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“UNIVERSIDAD NACIONAL PEDRO

RUIZ GALLO” - ARQUEOLOGÍA

DOCENTE: COTRINA
EE
ASIGNATURA: DEONTOLOGIA

ALUMNO: PACHECO RODRIGUEZ


GIANCARLO HUBERT

CÓDIGO: 142463A

2018
Decreto Supremo N° 89 del 2 abril de 1822

Suscrito por Torre Tagle por orden de Bernardo de Monteagudo.

Esta norma es el primer precedente jurídico que ubicamos en el Perú Republicano


de protección del patrimonio; establece expresamente que los monumentos que
quedan de la antigüedad del Perú son propiedad de la Nación, pudiendo circular
libremente dentro del país, contando el gobierno con el derecho de prohibir su
exportación. La extracción de piedras minerales, obras antiguas de alfarería, tejidos
y demás objetos que se encontraban en las huacas fue absolutamente prohibida. El
Gobierno podía otorgar licencia con propósitos de utilidad pública y sancionar el
incumplimiento de esta disposición con la pérdida de la especie y una multa de 1000
pesos, asimismo encargaba a los funcionarios de aduanas velar por el cumplimiento
de lo anteriormente prescrito.

La primera ley sobre el tema se encuentra en el Decreto Supremo N° 89 del 2 abril


de 1822, suscrito por Torre Tagle por orden de Bernardo de Monteagudo que
resuelve:
Art 1. Se prohíbe absolutamente la extracción de piedras minerales, obras antiguas
de alfarería, tejidos y demás objetos que se encuentren en las huacas, sin expresa
y especial licencia del gobierno, dada con alguna mira de utilidad pública.
Art.2 El que contraviniere el artículo anterior, incurrirá en las penas de perdimiento
de la especie, sea poco o mucho su valor, la que se aplicará al Museo Nacional, y
a más de 1000 pesos de multa aplicados a los fondos destinados a la instrucción
pública. Los administradores de aduana y comandantes de resguardo, quedan
encargados de velar la observancia de este decreto bajo su responsabilidad.
A partir de esta ley, los gobiernos dictan leyes cada vez más específicas; es así que
en leyes posteriores se estaría incluyendo los bienes culturales procedentes de
excavaciones en templos, fortalezas; asimismo se haría la declaratoria de
monumentos, y existían solicitudes para la excavación en zonas arqueológicas.
Entonces, podemos inferir que desde el año 1822, la población peruana tenía
conocimiento de que las excavaciones clandestinas y los hallazgos producto de las
mismas serían un delito y por ende sujetos a una sanción.

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