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El Evangelio Completo

El Evangelio Completo
Según San Juan

Iglesia Cristiana Esenia


Traducción: Montserrat Boada
Esther Guiteras Picañol

Título original: Das vollkommene Evangelium, nach Johannes

1ª edición en alemán: 12/2003 año de la Biblia


1ª edición en español: 06/2004

Diseño y composición:
Sheehan Concept & Design, Göttingen, Alemania

Editorial y distribución:
Iglesia Cristiana Esenia
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99023 Erfurt, Alemania

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Capítulo 1
Cristo

1. En el principio existía Cristo y Cristo estaba en Dios


y Cristo era Dios.
2. Él estuvo con Dios desde el principio.
3. Todo existió a través de él, y sin él no se hizo nada de
cuanto existe.
4. Todo cuanto llegó a existir se llenó de vida a través
de él y la vida era la luz de los hombres.
5. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
vencieron.
6. Hubo un hombre, enviado por Dios: Su nombre era
Juan. Fue un maestro de los esenios*, quienes se llamaban
a sí mismos Hijos de la Luz, y fue la primera personalidad
de Cristo.
7. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la
luz, para que todo tipo de hombres creyeran a través de él.
8. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
9. La luz verdadera, que ilumina a todo hombre, ya venía
al mundo.
10. Él estaba en el mundo y el mundo existió a través de él,
pero el mundo no le reconoció.
11. Fue a su propia casa, pero los suyos no le recibieron.

*La palabra esenios, se pronuncia eseenios.


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12. Pero a todos los que le recibieron, les otorgó el derecho
de convertirse en Hijos de Dios, pues creían en su nombre;
13. y no nacieron de la sangre, ni de la voluntad de un
hombre, sino de Dios.
14. Así, la palabra se hizo carne y permaneció entre noso-
tros que contemplamos su gloria, una gloria que sólo corre-
sponde al Hijo único engendrado por el Padre, y él estaba
lleno de inmerecida bondad y verdad.
15. Juan dio testimonio de él y en verdad proclamó: “Este
era de quien yo decía: El que viene detrás de mí se ha pues-
to delante de mí, porque ya existía antes que yo.”
16. Pues, de su plenitud, todos hemos recibido inmerecida
bondad sobre inmerecida bondad.
17. Puesto que la ley fue dada por medio de Moisés, la
inmerecida bondad y la verdad nos han llegado por medio
de Jesucristo.
18. Nadie ha visto jamás a Dios: el único Dios engendrado,
que está en el seno del padre, nos ha hablado sobre él.

El testimonio de Juan

19. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos le


enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén a preguntarle:
“¿Quién eres?”
20. Él confesó y no mintió, sino que confesó: “Yo no soy el
Mesías.”

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21. Y ellos le preguntaron: “Pues, ¿quién eres? ¿Eres Elías?”
Y él dijo: “No lo soy.” “¿Eres tú el profeta?” Y él respondió:
“¡No!”
22. Entonces ellos le dijeron: “¿Quién eres, pues, para que
podamos dar respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué
dices de ti mismo?”
23. Él dijo: “Yo soy la voz del que clama en el desierto:
Rectificad el camino de Jehová tal como dijo Isaías, el
profeta.”
24. Los enviados eran de los fariseos.
25. Y le preguntaron diciéndole: “¿Entonces, por qué
bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”
26. Juan les respondió diciendo: “Yo bautizo en el agua. Pero
entre vosotros hay uno, a quien no conocéis,
27. que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de
desatar las correas de sus sandalias.”
28. Todo esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán,
donde Juan bautizaba.
29. Al día siguiente vio que Jesús se le acercaba y le dijo: “¡He
aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”
30. Este es aquel por quien yo dije: “Detrás de mí viene un
hombre, que se ha puesto delante de mí, porque ya existía
antes que yo.
31. Yo mismo no le conocía, pero he venido y le he bautizado
en el agua para que él sea dado a conocer a Israel.”
32. Juan también dio testimonio diciendo: “Vi que el espíritu
descendía del cielo como una paloma y permanecía sobre él.
33. Yo mismo no le conocía, pero aquel que me envió a

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bautizar en el agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que
desciende el espíritu y permanece sobre él, ése es quien
bautiza en el Espíritu Santo.
34. Y yo doy testimonio de que éste es el hijo de Dios.”

Designación de los primeros discípulos

35. Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí, con


dos de sus discípulos.
36. Y alzó la vista hacia Jesús que pasaba por allí y dijo: “¡He
ahí el cordero de Dios! ¡Id y seguidle!”
37. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a
Jesús.
38. Entonces, Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dijo:
“¿Qué buscáis?”
Ellos le respondieron: “Rabbuni –lo cual significa ‘Maestro
de la tora’– ¿dónde te alojas?”*
39. Él les respondió: “Venid y lo veréis.” Entonces, se fueron
con él y vieron dónde se alojaba y se quedaron con él aquél
día. Era más o menos la hora décima.
40. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos
que habían oído lo que Juan dijo y habían seguido a Jesús.
41. Éste se encontró primero con Simón Pedro, su propio
hermano, y le dijo: “Hemos hallado al Mesías –que traducido
significa: el ungido (rey).”

*Rabbuni es la palabra aramea para “rabbí.” Según la ley,


para poder ser maestro de la tora, un rabbí (hebreo) debía estar
casado.
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42. Y le condujo hasta Jesús. Jesús le miró y le dijo: “Tú eres
Simón, el hijo de Juan. Como eres tan inflexible te llamaré
Kephas (que significa piedra [latín = Petrus])”.
43. Al día siguiente, Jesús quiso partir hacia Galilea. Se
encontró con Felipe y le dijo: “Sígueme.”
44. Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Simón
Pedro.
45. Felipe se encontró con Natanael, a quien más tarde
llamaron Bartolomé, y le dijo: “Hemos encontrado a aquel,
a quien Moisés mencionó en la Ley y sobre quien también
escribieron los profetas: Jesús, el hijo de José, el nazoreo.”*
46. Pero Natanael le dijo: “¿Puede venir algo bueno de los
nazoreos?
47. Felipe le dijo: “He ahí un israelita de verdad, en quien
no hay engaño.”
48. Natanael le dijo: “¿Cómo es que me conoces?” Jesús le
respondió: “Te vi antes de que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera.”
49. Natanael le respondió: “Rabbuni, tú eres el Hijo de la
Luz, tú eres el futuro rey de Israel.”
50. Como respuesta Jesús le contestó: “¿Crees, por haberte

*Los nazoreos (hebr.) eran, de entre los esenios, un grupo que


defendía especialmente la paz. En arameo, la lengua materna
de Jesús, éstos se llamaban nazareos. La ciudad de Nazaret,
que aparece en muchas traducciones bíblicas como la ciudad
natal de Jesús, todavía no existía en aquella época. No apare-
ció hasta más o menos 300 años más tarde. Jesús era de Beth
Shearim y no de Nazaret.
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dicho que te vi debajo de la higuera? Verás cosas más gran-
des que ésta.”
51. Además les dijo: “En verdad, en verdad os digo: Veréis
el cielo abierto y a los Ángeles de Dios ascender y descender
sobre el Hijo del hombre.”

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Capítulo 2
La boda de Caná

1. Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea y la


madre de Jesús estaba allí, porque Josué, el hermano de Jesús,
se casaba con María de Magdala.
2. Jesús y sus discípulos también estaban invitados a la boda.
Allí conoció Jesús por primera vez a la novia de su hermano.
3. Y como se terminó el vino, le dijo a Jesús su madre: “No
tienen vino.”
4. Pero Jesús le contestó: “¿Mujer, qué quieres de mí? Todavía
no ha llegado mi hora.”
5. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced todo lo que él os diga.”
6. Había allí seis tinajas de piedra, colocadas conforme
a las prescripciones de purificación de los judíos, de las
cuales cada uno podía tomar dos o tres medidas de líquido.
7. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua. ” Y las llenaron
hasta el borde.
8. Y les dijo: “Ahora, tomad de aquí y llevadla al maestresala. ”
Ellos se la llevaron.
9. Entretanto, cuando el maestresala probó el agua convertida
en vino, como ignoraba de dónde procedía –aunque los sirvi-
entes que habían sacado el agua sí lo sabían–, el maestresala
llamó al novio
10. y le dijo: “Todos sacan primero el mejor vino y cuando la
gente ya está bebida, sirven el de menor calidad. Pero tú has
guardado el mejor vino hasta ahora.”
11. Esto es lo que hizo Jesús en Caná de Galilea, dando lugar al
comienzo de sus señales. Y manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en él.
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12. Después Jesús bajó a Cafarnaúm con su madre y sus herma-
nos y sus discípulos, pero no permanecieron allí muchos días.

La purificación del templo

13. Se acercaba la Pascua judía y Jesús subió a Jerusalén.


14. Y encontró en el templo, a los vendedores de bueyes, ovejas
y palomas, y a los cambistas en sus puestos.
15. Y tras haber hecho un látigo con cuerdas, echó a todos fuera
del templo junto con las ovejas y los bueyes; desparramó las
monedas de los cambistas y les volcó las mesas.
16. Y dijo a los vendedores de palomas: “¡Quitad todo esto de
aquí! ¡Dejad de convertir la casa de mi padre en un mercado!”
17. Sus discípulos se acordaron de que está escrito que: “El celo
por tu casa me destruirá.”
18. A lo cual los judíos le contestaron: “¿Qué señal puedes
darnos para obrar de esta forma?”
19. En respuesta Jesús les replicó: “Derribad este templo y en
tres días lo levantaré.”
20. Por eso los judíos le respondieron: “Se han tardado cuaren-
ta y seis años en construir este templo ¿y tú lo vas a levantar en
tres días?
21. Pero él hablaba del templo de su cuerpo.

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22. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron
sus discípulos de que había dicho eso repetidas veces, y creye-
ron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús*.
23. Sin embargo, cuando estuvo en la fiesta que se celebraba
en Jerusalén con motivo de la Pascua, muchos creyeron en su
nombre al ver las señales que realizaba.
24. Pero el propio Jesús no se confiaba a ellos porque los
conocía a todos
25. y no tenía necesidad de que nadie le diera testimonio acerca
de los hombres, pues conocía por sí mismo lo que había en los
hombres.

*Sus discípulos creyeron que había muerto. No sabían que


Jesús, al ser un maestro esenio, había accedido a un estado
de muerte aparente con una técnica especial, que en hindú
se llama Samadhi, con la que, por ejemplo, se consigue que el
corazón sólo lata una vez por minuto y, por consiguiente, los
no iniciados creen que el cuerpo está muerto.

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Capítulo 3
Revelación ante Nicodemo

1. Se encontraba allí un hombre del grupo de los fariseos,


llamado Nicodemo, era un superior de los judíos y, poste-
riormente, fue maestro de los esenios.
2. Éste fue a Jesús de noche y le dijo: “Rabbuni, sabemos
que has venido como maestro de Dios, porque nadie puede
realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.”
3. Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo: Aquel
que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.”
4. Nicodemo le dijo: “¿Cómo puede nacer un hombre cu-
ando es viejo y todavía vive? Uno puede entrar en el seno de
su madre por segunda vez y volver a nacer, ¿no es así?”
5. Jesús respondió: “En verdad, en verdad te digo:” Aquel
que no nace de agua y de espíritu, no puede entrar en el
Reino de Dios.
6. Lo que ha nacido de la carne, es carne; y lo que ha nacido
del espíritu, es espíritu.
7. No te asombres de que te haya dicho: Debéis nacer de
nuevo.
8. El viento sopla hacia donde quiere, y tú oyes su voz, pero
no sabes de dónde viene ni a adónde va. Así es todo aquel
que ha nacido del espíritu.”
9. En respuesta Nicodemo le dijo: “¿Cómo pueden ocurrir
estas cosas?”

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10. A lo que Jesús le replicó: “Tú eres un maestro esenio de
Israel ¿y no sabes estas cosas?
11. En verdad, en verdad te digo: Nosotros hablamos de
lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto,
pero vosotros no aceptáis el testimonio que nosotros os
ofrecemos.
12. Si cuando os he hablado sobre cosas terrenales, no me
habéis creído, ¿cómo vais a creerme cuando os hable de
cosas celestiales?
13. Además, ningún hombre ha subido al cielo, a excepción
de aquel que descendió del cielo, el Hijo del hombre.
14. Y así como en el desierto con Moisés, los hijos de
Israel levantaron la serpiente a modo de becerro, así debe
ser levantado el Hijo del hombre,
15. para que todo aquel que crea en él tenga vida eterna.
16. Pues Dios ha amado tanto al mundo que entregó a
su Hijo único, para que todo aquel que crea en él, no sea
destruido, sino que tenga vida eterna.
17. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo, para que el
mundo se salve a través de él.
18. Sino que aquel que crea en él, no será juzgado. Aquel
que no cree, ya ha sido juzgado, pues no ha creído en el
Nombre del único hijo de Dios.
19. Así pues, este es el fundamento para el juicio, que la luz
ha venido al mundo, pero los hombres han amado más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20. Pues aquel que realiza malas obras aborrece la luz y no
va a la luz, para que no sean reprendidas sus obras.

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21. Pero aquel que obra lo que es verdad, va a la luz, para
que sus obras se pongan de manifiesto como tales, pues sus
obras han sido realizadas en armonía con Dios.”

Último testimonio del Bautista sobre Jesús

22. Después de esto, Jesús se fue con sus discípulos al país


de Judea y allí pasó con ellos algún tiempo y bautizaba.
23. Pero Juan también bautizaba en Ainón, cerca de Salim,
porque allí había mucha agua y las gentes acudían sin cesar
y se bautizaban.
24. Pues Juan todavía no había sido metido en la cárcel.
25. De ahí que, por parte de los discípulos de Juan, se
suscitó una discusión con un judío acerca de la purificación.
26. Y se fueron hacia Juan y le dijeron: “Rabbuni, el hom-
bre que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de
quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos
acuden a él.”
27. Juan respondió: “Ningún hombre puede recibir abso-
lutamente nada, a menos que le haya sido concedido por
el cielo.
28. Vosotros mismos sois testigos de que dije: Yo no soy el
Mesías, sino que he sido enviado antes que él.
29. El que tiene a la novia es el novio. Pero cuando el ami-
go del novio está allí con él y le escucha, se alegra mucho
de oír la voz del novio. Por eso, mi alegría se ha tornado
completa.

