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LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ El archivo y el testigo HOMO SACER III Giorgio Agamben Traduccion de Antonio Gimeno Guspinera SSRC PROYECTO MEMORIA BIBLIOTECA » LOL AASH 2 PRE-TEXTOS La reproducci6n total o parcial de este libro, no autorizada por los editores, viola derechos reservados, Cualquier uilizacion debe ser previamente solicitada Diseno cubienta; PreTextos (S. G. F.) © de la traducci6n y notas: Antonio Moreno Cuspinera, 2000 © Giorgio Agamben, 1999 © de fh presente edicion: Re-TEsTOs, 2000 Luis Santingel, 10 46005 Valencia IMMPRESO EN ESPARA / PRINTED IN SPAIN 1sH: BA-B191-288-3 DrPostro 18GAL:V-1051-2000 Granuic 3, S. A. Poetox Soxoua 12 — Pot. IND, Cuba Mupeco, 46930 Quaxr De Poster (Vauesca) Bianca Casalini Agamben in memoriam -essere alla portata di tuto significa essere capaci di tito» ‘A Andrea, a Daniel y a Guido quienes, al discutir conmigo ‘estas paginas, han permitido que vieran fa luz 1. EL Tesrico 1.1. En un campo, una de las razones que pueden impulsar a un deportado a sobrevivir es convertirse en un testigo: Por mi parte, habia tomado la firme decision dle no quitarme la vida ps ‘sara lo que pasase. Queria ver todo, vivirlo todo, experimentar todo, guar- dar todo dentro de mi, Para qué, puesto que nunca tendria la posibilidad de gritar al mundo lo que sabia? Sencillamente porque no queria desapa- recer, no queria suprimir al testigo en que podlia convertirme (Langbein 1, p. 186) Desde luego no todos los detenidos, sino sdlo una pequea parte, invocan esta raz6n, Que bien puede ser, por lo demas, una simple raz6n de conveniencia (“quiero sobrevivir por es tau otra raz6n, por este o aquel fin, y encuentra centenares de pretextos. La verdad ex que quiere vivir a toda costa”: Lewer tal, p. 148), O que se trate sencillamente de venganza (*natu- B ralmente podria suicidarme lanzandome contra la alambrada de espino; esto siempre cabe hacerlo. Pero quiero vivir. Tal vez suceda un milagro y nos liberen. Y entonces me vengaré, y contaré a todo el mundo lo que ha pasado aqui dentro”: Sofsky, p. 477). Justificar la propia supervivencia no es facil, ¥ mucho menos en un campo. Ademas algunos de los supervi vientes prefieren callar, “Algunos de mis amigos, amigos muy queridos, no hablan nunca de Auschwitz” (Levi 14, p. 172). Pe- 10, para otros, la tinica raz6n de vivir es impedir que muera el testigo. “Otras personas, en cambio, hablan de Auschwitz in- cesantemente, y yo soy uno de ellos” (Ibid), 1.2. Primo Levi es un tipo de testigo perfecto. Cuando vuel- ve a casa, entre los hombres, relata sin cesar a todos lo que le ha tocado vivir. Hace como el Viejo Marinero de la balada de Coleridge: Si usted recuerda la escena, el viejo marinero cierra el paso a los invita dos a la boda, que no le prestan atenci6n ellos estan pensando en la bo da- y los obliga a escuchar su reiato, Pues bien, recién regresado del came po de concentraci6n yo me comporaba exactamente asi. ‘Sentia una necesidad irrefrenable de contar a todo el mundo lo que me habia suce- didol... Cualquier ocasi6n era buena para continselo 2 todos, tanto al dic rector de la fabrica como al obrero, aunque tuviesen otras cosas que hia- cer, exactamente como el viejo marinero, Después empecé a eseribir a miiquina por la noche... Escribfa todas las noches, jlo cual era considera do algo todavia mis insensato! (Ibid, p. 173). Pero no se siente escritor, se hace escritor con el nico fin de testimoniar. Y, en cierto sentido, no lleg6 nunca a conver- tirse en un escritor. En 1963, cuando ya habia publicado dos novelas y varios relatos, responde sin sombra de duda a la pre= “ gunta de si se consiclera un quimico o un escritor: “Ah, un qui- mico, que quede bien claro, no confundamos las cosas” (Ibid, p. 86). Bl hecho de que con el tiempo, y a su pesar, acabara por llegar a serlo, escribiendo libros que nada tienen que ver ‘con su testimonio, le produce un profundo malestar: “Después he escrito... he adquirido el vicio de escribir” (shid, p. 206). “En este Gltimo libro mio, La Have estrella, me he despojado completamente de mi calidad de testigo... Con esto no renii {go de nada: no he dejado de ser un ex deportado, un testigo bid, p. 119). Y con este malestar a sus espaldas tuve ocasién de encon- trarme con él en las reuniones que se celebraban en la edi- torial Einaudi. Podia sentirse culpabie por haber sobrevivido, no por haber prestado testimonio. “Estoy en paz conmigo mis- mo porque he testimoniado” (Levi 1, p. 219), 1.3. En latin hay dos palabras para referirse al testigo. La pri- mera, festis, de la que deriva nuestro término “testigo”, signifi- ca etimologicamente aquel que se sitaa como tercero (terstis) en un proceso o un litigio entre dos contendientes. La segunda, superstes, hace referencia al que ha vivido una determinada re lidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento y esta, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre él. Es evi- dente que Levi no es un tercero; es, en todos los sentidos, un superviviente. Pero esto significa asimismo que su testimonio no tiene nada que ver con el establecimiento de los hechos con vistas a un proceso (no es lo suficientemente neutral para ello, no es un ferstis). En tltima instancia, no es el juicio lo que le importa, y todavia menos el perdén. “Yo no aparezco jamas como juez” (Levi 18, p. 65); “yo no poseo la autoridad de con¢ ceder el perd6n... Carezco de autoridad” (Levi 1, p. 184). Pa rece incluso que lo tinico que le interesa es lo que hace que el 15 juicio sea imposible: la zona gris donde las victimas se con- vierten en verdugos y los verdugos en victimas. Es éste el pun- to en que las que han sobrevivide muestran un acuerdo ma- yor. “Ningn grupo era mas humano que los otros” (ibid, p. 180); “Victima y verdugo son igualmente innobies, la leecion de los campos es la fraternidad de la abyecci6n” (Rousset, en Levi 14, p. 216). Y no es que no se pueda 0 no se deba emitir un juicio. “Si hubiese tenido frente a mia Eichmann, le habria condenado a muerte” (Levi 1, p. 114). “Si han cometido un crimen, en- tonces tienen que pagar’ (Ibid, p. 184). Lo decisivo es slo que las dos cosas no se confundan, que el derecho no albergue la pretensién de agotar el problema{La verdad tiene una con- sistencia no juridica, en virtud de la cual la questio facti no puede ser confundida con la questio iuris. Esto es, precisa- mente, lo que concieme al superviviente todo aquello que lle- va a una accion humana mas allé del derecho, todo aquello que la sustrae radicalmente al proceso. “Cualquiera de noso- tros puede ser procesado, condenado y ajusticiado sin ni si- quiera saber por qué” (bid, p. 64).