forma cerrada al sujeto– pero no
absolutamente cerrada, lejos de serlo, para aquel que lo observa o lo ayuda a liberarse
en esa ocasión–, algo que refleja exactamente…
Aunque evidentemente la relación no sea enteramente elucidada en la forma puramente
basada en los hechos con la que expuesto,
[se]

…la relación inicial, inaugural entre el padre, la madre y el personaje, más o menos
borrado en el pasado, del amigo.

Es debido a la aprehensión subjetiva que de ella tuvo el personaje interesado que esta
constelación toma su valor.
(327)
Pero trataremos de ver, a través del mito mismo, a qué responde esto y lo que hay
que pensar al respecto.

Subrayo que lo que da el carácter mítico a este pequeño escenario fantasmático, no es


simplemente el hecho que se manifieste como una suerte de ceremonia significativa y
reproduciendo más o menos exactamente, las relaciones que, con relación a su
contenido presente, son secretas, como ocultas, pero también, que modifica estas
relaciones en el sentido de una cierta tendencia.

Puede decirse que en el origen teníamos algo que podía definirse por una deuda
del padre con respecto al amigo…

Olvidé decirles que el padre jamás volvió a encontrar a ese amigo– es bien esto, lo que
queda misterioso en toda la historia original del sujeto–, y no `nunca pudo reembolsar
su deuda.

… De otra parte, hay algo que se puede llamar, en la historia del padre, sustitución:
sustitución de la mujer rica por la mujer pobre en el amor del padre.

Y en el interior del fantasma desarrollado por el sujeto, vemos esta cosa tan
singular: algo como un intercambio de los términos terminales de cada una de esas
relaciones funcionales. Vemos que para que la deuda sea pagada, no se trata de
pagársela al amigo, se trata de pagarla a la mujer pobre. Porque lo que la profundización
de los hechos fundamentales de los que se trata en la crisis obsesiva mostró, es que lo
constituye verdaderamente el objeto del deseo tantálico del sujeto de volver al lugar
donde está la dama del correo no es para nada esta dama, es un personaje que, en la
historia reciente, encarna el personaje de la mujer pobre: es una sirvienta de un albergue
que en el curso de las maniobras, y en la atmósfera de pasión heroica que caracteriza
la fraternidad histórica, encontró, y con quien se ha entregado a algunas de estas
operaciones de goce frívolo que caracterizan a esta generosa fraternidad.

Se trata en cierta medida de entregar la deuda a la mujer pobre, y el


escenario imaginado nos muestra algo que es la sustitución de la mujer rica por la mujer
pobre.

Todo pasa como si los atolladeros propios de la situación original, a saber lo que no está
resuelto en alguna parte, se desplazara hacia otro despuntar esquemal de la red mítica,
reproduciéndose
siempre en algún punto.
Para comprender bien, hay que ver esto: en la situación original, tal como se las
he descrito, hay una suerte de doble deuda : de frustración de una parte, del personaje
que se borró, incluso una suerte de castración del padre, y de otra parte el elemento de
deuda social nunca [resuelto]

que está implicado en la relación con el personaje del plano de fondo del amigo… Algo
que es en suma muy diferente de la relación triangular que es considerada como
típicamente en el origen Del desenvolvimiento y desarrollo, propiamente dicho,
neurotizante.

Hay una suerte de ambigüedad, de diplopía, una situación que hace que el elemento de
la deuda se sitúe en alguna medida en dos planos a la vez, y es precisamente en la
imposibilidad de unir esos dos planos que va a desarrollarse todo el drama del
neurótico, como si fuera tratando de hacerlos coincidir uno con otro que produjese una
especie de operación inestable, nunca
satisfecha, que jamás llega a cerrar su ciclo.

Es lo que sucede en efecto en lo que sigue de las cosas.

¿Qué ocurre cuando el Hombre de las ratas va a confiarse a Freud, al amigo que es
Freud? Porque Freud se sustituye muy directamente, en las relaciones afectivas del
sujeto, a un amigo que cumplía ese papel de guía, de consejero, de protector, de
tutor tranquilizante. El sujeto ya tenía en su vida alguien que cumplía esa función
amistosa, a quien iba a confiarle sus obsesiones, sus angustias, y que le decía:
«Tú nunca causaste el mal que crees haber hecho, no eres culpable, no le hagas caso»…
Pero encontrará a Freud y lo hará ocupar el lugar de ese amigo. Y entonces muy rápido
se desencadenan los fantasmas agresivos, que no están en lo absoluto, ligados, muy
lejos de ello, únicamente con la sustitución de Freud – como la interpretación de Freud
mismo tiende sin cesar a manifestarlo–, sustitución del padre, sino que tienden más bien
al hecho que, como en el fantasma, se produce una sustitución del personaje de la
mujer rica con el amigo.

Muy rápido en efecto, el sujeto, en esa suerte de breve delirio que constituye, al menos
en los sujetos profundamente neuróticos, una verdadera fase pasional en el interior
mismo de la experiencia analítica, se pone a imaginar que Freud desea nada menos
que darle su propia hija, con la que hace fantasmáticamente un personaje cargado de
todos los (328) bienes de la tierra
con que sueña. Y se la representa bajo la forma muy singular y Muy característica de un
personaje con anteojos de bosta en sus ojos6.

Tiene lugar entonces la sustitución del personaje de Freud con alguien que a la vez es
protector y maléfico, ambiguo, en una relación por otra parte, narcisista con el sujeto,
marcado por anteojos. Es algo muy impactante. Entonces, el mito y el fantasma se unen.
La experiencia pasional, que está ligada con la vivencia real y actual, en la relación con
el analista, marca el pasaje, el trampolín hacia la resolución de un cierto número de
problemas, a través de esas identificaciones.

He tomado un ejemplo particular. Pero es sobre lo cual quisiera insistir, porque es una
realidad clínica y esto puede servir de orientación y de guía en la experiencia analítica, y
es un esquema general en el neurótico, una situación de cuarteto, cuarteto que se
renueva sin cese pero que no existe en un mismo plano.
Digamos, para esquematizar las ideas, que, para un sujeto de sexo masculino, el
problema de su equilibrio moral y psíquico es el de la asunción de su propia
función, en tanto que es función entonces una independencia, moral, psíquica y ética,
que es el de la asunción de su papel en tanto que se da a reconocer como tal en su
función,

… la asunción de su propio trabajo en el sentido de asumir sus frutos sin conflicto, sin
sentir que es otro el que lo merece, o que él mismo no lo recibe sino por casualidad, sin
que exista la división interna que hace que el sujeto no sea, en cierto modo, sino el
testigo alienado de actos de su propio yo. Es la primera exigencia, la otra exigencia es
ésta:

un goce que se puede calificar como pacífico e igualmente unívoco del objeto sexual
una vez elegido, una vez concedido a la vida del sujeto.

Ahora bien, en el neurótico, lo que vemos que ocurre, es algo que es más
o menos esto:

Cada vez que el sujeto logra, o apunta, o tiende a lograr esta asunción de su propio
rol, … En el sentido en que el sujeto asume sus responsabilidades hasta un cierto punto,
se vuelve idéntico a sí mismo y se asegura de lo bien fundada de su propia
manifestación en el complejo social determinado,

… es el objeto, es ese personaje del compañero sexual que se desdobla, aquí bajo la
forma de la mujer rica y de la mujer pobre.

