Está en la página 1de 2

San Agustín - Gilson

Gracias a la obra de Cicerón, el egipcio buscó la sabiduría. En el intertanto, encontró a los maniqueos,
que se vanagloriaban de enseñar una explicación puramente racional del mundo, de justificar la
existencia del mal y de conducir finalmente a sus discípulos a la fe mediante la sola razón.

Tras abandonar esta secta, entra en contacto con San Ambrosio, de quien aprende el sentido espiritual
de la Escritura. Sin convencerse, sigue su camino intelectual. Es con las Enéadas de Plotino que Agustín
se encuentra con la metafísica. Liberado del materialismo de Manes, acometió la empresa de
purificar sus costumbres, de igual manera que había aclarado su pensamiento; pero las pasiones
eran tenaces, y él mismo se extraña de su impotencia para vencerlas cuando leyó, en las Epístolas
de San Pablo, que el hombre es presa del pecado y que nadie puede librarse de él sin la gracia de
Jesucristo.

Filosóficamente, Agustín vive sobre un fondo neoplatónico, aunque no le tiene mucho apego. Su doctrina
se caracterizaba por la relación con Dios tanto a través de la creencia como de la razón. “Hay que
aceptar por la fe las verdades que Dios revela si se quiere adquirir luego alguna inteligencia de
ellas; ésa será la inteligencia que, del contenido de la fe, puede alcanzar el hombre aquí abajo.”.
Estos dos elementos no se encuentran tajantemente separados, sino que se relacionan en la medida en
que se sirven el uno al otro para el propósito humano de la conexión con Dios.

El hombre en San Agustín es un alma que se sirve de un cuerpo. Se revela en esta fórmula su influencia
platónica, que implica, entre otras cosas, la jerarquía del alma sobre el cuerpo. El alma, elemento
superior, vivifica el cuerpo entero, y en tanto lo hace, está unido a él.

Sensaciones: Las sensaciones son acciones que el alma ejerce y no pasiones que sufre.

La pauta de conocimiento de San Agustín consiste en aprehender por el pensamiento un objeto que
no cambia y cuya misma estabilidad permite retenerlo bajo la mirada del espíritu. En esta
operación, es el pensamiento el que descubre la verdad, el que aprehende las realidades puramente
inteligibles, que son necesarias, inmutables y eternas, de modo que el criterio de verdad agustiniano
funciona en la medida que se satisfagan estas cualidades. Así, pues, su verdad depende, en fin de
cuentas, de que tienen ser, porque sólo es verdadero lo que verdaderamente existe.

Uno de los problemas de esta pauta, según Gilson, es que el conocimiento deriva de los sentidos de
algún modo. Y, como se sabe, ninguno de los objetos sensibles es necesario, inmutable o eterno;
por el contrario, todos son contingentes,mudables, pasajeros. El asunto problemático radica en la
extracción de una regla o verdad necesaria de una fuente que representa lo contrario, es decir, se
problematiza la posibilidad de derivar lo necesario y universal a partir de lo contingente y particular.
Tampoco es posible pensar la verdad como una derivación del hombre, pues este también es mudable y
contingente. Existe algo que trasciende al hombre y le hace presente la verdad, guiando su razón. Por
tanto, en el hombre hay algo que lo trasciende. Puesto que ello es la verdad, ese algo es una
realidad puramente inteligible, necesaria, inmutable, eterna. Precisamente lo que llamamos Dios.

Puede entenderse, de este modo, a Dios como el fundamento de la verdad o, más bien, como el
elemento que la posibilita. Dios es esa realidad divina que es la vida de nuestra vida, más interior a
nosotros mismos que nuestro propio interior. Léase el siguiente fragmento esclarecedor sobre el dios
agustiniano: el Dios de San Agustín se ofrece como una realidad a la vez íntima al pensamiento y
trascendente al pensamiento. Su presencia es atestiguada por cada juicio verdadero, ya sea
científico estético o moral; pero su naturaleza se nos escapa. Que la naturaleza de Dios se escape
de la intelección humana quiere decir que Dios es concebido negativamente, es decir, concebido desde lo
que no es él. La mejor designación para Dios es la fórmula Yo soy el que soy. Es el ser mismo (ipsum
esse), la realidad plena y total (essentia), hasta el punto de que, estrictamente hablando, esa
denominación de essentia sólo le conviene a Él.

c) para i1 y I2 si
d) para i1 y i1 si
a no perdon d) es ambas : NO
e) ambas si
f) ambas no
g) I1 si, I2: no
h) i1 NO, i2 no (porque un libro no para estar delante de todos tiene que estar delante de si mismo)
I) i1 no, i2: si
j) i1 si, i2 no
k)I1 y i2 falso

También podría gustarte