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Metáfora en ridículo

-no hay otra cosa que me gustaría hacer, que estar contigo aquí, bajo las estrellas-
le susurró a su oído.
-a mí también me agrada tu presencia- suspiró sonriendo.
-¿sería ridículo si quisiera decirte puras cosas bonitas?- comentó divertido.
-no tendría mucho sentido- refutó algo misteriosa
-¿por qué lo dices?- preguntó con curiosidad.
-hay mucha maldad en el mundo, no hay razones suficientes para que me digas
cosas bonitas- argumentó con un poco de desasociego.
-el simple hecho de que estés aquí, es razón suficiente para pensar que el mundo
es un lugar maravilloso- dijo dulcemente.
Estaban embebidos de un amor inconsciente. Esos momentos que estaba con ella,
eran los que más atesoraba a cada momento, en especial en aquel lugar, era su
lugar favorito, un lugar lejos de la sociedad y el mundo de las preocupaciones, un
rincón en medio del bosque, una montañita de pasto rodeada de árboles. No había
otro lugar como ese para que su amor pudiera desarrollarse de modo tranquilo,
pacífico, como siempre lo habían deseado.
-si el mundo fuera un lugar maravilloso, me permitiría vivir más momentos felices
junto a ti- exclamó de manera romántica.
-o que este momento fuera eterno…-sugería.
-pero, ¿qué sentido perseguiría eso?, sería muy tedioso ¿no crees?- comentó no
convencida de sus palabras.
-mientras sea contigo, nada será tedioso para mí- le contestó tratando de
convencerla.
-eso crees- dijo risueña.
Él la miró, con esos ojos asombrados por el misterio que se encontraba frente a él,
ella le devolvió la mirada, esa mirada tierna que te hipnotiza; él se acercó cada vez
más hacia ella, le besó la frente cariñosamente, y se apresuró a besarle los labios,
ella lo intuyó, y el magnetismo de su amor, los hizo fusionarse en un tierno beso,
sus brazos buscaron el cuerpo del otro con ansia, y estrechándose acortaron cada
vez más la distancia que había entre los dos; sus labios exploraban ese terreno
extraño de la boca del otro, era una caricia de curiosidad por el otro, habiendo de
vez en cuando mordiditas atrevidas, que ambos se regresaban con dulzura.
Después de un momento, la pareja dejó a sus labios descansar, pidiendo una tregua
temporal con un último beso suave, un leve rose de labios; la exploración había
parecido una batalla, que los había dejado exhaustos, pero aún así, con ganas de
más.
-a mí me gustaría atesorar momentos diferentes a tu lado, no el mismo eternamente-
comenzó ella- quiero conocerte, descubrir cada detalle de ti, en diferentes
momentos, en diferentes lugares, realmente vivir el tiempo a tu lado- terminó con
una sonrisa, abrazándolo efusivamente.
-eso suena a una mejor idea, no lo había visto así- se excusó- pero si cada momeno
hay que disfrutarlo como si fuera el último, quisiera extender la duración de cada
momento.
-de acuerdo, eso sí te lo puedo pasar- le sonrió nuevamente.
Se quedaron callados varios minutos, contemplando las estrellas e intercambiando
miradas

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