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DERRAMES
CONCEPTO
La pleura normal es una fina lámina lisa y
semitransparente que recubre, separadamente
en el lado izquierdo y derecho del tórax, el pulmón
y sus cisuras (pleura visceral), la porción lateral
de las estructuras mediastínicas, el diafragma y la
cara interna de la pared torácica (pleura parietal).
El espacio entre pleura parietal y visceral se
denomina cavidad pleural. En condiciones
fisiológicas, esta cavidad está ocupada por una
mínima cantidad de líquido (0,26 mL/kg) que
contiene aproximadamente 1700 leucocitos/mL, con claro predominio de
macrófagos, algo más de un 20% de linfocitos y una pequeña proporción de
células mesoteliales (exfoliadas del revestimiento pleural y con mitosis
ocasional). La concentración de Na+ es más baja en el líquido pleural que en el
plasma, mientras que de la HCO3 – es más elevada, lo que provoca que el pH
pleural normal sea superior al de la sangre (igual o mayor de 7,50). El líquido
pleural se filtra en la circulación sistémica de la pleura parietal y se absorbe a
través del sistema linfático de la pleura parietal y, en menor grado, de la pleura
visceral.
ETIOPATOGENIA
En su producción pueden intervenir varios mecanismos:
MECANISMOS QUE ALTERAN EL BALANCE DE PRESIONES
TRANSPLEURALES.- Son de origen extrapleural (frecuentemente
asociados a aumento de la presión venosa pulmonar, por insuficiencia
cardíaca izquierda en la mayoría de los casos) y conducen a la aparición
de trasudados por salida de líquido desde el pulmón a la cavidad pleural
a través de la pleura visceral. Estos trasudados se caracterizan por un
contenido bajo en proteínas (proteínas totales en líquido pleural/proteínas
en plasma igual o inferior a 0,5) y LDH baja (inferior a 200 U/L). Una
sobrecarga de líquido (yatrógena o por insuficiencia renal) o una
pericarditis constrictiva pueden provocar trasudados. Estos pueden
presentarse también por aumento de la presión negativa intrapleural en
atelectasias masivas o en casos de «pulmón atrapado», por
engrosamiento tumoral o fibroso de la pleura visceral.
ALTERACIONES EN EL DRENAJE LINFÁTICO.- Pueden tener su
origen en alteraciones (inflamatorias o neoplásicas) de la propia pleura o
en bloqueo de la circulación linfática extrapleural.
AUMENTOS EN LA PERMEABILIDAD CAPILAR Y MESOTELIAL.-
Están implicados en la mayoría de los exudados pleurales que, en
contraste con los trasudados, tienen alto contenido en proteínas (cociente
pleura/sangre superior a 0,5) y LDH (superior a 200 U/L). El mesotelio
pleural puede tomar parte activa en la liberación de mediadores
implicados en el aumento de permeabilidad asociada a exudados de
diverso origen (infecciones, embolismo pulmonar, conectivopatías y
neoplasias), y en la mayoría de estas situaciones se altera el balance
coagulación/fibrinólisis pleural, a favor de la actividad procoagulante y la
consiguiente formación de fibrina y multiloculaciones.
CUADRO CLÍNICO
Dolor de tipo pleurítico, que se intensifica con
la inspiración profunda, en el derrame puede
pasar clínicamente desapercibido y constituir
un hallazgo en radiografía de tórax realizada
por otros motivos.
Si el derrame es suficientemente grande
(mayor de 1/3 del hemotórax) suele
acompañarse de cierto grado de disnea. Es
característico que esta disnea se intensifique
cuando el paciente se acuesta en decúbito contralateral al derrame y, en
consecuencia, el interrogatorio dirigido revela que el paciente suele acostarse
sobre el lado del derrame. Un aspecto importante del interrogatorio se refiere
también a la ocupación laboral del paciente, con especial acento en la posible
exposición a asbesto, por el trabajo o no. En cuanto a la exploración física, en
derrames de gran tamaño se puede observar un discreto abombamiento y
disminución de los movimientos respiratorios en ese hemitórax, matidez
marcada en la percusión y disminución de las vibraciones vocales en la
auscultación.
