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Descolonizacion Aymara PDF
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Descolonización aymara
Ritualidad y política
(2006-2010)
3
Anders Burman
Descolonización aymara
Ritualidad y política
(2006-2010)
4
DL:
ISBN:
Producción:
Plural editores
Av. Ecuador 2337 esq. c. Rosendo Gutiérrez
Teléfono: 2411018 La Paz, Bolivia
e-mail: plural@plural.bo / www.plural.bo
Impreso en Bolivia
5
Índice
Reconocimientos............................................................................................. 9
primera parte
Introducción
I. Introducción................................................................................................. 23
Tupaj Katari descuartizado......................................................................... 23
Un problema y algunas consideraciones teóricas iniciales........................ 31
Trabajo de campo y método....................................................................... 38
Perfil del libro . .......................................................................................... 42
SEGUNDA PARTE:
La enfermedad
(Usu)
TERCERA PARTE:
Curación
(Qulla)
VII. El ser nativo ............................................................................................ 159
Diagnóstico................................................................................................. 159
Llamado del ajayu ...................................................................................... 160
El ajayu de Tupaj Katari............................................................................. 162
reconocimientos 7
CUARTA PARTE:
Conclusiones
X. Conclusiones............................................................................................... 253
Colonialismo y enfermedad....................................................................... 253
Descolonización y curación........................................................................ 255
Otredad e identidad . ................................................................................. 256
Incorporación e indianización . ................................................................. 259
¿Y qué de la antropología?......................................................................... 261
Glosario........................................................................................................... 263
Bibliografía...................................................................................................... 267
9
Reconocimientos
con el financiamiento para realizar las investigaciones en las que este libro está
basado.
Debo expresar mi profundo amor y aprecio a mi esposa Mirna Ticona, que me
introdujo al mundo aymara y todavía me deja subir las cumbres de las montañas
a su lado. Finalmente, dedico este libro con mucho amor y cariño a nuestras hijas
Uma y Kiswara.
13
Pero más allá del caso célebre del Taki Onqoy, pienso que los historiadores y
demás estudiosos podrán aprovechar este énfasis de Anders sobre la sanación del
cuerpo y el espíritu para acercarse a percepciones indígenas de la opresión y la
salvación.
2. Lo ajeno y lo propio: El manejo de fuerzas “extrañas” y “nativas” por los
maestros, elementos que ellos distinguen con cuidado y sofisticación, corresponde
con las estrategias de los activistas etno-políticos. Aun con las distinciones, no
es suficiente pensar en una dicotomía simple y rígida entre los dos polos. Según
Anders, “hay mucho más en el proceso de descolonización que una polarización
de la ‘cultura aymara’ y la ‘cultura occidental colonial’” (65), y los dos elementos
tienen “fronteras porosas y superposiciones”. Lo nativo –así como el espíritu o
ajayu en la concepción aymara– tampoco es visto como una esencia cultural fija e
inmutable por los maestros. Uno de los objetivos principales del libro es apreciar
estas complejidades y sutilezas.
Las analogías encontradas por Anders entre las estrategias de los maestros y
aquellas de los activistas aymaras son de gran interés histórico. Como Anders se-
ñala muy acertadamente, las maneras de manejar estas fuerzas espirituales hoy es
muy similar a los proyectos que hemos encontrado en los movimientos indígenas
insurgentes en el siglo XVIII. Por ejemplo, durante las movilizaciones, los indígenas
diferenciaban claramente entre las esferas de lo propio y lo ajeno, y entendían que el
desorden y malestar colonial resultaba de la presencia inapropiada de extraños en el
ámbito nativo. Se proponía entonces que los españoles sean expulsados de las tierras
andinas y que volvieran a su lugar de origen. Como planteaba Tupaj Katari durante
el cerco a La Paz, “los pondré en sus caminos” y así “cada uno irá a su lugar”. Esta
política corresponde justamente con el esfuerzo ritual de los maestros de expulsar
a espíritus cuya intromisión ha provocado efectos malignos y dañinos.
Sin embargo, en la documentación histórica encontramos otra tendencia
aparentemente contradictoria con la de la expulsión. Existen múltiples ejemplos
de intentos durante las insurgencias de convertir lo ajeno en algo propio, es de-
cir un proceso de “indianización”. En estos casos, los españoles debían vestirse
a la usanza de los indios y pijchear coca. Debían jurar fidelidad a la comunidad,
obedecer sus normas y seguir la voluntad colectiva. En un caso, los vecinos de
pueblo fueron obligados a constituir un nuevo ayllu de españoles bajo la autoridad
indígena comunal. Estos casos de absorción de lo extraño dentro de lo nativo
ocurrían bajo condiciones excepcionales de control indígena. En la práctica de
los maestros contemporáneos, se trata de un proceso definido por Anders como
una “incorporación condicionada”.
Si bien existen estas opciones distintas dentro del complejo cultural andino,
¿en qué momento se recurre a una y no a la otra? Pues esto depende de la sensi-
bilidad, la intuición, el juicio de los maestros o de los dirigentes que conducen el
proceso descolonizador, tomando conciencia de las circunstancias cambiantes y
Prólogo 17
Sinclair Thomson
Agosto 2011
21
PRIMERA PARTE:
Introducción
23
I
Introducción
1 Tupaj Katari fue el nombre de guerra adoptado por el comerciante aymara Julián Apaza
cuando comandó la rebelión en 1781. Significativamente, en lo que es actualmente Perú, otro
importante alzamiento indígena fue encabezado por Tupaj Amaru, y amaru es el equivalente
quechua de katari.
2 De acuerdo con el historiador Sinclair Thomson (2006: 19, 24), las partes del cuerpo fueros
exhibidas en cinco lugares diferentes: la cabeza en K’ilik’ili, en la actual ciudad de La Paz; el
brazo derecho en Ayoayo y después trasladado a Sicasica; el brazo izquierdo en Achacachi;
la pierna derecha en Chulumani y la izquierda en Caquiaviri. Además, de acuerdo con los
Maestros, el corazón de Katari fue expuesto en La Ceja de El Alto.
3 En la región andina cualquier artesano o chofer es llamado “maestro”. Sin embargo, “maes-
tro” es también una denominación coloquial, pero también de respeto, a los que ofician los
rituales. Cuando escribo “Maestro” me refiero a un especialista en rituales que puede ser yatiri,
ch’amakani, qulliri o amawt’a.
4 Los Maestros y los documentos discrepan con relación a la cremación. Mientras los Maestros
indican que todo el cuerpo fue cremado, los documentos mantienen que fue sólo la cabeza
(Sinclair Thomson, comunicación personal, Gotemburgo, 22 de febrero de 2009).
24 Descolonización aymara
alimenta fundamentalmente del olor y del humo y el mal olor producido por la quema
de un cuerpo humano dañaría su espíritu, es decir su ajayu. Esto, sumado al hecho que
Tupaj Katari sufrió una muerte violenta, ha conducido a muchos Maestros a sostener
que su tarea no es sólo una cuestión de reconstituir lo que ha sido descuartizado, es
decir el cuerpo de Tupaj Katari; sino una cuestión de curar la enfermedad que ha
producido el Colonialismo; es decir curar el ajayu de Tupaj Katari.
Como Tupaj Katari –el nombre puede traducirse como la Serpiente Resplan-
deciente– representa actualmente mucho más que el líder rebelde del pasado, el
significado cultural y las implicaciones políticas y existenciales de la reconstitución
de su cuerpo y la curación de su ajayu deben ser analizados cuidadosamente y con
sensibilidad. Tupaj Katari es el mártir y héroe cultural aymara, es la personificación
de la resistencia y la rebelión anticolonialista y es el ancestro arquetípico aymara.
Su ejecución por descuartizamiento se ha convertido en el acto que per se sim-
boliza el colonialismo. No es entonces una coincidencia que las más importantes
expresiones ideológicas, intelectuales y políticas que se alzaron contra el Colo-
nialismo en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado surgieron
con denominaciones tales como katarismo y tupakatarismo. Como un arquetipo
ancestral, Tupaj Katari es el símbolo de la antigua grandeza y expresa el esfuerzo
colectivo de restauración del orden nativo precolonial.
Existen muchas leyendas y relatos sobre los hechos de Tupaj Katari durante su
vida y después que demuestran su relevancia como símbolo, ícono y quintaesencia
cultural. Una importante leyenda indica que las partes del cuerpo descuartizado
de Tupaj Katari se están moviendo debajo de la tierra y eventualmente se van a
juntar.5 Siguiendo el significado de katari6, estas partes en movimiento pueden
causar terremotos (cf. Montes 1999: 82). Pero el movimiento que empezó el 11
de noviembre de 2006 ya no fue subterráneo sino una peregrinación a plena luz
del día por el paisaje andino hasta el pueblo de Peñas que era su destino final.
El cuerpo de Tupaj Katari está en movimiento y, de acuerdo a la leyenda, el día
cuando se reconstituya, los aymaras como pueblo y como nación se reunirán y
se cumplirá la profecía que según la tradición Tupaj Katari emitió antes de su
muerte: “Yo muero, pero volveré y seré millones”.
La primera vez que vi a don Valentín fue el 21 de enero de 2006. Yo estaba entre
los miles de entusiastas que habían llegado al lugar simbólico de Tiwanaku para
5 Existen obvios paralelismos con la leyenda de Inkarrí, que anuncia, con tonos mesiánicos,
el regreso del Inca y la expulsión de los españoles (Montes: 1999: 220ff). Estas resonancias
milenaristas ocurren también en las leyendas relacionadas con Tupaj Amaru.
6 La palabra aymara para “serpiente”, Katari se refiere a un reptil subterráneo con características
mitológicas.
introducción 25
saludar la posesión del primer presidente indígena de Bolivia, Evo Morales Ayma,
que iba a ser consagrado como autoridad por los Maestros en la pirámide de Aka-
pana en una extraordinaria e innovadora ceremonia.7 Don Valentín estaba vestido
con una túnica blanca bordada con imágenes tiwanakotas que él mismo había
diseñado. Estaba acompañado por su esposa, su hijo y su hija y otros Maestros.
Don Valentín era el Maestro encargado de realizar la ceremonia y el encargado
de confiar al Presidente electo el bastón de mando. Era el encargado de legitimar
oficialmente a Evo Morales como el presidente indígena y como el presidente de
los indígenas. Hay Maestros que puntualizan que en esa ceremonia, al consagrar
a Evo Morales en Tiwanaku, don Valentín lo conectó con los ajayus, los espíritus,
de esa importante wak’a8, a cuyo poder ancestral el presidente desde entonces
obedece. Otros lo caracterizan como un espectáculo sin mucha importancia. Pero
nadie podía haberse imaginado en ese entonces que don Valentín iba a caer en
desgracia y que cuatro años más tarde el vicepresidente Álvaro García Linera iba
a tener que desmentir públicamente que don Valentín fuera el Maestro personal
del Presidente.
Por entonces, todavía no conocía personalmente a don Valentín. Pero, como
la ceremonia en Tiwanaku marcó el inicio de un año de intensa actividad política,
espiritual y ritual en calles y plazas, en la cumbre de las montañas y en las llanuras;
en los edificios gubernamentales y en los ministerios, nuestros caminos se cruzaron
eventualmente. Unos meses después, don Valentín ya se había convertido en uno
de mis guías en los caminos políticos y espirituales por los que transita un creciente
número de hombres y mujeres aymaras del campo y la ciudad. Don Valentín fue
también el Maestro que me presentó al pequeño grupo de Maestros y activistas
aymaras que se habían reunido para hacer realidad la idea de la reconstitución
política y espiritual del cuerpo de Tupaj Katari y la curación de su ajayu. Cuando
pregunté a Don Valentín de dónde provino esa idea, me respondió así:
7 Tiwanaku es un sitio arqueológico ubicado cerca de la ribera sudoeste del lago Titicaca.
Fue la capital administrativa y religiosa de una importante civilización que floreció durante
siglos hasta desaparecer alrededor del año 1000 D.C. Como se trata de un centro de impor-
tancia arqueológica y cultural, Tiwanaku, aparece en el discurso político en la actual Bolivia
como un concepto de legitimación tanto para nacionalistas mestizos y criollos así como para
indianistas-kataristas; aunque ambos grupos difieren en la interpretación de su origen y sus
características.
8 Wak’a se traduce frecuentemente como “lugar sagrado”. Sin embargo, de acuerdo con mis
informantes (ver también el Capítulo 6) wak’a no se refiere sólo a un lugar físico; sino también
a una cualidad especial propia de las piedras, los tejidos, los animales y hasta los seres humanos.
El concepto ha sido estudiado por Astvaldsson (1997 y 2000a), Bouysse-Cassagne y Harris
(1987) y Duviols (1977). Además, “sagrado” no debería entenderse en este caso como “sepa-
rado” o “apartado”; sino como una cualidad que envuelve a un todo integrado e integrador,
lo completo.
26 Descolonización aymara
Me inspiró Tupaj Katari. Durante 225 años, el ajayu de Tupaj Katari ha estado
vagando, llorando de pena. Nos llamó y nosotros lo escuchamos como un eco en
las montañas.
Antes de comenzar el ritual para recomponer las partes del cuerpo, don Va-
lentín informó a todos sobre sus planes: “Cuando salga el sol, después de pagar la
misa11 para Tupaj Katari voy a iniciar y consagrar a dos jóvenes hermanos”. Uno
de estos jóvenes era Tuqapu.
Después de que la tierra de los seis diferentes lugares fue reunida en el recipiente
de cerámica, el ajayu de Tupaj Katari fue convocado por los Maestros. Tuqapu,
el nombre aymara que el joven prefería antes que su nombre cristiano, es decir
colonial, que aparece en su carnet de identidad, cerró los ojos y se dirigió silen-
ciosamente a Tupaj Katari.12 Unas semanas más tarde, cuando me habló sobre lo
sucedido aquella noche, tenía los ojos resplandecientes cuando me dijo: “Tupaj
Katari estuvo presente, su ajayu estaba allá, sin duda”.
Diez años antes, una profunda crisis existencial había llevado a Tuqapu a
seguir diferentes Maestros como un “Soldado” buscando en sus enseñanzas
otorgar sentido y felicidad a su vida. Viajó a lugares “sagrados”, aprendió el
idioma aymara y visitó las comunidades rurales de sus abuelos. A medida que
avanzaba en su búsqueda espiritual, también se relacionó con el movimiento
político indianista-katarista.13 Actualmente es uno de los iniciados y, aunque
todavía vacila en considerarse un Maestro, tiene derecho de llamarse yatiri (“la
persona que sabe”). Para Tuqapu el Maestro fue don Valentín, quien lo inició en
Peñas haciéndole arrodillar y besar la tierra en el lugar donde Tupaj Katari fue
descuartizado 225 años antes.
Aquella madrugada, antes de la iniciación de Tuqapu y que la misa fuera
encendida, se escucharon varios discursos. Uno de los más encendidos fue del
legendario indianista don Constantino Lima o, como a veces prefiere llamarse,
Takir Mamani.
11 Misa (en aymara) o mesa (en castellano), es la palabra que se usa con referencia a una variedad de
ofrecimientos rituales, preparados y “pagados” a diferentes espíritus para diferentes propósitos.
Hay muchas clases de misas: muxsa misa (mesa dulce), ch’iyar misa (mesa negra), chullpa misa
(mesa para los ancestros o las momias), alma misa (mesa para los muertos). La más común es
muxsa misa. En la Segunda Parte del libro examinaremos en detalle algunas misas.
12 El rechazo a los nombres cristianos es un fenómeno interesante en el actual proceso aymara
de descolonización. Recuerda la política mesiánica del Taki Onqoy, el movimiento andino
milenarista del siglo XVI, que obligaba a sus miembros a no comer “cosas de Castilla, ni vsando
dellas en comer ni en uestir, ni entrar en las yglesias, ni reçar, ni acuda al llamamiento de los
padres curas, ni llamarse nombre de cristiano” (Molina 1917 [1574]: 99). Sin embargo, algunas
mujeres que participaron en Taqi Onqoy se llamaron Santa María y Santa María Magdalena,
mostrando que “aparentemente hubo excepciones a la norma” (Mumford 1998: 154).
13 Se trata del movimiento etnopolítico que se discute en el Capítulo 2.
28 Descolonización aymara
Ojalá que los jóvenes un día comprendan y que no se preocupen tanto en eso. Lo
que realmente cuenta aquí es la reconstitución objetiva de su pueblo que es el Qu-
llasuyu.15 Pero así, “ajayu”, “espiritual”, no, no estoy de acuerdo.
14 Wiphala, la bandera multicolor que ha sido utilizada como un símbolo de los indígenas de la
región andina desde el comienzo de la década de los años setenta.
15 Qullasuyu, una gran región que comprende el área andina de Bolivia, el sur del Perú, el norte
de Chile y el norte de Argentina.
introducción 29
departamento de La Paz; sino que era parte del esfuerzo de Evo Morales buscando
legitimidad indígena-originaria para la administración gubernamental invocando
a Katari, la serpiente ancestral.
La presencia del Presidente en Peñas aumentó la tensión entre los dos bandos
de Maestros. Cuando se supo que Evo Morales donaría tractores en Peñas, los
Maestros del bando de don Valentín, influidos por activistas como Takir Mamani,
rechazaron la idea de participar en el acto oficial. El otro bando decidió participar
en la ceremonia, mostrando así su apoyo al Presidente. Algunos de los radicales
estaban muy molestos. Takir Mamani dijo:
16 Q’ara es el término aymara para los bolivianos descendientes de europeos. Literalmente quiere
decir “pelado” y ese significado es a menudo explicado por los aymaras con una anécdota que
indica que los españoles llegaron a lo que hoy es Bolivia “sin nada, sin mujer, sin cosas, sin
tierra; es decir ‘pelados’”. Los q’aras actuales están social y culturalmente “pelados”. Esto está
relacionado con otro concepto aymara que es yaqha, que significa “otro” o “ajeno”.
17 Sin embargo, Simón Bolívar no ha sido conceptualizado siempre como la personificación del
colonialismo. En su material del siglo XIX sobre Potosí, Tristan Platt (1993) muestra que era
visto por algunos como “el sol de la justicia”.
30 Descolonización aymara
Algunos grupos, algunas familias que no quieren perder sus privilegios, que no quie-
ren dejar el latifundio, resistirán. (…) Los padres de estas familias hasta plantean
división de Bolivia (…) con su pretexto de autonomía. Sus padres de ellos (…) des-
cuartizaron a Tupaj Katari (…). Ahora no podrán descuartizar a nadie.
Cuando el presidente habla del espíritu de Tupaj Katari, parece estar refi-
riéndose a la reconciliación nacional y la unidad; en consecuencia, concluyó su
discurso en Sullkawi invocando a Tupaj Katari y a Simón Bolívar que para los
activistas indianistas-kataristas representan arquetipos de dos culturas incompa-
tibles y dos proyectos nacionales irreconciliables: el del Qullasuyu y el de Bolivia.
No obstante, para el actual gobierno boliviano que considera a Tupaj Katari como
un protomártir de la liberación nacional del Estado Plurinacional de Bolivia, su
cuerpo como el territorio nacional de la Patria y su ajayu como el espíritu patriótico
nacional, no parece haber una contradicción.
19 Por ejemplo, el partido político AYRA, dirigido por el economista aymara Fernando Untoja,
ha indicado que la afición por las ceremonias “tradicionales” del gobierno de Morales como
una “exotificación” donde el aparato estatal boliviano aparece como un centro cultural folkló-
rico.
20 Un año más tarde, don Cancio fue reemplazado en su puesto por otro conocido
activista cultural aymara y trabaja ahora en el Viceministerio de Descolonización.
32 Descolonización aymara
21 Hornborg (2001: 230-5) examina un tema adyacente al tema examinado en este trabajo, a
saber “el ambientalismo indígena y las políticas de la ironía ecológica” y muestra que la misma
tendencia irónica o sarcástica está presente en la literatura antropológica sobre “conocimientos
indígenas” y “prácticas ecológicas”.
introducción 33
mayor en casos como el boliviano donde clase social y etnicidad tienden a coincidir
más que en otros lugares. Esto tiene importantes consecuencias en la forma en
que el colonialismo ha sido experimentado, y así resulta que para los indígenas
de América Latina su situación actual es una de Colonialismo continuo. Aunque
la estructura sociopolítica de la Colonia se transformó con la “liberación” de
las antiguas colonias, el ejercicio del poder continuó siendo un privilegio de los
descendientes del antiguo régimen colonial.
Basándose en Aníbal Quijano (1991, 1993, 1998), Ramón Grosfoguel (2006)
enfatiza la necesidad de distinguir entre “colonialismo” y “colonialidad”. 22 Gros-
foguel usa el concepto de “colonialismo” con referencia a “‘situaciones coloniales’
impuestas por la presencia de una administración europeo en el período del ‘colo-
nialismo clásico’” (ibíd.: 29). En contraste, el concepto de “colonialidad” se usa para
denotar: “situaciones coloniales” presentes en el actual período histórico cuando
las administraciones coloniales han sido casi erradicadas del mundo (ibíd.).
Mientras que para Grosfoguel el “colonialismo” está relacionado con una ad-
ministración colonial oficial impuesta –como las instauradas por España, Portugal
e Inglaterra–, “colonialidad” se refiere a la naturaleza del orden mundial contem-
poráneo caracterizado por la hegemonía norteamericana apoyada por institucio-
nes como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La distinción
enfatiza la naturaleza colonial de las relaciones entre el norte y el sur y aunque las
administraciones coloniales “clásicas” hayan desaparecido, los marginados del sur
siguen siendo explotados como fuerza de trabajo barata por los poderes del norte.
Sin embargo, yo diría que esa distinción entre “colonialismo” y “colonialidad” no
es igualmente válida en todos los contextos y desde todos los puntos de vista.
Grosfoguel (ibíd.: 21) hace notar que todo discurso se inscribe dentro de las
estructuras de poder. Desde una perspectiva de sistema-mundo, la distinción entre
“colonialismo” y “colonialidad” resulta relevante en el análisis de los ámbitos de
poder en los que los indígenas de Bolivia se encuentran. Aunque la administra-
ción colonial española ya no tiene el control sobre la población nativa, hombres y
mujeres aymaras del siglo XXI se encuentran marginados y empobrecidos dentro
de un sistema global que todavía mantiene rasgos coloniales. La distinción entre
“colonialismo” y “colonialidad” es conveniente, entonces, para describir estas
persistentes políticas coloniales que subyacen en el orden mundial. Sin embargo,
yo argumentaría que, desde el punto de vista aymara, esa distinción no es tan
obvia y aunque su objetivo haya sido enfatizar la continuidad de las dinámicas
coloniales esto puede resultar contra productivo en el caso aymara. “El mito de
un mundo postcolonial” (Grosfoguel ibíd.: 28) nunca ha tenido vigencia entre
los aymaras porque el colonialismo no se ha percibido como un sistema obsoleto
22 La misma distinción aparece en una publicación reciente editada por Mabel Moraña, Enrique
Dussel, y Carlos A. Jáuregui (2008).
introducción 35
23 Rivera (ver 2003 y 1990) usa el concepto “colonialismo interno” en sus trabajos sobre las luchas
de los indígenas durante el siglo XX. De acuerdo con Prochaska (1990: 8), el concepto fue
utilizado primero por Lenin, después por Gramsci y posteriormente por George Bandalier,
Robert Blauner, Pablo Casanova y otros. Sin embargo, “colonialismo interno” será tratado en
un sentido diferente en este libro.
24 Si se puede hablar de una ruptura en la reproducción de las relaciones de poder en Bolivia,
ésta ha empezado en 2006, con la asunción del primer presidente indígena. Andrew Canessa
(2007b: 159), apunta que “es posible afirmar que el país ciertamente ha entrado en una era
postcolonial”. Pablo Mamani Ramírez et ál. (2010: 13-14) indica más bien que “Bolivia está
cambiando, pero no mucho”.
36 Descolonización aymara
busca comprender cómo las ideas del activismo indígena están influidas por las
concepciones cosmológicas y, simultáneamente, son incorporadas al mundo
cosmológico de los Maestros aymaras.
El trabajo de campo que desarrollé entre los años 2006 y 2007 coincidió con el
primer año de la presidencia de Evo Morales en Bolivia. Dos días después de llegar
a La Paz, antes del amanecer del 21 de enero viajé con un grupo de Maestros y
Soldados urbanos para participar del ritual de consagración de Evo Morales como
“presidente indígena” y “presidente de los indígenas”. En 2006, la región andina de
Bolivia era el lugar obligado donde un antropólogo interesado en la intersección
entre la práctica ritual, la cosmología, el activismo indígena y la política oficial
debía estar. Sin embargo, el contexto del movimiento indígena-originario y el
proceso de revitalización cosmológico y cultural no eran nuevos para mí. Para
entonces yo ya había vivido y trabajado en Bolivia durante algunos años. Entre
2000 y 2002 trabajé en el ayllu Jach’a Chambi (prov. Gualberto Villarroel) como
voluntario en un instituto fundado y dirigido por una influyente ONG aymara con
un fuerte compromiso indianista-katarista. En 2006 vivía dentro de la sociedad
aymara urbana, y participaba de forma latente en los movimientos políticos en La
Paz y El Alto ya que mi esposa había sido participe desde hace algunos años en el
movimiento a través de pequeños grupos y organizaciones indianistas-kataristas
que combinaban la búsqueda política radical por el cambio con la revitalización
de la cosmología y la cultura aymaras.
Conocí a algunos de mis interlocutores antes de comenzar mi trabajo de
campo y algunos habían llegado a ser amigos cercanos. Algunos habían nacido
en la ciudad de La Paz y eran hijos o nietos de migrantes aymaras provenientes
de las provincias. Otros, aunque vivían en El Alto, habían nacido en el campo y
mantenían fuertes lazos sociales y económicos con sus comunidades de origen.
Mis interlocutores no eran aymaras “estándar” o bolivianos “típicos”, si se puede
hablar de tales. No obstante, sus preocupaciones existenciales, políticas y cosmo-
lógicas eran también las de ciertas importantes personalidades del gobierno y de
influyentes líderes indianistas-kataristas. Muchos de los conceptos ideológicos
que subyacen en su filosofía y en sus prácticas también están presentes en los
movimientos sociales y en la política oficial. Para la gente común –en este con-
texto hombres y mujeres de origen aymara y quechua que no están abiertamente
involucrados en una búsqueda cultural o etnopolítica– las cuestiones cosmológicas
y las ideologías etnopolíticas parecen ganar relevancia en situaciones excepcionales
como los alzamientos y las protestas “populares” y/o indígenas, la crisis política
nacional, las crisis existenciales o la investidura de un presidente de origen aymara;
introducción 39
aunque no fuera una característica propia de su vida cotidiana donde las obliga-
ciones sociales, las cuestiones familiares y la estrategia práctica para ganarse la
vida y “hacerse alcanzar” día a día (Widmark 2003) son lo importante, más que
“alcanzar el pachakuti” (una transformación profunda y la restauración del tiempo
y el espacio aymaras). Se podría decir que la mayor parte de mis interlocutores
estaban en un estado de permanente protesta e insurrección y de búsqueda de un
pachakuti interno y externo. Todos se ubicaban –con matices diversos en cuanto a
lo que consideraban que era el Colonialismo– en una clara oposición a un siste-
ma, una ontología, una epistemología, una fe y una ideología ajenos y buscaban
experiencias transformadoras tanto de su “ser” como del mundo.
Muchos de mis interlocutores constituyen una suerte de vanguardia ideoló-
gica y cosmológica aymara. La gran mayoría de los Maestros y los Soldados que
aparecen en este libro son militantes activistas de los movimientos indianistas-
kataristas o están influidos por esa ideología directa o indirectamente. En con-
secuencia, el libro se centra en esos hombres y mujeres –aunque, reflejando la
realidad de los Maestros y del movimiento indianista-katarista, la mayor parte
son hombres– que están insatisfechos con las respuestas que proporcionan a sus
inquietudes la Iglesia Católica, el sistema educativo nacional, el aparato estatal
boliviano, la narrativa dominante relacionada con la “modernidad”, el “progreso”
y la gran narrativa de una patria ajena para ellos. Así como los “indígenas cos-
mopolitas” jóvenes de El Alto presentados por Mark Goodale participan de una
“indigeneidad emergente” (2006: 634) al producir música rap en lengua aymara,
los jóvenes Soldados que aparecen en este libro lo hacen haciendo ofrecimientos
rituales a las wak’as. La mayor parte de ellos ha crecido dentro de una mezcla
de doctrina católica y cosmología aymara, y también dentro de un sentido de
patriotismo boliviano combinado con pertenencia étnica y de clase social. Ahora
visualizan una existencia más allá del Colonialismo que representa la restauración
de un orden nativo; un sentimiento que gradualmente invade su existencia y su
sentido de “ser” y “nosotros”.
Este libro no es una descripción de “lo aymara”, en un sentido esencialista.
Tampoco es un relato de las prácticas rituales y nociones cosmológicas en una si-
tuación “tradicional”, ni un estudio representativo de la sociedad aymara. Más bien,
mi trabajo busca echar luz sobre un proceso histórico, político, social y cultural
específico de la sociedad aymara de Bolivia del siglo 21, y las dimensiones cosmo-
lógicas de significado que dentro de ese proceso se originan y se reproducen.
Durante los dieciséis meses que duró el trabajo de campo en el cual se basa
este libro –entre 2006 y 2010– en La Paz y El Alto y el área rural circundante,
estuve un paso detrás de los Maestros y sus Soldados. Sin duda, para algunos yo
sería un gringo curioso y molestoso que hacía preguntas tontas sobre las verda-
des más evidentes; pero para otros, era un extranjero con valor estratégico; y con
muchos se establecieron amistades duraderas.
40 Descolonización aymara
25 No ser capaz de hablar aymara para algunos resulta ser un problema existencial. Otros sim-
plemente lo aceptan como una realidad de la vida. Uno de mis entrevistados era un joven que
había crecido en La Paz y había sido recientemente consagrado como Maestro pero no hablaba
la lengua de sus padres y esto le causaba gran frustración. Describe así la situación –cómica,
irónica y triste al mismo tiempo– de representar una de las posiciones más tradicionales de la
sociedad aymara sin ser capaz de hablar el idioma: “Los sueños son muy importantes para mí.
En ellos, los abuelos me hablan, me dan sus indicaciones y sus enseñanzas. Pero es una lástima
que no les pueda entender porque siempre me hablan en aymara”.
introducción 41
El libro cuenta con diez capítulos y está organizado en cuatro partes: La Primera
parte “Introducción”, que abarca tres capítulos introductorios; la Segunda Parte
“La enfermedad”, que se refiere a las ideas de Colonialismo y enfermedad; la Ter-
cera Parte “La curación”, referida a las curaciones rituales y la descolonización; y
la Cuarta Parte “Conclusiones”. Cada capítulo relacionado con el Colonialismo
y la enfermedad de la Segunda Parte, tiene una contraparte relacionada con la
descolonización y la curación en la Tercera Parte, de la siguiente manera: “Una
Patria ajena” (Segunda Parte) – “La Patria Nativa” (Tercera Parte); “Un ser ajeno”
(Segunda Parte)– “El ser nativo” (Tercera Parte) y “Un mundo ajeno” (Segunda
Parte) – “El mundo nativo” (Tercera Parte).
introducción 43
El Capítulo 1: “Introducción”.
El Capítulo 2: “Los aymaras”, proporciona información etnográfica general
enfatizando cuestiones centrales del libro tales como la cosmología aymara, los
especialistas en rituales, la movilización política y la identidad.
El Capítulo 3: “Colonialismo y descolonización: experiencia y narrativa”,
presenta un inventario de las nociones de Colonialismo y descolonización y
enfermedad y cura que se discuten en profundidad en la Segunda y la Tercera
partes. Este capítulo también presenta las historias de vida de algunos Maestros
y Soldados.
El Capítulo 4: “Una patria ajena” abre la Segunda Parte del libro y discute la
historia del Estado boliviano y, más importante, las concepciones de los Maestros
y los Soldados con relación a la “otredad” colonial en las instituciones y la gran
narrativa de la Patria. También se presenta la ecuación que hacen los Maestros
entre Colonialismo y enfermedad.
El Capítulo 5: “Un ser ajeno”, discute la idea aymara de enfermedad espiri-
tual y los diferentes significados de ajayu con relación a la “identidad”. También
se explica la naturaleza y el efecto patológico de los espíritus ajenos con relación
a la noción aymara de yaqha: lo otro o lo extraño. También se clarifica la analo-
gía entre la concepción indianista-katarista de Colonialismo como “pérdida” e
“imposición”, por un lado, y la idea aymara de pérdida del ajayu y la influencia
espiritual de lo ajeno, por otro.
El Capítulo 6: “Mundo ajeno”, discute el concepto de wak’a y cómo el Colo-
nialismo ha llenado el mundo aymara de miedo e incertidumbre llegando a trans-
formarlo en algo “ajeno”, particularmente a los ojos de los jóvenes Soldados.
El Capítulo 7: “El ser nativo”, abre la Tercera Parte. En él se discuten las
prácticas rituales de los Maestros y su lógica en las curaciones espirituales, su
dimensión “descolonizadora”, la purificación de las influencias ajenas y la reafir-
mación del “ser nativo”.
El Capítulo 8: “El mundo nativo”, vuelve al concepto de wak’a y discute su
asociación con pachakuti. En este capítulo se presenta la lógica de las prácticas
rituales con relación al paisaje y el significado de las peregrinaciones a las wak’as
en términos de una mutua confirmación de identidades y existencias: las wak’as
son confirmadas como la esencia de lo ancestral y lo nativo, por un lado, y, por
otro, los Maestros y los Soldados como pertenecientes a las wak’as y al paisaje que
se integra a través de la práctica ritual.
El Capítulo 9: “Patria nativa”, muestra la aplicación de la curación ritual y
las prácticas descolonizadoras y su lógica ya explicadas al Estado boliviano. En
primer lugar, este capítulo examina la noción de descolonización inherente al
discurso y la práctica políticos de la administración de Evo Morales. En segundo
lugar, discute algunos aspectos fundamentales de la crítica indianista-katarista al
gobierno actual. En tercer lugar, considera el hecho de que los Maestros aparecen
44 Descolonización aymara
II
Los aymaras
Pueblo e historia
29 Silvia Rivera (2003: 54) hace notar que, siendo la élite boliviana una confirmación del orden
social colonial arcaico, su búsqueda por la “modernidad” nunca llega a ser sino “una caricatura
de la modernidad”.
30 Ver Choque y Quisbert (2006), Choque (1992b) y Arnold con Yapita (2006) sobre el papel
desempeñado por la educación formal en este proceso.
los aymaras 47
Aunque los Maestros y Soldados suelen decir que los aymaras han vivido en
el altiplano andino “desde el comienzo de los tiempos”, o por lo menos desde el
final del ch’amak pacha (la época de la oscuridad), el historiador aymara Roberto
Choque Canqui (1992a: 61), indica que las poblaciones de habla aymara que
practicaban la agricultura y el pastoreo migraron a sus territorios actuales después
de la declinación de Tiwanaku, desplazando a las poblaciones de habla pukina y
uru (cf. Bouysse-Cassagne 1987).31 Esto implicaría que los templos de Tiwanaku,
que actualmente tienen gran importancia en la revitalización cosmológica y el
activismo indianista-katarista, no fueron construidos por los ancestros de los
aymaras que actualmente presentan la formación del estado tiwanakota como
una genuina contra-narrativa aymara a la historia colonial ajena que propone la
élite nacional en su gran narrativa de la Patria. Además, como Thérèse Bouysse-
Cassagne ha demostrado (ibíd.), resulta problemático hablar de los aymaras como
un pueblo homogéneo en tiempos precoloniales. Durante los siglos XV y XVI, el
idioma aymara era hablado por diferentes grupos étnicos en la región sureña de
los Andes, como los pakajaqis, lupaqas y karankas, que conformaron los llamados
señoríos aymaras. Ni siquiera cuando esos grupos fueron incorporados dentro de
la expansión del Tawantinsuyu, es decir el Estado inca, esos grupos se integraron
en un pueblo y, en consecuencia, una “identidad aymara” unificada, aunque hete-
rogénea, no emergió hasta la época de la Colonia.
Como Andrew Canessa (2007a, 2006) muestra, a partir de su trabajo de cam-
po en Larecaja, continúa siendo problemático hablar del “pueblo aymara”. Ser
aymara, indica, no es una identidad definida para mucha gente y hace notar que
“la gente dice ‘Yo hablo aymara’ (aymar parliritwa) y no ‘soy aymara’, aymaratwa,
que de hecho no es gramaticalmente correcto en aymara” (ibíd. 2006: 192-3).
Igualmente, Charlotta Widmark (2003) se guarda de hablar de “hombres y mujeres
aymaras”, y prefiere usar términos como “hombres y mujeres aymara-hablantes”.
Sin embargo, mis interlocutores se identificaban como “aymaras” y no encuentro
una razón para proceder de otra manera. Además, algunos de mis informantes
que se consideraban aymaras, en realidad no eran hombres ni mujeres “aymara-
hablantes” porque hablaban sólo castellano.
En la sociedad boliviana actual, la existencia de “los aymaras” es un hecho
innegable. Negar su existencia como un pueblo o una nación se interpretaría sin
duda como una adscripción a la idea de que “todos somos mestizos”. Sin embar-
go, la identidad étnica y cultural de cada persona en particular no está clara. El
hecho de que “los aymaras” existan como una colectividad no implica que haya
consenso sobre quien pertenece al grupo porque la identidad de una persona es
contextual y relacional. Algunos de los Soldados urbanos eran vistos como aymaras
31 Ver Albarracín-Jordan (1999) para una discusión de cómo ha cambiado en el tiempo la con-
cepción de la relación entre los aymaras y Tiwanaku.
48 Descolonización aymara
La religión y la cosmología
El mundo aymara está lleno de espíritus (ajayu). Como Carter y Mamani escriben
en su libro sobre la comunidad Irpa Chico:
Para el irpachaqueño, el mundo de los espíritus es tan real y ubicuo como el mundo
de los hombres. Su comunidad no está solamente rodeada de espíritus; está total-
mente invadida por ellos.
(1982: 287)
34 Economic Commission for Latin America and the Carribbean, United Nations. http://www.
eclac.org/Celade/publica/lcr1999/bolivia.xls (Ingresado: 30 de octubre de 2008).
35 Sin embargo, ver Widmark (2003) para una discusión sobre la manera en que los aymaras
urbanos de La Paz usan tradiciones y prácticas rurales en sus actividades cotidianas,
los aymaras 51
La mayor parte de los espíritus –como pueden ser del rayo, la tierra, los lagos,
los ríos o las montañas– se conciben como los espíritus de los ancestros: achachilas
(abuelos) o awichas, o a veces awilitas (abuelas). Existen lugares sagrados (wak’a) en
el paisaje andino donde esos espíritus se concentran y donde se les puede invocar
y buscar su protección en prácticas rituales en las que se hacen ofrecimientos de
hojas de coca, alcohol, incienso, cigarrillos, u ofrecimientos más complejos que se
conocen como luqtas, waxt’as o misas.36 Hay wak’as que son especiales para ciertas
prácticas curativas; para llamar la lluvia; para la fertilidad humana o agrícola y
la prosperidad, la protección contra el granizo y la helada, la consagración de
especialistas en rituales, etc.
Existe una jerarquía de ajayus en la cosmología aymara donde ciertos espí-
ritus superiores abarcan a otros inferiores. Se puede decir que el cosmos aymara
(pacha) concibe un espíritu masculino asociado con el mundo celestial (alaxpax-
ha) y uno femenino asociado con el mundo terrenal (akapacha) y el subterráneo
(manqhapacha).
Esta concepción dual del cosmos está reflejada en la importancia de Pachamama
(la Madre Tierra) y los achachilas que son los espíritus fundamentales en el mundo
terrenal (akapacha). En el mundo celestial, el poder reproductivo masculino está
simbolizado por Pacha Awki (también conocido como Pacha Tata, Qullan Awki, Tius
Awki37, a veces representado como Tata Willka o Inti Tata –el Padre Sol– o Inti
Awatir Tata), mientras que Pachamama personifica el poder cósmico de fertilidad
femenino de la tierra y el mundo subterráneo.
Carter y Mamani han descrito el mundo espiritual aymara como “un sistema
de animismo polimórfico” (1982: 288) y caracterizan la variedad de espíritus como
“un panteón abierto y en constante proceso de crecimiento” (ibíd.: 287). Esos
autores tienen razón cuando mencionan la incorporación de elementos ajenos
(yaqha) a la cultura aymara; aunque la supuesta apertura de ese sistema será revi-
sada en este libro. El crecimiento del “panteón” aymara ha sucedido a través de
la incorporación de santos y vírgenes de la iglesia católica y Jesucristo (Jisukristu)
mismo. Pero éstos no son simplemente añadidos al panteón preexistente, sino
que se confunden algo con ciertos achachilas y awichas y adoptan algunas de sus
características. Por ejemplo, hablar de Santiago es referirse a q’ixu q’ixu o a Illapa
(el rayo) y viceversa y, aunque la imagen de Santiago estaba asociada con el rayo
también en la España medieval, su contraparte andina tiene poco que ver con la
versión ibérica (ver: Montes 1999: 238ff).
Como se verá en este libro, aunque existe una tendencia entre los Maestros
aymaras con consciencia indianista-katarista a “limpiar” su “panteón” de las
36 Por la fonética del idioma aymara, “misa” puede indistintamente sonar como la ceremonia
católica o la mesa donde se sirve la comida que se ofrenda.
37 “Tius”, del castellano “Dios”. Awki: Padre.
52 Descolonización aymara
En mi opinión, esto ocurre porque los santos y las vírgenes no han sido
incorporados al mundo aymara en la misma condición que ocupan en la iglesia
católica; sino a través de un proceso de transformación y de indianización, y a
muchos de esos poderes espirituales se dirigen como achachila o awicha; awki o
tayka38, a pesar de su origen católico.39
La inclusión de elementos ajenos dentro del mundo aymara es evidente como
un proceso histórico, así como en la época actual. Sin embargo, cuando el teólogo
y filósofo Josef Estermann (2003, 2006) describe la “espiritualidad aymara” en
términos de una aceptación de elementos cristianos dentro de una cosmología
aymara “receptiva” y “abierta”, me parece que subestima el significado de las
relaciones de poder coloniales, actuales y del pasado.40 Esta posición, en mi opi-
nión, lleva al extremo la afirmación de Carter y Mamani sobre la “apertura” del
mundo espiritual de los aymaras al pasar por alto ciertos aspectos cruciales del
proceso: la imposición por parte de las autoridades eclesiásticas y la reacción de
resistencia de muchos hombres y mujeres aymaras a través de lo que yo llamaría
una “incorporación condicionada”.41 La afirmación de que el “principio inclusivo
de la lógica andina (‘tanto lo uno como lo otro’) le da una riqueza inesperada a
sus expresiones culturales e intelectuales” (Estermann 2006: 315), debería ser
examinada críticamente para clarificar los procesos de cambios históricos y con-
temporáneos en la sociedad aymara, así como las estrategias nativas para mantener
un sentido de control existencial dentro de los ámbitos del poder colonial y el
marco de referencia cosmológico que les otorga significado.
Escribiendo sobre el encuentro de la doctrina católica y la cosmología andina,
Tristan Platt presenta un punto de vista más matizado:
38 Tayka: Madre
39 Sin embargo, Calixta Choque Churata (2009: 234) muestra que en ciertas prácticas rituales se
manifiestan diferencias significativas entre los ritos destinados a los uywiris y los ritos destinados
a santos.
40 En sus trabajos más recientes, Estermann (e.g. 2009) se muestra más consciente de esas rela-
ciones asimétricas de poder.
41 Aquí me baso en Silvia Rivera (2006: 7) que se refiere a una “inclusión condicionada” de los
indígenas al proyecto hegemónico nacional e identifica la tendencia asimilacionista en los
proyectos de integración. Sin embargo, cuando hablo de una “incorporación condicionada”,
me refiero a la estrategia subalterna aymara para enfrentar “lo ajeno”.
los aymaras 53
Los nuevos dioses eran aceptados dentro del panteón andino provistos de una re-
lación de parentesco o de matrimonio siguiendo su orden de aparición mítico. Pero
las divinidades locales continuaban recibiendo reconocimiento y sacrificios. Dentro
de este contexto, la “extirpación” de las antiguas divinidades como idólatras, como
exigían los europeos, resultaba incomprensible. Es aquí donde la tensión entre los
esquemas interpretativos se intensifica.
(1992: 141)
43 Los términos aymaras más usados con relación a la “lectura” de hojas de coca son uñaña y
unjaña que pueden significar “mirar”, “observar”, “leer” o “descubrir” (Astvaldsson 2000a:
260f).
44 Layqa es la palabra aymara que designa a la antítesis del amawt’a: el brujo o bruja maligna que
realiza ceremonias que causan conflicto, enfermedad y hasta la muerte.
los aymaras 55
[…] unos amawt’as se dirigían a rescatar al Inca Atahualpa, cautivo de los españoles.
En el trayecto un chaski46 les comunicó que Atahualpa había muerto. Ante el horror
de la noticia, los sabios quedaron petrificados en el acto, y no recobrarán su forma
hasta que el Inca regrese.
(1999: 277)
45 Es posible que la distinción actual entre yatiri y qulliri responda a ideas recientes relacionadas
con la especialidad de funciones más que a diferencias inherentes a sus prácticas.
46 Chaski: Mensajero en quechua.
56 Descolonización aymara
Todos mis interlocutores que eran Maestros habían sido Soldados. Algunos
lo fueron por muchos años y otros sólo recibieron un entrenamiento básico.
Algunos fueron Soldados de un solo Maestro y otros fueron discípulos de varios
Maestros. Probablemente, la mayor parte de mis interlocutores Soldados llega-
rán a ser Maestros algún día. De este modo, la relación Maestro-Soldado no es
una invención urbana; sino algo antiguo que, como el oficio de Maestro mismo,
adquiere nuevas formas y significados en nuevos contextos.
El tema central de este libro es una forma de conocimiento especializado.
Aunque las ideas básicas de ese conocimiento que tienen los Maestros parecen
ser compartidas por quienes les consultan, sus clientes generalmente no llegan a
conocer los detalles de la práctica y la lógica que la subyace.
Los Maestros y los Soldados se diferencian del resto de la gente por el chimpu
que presentan. Hay un gran número de chimpus en el mundo aymara que indican
que quien los presenta está destinado a ser Maestro y marcan su especialidad en
cierto tipo de rituales. Los chimpus pueden tomar la forma de marcas corporales o
“anormalidades”; por ejemplo: las personas que nacen con seis dedos en las manos
los aymaras 57
o los pies (suxtalla); con lunares que tienen formas especiales (como animales,
plantas, rayos o montañas) o que aparecen en ciertos lugares del cuerpo (cerca
de los ojos, indicando la habilidad de ver cosas que otros no ven, o en la forma
de una faja alrededor del cuerpo, que en aymara se dice wak’a y por extensión
está relacionado con “lo sagrado”).47 Carter y Mamani (1982: 294) encontraron
en la década de los años sesenta, en Irpa Chico, que un chimpu reconocido eran
las arrugas en la palma de la mano o en un dedo en forma de cruz; pero entre los
Maestros y Soldados con quienes he trabajado no he encontrado ese tipo de chimpu.
Existe un chimpu, conocido como santi (labio leporino), que está asociado con el
rayo. Se dice que el rayo divide y así confiere poder (Astvaldsson 2000a: 188) y en
consecuencia, cuando alguien nace con labio leporino es porque ha sido expuesto
a un golpe suave de rayo durante la gestación. Un golpe de rayo más severo puede
dividir el feto en dos partes y marca uno de los más claros chimpus: nacer como ispa
(mellizos o gemelos).48 Esto está relacionado con otro chimpu, conocido como pä
kakasa o kimsa kakasa, que se refiere a nacer con dos o tres coronas en la cabeza.
Los Maestros indican que los bebés que nacen con dos o tres coronas debían haber
nacido como mellizos o trillizos y se perciben como tales.
Los chimpus no siempre aparecen como marcas corporales y pueden manifes-
tarse en circunstancias especiales que rodean el nacimiento; en circunstancias es-
peciales como nacimientos en podálica (kayulla) o ciertos fenómenos naturales.
También existen chimpus relacionados con eventos extraordinarios en la vida de
las personas que llegan a ser Maestros. Pueden referirse a una enfermedad severa
de la cual la persona se recupera generalmente a través de su propio tratamiento
o el de un Maestro y representa “muerte y resurrección”, como algunos Maestros
indican (cf. Flores et ál. 1999). Esta categoría incluye el chimpu más impresionante e
incontestable: rayu purita; es decir recibir la descarga de un rayo y sobrevivir o, como
un Maestro describió la situación: “morir por un rayo, lanzado al cielo y devuelto a la
tierra y a la vida”. El riesgo de ser alcanzado por un rayo es muy real en el altiplano y
ocasionalmente la gente, los animales y las casas son alcanzados por los rayos y pocas
personas vuelven a la vida después de recibir esa descarga. Si el impacto es observado
por alguien, la persona que recibe la descarga morirá a no ser que el observador haya
también recibido una descarga en su vida (chimpu rayu purita). Como si se tratara de
una relación íntima o una transacción secreta de sabiduría y poder, el impacto del
rayo que convierte a un sobreviviente en Maestro, sólo puede ser presenciado por
alguien que ya practica el oficio y que ya tiene el chimpu del rayo.
En el campo y en los barrios marginales de la ciudad donde la vida espiritual
y ritual sigue centrada en el Maestro, la gente busca atentamente los chimpus que
47 La relación entre el concepto de wak’a, “lo sagrado”, la cintura y la faja, es desarrollada más
cuidadosamente en el Capítulo 6.
48 Agradezco a Fernando Montes por la clarificación del papel del rayo en el origen de estos dos
chimpus que a primera vista no parecían estar relacionados.
58 Descolonización aymara
el recién nacido pueda tener, especialmente si el parto es atendido por una partera
tradicional o un Maestro. Las criaturas que nacen con algún chimpu, idealmente
deberían estar destinadas a ser Maestros, aunque no todas llegan a cumplir ese
destino. Se dice que si se ignora la presencia de un chimpu los achachilas y las awichas
que lo enviaron pueden recordarle su significado a quien lo ha recibido y si éste
no responde puede ser castigado, por ejemplo, con una descarga de rayo letal.
En la ciudad, el riesgo de ser alcanzado por un rayo es menor y entre los
aymaras migrantes de segunda o tercera generación, los chimpus no son obser-
vados con tanto cuidado como en el campo. He encontrado Soldados urbanos
que no conocían sus chimpus ni su significado antes de acercarse a los Maestros.
Sólo entonces comprendieron el significado de sus chimpus y por qué sus padres
los trataban de manera especial y por qué sus hermanos tenían prohibido por sus
padres hacerles llorar; era para evitar las consecuencias catastróficas que podrían
seguir si el niño perdía el control sobre sus poderes innatos. Un Maestro indica:
“Si alguien hace llorar a esos niños, pronto toda la familia va a llorar porque son
los hijos de los achachilas y la Pachamama”.
Algunos jóvenes aymaras se enteraron del significado de sus chimpus después
de que su santi o suxtalla fueron corregidos quirúrgicamente como “deformaciones
físicas”. Actualmente, en La Paz y El Alto, los candidatos a Soldados llegan hasta
los Maestros para que revisen sus chimpus y los interpreten leyendo las hojas de
coca, y para recibir consejos para su vida. Aunque el oficio del Maestro está aso-
ciado con la tradición y los tiempos antiguos, y es rechazado por los evangelistas
que predican entre los aymaras en la ciudad y el campo, sería incorrecto pensar
que los Maestros y sus rituales son algo anticuado, obsoleto o que es algo que
sucede sólo en el campo. Primero, el papel del Maestro está adquiriendo un nuevo
significado en el momento actual de cambio social, político y cultural que atra-
viesa el país. Segundo, y dentro de ese momento de cambio, el Maestro confiere
coherencia cosmológica, significado y continuidad cultural en ese mundo aymara
cambiante, tanto en el campo como en la ciudad. Estos dos aspectos se manifiestan
cuando el Maestro invoca visiones de una existencia más allá del Colonialismo,
convocando al activismo indígena. Este “activismo ritual” explícito puede ser algo
nuevo en la práctica de los Maestros; pero está basado en prácticas de curación y
habilidades rituales culturalmente coherentes que adquieren significado a partir de
estructuras cosmológicas que las hacen apropiadas dentro del actual movimiento
indianista-katarista.
El movimiento indianista-katarista
Durante la guerra del Chaco (1932-35), los campesinos aymaras y los mineros
radicalizados se encontraron en las trincheras. Muchos autores (Rosengren 2002:
los aymaras 59
Con la bendición del Inti y la Pachamama, nuestros dioses eternos, con el alma en
oración, los ojos nublados en llanto y el corazón gritando: justicia y al pie de nues-
tros nevados el Illampu, Illimani, Sajama, Huayna Potosí, bajo la mirada tutelar del
49 Rivera presenta una versión aún más interesante mencionando un contacto prolongado entre
soldados indígenas y reclutas mestizo-criollos que despertó la conciencia indigenista en la clase
media, y proporcionó a los excombatientes indígenas argumentos para reclamar su “ciudadanía”
y sus derechos civiles.
60 Descolonización aymara
espíritu de nuestra raza; ante los manes de los constructores de Tiwanaku; ante las
lágrimas y el dolor sangrante del martirologio y genocidio de millones de nuestros
antepasados; y ante el bárbaro descuartizamiento por cuatro caballos del mártir de
nuestra libertad: TUPAK KATARI, de rodillas y con nuestra propia sangre firma-
mos y rubricamos el Acta de Fundación del PIAK, que es la piedra angular de la
reconquista de nuestra libertad y de nuestra patria; la patria del indio y para el indio
(AMEN).
(Manifiesto del Partido Indio de Bolivia, citado en Pacheco 1992: 34)
reacción contra ella. Una verdadera alternativa, según Grosfoguel, sería el “pen-
samiento crítico de frontera”:
Identidad
Es preciso advertir que hace mucho tiempo se opera en Bolivia un fenómeno digno
de llamar la atención: el desaparecimiento lento y gradual de la raza indígena. En
efecto, desde el año 1878 esta raza está herida de muerte. En ese año, la sequía y el
hambre trajeron tras sí la peste que hizo estragos en la raza indígena. Por otra parte
el alcoholismo, al que son tan inclinados los indios, diezma sus filas de una manera
notable, y tanto, que el número de los nacimientos no cubre la mortalidad […] De
manera que en breve tiempo, ateniéndonos a las leyes progresivas de la estadística,
tendremos a la raza indígena, sino borrada por completo del escenario de la vida,
al menos reducida a una mínima expresión. Si esto puede ser un bien, se apreciará
los aymaras 63
por el lector, considerando que si ha habido una causa retardataria en nuestra civi-
lización, se la debe a la raza indígena, esencialmente refractaria a toda innovación y
a todo progreso.
(Censo General de 1900, citado por Rivera 2003: 73-4).
Un siglo más tarde, el año 2000, Bolivia fue paralizada por bloqueos de ca-
minos en el levantamiento indígena más grande en décadas y, como consecuen-
cia, el país comenzó un profundo proceso de “re-etnificación” de las relaciones
asimétricas de poder que han caracterizado al país desde su fundación. Felipe
Quispe encabezó esa rebelión y rearticuló la idea de “las dos Bolivias”: la de los
q’aras opresores y la de los indios oprimidos. Muchos de mis interlocutores jó-
venes experimentaron esa rebelión como un “despertar” de su indianidad y una
reafirmación de identidad étnica surgida en oposición a los mestizos y criollos y
a la gran narrativa de la Patria. Ese mismo año, HCF Mansilla anunció el fin de
las identidades indígenas:
Es altamente probable, por ejemplo, que los indígenas bolivianos se sientan cada día
menos motivados a identificarse con su “indianidad”, pues ser indio significa, ante
todo, ser campesino pobre y casi siervo, y que tiendan, por ende, a percibirse vaga-
mente como miembros de una nación mestiza, como es el caso en el Perú.
(Mansilla 2000: 119)
Cinco años antes de que Evo Morales ganara una victoria electoral sin prece-
dentes con un discurso de cierto tono indianista-katarista, Mansilla había descar-
tado las ideas radicales que influyeron en esa victoria como el fundamentalismo
de una “minoría irrelevante” (ibíd.: 122) y “una inquietud típica de intelectuales
citadinos” (ibíd.). Uno se siente tentado a preguntar en qué realidad vivía Mansilla
cuando escribió su libro. El censo de 1900 anticipó la extinción de la “raza indígena”
basado en las “leyes progresivas de la estadística”, reafirmando la idea racista de la
época que afirmaba la desaparición inevitable de las “razas primitivas”. Mansilla,
por su parte, parece predecir la extinción de las identidades indígenas frente a
las fuerzas homogeneizadoras de la globalización, reafirmando las concepciones
asimilacionistas de la era post revolucionaria en Bolivia que suponen la desapari-
ción de cualquier identidad que no está de acuerdo con la noción mestiza criolla
de la Patria y, en consecuencia, con la idea de hibridización. Los autores del censo
de 1900 y Mansilla tienen algo más en común: rechazan la capacidad individual o
colectiva de los indígenas y su habilidad para derrotar al poder colonial.
Los pueblos indígenas muestran en la actualidad una presencia contestataria
en lo físico, lo cultural, lo político y lo intelectual. El hecho de que hayan experi-
mentado cambios sociales y culturales no invalida su indigeneidad. Por el contrario,
esos cambios se encuentran entre los fundamentos de su persistencia; aunque en
la gran narrativa postrevolucionaria de la Patria “todos somos mestizos”.
64 Descolonización aymara
La búsqueda para superar una identidad ambigua significa adoptar una posi-
ción sobre las diferencias entre la sociedad occidental colonial y la sociedad aymara,
un esfuerzo que exige definiciones con relación a dos culturas aparentemente
incompatibles. Al enfatizar esa incompatibilidad, muchos de mis interlocutores
parecerían sostener, en las palabras de Widmark, “una posición esencialista pri-
mordial” (2003: 43) y una concepción de la cultura aymara como una “entidad
cerrada” (ibíd.: 46). Sin embargo, como este libro demostrará, hay mucho más en
el proceso de descolonización que una polarización de la “cultura aymara” y la
“cultura occidental colonial”.
En 1991, Orin Starn, en un conocido artículo, criticó la forma en que los
antropólogos han trabajado dentro de las sociedades andinas campesinas. Ha-
ciendo alusión al “orientalismo” de Said50, Starn indicó que el “andinismo” veía a
la “cultura andina” como una entidad cerrada, ignorando el presente y buscando
sólo la continuidad cultural y la consistencia cosmológica, y que tal visión impidió
que quienes la profesaban percibieran los cambios que tenían lugar dentro y fuera
de las sociedades andinas contemporáneas. Starn indica que a los antropólogos
que trabajaron en la región andina de Perú en la década de los años setenta que
no tomaron en cuenta el dinamismo, el sincretismo y la ambigüedad identitaria
en esa sociedad, “se les escapó la revolución”, en el sentido de que no vieron el
surgimiento de la guerrilla de Sendero Luminoso que estaba sucediendo entonces
en la región porque estaban ocupados con cuestiones cosmológicas.
La crítica de Starn contra el “andinismo” sirvió como una llamada de atención
dentro de un contexto histórico específico y esto ha sido ampliamente reconocido
(e.g. Widmark 2003). Yo diría que esa crítica ha cumplido su propósito, pero no
debería permanecer como un dogma de los estudios antropológicos en la región
andina y la revolución se nos “podría escapar” una vez más, o la podríamos ma-
linterpretar (cf. Goodale 2006: 636) si nos concentráramos sólo en el “cambio”,
el “sincretismo” y la “hibridización”. Esto es lo que sucedió con H.C.F. Mansilla
(2000), como ya lo hemos mencionado. Mientras estaba profetizando el fin de
las identidades indígenas y la aparición de una vaga identidad mestiza, hombres y
mujeres aymaras con una identidad propia reafirmada y rearticulada amenazaban
con “invadir” la ciudad de La Paz, amenazando a su élite mestiza-criolla con el
mismo cerco de sus mártires Tupaj Katari y Bartolina Sisa doscientos diez y nue-
ve años antes. Examinar los elementos cosmológicos y mitológicos no significa
necesariamente ignorar el presente. Quiere decir, más bien, prestar atención a
esas dimensiones de la existencia humana que actúan sobre el presente, que le dan
forma y significado inspirando y otorgando sentido a los procesos de cambio.
50 En su famoso libro “Orientalismo” de 1978, el palestino Edward Said indagó sobre las relaciones
de poder colonial entre el Occidente y el Oriente y muestra cómo en las visiones europeas
del mundo musulmán, el Occidente y el Oriente son contrastados como polos opuestos y el
Oriente es construido como una inversión negativa de la cultura occidental.
66 Descolonización aymara
Entonces, mi posición es por un punto de vista que tome en cuenta las dife-
rencias culturales en la región andina, reconociendo a sus culturas y sociedades
en su propio derecho, sin ignorar ni el cambio ni el presente. El temor de apare-
cer como “andinistas primordialistas”, al evitar que nos preguntemos acerca de
la continuidad cultural y cosmológica, puede hacer que no percibamos cambios
culturales y sociopolíticos a gran escala. Focalizarnos sólo en la “hibridización”
y el “cambio” evita que veamos los procesos contemporáneos de reafirmación y
rearticulación étnicas tal como son: no sólo como parte de la retórica política, sino,
como un proceso de gran significado existencial con una resonancia cosmológica
profundamente enraizada para muchos jóvenes aymaras. Este proceso no es sólo
intelectual; sino muestra la importancia de la práctica para superar la ambigüedad
identitaria y en la rearticulación de un sentido de continuidad con el pasado.
Como Thomas Abercrombie (1991) afirma, la identidad de los pueblos
indígenas se construye en su lucha dentro del Estado colonial y sólo cuando es-
tudiamos estereotipos, la “cultura indígena” y “cultura mestiza-criolla” aparecen
como incompatibles y totalmente opuestas. Esto no ha evitado que Abercrombie
(1998) se interese por las dimensiones cosmológicas de los aymaras de la región de
K’ulta y examine el significado del sistema de thakhi sin pretender que el sistema
de fiesta-cargo es totalmente una institución precolonial. Que muchos elementos
e instituciones que actualmente se consideran nativos tengan un origen colonial,
no ha hecho que Abercrombie menosprecie a quienes experimentan y reclaman
esos elementos e instituciones como “auténticamente indígenas”.
Que un elemento o institución tenga o no origen precolonial no es lo funda-
mental para que aparezca actualmente como una marca de identidad aymara. Todos
sabemos que el sombrero de los hombres y la pollera de las mujeres aymaras son
de origen colonial, así como la “comunidad agraria” actual; pero lo fundamental
es el significado que esos elementos e instituciones adquieren dentro del contexto
cultural en el que ocurren. Tristan Platt escribe:
Los pantalones de bayeta, los chalecos bordados y los sombreros de cholita pueden
tener su origen en la vestimenta europea del siglo XIX, pero actualmente se deben
ver como emblemas de una variedad de identidades étnicas que se reinventan y se
actualizan constantemente.
(1992: 135)
III
Colonialismo y descolonización:
experiencia y narrativa
Europa, como religión, filosofía, ética, arte, ciencia, raza, revolución,
política, Europa es: miedo y desesperación; odio y asesinato.
Los Maestros
Don Carlos
52 Campesinos que vivían en una comunidad que estaba bajo el dominio de una hacienda.
53 Campesinos que vivían en una comunidad que no estaba dentro de una hacienda.
54 Mucho en el relato de don Carlos muestra cierta elasticidad en el uso del tiempo. Tomando en cuenta
que Tupaj Katari fue ejecutado en 1781, más de cien años antes del nacimiento del abuelo de don
Carlos, la visita a su casa debe ser entendida como una visita hecha por su ajayu, que seguía deam-
bulando por el altiplano, o por rebeldes aymaras imbuidos del espíritu rebelde de Tupaj Katari.
55 Chuyma, a menudo se traduce como “corazón” porque muchas de las cualidades y emocio-
nes que se le atribuyen son similares a las que en castellano se atribuyen al corazón. Pero la
72 Descolonización aymara
sin duda eran virtudes buscadas en un buen catequista (Orta 1999). Don Carlos
menciona el uso de palabras medicinales (qulla arunaka) como una de sus prácticas
curativas, y esto en un joven esperanzado y curioso como Carlos y siendo un buen
orador, sería apreciado por los curas de la región. Para el joven Carlos, convertirse
en catequista significó una oportunidad para asistir a cursos y seminarios y así viajar y
aprender de nuevos lugares. Aprendió a leer y escribir en aymara, una habilidad que
después le sirvió para escribir, veinte años más tarde, su primer libro: Jiwasanakana
nayra jakawinakasaxa sarnaqawinakasaxa uraqisanxa musparkañawa (“La cultura de
nuestros antepasados es impresionante”).56 Al comienzo no tuvo problemas con la
doctrina de la Iglesia Católica y encontró maneras de incorporarla al conocimien-
to espiritual que ya tenía. Pero, poco a poco, descubrió una discrepancia entre lo
que los curas y otros catequistas decían y lo que practicaban y, luego de descubrir
corrupción, envidia e infidelidad entre los católicos, volvió a valorar las ideas de su
padre y llegó a la conclusión que esas gentes estaban bajo la influencia de ñanqhas
ajenos. Dejó la Iglesia Católica y, después de un desengaño similar con las iglesias
evangelistas, se acercó al sindicalismo campesino y la ideología radical indianista-
katarista que lo han llevado a criticar todos los aspectos del cristianismo. Pero su
desencanto con la iglesia perturbó su vida. Fue abandonado por su mujer y se dedicó
a la bebida. Trabajó durante un tiempo en las minas y llevó una vida de pobreza.
“Sólo trabajaba, tomaba y lloraba”, dice.
Don Carlos se convirtió en un vagabundo que recorría la región andina.
Caminó por Cochabamba, Chuquisaca, Potosí y Oruro. Donde le daban aloja-
miento ofrecía sus servicios pastando las ovejas, cosechando quinua y –recordando
las enseñanzas de su padre– curando a la gente. Así, aprendió nuevas técnicas de
curación de abuelos sabios que encontró en su camino. Esos abuelos le enseña-
ron cómo usar, lo que don Carlos llama “plantas sagradas”, que generalmente
se denominan “psicoactivas”. Guiados por los abuelos y sus plantas, don Carlos
pudo comprender el alcance de sus propios poderes, pero también la dimensión
de su alienación al estar viviendo la vida ajena de un ñanqha. Después de que un
rayo cayó sobre su pequeña casa en El Alto, tomó una decisión trascendental y,
desde mediados de la década de los años ochenta, ha dedicado su vida a curar a
la gente con espíritus, plantas, animales, minerales. Actualmente, se ha vuelto a
casar y su vida se ha convertido en una empresa para curarse no sólo a sí mismo
palabra para “corazón” en aymara es lluqu, como se muestra en el Capítulo 5, una traducción
más adecuada de chuyma es “pulmones”. Fernández (2004: 263) indica que chuyma se refiere
a “un lugar no especificado dentro del organismo”. Mis interlocutores se refieren a chuyma
como un órgano en particular con cualidades específicas. En ciertas ocasiones, sin embargo, el
significado de chuyma se expande para referirse no sólo a los pulmones, sino a todo el tórax.
56 Más tarde, don Carlos ha escrito dos libros más: Laq’a achachilanakan jach’a tayka
amuyt’äwinakapa - Los grandes pensamientos de nuestros antepasados (2005) y El camino
de la descolonización (2009).
colonialismo y descolonización 73
57 Q’añu jaqi , literalmente: “gente sucia”. Se refiere a las personas que viven de manera inmoral.
Existen otras expresiones parecidas que también se usan como insultos: por ej. qhincha jaqi o
saxra jaqi.
74 Descolonización aymara
Sus ajayus se van y entran los espíritus extraños. Por eso hablan mal. Como Sánchez
de Lozada y Bush, esa persona está enferma, por eso mata a la gente. Se cura a esa
gente así [señalando a la ch’iyar misa58 que tiene delante], con setenta plantas, ani-
males y bichos.
58 Ch’iyar misa (“mesa negra”), consta de ingredientes medicinales vegetales, animales y minerales.
Nos referimos a ch’iyar misa en detalle en el Capítulo 6.
colonialismo y descolonización 75
la contaminación y la luz eléctrica pueden llegar a causar que los ajayus uywiris
de esas wak’as las abandonen y se refugien en las cumbres de las montañas donde
no hay contaminación.
Las wak’as que han sido abandonadas están en un estado crítico porque han
sido marginadas de la red socioeconómica de relaciones de reciprocidad con los
seres humanos (ayni59). Por eso, don Valentín indica que ya no pueden compartir
energía, vida y sabiduría con la gente, ni recibir a cambio ofrecimientos rituales,
porque muy pocos las visitan. De acuerdo con don Valentín, las wak’as no sólo
quieren restablecer su relación con los aymaras; sino que necesitan hacerlo. Si no lo
hacen, su energía puede acumularse en su interior. Don Valentín compara esto con
una olla a presión y mantiene que si la gente no llega a compartir con las wak’as,
ellas explotarán causando desastres como terremotos, derrumbes e inundaciones.
Muchos Maestros hablan de esas catástrofes como castigos de las wak’as, los acha-
chilas y las awichas a la humanidad por violar las leyes y el orden de pacha.60 Otros
Maestros interpretan los desastres naturales como los esfuerzos de las wak’as para
liberarse del Colonialismo y consideran que su misión es ayudarles en ese proceso
de liberación a través de otras maneras menos violentas. La liberación de las wak’as
resulta equivalente a la descolonización del mundo aymara y al pachakuti; es decir
la transformación y restauración en el tiempo y el espacio.
Le pregunté a don Valentín que me contara sobre su vida y comenzó así:
Continuó en esa vena por otros diez minutos, usando las montañas, las pam-
pas, los ríos y los caminos en su historia de vida sin aparecer él mismo, excepto
como un narrador y como un punto desde el cual se mira el mundo con el que
se interactúa (cf. Ingold 1993). Mientras incorpora su mundo en su narración,
don Valentín lo muestra a su interlocutor moviéndose a través del paisaje y del
59 Ayni es un concepto aymara que ha sido investigado por intelectuales aymaras y quechuas como
Vargas (2006) y extranjeros como Temple (1995, 1997) y Estermann (2006). Ayni connota algo
así como “reciprocidad”, no sólo como un fenómeno social, sino como una ley cósmica que
permea las relaciones de toda la vida.
60 El concepto aymara kamachi se usa frecuentemente con referencia a las leyes cósmicas.
76 Descolonización aymara
61 Existen lugares en el paisaje aymara donde se deja instrumentos durante la noche para que
sean afinados o serenados por el sirinu o el anchanchu, el espíritu relacionado con el eco y el
sonido. Un instrumento serenado, se dice, toca linda música “casi como por si solo”.
62 Entre otros elementos, como las espadas y los cuchillos, el caballo blanco es uno de símbolos
clave de Santiago, el santo español que es representado cabalgando un caballo blanco. No es
un santo católico ordinario; es de suma importancia para muchos Maestros. En el siglo XVI,
en España, ya estaba relacionado con el trueno y el rayo y se identificó muy bien con Illapa,
o q’ixu q’ixu, el espíritu aymara del rayo, al punto que actualmente no hay diferencia entre
los dos. Siendo la descarga del rayo la principal manera de llegar a ser yatiri, Santiago se ha
instituido como el santo de los Maestros. Sin embargo, algunos Maestros indianistas excluyen
a Santiago de su práctica ritual y hacen sus ofrecimientos sólo a Illapa o q’ixu q’ixu.
colonialismo y descolonización 77
do vista al este, un caballo grande ¿no? corriendo. Y me doy cuenta igual, los pájaros
cantando y poco a poco, el freno que estuve agarrando había sido la cruz. O sea, el
caballo quería escapar más, no sé pues que me hubiese pasado. Pero me doy cuenta,
me doy cuenta algo como una neblina aquí, juuuu, así se ha destapado mi corazón.
Y el caballo se vuelve en la tumba (…) entonces el freno se me ha convertido en la
cruz. Entonces así, jalando, jalando se queda en mí mano la cruz, y “¡Carajo!” he di-
cho, “¿Qué estoy haciendo? ¡Este cruz no me sirve!” Agarro la cruz y paajj, lo boto.
Don Valentín considera que una razón por la que tenía esas experiencias ex-
trañas era porque una vez había leído las hojas de coca sin ser Maestro; es decir
sin el debido permiso. En muchos lugares del mundo andino se piensa que sólo
un Maestro consagrado puede leer las hojas de coca.63 Se dice que, si alguien que
no es un Maestro trata de leerlas, aunque fuera de manera inocente, será castigado
por Inal Mama, el espíritu de la coca.
Valentín hizo su servicio militar en Guaqui (Wak’i) durante la dictadura del
General Banzer, en la década de los años setenta. De vez en cuando, durante la
inspección diaria, el oficial pedía a la tropa si había alguien con ciertas habilida-
des específicas como adoberos, electricistas o carpinteros, dar un paso al frente.
Muchos jóvenes reclutas a menudo se ofrecían para excusarse de los ejercicios
habituales. En una ocasión, el oficial preguntó si había alguien que sabía leer hojas
de coca. Nadie se manifestó. Valentín pensó que lo que había aprendido de su
abuelo Maestro podría servir, pero también pensó que si se ofrecía, todos lo iban
a ver como al brujo del cuartel, algo que le incomodaba. Pero, sabiendo que podía
escapar a sus obligaciones ordinarias, dio un paso al frente ofreciéndose para leer
hojas de coca. La consulta tenía que ver con problemas que el oficial tenía con
su novia. Después de que la lectura que hizo el joven Valentín resultó correcta,
frecuentemente volvió a ser consultado por oficiales y civiles y, efectivamente, se
convirtió en el “brujo del cuartel” pero así logró escapar a sus deberes cotidianos.
Pero hizo todo esto sin ser un Maestro entrenado y consagrado.
Quince años más tarde, don Valentín se había casado y tenía una familia; pero
su vida era difícil y caótica y comenzó a preguntarse si no sería a causa de sus
ilícitas lecturas de hojas de coca, pero no sabía qué podía hacer al respecto.
En 1990, en una asamblea de varias comunidades del municipio de Tiwanaku
que organizaba la celebración del Machaq Mara, el “Año Nuevo aymara”, que
tendría lugar en Tiwanaku, se decidió que cada comunidad enviaría dos Maestros
a la ceremonia. En Qurpa casi no había Maestros, pero don Valentín era conoci-
do como un entendido en los “tiempos antiguos”, por hablar más o menos bien
castellano y porque su abuelo había sido Maestro. El dirigente de la comunidad
pensó que don Valentín sería perfecto para ser representante de Qurpa en la
63 Sin embargo, algunos sostienen, que ésta es una innovación introducida por los Maestros porque
en el pasado todos los adultos podían leer las hojas de coca para las cuestiones personales.
78 Descolonización aymara
ceremonia de Machaq Mara en Tiwanaku. Don Valentín tenía sus reservas porque
no era Maestro consagrado y porque no poseía un claro chimpu y, aunque estaba
involucrado en la “causa aymara”, por entonces se consideraba un católico más o
menos “moderno”. A pesar que su fe en la Iglesia Católica comenzaba a debilitarse,
no estaba listo aún para presentarse como un “brujo” ante el mundo. Le pidió
consejo a su madre y ella le dijo que siguiera adelante pero que primero debía ir
a Wak’i o a Pachjiri para pedir permiso y también le informó entonces que había
nacido en podálica, que es un chimpu incuestionable.
Si hasta entonces la vida de don Valentín había sido difícil, no fue nada en
comparación al torbellino de conflicto interno en el que se encontró atrapado
entre lo que pensaba que era su destino inevitable y la doctrina católica con la
que se identificaba entonces. Al final, siguió el consejo de su madre y en la cele-
bración en Tiwanaku fue presentado como uno de los Maestros de Qurpa. Cada
comunidad había nombrado uno, dos o tres Maestros y, de acuerdo con don Va-
lentín, en esa ocasión se fundó un consejo de Maestros, que más tarde se llamaría
Consejo de Jayi Amawt’as. Pero él no estuvo tranquilo hasta que fue iniciado por
un anciano Maestro en Wak’i. Entonces, dice, comprendió que estaba curado y
que ése era el destino que debía seguir y poco a poco comenzó a ganarse la vida
como Maestro, demostrando gran creatividad y capacidad innovadora en su prác-
tica ritual. Diez y seis años después de su iniciación, consagró a Evo Morales en
Tiwanaku, conectándolo con el mismo pasado precolonial que se había integrado
a su propia vida.
Pero la desgracia volvió a caer sobre don Valentín y su familia. El 27 de julio
del 2010, la policía encontró una gran cantidad de cocaína líquida en su casa en
El Alto. Al día siguiente la foto de don Valentín apareció en la primera página de
casi todos los grandes periódicos del país con titulares anunciando que el “narco-
amauta” del Presidente había caído preso junto a dos colombianos. Cuando le visité
en la cárcel de San Pedro en enero del 2011, don Valentín había vivido detrás de
las rejas casi medio año y aún afirmaba su inocencia:
Nosotros vivimos una pena aquí en esta sección, y sabemos que detrás de estas pa-
redes está Leopoldo Fernández64, y vive y come bien, aunque ha matado a nuestros
hermanos. Sí pues, la justicia boliviana es una mentira.
Juan Ángel
De los Maestros interlocutores que conocí habían algunos que podrían considerar-
se más “tradicionales” que otros. Por ejemplo don Carlos, presentado anteriormen-
te, creció en el campo y hablaba sólo aymara hasta que ingresó a la escuela en su
comunidad por algunos semestres. Y aunque actualmente se mueve entre el campo
y la ciudad, ha viajado fuera del país, escribe libros, habla castellano (con acento
aymara) y demuestra gran creatividad en su papel de Maestro y en su práctica
ritual dentro del movimiento indianista-katarista y el Ministerio de Salud, podría
ser considerado como un Maestro más o menos “tradicional” en el sentido de que
fundamenta sus prácticas curativas en experiencias vividas y enseñanzas ganadas
desde su niñez como miembro de una comunidad aymara rural. Pero también
conocí otros Maestros con historias de vida diferentes, como el antropólogo y
yatiri Juan Ángel, que me introdujo al mundo aymara de las wak’as, los achachilas y
las awichas. Desde la primera vez que me condujo en peregrinajes a las montañas,
hace ya una década, sus enseñanzas se han centrado en el “Código”. Juan Ángel,
concibe la tarea antropológica interpretativa como el desciframiento del código
cultural de una sociedad. Y, hacia la comprensión de la estructura y la lógica de
ese Código, Juan Ángel me guió, así como a muchos jóvenes aymaras urbanos.
Su idea es que sólo estructurando el mundo de la manera en que los abuelos lo
hacían, los aymaras pueden lograr restaurar el equilibrio cultural, existencial y
ecológico con y dentro de pacha. Sólo caminando, actuando, pensando y perci-
biendo a través del Código alguien puede llegar a reencontrar su “ser aymara” y
llegar a descolonizarse. Juan Ángel considera que hasta muchas de las personas
que viven en el campo están actualmente perdidas y confundidas al tratar de dar
sentido al mundo a través de un código cultural ajeno.
Aquí uso los términos “abuelo” y “abuela” (“awilu” y “awila”) en el sentido
en que son utilizados por muchos de mis interlocutores; es decir con referencia
a cualquier anciano o anciana aymara, sin que signifique necesariamente que
tengan una relación de parentesco. Pero también las personas mayores que no
64 Ex-prefecto del Departamento de Pando, acusado de ser el autor intelectual del masacre de
campesinos e indígenas en Pando el 11 de septiembre del 2008.
80 Descolonización aymara
sean ancianos pueden ser tratadas como “abuelo” o “abuela” si se considera que
son “guardianes de la tradición”, como son los Maestros. “Abuelo” y “abuela”
también se usan con referencia a los ancestros más antiguos, hasta los de la época
precolonial. En este aspecto, son los arquetípicos antepasados, los achachilas y las
awichas, y así están presentes en el paisaje, en las montañas, los lagos, las pampas
y los ríos. Hay, entonces, un gran potencial de flexibilización semántica en el
concepto de “abuelo” y “abuela”.
Durante la década de los años ochenta, Juan Ángel no estaba muy interesado en
el conocimiento de los rituales de los abuelos. Era un dirigente juvenil católico en
un barrio popular de La Paz donde vivía desde niño cuando fue traído a la ciudad
desde su comunidad natal. A pesar de esa identidad católica que había asumido,
no veía a los Maestros aymaras como algo fuera de lo ordinario, y aunque había
perdido la facilidad de hablar aymara que había tenido en su niñez, entendía muy
bien el idioma y tenía cierto conocimiento de las prácticas rituales. El abuelo de
Juan Ángel había sido Maestro y aunque su padre decidió no seguir ese camino,
a pesar de haber nacido mellizo (ispa), Juan Ángel creció dentro de un ambiente
que de una manera u otra estaba relacionado con el mundo de los Maestros. Al
comienzo, Juan Ángel simplemente suponía que era un mundo que caería en el
olvido; pero, por alguna razón, la decisión de su padre de no seguir con su destino
de llegar a ser Maestro comenzó a preocuparle. Juan Ángel comenzó a sentir que
su familia tenía una deuda que saldar porque su abuelo había muerto sin dejar un
heredero de su conocimiento ritual y, si no se hacía algo al respecto, una desgracia
podía caer sobre toda la familia; por ese sentido de obligación familiar decidió
llegar a ser Maestro, abandonando la religión católica. En la práctica, para Juan
Ángel, se trataba de restablecer los vínculos rituales que su abuelo tenía con las
wak’as y los uywiris de la región de Omasuyus, especialmente Pachjiri.
Juan Ángel comenzó sirviendo como Soldado de Maestros de varias regiones.
Pasó varios años viajando con abuelos de un cerro a otro, y puedo decir que he
conocido pocos Maestros que poseen el conocimiento de Juan Ángel sobre la to-
pología, los nombres, la ubicación y el significado cosmológico de las montañas,
los lagos y las islas. Cuanto más aprendía y cuanto más se parecía a un abuelo del
campo, más claro resultaba para él que el conocimiento de los abuelos actuales
es fragmentario y está mezclado con elementos cristianos y occidentales y no es
una expresión adecuada de la idea que Juan Ángel tenía del “verdadero código”;
una lógica de complementariedad de opuestos, un sistema simbólico subyacente
en todas las expresiones culturales andinas. Por ejemplo, una fría mañana, estába-
mos en la cima de un cerro, a orillas del lago Titicaca con un viejo Maestro de un
pueblo cercano. Estábamos a punto de encender nuestra mesa ritual cuando el sol
comenzó a aparecer detrás de las montañas nevadas. Al iluminar los primero rayos
del sol, el viejo Maestro –el supuesto supremo guardián de la tradición inmacu-
lada– se arrodilló, se persignó, y comenzó a recitar rezos católicos en castellano
colonialismo y descolonización 81
y latín. Obviamente, el viejo Maestro no vio nada raro en hacer uso de prácticas
rituales de diferentes fuentes culturales e históricas.
En su práctica ritual, Juan Ángel llegó a parecerse a un abuelo ideal del pa-
sado más que a uno de carne y hueso. Juan Ángel desarrolló complejos sistemas
simbólicos y rituales basados en su concepto del Código, de la dualidad y la
complementariedad. Congregaba a gente en las noches en su casa en un barrio
popular de La Paz y era constantemente interrumpido por personas que buscaban
curaciones o lecturas de hojas de coca. En esas reuniones, se discutía el Código
desde todos los puntos de vista, se realizaba toda clase de rituales y se planeaban
peregrinaciones. Fue un ambiente extraordinario.
Un jueves por la noche, en una de esas reuniones, Juan Ángel, que normalmente
aparecía entusiasta, se sentó mirando al piso y comenzó a hablar lentamente de
“derrota cultural”, que todo lo que había pensado que era verdad había resultado ser
una mentira, que lo que había creído que era auténtico resultaba ser una imposición
colonial y lo que pensaba que era la curación resultó ser otra enfermedad.
Todo había comenzado la noche anterior, cuando visitamos una exposición
de tejidos en el Museo Etnográfico de La Paz. Juan Ángel caminó en silencio
observando los ponchos, unkus, lluch’us, ch’uspas y awayus que se exhibían, en or-
den cronológico, desde la época de Tiwanaku, pasando por el período incaico y
la Colonia, hasta el presente. Fue lo que vio en los tejidos del siglo XVI que echó
una sombra de duda sobre el Código. Notó que había un cambio de la iconografía
que enfatizaba el número 4 –cuatro elementos, cuatro secciones, cuatro colores y
cuatro suyus del Tawantinsuyu– hacia la conocida “dualidad andina”, con un centro
(taypi) (Astvaldsson 2000a y 2000b; Bouysse-Cassagne 1987; Montes 1999). La
estructura dual de los tejidos coloniales y contemporáneos tiende a enfatizar ese
centro, de manera que éste representa no sólo el encuentro de dos partes; sino
que forma parte de la estructura misma. Esto significaría que el todo consistía
de tres, en lugar de dos partes. Visto de esa manera, los tejidos expresarían no
un Código dual sino tripartito. Juan Ángel indicó que le impactó como un rayo
que el Código relacionado con la dualidad y un taypi fueron impuestos sin duda
durante la revisita de Toledo en el siglo XVI.65 Esto significaría que en lugar de
representar valores y estructuras organizativas auténticamente aymaras, el Códi-
go era una astuta proyección colonial de la Trinidad. “Esto”, explicó Juan Ángel
aquella noche, “penetró más profundo de lo que podía haber imaginado. Lo que
ahora experimento es un desencanto cultural”.
Sin embargo, Juan Ángel fue capaz de reexaminar el Código y se repuso.
La última vez que lo vi, seguía curando a la gente en su casa y seguía planeando
65 Un resultado de la revisita del Virrey Francisco de Toledo en 1572, fueron las reducciones;
es decir el agrupamiento forzoso de los indígenas en centros poblacionales. Esto se hizo para
facilitar la evangelización de los indígenas, la organización de su trabajo y el cobro de impuestos
(Thomson 2006: 25; Choque 1992a: 67).
82 Descolonización aymara
visitas a las montañas y a las wak’as y habló de su práctica como una vocación para
“restaurar la tierra”. Esto significa reestructurar el paisaje, la pacha, de acuerdo a
un Código replanteado y también recobrar las conexiones rituales con las wak’as
y “despertarlas” en los lugares donde han caído en el olvido.
Juan Ángel, a veces habla de su vocación como algo que tiene que sobrellevar
durante toda su vida; una carga que tiene que soportar. Sin embargo, su manera
de soportar esta carga y restaurar su propio “ser nativo” es existencialmente atra-
yente para muchos jóvenes aymaras y Juan Ángel ha jugado un papel importante
en las vidas de muchos jóvenes paceños y alteños. Acompañándolo en este camino
durante mucho tiempo estuvo doña Nieves.
Doña Nieves
Doña Nieves es una mujer de mediana edad, de pollera y madre de cinco hijos.
Cualquiera que la vea acullicando y vendiendo huevos en su pequeña tienda de un
barrio popular de La Paz, no podría imaginar la historia de su vida. Además de ser
una persona conocida dentro del ambiente del movimiento aymara, es una figura
de gran importancia para algunas Soldadas y Maestras recién iniciadas porque
personifica todo lo que una Maestra puede significar en un mundo dominado por
Maestros. Hasta hace algunos años, doña Nieves vivía una vida tranquila fuera
del movimiento indianista-katarista y lejos del interés de los medios de comuni-
cación. Las cosas comenzaron a cambiar cuando fue promovida por sectores del
movimiento aymara como la Maestra, la Mama Amawt’a. Lo ocurrido durante su
vida explica por qué.
Cuando era todavía una niña, mientras pastaba las ovejas de su familia en la
región de Pacajes, fue alcanzada por un rayo, haciendo que su chimpu fuera q’ixu
q’ixu o rayu purita. Pero, después de reponerse de ese suceso, Nieves no respondió
al llamado. Aunque conocía el mundo de los rituales porque su tío era Maestro,
no tenía interés en llegar a ser Maestra y se decidió por una vida normal. Pero
q’ixu q’ixu no se dio por vencido. Cuando doña Nieves era ya una mujer madura,
el rayo volvió a alcanzarla. Y esta vez, después de recobrar su salud, hizo caso al
llamado. Empezó a aprender las habilidades básicas de los rituales y, cuando se
encontró con Juan Ángel, ya oficiaba como cualquier otra Maestra. Pero muy
pocas habían sido tocadas por el rayo dos veces y cuando Juan Ángel la conoció,
inmediatamente percibió su potencial porque el chimpu de doña Nieves resultaba
“directo” y tenía mucha fuerza. Como, además, ella había nacido en el campo y
mantenía fuertes lazos con su comunidad, Juan Ángel pensó que, con la orientación
adecuada, doña Nieves podía llegar muy lejos. Así, ella fue promovida dentro del
movimiento aymara, apareció en la televisión en programas como Inkillkuna y
Taypi Uta, participó en actos indianistas-kataristas como la reunificación del cuerpo
de Tupaj Katari, en Peñas, que hemos mencionado, y en el Encuentro Continental
colonialismo y descolonización 83
de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala propiciado por el actual gobier-
no. Durante la celebración del mara t’aqa, machaq mara o willka kuti, el llamado
“Año Nuevo aymara”, en 2006 fue designada para acompañar en el ceremonial
ritual que celebró don Carlos y fue transmitido en vivo por Radio San Gabriel.
Doña Nieves también ha tenido participación en el ámbito político; fue elegida
miembro del Consejo de Amawt’as que se ha organizado con el patrocinio de la
Cancillería del actual gobierno. El compromiso indianista-katarista que adquirió
en todas esas intervenciones tuvo un profundo impacto en la práctica ritual de
doña Nieves. Ha desechado cualquier referencia a los santos y vírgenes en su
discurso y a “elementos no auténticos” en sus misas. Cuando reflexiona sobre
esto, sonríe y dice: “Ya no hago eso; o sea ya no hablo de los santos y esas cosas.
No es nuestro sarawi”.66
Es evidente que doña Nieves ha sido guiada por Maestros que son activos
en el ámbito indianista-katarista, como Juan Ángel, pero al mismo tiempo, ella
llegó a representar algo así como un eje moral nativo para el grupo de jóvenes
Soldados y Maestros que se reunían alrededor de Juan Ángel. Cumpliendo ese
papel, doña Nieves otorga legitimidad a la práctica ritual comprometida políti-
camente en la ciudad.
Los Soldados
Aquí uso el término “Soldado” no sólo en el sentido estricto del ayudante y apren-
diz del Maestro; sino, también de manera más inclusiva, con referencia a cualquier
joven aymara, hombre o mujer, que está inclinado hacia la espiritualidad aymara
“tradicional”, o que participa activamente en el movimiento indianista-katarista
y se encuentra en la situación de aprendiz dentro del ámbito ideológico o de la
ritualidad. Y en cualquier caso, estas dos categorías: espiritual/ritual e ideológico/
político, están interrelacionadas tan íntimamente, que es imposible separarlas
analíticamente.
Como sus Maestros, los Soldados demuestran creatividad en su caracterización
del mundo occidental, la modernidad, la vida en la ciudad, el cristianismo y el
Colonialismo en relación con su vida como jóvenes aymaras en El Alto y La Paz.
Sus historias de vida son únicas, pero muchas muestran ciertos rasgos en común
y, a pesar de ser diferentes a las de los Maestros, existe consistencia y continuidad
entre Maestros y Soldados.
Las historias de vida de los Maestros generalmente están construidas alrededor
de experiencias traumáticas transformadoras y están estructuradas como un “antes”
y un “después”. La vida de los Soldados y los Maestros recientemente iniciados
66 Sarawi, puede ser traducido como “práctica” o “cultura”. El término se discute en el Capítulo 8.
84 Descolonización aymara
Pedro
Pedro nació hace unos veinticinco años en una comunidad en la provincia Ingavi.
Creció allá hasta los doce años cuando se trasladó con sus padres a El Alto, donde
ingresó al colegio. Cuando le conocí, Pedro estudiaba programación de sistemas
en La Paz y es más un activista indianista-katarista que un Soldado entregado a
las prácticas espirituales y rituales. Sin embargo, tiene mucho que opinar sobre
la espiritualidad aymara.
Nos conocimos el 11 de noviembre de 2006 en una pequeña plaza llamada
Corazón de Jesús en El Alto.68 Al pie de la estatua de Jesucristo, los Maestros
realizaban una ceremonia pidiendo permiso a los espíritus para recoger algo
de tierra del lugar donde se dice que el corazón de Tupaj Katari fue exhibido
después de su descuartizamiento. Pedro apareció a mi lado, moviendo la cabeza
con desaprobación dijo: “No está bien, no está nada bien”. Lo miré sorprendido,
y continuó: “Están haciendo el ritual a los pies de Cristo. Eso no está bien. Son
demasiado esotéricos y hay demasiado sincretismo”.
Se retiró; pero apareció otra vez, unos días más tarde, en el ritual de Peñas que
he descrito anteriormente. También entonces criticó esos rituales por incorporar
“elementos coloniales” como el alcohol y los cigarrillos. Pedro pensaba que los
Maestros eran propensos al vicio y no podía imaginar cómo ellos podían pensar
en curar el ajayu de Tupaj Katari sin llegar a identificar lo que consideraba que era
la cuestión central; es decir que al descuartizar, profanar y quemar el cuerpo de
Tupaj Katari, los españoles crearon una suerte de hechizo maligno no sólo sobre
el espíritu del líder rebelde; sino también sobre todo el pueblo aymara que está
condenado a reproducir ese hechizo y seguir transmitiéndolo a las nuevas gene-
raciones. Como consecuencia, dice Pedro, los aymaras van por el mundo como
un pueblo desperdigado y todos los esfuerzos para unificarlo están destinados al
fracaso a causa de los conflictos internos, la desconfianza y la envidia.
67 Esto puede ser explicado por el hecho de que mis interlocutores Soldados viven fundamen-
talmente en la ciudad donde el riesgo de ser alcanzado por un rayo es menor.
68 En la agenda indianista-katarista está no sólo el cambio del nombre de Sagrado Corazón de
Jesús a Corazón de Katari; sino la demolición de la estatua que se encuentra en la plaza.
colonialismo y descolonización 85
Wara y Muxsa
La historia de Wara, una joven artista de origen aymara, añade otra dimensión al
imaginario del Colonialismo como desmembramiento y mutilación. Wara nació en
La Paz. Sus abuelos habían migrado del campo a un barrio popular de la ciudad en
busca de trabajo, en la década de los años cincuenta. Sus padres, después de haber
experimentado la discriminación y el racismo debido a su origen, consideraron
que lo mejor era no enseñar aymara a sus hijos. En consecuencia, Wara sólo habla
unas pocas palabras del idioma de sus abuelos y su sentido de “identidad aymara”
no era muy claro; incluso sentía que su mismo “ser” le había sido negado. Entró en
un proceso de búsqueda existencial y cuando era estudiante en la universidad, su
búsqueda encontró un sentido en la lucha política y social dentro del movimiento
estudiantil indianista-katarista que le ayudó a identificar al Colonialismo como
la causa fundamental de su sensación de vivir con una identidad negada. En el
86 Descolonización aymara
Bueno, es así porque es natural para ellos; porque no tienen que pensar en códigos y
conductas y nadie les tiene que corregir. Sólo nosotros tenemos que pensar en todas
esas cosas y necesitamos alguien que nos corrija y así, poco a poco, se vuelve natural
para nosotros también.
Pachakuti
Ellos [los colonialistas] nos han vuelto ciegos, sordos y mudos y hasta incapaces de
sentir olores y sabores. Nos han hecho pensar como ellos y han hecho callar la voz
de nuestro chuyma. Pero sigue ahí… No han podido llegar a nuestro ajayu. Si lo
hubieran hecho no estaríamos aquí y ahora como aymaras.
69 Huamán Poma describe así al Inca Pachakuti: “Era un glotón y un bebedor. Su principal
diversión era hacer la guerra de donde invariablemente salía victorioso” (Poma de Ayala [ca.
1613] 1978: 42)
88 Descolonización aymara
Fue como si me hubieran echado un balde de agua fría encima. Me di cuenta de que
había estado viviendo con los ojos cerrados. Eso comprendí ahí en la UTA, y así
llegué a ver el mundo como realmente es, y me di cuenta que el verdadero conoci-
miento es el conocimiento de nuestros abuelos.
Tuqapu
una casa; pero un conocido le engañó y se encontró atrapado por las deudas al
banco y, después de hacer los primeros pagos mensuales, no le quedó casi nada.
Adicionalmente, Nelson, tenía a su cargo a un hermano menor. En esa situación,
se dedicó a la bebida y su vida se hizo miserable y, como si pudiese ponerse peor,
su hermano fue asesinado. Durante seis meses bebió día y noche y cuando ya no
pudo pagar sus deudas, el banco le incautó su pequeña casa.
Un amigo le aconsejó que buscara la ayuda de un Maestro. Aunque Nelson
no creía en esas cosas, en su desesperación siguió el consejo de su amigo y así
conoció a un Maestro. Éste resultó ser el primer paso en un largo proceso que
transformó a Nelson en Tuqapu, su “verdadero ser”.
Leyendo las hojas de coca, el Maestro vio que Nelson estaba lleno de espíritus
extraños y necesitaba un largo proceso de curación que era necesario si Nelson iba
a rehacer su vida. Nelson no comprendía bien todo esto, pero estaba tan desespe-
rado que se aferró a esa última esperanza que el Maestro le ofrecía. Así comenzó
un período de limpieza ritual y viajes a las wak’as. Con cada paso que tomaba, un
nuevo mundo parecía abrirse ante sus ojos; el nunca había subido a una montaña,
ofrecido una misa a los achachilas, ni compartido hojas de coca con un Maestro.
Durante uno de esos viajes, el Maestro le dijo: “este camino es para ti”, indicando
que Nelson estaba destinado a ser Maestro. Sin vacilación, Nelson decidió embar-
carse en un proceso de aprendizaje: aprendió a preparar misas, a leer hojas de coca,
y cómo hablar y moverse en los rituales, y mucho más. Hasta comenzó a aprender
aymara y visitó la comunidad de donde habían salido sus abuelos. Poco a poco, el
nuevo mundo que se abrió ante sus ojos fue tomando forma y su “ser colonizado”
fue desvaneciéndose para convertirse en Tuqapu, su “ser nativo”.
Tuqapu conoció otros Maestros y fue entrando en el círculo de jóvenes que se-
guían a don Valentín, que fue el Maestro que eventualmente lo consagró en Peñas, en
la misma plaza donde Tupaj Katari fue descuartizado. Ésta era sin duda una situación
excepcional porque las consagraciones son generalmente ceremonias ocultas que
tienen lugar en las cumbres desoladas de las montañas y la consagración de Tuqapu
fue un acto público con claros ribetes indianistas-kataristas. Esto no terminó allí,
porque unas semanas más tarde, don Valentín le instruyó esperarlo en la Ceja de El
Alto con los ingredientes para una waxt’a, hojas de coca, su tari y su chuspa.
Juntos viajaron hasta Wak’i, un pueblo a unas dos horas por bus desde El
Alto. Se dice que Wak’i pertenece al rayu o q’ixu q’ixu. En el mes de julio, durante
la fiesta de Santiago, que es el santo católico relacionado con el rayo, el pueblo
está lleno de visitantes, danzarines, músicos y vendedores. Se dice que la iglesia
de Wak’i está construida sobre una antigua wak’a; y por eso, Maestros de todo el
altiplano llegan hasta allá para consagrar a Soldados que tienen alguna relación
con el rayo a través de su chimpu o por herencia. Tuqapu no tenía un chimpu; pero,
junto con su Maestro, leyendo las hojas de coca, encontraron que su abuelo había
recibido una descarga del rayo y, en consecuencia, al asumir el oficio de Maestro,
colonialismo y descolonización 91
Tuqapu estaba recibiendo la herencia ritual de su abuelo, para lo cual debía pedir
permiso (lisinsia) en Wak’i.
Durante el ritual de consagración, el Soldado suele dejar su tari con hojas
de coca en la wak’a por un tiempo para que un Maestro, más tarde, abriéndolo y
examinando la posición de las hojas, determine la forma en que el discípulo debe
leer las hojas en su oficio, ya que existen diferentes maneras de hacerlo. Surgieron
problemas en Wak’i para realizar este acto ritual porque el tari debía ser deposi-
tado detrás del altar, donde supuestamente se encontraba la antigua wak’a; pero
cuando Tuqapu y don Valentín llegaron al pueblo, la iglesia estaba llena de gente
porque la misa estaba a punto de comenzar. Pero don Valentín sabía qué hacer:
por una pequeña propina hizo que el sacristán colocara el tari con las hojas de
coca detrás del altar y el cura dio su sermón sin saber lo que ocurría. Después de
recobrar el tari y dejar en la iglesia unas velas encendidas para la wak’a se fueron
hasta Lluqulluqu, un paso de montaña en el camino entre Tiwanaku y El Alto,
donde ofrecieron una waxt’a a los achachilas y a las awichas. Una pareja de alqamaris
–aves negras y blancas que son un signo de buena suerte– aparecieron en el cielo. A
partir de entonces, la vida de Tuqapu se estabilizó y los espíritus extraños y ajenos
dejaron su cuerpo. Él lo relata así: “Antes estaba avergonzado de mi origen. Era
un materialista. Ahora no soy nada así. Más bien soy al revés: hago lo que hace
mi pueblo y como lo que ellos comen”.
Santi
Como Tuqapu, Santi creció en la ciudad de La Paz sin hablar aymara; pero ac-
tualmente, a los diez y nueve años, eso no parece preocuparle mucho:
Somos tantos que ahora hablamos castellano en Bolivia, que los achachilas ya
han aprendido castellano. Yo creo que hasta les podrías hablar en sueco y ellos
entenderían.
habló con la madre de Santi, ella recordó que durante su embarazo en una ocasión
hubo un rayo que “partió el cielo en dos”. El Maestro indicó que ése debió ser el
momento cuando Santi recibió su chimpu y su labio fue dividido en dos.
Cuando Santi sólo tenía catorce años, fue escogido de nuevo, esta vez por Inal
Mama, el espíritu femenino de la hoja de coca. Durante una reunión en la casa
del Maestro, cuando se preparaba una peregrinación a Pachjiri, se leyó las hojas
de coca para determinar quienes de los presentes serían designados para viajar a
la montaña. La hoja de coca determinaría quienes iban y quienes se quedaban.
Nadie recibió una designación de los achachilas y las awichas tan clara como Santi.
Además, la coca también indicó que su camino estaba dirigido directamente a la
roca del rayo en Pachjiri: Ispa Rayu.
Cuando Santi se encontró en Pachjiri frente a Ispa Rayu –la roca partida en
dos– vio en ella una cara, la cara del rayo, su propia cara. Nunca volvió a pregun-
tar a Dios por qué había nacido deforme y más bien, en la cima de la montaña,
frente a la roca del rayo, juró lealtad a los achachilas y awichas y les agradeció por
el chimpu que le habían enviado.
Reflexiones
SEGUNDA PARTE:
La enfermedad
(Usu)
97
IV
Una patria ajena
Ciclos de dominación
70 Reeditado en 2003.
una patria ajena 99
régimen una dosis de legitimidad a mediano plazo. Pero esa aparente demo-
cratización escondió otros procesos simultáneos de naturaleza colonial como
la apropiación de los sindicatos campesinos y los intentos de homogeneización
cultural a través de la enseñanza del castellano y el estilo de vida “civilizado”.
Además, la Reforma Agraria fue diseñada para dar un golpe mortal al sistema
comunitario de tenencia de la tierra (cf. ibíd.: 104).
El pasado
71 Ver la novela clásica de Alcides Arguedas Raza de bronce publicada en 1919 o su Historia General
de Bolivia del 1920.
100 Descolonización aymara
El 25 de mayo de 2008, Evo Morales debía viajar a Sucre para celebrar “el pri-
mer grito de libertad”, lanzado contra el dominio español en 1809, que ha sido
mitificado dentro de la gran narrativa de la Patria. Desde el día anterior a su
llegada, las calles y las plazas amanecieron bajo el control de grupos organizados
por la oposición; el viaje del Presidente tuvo que ser cancelado y los campesinos
quechuas que habían llegado a Sucre para recibir a Evo resultaron ser las víctimas
del racismo. Los campesinos fueron atacados y severamente golpeados por una
turba superior en número. Alrededor de veinte campesinos fueron conducidos a la
Plaza 25 de Mayo y, frente a la Casa de la Libertad, fueron desvestidos, obligados
a arrodillarse y contemplar cómo quemaban sus ponchos y sus wiphalas mientras
eran humillados con insultos racistas como “indios de mierda”, obligados a besar
el suelo y vivar a la oposición política de entonces y eran amenazados con ser
quemados vivos.72 Los intelectuales y activistas aymaras Pablo Mamani Ramírez,
Lucila Choque y Abraham Delgado nos explican:
Se estructura y reproduce (…) una matriz que organiza el horizonte colonial del
imaginario social como un hecho “natural” y hasta incluso como un hecho deseado
en tanto justo y racional.
Tal matriz de intelección ha sido organizada bajo la variable del color de la piel.
Lo “blanco” ha sido presentado como lo superior y lo “indio” como inferior.
(Mamani Ramírez et ál. 2010: 15-16)
72 Hay muchos videos en Internet que muestran ese acto de racismo, por ejemplo: http://www.
youtube.com/watch?v=Bgilrm7-7R4&NR=1 (Ingresado 10 de junio, 2008). Ver también
(Mamani Ramírez 2008)
una patria ajena 101
La enfermedad
con Maestros y Soldados, estaba convencido que había una conexión entre los
dos fenómenos74; aunque me tomó algún tiempo comprender lo que ahora parece
obvio. Cuando los Maestros dicen que la República de Bolivia está enferma, hablan
de ella como una entidad colonial, igualando la enfermedad con el Colonialismo.
El cambio de nombre de “República” a “Estado Plurinacional” que se hizo con la
Nueva Constitución en 2009 no significó en sí una curación de este mal.
No es nada nuevo referirse a la realidad social boliviana en términos de pato-
logía. En su notorio libro, Pueblo enfermo, a comienzos del siglo XX, el historiador
boliviano Alcides Arguedas indicó que los indios eran la razón por la que los bo-
livianos no poseían un espíritu occidental refinado. Esta idea fue posteriormente
reproducida y grabada en la mente de generaciones de estudiantes aymaras. El
atraso de los indios, sus prácticas supersticiosas y su falta de deseo de progresar
eran vistos como la causa del estancamiento en el desorden, la incongruencia y la
inviabilidad del país. Así caracterizó al “indio”:
Hasta hace poco, Arguedas era leído en las escuelas bolivianas como la autori-
dad en la historia de Bolivia, y otras obras suyas (por ejemplo, Raza de bronce) siguen
siendo parte del curriculum escolar. El actual viceministro de descolonización,
Félix Cárdenas, dice al respecto: “Raza de bronce es el libro más racista posible y
sigue siendo el libro base de lectura”.75
Arguedas diagnosticó la sociedad boliviana con una visión médica: su visión
de la enfermedad refleja su receta de la solución terapéutica en la práctica política.
Pero, desde la perspectiva de los Maestros, Arguedas estaba totalmente equivocado
porque confundió el remedio con la enfermedad y la enfermedad con el remedio.
Además, Arguedas usaba la idea de “enfermedad” de manera metafórica. En con-
traste, los Maestros equiparan la enfermedad con el Colonialismo de una manera
que va más allá de la metáfora. Cuando don Carlos habla del político criollo como
el espíritu ñanqha y de su lacayo mestizo como un Maestro corrupto que lo sirve,
74 No fui el primero en ver esa conexión. Describiendo la manera en que la retórica del sistema
judicial occidental ha sido incorporada a la retórica de los rituales indígenas, Tristan Platt (1992:
139) escribe: “La comunicación shamánica con los espíritus de las montañas […] a menudo
ha sido considerada como una fuente indígena de autoridad oral que sugiere la posibilidad de
un discurso antioccidental capaz de alimentar movimientos de resistencia y rebelión.”
75 La Razón, edición digital. http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=119891&Edition
Id=2321 (Ingresado: 21 de octubre 2010)
una patria ajena 105
t ortura durante el régimen militar de los años setenta y todo el edificio está lleno
del sufrimiento, el dolor y la pena que no han sido tratados. Desde ese edificio,
Félix Patzi, el sociólogo aymara radical que fue nombrado Ministro de Educación
al comienzo del presente régimen, trató de implementar una política de “descolo-
nización de la educación” y una “educación descolonizadora”. Sus ideas radicales
no consiguieron apoyo y fue destituido después de un año. Además, cuando Patzi
hizo un intento de volver a la arena política como candidato a Gobernador del
Departamento de La Paz por el MAS en 2010, hubo nuevos obstáculos en su ca-
mino. Fue detenido por la policía manejando su vehículo en estado de ebriedad
por las calles de La Paz y tuvo que renunciar a su candidatura.
Los edificios que albergan el aparato del Estado no son las únicas manifesta-
ciones de la enfermedad colonial. Las calles y las plazas nombradas por los héroes
y presidentes criollos testimonian el carácter ajeno de la dominación y la opresión
colonial. Esto es evidente en la Plaza Murillo de La Paz, el corazón del poder
republicano, que toma su nombre del más importante protomártir de la guerra
de la independencia y cuya estatua se encuentra en el centro de la plaza. Pero
hay intelectuales indianistas que identifican a Murillo como uno de los posibles
ejecutores de Tupaj Katari (Apaza 2008), y durante una tormenta, en febrero de
2003, la estatua fue alcanzada por un rayo; y esto, para los Maestros, fue un signo
de que las cosas comenzaban a cambiar. Ocho meses más tarde, Gonzalo Sánchez
de Lozada escapó del país y aunque el monumento ha sido restaurado, actualmente
ha sido el centro de protestas. Wara relata una de esas protestas que tuvo lugar
en 2006, en el aniversario de la ejecución de Bartolina Sisa, en la plaza Murillo,
el 5 de septiembre de 1782:
Estábamos ahí con las Bartolinas76 con pancartas, wiphalas y todo para pedir al Evo
que retire el monumento del asesino Pedro Domingo Murillo y lo reemplace con
un monumento a Tupaj Katari y Bartolina Sisa. Los bolivianos, es decir los criollos,
nos miraban y uno de ellos nos dijo: “Ustedes no conocen su historia por eso están
gritando aquí. ¡Mejor váyanse a casa y lean un libro de historia y así van a apren-
der!”. Pero nosotros le contestamos que estábamos en la plaza precisamente porque
conocíamos nuestra historia y que él era el ignorante y el que debía informarse me-
jor. Por lo menos nos dejaron entrar en la plaza, porque antes estaba prohibido que
los indios entraran ahí y cualquier protesta era gasificada cuando se acercaban. Pero
el monumento sigue ahí y hay muchos como ése por todas partes…
El ladrón de grasa
77 Esto fue antes de la inauguración de monumentos como el de Tupaj Katari, en la plaza que
lleva su nombre, en El Alto.
108 Descolonización aymara
pasado; sino como un gringo o un q’ara, que son personajes ajenos, supuestamente
poderosos, del presente. También han cambiado sus métodos y sus instrumentos;
actualmente puede usar una jeringa o hasta elementos electrónicos que le ayudan
a hacer su trabajo desde lejos. Ya no aparece sólo en caminos desolados; sino en
los mercados, bares y los buses del transporte público y, según algunos, hasta en
las oficinas gubernamentales. Mientras que en el pasado extraía la grasa para pro-
pósitos religiosos, actualmente la grasa y la sangre que extrae son para ser usadas
en la industria de armamentos o de productos químicos de EEUU o Europa. El
uso de la sangre extraída no se especifica; pero algunos hablan de un mercado
ilegal donde la sangre se vende para transfusiones y donde la demanda por la
sangre supuestamente saludable de los indios es mayor que la sangre “decadente”
o “degenerada” de los mestizos y criollos. Tomando en cuenta que la mayor parte
de mis interlocutores cree que quienes compran sangre para las transfusiones son
mayormente mestizos y criollos, la preferencia del actual kharisiri resulta ser una
continuación de un tema del pasado: lo ajeno y lo extraño que extrae la energía
vital del cuerpo nativo de los aymaras.78
Cuando el Estado boliviano se concibe como “otro”, “ajeno” o ñanqha se percibe
como no-humano. Lo cual resulta similar a la manera en que la política colonial era
cuestionada por los aymaras al concebir las autoridades religiosas del poder colonial
como kharisiris; es decir como explotadores ajenos e inhumanos. Después de la
masiva euforia inicial que acompañó la asunción de Evo Morales a la presidencia
de la república, muchos comenzaron a manifestar reservas. Algunos se pregunta-
ban: ¿Qué va a ser de Evo cuando entre a la mansión de los ñanqha, al alcance de
los kharisiris y expuesto a los layqas que sirven a la oposición? El entusiasmo por la
histórica y abrumadora victoria y la posesión del primer presidente indígena en el
país se mezcló con la duda de haber entregado al jilata Evo a los espíritus ajenos.
Wara comentó al respecto: “Pobre Evo, seguro que se lo van a comer…”.