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30. De ahora en adelante, es preciso que él crezca, y que
yo mengüe.”
31. El que viene de arriba, está por encima de todos los
demás. El que es de la tierra, es de la tierra y habla sobre las
cosas de la tierra. El que viene del cielo, está por encima de
todos los demás.
32. Él da testimonio de todo cuanto ha visto y oído, pero
nadie acepta su testimonio.
33. El que ha aceptado su testimonio, ha certificado con
este hecho, que Dios es verdadero.
34. Pues aquel a quien Dios ha enviado, habla las palabras
de Dios, porque no da el Espíritu conforme a la medida.
35. El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus
manos.
36. Aquel que cree en el Hijo tiene vida eterna; aquel que
no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de
Dios permanece sobre él.

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Capítulo 4
Jesús en Samaria

1. Cuando el Señor se percató de que había llegado a oídos


de los fariseos que Jesús tenía más discípulos y que bautiz-
aba más que Juan,
2. abandonó Judea y volvió a marcharse de nuevo a Galilea.
3. Sin embargo, tenía que pasar por Samaria.
4. Por lo tanto, llegó a una ciudad de Samaria llamada
Sicar, que se hallaba cerca de la heredad que Jacob había
dado a su hijo José.
5. Efectivamente, allí se encontraba el pozo de Jacob. Jesús
se había fatigado por la caminata y, al llegar, tal y como
estaba, se sentó en el pozo. Era alrededor de la hora sexta.
6. Entonces, se acercó una mujer de Samaria a sacar agua.
Jesús le dijo: “Dame de beber.”
7. (Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar
comida).
8. La mujer samaritana le respondió: “¿Cómo es que tú,
siendo un judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer
samaritana?” (Porque los fariseos y los saduceos no tienen
tratos con los samaritanos).
9. Jesús le respondió: “Si hubieras conocido el libre don de
Dios y (supieses) quién es el que te dice: ‘Dame de beber’,
entonces, tú le hubieras pedido a él y él te habría dado agua
viva.”

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10. Ella le dijo: “Señor, pero si ni tan siquiera tienes un
cubo para sacar agua y el pozo es hondo. ¿De dónde sacas
pues esta agua viva?
11. ¿O acaso tú eres más grande que nuestro antepasado
Jacob, que nos dio el pozo y bebió de él junto con sus hijos
y su ganado?”
12. Como respuesta Jesús le dijo: “Todo aquel que beba de
esta agua, volverá a tener sed.
13. Pero quienquiera que beba del agua que yo le quiero
dar, jamás volverá a tener sed, sino que el agua que yo le dé,
se convertirá en su interior en una fuente de agua que brota
a borbotones para proporcionar vida eterna.”
14. La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no
tenga más sed y para que no tenga que venir una y otra vez
hasta este lugar a sacar agua.”
15. Él le dijo: “Vete, llama a tu marido y vuelve acá.”
16. La mujer le respondió: “Yo no tengo marido.” Jesús le
dijo:”Has dicho correctamente: ‘Yo no tengo marido’.
17. Pues has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no
es marido tuyo. Con ello has dicho la verdad.”
18. La mujer le dijo: “Señor, veo que eres un profeta.
19. Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero
vosotros decís que en Jerusalén se halla el lugar donde
debemos adorar.”
20. Jesús le dijo: “Créeme, mujer: Se acerca la hora en que,
no adoraréis al Padre ni en este monte, ni en Jerusalén.
21. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adora-
mos lo que conocemos, porque la salvación viene de noso-
tros mismos.
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22. No obstante, se acerca la hora, ya ha llegado la hora,
en que los adoradores verdaderos venerarán al Padre en
espíritu y verdad; pues, ciertamente, el Padre busca a los
que le adoran de este modo.
23. Dios es un ESPÍRITU, y los que le adoran, deben
adorarlo en espíritu y verdad.”
24. La mujer le dijo: “Sé que va a venir el Mesías, a quien
llaman Cristo. Cuando venga nos dará a conocer todas
estas cosas abiertamente.”
25. Jesús le dijo: “Soy yo, el que está hablando contigo.”
26. Mientras tanto llegaron sus discípulos y se sorprendie-
ron de que estuviese hablando con una mujer. Claro que
ninguno dijo: “¿De qué hablas con esta mujer?”
27. La mujer entonces dejó su cántaro en el suelo, se fue a
la ciudad y dijo a las gentes:
28. “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que
yo he hecho. ¿No será acaso el Cristo?”
29. Así que salieron de la ciudad y se fueron donde él.
30. Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: “Rab-
buni, come.”
31. Pero él les dijo: “Tengo para comer un alimento que
vosotros no conocéis.”
32. De ahí que los discípulos empezasen a decirse unos a
otros: “Pero si nadie le ha traído de comer, ¿verdad?”
33. Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que
me ha enviado y completar su obra.
34. ¿No decís vosotros que todavía faltan cuatro meses
antes de que llegue la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad

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vuestros ojos y mirad los campos; lo que éstos ven, debe ser
segado por completo.
35. Ya recibe el salario el segador y recoge el fruto para la
vida eterna, de modo que el sembrador y el segador pueden
alegrarse juntos.
36. En este punto, pues, se confirma claramente el refrán:
Uno siembra y otro siega.
37. Os he enviado a segar aquello por lo cual no habéis
empleado esfuerzo. Otros trabajaron duro y vosotros hab-
éis obtenido el beneficio de su laborioso trabajo.”
38. Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él
debido a las palabras de la mujer que atestiguaba: “Me ha
dicho todo lo que yo he hecho.”
39. Por eso, cuando los samaritanos llegaron donde él, le
empezaron a suplicar que se quedara con ellos. Y se quedó
allí dos días.
40. Por consiguiente, fueron muchos más los que creyeron
por sus palabras,
41. y empezaron a decir a la mujer: “Ya no creemos por
tus palabras, pues nosotros mismos le hemos escuchado y
sabemos que éste es verdaderamente el Mesías.”

Curación del hijo de un sirviente real

42. Pasados los dos días, partió de allí hacia Galilea.


43. Sin embargo, Jesús mismo había atestiguado que un
profeta no goza de gloria en su propia patria.

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44. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le acogieron,
porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén
durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
45. Así fue, pues, como volvió a Caná de Galilea, donde
había convertido el agua en vino. Y allí había un sirviente
del rey, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm.
46. Cuando éste se enteró de que Jesús había venido de
Judea a Galilea, fue donde él y empezó a rogarle que, por
favor, bajase a curar a su hijo, porque estaba agonizando.
47. Pero Jesús le dijo: “Si no veis señales y milagros, no
creeréis de ningún modo.”
48. El sirviente del rey le dijo: “Señor, baja antes de que se
muera mi hijo.”
49. Jesús le dijo: “Ve con él, tu hijo vive.” El hombre creyó
en la palabra que Jesús le había dicho. “Así será, si tú lo
dices.” Y se puso en camino para volver a casa.
50. Pero, ya cuando estaba bajando, le salieron al encuen-
tro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía.
51. Él les preguntó entonces la hora en que su estado había
empezado a mejorar. A lo que ellos le respondieron: “Ayer
alrededor de la hora séptima le dejó la fiebre.”
52. El padre se percató entonces de que era la misma hora
en que Jesús le había dicho: “Tu hijo vive.” Y creyó él y
toda su familia.
53. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando
volvió de Judea a Galilea.

41
Capítulo 5
Curación de un enfermo en sabbat

1. Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús


subió a Jerusalén.
2. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, un
estanque que se llama en hebreo Bethzatha, que tiene cinco
pórticos.
3. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y
paralíticos de algún miembro esperando una agitación del
agua.
4. Porque un ángel descendía de cuando en cuando al
estanque y agitaba las aguas, y el primero que se metía en
el estanque después de la agitación del agua, quedaba
curado de cualquier mal que sufriese.
5. Había allí un hombre en concreto, que llevaba treinta y
ocho años enfermo.
6. Cuando Jesús lo vio allí tendido y advirtió que éste
llevaba ya mucho tiempo tan enfermo, le dijo: “¿Quieres
curarte?”
7. El enfermo le respondió: “Señor, no tengo a nadie que
me lleve al estanque cuando el agua se agita; y mientras yo
voy, otro baja antes que yo.”
8. Jesús le dijo:”Levántate, toma tu camilla y anda.”
9. Y al instante el hombre quedó curado, recogió su camilla
y empezó a andar. Pero aquel día era sabbat.

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10. Por eso, los judíos empezaron a decir al que había sido
curado: “Es sabbat y no te está permitido llevar la camilla.”
11. Él les respondió: “El que me ha curado me ha dicho:
Toma tu camilla y anda.”
12. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el hombre que te ha
dicho: Tómala y anda?”
13. Pero el hombre que había sido curado no sabía quien
era, pues Jesús había desaparecido, porque había una gran
muchedumbre en aquel lugar.
14. Más tarde, Jesús le encontró en el templo y le dijo:
“Mira, estás curado. No peques más, para que no te suceda
algo peor.”
15. El hombre se fue y dijo a los judíos que era Jesús quien
lo había curado.

Testimonio y revelación del mismo Jesús

16. Por eso los judíos empezaron a perseguir a Jesús,


porque había hecho estas cosas en sabbat.
17. Pero Jesús les replicó: “Mi Padre ha trabajado sin cesar
hasta ahora, y yo trabajo sin cesar.”
18. Por eso los judíos todavía trataron de matarle con
mayor empeño, porque no sólo quebrantaba el sabbat, sino
que, además, tal y como hacían todos los esenios, llamaba a
Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.
19. De ahí que, a continuación, Jesús les respondiera
diciendo: “En verdad, en verdad os digo: El Hijo no puede

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hacer nada por sí mismo, sino sólo aquello que ve hacer al
Padre. Pues lo que hace aquél, también lo hace el Hijo de
igual manera.
20. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo cuanto
él mismo hace. Y le mostrará obras aún mayores que éstas,
para que os maravilléis.
21. Porque, tal y como el Padre resucita a los muertos y les
da vida, así también el Hijo da vida a aquellos que quiere.
22. Porque el Padre no juzga absolutamente a nadie, sino
que ha entregado todo juicio al Hijo,
23. para que todos honren al Hijo. Aquel que no honra al
Hijo, no honra al Padre que lo ha enviado.

Igual al Padre

24. En verdad, en verdad os digo: Se acerca la hora, ya ha


llegado la hora, en que los muertos oirán la voz del Hijo, y
los que la hayan atendido vivirán.
25. Porque, tal y como el Padre tiene vida en sí mismo, así
también le ha concedido al Hijo tener vida en sí mismo.
26. Y le ha concedido poder para juzgar, porque es Hijo
del hombre.
27. No os extrañéis de esto, pues se acerca la hora en que
todos aquéllos que estén en los mundos de la memoria
oirán su voz

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28. y saldrán los que hayan hecho el bien para una resur-
rección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una
resurrección a través del juicio.
29. Yo no puedo hacer absolutamente nada por mí mismo;
juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no
busco mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado.

El testimonio del Padre

30. Si únicamente yo doy testimonio de mí mismo, mi


testimonio no es verdadero.
31. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que el
testimonio que da de mí es verdadero.
32. Vosotros mandasteis hombres a Juan, y él dio testimo-
nio de la verdad.
33. Pero no busco el testimonio de un hombre, sino que
digo esto para que os salvéis.
34. Él era una lámpara que arde y alumbra y vosotros
quisisteis deleitaros un breve tiempo en su luz.
35. Pero yo tengo un testimonio que es mayor que el de
Juan, porque precisamente las mismas obras que realizo
dan testimonio de mí, dan testimonio de que el Padre me
ha enviado.
36. Y también, el mismo Padre que me ha enviado, ha dado
testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni
habéis visto nunca su rostro,

49
37. ni habita permanentemente su Palabra en vuestro
interior, porque no creéis precisamente a aquél que Él
os ha enviado.
38. Vosotros investigáis las escrituras, pues pensáis que, a
través de ellas, obtendréis la vida eterna; y precisamente
éstas son las que dan testimonio de mí.
39. Y, sin embargo, vosotros no queréis venir a mí para
tener vida.
40. Yo no recibo gloria de los hombres,
41. pero sé perfectamente que no tenéis en vosotros el amor
de Dios.
42. Yo he venido en nombre de mi Padre, pero no me
recibís; si otro viniera en su propio nombre, a ése le reci-
biríais.
43. ¿Cómo podéis creer vosotros, si aceptáis gloria los unos
de los otros, y no buscáis la gloria que viene del único
Dios?
44. No penséis que yo os voy a acusar delante del Padre.
Aquí hay alguien que os acusa, Moisés, en quien habéis
depositado vuestras esperanzas.
45. Pues, si en efecto creyerais a Moisés, me creeríais a mí,
porque él escribió sobre mí.
46. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en
mis palabras?”

51
Capítulo 6
La multiplicación de los panes

1. Después de esto, se fue Jesús atravesando el mar de


Galilea o Tiberíades.
2. Y mucha gente le seguía porque veían las señales que
realizaba en los que sufrían.
3. Entonces Jesús subió a un monte y se sentó allí junto con
sus discípulos.
4. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
5. Por eso, cuando Jesús alzó los ojos y vio que se acercaba
una gran multitud, le dijo a Felipe:” ¿Dónde vamos a com-
prar panes para que éstos tengan de comer?”
6. Se lo dijo para ponerle a prueba, pues él mismo sabía lo
que estaba a punto de hacer.
7. Felipe le respondió: “Comprar panes por valor de dosci-
entos denarios no es suficiente para que cada uno de ellos
tome un poco.”
8. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón
(Pedro) le dijo:
9. “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada
y dos pequeños peces. Pero, ¿qué es eso para tantos?”
10. Jesús dijo: “Haced que la gente acampe para comer.”
Había mucha hierba en el lugar. Por lo tanto, acamparon
allí hombres y mujeres, en número de unos cinco mil.
11. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar
gracias, los repartió entre los que se hallaban acampados
allí y lo mismo hizo con los peces, todo cuanto quisieron.
53
12. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos:
“Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.”
13. Los recogieron pues, y llenaron doce canastos con los
trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a aquellos
que habían comido.
14. Las gentes, al ver la señal que había realizado, empe-
zaron a decir: “Éste es indudablemente el profeta que iba
venir al mundo.”
15. Cuando Jesús se dio cuenta de que estaban a punto de
ir a cogerlo para hacerle rey, se retiró de nuevo al monte
él sólo.

