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Pontificia Universidad Católica de Chile

Instituto de Filosofía
Investigación Pregrado Invierno 2018
Profesor guía: Manuel Correia

El descubrimiento de la idea verdadera a través de la


reforma del entendimiento en Spinoza

Ricardo Monsalve Pavez

Viernes, 07 de septiembre de 2018


Resumen

De acuerdo con el Tratado de la reforma del entendimiento humano (en


adelante, TRE), la finalidad del conocimiento humano consiste en alcanzar la perfección
por medio del conocimiento de las cosas, de sí mismo y de Dios, para de este modo
poseer una reconstrucción mental fidedigna del mundo y obrar correctamente sobre él
(pp. 10, §13-16), de modo que, a lo largo de la obra de Spinoza, este proyecto
epistemológico aparecerá desglosado en dos dimensiones: el conocimiento del hombre
(dimensión subjetiva) y el conocimiento de Dios (dimensión teológica). El propósito de
la presente investigación consiste en analizar e integrar los elementos de estas dos
dimensiones en el marco de la epistemología spinoziana desplegada en cinco de sus
obras: el Tratado sobre la reforma del entendimiento humano, los Principios de
filosofía de Descartes, los Pensamientos Metafísicos, el Tratado Breve, y la Ética
demostrada según el orden geométrico, con el propósito de indagar la constitución
antropológica del ser humano, dividido en alma y cuerpo, además de sus modos de
percepción, de conocimiento y de producción de ideas; así como el rol que cumple Dios
en el conocimiento humano, en tanto idea verdadera que sirve a modo de criterio para
perfeccionar progresivamente el entendimiento humano.
Índice

Abreviaturas___________________________________________________________4
Modos de percepción, tipos de conocimiento y clasificación de las ideas____________5
Hacia la depuración de las ideas____________________________________________7
El método_____________________________________________________________8
Ontoteología: la fundación de la idea de Dios________________________________11
La arquitectura del sistema: sustancia, atributos y modos_______________________13
Antropología: constitución dual del ser humano______________________________14
Afectos y conocimiento_________________________________________________16
Conclusión___________________________________________________________17
Bibliografía___________________________________________________________18
Abreviaturas

Ética demostrada según el orden geométrico = ED


Pensamientos metafísicos = PM
Principios de filosofía de Descartes = PFD
Pensamientos metafísicos = PM
Tratado breve = TB
Tratado de la reforma del entendimiento = TRE

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Modos de percepción, tipos de conocimiento y clasificación de las ideas.

Para alcanzar el fin propuesto por Spinoza al conocimiento humano, el


entendimiento debe atravesar un proceso de perfeccionamiento paulatino de sus modos
de percepción (TRE, pp. 109-110, §26-29). Spinoza identifica al menos cuatro modos
de percepción de los cuales a su vez deriva tres tipos de conocimiento organizados en
un continuo, de acuerdo con sus diferentes grados de certeza.

El primer modo de percepción consiste en la percepción de oídas, noticias que


tenemos sobre las cosas a partir de los dichos de otra persona. Según el autor, este modo
sería sumamente inseguro, dado que no verifica por experiencia propia la veracidad de
la información, sino que nos quedamos con indicios de los otros a los cuales
concedemos credibilidad a partir de la estimación que tendríamos hacia ellos. El
segundo modo de percepción consiste en la percepción por experiencia vaga, esto es, las
impresiones que recibimos por medio de nuestros sentidos. Según el autor, este modo de
percepción también sería sumamente inseguro, dado que capta solamente accidentes
sobre las cosas, no sus esencias con todos sus atributos respectivos, mediante una
definición exhaustiva. Respecto de las sensaciones, Spinoza plantea que las ideas
percibidas por medio de los sentidos son parciales, mutiladas, dado que solo
corresponden a afecciones de algunas cualidades del objeto sobre el cuerpo humano, sin
alcanzar la esencia del objeto ni la organización de sus atributos por parte del
entendimiento (ED, 179. Prop. XL). Spinoza deriva de estos dos modos de percepción
un tipo de conocimiento oscuro y confuso que denomina <<conocimiento de primer
género>>, <<opinión>> o <<imaginación>>, dado que está radicado en el primer
acceso al conocimiento de las cosas, a saber, la impresión de los sentidos (ED, p. 179,
Prop. XL).

Estos dos modos de percepción producen ideas ficticias, falsas o dudosas. Las
ideas ficticias surgen a raíz de que la mente finge la existencia de una cosa a raíz de su
posibilidad (TRE, pp. 128-129, §63), mientras aún desconoce si hay una causa para su
existencia (TRE, pp. 121-122, §53). La posibilidad, dentro de la doctrina de la
modalidad de Spinoza, es considerada un defecto del entendimiento (PM, 296-298,
§242-243; ED, pp. 102-103, prop. XXXIII), dado el determinismo de que las cosas
existan por necesidad o no existan por imposibilidad (contradicción). Las ideas falsas

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consisten en que “se afirma de una cosa algo que no está contenido en el concepto que
de ella hemos formado” (TRE, p. 134, §72), a causa de la percepción confusa y parcial
de las cosas. (TRE, p. 135, §73; ED, p. 171, prop. XXXV). Finalmente, las ideas
dudosas consisten en “la suspensión del ánimo ante una afirmación o una negación <de
una cosa> que afirmaría o negaría, si no surgiera algo cuyo desconocimiento hace que el
conocimiento de esa cosa deba ser imperfecto” (TRE, p. 139, §83). A diferencia de la
idea ficticia y la idea falsa, el entendimiento se abstiene de emitir un juicio con respecto
a una cosa, hasta conseguir un conocimiento claro y distinto de ella, con lo cual
necesariamente la voluntad asentiría ante la verdad vislumbrada.

Todas estas ideas —ficticia, falsa y dudosa— tienen en común su origen en la


imaginación, esto es, “en ciertas sensaciones fortuitas y aisladas, que no surgen del
mismo poder de la mente, sino de causas externas, según los diversos movimientos que,
en sueños o despiertos, recibe el cuerpo” (TRE, pp. 141-142, §84). En efecto, para
Spinoza será nuestra dimensión corporal la causante de muchos de los errores cometidos
por la mente humana, pero estará en manos de la voluntad contenerse de asentir a una
idea ficticia, falsa o dudosa hasta que el entendimiento obtenga un conocimiento claro y
distinto sobre ella.

El tercer modo de percepción es la deducción, por medio del cual se derivan


esencias sobre las cosas a partir de otras, por ejemplo, en la deducción de una causa a
partir de sus efectos o en la deducción de una esencia a partir de las propiedades que
siempre la acompañan (TRE, p. 105, §18). A este modo de percepción corresponde un
tipo de conocimiento de <<segundo género>> o racional, pues en este segundo acceso
al conocimiento interviene la facultad de la razón, a partir de la cual es posible
efectivamente deducir una cosa a partir de otra. Ahora bien, pese a que este modo de
percepción involucra mayor certeza que los anteriores, para Spinoza el grado de certeza
dependerá de cuán exactamente expresa una cosa (efecto, propiedad) a la otra (causa,
esencia), considerando las distinciones ontológicas entre ambas entidades.

Finalmente, el cuarto modo de percepción consiste en la percepción por su sola


esencia o causa próxima, esto es, el modo que "progresa a partir de la idea adecuada de
la esencia formal de ciertos atributos de Dios hacia el conocimiento adecuado de la
esencia de las cosas", al cual denomina Spinoza <<ciencia intuitiva>> (ED, 179, prop.
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XL). Dada la seguridad que provee esta idea adecuada, Dios se convertirá en el criterio
del método spinoziano para hacer progresar al entendimiento en la esencia de las cosas
de la naturaleza con certeza, sin sospecha de oscuridad y confusión en el modo de
percepción.

Hacia la depuración de las ideas

Pero antes de hacer uso de la idea verdadera Dios, Spinoza define el concepto
“idea”, menciona algunas de sus propiedades y establece los criterios para que una idea
sea verdadera. En primer lugar, Spinoza define idea como “un concepto del alma, que el
alma se forma por ser una cosa pensante” (ED, pp. 122-123, Def.). Sus propiedades son
tres, asociadas a su génesis y perfección (TB, p. 153, §108):

VI. Que las ideas que formamos clara y distintamente […] parecen derivarse de tal
modo de la sola necesidad de nuestra naturaleza que parecen depender exclusivamente
de nuestro poder; y al revés las confusas, ya que muchas veces se forman contra nuestra
voluntad.
VII. Que las ideas que forma el entendimiento a partir de otras las puede determinar la
mente de muchas formas.
VIII. Que las ideas son tanto más perfectas cuanta más perfección expresan de un
objeto.

Estas propiedades preparan el terreno para introducir la idea verdadera de Dios


en tanto criterio óptimo para conocer con claridad y distinción. En efecto, en la
propiedad IV está sugerido que las ideas innatas son más claras y distintas que las
adventicias, provenientes del cuerpo, y, por ende, propensas a error; mientras que la
propiedad VIII está anticipando la perfección superlativa que podría tener la idea de
Dios dado el objeto al cual se refiere, esto en caso de ser apropiada por parte del sujeto
cognoscente. Con respecto a la IV propiedad, Spinoza planteará que se trata de una

fuerza natural (nativa) [aquello que no es causado en nosotros por causas externas, nota al pie de
página] [con la cual el entendimiento] se forja instrumentos intelectuales con los que adquiere
nuevas fuerzas para realizar otras obras intelectuales y con estas consigue nuevos instrumentos,
es decir, el poder de llevar más lejos la investigación, y sigue así progresivamente hasta
conseguir la cumbre de la sabiduría. (TRE, p. 111, §31).

Y por “cumbre de la sabiduría”, Spinoza se está refiriendo al conocimiento de


Dios:

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El supremo bien del alma es el conocimiento de Dios, y su suprema virtud, la de
conocer a Dios.
Demostración: lo más alto que le alma puede conocer es Dios, esto es […] un ser
absolutamente infinito, y sin el cual […] nada puede ser ni ser concebido; y así […] la
suprema utilidad del alma, o sea, […] su supremo bien, es el conocimiento de Dios.
(ED, pp. 340-341, prop. XXVIII).

Según Spinoza (TRE, p. 142, §85), esta idea verdadera se caracteriza por ser
simple (Dios en tanto sustancia única), manifestar cómo y por qué se hicieron y son
hechas las cosas (Dios en tanto providencia universal), y producir efectos objetivos en el
alma que proceden conforme a la existencia de los objetos (Dios en tanto criterio de
conformidad entre nuestras ideas y los objetos externos al ser humano).

De este modo, una vez establecido el fin hacia el cual debe dirigirse el ser
humano, sus modos de percepción, el tipo de conocimiento más adecuado y la idea
verdadera Dios, Spinoza procede a determinar su método de investigación.

El método

La idea verdadera Dios se convierte en el criterio a partir del cual Spinoza erige
su método de conocimiento de la naturaleza. Pero dada la generalidad de esta idea, antes
de abordar la investigación Spinoza se propone tres condiciones fundamentales que ha
de seguir su método (TRE, pp. 119-120, §49):

1. Distinguir la idea verdadera de todas las demás percepciones y mantener apartada


de ellas a la mente. Para cumplir este criterio, por una parte, Spinoza radica la idea
verdadera Dios en el entendimiento en tanto medida innata de comparación entre los
grados de perfección de las ideas, esto es, la cantidad de notas positivas sobre una cosa
singular. Dado que la idea verdadera Dios está de modo innato en el entendimiento, no
puede obtenerse vía experiencia, de modo que esta resguardada de los errores suscitados
por el 1er modo de percepción, sino más bien se la apropia mediante una
autoconsciencia del individuo de que la posee en el alma (ED, p. 182, prop. XLII). Por
otra parte, Spinoza establece una correspondencia entre la idea de un objeto (ideatum) y
el objeto ideado (ideato), de modo que la idea puede volverse un objeto cognoscible por
sí mismo, prescindiendo del objeto al cual representa. De este modo, la relación causal
existente realmente entre los fenómenos también existe ideacionalmente entre las ideas

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de ellos, cuyo orden y conexión son correspondientes entre estos dos ámbitos, el real y
el ideal (ED, pp. 129, 135; props. VII, IX). Por consiguiente, para constituirse en
criterio de verdad, la idea verdadera se distingue de las ideas adventicias en la medida
en que está radicada innatamente en el alma, y en la medida en que a través de ella
pueden ser conocidos todos los fenómenos de la naturaleza, dada la correspondencia
entre las ideas y las cosas.

2. Proporcionar las reglas para que las cosas desconocidas sean percibidas según
dicha norma. Estas reglas se pueden dividir en dos: reglas para formular una hipótesis y
reglas para elaborar una definición genética (tratados más adelante). Los requisitos para
la formulación de una hipótesis son:

a) que, en sí misma considerada, no implique contradicción. Dada la correspondencia


entre el ámbito real y el ámbito ideal, la modalidad no solo tiene un carácter lógico, sino
también un carácter material, en el cual la necesidad con la cual se derivan
proposiciones sobre la base de premisas verdaderas refleja la existencia material de los
hechos formalizados en ellas, y viceversa, la contradicción involucra su imposibilidad
de existencia. Con respecto a la contingencia, para Spinoza se trata de una afección de
nuestro entendimiento humano, de modo que se advierte en particular en esta
concepción lógico-material de la modalidad la doctrina determinista de Spinoza en la
que los hechos o son necesarios (y, por ende, existen) o son imposibles (y, por lo tanto,
no existen). Por ende, una hipótesis que en sí misma fuera contradictoria no reflejaría
ningún hecho material correlativo en el ámbito de la realidad.

b) que sea la más simple que pueda darse. Dado que la composición de ideas podría
conducir al entendimiento a la oscuridad y la confusión, el entendimiento debe
esforzarse por captar mediante el conocimiento racional o el conocimiento intuitivo la
idea más clara y distinta a partir de la cual componer sucesivamente ideas más
complejas. Este proceder analítico-sintético tiene su origen y su fin en la idea verdadera
de Dios, dado que a partir de la posesión (descubrimiento) de esta idea verdadera
(procedimiento de análisis), se deriva el resto de las ideas compuestas (procedimiento
de síntesis) mediante su concatenación causal llevada a cabo por el entendimiento. Por
consiguiente, la hipótesis más simple proporciona una base epistemológica más segura

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para la jerarquización sucesiva de los conocimientos sobre los fenómenos de la
naturaleza.

c) que (se sigue de b) sea facilísima de conocer. Entre el espectro de ideas susceptibles
de ser conocidas, el entendimiento debe buscar la más fácil de conocer, ya que al ser
más simple propiciará una definición más precisa sobre la esencia del objeto ideado.
d) que cuanto se observa en la naturaleza se pueda deducir de ella. Esta condición
discrimina entre hipótesis sobre la base de su poder explicativo: una hipótesis es más
perfecta que otra si a partir de ella se pueden explicar más fenómenos que a partir de la
otra.

3. Fijar un orden para no fatigarnos con cosas inútiles. Dada la identidad entre ideas y
objetos, la secuencia en la que se deducen las esencias de las cosas singulares debe
seguir el orden en el que efectivamente se encuentran los objetos de la naturaleza, a
partir del descubrimiento de leyes intrínsecas a ellos por las cuales son generados y
relacionados entre sí (TRE, 149, §99). Según Spinoza, esta regla nos resguardaría de
presuponer universales abstractos a partir de los cuales deducir algo real, y para deducir
universales abstractos a partir de la realidad.

Una vez estipuladas las reglas de la hipótesis científica, la argumentación de


Spinoza discurrirá sobre la posibilidad de una idea real, necesaria, simplicísima,
facilísima de conocer y a partir de la cual se puedan derivar todas las restantes ideas
sobre la naturaleza. Para intentar delimitar esta idea verdadera de Dios, Spinoza
distingue entre dos métodos de comprensión de acuerdo con los tipos de seres a los
cuales se pretende definir:

Si la cosa existe en sí o [...] es causa de sí, deberá ser entendida por su sola esencia; en
cambio, si la cosa no existe en sí, sino que requiere una causa para existir, entonces
deberá ser entendida por su causa próxima. Ya que en realidad el conocimiento del
efecto no es nada más que adquirir un conocimiento más perfecto de la causa (Spinoza,
TRE, 145, §92).

Para cada uno de estos modos de comprensión (esencial o próximo-causal),


Spinoza distingue reglas de definición:

Si se trata de una cosa increada (TB, p. 147, §96):

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I. Que excluya toda causa, es decir, que el objeto no necesite de ningún otro ser, aparte
del suyo, para su explicación.
II. Que, una vez dada la definición de esa cosa, no quepa siquiera preguntarse si existe.
III. [...] que no sea explicada por nada abstracto
IV. [...] que de su definición se concluyan todas sus propiedades

En este punto Spinoza consigna los criterios de una definición genética que, a
través del argumento ontológico, termine constituyendo certeramente la idea verdadera
Dios para utilizarla de criterio epistemológico para conocer los objetos externos al ser
humano.

Si se trata de una cosa creada (TB, p. 148, §97):

I. La definición deberá [...] comprender su causa próxima


II. El concepto o definición de la cosa debe ser tal que, considerada en sí sola y no unida
a otras, se puedan concluir de ella todas sus propiedades.

Si a los criterios de comprensión de una cosa increada subyace el argumento


ontológico sobre el cual deriva Spinoza la inmanencia de la idea verdadera y su
necesidad de existir, a los criterios de comprensión de una cosa creada Spinoza subyace
la concatenación de causas próximas que desembocará en la idea verdadera Dios.

Por tanto, de acuerdo con las reglas para la elaboración de una hipótesis valida y
las reglas para una definición de los dos grandes tipos de seres (increados o creados),
Spinoza prepara el método para el conocimiento de la idea verdadera Dios, sus atributos
y su vinculación con la naturaleza en la serie de causas por la cual son explicadas las
cosas singulares.

Ontoteología: la fundación de la idea de Dios

En síntesis, el objetivo del entendimiento humano consiste en:

…poseer ideas claras y distintas, es decir, tales que estén formadas por la pura mente y
no a partir de movimientos fortuitos del cuerpo. Y a fin de que todas las ideas se
reduzcan a una, procuraremos después concatenarlas y ordenarlas de suerte que nuestra
mente reproduzca objetivamente, en cuanto le sea posible, la formalidad de la
Naturaleza, en su totalidad o en sus partes (TRE, pp. 143-144).

Para asegurar la claridad, distinción y concatenación adecuada de las ideas en el


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orden de los objetos de la naturaleza, Spinoza se vale de los modos del conocimiento
racional y del conocimiento intuitivo, de acuerdo con el criterio de verdad de la idea de
Dios y las reglas de formulación de hipótesis y de definiciones, con los cuales desarrolla
su método de demostración geométrico, especialmente en su obra capital, la Ética. Pero
antes de utilizar el criterio de la idea de Dios, primero ha de definir este ente con sus
atributos y modos, con el objetivo de captar su esencia y, por ende, posicionarlo con
certeza, claridad y distinción en la base de su sistema filosófico.
En el Tratado Breve, Spinoza formula principios ontológicos y epistemológicos
en relación a la idea verdadera Dios. Los principios ontológicos versan así (p. 60, §2):

I. Que no existe ninguna sustancia limitada, sino que toda sustancia debe ser, en su
propio género, infinita.
II. Que tampoco existen dos sustancias iguales
III. Que una sustancia no puede producir otra
IV. Que en el entendimiento infinito de Dios no hay ninguna sustancia, fuera de aquella
que existe formalmente en la naturaleza.

Nótese la formulación negativa de todos estos principios, de acuerdo con la


consigna spinoziana según la cual sería imposible definir exhaustivamente a Dios, dadas
las limitaciones de nuestro entendimiento humano, o solamente podrá definírselo
indeterminadamente, según la fórmula “es un ser de quien se afirma todo, o si se
prefiere de quien se afirma atributos infinitos” (TB, p. 60, §1).

A partir de estos principios podemos determinar tangencialmente algunos


atributos de Dios. El primer principio atribuye a Dios el carácter de sustancia infinita
pensante; el segundo principio expresa la unicidad de Dios; el tercer principio excluye
cualquier otra sustancia; y, finalmente, el cuarto principio correlaciona nuevamente las
ideas con la existencia material de los objetos ideados. De este modo, según señala la
proposición XLV de la Ética, "cada idea de un cuerpo cualquiera, o de una cosa singular
existente en acto, implica necesariamente la esencia eterna e infinita de Dios" (p. 187).
Estos principios ontológicos son complementados con una serie de principios
epistemológicos en paralelo (TB, p. 56, §5):

I. Que las cosas cognoscibles son infinitas.


II. Que un entendimiento finito no puede comprender lo infinito.
III. Que un entendimiento finito no puede entender nada por sí mismo a menos que sea
determinado por algo exterior.
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Si hay una única sustancia infinita Dios, con infinitos atributos, entonces la naturaleza
misma ha de tener infinitas cosas cognoscibles (Principio I). Sin embargo, dada las
limitaciones del entendimiento humano (finito por esencia), en particular de sus modos
de percepción y tipos de conocimiento de menor grado, nuestra comprensión de la
naturaleza de Dios y del mundo es limitada (Principio II), dada la intervención de
factores capaces de dirigir al sujeto al error, tales como la atención a estímulos
corporales, la capacidad limitada de almacenamiento de la memoria, la intervención de
la imaginación, la utilización imprecisa de las palabras, los prejuicios, entre otros
factores. (TRE, p. 118, §45). Finalmente, el entendimiento ha de buscar las causas de
los fenómenos en las cosas singulares por las cuales está determinado (Principio III). Si
bien la idea verdadera Dios es innata, el ser humano tiene que descubrirla por medio de
la vinculación causal entre las cosas singulares de la naturaleza, para así constatar que el
fundamento último de los fenómenos reside en la idea verdadera Dios radicada en el
mismo sujeto. En términos de Spinoza, a propósito de la vinculación causal de los
fenómenos:

Por donde podemos ver que nos es, ante todo, necesario deducir siempre todas nuestras
ideas a partir de cosas físicas o de seres reales, avanzando, en lo posible, siguiendo la
serie de las causas, de un ser real a otro ser real (TRE, p. 149, §99).

Con respecto al fundamento del conocimiento de la naturaleza a partir de la idea


de Dios, Spinoza señala que:

...para que nuestra mente reproduzca exactamente el modelo de la Naturaleza debe


hacer surgir todas sus ideas a partir de aquella que expresa el origen y la fuente de toda
la Naturaleza, a fin de que también ella sea la fuente de las demás ideas (TRE, p. 42).

La arquitectura del sistema: sustancia, atributos y modos

Dios en tanto única sustancia es para Spinoza un ser definido por una serie de
atributos de los cuales solo conocemos el Pensamiento y la Extensión, dado que
nosotros seríamos modos de expresión imperfectos de ellos, mediante nuestra
constitución dual de alma (pensamiento) y cuerpo (extensión) (TB, p. 92, §3). En
términos del autor, "la esencia del hombre está constituida por ciertas modificaciones de
los atributos de Dios" (ED, 136, prop. X). Esta relación es entendida por Spinoza como
una relación parte-todo (ED, p. 139, prop. XI), en la que el ser humano se halla

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implicado en las ideas de Dios, con las limitaciones respectivas de nuestra condición:
"el alma humana percibe [el objeto de las ideas de Dios] de un modo parcial e
inadecuado" (ED, p. 139, prop. XI).

En esta arquitectura sistemática, Dios es naturaleza naturante, esto es, “un ser
que captamos clara y distintamente por sí mismo y sin tener que acudir a algo distinto
de él” (TB, pp. 92-93), mientras que la naturaleza naturada se divide en naturaleza
naturada universal, consistente en “todos los modos que dependen inmediatamente de
Dios” (TB, pp. 92-93), de los cuales solo conoceríamos el Pensamiento y la Extensión
(TB, p. 93); y en naturaleza naturada particular, consistente en “todas las cosas
particulares que son causadas por los modos universales” (TB, pp. 92-93), entre las
cuales se encuentra el ser humano.

Finalmente, de esta división resultan cuatro formas de ser:

En primer lugar, el ser de la esencia no es más que el modo como las cosas creadas
están comprendidas en los atributos de Dios. Por otra parte, el ser de la idea se dice en
cuanto que todas ellas están objetivamente contenidas en la idea de Dios. El ser de la
potencia solo se dice respecto al poder de Dios, con el que podía haber creado, por la
absoluta libertad de la voluntad, todas las cosas que todavía no existen. Finalmente, el
ser de la existencia es la misma esencia de las cosas en cuanto se la considera fuera de
Dios y en sí misma; se atribuye a las cosas después que fueron creadas por Dios. (PM,
pp. 290-291).

Antropología: constitución dual del ser humano

Por ende, la relación del hombre con Dios se da en la medida en que su


constitución de cuerpo y alma son modos de expresión de los atributos Extensión y
Pensamiento pertenecientes a Dios. Su parte corporal y su parte anímica son para
Spinoza dos perspectivas en relación a un mismo sujeto: “El alma y el cuerpo son un
solo y mismo individuo al que se concibe, ya bajo el atributo del Pensamiento, ya bajo
el atributo de la Extensión” (ED, pp. 159-160). En esta constitución dual, el cuerpo está
sometido a las afecciones de la sensación, a partir de las cuales conoce la existencia de
cuerpos exteriores por medio de la imaginación (TRE, p. 115), pero de un modo oscuro
y confuso (ED, pp. 159-160, prop. XXI), mientras que el alma es la que puede otorgar
claridad y distinción a las afecciones del cuerpo para obrar con necesidad sobre los
objetos. La relación entre estos dos modos de expresión es de correspondencia entre sus
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fenómenos. En términos del autor:

Ni el cuerpo puede determinar al alma a priori, ni el alma puede determinar al cuerpo al


movimiento ni al reposo. […] [Dado] que el alma y el cuerpo son una sola y misma cosa
que se concibe ya bajo el atributo del Pensamiento, ya bajo el de la Extensión, […] el
orden de las acciones y pasiones de nuestro cuerpo se corresponde por naturaleza con el
orden de las acciones y pasiones del alma. (ED, p. 123, prop. II).

Asimismo, más adelante: “Según están ordenados y concatenados en el alma los


pensamientos y las ideas de las cosas, así están ordenados y concatenados,
correlativamente, las afecciones o imágenes de las cosas en el cuerpo (ED, p. 421, prop.
I).

En este paralelismo entre ambos modos, al cuerpo corresponde la determinación


(afección) de sus sentidos por parte de los objetos para producir imágenes (ideas oscuras
y confusas), y al alma corresponde la búsqueda de la claridad y distinción en la
producción de ideas para la decisión de cómo obrar sobre los objetos. En este proceso
de ideación conjunta, las afecciones producen un aumento o una disminución de la
capacidad de obrar del cuerpo o del alma en relación a los objetos, esto es, dos formas
de comportamiento, una activa y otra pasiva en relación con los objetos (ED, pp. 209-
210). Por una parte, dado que el cuerpo es un modo de la Extensión, su pasividad
consiste en el reposo, mientras que su actividad consiste en el movimiento, tanto de sí
mismo como de otros cuerpos. Por otra parte, dado que el alma es un modo del
pensamiento, su pasividad consiste en la recepción de las ideas oscuras y confusas por
parte del cuerpo, bajo la influencia de la imaginación; mientras que su actividad consiste
en la producción de ideas claras y distintas mediante el entendimiento, para de este
modo obrar sobre los objetos (ED, pp. 210-211, prop. I). Esta acción e inacción de
ambos polos de nuestra constitución humana también afecta al modo con el cual nos
relacionamos causalmente con los objetos: una causa adecuada será aquella cuyo efecto
es percibido clara y distintamente solo en virtud de nuestra acción; mientras que una
causa inadecuada será aquella cuyo efecto no puede entenderse en virtud de nuestro solo
obrar (ED, p. 209), es decir, para el caso de la causa adecuada en nuestra acción está
involucrada la voluntad, libre de actuar de acuerdo con el conocimiento claro y distinto
de la causa, mientras que en la causa inadecuada nuestra acción está condicionada por la
oscuridad e indistinción de factores externos que la rodean, para conducirla finalmente

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al error. Precisamente la doctrina del error es la que ensalza el asentimiento de la
voluntad a determinarse totalmente frente a la claridad y distinción de las ideas para
atribuirse la perfección que involucra ese conocimiento y a contener su asentimiento a
la oscuridad y confusión, para de este modo no cometer errores en sus juicios, acciones
y decisiones con respecto a las cosas (PFD, pp. 210-211, prop. 15).

Afectos y conocimiento

Dada la diferencia de potencial entre ideas, hay ideas más perfectas que otras en
el entendimiento, según la tipología de ideas consignada al inicio de la presente
investigación. Dependiendo del grado de perfección de las ideas que vamos
adquiriendo, pasaremos a estados de mayor o menor perfección, en otras palabras, de
acción o padecimiento. Este tránsito viene acompañado por un sentimiento de alegría,
en el caso de la perfección, y por un sentimiento de tristeza, en el caso de la
imperfección (ED, p. 284), ambos indicadores de nuestra capacidad de obrar por nuestra
voluntad o de nuestro sometimiento a las pasiones. Con respecto a este último punto,
Spinoza acuña el concepto de “servidumbre”, en tanto

impotencia humana para moderar y reprimir sus afectos, pues el hombre sometido a los
afectos no es independiente, sino que está bajo la jurisdicción de la fortuna, cuyo poder
sobre él llega hasta el punto que a menudo se siente obligado, aun viendo lo que es
mejor para él, a hacer lo que es peor (ED, p. 307).

Por el contrario, “en la medida en que el alma entiende todas las cosas como
necesarias, tiene un mayor poder sobre los afectos, o sea, padece menos por causa de
ellos” (ED, p. 425, prop. VI).

La relación entre conocimiento y afectividad culmina con una identificación de


los afectos de alegría con el conocimiento del bien, y los afectos de tristeza con el
conocimiento del mal, de modo que “cada cual apetece necesariamente lo que juzga
bueno y, al contrario, aborrece necesariamente lo que juzga malo”. (ED, 334, prop.
XIX), siguiendo una doctrina intelectualista con respecto a los afectos. En palabras del
autor, “con certeza solo sabemos que es bueno o malo aquello que conduce realmente al
conocimiento o aquello que puede impedir que conozcamos” (ED, p. 340, prop.
XXVII). De este modo, solo por medio del conocimiento, primero de las cosas, después
de nosotros mismos, y finalmente de Dios, podemos obrar correctamente para aumentar
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progresivamente nuestra perfección humana y alcanzar la felicidad, tal como nos
advierte Spinoza hacia el final de su obra capital:

Así, pues, en la vida es útil, sobre todo, perfeccionar todo lo posible en el entendimiento
o la razón, y en eso solo consiste la suprema felicidad o beatitud del hombre, pues la
beatitud no es otra cosa que el contento del ánimo que surge del conocimiento intuitivo
de Dios, y perfeccionar el entendimiento no es otra cosa que conocer a Dios, sus
atributos y las acciones que derivan de la necesidad de su naturaleza. Por ello, el fin
último del hombre que se guía por la razón […] es el que le lleva a concebirse
adecuadamente a sí mismo y a […] todas las cosas que puedan ser objetos de su
entendimiento. (ED, pp. 398-399).

Conclusión

A lo largo de las distintas obras de Spinoza pudimos evidenciar el rol que ocupa
la idea verdadera Dios en el proceso de depuración de nuestras ideas para orientarnos
hacia la búsqueda de nuestra felicidad, en tanto criterio metodológico para discriminar
entre ideas oscuras y confusas e ideas claras y distintas. El proceso de conocimiento de
la naturaleza tiene su génesis y su culminación en la idea de Dios, cuya interrelación
con el ser humano por medio de los atributos del Pensamiento y de la Extensión nos
hace partícipes de las verdades ocultas tras la conexión de los fenómenos de la
naturaleza según leyes de causa y efecto, al tiempo que dignifica nuestra condición
humana en la toma de decisiones con respecto a nuestro obrar para con los otros. De
este modo, se interrelacionan la dimensión epistemológica con la dimensión ética del
pensamiento de este autor, en una forma de intelectualismo que nos invita a reflexionar
sobre nuestro rol frente al mundo, en base a los conocimientos que hemos adquirido
sobre él y nuestra capacidad de actuar sobre la realidad que nos circunda.

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Bibliografía

-Spinoza, B. (2015). Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid: Alianza


Editorial.
-Spinoza, B. (1990). Tratado Breve. Madrid: Alianza Editorial.
-Spinoza, B. (2014). Tratado de la reforma del entendimiento. Principios de filosofía de
Descartes. Pensamientos metafísicos.. Madrid: Alianza Editorial.

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