Y basta con entrar, no ya en el fantasma, sino en la vida real del sujeto para palpar de
qué
se trata, es ese algo realmente muy impactante en la psicología de los neuróticos, es
muy particularmente el aura de anulación que rodea lo más familiar para él, el
compañero
sexual que tiene la mayor realidad, que le es lo más próximo, con lo cual tiene en
general lazos más legítimos, sea que se trate de una relación o de un matrimonio y, de
otra parte, un personaje que desdobla al primero, que es el objeto de una pasión más o
menos idealizada, más o menos
perseguida de manera fantasmática, con un estilo que se puede considerar como análogo
al del amor pasión, y que por otra parte, los empuja a la identificación
realizada efectivamente en la vivencia de modo muy activo, una relación narcisista con
el sujeto, es decir una relación efectivamente, de orden mortal

Y bien, este desdoblamiento del compañero sexual, del objeto de amor, si vemos al
sujeto en otra perspectiva, en otra fase de su vida, hacer un esfuerzo para recuperar su
unidad y su sensibilidad, es entonces en el otro extremo de la cadena de relación, es
decir en la
asunción de su propia función social, de su propia virilidad, ya que elegí un caso de un
hombre, que el sujeto ve aparecer a su lado si se puede decir, un personaje con el
cual también él tiene esa relación narcisista como relación mortal, personaje en quien
delega para representarlo
en el mundo y para vivir, que no es realmente él; se siente excluido, se siente por fuera
de sus propia vivencias, no puede asumir las particularidades, las contingencias, se
siente en
desacuerdo con su propia existencia y en esta alternancia el atolladero se reproduce.
(329)
Es bajo esta forma tan especial de desdoblamiento narcisista que reside el drama
personal del neurótico y es por relación a lo cual que adquieren todo su valor las
diferentes formaciones y
estructuras míticas de las que les he dado hace poco un ejemplo, bajo forma de fantasma
obsesivo, pero que se puede encontrar bajo muchas otras formas, en los sueños, en
numerosos casos muy ejemplares, en los relatos de mis pacientes, a propósito de los
cuales pueden realmente ser mostrados al sujeto las particularidades originales de su
caso, de una forma ciertamente mucho más rigurosa y viva para el sujeto que siguiendo
los esquemas tradicionales de la tematización, si se puede decir, triangular del complejo
de Edipo.

Quiero citarles otro caso, particularmente significativo y ejemplar, para mostrar la


coherencia con el primero. Tomaré algo que es muy cercano a la observación del
Hombre de las ratas, pero con referencia a un tema de otro orden, puesto que se trata de
la poesía o ficción literaria, ya que es un elemento de la vida de Goethe mismo. Pero
que no fue llevado artificialmente: es a propósito de un episodio extremadamente
valorizado en las confidencias del Hombre de las ratas7, uno de los momentos de sus
lecturas, uno de los temas literarios para él más valioso, es aquel donde Goethe cuenta,
en Poesía y verdad, un episodio de su vida de juventud.

Tiene por entonces veintidós años. Está en Estrasburgo. Y es el célebre episodio de


Frédérique
Brion. Nos cuenta cómo esta especie de pasión constituyó después, en su vida, un tema
nostálgico
que no se extinguió hasta una época avanzada de su vida. Nos cuenta en Dichtung und
Wahrheit8, cómo con Friederike Brion, la hija de un pastor de una aldea pequeña
cercana de Estrasburgo, logró superar la maldición que pesaba sobre él, respecto de
toda relación amorosa con una mujer, y muy especialmente al beso en los labios, besar
que le había sido prohibido como
consecuencia de esa maldición que le había sido echada por un personaje de sus amores
anteriores, la llamada Lucinde.
Lucinde lo sorprende en el curso de una escena con su propia hermana, personaje muy
refinado como para ser honesto, que trata de persuadir a Goethe sobre las perturbaciones
que él provoca en Lucinde, y le ruega a la vez alejarse y darle a ella, la fina mosca, la
garantía del último beso. Es entonces cuando Lucinde surge y dice: «Malditos sean para
siempre esos labios. Que la desgracia caiga sobre la primera que reciba su homenaje9 ».

Es evidente que no sin razón y sin conmoción profunda que Goethe, con toda la
infatuación de la adolescencia avasalladora, acoja como algo que, durante un tiempo
bastante largo, le cierra el camino para todas sus empresas amorosas, la maldición de la
que se trata. Y nos cuenta cómo, exaltado por el descubrimiento de esta jovencita
encantadora que es Frédérique Brion, logra por primera vez superar la prohibición, y
siente la ebriedad del triunfo, después de esta aprehensión de algo más fuerte que sus
propias prohibiciones interiores asumidas.

¿Qué hace él en efecto? Ustedes saben que es uno de los episodios más enigmáticos de
la vida de Goethe, y que los Goetheforscher… Esas personas muy particulares que se
apegan a un autor, de aquellos cuyas palabras han dado forma a nuestros sentimientos,
que se llaman stendhalianos o bossuettistas, y que pasan su tiempo revisando en
los papeles y en los armarios para analizar lo que su genio puso en evidencia,

…los Goetheforscher estudiaron este hecho verdaderamente extraordinario del


abandono de Frédérique por Goethe.

Ellos nos han dado todo tipo de explicaciones. No quiero hacer aquí el catálogo. Es
cierto que todas rozan esta especie de filisteísmo10 que es correlativo de estas
investigaciones, cuando son proseguidas en el plano común. Y en verdad, no está
excluido tampoco, decir que en efecto hay siempre un oscuro disimulo de filiteísmo en
las manifestaciones de la neurosis, porque es
cierto en efecto que se trata propiamente hablando, de un hablar neurótico en el caso de
Goethe, como lo mostrará un cierto número de consideraciones que voy a exponer
ahora.
(330)
Hay toda clase de rasgos enigmáticos en la forma como Goethe aborda esta aventura
con Frédérique Brion. Diría casi que es en los antecedentes inmediatos que se encuentra
la clave,
la solución del problema.

Para decir brevemente las cosas, Goethe, que en este momento vive en Estrasburgo con
uno de sus amigos, conoce desde largo tiempo atrás, la existencia de esta familia
abierta, amable, acogedora que son los Brion11.
Pero cuando va a verlos, se rodea de precauciones, de cuyo carácter divertido nos cuenta
luego, en su biografía. Pero en verdad, cuando se examinan los detalles, uno no puede
impedirse sorprenderse de la estructura verdaderamente irregular y singular que parecen
revelar.

Ante todo cree tener que ir disfrazado. Goethe, hijo de un gran burgués de Fráncfort, se
distingue en medio de sus camaradas por la holgura de las maneras, el prestigio debido
al traje, un estilo de superioridad social. Pero para ir a ver a la familia del pastor,
se disfraza de estudiante de teología, con un sobretodo muy gastado y descocido. Va
con su amigo y durante todo el trayecto que los lleva al fin de su viaje, son sólo
carcajadas.

Goethe está, por supuesto, excesivamente fastidiado en el momento en que se da


cuenta que su arreglo no lo favorece, es decir, en el momento en que la realidad de la
seducción evidente, deslumbrante de la joven, surge en medio de esa atmósfera familiar,
pone de manifiesto que sí quiere mostrarse en su mejor forma, es preciso cambiar, lo
más rápido posible, ese sorprendente disfraz.

Las justificaciones de algún modo que dio al partir son muy extrañas. Evoca nada
menos que el disfraz que vestían los dioses para descender en medio de los hombres, lo
que parece, como él
mismo lo señala en el estilo del adolescente que él era en ese entonces, seguramente
indicar, más que la infatuación de la que yo hablaba hace poco, algo que confina con la
megalomanía
delirante.
Si observamos las cosas más en detalle, el texto mismo de Goethe nos muestra lo
que pensaba él al respecto: es que después de todo, con esta forma de disfrazarse, los
dioses buscaban sobretodo evitarse disgustos, y para decirlo todo, era una manera de no
sentir como ofensa la familiaridad de los mortales, y que a fin de cuentas lo que los
dioses más arriesgan perder, cuando descienden a nivel de los hombres, es su
inmortalidad, y que la única forma de escapar a esa pérdida, es precisamente ponerse a
nivel de los mortales: al menos, en ese momento, tienen una cierta posibilidad de que no
resulte afectada esa inmortalidad.

Es en efecto de algo como esto que se trata. Es incluso demostrado en lo que sigue,
cuando
Goethe vuelve a Estrasburgo para retomar sus buenas maneras, no sin haber sentido, un
poco tardíamente, el carácter indelicado que hay al haberse presentado así bajo una
forma que no es la suya, y de haber de alguna manera engañado la confianza de estas
personas que lo acogieron con una hospitalidad encantadora. Y realmente en ese relato
se encuentra la nota misma del
gemütlich.

Vuelve entonces a Estrasburgo, pero lejos de poner en ejecución su deseo de volver a la


aldea pomposamente vestido, no encuentra nada mejor que sustituir su primer disfraz
por otro, que tomó en préstamo de un mozo de una posada, al pasar por un pueblo
que se hallaba en su camino.

Aparecerá disfrazado, esta vez, de una forma aún más extraña y discordante que la
primera. Sin duda pone la cosa en el plano del juego, pero un juego que se vuelve cada
vez más significativo,
porque en verdad no se ubica en el nivel del estudiante de teología, sino ligeramente
más abajo; es una actitud bufonesca. Y todo esto entremezclado con una serie de
detalles intencionales, lo que hace que en suma, todo el mundo comprende y muy bien,
todos los que le colaboran en esta farsa, que de lo que se trata es de algo que está
estrechamente ligado al juego sexual, al juego de parada.
Hay incluso ciertos detalles que han adquirido su valor, si puede decirse, de inexactitud,
porque, como el título Dichtung und Wahrheit lo indica, Goethe tuvo conciencia neta de
que tenía el derecho– y no tenía sin duda el poder de hacer lo contrario– armonizar,
organizar sus recuerdos con toda clase de ficciones que, para él, colmaban las lagunas,
pero cuyo ardor de aquellos que dije hace poco que seguían la pista de los grandes
hombres, y que justamente tanto más reveladores de lo que se pueden llamar
las intenciones reales de toda la escena. (331)Goethe nos informa por ejemplo que se
presentó bajo la apariencia de un mozo de posada, pero esta vez no solamente
disfrazado sino también maquillado, y se divirtió mucho con el quid pro quo12 que de ahí resultó. Pero
se presentó además como portador de una torta de bautismo. Ahora bien, los Goetheforscher demostraron que, seis meses antes y seis meses meses después del episodio de Frédérique, no hubo bautismos. La torta
de bautismo, homenaje tradicional al Pastor, no puede ser otra cosa que un fantasma goethiano. La torta de bautismo, para nosotros, toma evidentemente todo su valor significativo por la

función paterna que implica. Y el hecho que justamente, en sus recuerdos,


Goethe se especifique como no siendo el padre, sino aquel que expresamente aporta
algo que tiene relación externa con la ceremonia; se convierte él mismo en suboficiante,
pero no en el héroe principal. De manera que toda esta ceremonia de sustracción, de
huida, aparece en verdad no solamente como un
juego, sino mucho más profundamente como precaución, y se sitúa en el registro de lo
que yo llamaba hace poco, el desdoblamiento de la propia función personal del sujeto
en relación con él mismo en las manifestaciones míticas del neurótico.
Es muy especialmente en
la medida en que Goethe, en ese momento, tiene miedo, como lo
manifestará más tarde, porque este enlace solo irá
decayendo, que actúa así. Y parece que, lejos de que el
desencanto, el desembrujamiento de la maldición original se
haya producido, después de que Goethe osó franquear la
barrera, por el contrario, en todas las clases de formas
sustitutivas– y la noción de sustitución está
incluso indicada en el texto de Goethe–, los temores hayan sido
crecientes de la realización de esta unión y de este
amor, y que todas las formas racionalizadas que se puede dar de ello,
a saber no unirse, preservar el destino sagrado del poeta, incluso la
diferencia de nivel social que podía vagamente hacer obstáculo
a la unión de Goethe con esta encantadora chica, todo ello no
deja de ser una herramienta, la superficie de la corriente
infinitamente más profunda que es la de la huída, de la
ocultación ante el objeto, el fin deseado, donde vemos también
reproducirse esta equivalencia de la que les hablé ahora :
desdoblamiento del sujeto, alienación con relación a él
mismo, al cual provee una clase de sustituto sobre el que deben en
principio, dirigirse todas las amenazas mortales, o bien por el
contrario, cuando reintegra en alguna medida en sí mismo este
personaje sustituto, imposibilidad de alcanzar el fin.

No quiero insistir.
Existe también una hermana que secundariamente viene a
completar el carácter estructural y mítico de toda la
situación. Frédérique tiene un doble, una
hermana que se llama Olivia. No puedo darles aquí sino el tema
general de la aventura. Pero si toman el texto de Goethe, verán
lo que puede parecer aquí, en una exposición rápida,
como una construcción, es confirmada por toda clase de
detalles extraordinariamente manifiestos e impactantes, incluyendo
las analogía literarias que son dadas por Goethe, con la bien
conocida historia del Vicario de Wakefield, que representa
también, en el plano fantasmático, una especie de
equivalencia y transposición de toda la aventura con
Frédérique Brion.

¿De qué
se trata entonces, en ese mito cuaternario si se puede decir, que
encontramos tan fundamentalmente en el carácter de los
atolladeros, de lo insoluble de la situación vital de los
neuróticos?He aquí algo que

se produce para nosotros con una estructura bastante diferente de lo


que tradicionalmente nos fue dado como la prohibición del
padre, el deseo incestuoso de la madre con lo que él puede
comportar como efecto de barrera, de prohibido, y de diversas
proliferaciones más o menos abundantes de síntomas
alrededor de la relación fundamental llamada edípica.

Pues bien, creo que


esto debería llevarnos a una discusión totalmente
fundamental de lo que representa la economía de la teoría
antropológica general que se desprende de la doctrina
analítica, tal como fue enseñada hasta el presente, es
decir a una crítica de todo el esquema del Edipo. Es cierto
que es algo de lo cual esta noche, no puedo ocuparme.

No puedo no obstante no
señalar que la solución de este problema, y si quieren
el cuarto elemento del que se trata, que manifiesta una estructura
vivida bastante diferente de aquella de la que tenemos experiencia en
el análisis, está ligada a esto: Efectivamente si
planteamos que la situación más normatizante de lo
afectivamente original vivido por el sujeto moderno, bajo la forma
recudida que es la estructura familiar, la forma de la familia
conyugal, está ligada al hecho que el padre se encuentra
representando, la encarnación de una función simbólica
esencial, que concentra en sí lo que hay de más
esencial y de más (332)dinámico en otras
estructuras culturales, a saber, por lo que es entonces en el padre
de familia conyugal, los goces, diremos pacíficos, pero
digo simbólicos, culturalmente determinados,
estructurados y fundados del amor de la madre, es decir del polo que
representa el factor natural, aquello a lo que el sujeto está
ligado por un lazo, éste, incontestablemente natural, esta
asunción de la función del padre supone una relación
simbólica, donde de algún modo lo simbólico
recubriría plenamente, lo real.

El padre no sería
solamente el nombre del padre, sino realmente un padre asumiendo y
representando en toda su plenitud esta función simbólica,
encarnada, cristalizada en la función del padre.

Resulta claro que ese


recubrimiento de lo simbólico y de lo real es absolutamente
inasible, y que al menos en una estructura social tal como la nuestra
el padre es siempre, en algún aspecto, un padre discordante
con relación a su función, un padre carente, un padre
humillado como diría el señor Claudel, y hay siempre
una discordancia extremadamente neta entre lo que es percibido por el
sujeto en el plano de lo real y esta función simbólica.
Es en esa desviación que reside ese algo que hace que el
complejo de Edipo tenga su valor, de ningún modo
normativizante, sino generalmente patógeno.
Pero eso no quiere
decir que hayamos avanzado mucho. El paso siguiente, el que nos hace
comprender aquello de lo que se trata en esta estructura cuaternaria,
es este, ese algo que es el segundo gran descubrimiento del análisis,
que no es menos importante que la manifestación de la función
simbólica de lo edípico para la formación del
sujeto : es la relación narcisista, la relación
que es fundamental para todo el desarrollo imaginario del ser humano,
la relación narcisista con el semejante en tanto que ella está
ligada a eso que se puede llamar la primera experiencia implícita
de la muerte.

