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El cementerio como lugar de memoria y construcción simbólica, un reflejo de la

sociedad chilena frente a la muerte entre 1830-1930

Estudiante: Alejandro Osorio E.

Fecha: 8 de septiembre 2015

Profesor: Mauricio Molina A.


Problema de investigación

El cementerio como una proyección de quienes nos acompañaron, es la última morada


de los esperan la segunda venida de Cristo, es una ciudad al igual que la ciudad de los
vivos con calles, avenidas, barrios y propiedades, donde a diferencia de la ciudad viva
reina el silencio, que sin embargo está lleno de significados, este silencio patente es
opacado por el bullicio de la expresión simbólica plasmada en el campo santo
resguardando la memoria y la forma de ser de una sociedad que ha cambiado con la cual
ya no nos vemos reconocidos. El cementerio marca la individualidad que no se
vislumbraba en las inhumaciones parroquiales, aquí está el recuerdo y la proyección
inmaterial e intemporal de quien fue en vida padre, hijo, hermano; un lugar lleno de
simbolismos e identidades que se sobreponen. A esto hay que agregar todo un ritual
fúnebre que va desde los momentos previos al fallecimiento del individuo como su
velorio y su funeral. Todos estos son elementos que se interrelacionan, no podemos
comprender la verdadera dimensión de su significado si no sabemos la relación entre la
ritualidad fúnebre y de los espacios de la muerte como preservadores de memoria ya
que en este nivel se presenta el lenguaje a partir del cual se construye la realidad y que
para este caso como práctica sociocultural va a definir la construcción de un imaginario
de la sociedad que se ha establecido entre los años 1830 – 1930.

Respecto a este problema cabe preguntarse entonces:

- ¿Qué papel juega el simbolismo en la representación social de la muerte para la


sociedad chilena entre 1830 y 1930?

- ¿En qué representaciones refleja este simbolismo mortuorio?

- ¿Cómo se va desarrollando y en qué elementos se refleja el cambio en la


representación social de la muerte?

-¿Cómo el cementerio y su simbolismo puede transmitir la memoria de grupos pasados?

-¿Qué canales de transmisión de la memoria colectiva se vislumbran en el cementerio?


Estado de la cuestión

El tema escogido apunta hacia el cementerio como lugar y espacio de memoria,


el simbolismo implícito en su arquitectura a través de figuras epitafios que evocan una
visión particular sobre la muerte y el destino de sus deudos ello en un lugar específico
sujeto a cambios propios de la sociedad como a las dinámicas que responden a preservar
la memoria de grupos ya desaparecidos, transformándose en un lugar de memoria.

Las obras revisadas permiten dar luces sobre distintos aspectos de la


investigación otorgando así las directrices que ayudarán a resolver el problema
pudiendo así establecer el sentido del cementerio como construcción social y su
proyección hacia nuestros días como lugar de memoria que evoca a viejos grupos. En
este sentido dentro del conjunto de obras, algunas se refieren específicamente a la
descripción de cementerios, como su arquitectura, la descripción de ornamentos, etc.
Estos son el soporte material sobre el que se establecerá la interpretación simbólica que
vendrá dada por el grupo de textos referidos netamente al simbolismo tanto en su
generalidad como en lo referido a las prácticas mortuorias inspiradas tanto por el
cristianismo como por la logia masónica, estos además de los diccionarios de símbolos
otorgan el soporte para dar una interpretación y sentido a la iconografía fúnebre en
distintas épocas. En el ámbito de la muerte como construcción social se puede encontrar
textos que se refieren a como la actitud del hombre va cambiando en medida que la
sociedad occidental se va complejizando llevando también transformaciones referidas a
la manifestación de la muerte en el sentido material y espiritual. Un último aspecto que
aborda la selección de textos son la memoria y los lugares de memoria, entendiendo
cómo los grupos dejan sus huellas materiales como testimonio de la trasformación física
de los lugares que de los que formaron parte, estos permiten unir el entramado
simbólico ya explicitado con la memoria preservada tras estos dando a entender cómo a
través de estos elementos podemos entender el imaginario social de grupos que ya han
desaparecido.

