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Bienvenidos Al Desirto de Lo Real. Zizek PDF
Bienvenidos Al Desirto de Lo Real. Zizek PDF
La sabiduría común de los liberales tiene una respuesta rápida para eso: los
extremos –el “totalitarismo” de izquierda y de derecha– coinciden en su rechazo de la
democracia y, hoy en día especialmente, en su falta de mutua adaptación a las nuevas
tendencias de la economía global. Adepariencia de la opción en la que básicamente no
hay ninguna. Los dos polos convergen en su política económica (véanse recientes
celebraciones, de parte de Clinton y de Blair, de la “estricta política fiscal” como la opinión
clave de la izquierda moderna: la estricta política fiscal sostiene el crecimiento económico,
y el crecimiento nos permite cumplir con una política social más activa en nuestra lucha
por una mejor seguridad social, educación, salud...). Su diferencia es por último reducida
a los comportamientos culturales opuestos: su “apertura” multiculturalista, sexual, etc.,
versus los “valores familiares” tradicionales (de manera típica, esta es la opción derechista
que se dirige y alcanza a movilizar lo que queda de la “clase obrera” central en nuestras
sociedades occidentales, mientras que la “tolerancia” multiculturalista se ha convertido en
el motivo recurrente de las nuevas “clases simbólicas” privilegiadas: no debe sorprender a
nadie el hecho de que, en el ridículo espectáculo de Giuliani versus la exposición de arte
Sensation, el capital corporativo estaba en el lado de Sensation). Esta opción política no
puede sino recordarnos el problema que sentimos cuando queremos un edulcorante
artificial en una cafetería norteamericana: la siempre presente alternativa del Nutra-Sweet
Equal y el High & Low, de bolsitas azules y rojas, en donde casi cada uno tiene sus
preferencias (evite las rojas, tienen sustancias cancerígenas, o viceversa...) y este apego
ridículo a la opción de cada uno no hace sino acentuar el absoluto sin sentido de la
alternativa. (¿Y acaso no sucede lo mismo para los talk-shows nocturnos, en donde la
“libertad de opción” está entre Jay Leno y David Letterman? ¿O para las gaseosas: Coca
o Pepsi?)
En el congreso del Front National hace un par de años, Le Pen subió al escenario a un
argelino, un africano y un judío, los abrazó y le dijo al público reunido: “Ellos son tan
franceses como yo –¡son los representantes del gran capital multinacional, ignorando su
deber hacia Francia, quienes constituyen el verdadero peligro para nuestra identidad!”
Hipócritas como son estas declaraciones, son no obstante la señal de cómo la derecha
populista se dirige a ocupar el terreno dejado vacante por la izquierda. Aquí el nuevo
centro liberal democrático juega un doble juego: coloca a la derecha populista como
nuestro enemigo en común, mientras manipula eficazmente este cuco derechista para
hegemonizar el terreno “democrático”, i.e. para definir el terreno e imponerse sobre su
verdadero adversario, la izquierda radical. Así, confundidos como pueden estar, sucesos
como el apoyo de Fulani a Buchanan no son otra cosa sino finalmente el desesperado
intento de la izquierda radical de escapar de la hegemonía de la “izquierda postmoderna”
de la Tercera Vía: en esta sobrecogedora, monstruosa coalición, la izquierda de la
Tercera Vía recibe de vuelta su propio mensaje en forma invertida –verdadera. Dicho en
corto, el sobrecogedor matrimonio de Fulani y Buchanan es un síntoma de la izquierda de
la Tercera Vía.
El principal problema político de hoy en día es: ¿cómo rompemos este consenso
cínico? La democracia formal en sí misma no debe ser fetichizada aquí –su límite está
perfectamente delineado por la situación venezolana luego de la elección del General
Chávez a la presidencia en 1996. Él ES “autoritario”, carismático, antiliberal, populista,
PERO uno TIENE que tomar ese riesgo en la medida en que la democracia liberal
tradicional no está en capacidad de articular algún tipo de demandas radicales populares.
La democracia liberal tiende hacia las decisiones “racionales” dentro de los límites de lo
(que es percibido como) posible; para gestos más radicales, las estructuras carismático
proto-“totalitarias” con lógica plebiscitaria, en las que uno “elige libremente las soluciones
impuestas” son más eficaces. La paradoja a asumir es que en la democracia, los
individuos tienden a permanecer pegados al nivel de “adorar los bienes” – a menudo SÍ se
necesita un Líder para estar en capacidad de “hacer lo imposible”. El Líder auténtico es
literalmente el Único que me permite efectivamente escogerme a mí mismo –la
subordinación a él es el mayor acto de libertad.
A pesar de que la novela fue escrita a mediados de los 50s, uno puede decir que
Highsmith se adelanta a la reescritura terapéutica actual de la ética en
“recomendaciones”, que uno no debería seguir demasiado a ciegas. Ripley se detiene
sencillamente en el último escalón en esta reescritura. No matarás –a menos que no haya
otra manera de encontrar la felicidad. O, como la misma Highsmith declara en una
entrevista: “Podría ser calificado de psicótico, pero no lo llamaría demente porque sus
actos son racionales. (...) Lo considero más bien una persona civilizada que mata porque
tiene que hacerlo”. Ripley no se parece así en nada al “American Psycho”: sus actos
criminales no son frenéticos passages a l’acte, estallidos de violencia en los que descarga
la energía acumulada por las frustraciones de la vida cotidiana yuppie. Sus crímenes
están calculados con un razonamiento pragmático sencillo: hace lo que es necesario para
alcanzar su objetivo, la vida acomodada de los suburbios exclusivos de París. Lo que es
realmente inquietante en él, por supuesto, es que de alguna manera parece perder el más
elemental sentido ético: en la vida diaria, es en general amigable y considerado (aunque
con un toque de frialdad), y cuando comete un asesinato, lo hace con el mismo
remordimiento que uno siente cuando tiene que realizar una tarea desagradable pero
necesaria. El es el psicótico final, la mejor ejemplificación de lo que Lacan tenía en mente
cuando decía que la normalidad es la forma especial de la psicosis –de no estar atrapado
traumáticamente en la telaraña simbólica, de mantener “libertad” respecto del orden
simbólico.
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En los últimos días de 1999, la gente de los alrededores del mundo (occidental) fue
bombardeada por las numerosas versiones del mismo mensaje que encarna
perfectamente el estallido fetichista “lo sé perfectamente bien, pero...” . Inquilinos de las
grandes ciudades empezaron a recibir cartas de los administradores de los edificios,
diciéndoles que no había de qué preocuparse, que todo estaría bien, pero que de todos
modos llenaran sus tinas de agua y prepararan una provisión de comida y velas; los
bancos estaban diciéndoles a sus clientes que sus depósitos estaban a salvo, pero que a
pesar de ello debían proveerse con algo de efectivo y tener a mano su estado cuenta;
hasta el alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, quien repetidamente calmó a sus
ciudadanos con el mensaje de que la ciudad estaba bien preparada, pasó no obstante la
noche de año nuevo en el bunker de concreto al interior del World Trade Center,
asegurado en contra de armas químicas y biológicas...
¿La causa de toda esta ansiedad? Una no entidad usualmente referida como el “Millenium
Bug”. ¿Somos conscientes de cuán siniestra es nuestra obsesión con el Millenium Bug?
¿Y cuánto de esta obsesión es acerca de nuestra sociedad? El Bug no sólo fue generado
por el hombre; uno puede incluso localizarlo de manera precisa: debido a la poca
imaginación de los programadores originales, las estúpidas máquinas digitales no sabían
cómo leer el “00” a la medianoche del 2000 (1900 o 2000). Esta sencilla limitación de la
máquina fue la causa, aunque la brecha entre la causa y sus efectos potenciales era
inconmensurable. Las expectativas fueron desde la tontería hasta el terror, ya que incluso
los expertos no sabían exactamente qué pasaría: tal vez el desbarajuste total de los
servicios sociales, tal vez nada (que fue efectivamente el caso).
Aquello que realmente se convirtió en una amenaza para nosotros bajo el nombre
de Millenium Bug fue la suspensión del Matrix. Aquí podemos ver en qué sentido The
Matrix (la película) estaba en lo cierto: la realidad que abandonamos está tan regulada por
la super poderosa e invisible red digital que su colapso puede crear una “real”
desintegración global. Razón por la cual es una peligrosa ilusión reclamar que el Bug
pudo haber traído una liberación: si estuviéramos a punto de ser privados de la red digital
artificial que interviene y sostiene nuestro acceso a la realidad, no encontraríamos vida
natural en su verdad inmediata, sino la insoportable tierra baldía –“¡Bienvenidos al
desierto de lo real!”, como es ironicamente felicitado Neo, el héroe de Matrix, en el
momento en que ve la realidad tal como es, sin el Matrix.
¿Qué es entonces el Millenium Bug? Tal vez el último ejemplo de lo Lacan llamó
objet petit a, el “pequeño Otro”, la causa-objeto del deseo, una pequeña partícula de polvo
que le da cuerpo a la ausencia del gran Otro, el orden simbólico. Y es aquí en donde
aparece la ideología: el Bug es el sublime objeto de la ideología. El término mismo es
elocuente respecto de sus tres significados: un glitch/defecto; un insecto; un fanático. Este
desvío del significado realiza la operación ideológica más elemental: una simple pérdida
imperceptible o glitch, adquiere una existencia positiva, convirtiéndose en un “insecto”
incómodo con el don de cierta actitud psíquica (fanatismo) –y el mal funcionamiento
adquiere súbitamente una causa, un fanatismo que debe ser exterminado como un
insecto... y ya estamos de lleno en la paranoia. Hacia fines de diciembre de 1999, el
principal periódico esloveno de derecha puso como titular: “¿Es realmente un peligro –o
una cortina de humo?”, dando a entender que ciertos oscuros círculos financieros
auspiciaban el pánico del Y2K y que sería usado para poner en marcha un gigantesco
fraude... ¿No es el Bug la mejor metáfora animal para una imagen antisemítica de los
judíos: un insecto rabioso que introduce la degeneración y el caos en la vida social, la
verdadera causa oculta de los antagonismos sociales?
Tal vez de este modo, uno puede concluir con un modesto argumento marxista:
desde que la red digital nos afecta a todos, desde que ES la red la que regula ya nuestra
vida diaria hasta en sus rasgos más comunes como las reservas de agua, debe ser
socializada de alguna manera. ¿Es esta una medida “totalitaria” amenazando con imponer
un control sobre el ciberespacio? SÍ.