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El uso del cuento Camila Caimán permite plantearnos, como afirma el caso Historia de la

escuela (no tan) común, qué es lo que realmente se considera común, y por qué no se educa a los
niños para la inclusión, por qué hay cierta oposición de parte de las autoridades y de los padres de
tratar estos temas. Podemos vincularlo, también con la noción de diferencia cultural que plantean
Grinberg y Levy, por la cual deben entrar en la escuela distintas voces y formas de construcción de
la identidad cultural para romper con la cultura homogeneizante de la escuela. Mediante dicho
relato, se procura la defensa del oprimido, como postula Freire. Se busca que la educación sea un
instrumento de concientización crítica que obligue a cuestionarse políticamente el entorno en el que
se educa. Así, el ser humano tendrá conciencia política del mundo y podrá interferir para
modificarla. Relatar esta historia es una forma de incluir a esta minoridad, para no tener que llegar a
la necesidad de crear un establecimiento aparte, como en el caso de la escuela Mocha Celis. Así,
quizás, se podrá crear una cultura contraescolar, como propone Carreño, que rechace los valores
mantenidos usualmente en las instituciones escolares, como es la discriminación y aversión a esta
minoría en cuestión. Los docentes que lo narran son, entonces, agentes sociales transformadores que
generan una esperanza de cambio.

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