Es una de las
experiencias más fundamentales, de las más
constitutivas para el sujeto, ese algo extraño a él
mismo en el interior de él que se llama yo: que el
sujeto se ve primero en un otro, más avanzado, más
perfecto que él, y que incluso ve su propia imagen en el
espejo en una época en que la experiencia prueba que es capaz
de percibirla como una totalidad, como un todo, mientras que él
mismo se halla, en el desconcierto original de todas las funciones
motrices [afectivas]

<efectivas> que es el de los seis primeros meses luego del


nacimiento.

El sujeto tiene siempre


con respecto a sí mismo, esta relación, por una parte
anticipada de su propia realización, lo que lo excluye de sí
mismo, por una dialéctica de dos cuya estructura es
perfectamente concebible, que lo rechaza en el plano de una
insuficiencia, de una profunda grieta, de un desgarramiento original,
de una derelicción – para retomar un término
heideggeriano– enteramente constitutivo de su condición
de hombre, a través de lo cual se integra, en la dialéctica,
su vida. Y muy específicamente: lo que se manifiesta en todas
las relaciones imaginarias a través de las cuales existe es,
positivamente, una especie de experiencia de la muerte original que
es sin duda constitutiva de todas las formas, de todas las
manifestaciones de la condición humana, pero más
especialmente se manifiesta en la conducta, en la vivencia, en los
fantasmas del neurótico.

Es pues en la medida en

que el padre imaginario y el padre simbólico que son lo más


frecuente y fundamentalmente diferenciados, y no solamente por la
razón estructural que estoy tratando de indicarles, sino
también de la forma histórica, contingente, particular
en el sujeto.
En el caso de los
neuróticos, de la forma más clara, es muy frecuente que
el personaje del padre, por algún episodio de la vida real,
sea un personaje desdoblado: ya sea que el padre haya muerto
precozmente, que un padrastro se sustituya,…

con el cual el sujeto


se encuentra muy fácilmente en relación infinitamente
más fraternizada, en el sentido en que ella se desarrollará
muy naturalmente en el plano de la virilidad celosa que es la
dimensión misma de la relación agresiva en la relación
narcisista,

…sea que se
trate del personaje de la madre, que las circunstancias de la vida
hayan permitido el acceso en el grupo familiar a otra mamá que
no es ya la verdadera madre, sea que la intervención del
personaje fraternal introduzca entonces efectivamente a la vez, la
forma simbólica, esta relación mortal de la que les
hablo, y al mismo tiempo la encarne en la historia del sujeto de una
forma que le da un soporte histórico totalmente real, para
culminar en el cuarteto mítico.
(333)
Y muy
frecuentemente, como se los indiqué en el Hombre de las
ratas, bajo la forma de este amigo desconocido y nunca encontrado
que juega un papel totalmente esencial en la leyenda familiar, el
cuarteto, se encuentra efectivamente encarnado y reintegrable en la
historia del sujeto. Desconocerlo y desconocer su importancia, es
evidentemente desconocer totalmente el elemento dinámico más
importante en la cura misma. Pero finalmente, estamos aquí
sobre todo para destacarlo.

¿Cuál es
entonces ese cuarto elemento que interviene en el edificio en tanto
que es formador? Pues bien, encontramos que ese cuarto elemento, es
la muerte, la muerte como es, por otra parte, perfectamente
inconcebible como elemento mediador.

Antes que la teoría


freudiana haya puesto el acento en suma, con la existencia del padre
sobre una función que es, se lo puede decir, a la vez función
de la palabra y función del amor, la metafísica
hegeliana no dudó en construir toda la fenomenología de
las relaciones humanas alrededor de la mediación mortal, y
ella es perfectamente concebible como el tercero esencial del
progreso por donde el hombre se humaniza en una cierta relación
con su semejante.
Y se puede incluso
decir que la teoría del narcisismo, tal como se las expuse
hace poco, da cuenta de algunos hechos, que pueden de otro modo
quedar enigmáticos en la teoría hegeliana, es que
después de todo, para que esta dialéctica de la lucha a
muerte, la lucha de puro prestigio, pueda simplemente iniciarse, se
requiere asimismo que la muerte no sea realizada, porque de otro modo
toda la dialéctica se detiene, a falta de combatientes, y por
lo mismo es preciso entonces que, de una cierta forma, la muerte sea
imaginada.

Es muy en efecto de la
muerte imaginaria e imaginada que se trata en la relación
narcisista. Es igualmente de la muerte imaginaria e imaginada, en
tanto que se introduce en la dialéctica del drama edípico,
que se trata en la formación de la neurosis, y puede ser
después de todo, se puede decir hasta un cierto punto: en algo
que supera en mucho la formación la formación del
neurótico, algo que no sería nada menos que una actitud
existencial, quizá más característica,
específica del hombre moderno.

Porque seguramente, no
habría que insistir mucho para hacerme decir que ese algo que
constituye la mediación en la experiencia analítica
real, es algo que es del orden de la palabra y del símbolo y
se llama en otro lenguaje, un acto de fe. Pero seguramente,
desde el punto de vista teórico, no es ni lo que el análisis
exige, ni tampoco lo que implica, y diría que está más
bien en el registro de la última palabra pronunciada por lo
Goethe – del que no es en vano, créanlo, que lo
haya traído esta noche a título de ejemplo–, este
Goethe del que se puede decir que ciertamente, por su obra, por su
presencia vivida, ha impregnado extraordinariamente, animado todo el
pensamiento freudiano…

Freud ha confesado,
pero esto es poco al lado de la influencia del pensamiento de Goethe
en la obra de Freud, que fue la lectura de los poemas de Goethe lo
que lo lanzó, lo que lo decidió a estudiar medicina, y
al mismo tiempo decidió su destino.

…Y es en fin, en
una frase de Goethe, la última, que para mí constituye
la clave y el resorte de nuestra búsqueda, de nuestra
experiencia analítica. Son palabras bien conocidas que
pronunció antes de sumergirse con los ojos abiertos en el
negro abismo:

Luz, más luz,


Mehr Licht

Fuente, biblioteca de
la ELP.

----------

Control de traducción con el texto establecido publicado en Escritos de J.L.

Margarita MOSQUERA

Psicoanálisis
di1version@gmail.com

http://analiz-arte.blogspot.com/

Consultorio:
57/3168255369

Medellín
Colombia

2009-05-13.
1*.

No hemos respetado esta presentación, pero utilizado


[supresión] y
.

2.
N.d.e. : Es el segundo párrafo, página 322, sobre
la superioridad de evidencia del caso particular, en cuanto a la
verdad, con relación a la demostración, que nos hace
elegir la marca plural del ejemplo.

3.
S. Freud, « Observaciones sobre un caso de neurosis
obsesiva » (El hombre de las ratas) Bemerkungen über
einen Fall von Zwangsneurose, Cinco psicoanálisis,
P.U.F.1954. Ver también, El hombre de las ratas, diario de un
análisis, P.U.F. 1974

4
NT: c’est l’arbre qui cache la forêt. Es
una expresión francesa para decir que le muestran el bosque y
se queda mirando un árbol.

5
NT: en la traducción EfdeBA, dice pulsional.

6.
S. Freud, oc. vol. 10, amorrortu editores: El ve ante sí a mi
hija, pero tiene dos emplastos de excremento en lugar de los ojos.

7.
F. Freud, op. cit., I g p. 232.

8.
J.W. Goethe, Recuerdos de mi vida. Poesía
y verdad [aus meinem Leben Dichtung und Wahrheit], Aubier, 1941,
1991.
9.
J. W. Goethe, op. cit., IX, p. 254.

