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COCHABAMBA - BOLIVIA
ANALES
MUSEO ARGENTINO
DE
CIENCIAS NATURALES
"BEKNARDINO BIVADAYIA"
BUENOS AIRES
EJ^MPLAn N° 'h±1Í
TOMO XXXVII
/fefc JÍ ^
BUENOS AIRES
IMPRENTA DI: L A UNIVERSIDAD
•y3i-1933
1
Abril 30 de 1933. Antropología, Etnología y Arqueología, Publicación N* 75.
Pon J. IMBELI.ONI
Jefe de la sección Antropología del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires
i. Antecedentes
J . IMBELLOM, 1925A, Sobre el número de los tipos fundamentales a los que deben refe-
210 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII
(1) KUDOLF MARTIN, Ulirbucli der Anlliropoloyie, Zweite AnflaRc, Jcna 1928. Véane
lomo II, p. 835
216 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII
La región andina es una de las siete zonas de América más ricas en defor-
mados (tres en el continente norte, una en el istmo, y tres en el meridio-
nal). Las siete zonas son las siguientes: I o El noroeste americano, sobrelos
ríos Fraser y Columbia; 2 o La región comprendida por los ríos Colorado,
(lila y Río (irande del Norte, llamada área de los Pueblos; 3° La región
del curso inferior del Misisipí; 4 o El istmo de Tehuantepec; 5 o El borde
del mar Caribe, con extensión a las Antillas; 6 o La costa y el Altiplano
del Perú, y el hinlcrland boliviano, con ramificaciones hacia Chile y la Ar-
gentina; 7 o El curso inferior del río Negro y demás valles patagónicos.
Estos grandes centros de deformados fueron considerados como otros
tantos focos de difusión. En realidad, hay algo de cierto en eso, pero con-
viene también recordar que se trata de núcleos vitales de la población in-
dígena, como decíamos en un trabajo anterior. Se trata/de zonas cuya im-
portancia no está sólo señalada por la más tupida densidad de los indios,
sino también por la sucesión tumultuosa de las culturas, con las consi-
guientes luchas de predominio y procesos de especialización.
No nos proponemos comparar aquí las siete zonas americanas entre sí,
y menos aún considerar su distribción de conjunto con respecto a las zonas
de deformados del Océano Pacífico, cuyo estudio correlativo promete apor-
tar sugestiones de gran importancia para el génesis de las culturas ameri-
canas. Nos ocuparemos simplemente de la zona andina, sexta de la serie
enunciada, y de los problemas internos que surgen de la disposición y natu-
raleza de sus sectores.
Nuestro mapa presenta esta zona subdividida en un cierto número de
áreas.
Este fraccionamiento se propone, como fin esencial, separar entre sí los
tipos primarios de deformación. Pero es necesario establecer con mayor
exactitud el criterio de la subdivisión.
Nuestras áreas coinciden a veces totalmente con una provincia étnico-
histórica, como en el caso de los Humahuaca (sector 9 del mapa), quienes
forman un núcleo compacto dQ d;f>rmad:« / / , netamente distintos de sus
vecinos. Otras veces el área de un misino tipo primario comprende varios
218 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII
sectores étnicos, y para facilitar, en este caso, la lectura del mapa a los
americanistas, hemos conservado esta distinción. Así los grupos Chimú y
Chincha forman los sectores 1 y 2 del mapa, a pesar de que sus deformados
corresponden a un solo tipo, el tabular erecto, 1 . Tenemos después áreas
en las cuales buscaríamos infructuosamente la unidad de la deformación;
son las áreas de promiscuidad, en las que las dos tabulares H y 1 están
juntas una a otra, o combinadas con la O , circunferencial. En eslas áreas
se puede, cuando más, hablar de predominio de uno de los tres tipos sobre
el otro, después de haber comparado las estadísticas respectivas. Pero aún
así, al fin y al cabo, se trata de una generalización, si se enfoca, más riguro-
samente, la composición de los yacimientos particulares, y en este asunto
los hechos pueden presentarse muy complejos. Zona promiscua es, por ejem-
plo, la tercera de nuestro cuadro, que tanta tela para cortar dió a los auto-
res clásicos del siglo pasado. Aquí, según mi parecer, la investigación debe
1933] J. IMRELI.ON], ¡Ms pueblos deformadores de los Andes 219
ser llevada con mucho cuidado y detalle para cada caso particular. En vez
de llevar a consecuencias extremas el método brutalmente numérico, dé-
bese más bien buscar la causa de la promiscuidad, reconstruyendo «histó-
ricamente» la sucesión de los varios estratos culturales. Esto se obtiene, no
sólo siguiendo el testimonio de los cronistas, sino también elevando el hecho
de la deformación al rango de documento esencial de una cultura.
