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Artículos de

Ulli Diemer
Índice

Anarquismo vs. Marxismo: Algunas notas sobre un tema antiguo 4


Bakunin vs. Marx 10
Un Voto por la Democracia 20
La “libertad de expresión”, siempre y cuando no ofenda a nadie 24
¿Qué es el Socialismo Libertario? 31
La contribución de Rosa Luxemburgo al marxismo 36
El Trotskismo y el Partido de Vanguardia 39
Anarquismo vs. Marxismo:
Algunas notas sobre un tema antiguo

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-AnarquismoMarxismo.htm


Publicado en The Red Menace, Vol. 2, No. 2, junto con el artículo Bakunin vs. Marx.

Más de 100 años después que el movimiento Socialista se separó en el Marxismo béli-
co y las facciones anarquistas, hay signos, al menos en pequeña escala, que la gente
que se llama a ella misma anarquista, marxista o "socialista liberal" está encontrando
maneras de trabajar unidos fructíferamente. Las preguntas se les presentan inmedia-
tamente: ¿Para qué extensión son aún válidas las viejas etiquetas? ¿Han cambiado sus
significados en el curso del último siglo? ¿Qué tan sólidas son las nuevas bases de uni-
dad? ¿Han sido trascendidas las viejas divisiones?
Pero, ¿es necesario del todo reexaminar las antiguas etiquetas y divisiones?
¿No sería mejor dejar durmiendo a las polémicas y simplemente concentrarse en tra-
bajar unidos?
El problema es que el movimiento socialista - o movimiento liberal: ¿qué tér-
mino podemos usar válidamente? - que espera desarrollarse tiene que confrontar los
cuestionamientos históricos, estratégicos y teóricos. Un movimiento socialista que
valga su nombre tiene que hacer más que unirse para acciones simples. Tiene que
cuestionarse hacia dónde está tratando de ir y cómo se propone llegar allí: precisa-
mente los problemas que iniciaron la separación anarquista-Marxista en 1870 y que
mantuvo separados a los movimientos hasta hoy. Los cuestionamientos políticos que
son ignorados no se desaparecen, sólo reaparecen con el mismo impacto destructivo
tiempo después. Deben ser enfrentados con franqueza.
Esto no significa que tenemos la esperanza de improductivamente volver a pe-
lear las viejas batallas y revivir las separaciones y hostilidades del pasado. El mundo
ha cambiado mucho desde 1870 y la experiencia del movimiento socialista a lo largo
del siglo pasado ha cambiado los problemas que enfrentamos inconmensurablemente.
De no poca importancia es la revitalización del Marxismo actual que es militantemen-
te anti-leninista y el resurgimiento de un movimiento anarquista-comunista el cual
acepta (aunque no necesariamente de forma consciente) una buena cantidad del aná-
lisis Marxista. Hay mucho en común sobre lo cual nos podemos unir.
También se debería tomar en cuenta que mientras las diferencias entre Marxis-
tas y anarquistas han sido reales, se ha dado el caso muy a menudo en las disputas
pasadas entre ellos se ha generado más calor que luz. Un problema en muchas polémi-
cas es que cada lado tiende a tomar tendencias parciales del otro bando y extrapolar-
las para hacerlas parte del todo y en ese sentido se mal interpreta. Un análisis serio
tiene que ir más allá de la simplicidad de argumentación entre blanco y negro (¿blanco

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y rojo?). Al mismo tiempo, es cierto que presentar cuestionamientos de forma cortan-
te generalmente implica un tono polémico, por lo tanto no deberíamos partir de la
polémica si esto significa que las preguntas importantes serán tocadas superficial-
mente o ignoradas.
Mi postura personal es pro-Marxista y es en varios aspectos crítica del anar-
quismo. Es por lo tanto, imperativo notar dos cosas: Una, que hay muchos aspectos
positivos del anarquismo que no tomo en cuenta, porque estoy tratando en este, y el
próximo artículo ("Bakunin vs. Marx), de criticar ciertos aspectos específicos de la
doctrina completa que pienso la debilita grandemente. No estoy tratando de dar una
evaluación balanceada del anarquismo como un todo. Dos, soy mucho más crítico del
"Marxismo" que la mayoría de los "Marxistas-Leninistas" de lo que soy del anarquis-
mo. Mientras considero a muchos anarquistas como colegas en el movimiento liberal,
considero a la propia expresión "Marxista-Leninista" como una contradicción de tér-
minos, y considero al "Marxismo-Leninismo" como una ideología que se opone diame-
tralmente a la emancipación de la clase trabajadora.1
No es posible cubrir adecuadamente todo el debate anarquista/marxista en un
artículo o dos. Lo que me propongo hacer aquí y en las notas de Marx y Bakunin, es
concentrarme en las objeciones anarquistas más comunes y básicas al Marxismo y
examinarlas brevemente. Estas notas deben ser vistas como sólo eso - notas que esta-
blecen algunos puntos. Espero que provoquen una discusión vívida que hará posible
examinar los temas planteados, y otros, con mucho más detalle.
El ímpetu para buscar un debate entre Marxismo y anarquismo viene inicial-
mente de haber leído un número de publicaciones recientes sobre el anarquismo que
parece mostrar una sorprendente mala interpretación e ignorancia de Marx, lo que
escribió e hizo (por ejemplo, Bakunin en Anarquía, con el prefacio de Paul Avrich y la
introducción por Sal Dolgoff; artículo sobre Anarquía de los hermanos Mark en Open
Road No. 4; la pieza de Bakunin en Open Road No. 2, y el artículo de P. Murtaugh en
esta edición de The Red Menace). Todos estos - y la mayoría de los escritos anarquis-
tas - ponen mucho esfuerzo en atacar algo llamado "Marxismo". En todos los casos el
"Marxismo" que es atacado tiene poco o nada que ver las teorías de Karl Marx. Leyen-
do estas polémicas contra un "Marxismo" que existe principalmente en las mentes de

1 Por otra parte, no veo a todos los "Marxistas-Leninistas" como contra revolucionarios, como muchos
anarquistas parecen verlos. Muchos (particularmente Trostkystas) son revolucionarios sinceros quie-
nes no entienden las implicaciones de las ideología a la que se adhieren. El hecho que el "Marxismo-
Leninismo" como una ideología es contra revolucionaria no significa que todo "Marxista-Leninista" es
contra revolucionario, más que el hecho que el Cristianismo es reaccionario hace de cada individuo
cristiano un reaccionario. No son las diferencias políticas que dividen a la izquierda, siempre tan abso-
lutas como parecen serlo. Siempre hay por necesidad áreas grises, donde, por ejemplo, el anarquismo y
el Marxismo empiezan a converger o el Marxismo y el Leninismo o - sí - anarquismo y Leninismo. La
vida no siempre se presta al análisis por categorías, 'ellos' y 'nosotros', si por ninguna otra razón más
que todos nosotros hemos interiorizado al menos algo del bagaje represivo de la sociedad dominante.
Todos tenemos algo de contra revolucionarios en nosotros.

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quienes lo atacan, lo único que uno puede hacer es repetir la frase que Marx mismo
dijo y repitió a menudo en sus últimos años, sólo hablando del trabajo de sus "segui-
dores": "Si esto es el Marxismo, todo lo que sé es que yo no soy Marxista".
Si debe haber un diálogo entre Marxistas y anarquistas, si los aspectos positi-
vos y negativos del proyecto Marxista y anarquista van a ser analizados críticamente,
entonces les incumbe a aquellos que se oponen al Marxismo tanto como a quienes lo
apoyan o quieren conocerlo o trascenderlo, al menos saber de lo que están hablando.
Nada se resuelve con definir y atacar a un parapeto del Marxismo.
Y es importante entender y conocer a Marx no sólo porque hay "Marxistas libe-
rales", sino porque Marx es sin disputa la figura central en el desarrollo de los libera-
les y socialistas. No es posible entender el desarrollo de un movimiento de izquierda
política o sistema de pensamiento en el último siglo sin conocer el Marxismo. No es
posible, de hecho, entender el desarrollo de cualquier ideología en este siglo, o incluso,
entender la historia de los últimos mil años, sin conocer algo del Marxismo. La historia
política del siglo XXI es por extensión una historia de intentos de entender el Marxis-
mo, intentos de derrotar el Marxismo, intentos de llegar más allá o mejorar el Marxis-
mo, intentos por desarrollar alternativas al Marxismo.
El anarquismo no es la excepción. Se definió originalmente en oposición al
Marxismo, y continúa siendo así hasta nuestros días. Desafortunadamente, los anar-
quistas parecen totalmente inadvertidos - o sin deseos de darse cuenta - que el Mar-
xismo no es un monolito, que hay, y siempre ha habido, corrientes de pensamiento
enormemente diferentes que se autollaman Marxismo. Los críticos anarquistas inva-
riablemente identifican al Marxismo con el Leninismo, Leninismo con Estalinismo,
Estalinismo con Maoísmo y a todos ellos con Trotskyismo. Por lo general no hay una
pista de engaño en esta remarcada muestra de prestidigitación intelectual - el anar-
quista promedio simplemente piensa que es universalmente aceptado, establecido el
hecho que todos estos sistemas políticos son idénticos.2
Esto no es para decir que no se puede discutir que todos estos sistemas políti-
cos son fundamentalmente lo mismo, que sus diferencias, no importa cuán violentas,
son secundarias para ciertos aspectos esenciales que todos tienen en común. Pero el
punto es que es necesario discutir el caso para juzgar alguna evidencia, conocer un
fenómeno antes de condenarlo. Simplemente no se puede iniciar con la conclusión.

2 Por ejemplo, Mark Brothers en su artículo "Anarquía es libertad, no desorden" en la edición 4 de The
Open Road, usa los términos 'Marxismo', 'Leninismo' intercambiablemente, o no está consciente o no
piensa que vale la pena mencionar que dos de los tres conceptos que critica - el partido de vanguardia y
el centralismo democrático - no se van a encontrar en Marx, mientras el tercero, dictadura del proleta-
riado, tuvo un significado completamente diferente entre Marx y los Leninistas. Similarmente, Mur-
taugh (El fin del materialismo dialéctico: una respuesta anarquista al liberalismo Marxista) sabe tan
poco sobre el Marxismo que ni siquiera sabe que ni Marx ni Ángel alguna vez usaron el término "mate-
rialismo dialéctico", el cual él supone los casaderos "liberalistas marxistas" están adheridos y al cual se
casa en cuatro páginas. (El materialismo dialéctico hizo su primera aparición ocho años después de la
muerte de Marx, cortesía de Plekanov).

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Pero el hecho es que el Marxismo no es un monolito. A pesar de la aseveración
desinformada de Murtaugh que "el Liberalismo marxista es un movimiento reciente,
hasta donde las teorías políticas y los movimientos van" y a pesar del hecho que el
término "Liberalismo Marxista" es nuevo - e innecesario - la tradición se remonta a
hace mucho tiempo. Por ejemplo, Rosa Luxemburgo - seguramente una de las figuras
centrales en la historia del Marxismo - condenaba las teorías de Lenin sobre el partido
de vanguardia y de la histérica disciplina centralizada hace tres cuartos de siglo, en
1904. En 1918 - mientras muchos anarquistas se apresuraban para unirse a los Bol-
cheviques - ella criticaba los métodos dictatoriales de los Bolcheviques y advertía so-
bre el aborto de la Revolución Rusa. Después de su muerte hubo otros pensadores y
movimientos que condenaron a los Bolcheviques como una degeneración autoritaria
del Marxismo: Antón Pannekoek, Karl Korsh, El Consejo Comunista, La escuela de
Frankfurt, justo a la nueva izquierda de 1960 y 1970. Y aún entre la tradición Leninis-
ta hubo pensadores que hicieron contribuciones que retaron el poder de la interpreta-
ción dominante y ayudaron a nutrir el marxismo liberal; por ejemplo, Georg Lukacs,
Antonio Gramsci y Wihelm Reich. Un número de liberales actuales emergieron del
movimiento Trotskista en 1940 y 1950. Cualquier movimiento de liberación que se
proclama el logro de un nacimiento virgen en 1970 o que conozca a un solo anarquista
delgado, dejado a la deriva como 'verdadero' liberalista, con el paso de los años, mien-
tras se auto elimina - ya sea por dogma o por ignorancia - por todas las corrientes que
contribuyen, solo se empobrece. Incluso los anarquistas que escriben sobre el Mar-
xismo parecen deliberadamente y casi perversamente cerrar sus ojos y oídos a todo,
excepto la tradición leninista dominante y se las arreglan para reconfirmar sus pro-
pios prejuicios sobre el Marxismo.
Todo esto no prueba, por supuesto, que la interpretación liberalista de Marx es
la correcta. Pero podría ser posible estar de acuerdo en un punto analítico básico: si
hay duda sobre lo que Marx defendía, entonces es necesario leerlo, no tomar las pala-
bras ni de sus enemigos o de aquellos que claman, justificadamente o no, ser sus se-
guidores. Una vez que esto es aceptado, y sólo entonces, es posible iniciar un diálogo
anarquista/marxista en un nivel serio.
Mi propia actitud hacia Marx no es inequívocamente favorable. Hay en mi pun-
to de vista, serios cuestionamientos sobre los aspectos del pensamiento de Marx. El
Marxismo, como todo lo demás, debe ser sujeto a la crítica, la crítica puede llevar a
trascender a Marx, pero no, yo creo, a rechazarlo. "El Marxismo es el punto de partida
para nosotros, no nuestro destino predeterminado. Aceptamos las máximas de Marx
que nuestro sentido crítico no rechaza, incluyendo sus propios resultados. Nuestro
debate del Marxismo será no menos si encontramos que tenemos que ir más allá del
mismo". El punto esencial, sin embargo, es que el proyecto del Marxismo debe ser el
corazón toda política liberal. Puede ser posible y hasta necesario trascender a Marx,