Jesús camina sobre el mar

16. Al romper el atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla


del mar,
17. se subieron a una barca y se dirigieron al otro lado del
mar, a Cafarnaúm. Ya había oscurecido y Jesús todavía no
había ido donde ellos.
18. Además, el mar comenzó a encresparse, porque soplaba
un fuerte viento.
19. Cuando ya habían recorrido unos cinco o seis kilóme-
tros, vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba
a la barca; y el miedo se apoderó de ellos.
20. Pero él les dijo: “¡Soy yo; no temáis!”
21. Por eso, estuvieron dispuestos a recogerle en la barca,
pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar al cual se
dirigían.
55
Sobre el pan y el agua de la vida

22. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro


lado del mar, vio que allí no había más que una pequeña
barca y que Jesús no había subido a la barca con sus discípu-
los, sino que los discípulos se habían marchado solos.
23. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar
donde habían comido el pan, después que Jesús hubo
dado gracias.
24. Cuando la multitud vio que Jesús no estaba allí, ni
tampoco sus discípulos, subieron a sus pequeñas barcas y
se fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
25. Al encontrarle al otro lado del mar, le dijeron: “Rabbuni,
¿cuándo has llegado aquí?”
26. Jesús les respondió diciendo: “En verdad, en verdad
os digo: Vosotros me buscáis porque habéis comido de los
panes y os habéis saciado.
27. No obréis por el alimento que es perecedero, obrad por
el alimento que permanece para la vida eterna, el que os
dará el Hijo del Hombre, porque a éste es a quien el Padre,
Dios, ha marcado con su sello de complacencia.”
28. Por eso le dijeron: “¿Qué hemos de hacer para obrar las
obras de Dios?”
29. Como respuesta Jesús les dijo: “La obra de Dios, es que
tengáis fe en quien Él ha enviado.”
30. Entonces, ellos le dijeron: “Pues, ¿qué señal haces, para
que la veamos y te creamos? ¿Qué obra realizas?

57
31. Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto
tal como está escrito: ‘Él les dio de comer pan del cielo’.”
32. Por consiguiente, Jesús les dijo: “En verdad, en verdad
os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo, es mi
Padre quien os da el verdadero pan del cielo.
33. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida
al mundo.”
34. Entonces, ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de
este pan.”
35. Jesús les dijo: “Yo soy el pan de la vida. Aquél que
venga a mí no tendrá hambre y aquél crea en mí no tendrá
nunca sed.
36. Pero ya os he dicho: Vosotros incluso me habéis visto
y, a pesar de todo, no creéis.
37. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y a aquél que
viene a mí, no le voy a echar fuera de ningún modo;
38. porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado.
39. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no
pierda nada de todo lo que él me ha dado, sino que lo haga
resucitar el último día.
40. Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo aquél
que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo le haré
resucitar el último día.”
41. Entonces, los judíos comenzaron a murmurar sobre
él, porque había dicho: “Yo soy el pan que ha bajado del
cielo”;

59
42. y empezaron a decir: “¿No es éste Jesús, el hijo de José,
cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo es posible que
ahora diga: Yo he bajado del cielo?”
43. Jesús les respondió: “Dejad de murmurar entre vosotros.
44. Nadie puede venir a mí, a no ser que el Padre que me
ha enviado, lo atraiga; y yo le haré resucitar el último día.
45. Está escrito en los profetas: ‘Y todos serán enseñados
por Jehová’. Todo aquél que ha escuchado al Padre y ha
aprendido de Él, viene a mí.
46. No es que alguien haya visto al Padre, a excepción de
aquél ha venido de Dios, pues éste ha visto al Padre.
47. En verdad, en verdad os digo: Aquel que cree, tiene
vida eterna.

Sobre la comunión a través del pan y el vino

48. Yo soy el pan de la vida.


49. Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto
y no obstante, murieron.
50. Éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma
no muera.
51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; si uno come
de este pan, vivirá para siempre; y, en efecto, el pan que
yo voy a dar, soy yo mismo en beneficio de la vida del
mundo.”
52. Entonces, los judíos empezaron a discutir entre sí y
decían: “¿Cómo puede éste darse a comer a sí mismo?”

61
53. Por eso Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo:
Si no coméis el pan del Hijo del hombre y no bebéis
su vino, no tenéis vida en vosotros mismos.
54. Aquel que se alimenta de mi pan y bebe mi vino, tiene
vida eterna y yo le haré resucitar el último día.
55. Porque mi pan es comida verdadera y mi vino es bebida
verdadera.
56. Quien se alimenta de mí, permanece unido a mí y yo
unido a él.
57. Igual que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo
por el Padre, también aquél que se alimente de mí, vivirá
por mí.
58. Éste es el pan que ha bajado del cielo. No es como
entonces, cuando vuestros antepasados comieron y, no
obstante, murieron. Aquél que se alimente de este pan
vivirá para siempre.”
59. Con esto no se refería a su cuerpo, sino a la Comunión
del Amor de los maestros esenios, en la que Dios hace
fluir su amor en el pan y el vino, para que así, los hombres
puedan compartir juntos su amor manifiestamente.
60. Estas cosas las dijo cuando estaba enseñando en una
reunión pública en Cafarnaúm, sin embargo, aquellos que
no eran esenios no entendieron sus palabras.
61. Por eso, al oír esto, algunos de sus discípulos que
todavía no eran esenios dijeron: “Este discurso es escan-
daloso. ¿Quién puede oírlo?”

63
62. Pero Jesús, que en su interior sabía que sus discípulos
estaban murmurando por ello, les dijo: “¿Esto os escandaliza?
63. ¿Y qué ocurrirá cuando veáis subir al Hijo del Hombre
donde estaba antes?
64. El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada.
Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.
65. Pero entre vosotros hay algunos que no creen.” Porque
Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían
y quién era el que lo iba a entregar.
66. Así, pues, entonces añadió: “Por eso os he dicho:
Nadie puede venir a mí, a no ser que se lo haya concedido
el Padre.”
67. Por eso, muchos, de sus más de doscientos discípulos,
se volvieron hacia las cosas que habían dejado atrás y deja-
ron de ir con él.
68. Entonces, Jesús dijo a los Doce: “¿No querréis acaso
marcharos también vosotros?”
69. Simón (Pedro) le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a ir?
Tú tienes palabras de vida eterna,
70. y nosotros hemos creído y reconocido que tú eres el
Santo de Dios.”
71. Jesús les respondió: “¿No os he elegido yo a vosotros,
los Doce? Y, sin embargo, uno de vosotros es un difamador.”
72. Estaba hablando, en efecto, de Judas, el hijo de Simón
Iscariote, porque éste iba a traicionarle, aunque era uno de
los Doce.

65
Capítulo 7
Salida hacia la fiesta de los Tabernáculos

1. Después de esto, Jesús siguió su recorrido por Galilea,


pues no quería andar por Judea, porque allí los judíos
buscaban matarle.
2. Sin embargo, se acercaba la fiesta de los judíos, la fiesta
de los Tabernáculos.
3. Por eso sus hermanos le dijeron: “Vete de aquí y dirígete
a Judea para que también tus discípulos vean las obras que
haces.
4. Pues nadie hace algo en secreto, cuando él mismo quiere
ser públicamente conocido. Si haces estas cosas, entonces,
date a conocer al mundo.”
5. Y realmente sus hermanos no creían en él.
6. Entonces, Jesús les dijo: “Todavía no ha llegado mi hora,
sin embargo, vuestra hora ya está aquí.
7. El mundo no tiene motivo alguno para odiaros, pero a
mí me odia, porque doy testimonio de que sus obras son
perversas.
8. Subid vosotros a la fiesta. Yo todavía no subo a esta fiesta,
porque mi hora todavía no ha llegado del todo.”
9. Así pues, tras haberles dicho esto, se quedó en Galilea.
10. Sin embargo, cuando sus hermanos hubieron subido a
la fiesta, él también subió, pero no manifiestamente, sino
de incógnito.

67
11. Entonces, en la fiesta, los judíos empezaron a buscarle
y decían: “¿Dónde está ese hombre?”
12. Y entre la gente había muchos cuchicheos sobre él.
Unos decían: “Es un buen hombre.” Otros decían: “No lo
es, sino que engaña a las multitudes.”
13. Pero, evidentemente, nadie hablaba de él abiertamente
por temor a los judíos.

El testimonio de Jesús sobre sí mismo en la fiesta

14. A mediados de la fiesta, Jesús subió al templo y empezó


a enseñar.
15. Entonces, los judíos se asombraron y dijeron: “¿Por qué
este hombre es un erudito, si no ha estudiado en nuestras
escuelas?”
16. Por su parte, Jesús les contestó diciendo: “Lo que yo
enseño no es mío, sino que pertenece al que me ha enviado.
17. Si alguno anhela cumplir su voluntad, sabrá si la
enseñanza es de Dios o si hablo por mí cuenta.
18. Aquél que habla por su cuenta, busca su propia gloria;
pero aquél que busca la gloria del que le ha enviado, éste es
verdadero y no hay injusticia alguna en él.
19. ¿Acaso Moisés no os dio la Ley? Y, sin embargo, ninguno
de vosotros cumple la Ley.
20. ¿Por qué me buscáis para matarme?” La multitud
respondió: “Tienes un demonio. ¿Quién te busca para
matarte?”

69
21. Como respuesta Jesús les dijo: “He hecho una sola obra
y todos os maravilláis.
22. Por esta razón Moisés os dio la circuncisión –no que
ésta procediese de Moisés, sino de los antepasados– y
vosotros circuncidáis a un hombre en sabbat.
23. Si se circuncida a un hombre en sabbat, para no que-
brantar la Ley de Moisés, ¿cómo os enfadáis contra mí
porque he curado completamente a un hombre en sabbat?
24. Dejad de juzgar según la apariencia externa, y juzgad
con juicio justo.”
25. Entonces, algunos de los habitantes de Jerusalén
empezaron a decir: “¿No es ése el hombre a quien tratan
de matar?
26. Y, no obstante, mirad como habla abiertamente y
nadie le dice nada. ¿Tal vez los superiores han reconocido
de veras que éste es el Mesías?
27. Pero nosotros sabemos de dónde procede este hombre;
mientras que, cuando venga el Mesías nadie sabrá de dónde
procede.”
28. Entonces, al enseñar en el templo, Jesús gritó diciendo:
“Me conocéis a mí y también sabéis de dónde soy. Pero yo
no he venido por iniciativa propia, sino que el que me ha
enviado, existe verdaderamente, y vosotros no le conocéis.
29. Yo le conozco porque le represento y él es el que me
ha enviado.”
30. Por consiguiente, intentaron apresarle, pero nadie le
echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

71
En conflicto con las opiniones

31. A pesar de todo, muchos de entre la gente creyeron en


él y empezaron a decir: “Cuando venga el Mesías, ¿acaso
hará más señales que las que ha hecho éste?”
32. Los fariseos oyeron que el pueblo murmuraba estas
cosas sobre él, y los sumos sacerdotes y los fariseos enviaron
guardias para que lo apresaran.
33. Entonces, Jesús dijo: “Todavía me quedaré un poco
más de tiempo entre vosotros, antes de irme con quien me
ha enviado.
34. Me buscaréis y, sin embargo, no me encontraréis, y
donde yo estoy, vosotros no podéis venir.”
35. Por eso, los judíos se decían entre sí: “¿A dónde tiene
intención de irse éste, para que no le podamos encontrar?
¿No tendrá intención de irse con los judíos dispersos entre
los griegos y enseñar a los griegos?
36. ¿Qué significan las palabras que ha dicho: “Me busca-
réis y, sin embargo, no me encontraréis, y donde yo estoy
vosotros no podéis venir?”

Al término de la fiesta

37. Entretanto, el último día, tras el gran día de la fiesta,


Jesús se puso en pie y gritó diciendo: “Si alguien tiene sed,
que venga a mí y beba.

73
38. Aquél que crea en mí, tal y como ha dicho la Escritura,
de su más profundo interior fluirán ríos de agua viva.”
39. Sin embargo, esto lo dijo refiriéndose al Espíritu
que iban a recibir aquellos que creyesen en él. Porque el
Espíritu aún no estaba allí pues Jesús todavía no había
sido glorificado.
40. Algunos de entre la gente que habían oído estas palab-
ras, empezaron a decir entonces: “Éste es verdaderamente
el profeta.”
41. Otros decían: “Éste es el Mesías.” Otros replicaban:
“¡El Mesías nunca sería un maestro esenio!” Y algunos
decían: “¿Acaso no viene de Galilea el Mesías?
42. ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la
descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era
David?”
43. Entonces, se originó una disensión entre la multitud
por causa de él.
44. Algunos de ellos querían apresarle, pero nadie le echó
mano.
45. Por eso los guardias volvieron hacia donde estaban los
sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos últimos les dijeron:
“¿Por qué no le habéis traído?”
46. Los guardias respondieron: “Jamás un hombre ha
hablado de esta forma.”
47. Por lo que los fariseos les replicaron: “¿No os habréis
dejado embaucar también vosotros?
48. ¿Acaso hay algún superior o algún fariseo que crea en él?
49. Pero, esa gente que no conoce la Ley, es gente maldita.”

75
50. Nicodemo, el que anteriormente había ido con él y que
era uno de ellos, les dijo:
51. “¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle oído
antes y sin haber examinado lo que hace?”
52. Ellos le respondieron: “¿Tal vez tú también eres de
Galilea? Indaga y verás que de Galilea no ha salido ningún
profeta.”

77
Capítulo 8
La luz del mundo

1. Entonces, Jesús les habló de nuevo diciendo: “Yo soy


la luz del mundo. Aquél que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.”
2. Por consiguiente, los fariseos le dijeron: “Tú das
testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.”
3. Jesús les respondió: “Aunque yo dé testimonio de mí
mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he
venido y a dónde voy. Pero vosotros no sabéis de dónde he
venido ni a dónde voy.
4. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo absoluta-
mente a nadie.
5. Y sin embargo, si juzgo, mi juicio es verdadero, porque
yo no estoy solo, sino que el Padre que me ha enviado está
conmigo.
6. Y también en vuestra propia Ley está escrito: ‘El testimo-
nio de dos personas es verídico’.
7. Yo soy uno de los que da testimonio de mí mismo, y
también el Padre, que me ha enviado, da testimonio de mí.”
8. Entonces, ellos le volvieron a decir: “¿Dónde está tu
padre? Jesús respondió: “No me conocéis a mí, ni a mi
Padre. Si me conocierais, también conoceríais a mi Padre.”
9. Estas palabras las pronunció en el recinto del Tesoro,
mientras enseñaba en el Templo. Sin embargo, nadie le
apresó, porque aún no había llegado su hora.