El primer conjunto de obras se agrupa en torno a descripciones sobre el aspecto


físico de cementerios, estas obras sirven como apoyo al material recolectado a partir de
visitas a los mismos cementerios, otorgando visiones de estos mismo en épocas pasadas,
en ello se enmarca la obra Sepulcros y Difuntos: Noticias Históricas y Tradiciones sobre
el Cementerio Jeneral de Santiago de J. Abel Rosales obra editada por Imprenta Estrella
de Chile, 1888. En ella se destaca la disposición física de las tumbas y barrios en que
están dispuestas señalando los deudos que en ellas descansan, como sus epitafios y
leyendas que circulan entre ellas. En este mismo sentido descriptivo se inserta la obra de
Benjamín Vicuña Mackena “Relaciones Históricas” editada por Rafael Jover en 1877,
en su apartado “La ciudad de los muertos” se realiza un trabajo tanto histórico como
descriptivo del cementerio General de Santiago adentrándose en los orígenes como en
su evolución destacando además la arquitectura y ornamentación deteniéndose sobre
distintos personajes, algo muy característico del autor. La importancia de esta obra
radica en que no solo aporta esta visión descriptiva del cementerio sino que además
aporta sus impresiones como persona de su época respecto a la muerte y como se
plasma en tumbas y epitafios. En una línea similar a la de Vicuña Mackena se inserta la
obra publicada en La Revista Chilena Vol. 17, tomo II, 1875 – 1880 y realizada por José
María Torres Arce quien describe el cementerio en vísperas de la fiesta de Todos Los
Santos, una visión distinta y que refleja la festividad donde la muerte toma un aspecto
alegre llena de colores, reflexiona además sobre la religión, fe y la muerte frente a tal
espectáculo, en ellos se puede vislumbrar el cambio de percepción frente a la muerte
que se concretará hacia los años treinta.

Una obra de vital importancia dentro de este afán descriptivo de los cementerios
es la obra publicada en la Revista Herencia Vol. 26 titulada Ángeles funerarios del
Cementerio General de la ciudad de Cartago trabajo realizado por Guillermo Brenes
2012, en ella se establece la descripción de los distintos tipos de ángeles presentes en las
sepulturas del sector antiguo del cementerio. Apoyada esta descripción en fotografías,
permite reconocer figuras angelicales que forman un patrón definido y que se repiten en
los cementerios General de Santiago como en el Nº1 de Valparaíso, la obra permite
además vislumbrar la existencia de una simbología mortuoria católica cristiana que no
presenta muchas variaciones según el lugar geográfico donde se encuentre. Por otro
lado podemos enmarcar esta obra en el segundo grupo que encierra lo referido a lo
simbólico bajo estas imágenes ya que tras la descripción de los ángeles el autor realiza
una interpretación simbólica de cada detalle en su figura, postura y objetos que le
rodean.

Este grupo de obras viene a completar y complementar los datos recogidos en


terreno, si bien podríamos clasificar estas obras como fuentes se ha decidido
clasificarlas en el aspecto descriptivo del trabajo ya que este es la base para las
interpretaciones teóricas que se realizarán en torno al cementerio. El conjunto de
trabajos va vislumbrando los cambios producidos en la arquitectura mortuoria como en
el tipo de epitafios, las descripciones dan cuenta de cómo a partir de 1850
aproximadamente, los rituales como la perpetuación material de las construcciones
sociales de la muerte va cambiando de un sufrimiento más expresivo de la muerte
evocado en la monumentalidad hacia un ocultamiento de este con la progresiva
eliminación de ornamentos y una simplificación de la arquitectura mortuoria.

El segundo grupo de obras se inserta en el soporte teórico y conceptual en este


segundo grupo se apunta esencialmente al simbolismo como una forma tomar el trabajo
descriptivo previo y dotarlo de contenido para así ir construyendo significados y
realidades bajo la premisa de que el símbolo es un creador de realidad social. Ligado a
este aspecto simbólico es que se encuentra “El diccionario de los Símbolos” de Jean
Chevalier, Editorial Herder, Barcelona, 1986. Este diccionario realiza una teorización
del símbolo y su función personal como social en un rol creador y transformador de la
realidad, continúa con la lista de símbolos a los que ofrece una completa explicación
tanto en su origen como un sus múltiples significados. En esta misma línea se inscribe
la obra de Cooper, J. C. El simbolismo lenguaje universal. Edición 1. Argentina,
Editorial Lidiun, 1988 señalando cómo el símbolo nos ayuda a comprender nuestro ser
como también acciones y reacciones, por otro lado destaca la importancia del símbolo
como objeto vivo del pasado que se mezcla con elementos presentes, de ahí los distintos
niveles de significación que este posea. En los capítulos posteriores realiza el análisis de
símbolos universales como el círculo, el cuadrado, el huevo, el árbol entre otros.
Muchos de los símbolos citados en las obras mencionadas pueden ser analizados desde
las perspectivas propuestas por estos autores, sin embargo dado los múltiples niveles de
significados que estos poseen es necesario realizar una interpretación tomando en
cuenta diversas perspectivas, tanto desde la situación cultural nacional, tanto como
religiosa.

A partir de la recolección de datos en terreno es que se hace necesario recurrir a


dos nuevas clasificaciones de la simbología además de las ya vistas anteriormente, en
esta línea se inscribe la obra “Simbología Cristiana” de J. Ferrando Roig, Juan Flors
Editor, 1958. Este trabajo aporta una recopilación indexada de símbolos cristianos,
explicando su origen, características y empleos. La importancia dentro de la
investigación radica en que los cementerios durante los últimos tres siglos han sido una
práctica relacionada con la religión cristiana en su mayoría, por lo que gran parte de los
íconos presentes en su ornamentación como la simbología presente en la arquitectura y
decoración responden a cánones cristianos, esto clarifica mucho más la construcción
realizada a partir de un simbolismo escatológico presente en la mayoría de las tumbas,
relacionadas tanto con la vida más allá de la muerte como con la parusía. Es importante
destacar que dentro de todo el entramado simbólico mortuorio se entrelazan tanto
elementos cristianos como paganos algunos provenientes de la mitología griega y
egipcia ligados al mundo masónico.

El siguiente grupo de obras se enmarca en la historia de las mentalidades


adentrándose en las percepciones y actitudes que distintos grupos adoptan frente a la
muerte, ello nos permite establecer un vínculo entre la construcción simbólica realizada
a través de la materialidad y sus interpretaciones a la luz de la simbología con actitudes
y prácticas que están por sobre los grupos en específico. En este aspecto una obra de
vital relevancia como soporte teórico frente a las percepciones de la muerte es la obra
Historia de la muerte en Occidente: de la Edad Media a nuestros días. Barcelona, El
Acantilado, 2000, de Phillippe Ariès. Su obra se enmarca en lo que es la actitud y
percepción occidental frente a la muerte, para ello hace un estudio en un período de
larga duración donde observa los cambios que la sociedad occidental experimenta frente
a este suceso trascendental. Destaca tres etapas: La muerte domesticada, que se
caracteriza por una cercanía a la muerte, no existe un miedo a esta y la muerte se espera
con simplicidad en la cama, era este un acto simple y familiar, señala que esta
percepción es típica de sociedades campesinas y tradicionales. En segundo lugar hace
mención a “la muerte ajena” esta supone una especialización del duelo. La muerte así se
exalta y dramatiza, a esto el autor se refiere también como la muerte romántica. Para
esta investigación es de vital interés este período ya que se conecta directamente con la
aparición de los cementerios extramuros, los grandes mausoleos, epitafios y una
arquitectura mortuoria monumental; así cobra sentido la construcción simbólica que se
puede realizar sobre esta época teniendo un lugar dentro del pensamiento occidental que
Ariés señala. Como último aspecto el autor se refiere a “La muerte prohibida” donde se
observa la atenuación de valores como el luto, el ocultamiento del sufrimiento como la
práctica eliminación del duelo y del luto. Se quiere una muerte rápida y limpia según los
cánones médicos e higienistas, por lo que ya no se muere en la cama del hogar, sino que
esto ocurre en el hospital alejado de los familiares, esto a su vez se conecta con el
cambio simbólico que experimenta la propia arquitectura del cementerio, ya que ante
este ocultamiento de la muerte caen los ornamentos, se simplifica la arquitectura
mortuoria siendo así “más limpia” tal como la nueva visión de la muerte lo presenta.

En la misma línea de la historia de las mentalidad es que se inserta la obra “La


Soledad de los Moribundos” de Norbert Elías, editado por el Fondo de Cultura
Económica, México, 1989. Se enfoca en la visión y prácticas respecto a la muerte en los
tiempos modernos, en este sentido se conecta con la última categoría de Ariés “la
muerte prohibida”, sin embargo Elías propone una visión de cambios no tan radicales
señalando que hay ciertas continuidades en las prácticas como lo es el individualismo
proveniente del renacimiento, profundiza además sobre los modos de vivir y morir,
llegando a la conclusión de que el hombre moderno no teme a la muerte en sí, sino que
al proceso anterior a la muerte, es por ello que a los ancianos se les desvincula de la
sociedad y se les agrupa en asilos, se intenta esconder esta cara que nos muestra nuestro
destino final y como nos vamos transformando a medida que la vida se acerca a su fin.

De los textos mencionados se pueden desprender estas continuidades y


discontinuidades respecto a las actitudes frente a la muerte, la llegada de la modernidad
con un discurso higienista y medicalista como punta de lanza del progreso, junto a un
fuerte individualismo llevan a que en el transcurso del siglo XIX al XX se da un cambio
de mentalidad que lleva a desfamiliarizarse con la muerte para rechazarla y esconderla.

En el mismo ámbito de la historia de las mentalidades pero aterrizando a la


realidad chilena para este período, Marco Antonio León en “Sepultura sagrada, tumba
profana: Los espacios de la muerte en Santiago de Chile 1883-1932” LOM ediciones,
1997. Alude al imaginario colectivo que se crea en el proceso de secularización, es decir
laicización de las instituciones, así realiza un recorrido por la ritualidad mortuoria, no
solo en el cementerio, sino que mostrando también el luto y el velorio como parte de
este imaginario, pretende así establecer un vínculo entre la muerte, la vida y la ciudad
de los muertos como un reflejo de la sociedad y sus contrastes, engloba en ello tanto el
aspecto social como político religioso, lo que es posible vislumbrar en la separación
entre católicos y laicos o la aparición de nuevos barrios dentro del camposanto
destinados a la población de menores ingresos. En cuanto a los cambios frente a los
imaginarios señala que ha ocurrido una progresiva secularización de la muerte yendo
del culto al alma, al culto del cuerpo y un progresivo ocultamiento de este hacia los años
treinta. Finalmente cabe destacar que para el autor el cementerio es una fuente viva de
creencias y ritos que los vivos erigen a los muertos por lo que este puede ser visto como
un reflejo de los cambios y contrastes sociales del Chile finisecular.

Los tres grupos de textos ya citados muestran cómo se puede realizar una
construcción del imaginario que la sociedad chilena tuvo frente a la muerte y cómo esta
fue cambiando. Esta construcción tiene como base la materialidad del camposanto y su
carácter simbólico que le otorga un sentido, lo que a su vez se conecta con las prácticas
y actitudes pre y post mortuorias, que si bien pueden verse reflejadas en el luto y el
duelo pueden verse plasmadas también de manera más sólida en la misma simbología
que el cementerio muestra.

Bien ya se dijo que el cementerio puede ser reflejo de una sociedad o grupos ya
desaparecidos o que han cambiado lo suficiente como para no reconocernos en ellos,
entonces cabe preguntarse ¿Cómo se transmite este entramado simbólico?¿Porque hay
elementos que aún nos parecen tan familiares? La respuestas a estas preguntas pueden
ser dadas por el cuarto grupo de obras, que es el sustento de todo este entramado ya que
nos explica cómo grupos desaparecidos pueden seguir vagamente vigentes entre
nosotros a pesar de no existir sobrevivientes de tal grupo. Este grupo apunta
esencialmente a la memoria en dos aspectos: la memoria colectiva y los lugares de
memoria. En este ámbito se enmarca la obra “Memoria Colectiva” de Maurice
Halbwachs, editado por Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004. En ella se destaca la
relación entre memoria colectiva y el espacio, el autor señala que la memoria colectiva
es el pensamiento común impersonal que es transversal al grupo, es un elemento estable
que transforma la unión de los seres con base afectiva en la sociedad. El espacio que
rodea a estos grupos pasa formar parte de ellos, estos lo transforman según sus
percepciones, costumbres y distinciones sociales, cada uno de estos espacios es reflejo
de una forma de ser común, los detalles de este espacio solo pueden ser comprendidos
por quienes forman parte del grupo, en otras palabras, el grupo se traduce en el espacio.
Esta relación es de vital importancia para entender cómo un grupo específico plasma su
forma de ser en el propio cementerio, estas formas se resisten al cambio del grupo y aún
permanecen cuando este ya ha desaparecido lo que explica que los nuevos grupos
nacidos de uno en común ya desaparecido siempre tienen elementos de continuidad,
como ya la ha planteado Norbert Elías respecto a las percepciones de la muerte. En este
sentido el espacio permanece como la forma de ser y memoria del viejo grupo.
Un acercamiento al espacio y la memoria lo realiza Pierre Nora en “Les Lieux
de mémorie” de Ediciones Trilce, 2008. Esta obra se refiere a los lugares de memoria,
donde el cementerio tiene un claro reconocimiento con esta clasificación. Ya se ha
mencionado las características del camposanto, en su dimensión material, simbólica y
funcional, estas para Nora son los requisitos que por definición debe tener un lugar de
memoria, señalando además que son restos sobre los que perdura una conciencia
conmemorativa que es solicitada porque se ignora. Por otro lado estos lugares poseen
una voluntad de memoria donde por medio de una acción consciente se quiere mantener
esa experiencia intransmisible de grupos ya desaparecidos, no poseen referentes en esta
realidad ya que son sus propios referentes al ser parte de una forma de ser pasada que ya
no nos pertenece.

En una línea más metodológica sobre el tratamiento del testimonio y la memoria


se enmarca el trabajo de Pilar Calveiro “Testimonio y memoria en el relato histórico”,
Acta Poética 27 (2), Otoño, 2006. Ella confronta a la historia con el testimonio y
advierte de los peligros y tentaciones que la historia puede incurrir al ser generalizadora
y excluyente de fuentes testimoniales pretendiendo ser superior, en este sentido el
testimonio otorga una multiplicidad de perspectivas frente a las relaciones sociales y de
poder. Este relato presenta a otro que se abre a la posibilidad de tener cabida dentro de
la transmisión de la memoria, se propone así no oponer los saberes académicos a estos
saberes nacidos de la subjetividad de la experiencia, estos deben ser complementarios
para el trabajo de la memoria.

Tras lo esbozado en el presente estado de la cuestión cabe señalar que este se


basa en una construcción sostenida en cuatro soportes, haciendo la analogía a una mesa
de cuatro patas, en este sentido el aspecto material del cementerio, como lo simbólico
que se haya en este, las construcciones y percepciones sobre la muerte desde las
mentalidades y la memoria de los grupos plasmada en este espacio, dan el soporte
necesario para crear un relato que se sostenga tanto en evidencia como en teoría. Se
busca así encontrar respuestas que nos muestren cómo las personas vivían y sentían la
muerte de un ser querido, y como el cambio de estas actitudes frente a la muerte se
correlaciona con cambios sociales en un nivel más macro, por otro lado buscar
respuestas a cómo la memoria de esos grupos sigue presente en algunos aspectos, donde
para la preservación de estas formas de ser de antiguos grupos y de una sociedad que ya
no es la misma quedó plasmada en formas materiales que hoy nos esforzamos por
mantener.
Bibliografía

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Barcelona, El Acantilado, 2000.

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Lidiun, 1988.

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- Halbwachs, Maurice. La Memoria Colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza,


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- León, Marco Antonio. Sepultura sagrada, tumba profana: los espacios de la muerte en
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-Vicuña Mackenna, Benjamín. Relaciones históricas., Santiago: Rafael Jover, editor,


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http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-86627.html . Accedido en 6/9/2015.

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