10
NT: Carácter de filisteo (persona vulgar, insensible a las
artes y a las letras, a las nuevas producciones de la cultura).
Diccionarios.

11.
J. W. Goethe, op. cit., X, p. 275 sq.

12
NT: Quiprocuo es un término latino, del latín medieval..
Provendría de quid-pro-quoi del latín clásico
jurídico que significa que por qué, una cosa en lugar
de otra. La palabra indica un malentendido en el cual una persona es
tomada por otra. Es una técnica además, my utilizada
en teatro para dar comicidad a la situación. Diccionarios
diversos.
El mito individual del neurótico

Texto:
 Jacques - Alain Miller, El mito individual del neurótico, en “Intervenciones y textos”,
Lacan, Jacques, Ed. Manantial

En el presente texto, se habla sobre el mito individual del neurótico. Para desarrollar el tema, es
necesario hablar sobre el mito, el cual está dado por un sistema cuaternario. Estos elementos
van apareciendo en el análisis, por medio del mito, como si éste fuera un vehículo a través del
cual se hace posible la expresión de la verdad, de los fantasmas. De esta manera, lo simbólico
es establecido por medio de la palabra. la cual, agrega Millar, sólo puede expresar la verdad, de
modo mítico. En este sentido, es posible afirmar que aquello en lo cual la teoría analítica
concretiza la relación intersubjetiva, es decir el complejo de Edipo, tiene un valor de mito.

Para graficar esta idea, Miller expone dos ejemplos de experiencias analíticas, que permitirán ver
que la teoría analítica está supeditada por el conflicto fundamental, donde el sujeto, vincula un
valor simbólico, con la rivalidad con el padre. Pero esto, se encuentra siempre en función de una
degradación concreta, en la manifestación social ya sea latente, o patente. Esta relación
objetivada, que es el mito, expresa de un modo imaginario las relaciones fundamentales
características del sujeto, en una época determinada. Es la manifestación social con o sin
sentido, de esa manera de ser. Y resulta indudable, para este autor, que es posible reencontrar
su función en la vivencia del neurótico. Mediante el análisis, sería posible modificar las
estructuras del mito, que tienen relación con la rivalidad, con la figura paterna. Lo que no sería
posible, es hacer desaparecer el mito ya que el neurótico se vive a través de éste. El mito, es
una función simbólica, que media entre el sujeto y lo simbólico.

El primer ejemplo es un caso expuesto por Freud; “el Hombre de las ratas”. Es un caso de
neurosis obsesiva particularmente interesante, que toma su nombre de un fantasma que, en la
psicología de su crisis, tiene una función de desencadenamiento. La escucha del relato de un
suplicio, actualiza los temas de la neurosis del sujeto, y le causa angustia. Este fantasma, resulta
esencial para la teoría del determinismo de la neurosis.

En el caso de este sujeto, las relaciones familiares que estructuraron la unión de sus padres,
tienen una relación precisa y definible por medio de una fórmula de transformación, con lo que
aparece como más fantasmático, a saber, el estado último de su desarrollo obsesivo, que se
evidencia mediante la crisis.

En principio, el relato va apareciendo en el análisis, sin que el sujeto lo vincule con lo que le
sucede en el momento actual, y sin embargo, para el analista es clara la vinculación que existe
entre estas dos instancias. Es precisamente este argumento fantasmático, que se presenta como
pequeño drama, el supuesto acontecimiento que aqueja al sujeto (la necesidad imperiosa de
cumplir un juramento), la manifestación del mito individual del neurótico. Este refleja la relación
inaugural entre el padre, la madre y el amigo del pasado, del cual se habla en la narración. En el
relato del sujeto, es relevante con quién se casó el padre, y con quién se quería casar. Así
mismo, el hecho de tener una carrera militar, y de haber tenido problemas económicos de juego,
junto a una deuda nunca pagada, son elementos que van configurando la historia pasada del
sujeto. Pero esta situación es dilucidada por el valor subjetivo que ha tenido de ella el sujeto, y
no de un modo fáctico.
Es entonces en torno a la idea de la deuda, que la crisis se desencadena. Así, el sujeto se
impone el deber de pagar el dinero, pero bajo condiciones muy específicas. Y tantos fantasmas,
producen el sujeto, una construcción delirante; está lleno de temores.

Lo que no ha sido resuelto, se reproduce de alguna manera eternamente en otras situaciones.


En la situación del sujeto, hay en la situación original una doble deuda, que no ha sido resuelta.
Por un lado existe una frustración, una castración del padre, y por otro lado, hay una deuda
social no resuelta por el incumplimiento de una deuda. La situación presenta una suerte de
diplopía. Es decir, que el elemento de la deuda se encuentra en dos planos a la vez. La
imposibilidad de juntar estos planos, es lo que produce el drama en el neurótico, ya que nunca
logra cerrar el ciclo.

En el trabajo de análisis, donde éste toma el lugar del Otro (del amigo), el mito y el fantasma se
reúnen, siendo potenciada esta situación por la relación del sujeto con el analista, y por medio de
las identificaciones, se hace posible la modificación de las estructuras del mito.

Lo que se ve en la realidad clínica, puntualiza el autor, es una situación de cuarteto que se


renueva constantemente, y que coexiste en varios planos (es lo fantasmático). De manera
esquemática, hay que precisar que el sujeto es de sexo masculino, y que por lo tanto se hace
necesaria la asunción de su propia función tanto viril, como en su trabajo, en pos de su equilibrio
psíquico y moral. La otra exigencia, es permitirse un goce pacífico y unívoco del objeto sexual.
Pero estas circunstancias se ven impedidas ya que el objeto (sexual) se desdobla; se desplaza.
Por otra parte, el neurótico obsesivo se esfuerza (inconscientemente) en seguir una
identificación del orden de lo moral, intentando cumplir a como dé lugar, con su función social.
En este caso, lo que está en juego es el pago de la deuda. Entonces el neurótico necesita de
otro personaje, que lo represente en el mundo. Pero el sujeto, se siente excluido, sin poder
asumir sus particularidades y contingencias.

Es bajo esta forma de desdoblamiento donde se encuentra el drama del neurótico. En relación a
éste, las formas míticas adquieren valor, cuya forma ha sido mostrada en los fantasmas, pero
también puede darse en los sueños.

El segundo ejemplo expuesto en este texto, consiste en una historia de Goethe, donde la noción
de sustitución se expone en historias y justificaciones que no son más que formas racionalizadas
que encubren la fuga ante el objeto deseado. Nuevamente se ve el desdoblamiento del sujeto,
su alienación consigo mismo y lo que tiene que hacer para encontrar un sustituto sobre el cual
recaigan las amenazas. De esta manera, se vería imposibilitado de alcanzar la meta. Cierto
acontecimiento en la vida de Goethe, es tomado como una prohibición, que le impide acercarse
a las mujeres. De esta manera, externaliza una imposición que en realidad está destinada a
alejarlo del objeto deseado. De esta manera, la única forma de aproximarse a la mujer, es
representando a otro. Es un neurótico, y aquí su incapacidad para enfrentarse directamente a la
realidad, la manifiesta encubriéndose tras sus disfraces.