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pero para trascenderlo se debe primero absorberlo. Sin Marx y algunos de los mejores
"Marxistas" no es posible crear una praxis liberal y un mundo liberal.
Finalmente, juzgando el trabajo de Marx, es necesario tener en mente que sus
escritos y sus acciones se separan por 40 años como revolucionario, que a menudo
escribió cartas e hizo notas que representan ideas parciales a las que no fue capaz de
regresar y expandir, que mucho de su trabajo fue polémico contra doctrinas particula-
res y que no eran de parciales debido a eso. Sería un error, entonces, tomar cada
enunciado y cada cita en el cuerpo de su trabajo como un escrito sagrado terminado, o
esperar que su trabajo sea completamente consistente o que pensó en las implicacio-
nes de todas sus teorías hasta el final. El trabajo de Marx está incompleto, disparejo,
pero enormemente fructífero y una brillante contribución que debe ser tomada como
él mismo tomaba todo: críticamente.
En este punto, es necesario es necesario confrontar una de las corrientes trági-
cas del anarquismo, una que se vuelto incapaz de ser una alternativa histórica seria:
su fuerte tendencia hacia el anti-intelectualismo. Con unas pocas excepciones (por
ejemplo, Kropotkin, Rocker, Bookchin) el anarquismo ha fallado en producir propo-
nentes interesados en desarrollar un análisis riguroso del capitalismo, el Estado, bu-
rocracia y autoritarismo. Consecuentemente, su oposición a estos fenómenos ha ten-
dido a permanecer instintiva y emocional; cualquier análisis que se ha producido ha
sido ecléctico, ampliamente tomado del Marxismo, liberalismo y otras fuentes y rara
vez de calidad intelectual seria. Esta no es una falla accidental - no ha habido falta de
inteligencia anarquista. Pero los anarquistas tal vez repelidos por la sangre fría de
algunos intelectuales Marxistas 'oficiales', al sentir instintivamente el germen del tota-
litarismo en cualquier sistema intelectual que busca explicar todo, han sido conscien-
temente y a menudo militantemente opuestos de realizar un esfuerzo intelectual co-
mo tal. Su oposición ha sido simplemente para análisis particulares y teorías, sino pa-
ra análisis y teorías como esas. Bakunin por ejemplo, argumento - en un estilo con re-
miniscencia del Papa medieval Gregorio - que enseñar a los trabajadores teorías mi-
nimizaría sus cualidades revolucionarias inherentes. ¿Qué pasa cuando el líder teórico
de un movimiento es explícitamente anti-intelectual?
El resultado para el movimiento anarquista ha sido paralizante. El anarquismo
como una teoría permanece como un collage de frecuentes pensamientos en conflicto
que siguen frustrando especialmente a los simpatizantes críticos porque los objetivos
más fructíferos rara vez parecen ser buscados. La mayoría de las publicaciones anar-
quistas evitan toda discusión de estrategia o todo análisis de la sociedad como es hoy
día, como la plagua. (Incluso una de las mejores publicaciones anarquistas, The Open
Road, sigue esencialmente como una animadora de todo lo vagamente izquierdista o
liberalista. La gente organizando sindicatos y la gente organizándose en contra de los
sindicatos reciben la misma atención sin crítica; los lanza pasteles y los lanza bombas
son vistos como actividades igualmente válidas no se hace el mínimo intento por dis-

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cutir los relativos méritos estratégicos de los unos o los otros en un contexto dado).
Muchos anarquistas publicando casas no parecen interesados en nada excepto (a) re-
petir la Guerra Civil Española, (b) volver a pelear Kronstadt y (c) tirar a la basura al
Marxismo-Leninismo una vez más. Incluso estas preocupaciones que se han vuelto
rutinarias hasta volver al anarquismo para la mayoría aburrido, no son buscadas de
tal forma para encontrar nuevas ideas relacionadas con la historia del capitalismo, el
proceso revolucionario o los Bolcheviques, por ejemplo.
En su lugar, los mismos argumentos son simplemente repetidos litúrgicamente.
Rara vez hay un debate político serio dentro del movimiento anarquista, mientras las
polémicas contra el oso hormiguero del "Marxismo" (como esencial al anarquismo es
Satán para la Iglesia) son generalmente disminuidos por el rechazo principal por en-
contrar algo por lo que se está siendo atacado. Los argumentos son llevados princi-
palmente por las generalidades más vagas; las citas nunca son usadas porque el traba-
jo del supuesto enemigo nunca ha sido leído.
Como consecuencia de su anti-intelectualismo, el anarquismo nunca ha sido
capaz de desarrollar su potencial. Un movimiento que desdeña la teoría y adora las
acciones sin crítica, el anarquismo sigue siendo un edificio tambaleante consistente de
varios pedazos de análisis marxista, reforzando unos preceptos tácticos inflexibles.
Todo esto se mantiene unido por el impulso liberar - el mejor de los impulsos que se
puede tener, de seguro - y por temor a la organización que es tan grande que es prác-
ticamente imposible para los anarquistas organizarse efectivamente en el largo plazo.
Esto es verdaderamente una tragedia, el movimiento liberal no puede soportar tener a
sus miembros que rechazan usar su intelecto en la batalla por crear un nuevo mundo.
Mientras el anarquismo sigua promoviendo el anti-intelectualismo, no va a llegar a
ningún lado.

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Bakunin vs. Marx

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-BakuninMarxSp.htm


Publicado en The Red Menace, Vol. 2, No. 2, acompañado por el artículo, Anarquismo
vs. Marxismo.
Also available in English: Bakunin vs. Marx.

Propongo en este artículo examinar algunas de las objeciones más comunes de los
anarquistas hacia el "Marxismo". Los temas que voy a abordar son todos los señalados
en los trabajos recientes que referí en el artículo anterior (Anarquismo vs. Marxismo).
Todos estos temas fueron sacados a la luz, por primera vez, por Bakunin al
tiempo que el anarquismo emergía como un movimiento auto-consciente que se defi-
nía en oposición a todas las demás corrientes de izquierda. Por lo tanto, me voy a con-
centrar primariamente en Bakunin en la siguiente discusión y en algunas de sus dife-
rencias con Marx. Como me doy cuenta que Bakunin no es el único intérprete del
anarquismo, pienso que este es un punto de partida válido por las siguientes razones:
(a) no es posible cubrir todo y a todos en un solo ensayo; (b) la ruptura Bakunin/Marx
fue el evento formativo en la historia del anarquismo; (c) Bakunin sigue siendo el más
leído, citado y admirado anarquista dentro del propio movimiento; (d) muchas de las
principales objeciones al Marxismo se originaron con Bakunin y tales objeciones si-
guen siendo usadas hoy en día; por extensión es posible cambiarlas en forma de pre-
gunta, es posible hacer en forma de pregunta los preconceptos del anarquismo actual
sobre el Marxismo e inaugurar un diálogo genuino.
¿Cómo ven los anarquistas la ruptura Marxista/Anarquista? ¿Cuáles son sus
reclamos?
Las siguientes creencias parecen ser generalmente aceptadas por los anarquis-
tas:
1. El Marxismo cree en la creación de un "estado de la gente" o un "estado de los
trabajadores"; el anarquismo cree en la abolición del estado.
2. "El anarquismo ve a una sociedad en la cual la verdadera toma de decisiones
involucra a todos quienes viven en ella"; a diferencia del Marxismo que esta-
blecería "algunos exagerados de la disciplina moviendo los hilos en una así
llamada dictadura del proletariado".
3. Marx era un "determinista económico"; Bakunin "enfatizó los factores sicológi-
cos subjetivos en la revolución". El Marxismo es el viaje del ego de los intelec-
tuales que tratan de acomodar todo dentro de su "teoría de complejidad bizan-
tina" - materialismo dialéctico - que es de "dudosa utilidad" y que sirve para
que los líderes Marxistas establezcan "control sobre el movimiento".
4. Los anarquistas creen que las organizaciones revolucionarias deberían ser
abiertas, asertivas y completamente democráticas; el Marxismo por otra parte,

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promueve el "liderazgo jerárquico ascendente", ejemplificado por el partido de
vanguardia y el centralismo democrático.
5. El rompimiento original en el Primero Internacional entre las facciones dirigi-
das por Bakunin y Marx llegaron por el asunto del autoritarismo; Marx y Ba-
kunin fueron expulsados del Internacional con cargos de deshonestidad por-
que Bakunin se opuso al régimen centralizado y dictatorial de Marx sobre el In-
ternacional.
6. El Marxismo es "autoritario", el anarquismo es "liberal".
¿Qué hay sobre estas objeciones?

1. El Estado del pueblo.


Aunque no es sorprendente que se crea que Marx originó este concepto, dado
el número de "Repúblicas de la 'gente'", "Estados de los 'trabajadores'", etc. en el
mundo hoy que pueden llamarse a ellos mismo "Marxistas". Ambos, los Leninistas que
usan el concepto, como los anarquistas que se oponen a él, parecen no saber que no lo
van a encontrar en los escritos de Marx. Marx, al contrario, específicamente lo recha-
zó. (Ver por ejemplo, la Critica del Programa Gotha de Marx).
Es un indicio de los métodos de Bakunin que repetidamente acusó a Marx de
apoyar un "Estado del pueblo" (ver por ejemplo, Dolgoff, ed., Bakunin on Anarchy, Vin-
tage, 1972), una acusación que en vista de su falla para citar y evidencia que la sopor-
tara (verifique las fuentes y vea si Bakunin alguna vez ofrece una sola cita para apoyar
sus palabras) y en vista del repudio al concepto de Marx y Engels, sólo puede ser in-
terpretado como una artimaña deliberada de parte de Bakunin. Y es difícil para el cré-
dito de varias generaciones de anarquistas que han seguido tragando la ficción de Ba-
kunin en este respecto, sin siquiera molestarse en buscar la evidencia que lo respalde.
La posición de Marx y Engels sobre el estado, que no está libre de ambigüeda-
des, ni libre de crítica, fue bastante diferente de lo que Bakunin aseguró. SE habla más
al respecto en La Guerra Civil en Francia de Marx, pero es desarrollado en otros varios
trabajos también. Lo que Marx presintió fue que durante el periodo revolucionario de
lucha contra la burguesía, el proletariado usaría el aparato del estado para aplastar la
burguesía: "alcanzar la liberación requiere medios que serán descartados después de
la liberación". (Marx, Conspectus of Bakunin's State and Anarchy, 1874-75). Después
de la eliminación de la burguesía, el estado ha agotado su utilidad.
Marx señaló la Comuna de París como lo más cercano a lo que tenía en mente;
Bakunin igual fue entusiasta sober la comuna, y así continúo atacando a Marx de tener
secretamente opiniones muy diferentes. Estas tonterías de Bakunin han sido repetidas
por otros anarquistas. Por ejemplo, el escritor anarquista Arthur Mueller Lehning es-
cribe "Es una ironía histórica que en el preciso momento cuando la batalla entre el
autoritarismo y los anti-autoritarismo dentro del Internacional alcanzó su apogeo,
Marx haya, de hecho, apoyado el programa de la tendencia anti-autoritarismo… La

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Comuna de París no tenía nada en común con el estado socialista de Marx e iba más de
acuerdo con las ideas de Proudhon y las teorías federalistas de Bakunin. La Guerra
Civil en París es una completa contradicción con todos los escritos de Marx respecto al
Estado". (Citado en Bakunin en Anarquía, P. 260).
Esta es una marcada muestra de doble pensamiento. El principal trabajo de
Marx sobre el Estado se dice que está en "completa contradicción" con "todos" sus
trabajos sobre el Estado.
¿A qué trabajos sobre el Estado se refiere Lehning entonces? No sabemos, por-
que no lo dice. Como siempre en las polémicas anarquistas, debemos tomarlo como
acto de fe. Ciertamente, Lehning no puede referirse a Pobreza de Filosofía, escrito en
1847 o el Manifiesto Comunista, escrito en 1848 o la Crítica del Programa Gotha, escri-
to en 1875, o a las cartas privadas que Marx estaba escribiendo al mismo tiempo de la
publicación de la Guerra Civil en Francia de 1871. Todos los anteriores sostienen con-
sistentemente que el estado es incompatible con el socialismo. Juntos representan la
mayoría, si no "todos" los escritos de Marx sobre el estado. Pero Lehning (y Bakunin, y
Dolgoff, y Avrich, y Brothers, y Murtaugh, y…) sabe más. En algún lugar, en un mundo
mítico conocido sólo por los anarquistas, se pueden encontrar las opiniones reales de
Marx respecto al estado, el "Estado de la Gente de Marx" (Bakunin on Anarchy, P. 318),
que es "completamente idéntico" al "Estado aristocrático-monárquico de Bismarck".
(Bakunin on Anarchy, P. 319).
¿Cómo se refuta un "argumento" que, sin una muestra de evidencia, excepto la
predisposición racial ("como alemán y judío, él (Marx) es de la cabeza a los pies un
autoritario" - Bakunin en 1872) sin una notación, atribuye a Marx ideas y conceptos,
que Marx atacó repetidamente?
Hay dos alternativas: o se traga uno todo lo que Bakunin, Dolgoff y compañía
dicen como dogma de fe, porque son anarquistas, o se toma el camino de la integridad
intelectual y se trata de descubrir las opiniones de Marx y Engels sobre el estado, le-
yendo lo que Marx y Engels dicen sobre el estado.
Si se toma la segunda opción, se podría empezar leyendo la carta de Engels de
1875 a Bebel, en la cual dice "No tiene ningún sentido hablar de un estado del pueblo
libre: mientras el proletariado siga usando al estado, no lo usa por el interés de la li-
bertad, lo hace para detener a sus adversarios y tan pronto como sea posible hablar de
libertad el estado como tal deja de existir. Por lo cual, deberíamos proponer reempla-
zar el estado en todas partes por Gemeinwesen, una buena palabra del antiguo alemán
la cual puede convertir muy bien el significado de la palabra francesa ‘commune’".
Es posible, por supuesto, argumentar que el uso del estado por el proletariado
en el breve periodo de transición es peligroso y puede llevar al establecimiento de un
estado permanente. Se debe notar, sin embargo, que el propio Bakunin vislumbró un
cierto estado posrevolucionario, completo con elecciones, delegados, parlamento, co-

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mité ejecutivo y ejército. (Bakunin on Anarchy, P. 153). Los anarquistas son curiosa-
mente silenciosos en este respecto.
De cualquier forma, permanece el hecho que en balance, la preocupación que
Bakunin expresó sobre la posible degeneración de la revolución probó ser válida, y
que Marx por su parte falló en dar la consideración suficiente a los peligros derivados
de esta amenaza a una revolución futura. Esta crítica, sin embargo, debe ser calificada
de varias maneras; y ciertamente está lejos de ser lo que asegura Bakunin y los anar-
quistas que dicen que el marxismo fue una teoría que alentaba la sujeción de la socie-
dad al estado.

2. Dictadura del proletariado.


Un tema muy cercano es el de la dictadura del proletariado, uno de los térmi-
nos más abusados y mal interpretados de todo el Marxismo. La cuestión de la transi-
ción del capitalismo al socialismo, y la opinión de Marx al respecto, es extremadamen-
te complicada, tanto que no puede ser abarcada en unos cuantos párrafos. Pero el
punto aquí es simplemente aclarar la común confusión del término, cultivada por su
apropiación de parte de los Bolcheviques y por la relación con el hecho que la dictadu-
ra ha tenido un pequeño cambio de significado en nuestros días que el que tenía en
tiempos de Marx. Como Dolgoff lo establece, había entonces un "relajado sentido en el
cual el término 'dictadura' fue usado por los socialistas del siglo XIX para representar
simplemente la influencia preponderante de una clase, como en 'La dictadura del pro-
letariado' de Marx". (Bakunin on Anarchy, P. 12).
Para dejarlo más claro, la dictadura del proletariado significa el gobierno del
proletariado como una clase, y la supresión de la burguesía como una clase. Es perfec-
tamente compatible con, e incluso previsto, la mayoría de las democracias en proceso
entre la clase trabajadora. La mejor exposición breve del concepto Marxista, y cómo
difiere de los conceptos de dictadura del Leninismo, viene de la polémica de 1918 Ro-
sa Luxemburgo contra los Bolcheviques:
"Siempre hemos distinguido la semilla social de la forma política de la demo-
cracia burguesa; siempre hemos revelado la semilla dura de la inequidad social y au-
sencia de libertad oculta bajo la suave cáscara de la equidad formal y libertad - no pa-
ra rechazar lo posterior, sino para motivar a la clase trabajadora en no sentirse satis-
fecha con la cáscara, si no, conquistando el poder político, para crear una democracia
socialista que reemplace la democracia burguesa - no para eliminar la democracia tal
cual.
"Pero la democracia no es algo que empieza sólo en la tierra prometida des-
pués que los cimientos de la economía socialista son creados; no llega como un tipo de
Navidad presente para la gente acaudalada, quien, en el proceso, ha apoyado lealmen-
te un puñado de dictadores socialistas. La democracia socialista inicia simultáneamen-
te con el inicio de la destrucción de la regla de clase y la construcción del socialismo.

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Inicia en el preciso momento de la toma del poder por el partido socialista. Esto es lo
mismo que la dictadura del proletariado.
"!Sí, dictadura¡ Pero esta dictadura consiste en la manera de practicar la demo-
cracia, no en su eliminación, en ataques resueltos y enérgicos contra los bien estable-
cidos derechos y relaciones económicas de la sociedad burguesa, sin la cual una trans-
formación socialista no puede ser alcanzada. Pero esta dictadura debe ser del trabajo
de la clase y no de una pequeña minoría liderando en el nombre de la clase - esto es,
debe proceder paso a paso de la participación activa de las masas". (Rosa Luxembur-
go, The Russian Revolution).

3. "Determinismo económico"
El asunto sobre el materialismo Marxista y el énfasis de Marx en las relaciones
de la producción es también un tema extremadamente difícil que no se puede desarro-
llar inteligentemente en un pequeño artículo. En este punto sólo es posible decir que
se generan algunos problemas que tienen que ser analizados en profundidad. Sin em-
bargo, una reexaminación de la teoría de Marx y las contradicciones admitidas en ella
son parte de la agenda, debe ser dicho que la típica imagen anarquista al respecto y
sus objeciones son conceptos erróneos mal informados que contribuyen menos que
nada a la discusión. Por ejemplo, Marx no fue un determinista económico; él rechazó
el determinismo económico al que llamó "materialismo crudo" fuera de lugar. No trató
de reducir todos los fenómenos a los económicos; sólo se necesita leer cualquiera de
sus trabajos políticos para saber esto.
Como Engels dijo, "De acuerdo con el materialista concepto de la historia, el
último elemento determinante en la historia es la producción y reproducción de la
vida real. Más esto, ni Marx ni yo lo hemos afirmado. Aunque si alguien lo manipula
diciendo que el elemento económico es el único determinante, esa persona transforma
esa proposición en una sin sentido, una frase abstracta absurda." (Carta a Joseph
Block, Sep. 21-22, 1890, en Lewis Feuer, ed., Marx y Engels: Escritos básicos sobre Po-
lítica y Filosofía, P. 397-398).
Anarquistas como Paul Avrich, sin embargo, tienen su propia opinión de lo que
'Marx realmente quiso decir'. Vea como Avrich crudamente contrasta las opiniones de
Marx y Bakunin: (Bakunin) "rechazó la idea que el cambio social depende del desdo-
blamiento gradual de las condiciones históricas 'objetivo'. El creía, al contrario, que el
hombre construye su propio destino…".
Es desafortunado que Avrich nunca ha leído, por ejemplo, la tercera tesis de
Feuerbach de Marx: "La doctrina materialista (de Feuerbach) que los hombre son
producto de otras circunstancias y cambios posteriores, se olvida que hay hombres
que cambian las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado". O la
sagrada familia: "La historia no hace nada, 'no posee inmensa riqueza', 'no pelea las
batallas'. Son los hombres, reales, vivientes quienes hacen todo esto, quienes poseen

14
cosas y pelean las batallas. No es la 'historia' que usa a los hombres como medios para
alcanzar - como si fuera una persona individual - sus propios objetivos. La historia no
es nada más que la actividad del hombre en la búsqueda de sus objetivos". (Bottomo-
re, ed., Kart Marx, Escritos selectos de Sociología y Filosofía Social).

4.5.6. La naturaleza de la organización revolucionaria; autoritarismo y libera-


lismo.
Igualmente estos son temas complicados: es imposible hacerle justicia tanto a
la postura Marx como la de Bakunin en unos artículos tan cortos y a la vez polémicos
que apuntan a poner en duda ciertas acepciones equivocadas más que evaluar y criti-
car sus ideas y prácticas en una manera rigurosa y comprensible. Es necesario enten-
der, antes que nada, que las ideas de ambos, Marx y Bakunin, expresadas en sus escri-
tos, son en cierta manera contradictorias; ni Marx, ni mucho menos Bakunin fueron
completamente consistentes toda su vida. Segundo, la práctica de ambos hombres fue
a veces una variación de lo que proponían. Ninguno fue siempre capaz de vivir con los
estándares que establecieron. Ambos personajes mostraron señas de arrogancia y
autoritarismo en sus propias personalidades.
De cualquier forma, queda un cuerpo de escritos y prácticas que hacen posible
evaluar en lo que creían Marx y Bakunin.
Yo argumentaría que un examen serio al tema nos lleva a los siguientes puntos:
1. Bakunin distorsionó y falsificó deliberadamente los conceptos de Marx sobre
los aspectos en disputa.
2. La acusación que llevó a la expulsión de Bakunin del Internacional, sobre diri-
gir una sociedad secreta que buscaba infiltrarse y tomar control del Interna-
cional, era cierta. (Dado que esto parece ser aceptado por la mayoría de los his-
toriadores, no ahondaremos al respecto. Ver por ejemplo Woodcock's Anar-
chism, P. 168, o el artículo de Aileen Kelly en la edición del 22 de enero de 1976
en el New York Review of Books). El único punto que no vale nada aquí es que
la estructura federal "autoritaria" del Internacional del que Bakunin protestó
tan vehementemente en 1871 y 1872 fue introducido al Internacional poco
después, no bajo la iniciativa del Consejo General del cual Marx era miembro,
sino en la moción de los impulsores de Bakunin, con la participación activa y
apoyo de Bakunin. Fue poco después de la falla de tener el control de las es-
tructuras del Internacional que Bakunin descubrió repentinamente su "autori-
tarismo".
3. El cargo de autoritarismo y opiniones dictatoriales pueden ser dirigidas contra
Bakunin con mucha más justificación que contra Marx.
Las interpretaciones equivocadas de Bakunin sobre Marx sobre el estado fue-
ron abarcadas previamente. Bakunin estaba obsesionado con la idea que todos los
alemanes tenían posturas autoritarias idénticas y atribuyó constantemente las opi-

15
niones de algunos de los peores enemigos de Marx, tales como Bismark y Lasalle, a
Marx. La furia de Marx a este respecto es motivo de registro. Bakunin en varias de sus
polémicas contra Marx, aseguró desde la premisa que Marx debía ser obviamente au-
toritario porque es alemán y judío, quienes por definición son autoritarios y estadis-
tas. (Debido a la edición selectiva, no hay evidencia de esto en la Antología sobre Ba-
kunin de Dolgoff). Bakunin fue incluso más allá, asegurando que Marx era parte de
una conspiración internacional con Bismark y Rothschild. Tales acusaciones no son
por supuesto dignas de réplica, pero seguramente aclaran que es necesario tratar los
"hechos" y argumentos del hombre haciéndolos con el mayor cuidado.
Una omisión similar a las más elementales reglas de evidencia, sin mencionar
decencia, pernearon a la mayoría de las polémicas de Bakunin en contra de Marx. Em-
batió, una y otra vez, que Marx promovía una dictadura universal, que él creía en un
socialismo "decreciente de arriba hacia abajo". Ignoró la insistencia constante de Marx
que "la emancipación de la clase trabajadora sólo puede ser el trabajo de las mismas
clases trabajadoras", y la intransigente oposición de Marx al estado. Ni siquiera trató
de apoyar sus acusaciones con hechos o citas. Leer la caricatura de las opiniones de
Marx que Bakunin realizó - es la única "versión" del Marxismo que muchos anarquis-
tas se han molestado en familiarizarse - los lectores buscarán en vano por una sola
cita en medio de la histérica confusión de las salvajes y no sustentables acusaciones.
Simplemente no hay ninguna.
Son tan malos aquellos anarquistas que acaban con Marx por su "preferencia"
del "centralismo democrático" y el "partido de vanguardia". ¿Es realmente necesario
señalar que estos conceptos fueron desarrollados después de la muerte de Marx, que
Marx nunca perteneció a una secta practicante; que él consistentemente se opuso a las
pequeñas sectas conspirativas de sus días; que hizo un condición para unirse a la Liga
Comunista, que hicieran pedazos sus cerradas formas organizacionales antidemocrá-
ticas; que él siempre, y con rabia, rechazó los intentos de los socialistas de su época de
destacarlo para honores especiales o títulos dentro el movimiento?
Y, ¿ha sido completamente olvidado que uno de los temas principales de la crí-
tica de Marx sobre Bakunin fue la posterior eterna fascinación con políticos conspira-
tivos, manipuladores, seculares?
Porque hay, desafortunadamente para aquellos que creen en los cuentos de
hadas anarquistas, un cuerpo de evidencias sustanciales para asegurar que Bakunin
apoyaba precisamente esas ideas "autoritarias" que vergonzosamente atribuyó a
Marx. Aquellos que buscan evidencias de preferencia por la dictadura, los políticos
Maquiavélicos encontrarán mucha información en los escritos no de Marx, de Ba-
kunin. (Esto no es para decir que Bakunin consistentemente apoyo estás ideas; hay
serias contradicciones en su pensamiento sobre una polaridad básica).
La vocación de Bakunin por un estado posrevolucionario, que continuara la
mayoría de las formas del estado pre-revolucionario, tales como elecciones, parlamen-

16
to, ejercito, etc., fue notado antes, y puede ser encontrado, por ejemplo, en Bakunin en
Anarquía, P. 153. Similarmente, a pesar de su tan excesiva oposición a cualquier forma
de acción política independiente de parte de la clase trabajadora, se le puede encon-
trar apoyando, en sus cartas, no simple acción política, sino con el apoyo de la clase
trabajadora a favor de los partidos políticos burgueses. (Ver por ejemplo Bakunin en
Anarquía, P. 219). Y en todas partes se le encuentra diciendo que los anarquistas de-
berían contender por el Parlamento (Bakunin en Anarquía, P. 218).
Esto no es meramente producto de su inocencia de juventud, como es usado
tan a menudo para disculpar algunas de sus aversiones más grotescas, como por
ejemplo cuando encontramos al 'joven' Bakunin (a la edad de 35) escribiendo peticio-
nes al Zar, mientras Marx, quien se atuvo al principio mucho más radical, "de cada
quien de acuerdo a sus habilidades, cada quien de acuerdo a sus necesidades".
O considere las reglas de Bakunin para su Alianza Internacional, no un capricho
temporal, sino la organización a la que le dio su principal atención mientras era parte
del Primero Internacional. Aquí tenemos una muestra, escrita en 1869: "es necesario
que en la mitad de la anarquía popular, que maquillará la vida misma y toda la energía
de la revolución, la unidad del pensamiento revolucionario y la acción debería ser con-
tenido en un cierto órgano. Dicho órgano debe ser secreto y una asociación mundial
de hermanos internacionales…" " …lo único que una sociedad secreta bien organizada
puede hacer es ayudar en el nacimiento de la revolución difundiendo entre las masas
ideas que sean acordes con el instinto de las masas, y organizar, no el ejército de la
revolución - ese ejercito será siempre la gente, sino un Staff General revolucionario
compuesto de individuos enérgicos e inteligentes que estén por arriba de toda false-
dad - ni vanos ni ambiciosos - amigos de la gente, capaces de servir como intermedia-
rios entre las ideas revolucionarias y los instintos populares". "El número de estos
individuos por lo tanto no debería ser demasiado grande. Para la organización inter-
nacional en toda Europa, cien revolucionarios serios y firmemente unidos sería sufi-
ciente. Doscientos o trescientos revolucionarios sería suficiente para la organización
del país más grande".
Como el autoritario Marx dijo de esta idea liberal: "Decir que cien hermanos
internacionales deben 'servir como intermediarios entre la idea revolucionaria y los
instintos populares' es crear una brecha insalvable entre la idea revolucionaria de la
Alianza y las masas proletarias; esto significa proclamar estos cien guardaespaldas no
pueden ser reclutados de ninguna parte, sino de las clases privilegiadas".
Cuando uno ve las ideas de Marx y Bakunin lado a lado, es difícil recordar que
es Marx y no Bakunin quien se supone es padre del "Marxismo-Leninismo" y Bakunin,
no Marx, quien se supone es padre del anarquismo".
Las tendencias autoritarias de Bakunin llegaron a lo más extremo precisamente
al tiempo que fue separado del Internacional. Ese fue el momento de su asociación con
el notorio Nechaev. La mayoría de las fuentes anarquistas tratan esto como una abe-

17
rración pasajera de parte de Bakunin, y de hecho él repudió a Nechaev cuando se dio
cuenta de la verdadera naturaleza de sus actividades.
Pero el hecho es que Bakunin se asoció con Nechaev y bajo su influencia escri-
bió una serie de ideas que mostraban un acercamiento Maquiavélico y déspota de la
revolución que por mucho sobrepasó cualquier acusación que alguna vez hizo de
Marx. La autoría de algunos de los textos en cuestión ha sido disputada, pero el punto
relevante es que Bakunin permitió que se publicaran estos folletos con su nombre y
trabajó activamente en su distribución sabiendo que tenían su nombre.
En estos folletos, Nechaev y Bakunin hablaban sobre un nuevo orden social,
para ser erigido "al concentrar todos los medios de la existencia social en las manos de
Nuestro Comité y la proclamación del trabajo físico obligatorio para todos" residencia
obligatoria en dormitorios comunitarios, reglas para las horas de trabajo, alimentos
para los niños, y otras cosas más. Como el autoritario Marx lo describió: "¡Qué maravi-
lloso modelo de comunismo de barraca! Aquí lo tienen todo: comida comunitaria, sue-
ño comunitario, asesores y oficiales regulando la educación, producción, consumo, en
una palabra, toda actividad social, y como corona a todo esto, Nuestro Comité, anóni-
mo y desconocido para todos, como el dictador supremo. Esto es, claro, el anti-
autoritarismo más puro…"
Cuando ser mira las ideas de Bakunin sobre la autoridad y la revolución en de-
talle, es difícil no estar de acuerdo con la aseveración de Marx y de Engels que Bakunin
y sus seguidores simplemente usaron la palabra "autoritario" para representar algo
que no les gusta. La etiqueta "autoritario" fue entonces y sigue siendo hoy para mu-
chos liberales una forma de evitar preguntas políticas serias.
El hecho es que no toda autoridad es mala; que en ciertas situaciones la autori-
dad es necesaria e inevitable. Como dice Engels, "una revolución es la cosa más autori-
taria que existe, es el acto donde una parte de la población impone su voluntad sobre
la de la otra parte por medio de rifles, bayonetas y cañones - autoritario, si tal cosa
existe".
Y alguna forma de autoridad, por ejemplo, estructura de toma de decisiones, es
necesaria en cualquier forma de interacción, cooperación u organización que es social
más que individual. En una sociedad socialista, seguirá siendo necesario tomar deci-
siones sobre las cosas; estas decisiones necesariamente reflejarán la voluntad, la auto-
ridad, de la mayoría. Esto no es una violación a la colectividad, es un componente ab-
solutamente necesario de la misma. Para decirlo, como muchos anarquistas lo hacen,
que ellos rechazan todas las formas de autoridad, aún aquella que aceptada de buena
forma; aun la que es el resultado de la toma de decisiones democrática, es simplemen-
te favorecer o ser dirigido por una minoría o regresar a la forma más pura de libre
mercado capitalista, como se promueve por el derecho "liberal". Ninguna cantidad de
palabras sobre "consenso" o autonomía local o iniciativa individual alterará este he-
cho. El consenso no siempre es alcanzable, porque a veces la gente no está de acuerdo.

