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2017
UNIVERSIDAD DEL ACONCAGUA
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y JURÍDICAS
DERECHO PRIVADO II – OBLIGACIONES
CICLO LECTIVO 2017/2018
GUÍA DE CLASE N° 22
La relación de causalidad.
HECHO RESULTADO
ANTECEDENTE RESULTADO
(DAÑO)
(DAÑO)
La respuesta jurídica la encontramos en el art. 1.726 y sgtes. del Código Civil y Comercialque exponen el criterio
de las consecuencias o teoría de las consecuencias, cuyo eje es la idea rectora de a previsibilidad.
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Diferencia entre causa, condición y ocasión:
OCASIÓN: Es una condición del resultado que favorece o activa el funcionamiento de la verdadera causa. La
ocasión no causa el daño pero permite o facilita que ocurra.
Ejemplo: Si Pedro arroja a otra persona al agua que también había ido a navegar, Juan no está obligado a
responder de su muerte a pesar de conocer que aquellos no mantenían buenas relaciones.
En el Derecho de Daños, la relación causal se establece no sólo respecto del hecho propio, sino también
en relación con el hecho ajeno de personas ligadas al responsable (el hijo, el dependiente, etc.) o con el
hecho de las cosas de que el demandado era dueño o guardián.
En muchos supuestos responde quien no ha producido personalmente el daño si mantiene algún vínculo
decisivo con el factor eficiente: la relación causal adecuada se indaga entonces a propósito del agente o
del elemento material del perjuicio y en cambio, la vinculación causal con aquel es más atenuada.
La causalidad define quién responde porque, al ubicar la autoría del daño, permite individualizar el sujeto al que
debe imputarse el resultado perjudicial.
No debe confundirse la autoría del daño (con un resultado perjudicial) con la autoría de la conducta.
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En materia contractual, interesa el juicio de causalidad a nivel de extensión del daño resarcible; la
imputación del hecho dañoso y la identificación del responsable, en principio, no dan lugar a
problemas porque el sujeto responsable viene identificado a través de la obligación incumplida, a
diferencia de lo que ocurre en la responsabilidad extracontractual, en que la distinta relevancia
jurídica del hecho generador hace que sea necesario adoptar un criterio en base al cual poder atribuir
el daño a un sujeto determinado.
La causalidad determina por cuáles consecuencias de responde, es decir, esclarece la extensión del
resarcimiento: es resarcible todo y sólo el daño causado por el hecho que se atribuye directa o indirectamente
al responsable.
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La indemnización no debe pecar por exceso ni por defecto: la reparación integral no sólo tiene que ser
completa, sino ajustada o estricta.
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“En el campo de la responsabilidad civil, la relación de causalidad cumple una doble función: por un
lado, permite determinar con rigor científico a quién debe atribuirse un resultado dañoso; por el otro,
brinda los parámetros objetivos indispensables para calibrar la extensión del resarcimiento, mediante
un sistema predeterminado de imputación de consecuencias” (Suprema Corte de Justicia de
Mendoza, sala 1º, 26/3/92, ll, 1992—c, pág. 992).
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Criticas: a) Deja sin resolver el problemas de las causas simultáneas; b) Acarrea soluciones injustas cuando la
condición más cercana no es la causa del daño no es su causa exclusiva; c) No clarifica los supuestos de daños
que requieren un proceso evolutivo que los distancia temporalmente del antecedente.
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El examen causal es efectuado por el magistrado erigido en observador óptimo, y quien, suprimiendo
mentalmente el curso de los acontecimientos tal como ocurrieron (en concreto) formula un juicio de
probabilidad: se pregunta si una determinada condición (el suceso motivo de juzgamiento) poseía poder
eficiente para producir la consecuencia que se examina, de manera que exista una “adecuación” entre el hecho
y el resultado.
Para que una causa sea adecuada, no se requiere que haya operado aisladamente, puede haberse unido con
otra u otras causas que, entre todas, hayan constituido el antecedente eficiente del daño.
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Ante un suceso, debe ser previsible, verosímil o normal que las consecuencias acostumbren a
suceder, según el curso natural y ordinario de las cosas, es decir, conforme a una valoración de
habitualidad o regularidad.
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La causalidad adecuada no requiere la fatalidad o la necesidad de las consecuencias del hecho, pero
tampoco se satisface con la mera posibilidad o eventualidad de que éste las haya generado.
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“El principio de "normalidad" a que se alude no es otro que el que recoge el art. 901 del
Código Civil, esto es, que el resultado debe ser pronosticable de acuerdo a lo que acontece
ordinariamente —principio de causalidad adecuada—, adoptando así un criterio de
probabilidad: no es necesario que ocurra fatalmente el resultado, sino que basta que lo
haga de ordinario…” (GOLDENBERG, Isidoro, "El principio de causalidad adecuada en un
esclarecedor fallo", Jurisprudencia Argentina, N° 6035, 30/4/97).
Debe desestimarse la demanda de daños y perjuicios intentada por una persona como consecuencia del
incendio de su propiedad contra la empresa constructora de una autopista, en virtud de los defectos achacados
a la obra que retrasaron la llegada de los bomberos al lugar, toda vez que los daños a reparar son consecuencia
inmediata y directa del fuego producido en el inmueble del actor, quien no puede trasladar la responsabilidad si
no acreditó la exoneración de la suya respecto a las consecuencias del siniestro.
La empresa de construcción de autopistas no puede ser responsabilizada por los daños ocasionados como
consecuencia del incendio de la propiedad del actor, en virtud de los defectos achacados a la obra, pues los
únicos hechos que pueden imputarse al accionar directo de aquélla -en el caso, bloqueo o interrupción de
caminos- carecen de adecuado nexo causal por referir a meras dificultades que debía conocer el cuerpo de
bomberos de refuerzo que tuvo la embestida en la autopista. (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal, sala I, 03/04/2003, “Casanova, Marcelo R. y otro c. Coviares S.A.”, LA LEY 2003-E, 565)
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La primera es la previsibilidad concreta –previsión- de quien obró, a la cual se refiere el art. 512 del Código
Civil. En cambio, la previsibilidad que se computa en la causalidad es abstracta y objetiva, apoyada en la
experiencia y en las posibilidades de conocimiento de un observador común que se valoran por el
magistrado de manera retrospectiva, mediante un juicio póstumo.
Ese juicio consiste en determinar con abstracción del caso particular y sobre la base de las circunstancias
cognoscibles con posterioridad al suceso lesivo, cuál o cuáles consecuencias eran previsibles para cualquier
persona, aunque el autor en particular no las pudiese prever por sus escasas aptitudes, por ignorancia,
error, etc.
Si se contesta afirmativamente al juicio sobre la previsibilidad objetiva –causalidad, el sujeto será reputado
autor. En tanto que si además el resultado era subjetivamente previsible para el sujeto, será calificado como
culpable.
La previsibilidad objetiva (causalidad) determina la extensión del resarcimiento, salvo que la previsibilidad
subjetiva o previsión en concreto (culpabilidad) sea superior.
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5. Valoración de la conducta.
ARTÍCULO 1725.- Valoración de la conducta. Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y
pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la
previsibilidad de las consecuencias.
Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las
condiciones particulares de las partes. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición
especial, o la facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que suponen
una confianza especial entre las partes. En estos casos, se estima el grado de responsabilidad, por la
condición especial del agente.
El presente texto del Proyecto engloba en realidad en sus párrs. 1 y 3 a dos normativas de nuestro Código
Civil que entre sí se complementan, sus arts. 902 y 909, respectivamente.
El párr. 1 es, inicialmente, una reproducción literal del comienzo del art. 902, habiéndose sustituído luego
“mayor será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos”, por “mayor es la
diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias”.
Aunque en definitiva parece haberse querido decir lo mismo que en el vigente Código Civil, resulta más
correcto hablar de “la diligencia exigible al agente”. Sin embargo, no resulta nada claro qué se quiso decir
con el añadido de “la valoración de la previsibilidad de las consecuencias”.
En el párrafo final a su turno, se ha suplantado el comienzo del art. 909: “Para la estimación de los hechos
voluntarios, las leyes no toman en cuenta (...)”, por: “Para valorar la conducta no se toma en cuenta (...)”;
siendo lo que sigue una copia literal del citado art. 909 del Código Civil. Además, entre aquéllos se ha
agregado un segundo párrafo —nuevo pero si se quiere superabundante—, atento a que en él se dice lo
que después se reitera en el párr. 3: “Cuando existe una confianza especial se debe tener en cuenta la
naturaleza del acto y las condiciones particulares de las partes”.
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CONSECUENCIAS INMEDIATAS
Las consecuencias inmediatas son las que acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de las
cosas, acorde con las reglas de la lógica, la experiencia y el sentido común.
Son consecuencias próximas en el sentido lógico –no temporal- de que no requieren la intervención de otro
hecho para que se produzca el resultado. El hecho fuente es de por sí idóneo para producir el efecto.
Se trata de una previsibilidad objetiva, que atiende a las características de aquel para generar el efecto.
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CONSECUENCIAS MEDIATAS
Las consecuencias mediatas resultan de la conexión del hecho fuente con un acontecimiento distinto, pero,
como éste no es anormal, sino también previsible, se imputan a los autores de cualquiera de esos hechos.
Este tipo de consecuencias se produce por sucesos concurrentes que ser introducen en el curso causal de
un hecho dado. Ambos hechos son regulares según el curso natural y ordinario de las cosas, y por tanto,
aquellas aparecen como objetivamente previsibles, al igual que las consecuencias mediatas.
CONSECUENCIAS CAUSALES
Las consecuencias casuales, al igual que las mediatas, sobrevienen por la inserción de un acontecimiento
distinto pero, como éste es excepcional, el resultado aparece como objetivamente imprevisible.