Hemos establecido la siguiente división de la zona andina (1):
1. Area de la cultura Chimíi, sobre la costa del Pacífico.
2. Area de la cultura Chincha, continuación de la anterior.
3. Area de gran complejidad étnica, que hemos dejado indivisa a causa
de la promiscuidad de los sistemas deformatorios. Comprende al norte el
territorio de los Colla, al sud la dispersión de los Uro; sobre ambos se ex-
tiende luego el dominio político de los Kichua.
4. Area costanera de los Chango.
5. Area de predominio lingüístico de los Araucanos.
6. Areq Díaguita, con la subregión septentrional Calchaquí.
7. Altiplano de Atacanía.
8. Area de la Puna de Jujuy, región escarpada que se extiende desde el
valle de Jujuy hacia el altiplano de Atacama.
9. Area de los Humahuaca, habitantes de la quebrada homónima (valle
de Jujuy).
10. Area Kichua, septentrional con respecto al Tahuantisuyo, pero central
con respecto a la irradiación militar y política de los Incas.
11. Zonas de los pueblos de la Montaña, vocablo con que se designa la
sección noreste del antiguo imperio peruano, cubierta de selvas.
12. Area de las poblaciones actuales del Amazonas.
más al norte tenemos las piezas de Trujillo con la misma deformación lámb-
dica, pero con un grado de intensidad excepcional (1), entre ellas una, en
forma de cuña, del Museo de Berlín (2) ha merecido la distinción de ser pues-
ta al lado del cráneo cuneiforme de Wicksburg, Misisipí, la maravillosa cele-
bridad del tipo tabular erecto (3). También de la costa de Chan-chan extrajo
el ingeniero Posnansky algunos cráneos deformados según el mismo sistema,
aunque en un grado algo menos intenso que el de Berlín, a juzgar por el
único dibujo que publica el descubridor en su curioso ensayo freudiano
sobre las influencias fisiológicas de esta deformación (4). Procedentes
de Pachacamac encontramos algunos cráneos que, sin tener el aspecto «cu-
neiforme», han sufrido un intenso achatamiento occipital; algunos de ellos
he podido estudiarlos en el Museo Etnográfico de Buenos Aires (5).
Es útil recordar que a Pachacamac, localidad que fué algo así como una
Meca de los peruanos de la costa, afluyeron siempre peregrinos, y por lo
tanto, formas craneanas de lugares lejanos, y éstas son justamente las que
ha observado Hrdligka, quien ha recogido en las proximidades del templo,
para el Museo de Washington, en el año 1910, la enorme cantidad de 2200
cráneos (6).
El material osteológico es completado por una gran cantidad de datos
arqueológicos, como ser cerámicas representando niños acostados en sus cu-
nas, o cabezas deformadas de los valles de Chillón, Pasamayo y Lurín (7).
10. Esta área es el territorio que sirvió de teatro al clan de los Incas
para sus primeras hazañas, y el primero que fué organizado bajo el sistema
que más tarde debía extenderse a todo el Imperio, el cual, como es sabido,
fué agrandándose desde aquel núcleo hacia el norte y hacia el sur, en
detrimento de las tribus que paulatinamente eran sometidas por la conquista
militar. Esta área, según ha dicho un cronista, habría sido el centro de irra-
diación de la deformación que los Incas tomaron como distintivo de su linaje.
Otros cronistas afirman que fué impuesta por ellos a las tribus sometidas,
con el fin de dominar más fácilmente su voluntad. Veremos, en un próximo
estudio crítico de las fuentes, qué debemos pensar sobre estos testimonios,
en los que es evidente la tendencia de atribuir al poder y a la influencia
del Inca también la costumbre de la deformación.