18
Entonces un proceso de toma de decisiones es necesario, y si es democrático, la mino-
ría tendrá que acceder a la mayoría. La autonomía y la iniciativa individual pueden ser
completamente usadas, pero esto no altera el hecho que la autoridad de la mayoría ha
prevalecido en el asunto en cuestión.
Hay otro aspecto de Bakunin que debe ser confrontado porque, como sus ideas
mal definidas sobre la autoridad, esto ha prevalecido en el movimiento anarquista. Al
recorrer todos los pensamientos de Bakunin y los subsecuentes pensamientos y ac-
ciones anarquistas encontramos un hilo negro, una infatuación con la violencia, con la
destrucción por el bien de la destrucción, acción por el bien de la acción, intelecto y
conocimiento, un amor por la conspiración, por las organizaciones fuertemente con-
troladas. Para la mayoría, estas cosas siguen sustentando para él - y para sus suceso-
res - genuinamente los instintos liberales y humanistas.
Durante el periodo de Bakunin en asociación con Nechaev, quien fue atraído
únicamente por el lado oscuro de Bakunin, se despertó este aspecto. Entonces, con-
frontado con la realidad de este lado oscuro en la práctica, en la persona de Nechaev,
Bakunin se alejó en verdad horrorizado. Sin embargo, como Aileen Kelly apunta, "in-
cluso entonces se las arregló para integrar la villanía de Nechaev en sus propias fanta-
sías, escribiendo a sus sorprendidos amigos que los métodos de Nechaev eran de una
naturaleza "pura" y "santificada", enfrentado con la apatía de las masas y los intelec-
tuales en Rusia no vio otro camino que la coerción para moldearlo posteriormente en
una fuerza determinada a mover a las masas a la revolución. Tal razonamiento, Ba-
kunin concluyó, ‘contiene gran verdad’".
Kelly continúa: "Esta grotesca aseveración de Nechaev es muy reveladora. Al
tiempo cuando la separación entre el hombre empírico y el de naturaleza ideal parecía
enorme. Bakunin aunque renuentemente, concluyó que si el hombre no desea ser li-
bre, sería necesario que aquellos con intereses más grandes en el corazón liberarse de
lo que está en contra de su voluntad".
Para darle crédito a Bakunin, luchó continuamente contra las implicaciones de
este aspecto de sus ideas. Siempre fascinado por los atajos 'revolucionarios', nunca, a
pesar de ello, tuvo que preocuparse por ser leal a sus instintos liberales, y este es el
aspecto de su marcada visión polarizada que le dejó a su duradera herencia. El movi-
miento anarquista que apadrinó ha sido plagado por la misma polaridad, por la ten-
sión entre el liberalismo real en un lado y algunas veces la irresistible atracción del
anti-intelectualismo, terrorismo y conspiración en el otro. El movimiento anarquista
necesita mantenerse con las ideas de la herencia dejada por la ambigüedad de Ba-
kunin. Y para hacerlo, se necesita tomar los conceptos de Marx.

19
Un Voto por la Democracia

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-Democracia.htm


Publicado en Kick it Over (KIO) y en Connexions Digest Volume 12, Number 1.
Also available in English: One Vote for Democracy.

Encontré muchas cosas sabias y útiles en el artículo de Alexandra Devon (¡No es la


reunión es el movimiento! KIO #16), pero me encontré en un desacuerdo fundamental
cuando ella dice que el consenso es preferible a la democracia.
Para empezar, pienso que ella confunde las características esenciales que defi-
nen el modelo de consenso y el modelo democrático con cosas que tienen que ver con
reuniones en general.
Por ejemplo, ella subraya correctamente la importancia y valor de tales cosas
como tener "tiempo social antes de la reunión", hacer "un esfuerzo especial por conec-
tar" con nuevas personas en las reuniones, tener "confianza entre los miembros del
grupo, tener "valores compartidos" en el grupo, y esforzarse por "expresar nuestros
puntos, explicarlos, escuchar los de otros y modificar nuestras opiniones cuando los
demás señalen aspectos en los que no habíamos pensado". Por otra parte, ella señala
lo destructivo de las reuniones en las cuales "la gente interrumpe a los demás constan-
temente", "algunas personas dominan" o donde "las personas más calladas son igno-
radas".
Sin embargo, no hay nada inherente en las virtudes que ella señala las cuales
sean únicas para las reuniones de forma de consenso, y nada inherente en las faltas
que ella menciona que limiten las reuniones de modelo democrático.
Puedo garantizar que si ella pregunta encontrará muchas personas que le pue-
den hablar sobre grupos democráticos basados en valores compartidos y confianza en
los cuales se realizan esfuerzos especiales para hacer sentir cómoda a la gente nueva,
en los cuales la gente se escucha entre ellos, son abiertos, y cambian de opinión cuan-
do otra persona señalan aspectos en los que no habían pensado y los cuales las deci-
siones comúnmente son compromisos negociados más que forzados. También puedo
asegurar a Alexandra que hay mucha gente que le podrían hablar de sus experiencias
en grupos de modelo de consenso en los cuales algunas personas dominan, la gente
constantemente interrumpe a los demás y la gente más callada es ignorada. Supongo
que uno puede argumentar que tales grupos no estaban practicando un "verdadero"
consenso, pero entonces uno podría decir con igual validez que los grupos democráti-
cos caracterizados por estos problemas no son verdaderamente democráticos tampo-
co.
También pienso que los defensores del consenso fallan en no distinguir ade-
cuadamente entre 'consenso' como un modelo específico para tener reuniones y 'con-
senso' como un término generalmente usado para querer decir "acuerdo". En el senti-

20
do de "acuerdo", el consenso puede pasar en cualquier tipo de grupo que opera con
cualquier modelo de toma de decisiones. Ciertamente he pertenecido a grupos que
operan bajo un modelo democrático en el cual la mayoría de las decisiones se tomaron
bajo consenso en ese simple sentido. Como tendemos a estar de acuerdo en la mayoría
de las cosas los problemas rara vez llegan a la necesidad del voto. Sospecho que cual-
quier grupo con las características ideales que Alexandra lista como deseables (grupo
pequeño, claridad de objetivos, respeto mutuo, respeto mutuo, apertura a la opinión
de los demás, etc.) tendería al 'consenso' - por ejemplo, acuerdo - la mayor parte del
tiempo, no importa si están oficialmente tomando decisiones por el modelo democrá-
tico, por el modelo de consenso o consultando el I Ching.
El verdadero tema, yo pienso, es qué tipo de proceso es apropiado para los
grupos que nos tan perfectos. Grupos que son tan grandes que no caben en la sala de
una casa, grupos en los cuales hay confusión o desacuerdo sobre sus objetivos, grupos
en los cuales algunas personas no se agradan entre ellos tanto como uno quisiera que
fuera, grupos en los cuales algunas personas están demasiado convencidas de su opi-
nión para estar abiertas a las de otros como se quisiera. En otras palabras, la mayoría
de los grupos. ¿Qué pasa cuando algunas personas tienden a dominar e interrumpir,
mientras los más callados son ignorados o tiene miedo de hablar?
Puedo decirte que pasa en la mayoría de los grupos, los grupos con el modelo
de consenso al igual que los grupos democráticos con los cuales Alexandra está tan
decepcionada: el problema no se resuelve adecuadamente, por eso, algunas personas
"se van a su casa deprimidas", otros "se van a a sus casas y nunca regresan", y aquellos
con los estómagos más resistentes a estas reuniones permanecen.
Si no sabe de grupos de consenso donde este es el patrón de comportamiento,
no ha mirado demasiado lejos.
Las soluciones que Alexandra sugiere son excelentes: buenas instalaciones par
las reuniones, establecer periodos de tiempo, asegurarse que las personas que no han
hablado lo hagan antes que otros lo hagan por segunda vez, poner atención a los as-
pectos sociales de por qué nos reunimos en grupos, y estar conscientes y ser conside-
rados de las opiniones de los demás. (Uno podría agregar recomendar a las personas
cuyos hábitos en las reuniones resultan incómodos). No hay razón por la que esto no
se pueda realizar igualmente tanto en un grupo democrático que en un grupo de con-
senso.
De hecho, los grupo democráticos están mejor equipados para lidiar con estos
problemas. Esto es porque la democracia permite a un grupo seguir adelante con lo
que se quiere hacer en la cara de quienes lo obstruyen, son molestos o insensibles. La
democracia hace posible para un grupo decirles a tales personas, en esencia, que 'no
creemos que esta discusión/comportamiento es constructivo y queremos continuar, si
están de acuerdo o no'. Permite al grupo proseguir de la forma que la mayoría de la
gente lo desea.

21
El consenso, por otra parte, permite a la gente que es insensible u obstinada
llevar a todo el grupo hacia un callejón sin salida. Idealmente, por supuesto, ellos "se
apartarán" o aprenderán a participar de forma más constructiva, pero lo que ha pasa-
do en incontables grupos de consenso es que el grupo no pueda hacer lo que la mayo-
ría de los involucrados querían hacer - en otras palabras, ha dejado de funcionar -
porque una o más personas han bloqueado el consenso o generado discusiones para
quitar el deseo de la mayoría de los miembros por continuar participando en el grupo.
El movimiento del cambio social es desechado con los cadáveres de los grupos que se
desintegraron por precisamente tales razones.
Al mismo tiempo, el consenso a menudo sirve para hacer que la gente callada
sea más callada y más intimidada, debido a la culpa de alguien al expresar una opinión
es normalmente más grande que en un grupo democrático. En un grupo de consenso,
se sabe que uno puede ser sometido a crítica por más miembros del grupo que no es-
tán de acuerdo con él y que presionan para que defender su punto de vista. Esto puede
ser una posibilidad intimidante para alguien que está apenas desarrollando el coraje
para hablar dentro de la reunión. Típicamente, una persona más tímida rápidamente
se "hará a un lado" o dirá que cambió de opinión, nada más para salir del problema. Y
será menos probable que vuelva a hablar. Además de la sensación personal poco pla-
centera de la situación, este tipo de dinámica puede significar fácilmente que una opi-
nión puede presionar al grupo hacia una dirección donde varios miembros del grupo
no se sienten contentos, pero tienen miedo de hablar al respecto. Es precisamente en
ese tipo de situaciones que la democracia y los votos pueden fortalecer a los miem-
bros menos agresivos del grupo, mientras que el consenso los debilita.
Puede ser cierto, como dice Alexandra, que en un grupo democrático "a menos
que tengas anonimato (lo cual es raro) algunas personas son colocadas en la inconfor-
table situación de soportar o vivir con decisiones con las que no están de acuerdo". Si
la gente en realidad se siente incómoda con una decisión cualquiera, por supuesto,
depende de que tan enérgicamente lo hagan y que tan fundamental resulte el asunto, y
tal vez más importante, si la discusión y el proceso llevado hacia la decisión dejo a la
gente satisfecha o con un mal sabor de boca. Pero por su propia descripción, puede
pasar exactamente la misma cosa en un grupo de consenso en el cual la gente es "de-
jada a un lado" para permitir una decisión la cual "no es la que esperabas, pero tienes
que vivir con ella".
Si "la integridad del grupo de cara a un tema que genere división" se mantiene
y si "después de la reunión (a pesar de todas las emociones)" la gente "es capaz de
estrechar las manos y sinceramente decir que respeta los intereses de los demás" no
importa si la decisión se tomó por votación o por consenso, con algunas personas "de-
jadas de lado", o si la reunión y la decisión fueron buenas o malas de acuerdo a crite-
rios de sustancia y proceso los cuales se aplican por igual a las reuniones de todos los
modelos.

22
Lo que es realmente destructivo de la integridad de un grupo es una situación
donde una persona o un grupo de personas son capaces de bloquear el deseo una
abrumadora mayoría. Cuando se suscita una situación así - y sucede frecuentemente
en las reuniones de grupos de consenso - hace burla de la opinión de Alexandra que
"el consenso… permite a cada persona igual y completo poder en el grupo". Al contra-
rio, en una situación donde 100 personas quieren hacer algo y una persona no y re-
chaza el consenso, el consenso al final entrega todo el poder a una persona y debilita
completamente a todas las demás.
Aún lejos de esta extrema circunstancia - pero no por eso inusual-, yo pienso
que si se mira más cuidadosamente a los resultados de los grupos de consenso y no
nada más a los exitosos, encontraremos patrones recurrentes: dominio por parte de
unos cuantos, silencio y/o retiro de la mayoría que tiene trabajo, hijos, o que no son
dados a las reuniones, colapso del grupo, y entonces los dominadores se mueven para
llevar su supuesto modelo maravilloso a otro grupo.
No me malinterpreten: algunas personas a quienes respeto mucho y que tienen
las mejores habilidades para los grupos favorecen el modelo de consenso y lo hacen
bien. Si los grupos estuvieran compuestos de personas como ellos, el consenso funcio-
naría. Pero los grupos no están compuestos por gente como ellos y en mi experiencia,
mientras cualquier grupo puede funcionar bien o mal, los grupos democráticos son
más dados a funcionar bien y son más capaces de resolver los problemas que se pre-
senta.
Si el consenso funciona en su grupo, está bien. Pero creo que los defensores del
consenso estás haciendo algo mal al recomendar a otros a adoptar un modelo que fun-
ciona sólo en circunstancias inusuales y que ha sido responsable de llevar a mucha
gente fuera del activismo social.

23
La “libertad de expresión”, siempre y cuando no ofenda a nadie

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-LibertaddeExpresion.htm

“Algunos quieren una censura total, otros media censura, y otros tres cuartas partes de
la libertad de prensa, otros nada en absoluto. ¡Dios me guarde de mis amigos!”
- Karl Marx.

El pasado Fool’s Day del mes de abril (el 1 de abril es Fool’s Day, el Día de los
Inocentes en la tradición anglosajona), añadí mi granito de arena al debate que estaba
teniendo lugar sobre el “apartheid israelí”, y escribí y distribuí unas declaraciones ha-
ciendo creer que provenían de una organización llamada “Antiguos Alumnos por un
Discurso Responsable”.
Como parte de mi trabajo con Connexions (www.connexions.org) mantengo
una recopilación online de recursos sobre Israel y Palestina, de manera que he llegado
a ser bastante consciente del alcance que están teniendo las tácticas de los grupos pro-
israelitas, al tratar de apagar las críticas sobre Israel, en lugar de rebatirlas.
He tendido a ver esto como un síntoma de que dichos grupos se están dando
cuenta de que están perdiendo el debate. Debido al comportamiento de Israel, están
teniendo que afrontar una pérdida de apoyo cada vez mayor, incluso entre los judíos,
y están encontrando cada vez más difícil el esgrimir argumentos convincentes para
defender los abusos de los Derechos Humanos y las violaciones de las leyes interna-
cionales por parte de Israel, recurriendo a simples intentos basados en la intimidación
y la censura, lo cual incluye el etiquetar cualquier tipo de crítica contra Israel de anti-
semita.
La sátira de “Antiguos Alumnos por un Discurso Responsable” apuntaba en
concreto a unos descubrimientos recientes en varias universidades canadienses, don-
de el personal administrativo y facultativo, a los cuales les gusta hacerse pasar por
fervientes defensores de las libertades académicas y la libertad de expresión, se mos-
traban a sí mismos como partidarios de la prohibición y la censura cuando surgían
ideas que a ellos, o a los fundadores de la universidad, les resultaban incómodas.
En la Universidad de Toronto por ejemplo, los facultativos pro-Israel, retiraron
un anuncio de una página del National Post solicitando a la Administración de la Uni-
versidad la prohibición de los eventos relacionados con la “Semana del apartheid is-
raelí” en el campus. La Administración de la Universidad intentó que la policía de To-
ronto les hiciera el trabajo sucio al solicitarles una resolución en la que se calificara
como “discurso de odio” el acusar a Israel de practicar el apartheid. Esta imperiosa
necesidad de abandonar las responsabilidades de la universidad para defender la li-
bertad de expresión fracasó cuando la policía demostró ser más liberal que los buró-

24
cratas universitarios, comunicando a la Universidad que ellos no veían problema al-
guno con dichas celebraciones.
En la Universidad de McMaster la Administración trató de prohibir el uso del
término “apartheid israelí” en el campus. Esto desencadenó muchas protestas, inclu-
yendo la de un estudiante del sindicato de la Universidad de York (donde también se
estaban llevando a cabo eventos relacionados con la Semana del Apartheid Israelí)
que pedía la rescisión de la prohibición “de acuerdo con un compromiso básico con la
libertad de expresión y de organización, en el contexto democrático de la universidad
pública”. Continuaron alegando que “esta inusual e improcedente prohibición es una
violación evidente de la libertad de expresión democrática y está en desacuerdo y ata-
ca los derechos de los estudiantes a organizarse”. La postura de la Federación de estu-
diantes de York, (YFS, por sus siglas en ingles) y de la Asociación de estudiantes de
postgrado (GSA, por sus siglas en inglés) es que las Universidades son lugares donde
deben promoverse los debates y las discusiones sobre cuestiones geopolíticas en lugar
de reprimirse. La controversia internacional respecto al uso de la expresión “Apart-
heid Israelí” no puede resolverse mediante la represión, sino a través del intercambio
intelectual.
Mi “alegato” en Antiguos Alumnos por un Discurso Responsable, por otro lado,
jugaba de forma maliciosa con la postura de la universidad respecto al hecho de que
ésta debería “tolerar el la libertad de expresión” “siempre y cuando no moleste a na-
die”. En él hacía un llamamiento a la administración universitaria para “proteger a los
estudiantes y facultativos y no confundirles al exponerles a ideas equivocadas o dañi-
nas”, y sugería un número de ideas pro-activas (muy inspiradas en la novela de George
Orwell 1984) incluyendo la creación de un “Departamento de Verdades Aceptables”
“que asegure que sólo se enseñen ideas seguras” así como duras medidas contra los
“crímenes del pensamiento”. La sátira de Antiguos Alumnos por un Discurso Respon-
sable hizo la ronda de visitas en Internet, circuló por un gran número de campus, y fue
elogiado por todos aquellos que disfrutaron de la forma en que se critica duramente a
todos aquellos que “apoyan la libertad de expresión“ sólo para aquellas cuestiones con
las que están de acuerdo.

Más allá de la sátira.


En estos tiempos sin embargo, la sátira tiene pocas posibilidades de competir
con la realidad. La batalla sobre la “Semana del apartheid israelí” en el campus apenas
se calmó cuando el estudiante del sindicato de York anteriormente mencionado (”las
Universidades son lugares donde deben promoverse los debates y las discusiones so-
bre cuestiones geopolíticas en lugar de reprimirse”) volvió a arremeter contra la re-
friega de la libertad de expresión. Ahora, los mismos que habían denunciado furiosa-
mente “las libertades democráticas del discurso y el desacuerdo” y que habían conde-
nado a aquellos que infringieran el “derecho de los estudiantes a organizarse” se en-

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contraban decidiendo, por unanimidad, prevenir la organización, distribución de folle-
tos, comunicación, reunión o participación en otras actividades anti-elección, de gru-
pos anti-aborto e individuos afiliados a ellos. “Dichas actividades”, propusieron, “se
definirían como cualquier campaña, acción, distribución, solicitud, o esfuerzos de gru-
pos de apoyo, etc., que busquen limitar la libertad individual de elegir lo que uno pue-
de y no puede hacer con su propio cuerpo”. Para explicar la aparente inconsistencia de
la posición del estudiante del sindicato sobre la libertad de expresión, el vicepresiden-
te explicó que “creemos que estos grupos pro-vida y anti-elección, son sexistas por
naturaleza, ¿es ésta una cuestión sobre la libertad de expresión? No, es una cuestión
sobre los derechos de más mujeres”. Y todavía hablan del derecho individual de ellas a
elegir lo que pueden o no pueden hacer con su propia mente.
Cualquiera que haya seguido las guerras sobre la censura sabe que esta mues-
tra evidente sobre la doble moral no es un hecho aislado. Es, por el contrario, muy tí-
pica tanto de la izquierda como de la derecha. Al otro lado del espectro político, la de-
recha proclama constantemente su devoción por la libertad de expresión, y nunca se
cansa de denunciar a aquellos que, según reclaman, infringen dicha libertad en nom-
bre de lo “políticamente correcto”. Mientras tanto, se ven envueltos en continuas cam-
pañas para censurar las voces disidentes.
En los campus de EEUU se han orquestado una serie de ataques a la libertad
académica de los estudiantes que se han atrevido a criticar a Israel. Uno de los más
notorios fue el escándalo político que se llevó a cabo por la Universidad de DePaul
contra el Profesor Norman Finkelstein, y que motivó el cese de su labor docente, un
erudito en su campo y cuyo crimen fue el de criticar abiertamente la explotación de
los supervivientes del Holocausto además de su opresión hacia el pueblo palestino.
Aquí en Canadá, el imperio mediático CanWest emitió unos juicios bastante
desagradables contra aquellos activistas que distribuyeron una parodia del Vancouver
Sun en la que se satirizaba la extrema parcialidad pro-Israelí de la cadena CanWest.
Esta es una estrategia muy común conocida como Participación Pública Contra los
Juicios Estratégicos (SLAPP, por sus siglas en inglés), la cual es utilizada por muchas
multinacionales para intimidar y silenciar críticas asfixiando a los demandantes con
costes legales que les pueden llevar a la ruina.
Al mismo tiempo, CanWest ha estado muy ocupada defendiéndose a sí misma
contra numerosas reclamaciones interpuestas por varias comisiones sobre los dere-
chos humanos a lo largo de Canadá (el equivalente a varios pleitos SLAPP) presenta-
das por un grupo de estudiantes de derecho de la la Residencia Osgoode de la Univer-
sidad de York. Los estudiantes quieren que la las comisiones de derechos humanos
castiguen a Maclean’s y al periodista Mark Steyn por el publicación de un artículo es-
crito por Steyn en el que se habla de los musulmanes con un cierto toque negativo.
Contra toda lógica, algunos de los individuos que levantaron la voz para defender la

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publicación de la parodia en el Vancouver Sun han expresado su apoyo al ataque al
derecho de Maclean“s a publicar lo que desee.

Solicitando al estado que nos censure.


A los “progresistas” que hacen apología de la censura les gusta señalar que al-
gunas personas, los dueños de las grandes corporaciones mediáticas y los comentaris-
tas que ellos mismos contratan, por ejemplo, son capaces de conseguir que sus opi-
niones se oigan más que las de un ciudadano corriente, y eso se debe a que nuestra
capacidad para ejercitar nuestro derecho a la libertad de expresión se ve, en cualquier
caso, limitada. Eso es cierto. Pero ¿cómo es posible que eso les lleve a pensar que por
lo tanto debemos invitar al estado a imponer incluso más límites sobre lo que pode-
mos decir o escribir? ¿No hubo un tiempo en el que los progresistas se dedicaban a
movilizar a la gente para luchar por sus derechos, más que a solicitar al estado que los
censurase?
A primera vista, parece como que aquellos que un día apoyaron de forma apa-
sionada la libertad de expresión, y que acto seguido se oponen a ella con la misma
vehemencia, son simplemente unos hipócritas. Pero realmente es más que eso: es lo
que George Orwell denomino doble pensamiento en su novela 1984: “tener dos creen-
cias contradictorias en una mente al mismo tiempo, y aceptar las dos”.
La verdad es que respecto a este tema gran parte de la izquierda y de la dere-
cha está de acuerdo, y también liberales, activistas y miembros de organizaciones pro-
derechos humanos que no pueden ser etiquetados pertenecientes a la izquierda o la
derecha. Todos tienen “en principio” la misma postura sobre la libertad de expresión,
están ahí para defenderla, pero sólo si no se utiliza para expresar opiniones que les
parezcan inapropiadas u ofensivas.
Sobre lo que no se ponen de acuerdo es simplemente sobre quién decide que
ideas son inaceptables, es decir, quién va a censurar a quién.

Los totalitarios “quiero y no puedo” de izquierda y derecha.


Esta es de hecho la típica postura de los totalitarios de izquierda y derecha en
todas partes, incluyendo a los progresistas: no se puede confiar en que la gente piense
de la forma “correcta”, así que nosotros, que somos superiores, que siempre sabemos
lo que es más conveniente, tenemos que censurar todo aquello que consideremos
ofensivo o peligroso. El problema es que esta actitud condescendiente y cínica equiva-
le a traicionar todo aquello con lo que los progresistas deberían identificarse. En el
caso de la Universidad de York, ¿cómo se puede defender la idea de “elegir” cuando se
está denegando a la gente el derecho a decidir qué opiniones y debates puede escu-
char? ¿Qué puede resultar más insultante y más anti-feminista, que la idea de proteger
a las mujeres de verse expuestas a propaganda anti-abortistas porque no son lo sufi-
cientemente inteligentes o fuertes para pensar sobre ello y rechazarlo por sí mismas?

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La asombrosa falta de respeto hacia la inteligencia de otras personas es eviden-
te, por supuesto. Es una forma muy efectiva de transmitir involuntariamente dos
mensajes. Uno, que algo muy convincente debe haber en las opiniones censuradas. Y
dos, que “ellos”, los censores, no tienen ningún argumento efectivo en contra de las
opiniones que prohíben, por lo que tienen que recurrir a censurarlas.
El efecto lo que hace es aumentar invariablemente el encanto de aquello que se
está prohibiendo, así como el número de sitios en internet relacionados con ello.

Dando a nuestros enemigos más armas para utilizar en nuestra contra.


De esta manera también se consigue poner en manos de nuestros enemigos
más armas para utilizar en nuestra contra. Por ejemplo, durante las décadas de los 80
y 90 el objetivo de los “progresistas” pro-censura fue la pornografía. Los historiadores
se sorprenderían años más tarde al ver cuánta energía se puso en intentar regular qué
imágenes y fantasías se les podía permitir a los hombres ver mientras se masturba-
ban. Internet consiguió apagar más o menos el debate, pero no antes de que las leyes
anti-pornografía consiguieran el efecto que sus oponentes habían predicho: el acoso a
las librerías gay como Little Sister y Glad Lady, y la persecución de artistas que repre-
sentan el sexo equivocado de la forma equivocada.
El marco de la censura se ha movido ahora hacia la política. El nuevo pecado es
decir cualquier cosa que pueda resultar “ofensiva” a cualquier grupo identificable, ya
sea un grupo étnico, religioso, de personas discapacitadas, relativo la orientación se-
xual, etc.
De lo que se trata aquí no es de buenas maneras (ser cívico, respetar a los de-
más incluso cuando no estemos de acuerdo con ellos, etc), preceptos admirables, se-
guramente no aquellas a ser reforzadas por el estado. No hay duda de que estaría bien
si todos intentáramos, como si se tratara de una cuestión de decencia común, evitar
ofender a los demás sin necesidad alguna, y el nivel del debate realmente mejoraría si
la gente reconociera que la grosería y la mala educación que caracteriza a gran parte
de la blogosfera, por ejemplo, son contraproducentes e incoherentes con los princi-
pios del debate político.

El derecho a expresar opiniones ofensivas.


Sin embargo, el debate político sí significa criticar ideas, ideologías, estructuras
sociales, prácticas culturales y comportamientos que, bajo nuestro punto de vista, son
dañinos o erróneos. De hecho, la crítica sobre lo establecido es esencial para cualquier
tipo de movilización que implique un cambio social. Si nos tomamos en serio el traba-
jar por el cambio social, estamos obligados a criticar lo establecido, incluso aunque
algunas personas encuentren nuestras opiniones ofensivas. Ellos también son libres
para criticar lo que nosotros decimos si no les gusta. Esto es de lo que trata la libertad
de expresión

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Aún hoy, mucha gente ha llegado a pensar que es inaceptable expresar opinio-
nes que otros encuentren ofensivas. Ese es el tema en casos de derechos humanos
como el que se llevó contra Mark Steyn and Maclean´s: el artículo de Steyn decía cosas
sobre los musulmanes que algunos encontraron ofensivas, y reclamaron por tanto que
se había violado su supuesto derecho a no ser ofendidos.
Por supuesto no todos los musulmanes comparten este punto de vista. Como
manifestó Sohail Raza en nombre del Congreso Musulmán en Canadá: “Esto es Canadá,
no Sudán, Egipto o Pakistán, donde se acalla a la prensa. Hay libertad de prensa abso-
luta y la gente tiene la oportunidad de hacer oír su voz”.
Sin embargo, una de las consecuencias de la idea de que es un error ofender a
cualquier grupo es el fortalecimiento de los elementos más reaccionarios y conserva-
dores en todas aquellas comunidades a expensas de las corrientes más progresistas,
porque los reaccionarios son siempre los que pueden sentirse ofendidos por cualquier
crítica, incluyendo las procedentes de disidentes dentro de sus propias comunidades.
Lo que todo el mundo necesita entender es que en el derecho a expresar opi-
niones ofensivas radica el principio de la libertad de expresión. Como dice Fran Lie-
bowitz, “sentirse ofendido es una consecuencia natural de irse de casa” cuando vives
en una sociedad moderna.
La verdad es que cualquier opinión que se pueda concebir sobre cualquier
cuestión importante siempre ofenderá a alguien. La evolución, el feminismo, los dere-
chos de los homosexuales, las críticas a Israel, el ateísmo, la secularidad, el anti-
capitalismo, todos estos temas resultan extremadamente ofensivos para mucha gente.
¿Queremos animar a todos aquellos que los encuentren ofensivos a apelar a las comi-
siones de derechos humanos para que eliminen esas ideas? ¿Es ése el precedente que
queremos sentar?
No lo creo. Como dijo George Orwell, “Si algo significa libertad, es el derecho de
decirle a la gente aquello que no quiere oír”. La forma de lidiar con las ideas ofensivas
es discutirlas e intentar refutarlas, no prohibirlas.

