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Devocion Virgen Dolorosa
Devocion Virgen Dolorosa
"
(Lucas 2, 35)
Ver también:
Virgen Dolorosa...
¿Por qué la Virgen llora?...
Vía Crucis de la Virgen Dolorosa...
Devoción
Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo. La devoción a los
Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.
"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y
medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por
eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi
dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de
que sean tan pocos los amigos de Dios."
Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y
acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:
Según San Alfonso María Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que El
concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:
Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de compartir los
sufrimientos más hondos de la vida de María en la tierra.
Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le
pedimos que nos ayude a entender el mal que hemos cometido y nos lleve a un verdadero
arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su
Hijo, participamos en la redención de nuestros pecados y los del mundo entero.
Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico
Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por
los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.
(Se aconseja leer del Evangelio las citas que acompañan a cada dolor)
Primer Dolor - La profecía de Simeón (cf. Lucas 2,22-35)
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes
palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su
dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico arrepentimiento por
mis pecados.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir
repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza
decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus
privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en
la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la
confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi
vida.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido
a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a
Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo
encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder
a Jesús, ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la
Reconciliación.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta
Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo
arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron
cuando sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba
dar apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su
Pasión, ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos
acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos,
intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración.
Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y
perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que
merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
Oración final
Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu
protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y
obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está
totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus
virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.
Indice:
I. El dolor de la Virgen en la infancia y en la pasión de su Hijo
II. Situación actual en la doctrina y en la liturgia:
1. La doctrina
2. La liturgia: a) 15 de septiembre: Virgen de los Dolores, memoria b) Triduo pascual, c)
Ejercicios piadosos, d) Religiosidad popular.
III. Nota histórica.
IV. Conclusión.
Ver también:
Los Siete Dolores de María Santísima
Lecturas de la Misa de este día
Del Oficio: La Madre estaba junto a la cruz
Vía Crucis de la Virgen Dolorosa
Debido a esta participación amorosa y total, María se convierte “para nosotros en madre en el
orden de la gracia” (KG 61). La enseñanza conciliar ha abandonado de hecho los problemas sutiles
y las objetivaciones ontológicas, explicitando la doctrina mariológica de las encíclicas papales que
se habían ocupado de estos temas con datos bíblicos y existenciales. Por esta línea ha seguido la
investigación, sirviéndose especialmente de la profundización exegética que subraya como María
junto a la cruz, como hija de Sión, es figura de la iglesia madre a cuyo seno están convocados en
la unidad los hijos dispersos de Dios, con sus relativas consecuencias, y cómo “en la pasión según
Juan -de tan altos vuelos teológicos- Jesús es el hombre de dolores, que conoce bien lo que es
sufrir (Is 53,3), aquel a quien traspasaron (Jn 19,37; Zac 12,1). Y paralelamente su madre es la
mujer de dolores... Ella expresa también el modelo de perfecta unión con Jesús hasta la cruz.
Precisamente el estar junto a la cruz, la propia y la de los demás, es una de las tareas más arduas
del amor cristiano, que exige alegrarse con los que se alegran (Rom 12,15; Jn 2,1: bodas de Caná)
y llorar con los que lloran (Rom 12,15; Jn 19,25: la cruz de Jesús)”.
2. La liturgia:
a) 15 de septiembre: Virgen de los Dolores, memoria.
En la exhortación apostólica Marianis cultus, Pablo VI, después de destacar la presencia de la
madre en el ciclo anual de los misterios del Hijo y las grandes fiestas marianas, presenta de este
modo la memoria del 15 de septiembre: “Después de estas solemnidades se han de considerar,
sobre todo, las celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos, en los que la Virgen
estuvo estrechamente vinculada al Hijo, como... la memoria de la Virgen Dolorosa (15 de
septiembre), ocasión propicia para revivir un momento decisivo de la historia de la salvación y para
venerar junto con el Hijo exaltado en la cruz a la madre que comparte su dolor”.
b) Triduo pascual.
Una serena meditación y lectura de la presencia de la Virgen a lo largo del año litúrgico ha llevado
a la constatación de que en el triduo pascual de la liturgia romana la participación de la madre en la
pasión del Hijo, a pesar de ser un elemento intrínseco del misterio que se celebra, no ha sido
explicitada de ninguna forma. Sin embargo, la tradición litúrgica de rito bizantino y de otros ritos
orientales se muestra sensible a esta dimensión celebrativa. En la liturgia propia de la Orden de los
Siervos de María, oficialmente aprobada, se ha encontrado una formo específica que se sitúa
ritualmente después de la adoración de la Cruz el viernes santo. La sobria secuencia ritual que
señala cómo la virgen María está indisolublemente unida a la obra de salvación realizado por su
Hijo, fiel y fuerte hasta la cruz, madre de todos los hombres, modelo de la iglesia, está compuesta
de una admonición a la que siguen unos momentos de oración en silencio y el canto de algunas
estrofas del Stábat Mater u otro canto debidamente escogido. En el corazón de la celebración del
misterio pascual se pone de relieve discretamente la primera participación de la humanidad en la
pasión redentora: como para la encarnación, también para la redención, en el sentido de Col 11,24.
c) Ejercicios piadosos.
1) Inspirándose probablemente en el uso de rezar el rosario, se difundió en el s. XVII la Corona de
la Dolorosa, mejor llamada inicialmente de los Siete Dolores. En una de las primeras ediciones
impresas, dicha Corona se compone de elementos rituales que se mantendrán esencialmente en
vigor incluso en nuestros días: introducción; enunciación de un dolor, un Padrenuestro-
siete Avemarías “en veneración de las lágrimas que derramó la Virgen de los dolores”, finalmente
una parte del Stábat Mater (más tarde se recitó completo) con una oración para terminar.
2) La Via Matris dolorosae. Para facilitar el modo de meditar los dolores de María, de forma
análoga al Vía Crucis, este piados ejercicio recuerda a la mater dolorosa pasando de una estación
a otra, en la que se representa cada uno de los siete dolores principales. Su origen parece
remontarse al s. XVIII y se practicó inicialmente y en particular en las iglesias de los Siervos de
María de España. Uno de los primeros testimonios escritos, conservados hasta hoy, donde se
refiere el método para celebrar la Via Matris, se remonta a 1842. Normalmente este piadoso
ejercicio se practica los viernes de cuaresma. Desde 1937 hasta los años sesenta, bajo la forma de
novena perpetua, adquirió una importancia muy amplia en Chicago y en las dos Américas.
3) La Desolada. También este piadoso ejercicio se desarrolló en el s. XVIII. Nació de la
consideración, en cierto modo pietista, de que María vivió el colmo de su dolor durante la sepultura
de su Hijo; en este período ella se vio realmente “desolada”; por eso, para “com-padecer-la”
algunos estaban en oración desde el atardecer del viernes santo hasta las dieciséis del sábado
santo, así como todos los viernes del año.
d) Religiosidad popular.
La imagen de la madre vestida de negro manto es una presencia casi constante en las tradiciones
populares que veneran a la Dolora, desde el comienzo de la devoción hasta nuestros días. Sin
embargo, no es fácil encontrar una documentación exhaustiva que permita recoger las diversas
formas con que la religiosidad popular, entendida en el sentido más amplio del término, ha
expresado y sigue expresando su devoción a la mater dolorosa. No cabe duda de que en occidente
la devoción a la Dolorosa, antes de encontrar su codificación litúrgica o en los oficios “de
compassione” (desde el s. XV) o en las misas (desde comienzos del s. XV), encuentra un favor
especial en las expresiones populares. La figura de madre enlutada sigue estando esencialmente
ligada a otra imagen pedagógicamente hegemónica, a su stare recogido, inmóvil y mudo del
evangelio de Juan o al contemplar velado en lágrimas de Stábat. Lo mismo podemos decir de las
formas religiosas que se desarrollaron después del concilio de Trento, especialmente de las
procesiones dramáticas y escenificaciones presentes sobre todo, aunque no sólo, en el sur de la
península italiana y en España. Probablemente hoy estas formas, no siempre administradas
directamente por la comunidad cristiana, son las únicas expresiones periódicas que nos quedan de
la religiosidad popular en que directa o indirectamente se expresa la devoción a la Dolorosa.
A lo largo del s. XIII se elabora la devoción a la Dolorosa, precisándose a comienzos del s. XIV
como devoción a los Siete dolores. Pero “el primer documento cierto sobre la aparición de la fiesta
litúrgica del dolor de María proviene de una iglesia local”; en efecto, el 22 de abril de 1423 un
decreto del concilio provincial de Colonia introducía en aquella región la fiesta de la Dolorosa en
reparación por los sacrílegos ultrajes que los husitas habían cometido contra las imágenes del
crucificado y de la Virgen al pie de la cruz. La fiesta llevaba por título “Commemmoratio angustiae
et doloribus Betae Mariae Virginis”, según el tenor del decreto conciliar, que decía: “... Ordenamos
y establecemos que la conmemoración de la angustia y del dolor de la bienaventurada Virgen
María se celebre todos los años el viernes después de la domínica Jubilate (tercer domingo
después de pascua), a no ser que ese día se celebre otra fiesta, en cuyo caso se transferirá al
viernes próximo siguiente”.
En 1482 Sixto IV compuso e hizo insertar en el Misal romano, con el título de Nuestra Señora de la
Piedad, un misa centrada en el acontecimiento salvífico de María al pie de la cruz. Posteriormente
esa fiesta se difundió por occidente con diversas denominaciones y fechas distintas. Además de la
denominación establecida por el concilio de Colonia y la que se fijaba en la misa de Sixto IV, era
llamada también: “De transfixione seu martyrio cordis Beatae Mariae”, “De compassione Beatae
Mariae Virginis”, “De lamentatione Mariae”, “De planctu Beatae Mariae”, “De spasmo atque
dolorigus Mariae”, “De septem doloribus Beatae Mariae Virginis”, etc.
Mientras tanto, el 9 de junio de 1668 se les concedián a los Siervos de María la facultad de
celebrar el tercer domingo de septiembre la “Missa de septem doloribus B.M.V.” con un formulario
que se deduce que es muy parecido al de 1482. Esta misma es la que, con algunas ligeras
modificaciones, se recoge en el Misal de Pío V el viernes de pasión. En realidad, la fiesta del
viernes de pasión, concedida el 18 de agosto de 1714 a la Orden de los Siervos, se extendió, por
petición de la misma orden, a toda la iglesia latina bajo el pontificado de Benedicto XIII (22 de abril
de 1727). Además, Pío VII, el 18 de septiembre de 1814 extendió al tercer domingo de septiembre
la fiesta de los Siete dolores con los formularios para el oficio divino y para la misa que ya estaban
en uso entre los Siervos de María. Finalmente, con la reforma de Pío X, ante el deseo de realzar el
valor de los domingos, esta fiesta quedó fijada el 15 de septiembre, fecha que estaba ya en uso en
el rito ambrosiano, que por no tener la octava de la Natividad de la Virgen, celebró siempre ese día
los dolores de María.
La fiesta del viernes de pasión quedó reducida por la reforma de las rúbricas de 1960 a una simple
conmemoración. El nuevo calendario promulgado en 1969 suprimió la conmemoración del tiempo
de pasión y redujo a la categoría de “memoria” la fiesta de los siete Dolores de septiembre bajo el
nuevo título de “Nuestra Señora la Virgen de los Dolores”.
IV. Conclusión.
La historia de esta devoción, como ya se ha observado y como se deduce igualmente de estas
notas, parece trazar una línea curva que alcanza su apogeo en los períodos de codificación
litúrgica. La ósmosis entre lo popular y lo oficial, aun en medio de los reflujos pietistas que es
posible constatar, conduce a una intensidad difusa del sentimiento de devoción hacia la mater
dolorosa. Precisamente cuando la ósmosis es mayor es cuando la intensidad aparece más
profunda. Pero es preciso subrayar que el progresivo replanteamiento litúrgico a lo largo del s. XX,
ayudado en este punto por la reflexión bíblico-patrística, coincide con la “cualidad” de la meditación
sobre el misterio del dolor de santa María, insertándolo en un contexto más amplio de historia de la
salvación; no se contempla ni se venera a la mater dolorosa solamente para participar
conscientemente, en cuanto personas particulares, en la pasión de Cristo a fin de vivir su
resurrección, sino que además se hace esto para que María, como imagen de la iglesia, inspire a
los creyentes el deseo de estar al lado de las infinitas cruces de los hombres para poner allí
aliento, presencia liberadora y cooperación redentora. Además, la Dolorosa puede recordad a los
hombres de nuestro tiempo, inquietos y preocupados por la esencialidad de las cosas, que la
confrontación con la palabra de la verdad y su manifestación pasa ciertamente por la experiencia
de la espada (Lc 2,35; 14, 17; 33,36; Sab 18,15; Ef 6,17; Heb 4,12; Ap 1,16), que traspasa el alma,
pero que abre también a una nueva conciencia y a una misión renovada (Jn 19, 25-27), que va
más allá de la carne y de la sangre y de la voluntad del hombre, puesto que brota de Dios (Jn 1,
13).