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CAPILLA SF
El nómada y la siembra
El hombre niño vivía tironeado entre el miedo y el asombro. Y cada una de esas
realidades las vivía por sí mismas; desconectadas las unas de las otras.
Cuando el trueno bramaba, acurrucado en su caverna temblaba por su vida. Toda su
vida se refería a la tormenta en ese momento.
Cuando el sol aparecía, olvidaba el vendaval y gozaba del fresco aire y de la luz.
El hombre niño era recolector. Dividía a los árboles entre frutales y silvestres, según
le dieran fruta o no. Distinguía a los animales entre mansos y salvajes. Llamaba manso
al animal que lo acompañaba, y salvaje al que le huía o lo atacaba.
No. No era un turista. Se sentía menos importante que la tierra, a la que no sentía
como amante sino como madre. No era un turista, era un nómada. Vivía de la
búsqueda: por eso florecía en asombros y se marchitaba en angustias. Vivía de lo que
encontraba y por eso trashumaba por la tierra en busca de frutos, raíces y semillas.
Gozaba y sufría al ritmo de sus hallazgos y de sus decepciones. No comprendía el
porqué de la dureza del carozo encerrado en el dulzor de la fruta madura. A veces,
presionado por el hambre al final de los inviernos, volvía a buscar el carozo y se
entristecía al encontrarlo germinado en tallo, inútil ya como alimento. Y se iba
decepcionado sin entender el sentido del carozo. ¡Cuántas veces malgastó frutas y
desperdició semillas, porque tenía ya el hambre saciada! Pero la tierra madre velaba
por su hombre niño, y recogía esas semillas y esas frutas mordidas a medias, para
hacerlas germinar en nuevas entregas.
Tal vez haya sido su decepción hecha experiencia frente al germinar de los carozos;
tal vez haya sido el hambre o su recuerdo en los días de abundancia. Lo cierto es que
a medida que iba creciendo, el hombre niño se fue aquerenciando en la tierra. Se dio
cuenta de que podía ser algo más que recolector. De que si sembraba una semilla,
luego de la espera tendría allí un puñado de semillas; de que si regaba una planta, la
planta florecía. Comenzó a realizar actos de fe en la tierra; y sembró esa tierra con
amor y tuvo en ella esperanza.
Y el hombre se hizo agricultor y sedentario.
Ya no buscaba semillas en la tierra; sembraba la tierra con semillas y aguardaba las
cosechas. Conoció que la tierra tiene sus ciclos, y aprendió a respetar los ciclos de la
tierra. Y se dio cuenta de que eso tenía que ver con las estrellas. Mucho tiempo
después, cuando se convirtió en navegante, descubrió que su tierra también era como
una estrella. Que también él navegaba en los espacios, habitante de una estrella.
Porque lo importante, lo que alimenta a un hombre que ha crecido, no es la
habilidad para encontrarle sentido a la vida. Lo que importa es ponerle sentido a cada
acontecimiento de nuestra vida. Dios nos ha regalado una semilla: su Palabra. Su
palabra para nosotros; su plan concreto para sembrar nuestra vida. A nosotros nos
toca, bajo su mirada buena, sembrar de sentido los acontecimientos de nuestra vida,
que marcha hacia la trilla violenta de la muerte, donde lo que perdurará será la
semilla, teniendo que abandonar el rastrojo que hasta allí la hizo posible.
La fidelidad brota de la tierra,
de arriba viene la lluvia (Salmo 84).
Habita tu tierra,
y practica la lealtad (Salmo 36).
publicado en el libro La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.
Actitud: Es la forma de actuar de una persona, el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas. Es la disposición
que uno manifiesta cuando hace las cosas o realiza una actividad. La actitud puede ser buena o mala. El Papa Francisco en EG nos
da una ayudita.
Cara de vinagre: EG 85: 85. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la
audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y
desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de
antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de
antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos . Aun con la dolorosa conciencia de las propias
fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia,
porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2ª Cor 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo
tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es
hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y
egocéntrica.
cara de funeral EG10: La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se
acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la
seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea
evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos
otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en
definitiva la misión». Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de
funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor , «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando
hay que sembrar entre lágrimas [...] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así
recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o
ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la
alegría de Cristo».
Repasando l¿Cuáles son las emociones a menudo condicionan nuestras actitudes a la hora de actuar.? (Se suscita el diálogo y
ejemplos con la asamblea)
2..2.- La Palabra nos ilumina. (1ªPe. 3,8-15) y nos permite confrontar con la vida.
