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LYNN HUNT LA INVENCION DE LOS DERECHOS HUMANOS ‘Traduccién de Jordi Beltrin Ferrer 76 TLEMPO DEM NO tus(uers “Tlalo origin: Iori Hua Rig A Hig 1 edi: acta de 2008 © 2007 by Lyon Hane (© se a eraducin: Jord Belen Fee, 2008 ‘Beebo dea cleccita Ls Clty Rann Ubeda eho de scabies Extudio Ube Reterados todos lor derechos de et edicin pata Tisquts Eto, SA. Core Cant, 8 0828 Bacon sre taiqusedivencon ISBN: ote seeaeh ie Depast lel B. 306162009 Fetocommponcion Pacer 8A. Aleks, 196408 1° O04 Raclona Innes: Linge St» Moga, 2931-08310 Barber del Vals Encnademain einbook Inpres on Epa (eds iguronamente roids cali oom de epi, dba, ‘Sinantton pics tanaemastn tol w psi de ots oben el pe ‘Rho ect de use de lo evo de apoio Indice Agradecimientos n Introduccién: «Sostenemos como evidentes estas verdades B 1. sTorrentes de emociéns, Leer novelas ¢ imaginar Ia igualdad 35 2, -Blueso de sus huesos». Abotir la tortura m 3, «Han dado un gran ejemplo». Declarar derechos .. 115 4, «No tend fine. Las consecuencias de declaar.... 149 5. «Bl apagado poder del humanitarismo» Por qué fracasaron los derechos humanos pero a fa larga acabaron triunfando. 181 Documentos. Tes declaraciones: 1776, 1789, 1948... 221 Apéndices Notas 245 Indice onoméstico 283 Permisos 287 Figures 37, 4S, 3, 75, 81, 87, 89, 93, 97, 101, 201) Allee y Jane, hermanas, amigas, inspiradoras Mientras escribfa este libro me beneficié de la incontables sugerencias que me hicieron amigos, colegas y partcipantes en dliversos seminars y conferencias. Ninguna expresion de grati= ‘ud podria pagar las deudas que he tenido la buena fortuna de contaer; tan slo espero que algunos reconozeaa su aportacién en certs passjes 0 notas apie de pigina. Al pronuncia las Cons ferencias Patten en la Universidad de Indiana, las Metle Curti en la Universidad de Wisconsin, Madison, y las James W. Richaed cn la Universidad de Virginia, dstté de inestimables oportuni- dades de poner a prueba mis ideas preliminares. También ob- tuve opiniones excelentes de mis oyentes en el Camino College; 1 Carleton College; el Centro de Investgacién y Docencia Eco- némicas ee Ciudad de México: la Universidad de Fordham el Institute of Historical Research, Universidad de Londees, Lewis {& Clark College; el Pomona College; la Universidad de Stanford; la Universidad de Texas A&M; la Universidad de Pais; Ia Univer sidad del Ulster, Coleraine; la Universidad de Washington, Seat- te; y mi propia insttucién, la UCLA [University of California at Los Angeles). Mis investigaciones fueron financiadas en su ma- yor parte por la Eugen Weber Chait in Modera European His tory, de la UCLA, y se vieron faciltadas en gran medida por tenera mi disposicién los volimenes verdaderamente excepcio rales que atesoran las bibliotecas de la UCLA. [La mayoria dela gente piensa que, en la lisa de prioridades n dle los profesores universitarios a enseianza viene después dela investigacén; sin embargo, la idea de este libro tuvo su orgen en tuna coleccién de documentos que edité y traduje con el fin de ensefiar a estudiantes univesitarios: Te French Revolution and Hl ‘man Rights: A Brief Docemeutary History (Bedford/St. Martin's Press, Boston y Nueva York, 1996). Una beca de la National En: dowment forthe Humanities me ayudé a coneluir ese proyecto. ‘Antes de escribir el presente libro, publiqué un breve bosqueio, “The Paradoxical Origins of Human Right», en Jeffrey N. Was serstrom, Lynn Hunt y Marlyn B. Young (eds), Human Rights and Revolutions (Rowman & Litlefield, Lanham, Maryland, 2000, pigs. 317), Algunos de los argumentos del capitulo 2 se for ‘mularon de manera diferente en sLe Comps au xv scl: es origines des droits de "hommes, Diagine 203 (ulio-septiembre de 2008, pigs. 9-67), Desde la idea hasta la ejecucién final, el camino es largo y veces difil, al menos en mi caso, pero la ayuda de la perso: nas allegadas y queridas permite recorterlo. Joyce Appleby y Su zanne Desa leyeron los borradores de mis tes primeros capi tulos y me hicieron sugerencias maravllosas para mejorarlos. Mi editora en W.W. Norton, Aray Cherry, pres 2 la forma y la ar- ‘gumentacion el tipo de atencin detenida que la mayoria de los autores sélo conocen en suefios. Sin Margaret Jacob no hubie- se escrito este libro, Segui adelante gracias a su entusiasmo por ‘escribir ¢ investigas, a su valentia para aventurarse en campos nuevos y controvertdos y, en no poca medida, a su capacidad de dejarlo todo para preparar una cena exquisita, Sabe lo mu ‘cho que le debo. Mi padte murié cuando yo estaba escrbiendo libro, peo todavia puedo oir sus palabras de aliento y apoyo. Dedico el libro a mis hermanas Lee y Jane como muestra de re- conocimiento, por mis que resule insuiciente, de todo lo que hemos compartdo durante tantos ais. Ellas me dieron mis pri= eras leeciones de derechos, esolucién de conflictos y amor. 2 Introduccién «Sostenemos como evidentes estas verdades» En ocasiones,reesribi bajo presidn da grandes resultados, En sa primer bortador de la Declaracién de Independencia de Estados Unidos, preparada a mediados de junio de 1776, Tho- sas Jefferson escribi6: «Sostenemos como sagradas ¢innegables estas verdades: que todos los hombres son creados igualese in dependlientes [sc], que de esa creacin igual reciben derechos inherentese inaienables, entre los cuales estin la preservacign de la vida, la libertad y Ia bisqueda de la felicidad. Gracias en gran parte a las revisiones que hizo é! mismo, la fase de Jeffer son pronto se sacudié de encima los corsés para adoptar un tono is claro y vibrante: sSostenemos como evidentes estas verda- des: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados ppor su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre és- tos extn la vida, la libertad y la bisqueda dela felicidad». Con ‘esta sola frase, Jefferion convirté un documento sobre agravios politicos tipico del siglo xvmr en una duradera proclamacién de los derechos humanos.* ‘Trece aos mis tarde, Jefferson se encontraba en Pais can do los franceses comenzaron 2 pensar en redactar una declara- cidn de sus derechos, En eneto de 1789 ~varios meses antes de Ja toma de la Bastilla-, el marqués de La Fayette, amigo de Jef ferson y veterano de la guera de Independencia de Estados Uni- clos, preparé el borrador de una declaracion francesa, muy pro- bablemente con la ayuda del propio Jeflerson, Cuando la Bastila B cayé el 14 de julio y Ia Revolucion francesa empez6 en serio, la demanda de una declaracién oficial cobré impulso. Pese alos esfuerzos de La Fayette, fnalmente no seria una sola persona ‘quien diera forma al documento, a diferencia de lo oeuride con cl borador que redacté Jefferson para el Congreso norteameri- ‘ano, E120 de agosto, la recién creada Asamblea Nacional em- prendié el debate sobre los 24 3 sgorroso comité de 40 diputados. Tras seis dias de discusiones tumultuosas y un sinfin de enmiendas, tan s6lo se habian apro- bado 17 aniculos. Agotados por las dispuis continua, y ante la necesidad de ocuparse de otros asuntos apremiantes, el 27 de agosto de 1789 los diputados votaron a favor de suspender el debate y adoptaron provisionalmente los articulos ya aprobados, con el titulo de Declaracién de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El documento redactado tan a la desesperada era maravillo- so por su alcance y sencillez. Sin mencionar ni una sola vez al rey, a la nobleza o ala Iglesia, decaraba que los «derechos na- turales,inalienables y sagrados del hombre» eran el fundamen- to de toda forma de gobiemo. Conferia la soberania a la nacién, en vez de al rey, y declaraba que todo el mundo era igual ante Is ley, con fo cual brindaba oportunidades al talento y al méri- to y climinaba implicitamente todos los privilegios basados en la cuna. Mis sorprendente que cualquier garauti, sin embargo, cra la universlidad de sus afirmaciones. Las referencias a los hombres, eel hombre», scada hombres, todo hombre, todos los ciudadanoss, «todo ciudadano, «la sociedad y stoda soce dad» empequetiecfan la referencia al pueblo francés Como consecuenca, su publicacién impulé inmediatamen- te a la opinién mundial a posiconarse a favor o en contra de to les derechos. En un sermén pronunciado en Londres el 4 de noviembre de 1789, Richard Price, que era amigo de Benjamin Franklin ya menudo se mostraba ertico con el gobiemo inglés, se deshizo en clogios de los nuevos derechos del hombre. «He culos redactados por un en- “ vivido lo suficiente para ver emo los derechos de los hombres son comprendidos mejor que nunca, y c6mo suspran por la f- bertad naciones que parecian haber perdido el concepto de cllaw» Escandalizado por el entusiasmo ingenuo de Price ante las sabstracciones metafiscas» de los fanceses, el conocido ensayista y diputado Edmund Burke se apresur6 a escribir una respuesta airada, En su pangleto Reflexiones sobre la Revolucién Francesa (1790), que fue considerado enseguida como el texto fandacional del conservadurismo, Burke rugia de este modo: [No somos ni canvertidos de Rousseau, ni disipulos de Volare Sabemos que nosotros no hemos descubierta nada y pensamot «que nada hay que descubriren moral [..