dentes no pueden menos que recordarlo con frases como las que siguen:
«deformation dite é tort deformation Aymara» (1) o bien «deformazio-
ne Aymará di D'Orbigny» (2). Protestaron algunos autores contra tal de-
terminación étnica, pues, «les cránes anciens déformés dites Aymara, que
l'on trouve sur les bordes du lac Titicaca.. . n'ont rien de commun avec
ceux des véritables Aymara actuéis .. > (3). Se llegó hasta llamarlo el «tipo
de los falsos Aymara». Pero ahora es bueno recordar que el nombre Aymara
es un término de carácter lingüístico, no propiamente racial, y comprende
todas las tribus que hoy poseen la lengua Aymará, entre los cuales se encuen-
tran muchas que han sufrido una influencia cultural reciente. Así lo confir-
ma la desaparición casi total, en esta zona, de la lengua Uru, que era tan
difundida en la época de los cronistas. No está menos vinculado a las inves-
tigaciones lingüísticas el mismo nombre de los Kichua; sin embargo nos ser-
vimos de él, con la debida prudencia, para indicar a los que originalmente
poseyeron la cultura difundida luego por la conquista de los Incas. Es difí-
cil, sin duda, reconstruir las condiciones primitivas y las antiguas limita- '
ciones territoriales de cada zona de influencia, pero, si no nos propusiéra-
mos, justamente, intentar tal reconstrucción, sería bastante echar un vistazo
al panorama, infortunadamente muy confuso, como se encuentra hoy día, y
contentarnos con una descripción superficial. Esto que digo tiene valor
no sólo para las deformaciones, sino también para toda otra clase de fenó-
menos culturales.
( 1 ) ERIC, BOMAN, Aniquilé* de la rtgion andine de la fíép. Argenline el du désert d' Ala-
cama, Parí», 1907. Víase página 620.
( 2 ) SERGIO SEROI, I rilievi eerebrali delle Jottc temporali nei crani dejormali del Perú,
in AUi delta Societá Romana d'Antropología, vol. X V , R o m a , 1910. 16 páginas.
( 3 ) DE QUATHEFAGES ET HAHV, Crania Elhnica, París, 1882. Véase página 475.
( 4 ) SIR CLEMENT MARCKHAM, The Inca* of Perú; London, 1910. Véase página 192.
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res de von Tschudi (el cual sin embargo abrió el camino al estudio de las de-
formaciones) uno tuvo un influjo desastroso sobre el desarrollo de esta in-
vestigación.
Habiendo, en efecto, dividido las áreas del Perú de la siguiente manera:
1 II 111
parte, distinguir a los Uro actuales de los que vió el padre Calancha, y a
éstos de aquellos otros que en tiempos más remotos aún parece que hayan
precedido el injerto de la cultura Colla y la sumisión de ambas estirpes al
elemento Kichua.
Luego hay que interpretar las construcciones actuales de los Uro, espe-
cialmente su típica habitación circular que reproduce fielmente la forma
de las Chullpas del Altiplano. Otra cuestión a discutir es la unidad o la
diversidad de las muchas especies de sepulcros, o habitaciones-sepulcros
como quiere Nordenskiold, que se conocen con el nombre común de
Chullpas. ¿Serían las meridionales (provincia de Lípez, etc.), sin duda más
rústicas y simples, un efecto de la aculturación al tipo de las torrecillas del
Collao, o en cambio estas construcciones más perfectas del Collao son el
perfeccionamiento de los esbozos embrionarios que abundan hacia el Sur?
Ciertamente hay mucho que hacer sobre este tema, y la doctrina etnico-
cronológica de Bandelier y Uhle sobre el Chullpa-Colla period es una tesis
que no ha recibido la consagración definitiva.
Mas no apuremos la solución, ni forcemos los hechos en un sentido o
en otro. Recordemos que, en rigor de verdad, esta identificación, podrá ser,
quizás, la culminación de la búsqueda. No el término a quo, sino el término
ad quem de nuestra investigación. Es de notar el hecho que en dos lugares
de la costa, hoy habitada por los Uro, se han hallado circunferenciales.
El primero es Arica (1). El segundo es Pisagua, situada más al sur, en la
provincia de Tarapacá; con esto de notable, que Forbes, bajando del Collao
hacia el mar, encontró un cordón continuo de yacimientos con cráneos
circunferenciales que unía el Titicaca con las costas del Océano, justamente
en Pisagua (2). Los coleccionistas le dijeron además que, mezclados a pie-
zas normales, los circunferenciales se encuentran a menudo en otros sitios
de la costa.
Los pocos cráneos recogidos en esta faja costanera están reproducidos por
Chervin; provienen de la Bahía de Antofagasta. Se trata de sólo 5 piezas,
aparentemente circunferenciales.
J. 1MBELM>NI, Habitantes neolíticos del layo Rueños Aires. Documentos /tara la anlrofto-
Uxjía física de la Palagonia Austral. en Revista del Museo de IM Plata, tomo X X V I I ,
U Plata. 1923. pp. 85-160.
( 1 ) ERIC VON BOSEN, En Fiiryongen Vürld, Stockholm, 1910.
( 2 ) GA8TON BACKMAN, Anlropologiska undersókninyar, impreso en la obra de Eric
von Rosen, véase nota precedente.
( 3 ) Desgraciadamente este autor cae en tales confusiones taxonómicas, que sus datos
n o pueden darnos mucha luz. Véase por ejemplo, el cráneo n° 7300. dado en su tabla rumo
notablemente cuneiforme, Hoygradig cuneiform deformation, mientras la nítida foto-
grafía figura 225 nos denuncia que nada tiene de cuneiforme. Ni siquiera es tabular, sino
un clásico ejemplo de circunferencial. I-as figuras del libro son pocas, pero bastan para
sostener la crítica a la determinaciones de Backman; así los cráneos 7322, 7305 y 7303
son designados indistintamente frontooccipitales, pero en las respectivas fotografías no-
tamos que no se trata de la misma forma, puesto que los «los últimos son tabulares erec-
tos, deformados por decúbito, y el n° 3722 es evidentemente un oblicuo, deformado por
el sistema de tabletas.
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Las piezas traídas por Boman (2) dan para Salta (Quebrada del Toro
y Puerta del Tastil) sobre cinco cráneos, cinco 1 ; para Catamarca (Valle
de Santa María) sobre cuatro cráneos, cuatro 1 (3).
Nosotros hemos ilustrado (4) dos cráneos H de la Poma y un hermoso
ejemplar 1 de la Paya (5).
Concluyendo: de los antecedentes reunidos se deduce que toda e
área Diaguita ha proporcionado una mayoría muy grande de tabulares.
Sobre 139 deformados Thibon y Dillenius dan 137 tabulares, y dos circun-
ferenciales; ten Kate, Chervin e Imbelloni otros 144 tabulares y 24 circun-
ferenciales.
Discriminando las dos clases de T encontramos otra gran diferencia
numérica entre los erectos y los oblicuos, los cuales evidentemente consti-
tuyen una exigua minoría: 95 1 contra 15 H .
El área Diaguila, por consiguiente, es una zona de deformados erectos
y los cráneos de otra forma son ciertamente alóctonos. Este es el significado
pue debe darse a la frase: «degormación Calchaquí», que se encuentra em-
pleada tan a menudo, no siempre con dominio exacto de su significado:
5. Interpretación
Conducido a término este análisis (que por otra parte es provisorio y so-
mero) se nos puede preguntar con que fin nos hemos tomado este penoso
trabajo de crítica documental. Los hechos, al fin y al cabo, no son más
que mudos y pobres testimonios, si no sabemos deducir enseñanzas de
ellos.
Nuestro punto de vista se funda en la esperanza de poder utilizar la de-
formación como elemento documental para establecer las vicisitudes y el
origen de las culturas indígenas y, subordinadamente, también la proce-
dencia racial de los pueblos y tribus.
Es natural que en el estado actual de nuestras investigaciones no podamos
tener la pretensión de llegar a resultados definitivos En primer lugar (he
tenido el cuidado de ponerlo en evidencia en las páginas anteriores) los he-
chos recogidos hasta el momento son incompletos y presentan muchos pun-
tos obscuros. Es necesario además llevar a término investigaciones análogas
a la presente (es decir acumulación de datos y su utilización crítica) para
cada una de las seis zonas restantes de deformadores, en los dos continen-
tes americanos. Por último será menester agotar el estudio de la deformación
en las islas de Oceanía e Insulindia, en Asia y Europa; desmenuzar y soli-
dificar la masa de conocimientos cuyo panorama he ofrecido, esquemati-
zado, en mi mapa de la Enciclopedia Italiana.
Esto no impide que yo intente bosquejar en un cuadro más restringido
la región corográfica comprendida en estas páginas: el semicírculo de los
pueblos andinos.
1. En primer lugar la misma ubicación y desarrollo, respecto al continente,
del sector de los pueblos deformadores de los Andes se presentan vinculados
tardía con respecto a los restantes modelos, y parece proceder del norte.
En efecto el sector de difusión histórico (el Cuzco) está vinculado, sin dis-
continuidad alguna, a la zona en donde ha sobrevivido esa misma deforma-
ción, hasta los tiempos actuales. Dicha zona sigue la corriente de los ríos
Ucayali, Uallagas y Marañón, para soldarse allí con otra faja dispuesta en
248 ANALES DEL MUSEO NACIONAL DE HISTOHIA NATURAL [T. XXXVII
a cada uno de los tipos primarios puede representarse por un esquema aná-
logo: una especie de abanico abierto más o menos ampliamente hacia el
interior del continente, a través de la cadena de la Costa, y cuyo mango
se proyecta entre esas montañas y la playa del mar. Naturalmente, sobre
el terreno, los mencionados abanicos se superponen uno al otro en distinta
medida. El sector de promiscuidad más intensa es justamente aquél que
hemos llamado sector mixto por excelencia.
( 1 ) SERGIO SERGI, Sulla deformaiione r contervazione del craniu nelle isolé delle Nuoee
F.bridi, en fíirisla di Antropología, vol. X V . liorna 1912, pp. 231-251.
1933) J IMBELLONI, IMS pueblos deformadores de loe Andes 251
un grupo étnico único con caracteres propios», y aduce el hecho que los
negros llevados a las Antillas deforman en cambio con tabletas, habiendo,
como es sabido, tomado esta costumbre de los Caribes. Ahora aquí es cla-
rísimo que el razonamiento juega alrededor de la raza negra en el sentido
antropofísico, puesto que a aquélla pertenecen tanto los melanesios como
los negros importados a las Antillas. Tomado en cambio en su justo sentido,
la frase «grupo étnico con caracteres propios» es perfectamente sostenible,
ya que los caracteres de un «etnos» son justamente los etnológicos. Vemos
resurgir la vieja dificultad de los vínculos entre raza y cultura.
Queda por ver en qué medida las culturas están vinculadas a las razas.
Ahora bien, no se debe rechazar el hecho que ciertas culturas se mues-
tran, más de lo que uno imagina, conexas a entidades raciales más o menos
definidas. De seguro ésto ocurre con preferencia en las viejas culturas, más
que en las modernas o históricas, de cuyos patrimonios es evidente el pro-
gresivo poder de dominación, más allá de los confines de la nación y de la
raza. En el Pacífico, por ejemplo, vemos la cultura melanesia siempre en
propiedad de tribus negroides, mientras más tarde la cultura polinesia mues-
tra haber producido acnlturaciones extrarraciales.
¿Deberemos nosotros, con excéptico amor a la obscuridad, dejar de apro-
vechar un dato tan útil como es la deformación circunferencial de los
melanesios, fenómeno integrante de su patrimonio cultural, solamente
porque otros negros, arrancados de la ribera atlántica del Africa, fueron,
durante la colonización de América, objeto de tráfico entre los negreros y
los colonos de la Martinica?
( 1 ) H . TEN KATE, Parallels between the Shiwian or Zuñían culture and that of the Cal-
chaquis?, en Interna!. Archiv f. Ethnographie, tomo VI, Leyden, 1894, pp. 142-143.
J. IMHKI.I JIM. I.os fiuphlos deformadores de los
J. IMBELLONI, bis pueblos deformadores de los Andes LÁMINA IV
XI S E & I E
Deformados Compresión posterior а) formas plano-frontales. \
б) formas plario-lámbdicas.
TABULARES ERECTOS por plano de decúbito c) grados intermedios. J Compresión anterior por tableta.
'BrachvcephaU artificiales Erecti,
d) grados extremos (Cuneiformes de la
literatura).
1 Con detención del techo y a veces de
Variedad Paralelepípedos. ^ las sienes.
i La cabeza se mautiene adherida a la
• cuna mediante vendas o correas
Variedad Seudocirculares. \ elásticas.
1 Ligaduras sagitales o coronales aptas
Variedad Bilobados y Trilobados. \ para imprimir surcos.
XXX S E R I E
Deformados Compresión simétrica anular, Variedad Oblicuos.
Variedad Erectos.
CIRCUNFERENCIALES
por vendas o correas elásticas Formas cilindricas.
Orbiculares artificiales, Formas cónicas. | Intensidad de la plástica.
Ejemplares miméticos
19331 J . IMBELLOM. ÍAts pueblos deformadores de los Andes 213
SIMBOLOS CONVENCIONALES
a) Tipográficos:
Grisados: