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4.

COMO INICIAR TU EXPOSICIÓN

Por regla general la exposición inicia con una frase que tiene como
finalidad la de captar la atención del público y la de introducir al auditorio
en el tema que se va a tratar.

Sin embargo, el expositor debe ser cuidadoso de no precipitarse al hablar.

De hecho, antes de despegar los labios, es aconsejable que el expositor


guarde silencio unos pocos segundos y pasee la mirada por el auditorio,
con seguridad, pero con naturalidad y sin arrogancia.

Esto tendrá dos efectos importantes: primero, contribuirá a dar la impresión


de que el orador está seguro de sí mismo y de que no tiene necesidad de
escudarse precipitadamente en sus argumentos, sino que observa y deja
que lo observen.

Segundo: ese silencio crea expectación. En la oratoria, al igual que en la


música, el primer movimiento es el silencio. La espera del discurso crea en
el oyente un estado especial de su atención, la cual se agudiza con el
silencio. Es en este momento cuando el público calla y atiende.

Este silencio influye positivamente en la frase inicial, también llamada


exordio, pues provoca un clima de tensión y expectativa, en el que el
público espera interpretar al orador, adivinarlo, juzgarlo, para ver si
satisfará o no su inquietud intelectual. Si el orador atina a decir lo
adecuado en el exordio, rompe esa inquietud mezclada de desconfianza.

Es por esto que en la frase inicial, en el exordio, debe notarse la más


escrupulosa corrección y limpieza de lenguaje, porque ante la tensión y
expectativa que el silencio ha producido en el auditorio, en el instante en el
que el orador pronuncia sus primeras palabras, el público detecta los
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mínimos defectos que tal vez en otro lugar pasarían inadvertidos. Por ello
es indispensable trabajar en el exordio con el mayor cuidado y
detenimiento.

El exordio debe inspirar confianza, despertar esperanzas, curiosidad y


ánimo de conocer el desenlace. Hay frases muy interesantes, que mueven
a la reflexión y que causan un gran impacto emocional, pero no por ello
pueden utilizarse como exordios “para toda ocasión” porque, en todo caso,
el exordio debe estar íntimamente relacionado con el contenido de la
disertación y no parecer pegadizo extraño zurcido al discurso.

Existen muchas maneras de empezar un discurso, es decir, hay muchos


tipos de exordios:

- Una frase célebre

- En forma coloquial

- Despertando curiosidad

- Con una frase ingeniosa

- Mostrando un objeto, etc.

¿Cuál será el exordio más apropiado para una exposición determinada? La


solución a esta cuestión dependerá de las respuestas que hayan recaído
sobre estas tres preguntas: ¿De qué voy a hablar?, ¿Ante quién voy a
hablar? y ¿Para qué voy a hablar?, así como de la necesaria coincidencia
que debe guardar dicho exordio con el estilo propio del orador.

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© D. R. Tutorial de Oratoria basado en las obras de Alexei León.

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