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solo tiene una mesa y otros cuantos artilugios aquellos tranvías de tan generosa y lenta veloci-
traídos del rastro de los sueños dad.
y pretende contarme toda la historia: alza los brazos como diciendo: estoy en vuelta
el tronco de la primera cuerda abajo.
el abismo donde se perdieron las amarras entra de nuevo en su ciudad
y estos cabos sueltos donde ahora bailan nuestros cuerpos. la recorre con la misma fruición con que el ciego
dibuja en el tacto las aristas.
un hombrecito hecho apenas para lo imprescindible está otra vez sobre el labio del mar
derrama el mantel ante nosotros nos vierte el agua. y salta el pez de su memoria a saludarlo
lo ve marcharse y hace un amplio acordeón con las manos sobre el misterioso bastidor de las sales.
como si desplegara la cartografía de la isla
y se siente sobre la madera resobada voy tras él soy el guajiro curioso
una sorda crepitación las yerbas en andas el recién llegado en aquella montaña de plátanos
el descuelgue repentino de un remoto verano. y él luce desenvuelto sonrisa y dril blancos.
EL CAIMÁN BARBUDO—mayo-junio—2016
cobran otra vez el timbre de entonces: Concordia
se ve a los hombres que corren incesantes que hace tiempo duele como una carie.
por los caminos y cantan y se complican las ruinas elevan el fuego fatuo de la vitrola
en un apretado y frágil remolino y él pide aguardiente para mí.
como si fuera la tormenta del juicio final estamos en la menuda fiesta que alumbra
y salen luego del mal paso con el espasmo de una carcajada. un repique de manos que parece interminable.
corren y cantan y corren
siempre con una bandera clavada entre los hombros. vuelve al punto el hombrecito del fondo
cualquiera diría que lloran con las carnes las viandas las verduras
cuando en realidad sencillamente cantan. y otro palmo de vino.
él se levanta gracioso como un adolescente
las familias enteras trasiegan la carretera central mira con malicia el jolgorio de los alimentos
buscándose la vida y me dice: arrímese que es con voluntad.
espantándose el polvillo impertinente de la incertidumbre.
van con las aves imprescindibles parece un sonero insinuándome la clave.
el perro que siempre los prevendrá
de una mala curva en lo oscuro
y la imagen de la caridad que es definitivamente
la cuarta y providencial pata de la mesa.