79
Los pecados de la incredulidad

10. Entonces, les volvió a decir de nuevo: “Yo me voy y


vosotros me buscaréis y, sin embargo, moriréis en vuestro
pecado. A donde yo voy, vosotros no podéis venir.”
11. Por eso, los judíos empezaron a decir: “¿Acaso se va a
suicidar? Pues él dice: ‘A donde yo voy, vosotros no podéis
venir’.”
12. A continuación, les tornó a decir: “Vosotros sois de los
ámbitos inferiores, yo soy de los ámbitos superiores. Voso-
tros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
13. Por eso os he dicho: Moriréis en vuestras faltas. Porque
si no creéis que soy yo, moriréis en vuestras faltas.”
14. Entonces, empezaron a decirle: “¿Quién eres tú?” Jesús
les respondió diciendo: “¿Después de todo, por qué os
estoy hablando?
15. Tengo mucho que hablar y juzgar en vosotros. Sin
embargo, aquél que me ha enviado, es verdadero, y son
precisamente las cosas que le he oído a él, las que digo al
mundo.”
16. No comprendieron que les estaba hablando del Padre.
17. Por eso Jesús les dijo: “Cuando, un día, hayáis elevado
al Hijo del hombre, entonces, sabréis que soy yo, y que no
hago nada por iniciativa propia, sino que digo estas cosas,
tal y como el Padre me ha enseñado.
18. Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha aban-
donado, porque yo siempre hago aquello que le agrada a él.”

81
Libre en verdad

19. Al decir estas cosas, muchos creyeron en él.


20. Y Jesús siguió diciendo a los judíos que le habían creído:
“Si permanecéis en mi Palabra, sois verdaderamente mis
discípulos;
21. y reconoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
22. Ellos le replicaron: “Nosotros somos descendientes de
Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué
dices: ‘Seréis libres?”
23. Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo: Todo
aquél que incurre en pecado es un esclavo del pecado.
24. Y además, el esclavo no se queda en casa para siempre,
el hijo se queda para siempre.
25. Por eso, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.
26. Sé que sois descendientes de Abraham; y vosotros
tratáis de matarme, porque mi Palabra no progresa entre
vosotros.
27. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre; y vosotros
hacéis aquellas cosas que habéis oído de vuestro padre.”
28. Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham.”
Jesús les dijo: “Si sois hijos de Abraham, entonces, haced
las obras de Abraham.
29. Pero ahora tratáis de matarme, a mí, un hombre que
os ha dicho la verdad que he oído de Dios. Eso no lo hizo
Abraham.

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30. Vosotros no hacéis las obras de vuestro padre.” Ellos le
dijeron: “No hemos nacido de la prostitución; tenemos un
Padre, Dios.”
31. Jesús les respondió: “Si Dios fuese vuestro Padre, me
amaríais a mí, porque yo he salido de Dios y estoy aquí.
Y tampoco no he venido por iniciativa propia, sino que él
me ha enviado.
32. ¿Por qué no comprendéis lo que digo? Porque no
podéis hacer caso a mi Palabra.
33. Vosotros sois de vuestro padre, el diablo, y deseáis obrar
según las aspiraciones de vuestro padre. Él era un asesino
al empezar y no se mantuvo firme en la verdad, porque no
hay verdad en él. Cuando dice la mentira, lo hace conforme
a su propia predisposición, porque es mentiroso y padre de
la mentira.
34. Y como yo, en cambio, os digo la verdad, no me creéis.
35. ¿Quién de vosotros me declara culpable de pecado?
¿Por qué no me creéis si digo la verdad?
36. Aquél que es de Dios, escucha las palabras de Dios.
Pero vosotros no escucháis, porque no sois de Dios.”
37. Los judíos le respondieron: “¿No decimos con razón:
Tú eres un samaritano y tienes un demonio?”
38. Jesús respondió: “Yo no tengo un demonio, sino que
honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí.
39. Pero yo no busco gloria para mí; pues hay Uno que
busca y juzga.
40. En verdad, en verdad os digo: Si alguien se atiene a mi
Palabra, jamás verá la muerte.”

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41. Los judíos le dijeron: “Ahora sabemos que tienes un
demonio. Abraham ha muerto, y también los profetas;
pero tú dices: Si alguien se atiene a mi palabra, jamás
probará la muerte.
42. ¿Acaso tú eres más grande que nuestro padre Abraham,
que ha muerto? También los profetas han muerto. ¿Quién
te crees que eres?”
43. Jesús respondió: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi
gloria no es nada. Es mi Padre quien me glorifica, Él, de
quien vosotros decís que es vuestro Dios,
44. y sin embargo, no le habéis reconocido. Yo sí le conoz-
co. Y si dijera: ‘No le conozco’ sería un mentiroso como
vosotros. Pero yo le conozco y me atengo a su Palabra.
45. Abraham, vuestro padre, se regocijó con la esperanza de
ver mi Día, lo vio y se alegró.”
46. Entonces, los judíos le dijeron: “¿Aún no tienes cuarenta
años y, no obstante, has visto a Abraham?”
47. Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo:
Antes de que Abraham existiera, yo ya he sido.”
48. Entonces ellos recogieron piedras para tirárselas; pero
Jesús se ocultó y salió del Templo.

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Capítulo 9
Curación de un ciego de nacimiento

1. Entretanto, mientras recorría su camino, vio a un hom-


bre que era ciego de nacimiento.
2. Y sus discípulos le preguntaron: “Rabbuni, ¿quién ha
pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”
3. Jesús respondió: “Ni él ni sus padres han pecado, sino
que esto ha ocurrido, para que se manifiesten en él las obras
de Dios.
4. Hemos de trabajar en las obras del que me ha enviado
mientras es de día; pues se acerca la noche en la que nadie
puede obrar.
5. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo.”
6. Tras haber dicho estas cosas, escupió en la tierra, hizo
una masa de barro con la saliva y puso el barro en los ojos
del hombre
7. y le dijo: “Ve y lávate en el estanque de Siloé (que
traducido significa ‘Enviado’).” Y él fue, se lavó y cuando
volvió había recobrado la vista.
8. De ahí que los vecinos y aquellos que solían verle antes
como mendigo, dijeran: “¿No es éste el hombre que se
sentaba para mendigar?” Unos decían: “Sí, es él.”
9. Otros decían: “De ningún modo, sin embargo, se le
parece.” Y el hombre dijo: “Sí, soy yo.”
10. Por consiguiente ellos empezaron a decirle: “¿Cómo es,
pues, que se te han abierto los ojos?”

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11. Él respondió: “Ese hombre que se llama Jesús, hizo una
masa de barro, me unto los ojos con ella y me dijo: ‘Ve a
Siloé y lávate’. Y fui allí, me lavé y recobré la vista.”
12. Después ellos le dijeron: “¿Dónde está ese hombre?” Él
respondió: “No lo sé.”

Interrogatorio entre los fariseos

13. Llevaron a los fariseos al que antes había sido ciego.


14. Dicho sea de paso, era sabbat el día en que Jesús había
hecho la masa de barro y le había abierto los ojos.
15. Entonces, los fariseos también empezaron a pregun-
tarle cómo había recobrado la vista. Él les dijo: “Me puso
barro en los ojos, yo me lavé y ahora puedo ver.”
16. Luego algunos de los fariseos empezaron a decir: “Este
hombre no es de Dios, porque no se atiene al sabbat.”
Otros comenzaron a decir: “Pero, ¿cómo puede un hom-
bre, que es un pecador, realizar semejantes señales?” Y se
produjo entonces una disensión entre ellos.
17. Por eso, le volvieron a decir al ciego: “¿Y tú qué dices
sobre él, ya que ves que te ha abierto los ojos?” El hombre
dijo: “Que es un profeta.”
18. Sin embargo, los judíos no creyeron que aquel hombre
hubiera sido ciego y hubiera recobrado la vista, hasta que
llamaron a los padres del que había recuperado la vista.
19. Y les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, el que decís
que nació ciego? ¿Cómo es, pues, que ahora ve?”

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20. Entonces sus padres respondieron: “Sabemos que este
es nuestro hijo y que nació ciego.
21. Pero no sabemos cómo es que ve ahora, ni tampoco
sabemos quién le ha abierto los ojos. Preguntadle a él. Es
mayor de edad. Puede hablar por sí mismo.”
22. Eso fue lo que dijeron sus padres, porque tenían miedo
de los judíos, pues los judíos ya se habían puesto de acuerdo
en que si alguien le reconocía como el Mesías, sería expuls-
ado de la sinagoga.
23. Por eso dijeron sus padres: “Es mayor de edad. Preg-
untadle a él.”
24. Entonces, llamaron por segunda vez al hombre que
había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros
sabemos que este hombre es un pecador.”
25. Por su parte él respondió: “Yo no sé si es un pecador.
Lo único que sé es que yo antes era ciego y ahora veo.”
26. Entonces, ellos le dijeron: “¿Qué te ha hecho? ¿Cómo
te ha abierto los ojos?”
27. Él les respondió: “Ya os lo he dicho y, sin embargo, no me
habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Acaso
también vosotros queréis convertiros en sus discípulos?”
28. En consecuencia, le injuriaron y le dijeron: “Tú eres
discípulo de ese hombre, pero nosotros somos discípulos
de Moisés.
29. Sabemos que Dios habló a Moisés; pero ése no sabemos
de dónde es.”
30. El hombre les respondió: “Es ciertamente muy extraño

93
que vosotros no sepáis de dónde es, y sin embargo, él ha
abierto mis ojos.
31. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero si
alguien es temeroso de Dios y cumple su voluntad, a ése le
escucha.
32. Desde hace mucho tiempo, jamás se ha oído decir que
alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
33. Si este hombre no viniera de Dios, tampoco podría
hacer nada.”
34. Ellos le respondieron diciendo: “Has nacido comple-
tamente en pecado y, a pesar de todo, ¿nos das lecciones a
nosotros?” Y le echaron fuera.

La fe del curado

35. Jesús oyó que le habían echado fuera y al encontrarle,


le preguntó: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?”
36. El hombre respondió: “¿Y quién es, Señor, para que
crea en él?”
37. Jesús le dijo: “Le has visto y, dicho sea de paso, el que
está hablando contigo, es ése.”
38. Por lo que él dijo: “Creo en él, Señor.” Y se postró
ante él.
39. Y Jesús dijo: “He venido a este mundo para este juicio:
para que aquellos que no ven, puedan ver, y aquellos que
ven, se vuelvan ciegos.”

95
40. Algunos de los fariseos que estaban con él oyeron esto
y le dijeron: “¿Acaso
nosotros también somos ciegos?”
41. Jesús les respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais
pecado alguno. No obstante, ahora decís: ‘Vemos’. Y vue-
stro pecado permanece.”

97
Capítulo 10
El pastor perfecto

1. “En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la


puerta en el redil de las ovejas, sino que trepa por otro lado,
ése es un ladrón y un saqueador.
2. Pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
3. A éste le abre el guardián de la puerta y las ovejas
escuchan su voz, y él llama a cada una de sus ovejas por
su nombre y las guía fuera.
4. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y
las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5. De ninguna forma seguirán a un extraño, sino que
huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.”
6. Jesús les dijo esto en sentido metafórico; pero ellos no
comprendieron qué significaban las cosas que les decía.
7. Entonces Jesús les dijo de nuevo: “En verdad, en verdad
os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
8. Todos aquellos que han venido en mi lugar son ladrones
y saqueadores; pero las ovejas no les han escuchado.
9. Yo soy la puerta; todo aquél que entre a través de mí, será
salvado, y entrará y saldrá y encontrará pasto.
10. El ladrón únicamente viene a robar, a matar y a
destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan
en abundancia.
11. Yo soy el pastor perfecto; el pastor perfecto entrega su
alma por las ovejas.

99
12. El jornalero, que no es pastor, a quien no pertenecen
las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye –y
el lobo hace presa en ellas y las dispersa–,
13. porque es un jornalero y no le importan las ovejas.
14. Yo soy el pastor perfecto, conozco a mis ovejas y mis
ovejas me conocen a mí,
15. igual como me conoce el Padre y yo conozco al Padre;
y entrego mi alma por las ovejas.
16. Y tengo otras ovejas, que no son de este redil; también
a ésas las tengo que guiar y escucharán mi voz; y se conver-
tirán en un solo rebaño bajo un solo pastor.
17. Por eso me ama el Padre, porque entrego mi alma, para
recibirla de nuevo.
18. Nadie me la ha quitado, sino que la entrego por vo-
luntad propia. Tengo poder para entregarla y poder para
recibirla de nuevo. Ese mandamiento lo he recibido de mi
Padre.”
19. Otra vez se produjo una disensión entre los judíos a
causa de estas palabras.
20. Muchos de ellos decían: “Tiene un demonio y está
loco. ¿Por qué le escucháis?”
21. Y otros decían: “Éstas no son las palabras de un hombre
endemoniado. ¿O acaso un demonio puede abrir los ojos
de los ciegos?”

101
Testimonio propio en la fiesta de la Iniciación

22. En aquel tiempo, tuvo lugar la fiesta de la Iniciación en


Jerusalén. Era invierno,
23. y Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de
Salomón.
24. Entonces, los judíos le rodearon y empezaron a decirle:
“¿Hasta cuándo vas a tener nuestras almas en vilo? Si tú eres
el Mesías, dínoslo abiertamente.”
25. Jesús les respondió: “Ya os lo he dicho, y sin embargo,
no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre
dan testimonio de mí.
26. Pero vosotros no creéis porque no formáis parte de mis
ovejas.
27. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me
siguen.
28. Y les doy vida eterna y no serán destruidas jamás, y
nadie las arrebatará de mi mano.
29. Lo que mi Padre me ha dado, es más grande que todo lo
demás, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.
30. Yo y el Padre somos uno.”
31. De nuevo, los judíos recogieron piedras para apedrearle.
32. Jesús les contestó: “Os he dejado ver muchas obras
perfectas del Padre. ¿Por cuál de esas obras me apedreáis?”
33. Los judíos le respondieron: “No te apedreamos por una
obra perfecta, sino por blasfemia, y porque tú, a pesar de
que eres un hombre, te haces a ti mismo un Dios.”

103
34. Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra Ley:
‘Yo he dicho: Sois dioses’?
35. Si llamó dioses a aquellos a quienes fue enviada la Pala-
bra Dios, y la Escritura no puede ser derogada,
36. ¿cómo me decís a mí, aquel a quien el Padre ha
santificado y enviado al mundo: ‘tú blasfemas’, porque
yo he dicho: ‘soy el Hijo de mi Padre’?
37. Si no hago las obras de mi Padre, entonces, no me
creáis.
38. Pero si las hago, aunque no me creáis a mí, entonces,
creed en las obras, para así comprender y reconocer ulteri-
ormente que el Padre está en comunión conmigo y yo estoy
en comunión con el Padre.”
39. De ahí que intentaran apresarle otra vez; pero él ya se
había puesto fuera de su alcance.
40. Entonces, se marchó de nuevo al otro lado del Jordán,
al lugar donde Juan había estado bautizando al principio y
se quedó allí.
41. Y muchos fueron a él y empezaron a decir: “Es cierto
que Juan no realizó ni una sola señal,
42. pero todo lo que dijo Juan de este hombre, ha sido
verdad.” Y muchos allí creyeron en él.

105
Capítulo 11
Muerte de Lázaro

1. Entretanto, había un cierto hombre enfermo, Lázaro de


Magdala, que ahora vivía en el pueblo de Betania con sus
hermanas María y Marta.
2. Se trataba, de hecho, de María, su cuñada, la que, estan-
do de visita en casa de sus hermanos, había ungido al Señor
con aceites perfumados, y le había secado los pies con sus
cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo.
3. Entonces, sus hermanas le mandaron decir: “Señor,
mira, aquel a quien tú profesas cariño, está enfermo.“
4. Pero cuando Jesús lo oyó, dijo: “El sentido de esta enfer-
medad no es la muerte, sino la glorificación de Dios, para
que el Hijo de Dios sea glorificado a través de ella.“
5. Jesús amaba a María, a su hermana Marta y a su herma-
no Lázaro.
6. Sin embargo, cuando se enteró de que estaba enfermo,
permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba.
7. Pasados los dos días, dijo a sus discípulos: “Volvamos de
nuevo a Judea.”
8. Los discípulos le dijeron: “Rabbuni, hace muy poco los
de Judea te buscaban para apedrearte, ¿y tú vuelves allí otra
vez?“
9. Jesús respondió: “¿No hay doce horas de luz de día? Si
uno anda a la luz del día, no tropieza con nada, porque ve
la luz de este mundo.

107
10. Pero si uno anda de noche, tropieza en algún lugar,
porque la luz no está en él.“
11. Les dijo estas cosas y después añadió: “Nuestro amigo
Lázaro se ha retirado a descansar, pero iré hasta allí para
despertarle del sueño.“
12. De ahí que los discípulos le dijeran: “Señor, si se ha
retirado a descansar, se curará.“
13. Sin embargo, Jesús estaba hablando de su muerte. Pero
ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño.
14. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto,
15. y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para
que creáis. Pero vayamos con él.“
16. Por eso, Tomás, al que llamaban ‘el Mellizo’, dijo a los
otros discípulos: “Vayamos también nosotros para morir
con el Maestro.”

Jesús en Betania

17. Más tarde, cuando Jesús llegó, se encontró con que


Lázaro ya llevaba cuatro días en el sepulcro conmemora-
tivo.
18. Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilóme-
tros de distancia.
19. De modo que muchos judíos habían ido a casa de
Marta y María para consolarlas por su hermano.

109
20. Cuando Marta oyó que venía Jesús, salió a su encuen-
tro; no obstante, María se quedó sentada en casa.
21. Por eso Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado
aquí, mi hermano no habría muerto.
22. Y, sin embargo, ahora sé que todo cuanto le pidas a
Dios, Dios te lo concederá.”
23. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará.”
24. Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrec-
ción, el último día.”
25. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. Aquél
que crea en mí, volverá a la vida, aunque muera;
26. y todo aquél que viva y crea en mí, no morirá jamás.
¿Crees esto?”
27. Ella le respondió: “Sí, Señor, siempre he creído que eres
el Cristo, el Hijo de Dios, que ha venido al mundo.”
28. Y, dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo
en secreto: “El Maestro está aquí y quiere verte.”
29. En cuanto ella lo oyó, se levantó rápidamente y salio a
su encuentro.
30. En realidad, Jesús aún no había llegado al pueblo,
sino que todavía seguía en el lugar donde Marta lo había
encontrado.
31. Entretanto los judíos que estaban con ella en casa
consolándola, al ver que María se levantaba rápidamente y
salía, la siguieron, pues pensaron que iba al sepulcro para
llorar allí.
32. Y cuando luego María llegó al lugar donde estaba Jesús
y le vio, cayó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieses estado
aquí, mi hermano no habría muerto.”
111
Resurrección del difunto

33. Entonces, Jesús al verla llorar y ver como también


lloraban los judíos que habían venido con ella, su espíritu
se conmovió, se turbó
34. y dijo: “¿Dónde lo habéis puesto?” Ellos le dijeron:
“Señor, ven y lo verás.”
35. A Jesús le saltaron las lágrimas.
36. Entonces, los judíos empezaron a decir: “¡Mirad el
cariño que le tenía!”
37. Pero algunos de ellos dijeron: “¿Acaso este hombre,
que abrió los ojos al ciego, no habría sido también capaz de
librar a éste de la muerte?”
38. Así pues, Jesús, tras haberse conmovido de nuevo inte-
riormente, se fue al sepulcro. En realidad, era una cueva, y
tenía puesta delante una piedra.
39. Jesús dijo: “Quitad la piedra.” Marta, la hermana del
difunto, le dijo: “Señor, ya olerá, pues ya hace cuatro días
que él ha muerto.”
40. Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria
de Dios?”
41. Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los
ojos al cielo y dijo: “Padre, te doy las gracias por haberme
escuchado.
42. Yo ya se que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho
por las gentes que me rodean, para que puedan creer que
tú me has enviado.”
43. Y, tras haber dicho esto, gritó con fuerte voz: “¡Lázaro,
sal fuera!”
113
44. El hombre que había estado muerto, salió con los pies
y las manos envueltos en vendas y el rostro cubierto con
un sudario. Jesús les dijo: “Quitadle las vendas y dejadle
andar.”

Se decide la captura de Jesús

45. Muchos de los judíos que habían ido a casa de María y


habían visto lo que Jesús hizo, creyeron entonces en él.
46. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron
las cosas que Jesús había hecho.
47. Por consiguiente, los sumos sacerdotes y los fariseos del
sanedrín se reunieron y empezaron a decir: “¿Qué debemos
hacer? Porque este hombre realiza muchas señales.
48. Si le permitimos que siga así, todos creerán en él y ven-
drán los romanos y nos quitarán tanto nuestras ciudades
como nuestra nación.”
49. Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de
aquel año, les dijo: “Vosotros no sabéis nada en absoluto,
50. ni caéis en la cuenta que os conviene que muera un solo
hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación.”
51. Pero no lo dijo por iniciativa propia, sino porque era
uno de los anticristos
52. y quería conservar su poder.
53. De esta forma, desde aquél día decidieron darle muerte.
54. En consecuencia, Jesús ya no andaba en público entre
los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al

115
desierto, a una ciudad llamada Efraím y allí se quedó con
sus discípulos.
55. Entretanto, se estaba acercando la Pascua de los judíos
y, antes de la Pascua, mucha gente del país subía a Jerusalén
para purificarse ceremonialmente.
56. Entonces, buscaban a Jesús, y mientras se encontraban
en el Templo se decían unos a otros: “¿Qué os parece? ¿Qué
no vendrá a la fiesta?”
57. Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado
órdenes de que, si alguien llegaba a saber dónde estaba,
lo denunciara para poder detenerle.

117
Capítulo 12
Unción de Jesús en Betania

1. De esta manera, pues, seis días antes de la Pascua, llegó


Jesús a Betania, donde se encontraba Lázaro, a quien Jesús
había resucitado de entre los muertos.
2. Por eso organizaron allí una cena para él. Marta servía y
Lázaro era uno de los que estaban sentados con él en la mesa.
3. Pero María, la cuñada de Jesús, creía que Jesús era el
Mesías que había sido enviado y quería que éste fuese un-
gido rey de Israel, porque ambos padres de Jesús procedían
de la casa de David por línea directa.
4. Y, por consiguiente, Jesús era el Príncipe legítimo de
Israel según la Ley de los profetas.
5. Entonces María, tomando una vasija llena de aceite per-
fumado de nardo puro y muy caro, ungió el pelo y los pies
de Jesús, y le secó los pies con sus cabellos. Jesús dejó que
esto ocurriera para que la Escritura se cumpliese. La casa se
llenó con el aroma del aceite perfumado.
6. Sin embargo, dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos,
que más adelante lo había de delatar:
7. “¿Por qué no se ha vendido este aceite perfumado por
trescientos denarios y se ha dado a los pobres?”
8. Pero no lo dijo porque le importasen los pobres, sino
porque era un ladrón y tenía la caja y se encargaba de
llevarse lo que echaban en ella.

119
9. Por eso dijo Jesús: “Dejadla, para que termine con esta
práctica considerando el día de mi entierro y no de mi
coronación.
10. Porque pobres siempre tendréis entre vosotros, pero a
mí no siempre me tendréis.”
11. Un gran número de judíos supieron que Jesús estaba
allí y que había sido ungido rey, y fueron, no sólo por Jesús,
sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de
entre los muertos.
12. Los sumos sacerdotes entonces decidieron matar tam-
bién a Lázaro,
13. porque a causa de él muchos judíos iban allí y creían
en Jesús.

Entrada en Jerusalén

14. Cuando, al día siguiente la gran muchedumbre que


había ido a la fiesta, se enteró de que Jesús se dirigía a
Jerusalén,
15. tomaron ramas de palmeras y salieron a su encuentro.
Y empezaron a gritar: “¡Por favor, sálvanos! ¡Bendito el que
viene en nombre de Jehová, bendito sea el rey de Israel!”
16. Sin embargo, al encontrar Jesús un borriquillo, se
montó en él, según está escrito:
17. “No temas, hija de Sión. Mira, tu rey viene montado
en un pollino de asno.”

121
18. Sus discípulos no se fijaron en todas estas cosas de
momento, pero cuando Jesús fue glorificado, se acordaron
de lo que estaba escrito sobre él y de que le habían hecho
estas cosas.
19. Así pues, la gente, que estaba con él cuando llamó a
Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos, daba
testimonio de ello sin cesar.
20. Por eso la gente también salió a su encuentro, porque
habían oído que él había realizado esta señal.
21. Entonces los fariseos dijeron entre sí: “¿Veis cómo no
podéis conseguir nada? ¿Veis? El mundo se ha ido tras él.”

El juicio del mundo

22. Entretanto, había algunos griegos entre los que subían


para rezar en la fiesta.
23. Éstos se acercaron a Felipe, el que era de Betsaida de
Galilea, y le empezaron a rogar diciéndole: “Señor, quere-
mos ver a Jesús.”
24. Felipe fue a decírselo a Andrés. Andrés y Felipe fueron
a decírselo a Jesús.

123
Capítulo 13
El lavatorio de pies

1. En ese momento, antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo


Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al
Padre, amaba a los suyos que estaban en el mundo y a qui-
enes había amado hasta el fin.
2. En el transcurso de la cena, cuando el diablo ya había
puesto en el corazón de Judas Iscariote, el hijo de Simón,
el propósito de delatarle,
3. más sabiendo él que el Padre lo había puesto todo en sus
manos, que había salido de Dios y que a Dios volvía,
4. se levantó de la cena y se quitó sus vestiduras más exter-
nas. Y tomando una toalla de lino, se la ciñó.
5. Luego, echó agua en un lebrillo y empezó a lavar los pies
a los discípulos y a secárselos con la toalla de lino con la
que se había ceñido.
6. Así, entonces, llegó a Simón (Pedro). Éste le dijo:
“Señor, ¿tú me lavas los pies a mí?“
7. Jesús le respondió: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes
ahora; pero lo comprenderás más tarde.“
8. Simón (Pedro) le dijo: “¡Pero tú eres mi maestro y no
debes lavarme los pies!“ Jesús le respondió: “Si no te lavo,
no tienes ninguna parte conmigo.“
9. Entonces, Simón (Pedro) le dijo: “Señor, no sólo los
pies, sino también las manos y la cabeza.“

125
10. Jesús le dijo: “Aquel que se ha bañado, no necesita
más que dejarse lavar los pies, pues está del todo limpio.
Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.“
11. Él sabía quien era el hombre que le iba a delatar. Por
eso dijo: “No todos vosotros estáis limpios.“
12. Entretanto, cuando les hubo lavado los pies y se hubo
puesto otra vez sus vestiduras, se sentó a la mesa y les dijo:
“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
13. Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y lo decís con
razón, porque lo soy.
14. Pues, bien, si ahora yo os he lavado los pies, aunque soy
Maestro y Señor, también vosotros tenéis la obligación de
lavaros los pies los unos a los otros.
15. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros
hagáis como yo he hecho con vosotros.
16. En verdad, en verdad os digo: El esclavo no es más
grande que su Señor. ni es más grande el enviado que
aquel que le ha enviado. No es más grande el esclavo que
su Señor, ni es más grande el enviado que aquel que le ha
enviado.
17. Si hacéis estas cosas, dichosos seréis si podéis cum-
plirlas:
18. No me refiero a todos vosotros; conozco a aquellos a
los que he elegido. Pero ha de ocurrir para que se cumpla la
Escritura: ‘Aquél que solía comer mi pan, ha alzado contra
mí su talón’.
19. Os lo digo desde este momento, antes de que suceda,
para que, cuando suceda, creáis que soy yo.

127
20. En verdad, en verdad os digo: Quien acoge al que yo
envío, también me acoge a mí. Y quien me acoge a mí,
también acoge a aquel que me ha enviado.”

Judas, el traidor

21. Tras haber dicho estas cosas, Jesús su espíritu se turbó


y dio testimonio diciendo: “En verdad, en verdad os digo:
Uno de vosotros me traicionará.”
22. Los discípulos empezaron a mirarse unos a otros, pues
ignoraban de quién estaba hablando.
23. Uno de sus discípulos, Juan, estaba recostado sobre el
pecho de Jesús, y Jesús le amaba.
24. Entonces, Simón (Pedro) le hizo a éste una señal con la
cabeza y le dijo: “Pregúntale de quien está hablando.”
25. Él, volviéndose a recostar sobre el pecho de Jesús, le
dijo: “Señor, ¿quién es?”
26. Por eso Jesús le respondió: “Es aquel a quien daré el
bocado que voy a mojar.” Y tras haber mojado el bocado,
lo tomó y se lo dio a Judas, el hijo de Simón Iscariote.
27. Y tras el bocado, entró en él Satanás. Por eso Jesús le
dijo: “Lo que tengas que hacer, hazlo pronto.”
28. Pero ninguno de los comensales que estaban sentados
a la mesa, sabía con qué intención se lo dijo.
29. Y, como efectivamente Judas llevaba la caja, algunos
pensaron que Jesús le había querido decir: “Compra lo que
necesitamos para la fiesta” o que debía dar algo a los pobres.

129
30. En cuanto él hubo tomado el bocado, salió rápidamente.
Y era de noche.

De la inminente despedida

31. Cuando él hubo salido, Jesús dijo: “Ahora ha sido


glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado
junto con él.
32. Y el mismo Dios le glorificará y le glorificará muy
pronto.
33. Hijos míos, aún me quedaré un poco más de tiempo
con vosotros. Vosotros me buscaréis y, lo mismo que les
dije a los judíos, os digo ahora a vosotros: A donde yo voy,
vosotros no podéis venir.
34. Os doy un nuevo mandamiento, que os améis los unos
a los otros. Que, así como yo os he amado, os améis tam-
bién vosotros los unos a los otros.
35. En esto todos reconocerán que sois mis discípulos, si os
tenéis amor los unos a los otros.”
36. Simón (Pedro) le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús
respondió: “A dónde yo voy no puedes seguirme ahora,
pero me seguirás más tarde.”
37. Simón (Pedro) le dijo: “Señor, ¿por qué no puedo
seguirte ahora? Yo daré mi alma por ti.”
38. Jesús respondió: “¿Quieres dar tu alma por mí? En
verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo antes de que
tú me hayas negado tres veces.”

131
Capítulo 14
Del camino, la verdad y la vida

1. “No se turbe vuestro corazón. Mostrad vuestra fe en


Dios, mostrad vuestra fe también en mí.
2. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si fuese de
otro modo, os lo habría dicho, porque voy a prepararos un
lugar.
3. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré
de nuevo y os llevaré conmigo a casa, para que también
vosotros estéis allí donde yo estoy.
4. Y vosotros sabéis el camino hacia el lugar adónde yo voy.“
5. Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo
podemos saber el camino?“
6. Jesús le dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre sino a través de mí.
7. Si me hubieseis reconocido a mí, también habríais
reconocido a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis
visto.“
8. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y con eso nos
basta.“
9. Jesús le dijo: “Tanto tiempo hace que estoy entre voso-
tros y, con todo, ¿no me has conocido Felipe? Aquel que
me ha visto a mí, también ha visto al Padre. ¿Cómo dices:
‘Muéstranos al Padre’?

133
10. ¿No crees que yo estoy en comunión con el Padre y
que el Padre está en comunión conmigo? Las cosas que os
digo, no las digo por mí mismo; es el Padre que está en
comunión conmigo el que realiza las obras.
11. Creedme, yo estoy en comunión con el Padre y el
Padre está en comunión conmigo. Al menos, creedlo por
las obras mismas.
12. En verdad, en verdad os digo: Aquel que crea en mí,
también hará las obras que yo hago; y hará obras aún
mayores que éstas, porque yo voy al Padre.
13. Y todo aquello que pidáis en mi nombre, yo lo haré,
para que el Padre sea glorificado junto con el Hijo.

La promesa del Espíritu Santo

14. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos;


15. y yo pediré al Padre y os dará otro ayudante para que
esté con vosotros para siempre,
16. el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede
recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le
conocéis, porque está con vosotros y en vosotros.
17. No os dejaré atrás abandonados en el sufrimiento.
Volveré a vosotros.
18. Sólo un poco más de tiempo y el mundo no me verá
más, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo, y vosotros
viviréis.

135
19. Ese día reconoceréis que yo estoy en comunión con mi
Padre, que vosotros estáis en comunión conmigo y que yo
estoy en comunión con vosotros.
20. Aquel que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es
el que me ama. Pero aquel que me ame, será amado por mi
Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él claramente.”
21. El otro Judas, no el Iscariote, le dijo: “Señor, ¿qué
ha ocurrido para que quieras manifestarte claramente a
nosotros y no al mundo?”
22. Jesús le respondió: “Si alguien me ama, guardará mi
Palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos
morada en él.
23. Aquel que no me ama no guarda mis palabras; y la
palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha
enviado.
24. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.
25. Pero el ayudante, el Espíritu Santo, que el Padre en-
viará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará
todas las cosas que yo os he dicho.
26. Os dejo la paz, os doy mi paz. No os la doy como la da el
mundo. Que vuestro corazón no se turbe ni se acobarde.
27. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a voso-
tros. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre,
porque el Padre es más grande que yo.
28. Así pues, os lo he dicho ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda creáis.

137
29. Ya no hablaré mucho más con vosotros, porque llega el
Soberano del mundo. Y él no tiene poder sobre mí,
30. pero, para que el mundo sepa que amo al Padre, obro
según el Padre me ha ordenado. Levantaos y vayámonos
de aquí.

139
Capítulo 15
Sobre la vid verdadera

1. Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.


2. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo
aquel da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
3. Vosotros ya estáis limpios gracias a la Palabra que os he
anunciado.
4. Permaneced en comunión conmigo y yo en comunión
con vosotros. Igual que el sarmiento no puede dar fruto por
sí mismo, a no ser que permanezca en la vid, así tampoco
vosotros podéis dar fruto si no permanecéis en comunión
conmigo.
5. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. Aquel que perma-
nece en comunión conmigo y yo en comunión con él, ése
da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada.
6. Si alguien no permanece en comunión conmigo, es ar-
rojado fuera como un sarmiento y se seca; y luego se recogen
esos sarmientos y se echan al fuego para ser quemados.
7. Si permanecéis en comunión conmigo y mis palabras
permanecen en vosotros, entonces, pedid lo que queráis y
lo conseguiréis.
8. De esta manera, glorificáis a mi Padre cuando dais fruto
sin cesar y cuando mostráis que sois mis discípulos.

141
¡Amaos los unos a los otros!

9. Igual que el Padre me amó a mí y yo os he amado a


vosotros, permaneced en mi amor.
10. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor, igual como yo he guardado los mandamientos del
Padre y permanezco en su amor.
11. Os he dicho estas cosas, para que mi gozo esté en
vosotros, y para que vuestro gozo sea colmado.
12. Éste es mi mandamiento, que os améis los unos a los
otros como yo os he amado.
13. Nadie tiene mayor amor que aquel que da su alma por
sus amigos.
14. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15. No os llamo ya esclavos, porque un esclavo no sabe lo
que hace su amo. A vosotros os he llamado amigos, porque
os he dado a conocer todas aquellas cosas que he oído a mi
Padre.
16. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he
elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis
fruto continuamente, y para que vuestro fruto permanezca,
de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os
lo conceda.
17. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.

143
Sobre el odio del mundo

18. Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes


que a vosotros.
19. Si fuerais una parte del mundo, el mundo amaría lo
suyo. Pero como ahora no sois una parte del mundo, sino
que al elegiros os he sacado del mundo, el mundo os odia
por ello.
20. Acordaos de la palabra que os he dicho: Un esclavo no
es más grande que su Señor. Si a mí me han perseguido,
también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi
Palabra, también guardarán la vuestra.
21. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado.
22. Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no
tendrían pecado alguno; pero ahora no tienen disculpa
alguna por su pecado.
23. Aquel que me odia, odia también a mi Padre.
24. Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que no ha
hecho ningún otro, no tendrían pecado alguno; pero ahora
nos han visto tanto a mí como a mi Padre y también nos
han odiado.
25. Sin embargo, esto es así, para que se cumpla la palabra
que está escrita en su Ley: ‘Me han odiado sin motivo’.
26. Cuando haya venido el ayudante, que yo os enviaré
desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que nace del
Padre, él dará testimonio de mí;
27. y también vosotros debéis dar testimonio, porque
habéis estado conmigo desde el principio.
145
Capítulo 16
Del sufrimiento venidero

1. Os he dicho estas cosas para que no seáis llevados a


tropezar.
2. Os expulsarán de la sinagoga. E incluso llegará la hora
en que todo aquel que os mate, piense que ha rendido un
culto sagrado a Dios.
3. Pero harán estas cosas porque no han conocido ni al
Padre ni a mí.
4. Sin embargo, os he dicho estas cosas para que, cuando
llegue su hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. No
os dije estas cosas al principio porque yo estaba junto a
vosotros.

De las obras del Espíritu Santo

5. Pero ahora me voy a aquel que me ha enviado, y ninguno


de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’
6. Sino que, por haberos dicho estas cosas, vuestro corazón
se ha llenado de pena.
7. No obstante, yo os digo la verdad: Es beneficioso para
vosotros que me vaya. Porque si yo no me voy, el ayudante
no vendrá a vosotros; pero si yo me voy, os lo enviaré.
8. Y cuando él haya venido, entregará al mundo pruebas
concluyentes en lo referente a la justicia:

147
9. en primer lugar, porque no creen en mí;
10. después, en lo referente a la justicia, porque me voy al
Padre y no me veréis más;
11. y luego, en lo referente al juicio, porque el Soberano de
este mundo ha sido juzgado.
12. Tengo mucho todavía que deciros, pero ahora no
podéis soportarlo.
13. Sin embargo, cuando el Espíritu de la Verdad haya
venido, os guiará hasta la verdad completa, pues no hab-
lará por iniciativa propia, sino que hablará lo que oiga y os
anunciará las cosas que han de venir.
14. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo
anunciará a vosotros.
15. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso, he dicho
que recibiría de lo mío y os lo anunciaría a vosotros.

De la separación y del reencuentro

16. Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco


me veréis de nuevo.”
17. Por eso algunos de sus discípulos comentaron entre sí:
“¿Qué significa eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me
veréis, y dentro de otro poco me veréis de nuevo’ y ‘porque
me voy al Padre’?
18. No sabemos de que habla.”
19. Jesús se dio cuenta de que querían preguntarle y les
dijo: “¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho:

149
Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me
veréis de nuevo?
20. En verdad, en verdad os digo: lloraréis y os lamentaré-
is, y el mundo se alegrará. Estaréis afligidos, pero vuestra
aflicción se convertirá en gozo.
21. La mujer, cuando va a dar a luz, está afligida porque ha
llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no
se acuerda de los sufrimientos, por el gozo de haber traído
un hijo al mundo.
22. De igual manera, vosotros también estáis afligidos
ahora; pero volveré a veros y vuestro corazón se alegrará, y
vuestra alegría, nadie os la podrá quitar.
23. Y ese día no me preguntaréis nada. En verdad, en ver-
dad os digo: Si le pedís algo al Padre, os lo dará en mi
nombre.
24. Hasta el momento presente nada le habéis pedido en
mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea
colmado.

Perspectiva y despedida

25. Os he dicho estas cosas en parábolas. Se acerca la hora


en que ya no os hablaré en parábolas, sino que os hablaré
acerca del Padre con toda claridad.
26. Ese día pediréis en mi nombre y no os digo que yo
rogaré al Padre por vosotros.

151
27. Pues el Padre mismo os quiere, porque me habéis que-
rido a mí, y porque vosotros habéis creído que he salido del
Padre y le represento.
28. He salido del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo
de nuevo el mundo y voy al Padre.”
29. Sus discípulos dijeron: “Mira, ahora sí que hablas claro
y no empleas parábola alguna.
30. Ahora sabemos que lo sabes todo y no es necesario
que nadie te pregunte. Por eso creemos que has salido de
Dios.”
31. Jesús les respondió: “¿Ahora creéis?
32. Mirad, se acerca la hora, ya ha llegado la hora, en la que
os dispersaréis cada cual a su propia casa y me dejaréis solo.
Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33. Os he dicho estas cosas, para que tengáis paz a través de
mí. En el mundo tendréis tribulaciones, pero ¡tened valor!
Yo he vencido al mundo.”

153
Capítulo 17
La oración del Hijo

1. Así habló Jesús, y alzando sus ojos al cielo, dijo: “Padre,


ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te
glorifique a ti,
2. que según el poder que tú le has dado sobre toda
carne, dé también vida eterna a todos aquellos que tú le
has dado.
3. Esto significa la vida eterna, que ellos recojan en su inte-
rior continuo conocimiento de ti, el único Dios verdadero
y de aquel al que tú has enviado, el Cristo.
4. Yo te he glorificado en la tierra y he completado la obra
que me has encomendado realizar.
5. Ahora, Padre, glorifícame tú, a tu lado, con la gloria que
tenía a tu lado antes de que el mundo fuese.
6. He manifestado tu Nombre a los hombres que nos has
dado tomándolos del mundo. Eran tuyos y me los has dado
a mí, y ellos han recibido tu Palabra.
7. Ahora han reconocido que todo lo que me has dado
proviene de ti;
8. porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos,
y las han aceptado y han reconocido verdaderamente que
vengo de ti y te represento, y han creído que tú me has
enviado.

155
9. Ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por aquel-
los que tú me has dado, porque son tuyos.
10. Y todo lo que es mío, es tuyo, y lo que es tuyo, es mío,
y he sido glorificado entre ellos.
11. Además, yo ya no voy a estar en el mundo, pero ellos
sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre Santo, vela en tu
nombre por los que me has dado, para que sean uno, así
como nosotros lo somos.
12. Cuando yo estaba con ellos, solía cuidar en tu nombre
a los que me has dado. He velado por ellos y ninguno de
ellos ha sido destruido, salvo el hijo de la destrucción, para
que se cumpliera la palabra escrita.
13. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para
que tengan en sí mismos mi alegría plenamente colmada.
14. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado,
porque no son parte del mundo, así como yo tampoco soy
parte del mundo.
15. No te pido que los retires del mundo, sino que los
guardes de aquél que es el Maligno.
16. Ellos no son parte del mundo, así como yo tampoco
soy parte del mundo.
17. Santifícalos a través de la verdad; tu Palabra es verdad.
18. Igual como tú me has enviado al mundo, así también
los he enviado yo al mundo.
19. Y yo me santifico por ellos, para que ellos también sean
santificados a través de la verdad.

157
20. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que
creerán en mí a través de su palabra,
21. para que todos sean uno. Así como tú, Padre, estás en
comunión conmigo y yo estoy en comunión contigo, que
ellos también estén en comunión con
nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
22. Yo también les he dado la gloria que tú me has dado,
para que sean uno, así como nosotros somos uno,
23. yo en comunión con ellos y tú en comunión conmigo,
para que se hagan uno perfecto y el mundo llegue a saber
que tú me has enviado y que los has amado a ellos, tal y
como me has amado a mí.
24. Padre, respecto a lo que tú me has dado, deseo que
donde yo esté, también ellos estén conmigo para que
contemplen mi gloria, la que tú me has dado, porque me
has amado antes de la creación del mundo.
25. Padre justo, el mundo no te ha reconocido realmente;
pero yo te he reconocido y éstos han reconocido que tú me
has enviado.
26. Y yo les he dado a conocer tu Nombre y lo seguiré dan-
do a conocer, para que el amor con que tú me has amado
esté en ellos y yo esté en comunión con ellos.“

159
Capítulo 18
Prendimiento de Jesús

1. Después de que Jesús hubiese dicho esto, salió fuera con


sus discípulos, pasó al otro lado del torrente Cedrón, y se
dirigió hacia un lugar donde había un huerto, en el que
entraron él y sus discípulos.
2. Pero también Judas, el traidor, conocía el lugar, porque
Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípu-
los.
3. Así, pues, Judas fue a buscar la cohorte de soldados y los
guardias de los sumos sacerdotes y los fariseos, y se presentó
allí con antorchas, linternas y armas.
4. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó
y les preguntó: “¿A quién buscáis?“
5. Le respondieron: “A Jesús, el Nazareo.“ Él les dijo: “Soy
yo.“ Judas, el traidor, estaba también con ellos.
6. Sin embargo, cuando les dijo: “Soy yo“, retrocedieron y
cayeron al suelo.
7. Por eso, entonces, él les preguntó de nuevo: “¿A quién
buscáis?“ Ellos le contestaron: “A Jesús, el esenio.“
8. Jesús respondió: “Ya os he dicho que soy yo. Así que si
me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.“
9. Entonces, para que se cumpliera la palabra, dijo: “De los
que me has dado, no he perdido a ninguno.“
10. Entretanto, Simón (Pedro), el cual, como todos los
demás, llevaba una espada, la sacó y golpeó al tribuno, el

161
esclavo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El
nombre del tribuno era Malco.
11. Pero Jesús dijo a Pedro: “Mete de nuevo tu espada en
su vaina. ¿No tengo que beber de la copa que mi Padre me
ha dado cueste lo que cueste?”
12. Recogió la oreja y se la puso al tribuno en su sitio, y ésta
enseguida se adhirió de nuevo.
13. Entonces, el temor se apoderó de todos ellos y ninguno
osaba echar mano de Jesús.
14. Pero éste le dijo al tribuno: “Mira, yo te he hecho un
bien. Hazme ahora tú también un bien cumpliendo con
tu obligación.” Y Jesús le tendió las manos al tribuno para
que se las atara.

Ante Anás. Negación de Pedro

15. Entonces, la cohorte de soldados romanos y el tribuno,


que Pilato había enviado para que Jesús no sufriera daño
alguno, y los guardias del Templo de los judíos, prendieron
a Jesús y lo ataron.
16. Los guardias del templo le llevaron primero ante Anás,
pues era el suegro de Caifás, que era el Sumo Sacerdote de
aquel año.
17. Caifás era efectivamente el que aconsejó a los judíos que
les convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.
18. Entretanto, Simón (Pedro) y otro discípulo, que lleva-
ba por nombre Matías, siguieron a Jesús. Este discípulo era

163
conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio
del Sumo Sacerdote,
19. mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta.
Entonces, salió Matías, el conocido del Sumo Sacerdote, y
habló con la portera e hizo pasar a Pedro.
20. Entonces la sierva, la portera dijo a Pedro: “¿No eres
tú también uno de los discípulos de ese hombre?” Él dijo:
“No lo soy.”
21. Entretanto, los guardias del templo y los siervos
estaban por ahí y tenían
unas brasas encendidas, porque hacía frío, y se estaban
calentando. También Pedro estaba con ellos calentándose.
22. El Sumo Sacerdote interrogó entonces a Jesús sobre sus
discípulos y sobre su doctrina.
23. Jesús le respondió: “He hablado abiertamente al
mundo. He enseñado siempre en la sinagoga y en el
Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he habla-
do nada a escondidas.
24. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a aquellos que han
oído lo que les he hablado. Mira, ellos saben lo que he
dicho.”
25. Apenas hubo dicho estas cosas, uno de los guardias que
estaban allí, dio una bofetada a Jesús diciendo: “¿Así con-
testas al Sumo Sacerdote?”
26. Jesús le respondió: “Si he hablado mal, da testimonio
del agravio, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?”
27. Anás entonces le envió atado a Caifás, el Sumo Sacerdote.
28. Mientras, Simón (Pedro) estaba allí calentándose. Y le

165
dijeron: “¿No eres tú también uno de sus discípulos?“ Él lo
negó diciendo: “No lo soy.”
29. Uno de los guardias del Templo del Sumo Sacerdote,
que era un pariente de aquél a quien Pedro había cortado
la oreja, le dijo: “¿No te vi yo en el huerto con él?”
30. Mas Pedro lo negó de nuevo, y al instante cantó un
gallo.
31. Entonces, Simón (Pedro) se avergonzó hasta lo más
profundo de su alma, porque recordó las palabras de su
Maestro.

Entrega a Pilato

32. Luego llevaron a Jesús de la casa de Caifás al pretorio


del prefecto. Era de madrugada. Pero ellos mismos no
entraron en el pretorio del prefecto para no contaminarse
y poder así comer la Pascua.
33. Salió entonces Pilato afuera donde estaban ellos y dijo:
“¿Qué acusación traéis contra este hombre?”
34. Ellos le respondieron: “Si este hombre no fuera un
malhechor, no te lo habríamos entregado.”
35. Por eso Pilato les dijo: “Entonces tomadle vosotros
mismos y juzgadle según vuestra Ley.” Dijo estas palabras
lleno de sarcasmo y desprecio, porque
sabía que no les estaba permitido matar a Jesús. Por lo
tanto, los judíos le dijeron: “No nos está permitido dar
muerte a nadie.”

167
36. Así se cumpliría la palabra que había dicho Jesús cuan-
do indicó de qué muerte iba a morir.

Pilato interroga a Jesús

37. Entonces Pilato entró de nuevo en el pretorio del pre-


fecto y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres el rey de los judíos?”
38. Jesús respondió: “¿Dices eso por ti mismo, o es que
otros te han hablado de mí?”
39. Pilato respondió: “Tu tío y hermano esenio, José de
Arimatea, me ha hablado de ti. Pero, mira, tu propio
pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué
tienen contra ti, su rey?”
40. Jesús respondió: “Mi Reino no es parte de este mundo.
Si mi Reino fuese parte de este mundo, mis siervos habrían
combatido para que no fuese entregado a los judíos. Pero
mi Reino no es de aquí.”
41. Por eso Pilato le dijo: “Bueno, entonces, ¿eres rey?”
Jesús respondió: “Tú mismo dices que soy rey. Para eso he
nacido y para eso he venido al mundo, para dar testimonio
de la verdad. Todo aquel que está de parte de la verdad
escucha mi voz.”
42. Pilato le dijo: “¿Qué es la verdad?” Y tras haber dicho
esto, volvió a salir afuera donde se hallaban los judíos y les
dijo: “Yo no encuentro culpa alguna en él.
43. Llevadlo al tetrarca Herodes Antipas.” Pero los judíos
refunfuñaron contra él, porque habían pensado que le
vencerían fácilmente.
169
Ante Herodes Antipas

44. Así pues, le llevaron ante Herodes Antipas, pero éste


tampoco quiso hacer nada contra Jesús, porque le tenía
mucho miedo.
45. Pero como los guardias del Templo habían dejado
a Jesús casi completamente desnudo, él le cubrió con su
manto real.
46. Después le preguntó: “¿Eres Juan renacido?” Jesús
respondió: “No, no lo soy.”
47. Herodes se sintió aliviado y dijo: “Debes saber que no
te voy a condenar. Pues mi padre murió por la mano de
Dios justo cuando te perseguía. Y a mí no me ocurrirá lo
mismo.”
48. Pero Jesús le dijo: “Has cubierto mi desnudez, por esa
razón, también voy a ser bondadoso contigo.”

171
Capítulo 19
Azotamiento y escarnio

1. Y Herodes mandó a Jesús de vuelta con el Sumo


Sacerdote Caifás. Éste se enfureció al ver que Jesús llevaba
puesto el manto real y se acordó de su derecho, y de esta
manera, condenó a Jesús a ser castigado con azotes, con la
esperanza de que así Jesús hallaría la muerte.
2. Los guardias del Templo pegaron a Jesús, le colocaron
una corona de espinas en la cabeza y se la golpearon con
una caña, para que las espinas penetraran profundamente
en su cabeza.
3. Y se burlaban de él diciéndose el uno al otro: “Oh,
mirad, el rey de los judíos.”
4. Pero Jesús no murió, y por eso, Caifás hizo llevar de
nuevo a Jesús frente a Pilato con las siguientes palabras:
“Ratifica nuestra sentencia, pues este hombre merece la
muerte por sus blasfemias contra Dios.”
5. Pero Pilato se negó.

En la prisión

6. Él admitió a Jesús en su prisión, porque debía satisfacer


las exigencias de la ley; pero Caifás mandó una delegación
al césar de Roma, para pedir la ratificación de su sentencia
de muerte.

173
7. Entretanto, Jesús permanecía en la prisión romana tal y
como ordenaba la ley, pero Pilato le proporcionaba todas
las comodidades dignas de un rey.
8. Cada día, Jesús recibía visita de sus hermanas y herma-
nos esenios. También iban a visitarlo su madre, sus herma-
nos, su mujer María y su hija Galicia, pues se había casado
de nuevo hacía unos años.
9. A los dieciocho años, Jesús conoció a Miriam y se casó
con ella. Pero, al cabo de siete años, Dios se llevó de su lado
a Miriam, con quien no tuvo hijos, para que él pudiera
aceptar su tarea.
10. Cuando, al pronunciar un sermón, el hermano de Jesús
fue apedreado por los enojados judíos, María de Magdala
se quedó viuda y sin hijos.
11. Tal y como dictaba la ley, Jesús tomó a María por espo-
sa y con ella engendró a su hija, a la cual ambos llamaban
Galicia, porque está escrito: “Si muere un hermano y deja
a una mujer sola tras de sí, aquel hermano que esté soltero
deberá contraer matrimonio con ella.”

La orden del César romano

12. Pero después de casi de un año, la delegación del Sumo


Sacerdote volvió de Roma trayendo consigo la orden del César.
13. Para que se cumpliesen las palabras de los profetas, en
su interior estaba escrito: “Ratifica la condena del Sumo
Sacerdote y no te metas en los asuntos religiosos de los
judíos. No queremos disturbios en Judea.”
175
Pilato intenta salvar a Jesús

14. Pero Pilato no quería matar a Jesús y se presentó ante


los judíos que estaban esperando y dijo: “Es costumbre
entre vosotros poner en libertad a un preso en la fiesta de la
Pascua. Así, pues, ¿queréis que ponga en libertad a Barrabás
o al Rey de los judíos?”
15. Entonces, ellos volvieron a gritar diciendo: “¡A éste no,
sino a Barrabás!”
16. Sin embargo, Pilato había dicho “Barrabás” para sal-
var a Jesús con un ardid, pues dijo esto con la intención
de engañar a los judíos, y usó su lengua para denominar a
Jesús como “Barabba´s”, lo que significa: Hijo del Padre.
17. Pero ellos creían que se refería a Barrabás, que era un
ladrón.
18. Y Pilato entró para poner a Jesús en libertad.
19. Pero los adeptos de Caifás temían las tretas de Pilato,
porque sabían, que entretanto, éste se había convertido en
un discípulo de Jesús. De modo que vigilaban todas las
salidas del pretorio.
20. Y Pilato volvió a salir de nuevo y les dijo: “Mirad, os lo
traigo fuera, para que sepáis que no encuentro culpa alguna
en él.”
21. Por consiguiente, salió Jesús. Y les dijo: “¡Aquí tenéis
al hombre!”
22. Pero, cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los gu-
ardias, gritaron diciendo: “¡Al poste con él, a la cruz con
él!”Pilato les dijo: “Tomadlo vosotros mismos y llevadle a

177
la cruz, porque yo no encuentro ninguna culpa en él.”
23. Los judíos le respondieron: “Nosotros tenemos una ley,
y según esa ley, debe morir, porque se ha hecho a sí mismo
Hijo de Dios.”
24. Al oír esta palabra Pilato temió por Jesús;
25. y volvió a entrar en el pretorio del prefecto y dijo a
Jesús: “¿Qué debo hacer?” Pero Jesús no le dio respuesta.
26. Entonces, Pilato le dijo: “¿No me hablas?”
27. Jesús le respondió: “No tendrías ningún poder sobre
mí, si mi Padre no te lo hubiera concedido desde arriba.
Por eso, aquel que me ha entregado a ti, tiene mayor culpa.
Cumple con tu deber, tal y como quiere mi Padre.”
28. Por ese motivo, Pilato siguió buscando la forma de
dejarle en libertad. Pero los judíos gritaban diciendo: “Si
sueltas a ese hombre, no eres amigo del César. Todo aquel
que se hace rey a sí mismo, está en contra del César.”
29. Tras haber oído estas palabras, Pilato hizo salir a Jesús y
se sentó en el tribunal en el lugar que llaman “el Enlosado‘,
en hebreo “Gabbatha.”
30. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora
sexta. Y él dijo a los judíos: “¡Aquí tenéis a vuestro rey!”
31. Pero ellos gritaron: “¡Fuera, fuera! ¡A la cruz con él!”
Pilato les dijo: “¿Debo crucificar a vuestro rey?” Los su-
mos sacerdotes replicaron: “No tenemos más rey que el
César.”

179
Crucifixión

32. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.


Y ellos tomaron a Jesús.
33. Y cargando él mismo el poste del martirio, salió hacia el
lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota.
34. Sin embargo, por el camino, se desplomaba de vez en
cuando debido al peso del poste de la cruz. Pero, a un lado
del camino, se encontraba su maestro esenio, Simón de
Cirene, quien lloraba amargamente debido a su dolor.
35. Viendo un guardián del Templo que éste estaba lloran-
do, le dijo: “Si lloras por él, también puedes compartir su
suerte. Ayúdale a llevar el poste de la cruz.”
36. Y Simón dijo: “Señor, no soy digno de compartir esta
gloria contigo, aunque mi alma grita de júbilo por este
placer.”
37. Pero Jesús le dijo: “Tú cargas conmigo todo el peso del
mundo y quiero convertirte en una piedra angular de mi
nuevo Reino, y debes servirme con todo tu corazón y con
todo lo que tienes hasta que todo esto haya ocurrido.”
38. Simón le respondió: “Señor, hágase en mí tu palabra.”
Y, entonces, le ayudó a cargar el poste de la cruz.
39. Una vez en el Gólgota, los guardias del Templo colga-
ron a Jesús en el poste de la cruz y a otros dos hombres con
él, uno a cada lado y Jesús en medio.
40. Pilato redactó también una inscripción y la hizo poner
sobre la cruz. En ella estaba escrito: “Jesús el Nazareo, el
Rey de los judíos.”