EXPLORACIONES COMPLEMENTARIAS
TÉCNICAS DE IMAGEN.- Ante la sospecha de derrame pleural hay que
confirmarlo mediante radiografía de tórax en proyecciones posteroanterior y
lateral.
Cuando el derrame es libre, la radiografía puede mostrar el típico aspecto de
condensación homogénea, con amplia base de contacto en la pared torácica y
con borde superior cóncavo. Por el contrario, el borde superior pierde esa forma
cuando el derrame está encapsulado o si existe condensación pulmonar
asociada. En la proyección lateral hay que prestar especial atención a la
obliteración del seno costodiafragmático posterior, que se hace más patente a
medida que aumenta el volumen del derrame.
Derrame paraneumónico
Éste se vincula con neumonía bacteriana, abscesos pulmonares o
bronquiectasias y quizá constituye el derrame pleural exudativo más frecuente
en Estados Unidos. Desde un punto de vista macroscópico, el empiema es un
derrame purulento.
Los pacientes con neumonía bacteriana aeróbica y derrame pleural presentan
un cuadro agudo, con fiebre, dolor torácico, expectoración y leucocitosis. En las
infecciones anaerobias, aparece una enfermedad subaguda con pérdida de
peso, leucocitosis activa, anemia leve y antecedentes de algún factor que
predispone a la aspiración.
La posibilidad de un derrame paraneumónico debe considerarse siempre que se
valore a un paciente con neumonía bacteriana. El líquido pleural libre puede
demostrarse con una radiografía en decúbito lateral del lado afectado,
tomografía computarizada (CT, computed tomography) torácica o ecografía. Si
el líquido libre separa el pulmón de la pared torácica más de 10 mm en la
radiografía en decúbito, debe realizarse una toracocentesis terapéutica. Los
criterios para efectuar un procedimiento más invasor que la toracocentesis (por
orden de importancia creciente) son los siguientes:
Mesotelioma
Los mesoteliomas malignos son tumores primarios originados de las células
mesoteliales que recubren las cavidades pleurales. La mayor parte se relaciona
con exposición al asbesto. Los pacientes con mesotelioma presentan dolor
torácico y disnea. La radiografía del tórax revela un derrame pleural,
engrosamiento pleural generalizado y retracción del hemitórax. El diagnóstico se
establece casi siempre con biopsia con aguja guiada por imágenes o
toracoscopia.
Quilotórax
Éste se produce cuando el conducto torácico se rompe y se acumula quilo en el
espacio pleural. La causa más frecuente es un traumatismo (casi siempre de tipo
quirúrgico), pero también puede deberse a tumores en el mediastino. En el
quilotórax, se observa disnea y, en la radiografía de tórax, un amplio derrame
pleural. La toracocentesis revela un líquido lechoso y el análisis bioquímico una
concentración de triglicéridos >1.2 mmol/L (110 mg/100 mL). En el quilotórax sin
traumatismo previo, se realiza una linfangiografía y una CT del mediastino para
valorar adenopatías. El tratamiento de elección en la mayor parte de los
quilotórax es la inserción de un tubo de pleurostomía y la administración de
octreótido. Si fracasan estas medidas, se coloca una derivación pleuroperitoneal,
a menos que el paciente tenga ascitis quilosa. Un tratamiento alternativo es la
ligadura del conducto torácico. Los enfermos con quilotórax no deben ser objeto
de toracostomía con tubo por periodos prolongados o drenaje mediante tubo de
pleurostomía, en virtud de que esto desencadena desnutrición e
inmunodepresión
Hemotórax
En una toracocentesis, cuando se descubre un líquido pleural sanguinolento,
debe obtenerse hematocrito. Si éste es >50% en comparación con el de la
sangre periférica, el sujeto tiene un hemotórax. La mayor parte de éstos se debe
a traumatismos; otras causas son rotura de un vaso o un tumor. Casi todos los
pacientes con hemotórax deben tratarse con un tubo de toracostomía, que
permite cuantificar de manera continua la hemorragia. Si ésta procede de una
laceración de la pleura, es probable que la aposición de las dos superficies
pleurales detenga la hemorragia. Si la hemorragia pleural supera los 200 mL/h
habrá que pensar en una toracotomía.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS