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Kirchner Amo Feudo
Kirchner Amo Feudo
Otra escena, los talones de Sarkozizi, como yo lo llamo. Que él los use o mejor
aún se suba en puntas de pie para una foto al lado del gigante Obama, es un
signo de que él se juzga pequeño, demasiado pequeño. Interpreto: no es de la
talla de su cuerpo sino de la de su pene que se trata. Eso se llama
desplazamiento, una astucia conocida desde Freud ¿Puedo no obstante escribir
un artículo sobre el tema y proponerlo al diario Liberación? La respuesta es “No”.
Pero en cambio, en el momento de las últimas elecciones presidenciales, hice
llegar a Le Monde un papel explicando que Ségoléne Royal es una mamá y que
es necesario por ese hecho no votar por ella, entonces allí sí, mi papel aparecerá
sin ningún problema. He aquí cómo los medios discriminan al psicoanálisis, lo
aceptable y lo otro.
Tercera escena: una familia en automóvil, atrás tres niños entre cuatro y ocho
años. Se divierten alegremente en modular juntos en voz alta la palabra “caca” de
cien maneras posibles: ca/ca, ca/ca, ca/ca; caaaaca/ caaaaca, caaaaca/ caaaaca,
caaaaca/ caaaaca; ca/caaaa, ca/caaaa, ca/caaaa, ca/caaaa; ca/ca/ca/ca,
ca/ca/ca/ca, ca/ca/ca/ca, etc. Bastante rápidamente los padres, modernos, no
soportan más y luego de un “paren” más bien gentil terminan por levantar la voz
“¡suficiente!” Pregunta: ¿su reacción hubiera sido la misma si los niños hubieran
canturreado “cucú”?
Dicho de otra manera, más allá de lo que se piense, el escándalo que provocó el
psicoanálisis en su primer tiempo de intervención sobre la escena pública
anunciando tales interpretaciones, no es menos importante hoy que en esa época.
campo la cuestión, por otro la tan apasionante y controversial del origen del
lenguaje.
Abstención 2. Así ahora hay espacio para tomar las cosas de un poco más lejos.
La clínica psiquiátrica a diferencia de la médica no ha encontrado jamás un
estatus epistemológico estable. Uno no se sorprenderá si tomamos nota de: 1)
que las relaciones de la psiquiatría y de la neurología no han sido jamás
reguladas; 2) que desde Pinel y su célebre enfermero la psiquiatría es
sintomáticamente un personaje bífido; 3) que permanece no resuelta la cuestión
de saber a quiénes entonces sirve el psiquiatra (¿su paciente o bien el orden
social?); 4) que no se efectúo el pretendido corte de una psiquiatría que se
reivindica científica, con las instituciones religiosas encargadas de la locura1.
Sobre tan dudosas bases, no se puede producir un saber serio.
Este señalamiento puede ser formulado de otra manera; el lugar del analista no
está cerca del Príncipe. Él no sabría ser su consejero, ni aceptar un
reconocimiento oficial. Y tampoco del lado de aquellos que se levantan contra el
Príncipe, los príncipes del futuro, si los vientos de la historia le son favorables.
Lacan reconocía la existencia de un poder del analista, pero era para precisar que
el analista se abstiene de usarlo. “Poder no poder” era por otra parte su definición
de la impotencia. Puesta en juego de manera apropiada, la impotencia o mejor lo
que prefiero llamar la “fragilidad” del analista (puesto que la impotencia está
demasiado marcada por un falicismo no castrado), es un operador determinante
en el análisis. Es la impotencia en el momento de giro de un análisis, la que a
menudo tomando la forma de una abstención va al encuentro de la libertad del
analizante.
[gracielagraham@yahoo.com]
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1. Cf. Hervé Guillemain, Diriger les consciences, guérir les âmes. Une histoire
comparée des pratiques thérapeutiques et religieuses, Paris, La Découverte, 2006.
2. Marco Decorpéliada, Schizomètre, Paris, Epel, 2010.