El trasfondo .
Al triunfo del movimiento constitucionalista sobre la dictadura militar del general Victoria:
no Huerta eri 1914, le siguié una lucha de igual natutaleza entre las tres grandés alas del mo-
vimiento revolucionario: carrancistas, villiscas y zapatistas. Cuando finalmente se disiparon el
humo y el polvo de esa brutal guerra civil, México tenfa una sociedad agotada, una economia
dafiada, una inversién externa lena de agravios y desconfianza, y una nueva constitucién qué
deberfa ser la base para construir un ‘nuevo tejido institucional. En 1917 Venustiano Carran-
zay los suyos asumicron la tarea de seconstruir el Estado con nuevas bases'y hacer realidad un
programa politico que daba prioridad a la solucién de los problemas sociales por sobre los de
Ja mera modernizacién, como habia sido el caso bajo el antiguo régimen.
El predominio indiscutible del grupo carrancista significé que el poder politico habia
pasado de manos de la vieja oligarqufa a las de elementos representatives de los-estratégicos
sectores medios que habfan permanecido relativamente marginados durante el porfiriato. La
politica carrancista, frente a lo que quedé del antiguo régimen por un lado, y frente a los re-
presentantes de los sectores populates —campesinos y obreros— por el otfo, representé esen®
cialmente los intereses y la visién del mundo propios de miembros de los sectores imédios urba-
nos y rurales que habfan crecido notablemente a consecuencia del proceso de modernizacién
econdmica de las tres décadas anteriores. Asi pues, en 1920 la gran tirea de los revoluciona-
ios victoriosos era la institucionalizacién de su sistema de dominacién politicay la reestruc>
turacién del econémico. Para ello era necesario incorporar politicamente a los grupos més im-
portantes de las clases populares, pero mantenierido sobre ellos un control indiscutible a fin
de no perder Ia iniciativa politica, Esta incorporacién subordinada de campesinos y abreros
se habrfa de lograr combinando la dertota militar de los principales caudillos populares —Villa
y Zapata—con ciertas concesiones a sus banderas y la cooptacién sistemética de sus represen-
tantes o la represién de los que se resistieran. Este proceso de institucionalizacién de los anti-
guos marginados seria largo, dificil y muy contradiccorio, sobre todo en el caso de los campe-
sinos, que constitufan el grupo mds numéroso, disperso y con la demanda mds fadical sobre
el bien més importante de México en ese momento: la reform agratia.
ura tarea tan dificil como la de crear las bases sociales del nuevo ségimen fue la de im-
poner el control nacional sobre la economia, ¢s decir, volver al dominio nacional la tierra y el
petréleo e imponer las prioridades del gobierno a la minerfa, pues grandes extensiones de tic-
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tras, asf como las actividades extractivas, se encontraban en manos del capital extranjero. La
necesidad de este paso —dar sustancia al nacionalismo revolucionario— era evidente, pues de
41 dependia un aumento en la recaudacién y la subordinacién definitiva de los intereses ex-
ternos a los proyectos de la nueva clase politica. Ahora bien, este objetivo —nacionalizar la
economia rural y la de exportacién—, se topé con un gran obstaculo: el poder politico y eco-
némico con que contaban los empresarios extranjeros parecia superior al del nuevo régimen.
De ahi que la lucha con las fuerzas externas resultara tanto o més larga, diffe y accidentada
que aquella librada contra los antiguos sectores dominantes de origen nacional. El otro lado
de la medalla fue el uso del nacionalismo como fuente de legitimidad para el nuevo régimen
y sustituto de la fuente original: la democracia politica
La derrota militar y politica y el posterior asesinato de Carranza el 21 de mayo de 1920
en Tlaxcalantongo no significé en realidad ning’in corte dentro del proceso revolucionario,
simplemente fue el violento procedimiento de transferencia interna del poder; el proyecto has-
ta entonces encarnado por el presidente asesinado fue asumido por sus sucesores. El répido y
contundente triunfo del general Alvaro Obregén sobre su antiguo Primer Jefe seria el inicio
de la hegemon(a del grupo revolucionario sonorense y, también, la iltima vez que un levan-
tamiento militar tendria éxito, Sin embargo, atin pasarfa algiin tiempo antes de que el nuevs
régimen encontrase la formula de la ransferencia pacifica del poder. Los problemas a que tu
vieron que hacer frente los dos lideres sonorenses —Obregén primero y Plutarco Elias Callés
despugs— fueron varios, a cual més dificil de resolver: Ja présién externa, las demandas de los
sectores populares, la reactivacién de la economia, o las vocaciones cencrifugas de los jefes mi-
litares con bases locales. Los dos presidentes tuvieron que construir una posicién de primus in=
ter pares frente al resto de los lideres y facciones del heterogénéo grupo revolucionatio; de ahi
que finalmente el problema politico fuera el dominante durante el periodo. Siempre estuvo
presente la posibilidad de que las divisiones dentro del grupo gobernante Hevaran a una solu-
cién del problema de la sucesién similar a fa que acabé con Carranza, como lo probaron las
rebeliones encabezadas por Adolfo de la Huerta en 1923 y por el general Gonzalo Escobar en
1929, asf como los intentos fallidos de los generales Francisco Serrano y Arnulfo R. Gémez
en 1927, Para acabar con esta inestabilidad fue necesario, entre otras cosas, institucionalizar
la actividad de la nueva clase politica mediante la creacién de un partido de Estado (el Parti-
do Nacional Revolucionario, pve), limitar la autonomfa de los caudillos locales, y diversificar
y organizar las bases de poder introduciendo al sistema a grupos obreros y campesinos como
actores para neutralizar el predoininio original de los jefes militares. En la medida en que es-
te proceso se desarroll6, el peso politico'del ejército fue disminuyendo y, finalmente, el pro-
blema de la sucesign pudo ser resuelto en los afios treinta sin el uso de la violencia,
La institucionalizacién de la Revolucién se desarrollé dentro de un patr6it muy alejado
de la propuesta original de Francisco I. Madero. En efecto, las alternativas politicas a la Re-
volucién tal y como la definieron Carranza primero y los sonorenses después, liabsan sido eli-
minadas como resultado de la guerra civil y volverfan a serlo durante la guerra cristera de 1926
a 1929, lo cual impidié la formacién de una oposicién partidista efectiva y, por tanto, de un
sistema politico efectivamente democrético. En la medida en que el nuevo orden no estuvo
enteramente consolidado, el desarrollo econémico interrumpido con la caida del presidente
Diaz fue un tanto accidentado y lento, pero a partir de 1940, cuando el problema politico seLA INSTITUCIONALIZACION DEL NUEVO REGIMEN 827
resolvié y la demanda mundial de productos mexicanos se reactivé, entonces el crecimiento
econémico pasé a ocupar el primer lugar en la agenda publica mexicana.
‘La consolidacién de las instituciones
Todos los movimientos revolucionarios triunfantes tienden a pasar por un petiodo mds o me-
nos largo en él que la figura del caudillo constituye el factor politico dominante. México no
fue la excepcién. Entre 1920 y 1940 el poder personal de los generales Alvaro Obregén, pri-
‘mero, y Plutarco Elias Calles y Lazaro Cardenas después; constituyé el eje alrededor del cual
gird el drama politico. En esa etapa, las instituciones formales —la presidencia misma, el
Congreso, las cortes, los poderes de los estados, los partidas— resultaron de importancia se-
cundaria. Detrés de esa personalizacién del poder se enconteaban, en primer lugar, la fuerza
del ejército 0, para ser més precisos, de los generales con mando de tropa y, en un plano me-
nor, la de algunos lideres civiles con base local o.de organizaciones de masas, que mantuvie~
ron un grado variable de autonoméa. Sin embargo, con ef comer del tiempo, el poder se fue
centralizando en la presidencia, y la independencia de esos caciques militares y civiles dismi-
nuyé, aunque sin desaparecer por entero.
Obregén pudo imponer su autoridad sobre los miembros dela coalicign revolucicnaria
debido a que era, indiscutiblemente, el jefe militar de mayor prestigio —el general sin derro-
tas—, pero Calles lo hizo por una via diferente. La posicién dominante de este.tiltimo no se
bas6 ya tanto en su capacidad militar sino en sw estrecha relacién con Obregén, primero, y
en su capacidad para coordinar los intereses de la nueva coalicién gobernante después. Cuando
‘Obregén toms el poder en 1920 la unidad politica dal pais aiin no existfa y el caudillo sono-
rense se encontraba lejos de tener un control sobre sus filas similar al que Diaz habia logrado.
Su dominio sobre los generales con mando de tropa era relativo y sélo existié la posibil
de imponerse sobre los elementos mas auténomos o de plano rebeldes si se les aislaba y se con-
seguta el apoyo tacito o explicito del resto de la coalicién. El poder del general Cardenas es-
tatia basado en una dualidad: en el ejéscito, desde luego, pero también en las nuevas organi-
zaciones de masas cuya creacién propicié.
En 1920 Obregén pudo enfrentarse y dertotar a Carranza porque un cuerpo importance
del ejército queds al margen de la lucha: el comandado por Pablo Gonzdlea. Tras la desapari-