181
41. Muchos de los judíos leyeron esta inscripción, porque
el lugar donde Jesús había sido colgado en la cruz, se hall-
aba cerca de la ciudad, y estaba escrita en hebreo, en latín
y en griego.
42. Sin embargo, los sumos sacerdotes de los judíos fueron
a Pilato y le dijeron: “No escribas: El Rey de los judíos, sino
que éste ha dicho: ‘Yo soy el Rey de los judíos’.”
43. Pilato respondió: “Lo que he escrito, lo he escrito yo.
Porque es la verdad.”
44. Entretanto, cuando los guardias del Templo hubieron
clavado a Jesús en el poste de la cruz, tomaron sus vestidu-
ras externas e hicieron cuatro lotes, un lote para cada uno,
y la túnica interior. La túnica no tenía costura, pues estaba
tejida de una sola pieza de arriba a abajo.
45. Por eso se dijeron entre ellos: “No la rompamos, sino
juguémonosla a los dados a ver a quién le toca.” Esto ocur-
rió para que se cumpliera la Escritura: “Se han repartido
mis vestidos entre ellos, y se han jugado mi túnica a los
dados.” Y esto es realmente lo que hicieron los soldados.
46. Junto a la cruz de Jesús se encontraban su madre y la
hermana de su madre, María, la mujer de Clopás, su mujer
María de Magdala con su hija Galicia y Juan, su discípulo
predilecto.
47. Cuando Jesús vio a su madre y, junto a ella, al discípulo a
quien amaba, dijo a su madre: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”
48. Luego le dijo a su discípulo: “¡Ahí tienes a tu madre!” Y
desde aquella hora el discípulo la acogió en su propia casa.
49. Entonces dijo Jesús: “Mujer, sal de este lugar con nu-

183
estra hija, porque ella todavía no entiende la voluntad del
Padre.” Pero Galicia pensaba que su padre hablaba sobre sí
mismo y lloraba, pues le amaba.

“¡Todo se ha cumplido!”

50. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumpli-


do, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed.”
51. Había allí una vasija llena de vino agrio. Entonces,
sujetaron una esponja empapada en vino agrio a una rama
de hisopo y se la acercaron a la boca.
52. Y cuando Jesús tomó el vino agrio dijo: “¡Todo se ha
cumplido!” Y ladeando la cabeza entregó su espíritu al
lugar del olvido, (no a la muerte), tal y como lo habían
aprendido los maestros esenios.
53. Pero, los judíos, como era el día de la Preparación
y no querían que los cuerpos se quedaran en el poste de
martirio en sabbat –porque aquel sabbat era un día muy
solemne– pidieron a Pilato si les podían quebrar las piernas
y retirar los cuerpos.
54. Fueron, pues, los guardias del Templo y quebraron las
piernas del primer hombre y también las del otro que había
sido colgado en el poste con él.
55. Pero al llegar a Jesús, como vieron que aparentemente
ya estaba muerto, no le quebraron las piernas.
56. Por orden de Pilato, su tribuno fue y le atravesó el
costado a Jesús con una lanza para salvarlo de la muerte por

185
asfixia y al instante salió sangre y agua.
57. El que lo vio, lo atestigua y su testimonio es verdadero, y
él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.
58. Y todas estas cosas sucedieron para que se cumpliera la
Escritura: “No se le quebrará ningún hueso.”
59. Y también otra Escritura dice: “Alzarán su mirada hacia
el que atravesaron.”

Sepultura de Jesús

60. José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, había


hablado con Pilato para pedirle autorización para retirar
el cuerpo de Jesús, y Pilato se la concedió. Entonces, fue y
retiró su cuerpo.
61. Nicodemo, el hombre que la primera vez había ido a él de
noche, también fue y llevó un cilindro de mirra y de áloe.
62. Entonces, tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron
en un sudario junto con hierbas aromáticas, conforme a la
costumbre judía de preparar un entierro.
63. En el lugar, donde había sido clavado en la cruz, había
un huerto, y en el huerto un sepulcro conmemorativo
nuevo, en el que todavía no se había depositado a nadie;
éste pertenecía a José de Arimatea, el tío de Jesús, que era
un hombre rico y el dueño de la flota comercial esenia.
64. Y, puesto que era el día de la Preparación de los judíos,
y el sepulcro conmemorativo estaba cerca, colocaron allí a
Jesús.

187
Capítulo 20
El sepulcro vacío

1. El primer día de la semana, es decir, el domingo, María


Magdalena fue al sepulcro de madrugada, cuando todavía
estaba oscuro, y vio que ya habían quitado la piedra que
cerraba el sepulcro.
2. De ahí que se fuera corriendo hacia Simón (Pedro) y el
otro discípulo, a quien Jesús profesaba un cariño especial,
y les dijera: “Se han llevado a mi marido del sepulcro y no
sabemos donde le han puesto.”
3. Entonces, Simón (Pedro) y el otro discípulo salieron y se
encaminaron al sepulcro.
4. Ambos empezaron a correr juntos, pero el otro discípulo
corrió por delante más aprisa que Simón (Pedro) y llegó
primero al sepulcro.
5. E inclinándose hacia delante, vio las vendas en el suelo,
pero no entró.
6. Entonces también llegó Simón (Pedro) detrás de él y
entró en el sepulcro. Y vio las vendas en el suelo,
7. el sudario, con el que habían envuelto su cuerpo, yacía
enrollado en el suelo.
8. Entonces, entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro, y vio y creyó.
9. Pues hasta entonces no habían comprendido que según
la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
10. Así, pues, los discípulos volvieron a sus casas.

189
Jesús se muestra a María Magdalena

11. Pero María se había quedado fuera junto al sepulcro


y lloraba. Y mientras lloraba, se inclinó hacia delante para
echar una vistazo al interior del sepulcro,
12. y vio a dos ángeles de blanco, sentados en el lugar don-
de había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el
otro a los pies.
13. Y ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?” Ella les
respondió: “Se han llevado a mi marido y Señor, y no sé
dónde le han puesto.”
14. Tras haber dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús
de pie, pero no reconoció que se trataba de Jesús.
15. Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Como ella pensaba que era el encargado del huerto, le dijo:
“Señor, si tú te lo has llevado, dime donde lo has puesto, y
yo me lo llevaré.”
16. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y le dijo en
arameo: “¡Rabbuni!”
17. Jesús le dijo: “Deja de aferrarte a mí, aunque me ames
como yo te amo. Pues todavía no he subido al Padre. Pero
ve donde están mis hermanos y diles: Subo a mi Padre,
vuestro Padre, a mi Dios, vuestro Dios.”
18. María Magdalena fue y dio a los discípulos el mensaje:
“¡He visto al Señor!” y que él le había dicho estas cosas.

191
Jesús se muestra a los discípulos

19. Al atardecer de aquel día, el primero de la semana,


aunque por temor a los judíos estaban cerradas las puertas
del lugar donde se encontraban los discípulos y María, su
mujer, Jesús se presentó entre ellos, se situó en el centro y
dijo: “La paz sea con vosotros.”
20. Y tras haber dicho esto, les mostró las manos y también
el costado. Los discípulos y María se alegraron de ver al
Señor.
21. Entonces Jesús les dijo de nuevo: “La paz sea con
vosotros. Así como el Padre me envió, también yo os envío
a vosotros.”
22. Y una vez dicho esto, sopló sobre ellos, pero no sobre
su mujer, y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo.
23. Sean quienes sean aquellas personas a quiénes perdo-
néis las culpas, les quedan perdonadas; Sean quienes sean
aquellas personas a quiénes se las retengáis, les quedan
retenidas.”
24. Pero Tomás, uno de los doce, al que llamaban el Mel-
lizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
25. Por consiguiente, los otros discípulos le dijeron:
“¡Hemos visto al Señor!” Pero él les contestó: “Si no veo
en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en
el orificio de los clavos, y no meto mi mano en su costado,
no lo creeré.”
26. Ocho días después, sus discípulos estaban dentro otra
vez y Tomás con ellos. Y, aunque las puertas estaban cer-

193
radas, Jesús se presentó entre ellos, se situó en el centro y
dijo: “La paz sea con vosotros.”
27. Luego dijo a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis
manos, coge tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo, sino creyente.”
28. Como respuesta Tomás exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”
29. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto, has creído? Dicho-
sos aquellos que no han visto y han creído.”
30. Sin duda alguna, Jesús realizó también en presencia de
los discípulos otras muchas señales que no están escritas en
este libro.
31. Pero éstas han sido escritas para que creáis que Jesús, el
Cristo, es el Hijo de Dios, y para que vosotros tengáis vida
en su Nombre, porque creéis.

195
Capítulo 21
A orillas del mar de Tiberíades

1. Después de estas cosas, el mismo Jesús se manifestó de


nuevo a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades; pero
su manifestación ocurrió de la siguiente manera:
2. Estaban juntos Simón (Pedro), Tomás, al que llamaban
el Mellizo, y Natanael, el de Caná de Galilea, y los hijos de
Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3. Simón (Pedro) les dijo: “Me voy a pescar.” Ellos le
contestaron: “Nosotros también vamos contigo.” Fueron
y subieron a la barca, pero durante aquella noche no
pescaron nada.
4. Sin embargo, justo cuando amanecía, Jesús estaba de
pie en la orilla, pero los discípulos no reconocieron que se
trataba de Jesús.
5. Entonces, Jesús les preguntó: “Muchachos, ¿no tenéis
nada de comer?” Ellos le contestaron: “No.”
6. Él les dijo: “Echad la red en el lado derecho de la barca y
encontraréis alguna.” Entonces ellos echaron la red y ya no
pudieron arrastrarla debido a la abundancia de peces.
7. Entonces el discípulo a quien Jesús amaba, dijo a Simón
(Pedro): “¡Es el Señor!” Cuando Simón (Pedro) oyó que
era el Señor, se vistió su túnica, pues estaba desnudo, y se
lanzó al mar.
8. Los demás discípulos vinieron en la barca pequeña,
arrastrando la red con los peces; pues no se hallaban muy

197
lejos de tierra, sino solamente a unos noventa metros.
9. Nada más saltar a tierra, vieron preparadas allí unas bra-
sas y pescado sobre ellas y pan.
10. Jesús les dijo: “Traed algunos de los peces que acabáis
de pescar.”
11. Simón (Pedro) subió a bordo y sacó la red a tierra, lle-
na de peces grandes, ciento cincuenta y tres. Y aún siendo
tantos, la red no se rompió.
12. Jesús les dijo: “Venid y comed.” Ninguno de los
discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?” Porque
sabían que era el Señor.
13. Jesús vino, cogió el pan y se lo dio a ellos, y de igual
modo el pescado.
14. Esta fue entonces la tercera vez que Jesús se mostró a los
discípulos, tras haber resucitado entre los muertos.
15. Después de haber comido, Jesús dijo a Simón (Pedro):
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le re-
spondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo:
“Apacienta a mis corderos.”
16. Volvió a decirle por segunda vez: “Simón, hijo de Juan,
¿me amas?” Él le dijo: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.”
Jesús le dijo: “Cuida de mis ovejas.”
17. Entonces, le dijo por tercera vez: “Simón, hijo de Juan,
¿me quieres?” Simón (Pedro) se entristeció de que le preg-
untara por tercera vez: “¿Me quieres?” Y, por consiguiente,
le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quie-
ro.” Jesús le dijo: “Apacienta a mis ovejas.”

199
18. En verdad, en verdad te digo: Cuando eras más joven,
solías ceñirte tú mismo e ibas adónde querías. Pero cuando
llegues a viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te
llevará adonde tú no quieras.”
19. Esto lo dijo para indicar la clase de muerte con que iba a
glorificar a Dios. Tras haber dicho esto, añadió: “Sígueme.”
20. Cuando Pedro se volvió, vio que les seguía el discípulo,
al que Jesús amaba, el mismo que durante la cena se había
recostado sobre su pecho y había dicho: “¿Señor, quién es
el que te va a traicionar?”
21. Por eso al verle, le dijo Pedro a Jesús: “Señor, ¿y éste
que hará?”
22. Jesús le dijo: “Si es mi voluntad que él se quede hasta
que yo vuelva, ¿qué te importa? Tú, sígueme.”
23. Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que aquel
discípulo no moriría. Sin embargo, Jesús no había dicho
que él no moriría sino: “Si es mi voluntad que él se quede
hasta que yo vuelva, ¿qué te importa?”
24. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si,
alguna vez, éstas se describieran con todos sus detalles, su-
pongo que ni el mismo mundo bastaría para contener los
libros que se escribieran.

201
El presente evangelio fue escrito por F. E. Eckard Strohm y
está basado en el evangelio de San Juan (Juan – el discípulo
predilecto de Jesús). Como los príncipes de la iglesia
sometieron los evangelios a alguna “limpieza” basándose
en su gusto, sus propias ideas y sus antojos, este evangelio
se ha completado de nuevo –utilizando antiguas fuentes ya
existentes, escritas en arameo, en griego antiguo y tambi-
én textos apócrifos– para, así, hacer accesible de nuevo el
contenido del texto original en su forma inicial.

Las imágenes representan las ideas de varios artistas de


distintas épocas sobre la vida de Jesús. La selección se
corresponde generalmente con los temas del Nuevo Testa-
mento y no siempre tiene relación directa con el texto que
aparece al lado.

En los tiempos de Jesús, los esenios fueron la mayor


comunidad religiosa de Israel. Tenían comunidades en
Israel, Egipto, Francia, Inglaterra, España, Alemania,
Hungría, y en muchos otros países. Sus maestros más
famosos fueron María, José, Jesús y la mayoría de los
apóstoles. Los esenios vivían siguiendo el lema: ayudar,
enseñar, sanar.

El editor de este evangelio, la Iglesia Cristiana Esenia,


es una iglesia espiritual supraconfesional. Bajo su techo

203
se congregan fieles de todas las religiones que gustan de
compartir una comprensión común de Dios. Practicamos
la Misa viva en la forma cristiana más cercana a la origi-
nal. En nuestra vida cotidiana comprendemos que todos
formamos parte de una única gran familia humana, y
entendemos que el ser humano es una parte de Dios.
Honramos y respetamos a Dios en todas sus criaturas, y en
todas sus obras. Puesto que somos una iglesia ecuménica,
estamos en contra del proselitismo.

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