Repasamos la lista de actitudes buenas y malas y teniendo a la vista los aportes de 2.2 “c” se presentan las actitudes que sugiere
la carta de S. Pedro habiendo entregado a todos el texto correspondiente. (1ªPe. 3,8-15). Se sugieren estos pasos, uno a la
vez. a).-Se introduce la lectura de la Palabra con un momento de silencio y un canto al Espíritu Santo.
b).- Luego se lee el texto. (1ªPe. 3,8-15). (todos tienen copia)
c).- Se invita a un “cuchicheo” sobre el texto destacando las palabras que indican actitudes.
d).- Finalmente se invita a compartir y escuchar.
Cada grupito de cuchicheo informa y se apuntan los aportes.
Exteriormente tenemos señales de crecimiento físico y envejecimiento. En lo que se refiere a la madurez espiritual de la cual surge
la acción pastoral tenemos también una tabla de crecimiento. La tabla de crecimiento espiritual tiene entre otras, estas cuatro
señales para construir la propia vida y la de la comunidad:
. Actitudes correctas
. Respuestas correctas
. Motivos correctos
. Estímulos correctos
1.- Actitudes correctas. - (1 Pd. 3.8) : En fin, vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense como
hermanos, sean misericordiosos y humildes.
Nuestras actitudes determinan el que podamos abrir y vivir nuevos horizontes. Dios nos creó con las condiciones para ser
ganadores, no fracasados; para ser comunidad, no islas. Nos concibió con todas las condiciones para salir adelante, por encima de
las circunstancias que enfrentemos cualesquiera que sean.
Lamentablemente la condición de pecado del género humano nos lleva a dejarnos dominar por los pensamientos de derrota que
siembra nuestro enemigo espiritual, si se lo permitimos. Es su forma de atacar nuestro presente y futuro, sembrando pensamientos
orientados al fracaso, a la división, al aislamiento, al encierro.
La actitud es determinante para avanzar, estancarse o retroceder en el proceso de crecimiento personal y comunitario. La actitud es
determinante para disfrutar la vida o amargarnos cada instante de la existencia personal y comunitaria.
Alcanzamos nuevos niveles de vida de participación y comunión cuando adoptamos la actitud correcta en nuestra relación con Dios,
con nosotros, en las relaciones interpersonales y en la forma como enfrentamos las circunstancias (Prov. 23,7 c).
Jesucristo subrayó la importancia de poner en orden nuestro mundo interior (Lc 6,43-45).
La verdadera transformación ocurre desde nuestro mundo interior hacia nuestro mundo exterior.
Recordamos de nuevo las reflexiones de Papa Francisco (EG. 10 y 85) sobre la cara de vinagre y la cara de funeral.
Por lo tanto para desarrollar actitudes que nos lleven a un nuevo estilo de acción y de presencia nos pueden servir estos principios
sobre las actitudes:
1.- Para empezar: La actitud que usamos al iniciar una relación, un proyecto o fijarnos un propósito, determina si lo
concluiremos o lo dejaremos a medio terminar. Las dos actitudes que asumieron cada uno de los espías enviados a reconocer la
tierra prometida. (cfr. Núm 13,26-33).
2.- La perspectiva: La actitud determina si tengo perspectivas de lograr o no lo que me propongo: Todo depende de lo que
guardamos en el corazón (Prov 4,23. 35-39)
3.- Los problemas: Nuestra actitud determina si convertimos los problemas en gigantes o en oportunidades de bendición
(Rom 8:28)
4.- Y los otros: Nuestra actitud hacia los demás, determina el trato que recibiremos (Lc 6:31)
5.- Y las circunstancias: Nuestra actitud frente a las circunstancias adversas y situaciones que nos rodean, puede convertirse
en actitud amiga o actitud enemiga. Obra a nuestro favor o en contra (Mc 9:23).
6.- Y la realidad: Nuestra actitud determina si somos felices con lo que tenemos o vivimos infelices por lo que no tenemos (Ecle
2:11; 3:12, 13)
7.- A mi me toca: Nuestras actitudes negativas cambiarán cuando decidamos cambiarlas. Nadie me obliga a hacerlo (Deut.
30:19)
8.- Ajustar: Nuestras actitudes deben ser sometidas a un ajuste constante, desechando pensamientos negativos (Fil. 4:8)
9.- Contagio: Nuestras actitudes son contagiosas. Para bien o para mal.
Conclusión: