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CATECISMO DE LA IGLESIA
CATÓLICA
Nombres y Apellidos: __________________________________________________________
b) Dios mismo, al crear al hombre a su propia imagen, inscribió en el corazón de éste el deseo de verlo. Aunque el hombre a
menudo ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia sí, para que viva y encuentre en Él aquella plenitud de verdad y felicidad a
la que aspira sin descanso. En consecuencia, el hombre, por naturaleza y vocación, es un ser esencialmente religioso, capaz de
entrar en comunión con Dios. Esta íntima y vital relación con Dios otorga al hombre su dignidad fundamental.
c) Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre encuentra muchas dificultades. Además no puede entrar por sí mismo
en la intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su Revelación, no sólo acerca de las verdades que
superan la comprensión humana, sino también sobre verdades religiosas y morales, que, aun siendo de por sí accesibles a la razón,
de esta manera pueden ser conocidas por todos sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.
b) El Magisterio de la Iglesia, al que corresponde el discernimiento de tales revelaciones, no puede aceptar, por tanto, aquellas
“revelaciones” que pretendan superar o corregir la Revelación definitiva, que es Cristo.
b) El depósito de la fe ha sido confiado a los obispos y apóstoles luego a toda la Iglesia. Todo el Pueblo de Dios, con el sentido
sobrenatural de la fe, sostenido por el Espíritu Santo y guiado por el Magisterio de la Iglesia, acoge la Revelación divina, la
comprende cada vez mejor, y la aplica a la vida.
b) Los símbolos de la fe, también llamados «profesiones de fe» o «Credos», son fórmulas articuladas con las que la Iglesia, desde
sus orígenes, ha expresado sintéticamente la propia fe, y la ha transmitido con un lenguaje común y normativo para todos los
fieles.
c) Los símbolos de la fe más importantes son: el Símbolo de los Apóstoles, que es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de
Roma, y el Símbolo niceno-constantinopolitano, que es fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos de Nicea (325) y de
Constantinopla (381), y que sigue siendo aún hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
a) Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo
por su esposa. Dios en sí mismo «es amor» (1 Jn 4, 8.16), que se da completa y gratuitamente; que «tanto amó al mundo que dio a
su Hijo único para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 16-17). Al mandar a su Hijo y al Espíritu Santo, Dios revela que Él mismo
es eterna comunicación de amor.
b) Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo
por su esposa. Dios en sí mismo «es amor» (1 Jn 4, 8.16), que se da completa y gratuitamente; que «tanto amó al mundo que dio a
su Hijo único para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 16-17). Al mandar a su Hijo y al Espíritu Santo, Dios revela que Él mismo
es eterna comunicación de amor
c) Al revelar su Nombre, Dios da a conocer las riquezas contenidas en su misterio inefable: sólo Él es, desde siempre y por
siempre, el que transciende el mundo y la historia. Él es quien ha hecho cielo y tierra. Él es el Dios fiel, siempre cercano a su
pueblo para salvarlo. Él es el Santo por excelencia, «rico en misericordia» (Ef 2, 4), siempre dispuesto al perdón. Dios es el Ser
espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal y perfecto. Él es la verdad y el amor.
b) Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son también inseparables en su obrar: la Trinidad tiene una sola y
misma operación. Pero en el único obrar divino, cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad.
«Dios mío, Trinidad a quien adoro... pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no
te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a
tu acción creadora» (Beata Isabel de la Trinidad)
b) La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya
admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo: en efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo.
c) La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto Dios lo ha realizado ya
admirablemente con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo: en efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha
sacado el mayor de los bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención.
b) Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este
mundo toda la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del
Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho
hombre, que es la perfecta «imagen de Dios invisible» (Col 1, 15).
c) Todos los hombres forman la unidad del género humano por el origen común que les viene de Dios. Además Dios ha creado
«de un solo principio, todo el linaje humano» (Hch 17, 26). Finalmente, todos tienen un único Salvador y todos están llamados a
compartir la eterna felicidad de Dios.
b) La Buena Noticia es el anuncio de Jesucristo, «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16), muerto y resucitado. En tiempos del rey
Herodes y del emperador César Augusto, Dios cumplió las promesas hechas a Abraham y a su descendencia, enviando «a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva»
(Ga 4, 4-5).
b) Por la gracia de Dios, María permaneció inmune de todo pecado personal durante toda su existencia. Ella es la «llena de gracia»
(Lc 1, 28), la «toda Santa». Y cuando el ángel le anuncia que va a dar a luz «al Hijo del Altísimo» (Lc 1, 32), ella da libremente su
consentimiento «por obediencia de la fe» (Rm 1, 5). María se ofrece totalmente a la Persona y a la obra de Jesús, su Hijo,
abrazando con toda su alma la voluntad divina de salvación.
b) La oración es la elevación del alma a Dios o la petición al Señor conformes a su voluntad. La oración es siempre un don de
Dios que sale al encuentro del hombre. La oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre
infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones.
c) La oración es el diálogo del alma a Dios o la petición al Señor de bienes conformes a su voluntad. La oración es siempre un don
de Dios que sale al encuentro del hombre. La oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre
infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones.
b) Conforme a su corazón de hombre, Jesús aprendió a orar de su madre. Pero su oración brota de una fuente más secreta, puesto
que es el Hijo de Dios que, en su humanidad santa, dirige a su Padre la oración filial perfecta.
c) Conforme a su corazón de hombre, Jesús aprendió a orar de Dios mismo. Pero su oración brota de una fuente más secreta,
puesto que es el Hijo de Dios que, en su humanidad santa, dirige a su Padre la oración filial perfecta.
b) La oración de María se caracteriza por su fe y por la ofrenda generosa de todo su ser a Dios. La Madre de Jesús es también la
Nueva Eva, la «Madre de los vivientes» (cf Gn 3, 20): Ella ruega a Jesús, su Hijo, por las necesidades de los hombres.
c) La oración de María se caracteriza por su fe y amor por la ofrenda generosa de todo su ser a Dios. La Madre de Jesús es
también la Nueva Eva, la «Madre de los vivientes» (cf Gn 3, 20): Ella ruega a Jesús, su Hijo, por las necesidades de los hombres.
b) La bendición es la respuesta agradecida del hombre a los dones de Dios todopoderoso: nosotros bendecimos al Todopoderoso,
quien primeramente nos bendice y colma con sus dones.
c) La bendición es la respuesta agradecida del hombre a los dones de Dios: nosotros bendecimos al Todopoderoso, quien
primeramente nos bendice y colma con sus dones.
b) La oración contemplativa es una mirada sencilla a Dios en el silencio y el amor. Es un don de Dios, un momento de fe pura,
durante el cual el que ora busca a Cristo, se entrega a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo la acción del Espíritu.
Santa Teresa de Jesús la define como una relación de amistad: «estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos
ama».
c) La oración contemplativa es una mirada sencilla a Dios en el silencio y el amor. Es un don de Dios, un momento de fe pura,
durante el cual el que ora busca a Cristo, se entrega a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo la acción del Espíritu
Santo en la acción del hombre. Santa Teresa de Jesús la define como una íntima relación de amistad: «estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos que nos ama».
b) Oración por excelencia y primera de la Iglesia, el Padre nuestro es «entregado» en el Bautismo, para manifestar el nacimiento
nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus peticiones,
fundándose en el misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El Padre
nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.
c) Oración por excelencia, primera y difundida en toda la Iglesia, el Padre nuestro es «entregado» en el Bautismo, para manifestar
el nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus
peticiones, fundándose en el misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El
Padre nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.
b) «Nuestro» expresa una relación con Dios totalmente nueva. Cuando oramos al Padre, lo adoramos y lo glorificamos con el Hijo
y el Espíritu. En Cristo, nosotros somos su pueblo, y Él es nuestro Dios, ahora y por siempre. Decimos, de hecho, Padre
«nuestro», porque la Iglesia es la comunión de una multitud de hermanos, que tienen «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,
32).
c) «Nuestro» expresa una relación con Dios totalmente nueva. Cuando oramos al Padre, lo adoramos y lo glorificamos con el Hijo
y el Espíritu. En Cristo, nosotros somos su pueblo, y Él es nuestro Dios, ahora y por siempre. Decimos, de hecho, Padre
«nuestro», porque la Iglesia de Cristo es la comunión de una multitud de hermanos, que tienen «un solo corazón y una sola alma»
(Hch 4, 32).
b) El mal designa la persona de Satanás, que se opone a Dios y que es «el seductor del mundo entero» (Ap 12, 9). La victoria
sobre el diablo ya fue alcanzada por Cristo; pero nosotros oramos a fin de que la familia humana sea liberada de Satanás y de sus
obras. Pedimos también el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo, que nos librará
definitivamente del Maligno.
c) El mal designa la persona de Satanás, diablo o belcebú que se opone a Dios y que es «el seductor del mundo entero» (Ap 12)
La victoria sobre el diablo ya fue alcanzada por Cristo; pero nosotros oramos a fin de que la familia humana sea liberada de
Satanás y de sus obras. Pedimos también el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo,
que nos librará definitivamente del Maligno.
a) «Después, terminada la oración, dices: Amén, refrendando por medio de este Amén, que significa “Así sea”, lo que contiene la
profesión que Dios nos enseñó» (San Cirilo de Jerusalén).
b) «Después, terminada la oración, dices: Amén, refrendando por medio de este Amén, que significa “Así sea”, lo que contiene la
conclusión que Dios nos enseñó» (San Cirilo de Jerusalén).
c) «Después, terminada la oración, dices: Amén, refrendando por medio de este Amén, que significa “Así sea”, lo que contiene la
oración que Dios nos enseñó» (San Cirilo de Jerusalén).
Tabla de respuestas:
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