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El zapatismo y las ciencias sociales en América Latina’ Por John Holloway” La herencia més triste que nos deja el siglo XX es la desilusién, la pérdida de esperanza, i revisamos los debates de hace cien afos, Jo que lama la atencién es su optimismo. A revisar por ejemplo el debate entre Rosa Luxemburgo y Eduard Bernstein sobre ta ccuestién de reforma o revolucién: ambos la- dos asumian como obvio que era posible hacer un mundo mejor, que era posible erear una sociedad basada en la jus- ticia. El Gnico punto de debate era eémo hacerlo. Y luego vino la carnicerfa de las dos guerras mundiales, luego vinieron Stalin y Auschwitz € Hiroshima, més tarde vino Pol Pot y después, como golpe de remate incluso para los mas ciegos de los optimistas, vino el colapso de la Unién Soviética. Aqui en América Latina, la muerte del op- timismo ha sido més amarga todavia, Todo el entusiasmo de las luchas revolucionarias de los afios “60 y *70, ,a donde condujo? A la creacién de un estado pobre, aistado y buro- ctitico en el caso de Cuba, y en el resto de la América La- tina ala tragedia, a la masacre de miles de militants entu- siasmados y de vietimas inocentes. Si es cierto que las dic~ taduras militares han desaparecido, pero lo que queda no es mucho mejor: Ia corrupeién, la pobreza y la desigualdad so- cial van aumentando todo el tiempo. Tanto entusiasmo, zp ra qué? ;Para qué sirvieron tantas luchas? ;Para qué tantas muertas y tantos muertos? Nosotros estamos aqui, por supuesto, pero qué hay de nuestros amigos? 2Qué hay de tanta gente que admiriba- ‘mos? Para los europeos de mi generacién, es0 no es parte de nuestra experiencia personal, por suerte, pero para n chos latinoamericanos si gY para que? Para muchos, a esperanza se ha evaporado de la vida, cediendo el paso a una reconciliacién amarga con la reali- dad. No va a ser posible crear la sociedad libre y justa con ve sofdbamos, pero al menos podemos votar por un parti- “lnvestgador del lnstuto de Ciencias Sociales, Benemérita Universidad Autnoma de Puebla Especilista en teria del eta, do de centro-izquierda. Sabemos muy bien que no va a ha- cer mucha diferencia, pero nos da la oportunidad de venti- lar nuestra frustraci. Asi estrechamos nuestro horizonte,reducimos nuestras expectativas. La esperanza desaparece de muestra vida, de nuestro trabajo y de nuestro modo de pensar. Pero claro, es tamos envejeciendo, es normal. Sin embargo el problema no est ahi. El problema es que muchos de los jovenes son vielos, a veees incluso més viejos que los viejos, porque es cl mundo el que esté envejeciendo, La amargura de a historia: con ella tenemos que vivir. Como una neblna gris, penetra todo. Como cientiicos socia- les, o simplemente como académicos, estamos espec afectados. La desilusion se filtra en nuestro modo de pensa en as categorias que usamos, en las teoras que adoptamos. Foucault lo sefiala muy claramente en el primer tomo de su Historia de la Sexualidad cuando dice que “el miedo al ridiculo o la amargura de la historia nos impide a la ma- yoria de nosotros juntar revolucién y felicidad, orevolucién y placer”. Y se burla de los que quieren hablar del sexo en términos de la represién por construir un discurso “en el cual se combinan el ardor del conocimiento, la voluntad de cambiar la ley y el jardin esperado de las delicias™. La amargura de Ia historia y el miedo al ridieulo son dos lados de! mismo proc: La amargura de la historia nos ensefia que es ti 0, Se reducen las expectativas. lo ahora m1 Debates mantener Ia gran narrativa de la emancipacién humana, la gran narrativa de esperanza por una sociedad basada en la

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