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BIBLIOTECA
BANCO CENTRAL DE NICARAGUA
1980 VaCRONGLOGIA DE LA LIBERTAD
En 1522, los caciqnes Nicaragua y Diriangén intentan mante-
ner nuestra libertad. Pero fuimos sojuzgados.
Re
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En 182], un grupo de patriotas centroamericanos nos liberta.
Pero enseguida fuimos de nuevo sojuzgados.
*%
En 1856, el General José Dolores Estrada y otros hombres
heroicos, de nuevo nos liberan. Pero enseguida fuimos sojuz-
gados.
En 1934, el General Augusto C. Sandino da su vida al liber-
tarnos de la dominacion extranjera, Pero enseguida nuevos
tiranos, de nuestra misma sangre, otra vez nos sojuzgaron.
Oe
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En 1956, el poeta Rigoberto Lopez Pérez muere para darnos,
por un momento, libertad. Pero enseguida de nuevo fuimos
sojuzgados.
En 1979, el revolucionario Augusto C. Sandino vuelve; y por
accién de su encendido espfritu rojo y negro, como la b{bli-
ca columna liberadora del desierto, que nos sefiala y guia a
nuestro destino, ya para siempre nadie nos sojuzga.
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jAhora sf sos libre, compafiero!LOS ESPECTROS DE ESTELI
Es que después del balerfo, de la reventada de las bom-
bas y el ruidaje de los aviones pasando bajito, todo quedaba
como’ calmado entre la humazén de los incendios, pero se
ofan sus buenos gritos de largo. Ofamos gritos de muchachos
con miedo y mujeres llorando. También de puertas desgaja-
das, de ventanas hundidas como a mazasos. Enseguida unas
descargas cada vez mds cerca y unos vozarrones como de odio
de enemigos. Se ofan Ilantos en frente, a la cuadra, lloridos
fuertes de muchachitos, de las mdmas, y gente corriéndose
para todos lados pero se regresaban pronto de la esquina, de
la otra esquina, por cuenta estaban rodeados, tropezaban en
la carrera unos con otros desesperados. De balde golpeaban
las puertas de todos nosotros, suplicaban gritando para
entrar. En eso el fusilerio cada vez mds cerca, las puertas
derrumbadas donde los vecinos, los grandes golpazos primero
las amenazas dando 6rdenes malcriadas, un gran ruidaje de
quebrazén de trastos y alaridos de gente encontrada sin
defenderse, cada vez mds cerca. No halldbamos dénde escon-
dernos, debajo de la cama, en la cocina, entre los roperos,
acurrucados detrds de los palitos del patio. Pero de nada
servia. Cada vez mds cerca se ofa que venia el ataque. Nos
ponfamos a rezar. Pero el Padrenuestro enreddndose con la
Salve. Volviamos a principiar. Dios mfo milindo no puede ser