} En Inlatena alin no hemos sido completamente wacados de nvesras naturales ente fas [a]. No hemos sido preparados y aeglados pars que se nos lene después como pars drecador en un mueo, con pa, te os y con miserables podazos de papel sucio que taten de los de rechos del hombre Price y Burke habian coincidido en sus opiniones sobre la Revolucién norteamericana; ambos la apoyaron. Pero la Revor Tuci6n francesa exigia poner toda la carne en el asador,y pron: to. abri6 un frente de batalla: ése wataba de los allores de una nueva era de libertad basada en la raz6n, 0 bien del principio de un descenso imparable a la anarquia y la violencia? Durante casi dos siglo, y a pesar de la polémica provocada por la Revolucién francesa, la Declaraién de los Derechos det Hombre y del Ciudadano simboliz6 la promesa de unos dere chos humanos universales. En 1948, cuando las Naciones Uni das adoptaton la Declaracién Universal de Derechos Humanos, cl articula 1 decia: «Todos los seres humanos nacen libres ‘gules en dignidad y derechos. En 1789, el articulo 1 de la De- claracién de los Derechos del Hombre y del Ciudadano ya ha bia proclamado: «Los hombres nacen y permanecen libres ¢ cue 1s inte Jgnales en derechos». Aunque las diferencias en la terminologis son signifcativas, las resonancias entre ambos documentos re sultan incontestables. Los origenes de los documentos no dicen necesariamente znada importante acerca de sus consecuencias, importa real mente que el borrador de Jefferson fuera objeto de 86 altera- ciones,realizadas por él mismo, el Comité de los Cinco 0 el Congreso? Es evidente que Jefferson y Adams opinaban que si, toda vez que en la década de 1820, la ltima de sus largas y azarosas vidas, seguian discutiendo sobre lo que cada uno de ellos habia aportado al documento. Sin embargo, la Declara idm de Independencia no tenia caticter constitucional, Era ape- nas una declaracion de intenciones, ytuvieron que transcurse {quince aios para que los estados ratifcaran Finalmente una Cat= ta de Derechos muy distnta en 1791. En Francia, la Declaracion de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que afirmabs salvaguardar as liberades individuals, no imps la aparicién. de un gobierno francés que reprimié los derechos (en el perio= do conocido como el Terror), y futuras constituciones france- sas -hubo muchas- formularon declaraciones diferentes o pres: «indieron por completo de ells. ‘Mis inquietante ain resulté el hecho de que, en realidad, aquellos que a finales del siglo xvut habian declarade con tanta seguridad que los derechos eran universlestenian en mente algo ‘mucho menos exhaustive. No nos sorprende que considerasen Tos nfs, los locos, los presoso los extranjeros camo incapa- 25 0 indignos de paticipar plenamente en el proceso polit Porque nosotros hacemos lo mismo. Pero también excluyeron a quienes no tenian propiedades, a los esclavos alos negrosli= bres, a las minorias religiosas en algunos casos y, siempre y en todas partes, alas mujeres. Recientemente, estas limitaciones a la expresién «todo hombre» han suscitado muchos comentarios, y algunos estudiosos han llegado a pregunvarse si tales declar cones de derechos tenian un sentido emancipador real. Sus fan 16 adores, artificesy declarantes han sido tachados de elitists, «istas y mis6ginos, pr su incapacidad de considera a todas las personas verdaderamente iguales en derechos. 1No deberiamos olvidar las restricciones impuesas a los de rechos por determinados hombres del siglo xv, pero detener- nos ahi y felicitaros por nuestros «progresos» relativos signi- ficatla no haber entendido lo més importante, ¢Cémo estos hombres, que vivian en sociedades edificadas sobre la esclavi- tu la subordinacion y la sumisién aparentemente natural, pur dieron en alin momento considerar como iguales a otros hom bres que no se les parecian en nada y, en algunos casos, incluso alas mujeres? {De qué modo se convirtié la igualdad de dere- chosen una verdad eevidentes en lugares tan inslitos? Es asom- broso que hombres como Jefferson, propietario de escavos, La Fayette, un arist6crata, pudieran hablar como lo hicieron de los derechos evidentes ¢inalienables de todos los hombres. Si ppudiéramos entender cdmo sucedi6, estariamos en mejor dispo- sicién para comprender lo que significan para nosotros los de rechos humanos hoy en dia, ¢ La paradoja de la evidencia A pesar de sus diferencias terminologicas, las dos declaacio nes del siglo xv se basaban en una pretensién de evidencia. Jefferson lo indicd de forma explicita cuando escribié: «Soste ‘nemos como evidentes estas verdadess. La declaracién francesa afirmaba categoricamente que sla ignorancia, el olvido 0 el me- rnosprecio de los derechos del hombre son las tinicas causas de las calamidades piblicas y de la comupcién de los gobiernos». En 1948 no era mucho fo que habia cambiado en este sentido, si bien es cierto que la Declaracin de ls Naciones Unidas adop- 16 un tono més legalista: «Considerando finbereas) que Ia Tiber- ” tad, la justiciay la pax en el mundo tienen por base el recono cimiento de la dignidad intrinseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de fa familia humana; [..}. Con todo, también esto constituia una pretensién de eviden cia, porque, en inglés, whereas significa lteralmente «siendo el hhecho ques fit being te fat that]. Dicho de otro modo, emplear el término inglés «whereas es simplemente una manera leglis 8 de seeaalg iso gue ace com cero, go ge [Bsa pretensin de evidencia, que resulta erucial para los de rechos humanos incluso hoy en dla, da origen a una paradoja: sila igualdad de derechos es tan evidente, ? éPueden ser sevidentess, cuando los estudiosos Ievan mis de doscientos aos discutiendo sobre lo que quiso decir Jefferson con esta palabra? El debate continuars eterna- ‘mente, porque Jefferson nunca sinié la necesidad de explicarse. Nadie del Comité de los Cinco ni del Congreso quiso revisar «sta afitmacin, aun cuando muchas otras secciones de la version preliminar de Jefferson si fueron modifcadas. Al patecer,esta- ban de acuerdo con él. Ademis, si Jefferson se hubiera expicado, la evidencia de la asercibn se habriaevaporado, Una asercién que necesita discutirse no es evidente." Creo que la pretension de evidencia es decisiva para la his- toria de fos derechos humanos, y el objeto de este libro es ex- +L argumentacin de ator sobre wr no pede alias a Auer que else ha mpucto en vr eaten de Ta Deca te las Naciones Unidas eps ene spendin scomieandos ue rife sping, estinando sur (Nd 7) 18 plicar emo Hlegé a ser tan convincente en el siglo xv. Afor tunadamente, también permite centrar una historia que tiende ser muy difusa. Los derechos humanos son tan ubicuos en la actualidad que parecen requerie una historia jgualmente exten- sa, Las ideas griegas sobre la persona individual, as nociones romanas de la ley y el derecho, las doctrinas evstianas del alma..j existe el riesgo de que Ia historia de los derechos hu: ‘manos se convierta en la historia de la cvilizacién occidental, ‘© incluso, como sucede a veces, en Ia historia del mundo ente ro, ZAcaso la antigua Babilonia, el hinduismo, el budismo o el islam no hicieron también sus aportaciones? {Cémo se expla centonces la sibits crstalizacién de las aserciones sobre fos de rechos humanos a finales del siglo xvi? Los derechos humanos precisan de tes cualidades entrela- zadas: los derechos deben ser naturales Gnherentes alos sereshu- manos), gules (los mismos para todos) y aniversaes (vidos en todas parte), Para que los derechos sean derechos bumanos,to- dos los seres humanos de todo el mundo deben poseerlos por igual y blo por su condici6n de seres humanos. Resulté mis flcil aceptar el cariter natural de los derechos que su igualdad © su universalidad, En muchos sentidos,seguimos bregando con las consecuencias implicias de la exgencia de igualdad y uni versalidad de los derechos. 