A partir de estos dos ejemplos, Miller plantea que todo el esquema del Edipo debe ser criticado.
En los neuróticos, el sistema cuaternario tiene una estructura distinta, a la que se da
normalmente: “el deseo incestuoso por la madre, la interdicción del padre, sus efectos de barrera
y alrededor”, la proliferación de síntomas.
Dentro de este esquema, se introduce un cuarto elemento. Pero para entenderlo en su contexto, es necesario plantear primeramente, que la situación más
normativizante de la situación vivida por el sujeto, en la familia conyugal, se vincula con el hecho de que el padre es la función simbólica, que concentra estructuras
culturalmente determinados y fundados, del amor de la madre, y por medio del discurso de ella. La función del padre supone una relación simbólica, que recubre lo
real. Sin embargo este recubrimiento es inaprehensible en una sociedad como la nuestra, donde el padre es un padre carente; siempre hay discordancia entre el
padre real y la función simbólica. Es este contexto, lo que le da valor al complejo de Edipo que frecuentemente, tiene un efecto patógeno, punto en el cual Lacan
difiere con la idea freudiana, que plantea que el complejo de Edipo sería normativizante. Pero lo que nos hace comprender de lo que se trata la estructura cuaternaria,
agrega Miller, es la relación narcisística.

La relación narcisista es la experiencia fundamental del desarrollo imaginario del ser humano. La experiencia del yo (moi), es decisiva en la constitución del sujeto.
Inicialmente el yo es vivido por el sujeto, como algo que le es ajeno a sí mismo. En el estadio del espejo, el sujeto percibe en un primer tiempo, la imagen como un
todo, sin reconocerse a sí mismo como tal, ya que además, sus funciones motrices y afectivas no están completamente desarrolladas en este período, que bordea los
seis meses de edad. El sujeto se vive como un ser incompleto, lo que hace que en todas sus relaciones imaginarias, se manifieste una experiencia de muerte. Esta
sería constitutiva de la condición humana, pero se hace especialmente manifiesta en el neurótico.

El autor agrega, que si el padre imaginario y simbólico están diferenciados, no sólo se debe a las razones estructurales expuestas, sino también, a la historia y
contingencia particular de cada sujeto, especialmente en los neuróticos, donde volvemos a encontrar el cuarteto mítico desplazado en diferentes personajes de la vida
del sujeto, formando parte de la leyenda familiar, en forma actualizada. Reconocer este punto, es central para la cura del sujeto.

Entonces ahora sí, se introduce el cuarto elemento, que es la muerte. Basándose en Hegel, se plantea que para que la dialéctica de lucha a muerte pueda tomar su
punto de partida, se preciso que la muerte no sea realizada, sino solamente imaginada. En efecto, en la relación narcisista la muerte es imaginaria e imaginada.
¿Quién nos reconocería, si eliminamos verdaderamente al otro? Es necesario que el adversario permanezca. Esta relación se introduce en el drama edípico, y es ella
la que aparece en la formación del neurótico, pero que además, es la actitud existencial característica del hombre moderno. La muerte cumple una función mediadora
entre lo simbólico y lo real.
EL PROBLEMA ANTROPOLÓGICO DEL FANTASMA
Jean – Paul Valabrega

I. INTRODUCCIÓN
El autor abre su exposición precisando que antes de presentar las generalidades que se desprenden de las investigaciones sobre el
fantasma, es necesario dejar claro que todos los analistas coinciden en la creciente importancia que ha adquirido el fantasma en la
práctica clínica, la técnica y la teoría.
Valabrega señala que para buscar los orígenes del concepto, es necesario investigar retrocediendo hacia un aspecto esencial del
psicoanálisis mismo. Esto implica entonces, remontarse una y otra vez hacia lo anterior, recorriendo una cadena, cuya s amarras se
anclan en la historicidad.
Pero es justamente en la interjección de estas amarras, o en los eslabones que faltan, donde encontramos el fantasma. Hacemos pues,
agrega el autor, “a propósito del análisis, lo que hacemos en el análisis”.
Esto nos da pie para mostrar una primera indicación, a saber, la transformación, noción central en el desarrollo de esta exposición.
En segundo lugar, el hecho de remontarse en el tiempo, solo puede desembocar en el mito, que universalmente refiere al origen.
Con estos elementos, tenemos suficiente para dejar planteado el problema antropológico del fantasma, pero además, no hay otra forma
de hacerlo, sino bajo la óptica de la antropología psicoanalítica. Con esto último, el autor recuerda que se refiere a la rama donde el
desarrollo de toda investigación, es necesariamente desigual por un lado, puesto que a los antropólogos les falta la interpretación
analítica en sus trabajos, mientras que muchas veces a los psicoanalistas, les faltan los datos que poseen los antropólogos.
Pero esta situación, no es solamente una cuestión metodológica, sino que evidencia el problema del reenvío de un campo a otro, del
fantasma al mito, y viceversa. Es en este punto donde se encuentra el fundamento de la antropología psicoanalítica.
Finalizada la introducción, Valabrega considera necesario desarrollar las nociones que se han planteado.
II.
Lo primero a desarrollar, tiene relación con las principales direcciones, comparaciones, relaciones clásicas y oposiciones acerca del
estudio del fantasma.
1. Fantasma y realidad
El papel que juega la realidad en el análisis, nos impide llegar al corazón del asunto, ya que lo real a lo que alude el paciente, es lo que
precisamente muestra lo más aproximado del inconsciente. Es aquello que dice “Ya lo sé, pero aun así…”. Pero no es la realidad la que
resiste sino el inconsciente. Es esta la transformación que es necesario operar aquí. Para entender mejor esta premisa, es necesario
recordar que Freud partió de la realidad, del realismo, lo cual se entiende dentro del contexto histórico científico de la época. Sin
embargo en el transcurso de su trabajo abandonó el realismo, descubriendo al fantasma. Al respecto es necesario destacar el papel
del resto diurno en el sueño. Este recibe su función en el hecho de que en él puede entrar un fantasma, o este último, adueñarse de él.
Se produce entonces un encuentro; una coalisión del fantasma con el símbolo, donde el elemento de realidad, debe ser4 buscado en
el hecho mismo de la coalisión. Esto explica el hecho de que aparezca el resto diurno durante el análisis del sueño, en la medida que
este sueño sea relatado. Por otro lado se advierte que en el transcurso del análisis, no es fácil distinguir el resto diurno del fantasma del
sueño. El resto diurno se nos aparece como infiltrado por el fantasma, que es el que designa a ese resto, para desempeñar su función
en la elaboración del sueño.
2. Se ha planteado frecuentemente la cuestión de si el fantasma es consciente o inconsciente, o si viene del yo o el ello.
Al revisar al obra de Freud, nos encontramos con que el fantasma tiene un componente mixto. Asimismo, en el mito, hay dos formas,
dos contenidos, dos lecturas, lo manifiesto y lo latente, lo consciente y lo inconsciente. Por eso los argumentos de algunos autores por
unificar los conceptos, tales como fantasma consciente y fantasma inconsciente, como es el caso de Laplanche, se desmoronan ante lo
que el psicoanálisis realmente busca. Es justamente desagregar los contenidos que han sido condensados en el sueño, lo que el
psicoanálisis hace.
Lo mismo ocurre con la palabra fantasma y fantasía, cuyos significados son diversos en francés y en alemán. Pero no es posible afirmar
a partir de esto, que el psicoanálisis abandonará la palabra fantasma, como un concepto específico de su disciplina. En el caso de la
palabra fantasía, refiriéndose a los dichos de Lagache, el autor señala que el problema es que el término Phantasie designa
simultáneamente una función y una producción; es a la vez imaginación y también lo que se imagina.
Estos ejemplos, nos llevan al hecho de que ciertas discusiones sobre el problema del fantasma, tienden a permanecer en un nivel
meramente terminológico. Y por otro lado, todas las resistencias dadas a propósito del sueño, con respecto a lo consciente y lo
inconsciente, se vuelven a encontrar a propósito del fantasma.
También se ha relacionado al fantasma con la pulsión. Esta última, como la satisfacción primaria alucinatoria, con la sensación que sería
la forma primera del fantasma, según S. Isaacs, con las necesidades, con los instintos, con la imagen de la percepción sensorial, con el
recuerdo encubridor entre otros.
Llegando a este punto, el autor retoma nuevamente la obra de Freud acerca de la pulsión y del fantasma, “Lo inconsciente”. En este
texto, Freud deja claro que la pulsión es y permanece por naturaleza inconsciente, y demuestra que la noción de fantasma se encuentra
implícita en la dinámica pulsional y se desprende de ella, ya que la representación ideológica inconsciente es, el fantasma.[1]
El inconsciente entonces, no es un núcleo puro, sino un intermediario entre lo psíquico y lo somático. Freud nos dice que la doctrina de
las pulsiones son nuestra mitología[i]. Mito, agrega el autor, que se descifra en la representación pulsional y sus transformaciones, es
decir, en el fantasma. Freud también habla de ramificación, refiriéndose a la representación de la representación, que se entiende en un
sentido dinámico, y en otro estructural. Citando a Freud, el autor rescata la idea de que las ramificaciones de los impulsos inconscientes,
existen algunas que reúnen en sí, determinaciones opuestas. Es decir, por un lado presentan un alto grado de organización,, han usado
todas las adquisiciones del sistema consciente, y casi no se diferencian de los productos de este sistema. Sin embargo son
inconscientes e incapaces de consciencia. Cualitativamente, pertenecen al sistema preconsciente, y al inconsciente, y pese a su alto
grado de organización, permanecen reprimidos y no son capaces de llegar al consciente. Su destino depende de su origen. Tanto las
fantasías de las personas normales como de los neuróticos, son de esta naturaleza, de las fases preliminares de la formación de sueños
y síntomas.
Lo que se quiere destacar de estas ideas, es que las pulsiones y los fantasmas se encuentran en estrecha y necesaria relación, puesto
que los segundos son las representaciones de las ramificaciones pulsionales. Y que las pulsiones (seres míticos) y los fantasmas (seres
mixtos), son ambos intermediarios.
En este punto es importante hacer alusión a la imago. Este concepto, si bien fue ampliamente utilizado en un primer tiempo, ha ido
siendo desplazado por la noción de fantasma. La imago, entendida como la imagen inconsciente, está del lado del fantasma. Así, el
fantasma quedaría claramente definido como el aspecto dinámico de la imago. También es un intermediario, entre la proyección y la
introyección.
Son estas últimas observaciones, acerca de la pulsión, el fantasma y la imago, las que el autor considera relevantes como fundamento
teórico para desarrollar el problema antropológico del fantasma.
3. Entonces, teniendo presente a estos mixtos, intermediarios, - fantasmas y pulsiones - que definen las coordenadas de base de
la doctrina analítica, Valabrega se pregunta acerca de la, o las leyes que presiden su formación y estructuración. Esta ley, es la
de la transformación.
Esta no puede ser reducida a mecanismos que ya recibieron esta denominación, agrega el autor, así como tampoco a ciertas formas del
discurso, a la inversión, o renegación. Sería mejor, precisa Valabrega, hablar de vuelco, pero por ahora, se hablará de ley de
transformación.
Por otra parte, en este punto es importante notar que Freud da un vuelco desde el artículo sobre las Pulsiones, con respecto a cómo
plantea el mecanismo de defensa del Yo posteriormente. La transformación, significa también un retorno al objeto narcisístico. Todo el
alcance de la transformación reside, en el texto de Freud, en las palabras Verkhrung y Gegenwenwdung, de las cuales su sentido no
alcanza a ser traducido en su real dimensión. Para Valabrega, la transformación en el sentido de ley de transformación, es la raíz del
dualismo freudiano.
Considerando a la pulsión, ser mítico, e intermediario entre lo psíquico y lo somático, la transformación aquí consiste en la noción
de conversión psicosomática. con respecto al caso del fantasma, éste se debe descubrir o interpretar, utilizando la ley de la
transformación. En el artículo sobre Recuerdos encubridores, Freud ubica al fantasma detrás del recuerdo, donde se muestran ejemplos
tales como “quien bien te quiere te hará llorar”, que se transforma en “quien te hace llorar, bien te quiere”. Es decir que por medio del
intercambio de proverbios, podemos evocar una serie de producciones emparentadas con el fantasma. Así también ocurre con los
cuentos, las leyendas, etc.
Pero además es posible ilustrar otros aspectos más amplios y precisos de la ley de transformación, que el autor considera como una de
las leyes fundamentales de la fantasmática.
La tesis que nos propone Valabrega, es que no se opera ni exclusivamente, ni esencialmente sobre la materia misma del fantasma, es
decir, sobre el enunciado mismo que de ella se desprende. Se opera entre el fantasma y el mito, y viceversa. Dicho de otro modo, para
comprender el efecto de la ley de transformación, hay que introducir y conservar en la teoría de la bipolaridad: Fantasma-Mito.
El mejor ejemplo de esto, es el Epido. Si bien hay muchos autores que afirman que el Edipo existía gracias a que Freud era un hombre
muy culto. Esta, en opinión del autor, es una explicación culturalista, que no muestra en su totalidad el proceso real que sucedió. Si el
psicoanálisis descubrió el complejo nuclear, señala Valabrega, y posteriormente lo reencontró en el teatro antiguo, no es porque Freud
haya leído a los griegos, sino porque el complejo se encontraba en el mito. Pero hay que aclarar que Freud fue a buscar el Edipo, ahí
donde no se encontraba en forma manifiesta, es decir, en los sueños. Y posteriormente, en un retorno al mito, lo reencontró, dándole un
nombre. En esto consiste precisamente la ley de transformación.
Ciertamente que en la tragedia de Sófocles no estaba todo dicho, sino el psicoanálisis habría nacido cuatro siglos antes de Cristo. El
psicoanálisis esperó a que el mito se transformara en fantasma, se encontrara con el fantasma y se uniera a él, mientras que el mito no
era ya el mismo, más que el fantasma transformado. Es por lo tanto a partir de este encuentro en Freud, que nace el psicoanálisis, y
surge el complejo de Edipo como tal. Luego, cuando tuvo que completar la teoría del Edipo, Freud retoma otro mito, el de Narciso, a
partir del cual da cuenta de los fantasmas psicóticos, que fueron bautizados por Freud como neurosis narcisística.
Por su parte F. Perrier observó que la referencia freudiana al mito, dado que es una constante, aparece como una necesidad interna de
la teoría psicoanalítica.
Por donde se aborde el tema entonces, está la transformación del mito en fantasma y recíprocamente, del fantasma en mito, lo que lleva
a hablar más bien de una ley de doble transformación o transformación recíproca. A su vez, la operación de nominación, interviene en el
cruce mismo de la transformación. La operación de nominación viene a ser el tercer término, imposible de ser reducido al igual que el
mito y el fantasma.
Esta operación de nominación, puede ayudarnos, dice el autor, a comprender ciertos fenómenos de la vida cotidiana, como por ejemplo:
 La elección del nombre de algunos niños. Darle un nombre santo a un niño, es darle un nombre mítico. Es decir, que al momento de su
nacimiento se opera transformándolo de niño fantasmático a niño mítico. La nominación interviene, en la encrucijada del mito y del
fantasma. Es más, es consagrar al niño a un mito. Esto es lo que se quiere decir al afirmar que el niño preexiste, en el fantasma de los
padres, y especialmente en el materno. Y ya en el fantasma materno, el niño ha sido objeto de una doble transformación que opera
entre el fantasma y el mito.
 Otro fenómeno más claro, es el siguiente: casi todos los niños, juegan a transformar las letras de su nombre, o a crear otro lenguaje. En
estos casos podemos interpretar este juego, dice el autor, como la emergencia de la ley de transformación. La transformación procede
del fantasma está en el origen del juego y lo sostiene. Además se dirige a un mito, en tanto el niño desea acceder a un personaje
místico que otro él mismo. Es él mismo, ya que se nombra con las mismas letras, y otro, porque el segundo nombre es la
transformación., que no tiene sentido sin la ley del primero. En ocasiones es posible encontrar durante un análisis, una clave y una raíz
mítica de la vocación o el destino. Esto es lo que designa la dimensión mítica del sujeto, de modo que es posible observar la inserción
de esta dimensión mítica, a través de una transformación, en el momento en que ésta se opera a partir del nombre, en el juego del
nombre transformado.
 Algo similar ocurre en los encuentros de la realidad y de la ficción. La nominación cobra importancia en estos fenómenos, ya que surgen
en el momento mismo en que se los nombra, y no de otro modo. Un ejemplo claro, es el del encuentro entre la función y el nombre, así,
el cura que se llama Sacerdote, aunque suene cómico. Pero ahí no se trata de la realidad, sino de los encuentros con el símbolo. El
autor sostiene, que “Es un cruce del fantasma y del símbolo que, de pronto, confiere una dimensión mítica a la relación entrevista, y que
se traduce ya por la risa o ya, más profundamente, por un estado específico de perplejidad”.
o Respecto a este mismo estado de perplejidad, es destacable también lo que sucede a nivel inconsciente, los efectos de la ley de
transformación se dejan ver cuando los enunciados sitúan al autor y al oyente en ese mismo sentido de perplejidad, porque deja ver
bruscamente la otra dimensión – fantasmática o mítica – del enunciado. Por ejemplo, podemos encontrar la Filosofía de la miseria, y la
Miseria de la filosofía. Podemos ver, que los enunciados se prestan para la transformación, y entre las preposiciones, demuestran ser
muy propicios. El determinativo, abre por sí mismo una vía para la transformación.
Por otro lado, esta transformación también es un “truco” técnico. Como es una ley de formación del fantasma, se la puede aplicar al
sueño o a cualquier otro enunciado. La transformación aparece, como el revelador del fantasma.
o Con respecto a la perplejidad ante el sueño, habrá que referirse a la temporalidad. Cuando se estudia el mito y el fantasma, y se muestra
que el análisis del fantasma prueba que necesariamente desemboca en un mito, y que por lo tanto estos dos no pueden separarse, se
descubre que la ley de transformación opera en todos los planos. Por lo tanto, se podría afirmar que también hay transformación del
tiempo en el espacio y viceversa. Es por eso que el estudio de la temporalidad en el mito, en el fantasma y en el sueño, es lo que
permitirá percibir determinados rasgos de la naturaleza de ese proceso.
El tiempo es el mismo en el mito, el sueño y el fantasma; es un pretérito indefinido. Como en los cuentos, “había una vez”… asimismo
en lo que respecta a los sujetos a los que esas producciones se refieren, siempre hay un sujeto indefinido, un Se o un Ello (Es). Estas
producciones, por otra parte, son las que pueden proveer el dato intuitivo más aproximado, del Es de la tópica analítica.
La ley de temporalidad – pretérito indefinido - en el mito, el sueño y el fantasma, es una transformación también indefinida, en el sentido
Unendlich, sin fin.
La ahistoricidad, ese carácter designado por Freud, como uno de los predicados del sistema inconsciente, no es la ausencia de historia.
El autor critica a los analistas que prescinden el hecho de interpretar el presente en términos de pretérito y viceversa, como la técnica
por excelencia de la interpretación de la transferencia, ya que esto sería una interpretación grosera de la ley de transformación.
Más bien, esa temporalidad del pretérito indefinido le corresponde a todo acontecimiento fechable, tanto en el sueño como en el
fantasma, el acompañamiento ineludible de la perplejidad. El análisis de esta sensación, muestra por demás, que ésta descansa y la
demuestra, en la adhesión confusa de un efecto de transformación. En efecto, la perplejidad es la actitud específica del soñante, que
luego al comenzar su narración dice “tuve un sueño curioso…”, lo que alude no solo al contenido, sino a la situación misma del soñante.
Es así, como el trabajo del sueño se efectúa según un pasaje de resto diurno, fechable, no obstante, el sueño propiamente tal, escapa al
tiempo, dado que se encuentra con el fantasma inconsciente – por medio del resto diurno - , de manera que esta fórmula en pretérito
indefinido, tal como el mito, traduce la transformación de lo temporal a lo atemporal, en el sueño, y en los fantasmas que lo sostienen.
o Como tercer punto, Valabrega nos invita a observar las excepciones en etnología. Todos quienes estudian rituales, mitos, las leyes que
rigen las agrupaciones humanas, considerando estos datos bajo un ángulo comparativo, saben que siempre surgen excepciones a la
regla. Pero en realidad estas no son, en opinión del autor, las que confirman a la regla, como se dice habitualmente, sino que marcan la
transformación sobre todo aquello que en el mito o el ritual, suponen una extensión universal. Pero para llegar a esta integración de la
excepción concebida como transformación, es necesario restablecer la libre circulación entre el mito y el fantasma, puesto que dicha
circulación, es el principio de la ley de transformación, la fundacional de las demás leyes. De este modo es posible afirmar que el
fantasma edípico, es la transformación de la ley de la prohibición del incesto, que es la ley universal prototípica.
4. Para terminar, a Valabrega le parece imprescindible volver sobre la proposición de que el mito dice las cosas claramente.
Es precisamente, lo que se dice claramente, lo que no se puede ver, a no ser bajo ciertas condiciones relacionadas con la
transformación del mito en fantasma y recíprocamente. No se puede ver, y sin duda en el mito de Edipo, éste debe perder la vista, al
tiempo que lleva a cabo sobre sí, la castración.
El hecho de que el mito diga cosas que no se pueden ver, sin pasar por las condiciones descritas, es lo que el autor intenta retomar con
el siguiente ejemplo.
Respecto a las manchas corporales, éstas pueden encontrarse en cualquier parte y con diversas características. Estas, sin embargo, no
tienen la misma significación que un lunar en una determinada zona por ejemplo. En todas partes, existen numerosos mitos acerca de
esas pequeñas manchas, como el que dice el antojo no satisfecho de una madre embarazada, queda posteriormente marcado en una
pequeña mancha en el cuerpo del niño.
Lacan insistió a menudo en la mancha, la huella o la impresión como significante, en este caso del deseo, y como representante de un
sujeto para otro significante, ya que la mancha es el objeto de una transmisión. Todo esto, se encuentra expuesto claramente en otra
parte, en un mito. En este sentido, el autor concuerda con S. Leclaire, quien sostiene que la teoría ocupa el lugar exacto del mito.
Pero volviendo al ejemplo de las manchas, hasta aquí han quedado algunas cosas claras, pero es necesario retomar al fantasma. En
primer lugar, la manchita o el antojo, tienen una gran importancia para la madre. La mancha, es un signo distintivo, el cual hará a su hijo
siempre reconocible. Esto alimenta a su vez, una serie de otros mitos.
Ahora ¿qué muestra el análisis del fantasma? Continua el autor, que para el niño la mancha es de origen paterno. Lo que lo marcó es el
encuentro entre el pende del padre y su esperma durante el coito, cuando el niño se encontraba en el vientre materno. Después de este
descubrimiento, podemos ver lo que se dice claramente, a saber, que el antojo de la madre, es la envidia del pene del padre.
Con este ejemplo, se puede ver claramente el punto preciso en que se ubica y opera la transformación. En el mito, el origen de la
mancha, del antojo, es la madre. En el fantasma, es el padre. Así, un fantasma reenvía siempre a un mito, y un mito siempre remite a
otro mito. Entonces finalmente la pregunta por el origen nunca obtienen una respuesta en el tiempo, sino en un mito.

[1] “la antítesis de “consciente” es “inconsciente” carece de aplicación al instinto. Únicamente puede serlo
la idea de que lo representa. Pero tampoco en lo inconsciente puede hallarse representado más que por
una idea. Si el instinto no se enlazara a una idea ni se manifestase como un estado afectivo, nada
podríamos saber de él. Así, pues, cuando empleamos una expresión inexacta hablamos de impulsos
instintivos, inconscientes o reprimidos, no nos referimos sino a impulsos instintivos cuya representación
ideológica es inconsciente”

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