En las consecuencias casuales, interviene una causa ajena o una concausa a las que el resultado es
imputable total o parcialmente, mientras que en las consecuencias mediatas los otros hechos sólo
colaboran y desarrollan el procesal causal desatado por el responsable y por lo tanto, no eliminan la
imputación a éste del efecto perjudicial.
CONSECUENCIAS REMOTAS
Son aquellas alejadas del hecho fuente, entre el cual se interponen otros acontecimientos que pueden ser
numerosos.
Esa distancia y complejidad demuestran que el resultado es imprevisible y como el nexo causal es tan débil,
no hay causalidad adecuada.
Las consecuencias inmediatas son siempre imputables en tanto son objetivamente previsibles.
Las consecuencias mediatas son imputables al autor del hecho porque la inserción del acontecimiento
distinto sólo favorece el desenvolvimiento del proceso causal, sin desviarlo ni cortarlo normalmente.
Las consecuencias casuales no son imputables salvo que, a pesar de su imprevisibilidad objetiva, hayan sido
subjetivamente previstas en concreto, y por ende, su producción fue buscada y esperada intencionalmente.
La causalidad existe porque cuando la previsión subjetiva del agente es superior a la objetiva corriente, su
voluntad gobierna el proceso causal, y se trata de una manera de producir el resultado a través del obrar
humano.
Respecto a la responsabilidad contractual, este artículo insiste, en términos parecidos a los del art. 904 CC,
en que se responde por “las consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento
de su celebración”; es decir, por las consecuencias mediatas previsibles.
Asimismo, se toma en cuenta el “dolo” del obligado, para extender su responsabilidad por las
consecuencias “también al momento del incumplimiento”. Ello tiene una explicación: habitualmente, en las
obligaciones diferidas o a plazo suspensivo, el transcurso del tiempo sumado al fenómeno inflacionario y la
consecuente pérdida del poder adquisitivo del dinero, suele incidir en un agravamiento nominal de la
responsabilidad del obligado; tal como si, por ejemplo, se debiese indemnizar el valor de una cosa que se
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destruyó, a la época en que ello sucediera generando el incumplimiento, lo que puede resultar
sensiblemente superior a lo que hubiese correspondido de tomarse en cuenta dicho valor cuando se
celebrara el contrato.
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Corresponde revocar la sentencia que en el marco de una acción de daños y perjuicios por la
destrucción de ciertos efectos -en el caso, maquinarias- transportados, otorgó una
indemnización en concepto de montos a abonar por el actor a terceros para afrontar las multas
que le fueron impuestas como consecuencia del incumplimiento en que incurrió debido a la
destrucción de los efectos, pues las indemnizaciones tarifadas pactadas con terceros no son
una contingencia que el autor del daño pueda prever normal y ordinariamente, siendo que para
ser reparadas deben ser advertidas al momento de la celebración del contrato. (Suprema Corte
de Justicia de la Provincia de Mendoza, sala I, “Metalúrgica Ciudadela S.A. c. Infante, Carlos A. y
otros”, 28/07/2005, LLGran Cuyo 2005 (noviembre), 1195)
Los contratos celebrados por el cliente de un banco con un tercero, como regla, no son para el
banco consecuencias previsibles indemnizables. Si un cliente pide al banco que por medios
electrónicos transfiera fondos de una cuenta suya a la cuenta que un tercero tiene en otro
banco, para la entidad financiera obligada es previsible que su cliente ha celebrado un contrato
con un tercero a quien pretende pagar a través de esta operación financiera, pero no significa
que las cláusulas de ese contrato sean previsibles. (Suprema Corte de Justicia de Mendoza, Sala
I, expte. N° 89457, “Fossatti Vázquez Agustín en J° Fossatti c/Bco. Regional p/Sumario s/Inc.
s/Cas.”, 03/08/2007, LS 379-219)
Como regla, la víctima debe probar la relación causal entre el hecho fuente y el
daño.
Normalmente la prueba se satisface acreditando los dos términos de esa relación a fin de que el juez evalúe las
características del suceso para concluir en si ha sido o no adecuado para producir el resultado perjudicial.
“El nexo causal no requiere de prueba acabada de la existencia de una causa de orden físico, sino que es
ante todo un juicio de probabilidad: el que dadas las circunstancias de modalidad, tiempo y lugar, el
efecto dañoso debe atribuirse al hecho ejecutado, según el curso natural y ordinario de las cosas. No ha
de confundirse la causalidad material propia de las ciencias físicas, con la causalidad jurídica, que no
exige la demostración de aquella para imputar a una persona determinadas consecuencias jurídicas. Los
arts. 901 y 903 atribuyen como consecuencia de un acto todo aquello que acostumbra a suceder según el
curso natural y ordinario de las cosas. Es decir, no debe ser necesaria y fatal sino lo que ordinariamente
sigue al hecho ejecutado…” (CÀM. APEL. PERGAMINO, BUENOS AIRES, 21/11/91, JURIS, 1992- 115, PÁG.
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La cuestión en el Código Civil y Comercial de la Nación…
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