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La cueva del demonio

Cuenta la leyenda que en el año 1860, en un lugar situado en el fondo del rio
Apolatl sobre una gran cantera de 8 metros de altura donde se encuentra la
llamada cueva del demonio, en la cual un hombre llamado Juan Pérez se atrevió a
ir para hacer un pacto con el demonio, le costó mucho subir ya que es un lugar
casi inaccesible, pero al llegar sin dudarlo se metió e hizo el pacto con el demonio,
el cual consistió en que el demonio le proporcionara marranos grandes y gordos
para matarlos y vender sus productos, a cambio él le entregaría su alma. En poco
tiempo Juan ya había hecho una fortuna, compro varias propiedades y abrió una
gran carnicería en el centro de un poblado, llego a tener tanto dinero que mando a
hacer la figura de un becerro en oro macizo de tamaño real, las personas que
tuvieron la oportunidad de conocerla aseguran que juan y su familia la enterraron
por el temor de que se la robaran.

Para que juan se surtiera de más puercos tenía que ir a la cueva el solo a media
noche, era inexplicable como transportaba los puercos a sus corrales, el convenio
decía que el solo podía vender la carne, los huesos tenían que ser apartados,
cuando se acababan los puercos colocaba los huesos en costales, los llevaba a la
cueva y como por arte de magia se volvían a convertir en puercos.

Cierto día paso por ese pueblo José Hernández un habitante de una comunidad
lejana, paso por enfrente de la carnicería y pensó en comprar una cabeza de
puerco ya que en su pueblo se acostumbraba a hacer los tamales de mole con
carne de cabeza de puerco, entonces entro a la carnicería y le dijo a juan que le
vendiera la cabeza del puerco pero juan no quería ya que debía de llevarla con el
resto de los huesos para poder hacer el cambio, pero José insistió tanto que juan
accedió a vendérsela, la coloco en su canasto y se la llevo, después de unas
horas José pasaba por el fondo de un barranco solitario y escucho que alguien le
hablo, se detuvo a buscar de donde venía esa voz; y se llevó la gran sorpresa de
su vida al oír que quien le hablaba era la cabeza del puerco diciéndole: si me vas
a comer, te pido que sea en caldo, no me comas en mole porque me enchilas los
ojos.
En ese momento José se llenó de espanto, tiro el canasto al suelo y se echó a
correr, cuando la cabeza toco la tierra se convirtió en un inmenso marrano que al
instante corrió hasta perderse de vista.

Juan falleció en el año de 1914 y fue velado en su residencia, al funeral asistieron


sus familiares y conocidos.

Cuando estaban velando el cuerpo dieron las doce de la noche y en ese momento
entraron parvadas de murciélagos de gran tamaño, anduvieron volando por el
interior del recinto hasta que ellos mismos apagaron todas las luces quedando
todo obscuro y después de unos minutos salieron.

Los presentes aun alarmados por lo sucedido encendieron nuevamente las ceras
y luces, un familiar se acercó al ataúd y para su sorpresa el cadáver de juan ya no
estaba, sin pensarlo dos veces cerro el ataúd y disimuladamente les comento a los
demás familiares e inmediatamente pidieron a los presentes salir por un rato con
el pretexto de que iban a revestir el cuerpo y despedirse de él, pero en ese rato
aprovecharon para llenar de leños el ataúd y hacer pensar a los presentes que el
cuerpo aún seguía ahí, después pidieron a los presentes que entraran para seguir
con el rezo y al día siguiente lo sepultaron.

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