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DE DONDE VENGA LA LLUVIA

Me has preguntado: Y?
Y no sé respuesta alguna.
Y tienen aspersores las aceras,
y te insultan y te increpan
por ir de audaz, tan descalza por la vida,
y las calles resbalan hacia el lago
donde irán a beber quienes nada lamentan,
y lloras, y gritas:
mirad, aquí llueve desde la tierra,
no desde arriba como en África,
cuando nunca has estado
y pocas veces has sido fiel
contigo misma, justo las mismas
que yo me he deseado.
Y es que te amo por mi ego,
menos mal que tus calles tienen alcantarillas
por donde verter las suelas de tus pies,
las mentiras que divulgo afirmando
que me completas, que eres parte de mi vida
y de mi ser, y de mi virtud como persona,
cuando persona soy yo y jamás sabré
si lo eres tú, a no ser que me ponga en tu pellejo,
cosa, que, creo, a estas alturas de la calle
ya nunca va a suceder.
Vuélcame entonces sobre la parada del bus
y haz vaho con sus cristales para pintar despedidas
que nos hagan encontrarnos en los lugares menos comunes,
ya que los otros, los más comunes,
nos llenan de lo que otros rebosan:
el encuentro constante con el otro,
esfuerzo infinito del desencuentro con uno mismo.
Así que te espero al final de este poema:
Ya me he descalzado,
he abierto las palmas de las manos
y alzo una al cielo
y acerco otra a la tierra
para mojarme contigo,
vengas de donde vengas,
y trato ahora de conjugar hermosas imágenes
para que la emoción te corroa la espina
y pienses que sí que valgo la pena,
que soy único, que quieres amarme,
desnudarme, jugar conmigo,
creer que soy algo diferente
a lo que pensaste un día fuera diferente.
Y quiero que lo logres, que lo creas,
que te emociones, para que caigas rendida
contra mi comisura
como una corriente de agua que relame el bordillo
creyendo que siempre va a ir a su lado,
que nunca se va a secar.
Será de esa manera como volvamos a
estar húmedos y repletos de vida,
tú, por no haberte calzado en años,
yo, por haber regado mi ego.
Venga de donde venga la lluvia.

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