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03-08-2018
Prólogo del libro del mismo título, escrito por Sebastián Premici
Un crimen de Estado
Eli Gómez Alcorta
El Cohete a la Luna

¿Hay algo más dañino que un Estado llevando adelante políticas de terror? ¿Hay, aun, algo más
infame que el hecho de que esas políticas sean requeridas y sostenidas por empresarios y
terratenientes, y que mantengan la misma matriz represiva y conservadora desde hace ciento
cincuenta años?

Sí, lo hay: que la mentira y la ilegalidad sobre la que se pertrecha el terror se convierta en verdad.

El periodista Ury Avnery dijo que para que ello suceda se deben suprimir todas las otras voces,
asegurarse de que el ciudadano escuche solo una voz, que se repita una y otra vez,
interminablemente. De esta manera, la mentira se convierte en verdad. En tal situación, el
ciudadano común se convence de que la línea oficial es su opinión personal. Avnery se preguntaba
qué se podía hacer para contrarrestar ese mecanismo. Antes que nada, hay una necesidad vital de
una segunda voz. El lavado de cerebro puede ser eficiente solo cuando la voz oficial disfruta de un
monopolio completo. Por eso, un primer paso para evitarlo es oponer una voz, por más débil que
sea, ante cada versión falsa emitida por el gobierno. "El poder de la verdad contra una máquina de
lavado de cerebro siempre es limitado. Pero al final, incluso si lleva tiempo, la verdad prevalecerá.
Se necesita valor".

Santiago Maldonado, un crimen de Estado es una voz contrahegemónica que desenmascara la


impunidad del poder. Es un relato necesario, valiente, detallado y documentado que reconstruye
los siete minutos previos a la muerte de Santiago Maldonado.

Esos siete minutos del 1°de agosto del 2017 se encuentran tejidos, de la mano de la peor cara del
Estado y su maquinaria de represión, a la historia de una región, de un pueblo. El autor nos lleva,
entonces, a los orígenes de ese tejido, al año 1889.

Así, el miedo de Santiago y de los integrantes de la Pu Lof en Resistencia Departamento Cushamen


de aquel día quedan indisolublemente unidos a los ecos de los gritos de las torturas y de las
violaciones a los derechos humanos de hace un siglo y medio, en la misma Patagonia.

Ecos que se anclan en un territorio, en esa tierra como valor simbólico y convertido en significante,
que presenta continuidades desde las resistencias de Nahuelquir hacia el presente, y de los
despojos de la Sociedad Rural Argentina de Martínez de Hoz hasta los terratenientes y empresarios

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Benetton y Lewis.

Al unir el pasado, este presente y los confines del futuro al que nos quieren llevar, se hace
manifiesta la pregunta central de nuestra historia: si la matriz institucional de la república
conservadora que constituyó la campaña del desierto todavía subsiste y si la violencia política
estatal continúa vinculada a esa matriz.

En la búsqueda de una respuesta, Premici se adentra en las prácticas y lógicas de las alianzas
convergentes entre empresarios, terratenientes, gobiernos y fuerzas represivas que, hace ciento
cincuenta años, intervienen con un mismo dispositivo violento y opresivo, y utilizan diversas
metodologías para expulsar y desalojar a las comunidades indígenas de la región.

Santiago Maldonado fue víctima de esta violencia persistente y de ese terror temido y conocido por
los pueblos indígenas, al que nunca pudieron escapar.

La arbitrariedad del accionar de las fuerzas represivas, sumada a la impunidad e impudicia de los
funcionarios políticos y judiciales, dejan en evidencia no solo las prácticas violentas e ilegales y el
uso desmedido de la fuerza, sino también su planificación. Esa organización —que se presenta
referenciada con nombres y apellidos, días y lugares de encuentros, decisiones y órdenes,
actuaciones y maniobras en la ruta, en el juzgado, en la televisión, en el senado, en Buenos Aires,
en El Bolsón, en Esquel—, que se convierte en obscena al ser parte de la maquinaria del Estado, es
la que conduce a la idea de la restauración, reinauguración de lo siniestro.

En los últimos años hemos asistido a un proceso de mutación en la relación entre el Estado y los
Pueblos Indígenas, que ha derivado de la invisibilización de sus demandas a la conformación de un
enemigo, con la consiguiente necesidad de poner en el centro de la escena a algunos referentes o
comunidades en particular, universalizando características y reclamos. Este libro es un documento
central para comprender esta relación y la influencia que ha tenido en ella el gobierno de
Cambiemos.

Al presentar el recorrido de estas tierras, de estos pueblos, de los terratenientes y del Estado,
Premici deja en claro que la política represiva actual se monta en una serie de déficits históricos de
las políticas estatales en relación con el reconocimiento de derechos de los pueblos originarios. Y a
eso se suma nuestro presente en materia de seguridad, enmarcado por los nuevos objetivos
estratégicos de Estados Unidos, frente a la necesidad de la expansión del modelo económico
neoliberal, y a la importación de las denominadas "nuevas amenazas", entre las que se encuentran
los pueblos indígenas, especialmente cuando tienen algún control territorial o vinculación en la
defensa de recursos estratégicos.

De este modo, los conflictos y las resistencias de los siglos XIX y XX persisten en la actualidad. De
allí que el terror estatal presente, aun con sus propias lógicas, se remita al genocidio originario,

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reeditado bajo diferentes paradigmas y motivaciones: desde el orden religioso y su fin
evangelizador; el económico y las necesidades de tierras; el político y la conformación de un estado
nacional.

Frente a la desesperanza y el desamparo del Estado criminal, debemos rescatar las enseñanzas del
movimiento de derechos humanos de nuestro país, de las Madres y las Abuelas que, en épocas aún
más hostiles que estas, supieron documentar aquellos crímenes atroces que las tuvieron como
víctimas y fueron obstinadas, pacientes y tenaces en la lucha por la justicia. El proceso de
juzgamiento por los delitos de lesa humanidad es la evidencia de que aquel camino fue fructífero.

Este libro será parte esencial de los procesos judiciales que impulsaremos contra los autores de las
atrocidades que denuncia esta investigación. Entre ellos, Patricia Bullrich, Pablo Noceti, Gonzalo
Cané, Daniel Barberis, Guido Otranto y Silvina Ávila.

Es necesario nombrarlos para que nunca se nos olviden, para no olvidar qué hizo cada uno, qué
dijeron y qué lugar ocuparon. Como nos enseñó Juan Gelman, "lo contrario del olvido no es la
memoria, sino la verdad"; para que esa verdad tenga su lugar en la Historia, ellos deberán ser
condenados por los crímenes que cometieron.

Fuente: http://www.elcohetealaluna.com/santiago-maldonado-un-crimen-de-estado/

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