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El Tal-Iban.

Lunes 26 de enero de 2015


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LA BELLEZA HECHA ¡ POESIA!.

Fue breve aquella noche. Fue breve pero bella. Poca cosa en el
tiempo, que es también poca cosa porque nadie ha sabido lo que dura
una estrella aunque todos sepamos lo que dura una rosa.
El amor de una noche fue un gran amor pequeño que rodo por la
sombra como un dado sin suerte; pero nadie ha sabido lo que dura un
ensueño aunque todos sepamos lo que dura la muerte.
Una noche es eterna para el que no la olvida, y el tiempo nada importa
para el sueño y la flor; y como nadie sabe lo que dura la vida, nadie
sabe tampoco lo que dura el amor. (José Ángel Buesa).
Del anecdotario ANGEL AGUIRRE RIVERO:
A sugerencia de mi hermano Jesús, hoy les relataré uno de
los pasajes más tristes de mi vida, cuando fui designado
candidato a diputado federal por primera vez por la región
de la Costa Chica.
Mi padre se encontraba muy delicado de salud, postrado
en su cama, días antes le mandé una playera con mi foto y
una gorra como parte de los utilitarios que estábamos
repartiendo. Llegué a saludarlo y me encontré con la grata
sorpresa de que llevaba puesta la playera y la gorra que le
había enviado.
Lo saludé:
–¿Cómo estás papá?
–¡Bien hijo!
–¿De verdad?
–Sí –me respondió.
Para confirmarlo le pregunté:
–¿Quién está en la playera?
Y me contestó:
–Pues tú, cabrón…
Lo tomé de la mano, lo abracé y lo besé y le hice una
petición:
–No te me mueras viejo, voy a ser diputado federal y te voy
ayudar
–¿Pero tú me vas a ayudar?
–Claro viejo.
–Quiero ser maestro –me respondió.
–¿Maestro?
–Sí, quiero que me manden a Tlacoachistlahuaca
–No papá, mejor quiero que seas mi asesor.
–¿Y eso qué chingaos es?
–Pues que tú me vas a aconsejar, me vas orientar en las
cosas que yo haga.
Mi papá alguna vez me platicó la historia de un profesor
que él había tenido, quien se lo quería llevar a estudiar
para maestro, pero mi abuelo, don Heladio Aguirre Barroso
–él había ostentado el grado de mayor en la Revolución–,
se opuso rotundamente a que saliera de nuestro pueblo,
Ometepec.
Me preguntó:
–Oye, ¿que mañana vas a hacer una marcha para que
apoyen tu candidatura?
–Sí papá.
–Te pido un favor?
–Sí dime.
–Que la marcha pase por la casa para que te vea aunque
sea de lejos.
–Te lo prometo, le respondí.
Nuevamente le apreté la mano y le volví a decir:
–No te me mueras viejo, voy a ser diputado federal y luego
gobernador, te lo prometo.
Así lo hicimos, al pasar por la casa paterna, ya me
esperaba en su silla de ruedas; era la despedida de mi
padre, porque sabía que se iba a ir y quería ver por última
vez a su hijo.
A la siguiente semana mi padre falleció, ya no me vio
como diputado federal y mucho menos de gobernador.
Pero estoy seguro que él, al igual que mi madre, siempre
me acompañaron… ¡La política es así!
.

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