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¿Qué es un gatillo fácil?

- Lucas Enriquez

“¿Qué es un gatillo fácil? Un policía que sale, que se baja de un auto, que no le
gusta la cara de un chico y que le mete un tiro. Eso es un gatillo fácil”

Patricia Bullrich, Ministra de Seguridad de la Nación.

Cientos de ciudadanos son asesinados todos los años por exceso de poder de las
fuerzas de seguridad. Claro que en períodos democráticos, ya que los números se
disparan al incluir los gobiernos de facto en la cuenta. Podemos decir que los
gobiernos, en relación a sus estandartes político económicos, varían su perspectiva hacia
las libertades que otorgan a las fuerzas de seguridad.

Santiago Maldonado se ahogó en un rio de escasa profundidad. Fue encontrado


tres meses después, 500 metros río arriba. Hoy, a ocho meses de su desaparición
forzada, seguimos sin esclarecer el asunto, luchando por que se haga justicia. La lucha
es contra un gobierno que aparenta haberlo superado. Al menos sus números en los
pasados comicios legislativos, demuestran que tienen un sólido apoyo social. Es
evidente que existe un enorme cerco informativo, que asfixia todas las voces disidentes.
El día posterior a su desaparición, recuerdo haber visto resucitar a Nisman como si fuera
Jesús en semana santa. A pesar de la desinformación, una persona que vota a un
gobierno capaz de desaparecer un pibe, no sólo tiene diferencias políticas conmigo,
tenemos diferencias a nivel humano.

El caso de Santiago fue el primero en que se demostró la complicidad del


gobierno y su intento de encubrimiento, para proteger a las fuerzas de seguridad. A
partir de ese momento, nos dimos cuenta que se convertiría en una política de estado.
Sin embargo, no fue el único hecho que evidenció la intención del gobierno de
continuar con ésta política.

Hace unos meses, el Presidente Macri recibió en Casa Rosada a Chocobar,


policía que mató a un joven ladrón que escapaba desarmado, y lo felicitó por su labor,
advirtiendo que el asesino es un ¨héroe¨. Este simple gesto, es la luz verde para todos
aquellos que portan un arma; hagan lo que hagan, el Estado va a apoyarlos. Sin
embargo, lo más preocupante de ésta situación, lo encontré en las redes sociales:
cantidad de conocidos, colegas de trabajo, jubilados y trolls que emanaban el hediondo
olor a podrido setentista en sus comentarios, se jactaban de considerar que Chocobar es
una persona que estaba haciendo bien su trabajo.

Celebraron las acciones de Chocobar, incluso antes de que éste sea juzgado por
el Poder Judicial. Marcan la cancha, advierten a los jueces sobre el lado de la mecha en
que deben encontrarse. El respaldo al policía asesino, marca la nueva doctrina de las
fuerzas de seguridad, pero también evidencia una bajada de línea con doble moral. Hay
vidas que valen más que otras: que un pibe mate por un celular, está mal, pero que lo
maten por el mismo celular, es lo correcto.

¿Qué lleva a un policía, a asesinar a un ciudadano desarmado? La Ministra


Bullrich dijo en una ocasión: ¨Puede que a algún Gendarme se le haya ido la mano¨.
Pero, en realidad, puede que a mí se me vaya la mano con el azúcar para el mate;
cuando un gendarme asesina a otra persona, considero que responde a otra naturaleza.
Es la ideología dominante, que se infiltra en el imaginario de todos nosotros, pero con
mayor injerencia en los sabuesos del Estado. Les inculcan el odio al pobre, con todo lo
que eso conlleva. Las estructuras arcaicas, seudo-militares de las fuerzas de seguridad,
llevan a sus integrantes a mimetizarse con el paradigma institucional de todas ellas:
¨Hay que matarlos a todos¨.

Por acciones de este calibre, se ha intensificado la cantidad de casos de gatillo


fácil en nuestro país. El gobierno es responsable de una muerte cada 23 horas en sus
primeros dos años de gestión. Un 44% fueron casos de gatillo fácil, de los que más de la
mitad eran menores de 25 años. Más allá de la escasa cobertura mediática, que asesinen
a un joven de un barrio vulnerable no es noticia.

El gatillo fácil es una política de Estado que incorpora la Pena de Muerte en


argentina. Pero el problema es estrictamente cultural: la legitimación por parte de un
sector importante de la población, hacia situaciones de clara violencia institucional, es
preocupante. Es nuestra responsabilidad generar conciencia en el pueblo trabajador,
incentivarlos a mirar los hechos desde otra perspectiva, desde una posición alterna a la
dominante.

Hasta que no ganemos las calles, seguirán ganando terreno.

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