Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Comer y Los Cinco Actos Del Drama Olfativo
Comer y Los Cinco Actos Del Drama Olfativo
[+CIENCIA]
14/09/04
Joël Candau
candau@unice.fr
Laboratoire d’Anthropologie «Mémoire, Identité et Cognition Sociale» (LAMIC, E.A.
3179)
Université de Nice-Sophia Antipolis
«Los hábitos alimentarios humanos son tanto la expresión de una función básica
biológica y nutricional, como de una de las más elaboradas formas de cultura».1
¿Porqué, a propósito del olfato, propongo esta idea del «drama»? Por razones que
ignoro, me vino inmediatamente a la mente cuando empezaba a preparar la
conferencia que ha dado lugar a este artículo. Me satisfizo enormemente
comprobar, más tarde, que un chef de cocina, Jean-Marie Amat, había utilizado
esta fórmula (drama olfativo) tras una conversación con el neurobiólogo Jean-
Didier Vincent, coautor de una obra sobre la fisiología del gusto6. El civet de liebre,
estima Jean-Marie Amat, es «un drama olfativo de olores sordos y significativos»7.
La expresión es maravillosamente evocadora de la fuerza odorante de este plato
bien descrito, pero en realidad, el acto de comer puede, en su totalidad, asimilarse
a un drama olfativo. Es dramático, de entrada en cuanto al sentido etimológico de
la palabra drama. Se trata de una acción compleja. Y también en sentido teatral. En
efecto, del mismo modo que se suceden los acontecimientos en una escena teatral,
los olores de los manjares nos conmueven vivamente, hasta el punto, a menudo,
de suscitar imágenes mentales que marcan perdurablemente nuestra memoria. La
escena de este drama (la escena olfativa) se puede desgranar en cinco actos:
1. el de la preparación culinaria
2. el corto lapso de tiempo que precede a la percepción
3. el tiempo de la propia percepción olfativa,
4. el necesario para recuperar una sensación anterior y, finalmente
5. la duración del recuerdo de la sensación experimentada.
Este es, en sentido literal, un acto primordial ya que condiciona todas las
temporalidades restantes ligadas a la acción de comer. Su naturaleza es distinta en
el contexto profesional o en el universo doméstico. En el primer caso, es el
momento privilegiado del ejercicio de una competencia sensorial. El segundo,
corresponde a un período decisivo para la socialización de los sentidos
(experiencias y aprendizajes olfativos y gustativos, establecimiento de hábitos
alimentarios).
Conclusiones
Concluiré con una observación sobre la estrecha relación que existe entre olfación e
ingestión. Es una relación constitutiva de la propia acción de comer: nutrirse es
aceptar la incorporación en uno mismo de un producto del exterior, de naturaleza
distinta a la propia, y esta incorporación de una alteridad jamás es un acto
indiferente. Pero, antes de ello, un sentimiento de ingestión acompaña a los
estímulos olfativos. Estamos obligados a «compartir su aporte», remarcaba Kant31.
Rousseau, por su parte, calificaba el olfato de sentido de la incorporación.
Efectivamente, numerosos descriptores multisensoriales evocan la sensación de
ingestión o de penetración de los olores: un olor «violento», «poderoso», una
«punta» de trufa, etc. Por otro lado, no existe una gran distancia entre la ingestión
feliz y la ingestión trágica. Entre los cocineros, sucede que los malos olores generan
imágenes corporales. La carne de peor calidad, declara uno de ellos, «huele a
sudor». Esto me conduce a hacer una comparación con una forma de alimentación
(más exactamente, un imaginario de la alimentación) alejada del mundo culinario
pero, sin embargo, reveladora de la relación que establecemos con los olores. Un
día, a raíz de una encuesta sobre los olores en el medio hospitalario, una enfermera
me comentaba que tenía en ocasiones la impresión de «ingerir parcelas ínfimas de
los cuerpos a través de las escaras y necrosis de los pacientes». En el curso de mis
investigaciones he recogido numerosos datos similares, si bien este ejemplo ilustra
suficientemente que una experiencia olfativa jamás es anodina. Si reviste una
intensidad dramática tal y nos deja generalmente recuerdos robustos, es porque
oler es consentir en abrir el cuerpo íntimo al mundo exterior, lo cual es siempre una
experiencia arriesgada.
Bibliografía y notas
2. Flandrin, J.L. y Cobbi, J. (éd.), Tables d’hier, tables d’ailleurs, Paris, Odile Jacob,
1999, 497 p.
6. Vincent, J.D. y Amat, J.M., Pour une nouvelle physiologie du goût, Paris, Odile
Jacob, 2000, 244 p.
7. Le Monde, 20 décembre 2000.
10. Ponty, J. Les Polonais du Nord ou la mémoire des corons, Paris, Editions
Autrement, 1995, p. 86.
11. Le Huu Khoa: «Manger et nourrir les relations», Ethnologie française, XXVII,
1997, 1, p. 58
15. Damasio, A.: «La conscience du temps», Pour la Science, n° 302, décembre
2002, p. 113.
16. Pause, B.M.: «Human brain activity during the first second after odor
presentation», En: Rouby, C. et al., op. cit., p. 309-323.
19. Candau, J.: «The olfactory experience: constants and cultural variables», Water
Science & Technology, vol. 49, n° 9, 2004, p. 11-17.
21. Morrot, G.; Brochet, F. y Dubourdieu, D.: « The color of odors», Brain and
Language, 2001, 79, p. 309-320.
25. Nicklaus, S.: «Poids de la prime enfance dans la formation des préférences
alimentaires: présentation des méthodes d’étude et enjeu de l’approche
écologique», Psychologie française, n° 48-4, 2003, p. 25.
26. Garb, J.L. y Stunkard, A.J.: «Taste aversion in man», American Journal of
Psychiatry, 1974, 131, p. 1204-1207.
29. Si para la mayoría, los recuerdos poseen una cierta calidad, es porque aportan
un poco de la juventud perdida de los consultados.
30. Mainet-Delair, N. y Mainet, H.: « Lou Boun Diou mé lécho l’âmo. Cuisine
d’odeurs en Sarladais», En : Danielle Musset, Claudine Fabre-Vassas (éd.), Odeurs
et parfums, Paris, Éditions du C.T.H.S., 1999, p. 62 et 66.