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Giner, S.; Lamo de Espinos, E.; Torres, C. (eds.), (1998), Diccionario de sociología.

Madrid: Alianza Editorial

fenomenología
Este término se ha usado genéricamente para referirse a la simple descripción de
los fenómenos en sí mismos, entendiendo por éstos no los sucesos físicos sino los
hechos significantes, como por ejemplo la percepción, el lenguaje* o la religión*.
Pero en su sentido principal alude al heterogéneo movimiento filosófico que arranca
de HUSSERL. Para él la fenomenología es, ante todo, un método de análisis de la
vida consciente que recurre a la epojé* y la reducción eidética* para aclarar los
procesos por los que se constituyen los objetos como productos de sentido*, para
elucidar cómo aparecen en el mundo de la vida* y para fundamentar la objetividad
y la validez del conocimiento en la subjetividad trascendental. Este último aspecto
no fue bien acogido por muchos de sus discípulos y por otros filósofos afines que
encaminaron la fenomenología por otras rutas. Así, pensadores como SCHELER,
Hartmann o Zubiri se orientaron a modalidades diversas de formalismo o realismo;
otros, como Heidegger o Merle-au-Ponty, desarrollaron una fenomenología
existencial entendida como análisis de la experiencia humana en su concreción
vital. En los últimos tiempos, ha tenido lugar una interpenetración entre ciertas
orientaciones fenomenológicas y la filosofía analítica inspirada por WITTGENSTEIN en
el tratamiento de asuntos como la intencionalidad de la mente*, la acción* o el
lenguaje.
La fenomenología ha sido recibida en ciencias sociales por varias vías: inicialmente
influyó sobre la psicología de la Gestalt* y en la primera sociología
fenomenológica;*: más tarde, y a través de SCHÜTZ, ha dado origen al enfoque de
BERGER Y LUCK-MANN y a la etnometodología*, y ha sido una de las fuentes de la
sociología cogniti-va*; por su parte, la orientación existencial está en el fondo de la
hermenéutica* y ha influido en algunas perspectivas postmodernistas*. Ciertos
conceptos fenómeno-lógicos han sido adoptados también en sus teorías por autores
como HABERMAS O LUHMANN. [P.C.Q.]
MONTERO, F., Retorno a la fenomenología, Barcelona, Anthropos, 1987. SPIEGEL-
BERG, H., The Phenomenological Move-ment, La Haya, Nijhoff, 1960. pág 302

hermenéutica
Palabra que deriva del griego hermeneutikós, se utilizó en un principio como el
método para establecer el significado exacto de lo que se deseaba expresar en los
textos sagrados. Se trataba de captar el mensaje del texto escrito más allá de su
literalidad. Por eso la primera disciplina en utilizar la hermenéutica fue la teología,
luego la filología, y más tarde se aplicó al arte. A diferencia de las ciencias
naturales, que requerían un conjunto de reglas y medidas experimentales para
explicar el universo, para entender la obra de arte cargada de subjetividad e
inspiración se requería cierta empatía o unidad espiritual con el autor y su época a
fin de interpretar y entender el significado de su obra.
En las ciencias sociales fue la tradición alemana del siglo XIX, representada por
Wilhem DILTHEY, quien puso el mayor énfasis para separar el método de
conocimiento de las ciencias de la naturaleza respecto al de las del espíritu. Las
ciencias naturales (física, química, biología) tratan de explicar* [DAR RAZÓN DE UN
HECHO, O EN FORMA ESTRICTA, DE PORQUÉ OCURRA] los fenómenos de la naturaleza a
través de una relación causal* entre ellos, mientras que las ciencias del espíritu
(historia, literatura, economía) son producto del comportamiento y la creatividad de
los seres humanos y llevan consigo una carga de voluntad o intención, que no se
puede explicar a través de una relación causal sino a través de la comprensión*
[ENTENDER Y PENETRAR LAS COSAS, (…) ABRAZAR. INCLUIR O CEÑIR TOTALMENTE UNA COSA] e
interpretación del sentido y significado* de la acción* de los seres humanos. Esta
comprensión hermenéutica del comportamiento humano es posible porque nuestras
Prof. Concha Doncel
acciones están enraizadas en la vida y en una experiencia común a todos. Ella es la
que nos permite reconstruir la experiencia de los demás, sus sentimientos y
reacciones. Entender no es un mero acto del pensamiento del individuo sino una
transposición y reexperiencia en mí del mundo del otro tal como Jo encuentra en su
vivencia. El sujeto del conocimiento coincide así con su objeto, mientras que en las
ciencias de la naturaleza el objeto es extraño a él.
En la concepción hermenéutica de Dilthey los seres humanos nos entendemos a
nosotros mismos no a través de la introspección sino en la objetivación de la vida. La
objetividad* del conocimiento se basa por tanto en la universalidad de las relaciones
intersubjetivas, y el significado de la acción humana sólo puede entenderse en su
historicidad.
Esta concepción de la hermenéutica ha sufrido importantes cambios a lo largo del
siglo XX. Su principal exponente ha sido H.G. Gadamer para quien entender no es
un problema metodológico, tal como se ha planteado siempre, sino ontológico*,
que presupone tener en cuenta dos factores fundamentales: el carácter lingüístico
de todo entendimiento y su historicidad. Solamente a través de la fusión de estos dos
horizontes podemos acercarnos al conocimiento de la verdad. [J.P.L]
BAUMANN, Z., Hermeneutics and Social Science, Nueva York, Columbia University
Press, 1978.
GADAMER, H. G., Verdad y método, Salamanca, Sigúeme, 1983.
pág. 350-351
positivismo
Corriente de pensamiento del siglo XIX con hondas repercusiones en los ámbitos
filosófico, jurídico y sociológico. Se gesta al calor del avance de las ciencias
naturales y de la industrialización*. Las bases doctrinales las puso A. COMTE
apoyándose en el empirismo*. Su meta es conseguir un saber efectivo organizado en
una serie de tesis sobre el conocimiento y el mundo. Destaca el valor supremo del
saber científico, cuyo método* es único y válido para dar cuenta de cualquier objeto;
su modelo es el de las ciencias de la naturaleza*, al que deben imitar las del hombre
(de ahí, la física social* de Comte o el organicismo de H. SPENCER). Ese método
implica atenerse a los hechos tal como son, a lo positivo, para lo que hay que
basarse en la observación desinteresada, que evita los prejuicios*, y en los datos de
la experiencia. A partir de ellos se descubren, mediante analogías y
generalizaciones, regularidades que permiten formular leyes, las cuales rigen los
hechos y a la vez nos hacen entenderlos.
Las explicaciones* son de tipo causal, sobre todo en la forma inductivo*-
probabilística, y a veces deductiva, pero rechaza buscar las presuntas causas*
últimas de las cosas. Consecuencia de ello es la oposición a toda metafísica que,
además de estar superada históricamente, suscita cuestiones insolubles. La tarea
científica es mostrar que los fenómenos son eslabones de una cadena general que
llamamos ley*. El prototipo es la mecánica de Newton: no explica las razones de por
qué o para qué ocurre la gravitación universal, sólo muestra cómo es
necesariamente de hecho. La vocación pragmática del positivismo se revela en su
confianza en la ciencia*: gracias a ella se pueden lograr mejoras en lo social,
plantear objetivos no utópicos y hacer posible el progreso*. [L.P.L.]
KOLAKOWSKI, L., La filosofía positivista, Madrid, Cátedra, 1981.
pág. 589-590

Prof. Concha Doncel

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