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El pastelero que rechazó a una pareja gay

divide al Supremo estadounidense


Los jueces escuchan los argumentos en el caso que marcará la pauta en la discriminación
a clientes homosexuales

Washington 6 DIC 2017 - 17:23 CET

Charlie Craig y su marido, Dave Mullins, este martes por la mañana a la salida del Tribunal
Supremo.BRENDAN SMIALOWSKI AFP

La entrada al Tribunal Supremo de Estados Unidos estaba este martes partida por la mitad. A los pies
de la imponente escalinata, en el lado izquierdo, un grupo eminentemente religioso defendía a un
pastelero de Colorado, llamado Jack Philips, que hace cinco años rechazó elaborar una tarta nupcial
para una pareja gay alegando sus ideas religiosas. A la derecha, otros activistas arropaban a los dos
jóvenes fueron rechazados como clientes por ser homosexuales. Dentro, las partes presentaban los
argumentos del que va a ser el caso del año, un punto de inflexión en los derechos civiles de los
homosexuales, y la división se calcaba: los jueces conservadores se mostraban compresivos con el
empresario y los progresistas alertaban del grave precedente que sentaría aprobar ese comportamiento.

Los hechos se remontan al 19 de julio de 2012, cuando Charlie Craig y David Mullins entraron a la
pastelería Masterpiece Cakeshop de Lakewood, en Colorado, y quisieron encargar una tarta nupcial
para celebrar su boda. El dueño se negó arguyendo que eso violentaba sus creencias. La justicia del
Estado lo condenó por discriminación, pero Philips consiguió llevar el caso hasta el Supremo, que en la
sesión de este martes abordó dónde acaba la libertad religiosa y empieza la homofobia, si un pastel
equivale a arte y si el mensaje de esta cambia en función de la orientación sexual del cliente que la
sirve en su boda.

La abogada de Philips, Kristen Waggoner, defendió que el pastel es una pieza artística y, por tanto,
apelando a la libertad de expresión consagrada por la Constitución, ninguna ley ni autoridad puede
forzar al artesano a realizar una obra contraria a sus creencias religiosas. Los jueces progresistas le
lanzaron entonces varias preguntas. Elena Kagan le planteó si, partiendo de su punto de vista, también
los peluqueros o los maquilladores podrían rechazar a parejas gais, pero Waggoner sostuvo que ellos
no hacen arte y su cliente, el pastelero, sí. Stephen Breyer le planteó si esa protección a la libertad de
expresión es aplicable cuando el pastel que le pedía no contenía ningún mensaje de apoyo a la
homosexualidad. También le plantearon si los mismo es aplicable a la raza y ella lo negó.

El pastelero considera que obligarle a elaborar una tarta para homosexuales es forzarle a usar su arte
para celebrar algo que violenta su fe, de la misma manera que tampoco haría dulces con lemas ateístas.
El problema es que su rechazo al pedido de Graig y Mullins no tiene que ver con el producto en sí, que
es el mismo Jack Philips oferta en su establecimiento a todo el mundo, sino con la identidad sexual del
que la compra. El razonamiento abre la puerta a que el chef de un restaurante, por ejemplo, rechace
servir a una pareja gay que está celebrando su aniversario en un restaurante alegando que lo suyo
también es arte.

El Supremo está formando por nueve jueces, cinco nombrados por republicanos y cuatro por
demócratas, pero todos los ojos están puestos en el juez Anthony M. Kennedy. Forma parte del primer
grupo y es considerado conservador, pero su voto en 2015 hizo posible la legalización del matrimonio
igualitario en todo el país. En la presentación de argumentos, envió mensajes en ambos sentidos de la
pugna, con lo que es difícil adivinar cuál será su postura final.
Por una parte, preguntó al procurador general Noel Francisco, que actúa de parte de Masterpiece, que si
le permitían a Philips no vender su producto a homosexuales, algún día podría poner un cartel en la
puerta advirtiendo de que no elabora tartas para parejas del mismo sexo. Cuando Francisco respondió
que sí, dijo que se trataba de una afrenta a los homosexuales. Sin embargo, luego criticó dos veces el
argumentario que la Comisión de Derechos Civiles de Colorado utilizó en su día para dar la razón a la
pareja, ya que uno de sus jueces criticaba que la religión se había usado de excusa en el pasado para
justificar la esclavitud o el Holocausto. "¿Podría esa resolución mantenerse si vemos que algunos de
sus miembros se tomó su decisión por hostilidad a la religión", preguntó el juez del Supremo, para
recalcar que la necesidad "tolerancia" por parte de aquella Comisión. El fallo del Supremo se hará
esperar hasta verano de 2018.

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