Está en la página 1de 2

lanacion.

com |

Revista

Domingo 03 de noviembre de 2013 | Publicado en edición impresa

Cambalache

Ayer y hoy

Por Enrique Pinti | Para LA NACION

Ver perfil

Comentá5

inShare

Las sociedades no se desintegran de un día para el otro. Es una cadena muy larga de
acontecimientos que muchas veces no parecen ser lo suficientemente importantes ni estar
íntimamente relacionados entre sí lo que desemboca en conflictos sociales de muy difícil
solución. Así como muchas enfermedades invaden poco a poco organismos humanos sin que
tengamos real conciencia de su existencia y sus consecuencias, los cuerpos sociales van siendo
contaminados por gérmenes siniestros, fruto de malas conductas individuales y colectivas, con el
agregado de pésimas medidas gubernamentales que van de la indiferencia a las soluciones
agresivas, pasando por la negación con fines oportunistas que buscan edulcorar la realidad o las
soluciones precipitadas con objetivos electoralistas que buscan aplacar los reclamos del pueblo.

Cuando las sociedades y sus gobiernos descuidan la educación, pasan por alto la necesidad
absoluta de privilegiar el trabajo (no con discursos, sino con empleos decentemente retribuidos)
y fomentan la especulación por sobre el ahorro, desalentando toda actividad honesta con
trampas permitidas por leyes engañosas que dan la sensación de plata fácil, pingües ganancias u
oportunidades del momento; ahí es donde los países comienzan a confundir sus metas.
Desmantelar industrias, reventar con impuestazos a pequeñas empresas, descuidar los recursos
naturales, regalarlos a cambio de suculentas comisiones, olvidar o relegar bienes tradicionales y
producción de todo tipo de insumos, desequilibrar balanzas comerciales y no poder manejar los
lobbies que perjudican a mayorías, son algunas de las fallas que llevan a un país o grupo de
países a una permanente sensación de frustración, que tiene que ver más con la decadencia de
valores humanos que con las cuestiones económicas. Es como el cuento del huevo y la gallina:
¿qué viene primero? ¿Es casualidad o causalidad? ¿Grandes males realmente se curan con
grandes remedios? ¿Es útil para las sociedades excluir so pretexto de aliviar debacles producidas
más por factores de mala conducta social que por reales fallas de las estructuras económico
financieras? ¿Qué nos pasa a los pueblos cuando vemos que bajo gobiernos de distinto discurso
ideológico y diferentes enfoques de la realidad nacional e internacional, agrupados con primeros
mundos, países emergentes o en aislacionismo a ultranza, vemos llegar luego de un respetable
período de tiempo que puede significar una década o a veces dos, los mismos resultados
negativos, o sea, desvalorización de la moneda, carestía injustificada e inflaciones o deflaciones
que nos hacen estancarnos, frustrarnos y muchas veces empujarnos a desarrollar conductas de
evasión de impuestos y dibujitos seudolegales, moratorias varias y demás acrobacias para zafar,
verbo que no deberíamos conjugar con tanta frecuencia?

Los distintos sectores, del rico al lumpen, pasando por toda la escala social, se ven afectados por
todo tipo de crisis, y en su inmadurez sólo ven la punta de iceberg, sin tomar conciencia de que
siempre los problemas de hoy son la consecuencia directa o indirecta (pero consecuencia al fin)
de los errores del pasado. Quien cierra fábricas destruye la cultura del trabajo, dibuja paridades
cambiarias, mete en el inconsciente colectivo la idea nociva de que la democracia tiene la culpa
de los problemas, propugnando vueltas hacia dictaduras que ya demostraron, aparte de sus
crueldades criminales, su ineficiencia para contener los derrumbes económicos. Quien se hace el
misericordioso con esos errores de ayer y juega de chupamedias de los de hoy no contribuye a la
necesaria concientización que debería llevarnos a no creer que los que nos hundieron sean
nuestros salvavidas..

También podría gustarte