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El mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer

Por Karla Mariana Arrieta Briseño

Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán, considerado uno de los más brillantes del siglo XIX.

En su trabajo más famoso El mundo como voluntad y representación (Die Welt als Wille und

Vorstellung), publicado en 1819 logró conectar las ideas de Kant con la filosofía budista y el

hinduismo.

Empieza su tratado resumiendo en una frase la filosofía kantiana:

“«El mundo es mi representación»: esta es la verdad que vale para todo ser viviente y
cognoscente, aunque solo el hombre puede llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y
cuando lo hace realmente, surge en él la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto
que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino solamente un ojo que ve el sol, una mano que
siente la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir,
solo en relación con otro ser, el representante, que es él mismo.” (Schopenhauer, 2009, pág.
23)
A diferencia de Kant, Schopenhauer pensaba que el mundo fenoménico y el mundo nouménico

eran uno mismo. Simplemente experimentado de dos formas diferentes; pues todo lo que hay en

el mundo de los fenómenos es simplemente la materialización del mundo nouménico, al que el

llamo: voluntad.

Describe a la voluntad como una energía intemporal que da origen a todo lo que podemos

percibir, es una fuerza que se materializa en los seres vivos a través de un ciclo eterno de

nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte, concluyendo con que es la voluntad es la que está

detrás de todos nuestros deseos y necesidades. Y es así que la voluntad que nosotros percibimos

como individual es en realidad, una voluntad universal.

“[…] la voluntad es el conocimiento a priori del cuerpo, y el cuerpo el conocimiento a


posteriori de la voluntad. Las decisiones de la voluntad referentes al futuro son simples
reflexiones de la razón acerca de lo que un día se querrá y no actos de voluntad propiamente
dichos: solo la ejecución marca la decisión, que hasta entonces sigue siendo una mera
intención variable y no existe más que en la razón, in abstracto.” (Schopenhauer, 2009,
pág. 72)
Es por tanto que Schopenhauer ve la vida humana como un proceso que oscila entre el

sufrimiento y el aburrimiento. “[…] el en sí de la vida, la voluntad, la existencia misma es un continuo

sufrimiento tan lamentable como terrible” (Schopenhauer, 2009, pág. 158)

Las necesidades pueden ser física y psicológicamente dolorosos. Todo deseo surge de una

necesidad y toda necesidad surge de la carencia, lo cual implica dolor. Por eso, para Schopenhauer

nuestras acciones están encaminadas a preservar nuestra vida. "El sujeto se conoce a sí mismo sólo

como volente, no como cognoscente [...] Lo conocido en nosotros como tal no es lo cognoscente sino lo

volente, el sujeto del querer, la voluntad.” (Schopenhauer, 2009, pág. 6)

Schopenhauer propone tres alternativas para eliminar en nosotros los deseos de la voluntad. La

primera y la más sencilla es la contemplación del arte, preferentemente de la música. La

contemplación profunda del arte tiene el poder de hacernos olvidar los deseos de la voluntad.

“El tránsito posible pero excepcional desde el conocimiento común de las cosas
individuales al conocimiento de las ideas se produce repentinamente, cuando el
conocimiento se desprende de la servidumbre de la voluntad y del sujeto deja así de ser un
mero individuo y se convierte en un puro y desinteresado sujeto del conocimiento, el cual
no se ocupa ya de las relaciones conforme al principio de razón, sino que descansa en la
fija contemplación del objeto que se le ofrece, fuera de su conexión con cualquier otro,
quedando absorbido por ella.” (Schopenhauer, 2009, pág. 109)
La segunda es la práctica de la compasión. Una vez que se sabe que tanto uno como los que nos

rodean son víctimas de la voluntad, se empieza a dejar de juzgar y se empieza a ver a los demás

como compañeros de sufrimiento.

“[…]por lo regular, todo curso vital es una serie continuada de grandes y pequeñas
desgracias que cada cual oculta en lo posible, porque sabe que los otros rara vez sentirán
simpatía o compasión, y casi siempre satisfacción al representarse las calamidades de las
que en ese momento se han librado; -pero quizás no haya nunca un hombre que al final de
su vida, cuando es al mismo tiempo reflexivo y sincero, desee pasar otra vez por lo mismo,
sino que antes que eso preferirá mucho más el completo no ser.” (Schopenhauer, 2009,
pág. 186)
La tercera y última alternativa que propone Schopenhauer es la práctica del ascetismo, el Nirvana

o el Brahma.

“Su voluntad cambia, ya no afirma su propio ser que se refleja en el fenómeno sino que lo
niega. Eso se manifiesta en el tránsito de la virtud al ascetismo. En efecto, ya no le basta
con amar a los demás como a sí mismo y hacer por ellos tanto como por sí, sino que en él
nace un horror hacia el ser del que su propio fenómeno es expresión: la voluntad de vivir,
el núcleo y esencia de aquel mundo que ha visto lleno de miseria. Por eso niega aquel ser
que se manifiesta en él y se expresa ya en su propio cuerpo, y su obrar desmiente ahora su
fenómeno entrando en clara contradicción con él. No siendo en esencia más que fenómeno
de la voluntad, cesa de querer cosa alguna, se guarda de cualquier apego de su voluntad
y busca consolidar en sí mismo la máxima indiferencia frente a todas las cosas.”
(Schopenhauer, 2009, pág. 215)

Bibliografía
Schopenhauer, A. (2009). El mundo como voluntad y representación. En A. Schopenhauer.
Porrúa.

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