2A qué edad tiene alguien derecho a partcipar plenamente en politica? ¢Los inmigrantes los no ciue Gadanos- también tienen derechos? Y,en ese caso, cules? Sin embargo, ni siquiera la naturalidad, la igualdad y la uni versaidad son suficientes, Los derechos humanos s6lo cobren sentido cuando adquieren contenido politico. No son los dere chos de los eres humanos en la naturaleza; son los derechos de los seres humanos en sociedad. No son tan s6lo derechos hu- ‘manos en contraposicin a derechos divinos, o derechos huma~ no: en contrsposicién a derechos de los animales; son los dere cos de los sees humanos en relacién con sus semejantes. Son, por tanto, derechos garantizados en el mundo politico secular 8 (aunque los amen sagrados),y son derechos que requieren la pancipain activa de quienes fos pseen 1a iualdad a univeralidady a naturaida dels derechos adquireron por primera vez expresén politica directa en la De clarcin de Independencia de Estados Unidos de 1776 y en la Declaraci de los Derechos del Hombre def Ciudadano fan- «esa de 1789. Aunque la Dedaraci de Derechos inglea de 1689 hacia referencia alos cantiguos derechos y Hbertades etbleci dos po a ey ingesaydervados de a historia de Inglaterra, no deca [a igualdad, la univeralidad nila natraidad de los de rechos. Por el conti, la Delaacin de Independencia de Es tados Unidos initia en que «todos los hombres son ereados gual y en que todos ellos poseen «derechos inalienable, De forma parecids, la Declaracion de lor Derechos del Hombre y del iudadano proclamé que sos hombres nacen y permanecen I bres igulesen derechos. No los hombres franceses, no los hombres blancos, no los homes eatlcos, sno los hombre, expresin que por aquel entonces, como aor, sgnficaba no ‘lo los varones» sino también «las personas, es deci, clos miembros dela raza humana», Dich de otto modo, en alg ‘momento entze 1689 y 176, derechos ue habian sido conside ras cas siempre como los derechos dena gente detrminada -losinglse nacides bres, por ejemplo- se transformaron en de rechos humanos, derechos naturales universls, lo qu fos fan- ‘cess Ilamaron sles doit de Mommes(slos derechos del hombre») pystltes BE HO Ook Derechos humanos y «los derechos del hombre» Una breve incursin en la historia de las palabras ayudard a datar la aparicién de los derechos humanos, Ei el siglo xv, la gente no solia utilizar la expresi6n sderechos humanos, y cuan do lo hacia se referiahabitualmente a algo distinto de lo que eT) quetemos decir nosotros, Antes de 1789, Jefferson, por ejemplo, hablaba con frecuencia de derechos naturales. No empezé a uti- liza la expresin ederechos del hombse> hasta después de 1789, Cuando empleaba sderechos humanos, se refera a algo mas pax sivo y menos politico que los derechos naturales © los derechos del hombre. En 1806, por ejemplo, utili la expresion para re feritse alos males del trifico de esclav (0s fect, conciudadanos, por Is proximiad del priodo en el cual podrés interponer vueta auteridad constitucionalmente, pata impedir que los ciudadanos de Estados Unidos sigan par: ‘pando en la volaciones de los derechos humanos que se an prolongado durante tanto tempo a costa de los inocenes hai tantes de Affe, y que la moral, Ia rputacién y los mejores inte reses de nuestra pais asian proscibie desde hace mucho tiempo, Cuando sostenia qu lo aftcaosgozaan de detechos by manos, Jeffon no se refraimplistaments a los exlavs Ioamericanos Los derechos humanos, sen la efiniin de Jefteson, no permitian ales aftcanor-yanicho menos alot aframeicnoe=actuar por cet propa’ nel tansaso del silo 1 en igls yen anc, ere hos amano, sderechon dl génerohumano-yederechos de 1 fama orn epee dota ee 1 aplcane detent a plic, Tosca fea Toque diinguin a lor eres hutanos de lo ving en en ex tno de faecal de lo animale en loo, mis que 3 derechos palticos come aber de expresin 0 el drecho a parips th poli, As en 1734 ea una dea pimersocsones en gue sc empleaba lh expres derechos dea humaniade en francs, 4 moar eric terario Nicol Lenglee Dfesoy, miso Sucerdotecatlc, sai a aqullornimiables monies del fo que renuncaban an completamente a todos os derechos Sela humana’, que pacan cal animales y onan por ahi o a talmente desnudoss. De forma parecida, en 1756 Voltate pro- clamé en tono de burla que Persia era la monarquia en la que ns se disfrutaba de los «derechos dela humanidads, ya que los persas tenfan los mayores srecursos contra el aburtimientor, La expresion wderecho humano» aparecié por primera vez en fan ‘ks en 1763, con el significado de algo asi como wderecho natu- sale; sin embargo, no acabé de cujar, a pesar de que Voltaire la utiliza en su muy influyente Tatado sobre le tleranca® Mientras que os anglohablantes continaaron prefiiend la ‘xptesin «derechos naturales» -o sencillamente «derechos du- ante todo el siglo x0, los fanceses inventaron otra en la déca- dda de 1760; ederechos del hombtes (dots de Phone). Elorigen de la expresin aderecho(s) naturl(es,o sley natural» adroit nature posee ambos significados en francés, se remontaba a defen el estado al que pertenecen, y que pretendan cambiarlo imaginariamente por aquel que les han hecho desea. Querien- do ser lo que no see, uno llega acters que es guien no ey asi se vuelve leo, Y, sin embargo, Rousseau procedia acto seguido a presentar tuna novela a sus leetores. Incuso se mosts desafiante: +Si [.] alguien se atreve a censurarme por haber publicados, dice Rows- seats, equ lo diga si quiere, a todo el mundo; pero que no venga a decinmelo a mi; me parece que no podtis, en toda mi vida, es timar a ese hombres, El libro podsia escandalizar a casi todo el ‘mundo, reconoce con agrado, pero «nunca gustaré o disgustars a medias. Estaba convencido de que sus lectores reaccionatfan violentamente.* Pese a las preocupaciones de Richardson y Rousseau por st reputacién, la visibn que algunos ritcos tenian del funciona :miento de la novela empezaba a ser mucho mis positva, En su dlefensa de Richardson, tanto Sarah Fielding como Von Haller ya habian llamado la atencién sobre la empatia 0 compasin a Ja que movia la lectura de Clara. Segin esta nueva visi, las novelas no hacfan que sus lectores se mostrasen mis ensimis ‘mados, sino més comprensivos con los demas, y, por tanto, no disminuian su moralidad, sino que la acrecentaban. Uno de los defensores més elocuentes de la novela fue Diderot, autor del asticulo de la Encyelopédie sobre el derecho natural, ademis de novelista. Cuando Richardson muri en 1761, Diderot escribid tun elogio en el que lo comparaba los autozes ms grandes de la amtigitedad: Moisés, Homero, Euripides y S6focles. Pero, so- bre todo, hizo hincapié en la inmersibn del lector en el mundo de la novela: Uno, a pesar de todas las precauciones, atume un 54 papel en sus obras, se ve metido en conversaciones, aprucba, alps, admira, se itt, se indigna, éCuéntas veces no me sor pend ar mismo, como ls sucede os nos la primera ver gue fos evan al teauo,exclamando: “No te lo creas, test en- fatiando[..}. Sivas, estaris perdido”. Sein Diderot, a narra tiva de Richardson crea la impresin de que uno ext presente clo que sucede y, ademis, de que es su mundo, non pal = moto, ni un hugar exdtico, ni un cuento de hadat. «Sus personae jes esti sacados de la sociedad corsente [as pasones que {escibe son las que yo mismo sienton® Diderot no utiliza fos términos sdentificaciéne o sempa- tis, peo si hace una descripcin convincente de ellos, Admit «qe uno se rconoce a si mismo en los personajes, que de un salto se planta imagiaaviamente en medio de la acién, expet- ‘ments los mismos sentimientos que estin experimentando los personajes. En resumen, uno aprende a sentir empatia por al- sien que no esd mismo y que nunca podia sere dzectrmen- te accesible (a diferencia, pongamos por aso, de Tos miembros de la propia fala), peo que de alguna forma imaginaia, tam bien es uno mismo, lo cual consituye un elemento crucial par In idenifiacin. Este proceso explica por qué Panckoucke es- crib & Rousseau: +He sentido emo atravesaba mi corazdn la preza de las emociones de Julia a empatia depende de la identificacién, Diderot observa cue la técnica narativa de Richardson lo arse de manera ine luctable hacia esta experiencia. Es una especie de caldo de cul tivo para el aprendizaje emocional: +En el espacio de unas cuantas horas pasé por un gran miimero de stwaciones que la vida mis larga difilmente puede ofiecer en toda su duraci, {.] Senti que habia adquirdo experience. Tanto se identi 2 Diderot que, al terminar a novela, esienteprivado de algo: “Experimenté la misma sensaciba que experimentan los hom- bres que han estado estrechamente entrlazados y han vivido juntos durante mucho tiempo y que ahora estin a punto de 55 separarse. Al final, me parecié sibitamente que me quedaba soll. ‘De manera simultinea, Diderot se ha perdido en la accin ¥yse ha recuperado a si mismo en la lectura. Siente de forma mis acusada que antes el carter separado de su yo ahora se sien- te solo-, pero también que los demés poseen igualmente un yo. Dicho de otro mod, tiene ese ssentimiento interiom, como él ‘mismo lo llamaba, que es necesario para los derechos humans Diderot comprende asimismo que el efecto de la novela es in ‘consciente: «Uno se siente atraido hacia el bien con una impe- tuosidad que no reconoce. Ante la injusticia, uno siete una r= pugnancia que no sabe cémo explicarse». La novela ha surtido efecto mediante el proceso de implicacién en la naracién, no mediante la moralizacién explicita.” 1a lectura de obras de ficcién recibi6 su tratamiento flosfi- co mis serio en Elements para la erica (1762), de Henry Home, Lord Kames. Aunque el jutistay fildsofo escocés no hablaba en su obra de las novelas pers i sostenia que en general a fiecién ‘rea una especie de spresencia idea 0 ssuefio en un estado de vigiiae en el cual el lector se imagina asf mismo transportado a la escena que se describe. Segiin Kames, esta presencia idea es tun estado parecido al trance. El lector seve slanzado a una espe- cle de ensueiior y, «perdiendo la conciencia del yo, y de Ia lett ra, su ocupacién en ese momento, concibe cada incidente como si ocurtera en su presencia, justamente como si fuse un testigo ‘ocular, Lo mis importante para Kames era que esta transfor ‘macién fomenta la moralidad. La «presencia ideale provoca que ef lector se abra a sentimientos que refverzan ls lazos de la 0 ciedad, Los individuos son sacados de sus intreses particulares ¥¥ movidos a llevar a cabo ractos de generosidad y benevalencia» “Presencia ideal era otra denominacién para lo que Aaron Hill habia lamado sbrujeria de la pasin y el sentidos.* AA parecer, Thomas Jefierson opinaba lo mismo, Cuando Ro- bert Skipwith, que se habla casado eon la hermanastra de la es- 56 r posa de Jefferson, escribié a éste en 1771 pidiéndole que le re tcomendase una lista de libros, Jefferson incluyé en ella muchos de los clisicos, antiguos y modemnos, de politica, relgién, dere cho, cienca, filosofia historia En la sta figuraba Elomentos part Iu etca, de Karnes, pero Jefferson la inicié con poesa, obras de teatro y novelas, incluidas las de Laurence Sterne, Henry Fielding, Jean-Francois Marmontel, Oliver Goldsmith, Richard- son y Rousseau. En la carta que acompafiaba a la fsta de lect ras, Jefferson hablaba con elocuencia de «los entretenimientos dela ficcidno, Al igual que Kames, defendia que la fcci6n po- ia inculcar tanto los principios como la préctica de la virtud Gitando a Shakespeate, Marmontel y Sterne por su nombre, Jefferson explicaba que cuando leemos estas obras experimen tamos “en nosotros mismos el fuerte deseo de hacer actos de caidad y gratitude y, en cambio, nos repugnan las malas accio- nes o la conducta inmoral, La fiecin, insist, produce el de- seo de emulacién moral de forma todavia mis eficaz que las obras de historia.” En esencia, lo que estaba en juego en este conflcto de opi rons sobre la novela era nada menos que la valorizacién de a vida secular corriente como fundamento de la moral. A ojos de quienes criticaban la lectura de novelas, la simpatia por la he- roina de una novela formentaba lo peor del individuo (deseos icitos y excesivo amor propio) y demostraba la degeneracién izrevocable del mundo secular. Por el contrasio, para los part- darios de un nuevo modo de ver la moralizacién empética, se- snante identficacion demostraba que el despertar de la pasién podia ayudar a transformar la naturaleza interna del individuo y ear una sociedad mis moral. Crefan que la naturaleza inter na de los seres humanos proporcionaba una base para la auto- ridad social y politica." ‘Asi pues, el hechizo de la novela result tener un gran al- cance en cuanto a sus efectos, i bien los partidatis de la no- vela no lo afirmaban explictamente, comprendian que, en rear 37 lidad, eseritores tales como Richardson y Rousseau empujaban 4 sus Tectores hacia la vida cotiiana como una especie de ex Periencia religiosa sustitutiva. Los lectores aprendian a valorar la intensidad emocional de lo corsientey la capacidad que te- -nfan personas como ellos para creat por si solas un mundo mo- ral, Los derechos humanos brotaton de lo que habian sembrado «estos sentimientos. Los derechos humanos sélo podian florecer cuando las personas aprendieran a pensar en los dems como sus iguales, como sus semejantes de algin modo fundamental. ‘Aprendieron esta igualdad, al menos en parte, experimentan- do la identificacién con personajes comtientes que parecfan dra- :maticamente presentes ¥ conocidos, aunque en esencia fueran ficicis. El extrafio destino de las mujeres En las tres novelas que hemos elgido, el centro de la identi ficacién psicoldgica es un joven personae femenino creado por tun autor masculino. Helga decir que también se producia la idemifcacin con personajes masculinos Jefferson, por ejemplo, siguid vidamente las peripecias de Tristram Shandy (1759-1767), de Laurence Steme, asi como del iter ego de éste, Yrick, en Viaje sentimental (1768). Las esevtorastenian igualmente sus le- {ores entusiastas, tanto mujeres como hombres. El reformador penal y abolcionista francés Jacques-Pierre Bristotcitaba la Ja- ‘ia de Rousseau constantemente, pero su novela inglesa favorita ‘ra Craila (1782), de Fanny Burney. Como confizmsa el ejemplo cde Burney, sin embargo, las protagonista femeninas ocupeban cl puesto de honor; sus tes novelas llevaban por titulo el nom bre de la protagonist.” Las protagonists femeninas resultaban especialmente con- Vincentes porque su bisqueda de auronomia nunca podia trian 58 Tr far por completo. Las mujeres disfrutaban de pocos derechos juridicos, aparte de los de sus padres o maridos. Los ectores en ‘ontraban conmovedora la busqueda de independencia que ‘emprendia la heroina, sobre todo porque comprendian de in- mediato las tabas con que era inevitable que tropezase una mujer. En un final fliz, Pamela se casa com el sefior By acep cambio, Clarissa pre- fiere morir antes que casarse con Lovelace después de que éste Ja vile. En cuanto a Julia, su padre la obliga a renunciar al hom bye al que ama y ella parece acatarlo, pero también acaba me- riendo en la escena final. ‘Algunos criticos modernos han apreciado masoquismo © ‘martirio en estas historias, pero las gentes de la época vieron otras cuaidades. Lectores y lectoras por igual se identificaban con estos personajes porque las mujeres mostraban una gran voluntad y personalidad. El piblico lector no sélo queria salvar 4 fas heroinas; deseaba ser como ells, incluso como Clarissa y Julia, a pesar de su trigica muerte, En ls tres novelas, casi toda la accin gira en tomno a expresiones de a voluntad femenina, la cual tiene normalmente que Iuchar contra restriciones pater ras o sociales, Pamela debe resistine al sefior B. part mantener su sentido de la vitud y su sentido del yo; y su resistencia aca- ba conquistindolo. Clarissa adopta una actitud firme contra su familia y luego contra Lovelace por razones parecidas,y al final Lovelace quiere desesperadamente casase con ella, que lo re chaza, Julia debe renunciar a Saint-Preus y aprender a amar la vida con Wolmar; la lucha es exclusivamente saya. En cada no- vela, todo retorna al deseo de independencia de la heroina. Los actos de fos personajes masculinos sélo sirven para realar esta voluntad femenina, Los lectores, al sentir empatia por la hero na de la novela, aprendian que todas las personas ~hasta las mu: jeres-aspiraban a una mayor autonomia, y experimentaban im ginariamente el esfuerzo psicoldgico que entrafaba la lucha por sleanzada 1a Jos limites implicit a su libertad 59 Las novelas del siglo avi reflejban una honda preocups cién cultural por la autonomia, Los filésofos de la Iustraci6n crefan fmemente haber efctuado un avance en este campo en el siglo xvi, Cuando hablaban de libertad, se refers ala auto- ‘noma individual, ya fuera Ia libertad de expesion 0 de cul to ola independencia que se enseaba alos jvenes sein los preceptos de Rousseau ineluidos en su guia educativ, el Emi lio (1762), El relato de la Iustracién sobre la conquista de la autonomiaaleanzé su punto dgido con el ensayo de Immanuel Kant ttulado &Qué le Itai (1784), Kant defnié memo- rablemente la Tlstracién como sel abandono por pate del hhombre de una minoria de edad cuyo responsable ex él mi mor, «Esta minora de edad, prosiguié, significa la incapaci daa para servis desu entendisiento sin verse guido poral sgn otro La Tustracién, para Kant, equvalia ala autonomia intelectual, 2 Ia capacidad de pensar por uno mismo.” El énfisis del Hstacibn en la autonomnia individval mac dela revlucin en el pensamiento politico inciada por Hugo Grocio y John Locke en el siglo xvtl. Ambos sostenian que el ‘arén auténomo que acordaba un contrto social con oto ine dividuos como él consttua el nico fundamento posible dela autoridad politic legtima. Sil autovidad justficada pore de- recho divno, las Escrituasy a historia debia ser reetplaza ‘or un contato entre hombres aténomos, entonces era nece- sario ensenar alos niios a pensir por si mismos. Por tanto, la teoriaeducativa, que recbié su mayor influencia de Locke y Rousseau, pasé de basarse en la obedienci impuesta por me- dip del castigo a hacerlo en ef cultivo esmerado de la tazén como principal instumento del independenca, Locke exp el significado de las nuevas priticas en Pencamientas acerca de la Baneacbn (1698): oHemos de considerar que nuestros bi- jos, cuando crezcan, sen semejantes nuestros ..J. Nosotos queremos ser consderados como criaturs racionaes y ener nesta libertad; queremos que no nos molesten continuamen- cy te con reprimendas, con un tono severor. Tal come reconocié Locke, la autonomla politica e intelectual dependia de educar 4 los hijs (en su ca8o, tanto varones como hembras) sein nue- ‘as dsposiciones; Ia autonomia requeria una relaci6n nueva con cl mando, no sélo ideas nuevas. Pensar y decidir por uno mismo, en consecuencia, requeria tanto cambios filosdficos como cambios Iogicos y politicos. En cl Bnilo, Rousseau instaba a las madkes aedificar muros psico Jégicos entre sus hijos y todas las presiones sociales y politcas ‘externas: sHaz temprano un cercado alrededor del alma de tu hijo». El inglés Richard Price, predicador y panfletista politico, afiemd en 1776, cuando escribia a favor de los colonos norte americanos, que uno de los cuatro aspectos generales de a liber tad era la libertad fisia, «ese principio de epontancilad 0 auto- dterminacion que nos constituye en agentes. Para él a libertad cra sindnimo de autodireccién © autogobiemo, y en este e250 Ja metifora politica sugiere una metéfora psicologica, si bien las, dos extaban estrechamente relacionadas.” Los reformadoresinspirados por la Iustracin querian ir mas alli de proteger el cuerpo o cercar el alma, como instaba a ba ‘cer Rousseau, Exigian que la toma de decisiones del individuo tuviera un mayor alcance. Las leyes revolucionaias francesas sobre la familia demuestrin una honda preocupacién por las trax dicionales limitaciones impuestas ala independencia, En mar- 20 de 1790, la recién creada Asamblea Nacional abolié la pri- rmogenitura, que otorgaba derechos especiales de herencia all primer hijo vat6n, asi como las trstemente eélebres lates de ca- ‘det, que permitin a las familias encarcelar alos hijos sin juicio previo. En agosto del mismo atio, los diputados limitaron el control de los padres sobre sus hijos,estableciendo consejos far ailiares que debian presenciar las disputas entre padres ¢ hijos de hasta 20 afios de edad. En abril de 1791, la-Asamblea Na- ional decreté que todos los hijo, tanto los varones como las shembras, debian heredar en igualdad de condiciones. Luego, en 6 agosto y septiembre de 1792, fos diputados rebajaron la mayo: ria de edad de 25 a 21 afos, declararon que los adultos ya no ppodian estar sometidos ala autoridad patema e insituyeron el dlivorcio por primera vez en la historia de Francia, poniéndolo al alcance, por las mismas razones juriicas, tanto de los hom- bes como de las mujeres. En resumen, los revolucionarios hi 14 cn) dit el glo Ky pretend mortar oo metodo eh lead en Toalose gues parece al opr por Jean Cals dr siglo ls tarde. Ee una version de in tors jc sivas mix cominment ups, lamads sepa [tormento de prac palabra qu drt del vo ‘abla alamo que snes sib 9 ouete depron zB Como el culto calvinista en piblico estaba probibido en Francia desde 1685, al parecer las autoridades no tuvieron que hacer un gran esfuerzo para creer que Calas habia matado a su hijo com el fin de impedir su conversion a catolicismo, Una no che, después de cena, la familia habia encontrado a MarcAn- toine colgado de la puerta del almacén situado en la pate trase- ra dela casa; aparentemente, se tataba de un suicidio, aca evitar ‘un escindalo, afirmaron haberlo descubierto en el suelo, prest- ‘mibtemente victima de un asesinato. En Francia, el suicidio era penado por la ley; una persona que se sucidara no podia ser en terrada en tierra consagrada, y, si era declarada culpable en una vista, el cuerpo podia ser exhumado, anrasttado por ls calles de la ciudad, colgado luego por los pies y arrojado al vertedero, La poliefa aprovech6 las contradicciones en el testimonio dela familia y ripidamente detuvo al pade, a la made y al her- ‘mano, junto con su sirviente y una visita, y acusé a todos ellos de asesinato. Un tribunal local condené al padre, a la madre y al hermano a ser torturados para asi arancarles confesiones de culpabilidad (Ia amada «cuestién de tormento preliminar), pero, tras un recurso de apelacién, el Pulamento de Toulouse anulé la decision del tribunal local, se negé a aplicar Ia tore ra antes de la declaracién de culpabilidad y hall6 culpable sélo al padre, con la esperanza de que delatse a los dems al ser tor- turado, justo ants de la ejcucién. La publicidad incesante que Voltire hizo del caso beneficié al resto de la familia, que ain no habia sido absuelta. En primer lugar, el Consejo Real descat- {6 los veredictos por motivos téenicos en 1763 y 1764, y luego, en 1765, vot6 a favor de la absolucida de todos los involucra- dos y a devoluciém ala familia de fos bienes que ls habian sido confiscados. Durante la tempestad desencadenada por el «caso Calas», ef foco de atencién de Voltaire comenz6 a desplazarse, y ss at «ques se dirigieron cada vez mas contra el propio sistema de jus ticia penal, especialmente en cuanto al uso de la tortura y la ” Fig 4 Toru del agua. Ete gabado en madera de! glo x7 21,6 em x 14m) mest am todo fats de worn con ap. No escent tlio questi Cais, per see peel susie como pra hacernos te en, % crueldad. En sus primeros escrtos sobre Calas, de los aios 1762 ¥y 1763, Voltaire no emple6 nit una sola ver el término general storturay (en su lugar empleé el eufemismo juridico sla cues- ti6ne). Denuncié la tortura judicial por primera vex en 1766, y cn lo sucesivo relacions frecventemente el caso Calas» con la tortura. La compasi6n natural hace que todo el mondo deteste Ta crueldad de la tortura judicial, afirmé Voltaire, aunque él mis :mo no lo habia dicho asi antes. «Los tormentos han sido pros critos de muchas otras [naciones] con buen éxito, Luego todo esti deciico.» Tanto cambié el punto de vista de Voltaire que en 1769 se sintié impulsado a afiadir un articulo sobre la stort su Diatonarioflsfico, publcado por primera vex en 1764 € incluido ya en el pontificio Indice de Libros Prohibidos. En dicho articulo, Voltaire hace uso de su habitual alternancia de burls y diatibas para condenar por incivilizadas las pricticas francesa; los extranjrosjuzgan a Francia por sus obra de teat, novelas, verss y bells actrice sn saber que no hay ninguna na- cién mis cruel que la francesa. Una nacién civilizada, concluye Voltaire, no puede estar todavia «guiada por antiguas costumbres atrocess. Lo que durante mucho tiempo habia parecido acepta- ble a Voltaire y muchos otros empez6 a ponerse en dada.’ ‘Como en el caso mis general de los derechos humanos, las nuevas actitudes respecto ala tortura y el castigo humanitario cristalzaron por primera vez en la década de 1760, y no slo en Francia, sino también en otras partes de Eutopa y en las colo nas americanas. En 1754 Federico ol Grande de Prusia, amigo de Voltaire, ya habia abolido la tortura judicial en sus domi nos. Otros siguieron su ejemplo: Suecia en 1772 y Austria y Bohemia en 1776. En 1780 la monarquia francesa eliminé el uso de la tortura para arrancar confesiones de culpabilidad an- tes de dictase sentencia, y en 1788 la abolié de forma provi sional antes de la ejecucién para obtener el nombre de los cém- plices. En 1783 el gobierno britinico suspendié la procesién pliblica a Tyburn, donde las ejecuciones se habian convertido % en una gran diversién popular, introdujo el uso regular de un tablado que se abra, con lo que se garantizaba que ls gecucio nes en fa horea fueran mis répidas y humanitaras, En 1789 el gobiemo revolucionario francés reauncié todas las formas de tortura judicial y en 1792 introdyjo la guillotina, cuyo abjto era uniformizar el cumplimiento de la pena de muerte y ejecutarla de un modo tan indoloro como fuese posible. A finales del si- lo *vu, la opinién piblica parecia exigi que se pusiers fin a [a tortura judicial y alas numerosas humillaciones que se infli- sian a los cuerpos de los condenados. Tal como el médico nor teamericano Benjamin Rush dio en 1787, no debersamos olvidar aque hasta los criminales «poseen almas y euerpos que se com= pponen de los mismos materiales que los de nuestros amigos y pa rientes. Son hueso de sus huesoss.* Tortura y crueldad La tortura impuesta bajo supervisin judicial para arrancar confesiones habia sido introducida 0 reintroducida en el si: slo xa en la mayoria de Ios paises eutopeos, como conse- cuencia del restablecimiento del derecho romano y el eemplo de la Inquisicién catéica. En los siglos xv, xvi y xvi, rmu- cas de las mentes juridicas mis brilantes de Europa se dedi- caton a codificar y regularizar el uso de la tortura judicial para impedir que jueces demasiado celosos o sidicos abusaran de ella. En el siglo xit, Gran Bretafa habia sustituido supuesta ‘mente la tortura judicial por los jurados, pero en los siglos xvt 30m an se recurria a ella en casos de sedcién y brujeria, Con- tra la brujas, por ejemplo, los magistrados escoceses, que eran iis severos, usaban las punzaduras, la privacin del suefo, la tortura por medio de sbotas» (aplasamiento de las piernas) y Jas quemadaras con hierros candentes, entre otros métodos. La 7 ley colonial de Massachusetts permitia Ia prictica de la tortura para obtener nombres de cémplices, aunque al parecer nunca se ordenaba su aplicacin.? En Furopa y en el continente americano eran de uso comin Jas formas brutales de castigo sobre los declarados culpables. Aungue la Declaracién de Derechos britinica de 1689 prohibia expresamente los castigos crueles, los ueces seguian condenan- do a los criminales al poste de fos azote, a las zambulidas, el, cepo, la picota, el marcaje a hierro y la ejecucién por descusr tizamiento (la desmembraciéa utiizando caballo) o, en el caso de las mujeres, descuatizamiento y quema en la hoguera. Qué constitu un castigo «cruel» respondia claramente a las expec tativas culeurales. Hasta 1790 el Paslamenta no prohibid ls que- ma de mujeres en Ia hoguera. Con anterioridad, sin embargo, se habia inctementado espectacularmente el niimero de delitos punibles con la pes triplicaron en el wanscurso del siglo xvii), yen 1752 se habian tomado medidas para que el castigo por stesinato fuese todavia mis horrible, con el fin de aumentar su efecto disuasorio. Asi- ‘mismo, el Parlamento orden que los cuerpos de todos los ase- sinos se entregaran a cirujanos para su diseccién algo que en quel tiempo era considerado ignominioso~ y concedié autori- dad discrecional alos jueces para ordenar que los cuerpos de Js asesinos varones fueran colgados con cadenas despues de la jecucion, Pese al creciente malestar que causaba, la prtica de colocar los cadiveres de los asesinos en la picota no se abolis efinitivamente hasta 1834 Como cabia esperar, en las colonia el castigo seguia las pau ‘as establecidas en el centro imperial. Asi, todavia en la segun- dda mitad del siglo xvin, un tercio de todas las sentencias ietadas cn el Tribunal Superior de Massachusetts pedia humillaciones ppablicas, que iban desde la colocacién de determinados letre ros hasta la amputacién de una ofcja, el marcajea hiero o los azotes. En Boston, un contemporineo describié mo elas moe de muerte (segin algunas estimaciones, se ® r jeres fueron sacadas de una jaula enorme, en euyo interior hax bian sido arrastradas desde la circel, y atadas al poste con la es- palda desnuds, en la cual se asestaban teinta o cuarenta lati- ¢g2zos en medio de ls chllids de las culpables y el rugie de la ‘muchedumbres. La Declaracién de Derechos britinica no pro- tegia alos esclavos, ya que no los consideraba personas con de~ rechos juridicos. Virginia y Carolina del Norte permitian ex- presamente la castrcion de esclavos por delitos atroces, y en Maryland, en casos de traicién menor 0 incendio provocado por un esclavo, a éte le cortaban la mano derecha y Tuego lo ahorcaban, le cortaban la cabeza, lo descuartizaban y se exhi- bian las partes desmembradas. Atin hacia el afio 1740, los es- clavos de Nueva York estaban expuestos a ser quemados de ma- nefa atrozmente lenta, descoyuntados en la rueda o colgados con cadenas hasta morie de inanici6n.” La mayoria de las sentencias dictadas por los tribunalesfran- cesesen Ia segunda mitad del siglo vu incluian todavia alguna forma de castigo corporal piblico, como, por ejemplo, el mat ‘aje a hiero, los azotes ol colar de hier (que se sujetaba a tun poste o ala picota; véas la figura 5). En el mismo afio en que Calas fue ejeeutado, el Paslamento de Paris pronuncié jui- cios penales de apelacién contra doscientosteintay cinco hom bres y mujeres que antes habian sido juzgados por el tribunal parisiense de Chitelet (un tribunal inferior): ochenta y dos fue- ron condenados al destieroy al marcaje a hiero, generalmen- te combinado con azotes; nueve a la misma combinacién junto con el collar de hierro; diecinueve al marcae a hiesro y ala cér cel; veime al confinamiento en ef Hopital Général” después del mareajea hero 0 el collar, © ambas cosas; doce ala hore tes al descoyuntamiento en la rueda; y uno a la hoguera. Si se con: siderase la totaidad de los trbunales de Paris, en sélo un atio * tasttucin pena frances cena en 1656 prs confit menos y vagabundon (C17) np dle una jurisdiccién el nimero de humillaciones y mutilaciones prblias ascenderia a quinientas o seiscientas, incluidas unas de ocho ejecuciones.* En Francia, la pena de muerte podia imponerse de cinco mods distintos: Ia decapitacién para los nobles; la horea para los delincuentes comunes; el descuartizamiento en los casos de delito contra el soberano,llamados de zemjeaté (de lesa ma- jestad»); la hogueraen los casos de hereiia, magia, incendio pro- vocaddo, envenenamiento, bestalidad y sodomis; y el descoyun- tamiento en la rueda en los de asesinato o salteamiento, En el siglo xv, los jueces ordenaban raramente el descuartizamiento yy la quema en la hoguera. Era muy comin, en cambio, el des- ,afirmé rotundamente. El eas- tigo piblico desteuye todo sentido de la vergiienza, no produce ningin cambio de acttud y, en vez de actuar como elemento di= sasotio, provoca el efecto contsario en los espectadores. Si bien ‘estaba de acuerdo con Beccaria en su oposicién ala pena de muerte, el doctor Rush diserepaba en que el castigo tuviese que se piblico; a su jicio, debia ser privado, administrado deers de los muros de una prisin y orientado ala rehabiltacién, es decin, la devolucién del criminal a la sociedad y a su libertad perso- zal, stan querida por todos los hombres" La agonia de la tortura La aceptacién por parte de las elites de las nuevas formas de considerar el dolor y el castigo se produjo por etapas, en- 99 te 1760 y 1790. A partir de 1760, muchos abogados publicaron, informes en fos que denunciaban Ia injustcia de la condena de Calas, por ejemplo, pero, a igual que Voltaire, ninguno de ellos se opuso a la tortura judicial nial descoyuntammiento en la rue da, Si se ocuparon del fanatismo religioso, ya que estaban con- vencidos de que habia incitado tanto al pueblo llane como a los jueces de Toulouse. Los informes dedicaban mucho espacio al momento de la tortura y Ja muerte de Jean Calas, pero sin po: nner en duda su legitimidad como instrumentos penales En esencia los informes a favor de Calas mantenian los su: puestos de Ia tortura y el castigo cruel. Los defensores de Ca las daban por sentado que el cuerpo que sintiese dolor diria la verdad; Calas probé su inocencia manteniéndola incluso en medio del dolor y el sufimiento (figura 10). Con el lenguaje pico del bando favorable a Calas, Alexandre-Jérdme Loyseau de ‘Mauléon sostenia que «Calas soports la cuestién (la tortura] con. «sa tesignacién heroica que s6lo pertenece ala inocencia». Mien- tras sus huesos eran aplastados uno tras otro, Calas pronuncid sestas palabras conmovedorase: «Muero inocente; Jesucristo, la inocencia misma, dese6 fervorosamente morir por medio de un suffimiento ain mas cruel. Dios castga en mi el pecado de aquel desdichado [el hijo de Calas] que se quit la vida [..}- Dios es justo, y yo adoro sus castigoss. Loyseau abserv6, ademis, que In sperseverancia majestuosa» dl anciano Calas marcé el punto de inflexin en los sentimientos del populacho, Viéndole cl mar repetidamente su inocencia durante los tormentos, la gen= te de Toulouse empez6 a sentir compasién por el calvinistay a arrepentise de las sspechasitracionales que habia abrigado en tun principio, Cada golpe de la barra de hierro «sonaba en el fondo de las alma de los tstigos de la ejecuci6n, y «manaron tomrentes de lagrimas, demasiado tarde, de todos os ojos pre- sentess Los storentes de Ligrimase siempre se derramarian ade- :masiado tarde» mientras no se pusieran en entredicho los su- puestos de la tortura y el castigo cruel. 100 Foe 10. Visi etna el can Cas Lb del eso Cals que lana mi crcl, de pan ama olen 34 x x45 cn, ‘klar gubadoralemin Dani Chodowes quel eid pair de propio ciao ldo de In cxcens El aguafuee estab su reptaion y Ianto wv ol escindslo que provocden tos artes el castigo de Cals CChodwicck habinempuentade mediante matamonio con una faba po teste fancess rfp en Bern spenas ts aos ants de ela ete aba, 101 Entre todos esos supuestos, el principal era que la tortura ppodia empujar al cuerpo a decir la verdad aunque la ment in clividual se resistera. Una antigua tradicisn ficondmica europea hhabia sostenido que el caricter podia lerse en las marcas 0 se- Sales del cuerpo. A finales del siglo xVty en ef siglo xv se ha bian publicado varias obras de metoposcopia que prometian ‘enseiar alos lectores a leer el careter 0 la fortuna de una pet= soma por las linea, las arragas 0 los defectos del rostro. Un elé- sico fue Folly gniromancia, metopscopa, las proporconess- smétriasy ls signos de lanares del exerpo, completa y cuidadamente «splicado; con sus nataraesy predcic sigificados para hombres ‘majeres, de Richard Saunders, publicada en 1653. Aunque no apoyasen las variantes mis extremas de esta tadiciOn, muchos ‘europeos si crefan que los cuerpos podian revelar la persona in- tema de manera involuntaria. Restos de semejante pensamien- to podian encontrase todavia a finales del siglo xvity princi pios del xrx, en la forma, por ejemplo, de la frenologia, pero lo cierto es que después de 1750 la mayoria de los cientificos y ‘médicos se habia posicionado en contra. Sostenian que la apa- riencia extema del cuerpo no tenia nada que ver con el alma in- tema 0 canicter. Asi, el criminal podia disimula, mientras que fa persona inocente bien podia confesar un eximen que no hus biese cometido. Tal como inssié Beccaria en sa argumentacién. ‘contra la tortura, vel robusto y esforzado seri absueto,y el fla- «0 y timido condenados. FI dolor, en el anliss de Beccaria, no ppodia ser wel crsol de la verdad, como sieljuicio de ella resi- diese en fos misculosy fbras de un miserable. El dolor era una mera sensacién que no guardaba relacién alguna con el sent siento moral.® Las cronicas de los abogados decian relativamente poco so- bre la reacci6n de Cala la tortura porque sla cuestiéne se dio en privado, lejos de los ojos de Tos observadores. La administra: cidn privada de la tortura Ta hacks especialmente tepugnante a ojos de Beccaria, Significaba que el acusado perdia su sprotec 102 ci6n piblica incluso antes de que se le decarase culpable y, ade- ms, que se perdia un posible valor del castigo como elemento sisuasoro, Resulta evidente que los juecesfanceses también em ppezaron a albergar dudas,en especial acerca de la tortura aplics cla para obtener confesiones de culpabilidad. Después de 1750, Jos parlamentosfranceses(ribunales regionals de apelacién) co- ‘menzaron 2 interven para que no se empleara la tortura antes de juzgar wn caso («tortura preparatotize), como hizo el Parla mento de Toulouse en el vaso Calas. Asimismo, deeretaron ‘con menor frecuencia [a pena de muerte y ordenaron mis a menudo que el reo fueseestrangulado, en lugar de quemado en Ja hoguera © colocado en la eda. Pero ls ueces no renutciaron del todo a la torture, y no de bicron de estar de actierdo con el desprecio de Beccatia por el encuadramientoreligioso de la tortura. El reformador italiano de- runcié sumariamente que sotto sdiculo motivo de la tortura es la purgacién de la infamiae. Este sabsurdos sélo podia expicar- se por sr «un wso tomado de las ideas religisas yespirtuales. Sila tomtura oeasionaba una infamia ala vietima, dificilmente ppodia purgarla. Muyart de Vouglans defendié la tortura contra Jos argumentos de Beccaria. El ejemplo de un inocente conde- nado por error paldecia en comparacién con los «otros millo- nes» que eran culpables pero nunca hubiesen sido declarados como tales sin el recurso a la tortura. Por tanto, la tortura juch cial no s6lo era til, sino que podia jusiicase por la antigie- dad y la universalidad de su aplicaci6n. Muyartinsistia en que las excepciones citadas con frecuencia no hactan mis que con- firmar la regla, que debia buscarse en la historia de la misma Francia y del Sacro Imperio Romano. Segin Muyart el siste sma de Beccaria contradecia el derecho candnico, el derecho civil, el derecho internacional y la «experiencia de todos los siglos.* El propio Beccaria no subrayé la relacién entre sus opinio- res sobre Ia tortura y el nacientelenguaje de los derechos, Pero ‘otros estaban dispuestos a hacerlo por él, Su traductor al fran- 103 cis, el abate André Morllet, moti el orden de presentacion del texto de Beccaia para llamar la atencién sobre el vinculo con los «derechos del hombre». Moelle extrajo del inal dec pitulo 11 dela edicion italiana oxginal (176) la nica referen Gia de Beccaria que podiaconerbuira su objetivo de apy los sderechos det hombres dit del wominis)y Ia tasld aa inwroduccin dela taduecibn francesa de 1266. Ahora parela ‘que la defensa de los derechos det hombre constitula el objet 0 principal de Beccaria, y que tales derechos eran el baluarte csencal contra el sufrmiento individual. El cambio de orden que realz6 Morellet fue adoptado en muchas de las twaduecio- nes posteriores, incluso en nuevas ediciones italianas.™ [A pesar de los grandes esfuerzos de Muyat, a opin pis blica se poscioné en contra dela tortura en La década de 1760. Si bien con anteriridad yas habian publica ataques al or tara, el goteo de publicaciones se hizo ahora constane. A la ‘anguardia de a ofnsiva iba las numerosastaducciones in presonesy reeiciones de Beccaria. Unas veintiocho ediciones italianas, mucha con pies de imprentafilsos,y nueve fancesas saleron antes de 180, aun cuando el libro habia sido inchido en el pontificio Indice de Libros Prohibidos en 1766. Una te dtceién inglesa fue publiada en Londres en 1767, y le sigue ron ediciones en Glasgow, Dublin, Edimburgo, Charleston y Fiadelfa, Pronto foeon publicadas waduccionesslemanas, ho- landess, polaasy espaiolas. El raductorlondinense de Bec- cariacapt6 el cambio en el espstu de los tiempos: Las leyes, penal [| son todavia tan imperfect, van acompafads de tanas circunstancas innecesaras de crueldad en todas las na- clones, ue un intento de seducilas al nivel de la razén debe ser interesante para toda la humanidad.” 1a cxecemteintluenca de Beceara alan tl magnitud que Jos enemigos de la Iustracin afirmaron haber visto actat la ‘mano de la conspiraién.éEra casualidad que el »caso Cala be biese sido sequido del watado que sent ls bases dela reforma 104 r penal? &Y que encima éste lo hubiese escrito un italiano, por Io emis desconocido, que solo poseia un conocimiento supesf- cial del derecho? En 1779, el periodista Simon-Nicolas-Henti Linguet, siempre incendlaro, informé de que un tesigo se lo habia explicado todo: Poco despus del caso Calas, ls enciclopedinas,armados com sus forientos y aprovechando circunstancias propicias sunque sin compromiterediretamente, como «8 su costumbve,eseribieron al reverendo padre Bamabite de Milin, 8 banguero italiano y ratemdtico muy conocido. Le dijeron que habia egado el m0- mento de soltar una perorata contra el rigor del catig y a ine tolerncia; que la flosofi italiana debia proporcionar Ia arilleria y que ellos la tlizaran en sceeto en Pais Linguet se quejS de que el opisculo de Beccaria fuese visto ‘comiinmente como una defensa indirecta de Calas otras vie~ timas recientes de la injusticis* 1a influencia de Beccaria contribuy6 a impulsar la campa- fa contra Ia tortura, pero al principio los avances fueron lentos. Dos articulos de la Encyclopédie de Diderot, ambos publicados cen 1765, captan la ambigedad que rodeaba a la tortura. En el primer articulo, que trata la jurispradencia de la tortura, An= toine-Gaspard Boucher d’Argis alude con toda naturalidad a los stormentos violentom a los que es sometido el acusido, pero sin pronunciarse sobre sus cualidades. En el siguiente articu- Jo, sin embargo, que examina la tortura como parte del proce- slimiento penal, el caballeroJaucourt ataca su aplcacién echando mano de todos los argumentos disponibles, desde sla voz de la Jhumanidad» hasta los defectos de la tortura emmpleada para la ob- tencién de prucbas fidedignas de culpabilidad o inocencia. En- ‘ue 1765 y 177, apareceron cinco libros que abogaban por la re- forma del derecho penal. En comparacicn, en la década de 1780 se publicaton treinta y nueve libros de este tipo.” 105 Durante los aos setenta y ochenta dle aquel mismo siglo, la ‘campaiia a favor de Ia abolicin de Ia tortura y de la moderacién del castigo cobré Fuerza, y sociedades doctas de los estadosita- lianos, os cantones suizos y Francia concedieron premios a los migjores ensayor sobre la reforma penal. El gobiemo francés en ‘contad tan preocupante la creciente oleada de cticas que orde- 1nd a la academia de Chilons-sur- Mame que dejare de imprimie l ensayo del ganador de su premio del ao 1780, Jacques Pier: Brissot de Warvlle. Mis que cualquier nueva propuesta, fue la retérica vituperante de Brissot Io que hizo sonar las alarmas: stor derechos sarados que el hombve recibe de la naturleza,y «ge la sociedad vila tan & menudo con st aparto judicial todae via roquicren Ia supresin de una parte de nuestros cstgos mu: tiladores y la suavizacin de aquellos que debemos preserva. Es inconecbible que una naci gentil one), wviendo en un lina ‘emplaco bajo un gobiemo moderado, pueda combinar un earke ter afable y unas costumbrespacficas con tna strocidad de ribales, Porque nuestros castigo judiciaes slo desilan sangse y muerte, so inden a inspirarrabiay desesperanza en el cor 2m dl acussdo, [Al gobierno francés no le agradaba verse comparado con canibales, pero a patir de 1780 la barbarie de la tortura judicial y el castigo cruel se habfa convertido en un mantra reformist En 1781, Joseph-Michel-Antoine Servan, viejo defensor de la re- fouma penal, aplaudis la abolicion de la tortura aplicade para ‘obtener confésiones de culpabilidad ~resta infame tortura que durante tantos siglos usurpé el templo de Ia justicia misma € hizo de él una escuela de suttimiento, donde los verdugos pro- fesaban el refinamiento del dolor», que Luis XVI acababa de cdectetar. Para Servan, la tortura judicial era una especie de es- finge [nh un monstruo absurdo apenas digno de encontrar asi- lo entre pucblos salvajese.® 106 Alentado por otros reformistas a pesar de su juventud y fl a de experiencia, Brissot emprendi por aquel entonces la trea de publicar una obra en diez volimenes, Biblioteca flosfca del leislador, de policy del jarisconsuto (1782-1785), que tuvo que imprimirse en Suiza y fue introducida clandestinamente en Fran cia, La obra reunia escrtos del propio Brissot y de otros refor mists, Aunque era s6lo un sintetizador, Brissot vinculaba clara mente Ia tortura alos derechos humanos: Es uno demasiado joven cuando se trata de defender los derechos ultraados de la hhumanidad?. El sérmino chummanidads (el especticulo de la hur manidad doliente», por ejemplo) aparecia una y otra vez en sus ppiginas. En 1788, Bristot fundé la Société des Amis des Noirs [Sociedad de los Amigos de los Negros}, la primera asociacién francesa que abogaba por la abolicién de laesclavitud, La cam- pafia2 favor de la reforma penal pas6 asia estar asociada cada ‘yer mis estrechamente con Ia defensa general de los derechos humanos. Brissot desplegé las mismas estrategias retdricas que los abo- agados que redactaron los informes de las diversas canes cles de la década de 1780; en ellos no s6lo defendian a sus clientes, acusados injustamente, sino que también censuraban de forma creciente el sistema judicial en su conjunto, Los autores de los informes solian adoptar la voz de sus clientes en primera per- son, para crear melodramiticas narraciones novelistias que hi- cieran comprensibles sus argumentos. Esta estrategia retrica culmin6 con dos informes escritos por uno de los correspon sales de Brssot, Charles- Marguerite Dupaty, magistrado de Bur- ddeos residente en Paris, que intervino en nombre de tes hom bres condenados a ser descoyuntados en la nueda por robo con agravantes. El primer informe de Dupaty, que data de 1786, te nia 251 piginas y, ademas de denunciar cada uno de los erro +s del proceso judicial, incluia una relaci6n detallada de sw en- tuevista en la prisin con los tes hombres. En ella, Dupaty pasa hhibilmente de si visidn de la escena en primers persona a la 107 de los propios prisioneos:«¥ yo, Bradier [uno de los conde- nados), je entonces: "La mitad de mi cuerpo estuvo hinchada durante ses meses” ¥ yo, Lrdoise [otro de lor condenados], dij “Gracias a Dios que pude resists [la enfermedad epidém. ca ena prisin; sin embargo, la presin de mis gilts (yo [es decs, Dupaty] bien puedo creel, itzenta meses con gilts!) sme laces a pera de tal medo que se manifest Ia gangens; casituvieron que comirmela, La escenaconcluye con Dupaty llorando, De esta manera ef abogadosaca el maximo partido de su afnidad con los prisoneros.® Dupaty vuelve entonees a cambiar de pempectvs esta ver se dirgedirectamente alos jueces:sfueces de Chaumont, max istrados, riminalistas lo of? [.] He aque grit de la razbn, Ja verdad la justia y el derechos. Por fn, Dupaty ape dre tamente al rey para que intervenga, Le suplica que excuche la sangre de Tos inocents, de Calas asus tes acusados de lator nes sDignaos, desde las alturas de wuesto Tone, dignaosechar tuna mirada a todos ls esollo sangientos de wuesta Legs cién penal, donde hemos perecido, idonde cada dia perecen personas inocentess. El informe conchuye con varias piginas implorando a Luis XVI que reforme la legilcin penal de acuer- do com la exzbn y la humanidad © EH informe de Dupaty movi al opin pla a favor de ls acusados en contra del sistema juridco, hasta tal pun to que el Parlamento de Paris vot por hacetlo quemarpubi- 109 ciales de tas que el cuerpo era objeto. Pero con el tiempo des pert sentiments postvos de empats, como resulta evidente en los informes de Dupaty. Sélo hacia finales del siglo Xvi se hicieron expicits los supuestos del nuevo modelo, En sabre ve pero eclarecedorpanfeto de 18 piginas chad en 1787, el doctor Benjamin Rush vineulé los deectos del castigo publi- <0 al nvevo concepto del individuo auténomo pero compas +0 Lompatec). Como médico, Rush estaba dispuesto a aepear ciertadoss de dolor corporal a modo de castigo, aunque pete tia claramente sl trabyj, la vgianca, la soledd y lsilencios, ‘un reconocimiento de a indvidualdad lauded poten del delincuente, A su jue, el castigo pblico resutaba a todas Ices reprobable, dada su tendencia a deste la compas, sla vinreina dela benevolenca divina en auesteo mundo. Esta era 1a palabra clave a scompasiéns -lo que hoy en dia llamamos

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