78 Como se presentará en el Capítulo 6, existe otra dimensión que se debe tomar en cuenta para
comprender las relaciones actuales entre el kharisiri, “el otro”, y el Colonialismo.
una patria ajena 109
Desde que Evo Morales comenzó su primer período gubernamental con la gran
ceremonia en Tiwanaku, la prensa boliviana de oposición se dedicó a distorsionar
y deformar la “religión andina” en artículos y notas periodísticas sensacionalistas
que enfatizaban cosas como las características enigmáticas de los yatiris y los sacri-
ficios de animales. Por eso no me sorprendió cuando un Maestro que yo conocía
apareció en la cubierta de un suplemento dominical de La Prensa acullicando y
con su traje tradicional. Tampoco me sorprendió el titular: “CONFLICTO –Wacas
versus iglesias”. El artículo indicaba que los Maestros reclamaban su derecho sobre
las wak’as apropiadas por la Iglesia Católica exigiendo la demolición de las iglesias
que fueron construidas encima de los sitios sagrados aymaras, una demanda que
está en la agenda indianista-katarista desde la década de los setenta. Nada de esto
era nuevo. Lo que llamó mi atención fue la fotografía de tres Maestros reunidos en
el Ministerio de Relaciones Exteriores. El artículo mencionaba que los amawt’as
se reunieron en la Cancillería para planear la reconquista de los lugares sagrados
que están siendo ocupados por la religión occidental.79
El artículo insinuaba que los Maestros estaban embarcados en su batalla contra
la Iglesia Católica con el apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores y hasta
el Presidente mismo. Sin duda, esto incomodaría a la mayor parte de los lectores
del periódico que son católicos de la influyente clase media. En una corta entre-
vista, junto al artículo, un sacerdote católico pidió a los Maestros reconsiderar su
actitud o condenarse. Como si fuera un cómplice de la “violación blasfémica del
orden divino”, el Director General de Ceremonial del Estado, Cancio Mamani,
apareció en la foto en medio de los tres Maestros. Después de la publicación del
artículo, don Cancio tuvo que dar explicaciones a sus superiores, quienes a su turno
tuvieron que dar explicaciones a la Iglesia Católica, demostrando que el discurso
radical indianista-katarista no debía ser parte del discurso gubernamental, y si así
aparecía había que dar explicaciones.
El discurso de Félix Patzi fue una bocanada de aire fresco dentro del debate
nacional y dentro del aparato del Estado; pero era más el discurso de un intelectual
indianista-katarista que el del gobierno boliviano y provocó una ola de protestas
no sólo de la Iglesia Católica, que vio su hegemonía amenazada y rechazó la iden-
tificación del Colonialismo con el Catolicismo y también la propuesta de realizar
cambios en la enseñanza de la materia de religión en los colegios; sino también por
izquierdistas y derechistas del sindicato de maestros; especialmente en el sector
urbano. Los medios de comunicación, cuando no se mofaban del acento aymara de
Patzi o de su origen rural, alentaron el descontento con información sesgada y la
protesta se extendió a otros sectores de la sociedad boliviana que sintieron que su
identidad como católicos estaba siendo avasallada. En ese momento, los Maestros
decidieron intervenir para dar a Félix Patzi su apoyo moral, espiritual y político.
Después de anunciar su intención en un programa matutino de televisión81,
los Maestros y activistas Juan Ángel, Doña Nieves, Takir Mamani y Wiñay Pacha,
80 El Congreso Nacional de Educación reveló las tensiones entre las diferentes visiones no sólo
entre la forma y el contenido de la educación; sino también en la concepción de su misión
y su papel en la sociedad. Los delegados de la Iglesia Católica y los de la Confederación de
Maestros abandonaron el congreso y el proyecto de ley se aprobó en su ausencia.
81 Taypi Uta, fue un programa matutino en el Canal 4 que atravesó una significativa transformación
durante el tiempo de mi trabajo de campo. De haber sido el único programa televisivo dirigido
y visitado por indianistas-kataristas radicales, se volvió un programa mucho más moderado que
comentaba las noticias diarias enfatizando las cuestiones políticas y culturales de los pueblos
indígenas.
una patria ajena 113
tolina Sisa, entre otros, y después expresó gratitud a Dios y Pachamama –en ese
orden– sus discursos anteriores como un líder sindical generalmente enfatizaban
cuestiones materiales y económicas más que elementos culturales, étnicos o espi-
rituales. En comparación con la retórica indianista-katarista de Felipe Quispe y
otros dirigentes aymaras; Evo Morales, y el movimiento cocalero que representaba,
siempre fueron de ideología más clasista y orientados más al movimiento campe-
sino y se han manejado dentro de una retórica y un mundo simbólico diferentes;
por ejemplo, el lenguaje socialista y la retórica marxista de los sindicatos cocaleros
se manifiesta en las referencias al Che Guevara y a Fidel Castro.
Uno de mis Maestros interlocutores cuenta cómo conoció a Evo Morales
durante un encuentro de pueblos indígenas en Guatemala a comienzos de la
década de los años noventa. Por entonces, relata, Evo Morales no parecía estar
interiorizado sobre la espiritualidad andina y tampoco la habría usado en esa época
como una herramienta retórica para legitimar el movimiento político cocalero.
El Maestro menciona que fue durante la campaña electoral de 2005 que Evo
Morales comenzó a usar la idea de “cultura y espiritualidad andina” como parte
de su retórica en su actividad política y activista.
Dos semanas antes de las elecciones presidenciales de diciembre de 2005, se
realizó un primer ritual para Evo Morales, en Tiwanaku, para pedir a los acha-
chilas, las awichas y los ajayus uywiris su permiso y apoyo a su candidatura; era un
precedente del multitudinario acto que se organizaría en el mismo lugar cuando
Evo Morales resultó elegido. Vestido con un poncho azul y lluch’u, Evo Morales,
descalzo83, entró en la wak’a y pidió ayuda a los abuelos.
Para entender este acto, debemos recordar que Evo Morales lo realizó en
un momento cuando el fervor étnico y la conmoción cultural eran importantes;
sobre todo en la región andina donde la injusticia social, la opresión, la pobreza y
el Colonialismo empezaban a ser explicados en términos étnicos, culturales y hasta
raciales más que exclusivamente en términos de clase social. Mientras sólo una
vanguardia radical indianista hablaba en esos términos durante la década de los
años ochenta y noventa; después del levantamiento de octubre de 2003, el discurso
indianista-katarista comenzó a crecer con una fuerza sin precedentes. Evo Morales
sabía cómo canalizar esta situación acomodándola al deseo de una gran parte de
la población boliviana por un cambio social y político. En consecuencia, ganó las
abrumadoras victorias en las elecciones de diciembre de 2005; el referéndum de
agosto de 2008 y la reelección, en diciembre de 2009.
Pero el discurso de Evo Morales muestra un diagnóstico que en muchos aspec-
tos difiere del de los Maestros y Soldados. El Presidente parece estar de acuerdo
83 Con relación al significado de presentarse sin zapatos, LaBarre (1948: 164) escribe: “Apare-
cer descalzo, por lo menos en tiempos antiguos, era un signo de humildad, al presentarse en
presencia de un gran dignatario, un mandatario o un dios…”
una patria ajena 115
Ahí estaba el estado colonial, y aún todavía sigue vigente ese estado colonial. Ima-
gínense, no es posible, no es posible que no haya en el Ejército nacional un general
Condori, un general Villca, un general Mamani, un general Ayma. No hay todavía,
ahí está el estado colonial.
(Evo Morales Ayma, 22 de enero de 2006)
…he podido ver como el Estado no controla al Estado, sus instituciones. Una de-
pendencia total, como hemos visto en lo económico, un país transnacionalizado.
(Evo Morales Ayma, 22 de enero de 2006).
Evo Morales es, por supuesto, de profunda importancia simbólica para los
indígenas-originarios de Bolivia así como para la clase popular, y la política na-
cional sin duda ha cambiado desde su llegada al poder. Sin embargo, la mayor
parte de mis interlocutores Maestros y Soldados piensan que Evo Morales se ha
embarcado en un proceso de descolonización interno sólo recientemente y su
enfrentamiento con las estructuras de poder ajenas pueden poner en riesgo lo
que ha empezado. El “ser propio” que comenzaba a surgir en el Presidente pue-
de desaparecer cualquier día y un ser ajeno (ñanqha ajayu) puede tomar su lugar.
En ese sentido, Evo Morales se compara a un niño cuyo ajayu puede fácilmente
salir del cuerpo. Pero estas afirmaciones no representan una crítica al Presidente;
más bien muestran la gran preocupación, aprecio y afecto que muchos de mis
interlocutores sentían por él durante sus primeros años de gobierno. Por un
lado, Evo Morales es el respetado y amado jilata Evo, el Presidente indígena y el
importante líder cocalero; por el otro lado, Evo se encuentra en un ámbito ajeno,
desarrollando políticas ajenas.
117
V
Un ser ajeno
Ajayu
85 Parecen existir diferencias de género en esa dimensión: Astvaldsson (2000a: 137) indica que
los hombres están relacionados con la cabeza, la palabra y la autoridad; mientras, como Ar-
nold y Yapita (1998) informan, el poder de las mujeres está asociado más con la sangre y el
corazón.
120 Descolonización aymara
Aunque la mayor parte de los estudios se refieren al ajayu como un ente es-
trictamente humano, esto no es así. El ajayu no se restringe a la humanidad; sino
es lo que integra al ser humano dentro de una red más amplia de la vida; es lo que
hace que todos los seres sean personas.
Olores y humo
Los ajayus están por todas partes. Están presentes en cada lugar del paisaje, en la
pacha en su totalidad, en todos los seres, en la existencia, en el cuerpo y la mente.
Lo que generalmente se menciona como “deidades andinas”86 en la etnografía
convencional, no son sino diferentes ajayus que supervisan y permiten el curso
de la vida en todas sus manifestaciones. Por eso se los conoce también como aja-
yus uywiris (“espíritus generadores y protectores”). Los ajayus más importantes
incluyen a los más pequeños y este orden se eleva finalmente a dos supremos que
abarcan todo: Pacha Awki (Padre del cosmos, asociado con las esferas celestes) y
Pacha Tayka o Pachamama (Madre del cosmos, asociada con las esferas telúricas),
o en su forma mas general: achachila y awicha.
Los ajayus se alimentan de los olores y del humo. Por eso, los rituales aymaras
están organizados para alimentar a los ajayus a través de la quema de elementos
vegetales, minerales y animales. De igual manera, cuando un hombre o una mujer
aymara sopla en un grupo de hojas de coca (k’intu), una botella de alcohol o un
plato de comida, se está dirigiendo a ciertos ajayus en particular, invitándoles a
compartir los aromas. Los olores y el humo son medios de comunicación rituales,
elementos que posibilitan el establecimiento y la mantención de la relación con
los ajayus, haciendo que la vida fluya, se entremezcle y se intercambie.
Los ajayus de los seres humanos son parte de este flujo de la vida y de la cadena
de la alimentación y también se nutren de los aromas y el humo. Pero se piensa
que los malos olores y los humos tóxicos, frecuentes en la vida moderna, cortan los
lazos que comunican los ajayus de los humanos con las redes de ajayus más amplias.
Una crítica importante a la vida urbana moderna y a la contaminación y, por exten-
sión, al Colonialismo se articula así en la intersección de la cosmología aymara, la
ideología indianista-katarista y el discurso ambientalista. Don Valentín dice: “Por
la contaminación (…), la gente de hoy, los que vivimos en la ciudad pareciera que
no tenemos ajayu. Es como si estaría la gente borracho o perdidos de su ajayu.”
Una idea aymara frecuente es que los niños pueden perder algunas de sus
facultades si se exponen a ciertos malos olores, como el que despide un cadáver, o
86 Se puede mencionar: Pachamama, Achachila, Awicha, Pacha Awki, Pacha Tayka, Qullan Awki,
Qullan Tayka, Quta Awicha, Quta Achachila, Chua Awicha, Chua Achachila, Illapa, Q’xu Q’ixu,
Tata Willka, Tata/Mama Phaxsi, Uywiri, Marani, Illa, Ispalla, Inal Mama.
un ser ajeno 121
los cabellos quemados. Considero que esto debe entenderse dentro del contexto
de las ideas sobre el ajayu. También se puede decir lo mismo con relación a la
cremación del cuerpo de Tupaj Katari, que ya ha sido discutido en la Introduc-
ción. Como el ajayu está relacionado con el tórax, los pulmones, el corazón y la
respiración; la ingestión de malos olores en el cuerpo puede literalmente causar
daño espiritual. La severidad del daño varía; la mayor parte de los Maestros se
refiere a ese daño como la pérdida del ajayu de su capacidad de relacionarse con
otros ajayus, lo que significa salir del flujo de la vida, lo cual que puede tener
consecuencias devastadoras.
Hasta aquí me he referido a los olores y al humo como alimento del ajayu.
Pero hay algo más: los olores y el humo tienen una cualidad espiritual propia que
deriva de los elementos que se queman o son soplados. Por ejemplo, el humo de
la planta aromática wira q’uwa contiene la cualidad espiritual de la planta. El aire
que se sopla sobre un atado de coca contiene la cualidad espiritual del espíritu
femenino de la hoja de coca, Inal Mama. Además, el aliento de una persona (sa-
mana) está asociado con su ajayu. Elementos usados en rituales, que pueden ser
plantas o minerales, frecuentemente reciben el aliento del oficiante antes de ser
ofrecidos a los ajayus uywiris. Este acto no debe confundirse con el soplo descrito
más arriba. Si es uno el que va a acullicar las hojas, ellas son “sopladas” antes de ser
introducidas en la boca; esto se hace para que la fragancia sea compartida a través
del aire con los ajayus uywiris. Pero si las hojas son ofrecidas a los ajayus uywiris,
como sucede en los rituales, ellas son “cargadas” con las cualidades espirituales
del oficiante a través de su aliento. En este acto ritual se comparten cualidades
espirituales que, como la comida, permiten que la vida fluya y prospere.
Los Maestros se refieren al viento como la respiración de los ajayus uywiris que
lleva su olor.87 En consecuencia, don Carlos puede hablar de un “viento con olor
a tiempo antiguo”, o un “viento con olor a fiesta”, o “viento con olor a alegría”.
Cuando se le pide describir cómo es el viento “con olor a tiempo antiguo”, res-
ponde: “Eso es, piensa como antigua, como era. Ese rato piensas como era antes,
“así debe ser ¿no?”, ya te imaginas. (…) “Así vivían los abuelos, y ¿ahora?””
Entonces, el olor no está relacionado sólo con la percepción de un aroma a
través del sentido del olfato; sino que hace sentir, pensar y finalmente, vivir a las
personas. Don Carlos dice:
87 Ideas parecidas se encuentran en muchas culturas. Low y Hsu (2007: 2) escriben: “Esta ca-
pacidad potencial del viento aparece en muchas culturas como una forma de concebir ciertos
fenómenos que definen aspectos fundamentales del mundo físico y espiritual. El viento se puede
sentir y tocar y aunque es físico es intangible, como lo espiritual. No resulta sorprendente,
por tanto, que las ideas relacionadas con el viento, se conecten con las de espíritu, divinidad,
respiración, olor y sombra. Estos conceptos funcionan en conjunto en una familia de semejanzas
relacionadas con la ontología y la epistemología”.
122 Descolonización aymara
La gente no se da cuenta, la gente ya es inútil. Más sonsos que antes se han vuelto.
(…) Piensan que los pensamientos vienen así no más. No entienden que los ajayus
uywiris nos hacen pensar con viento y olores.
Pero hay otros vientos, otros olores y otros espíritus. Estos son vientos
malignos que hacen que la gente se aparte del flujo de la vida e ingrese en otras
corrientes donde no hay reciprocidad. Hay malos olores que hacen que la gente
establezca lo que don Carlos llama “malas conexiones” y existen espíritus extraños
que causan dolencias, enfermedades y hasta la muerte.
Malas conexiones
Los Maestros hablan, en castellano, de “estar conectados” con los ajayus, los uywiris,
los achachilas y las awichas. Al comienzo, yo pensé que esa conexión significaba
alguna clase de relación entre dos o más entidades. Sin embargo, cuando me di
cuenta de que los Maestros usan términos como mayisthapita o mayachata con
relación a esa conexión que se establece, mi comprensión comenzó a cambiar.
Siendo derivadas de la palabra aymara maya, es decir “uno”, mayisthapita y maya-
chata sugieren “ser uno”. Estar conectado a los ajayus uywiris, entonces, significa
unificarse con ellos. Al participar en un ritual de intercambio de vientos, olores,
alientos y el flujo de la vida, los ajayus uywiris y los seres humanos se unifican.
La unidad se experimenta de manera clara y notoria en ciertos lugares, como las
wak’as y en momentos especiales como durante los rituales.
Mayisthapita no se refiere exclusivamente a la unidad con los ajayus uywiris. Tam-
bién puede referirse a la unificación con los espíritus extraños, ñanqha ajayus. Una
persona saludable, amigable y socialmente integrada, revela su relación de unidad
con los ajayus uywiris. Y, por el contrario, una persona enferma, agresiva, antisocial
está en una relación de unidad con los ñanqha ajayus. Pero estos espíritus no son
considerados totalmente malignos; tienen su propia manera de relacionarse y hay
que saber relacionarse con ellos aunque la gente ordinaria raras veces sabe cómo.
Los ñanqhas pueden relacionarse en términos de reciprocidad de la misma manera
que hacen los uywiris. Sin embargo, parece que los ñanqhas entran en relaciones de
reciprocidad sólo cuando les conviene. No se puede confiar en ellos y, como tienen
la capacidad de causar desgracias en el mundo, a veces son equiparados con los opre-
sores blancos, los q’aras, porque son explotadores, abusivos y ajenos. En su relato
histórico de “la era de la insurgencia” del siglo xviii, Sinclair Thomson (2006: 262)
indica que para los indios insurgentes “los españoles eran brujos y demonios”.
El Colonialismo no introdujo los ñanqhas en el mundo aymara, ellos existieron
siempre. Ciertos Maestros se refieren a un orden inverso del mundo en la antigüe-
dad, a una época de la oscuridad (ch’amak pacha), “antes de que el mundo reventara”,
cuando ñanqhas, saxras, añchanchus y supayas eran los amos del mundo. Cuando el
un ser ajeno 123
hojas de coca sobre su tari buscando las causas del problema de un cliente, suele
haber algunas hojas que indican que la “envidia” ha contribuido o ha causado el
problema. La “envidia” está relacionada con experiencias de desigualdad económica
y estratificación social. La persona que siente “envidia” hacia alguien que disfruta
indebidamente de prosperidad puede causar desgracias simplemente deseando
que ocurra algo malo. También los envidiosos pueden causar daño profiriendo
maldiciones, o hasta a través de actos de brujería apoyados por un layqa.
Muxsa ha colaborado algunos años como parte de un grupo de trabajo de
Maestros y Soldados atendiendo clientes con diferentes problemas. Ella indica
que, mientras la gente de las áreas rurales acude generalmente a causa del susto
o por haber pisado donde no debían, la gente de la ciudad generalmente busca
atención por inwitia y brujería.
88 Existen otros términos relacionados con la pérdida del ajayu. Por ejemplo: ajay tuxuqata
(pérdida del ajayu por un susto o un impacto mayor); ajay kiwjata (pérdida porque alguien ha
“llamado” y ha “amarrado”el ajayu); ajayu apaqata (ajayu “retenido a la fuerza” con la intención
de matar). Pero ajay sarqata (pérdida a causa de un lugar específico que atrapa al ajayu) se usa
generalmente para referirse a la enfermedad.
un ser ajeno 125
La idea de “pérdida del alma” debido al susto es bien conocida por informes
etnográficos a través de América Latina (Lincoln 2001; Rubel, O’Nell, y Collado-
Ardón 1984; Klein 1978). La idea aymara de pérdida del ajayu ha sido estudiada
por Fernández (1999, 2004), Orta (1999), Carter (1968) y otros, que explican que
el susto se experimenta como una fuerza personificada que actúa sobre la persona.
La idea de la pérdida del ajayu está extendida por toda la región andina de Bolivia
y sus causas y consecuencia son bien conocidas por la gente tanto en el campo
como en las ciudades. Pero, como no existe consenso –popular o académico– sobre
los diferentes componentes del ajayu, tampoco hay acuerdo sobre su pérdida. Sin
embargo, de acuerdo con mis informantes, está claro que diferentes componentes
del ajayu pueden abandonar el cuerpo. Y, de acuerdo con el componente que se
pierda, son diferentes las consecuencias. La pérdida de qamasa o kuraji significa
la pérdida del carácter y la habilidad de actuar de manera vigorosa. La pérdida
de saqapa resulta en el aislamiento existencial y espiritual de la red de ajayus. La
pérdida del kwirpu ajayu afecta a las funciones corporales y hace que la gente no
pueda moverse o lo haga con dificultad. Algunos, no piensan que kwirpu ajayu pueda
perderse porque, siendo un componente físico, permanece en el cuerpo durante
toda la vida y muere con la persona. En todos los casos de pérdida, los síntomas
físicos de enfermedad tales como fiebre, dolor y erupciones en la piel pueden ser
signos de desorden espiritual. Pero la pérdida del ajayu puede tener consecuencias
más profundas. Ya he indicado que los vínculos destruidos con los ajayus uywiris son
re-establecidos por los ñanqhas en sus propios términos. Lo mismo ocurre con el
ajayu que se pierde. El espacio vacante dejado por un ajayu puede ser ocupado por
un espíritu ajeno que comienza a influir en la persona haciéndole pensar, hablar,
sentir y actuar de maneras extrañas. El espíritu extraño puede llegar a apropiarse
totalmente de la persona haciendo que la persona viva la existencia patológica
de un ñanqha con una visión ilusoria de la realidad, lejos de la red generadora y
acumuladora de vida que se establece con los ajayus uywiris.
Se trata de una sola enfermedad concebida en términos de “pérdida” e
“imposición”. Debido a que el Colonialismo también es percibido y expresado
en términos de pérdida e imposición, considero que ajay sarqata es una forma
de entender la idea del Colonialismo como enfermedad. Para que el ñanqha se
apodere de una persona ella debe primero perder su ajayu. De igual manera que,
para que el Colonialismo se imponga en la forma de un “ser colonial”, la persona
debe primero perder su “ser nativo”. Al describir cómo sus ancestros perdieron
su ajayu con la llegada de los invasores españoles, don Valentín junta la idea de
ajay sarqata con el Colonialismo:
Nuestros ancestros jamás han visto reventar un arma, un cañón etcétera. Con eso me
imagino, con ese susto los han hecho espantar sus ajayus, sus qamasas ¿no? O sea han
perdido hasta sus qamasas. (…) El que tenía más qamasa y dominio en esos días eran
126 Descolonización aymara
pues los amawt’as, los mallkus, los jilaqatas, entonces ellos se han perdido realmente
al ver cosas extrañas que nunca han visto. Y también las personas eran para ellos
muy extraño (…) Entonces lo que nunca han visto hombres barbudos, hombres con
ojos celestes, jamás en su vida ellos han visto. Entonces, con este susto no sabían qué
hacer. Entonces como le dije, perdieron su ajayu, su qamasa. Pero algunos todavía
conservaron en clandestinidad, que hasta hoy se conserva este clandestinidad.
De la misma manera que los Maestros hablan de los ñanqhas que penetran
en el cuerpo causando enfermedad, Alejandro, un activista indianista-katarista, de
alrededor de treinta años, describe cómo siente que tiene un español dentro de
su cuerpo: “A veces siento como si dentro de mí hubiera un español que impide
que llegue a ser lo que realmente soy”.
Las veces que Alejandro me habló del español dentro de su cuerpo lo hizo,
fundamentalmente, con relación al pensamiento y la mente; más que con rela-
ción al espíritu, los pulmones, el corazón y la respiración. Y a pesar de que usa
el concepto de ajayu, considera que éste, en el sentido de una especie de espíritu
nacional aymara, ya se ha perdido, y otro espíritu ha tomado su lugar: uno de-
cadente, ajeno y colonial. Aunque esta idea de que el espíritu aymara colectivo
está perdido no es aceptada por algunos de sus compañeros activistas, existe una
analogía entre las prácticas rituales de curación destinadas a la expulsión de los
ñanqhas y la restauración de los ajayus originales, y el activismo indianista-katarista
que es una clase de proceso de curación colectiva que busca expulsar los espíritus
coloniales ajenos del cuerpo aymara y restaurar el espíritu nativo en su lugar.
Entre los activistas, hay los que sugieren que no hay que entender esa condición
de ajay sarqata que sufre el pueblo aymara como consecuencia del Colonialismo
como algo totalmente negativo: un espíritu aymara colectivo perdido está seguro
fuera del alcance del Colonialismo. En este sentido, algunos hablan de pérdida del
ajayu colectivo; pero hay los que prefieren decir que está sólo escondido. Además,
los ajayus perdidos pueden ser recuperados; los Maestros los están recobrando
cada día; aunque a medida que el tiempo pasa un ajayu perdido se aleja más y más
y resulta más difícil recuperarlo. Perdido u oculto, quienes tienen la habilidad
necesaria para restaurarlo cuando el tiempo esté listo son los Maestros (ver la
Tercera Parte).
Los Maestros y los Soldados están de acuerdo en que una pérdida del ajayu que
no ha sido tratada puede llevar a la muerte; aunque también sostienen que “la
muerte no existe en el mundo aymara”. Para comprender correctamente estas
afirmaciones, aparentemente paradójicas, relacionadas con la muerte, hay que
un ser ajeno 127
vivientes. Por eso, la reencarnación que describen los Maestros no es una cuestión
de espíritus individuales que entran en un cuerpo nuevo; más bien, la persona
que ha muerto deja algo de su ser donde ha vivido; pero también se lleva algo de
él “al otro lado”. Esto significa que parte de su componente físico y espiritual se
desintegra, mientras que otra parte se reintegra al flujo incluyente de la existencia.
Dentro de este flujo, el ajayu de la persona se aleja a las esferas de sus ancestros
mientras también retorna para formar un nuevo ser.
Muxsa explica esto diciendo que una parte queda donde uno ha vivido y otra
se va. Ella vive en una pequeña casa en las laderas de La Paz que sus abuelos cons-
truyeron hace cincuenta años. Aunque ellos fallecieron antes de que Muxsa pudiera
conocerlos bien, dice que siente su presencia en la casa y su afecto por ellos ha
crecido desde que ella vive en la casa. Se refiere a esa presencia como “energía”.
Pero hay algo de sus abuelos que no está presente en la casa: sus ajayus; ellos se
han ido y no regresarán, excepto en la fiesta de Todos Santos, el 1º de noviembre
de cada año, cuando Muxsa y su familia les invitan a comer y beber.
Muxsa cree en la reencarnación. Piensa, de una manera similar al hinduis-
mo, que las personas vuelven a este mundo para aprender. Ella explica en esos
términos su propio proceso de aprendizaje como una Maestra recién iniciada;
piensa que tiene todavía mucho que aprender y, en consecuencia, tendrá que
volver aun más veces. Las montañas que rodean La Paz son emblemáticas en este
proceso de aprendizaje porque, de acuerdo con Muxsa, sólo los verdaderos sabios
son capaces de salir del círculo de la reencarnación y convertirse en montañas.
Explica que es por eso que a las montañas se las llama también achachila y awicha,
abuelo y abuela. Pero la fiesta de Todos Santos complica la cuestión: si los ajayus
se reencarnan después de la muerte, ¿qué es lo que regresa para comer y beber
con los vivientes? Si los ajayus de los abuelos de Muxsa se han reencarnado, ¿con
quién comparte ella las hojas de coca el 1º de noviembre de cada año? Pero para
Muxsa no hay incoherencia en la idea de que los ajayus se reencarnen y vuelvan
en Todos Santos; no parece haber pensado mucho sobre esa cuestión, ni le parece
importante la aparente incoherencia entre las dos afirmaciones. La aceptación sin
problemas de esas ideas aparentemente contradictorias por parte de Muxsa puede
ser explicada por la naturaleza del ajayu como un ente dinámico que circula y se
relaciona con redes más grandes de ajayus.
Acudiendo a la literatura pertinente, la aparente contradicción podría ser
despejada arguyendo que la idea de reencarnación es un concepto ajeno que ha
sido incorporado recientemente en la cosmovisión de los Maestros y que la teo-
ría de la reencarnación propugnada por varios de los Maestros no encaja con las
nociones sobre la vida y la muerte que sostienen la mayor parte de los aymaras.
Pero Don Carlos ha pensado seriamente sobre esta cuestión y considera que, antes
de la invasión española, un “Día de los muertos” se celebraba sólo a los grandes
amawt’as que habían ascendido al máximo nivel de la sabiduría y estaban fuera del
un ser ajeno 129
Ajayus ancestrales
partes del cuerpo y, por eso fueron afectados por el mal olor causado por la cre-
mación. Pudieron permanecer cerca de todas las partes desmembradas del cuerpo
simultáneamente debido a ciertas características del ajayu. El mismo ajayu, con sus
componentes, puede estar en varios lugares al mismo tiempo sin dividirse.
Los malos olores impidieron que qamasa y saqapa se reencarnaran en un nuevo
cuerpo y, de acuerdo a muchos Maestros, han estado vagando por las pampas y las
montañas desde entonces, llorando no sólo por su desgracia; sino por el destino
del pueblo aymara. Pero el ajayu de Tupaj Katari (qamasa y saqapa) no estaba solo;
junto a él siguió viviendo el de Bartolina Sisa, su esposa y compañera de armas que
fue también cruelmente ejecutada por los españoles. Juntos han estado vagando
por doscientos veinticinco años hasta el 13 de noviembre de 2006 cuando los
Maestros celebraron el ritual que mencionamos en la Introducción y se describe
en detalle en la Tercera Parte.
Pero todavía hay ajayus aún más antiguos en el territorio andino. Como hemos
indicado, se trata de los ajayus de los Maestros ancestrales que han podido escapar
al ciclo de la reencarnación para vivir en las montañas, las rocas y otros fenómenos
naturales. Los más antiguos han podido hacer esto después de llegar al nivel más
alto de conocimiento y ya no necesitan manifestarse en formas humanas. Éstos son
los laq’a89 achachilas o laq’a awichas del mundo aymara. Existen, además, otros ajayus
de más cercano origen que están presentes en las cumbres de las montañas y en las
wak’as; son los ajayus de los Maestros y las Maestras que tenían forma humana en
el momento de la invasión española. Actualmente, esos ajayus viven en el territorio
aymara como “guardianes del conocimiento sagrado” y su regreso está profetizado
en términos mesiánicos como “el retorno de las wak’as” (Millones 1990); es decir el
pachakuti. En la Tercera Parte de este libro exploraremos las formas contemporáneas
de acceder a este conocimiento y de facilitar el retorno milenarista de las wak’as.
Cuando todos estos diferentes ajayus se juntan en el discurso indianista-kata-
rista, parecen transformarse en un “espíritu nacional aymara”. Pero las imágenes en
este discurso continúan siendo las de la enfermedad espiritual, una mala conexión
y ajay sarqata y; en consecuencia, los actos como la curación del ajayu de Tupaj
Katari buscando su reencarnación, están cargados de dinamita política porque se
entienden como la reencarnación de los nervios, la valentía y el orgullo del espíritu
de Tupaj Katari y su profundo significado de “indianidad”. Las palabras proféticas
adscritas a Tupaj Katari ciertamente inspiran esa interpretación de reencarna-
ción: “Yo muero, pero volveré y seré millones”. Pablo Mamani, Lucila Choque y
Abraham Delgado (2010) han profundizado este aspecto en su impactante libro
Memorias rebeldes: Reconstitución de Tupaj Katari y Bartolina Sisa.
89 Laq’a literalmente significa “tierra”, en el sentido de material; es decir polvo. En este contexto,
el término se usa para enfatizar la antigüedad de los achachilas y las awichas, “tan viejos como
la tierra”, “hecho polvo”.
132 Descolonización aymara
Reflexiones
VI
Un mundo ajeno
El cuerpo y el paisaje
antropólogo fue capaz de entender lo que hasta entonces había sido un enigma.
Comprometiéndose profundamente con el mundo ritual de los pobladores que-
chuas de Kaata, descubrió símbolos panandinos y metáforas fundamentales. De
éstos, la más importante era la metáfora de la montaña como un cuerpo que revela
la correspondencia y la continuidad del cuerpo humano con las montañas.
Bastien escribe sobre los yachajs, los Maestros de Kaata, como las personas
encargadas de asegurar el flujo de la vida por todos los lugares del cuerpo de la
montaña. Ofreciendo sangre y sebo de los animales a las wak´as –lo que Bastien
llama “santuarios de la Tierra”–, los yachajs hacen que la vida circule por el cuerpo
de la montaña de la misma manera que circula en el cuerpo humano. Los habi-
tantes de Kaata, son asignados desde su nacimiento a uno de esos “santuarios” y,
participan durante toda su vida en el fluido ritual generador de vida a través de
sustancias corporales como el sebo y sangre, y así se convierten en parte de la
montaña y ésta se vuelve algo fundamental en la esencia de ellos como personas
y como comunidad.
El libro de Bastien muestra la integración de lo existencial y lo simbólico. Hay
muchas metáforas e imágenes que aparecen en su libro que surgen también en mi
material, aunque de una manera ligeramente modificada. Pero, la interpretación
de Bastien contrasta con la experiencia y la concepción de la cruda realidad del
Colonialismo descrita por muchos de mis informantes quienes consideran que
en el territorio aymara, la situación presentada por Bastien en la Montaña del
Cóndor, no se ha salvado del Colonialismo porque la sangre y la grasa ya no se
ofrecen a las wak’as tanto como antes; la vida ya no circula en las montañas y los
cuerpos como en otras épocas; poca gente es asignada a un “santuario de la Tierra”
en el momento de su nacimiento y, tanto el cuerpo como el territorio, han sido
afectados y su unidad esencial ha sido fracturada. La alienación y la desintegración
reinan donde una vez hubo integración y unidad.
La alienación tiene también un aspecto estético imponiendo un ideal ajeno
de belleza alienando a las personas de su propio cuerpo. Por ejemplo, los medios
de comunicación masivos –sin mencionar las telenovelas argentinas, brasileras y
colombianas que abundan en la televisión boliviana– muestran constantemente
gente de tez blanca, vestida a la moda, exitosa y supuestamente feliz. Es una in-
fluencia que hasta algunos activistas indianistas-kataristas encuentran difícil de
resistir. Un joven Soldado me confesó una vez:
Uno se asquee de su propia historia (…), incluso de su propio cuerpo. (…)La colo-
nización dice “¡Tienes que ser blanco”. Por eso las pomadas Nivea. Y cuando uno se
mira: “¡Feo soy!” (…) Uno mismo se desprecie ¿no? Ya no se quiere a sí mismo.
Wak’a
De acuerdo con Bastien, wak’a es un lugar a través del cual la montaña es alimenta-
da por los yachajs. Para hacer inteligible la idea de wak’a para un público occidental,
Bastien le llama “santuario de la Tierra”. Aunque discute en detalle cómo esos
santuarios se relacionan con la metáfora de la montaña como un cuerpo; existe una
asociación entre el cuerpo y el territorio que Bastien no menciona: la idea de un
significado de wak’a más amplio que el “santuario de la Tierra” (ver Astvaldsson
2000a: 27, 54ff; Bouysse-Cassagne y Harris 1987: 36; Duviols 1977). Este concepto
está también relacionado con el cuerpo humano y para comprender su especial
naturaleza hay que analizar todas las dimensiones del significado de wak’a.
Como hemos visto, la enfermedad espiritual entra al cuerpo humano por la
respiración. Pero hay enfermedades que están asociadas más directamente con el
cuerpo que no son el resultado de la penetración al cuerpo por un espíritu ajeno,
o de un mal olor a través de la respiración. Estas enfermedades entran funda-
mentalmente de dos maneras. Primero, existen elementos en el ambiente que
“muerden” a la gente y causan diferentes variedades de la enfermedad conocida
como katja, que se discutirá más abajo. Segundo, la enfermedad puede entrar en
el cuerpo por los riñones (maymuru) a causa del aire frío. Los riñones son una
parte sensible pero tienen también poder; por eso los kharisiris extraen la grasa de
la región de los riñones. Para evitar que una enfermedad entre al cuerpo por los
riñones, los aymaras suelen proteger la región de la cintura con chompas gruesas,
chalecos o chamarras. La moda de las mujeres jóvenes de vestir poleras cortas o
camisas que dejan expuesta la cintura es criticada no tanto por razones morales;
sino porque representan un riesgo para la salud. Mostrar la cintura es exponerse
a la enfermedad. Una parte indispensable del atuendo tradicional de las mujeres
y hombres aymaras –si bien con diseños diferentes– ha sido una faja finamente
tejida llamada wak’a. Aunque algunos ancianos todavía la usan, actualmente no
es empleada por los hombres, excepto en ocasiones festivas, en rituales o en los
grupos de baile de la ciudad; pero sigue siendo un elemento fundamental en el
atuendo de las mujeres de pollera. El propósito de la wak’a faja es proteger de la
enfermedad que puede entrar al cuerpo por los riñones. Muchos Maestros indican
que la disminución en el uso generalizado de la wak’a faja puede estar relacio-
nada con el aumento de enfermedades que sucede en la vida urbana moderna.
138 Descolonización aymara
De la misma manera que la wak’a faja protege el cuerpo humano, la wak’a lugar
protege al mundo de la enfermedad. Para hacerme comprender el significado de
la wak’a como un lugar sagrado, uno de los Maestros la comparó con el cinturón
de seguridad de los vehículos; el cinturón de seguridad del mundo. Son lugares
sensibles y poderosos al mismo tiempo, como son los riñones. Son lugares donde
se congregan y se juntan los espíritus; pero, porque son lugares abiertos, necesi-
tan protección ya que la enfermedad podría penetrarles. Las wak’as tienen poder
debido a la energía telúrica de los ajayus uywiris de la región que concentran; y,
en el caso del cuerpo humano, la grasa vital de la región de los riñones.
Wak’a también puede referirse a una cosa o una persona (LaBarre 1948: 165).
En el caso de una persona, wak’a jaqi (“persona wak’a”) se refiere a alguien que
tiene el don de curar a la gente, leer las hojas de coca o preparar misas rituales para
los ajayus uywiris. Wak’a jaqi parece ser un sinónimo de yatiri, qulliri, ch’amakani,
amawt’a, o Maestro; aunque algunos Maestros restringen el uso del término a los
Maestros cuyo chimpu es una marca de nacimiento semejante a una faja alrededor
de la cintura. Esto, por supuesto, restringe drásticamente el número de personas
que puedan ser llamadas wak’a jaqi. Lo importante es que se considera que una
persona wak’a jaqi puede proteger a los seres humanos y al mundo de la enfermedad
de una manera parecida a como la wak’a faja protege el cuerpo de las personas y
la wak’a lugar protege el mundo.
Wak’a también puede referirse a piedras o peñascos. La wak’a piedra (wak’a
qala) es una roca de forma o textura especial que tiene gran significado. Como
Astvaldur Astvaldsson (2000a) menciona, en la región de Jesús de Machaqa, la
wak’a qala generalmente tiene la forma de una faja. Estas rocas están relacionadas
con la protección y la prosperidad de la comunidad, la familia y las personas; se
distinguen de las illas, que suelen ser mucho más pequeñas, por el papel que jue-
gan las wak’a qalas en la política local, los conflictos entre las comunidades, como
referencia de legitimidad por las autoridades y como parte de la historia colectiva
de la comunidad; mientras las illas mayormente están relacionadas con las esferas
de la economía y la cría de animales.
Considero que esta exploración semántica nos permite una comprensión
más completa del significado más común de wak’a como un lugar sagrado en el
paisaje. Como hemos mostrado, la wak’a qala está asociada con la wak’a faja en
la forma o la textura, y con la wak’a persona que debe presentar un chimpu en
forma de faja. Pero, aparte de esta relación con la protección, no aparece una
conexión obvia entre la wak’a lugar y la wak’a faja. No obstante, la comparación
mencionada más arriba entre la wak’a lugar con el cinturón de seguridad, sugiere
una asociación entre la wak’a lugar y la wak’a faja. Las wak’as lugares aparecen por
todo el paisaje andino y aunque parecería una exageración decir que forman un
círculo alrededor del altiplano, ellas sí forman una faja fenomenológica alrededor
del mundo aymara. En cualquier lugar de la región andina donde uno esté, hay
un mundo ajeno 139
wak’as en todos los puntos cardinales. Vivir en el mundo aymara es estar rodeado
de esas wak’as lugares.
Muchas de esas wak’as lugares han sido abandonadas, ignoradas y olvida-
das. Don Valentín compara estos lugares a una olla a presión; si la gente no las
visita periódicamente para recoger ritualmente su energía, la presión dentro de
esas wak’as podría aumentar y causar terremotos y erupciones volcánicas. Otros
Maestros perciben esos desastres naturales, incluyendo el cambio climático, como
un castigo de las wak’as y los ajayus uywiris a la humanidad por permitir que las
tradiciones nativas caigan en el olvido y por apartarse de las redes amplias de
ajayus.
El crecimiento de las ciudades ha hecho que wak’as que estaban en el campo
acaben siendo incorporadas paulatinamente al ámbito urbano. Existen diferentes
opiniones sobre el impacto que esto tiene sobre el poder de las wak’as. Algunos
piensan que ellas pierden su poder porque los ajayus uywiris que residen en ellas
no pueden aguantar el impacto del mundo moderno, el ruido, la luz eléctrica, la
contaminación y la decadencia social, y por eso, éstos escapan a las cimas inmacu-
ladas de las altas montañas. Pero no desaparecen del mundo; sólo se refugian en
áreas remotas donde están fuera del alcance del Colonialismo y de donde pueden
regresar cuando el tiempo esté listo. De acuerdo con muchos de mis informantes,
esto sucederá cuando la gente salga de su existencia colonizada y cambie su modo
de vida. Y si esto no sucede, serán los ajayus uywiris mismos que despertarán a
la gente y transformarán el mundo. Otros informantes indican que las wak’as
mantienen sus poderes aún después de ser urbanizadas. Se puede edificar casas o
pavimentar carretas sobre ellas; pero, con su poder, las wak’as pueden derribar las
paredes y destruir el asfalto. Atribuir esos accidentes a la presencia de las wak’as
resulta tan verosímil como explicarlos como resultado de materiales de mala
calidad o defectos en la construcción.90
Ambas versiones sugieren que el Colonialismo no es omnipotente y que su
alcance es limitado porque las wak’as lugares condensan la idea de la indianidad
frente al Colonialismo y la vida moderna. Por un lado, muestran que el “ser
nativo” puede escapar a la dominación colonial a remotas regiones que no han
sido afectadas –de la misma manera que ciertos aspectos intactos de las personas–
desde donde puede acechar hasta que el Colonialismo termine o para asediarlo
cuando convenga. Por el otro lado, sugieren que el “ser nativo” sólo parece estar
dominado por el Colonialismo en las ciudades; pero es capaz de levantarse y
destruirlas por completo.
Miedo
Iglesia Católica por casi 500 años y más recientemente por las iglesias protestantes,
aparece cargada de miedo al haber sido sujeta a condenación divina y asociada
con los demonios y los espíritus malignos, con la magia negra y la enfermedad
(cf. Astvaldsson 2000a: 67; Bouysse-Cassagne y Harris 1987: 36).91 Lo mismo se
puede decir de los achachilas, que son el origen de todo, los adorados arquetipos del
abuelo aymara que otorgan vida y la protegen; pero también son vistos con miedo
y como malignos, en parte por la influencia del Colonialismo satanizador; pero
también por su esencia ancestral de “indianidad”. Comparados con los achachilas,
cualquiera parecería un aymara desleal a las tradiciones antiguas, al renegar de ese
mundo ancestral y sin el conocimiento necesario para moverse y actuar en él. Los
Soldados temen aparecer inadecuados a los ojos de los achachilas, ignorantes de
las maneras adecuadas de aproximarse a ellos, pisando donde tal vez no deberían
y hablando cuando deberían permanecer callados.
El miedo introducido por el Colonialismo empaña el paisaje convirtiéndolo
en ajeno. Y también aliena a los propios aymaras, y excluyéndolos del paisaje, de
la pacha. Pero el miedo no es un efecto directo de la ignorancia de los rituales.
La correlación entre el miedo y la ignorancia es compleja e incluso hay Maestros
experimentados que sienten miedo y maldad ante el paisaje.
Espíritus malignos
Mientras la mayor parte de los Maestros describe a los ñanqhas como ambivalentes
y caprichosos; algunos los distinguen de los espíritus positivos y bienhechores y
los ven como perversos y totalmente negativos. Don Simón es uno de éstos: “Lo
que es malo es malo. Si un amawt’a te habla de los ñanqhas sin condenarlos, es
porque está comprometido con ellos”.
Don Simón en uno de los fundadores y personaje importante dentro de una
de las más grandes e influyentes organizaciones de Maestros del Departamento
de La Paz que jugó un papel fundamental en la consagración de Evo Morales en
Tiwanaku, el 21 de enero de 2010. Nos conocimos durante un viaje ritual a Cha-
caltaya donde don Simón me sorprendió al no tomar parte en la preparación de
las mesas rituales que se ofrecerían a los ajayus uywiris, los achachilas y las awichas.
Simplemente nos observó por un momento, cerró los ojos y meditó en silencio.
Unas semanas más tarde, nos volvimos a encontrar en Peñas durante el ritual de
reunificación del cuerpo y la curación del ajayu de Tupaj Katari y, nuevamente,
don Simón se abstuvo de participar en los rituales; aunque los Maestros de su
organización estaban dirigiendo una parte de la ceremonia. Unas semanas después
91 Pero Canessa (2007a: 226) ha mostrado que la asociación que mis interlocutores hacen entre
el cristianismo y los españoles no es de ninguna manera universal entre los aymaras.
142 Descolonización aymara
Don Simón hace una clara distinción entre el “bien” y el “mal”, algo que
pocos Maestros hacen. Él piensa que muchos Maestros, incluyendo algunos de
su propia organización, son “sirvientes de los ñanqhas”, y que “pagan a los espíri-
tus malignos” para controlarlos. Piensa que el intercambio ritual (Huanca 1989:
103), donde un cuis o un perro negro se ofrece a los espíritus en lugar de la salud
o la vida del paciente, es simplemente una manera maliciosa de involucrar más al
paciente con los espíritus malignos:
La gente no sabe de eso. Van a recuperar un tiempo. Pero es como (…) un perrito
que viene a la puerta, tú le das huesito. Mañana otra vez va a volver, tú le das otro
huesito y se acostumbra. Y va a esperar que le des otro huesito. Igual el saxra va a
esperar. (…) Te va a perseguir.
Puedo participar en una misa blanca dirigida al sol o al Pacha Awki; eso es hermoso.
Pero si escucho palabras como ñanqha o chullpa awicha me alejo y hago mi propio
trabajito espiritual para contrarrestar las malas acciones.
Para contrarrestar lo que llama las “malas acciones”, don Simón usa lo que
considera la más auténtica espiritualidad aymara junto con lo que piensa que es
el “verdadero cristianismo”: una religión “blanca” y “pura” que supuestamente
prevaleció en la Tierra en una época. En medio de la vanguardia de Maestros que
92 En este sentido, don Simón sigue la línea de la retórica de los catequistas católicos descritos
por Andrew Orta (1999).
un mundo ajeno 143
Tiwanaku está plagado por espíritus malignos. Puedes imaginar lo que le habrán
hecho al Evo… Ahora Evo está consagrado a esos malos espíritus y está compro-
metido con ellos.
El miedo en Pachjiri
93 Comunicación personal, Sevilla, julio de 2006. Ver también Fernández y Albó (2008).
146 Descolonización aymara
me dijo que las primeras veces que subió a Pachjiri acompañado por su padre y
sus abuelos, los ofrecimientos a los abuelos se hacían frente a ellos, es decir lo que
hasta entonces yo había considerado la espalda de los awilus.94
Como Muxsa a veces tomaba parte en mis diálogos con don Carlos, le hice
saber lo que él me había dicho con relación a los awilus de Pachjiri. Ella estuvo
desconcertada. Muxsa siempre se refirió a don Carlos con mucho respeto y lo
consideraba una autoridad, no sólo por su origen rural y su gran conocimiento;
sino por su humildad, su franqueza y coherencia. ¿Qué podía ella decir? Lo dicho
por don Carlos contradecía todo lo que ella había aprendido y experimentado
con relación a los Ispa Awilus. Si don Carlos tenía la razón, ¿qué sentido habrán
tenido todas las mesas rituales blancas masculinas que se habían ofrecido a la abuela?
¿Y qué sería entonces de todas las mesas rituales multicolores femeninas que se
habían ofrecido al abuelo y todas las cariñosas palabras dirigidas confiadamente
a la abuela que en realidad estaban dirigidas al abuelo y viceversa?
Unas semanas después de que Muxsa supo de la versión divergente de don
Carlos, se acercaba el viaje más importante del año, 1º de agosto, cuando Pachjiri
está vibrante con actividad ritual con las docenas, y algunos años hasta cientos, de
peregrinos, muchos de la ciudad, que llegan para ofrecer mesas rituales a los awilus.
Muxsa había meditado sobre la cuestión y permanecía indecisa sobre cómo debía di-
rigirse a los Ispa Awilus. Durante más de cinco años se había dirigido a ellos siguiendo
las enseñanzas del Código de Juan Ángel, dentro del cual ella había sido iniciada y
consagrada como Maestra. ¿Cómo podría ejecutar los rituales ahora? Durante sus
cinco años de aprendizaje ella tuvo que enfrentar la incertidumbre y el miedo y justo
cuando había logrado superarlos, la versión de don Carlos traía la incertidumbre de
vuelta. Y si hay incertidumbre en un lugar tan cargado de significado cosmológico
y práctica ritual como Pachjiri, el miedo fácilmente vuelve a asentarse.
Al encontrarme frente a los Ispa awilus yo también me llené de incertidumbre.
No era una cuestión de escoger una versión sobre la otra. Más bien, mi mente
cambiaba constantemente de una a la otra como una imagen gestáltica de figura
y el fondo. Lo que un rato parecía ser la cara del abuelo; inmediatamente se vol-
vía el awayu en la espalda de la abuela. Yo estaba fascinado, pero Muxsa no. En
la cumbre de Pachjiri, ella no veía con los ojos de don Carlos; sino con los que
había aprendido y experimentado durante su iniciación, y así controló su incer-
tidumbre. Cuando estaba de vuelta en La Paz, podía analizar las dos versiones,
examinar fotos de los awilus, etc. pero no cuando estaba entregada al ritual en la
cima de la montaña.
La identidad del abuelo y la abuela permaneció incierta para mí y variaba
si veía todo a través de los ojos de Juan Ángel o los de don Carlos. El enigma
94 De acuerdo con don Carlos, en esos días, un ch’amakani vivía permanentemente en una cueva
en la cumbre y mucha más gente acudía a Pachjiri.
un mundo ajeno 147
No sólo los Soldados y los Maestros jóvenes hablan del miedo en el paisaje;
también se refieren a él los Maestros mayores. Ellos nos cuentan que junto a la
preocupación, la ansiedad y el estrés, el miedo es una situación que facilita que
la enfermedad penetre el cuerpo humano y también para que el ajayu lo aban-
done. Katja es una enfermedad que presenta síntomas físicos y está asociada con
miedo a ciertos lugares específicos. Sufrir de katja significa haber sido mordido
por espíritus que viven en el territorio. Al morder, los espíritus atrapan el ajayu
de la persona, causando así su pérdida; es decir la enfermedad que se describe
en el capítulo anterior. Las heridas causadas por la mordida son reales y pueden
infectarse o desarrollar pústulas. Como existen diferentes lugares y seres, existen
148 Descolonización aymara
también diferentes tipos de katja; por ejemplo, katja del agua, la tierra, el viento
etc. Incluso es conocido que los achachilas y las awichas pueden causar katja si no
son respetados y alimentados adecuadamente. Estos espíritus muerden a la gente
que entra en ciertos parajes con miedo, preocupaciones o estrés. Estos son sín-
tomas de estar conectado con los ñanqhas, pero también son síntomas asociados
con la vida urbana moderna que hace que la gente pierda su qamasa, su fuerza de
carácter. Katja entonces, trata de gente colonizada, sin qamasa, que se encuentra
con lugares nativos con mucho qamasa. Los Maestros hablan de katja no como
un castigo; sino como una alarma que hace que la gente despierte de un mundo
de preocupación, estrés y miedo. Pero aunque esta filosofía pueda ser bien inten-
cionada, las historias relacionadas con katja parecen exacerbar más que reducir el
miedo en los jóvenes Soldados urbanos.
Kharisiri
urbanas donde la constante movilidad social y cotidiana de la gente hace que las
fronteras entre quienes están “dentro” o “fuera” desaparezcan. Aunque algunas
organizaciones vecinales proporcionan cierto control social institucionalizado,
su alcance y eficacia son siempre menores que el control social que tiene lugar
dentro de una comunidad rural.95 En la ciudad, alguien que parece estar “dentro”
de la cultura aymara puede en realidad estar fuera y ser un extraño. Ahí hay mucho
campo para la especulación y la incertidumbre. Vestir pollera no es una garantía de
ser una mujer honesta y hablar aymara no proporciona inmunidad ante la corrup-
ción política o económica. Unos cuantos se llenan de dinero mientras la mayoría
permanece pobre. Los ricos tienen miedo de la inwitia de los pobres y los pobres
critican la “moralidad” de los ricos. Los hombres jóvenes aymaras son asaltados
y las jóvenes aymaras son violadas, no por monjes o gringos; sino por quienes
parecen estar “dentro” de la sociedad aymara. La incertidumbre y el miedo circu-
lan por las calles, entran en las casas y penetran las relaciones personales. Grupp
(citado por Furedi, 2007:4) habla de un proceso en el cual “el miedo se vuelve un
discurso que se expande más allá de un referente específico y se convierte en una
orientación más general”. Esto, hasta cierto punto, se puede aplicar al contexto
aymara. La incertidumbre y el miedo existen no sólo escondidos detrás de una
amenaza ajena externa, sino dentro de la propia sociedad aymara. El kharisiri del
siglo XXI es un “ser colonizado” que extrae la grasa de su propia gente.
Se ha escrito mucho sobre las formas andinas de mantener la presencia de
rituales precoloniales disfrazados de fiestas católicas como un recurso aymara para
escapar a la mirada del mundo (para aspectos históricos ver: Fraser 1990; Mac-
Cormack 1991; para una discusión de aspectos contemporáneos ver: Orta 1999).
Pero muy poco, si algo, se ha escrito sobre cómo el Colonialismo ha encubierto el
mundo nativo a los ojos de los propios aymaras. Cuando mis informantes hablan
de “ilusión” o “engaño” se refieren precisamente a ese aspecto: a ver el mundo a
través de un lente distorsionante que ha sido impuesto por el Colonialismo y a
tener que aceptar la imagen deformada que impone como verdadera. Un com-
ponente esencial de ese lente deformador parece ser el miedo.
El miedo tiene mucho que ver con la percepción de la naturaleza del cosmos
y el alcance del Colonialismo. Si el mundo es como los Maestros dicen que es
–cuando sus versiones no se contradicen– no hay necesidad de temer a Dios ni
a la wak’a como a un demonio. Si todavía existe una “esencia nativa” en la gente
y en el entorno que ha logrado escapar al Colonialismo, no hay campo para el
miedo. Pero, ¿qué si no fuera así? Esta incertidumbre produce miedo. Y en un
mundo deformado por el miedo no hay confianza ni cariño.
95 Aún en comunidades rurales existen acusaciones a individuos o familias enteras de ser kha-
risiris (ver Fernández 2006: 53). La reciente estratificación económica y la falta de voluntad
para ocupar cargos en la comunidad parecen provocar incertidumbre y desconfianza en las
comunidades rurales.
150 Descolonización aymara
Pena y remordimiento
96 Ver Estermann (2005) para una interesante discusión –aunque bastante sesgada– con relación
al significado de la cruz cristiana en el mundo andino.
un mundo ajeno 151
coloniales del cerro con el calvario y el sufrimiento. La única cosa cierta es que el
lagarto es colocado en la cumbre del cerro para que sufra y llore…
Para los Soldados, es como si un velo de dolor, pena y arrepentimiento cubriese
el paisaje. En cada cerro hay un Gólgota donde los colonizados demuestran su
pesar en rituales colectivos y participan del sufrimiento cosmológico de los colo-
nizadores. Tal vez no sea una coincidencia que la gente en la ciudad, así como en el
ámbito rural, a menudo hablan del campo como triste. Existen incontables poemas
y canciones que hablan de las tristes pampas y las tristes montañas. La tristeza está
por todas partes, llaki por dentro y fuera. Como el miedo, la tristeza adquiere las
cualidades de un agente al que no hay que permitir que actúe. Ese agente es el
ñanqha, el espíritu ajeno. Sacar la tristeza del cuerpo humano –la práctica ritual
de llaki t’aqa– es una parte importante de los rituales de curación.
La práctica colonial de erigir cruces en los uywiris aymaras no es algo del
pasado; sino parte de la política cultural y religiosa. El último calvario contem-
poráneo del que tengo noticia ha sido erigido hace algunos años según se dice
por un cura de origen alemán que es bien conocido por su obra caritativa con los
niños pobres y su frenética construcción de iglesias en El Alto. En la opinión de
muchos activistas indianistas-kataristas y mis Maestros y Soldados interlocutores,
esta acción lo ha convertido en el símbolo más notorio de la inquisición del siglo
XXI. El calvario que se dice construyó en Peñas se divisa desde la plaza donde
Tupaj Katari fue descuartizado en 1781.
97 Si se pudiera establecer una frontera sería entre la parte norte de La Paz y El Alto, y la zona
sur de La Paz donde vive la gente pudiente y los aymaras trabajan como sirvientes.
98 Pero todo es relativo. Cuando los chuquisaqueños buscaron trasladar los poderes Ejecutivo y
Legislativo a Sucre, durante la Asamblea Constituyente, la población de El Alto juró defender
a La Paz como el centro político del país. Un alteño me dijo: “Sucre está bien lejos siempre
para marchar hasta allá con nuestras demandas”.
un mundo ajeno 155
Reflexiones
reencantamiento. Los achachilas y las awichas, y los ajayus uywiris –como materia
dotada de vida y naturaleza encubierta en cultura– serían los elementos que lle-
garía a reunificar ese “ser aymara” y el paisaje. Así, a través de nuevos significados,
la naturaleza volvería a dialogar con la humanidad. La aparición en el paisaje de
significados definidos culturalmente volvería a transformar la naturaleza en el
pasado ancestral, las duras rocas volverían a ser achachilas y awichas cariñosos, y
surgiría una nueva generación aymara de nietos y nietas.
Sin embargo, el mundo que me presentaban los Maestros y los Soldados no
estaba desencantado. ¿Significa esto que los Maestros y los Soldados viven en un
mundo precolonial de cosmología aymara impoluta? De ninguna manera. Parece
que el Colonialismo, más que desencantar el mundo aymara, le ha otorgado un
toque patológico transformándolo en algo donde no hay confianza, lleno de pe-
ligros, enfermedad, dolor y miedo. Más que negar las características espirituales
que puede tener el paisaje, desencantando así ese mundo, el Colonialismo –que
es concebido por Maestros y Soldados como una fuerza sojuzgante– parece ha-
berlos satanizado. El resultado ha sido que el paisaje ha sido poblado por espíritus
ajenos y extraños que recuerdan el comentario de Tristan Platt sobre el resultado
paradójico de la política de conversión al catolicismo: “A pesar de que la meta era
evitar que la gente pensara en dioses paganos; la conversión suponía, al mismo
tiempo, el reconocimiento de esos dioses aunque fuera como demonios y diablos”
(1992: 141f).
La “otredad” del paisaje es, para Maestros y Soldados, una consecuencia
del Colonialismo que lo ha transformado en algo yaqha; lleno de miedo, dolor y
arrepentimiento. En ese mundo, el “ser colonizado” es todo lo que no es el awilu
y viceversa, convirtiendo en el proceso al awilu en “el otro”. Si realmente existe
un abismo entre el “ser aymara” y el paisaje causado por el Colonialismo, no se
trata de dicotomías mentales impuestas, sino del miedo corporizado. Es difícil
superar este abismo, llegar a ser parte del paisaje y realizarse como aymara cuando
se experimenta el entorno como malo y lleno de pesar.
Bastien (1985) ha mostrado la analogía entre el paisaje (la montaña) y el cuerpo
humano y propone que en la cosmología andina, el cuerpo es comprendido como
paisaje y el paisaje como cuerpo. Mi material, similarmente, sugiere que la analogía
cuerpo-paisaje está presente en el significado simbólico y político de los rituales.
Tanto el cuerpo como el paisaje son campos de batalla anticoloniales.
157
TERCERA PARTE
Curación
(Qulla)
159
VII
El ser nativo
No se puede hablar del ser en la región andina sin hablar de ajayu. El Capítulo 5
exploró la concepción aymara de la enfermedad y los estados patológicos, y los
comportamientos relacionados con el ajayu. También describió la interrelación
que existe entre enfermedades como ajay sarqata y la concepción del Colonialismo
como una enfermedad. El presente capítulo trata de las prácticas rituales terapéu-
ticas diseñadas para curar las diferentes enfermedades que pueden afectar al ajayu.
También explora la influencia mutua entre esas prácticas rituales y el activismo
descolonizador en el campo de la curación de los desórdenes del espíritu aymara
causados por el Colonialismo.
Diagnóstico
Cuando un cliente visita a don Carlos en Qulla Uta, el pequeño centro de curación
donde trabaja cuando no está enseñando a los médicos en el Ministerio de Salud,
realiza un detallado diagnóstico a través de diferentes métodos, dependiendo del
caso; aunque hay ciertos métodos generales. El orden en el que son aplicados
puede variar, pero el procedimiento general es el siguiente:
Primero, don Carlos escucha la historia del cliente para obtener la información
básica del caso relacionada con los síntomas, su duración y si el cliente ha estado
en ciertos lugares especiales (cumbres de montañas, quebradas o chullpares99), o
si hay alguna persona que podría tener inwitia hacia el paciente. Durante este
diálogo inicial, don Carlos verifica signos como alteraciones de la respiración o
desviaciones de la mirada que pueden indicar que algo asociado con el ajayu no
funciona bien. Una mirada esquiva, dirigida al piso o evitando mirar a la gente en
los ojos, es interpretada no sólo como antisocial; sino también como una indicación
de que la persona está bajo una influencia “extraña”. Por ejemplo, una persona que
ha sido afectada por el kharisiri (kharsuta) evita mirar a la gente a los ojos.
En segundo lugar, don Carlos verifica la temperatura del cliente simplemente
colocando la mano en la frente de la persona.
En tercer lugar, don Carlos verifica el pulso de la persona, no por su frecuencia,
sino por su fuerza, que considera una medida del estado de salud del paciente.
Finalmente, realiza el método de diagnóstico más importante: la lectura
de las hojas de coca (para una descripción más detallada, ver: Carter y Mamani
1986; Fernández 1999: 131-4; y Chambi 2007). Para empezar, algunas hojas son
derramadas sobre el tari para obtener una visión general de la situación. Con
sucesivas lecturas se obtiene más información y en poco tiempo se realiza un
primer diagnóstico que es reconfirmado con lecturas adicionales. Cuando un
diagnóstico definitivo ha sido alcanzado, se deciden los tratamientos adecuados,
también leyendo las hojas de coca.
Existen muchas enfermedades causadas por la pérdida del ajayu. Como ya dijimos,
los niños menores son más proclives a perderlo porque su ajayu todavía no está
conectado firmemente a su cuerpo. Uno de los trabajos fundamentales de cual-
quier Maestro es “llamar” a los ajayus perdidos. Normalmente, llamar un ajayu es
un procedimiento simple que cualquier padre o madre podría realizar. Cuando un
niño o niña se asusta; por ejemplo por un perro que le ladra o la bocina ruidosa
de un vehículo, su ajayu puede ser llamado de vuelta agitando el gorro del niño u
otro artículo de vestir con un movimiento circular en el aire llamando al ajayu que
regrese: “¡Vente, Vente! Jutam!” Otro método consiste en hacer que el niño ingie-
ra un poco de tierra o polvo del lugar donde se ha asustado, porque se considera
que el ajayu ha sido “agarrado” (katjata) en ese lugar. Una joven madre de origen
aymara me contó que, en una ocasión, su hija se cayó en la calle y cuando ella le
hacía comer un poco de tierra del lugar, un señor mayor aymara que pasaba dijo en
voz alta: “¡Qué lindo ver esto! Todavía hay madres que saben cuidar a sus wawas.”
Muchos Maestros se quejaban de las madres “chotas”; es decir madres aymaras
urbanas, “modernas” que no saben cómo actuar en esas situaciones y molestan a los
Maestros con casos que ellas podrían haber resuelto si tuvieran el conocimiento.
Pero existen también casos de madres que piensan que han llamado correctamen-
te el ajayu de su hijo o hija, y a pesar de ello la criatura se enferma. Entonces, el
Maestro debe identificar el lugar donde el ajayu del niño ha sido agarrado. Cada
Maestro con el que he trabajado tiene su forma personal de llamar al ajayu y para
realizar las prácticas rituales. Y aunque no hay dos Maestros que hagan lo mismo,
es posible identificar ciertas características comunes en las prácticas rituales.
el ser nativo 161
sombra que rápidamente cruza por el piso o un pájaro que se posa en la ventana);
entonces, el Maestro actúa: algunos hacen que el cliente se ponga las ropas; otros
atan un pedazo de lana alrededor del cuello o la muñeca del cliente para asegurar
que el ajayu permanezca dentro de su cuerpo; y algunos envuelven y atan el tari
con la sal y las sustancias favoritas en su interior. Entonces, dice: ¡Ya está!, y el
ajayu ha regresado. A través del restablecimiento de las conexiones con lo que
don Carlos llama el kwirpu ajayu, que se habían roto, el ajayu perdido vuelve a
entrar al cuerpo del cliente.
Llamar a un ajayu es generalmente una cuestión sencilla para un Maestro
experimentado; pero siempre se presentan casos difíciles. Si un ajayu que está
perdido no es llamado en su momento, un espíritu ñanqha puede ocupar su lugar
y entonces otro tipo de ritual es necesario; pero, debido a que el ajayu se aleja más
y más del cuerpo con el tiempo, la ceremonia de llamar al ajayu puede convertirse
en una cuestión de vida o muerte. Pude presenciar un caso donde un ajayu estuvo
perdido por veinte años. El Maestro que trató de recuperarlo explicó que era como
buscar con un anzuelo en un profundo agujero negro esperando encontrar algo
y “hasta hay el riesgo de caerte tu mismo ahí adentro”.
También puede ocurrir que un layqa, un especialista en maleficios, puede ser
convocado para llamar el ajayu de una persona. No se trata de un acto de curación;
sino, por el contrario, se practica con el intento de “robar” el ajayu de esa persona
y sujetarlo permanentemente a algún lugar de donde nunca podrá volver. El layqa
también puede asegurar el ajayu a sapos (para mujeres) y lagartos (para hombres)
que son después escondidos en lugares inaccesibles o arrojados en quebradas o
precipicios. Para curar esos casos, se necesita generalmente encontrar el sapo, el
lagarto o el lugar donde el ajayu ha sido agarrado. Si la persona no es curada, puede
enfermar física o mentalmente y hasta morir. Si la persona afectada consulta a
un Maestro y él entiende que hay un layqa involucrado, se puede establecer entre
ellos una batalla de rituales donde el layqa envía hechizos malignos y el Maestro
trata de escudarse él y al cliente devolviendo los hechizos y buscando recuperar el
ajayu de la persona afectada. Se trata, por supuesto, de una batalla que no es física,
sino ritual y espiritual; pero puede ser experimentada con sensaciones reales en
el cuerpo de los combatientes.
Hasta aquí hemos tocado sólo indirectamente las dimensiones políticas de las
prácticas aymaras de curación. Pero el examen detallado de una práctica ritual
elemental, como es el llamado del ajayu, nos permite profundizar nuestro enten-
dimiento del activismo indianista-katarista y sus connotaciones espirituales. Las
dimensiones políticas de las prácticas curativas rituales de los Maestros aparecían
el ser nativo 163
100 Una descripción y interpretación de partes del acontecimiento se encuentra en Mamani Ra-
mírez et ál. (2010).
164 Descolonización aymara
101 Para una descripción de los problemas asociados con este ordenamiento, ver la Introducción.
102 Incienso.
el ser nativo 165
103 Al dirigirse al sol, en los contextos rituales, generalmente es como Tata Willka o Tata Inti, que
significan “Padre Sol”. Aunque hay Maestros que mencionan dos hermanos Willka: Tata Inti
Willka (el sol) y Tata Phaxsi Willka (la luna), Tata Willka se refiere siempre al sol.
166 Descolonización aymara
Ch’iyar misa
104 Según don Valentín, el “cuerpo” seguía ahí cuando él fue detenido en julio del 2010.
el ser nativo 167
105 Entre los elementos que se pueden encontrar, hay vegetales como wayruru, willka willka, lam-
paya, chachakuma, jawilla, pura pura, akhana, markarita, qhiya qhiya, qachu kuti kuti, ruta, sipallo,
kalavira, ritam panqara, waji, nuis muskata, kuti waynitu, mulli y churqu. Entre los elementos
minerales: jaqimasa, asufri y ñanqha qala. Y entre los elementos animales: qamaqi, ch’aphi qamaqi,
titi, suri phuyu, kuntur phuyu, quta wara wara, ch’aqhari y churitu.
168 Descolonización aymara
las montañas por donde sube y baja, las pampas y los caminos por donde transita,
enviando mensajes con sus movimientos a los que saben interpretarlos. Mientras
el titi se mueve en lugares inaccesibles para los seres humanos, el qamaqi se mueve
entre dos mundos: el de los achachilas y el de los humanos: es un mensajero que
cruza las fronteras subiendo y bajando las montañas.
Están también las kuntur phuyu, las plumas de cóndor. El cóndor pertenece
a las alturas de los Andes y al cielo (alaxpacha) y está asociado con el viento y los
cuerpos celestiales masculinos, como el sol, y es el símbolo andino supremo de
autoridad.
También están las espinas del puercoespín, ch’api qamaqi. Por provenir de los
valles orientales y las tierras bajas, el puercoespín está asociado con el calor y la
humedad. También posee la cualidad muy apreciada de poder protegerse con sus
espinas contra cualquier ataque.
También se encuentra ch’aqhari, el excremento del larilari, un pájaro que
anuncia la muerte y está asociado con espíritus extraños como los anchanchus y
supayas. Su canto anuncia la muerte de alguien; por eso también se lo llama alma
q’ipi o alma q’ipiri (“el que carga a las almas”). Lo contrario del canto del ave
que anuncia la muerte es su excremento: la muerte digerida, y lo contrario de la
muerte es la vida. No estoy seguro que ésta sea la razón que explica la presencia
del excremento del larilari en la ch’iyar misa. Podría ser que se lo utilice porque
el lari lari cruza las fronteras entre los ámbitos de la vida y de la muerte; o tal vez
está asociada con “gente de la puna que no reconoce cacique”, como Bertonio
(1612 [2006]: 585) indicó hace cuatro siglos (ver también LaBarre 1948: 167;
Bouysse-Cassagne 1987: 235). El excremento de otras aves (tordos y lechuzas)
se utiliza para curar el susto y la influencia de espíritus extraños, especialmente
saxras; pero no lo he visto usado en la ch’iyar misa.
Tres elementos asociados de una manera u otra con el agua también apare-
cen: pequeños fragmentos de estrella de mar (quta wara wara), que proviene del
Océano Pacífico; churitu, pequeños caracoles del lago Titicaca; y suriphuyu, las
plumas del avestruz andino que habita la parte sur del altiplano con sus salares y
lagos poco profundos.
La ch’iyar misa también contiene elementos minerales asociados con la tierra
y lo subterráneo (manqhapacha), que provienen de diferentes regiones y ámbitos
geológicos.
Por último, aparecen ingredientes vegetales de diferentes zonas ecológicas:
qhiya qhiya, una planta pequeña de las montañas que produce una flor parecida al
algodón; pura pura, un planta que crece en el altiplano; el fibroso waji de los valles;
el wayruru rojinegro de las tierras bajas y mucho más. Es como si el mundo animal
y mineral de la ch’iyar misa apareciera cubierto con diversas formas vegetales de
múltiples zonas ecológicas. Además, los elementos vegetales son simbólicos en
sí mismos; por ejemplo, willka willka toma su nombre del sol porque, como un
el ser nativo 169
misa no tiene nada que ver con la magia negra (ver, sin embargo, Fernández 2004:
104); sino precisamente con la lucha contra la brujería, la envidia y las maldiciones
de los layqas. Para los Maestros, negro es el color de la medicina, no del mal o la
muerte. La ch’iyar misa puede ser usada para devolver los encantamientos y las
maldiciones producidos por un layqa, y el humo de la quema de una ch’iyar misa
es consumido por los espíritus extraños como saxras y ñanqhas; por eso, algunos
piensan que los Maestros que la utilizan son sirvientes de esos espíritus extraños
y que la ch’iyar misa es un acto de brujería. Pero, como se ha mostrado antes, los
Maestros tienen sus maneras propias de lidiar con los espíritus ajenos y de esta-
blecer relaciones de reciprocidad con ellos para hacerlos menos extraños. Pero la
ch’iyar misa no es el único método para enfrentar las influencias extrañas.
Una joven pareja vino a consultar a don Carlos por sus problemas. Don Carlos
les invitó a sentarse. Manifestaron que se amaban mucho pero que no podían
vivir juntos en paz; tenían peleas y escenas de celos y pidieron a don Carlos que
los ayudara. Habían traído coca, cigarrillos y alcohol para el Maestro que pronto
estaba inmerso en diagnosticar la situación, leyendo las hojas de coca sobre el tari.
Después unas cuantas preguntas y algunas consultas a las hojas, para don Carlos
todo estaba claro: la joven pareja estaba bajo la influencia de un espíritu ñanqha;
no habían perdido su ajayu, pero estaban afectados, especialmente la mujer. Ella
preguntó si era maldición, brujería o algo similar. Don Carlos consultó las hojas
y respondió que no era el caso, que nadie les tenía envidia y que el problema era
debido a estrés y ansiedad que les hacían vulnerables a las influencias extrañas que
producían desconfianza y reyertas. Lecturas adicionales de las hojas determinaron
el tratamiento. Tenía que bañarles en un líquido que contenía alcohol y diferentes
hierbas, muchas de las cuales aparecen en las ch’iyar misas y otras son conocidas
como remedios eficaces contra la maldición y los espíritus extraños. La pareja
dejó unos 20 bolivianos para que don Carlos pudiera comprar los ingredientes
del baño ritual y se acordó que él pasaría por la casa de la pareja quince días más
tarde porque el líquido debía fermentar por más de una semana.
El día determinado para el baño era viernes. No era casualidad porque vier-
nes y martes son llamados saxra uru –días del saxra– que es uno de los espíritus
extraños. Como los saxra en la actualidad están asociados con el diablo, los saxra
uru son vistos con temor; por eso es costumbre que algunas familias se reúnan en
casa los viernes y martes por la noche para acullicar juntos y fumar cigarrillos para
proteger la casa de los saxras. Con referencia al uso de la coca, algunos paceños me
dijeron: “Oh no, nunca masco hojas de coca. Es decir, fuera del martes y viernes,
cuando todos fumamos cigarros y mascamos coca en casa”.
el ser nativo 171
Sin embargo, para los Maestros, no hay nada que temer en esos días; más
bien son los mejores días para los rituales de curación.
Era cerca de las ocho de la noche cuando llegamos a la casa de la pareja. Nos
sentamos en el dormitorio mientras su pequeño hijo estaba dormido y compar-
timos hojas de coca como si don Carlos estuviera en una visita corriente. Don
Carlos comenzó a hablar en un tono especial y todos comprendimos que el ritual
de curación había empezado. Habló en castellano sobre el sol y la luna, las estrellas
y la Tierra, del ayllu, la familia, los hijos y la felicidad, como guiando la pareja a
sentir lo maravillosa que es la vida o, por lo menos, debería ser. Si no hay peleas
entre las estrellas y el sol trata a la Tierra con respeto y ternura; ¿por qué los seres
humanos nos comportamos de manera diferente? Habló después de envidia, celos,
disputas y de la depravación de la vida urbana como haciéndoles comprender el
significado de su problema. La pareja asintió y lloró. Con esas palabras curativas
qulla arus, don Carlos les fue guiando, como si estuvieran perdidos en el mundo,
hacia un lugar seguro. Las qulla arus residen en el chuyma de todos los Maestros;
son palabras que poseen el poder de curar.
