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Presentación virgen de los sicarios

Al margen de la bellísima estética de su lenguaje, de la ágil


dinámica de su narrativa y de la desafiante complejidad con que
transmite sus mensajes, esta novela es profundamente dolorosa
y deprimente. Conlleva un cuestionamiento existencial de la vida
del ser humano, la que al parecer de su autor no tiene ningún
valor ni razón de ser. Vallejo transmite en esta novela
desesperanza total, decadencia, nihilismo. Allá usted si se atreve
a leerla (aunque yo no me la perdería).

Al hacerse esta pregunta, nos recuerda que la sociedad


colombiana ha aceptado la violencia como una realidad
omnipresente

Vallejo se vale de los íconos del catolicismo –del Sagrado


Corazón de Jesús, de la Virgen– para describir la violencia en
Colombia. Al comparar la sangre que ha derramado Cristo
con la sangre que ha derramado el país, y al mostrar cómo
los sicarios le rezan a María Auxiliadora para que los ayude
a matar, el escritor nos deja otra pregunta: ¿es posible
hablar de la tragedia nacional sin hablar del catolicismo?

Medellín, según Vallejo, son dos ciudades irreconciliables: la


de abajo, en el valle, y la de arriba, en las comunas: “La
ciudad de abajo nunca sube a la ciudad de arriba pero lo
contrario sí: los de arriba bajan, a vagar, a robar, a atracar, a
matar”. Fernando y Alexis representan, cada uno, ambas
ciudades, y su historia de amor, descabellada, atenazada
por la muerte, improbable, imposible y, sobre todo,
condenada, es también la historia de la imposible
conversación entre las clases sociales en Colombia.

Un libro que te explota en la cara por lo que muestra -la sórdida
realidad de un país sumido en la violencia-, y por como lo muestra, con
esa voz tan heterógenea, que muestra poesía y brutalidad a un mismo
tiempo.
Porque aunque contenga en su centro una historia de amor (o
dos), La Virgen de los sicarios es sobre todo una novela plagada
de violencia; cada dos páginas muere alguien, casi siempre con un
agujero de bala en la frente, por los motivos más diversos: por no
haber bajado el volumen de la radio; por enfrentarse a un policía;
por no hacer callar a los niños; por existir; porque tu televisión me
molesta; porque me pagan por matarte. Todo esto Fernando
Vallejo lo cuenta con una frialdad, o mejor, con una naturalidad
desconcertante. "La vida real es así, no se sorprendan, no sean
mojigatos ni hipócritas".

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