} 1.4. Uno de los equivocos mas comunes ~y no sélo en lo que se refiere a los campos~ es la tacita confusion de categorias étt- cas y de categorias juridicas (0, peor atin, de categorias jurt- dicas y categorias teol6gicas: la nueva teodicea). Casi todas las categorias de que nos servimos en materia de moral o de reli- gi6n estin contaminadas de una u otra forma por el derecho: culpa, responsabilidad, inocencia, juicio, absoluci6n... Por eso es dificil utilizarlas si no es con especial cautela, La realidad es que, como los juristas saben perfectamente, el derecho no tien- de en Gitima instancia al establecimiento de la justicia. Tam- poco al de la verdad. [fiende exclusivamente a la celebraci6n 16 del juicio) con independencia de la verdad jo de la justicia. Es algo que queda probado mis alld de toda duda por la fuerza de cosa juzgada que se aplica también a una sentencia injus- ta. 1a produccion de la res judicata, merced a la cual lo ver- dadero y lo justo son sustituidos por la sentencia, vale como ‘verdad aunque sea a costa de su falsedad ¢ injusticia, es el fin Gihimo del derecho. En esta criatura hibrida, de la que no es posible decir si es hecho o norma, el derecho se aquieta: no le €5 posible ir mas allé En 1983, el editor Einaudi solicité a Primo Levi que tradujera El proceso de Kafka. Sobre esta obra se han ofrecido infinitas interpretaciones, que acentéian su caracter profético-politico (la burocracia moderna como mal absoluto) 0 teol6gico (el tribu- nal es 1 Dios oculto) 0 biogrifico (la condena es la enferme- dad por la que Kafka se sentia afectado). Pocas veces se ha hecho notar que este libro, en el que la ley se presenta exclu- sivamente en la forma del proceso, contiene una intuicién pro- funda sobre la naturaleza del derecho, que no es aqui tanto norma -segiin la opinion comin- cuanto juicio y, en cons cuencia, proceso. Pero si la esencia de la ley ~de toda ley— es el proceso, si todo el derecho (y la moral que queda contami- nada por él) €s sélo derecho (y moral) procesal, ejecuci6n y transgresi6n, inocencia y culpabilidad, obediencia y desobe- diencia se confunden y pierden importancia. “El tribunal no quiere nada de ti, Te recibe cuando vienes y te despide cuan- \s”. El fin Gltimo de la norma es la produccién del jui ; pero éste no se propone ni castigar ni premiar, ni hacer justicia ni descubrir la verdad. El juicio es en si mismo el fin y esto -como se ha dicho- constituye su misterio, el misterio del proces} Una de las consecuencias que cabe extraer de esta naturale- za autorreferencial del juicio -y el que la ha extraido ha sido un gran jurista italiano- es que la pena no sigue al juicio, sino 49 que éste es él mismo la pena (nullum judicium sine poend), “Se podria decir incluso que toda la pena esta en el juicio, que Ja pena impuesta —la prisi6n, el verdugo— solo interesa en la medida en que es, por decirlo asi, una prolongaci6n del juicio (piénsese en el término ‘ajusticiar’, giustiziare)” (Satta, p, 26). Pero lo anterior significa también que “la sentencia de absolu- ci6n es la confesi6n de un error judicial”, que “cualquiera es intimamente inocente”, pero que el Gnico inocente verdadero “no es el que es absuelto, sino el que pasa por la vida sin jui- cio” Ubid, p. 27). 1.5. Si lo anterior es cierto -y el que ha sobrevivido sabe que es ciena- es posible que sean precisamente los procésos (los doce procesos celebrados en Nuremberg, mas otros que se desarrollaron dentro y fuera de las fronteras alemanas, hasta el de 1961 en Jerusalén {que concluyé con la muerte en la hor- cade Bichmannly abri6 el camino a una nueva serie de proce- sos en Ia Republica federal) los responsables de la confusion intelectual que ha impedido pensar Auschwitz durante dece- nios. Por necesarios que fueran esos procesos y a pesar de su manifiesta insuficiencia (afectaron en total a unos pocos cente- nares de personas), contribuyeron a difundir la idea de que el problema habfa ya quedado superado. Las sentencias habian pasaclo a ser firmes, sin posibilidad, pues, de impugnacién al- guna, y las pruebas de la culpabilidad se habian establecido de manera definitiva {Al margen de algin espiritu ldcido, casi siem- pre aislado, ha sido preciso que transcurriera casi medio siglo para llegar a comprender que el derecho no habia agotado el problema)sino que mds bien ste era tan enorme que ponia en tela de juicio al derecho mismo y le Hevaba a la propia ruina. La confusion entre derecho y moral, y entre teologia y dere- cho, ha producido también algunas victimas ilustres. Una de 18 ellas es Hans Jonas, el filésofo alumno de Heidegger, especia- lizado en problemas éticos. En 1984, con ocasi6n de la entre- ga del premio Lucas, se ocup6 de Auschwitz. ¥ lo hizo ape- lando a una nueva teodicea, es decir preguntindose cémo es posible que Dios haya tolerado Auschwitz) La teodicea es un proceso que no pretende establecer las responsabilidades de os hombres, Sino las de Dios. Y como todas las teodiceas, tam- bién ésta acaba con una absoluci6n, La motivaci6n de la sen- tencia reza mas o menos asi: “Lo infinito (Dios) se ha despoja- do por completo de su omnipotencia en lo finito. Al crear el mundo, Dios le ha confiado, por asi decirlo, a su propia suer- te, se ha hecho impotente. Y después de haberse dado total- mente en el mundo, no tiene ya nada que ofrecernos: es al hombre a quien ahora le toca dar. El hombre puede hacerlo yelando para que no suceda, 0 no suceda con demasiada fr cuencia, que, a causa de él, Dios tenga que deplorar haber de- jado ser al mundo’ El vicio de conciliaci6n que entrafta toda teodicea es aqui particularmente evidente. No s6lo no nos dice nada de Ausch- itz, ni sobre las victimas ni sobre los verdugos; sino que ni siquiera consigue evitar el final feliz, Tras la impotencia de Dios se deja ver la de los hombres, que repiten su plus jamais cal cuando ya esta claro que ga esti en todas partes. 1.6. También el concepto de responsabilidad esta irremedia- blemente contaminado por el derecho. Es algo que sabe cual- quiera que haya intentado hacer uso de él fuera del ambito ju- ridico. Sin embargo, la ética, la politica y la religién s6lo ha podido definirse por el terreno que han ido ganando a la res- ponsabilidad juridica, si bien no para hacer suyas responsabi- lidades de otro género, sino para ampliar las zonas de no res- ponsabilidad. Lo que, por supuesto, no significa impunidad. 19 Significa mds bien por lo menos para la ética~ encontrarse con una responsabilidad infintamente mas grande de la que nun- ca podremos asumir. Podemos, como mucho, serle fiel; es de~ Gir, reivindicas su condicién de inasumible. ~ El descubrimiento inaudito que Levi realiz6 en Auschwitz se | refiere a una materia que resulta refractaria a cualquier inten- | to de determinar la responsabilidad; ha conseguido aisiar algo | que es como un nuevo elemento ético. Levi lo denomina la *zona gris”. En ella se rompe ka “larga cadena que une al ver- dugo y a la victima”; donde el oprimido se hace opsesor y el verdugo aparece, a stt vez, como victima.|Una gris ¢ incesan= te alquimia en la que el bien y el mal y, junto a ellos, todos los metales de la ética tradicional aleanzan su punto de fusion, [Se trata, pues, de una zona de itresponsabilidad y de “impo [rencia judicandi” (Levi 2, p. 53), que no esta situada mas alld |del bien y del mal, sino que, por asi decirlo, esta mds aed de lellos. Con un gesto simétricamente opuesto al de Nietzsche, Levi ha desplazado la ética mas aca de donde nos habiamos habituado a pensarla. Y, sin que logremos decir por qué, sen- simos que este mas ac tiene mayor importancia que cualquier mis alla (que el\infrahombre debe interesarnos en mayor me= dida que el superhombre) Esta infame tegiGn de irresponsabi- lidad es nuestro primer circulo, del que ninguna confesion de responsabilidad conseguira arrancarnos y en el que, minuto a minuto, se desgrana ta lecci6n de la “espantosa, indecible e in- imaginable panalidad del mal” (Arendt, p. 259). 1,7. El verbo latino spondeo, cel que deriva nuestro término “responsabilidad”, significa “salir garame de alguno (o de si mismo) en relacion a algo y frente a alguien”. Asi, en la pro- mesa de matrimonio, Ja pronunciacion de la formula spordeo significaba que el] padre se comprometia a entregar a su hija 20 como mujer al pretendiente (que, por esto, era denominada ‘sponsa) 0 4 garantizar una reparacion en el caso de que tal co- $a no se produjera. En el derecho romano areaico, el uso era que el hombre libre pudiera constituirse en rehén~es decir, en sitaacién de cautividad~, y de aqui el término ob-ligatio —para garantizar la reparacion de una ofensa 0 el cumplimiento de ‘una obligaci6n. (El término sponsor designaba al que se ponia ‘en lugar del reas, y prometia proporcionar, en caso de incum- plimiento, la prestacion debida.) El gesto de asumir responsabilidad es, pues, genuinamente juridico, no ético. No expresa nada noble o luminoso, sino sim- plememte el ob-ligarse,(4l constituirse en cautive para garanti- zar una deuda en un escenario en que el vinculo juridico es taba. todavia intimamente unido al cuerpo del responsable. Como tal, esta estrechamente enlazado con el concepto de cu}- en sentido lato, indica la imputabilidad de un dano Jos romanos excluian que pudiera existir culpa con relaciOn uno mismo: quod quis ex culpa sua damnum sentit, non intelligitur damnum sentire, el daiio que uno se causa a simismo por su culpa no es juridicamente relevante), Asi pues, responsabilidad y culpa se limitan a expresar dos aspectos de la imputabilidad juridica y slo en un segundo mo- ‘mento fueron interiorizadas y transferidas fuera del ambito del derecho. Aqui tienen su raiz la insuficiencia y 1a opacidad de cualquier doctrina ética que pretenda fundarse sobre estos dos ‘conceptos. (Lo anteriot puede aplicarse tanto a Hans Jonas, que ha pretendido formular un auténtico “principio de responsabi- lidad", como, quizas, a Levinas, que, de una manera mucho més compleja, ha transformado el gesto del sponsoren ei ges- to ético por excelencia.) Se trata de una insuficiencia y de una ‘opacidad que salen a la luz con claridad cada ver que se trata de trazar las fronteras que separan la ética del derecho. Pre- sentamos dos ejemplos, lejanisimos entre ellos en lo referente a a la gravedad de los hechos en cuestion, pero que coinciden en cuanto al distinguo que ambos parecen implicar Durante el proceso de Jerusalén, la linea constante de la de- fensa de Eichmann fue expresada con toda claridad por su abo- gado, Robert Servatius, con estas palabras{ “Bichmann se sien- te culpable ante Dios, no ante la ley", Y, en efecto, Eichmann (cuya participaci6n en el exterminio de los judios estaba am- pliamente probada, si bien, probablemente, con un caracter distinto del sostenido por la acusaci6n) llego incluso a decla- rar que queria “colgarse en piblico”, para ‘liberar a las jove- nes alemanes del peso de lz culpa”. No obstante, se empecin6 en sostener hasta el final que su culpabilidad ante Dios (que para él era s6lo un Héberen Sinnestrager, el mas alto portador de sentido) no era juridicamente perseguible, El tinico sentido posible de este distinguo, tan tenazmente destacado, es que, sin lugar a dudas {el asumir una culpa moral aparecia como éti~ camente noble para el acusado/gue no estaba dispuesto, sin ‘embargo, a asumir una culpa juridica (culpa que, desde el pun- to de vista ético, deberia ser menos grave). Recientemente, un grupo de personas que afios atrés habian pertenecido a una organizaci6n politica de extrema izquierda publicaron en un diario italiano un comunicado en el que re- conocian la propia responsabilidad politica y moral en el ase~ sinato de un comisario de policia llevado a cabo veinte aos atras. “Sif embargo, esa responsabilidad ~afirmaba el comu- nicado no puede ser transformada... en una responsabilidad de cardcter penal."(Conviene recordar en este punto que la asuncion de una responsabilidad moral tiene algin valor solo en el caso de que se esté dispuesto a sufrir las consecuencias juridicas de ella) Bs algo que los autores del comunicado pa- recen sospechar de algtin modo, desde el momento en que, en tun pasaje significativo, aceptan una responsabilidad que tiene una inconfundible resonancia juridica, al afirmar haber contri- 2 buido “a crear un clima que ha conducido al asesinato” (pero el delito en cuestion, la instigacién a cometer un crimen, ya habia prescrito, por supuesto). Siempre se ha considerado no- ble el gesto de quien asume una culpa juridica de la que es inocente (Salvo D'Acquisto), mientras que la aceptacion de ‘una responsabilidad politica o moral sin consecuencias juridi as ha sido una caracteristica permanente de la arrogancia de Jos poderosos (Mussolini con respecto al delito Matteoti), Pe- 10 en Ja Italia ce hoy estos modelos se han invertido y la con- trita aceptacion de responsabilidades morales se invoca en cualquier ocasi6n para evadir las juridicas. La confusion entre categorias éticas y categorias juridicas (con Ia logica del arrepentimiento que implica) es aqui absoluta. Y estd en el origen de los numerosos suicidios Hevados a cabo para sustraerse a un proceso (y no sélo por parte de los cri- minales nazis) en que la admision ticita de una culpa moral pretende redimir de la culpa juridica. No es ocioso recordar que la primera responsable de esta confusi6n no es la doctri- na cat6lica, que reconoce un sacramento cuya finalidad es la de liberar al pecador de la culpa, sino la ética Jaica (en su ver- sion bienpensante y farisaica que es la dominante). Después de haber erigido las categorfas juridicas en categorias éticas su- premas y de haber asi trucado irremediablemente la baraja, al- berga todavia la pretensiGn de introducir su distinguo. Mas la ética es la esfera que no conoce culpa ni responsabilidad: es, como sabia Spinoza, la doctrina de la vida feliz. Asumir una culpa y una responsabilidad —cosa que en ocasiones puede ser necesario hacer- significa salir del émbito de la ética para en- trar en el del derecho) Quien se ha visto obligado a dar este dificil paso no puede pretender volver a utilizar la puerta que ha dejado a sus espaldas. 1.8, La figura extrema de la “zona gris" es el Sonderkommando. Con este eufemismo 4Escuadra especial las SS se referfan al Fgripo de deportados a los que se confiaba la gestion de las Tiaras de gas y de los crematorios.(Bran los que tenian que con- ducir los prisioneros desnudos a la muerte en las cimaras de gas y mantener el orden entre ellos; sacar después los cacive- res con sus manchas rosas y verdes por efecto del acido cian- hidrico, y lavarlos con chorros de agua; comprobar que no hu- biera objetos preciosos escondidos en los orificios corporales; arrancar los dientes de oro de las mandibulas; cortar el pelo de las mujeres y lavarlo con closure de amoniaco; tansportar los cadiveres a los crematorios y asegurarse de su combustién y, por timo, limpiar los horos de los restos cle ceniza. Sobre estas escuadras ya circulaban historias vagas y parciales entre los que ‘estibamos prisioneros, y fueron confirmadas mas tarde por las otras fuen= tes antes mencionadas,{B2r0 el hortor intrinseco de esta situaci6n humana hha impuesto a todas los testigos una especie de reserva, por lo cual aun ahora es dificil hacerse una idea de lo que significaba estar obligado a rea- 1 oficiG, Uno de ellos dleclaré: “En este trabajo, @ uno enloquece durante el primer dia 0 se acostumbra”. ¥ otto; “es verdad que hubiera podido matarme o dejarme mata, ero queria sobrevivir| pa~ ra vengarme y dae testimonio de todo aquello, No credis que somos mons- ‘1u0s Somos como todos vosotros|jaunque mucho mis cesclichados". kde honibies que fhan conocido esta privacion extrema no podemos esperar una declaraci6n en el sentido juridico del término sina otro tipo de cosa,| lizar durante meses que esta entre el lamento, la blasfemia, la expiaci6n y el intento de justifi- caci6n, de recuperacion de si mismos...{Haber concebido y omganizado las Escuadras ha sido el delito mas demontaco del nacionalsocialismo|(Levi pp. 46 y ss), Levi refiere, con todo, que un testigo, Miklos Nyiszli, uno de $s poquisimos sobrevivientes de la tiltima Escuadra especial de Auschwitz, conto que habia asistido, durante una pausa del “trabajo”, a un partido de fétbol entre las SS y representantes del Sonderkommando. Al encuentro asisten otros soldados de las SS y el resto de la escuada, muestran sus preferencias, apuestan, aplaucen, animan a los jugadores, como si, en lugar de alas puertas de! in lebrando en el campo de un pueblo (bid, p. 40). smo, el partido se estuviera ce- A algunos este partido les podr4 parecer quiz4s una breve pausa de humanidad en medio de un horror infinito, Pero pa- ta mi, como para los testigos, este partido, este momento de normalidad,(& e! verdadero horror del campo] Podemos pen- sar, tal vez, que las miatanzas masivas han terminado, aunque se repitan aqui y alla, no demasiado lejos de nosotros, Pero ese partido no ha acabado nunca, es como si todavia durase, sin haberse interrumpido nunca, Representa la cifra perfecta y eter- na de la “zona gris’, que no entiende de tiempo y est en to- das partes. De alli proceden la angustia y la vergiienza de los supervivientes, “Ia angustia insctita €n todos del ‘f0bu vavo- but, del universo desierto y vacio, aplastado bajo el espiritu de Dios, pero del que esta ausente ¢l espiritu del hombre: to- davia no nacido y ya extintg= (Levi 2, p. 74). Mas es también nuestra vergiienza, la de quienes no hemos conocido los cam- Pos y que, sin embargo, asistimos, no se sabe como, a aquel Partido, que se repite en cada uno de los partidos de nuestros estadios, en cada transmisi6n televisiva, en todas las formas de normalidad cotidiana. Si no llegamos a comprender ese par- tido, si no logramos que termine, no habré nunca esperanza, 1.9. Testigo se dice en griego martis, martir. Los primeros pa- dres de la Iglesia acufaron a partir de ahi el término mantirium 25 A para indicar la muerte de los cristianos perseguidos que de esa forma daban testiniOnio de'strfer To sucedido en los campos tiene muy poco que ver con el martirio. Sobre esto hay unani- midad entre los que sobrevivieron 4 ellos. *Llamando mértires alas victimas del nazismo, mistificamos su destino” (Benetheim 1, p.93). Hay, sin embargo, dos puntos en que esas dos cosas parecen aproximarse. El primero se refiere al propio término griego, derivado de un verbo que significa ‘recordar’. El su- perviviente tiene la vocacion de la memoria, no puede no re- cordar, lange: Los recuerdos de mi reclusién son mucho mis vividos ecto de cualquier otra cosa acaecida antes o después (Levi 1, p. 174). Conservo una memoria visual y auditiva de las experiencias de alli que no sé explicar... me han quedado grabadas en la mente, como en una cinta magnética, algunas frases en lenguas que no voriozco, en polaca a en hiingaro; se las he repetido a polacos y hungaros y me han dicho que estas frases tienen sentido. Por algtin motivo que ignoro me ha pasado al- go muy extrafto, dirfa que algo semejante a una preparaci6n inconscien- te para testimoniar (Levi 1%, p. 220). Pero en el segundo punto aparece wna proximicad mas intima ¢ instructiva. La lectura de los primeros textos cristianos sobre el mantirio-por ejemplo, el Scorpiace de Tertuliano- nos aporta a este respect ensefianzas insospechadas, Los Padres tenian que hacer frente a ciertos grupos heréticos que rechazaban el marti- rio porque éste constituia para ellos una muerte insensata (peri- re sine causa). Qué sentido podia tener hacer profesion de fe ante unos hombres —los perseguidores y 1os verdugos~ que no la entenderian en absoluto? Dios no puede querer lo insensato. “qDeben sul estas cosas los inocentes?... De una vez para siem- pre Cristo se ha inmolado por nosotros, de una vez para siempre % se le dio muerte, precisamente para que nosotros no muriéramos, Sime pide que le imite, ;ser4 porque también él espera salvacin de mi muerte? O hay quizés que pensar que Dios quiere la san- gre de los hombres cuando desdema la de los toros y los machos cabrios? sC6mo puede desear la muerte de quien no ha cometi- do pecado?” (Tertuliano, pp. 63-65). La doctrina del martitio na- ce, pues, para justificar el escandalo de una muerte insensata, de una camiceria que no podia parecer otra cosa que absurda, Fren- teal especticulo de una muerte aparentemente sine causa, la re- ferencia a Lc. 12, 8-9 y Mt. 10, 32-33 (“Al que me confiese ante los hombres lo confesaré yo ante mi Padre del cielo. Del que re- niegue de mi ante los hombres, renegaré yo ante mi Padre del cielo”) permitfa interpretar el martirio como un mandamiento di- vino y encontrar asi una raz6n para lo irrazonable. “Todo esto tiene mucho que ver con los campos. Porque en los campos un exterminio del que quizas seria posible encon- trar precedentes se presenta, sin embargo, en formas que le privan de sentido absolutamente. ‘También sobre esto los s pervivientes se muestran acordes.(“A nosotros mismos, lo que teniamos que decir, empezaba ya a parecernos| (Antelme, p. 5). “Todos los intentos de explicacién... han fra- casado radicalmente” (Améry, p. 16). "Me irritan Jos intentos de algunos extremistas religiosos de interpretar el exterminio ala manera de los profetas: un castigo por nuestros pecados. iNo! Esto no lo acepto:(el hecho de carecer de todo sentido ha- ce que sea mas espantoso” (Levi 1*, p. 219). El desdichado término holocaust (a menudo con la H ma- yiiscula) surge de esa exigencia inconsciente de justificar la muerte sire causa, de restituir un sentido a lo que no parece poder tener sentido algun: *...isculpe, yo utilizo este térmi- no Holocausto de mala gana, porque no me gusta. Pero lo uti lizo para entendernos. Filol6gicamente es un error...” (Levi 1, P. 191). “Es un término que me molesté mucho cuando apa- reci6; después he sabido que era el propio Wiesel quien lo ha- bia acufiado, aunque més tarde se arrepintié de ello y habria querido retirarlo” (Levi 1*, p. 219), ~ 1.10.Cambién la historia de un término erréneo puede ser instructiva))“Holocausto” es la transcripcién docta del latin bo- Jocaustum, que, a su vez, waduce el 1érmino griego bolokais- Jos (que es, empero, un adjetivo, y significa literalmentetodo. quemado”); el sustantivo griego correspondiente es holokatis- toma). La historia semantica del 1érmino es esencialmente eris- tiana, porque los Padres de la Iglesia se sirvieron de él para tra- ducir-en verdad sin excesivo rigor ni coherencia~ la compleja doctrina sacrificial de {a Biblia (en particular, de Levitico y NO- meros). El Levitico reduce todos los sacrificios a cuatro tipos fundamentales: olab, hattat, shelamin, minba, Los nombres de dos de ellos son significativos. El battat era el sactificio que servia para expiar el pecado llamado battat o bataa, del que el Le- vitico da una definicién excesivamente vaga por desgracia. El shelamin 5 un sactificio comunitario, de aecion de gricias, de alianza y de voto. En cuanto a los términos olah y minba, son puramente descriptivos. Ca- da uno de ellos evoca operaciones particulares de sacrificio: el segundo, la presentacion de la victima, en el caso de que sea de naturaleza natural, yeel primero el envio de la oferta a la divinidad (Mauss, p. 44). La Vulgata traduce en general olab con holocaustum (holo- causti oblatio), battat con oblatio, shelamin (de shalom, paz) con hostia pro peccato. De la Vulgata, el término bolocaustum pasa.a los Padres latinos, que lo utilizaron esencialmente para referirse a los sacrificios de los judios en los numerosos co- mentarios del texto sagrado (asi en Hil., en Psalm, 65, 23: bo- Jocausta sunt integra hostiarum cospora, quia tota ad ignem sacrificii deferebantur, holocausta sunt nuncupata). En este B pumto es importante sefialar sobre todo dos hechos. El prime- 10, que el término es empleado muy tempranamente en senti- do propio por los Padres para condenar la inutilidad de los sa- erificios cruentos (valga pot todos Tertuliano, haciendo referencia a Marcion: Adv. Marc. 5, 5: qutid stultius... quam sacrificiorum cruentorum et holocaustomatum nidorosorum a deo exactio? “Qué hay de més esttipido que un Dios que exige sacrificios sangrientos y holocaustos que huelen a grasa quemada?”; cfr. también Aug., C. Faustum 19, 4). El segundo, que el término se amplia de forma metaforica a los martires cristianos para equiparar su suplicio a un sacrificio (Hil., en Psalm. 65, 23: ‘mantyres in fidei testimonium corpora sua bolocausta voverunt), hasta que el mismo sacrificio de Cristo en la cruz pasa a ses de- finide como holocausto (Aug., en Evang. Joab. 41, 5: se in bo- Tocaustum obtulerit int cruce lesus; Rufin, Orig., en Lev. 1, 4 olocaustum... carnis cits per lignum crucis oblatim), A partir de aqui el término holocausto inicia ta emigracion semantica que le Ilevara a asumir de forma cada vez mas con- sistente en las lenguas vulgares el significado de “sacrificio su- premo, en el marco de una entrega total a causas sagradas y superiores” que registran los Iéxicos contemporneos. Ambos significados, el propio y el metaforico, aparecen unidos en Ban- dello (2, 24): “se han suprimido los sactificios y holocaustos de Jos terneros, machos cabrios y otros animales, en lugar de los cuales se ofrece ahora ese inmaculado y precioso cordero del cuerpo y la sangre del universal redentor y salvador Nuestra Sefior Jesucristo”. El significado metaférico esta atestiguado en Dante (“Paraiso”. 14, 89: “... Rendi holocausto a Dios”, referi- del coraz6n), en Savonarola, y después de ma- era sucesiva hasta Delfico (muchos ofreciéndose en perfec- to holocausto a la patria") y Pascoli Cen el sactificio, necesario ¥ duice, hasta ef holocausto, esta para mi la esencia del cris- tianismo”). 2» Pero también el empleo del término en sentido polémico con- tra los judios habia continuado su historia, si bien se trata de una historia mas secreta, no registrada en los léxicos. En el cur- so de mis investigaciones sobre la soberania me encontré por casualidad con un pasaje de un cronista medieval, que consti- tuye la primera aparicion de la que tengo noticia del término “holocausto” para hacer referencia a una matanza de judios, pero, en este caso, con una coloracién violentamente antise- mita. Richard di Duizes testimonia que, en el dia de la coro- naci6n de Ricardo | (1189), los londinenses se entregaron a un pogromo particularmente cruento: El mismo dia de la coronaci6n del rey, aproximadamente ala hora en que 1 Hijo habia sido inmolado al Padre, en la ciudad de Londres se empez6 a inmolar a los judios a su padre el demonio Cincoeptum est in ctvitate Londoniae immolare judaeos pairi suo diabolo), y tanto duré la celebra- clon de este misterio que el holocausto no se pudo completar antes del dia siguiente. ¥ las demas ciudades y paises de la region imitaron la fe de Jos londinenses y, con igual devocion, expidieron a} infiema, en la san- 4gre, a sus sanguijuelas (pari devotione suas sanguistigas cum sanguine transmiserunt ad inferos) Bertelli, p. 131). La formacin de un eufemismo, en cuanto supone la susti- tucion de Ja expresién propia de algo de lo que no se quiere, en realidad, ofr hablar, por una expresiGn atermada 0 alterada, lleva consigo siempre una cierta ambigiiedad. Pero, en este ca- so, la ambigtiedad va demasiado lejos. Inclaso los judios se sit- ven de un eufemismo para indicar el exterminio. Se trata del término shod, que significa “devastaci6n, catéstrofe” y, en la Bi- blia, implica a menudo {a idea de un castigo divino (como en Js. 10, 3). “2Qué haréis el dia del castigo, cuando desde lejos venga la shod?” Incluso si es probable que sea éste el témino en que est pensando Levi, cuando habla del intento de inter- ” el exterminio como un castigo por nuestros pecados, el ‘eufemismo no contiene en este caso irrision alguna. En el caso del término “holacausto", por el contrario, establecer una co- nexi6n, aunque sea lejana, entre Auschwitz y el olah biblico, y entre la muerte en las camaras de gas y la “entrega total a motivos sagraclos y superiores” no puede dejar de sonar como una burla, No sdlo el término contiene una equiparacién ina ceptable entre hornos crematorios y altares, sino que recoge tuna herencia semantica que tiene desde el inicio una colora- ci6n antijudia. En consecuencia, no lo utilizaremos en ninguna ocasion. Quien continéia aplicdndolo da prueba de ignorancia o de in- Sensibilidad (o de una y otra a la vez) 1.11. Cuando, hace algunos aitos, publiqué en un diario francés un articulo sobre los campos de concentracién, al- guien escribié al director del peri6dico una carta en la que s me acusaba de haber pretendido con mis anilisis ruiner le caractore unique et incidible de Auschwitz. Me he pregunta- doa menudo qué podtia tener en mientes el autor de la car- ta. Es muy probable que Auschwitz haya sido un fenémeno Gnico (por lo menos con respecto al pasado; en cuanto al fu- tro no se puede hacer otra cosa que esperar), “Hasta el mo- ‘mento en que escribo, y no obstante el horror de Hiroshima ¥y Nagasaki, la vergiienza de los Gulag, la indtil y sangrienta campana de Vietnam, el autogenocidio de Camboya, los des- Apareciclos en Argentina, y las muchas guerras atroces y es- tipidas a las que hemos venido asistiendo, el sistema de cam- pos de concentracion nazi contintia siendo un unicum, en ‘cuanto a su magnitud y calidad” (Levi 2, pp. 19-20){Pero gpor qué indecible?;Por qué confesir al exterminio el préstigio de la mistica 3 En el afto 386 de nuestra era, Juan Criséstomo compuso en Antioquia su tratado Sobre la Incomprensibilidad de Dios. Te- nia que hacer frente a unos adversarios que sostenian que la esencia de Dios podia ser comprendida, puesta que “todo lo que El sabe de si, nosotros lo encontramos también mente en nosotros”. Al afirmar con vigor contra ellos la abso- luta incomprensibilidad de Dios, que es “indlecible” (drrebetos), *inenarrable” (anekdidgetos) © “ininscriptible” (anepigraptos), Juan sabe bien que ésta es precisamente la forma mejor de glorificarle (déxan didénai) y de adorarle (proskyein), Dios ¢s incomprensible hasta para los angeles, pero gracias a es- to pueden tributarle gloria y admiracién, elevando incesan- temente sus misticos cantos. A estas legiones angélicas, Juan ‘opone a Jos que tratan en vano de comprender: “Aquéllos (los Angeles) cantan su gloria, éstos se esfuerzan por cono- cer; aquéllos adoran en silencio, éstos se afanan; aquéllos apartan los ojos, éstos no se avergiienzan de mantener la mi rada fija en la gloria inenasrable” (Criséstomo, p. 129). El ver bo que hemos traducido como “adorar en silencio” es en el texto griego euphomein, De este término, que significa origi- narjamente “observar el silencio religioso” deriva la palabra moderna ‘eufemismo”, que indica los términos que sustitu- yen a otros que, por pudor o buenos modales, no se pueden pronunciar. Decir que Auschwitz es *indecible” o ‘incom- prensible” equivale a euphemein, a adorarle en silencio, co- me se hace con un dios; es decir, significa, a pesar de las in- tenciones que puedan enerse, contribuir a su gloria. Nosotros, por el'contrario, “no nos avergonzamos de mantener fija la mirada en lo inenarrabie”. Aun a costa de descubrir que lo que el mal sabe de si, lo encontsamos facilmente también en nosotros 4.12. El testimonio contiene, no obstante, una laguna. Tam- pién en esto los supervivientes se muestran de acuerdo. Hay también otra laguna, en todo testimonio: los testigos, por definicién, son quienes han sobrevivido y todos han dlisfrutado, pues, en alguna me- dida, le un privilegio},. El destino del prisionero comén no to ha conta- do nadie, porque, para él, no era materialmente posible sobrevivir... Bl ptisionero comdn también ha sido descrito por mi, cuando hablo de “mu- sulmanes” pero los musulmanes no tian hablado (Levi 14, pp. 215 ss.) Los que no han vivido esa experiencia nunca sabran lo que fue; los que Jahan vivido no la contarin nunca; no verdaderamente, no hasta el fon- do. El pasado pertenece a los muertos... (Wiesel, p. 314. Es necesario reflexionar sobre esta laguna que pone en tela de juicio e} propic sentido del testimonio y, por ello mismo, a identidad y la credibilidad de los testigos. Lo repito, no somos nosotros, los supervivientes, los vertladeros testi- £805... Los que hemos sobrevivido somos una minorfa anémala, ademas de xigua; somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, 0 5 ‘suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gor ‘Rona, no fa euelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los “musulk ‘hanes’, los hundidos, los testigos integrates, aquellos cuya declaracién ha- Bria podido tener un significado general, Ellos son la regla, nosotros la EXcepcién... Los que tuvimos suerte hemos intentado, con mayor o menor dliscreci6n, contar no solamente nuestro destino sino también el de los de- ids, precisamente el de los “hundidos”; pero se ha tratado de-una sarcacion *Por cuenta de terceros”, el relato de cosas vistas de cerca pero no experi- ‘mentadas por uno mismo. La demolicion terminada, la obra cumplida, no ‘hay nadie que la haya contado, como no hay nadie que haya vuelto para ontar sii muerte, Los hundidos, aunque hubiesen teniclo papel y plumta, no Ihubieran escrito su testimonio, porque su verdadera muerte habia empeza- 33 a do ya antes de la muerte corporal, Semanas y meses antes de extinguirse hhabian perdido ya el poder de observar, cle recordar, de apreciar y de ex- presarse, Nosotros hablamos por ellos, por delegaci6n (Levi 2, pp. 72-73) El testigo testimonia de ordinario a favor de Ia verdad y de la justicia, que son las que prestan a sus palabras consistencia y plenitud. Pero en este caso el testimonio vale en lo esen- cial por lo que falta en él; contiene, en su centro mismo, al- go que es intestimoniable, que destruye la autoridad de los supervivientes. Los “verdaderos” testigos, los “testigos inte- grales" son los que no han testimoniado ni hubieran podido hacerlo. Son los que “han ocado fondo”, los musulmanes, los hundidos. Los que lograron salvarse, como seudotestigos, ha- blan en su lugar, por delegaci6n: testimonian de un testimonio que falta, Pero hablar de delegaci6n no tiene aqui sentido al- guno: los hundicos no tienen nada que decir ni instrucciones ni memorias que transmitir. No tienen “historia” ni “rostro” y, mucho menas, “pensamiento” (Levi 3, p. 97). Quien asume la carga de testimoniar por ellos sabe que tiene que dar testimo- nio de la imposibilidad de testimoniar. Y esto altera de mane- ra definitiva el valor del testimonio, obliga a buscar su sentido en una zona imprevista 1.13. Que, en el testimonio, hay siempre algo como una im- posibilidad de testimoniar, habia sido ya observado. En 1983, aparecié el libro de J. F Lyotard, ze différend, que, incoxpo- nando irénicamente las recientes tesis de los negacionis abre con la comprobacion de una paradoja Logica: Es sabido que algunos seres humanos dotados de lenguaje han sido colo- caclos en una siwacion tal que ninguno de ellos puede referir después lo ue fue esa situacion. La mayor pane desaparecieron entonces y los que 4 ‘han sobrevivido hablan de ella muy raramente. ¥ cuando hablan de ella 1 testimonio s6lo alcanza a una infima parte de tal situaci6n. «Como sa- ber que las ‘nuestro inforntador? O bien la situaci6n no ha existido en tarto que tal, 0 bien ha existido y, entonces, el testimonto de nuestro informnador es falso, [porque en ese caso deberia haber desaparecico 0 deberia callarse... Hi bper “visto realmente con sus propios ojos” una camara de gas seria la con- diciGn que otongaa la autoridad de decir que ha existido y de persuadir a os incrédulos. Pero todavia serfa necesario probar que mataba en el mo- mento en que se [a vio. Y latinica prueba admisible de que mataba es es- tarmuerto, Pero, si se est porefecto de la cémara de gas (Lyotard, p. 19) jon misma ha existido? 2No es fruto de la imaginacion de muerto, no se puede testimoniar que ha sido Algunos afios después, en el transcurso de una investigacion Nevada a cabo en la Universidad de Yale, Shoshana Felman y Dori Laub elaboraron ta noci6n de la shod como “aconteci- miento sin testigos”. En 1989, la primera desarroll6 este con- cepto en forma de un comentario al filme de Claude Lanzmann. La shod es un acontecimiento sin testigos en el doble sentido de que sobre ella es imposible dar testimonio, tanto desde el interior ~porque no se puede testimoniar desde el interior de Ta mueste, no hay voz para la extinci6n de la voz— como des- de el exterior, porque e| auisider queda excluido por defini- cién del acontecimiento: No es posible realmente decir la verdad, testimoniar desde el exterior Pero tampoco es posible, como hemos visto, testimoniar desde el inte- flor. Me parece que la postura imposible y la tensién testimonial de 10: do el filme consisten precisamente en no estar ni simplemente dentro, ni simplemente fuera; sino paradsjicamente, dentro fuera qa ta vez. El fil- ‘mie trata de abrir un camino y de tender un puente que no existia du- ‘Finte la guerra que no existe todavia hoy entre lo interior y lo extetivr, Para poner a ambos en contacto y en didlogo (Felman, p. 89). 35 Es justamente este umbral de indiferencia entre el dentro ¥: ei fuera (que, como veremos, es algo completamente distinto de un “puente” o un “didlogo"), que habria podido conducir a una comprensi6n de la estructura del testimonio, lo que la au- tora omite cuestionar. Mas que a un andlisis, asistimos al des- plazamiento desde una impasibilidad légica a una posibilidad estética, por medio del recurso a la metifora del canto: Lo que confiere al filme su pocter de testimonio, y lo que en general cons: tituye su fuerza, no son las palabras, sino la relacion ambigua y descon- certante entre las palabras, a voz, el sitmo, le melodia, las imagenes, la escrtura y el silencio. Cada testimonio nos habla mis allé de sus palabras, mis alla de su melodi nto (Ibid, pp. 139 38). , como la realizacién Giniea de un Explicar la paradoja del testimonio mediante el deus ex ma- ching del canto, equivale a estetizar tal testimonio, algo que Lanzmann se habia guardado mucho de hacer. No son el poe- ma ni el canto los que pueden intervenir para salvar el impo- sible testimonio; es, al contrario, el testimonio lo que puede, si caso, fundar la posibilidad del poema 1.14, Las incomprensiones de una mente honesta son con fre~ cuencia instructivas. Primo Levi, al que no le gustaban los au- tores oscuros, se sentia atraido por la poesia de Celan, aunque no Ilegara verdaderamente a entenderla. En un breve ensayo, titulado Sulfo serivere oscuro, Levi hace ver la diferencia entre Celan y aquellos que escriben oscuramente por desprecio al lector o por insuficiencia expresiva; la oscuridad de su poéti- ca le hace pensar mas bien en “un matarse por anticipado, un ho-querer-ser, una fuga del mundo cuya coronacién ha sido la muerte deseada” (Levi 5, p. 637). La extraordinaria operacion 36 Gelan lleva a cabo con la lengua alemana, y que tanto ha fascinado a sus lectores, es comparada por Levi por razones sobre las que creo que vale la pena meditar- con un balbuceo inarticulado 0 el estertor de un mosibundo. Fstatiniebla que se adensa de pagina en pagina, hasta el tiltimo balbuceo inarticulado, constemna como el estertor de un moribundo, y de hecho no es ota cosa, Nos atrac como atraen los abismos, pero a la vex: nos de~ frauda por algo que debia haberse dicho ¥ no fo fa sido, y por es0 nos frustra y aleja. Pienso que el Celan poeta debe ser mis meditado y com- ppadecido que imitado. Si el suyo es realmente un mensaje, se pierde en 1 *ruido de fondo”: no es una comunicacién, no es un lenguaje, 0 todo Jo mas es un lenguaje oscuro y mutilado, como lo es el del que esté a pun- to de mort, y esté solo, como todos lo estaremos en el trance de la muer- te" (ib En Auschwitz Levi habia ya hecho la experiencia de esfor- zarse por escuchar ¢ interpretar un balbuceo inarticulado, algo como un no lenguaje, o un lenguaje mutilado y oscuro. Fue en Jos dias subsiguientes a la liberacion, cuando los rusos transfi- fieron a los supervivientes de Buna al “Campo Grande” de Ausch- witz. Aqui la atencién de Levi se sinti6 atraida de forma sabita por un nifo al que los deportados llamaban Hurbinek. Hurbinek no ers nadie, un hijo de la muerte, un hijo de Auschwitz. Pare~ ia tener unos tres aos, ninguno sabia nada de él, no sabia hablar y no tenia nombre: ese curioso nombre de Hurbinek se lp habfamos dado nos- ‘tres, puede que una de las mujeres, que habia interpretado con aquellas Silabas uno de los sonidos inarticulados que el pequenio emitia de vez en Sando, Estabsa paralizado de ta cintura para abzjo, y tenia las piesnas atro- fiadas, delgadas como palilos; pero sus ojos, perdidos en su cara trian- Billar y demacrada, emitian destellos terriblemente vivos, cargados de si- Pica, de afirmacién, de a voluntad de desencadenarse, de romper la tumba a = de su mutismo. La palabra que le faltaba y que nadie se habfa preocu- pado por ensefiarle, la necesidad de la palabra, afloraba en su mirada con explosiva exigencia.,. (Levi 4, p. 20). Pero a partir de un cierto momento, Hurbinek empieza a re- petir incesantemente una palabra, que nadie del campo consi- gue entender, y que Levi transcribe dubitativamente como mass- ‘elo 0 matisklo: En noche aguzdbamos el oido: era verdad, desde el rinc6n de Hurbi- rnek nos llegaba de vez en cuando un sonido, una palabra, No siempre ad, pero era una palabra articulada, con toda seguridad; 0, mejor dicho, palabras articuladas ligeramente diferen- tes, varlaciones experimentales en torno a un tema, a una ralz, quizis a un nombre (Ibid, p. 22), era exactamente igual, en i Todos escuchaban y trataban de descifrar ese sonido, ese vo- cabulario incipiente: pero aunque todas las lenguas europeas estaban representadas en el campo, la palabra de Hurbinek permanece obstinadamente secreta: No, no era desde luego un mensaje, ni una revelaciOn: puede que fuera su nombre, si es que alguna vez habia tenido alguno; puede (segéin una de nuestras hipdtesis) que quisiera decir “comer” o *pan"; o tal vez “car- ne", en bohemie, como soxtenia con buenos argumentos uno de nosotros ue cpnocia esta lengua... Hurbinek, el sin nombre, cuyo iindsculo an- tebrazo llevaba la marca del tatuaje de Auschwitz; Hurbinek muri6 en los priméros dias de marzo de 1945, libre pero no redimido. Nada queda de I: testimonia por medio de estas palabras mias (Ibid, pp. 22-23), Es posible que fuera esta palabra secreta lo que Levi sentia perderse en el fondo de la poesia de Celan. Pero en Auschwitz se habia esforzado, en todo caso, por escuchar lo no testimo- 38 rniado, por recoger su palabra secreta: mass-klo, matisklo. Qui- zis toda palabra, toda escritura nace, en este sentido, como tes- timonio. Y por esto mismo aquello de lo que testimonia no pue- de ser ya lengua, no puede ser ya escritura: puede ser s6lo lo intestimoniado, Este es el sonido que nos llega de la laguna, la no lengua que se habla a solas, de la que la lengua responde, en la que nace la lengua. Y es la naturaleza de eso no testimo- niado, su no lengua, aquello sobre lo que es preciso interro- garse. 1.15. Hurbinek no puede testimoniar, porque no tiene len- gua (la palabra que profiere es un sonido incierto y privado de sentido: mass-klo o matisklo). Y, sin embargo, “testimonia a través de estas palabras mias”. Pero tampoco el superviviente puede testimoniar integralmente, decir la propia laguna. Eso significa que el testimonio es el encuentro entre dos imposi- bilidades de testimoniar; que la lengua, si es que pretende tes- timoniar, debe ceder su lugar a una no lengua, mostrar la im- posibilidad de testimoniar, La lengua del testimonio es una lengua que ya no significa, pero que, en ese su no significar, Se adentra en lo sin lengua hasta recoger otra insignificancia, Ja del testigo integral, la del que no puede prestar testimonio No basta, pues, para testimoniar, llevar la lengua hasta el pro- pio no sentido, hasta la pura indeterminaci6n de las letras (m- Gess-kel-o, m-a-t-i-s-k-l-o); es preciso que este sonido despoja- do de sentido sea, a su vez, voz de algo o de alguien que por fazones muy diferentes no puede testimoniar. 0, por decitlo de otra manera, la imposibilidad de testimoniar, la “laguna” que “Constituye la lengua humana, se desploma sobre ella misma "Para dar paso a otra imposibilidad de testimoniar: la del que AO tiene lengua. BE hucila, que la lengua cree transcribir a partir de lo intes- ioniado, no es su palabra, Es la palabra de la lengua, la que 30 nace cuando la lengua no esta ya en sus inicios, baja de pun- to para -sencillamente- testimoniar: “no era luz, pero estaba para dar testimonio de la luz”. mado por sus copaiieros, no pose‘a ya un estado de conoeimiento ermitiera comparar entre bien y mal, nobleza y bajeza, espiritua- ‘no espiritualidad. Era un cadaver ambulante, un haz de funciones en agonia. Debemos, pues, por dolorosa que nos parezca la elec- luirle de nuestra consideracion (Améry, p. 39) a vez mis la laguna del testimonio, conscientemente rei- icaca esta ve7.) ‘hicieron bajar con nosotros a tun grupo de Muselmann, como tos a {a bibliografia contiene solamente los libros citados en el texto, La tra ducci6n italiana de obras extranjeras, que, siempre que ha sido posible, se ha citado, s¢ ha modificado cuando se ha considerado necesario atendiendlo al texto original.* (© Ia presentacién de esta bibliogafia y de los textos prevedentes que f- ‘guran en ell ha seguido los siguientes criterios: Se hace referencia alos tiulos que figuran en el elenco seggin la misma sis- temética utlizaca por el autor, con las obligadas modificaciones que impone {a itroduccion de eciciones en castellano, A efectos de localizacion y consul- {a de los parrafos citados, la obra de refesencia es siempre la que figura en pri ‘mer lugar, a partir de la cual se establece la paginacion, En principio se ha recurrido a la version castellana, cuando existe, de las ‘bras que figuran en esta bibliografia, si bien su ulizacion no ha side posible en todos los casos. En algunas opomtnidades nos hemos inclinado de fornia dtsliberada por el rexto original osu tradueci6n italiana, si bien en la mayoria de las veces este proceder se jusificasencillamente por el hecho de quc al tr tarse de tragmentos muy breves o de simples alusiones de pasada, no parecia Iustificado el esfucrzo de establecer a correspondencia enire las dos fuentes a efectos de localizacién de ta cita. En todo caso, salvo omisiones invotunta. Flas, Se menciona siempre alguna de las taducciones castellanas disponibles Cuando el titulo que aparece en primer gar noes italiano ni castellano, la {raduccién se ha establecido de ontinario a partir de Ia fuente original cuando ‘nos hia sidordado disponer de ella, pero teniendo siempre en cuenta la ver, sion italiana del autor de este volumen fn tas cits de las obras vertidas al castellano se ha introdueido, cuando se hha considerado necesario algunas modificaciones que nos han parecido in PPuestas por la fidelidad al texto original En relaci6n con los fragmentos biblicos presentes en las piginas de este I bro nos hemos servido de la eidciOn castellana de la Biblia de jorusalén, si bien en aletin momento se ha hecho uso dela traduccion de Luis Alonso Scho. kel en ia Biblia del Peregrine, NO, TW. wT Diaeca negate, inal, Ton 197 Ge ed og, Neto Dla lek, Suekamp, Frankfurt aM, 1966), Ed cust. Dialéctica negativa, Tau- rus, Madrid 1966, taduccion de j.M. Ripalda. 2. 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