A medida que avanzaba la noche, las qulla arus fueron guiando a la joven
pareja hacia un lugar seguro en el mundo. La pareja dejó de llorar, se tomaron
de la mano y se calmaron. Entonces, la voz de don Carlos cambió y comenzó a
hablar en aymara; pero no directamente a la pareja, sino a alguien más. Yo le ha-
bía oído hablar en otras ocasiones a Pachamama, a los achachilas y las awichas y a
los ajayus uywiris; pero no de la manera que hizo esa noche. Su voz era diferente,
más firme y menos condescendiente. Entonces comprendí que estaba hablando
con los espíritus ñanqha exhortándoles a dejar libres a los esposos y a marcharse
a su propio territorio.
Qulla arus se dirigían, entonces, a la joven pareja y a los ñanqhas guiándolos
hacia sus propios lugares en el mundo. Esta práctica ritual puede relacionarse con
una concepción muy difundida en la región andina: cuando algo aparece fuera
de lo que normalmente es su elemento –por ejemplo, un zorro que aparece en
la pampa, cuando la montaña es su ambiente normal– es un signo de que algo
está mal. Un evento extraordinario entre los animales, las plantas o los espíritus
siempre tiene un equivalente en el ámbito de los seres humanos. En nuestro
caso, la joven pareja no se preocupaba uno por el otro y no vivían como debían, y
consecuentemente, aparecían los espíritus extraños. Los saxra urus son los días de
la semana cuando los espíritus extraños están activos, entonces pueden escuchar
y participar en las qulla arus porque en esos días la separación de los diferentes
ámbitos se vuelve permeable. Por esa razón, esos días son considerados peligrosos
por quienes no saben lidiar con los espíritus extraños, aunque aparecen llenos de
poder a quienes los conocen. Saxra urus son los días cuando los espíritus extraños
pueden ser guiados más fácilmente hacia sus regiones propias por las qulla arus
de un Maestro.
172 Descolonización aymara
Cuando la gente compara las prácticas curativas de los Maestros con la medi-
cina convencional, no son los elementos usados en los rituales o la medicina que
diferencian fundamentalmente una de otra; sino el uso de qulla arus. El Maestro
escucha, explica y da consejos; el médico sólo receta medicinas.
Don Carlos ofreció insinsu y kupala106 a los espíritus extraños para asegurar que
se marchaban de buen humor. El baño ritual que don Carlos efectuó después a la
pareja fue para asegurar que nada de los espíritus extraños quedara adherido a su
cuerpo. Debido al fuerte olor del líquido fermentado, el baño ritual tuvo lugar en
el cuarto de baño de la pareja. Don Carlos comenzó lavando la cabeza, y después
el pecho, la espalda, los brazos y las piernas de la mujer. Ella se estremeció y lloró,
indispuesta por el penetrante olor que se dice que hace que los espíritus extraños
dejen al paciente. En comparación con la reacción del esposo al baño ritual, don
Carlos interpretó la respuesta de la mujer como un signo de que ella estaba más
seriamente afectada por los espíritus extraños. Después, ambos fueron enviados
a la cama, mojados y despidiendo un fuerte olor, con la instrucción precisa que
no debían dejar la cama ni el cuarto hasta el día siguiente. Para entonces ya había
pasado la medianoche. La pareja quedó sola en su cama; el espíritu extraño había
partido…
El ritual de curación con qulla arus en ciertos días de la semana revela otro ele-
mento fundamental de la lucha por la descolonización aymara. Aunque los ámbitos
de “lo nativo” y “lo extraño” idealmente deberían estar separados, ambos comparten
una frontera y a veces se superponen, o la frontera que los separa se puede volver
permeable permitiendo el intercambio. En esos casos, lo extraño influencia lo nativo
y viceversa. La conducción del espíritu extraño hacia su ámbito propio que realiza
don Carlos es similar al papel que el movimiento indianista-katarista desempeña
como guía descolonizador en la sociedad. Tanto la práctica ritual como el activismo
están basados en ciertas premisas básicas relacionadas con “el orden correcto de las
cosas”; pero los espíritus extraños y los seres humanos no siempre actúan de acuerdo
con ese ordenamiento; y, en consecuencia, existen formas todavía más sofisticadas de
lidiar con las fronteras entre lo extraño y lo nativo. El análisis del ritual de curación
con chullpa misa puede clarificar esta cuestión.
Chullpa misa
106 “Copal”: la resina usada como incienso en rituales de purificación (Girault 1988: 174).
el ser nativo 173
107 La luna aparece en estas leyendas como el hermano del sol; es decir como varón. Sin embargo,
la denominación más común actualmente es Phaxsi Mama; es decir “Madre Luna”. Parecería
que la luna se ha ido transformado con el tiempo en mujer; aunque hay Maestros que dicen
que la luna es varón por estar ubicada en alaxpacha, la esfera masculina. Resultaría ser mujer
con relación al sol, porque es más pequeña y está asociada con la noche; pero es varón con
relación a la Tierra, porque pertenece a la esfera masculina superior del alaxpacha, mientras
que la Tierra pertenece a las esferas inferiores del akapacha y manqhapacha.
108 La historia de cómo los chullpas fueron quemados por el sol es bien conocida y aparece en
Palacios (1982: 42-43), Dillon y Abercrombie (1988: 56), Fernández (2004: 190) y Gil (2005:
213). En Yujra (2005: 11-25), la historia aparece como una sugerente explicación.
174 Descolonización aymara
de la ch’iyar misa algunos de los elementos, como ritam panqara, una pequeña flor
amarilla que protege de la maldición y la brujería. Entre los elementos que apare-
cen hay tierra del nido de un cóndor; un polvo azul que sirve para contrarrestar
a los “Maestros mineros” que trabajan con “el Tío” y otros seres subterráneos;
tierra de una torre funeraria que se usa para curar chullpa usu (una enfermedad
similar a katja) y dulces blancos para los ñanqhas. El elemento más importante y
potencialmente peligroso de todos es el hueso de chullpa molido, chullpa ch’akha.
Sólo los Maestros pueden manejar este polvo y tampoco lo hacen directamente
con las manos. Un Soldado me dijo: “Ni siquiera debo tocar el papel en el que
está envuelto”.
Enseguida, el Maestro toma dos pequeños envoltorios que no son siempre
parte de la chullpa misa. Son qhulu misas, similares a la ch’iyar misa, pero sin las
yerbas (de ahí la denominación qhulu, que significa “duro”). Contienen algunos
elementos familiares: markarita, kuti waynitu, kalavira, quta wara wara y titi. El
Maestro comienza colocando los pelos de titi en las dos chullpa misas. Después,
todos somos invitados a escoger dos elementos de las qhulu misas y colocarlos en
nuestra respectiva chullpa misa haciendo como hacen los Maestros: dejando nuestro
aliento en los elementos que hemos escogido, y tomándolos con la mano izquierda
con movimientos giratorios de derecha a izquierda. Este movimiento en contra de
las manillas del reloj aparece en todos los contextos aymaras, rituales o no: nada
debería moverse como las manillas del reloj (cf. Choque Churata 2009: 238-42).
Pero la mano izquierda se usa de esa manera sólo en los rituales de curación, en
cualquier otro contexto –social o ritual– se usa la mano derecha; invitar un vaso
de cerveza u hojas de coca con la mano izquierda es visto como falta de respeto
(cf. Salazar-Soler 1993: 25; Choque Churata 2009: 237). La preparación de una
ofrenda ritual para los achachilas y las awichas se ejecuta con la mano derecha.
Además de la mano izquierda, en los rituales de curación se usa lana hilada a la
izquierda (ch’iqa ch’ankha) y los cigarrillos se fuman al revés. Es como si los códi-
gos ordinarios se invirtieran para contradecir las maldiciones para tratar con “lo
extraño”. Si los Soldados usan la mano derecha, el Maestro suavemente les llama
la atención diciéndoles: Ch’iqa, ch’iqa (“Izquierda, izquierda”).
Las dos chullpa misas que están sobre el piso van tomando forma. El Maestro
nos entrega una vela negra sin encender a cada uno y nos dice que la frotemos en
los lugares donde tenemos dolores. Después que nos frotamos cabeza, rodillas y
espalda, el Maestro recoge las velas de los varones y la Maestra las de las mujeres.
Al devolverlas a los Maestros, cada persona sopla fuerte en ellas. Los Maestros
luego rompen las velas en pedazos con la mano izquierda sobre la misa correspon-
diente. En el Capítulo 5 presenté diferentes formas de soplar y dejar el aliento y
sus implicaciones con las acciones de compartir. Pero los fuertes soplidos sobre
las velas no tienen nada que ver con acciones relacionadas con compartir; más
bien son una manera de enviar “lo extraño” del cuerpo humano hacia la chullpa
176 Descolonización aymara
misa de donde será guiado de vuelta a donde pertenece. Más tarde, el Maestro
me explicó que no estaba muy de acuerdo con usar velas negras porque se trata
de un elemento colonial extraño en medio de una misa nativa; pero como los
layqas usan velas negras para sus actos malignos, ellas deben ser utilizadas para
contrarrestarlos. Los layqas usan velas negras en rituales de magia negra, por la
asociación que se hace en el mundo occidental entre lo negro y lo malo; pero
cuando las velas negras son usadas por los Maestros en rituales de curación, se
enfatiza la relación entre el color negro y la medicina y esto justifica su incorpo-
ración en el ritual aymara.
Los Maestros rompen trozos de lana blanca y negra hiladas juntas a la iz-
quierda sobre el cuello, las muñecas y los tobillos de los participantes buscando
romper conexiones extrañas e interrumpir influencias ajenas. Cada uno sopla
fuertemente sobre el pedazo de lana que está en las manos de los Maestros y
es colocado rápidamente en la misa. Después, la Maestra y el Maestro hacen lo
mismo con la lana entre ellos.
Así entramos a la parte del ritual de curación donde las intenciones de las
personas que sienten envidia, tienen mala voluntad contra los participantes, o han
contratado layqas para hacernos daños serán detenidas. Los Maestros anudaron
trozos de lana en pedazos de periódico y los colocaron en las misas; “atando” de
esa manera a los layqas para que no tengan éxito en sus malas acciones.
Las dos chullpa misas están finalmente completas. Cada una contiene los mis-
mos elementos; pero su apariencia es ligeramente diferente porque cada Maestro
o Maestra tiene su propia forma de prepararla. El Maestro y la Maestra aparecen
exhaustos y se limpian el sudor de la frente; pero el ritual debe continuar. Las misas
son envueltas en el papel periódico y carbónico sobre las que fueron preparadas
y son atadas como paquetes con la lana negra y blanca.
El Maestro y la Maestra colocan el paquete debajo de la chamarra o la chom-
pa del primer varón y la primera mujer que están a su derecha, respectivamente,
cerca de las costillas en el lado izquierdo. Ésta es la región que los Maestros dicen
que hay que proteger con una wak’a porque es una área abierta y vulnerable a la
enfermedad; aunque esta vulnerabilidad también parece significar que las influen-
cias extrañas pueden dejar el cuerpo por esa región; y, en este caso, “lo extraño”
dejaría el cuerpo y entraría a las chullpa misas donde podría ser controlado. Los
dos paquetes circulan y cada persona lo retiene de la manera indicada por cerca
a diez minutos. Mientras tanto, el ritual de curación continúa, ahora con una
participación más activa de nosotros. En esta parte, el consumo de hojas de coca
y cigarrillos es fundamental. Se usan para contrarrestar las influencias extrañas y
para determinar la eficacia del tratamiento en curso. Un Soldado y una Soldada
entregan el primer cigarrillo negro a los varones y a las mujeres, respectivamente.
Bolsas de coca circulan por separado entre hombres y mujeres hasta que todos te-
nemos nuestro akhulliku en la boca. El Maestro nos manda fumar nuestros Astorias
el ser nativo 177
correctamente; es decir con la mano izquierda y soplando con fuerza el humo hacia
la ventana abierta. El Maestro constantemente revisa las hojas de coca que tiene en
su colorida ch’uspa: “Se va a ir”, dice. La atmósfera se suaviza ligeramente y todos
nos ponemos a charlar. Descartamos los restos de los cigarrillos y nuestra kuka
jachu, (los restos de la coca akhullikada) en una bolsa negra de plástico en el piso.
Sigue otra ronda de cigarrillos negros y nuevos akhullikus. El Maestro nos indica
que este segundo cigarrillo es crucial y nos recomienda permanecer en silencio y
soplar el humo contra nuestros enemigos por la ventana. Dice: “Yo comenzaría
con los evangelistas, que hacen sus layquerías contra nosotros todos los días”.
El Maestro consulta las hojas de coca y habla despacio sobre la brujería y la
“layquería”, y concluye, una vez más: “¡Se va a ir!” Las hojas de coca tienen un
sabor dulce y el humo del cigarro no pica la garganta. Son buenas señales. Un tercer
cigarrillo es distribuido y el Maestro nos recomienda fumarlo para contrarrestar
la envidia de gente desconocida. En las hojas de coca ve “traición” y en las cenizas
la cara de un lagarto y dice: “Sólo los layqas trabajan con lagarto”.
Todos soplamos el humo hacia la ventana. La coca ya no está dulce y el humo
de los Astorias raspa en la garganta. Aparecen signos por todas partes. Un cuarto
cigarrillo es necesario para contrarrestar la extraña influencia. El Maestro examina
las hojas de coca de su ch’uspa constantemente. De pronto exclama: “¡Ñanqha q’ixu
saraski! (“¡Está viniendo el espíritu maligno del rayo!”) Todos soplamos el humo
hacia la ventana, agresivamente, casi con desesperación. Está afuera, en algún lugar,
viniendo desde lejos, llegando a la casa del Maestro. El ritual debe terminarse de
inmediato. El Maestro pide a la Maestra leer las hojas de coca para saber cuál de
los Soldados debe ayudar al Maestro a quemar las chullpa misas afuera. Ella consulta
la coca e indica que debemos ser un joven Soldado y yo. Debemos ir.
Los paquetes con las misas han pasado por todos los participantes y regresan
al Maestro y a la Maestra. Ambos, frotan ligeramente el cuerpo de los participan-
tes con los paquetes, en la cabeza, la espalda, los brazos, hasta las piernas como
expulsando algo fuera del cuerpo.
El procedimiento de romper la lana negra y blanca sobre el cuerpo de los
participantes se repite, aunque esta vez los pedazos de lana son más pequeños y
las madejas se colocan en los paquetes.
El Maestro pide a dos Soldados mayores que aten un pedazo de lana blanca
en la muñeca derecha de cada persona que sirve para asegurar el nuevo estado
purificado de la persona a su cuerpo y sirve como un recordatorio de qullana
(limpieza, excelencia cósmica y ancestral, la “indianidad” pura).
La preparación de las misas ha terminado y el Maestro sale con los paquetes
cargados de la fuerza maligna que ha sido expulsada de nuestros cuerpos, mientras
que la Maestra se queda ch’allando y akhullikando con nosotros. Un momento
más tarde, el Maestro reaparece, son las doce menos un cuarto. Nos instruye al
joven Soldado y a mí llevar alcohol y leña. Al salir de la habitación, el Maestro
178 Descolonización aymara
indica a los que quedan que sigan akhullikando. Todo empieza a suceder rápi-
damente. Llevando la bolsa con las misas el Maestro baja las gradas y sale de la
casa corriendo. Lo seguimos. La noche es fría y con niebla. Llevamos fuego de
un viejo armario que está ardiendo en la basura y bajamos una pendiente barrosa
hacia la pequeña colina donde está la wak’a y donde las misas deben ser quemadas.
Corremos sin decir nada. Cuando llegamos, entregamos al Maestro todo lo que
nos pide: leña, alcohol, fuego. El Maestro ch’alla alcohol en los cuatro puntos
cardinales, mencionando los nombres de los principales achachilas y awichas y los
de los participantes en la ceremonia. Coloca las misas sobre la leña. Todo sucede
rápidamente. Se enciende la leña y las misas comienzan a arder intensamente.
El Maestro nos ordena volver sin darnos la vuelta y, sin mirar atrás, subimos co-
rriendo la pendiente, el Maestro al final. Cuando llegamos a la cima, el Maestro
ch’alla alcohol en la forma de una cruz y, con una voz dura, indica que nada nos
puede seguir más allá de ese punto.109 Hace lo mismo antes de entrar a la casa y
entramos en la habitación resoplando y sudorosos aunque hemos estado fuera
menos de quince minutos. El Maestro consulta las hojas de coca: todo ha salido
bien. Es más allá de la medianoche; todas las influencias extrañas se han retirado
con el día que se ha ido y nos podemos ir.
Mientras dejamos la casa, pienso en las chullpa misas que se están quemando:
¿Qué sería, en realidad, lo que se estaba quemado? ¿Y por qué?
Mientras escribo esto, unos años más tarde, todavía me hago esas preguntas.
¿Qué sucedió entonces y cómo debe entenderse? Por un lado, la chullpa misa
aparece como un ritual para exorcizar “lo extraño” donde influencias ajenas son
expulsadas del cuerpo y transferidas a las misas. “Lo extraño” estaba, al mismo
tiempo, fuera de la casa y dentro de nuestro cuerpo y, simultáneamente, tratamos
de mantenerlo a distancia y de expulsarlo de nuestro ser. Y finalmente, hicimos que
“lo extraño” fuera consumido por las llamas. A través del ritual, ciertos aspectos
de la cultura aymara fueron enfatizados; por ejemplo las complementariedades
simbólicas: macho-hembra, negro-blanco e izquierda-derecha. Esto reforzó la
impresión de “lo nativo” opuesto a “lo extraño”. La similitud con el discurso
polarizador y el activismo de las organizaciones indianistas-kataristas es clara:
en ambos aparecen dimensiones de expulsión y polarización donde “lo extraño”
aparece siendo expulsado y aislado de “lo nativo”.
Yendo más allá, tanto la chullpa misa como el activismo radical muestran di-
mensiones donde se socializa con “lo extraño” y donde “lo extraño” es socializado.
Los espíritus extraños no son sólo expulsados de nuestros cuerpos a través de la
chullpa misa; sino que se les ofrece algo a cambio. La chullpa misa contiene dulces
para los ñanqhas, no contra ellos. Estas golosinas son consumidas como comida
109 La cruz aparece en diferentes versiones y formas en muchas prácticas rituales. Sin embargo,
a menudo se trata de una cruz cuadrada, más parecida a la chakana andina (ver Capítulo 8).
el ser nativo 179
por los ñanqhas, a través de su aroma cuando la misa es quemada. De esa mane-
ra, a través del ritual, los ñanqhas son invitados a socializar en una participación
recíproca. Así la práctica ritual resulta ser una forma de involucrar “lo extraño”
dentro de una socialización condicionada mediante la cual pueden ser controlados
y llegar a ser menos “extraños”. En el ritual con la chullpa misa los Maestros entran
en un entendimiento con los chullpas extraños para controlar y guiar de vuelta a
los ñanqhas, que son más extraños y potencialmente más peligrosos. A pesar de
su condición ancestral, los chullpas son considerados por muchos aymaras como
“extraños”, aunque resultan ser aliados fundamentales en ciertos rituales de cu-
ración. En las palabras de un Maestro: “En la chullpa misa, es como si los abuelos
se levantan y piden justicia”.
La gente corriente no puede relacionarse de esa manera con “lo extraño” sin
sufrir terribles consecuencias; es por eso que existen los Maestros y las Maestras.
El ritual de curación con chullpa misa revela otra característica de la lucha
aymara por la descolonización: aquello que fue impuesto puede ser, bajo ciertas con-
diciones, reincorporado dentro de la comunidad aymara. Esto tiene dos importantes
implicaciones. Primero, “lo nativo” puede utilizar elementos “extraños” tales como
estructuras, títulos, símbolos de poder, etc. Esto es lo que sucedió cuando Tupaj
Katari, durante el cerco a La Paz, en 1781, se coronó a sí mismo como “Virrey”
(Thomson 2006: 228); o cuando Eduardo Nina Quispe fundó escuelas para niños
indios, en 1930, y llamó su proyecto “Sociedad República del Kollasuyo” (Ticona
2009); o cuando Laureano Machaca, en 1956, proclamó la República Aymara
del Tawantinsuyu desde el pueblo de Waychu (Puerto Acosta) (Portugal 1992).
En segundo lugar, entidades “extrañas” pueden ser “indianizadas”. Durante las
rebeliones indígenas de las décadas de los setenta y ochenta del siglo XVIII, los
indios rebeldes usaron esa estrategia para lidiar con “lo extraño”, que en este
caso eran los mestizos y criollos de los pueblos en el campo. En su libro sobre la
“era de la insurgencia”, Sinclair Thomson (2006: 190) proporciona ejemplos de
cómo los rebeldes decidieron no matar “lo extraño”; sino más bien incorporarlo
bajo estrictas condiciones. Los mestizos y los criollos fueron obligados a vestir
ropas autóctonas y a actuar de acuerdo a las normas y códigos de los indios. Al-
gunos mestizos y criollos fueron asignados, en su nueva situación, a importantes
posiciones como oficiales dentro del ejército indígena. Pero no había ninguna
duda de quien tenía el poder sobre quien. “Lo extraño” estaba momentáneamente
controlado por “lo nativo”.
Ciertas historias publicadas por etnógrafos y viajeros durante el siglo XIX y
la primera mitad del siglo XX sobre la presencia de canibalismo entre los aymaras
pueden ser interpretadas dentro de ese contexto. Supuestamente, los guerreros
aymaras se comían los restos de los criollos derrotados en batalla y de otros
representantes del poder colonial “extraño”, incluyendo otros indios rivales (La-
Barre 1948: 163). Estas versiones pueden servir para aclarar la práctica aymara de
180 Descolonización aymara
incorporar “lo extraño”. La idea del canibalismo aymara, más allá de estar con-
taminada por el chauvinismo europeo y las ideas coloniales de “lo salvaje” de su
época, en mi opinión, está relacionada con la forma aymara de expresar la idea de
incorporar “lo extraño”. Se trata de una retórica relacionada con la incorporación
social condicionada, que debe entenderse dentro de una narrativa de relaciones
de poder llevada a su expresión extrema. Comidos y digeridos, por así decirlo, los
poderes extraños se vuelven nativos y pueden ser utilizados.
La primera vez que participé en un ritual de chullpa misa, en la casa de un
Maestro, la televisión estaba encendida mostrando a unos Maestros que curaban
el Palacio de Gobierno con wira q’uwa, insinsu y kupala. En cierto sentido, esta-
ban “indianizando” el Palacio a través de la medicina nativa y la práctica ritual.
Lo que nosotros habíamos realizado para los cuerpos que estaban ocupados por
espíritus coloniales extraños, aquellos Maestros estaban haciendo a edificios que
estaban repletos de poder colonial. El caso de la chullpa misa muestra que la des-
colonización no se reduce a una mera prescripción de medicina nativa para curar
enfermedades extrañas. La autora maorí Tuhiwai Smith escribe:
[…] ha habido dos vertientes. Una se nutre de la idea de autenticidad; de una época,
antes de la colonización, cuando estábamos intactos como indígenas. Entonces te-
níamos absoluta autoridad sobre nuestras vidas: nacíamos y vivíamos en un universo
que era enteramente nuestro producto. No pedimos, necesitamos o quisimos ser
“descubiertos” por Europa. La segunda vertiente […] exige que hagamos un análisis
de cómo fuimos colonizados, lo que esto significó para nuestro pasado inmediato y
lo que significa para nuestro presente y nuestro futuro. Las dos vertientes se yux-
taponen, pero lo que resulta particularmente significativo en el discurso indígena
es que las soluciones se presentan como una combinación del tiempo de antes –el
tiempo colonizado– y un tiempo todavía anterior –el tiempo precolonizado–. La descolo-
nización encapsula las dos ideas.
(1999: 24, cursivas en el original).
Aunque los layqas son hombres y mujeres aymaras, su actividad está asocia-
da con el Colonialismo. Como ellos usan velas negras para sus maleficios, ellas
deben ser usadas para contrarrestar esos actos. Cuando los layqas usan el color
negro es por su asociación con el mal; cuando los Maestros usan ese color, es por
su asociación con la medicina. Así, la semiótica del color negro es renegociada,
reapropiada y finalmente utilizada para contrarrestar la brujería colonial.
Tales prácticas rituales permiten comprender por qué los indígenas se or-
ganizan en partidos políticos para combatir a una democracia liberal occidental
decadente, corrupta y extraña, y por qué el movimiento indianista-katarista a veces
usa un discurso nacionalista convencional para combatir las influencias extrañas.
Los Maestros aymaras saben cuando no pueden curar una enfermedad. En la
sociedad urbana moderna hay muchas enfermedades que los Maestros reconocen
el ser nativo 181
que están fuera de su alcance. Esos casos son enviados al médico o al hospital.
De la misma manera que los ñanqhas extraños pueden ser controlados a través
de los chullpas extraños, las enfermedades extrañas que surgen de la vida urbana
moderna, la ingestión de comidas enlatadas, los químicos, las comidas artificiales,
etc., tienden a ser curadas mejor con medicinas extrañas como píldoras, inyeccio-
nes, sueros, etc. Pero si la enfermedad extraña no ha avanzado demasiado existen
espíritus nativos que tienen poderosas capacidades curativas.
Espíritus curativos
dice) del género brugmansia, que contiene escopolamina, como principio activo).
Como había encontrado pocas referencias a plantas psicoactivas en la literatura
etnográfica relacionada con Maestros y rituales aymaras, me sorprendió cuando
don Carlos comenzó a hablar de “plantas sagradas”, mencionando sus nombres,
dónde crecían, cómo prepararlas, cómo tomarlas y sus efectos. Después de una
larga conversación, don Carlos pareció agotar su conocimiento; nunca pensé
recibir tanta información de un Maestro aymara contemporáneo porque mi libro
de notas contenía 22 diferentes “elementos sagrados”. Prefiero usar “elementos
sagrados” más que “plantas” porque don Carlos mencionó no sólo plantas con
principios psicoactivos, sino también otras sustancias, como agua de glaciares,
hongos e insectos. ¿Cuál sería entonces la base clasificatoria para colocar todos
estos elementos dispares en la misma clase como qulla? Según don Carlos, se
trata de elementos sagrados porque su espíritu puede entrar en el cuerpo de
las personas para ayudarles a vivir una vida más rica y más adecuada y para
que se integren en la red de ajayus. No curan exorcizando; sino infiltrándose
en el ser de las personas. La mayor parte son plantas psicoactivas y su efecto
especial es importante; pero sus cualidades psicoactivas no son la única razón
por la que se las clasifica como elementos sagrados; por ejemplo, aparece el
agua de los glaciares, de la que no puede decir que altere la conciencia en un
sentido psicoactivo, clasificada como qulla, junto a los cactus y las enredaderas
psicoactivas.
De acuerdo con don Carlos, para la gente ordinaria, ingerir elementos sagra-
dos hace que poderosos espíritus llenen su ser. Esos espíritus pueden permanecer
dentro del cuerpo sólo un momento o varios días; e idealmente, según don Car-
los, dejan “buenos pensamientos” en la persona. Un buen Maestro es aquel que
puede retener esos espíritus, de modo que su ser permanece permanentemente
inspirado por esos espíritus poderosos. Aunque no ingerí todos los elementos
que don Carlos dijo que debía probar para comprender nuestras conversaciones,
sí me guió a través de algunas experiencias extraordinarias con jawa qulla y palu
santu, en un cerro en la ribera del lago Titicaca. Mientras yo estaba bajo el efecto
de la experiencia, don Carlos me dijo que el mundo siempre era así para él. Sólo
usa jawa qulla y palu santu para alimentar a los espíritus que viven dentro de su
cuerpo y esas plantas ya no afectan su estado de conciencia.
Esto muestra otra característica fundamental de la lucha aymara por la
descolonización. La descolonización no es sólo una cuestión de expulsar lo que
se ha impuesto, recuperar lo que se ha perdido, o aprender cómo lidiar con “lo
extraño”. Se trata también de un proceso creativo de llegar a ser lo que uno desea ser
escogiendo lo que quiere incorporar a su ser. Esto puede referirse a cuestiones cotidianas
como decidir comer quinua en lugar de arroz; o a experiencias extraordinarias y
transformadoras inducidas por plantas sagradas; a los rituales, o la movilización
colectiva desde las calles y las comunidades.
184 Descolonización aymara
Reflexiones
VIII
El mundo nativo
“Ayer fue el último día de miedo en Bolivia”
Eduardo Galeano, 22 De Enero De 2006
En el paisaje andino existen ciertos lugares donde habitan los achachilas y las awi-
chas. Existen rocas, peñascos, cerros o cumbres de montañas –las wak’as– que son
lugares de admirables poderes ancestrales. Acercarse a ellos significa aproximarse
al corazón de “lo nativo”. Los achachilas y las awichas saturan cada rincón de esos
lugares con sus ajayus; allá, las piedras, las rocas y la tierra exhalan su aliento
ancestral. Para los Maestros y los Soldados, dejar la ciudad y subir las escarpadas
laderas de esas montañas hasta llegar frente a los achachilas y las awichas constituye
una experiencia trascendental.
Don Carlos describe estos lugares como “lindos lugares” donde los ajayus de
los achachilas y las awichas penetran en el cuerpo de las personas haciéndoles pensar
“lindos pensamientos”. Estar en esos lugares es recibir un baño de antigüedad,
respirar el aliento de los ancestros e incorporarlos dentro del “ser” de uno.
Si la vida urbana moderna está caracterizada por la pérdida; las wak’as están
llenas de la innegable presencia de “lo nativo”. Esto –paradójicamente– puede
188 Descolonización aymara
resultar algo temible para algunos jóvenes Soldados urbanos; y si, además, les han
hecho ver los poderes de las wak’as como demoníacos y las wak’as mismas como
lugares donde se ejecutan brujerías, la experiencia puede ser aterradora.
Pero, aunque las wak’as pueden ser aterradoras para algunos, ellas contie-
nen un gran potencial. Aprender a lidiar con ese potencial ayuda a superar las
barreras creadas por el miedo y la incertidumbre. Relacionarse con las wak’as
significa conectarse a través de los rituales. Mientras los rituales de curación
descritos en capítulos precedentes buscan expulsar, controlar y, en cierto sentido,
incorporar; los que se describirán en este capítulo se refieren a ofrecer. Mientras
los rituales presentados en los capítulos anteriores pueden describirse como
“limpieza”, o kuticha (“devolver”); los que discutiremos en este capítulo se des-
criben mejor como waxt’a o luqta, que significan “ofrecimiento” o “regalo”. No
existe contradicción entre las dos formas de práctica ritual; más bien ambas se
complementan. Los rituales para expulsar y controlar deberían culminar en un
ritual de ofrecimiento para que ese estado de limpieza logrado por la persona
perdure. Y, a la inversa, los rituales de ofrecimiento podrían resultar inútiles
sin una previa limpieza.
El ofrecimiento ritual es el lenguaje a través del cual se interactúa con las
wak’as. Llegar hasta esos lugares sagrados y ejecutar los actos rituales significa
exponerse a los poderes de las wak’as y muchos de mis interlocutores hablan de
profundas transformaciones existenciales relacionadas con esos lugares. Y no se
trata de simplemente exponerse a tales experiencias; sino de actuar para hacerlas
realidad. Los jóvenes Soldados urbanos son particularmente conscientes de esas
experiencias transformadoras. Y en consecuencia, siguiendo a los Maestros y Sol-
dados, mi trabajo de campo se basó en observaciones hechas tanto en los cerros
y las montañas como en las pequeñas habitaciones donde se realizan los rituales
de curación. Las experiencias en las wak’as son transformadoras no sólo del ser
colonizado individual, sino también del paisaje, de la pacha, porque los lugares
mismos pueden verse como colonizados (como ocurre con las wak’as donde se
han erigido cruces); o como situados fuera del alcance del Colonialismo (como
es el caso de las wak’as más importantes).
Las experiencias transformadoras conducen a la sabiduría, que está muy
relacionada con ciertos postulados sagrados relacionados con la naturaleza y el
orden correcto y propio de las cosas (cf. Rappaport 1979). Estos postulados están
fuera de la conciencia común y son experimentados como una verdad básica que
no puede ser cuestionada. La búsqueda de esos postulados involucra la búsqueda
de esas experiencias transformadoras. Entonces, el tema fundamental de este
capítulo será las experiencias transformadoras y la práctica ritual en el paisaje.
Como la práctica ritual está llena de significado cosmológico, una discusión teórica
de la “práctica” debe situarse dentro de los contextos culturales, los sistemas de
conocimiento y las dimensiones de conocimiento aymaras.
el mundo nativo 189
La práctica ritual
111 De acuerdo con Juan de Dios Yapita (comunicación personal, Denise Y. Arnold, junio de 2008)
las palabras que terminan en –wi, como sarawi, son típicas del aymara reformado que ha sido
promovido en Bolivia a partir de la reforma educativa en la década de los años noventa. Yapita
se refiere como “wi-wi parla” al proceso de fabricación de nombres a través de la adición del
sufijo –wi a los verbos. Sarawi, como nombre, se usa actualmente donde el verbo saraña solía
usarse. Sin embargo, se trata de un nombre que sugiere una práctica, es decir una acción
expresada por el verbo original.
190 Descolonización aymara
que el Código era tal vez una abstracción reciente de una forma más concreta de
entender y relacionarse con el mundo.
¿Cuál es la relación entre sarawi y el Código? ¿Y cómo puede el Maestro
Juan Ángel dar la misma importancia a ambos? Parecería que sarawi no responde
a todas las preguntas y que el Código no es tan abstracto como parece.
El ch’amakani de Pachjiri era de otro sarawi y el hecho de que los Maestros
dicen que el ch’amakani sigue otro camino (thakhi) señala una verdad fundamental
relacionada con la práctica ritual: sarawi se refiere a hacer; thakhi se refiere al co-
nocimiento. Juntos hacen la práctica ritual. El ch’amakani de Pachjiri manifestaba
otras acciones y otro conocimiento. Para entender la práctica ritual aymara, así
como la cultura, tanto la práctica como el conocimiento deben considerarse, no
como oposiciones dicotómicas; sino como un “hacer sabiendo”, y un “saber ha-
ciendo”. Como hemos indicado, en el idioma aymara, “cultura” se suele traducir
como sarawi; pero a veces también se traduce como thakhi. Cuando la idea de
cultura es expresada como una práctica se usa sarawi; cuando se entiende como
algo establecido, una tradición de conocimiento, se usa thakhi.
Si se busca enfatizar la dimensión relacionada con el conocimiento como
se expresa en thakhi, se puede también emplear otros conceptos como amuyu
(pensamiento, mente, reflexión, filosofía) o amtawi (recuerdo, evocación, con-
memoración, traer a la memoria). Ambos conceptos comienzan con am-, como
también amawt’a, el rango más alto entre los Maestros. Otras palabras que co-
mienzan con am- sugieren su significado: amajaña [imaginar] amayt’aña [planear,
pensar], amina [cuento], amtañani [inteligente], amuyawi [comprensión] (Layme
2004). Todas estas palabras están asociadas de una manera u otra con las capa-
cidades mentales. La idea de Juan Ángel de un Código aymara no es, entonces,
una abstracción reificada. Es su manera de referirse a un sistema de conocimiento
nativo en términos que fueran comprensibles para los Soldados urbanos y para
un antropólogo extranjero.
El Maestro don Carlos indica que el ofrecimiento ritual es ante todo una
cuestión de amtawi: recuerdo, memoria y conocimiento. Él se pregunta retóri-
camente: “Si no sé nada, ¿qué puedo hacer?” La práctica ritual, entonces, no es
sólo práctica; sino una práctica imbuida de conocimiento.
Luqta
Maestra fuimos los primeros en encontrarnos con Juan Ángel. Le saludamos con
coca y alcohol y rápidamente estábamos inmersos en la preparación de luqtas,
como Juan Ángel llama las misas complejas preparadas con elementos vegetales,
animales y minerales. Comenzamos compartiendo hojas de coca y compartiendo
animadamente ideas sobre el viaje que íbamos a emprender. La densa atmósfera
de los rituales de curación descritos en el capítulo anterior estaba ausente; pero,
mientras hacíamos los preparativos, el Maestro nos recordó lo sagrado de nuestro
peregrinaje. Pachjiri es una wak’a muy importante a donde la gente acude desde
muy lejos. El 1º de agosto, cuando se dice que la Pachamama y otros espíritus
están muy hambrientos y, en consecuencia, particularmente atentos a los deseos
de la gente por salud, bienestar, fertilidad y prosperidad; la montaña, que nor-
malmente está desolada, se llena de actividad humana. La gente llega hasta allá
también en otras ocasiones para buscar curación o para afirmar el éxito de un
ritual de curación anterior haciendo ofrecimientos a los achachilas y las awichas.
Actualmente, las razones para subir a Pachjiri se entremezclan con motivaciones
de naturaleza política, identitaria y existencial.
En la cumbre de Pachjiri existen diferentes sitios consagrados a diferentes
espíritus que deben ser alimentados (Fernández y Albó 2008; Newpower 1988).
De acuerdo con mis interlocutores, los lugares más importantes que deben ser
alimentados son los siguientes.112 Están primero las dos grandes rocas llamadas
Ispa Awicha e Ispa Achachila (o Ispa Awilus/Ispa Abuelos), los protectores gemelos de
la montaña, que ya hemos mencionado. Son dos peñascos imponentes en tamaño
y apariencia que están asociados con akapacha, el mundo terrenal, la producción
agrícola, la prosperidad y la buena fortuna para las familias y el hogar. Después está
la roca del rayo gemelo, Ispa Rayu o Ispa Q’ixu Q’ixu (Rayu Awicha y Rayu Achachila),
una roca que se dice ha sido partida por un rayo. El rayo está asociado con los
Maestros porque cualquiera que es alcanzado por el rayo y sobrevive esta destinado
a ser Maestro. Además, tanto el Maestro como el rayo actúan como intermediarios
entre las esferas: el Maestro entre el mundo de los seres humanos y el de los ajayus
uywiris y el rayo entre alaxpacha y akapacha. También hay que mencionar el punto
más alto de la montaña, llamada Kluria [Gloria] Pata o Qullan Pata, un lugar asociado
con alaxpacha, el mundo de la gloria celestial, la pureza y el poder.
De acuerdo con esas características, las luqtas que se preparan para cada lu-
gar son diferentes en contenido y en forma. Dos grandes luqtas dedicadas a Ispa
112 Hay discrepancia en cuanto a los nombres de estos lugares, su connotación cosmológica, su
significado y los rituales que se realizan en cada uno de ellos. En su recuento etnográfico sobre
Pachjiri, Gerardo Fernández y Xavier Albó (2008), presentan nombres diferentes y asocian
algunos de los lugares con otras dimensiones cosmológicas. Por ejemplo, el lugar que mis
interlocutores llaman Qullan Pata o Gloria Pata y relacionan con alaxpacha, de acuerdo con los
interlocutores de Fernández y Albó es “El Altar de las ispällas” (ibíd.: 243) y está asociado con
la producción agrícola.
el mundo nativo 193
Awicha e Ispa Achachila serían preparadas por todos los participantes, una vez en la
cumbre, “bajo la mirada de los abuelos”. Cada uno de los tres grupos en que nos
organizamos (tama) para el viaje, preparó luqtas más pequeñas para Ispa Rayu y
Qullan Pata. Nosotros comenzamos con la preparación de las dos luqtas para Ispa
Rayu, una para Rayu Achachila y otra para Rayu Awicha. Se colocaron dos hojas de
papel sobre el piso. Juan Ángel formó un círculo de la lana teñida de color en el
papel que estaba a su derecha, y en el que tenía a su izquierda, la joven Maestra
formó otro círculo semejante. Lo masculino está relacionado con la mano dere-
cha y lo femenino con la izquierda; en consecuencia, la luqta de la derecha estaba
dedicada al achachila y la de la izquierda a la awicha.
A continuación, paso por paso, con cada elemento adicional que se añadía
a la luqta, comenzaron a surgir en un orden adecuado, complejos paisajes sobre
los papeles, protegidos por el círculo multicolor de lana. Cuando estuvieron
completas, las luqtas destinadas al rayo fueron envueltas primero en sus hojas
de papel y después en dos taris con símbolos de k’ili zigzagueando a lo largo de
sus bordes. El término k’ili puede referirse a esa figura en el tejido, a una cade-
na de cerros cerca a La Paz o a la hierba aromática; todas presentan un patrón
zigzagueante que también recuerda al rayo. La inclusión de la planta aromática
k’ili q’uwa caracteriza la luqta para el rayo. Creo haber visto muy pocas rituales
para el rayo donde no aparece k’ili q’uwa. En contraste, la luqta para Qullan Pata
contenía wira q’uwa, de fragancia dulce, y elementos de color blanco. Las luqtas
blancas suelen ofrecerse a los achachilas y al mundo superior, alaxpacha; y las de
colores a las awichas, a la Pachamama y al mundo de akapacha. Pero, debido a la
asociación entre el rayo y el fuego, la luqta para el rayo suele tener elementos de
color tanto para Rayu Achachila como para Rayu Awicha, aunque hay variaciones
entre los Maestros.
La joven Maestra que estaba con nosotros había ido recibiendo, paulatina-
mente, mayores responsabilidades en la preparación y la ejecución de los rituales.
Todas sus peregrinaciones, las noches que pasó en las cumbres desoladas, las luqtas
y los rituales de curación la fueron preparando hasta convertirla poco a poco en
una Maestra. Colocando elemento tras elemento en la luqta para la awicha, ella
estaba participando en algo que iba mucho más allá del mundo inmediato y del
pequeño cuarto donde nos encontrábamos. Hay descripciones, desde el comienzo
de la época colonial, de luqtas parecidas a la que ella prepara (Fernández 2004:
138) y a pesar de las obvias transformaciones históricas en sus características y
ingredientes, las luqtas de hoy representan sin duda una continuación de ciertas
prácticas rituales precoloniales. Esos ofrecimientos a Pachamama, a los achachilas
y a las awichas siguen siendo fundamentales en la mayor parte de los rituales rela-
cionados con el ciclo agrícola (Berg 1989; Carter y Mamani 1982). En el contexto
rural, las luqtas se preparan de acuerdo a los principios de reciprocidad con los
ajayus que controlan las condiciones climáticas, como la helada y las lluvias. Estas
194 Descolonización aymara
luqtas son invocaciones dirigidas al orden normal del universo: para que llegue
la lluvia y así crezcan los cultivos dentro del ciclo anual de jallupacha (la estación
lluviosa) y awtipacha (la estación seca). Aunque la joven Maestra conoce poco sobre
las labores agrícolas, su mano derecha se mueve diestramente sobre la luqta y la
idea de reciprocidad está implícita en su práctica. Canaliza sus deseos de orden,
bienestar y salud a través de la ofrenda. Busca estar en paz consigo misma y con
el mundo, y pide protección, seguridad y una buena vida. Aunque el ritual de
preparación de la luqta adquiere un significado nuevo dentro el contexto urbano
etnopolíticamente activo, ciertas premisas básicas de la ceremonia continúan
presentes. A medida que la joven Maestra perfecciona su sarawi, ella siente que
se aproxima al sarawi de los abuelos y abuelas, que sería la práctica genuinamente
aymara. Y en la práctica ella deliberadamente trata de dirigir sus acciones a lo que
considera que era el sarawi de sus ancestros, un proceso en el que fue guiada por
las enseñanzas del Maestro relacionadas con un sistema nativo de conocimiento,
el Código.
Unas horas más tarde, todos habíamos preparado las luqtas y partimos de El
Alto en un minibús manejado por un joven que habíamos contratado para llevarnos
hasta la base de Pachjiri. El padre de Juan Ángel, don Manuel, que tenía 78 años,
comenzó el akhulliku haciendo circular su bolsa de coca entre los pasajeros. Des-
pués de un momento exclamó: “¡Muxsawa!” (¡Está dulce!), “Vamos a tener suerte
en este viaje”. La ciudad se fue desvaneciendo poco a poco después del control
caminero; todos seguimos el ejemplo de Juan Ángel arrojando nuestros kuka jachus
fuera del vehículo. Después, Juan Ángel arrojó hojas de coca por la ventana hacia el
este, donde el Achachila Qaqajaqi se erguía blanco e imponente, como invitándole,
a tiempo de exhortarnos: “Ahora akhulliquen con el achachila”.
Pasar el control caminero significa dejar detrás el ámbito urbano porque esa
barrera se experimenta como el último puesto de control estatal. Más allá de ese
punto, las influencias urbanas extrañas pierden su fuerza con cada metro que se
avanza en el ámbito de los achachilas y las awichas. Nuestro alejamiento de la ciudad
merecía otro akhulliku. Las bolsas de coca circulaban mientras nos dirigimos hacia el
norte por el camino asfaltado que va al lago Titicaca. Después de aproximadamente
una hora, comenzamos a subir por un camino de tierra hacia las laderas de Pachjiri.
El paisaje plano y cultivado del altiplano se convirtió en las rocosas laderas de la
montaña. Debido a las fuertes lluvias de la estación, el camino estaba casi intransi-
table y a menudo tuvimos que descender del vehículo para empujarlo entre todos
o simplemente para caminar detrás de él. Nos encontramos en medio de grandes
rocas y peñascos, algunos parecían fortalezas de piedra y otros recordaban caras
humanas, animales y diseños geométricos. Ya no había casas a esa altura y sólo se
veían algunas mujeres y niños pastando ovejas y algunas llamas.
Caminando detrás del minibús, uno de los Soldados mayores, un abogado de
alrededor de cuarenta años, me contó acerca de su niñez y adolescencia. Habló de
el mundo nativo 195
su padre como un católico estricto que hacía que asistiera a misa cada día antes
de la escuela y de grandes sentimientos de culpa por las dudas que le asaltaban.
Cuando se hizo mayor, esas dudas lo impulsaron a aproximarse al Maestro Juan
Ángel, que era su amigo desde antes, un contacto que lo arrastró a un dilema
existencial. Siempre se había considerado un buen católico; pero había sentido
una necesidad íntima de reclamar una identidad aymara que pensaba que la ge-
neración de sus padres había perdido. Ese deseo de ir más allá de las doctrinas de
su fe católica hacía que viviera con un “doble corazón”. Me contó cómo, en su
primer viaje a Pachjiri, encontrarse frente a Ispa Awicha e Ispa Achachila resolvió
su dilema. Desde ese momento, dijo, su vida siguió con “un solo corazón”. Y el
hecho de que su hija de diez y ocho años estuviera haciendo el viaje con el grupo,
era de gran significado para él, porque quería que ella también viviera con “un
solo corazón”.
En la ladera de la montaña Pachjiri el camino de tierra se volvió un sendero que
subía hacia las wak’as. Bajamos nuestro equipaje del techo del minibús y convinimos
con el chofer para que nos buscara a la mañana siguiente. Después de compartir el
apthapi –la comida colectiva compuesta por productos como carne de llama, queso,
ch’uñu, papas y choclos a la que cada uno aporta– comenzamos la subida. Nuestras
mejillas estaban llenas de hojas de coca y cargábamos nuestras carpas, bolsas de
dormir, leña, alcohol, cerveza y, lo más importante, las luqtas. Ayudándose con un
palo, don Manuel se puso al frente. Había nacido hacía setenta y ocho años a sólo
unos kilómetros de distancia. Su padre y su abuelo habían sido Maestros, y como
nació con un hermano gemelo (ispa), todos esperaban que siguiera los pasos de sus
padres; pero don Manuel escogió no hacerlo. Sin embargo, habiendo nacido ispa
cerca de Pachjiri, su vida estuvo siempre conectada con las rocas gemelas Ispa Awi-
cha e Ispa Achachila y se refiere a sí mismo como su hijo. Aunque no es un Maestro
consagrado, no había duda de quien estaba encabezando nuestra comitiva subiendo
hacia la cumbre. Con los ojos fijos en la cima, don Manuel representaba la fuerza
moral legitimadora que nos impulsaba cuesta arriba. Era ahora un anciano que
volvía a la montaña con su hijo Juan Ángel, un Maestro reconocido.
Con nuestras pesadas mochilas, la empinada subida era costosa. En la cresta
final descansamos un momento y compartimos hojas de coca y alcohol. Ya está-
bamos cerca. Juan Ángel indicó que allí ya estaban presentes los ajayus y el aliento
de los abuelos. El sol se estaba ocultando y el viento era helado. Teníamos que con-
tinuar. Unos momentos después, dos enormes piedras aparecieron en la creciente
oscuridad; eran Ispa Awicha e Ispa Achachila. Las saludamos con coca, cigarrillos,
velas, vino y alcohol y abrazamos su superficie llena de sebo de velas y grasa animal.
Vi lágrimas en los ojos de algunos de los Soldados cuando besaban a Ispa Awicha,
desafiando el letrero que algunos evangelistas habían escrito algunos años antes
en su superficie: “Esta piedra no tiene poder”. Entonces fue que una solitaria luz
en la distancia nos indicó que no estábamos solos en la montaña Pachjiri.
196 Descolonización aymara
113 Hay, sin embargo, quienes consideran chakana como una constelación relacionada con el
Cinturón de Orión, más que con la Cruz del Sur (Urton 1981: 99).
el mundo nativo 197
116 Algunos aymaras que pertenecen a iglesias evangélicas y a ciertas sectas religiosas han reem-
plazado la coca con phasanqalla en eventos sociales.
200 Descolonización aymara
así aprendieron de él cómo había que satisfacer el hambre y la sed de los achachilas
y las awichas.117
De seguida, fue añadida la muxsa misa, el elemento más característico de la lu-
qta. La muxsa misa contiene una variedad de figuras de azúcar de diferentes tamaños
y colores. Cuando está dirigida a los achachilas, es predominantemente blanca y si
está destinada a las awichas y Pachamama es multicolor. Los caramelos de azúcar,
usados sobre todo en las áreas urbanas, son de origen relativamente reciente; en
algunos lugares en el campo, la k’isa (fruta seca) y la chankaka (el desecho de la
fabricación del azúcar) todavía se usan. Como el azúcar es dulce, se trata de un
alimento apropiado para los achachilas y las awichas; pero las figuras dulces tienen
además ciertas cualidades simbólicas. Primero nos entregaron los chimpus (símbo-
los o signos) más grandes. Uno mostraba un Maestro ofreciendo una luqta a una
montaña –un achachila– en el horizonte, que representaba los poderes masculinos
en el mundo. Otro mostraba una mujer de pollera, representando los poderes
femeninos en el mundo. Otro chimpu mostraba un sendero [thakhi], ascendiendo
en un paisaje, que significa buena suerte y estabilidad. Había un chimpu que mos-
traba una estrella, que está asociada con una buena guía y con el conocimiento;
otro mostraba un pututu (una corneta hecha de cuerno de toro o de una concha
marina grande, que se usa para convocar a reuniones o en las rebeliones) lleno de
monedas, un símbolo que sugiere el poder y la riqueza nativos. También estaba el
significativo chimpu de Katari, la serpiente, asociada con el vigor y la insurrección
y, en último análisis, con el achachila rebelde arquetípico, Tupaj Katari. Después
de que el Katari chimpu, cargado con nuestro aliento, fue colocado en la luqta, se
invocaron los nombres de otros líderes rebeldes aymaras como Pablo Zárate “El
Temible” Willka, Santos Marka T’ula y Eduardo Nina Qhispi.
A continuación, dos figuras de azúcar blanca representando un hombre y
una mujer (ispas) fueron colocadas en medio de la luqta. Aunque la luqta estaba
destinada al achachila, para completarla, se necesitaban elementos masculinos y
femeninos. En la otra carpa, las mujeres preparaban su luqta con ispas de azúcar
de colores. De esa manera, había cuatro ispas diferentes: una figura blanca de
hombre, representando la masculinidad; una figura blanca de mujer, que era fe-
menina en la forma, pero masculina en el color; una figura multicolor, masculina
en la forma, pero femenina en el color; y una figura multicolor de una mujer, la
esencia de la feminidad. Todo esto corresponde, además, a la condición de Ispa
Awicha e Ispa Achachila que manifiestan cualidades masculinas y femeninas, como
se ha discutido en el Capítulo 6. Su identificación de género parece depender de
la perspectiva del observador. Los chimpus representan, entonces, un paisaje de
poder, prosperidad y conocimiento, y en la cumbre de ese paisaje, está el chimpu
117 Una versión más elaborada de esta historia puede encontrarse en el libro de don Carlos (Yujra
2005: 144-7).
el mundo nativo 201
la awicha. Como Juan Ángel explicaba, Ispa Awicha e Ispa Achachila estaban de
frente a nosotros y eso preservaba el orden simbólico de masculino-derecha y
femenino-izquierda; porque, desde su perspectiva, la luqta para Ispa Awicha estaba
a su izquierda y la que era para Ispa Achachila a su derecha. Juan Ángel y doña
Nieves ch’allaron con alcohol las luqtas sobre la leña, encendieron el fuego y todo
comenzó a arder vivamente. Las llamas alumbraron la superficie oscura de las
rocas y a nosotros, que formamos un semicírculo frente a las rocas, los hombres
ante Ispa Achachila y las mujeres frente a Ispa Awicha.
El Código, como un sistema de conocimiento, está en la luqta; en sus elementos,
en su estructura interna, en las relaciones entre los diferentes elementos y en la prác-
tica de prepararla y quemarla. La luqta también expresa el deseo de que el cosmos se
vuelva a organizar de acuerdo con ese Código. El cosmos está representado en ella,
igual como aparece en la ch’iyar misa que hemos discutido en el capítulo anterior.
La luqta es un modelo del y para el cosmos. En consecuencia, cuando el cosmos
cambia, cambia también el modelo y las luqtas actuales pueden incluir chimpus que
muestran automóviles, computadoras y agencias de bancos. El deseo de fertilidad
agrícola, que es importante en las áreas rurales, en la ciudad puede ser reemplazado
o se entremezcla con un deseo de éxito comercial y prosperidad material, o por la
liberación del pueblo aymara y la descolonización del mundo colonial.
Como ha indicado Fernández (2004), la luqta es ciertamente una comida
ofrecida a las awichas y los achachilas; pero es también algo más. Lo que se quema,
en mi percepción, es la confirmación y el deseo de un orden apropiado en el
mundo. Dentro del contexto de la revitalización cultural, la movilización indígena
y la descolonización existencial, la luqta representa el deseo de que los ajayus de
los achachilas y las awichas desciendan de las wak’as para restaurar el orden en el
mundo. Participar en el ritual es una forma de establecer sintonía con ese orden
a través de la práctica, sarawi. La práctica ritual en Pachjiri supone un conoci-
miento de la manera en que una persona debe relacionarse con los achachilas y las
awichas. Y tanto la práctica como el conocimiento comparten supuestos morales.
Participar en el ritual llena el ser de una persona con un sistema de conocimiento
y moralidad, y la sintoniza con un orden superior de las cosas. Muxsa habla de ese
proceso explicando que: “aprendiendo, las cosas se vuelven naturales”.
Todos ch’allamos el lugar con alcohol y coca: las rocas, el fuego y las luqtas
que se consumían. Velas blancas y cigarrillos –siempre en pares, nunca ch’ullas–
fueron colocados en pequeñas cavidades que hay en las rocas. La gente hablaba a
las rocas y acariciaba cariñosamente su superficie oscurecida y sebosa por las velas,
las luqtas y la grasa de llama. Algunos Soldados jóvenes besaron las rocas. Muchos
colocaron prendas de ropa, bolsitas de coca y tejidos ante la awicha. Esos artículos
permanecieron ahí el resto de la noche y se los recogió a la mañana siguiente, plenos
de protección y de qamasa ancestral. Entre esos artículos que se colocaron ante la
awicha estaba mi plan de investigación. Ésta era una de las condiciones que Juan
el mundo nativo 205
118 T’aqa significa “partición” o “separación”. La palabra aparece en el concepto de Mara T’aqa,
el 21 de junio, el día cuando el año viejo se separa del nuevo.
206 Descolonización aymara
Una gran alegría y afecto nos invadió a todos. Rociamos el lugar con cerveza, vino
y coca; depositamos cigarrillos en el fuego y nos abrazamos. “¡Tomen. Emborrá-
chense!”, exclamó Juan Ángel. El ritual de ofrecimiento había llegado a su punto
emocional más alto en un acto íntimo de co-participación. Ahí estábamos, en la
cresta rocosa de una montaña, en medio del viento, bebiendo y compartiendo coca
con el Abuelo y la Abuela del principio y el Abuelo y la Abuela de todos los tiempos. Si en
los viajes rituales en los que participé en mi trabajo de campo, en algún momento
alcanzamos un estado de mayisthapita o mayachata, el estado de unión con los
abuelos y las abuelas, fue entonces en Pachjiri. Como una hora más tarde, hacia
las cinco de la mañana, volvimos a nuestras carpas para conseguir por lo menos
una hora de sueño antes de volver al mundo que nos esperaba abajo.
119 Xavier Albó (2000; 26) escribe que en las oraciones católicas de la época colonial, la palabra
iyawstwa era usado como sinónimo de “yo creo”.
el mundo nativo 209
tenido derecho fue absorbida dentro de las tierras comunales, o ha sido ocupa-
da por parientes lejanos. No poseer tierra en una comunidad significa para los
Soldados no tener una relación directa con los uywiris y maranis (los achachilas
y awichas protectores que habitan las montañas locales). Esta falta de sentido de
pertenencia a una comunidad rural es central en su experiencia de “identidad
perdida”. Sus viajes rituales a las wak’as en el campo son intentos de superar esa
sensación de pérdida. Y aunque no pertenezcan a la comunidad de sus padres y
abuelos, las wak’as se vuelven referencias simbólicas para un sentido de pertenencia
rural. Cuando Wara deja la ciudad y se mueve dentro del paisaje andino, siente y
confirma la presencia de los espíritus de las wak’as. Cuando sube a las montañas,
entrelaza la historia de su vida con la de sus ancestros y permite que la hagan
renacer dentro de un cuerpo completo e íntegro. De esa manera, los achachilas y
las awichas reconstituyen a Wara como persona y como una persona aymara, lo
cual es posible gracias al mutuo compromiso que logra con ellos a través de la
práctica ritual (cf. Ingold 2000: 56-7).
A medida que reconstituye simbólicamente su propio cuerpo, Wara inicia
un proceso de curación. Al reclamar, curar y re-apropiarse de su cuerpo, ella
reconfirma su pertenencia al cuerpo colectivo aymara. Su proceso de curación
personal se amplía dentro de uno colectivo de curación social. Su cuerpo se vuelve
un miembro de ese cuerpo común: la curación y la reconstitución de su propio
cuerpo es parte de la curación y la reconstitución colectivas del cuerpo aymara
que fue desmembrado por el Colonialismo. Una vez más, aparece la idea de salud
como integridad, plenitud e integración.
Mientras las partes del cuerpo de Tupaj Katari se juntan debajo de la tierra para
volver en el pachakuti, los Soldados y los Maestros se reúnen en la superficie,
establecen comunicación entre las wak’as y reivindican un estado de phuqata en
el paisaje, en la pacha. Mucho de mi trabajo de campo entre Maestros y Soldados
consistió de viajes rituales dentro del paisaje rural andino. El Maestro Juan Ángel,
la Maestra doña Nieves y su grupo de jóvenes Soldados y recientemente iniciados
Maestros eran viajeros experimentados. En una aparición en una programa de
la televisión, Juan Ángel fue presentado como la cabeza de un grupo que estaba
constantemente moviéndose de una wak’a a otra, durmiendo en las ventosas y
desoladas cumbres andinas. La admiración que el presentador manifestó no estaba
fuera de lugar porque el grupo realizaba uno o dos largos viajes a lugares wak’a cada
mes. En esta sección presentaré algunos aspectos importantes de esos viajes.
Para los Soldados, el ciclo anual de la naturaleza recibe un significado nuevo a
través de las peregrinaciones. Los viajes se realizan de acuerdo con las enseñanzas
el mundo nativo 211
de un Maestro sobre la relación entre los rituales y el ciclo agrícola anual. El ciclo
tradicional de las cuatro estaciones que presenta la cultura occidental y que se
enseña en las escuela a los niños de Bolivia no tiene mucho sentido para muchos
Soldados, no sólo porque es obvio que no tiene ninguna correspondencia con
las condiciones climáticas en los Andes durante el año120; sino porque no toma
en cuenta la correspondencia cosmológica entre las estaciones y ciertos lugares
que son fundamentales en cada época. Esto es así, en parte, debido al hecho que
cada lugar está asociado con cierto achachila o awicha que preside sobre diferentes
fases del ciclo agrícola del año. Actualmente, algunas cualidades asociadas con
el ciclo agrícola están siendo transferidas a esferas de la vida urbana como los
negocios o el activismo indianista-katarista. Por eso, estos lugares wak’a tienen
tanta importancia no sólo para los agricultores aymaras sino también para los
jóvenes Soldados urbanos.
El ciclo anual también recibe un tono más “nativo” a través de la reivindicación
de eventos como el solsticio de invierno, el 21 de junio, que se conoce como mara
t’aqa, machaq mara o willka kuti, y conceptualizado públicamente como el Año
Nuevo Andino. También, en ciertos círculos del movimiento indianista-katarista,
se busca cambiar el calendario cristiano por un calendario aymara. De acuerdo
con ese calendario, el año que comenzó el 21 de junio de 2006 y terminó el 20 de
junio de 2007, fue reivindicado, siguiendo ciertas fórmulas matemáticas, como el
año 5514 calculados en ciclos de pachakuti en el pasado antiguo. Se dice que uno de
esos ciclos culminó hace 514 años con la llegada de Cristóbal Colón, en 1492.
Los peregrinajes tienden a reforzar más que disminuir la jerarquía interna
del grupo. La sumisión del Soldado hacia el Maestro nunca es tan obvia como
cuando el ritual sucede en una situación o un lugar que es nuevo por el Soldado.
La obediencia es importante para disipar el miedo y para que el ritual tenga éxito.
No obstante, a veces personas de afuera eran incorporadas en las peregrinaciones,
como clientes del Maestro que necesitaban presentarse ante ciertos achachilas y
awichas y ofrecerles luqtas para que su proceso terapéutico tenga éxito. A veces,
eran funcionarios de la administración de Evo Morales que estaban participando
en esas peregrinaciones como parte de una búsqueda identitaria o étnica-cultural.
Ante la wak’a, sin embargo, el rango político de esos participantes no significaba
nada; debían demostrar sumisión a los Maestros y a los achachilas y awichas y de-
120 Cuando se refieren a las cuatro estaciones tradicionales (primavera, verano, otoño e invierno)
de la sociedad dominante, los aymaras aparecen a menudo confusos con relación a la estación
vigente y pueden preguntar: “Estamos en verano ahora, ¿no ve?, ¿o no?”. La región andina
se caracteriza por dos “estaciones” principales: el período seco (awtipacha), aproximadamente
entre abril y octubre-noviembre; y el período de lluvias (jallupacha), entre noviembre-diciembre
y marzo. Estos dos períodos se subdividen en etapas que pueden tomar en cuenta variaciones
climáticas; por ejemplo: juyphipacha, el tiempo de las heladas; o labores agrícolas como satapacha,
el tiempo de la siembra.
212 Descolonización aymara
bían obedecer órdenes y aceptar la jerarquía establecida dentro del grupo y el orden
cosmológico que se invocaba. Así, la jerarquía nacional quedaba invertida en la wak’a
y una nueva jerarquía se imponía de acuerdo a una proximidad relativa a los achachilas
y las awichas, dentro de la cual, en lo más alto, estaban los Maestros y en lo más bajo
quienes nunca suben a las wak’as ni las invocan y viven en su arrogancia ajena; es
decir los q’aras, que son los que viven más alejados de los achachilas y las awichas, tanto
en un sentido geográfico, porque los ricos viven en la parte más baja del sur de La
Paz121, como en un sentido cultural y existencial porque esa élite extraña normalmente
desprecia las creencias espirituales y las prácticas rituales indígenas.122
Los peregrinos urbanos aymaras se mueven de wak’a en wak’a. Algunas de
estas wak’as son bien conocidas y son frecuentemente visitadas, como es el caso
de la wak’a Pachjiri. Hay otras que son menos conocidas o visitadas pero que son
vitales para completar el paisaje, la pacha. Algunos Maestros y Soldados se refieren
a la recuperación de estos lugares como una manera de “recobrar y restaurar la
tierra”. Moverse entre esas wak’as y ejecutar rituales en cada una de ellas implica
interconectarlas e integrarlas dentro de un paisaje más amplio. Una Soldada me
dijo que moviéndose de un lugar a otro, los Maestros y los Soldados reconectan
las venas que fueron cortadas en un cuerpo descuartizado. Haciendo esto, recons-
tituyen un territorio desmembrado y reordenan un mundo desordenado. El paisaje
que surge en ese proceso de reconstitución se completa y se integra; dentro de
él, cada wak’a, además de ser un lugar sagrado, es reincorporada dentro de una
estructura más amplia que es similar al orden que presenta una luqta. Hasta se
podría decir que el paisaje resulta ser un equivalente simbólico de la luqta, donde
las wak’as equivalen a los elementos constitutivos de la luqta. Cada wak’a se ubica
en una relación de oposición complementaria con fuerte connotación de género
con otra wak’a en un mundo donde todo ocurre en pareja y nada es ch’ulla. De esa
manera, un sistema de conocimiento es articulado y es restituido en el mundo.
Moviéndose en el paisaje y a través de la práctica ritual se produce la re-
generación de un paisaje sagrado. Esto es reminiscente del “tiempo del sueño”
de los aborígenes australianos dentro del cual el paisaje es creado por el caminar
ancestral.123 Dirigiéndose a los jóvenes Soldados en un cerro cerca al lago Titicaca,
Juan Ángel les dijo una vez: “¡Caminando se hace historia!”.
121 La asociación ha adquirido un sentido aún más amplio en los últimos años debido al conflicto
entre las élites de origen extraño, establecidas en las tierras bajas, denominadas “Media Luna”,
y el gobierno de Evo Morales, apoyado por las mayorías indígenas de las tierras altas.
122 Pero esto no evita que miembros de esa élite contraten a Maestros para curaciones cuando la
medicina occidental fracasa o cuando buscan prosperidad en los negocios.
123 En la mitología de los aborígenes australianos, “el sueño” o “el tiempo del sueño” es una época
cuando los seres ancestrales dieron forma el mundo mientras se movían en el paisaje. Citando
a Morphy (1993), Kaj Århem (1998: 78), caracteriza la cosmología de los indios americanos y
de los aborígenes australianos como “basada en el paisaje”.
el mundo nativo 213
la ciudad hubiera sido puesta entre paréntesis y su ubicación como centro desde
donde se mira el mundo se hubiese disuelto por un instante…
La peregrinación, con sus rituales y experiencias transformadoras propicia la
colocación de ciertos aspectos del mundo entre paréntesis. Las wak’as se vuelven
temporalmente taypis desde los cuales se ve y se experimenta el mundo durante los
rituales. Con el paso del tiempo y la familiaridad que se desarrolla con diferentes
wak’as, el taypi existencial y el punto de vista se transforman porque el ser íntimo de
la persona se mueve desde y entre esos lugares. Y aunque la persona siga viviendo
bajo la densa capa de nubes en la ciudad, la perspectiva del mundo que tiene se
amplía y es complementada por un número de taypis alternativos. Mezclada en
medio del gentío que va al trabajo en la mañana, Muxsa sólo necesita levantar los
ojos hacia el Achachila Chacaltaya para recordar el inmenso paisaje que está ahí
arriba y el papel secundario que ocupa la ciudad en ese escenario.
El ritual y sus experiencias transformadoras tienen consecuencias no sólo
en el punto de vista y la orientación espacial de las personas; sino también en su
percepción del tiempo. Víctor Turner afirmaba que:
Dentro de la intensa atmósfera que crea el ritual –lo que Roy Rappaport (1979:
213) denomina “un tiempo fuera del tiempo”– quinientos años de historia colonial
son colocados por un momento dentro de paréntesis fenomenológicos. Esto se
puede relacionar con ciertos aspectos del discurso indianista-katarista en el que el
Colonialismo se concibe como una ruptura temporal y parcial dentro de un orden
nativo continuo aunque clandestino. Mientras tanto, en las wak’as, los Soldados
y los Maestros viven y experimentan ese orden nativo poniendo el Colonialismo
entre paréntesis a través del ritual. En su necesidad por definirse a sí mismos y a su
mundo, ellos se reorientan en el tiempo y el espacio. El hecho de que muchos Sol-
dados y Maestros vistan ponchos y awayus durante los rituales, mientras usan ropa
occidental en su vida diaria, ilustra el significado de la práctica ritual: la evocación
de un mundo nativo recordado y reconstituido, y la sensación de un ser nativo. Tal
vez habría que clarificar que esta búsqueda es más notoria entre los Soldados. Ellos
y ellas son los que sienten que deben volver al seno de las wak’as. Se considera que
los Maestros ya están ahí, que ya han regresado a las wak’as y, en consecuencia, su
función es propiciar el retorno transformador del mundo de las wak’as.
El ideólogo indianista Fausto Reinaga fue ante todo un agudo y certero
crítico del mundo occidental más que un intérprete cabal de la cultura andina;
el mundo nativo 215
sin embargo, sus trabajos (ver por ej. 1969, 1978a, 1978b, 1981, 1983) han tenido
una importancia fundamental en el desarrollo del movimiento indianista en la
región andina de Bolivia. Una de sus ideas en particular ha encontrado un suelo
fértil entre Maestros, Soldados e intelectuales aymaras etnopolíticamente activos.
Reinaga describe a Europa como un mundo antropocéntrico donde la humanidad
es el centro y la medida de todo lo que existe, y esto, según él, ha causado una
ruptura entre el ser humano y la pacha. Reinaga compara este “antropocentris-
mo” europeo con el “cosmocentrismo” indio, que según él, se fundamenta en la
unidad esencial de todo lo que existe (1978a). Reinaga (1969: 105) expresa ese
pensamiento en frases como: “El indio es la tierra animada; es la tierra vitalizada;
tierra viva. El indio es la concreción de las rocas de los Andes”.
La búsqueda de los Soldados, por su reorientación en el tiempo y el espacio,
contiene una profundidad ontológica cargada de significado político. Si esa re-
orientación se comprende como una característica fundamental de la descoloniza-
ción, los Soldados deberían reposicionarse como partes de un cosmos integrador
más que como su centro. Algunos Maestros con educación universitaria teorizan
sobre este proceso con ideas influidas por los escritos de Fausto Reinaga. Por
ejemplo, el Maestro Wiñay habla de un proceso de llegar a ser jaqi pacha, un ser
verdadero, una persona del cosmos.124 De acuerdo con Wiñay, llegar a ser jaqi
pacha significa alejarse del antropocentrismo y acercarse a una unidad esencial
con la pacha, disolviendo dicotomías tales como naturaleza-cultura, sujeto-objeto,
etc. Si todo fuera esencialmente uno, indica Wiñay, el valor explicativo de las
dicotomías se pierde. Y lo que se refuerza en ese proceso, en lugar de perderse,
es el valor de la condición humana. Al convertirse en seres verdaderos los seres
humanos se vuelven partes de un cosmos sagrado, y en consecuencia se vuelven
también sagrados. “Sagrado” no debería entenderse como “separado” o “aparta-
do”; sino como una cualidad que envuelve a un todo integrado e integrador, lo
completo: phuqata.
Como hemos indicado, los Soldados frecuentemente experimentan esa sen-
sación de integridad cuando participan en peregrinaciones y prácticas rituales
en lugares sagrados. Cuando ellos se pierden en la unidad de los achachilas y las
awichas del mundo, su perspectiva se transforma. Sin embargo, cuando vuelven
de las montañas, es como si “lo extraño” volviese a infiltrarse. El poder de “lo
extraño” es muy fuerte y hay Soldados que experimentan el regreso a la ciudad
como un reacomodo en tiempo y espacio: es imposible colocar entre paréntesis el
124 El “ser verdadero” al que el Maestro Wiñay se refiere sería descrito tal vez más correctamente
como pacha jaqi: “persona del espacio y el tiempo”. “Jaqi pacha”, más bien, significaría algo
así como “el tiempo y espacio de la persona”. Actualmente, por influencia del castellano, hay
una tendencia en ciertos contextos urbanos de anteponer el nombre al adjetivo, cambiando el
orden natural del idioma aymara; pero de esa manera, el sentido de la expresión cambia, como
es el caso de jaqi pacha.
216 Descolonización aymara
Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre126. Nosotros los campesinos que-
chuas y aymaras, lo mismo que los de otras culturas autóctonas del país, decimos
lo mismo. Nos sentimos económicamente explotados y cultural y políticamente
oprimidos.
(Citado en Rivera 2003 [1984]: 132)
125 Existen diferentes historias con referencia a Manko Kapac y Mama Okllo. Adolph F. Bandelier,
mostró en 1904 en su Aboriginal Myth and Traditions concerning the Island of Titicaca, Bolivia,
que muchos mitos originarios incas mencionan recurrentemente conexiones entre el Lago
Titicaca, Tiwanaku y Cusco. Para una versión indigenista romántica de la leyenda, ver Alfredo
Sanjinés: Más fuerte que la tierra, 1933. (Sanjinés 1979[1933]).
126 Evo Morales utilizó estas palabras en su discurso de posesión, el 22 de enero de 2006.
el mundo nativo 217
127 Escribo Q’uwa, como el nombre de la isla, porque muchos de mis informantes asocian el tér-
mino con la planta aromática que tiene ese nombre. Sin embargo, en una serie de seminarios
realizados en el centro cultural Wayna Tambo, en El Alto, (10-14 2008) el intelectual bolivia-
no Fernando Montes, relacionó el nombre de la isla con la palabra pukina koa, que según él,
significa serpiente y se refiere a una leyenda sobre una serpiente de agua que rodeaba la isla.
218 Descolonización aymara
cueva, en el extremo este de esta pequeña isla, existen restos de gradas que se dice
que llevaban a la cima a través de un pasadizo. Un comunario de la Isla del Sol
de unos veinticinco años me indicó que había subido esa escalinata en su niñez.
En la actualidad, el pasadizo está bloqueado y hay que subir hasta la cumbre por
el lado sur u oeste de la isla.
Entre el 20 y el 22 de junio de 2006, participé en la celebración de mara t’aqa,
en Q’uwa y en la Isla del Sol, junto con un grupo donde había Soldados y Maestros
urbanos, hombres, mujeres y Maestros de algunas comunidades vecinas y un grupo
de periodistas que cubrían esas actividades rituales. En el medio de la atención es-
taban los Maestros don Carlos, Juan Ángel y doña Nieves. Luqtas corrientes fueron
preparadas y quemadas en la cumbre de Q’uwa y participamos en una uma luqta
(“ofrecimiento para el agua”), una ceremonia que se decía que casi había caído en el
olvido y se estaba revitalizando, que consistía en sumergir, desde un bote, cántaros
llenos de productos agrícolas como papas, maíz, oca, tunta y hojas de coca muy
decorados con flores, justo en el lugar donde se dice que estaba Marka Pampa.
Como el verdadero taypi, el centro hundido de la cultura andina, Marka Pampa
desafía a Tiwanaku como “el pueblo madre” [Tayka Marka]. Mientras dejábamos
Q’uwa para la Isla del Sol en un bote, el sol se escondía detrás de la pequeña isla.
La siguiente salida del sol anunciaría mara t’aqa, conocido como el Año Nuevo
aymara. Nosotros lo recibiríamos en la Isla del Sol donde, de acuerdo con la mi-
tología andina, el sol surgió de una roca sagrada junto con la luna, terminando así
la era de la oscuridad (Bauer y Stanish 2001: 179; Bandelier 1904).
Existe, entonces, un elemento de competencia entre diferentes Maestros y
diferentes lugares en el proceso de restitución ritual del paisaje aymara. Hay com-
petencia por la atención de los medios de comunicación, en el acceso a espacios
en el aparato político, por el favor del Presidente y sus Ministros y por el derecho
de ejecutar ceremonias rituales de Estado. En 2006, Evo Morales recibió por lo
menos dos invitaciones para celebrar el 21 de junio: una de Tiwanaku y otra de
la Isla del Sol. Éramos alrededor de cincuenta hombres y mujeres que estuvimos
esperándolo en la cumbre de una montaña en la Isla del Sol. Pero, cuando el
sol apareció en la cordillera nevada y las luqtas se encendieron, el helicóptero
presidencial ya había aterrizado en Tiwanaku mientras nosotros esperábamos en
vano en la isla.
Reflexiones
IX
Patria nativa
El proceso de cambio
primeros años de gobierno de Evo Morales, y todo parece indicar que su segun-
do período será igual: marchas populares, bailes y música y Maestros ejecutando
rituales en los centros del poder parlamentario mientras aparecen en la televisión
nacional y son fotografiados por periodistas que buscan exotismo indígena para
la primera plana del día siguiente.
Pero, simultáneamente, durante el primer período de Evo Morales, el discurso
sindicalista radical teñido de cierta retórica indianista-katarista que caracterizó su
campaña electoral en 2005 y sus primeros meses en el gobierno, gradualmente
ha ido dando lugar a un discurso nacionalista moderado dirigido a reconciliar a
la “nación boliviana”.
Aparece, entonces, un énfasis notorio sancionado por el Estado, sobre el ca-
rácter multicultural/plurinacional e indígena de Bolivia; pero, simultáneamente,
una tendencia en el discurso hacia lo que muchos activistas radicales ven como
un retroceso en la causa indianista-katarista. Así surge el cuestionamiento en esos
sectores si la política del gobierno es realmente diferente al multiculturalismo
neoliberal de los regímenes anteriores cuando el reconocimiento de la diversidad
cultural a través de la música, el idioma y las artesanías escondían la violación neo-
liberal de los derechos políticos y territoriales colectivos de los pueblos indígenas
(cf. Grey 2007; Rivera 2006: 5-6; también ver Walsh 2006 para una discusión del
caso ecuatoriano). Pero sería insostenible negar la importancia de las nuevas polí-
ticas de estado dirigidas a “descolonizar Bolivia”; por ejemplo: una ley de tierras,
una “revolución en la educación”, la “nacionalización” de los recursos naturales
y el reconocimiento de la justicia indígena originaria. Además, en los sectores
populares, especialmente en la región andina, la administración de Evo Morales,
y en particular la figura del Presidente, tienen normalmente un gran apoyo en el
llamado “proceso de cambio”, que fue demostrado en la aplastante victoria del MAS
en las elecciones de diciembre de 2009. Inclusive en diciembre 2010, durante las
protestas contra el Decreto Supremo 748, el llamado “gasolinazo”, “[e]l pueblo
no salió a oponerse a Evo, sino a decirle NO a cualquier intento de gobernar sin
su participación” (Rauber 2011: 20). Asimismo, hubo jóvenes radicales que apro-
vecharon el tumulto de las protestas contra “el gasolinazo” para hacer conocer su
propia agenda indianista-katarista e intentaron derrumbar el monumento de Che
Guevara levantado en La Ceja de El Alto, uno de ellos me explicó: “No queríamos
hacer caer al Evo. Queríamos hacer caer a ese monumento del comunismo que
nada tiene que ver con nosotros, los hijos de Tupaj Katari y Bartolina Sisa”. En-
tonces, hay mucho que tomar en cuenta a la hora de examinar el actual proceso de
descolonización en Bolivia. Dentro de él hay más que un espectáculo multicultural
(cf. Rivera Cusicanqui 2006: 7) patrocinado desde las esferas estatales.
El proceso iniciado en 2006 sigue todavía siendo una novedad para muchos.
En primer lugar, nunca antes un indígena había llegado a la presidencia del país.
Ser fiel simultáneamente a la Patria y al movimiento radical indígena no es sencillo.
patria nativa 223
En segundo lugar, los Maestros nunca antes habían recibido tanto reconocimien-
to oficial ni tuvieron que preocuparse por los medios de comunicación ni por la
política parlamentaria oficial. En tercer lugar, los activistas indianistas-kataristas
radicales han basado su ideología y su existencia en oposición al Estado extraño,
opresivo y colonial. Aunque muchos de ellos no consideran que el poder en Bolivia
esté en manos de un movimiento genuinamente indígena, su actitud ya no es de
oposición sino de ambivalencia. En cuarto lugar, los sectores mayoritarios en la
región andina han pasado a ser más que simples espectadores en la democracia y el
Presidente ya no es una figura ajena identificada con la elite del país; y hay mucho
poder escondido en poder identificarse con el hombre más importante del país.
El hecho de que se trata de una situación inédita para todos los participantes
ha exigido diferentes actos de equilibrio. Examinarlos ayuda a comprender el pro-
ceso político en la Bolivia contemporánea y las dimensiones históricas, simbólicas
y cosmológicas que están en juego.
En 1990, cuando los indígenas de las tierras bajas caminaron hasta La Paz “por
el territorio y la dignidad” (Yashar 2005: 211-2), se escucharon las primeras de-
mandas por una Asamblea Constituyente. La exigencia se mantuvo en la agenda
indianista-katarista radical como una medida fundamental para eliminar el Colo-
nialismo, restablecer el orden nativo perdido y restaurar el Qullasuyu. Para otros
sectores “populares” pero menos influidos por ideologías indianistas-kataristas,
una Asamblea Constituyente era considerada una forma de reorganizar la Repú-
blica de Bolivia incluyendo a las mayorías indígenas que habían sido excluidas
desde la primera Constitución que se firmó en 1825. También era una manera de
enfrentar las desigualdades sociales, económicas y políticas que han caracterizado
Bolivia a través de su historia. Durante el alzamiento indígena y “popular” de
2003, la demanda cobró mayor urgencia hasta convertirse en una de las exigencias
fundamentales de los movimientos sociales.
Por un tiempo, la lucha por la Asamblea Constituyente se juntó con el destino
de los pueblos indígenas y con la idea de pachakuti, la mítica transformación o
restauración del tiempo y espacio ancestrales. Quienes lucharon y murieron por
la Asamblea Constituyente fueron en su mayoría hombres y mujeres de origen
aymara y quechua. En consecuencia, cuando Evo Morales convocó a elecciones
nacionales sobre la Asamblea Constituyente, en 2006, el dirigente aymara Felipe
Quispe Huanca inmediatamente indicó que: “La Asamblea Constituyente no es
un regalo de Evo Morales”.128
Los que vivimos de la tierra, los que laboramos la tierra no estamos participando en
este escenario (—). Los trabajadores del campo no vamos a tener ni voz ni voto (…)
Algunos que están ahí como constituyentes son pues gente que vive en la ciudad que
nada tiene que ver con la tierra, con el territorio, con el Qullasuyu…129
Aquí se acabó la diferencia de los colores, ahora los constituyentes, el pueblo nos ha
encomendado a los constituyentes, debe ser una Constitución Política del Estado
para el pueblo boliviano.
130 Se trata del mismo hecho del que Evo Morales fue acusado y por el que fue expulsado del
Parlamento, en enero de 2002. Sin embargo, ni a Silvia Lazarte ni a Evo Morales se les probó
algún crimen. Estos hechos deben ser comprendidos dentro del contexto del apresamiento
de dirigentes indígenas y sindicalistas por la represión gubernamental durante la era repu
blicana.
226 Descolonización aymara
131 El concepto de jach’a uru ha sido popularizado a través de una conocida sikuriada compuesta por
Mario Gutiérrez; aunque hay claras alusiones indianista-kataristas en la letra de la canción.
132 Evo Morales Ayma, discurso anunciando la ley especial para la convocatoria de la Asamblea
Constituyente, La Paz, 6 de marzo de 2006. Agencia Boliviana de Información (ABI)
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200603/06.03.06PromulLeyCon
voRefer.html (Ingresado 21 de febrero de 2007 )
133 Equivalente quechua de jach’a uru.
134 Evo Morales, discurso en la inauguración de la Asamblea Constituyente, Sucre, 6 de agosto
de 2006. Agencia Boliviana de Información (ABI)
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200603/06.03.06PromulLeyCon
voRefer.html (Ingresado 21 de febrero de 2007)
patria nativa 227
Esta mezcla entre los indígenas y las Fuerzas Armadas ha resultado exitosa
en el proceso de legitimación de la administración de Evo Morales. Pero no se
trata de algo totalmente nuevo; durante el siglo XX, varios gobiernos buscaron
hacer alianzas entre las Fuerzas Armadas y los indígenas. La más conocida fue el
llamado Pacto Militar Campesino que revela el clima de tensión que reinaba en las
décadas de los años sesenta y setenta (Stefanoni 2006, Rivera 2003: 143).
Pero, actualmente, el establecimiento de una conexión entre los indígenas y
las Fuerzas Armadas no es una estrategia de las elites dominantes para asegurar
su posición. Dentro del contexto de reconfiguración nacional, todos los sectores
parecen moverse estratégicamente. En primer lugar, la administración de Evo
Morales sabe que el apoyo de las Fuerzas Armadas es esencial para gobernar y que
la legitimidad del gobierno se funda sobre su imagen “nativa” y sobre el apoyo de
los pueblos indígenas. Segundo, para mantenerse a tono dentro del reordenamiento
de las relaciones de poder y la reconfiguración de la Patria, las Fuerzas Armadas
deben mantenerse fieles al Presidente y, simultáneamente, deben reconocer el
origen indígena de sus propios soldados. En tercer lugar, los pueblos indígenas en
general, y las organizaciones indígenas en particular, dependiendo de su nivel de
radicalismo, perciben al gobierno como un representante poderoso, o un aliado
estratégico y generalmente le otorgan su apoyo incondicional. Algo de ese apoyo
parece también extenderse a las Fuerzas Armadas.
La “nacionalización”140 de los recursos naturales ha estado en la agenda
indianista-katarista y “popular” en el país por décadas y se convirtió en una cues-
tión de urgencia en la rebelión del octubre de 2003. Cuando el gobierno de Evo
Morales implementó su “nacionalización” el 1º de mayo de 2006, las Fuerzas
138 El servicio militar obligatorio fue instaurado en Bolivia en 1907 (Quintana 2006: 121).
139 Evo Morales Ayma, discurso durante el juramento del nuevo alto mando militar y policial, 24
de enero de 2006. Agencia Boliviana de Información (ABI).
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200601/24.01.06PoseAltoManM
il.html (Ingresado 19 de febrero de 2007)
140 Escribo “nacionalización” entre comillas porque algunos sectores del movimiento indianista-
katarista y otros críticos indican que fue sólo una renegociación del tasa impositiva a las
corporaciones transnacionales en Bolivia.
patria nativa 229
No sé cómo me voy a acostumbrar ante ustedes (…) porque nosotros, en los sectores
sociales de las provincias en cada año hemos sido muy presionados, muy maltratados
por las Fuerzas Armadas, por la Policía Nacional, pero ahora veo que el pueblo ha
pedido un cambio y ahora estamos en ese cambio.141
Entonces, las Fuerzas Armadas resultan importantes aliados para gobernar y para
contrarrestar la oposición más extraña y más peligrosa que está asentada en las tierras
bajas. Desde la perspectiva del Gobierno de Evo Morales, las Fuerzas Armadas serían
los chullpas del Estado Plurinacional: extrañas, potencialmente peligrosas, poderosas
y de importancia estratégica. Sería una exageración llamar al Presidente Evo Morales
el Maestro del Estado Plurinacional; aunque existen similitudes entre la práctica de
los Maestros de establecer alianzas estratégicas con los chullpas y la forma en que el
gobierno se relaciona con las Fuerzas Armadas para volverlas menos extrañas.
Entonces, en 2006, las condiciones eran propicias para depurar la jerarquía
militar. Cuando tuvo que nombrar al nuevo Alto Mando Militar, en enero, el
Presidente no siguió el orden establecido: ignoró a tres generaciones de oficiales y
escogió ascender a otros de menor rango. Esto lo expuso a la crítica de los oficiales
que fueron ignorados, pero le aseguró la lealtad de los oficiales jóvenes que fueron
ubicados en posiciones de importancia estratégica y eran menos proclives a ser
solidarios con regímenes anteriores. Existe, entonces, un proceso de acercamiento
a las Fuerzas Armadas convirtiéndolas en “amigas del pueblo”. Paralelamente, las
Qué bueno sería, ver en las fiestas patrias, juntos Fuerzas Armadas, los movimientos
sociales participando, recordando los aniversarios de los departamentos, como tam-
bién los de la nación. Este es mi gran deseo, unidad entre militares, civiles, policías
con su pueblo.142
Que de verdad una enorme satisfacción al escuchar que los jóvenes estudiantes de
los ayllus, de las capitanías, de los sindicatos agrarios tengan la oportunidad de es-
tar junto a las Fuerzas Armadas, educándose, profesionalizándose para servir a la
región, para servir a la nación. (—) Que de verdad estamos empezando ese proceso
de cambio en democracia, pero también desde las Fuerzas Armadas se adelantaron
integrando a jóvenes indígenas en el Colegio Militar (—) Estoy seguro que no va
haber ningún rechazo ni marginación en otras fuerzas para integrar a los jóvenes
indígenas originarios de nuestro país.143
La idea de utilizar a las Fuerzas Armadas para integrar a los pueblos indígenas
a la Patria no es nueva. Al igual que la educación básica obligatoria (Luykx 1999),
el servicio militar también está basado en conceptos asimilacionistas, por lo menos
desde la década de los años cincuenta, como parte del “proyecto civilizatorio”
nacional (Quintana 2006: 126-7). Lo que es nuevo es el hecho de que se fomente
la participación de jóvenes de las áreas rurales para ser oficiales en lugar de ser
meros soldados o carne de cañón. Sólo el tiempo dirá si ellos serán verdaderos
142 Evo Morales Ayma, discurso en ocasión del juramento del alto mando militar y policial, 24
de enero de 2006. Agencia Boliviana de Información (ABI)
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200601/24.01.06PoseAltoManM
il.html (Ingresado 19 de febrero de 2007)
143 Evo Morales Ayma, discurso en ocasión de la inauguración del programa: “Igualdad de opor-
tunidades para indígenas y originarios”, La Paz, 14 de agosto de 2006. Agencia Boliviana de
Información (ABI).
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200608/14.08.06ActoIgualOpor
tu.html (Ingresado: 24 de febrero de 2007)
patria nativa 231
144 Existen ciertos conceptos como ayra que han sido recobrados o reinventados por intelectuales
urbanos dentro del movimiento indígena que a menudo son desconocidos en el ámbito rural
aymara. De hecho, el término “ayratha” aparece en Bertonio (1612 [2006]: 456) donde es tra-
ducido en la siguiente manera: “Trabajar en dos chacaras, o en dos obras en un mismo día”.
232 Descolonización aymara
lado, y el cambio nativo, por otro. A veces, el Presidente ha sido capaz de preservar
la “unidad nacional” sin negar la “causa indígena”. Sin embargo, otras veces, ha
tenido menos éxito, a los ojos de los indianistas-kataristas, como cuando trató de
explicar el significado del término “originario”:
145 Sin embargo, el término “indígena”, como Andrew Canessa (2007a) ha mostrado, es actual-
mente utilizado frecuentemente también por los indígenas de la parte andina de Bolivia.
146 Evo Morales Ayma, Agencia Boliviana de Información (ABI), 28 de enero de 2008.
http://abi.bo/ (Ingresado: 29 de enero de 2008)
147 Evo Morales Ayma, discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 19 de septiembre
de 2006. Agencia Boliviana de Información (ABI).
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200709/24.09.07EvoONU.html
(Ingresado: 2 de diciembre de 2007)
patria nativa 233
No es fácil instalar complejos industriales, va a tomar unos años, pero serán los pila-
res de la Bolivia industrial con una economía consolidada que beneficie al bienestar
de sus ciudadanos.148
Estos actos de equilibrio son evidentes no sólo en las políticas y los discursos
relacionados con el “desarrollo”, la “modernidad” y la “industrialización”, frente
a la “tradición” y el “ecologismo indígena”151; sino que están presentes en toda la
práctica gubernamental de la administración de Evo Morales. También aparecen
en la Asamblea Constituyente como resultado de los conflictos y las negociaciones
entre el MAS y la oposición encabezada por Podemos y esto ha dejado sus huellas
en la Constitución que fue aprobada en un referéndum en enero de 2009.
La intención era la “refundación de Bolivia”, ya sea a través de la inclusión
de las mayorías que hasta entonces fueron excluidas de ser verdaderos ciudadanos
de la Patria; o mediante la “popularización” de la Constitución –es decir la Pa-
tria– para que deje de ser una herramienta de represión extraña usada por la elite
nacional para asegurar sus privilegios. ¿Se ha cumplido esa intención? Aunque
148 Álvaro García Linera, Agencia Boliviana de Información (ABI), 19 de septiembre de 2010.
http://www1.abi.bo/# (Ingresado: 20 de septiembre de 2010)
149 Evo Morales Ayma, discurso el 6 de agosto de 2007. Agencia Boliviana de Información
(ABI)
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200708/06-08-2007-discurso.html
(Ingresado: 3 de diciembre de 2007)
150 Evo Morales Ayma, discurso el 6 de agosto de 2007. Agencia Boliviana de Información (ABI)
http://abi.bo/index.php?i=enlace&j=documentos/discursos/200708/06-08-2007-discurso.html
(Ingresado: 3 de diciembre de 2007)
151 Ver por ejemplo la Ley de la Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria, y ver también
cómo las contradicciones de las políticas gubernamentales salieron a la luz de manera flagrante
en el conflicto sobre la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos que
atravesaría el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).
234 Descolonización aymara
Son fines y funciones esenciales del Estado, además de los que establece la Consti-
tución y la ley:
1. Constituir una sociedad justa y armoniosa, cimentada en la descolonización, sin
discriminación ni explotación, con plena justicia social, para consolidar las iden-
tidades plurinacionales.
Artículo 9 de la nueva Constitución Política del Estado
(Estado Plurinacional de Bolivia 2009)
La crítica indianista-katarista
155 Ver también Saavedra (2011) para una fuerte crítica a las políticas de descolonización del
gobierno de Evo Morales.
patria nativa 237
158 Hay que mencionar, sin embargo, que la administración de Evo Morales ha comenzado cursos
de aprendizaje de lenguas nativas que son obligatorios para los empleados públicos.
patria nativa 239
159 Ayra fue un partido político fundado por el economista aymara Fernando Untoja. En su
revista, Ayra, inicialmente, parecía expresar un punto de vista indianista-katarista radical. Sin
embargo, durante el primer año de gobierno de Evo Morales, Ayra lanzó críticas tan fuertes a
la administración de Evo Morales, que sus convicciones indianista-kataristas fueron puestas en
duda. Estos cuestionamientos parecerían haber sido correctos porque Untoja apareció como
candidato a senador en el partido derechista Plan Progreso “Convergencia” en las elecciones
nacionales en diciembre de 2009.
160 Un juego de palabras que combina Pachamama con “mamada”. Descolonización o Pachamamada
fue el titular en la primera página del número 103 de Ayra, agosto-septiembre de 2006. Para
muchos de mis interlocutores se trataba de un título inapropiado y provocador.
240 Descolonización aymara
Maestros
161 Encuentro Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Abya Yala, La Paz, 8-12 de octubre,
2006.
patria nativa 241
cuenta el tenso clima que vivía Bolivia en esos días –había rumores de un golpe
de estado o guerra civil– el local donde se realizó el encuentro es significativo: el
Colegio Militar de La Paz. Y a esas barracas acompañé a algunos de mis interlo-
cutores que participaron en el encuentro.
Además de los seminarios, los talleres y las ceremonias, hubo dos eventos
principales que entrelazaron los rituales de los Maestros con las políticas de Es-
tado. El primero, a la salida del sol del 11 de octubre, fue un ritual de “limpieza”
que se llevó a cabo en el templo de Kalasasaya, en Tiwanaku, seguido de una luqta
ofrecida por varios Maestros aymaras, acompañados de especialistas en rituales
de otros pueblos indígenas de América Latina. El “cliente” para el que esa activi-
dad ritual se desarrolló fue el Presidente Evo Morales, que llegó en helicóptero
justo antes de la salida del sol y rápidamente se incorporó a la ceremonia, que fue
transmitida en vivo por la televisión nacional. Los Maestros entregaron cuatro
luqtas al Presidente, que las colocó en el fuego. Una Soldada, que estaba presente
en el círculo más cercano de Maestros y Soldados, resultó decepcionada:
Todo fue muy triste: todos los amawt’as estaban tratando de superar unos a otros.
Sus pedidos eran todos por dinero e influencia. No me he sentido parte de eso; no
quería ser parte de eso. Ni siquiera he prestado atención a Evo o los discursos.
En segundo lugar, el 12 de octubre, los Maestros desfilaron por las calles del
centro de La Paz, llevando sus braseros encendidos, encabezando una procesión
de activistas y Soldados. Su meta era la Plaza de los Héroes, donde se preparó un
escenario para que el gobierno se dirigiera a la gente en un momento de tensión
nacional y conflictos internos. Humo de insinsu y kupala subía de sus braseros
mientras se movían por las calles con un propósito que iba más allá del espec-
táculo. Estaban ejecutando un ritual de curación a gran escala, usando kupala e
insinsu para expulsar a los espíritus extraños y atraer a los espíritus nativos. En
ese momento, el “cliente” era el centro administrativo de la Sede del Gobierno,
y más específicamente las áreas alrededor de la Plaza Murillo, El Prado y la Plaza
de los Héroes. Sus movimientos a través de las calles y plazas era similar a los de
un Maestro cuando pasa la ch’iyar qulla, la chullpa misa, o el brasero por el cuerpo
del paciente en la ceremonia de curación. Siguiendo la lógica de que no sólo los
seres humanos, sino también los lugares y los espacios pueden enfermarse a causa
de los espíritus extraños, tanto las personas como los lugares pueden y deben ser
curados. El Maestro don Carlos se refirió a esa idea después de realizar un ritual
de curación en el edificio de la vicepresidencia:
El polvo, la ceniza de los alientos de la mala gente está ahí adentro ¿no ve? Enton-
ces, todo eso con insinsu tiene que botar eso, tiene que hacer caer a la tierra, todas
estas cosas malas que están ahí adentro. Siempre estaban en la vicepresidencia las
q’aras ¿no ve? Quizás mas sahumar ahí adentro con las aromas de las plantas, quizás
242 Descolonización aymara
hay que sahumar toda esa casa, para que los que trabajan, para que las gentes que
trabajan ahí que se mejoren, para que piensan mejor para la humanidad. Por eso, un
poco siempre hay que limpiar estos malos fuentes del estado ¿no?
Quiérase o no, es nuestro gobierno. En todas ceremonias tengo que pedirlo, que
haya una estabilidad en nuestro país, que haya un paz, armonía en nuestro país. Que
haya más apoyo a Evo para que este gobierno salga bien, siempre, siempre, en todas
las ceremonias rituales.
¡Esta casa, este palacio es de ustedes hermanas y hermanos, y no quiero que sea la
última visita! (—) A partir de esta ley (…) ahora terminó el latifundio en Bolivia.
Ahora tenemos un instrumento legal para acabar con los terratenientes en el Orien-
te boliviano.
Lo que pocos sabían es que un Maestro había sido encargado por importantes
personajes de la administración de Evo Morales para “trabajar” buscando que la
ley fuera aprobada. En una sala cercana al lugar donde los senadores estaban re-
unidos, el Maestro quemó insinsu y kupala y se dirigió a los achachilas y las awichas,
convocándoles a apoyar a la Ley Agraria, haciendo que la oposición cambiara su
voto. Él recuerda al respecto: “Los achachilas nos escucharon y colocaron a los
suplentes ahí […] Han entendido que el pachakuti está llegando”.
En ocasiones como ésta, cuando las “políticas de descolonización” de la ad-
ministración de Evo Morales se consideran beneficiosas para los indígenas y los
campesinos sin tierras, las críticas indianistas-kataristas no encuentran validez
dentro del debate nacional. El apoyo popular al gobierno de Evo Morales es casi
absoluto. No sólo la tierra estaba siendo devuelta a sus legítimos dueños, sino que
hasta el Palacio Quemado, que por décadas ha sido el centro del despotismo y la
represión, por un momento se convertía en “la casa del pueblo”.
246 Descolonización aymara
Pero cuando las cosas vuelven a la normalidad otra vez se presentan las dudas.
¿Es la participación de los Maestros en la administración de Evo Morales una cor-
tina de humo tendida por la “izquierda colonial” y los “izquierdistas indigenistas”
para legitimar su presencia en el poder? Mientras muchos Maestros están com-
prometidos con el activismo indianista-katarista, también están comprometidos
con el “proceso de cambio” de la administración de Evo Morales y no apoyan el
análisis de su actividad ritual que hacen algunos indianistas-kataristas radicales. Lo
que puede parecer meramente simbólico para un activista, puede ser de profunda
importancia cosmológica para un Maestro consagrado. En primer lugar, para los
Maestros, su compromiso con la administración de Evo Morales es una práctica
ritual cosmológicamente significativa dirigida a curar al estado Boliviano y a sus
funcionarios y, de esa manera, apoyar a las “políticas de descolonización” de la
administración; o, más correctamente, asegurar que el aparato que debe ejecutar
esas políticas se encuentra en buen estado para ejecutarlas correctamente. En
segundo lugar, esos rituales forman parte de prácticas más amplias que están
orientadas a la restauración de un mundo nativo más allá del Colonialismo: el
pachakuti, en un sentido más amplio que el puramente político.
De una manera que recuerda cómo los Maestros se alían con los chullpas para
enfrentar a espíritus que son aún más extraños y potencialmente más peligrosos,
los Maestros se alían con el Estado actual para contrarrestar a los poderes extraños
de los regímenes anteriores y a la oposición mestizo-criolla de las tierras bajas.
Aunque el presente Estado todavía se concibe como una entidad extraña, los
Maestros afirman que un Maestro verdadero debería saber cómo lidiar con esa
presencia. El Maestro don Valentín expresa esto diciendo: “Uno tiene que saber
cómo compartir con ellos y comprender todo lo que existe”.
Para los Maestros, el Estado es un cliente necesitado de curación; pero es tam-
bién similar a los chullpas: un poderoso aliado extraño con el que se puede establecer
tratados para lograr cambios. Como hemos mencionado anteriormente, la idea de
pachakuti está asociada con el “retorno de las wak’as”, los achachilas y las awichas y un
orden nativo regido por qullana y phuqata. A través del trabajo de los Maestros, los
poderes de las wak’as son convocados a los ámbitos del poder oficial que cobijaba a
la represión colonial extraña de la visión indígena de un mundo más allá del Colo-
nialismo. Las wak’as son convocadas en todos los rituales públicos, pero su presencia
depende de la presencia de los Maestros. Los Maestros están llenos de espíritus, ellos
encarnan a las wak’as; por lo tanto, visitar a un Maestro es visitar una wak’a. Como
un Maestro lo expresó: “Traerme coca significa traer coca a Pachjiri”.
La presencia de los Maestros dentro del Estado es, entonces, transformadora.
Sólo a través de la comprensión de las propias ideas de los Maestros relacionadas
con la práctica ritual dentro del Estado extraño, el “espectáculo multicultu-
ral” adquiere coherencia cosmológica y proporciona marcos de interpretación
coherentes.
patria nativa 247
Reflexiones
CUARTA PARTE:
Conclusiones
253
X
Conclusiones
¿Qué se puede concluir del material etnográfico que ha sido analizado en este
libro? En estas Conclusiones se sintetizan los principales tópicos que se han tra-
tado y se clarifican algunos detalles que han surgido a lo largo de las discusiones.
Para finalizar, estas Conclusiones se cierran volcando la mirada descolonizadora
hacia la antropología y el/la antropólogo/a.
Colonialismo y enfermedad
Descolonización y curación
Otredad e identidad
Aparecen, como un tema subyacente en este libro, las ideas aymaras de identidad
y otredad: el “ser propio” y el “otro”, “lo nativo” y “lo ajeno” y sus implicaciones
en diferentes aspectos del mundo aymara.
De acuerdo con muchos de mis interlocutores, cualquiera que no sea aymar
jaqi (una persona aymara socialmente completa) es yaqha, “otro”.162 Pero el término
162 El término no incluye a niños y niñas, y adultos aymaras de ambos sexos que no están consi-
derados todavía jaqi (porque no están casados y no pueden asumir responsabilidades sociales)
aunque no están considerados yaqha.
conclusiones 257
yaqha también puede ser utilizado para distinguir diferentes aymar jaqi, como
gente de diferentes regiones. Yaqha se usa para referirse a la gente a la que uno
no pertenece y, como el sentido de pertenencia depende del contexto, la frontera
entre el “ser propio” y el “otro” puede variar de acuerdo a ese contexto; aunque
para muchos de mis interlocutores, el límite externo sería el pueblo aymara y más
allá de esa frontera todos serían yaqha. Algunos extienden este límite hasta incluir
a otros pueblos indígenas. Pero cuando analizamos la cuestión más cuidadosa-
mente, resulta claro que el sentido de pertenencia tiene que ver con quienes una
persona interactúa y comparte más que con alguna esencia o dicotomía ancestral
que separa el “ser propio” y “el otro”. Sin embargo, tanto los Maestros y Solda-
dos como los activistas expresaban ideas del “ser propio” y “el otro” dentro de
dimensiones étnicas. Dentro del discurso indianista-katarista, la diferencia étnica es
frecuentemente explicada en términos de diferencias esenciales entre “nosotros” y
“ellos”, y aunque los Maestros y los Soldados a veces también hablan de diferencias
étnicas fundamentales entre “nosotros” y “ellos”, su discurso generalmente no es el
mismo que el de los activistas indianistas-kataristas. Los Maestros y los Soldados
no hablan de una esencia innata, sino de una característica resultante de ciertas
prácticas rituales y sociales creadas a través de la vida social. Una persona llega
a ser una persona moral a través de la interacción social a largo plazo con otras
personas morales y con los achachilas y las awichas, los arquetipos de la moralidad.
Esto significa que la virtud de todo lo yaqha es cuestionada ya que no incluye las
ideas aymaras de la existencia moral y social, es decir el “ser nativo”. Sin embargo,
como la identidad depende más de las relaciones a largo plazo y de las interacciones
sociales que de una esencia innata, esto puede hacer que “lo extraño” se vuelva
menos extraño y permitir que lo yaqha sea incorporado a la vida social aymara:
una “indianización” de “lo extraño”. Todo lo yaqha puede convertirse en propio
y viceversa. Lo yaqha, entonces, no es inherentemente malo.
Las ideas aymaras de otredad e identidad se manifiestan en tres ámbitos:
las dimensiones existenciales del “ser”; el paisaje y la pacha aymaras; y el Estado
boliviano.
En primer lugar, para muchos jóvenes Soldados urbanos aymaras, entrar en
una situación de aprendizaje ritual significa confrontar su propia “otredad”: la
experiencia de ser yaqha para su propia gente, o experimentar su propia gente como
yaqha. Su entrenamiento los familiariza con el mundo social de los Maestros, con
la superación de su propia “otredad” y la otorgación de sentido a su “ser nativo”,
de acuerdo con el marco de referencia cosmológico invocado por los Maestros.
En segundo lugar, para muchos jóvenes Soldados urbanos, confrontar su
propia “otredad” lleva a sentirse yaqha para el mundo; o a experimentar el mundo
mismo como yaqha. Entonces, cuando el mundo aymara fue colonizado, no se
convirtió en un mundo “desencantado”, mecánico e inanimado: se volvió yaqha,
con un giro patológico, y las wak’as se volvieron lugares tenebrosos. Entonces,
258 Descolonización aymara
Incorporación e indianización
163 Después de caracterizar a los aymaras como “truculentos, hostiles, silenciosos e incapaces
de sonreír en su relación la gente blanca”, Weston LaBarre (1948: 39) presenta otros juicios
todavía más sorprendentes con relación a los aymaras: “tristes y serios, reflexivos, silenciosos,
poco comunicativos, intensamente sospechosos y desconfiados” (Forbes 1870); “duros, ven-
gativos, belicosos, rebeldes, egoístas, crueles y celosos de su libertad … sin voluntad, excepto
en su inclinación a odiar” (Walle 1914); “las personas más difíciles de ser aproximadas en los
Andes; de hecho es casi imposible establecer relaciones amistosas con ellos. Casi todos los
que han tratado de vivir y trabajar con ellos han mencionado su actitud negativa”; “ésta es
una oportunidad para un etnólogo que busca un trabajo difícil. Muy raramente se permite a
un hombre blanco quedarse a pasar la noche en sus pueblos” (Hewett 1938).
260 Descolonización aymara
partidos políticos. Formas de organización extrañas pueden ser usadas como he-
rramientas para la emancipación indígena. El rechazo del lenguaje eurocéntrico
colonial “modernista” de la elite mestiza-criolla no significa que los intelectuales
aymaras no presenten sus críticas en ese lenguaje. Los lenguajes extraños pueden
ser dotados de nuevos significados y usados para hacer que las contra-narrativas
indígenas sean comprensibles para una audiencia que no es indígena. Esta estra-
tegia de incorporación condicionada significa que es posible ir más allá de una
concepción dicotomizada de la existencia hasta encontrar consistencia y coherencia
en su sentido del “ser propio” y en el mundo.
La incorporación condicionada de elementos extraños dentro del mundo na-
tivo conduce a la indianización de “lo extraño”; pero también a la transformación
de “lo nativo”. Sin embargo, en contraste con la imposición colonial de elementos
extraños sobre el mundo nativo, la incorporación condicionada significa que “lo
nativo” controla el curso de las acciones, es decir la resignificación y la indiani-
zación de “lo extraño”. Si “lo extraño” es condicionado por “lo nativo”, no hay
nada inherentemente ajeno en los cambios que causa su incorporación dentro del
mundo nativo. Pero, cuando lo extraño es demasiado poderoso, su incorporación
transforma “lo nativo” completamente o invierte la relación de poder de manera
que “lo nativo” es incorporado dentro de “lo extraño”. Esta interpretación ocurre
si los Maestros “se vuelven locos” o “son comidos por los ñanqhas”; es decir si no
logran establecer las condiciones de socialización de manera firme, si carecen de
las habilidades y poderes rituales necesarios, o si entran en relaciones extrañas
con los ñanqhas y recurren a la brujería. Críticas similares se hacen a los activistas
indianistas-kataristas que se dejan corromper por un sistema político extraño, o
cuando los intelectuales indígenas se pierden en teorías y paradigmas eurocéntricos
ajenos. La misma lógica aparece en la crítica a la forma en que los indígenas se
relacionan con el Estado boliviano extraño dentro de la administración de Evo
Morales; en ese caso, “lo nativo” se incorpora a “lo extraño”, los indígenas se
convierten en parte de la gran narrativa colonial de la Patria, mientras el poder
de transformar esa narrativa permanece fuera de su alcance. Pero también la
experiencia y la percepción de la Patria son afectadas por la incorporación de las
narrativas indígenas. La Patria recibe así un nuevo significado y muchos Maestros,
Soldados y activistas indianistas-kataristas mantienen su convicción de que una
“Patria nativa” no es sólo posible, sino inminente.
Entonces, no existe sólo una correspondencia entre la práctica ritual y el acti-
vismo indianista-katarista sino una conjunción entre ambos. La práctica ritual y
las ideas cosmológicas de los Maestros se incorporan al activismo y al discurso
indianista-katarista hasta que sus concepciones del mundo reciben consistencia
cosmológica dentro de un marco de referencia ritual y espiritual. La conjunción
de la práctica ritual, las concepciones cosmológicas y el activismo muestra una
característica central de la experiencia Colonial aymara, compuesta por las ideas
conclusiones 261
¿Y qué de la antropología?
ñanqha ajayu, fui incorporado de forma condicional al mundo social aymara. Los
Maestros pensaban que ésa era la única forma de asegurar que este libro sería algo
más que una representación extraña de sus enseñanzas. Uno de los Maestros estaba
convencido de que había tenido éxito en hacer que el antropólogo fuera menos
extraño: “Ahora ya no eres yaqha para nosotros; ya eres yaqha para los otros, para
los que son yaqha para nosotros”.
Pero, ¿hasta dónde valieron la pena esos esfuerzos de los Maestros? ¿Hasta
dónde es posible una antropología que no sea extraña? Pienso que en el análisis
es importante invertir las perspectivas de poder convencionales porque eso abre
nuevos horizontes semióticos y fenomenológicos sugiriendo que las cosas podrían
ser, y en muchos casos son diferentes. Pero el hecho de que “el otro”, en este libro,
aparezca encarnado en la modernidad colonial, no garantiza que los informes
etnográficos o los argumentos teóricos presentados aquí surjan de fuera de esa
modernidad colonial (cf. Castro-Gómez 1996; Escobar 2003: 81).
Este libro no trata la subalternidad o la colonialidad/Colonialismo como
fenómenos generales. Más bien, busca comprender las dimensiones cosmológicas
específicas de una crítica indígena en su propio derecho a una modernidad colonial
extraña y ajena. Una “antropología de la descolonización” describiría y analizaría
esas dimensiones cosmológicas y el proceso de descolonización desde el interior
de un contexto social y cultural particular; aunque permanecería enraizada en una
epistemología “modernista” hegemónica. Pero una “antropología descolonial” (o
“antropología descolonizadora”) debería cuestionar los paradigmas hegemónicos
“modernistas” del conocimiento, reconociendo otros “paradigmas fronterizos”
subalternos y sistemas indígenas de conocimiento. Debería adoptar un punto de
vista crítico y buscar la transformación de los campos de poder académicos, polí-
ticos, epistemológicos y cosmológicos que caracterizan el orden mundial actual.
Esa antropología se desplazaría más allá del paradigma “modernista” hegemónico
de la producción de conocimiento para reconocer que ella es extraña y ajena para
una gran parte de la humanidad. Así se vislumbrarían horizontes antropológicos
más allá del Colonialismo.
263
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