El problema del discurso del odio.


Habrá personas que estarán de acuerdo con muchas de las cosas que he escrito
aquí pero que sostienen que el “discurso del odio” es un caso especial que si que re-
quiere ser censurado. El discurso del odio es un tema especialmente delicado, y no
quiero pasar por él de forma superficial. Ciertamente, se deberían tratar como críme-
nes las amenazas claras de violencia o incitamientos evidentes a la violencia. También
considero apropiado que las instituciones y organizaciones implementen sus propias
políticas contra el discurso del odio, por ejemplo, que una organización rechace alqui-
lar un espacio a un orador o a un grupo que promueva el odio, o que una página web

29
rechace la publicación de mensajes que promuevan el odio. Pero eso es distinto de la
leyes contra los discursos de odio. Estas se utilizan erróneamente casi siempre, como
ha ocurrido por ejemplo, con los recientes intentos para suprimir las críticas al apart-
heid israelí al calificarlo como un “discurso de odio”. Creo que las razones para dene-
gar al estado el poder de regular los discursos sobrepasan enormemente los argumen-
tos para querer concederle ese poder.
Uno también se da cuenta de que las leyes contra el discurso de odio normal-
mente sólo sirven (además de darle publicidad gratuita) a las minorías más excéntri-
cas: los incitadores al odio son inteligentes y saben cómo codificar su mensaje de ma-
nera que no cruce la linea y al mismo tiempo se siga manteniendo claro. El Partido
Nacional Británico (British National Party) ha llegado, por ejemplo, a presentar su
mensaje en el popular lenguaje de la política de identidad: es decir, “cada cultura es
única y tiene derecho a sus propios valores y a una existencia autónoma, y eso incluye
los valores de los europeos blancos y de la cultura europea blanca”.
Creo que la respuesta al discurso del odio debe ser política, esto es, exponien-
do, refutando y organizándose políticamente contra los incitadores al odio. El estado
está muy lejos de ser un instrumento contundente y peligroso que pueda ser utilizado
para legislar nuestra responsabilidad individual y colectiva de tratar al prójimo con
respeto y educación. No podemos dejar que el discurso del odio sirva como excusa
para expandir el poder represivo del estado.

Septiembre-Octubre 2008.

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¿Qué es el Socialismo Libertario?

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-SocialismoLiber.htm


Originalmente publicado en el Volumén 2, Númeror 1 (Verano 1977 publicación) de
The Red Menace.
Also available in English: What is Libertarian Socialism?

Nosotros nos autonombramos socialistas. ¿Por qué el adjetivo? ¿Por qué socialismo
libertador? ¿Es el socialismo libertador muy diferente del socialismo como general-
mente se entiende?
El problema, y la razón del adjetivo, es que no existe una definición de socia-
lismo que es "generalmente entendido". El dilema del socialismo actualmente es pri-
meramente el dilema del significado de socialismo, porque el término ha sido aplicado
para todas las variedades de tipos de personas, partidos, filosofías, estados y sistemas
sociales, muy a menudo complementadas antagónicamente para cada uno, esto el me-
ro término de 'socialismo' se convertido virtualmente sin sentido.
Hay más variación del actual socialismo en existencia de las que hay variedades
de sopa en los estantes del supermercado, la mayoría de los partidos sociales tienen la
misma línea correcta de sectas religiosas con un monopolio de salvación. La mayoría
de gente del planeta actualmente están gobernados por estados llamándose a sí mis-
mos socialista, los estados se muestran entre sí el antagonismo familiar usualmente
mantenido por tipos de capitalismo imperialista, así como también cualquier tipo de
sistema social actualmente en existencia, a partir del decadente tribalismo hasta el
industrialismo. ¿Puede haber cualquier significado con valor rescatado en una etique-
ta que ha sido mantenida por Kautsky y Lenin, por Mao y Brezhnev, por Gandhi y
Hitler, por Ed Broadbent y Karl Marx? ¿El término connota cualquier cosa más que
solamente "justo" o "bueno" a sus proponentes, "burocrática" o "mala" para sus
enemigos?
La tentación es fuerte para abandonar la etiqueta totalmente, para adoptar al-
gún nuevo término para indicar el tipo de cambio social que proponemos. Pero para
hacer esto entonces se atentaría a un lado-lateral del problema que realmente no se
puede ignorar. Para la confusión de la terminología esto no es accidental. Tampoco lo
es su "manera" en forma de palabras. Tiene su raíz en el hecho que el dominante sis-
tema socialista siempre actúa para integrar lo que no se puede destruir -movimientos,
ideas, hasta palabras-y de esta manera los destruye en el momento de integrarlos, al
reclamarlos. Niega la pura posibilidad de una alternativa para si mismo, y prueba esta
imposibilidad al absorber la alternativa para si misma, y prueba esta imposibilidad al
absorber la alternativa y vaciarla de significado, al adoptar nuevas formas y nuevo
idioma el cual crea la ilusión de escoger y cambiar mientras perpetua la misma rela-
ción esencial de donación. El principal reto el capitalismo ha siempre venido de aquel

31
que se llama asimismo socialismo, es fuertemente sorprendente que las relaciones del
capitalismo social han sobrevivido en medio mundo llamándose así mismas socialis-
tas. El 'Socialismo', se ha convertido en otro nombre para el capitalismo, otra forma de
capitalismo: en 'victoria', el socialismo ha sido más ocultado como nunca antes pudo
haber sido vencido. El Capitalismo ha disuelto la alternativa social al haber robado su
nombre, su lenguaje, sus sueños. Tenemos que regresarlos, para que sin palabras en-
tonces pueda haber nada de conceptos, y donde no hay idioma de libertad, no puede
haber sueño de liberación.
Consecuentemente, no podemos simplemente abdicar la terminología de socia-
lismo y arbitrariamente inventar nuevas etiquetas. Hacer eso sería fútil, ambos debido
a que ningún nuevo término será similarmente succionado hasta quedar secos si estos
obtienen reconocimiento popular, y debido al existente lenguaje de libertad este refie-
re el significado e historia que debe ser recuperada de aquellos que actualmente los
suprimen al dejarlos con sus argumentos. Palabras tales como 'socialismo', 'revolu-
ción', 'democracia', y 'libertad' contienen en sí mismos una crítica de la existencia del
orden. Que la crítica puede ser realizada solamente con reconquistarla y darle nueva
vida, no por abandonarla y buscar por otra.
Por esta razón, empezamos con el término 'socialismo' y precedido por el adje-
tivo 'libertador', el cual empieza a elaborar este término, y el cual simultáneamente
crea un nuevo término, al diferenciarlo de todos los demás 'socialismos'. Tal vez lo
más importante del adjetivo 'libertador' levanta preguntas en las mentes de aquellos
que lo encuentran, donde quiera que el término 'socialismo' por sí mismo tiende a dar
por hecho, actuar como un bote aburrido en el cual cada persona es navega con sus
ideas preconcebidas.
Y al levantar preguntas, el término socialismo libertador inicia el primer paso
en un proceso de criticismo que sea aplicado igualmente al capitalismo y al 'socialis-
mo' como es "generalmente entendido". Este proceso de criticismo no ha capitulado
ningún resultado final que pueda presentarse como una pintura de socialismo liberta-
dor. Ciertamente, el mismo concepto de crítica se levanta en oposición a la idea de
tener resultados finales. Lo que es presentado aquí son algunos principios, algunos en
sí mismos para elaboración. La mayoría de las ideas presentadas aquí no son nuevas,
pero tampoco son generalmente aceptadas.

¿Qué está implicado en el término de 'socialismo libertario'?


 La idea que el socialismo es primero y principalmente acerca de libertad y con-
secuentemente acerca del triunfo de la dominación, represión, y alineación que
bloquea el libre curso de la creatividad humana, pensamiento y acción. Noso-
tros no asociamos el socialismo con planeación, control estatal, o nacionaliza-
ción de la industria, aunque entendemos que en una sociedad socialista (no
"bajo" el socialismo) la actividad económica será colectivamente controlada,

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manejada, planeada y poseída. Similarmente, creemos que el socialismo envol-
verá igualdad, pero no pensamos que el socialismo sea igualitario, por esto es
posible concebir una sociedad donde cada uno es equitativamente oprimido.
Pensamos que el socialismo es incompatible con un solo-partido de estados,
con restricción de libertad de expresión, con una clase elite que ejerce el poder
'a favor de' la gente, con culto a líderes, con cualquiera de las otras estrategias
por medio de las cuales la sociedad que muere busca la descripción de sí mis-
ma como una nueva sociedad.
 Una aproximación al socialismo que incorpora revolución cultural, liberación
de mujeres y niños, y la crítica y transformación de la vida diaria, así como las
más tradicionales preocupaciones de política social. Una política que es com-
pletamente revolucionada porque esta busca transformar la realidad. Pensa-
mos que capturando la economía y el manejo del estado automáticamente a la
transformación del resto de los seres sociales, no así a la igualdad de la libera-
ción cambiando nuestro estilo-de vida o nuestras mentes. El Capitalismo es un
sistema que totalmente invade todas las áreas de la vida: el socialismo debe de
ser la conquista de la realidad capitalista es su totalidad, o de lo contrario es
nada.
 Las preocupaciones de los políticos libertadores en sí mismos es la liberación
de los individuos porque es colectiva, y con la liberación colectiva porque es
individualista.
 Ser una sociedad no es solamente una cuestión intelectual, un tema para tener
el derecho de las ideas correctas o la aproximación intelectual. También es un
tema de la manera como lideras tu vida.
 Una política que es revolucionaria porque, en las palabras de Marx y Engels, "la
revolución es necesaria no solamente porque la clase trabajadora no puede ser
conquistada de ninguna forma, pero también porque la clase conquistada so-
lamente puede en una conquista revolucionaria tener éxito en llevar en sí mis-
mo el fertilizante de las edades y convertirse en el alimento para formar una
nueva sociedad."
 Porque la revolución es un proceso colectivo de auto-liberación, porque la so-
ciedad y la gente son trasformadas a través de la lucha, no por declaración, lue-
go entonces "la emancipación de las clases trabajadoras en sí mismo", y no por
una vanguardia Leninista, un estado socialista, o cualquier otro agente activo
en su beneficio.
 Una concepción de la izquierda no separada de la sociedad, pero como parte de
esta. Nosotros los de la izquierda somos gente que somos objeto de presión so-
cial como cualquier otro que lucha por el socialismo porque nuestra propia li-
beración es posible solamente con nuestra propia liberación y esto solamente
es posible cuando toda la sociedad es liberada. Nosotros buscamos en traer a
33
otros a nuestro proyecto socialista no por hacerles un favor, sino porque nece-
sitamos su ayuda para lograr nuestra liberación. El comentario de Cohn-
Benedit de que " es por ti por el que se hace la revolución", no es una posición
individualista, pero la llave de una política colectiva, basada en la alegría y
promesa de vida, en lugar de él auto sacrificio que es a menudo la versión radi-
cal de la carga del hombre blanco.
 A menudo nos vemos a sí mismos como participantes en igualdad de lucha, Los
de izquierda nos vemos como participantes iguales en la lucha, no como los lí-
deres ungidos de ella. Presentamos nuestra visión socialista como parte de
nuestra contribución, pero no creemos que nuestra creencia en el socialismo
signifique que tenemos todas las respuestas. Tratamos a las personas con ho-
nestidad, como iguales, sin presumir el derecho de dictar lo que piensan o ha-
cen, ni presumiendo que no tenemos nada que aprender de ellas. Tenemos su-
ficiente fe en nuestra política que no intentamos manipular a las personas a
nuestras conclusiones.
 Como sociedad formamos organizaciones con otras personas que comparten
nuestras ideas. Esto es necesario y válido, pero representa una situación que
debemos continuamente tratar de superar, no aquella que debemos aceptar y
hasta institucionalizar en el molde Leninista. El socialismo implica no solamen-
te sacar la arrogancia del estado, pero también quitar la arrogancia de la iz-
quierda y sus organizaciones como entidades separadas. El poder en una so-
ciedad socialista debe ser ejercida en caminos que permitan la participación de
todos, no solamente de aquellos que pertenecen a una sociedad. Esto debe ser
prefigurado en las formas políticas y movimientos que emergen entes de la re-
volución. La última meta de la izquierda y sus organizaciones no debe de ser
sometida en sociedad, pero no abolida por si mismo.
 El componente más importante de conciencia social es pensamiento crítico.
Debemos de aprender a pensar acerca de todo lo crítico, no creer nada, nada de
lo dado.
En consecuencia, no queremos que las personas acepten las ideas socialistas de
la forma en que ahora aceptan, parcial o completamente, las ideas burguesas.
Queremos destruir toda aceptación acrítica y creencia. Creemos que un exa-
men crítico de la sociedad conduce a conclusiones socialistas, pero lo que im-
porta no son simplemente las conclusiones sino, por igual, el método de llegar
a ellas.
 Nos basamos en la herencia del Marxismo. Esto no significa que aceptemos to-
das las ideas de Marx, dejar solos a aquellos que aclaman ser sus seguidores. El
Marxismo es un punto de partida para nosotros, no es nuestra pre-
determinada destinación. Aceptamos el dicho Marxista que nuestro criticismo

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no le tema a nada, incluyendo sus propios resultados. Nuestra deuda con el
Marxismo no va a ser menos si encontramos que tenemos que ir bajo este.
 Nada puede ser más extraño para nosotros que el "Marxismo tradicionalista"
esta es una idea que todas las preguntas importantes han sido resueltas. Por el
contrario, todavía no hemos formulado muchas de las preguntas importantes.
 Hemos tratado de mantener el balance de la teoría y la práctica con la búsque-
da para integrarlos, y el cuál reconoce que debemos de conectarnos en ambos
todo el tiempo.
 El centro de gravedad de nuestras políticas tiene que ser donde estamos, no en
la sensacional identificación de luchar en cualquier otro lugar. El trabajo soli-
dario es importante, pero este no puede ser el principal foco del movimiento
social.
 No conocemos si ganaremos: la historia es hecha por seres humanos, y donde
están las preocupaciones de los seres humanos, nada es inevitable. Y debido a
que la gente hace historia, sabemos que es posible construir un mundo mejor, y
luchamos por realizar esta posibilidad.
 "Solamente hay una razón para ser revolucionarios – porque este es el mejor
camino para vivir".

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La contribución de Rosa Luxemburgo al marxismo

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-LuxemburgSp.htm


Also available in English: Rosa Luxemburg’s contribution to Marxism.
Mayo 16 del 2000

Yo veo a Rosa Luxemburg como la marxista quién hizo lo más que pudo para mostrar
la teoría-revolucionaria de Karl Marxs en el periodo después de la muerte de Marx y
Engels. En un tiempo en el que el movimiento socialista estaba desarrollándose en
direcciones incrementadamente distantes de la posición de Marx -- Los reformistas
Sociales y Democráticos por otro lado, y burócratas Leninistas centralistas por otro
lado -- Luxemburgo era el líder exponente de un Marxismo en el espíritu de Marx.
Una indicación en esta, paradójica primera mirada, es que ella fue una de las
muy pocas seguidoras Marxista que no trataron los escritos de Marx como santo do-
cumento. Mientras que el Marxismo se creyó en su momento, en todas sus variaciones,
basándose así mismo en las suposiciones que un pasaje del Marx, era una prueba con-
clusiva de la certeza de una posición-los debates muy a menudo tomaron la forma de
una batalla de Anotaciones diferentes o diferentes interpretaciones de los escritos de
Marx -- Luxemburgo no tenía miedo de decir que Marx y Engels se habían equivocado
acerca de preguntas en específico.
En esto, ella estaba mucho en el espíritu del propio Marx. Marx era persisten-
temente criticado, siempre buscando nuevo conocimiento y un más profundo enten-
dimiento, nunca sintió que su propio entendimiento de cualquier tema era adecuado-
consecuentemente sus bien conocidas dificultades en terminar cualquier trabajo por-
que él nunca terminaba de investigar la sustancia del tema en sus infinitas ramifica-
ciones. Fue Marx el que ridiculizó el dicho "Yo no soy un Marxista, y el que dijo que
"Desde que no es para nosotros crear un plan para el futuro que duré todo el tiempo,
lo más certero que nosotros contemporáneos tenemos que hacer es un critica evalua-
ción sin compromiso de todo lo que existe, sin comprometer el sentido de que nuestro
criticismo teme tanto por sus propios resultados como por el conflicto con los poderes
que hay." El Marxismo Luxembursista fue peligroso y Marxista' en esto camino sin
sentido.
Luxemburgo vio los peligros creados por el reformismo y Leninistas y el cen-
tralismo más pronto que cualquier otro. Ella se unió a la batalla con el revisionismo de
Bernstien en 1898; su libro Reforma Social o Revolución sigue siendo en mi opinión la
crítica más poderosa del reformismo democrático que jamás se haya escrito. Ella ad-
virtió que los resultados de adoptar este acercamiento serían desastroso, y en 1914 el
colapso de Democracia Social y el Segundo Internacional probó como corregir sus ad-
vertencias como se han hecho.

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Ella también vio los peligros inherentes en las teorías organizacionales de Le-
nin; su crítica de 1904, Preguntas Organizadas de La Democracia Social de Rusia, ad-
virtió que "el ultra-centralismo pedido por Lenin está lleno del espíritu del supervisor.
No es un espíritu. La preocupación de Lenin no es mucho el tomar la actividad del par-
tido más fructífero si no controlar el partido - para reducir el movimiento más que
para desarrollarlo, combinar más que unificarlo"
En 1917, después de la Revolución Rusa, ella advirtió el peligro de la dictadura,
contestando el comentario indiferente de Trotsky " Nunca hemos sido adoradores de
ídolos de la democracia formal" respondiendo que "Todo lo que eso en realidad signi-
fica es: Nosotros siempre hemos distinguido la raíz social de la forma política de la
democracia burguesa; siempre hemos estado revelado el duro origen de la desigual-
dad social y la falta de libertad oculta bajo la dulce protección en un formato de igual-
dad y libertad-no para rechazar el final pero para apoyar a la clase trabajadora para
que esta no quede satisfecha solamente de forma aislada, pero más aún, por conquis-
tar el poder político, para crear la democracia social, para remplazar la democracia
burguesa-no para eliminar toda la democracia. Pero la democracia social no es algo
que comience solamente en la tierra prometida después de la fundación de la econo-
mía socialista sea creada; no va a llegar como cierto regalo de Navidad para la gente
que poderosa, los cuales, provisionalmente, han lealmente apoyado a un puñado de
dictadores sociales. La democracia socialista empieza simultáneamente con los prin-
cipios de la destrucción de la clase que gobierna y la construcción del socialismo."
Al mismo tiempo, reconoce que en condiciones de Guerra civil "sería demandar
algo súper humano de Lenin y sus camaradas si esperáramos de ellos que bajo tales
circunstancias ellos conjurarán hacia la más fina democracia, el más ejemplar dictadu-
ra del proletariado y el florecimiento de la economía socialista…El peligro empezaría
solamente cuando estos hacen una de necesidad y quieren congelarse dentro de una
completo sistema hipotético todas las tácticas impuestas en ellas por estas circunstan-
cias fatales, y quieren recomendarlas para el proletariado internacional como un mo-
delo de tácticas socialistas." Ella argumenta, de cualquier manera, que la situación en
la Rusia revolucionaria demandó debate político intenso y actividad, e insistió que "La
Libertad es solamente para los que apoyan al gobierno, solamente para los miembros
de un partido-de cualquier forma muchos de ellos los tal vez sean- no es libertad del
todo- no es libertad del todo. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para los
que aquel que piensa diferente de todos. No porque sea cualquier concepto fanático de
"justicia" pero debido a todo lo que es instructivo, totalmente y purificando en la liber-
tad política depende de esta característica esencialmente, y su efectividad se desvane-
ce cuando la 'libertad' forma parte de ser un privilegio especial."
Luxemburgo es una de las pocas teorías del tiempo de quienes el trabajo siem-
pre se ve fresco y pertinente para mí cuando yo regreso a ellos.

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Lo central para la importancia de Luxemburgo para mí es su perspectiva revo-
lucionaria. Esta apoya la presión para reformas dentro del capitalismo, pero es com-
pletamente claro que las reformas no pueden traer cambio fundamental, que el socia-
lismo solamente puede darse a través de una revolución, y que la actividad de socialis-
tas y organizaciones socialistas deben siempre estar orientadas para la última meta de
la revolución, no importa cuales sean las exigencias de la presente situación.
Igualmente importante es su acercamiento a la pregunta de la organización y
estrategia. Esta no creyó en las organizaciones de panaceas, no creyó que una forma
de organización fue el objetivo fuera objetivamente el modelo correcto. En su lugar,
ella creé en una táctica flexible principal, adaptando tácticas y formas organizaciona-
les para la situación mientras permanezca claro acerca de las metas y principios. Esta
cree fuertemente en la importancia de la organización política pero no creyó que una
organización política luchará sola en líneas predeterminadas; en su lugar de esto, ella
cree que la efectiva organización era mucho del producto de la lucha como su instiga-
dor.

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El Trotskismo y el Partido de Vanguardia

Recuperado de: http://www.diemer.ca/Docs/Diemer-Trotskismo.htm


Translated from the English by Luis Osuna
Also available in English: Trotskyism and the Vanguard Party.

Los Trotskistas, para aquellos no iniciados en el especial y algunas veces confuso


mundo de la política de izquierda, son los seguidores de León Trotsky, el hombre que
junto con Lenin fuera uno de los líderes principales de la Revolución Rusa, y quien se
opusiera a las políticas de José Stalin. Stalin ganó el control del Estado Soviético des-
pués de la muerte de Lenin, al tiempo que Trostsky fue expulsado del país y even-
tualmente asesinado.
Las ideas Trotskistas han sido frecuentemente malentendidas o distorsionadas.
Los partidos comunistas orientados hacia Moscú y los Maoístas orientados hacia Pekín
insisten en llamarlos ‘Trotskyites’, etiqueta peyorativa que trata de indicar que las
ideas de Trotsky no califican como un sistema coherente de pensamiento, como un
‘ismo’.
Es sólo hasta relativamente hace poco, y particularmente en Canadá, que los
escritos de Trotsky y de otros Trotskistas se han vuelto ampliamente disponibles en
idioma inglés y a un bajo costo. La amplia disponibilidad de materiales e historia
Trotskista en Canadá se debe principalmente al establecimiento de la empresa
‘Pathfinder Press’ en Toronto, la cual persigue un ambicioso plan de publicaciones
para su diseminación.
Las actividades de los ‘Trots’ son bastante familiares para los estudiantes en
muchas universidades canadienses. En la Universidad de Toronto, han sido una tradi-
ción ya por varios años, con sus candidaturas para elecciones del Consejo Estudiantil,
sus mesas literarias, sus manifestaciones sobre Vietnam, y sus llamados para “Derogar
las Leyes del Aborto”, por nombrar sólo algunas.
Su historia comienza cuando León Trotsky, después de su expulsión de la
Unión Soviética, funda la llamada ‘Cuarta Internacional’, considerada como la legítima
sucesora de la Tercera Internacional (el Comintern), fundada por Lenin y destruida
por Stalin. Esta Cuarta – o Trotskista – Internacional, sería la organización mundial a
la que se adherirían los partidos Trotskistas locales.
Sin embargo, las organizaciones Trotskistas, ya de por sí pequeñas, inmediata-
mente empezaron a mostrar tendencia a tener desacuerdos entre ellas mismas, y a
dividirse en facciones y grupos aún más pequeños, cada uno de ellos reclamando ser
el único intérprete verdadero de Marx, Lenin y Trotsky. Como resultado de ello, en
adición a la Cuarta Internacional oficial, crecieron (y continúan existiendo) un enjam-
bre de grupos Trotskistas, cada uno clamando ser el núcleo de “el Partido de Vanguar-
dia”.

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En Canadá, por ejemplo, la organización oficial Trotskista se dividió recién el
mes pasado y, adicionalmente, hay al menos otros 3 ó 4 grupos autonombrados Trots-
kistas.
Uno de los supuestos más comunes compartido por todas las organizaciones
Trotskistas es la teoría Leninista del Partido de Vanguardia. La mayoría de los Trots-
kistas aceptan la afirmación de Lenin en su tratado político ‘¿Qué Hacer?’, que estable-
ce que los obreros no pueden nunca tener conciencia socialdemócrata que vaya más
allá del ‘sindicato’: ésta tendrá que ser introducida desde fuera por intelectuales socia-
listas organizados en un partido de vanguardia. Si algún trabajador fuera a unirse al
partido –decía Lenin–, debería ser como un intelectual que coincidentemente también
fuera un trabajador. El insistía en lograr un partido pequeño, rígido, centralizado y
disciplinado, diciendo que ésta era la única manera en la que podría actuar efectiva-
mente y prevenir el oportunismo y desviaciones en las filas.
Lenin no fue capaz de citar apoyo en las obras de Marx y Engels para sus pun-
tos de vista en lo relativo a la organización del partido (de hecho a menudo ellos ex-
presaron ideas contrarias). Sin embargo, apoyó sus argumentos con copiosas citas de
los trabajos de Karl Kautsky, el principal teórico alemán. Poco después, Kautsky decla-
ró un enfoque reformista que fue rechazado por Lenin. De manera importante, sin
embargo, Lenin no vio necesidad de rechazar las teorías de Kautsky sobre la concien-
cia, al tiempo que Kautsky también encontró innecesario modificarlas para adaptarlas
a su orientación ahora reformista.
Los puntos de vista de Lenin iban a experimentar cambios significativos, pero
él nunca volvió a publicar un trabajo sistemático sobre organización y conciencia. Le-
nin, de hecho, fue primariamente un maestro táctico, capaz de cambiar su enfoque
dramáticamente en respuesta a diversos eventos. Es una ironía de la historia que el
enfoque flexible de Lenin hacia la política revolucionaria haya dado paso a ortodoxias
políticas marcadas por su rigidez teórica, que compiten entre sí aduciendo como pro-
pia la etiqueta ‘Leninista’ al seleccionar citas de las obras de Lenin que parecen apoyar
su interpretación
Muchos seguidores de Lenin, desafortunadamente, han ignorado su última ad-
vertencia acerca de que ‘¿Qué hacer?’ pertenecía a un periodo histórico particular y no
debería ser tomado como una teoría general del partido y de organización. Rosa Lu-
xemburg entendió esto cuando advirtió que uno de los mayores peligros de las teorías
de Lenin y Trotsky era que amenazaban convertir una necesidad – dictada por condi-
ciones especiales y retrógradas en Rusia – en una virtud.
Los Trotskistas en particular han tendido a idolatrar lo que ellos creen es ‘Le-
ninismo’, y han mostrado una inhabilidad marcada para entender objeciones a su ver-
sión del ‘Partido de Vanguardia’. Ernest Mandel, quien ha sido durante 25 años el
principal teórico de la Cuarta Internacional, se repliega en la caricatura y la distorsión
cuando lidia con críticos de Lenin como Rosa Luxemburg. Mandel inventa un hombre

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de paja a quien llama ‘espontaneísmo’ – a grandes rasgos, la idea de que la revolución
ocurrirá de una manera completamente espontánea – la cual procede después a ‘de-
moler’, ignorando el hecho de que ninguno de aquellos con quienes pretende estar
discutiendo tienen dicho punto de vista. En manos de Mandel y los Trotskistas, un de-
bate serio sobre la forma que un partido revolucionario debe tomar; sobre la relación
entre el partido y la clase trabajadora; y sobre la relación entre organización y espon-
taneidad, degenera en la afirmación, sin prueba alguna, de que el Leninismo es la úni-
ca alternativa al anarquismo. Luxemburg, severa crítica tanto del anarquismo como de
Lenin, no habría estado de acuerdo.
Uno de los principales problemas con la teoría Trotskista del partido de van-
guardia es que no toma en consideración el hecho de que Lenin desarrolló sus teorías
bajo circunstancias históricas muy diferentes. Él escribió para la Rusia zarista, donde
cualquier partido socialista era considerado ilegal, y donde por tanto la actividad so-
cial debía realizarse bajo condiciones muy diferentes a las de una sociedad urbanizada
moderna. La mayoría de la población era campesina, al tiempo que la clase trabajado-
ra tenía un bajo nivel educativo y de hecho era mayormente analfabeta. Los problemas
para lograr ‘conciencia’ política eran entonces significativamente diferentes a los de
un contexto donde existen el alfabetismo y la educación casi universal. En sus circuns-
tancias, los Bolcheviques eran necesariamente una pequeña minoría en la población, y
su papel era diferente al de un partido de masas. Ciertamente, Lenin nunca concibió
un partido de vanguardia con millones de militantes, tal como lo hacen ahora los par-
tidos comunistas de Europa.
La teoría de Lenin también difiere fuertemente del concepto marxista de la au-
to-emancipación de la clase trabajadora. Para Lenin, el proletariado, incapaz de desa-
rrollar su propia conciencia y de formar su propia organización revolucionaria, debe
ser dirigido y disciplinado por intelectuales revolucionarios burgueses. Por tanto éste
se convierte en el objeto y no el sujeto de la historia.
Esencialmente, esto representa un intento de aplicar soluciones organizaciona-
les a problemas políticos.
Los críticos del Leninismo han señalado que lo que está en cuestión no es el
indudable hecho de que los intelectuales formulan ideas. La pregunta es: ¿Debemos
adoptar formas organizacionales que institucionalicen las divisiones entre personas
con diferentes ‘niveles de conciencia’, o nos proponemos desarrollar formas que bus-
quen superar esas diferencias?
El enfoque Trotskista es consistentemente elitista: Por ejemplo, llevan a cabo
sus debates de política en secreto, para que las masas iletradas sean expuestas sola-
mente a la línea correcta según sea determinada por la vanguardia. Aparentemente
habría una terrible confusión si los trabajadores ‘inconscientes’ estuvieran expuestos
a escuchar posiciones diferentes sobre algún asunto en particular. Desde luego, dado
que cualquier organización revolucionaria que se precie está infiltrada por la policía,

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la práctica de no revelar posiciones opuestas en público significa que la policía sabe
más que la clase trabajadora sobre los debates políticos dentro del partido de van-
guardia.
Esta teoría de la conciencia es diametralmente opuesta a la insistencia de Lu-
xemburg de que la conciencia política puede obtenerse sólo a través de la más amplia
discusión posible y la participación en asuntos públicos.
Quizá la contradicción fundamental inherente al modelo del partido de van-
guardia, con su insistencia en una autoridad superior centralizada para protegerse de
que la masa militante menos ‘consciente’ tome posiciones incorrectas, es que ignora el
antiguo problema de ¿quién defiende a los defensores? Este no es un asunto teórico
vacío: La historia del movimiento Leninista entero, Trotskista o cual sea, podría fácil-
mente escribirse como la historia de un liderazgo partidista tras otro, guiando las or-
ganizaciones a callejones sin salida, derrotas y debacles, contra los deseos de gran
parte de los militantes.
Con sus divisiones arbitrarias y formales entre dirigentes y dirigidos, el partido
de vanguardia ‘democrático y centralista’ a menudo se convierte en una influencia
divisoria en el movimiento de la clase obrera, y frecuentemente termina actuando co-
mo freno a los brotes espontáneos que se originan fuera del partido. El modelo orga-
nizacional es cerrado y rígido, por lo cual el partido tiende a ser cada vez más intrínse-
co y alejado de la gente a la que supuestamente trata de llegar y representar.
Quizá la mayor ironía de la insistencia Trotskista en un partido unido y disci-
plinado bajo liderazgo centralizado, es que este modelo en realidad produce enfren-
tamiento entre distintas tendencias, discordia, y división tras división. Todo Leninista
con pretensiones de liderazgo se imagina secretamente a sí mismo como el nuevo Le-
nin, el líder infalible preparado para dividir cualquier organización que se desvíe de lo
que él ve como la línea correcta. El ‘invernadero’ del partido de vanguardia Trotskista
concentra tensiones y egos que tarde o temprano explotan.
No importa en qué otros asuntos esté involucrado, el punto de referencia pri-
mario para un Trotskista siempre es la organización Trotskista, o quizá la facción a la
que pertenece dentro de la misma. Aquellos que han estado activos en política estu-
diantil estarán conscientes que los Trotskistas son invariablemente casi siempre con-
siderados intrusos en las luchas, estafadores manipuladores que tratan de imponer en
otros su “línea correcta” predeterminada.
El mismo cuadro es evidente en las luchas obreras. Los miembros de los parti-
dos de vanguardia competidores son (justificadamente) vistos como intrusos con leal-
tades divididas y agendas ocultas, más que como trabajadores comunes y corrientes.
Aun cuando los miembros de estas organizaciones son escogidos para representar a
los trabajadores en elecciones sindicales – tal como en ocasiones lo son –, rara vez es a
causa de su política, sino más bien bajo la creencia de que a pesar de sus afiliaciones,

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se les puede confiar que trabajarán fuerte cuando se trate de quejas y negociaciones
del sindicato.
En general, las formas institucionales peculiares y los requerimientos de mem-
bresía del partido de vanguardia, y el comportamiento– a menudo sin principios – de
sus miembros, tiende a engendrar desconfianza entre trabajadores y estudiantes, y
por tanto obstaculiza considerablemente su efectividad política a largo plazo.
Con demasiada frecuencia el partido Leninista es ciego a los efectos que causa
actuar como ‘la vanguardia de la clase obrera’ sin el apoyo de los propios trabajadores.
Por ejemplo, el año pasado los Trotskistas de Toronto patrocinaron una Marcha del
Día del Trabajo, con la cantidad de 65 personas marchando sobre Yonge Street en una
tarde de sábado, coreando consignas y ondeando banderas rojas. Cualquier trabajador
sensible que hubiera participado en esa farsa se habría desmoralizado, si no por el
tamaño de la marcha en sí, por su auto-retrato de la izquierda como una banda de lu-
náticos, compitiendo con los Hare Krishnas y Fanáticos de Jesús por espacios en las
aceras, mientras los compradores de la clase trabajadora se detenían y quedaban
asombrados, o estudiadamente los ignoraban. A pesar de ello, a los organizadores de
la marcha no se les ocurriría pensar que podría haber una diferencia cualitativa – no
sólo cuantitativa – entre un desfile como ése y uno de 10 mil personas. El partido ve
sus acciones como un sustituto para aquellas de la clase trabajadora. En la publicación
interna del partido, la marcha fue reportada como un gran éxito.
Estos fracasos están en gran medida enraizados en la concepción mecanicista
de conciencia, y por tanto de revolución, por parte de los Trotskistas. Por tanto, lo
‘económico’ y lo ‘político’ son vistos como esferas diferentes correspondientes a dife-
rentes niveles de conciencia, una después de la otra, y completamente separadas. Las
‘masas’ supuestamente progresan de acción a experiencia a conciencia, mientras los
trabajadores ‘avanzados’ progresan de experiencia a conciencia a acción – un esque-
ma rígido, si es que alguna vez lo hubo –.
Lo esencial para un partido político, de acuerdo a los Trotskistas, es encontrar
los eslóganes y ‘demandas transicionales’ ‘correctos’ que pongan el proceso revolu-
cionario en movimiento y lo mantengan hacia adelante. Es un modelo mecanicista que
tiene más en común con la física del siglo XVIII – o quizá con cuentos de hadas con
palabras mágicas y puertas secretas – que con el Marxismo.
Desafortunada (o afortunadamente) el esquema vanguardista no corresponde
a la realidad. La clase trabajadora se ha mostrado bastante capaz de desarrollar por sí
misma la conciencia revolucionaria y política, así como formas de organización, en un
sinnúmero de situaciones: desde los Cartistas Ingleses de los 1830s a los Húngaros en
1956, los Cubanos en 1959 y los Franceses en 1968. La endeble excusa Trotskista de
que en estas luchas había “trabajadores de vanguardia” que lideraron a los demás no
es sólo frecuentemente falsa, sino que contradice a su propia teoría. Si durante el cur-
so de una lucha, las personas con más experiencia y conocimiento tienden de manera

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más o menos espontánea a surgir como líderes, ¿dónde queda la teoría del partido de
vanguardia? La posición de Lenin es muy clara y específica: sólo los intelectuales or-
ganizados en el partido de vanguardia pueden producir conciencia revolucionaria y
proveer un verdadero liderazgo revolucionario. La historia muestra que la teoría de
Lenin es evidentemente y específicamente incorrecta.
El líder Trotskista actual, Ernest Mandel, introduce otro argumento: Dice que
las organizaciones revolucionarias formadas por la unión de grupos locales de bases
inferiores (defendida por algunos revolucionarios europeos como la forma de cons-
truir un partido) no pudieron tomar el poder en Italia durante los disturbios en 1969,
y por lo tanto, son inviables. Este es un argumento raro viniendo de un Trotskista. Los
partidos de vanguardia Trotskistas han sido espectacularmente fracasados en comple-
tar algo significativo durante sus 40 años de historia, sin mencionar en la toma de po-
der. Si el enfoque del ‘partido desde abajo’ es juzgado como un fracaso tras 4 años,
entonces ¿qué decir del enfoque Trotskista de construcción de partido?
Otro elemento crucial de la teoría Trotskista es su actitud hacia la Unión Sovié-
tica, a la que los Trotskistas llaman un “Estado obrero degenerado”. Con esto quieren
decir que es un estado superior al capitalismo (en transición al socialismo, pero aún
sin llegar a él), pero que se ha ‘degenerado’ porque el poder está en manos de una bu-
rocracia parásita, que debe ser derrocada antes de que dicha transición pueda ser
completada. La razón por la que lo consideran superior al capitalismo es que la pro-
piedad productiva (fábricas, minas, etc.) ya no es privada, y porque el Estado planifica
la economía.
Este esquema Trotskista parecería violar el precepto Marxista básico de que las
relaciones económicas son relaciones entre personas, no relaciones jurídicas o entre
objetos. En la Unión Soviética y sus satélites, las relaciones obrero-patronales se man-
tienen, aun cuando el Estado es el propietario formal de las fábricas y la economía es
planeada por burócratas gubernamentales. Podría decirse que la única diferencia eco-
nómica esencial entre los países del bloque Soviético y los países que abogan por la
propiedad privada es que en lugar de muchos capitalistas, sólo uno, el Estado, es el
dueño de la economía.
Y la planificación y propiedad estatal son, por supuesto, fenómenos cada vez
más comunes también en Occidente – no son exclusivos de los Estados Soviéticos.
El concepto de un Estado obrero en sí, degenerado, deformado, o de otra mane-
ra, es muy dudoso. El concepto marxista de dictadura del proletariado fue una etapa
de transición corta entre el capitalismo y el socialismo. Una dictadura profundamente
arraigada no del, sino sobre el proletariado – el “Estado obrero degenerado” – no tiene
nada en común con la visión de Marx. Un “Estado obrero” en un país como Polonia o
Rumania, donde los trabajadores nunca han asumido o mantenido el poder, es absur-
do.

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Por supuesto, la cuestión no es ante todo la pregunta académica de si Rusia
debe ser considerado un estado capitalista o un estado obrero, sino las raíces políticas
e implicaciones de estos puntos de vista. La inclinación de los Trotskistas para defen-
der a Rusia como un estado obrero pone en tela de juicio toda su concepción de revo-
lución.
El historial de Trotsky es ilustrativo en este sentido. Él consideraba totalmente
aceptable el que el ‘Estado obrero’ fuera gobernado por el partido ‘en nombre de’ los
trabajadores; que hubiera jugado un papel destacado en el aplastamiento de la rebe-
lión de los trabajadores y marineros en Kronstadt; que abogara por la militarización
de los sindicatos, e insistiera en la necesidad de una dirección unipersonal de la indus-
tria en lugar del control de los trabajadores. En efecto, uno de los puntos más revela-
dores de Stalin contra los cargos de burocracia de Trotsky fue señalar que el mismo
Trotsky era el “patriarca de los burócratas”.
En Occidente, la estrategia Trotskista a menudo depende de su actitud hacia los
‘partidos obreros’ como el NDP Canadiense, y la táctica generalmente siendo una de
infiltración. Públicamente, apoyan más políticas socialistas para estos partidos social-
demócratas. Lo que realmente esperan hacer, pero no admiten públicamente, es in-
corporar a las personas más progresistas dentro del partido socialdemócrata y enton-
ces dividir a futuro. La deshonestidad fundamental de unirse a una organización pro-
fesándole lealtad mientras secretamente conspiran contra ella no es de preocupación
para los Trotskistas – pero ciertamente ayuda a explicar la desconfianza visceral con
la que a menudo son vistos.
En la práctica, la táctica de infiltración con frecuencia se convierte en su pers-
pectiva completa. Así, en 1938, los Trotskistas Canadienses decidieron “seguir concen-
trando sus esfuerzos principales en trabajar dentro del CCF, con miras a culminar sus
actividades por una pelea programática y política completa en o alrededor de la con-
vención nacional de otoño del CCF, con la perspectiva de completar la experiencia
dentro de esta organización reformista decadente”. Décadas más tarde, y tras miles y
miles de horas de trabajo, la perspectiva sigue siendo la misma y el trabajo dentro del
NDP se prolonga indefinidamente, con los infiltrados Trotskistas justo donde estaban
cuando comenzaron.
Una táctica similar es adoptada en los sindicatos: exigen públicamente a los
dirigentes más políticos de izquierda, mientras maniobran tratando de tomar control
en posiciones de liderazgo dentro de la burocracia sindical. Su perspectiva empieza
con el entendido de que es importante relacionarse con los sindicatos considerando
que tantos trabajadores pertenecen a él, pero rápidamente degenera en interminables
y generalmente infructíferos intentos de apoderarse de ellos. La táctica Trotskista
termina siendo la estrategia, y reduce en gran medida su perspectiva y su práctica.
Cuando actúan por sí mismas, las organizaciones Trotskistas parecen dirigirse
a cualquiera de los polos extremos de reformismo y extrema izquierda. Entre los dos

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grupos Canadienses principales, por ejemplo, la League for Socialist Action (SLA), con
su grupo juvenil, los Young Socialists (YS), se ha organizado desde hace años en torno
a consignas reformistas monotemáticas que nunca se integran en una perspectiva es-
tratégica total, tales como “Retiren las Tropas Norteamericanas” o “No a la Ley del
Aborto”.
El otro, el Revolutionary Marxist Group (RMG) se organiza en torno a eslóganes
tan ‘concretos y realistas’ como “Expulsar a los Generales – Obreros al Poder” (para
Chile), “Sólo Una Solución – Revolución” (para Québec), y “Por una Medio Oriente Ro-
jo”. Como es de esperarse, su orientación principal es reclutar otros izquierdistas, mi-
litantes y estudiantes – El trabajo de masas puede esperar, presumiblemente hasta
que encuentren la manera de hablar a la gente común.
En efecto, uno de los logros más consistentes de los Trotskistas a través de los
años ha sido alejar a la gente de políticas extremistas. El número de ex-Trotskistas
desprestigiados y enajenados supera en gran medida al de Trotskistas activos. Sus
obvias tácticas manipuladoras en las organizaciones en las que se infiltran tienden a
alejar a los miembros comunes, siempre alerta frente a cualquiera que se identifique
como Trotskista.
A pesar de su larga historia de divisiones y fracasos, la Cuarta Internacional
continúa aferrándose a una perspectiva que ha desprestigiado a generaciones de acti-
vistas. La mayor contribución del Trotskismo a la Izquierda, de hecho, es la multitud
de ex-Trotskistas que han continuado haciendo un buen trabajo después de dejar el
Trotskismo atrás. Uno desearía que más militantes pasaran directamente a hacer el
buen trabajo sin desviarse hacia el callejón sin salida del Trotskismo.

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