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UNIVERSIDAD ANDINA

“NÉSTOR CÁCERES VELÁSQUEZ”

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas


Carrera Académico Profesional de Derecho.

AREA: FUNDAMENTOS DE LOS


DERECHOS HUMANOS.

PRESENTADO POR: QUISPE PACOMPIA ALBER CESAR.

DOCENTE. DR. LINOWICH ARANZAMENDI SEGOVIA.

AÑO 2015
JULIACA

PERU
DERECHOS HUMANOS EN SITUACIONES DE CONFLICTO

En situaciones de conflicto armado o de ocupación, con las vulneraciones del


Derecho internacional humanitario (DIH) pueden resultar lesionados derechos
básicos de las personas, sobre todo de las personas civiles, amparados por el
Derecho internacional de los derechos humanos (DIDH). El genocidio, la tortura, los
traslados forzosos de población, los asesinatos y otros actos reprobables, cuando
son cometidos en el curso de un enfrentamiento bélico, deben condenarse como
violaciones de los derechos humanos y como crímenes de guerra. Los órganos de
los sistemas internacionales de protección de los derechos humanos
(señaladamente los pertenecientes al sistema interamericano) suelen recurrir al DIH
como parámetro de interpretación de las normas convencionales sobre derechos
humanos, en la medida en que ambos sectores normativos, el DIDH y el DIH,
comparten un núcleo común de derechos inderogables y una finalidad común de
promover la vida y la dignidad humanas

Situaciones de conflicto y políticas de seguridad

La protección de los derechos humanos y, por ende, el cumplimiento de las


obligaciones internacionales de los Estados, constituyen siempre un problema que
todos los países deben enfrentar aun en condiciones de relativa normalidad política
y social. Este problema se agudiza cuando se presentan situaciones de conflicto
internacional o interno, cualquiera que sea la gravedad y características de esas
situaciones, que en menor o mayor grado alteran la normalidad y obligan a los
Estados a adoptar medidas dirigidas a neutralizar o, al menos, a minimizar las
consecuencias de esas alteraciones del orden público. Por ello, y por la frecuencia
con que se presentan en el mundo moderno circunstancias que vienen a perturbar
la vida institucional, la necesidad de analizar esas situaciones a la luz de la vigencia
de los derechos humanos adquiere una importancia especial, que bien justifica la
atención que los órganos competentes dedican en la permanente tarea de dar plena
vigencia a la promoción y protección de los derechos que la comunidad internacional
ha venido consagrando como conquistas de la humanidad

.
Conflictos internacionales

Las implicaciones de los conflictos internacionales en el campo de los derechos


humanos han sido estudiadas y debatidas desde hace mucho tiempo. Si bien es
cierto que el desarrollo de la concepción de los derechos humanos ha tomado fuerza
fundamentalmente desde la Segunda Guerra Mundial, bajo el patrocinio de la
Organización de las Naciones Unidas y como resultado de los múltiples
instrumentos internacionales que se han acordado, ya desde finales del siglo XIX la
comunidad internacional se había dado cuenta de la necesidad de someter a la
guerra a límites que permitieran defender la dignidad humana y los derechos de la
persona. De esta manera surgieron los compromisos de los Estados de minimizar
el sufrimiento de los combatientes, de respetar sus derechos mas básicos y de
proteger a los civiles no combatientes en las acciones de guerra. El llamado
Derecho de la Guerra, nacido en La Haya en 1899, y sus desarrollos posteriores,
hasta llegar a los Convenios de Ginebra y su Protocolo Adicional I, han establecido
las reglas de conducta que los Estados deben seguir como garantía del respeto
debido a la persona humana. El Derecho Internacional Humanitario cubre, pues, el
amplio y variado campo de los conflictos internacionales, pero por su carácter
complementario de los derechos humanos no excluye el respeto a estos derechos,
que continúan vigentes aun en situaciones de conflicto internacional, así sea difícil
garantizar su vigencia en medio y como resultado del estado de guerra.

Conflictos internos

En la exposición que sigue vamos a dejar de lado el tema relativo a los conflictos
internacionales para centrar nuestra atención en las situaciones de conflicto interno
o doméstico, en los procesos tendientes a solucionarlos y en los problemas que se
presentan para garantizar el respeto de los derechos humanos. El tema es de
acuciante actualidad, ya que esta íntimamente unido a las políticas de seguridad
que todos los Estados están llamados a adoptar como resultado de sus deberes
constitucionales y legales, particularmente en épocas como la actual, en las que las
perturbaciones del orden público en todas sus modalidades constituyen una
realidad cotidiana.

Las normas que prescriben el comportamiento que deben respetar los estados en
caso de conflicto interno, desde el punto de vista del Derecho Internacional
Humanitario, están claramente consignadas en el Protocolo Adicional II de 1977,
que vino a desarrollar los principios establecidos en el artículo 3 de las
Convenciones de Ginebra de 1949. Ha sido tan importante el paulatino desarrollo
de estos principios que, en opinión de muchos tratadistas, poco poco van
adquiriendo el carácter de principios de derecho internacional, que deben ser
respetados aun por los Estados que todavía no son parte del Protocolo Adicional II.
En la práctica, sin embargo, la aplicación de las normas consagradas en estos
instrumentos encuentra dificultades muy serias, siendo la principal de ellas la
renuencia de muchos Estados a reconocer la existencia de un conflicto interno en
el territorio de su jurisdicción. El Protocolo no contiene criterios para definir con
exactitud los requisitos que tipifican un conflicto interno, y que los Estados no
deberían desconocer para tener que aplicar sus normas, salvo la definición general
e incompleta contenida en el artículo 1, que deja abierta la posibilidad de que los
Estados puedan negar la existencia de esta clase de enfrentamientos, para librarse
de la obligación de respetar las garantías consignadas en dicho instrumento. Es de
lamentar que aún permanezca incierto este aspecto de la aplicación del Protocolo
Adicional II, ya que por la vía de la negativa a aceptar la existencia de un conflicto
doméstico muchos Estados eluden el cumplimiento de los compromisos
internacionales que ellos mismos han aceptado, debilitando de esta manera el
sistema de protección humanitaria que la comunidad internacional ha venido
desarrollando paulatinamente, con éxitos indudables en el campo conceptual y
normativo pero con grandes limitaciones en el terreno de la práctica.

Conflictos internos y terrorismo

A los obstáculos que siempre han existido para el respeto cabal de las normas del
Derecho Internacional Humanitario y, como veremos mas tarde, de aquellas
dirigidas a la protección de los derechos humanos, ha venido a sumarse en los
últimos tiempos la importancia que ha adquirido el fenómeno del terrorismo, que al
parecer está en vía de convertirse en el tema central de las políticas internacionales
e internas de muchos Estados. No hay necesidad de entrar a señalar casos
específicos ni de singularizar responsabilidades al respecto, pero nadie puede
dudar que la llamada “guerra contra el terrorismo” esta convirtiéndose en una
amenaza permanente para la vigencia universal de los derechos humanos. Esta
amenaza no consiste unicamente en el peligro de que las medidas que se toman
para luchar contra el terrorismo violan en muchos casos, y en forma directa, los
derechos que protegen a la persona humana, sino también, en forma quizás mas
insidiosa, en la utilización del vago, impreciso y poco jurídico término de “terrorismo”
para cobijar todo tipo de infracción de la ley y ocultar o distorsionar, de esta manera,
los factores de conflicto social, político y económico que originan los hechos
delictivos que se deben reprimir. La preocupación que vastos sectores de la opinión
mundial han manifestado, en relación con las consecuencias de las políticas de
varios Estados para enfrentarse a un “terrorismo” que se ha convertido en la
obsesión moderna, está ampliamente justificada, si reconocemos sinceramente que
estamos siendo testigos de un retroceso indudable en el camino por lograr el
respeto pleno de los derechos humanos a escala universal.
Conflictos internos, derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario

No obstante los vacíos y deficiencias que aún tienen los instrumentos


internacionales existentes en materia de garantías para la plena vigencia del
Derecho Internacional Humanitario en casos de conflictos no internacionales, vacíos
que, como podemos apreciar diariamente, originan el incumplimiento de sus normas
en la práctica de los Estados, hay que reconocer que los principios consagrados en
los Convenios de Ginebra han servido para llamar la atención sobre los efectos más
perniciosos de los enfrentamientos internos y a aumentar la presión internacional
para lograr su solución. ¿Ocurre algo similar con la protección de los derechos
humanos propiamente dichos en las situaciones de conflicto interno, en vista de que
la jurisdicción de los órganos de los tratados correspondientes sólo puede ejercerse
en relación con las supuestas violaciones cometidas por los Estados Parte, y no con
las demás partes involucradas en los enfrentamientos? La respuesta que demos a
este interrogante es de capital importancia, no solamente para evaluar la conducta
de los Estados durante la duración de los conflictos, sino también para analizar las
consecuencias que para la protección de los derechos humanos tienen las
diferentes políticas de seguridad y, sobre todo, las fórmulas que se proponen para
solucionar las situaciones de perturbación del orden público y lograr la
normalización de la vida ciudadana.

Es importante centrar nuestra atención en las situaciones de conflicto que


corresponden a la definición que trae el artículo I del Protocolo Adicional II de las
Convenciones de Ginebra, sobre el ámbito de aplicación material del Protocolo, así
sea esta definición deficiente o insatisfactoria. Se trata, pues, de conflictos… “que
se desarrollen en el territorio de una Alta Parte contratante entre sus fuerzas
armadas y fuerzas armadas disidentes o grupos armados organizados que, bajo la
dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un
control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y
aplicar el presente Protocolo.”… El mismo artículo, en su párrafo 2, establece que…
“el presente Protocolo no se aplicará a las situaciones de tensiones internas y de
disturbios interiores, tales como los motines, los actos esporádicos y aislados de
violencia y otros actos análogos, que no son conflictos armados.”… No vamos a
detenernos en la crítica de la condición que exige el Protocolo, referente al control
por parte de las fuerzas disidentes de una parte del territorio y a la realización de…
“operaciones militares sostenidas y concertadas”…, condición que, como lo han
anotado muchos especialistas, no es facilmente reconocida por los Estados
involucrados, generalmente interesados en ocultar o negar la pérdida de control de
partes de su territorio. Todo lo relativo al control territorial en situaciones de conflicto
interno es controvertible y de casi imposible definición, y no parece justificable
introducir un concepto eminentemente político para establecer obligaciones de
carácter jurídico en materia de protección a los derechos del individuo. Pero lo que
nos interesa ahora es tratar de identificar aquellas obligaciones de los Estados que
deben ser siempre respetadas, aun en circunstancias de conmoción doméstica,
cuando las autoridades tienen que tomar medidas conducentes a recuperar la
normalidad ciudadana, sea por medio de la negociación política o haciendo uso de
la fuerza que les otorgan la constitución y las leyes del país.

No hay lugar a dudas en el sentido de que todos los Estados que son parte de los
instrumentos que les imponen la obligación de respetar los derechos humanos estan
ligados por los compromisos consagrados en ellos. Esto es claro en circunstancias
de normalidad, o sea, de ausencia de perturbaciones del orden público que pueden
exigir medidas especiales. Limitándonos al Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos que entró en vigor en 1976, su artículo 2 establece explicitamente los
compromisos de los Estados Parte de respetar y garantizar los derechos que el
mismo Pacto reconoce, y la obligación de adoptar las medidas necesarias para
hacer efectivos esos derechos. Estas medidas, como el mismo texto lo dice, pueden
ser legislativas “o de otro carácter”, lo cual nos indica que las disposiciones
normativas pueden ser necesarias pero no suficientes, y que lo esencial es lo que
ocurre en la práctica en materia de respeto a los derechos humanos. Los órganos
de los tratados insisten en la importancia de vigilar no sólo el desarrollo legislativo
para la protección de los derechos, sino particularmente lo que ocurre en la realidad,
que con frecuencia ofrece un panorama muy diferente al que establecen los textos
legales. En el caso de la aplicación del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, por su carácter general e inclusivo, del cual otros instrumentos vigentes
son el desarrollo, es fundamental tener en cuenta que las obligaciones que impone
deben ser respetadas plenamente por todos los Estados Partes, en circunstancias
de normalidad.

Estados de emergencia y derechos humanos

¿Pero que ocurre en situaciones de conflicto, cuando la marcha normal de las


instituciones se ve perturbada, y las autoridades se ven llamadas a actuar en
defensa del orden público y de la convivencia ciudadana? El mismo Pacto ofrece la
solución, al prescribir en su artículo 4 que en circunstancias excepcionales, o sea
de emergencia, los Estados Partes… “podrán adoptar disposiciones que, en la
medida estrictamente limitada a las exigencias de la situación, suspendan las
obligaciones contraídas en virtud de este Pacto, siempre que tales disposiciones no
sean incompatibles con las demás obligaciones que les impone el derecho
internacional”… Esta facultad de suspender las obligaciones consagradas en el
Pacto no es ilimitada, ya que el párrafo 2 del mismo artículo señala taxativamente
los artículos que no pueden ser suspendidos, que son el 6, el 7, los párrafos 1 y 2
del 8, el 11, el 15, el 16 y el 18. El artículo 4 del Pacto establece también dos
condiciones adicionales para la utilización del derecho de suspensión de algunos
artículos en situaciones de emergencia: que la existencia de esta situación haya
sido proclamada oficialmente, o sea de acuerdo con las normas internas de carácter
constitucional o legal, y que el Estado que quiera hacer uso del derecho de
suspensión informe a los demás Estados Partes, por conducto del Secretario
General de las Naciones Unidas, sobre las disposiciones cuya aplicación haya
suspendido y los motivos que hayan suscitado la suspensión. De esta manera
queda establecida claramente la naturaleza excepcional del recurso consagrado en
el artículo 4 del Pacto y sus limitaciones.

Políticas de seguridad y derechos humanos

La atenta lectura del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la


jurisprudencia que ha ido desarrollando el Comité de Derechos Humanos y el
cuerpo de doctrina consignado en las Observaciones Generales aprobadas por el
mismo Comité nos permiten tener una idea clara de las obligaciones que los
Estados Partes deben respetar durante los enfrentamientos o hechos perturbadores
del orden público. Estas obligaciones son permanentes, de la misma manera que
son permanentes las obligaciones de los Estados Parte del Protocolo Adicional II en
lo que se refiere al respeto debido a las normas del Derecho Internacional
Humanitario durante las hostilidades o enfrentamientos característicos de los
conflictos internos. Las políticas de seguridad deben estar enmarcadas dentro de
los principios contenidos en los distintos instrumentos de defensa de los derechos
humanos, con la sola exepción ya mencionada de las situaciones de emergencia,
pero siempre con las limitaciones establecias por el artículo 4 del Pacto. Para
superar estas circunstancias de excepción surge el interrogante de saber cuales
son las normas que deben seguir los Estados para no incurrir en violaciones de las
obligaciones que les impone el cabal cumpliento de sus compromisos
internacionales. Y es en este campo donde se presentan con frecuencia los
conflictos entre la necesidad de solucionar los conflictos internos, mediante la
afirmación de la autoridad del Estado, y el respeto debido a las normas que el mismo
Estado se ha comprometido a cumplir.
Solución de conflictos y negociaciones de paz

La historia nos enseña que de las situaciones de conflicto interno difícilmente se


sale únicamente con la aplicación de medidas de fuerza, tendientes a erradicar los
movimientos o grupos que se insurgen contra la autoridad del Estado. Todo
gobierno trata de utilizar los medios coercitivos que se hallan a su alcance para
lograr la desaparición de factores de perturbación, y para ello estan en todo su
derecho, siempre que actúen dentro de los límites que les imponen el respeto a los
derechos humanos y a las libertades fundamentales. Pero son excepcionales los
casos en que las políticas de fuerza bastan para lograr la normalización de la vida
social. En la gran mayoría de los episodios de conflicto interno tarde o temprano se
llega a la negociación política, que siempre es el resultado de transacciones y
contraprestaciones. Desafortunadamente se ignoran a menudo las exigencias
jurídicas que se deberían respetar en este tipo de compromisos. En otras palabras,
las soluciones de los conflictos internos ofrecen el ejemplo típico de decisiones
políticas que pueden ser contradictorias con las obligaciones internacionales de los
Estados en materia de la protección debida a los derechos humanos.

En los últimos decenios se han celebrado múltiples acuerdos entre las partes
enfrentadas dentro del territorio de un Estado Parte. Estos acuerdos, de muy variada
índole y de características y consecuencias disímiles, conducen a la adopción de
medidas legislativas que, de una u otra forma, consagran las concesiones que han
hecho las partes para llegar a la normalización. Todos conocemos los varios
ejemplos de leyes de “perdón y olvido”, de “punto final”, de “investigación de la
verdad y castigo de los responsables”, de “justicia y paz”, de “justicia y reparación”,
etc. En muchas ocasiones estas disposiciones legislativas aceptan explícitas o
implícitas causales de impunidad para los responsables de la comisión de actos
delictivos, y abren la posibilidad de decretar amnistías o indultos que siempre
suscitan dudas sobre la posible violación de compromisos internacionales y de los
principios que el derecho internacional ha venido perfeccionando en los últimos
años.

No se trata de poner en tela de juicio el derecho de los Estados de agotar todos los
esfuerzos necesarios para recuperar la normalidad ciudadana. El derecho
internacional es claro en reconocer ese derecho y, como ya hemos visto, el mismo
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos reconoce que en ciertas
circunstancias puede ser necesario acudir a medidas excepcionales que implican
una parcial suspensión de algunos de los derechos que el instrumento consagra.
Para no ir mas lejos, este mismo año la Comisión de Derechos Humanos, en su
Resolución 2005/32 “La democracia y el imperio de la ley”, aprobada sin votos en
contra el 19 de abril de 2005, destaca en el párrafo 9 que…”los países que salen de
un conflicto tal vez necesiten medidas especiales para enfrentar el legado de las
violaciones de los derechos humanos y sacar adelante la gobernanza democrática
y el imperio de la ley”… Lo que no puede prestarse a duda es la obligación de los
Estados, en la aplicación de sus políticas de seguridad, de actuar dentro de los
límites permisibles, y en estos límites figura en lugar principal el respeto a los
derechos humanos que los mismos Estados han aceptado como inviolables e
imprescriptibles.

Si bien es cierto que durante los conflictos internos es clara la responsabilidad de


los Estados de cumplir con las normas del Derecho Internacional Humanitario y de
los instrumentos que consagran el respeto a los derechos humanos, pueden surgir
dudas sobre las obligaciones de los mismos Estados en los procesos de
normalización de las situaciones de conflicto, cuando normalmente estos procesos
son fruto de algún acuerdo o negociación de carácter político. Ya hemos dicho que
en estas negociaciones siempre existe un juego de concesiones recíprocas entre
las partes, ya que es difícil pensar que las fuerzas o grupos enfrentados a las
autoridades renuncien a sus pretensiones sin la garantía de un tratamiento especial,
que puede llegar hasta la exigencia de algún tipo de indulto o amnistía o, al menos,
de compromisos por parte del Estado de juzgar a los responsables de los delitos
cometidos en forma más favorable que al resto de los delincuentes. ¿Hasta dónde
pueden ir los Estados en materia de concesiones para quienes han cometidos
delitos que, además de ser violatorios de la normatividad doméstica, constituyen
infracciones de los pactos de derechos humanos que las autoridades están
obligadas a respetar? ¿Qué prebendas o tratamientos especiales entran dentro de
la discrecionalidad de los Estados y cuáles deben ser los límites de esa
discrecionalidad? Este punto no sólo es de interés académico y de preocupación de
los tratadistas, sino de palpitante actualidad en vista de la frecuencia con que los
conflictos internos culminan en negociaciones de paz o normalización de la vida
social, que necesariamente exigen la aprobación de normas legislativas para dar
aplicación a los acuerdos celebrados.

El artículo 2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos

A este respecto hay que reconocer que todos los tratados sobre derechos humanos
consagran obligaciones que los Estados no pueden desconocer en las medidas que
toman para solucionar los conflictos domésticos, así sean estas medidas resultado
de los acuerdos con las partes involucradas en los conflictos. Limitándonos al Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que por su carácter general merece
una atención especial, tiene particular importancia la doctrina desarrollada por el
Comité de Derechos Humanos, a través de la interpretación del Pacto por medio las
Observaciones Generales con que ha enriquecido la jurisprudencia de los órganos
de los tratados de derechos humanos. Es singularmente pertinente la Observación
General No. 31, aprobada el 29 de marzo de 2004, titulada “Naturaleza de la
obligación jurídica general impuesta a los Estados Partes en el Pacto”, que fija el
sentido y los alcances del artículo 2 del Pacto. En el párrafo 15 de la Observación
General No. 31 se reitera la obligación de los Estados Partes de garantizar que
todas las personas dispongan de recursos accesibles y efectivos para reivindicar
los derechos reconocidos en el Pacto y de investigar las violaciones de los
compromisos adquiridos.

El párrafo 16, por su parte, se dirige directamente a las situaciones a que nos
venimos refiriendo, cuando los Estados dictan disposiciones para poner fin a los
enfrentamientos internos y para aplicar la justicia a quienes han sido víctimas de la
violación de las leyes domésticas. Vale la pena citar textualmente este párrafo de la
Observación General No. 31: “En el párrafo 3 del artículo 2 (del Pacto) se dispone
que los Estados Parte han de dar reparación a las personas cuyos derechos
reconocidos en el Pacto hayan sido infringidos. Si no se da reparación a las
personas cuyos derechos reconocidos en el Pacto hayan sido infringidos, queda sin
cumplir la obligación de facilitar recursos efectivos, que es el elemento central para
cumplir las disposiciones del párrafo 3 del artículo 2. Además de las reparaciones
explícitas indicadas en el párrafo 5 del artículo 9 y en el párrafo 6 del artículo 14 (del
Pacto), el Comité considera que en el Pacto se dispone por lo general la concesión
de una indemnización apropiada. El Comité toma nota de que, en los casos en que
proceda, la reparación puede consistir en la restitución, la rehabilitación y la
adopción de medidas tendientes a dar una satisfacción, entre ellas la presentación
de disculpas públicas y testimonios oficiales, el ofrecimiento de garantías de evitar
la reincidencia y la reforma de las leyes y prácticas aplicables, y el enjuiciamiento
de los autores de violaciones de los derechos humanos.”

Acuerdos de paz y obligaciones de los Estados

Es doble, pues, la obligación de los Estados cuando pretenden solucionar los


conflictos internos por medio de una legislación que recoge los acuerdos a que
hayan podido llegar con grupos o fuerzas adversas al orden público. La primera es
la de investigar y castigar las violaciones de los derechos humanos cometidas por
los individuos comprometidos en conductas delictivas, y la segunda la de reparar a
las víctimas de esas violaciones. En qué consiste exactamente la justicia que debe
impartir el Estado es, en la práctica, un punto difícil de precisar, ya que los acuerdos
de paz por lo general consagran beneficios negociados a favor de quienes acceden
a entrar en la normalidad institucional. Lo mismo puede ocurrir con las reparaciones
a favor de las víctimas, sobre todo cuando estas deben correr por cuenta de los
victimarios. Pero esta discrecionalidad de los Estados no puede llegar hasta
desconocer abiertamente las obligaciones que les imponen los instrumentos
internacionales, así sean poderosas las razones que los han llevado a facilitar las
negociaciones conducentes a la paz y la normalidad. La exagerada indulgencia en
el tratamiento de los delincuentes y la renuencia en reconocer la necesaria
reparación a favor de las víctimas constituyen conductas claramente violatorias de
las obligaciones de los Estados en materia de respeto a los derechos humanos. Con
demasiada frecuencia las ofertas de “perdón y olvido”, de amnistías y de indultos,
que han caracterizado los procesos llamados de “paz y reconciliación” de los últimos
años en diversos países, han constituído precedentes funestos para la
consolidación de una política respetuosa de los derechos humanos y de una
verdadera justicia internacional.

Desarrollos del Derecho Penal Internacional

Todos los Estados parte de los convenios sobre Derecho Internacional Humanitario,
es decir los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adiconales, y sobre la
protección de los derechos humanos, tienen la obligación de honrar sus
compromisos, tanto en situaciones de conflicto internacional como en los conflictos
internos. Las políticas de seguridad no pueden tener un alcance y unas
características que impliquen el desconocimiento de esas obligaciones. Esta
exigencia del derecho internacional se ha vuelto mas clara y explícita con los
desarrollos que han tenido lugar en el campo del Derecho Penal Internacional, y
muy particularmente desde la creación de la Corte Penal Internacional en 1998. Ya
con anterioridad la comunidad internacional había reconocido la necesidad de
contar con medios idóneos para juzgar y castigar a los responsables de delitos
atroces, tanto durante los conflictos internacionales como internos. El
establecimientos de tribunales especiales para Yugoeslavia y Ruanda, para no
mencionar el antecedente del tribunal de Nuremberg, fueron señales elocuentes de
la preocupación universal por lograr una justicia que viniera a subsanar los vacíos y
deficiencias de los sistemas de justicia nacionales. El carácter complementario o
subsidiario de la Corte Penal Internacional no disminuye la importancia de sus
funciones, sino que refuerza la idea de que de ahora en adelante el juzgamiento y
castigo de los culpables de los mas graves delitos contra la persona humana será
una responsabilidad universal.

Si bien es cierto que aún falta mucho por recorrer en el proceso de consolidación
del concepto de justicia universal, y que la utilidad y eficacia de la misma Corte sólo
se podrán comprobar con el correr del tiempo, es indudable que ya existe la
percepción de que los peores crímenes contra la dignidad de la persona podrán ser
investigados y castigados por instancias internacionales, cuando los sistemas
jurídicos de los Estados no puedan o se nieguen a hacerlo.

El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, recogiendo el paulatino


desarrollo de las ideas de justicia internacional de los últimos decenios, define la
competencia del tribunal sobre cuatro categorías de crímenes: a) el crimen de
genocidio; b) los crímenes de lesa humanidad; c) los crímenes de guerra; y d) el
crimen de agresión. El mismo Estatuto define el alcance de cada una de estas
categorías a partir del artículo 6, salvo en lo referente al crimen de agresión, cuya
definición no ha sido aprobada aún. La definición de “crímenes de lesa humanidad”
cubre la mayoría de las disposiciones contenidas en los diversos instrumentos de
derechos humanos, y se aplica tanto a situaciones de normalidad como a los
conflictos internacionales e internos. El alcance del concepto de “crímenes de
guerra” es un desarrollo minucioso de las normas de los Convenios de Ginebra de
1949 y sus Protocolos Adicionales, sin hacer distinción entre conflictos internos e
internacionales. La amplia competencia de la Corte se ve reforzada por el principio
de imprescriptibilidad, consagrado por el artículo 29 del Estatuto, que constituye un
avance fundamental para lograr la universalidad de la justicia internacional.

Temas de discusión

1.- Diferencias y similitudes entre el Derecho Internacional Humanitario y los


tratados de derechos humanos en las situaciones de conflicto.

2.- La aplicación de las políticas de seguridad por parte de los Estados para
recuperar la normalidad en los conflictos internos deben tener en cuenta las
implicaciones de las mismas en el campo de la protección de los derechos
humanos.

3.- Expertos en el campo del Derecho de los derechos humanos y del Derecho
Internacional Humanitario deben asesorar siempre a las autoridades en la
aplicación de las políticas de seguridad de los Estados.

4.- Debe garantizarse la participación de expertos en derechos humanos en los


procesos de solución de conflictos internos, para evitar violaciones flagrantes de las
obligaciones internacionales por parte de los Estados comprometidos en estos
procesos.

5.- Los Estados, en los procesos de solución de conflictos y en los compromisos


que llegaren a adquirir frente a los grupos o personas con los cuales pactaren
acuerdos, deben tener en cuenta las opiniones de la comunidad internacional en
relación con el cumplimiento de las normas de protección de los derechos humanos,
incluyendo los aportes de las organizaciones no gubernamentales, de los
defensores de los derechos humanos y de los organismos internacionales que
trabajan en este campo.

RELIGIONES Y DERECHOS HUMANOS

libertad de culto o libertad religiosa es un derecho fundamental que se refiere a la


opción de cada ser humano de elegir libremente su religión, de no elegir ninguna
(irreligión), o de no creer o validar la existencia de un Dios (ateísmo y agnosticismo)
y ejercer dicha creencia públicamente, sin ser víctima de opresión, discriminación o
intento de cambiarla a la fuerza.1

Este concepto va más allá de la simple tolerancia religiosa que permite, como una
concesión graciable, el ejercicio de religiones distintas a la impuesta oficialmente,
en situaciones de confesionalidad del Estado propias del Antiguo Régimen. En
las democracias modernas generalmente el Estado garantiza la libertad religiosa a
todos sus ciudadanos, pero en la práctica la elección del credo está dado
generalmente por costumbres familiares y sociales, asociándose frecuentemente
ciertas sociedades a ciertas religiones. Además las situaciones de discriminación
religiosa o intolerancia religiosa siguen siendo muy frecuentes en distintas partes
del mundo, registrándose casos de intolerancia, preferencia de una religión sobre
otras y persecución a ciertos credos o a quienes no siguen ninguno.

La libertad religiosa es reconocida por el derecho internacional en varios


documentos, como el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y el artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; el
art. 27 de este mismo pacto garantiza a las minorías religiosas el derecho a confesar
y practicar su religión. De la misma forma lo hace la Convención de los Derechos
del Niño, en su art. 14, y el artículo 9 de la Convención Europea de Derechos
Humanos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el citado artículo 18,


indica:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de


religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así
como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente,
tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la
observancia.

Estado laico

Estado laico o Estado secular se denomina al Estado, y por extensión a


una nación o país, independiente de cualquier organización o confesión religiosa o
de toda religión1 y en el cual las autoridades políticas no se adhieren públicamente
a ninguna religión determinada ni las creencias religiosas influyen sobre la política
nacional.

En un sentido estricto la condición de Estado laico supone la nula injerencia de


cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno del mismo, ya sea, en
el poder legislativo, el ejecutivo o el judicial. En un sentido laxo un Estado laico es
aquel que es neutral en materia de religión por lo que no ejerce apoyo ni oposición
explícita o implícita a ninguna organización o confesión religiosa. Es importante
señalar que no todos los Estados que se declaran laicos lo son en la práctica.

A diferencia del Estado laico, un Estado aconfesional es aquel que no se adhiere y


no reconoce como oficial ninguna religión en concreto, aunque pueda tener
acuerdos (colaborativos o de ayuda económica principalmente).

Estado confesional

Un Estado confesional es el que se adhiere a una religión específica,


llamada religión oficial (iglesia estatal o iglesia establecida). Esta situación puede
ser simplemente resultado de los usos o tradición, o reflejarse en su legislación,
especialmente en la Constitución del país. El que el Estado reconozca una religión
oficial, no significa que otras religiones no se permitan practicar con libertad, bien
públicamente o bien restringidas al ámbito privado. Esa situación es la de tolerancia
religiosa o intolerancia, respectivamente.

La situación contraria es la de Estado laico, que practica el laicismo o la separación


entre la religión y el Estado.

GRUPOS VULNERABLES Y DERECHOS HUMANOS

La Declaración Universal de los Derechos Humanos se aprobó en 1948, pero


todavía hoy en día muchas personas no pueden ejercer sus derechos en igualdad
de condiciones ni son tratadas de forma plenamente equitativa en nuestra sociedad,
como es el caso de las personas con discapacidad intelectual.

En el año 2006 las Naciones Unidas aprobaron una Convención sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad que establece que las personas con
discapacidad tienen los mismos derechos que cualquier otra persona y que somos
iguales ante la ley.
Es necesario que todas las personas sean conocedoras de sus derechos y deberes
para poderlos ejercer plenamente y que estos sean respetados. En este sentido,
desde la FCSD se están llevando a cabo varias actuaciones para incrementar el
conocimiento y la visibilización de las personas con discapacidad intelectual en
referencia a sus derechos y deberes, a la vez que se quiere fomentar una mayor
sensibilización por parte de la ciudadanía hacia esta temática. Algunas de estas
iniciativas son:

- Plan transversal de formación en materia de Derechos Humanos

A partir de 2013 la FCSD ha habilitado unos espacios de formación y capacitación


específicos en Derechos Humanos para personas con DI. El objetivo de este
espacio es proporcionar información para ayudar a la reflexión sobre el ejercicio
de los derechos humanos.
Algunos de estos espacios son transversales a otras actividades formativas, como
grupos de autogestores, blog Èxit21, formación de adultos, etc.

Aquí podéis encontrar el programa.

- Grupos Autogestores
Se denomina 'autogestor/a' a una persona adulta que quiere ejercer la propia
autodeterminación, entendida como la capacidad y la oportunidad de tomar
decisiones y hacerse cargo de su propia vida.

Las personas con DI tienen derechos y deberes igual que todo el mundo, pero a
veces, debido a las necesidades de apoyos, otras personas adultas deciden por
ellos y ellas y limitan su autonomía en la vida cotidiana y en sus proyectos vitales.
Es importante que las personas de su entorno (familia, representantes legales,
amigos, gente del trabajo...) respeten sus voluntades y cuenten con ellos. Por eso
es necesario que puedan comunicar lo que quieren, cómo se sienten y lo que
consideran importante.
Por otro lado, los autogestores participan en la representación del propio colectivo:
en espacios institucionales (en las entidades que les representan) y también
comunitarios (en las plataformas cívicas, culturales y de comunicación).
Los grupos de autogestores tienen la oportunidad de reunirse periódicamente para
organizarse, para hablar de los temas que les interesan: preocupaciones, deseos,
necesidades... , para hacer propuestas, para planificar acciones que quieren
desarrollar. Así aprenden a ejercer la autogestión: haciéndose más visibles,
influyendo en sus entornos, haciendo oír sus voces.

¡Los grupos son espacios de encuentro abiertos a todo el mundo que quiera
participar!

- EXIT21

Se trata sobre todo de un instrumento puesto a disposición de las personas con


discapacidad intelectual con el objetivo de permitir que se hagan un lugar en el
mundo de los medios de comunicación. La idea es dar respuesta a la demanda de
las personas a través de un proyecto de comunicación pensado, elaborado y
ejecutado por las mismas personas con discapacidad. El reto es hacer uso de las
nuevas tecnologías de la información y de la comunicación para hacer escuchar su
voz, compartir opiniones, pensamientos e inquietudes con un público heterogéneo
y de horizontes diversos. En definitiva, se tratará de hacer del derecho a la palabra
una realidad para todos y todas.

El espacio Èxit21, además de contribuir a la formación de los miembros del equipo,


quiere ser el medio por excelencia de comunicación de la Fundació Catalana
Síndrome de Down. El objetivo final es permitir que personas, que por el simple
hecho de tener discapacidad están privadas de la palabra, estén preparadas para
poder llevar ellas mismas su comunicación. Esto supone naturalmente la
adquisición de conocimientos teóricos y prácticos en relación con el ejercicio del
periodismo.
- Recursos en materia de Derechos Humanos

Lectura fácil

- Declaración Universal de los Derechos Humanos, edición de Fácil Lectura.


- Convención internacional de Naciones Unidas sobre los Derechos de las
personas con discapacidad en fácil lectura.
- Convención sobre los derechos de las personas con Discapacidad. Adaptada
para personas que utilizan sistemas pictográficos de comunicación.

Castellano
- Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y Protocolo
Facultativo.
- La Convención Internacional de Naciones Unidas sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad vista por sus Protagonistas
- Guía «Defendemos nuestros derechos en el día a día»
- Tenemos Derechos Humanos. Manual de Derechos Humanos para personas con
Discapacidades Intelectuales
- Derechos humanos y discapacidad. Uso actual y posibilidades futuras de los
instrumentos de derechos humanos de las Naciones Unidas en el contexto de la
discapacidad
- El impacto general de la convención internacional sobre los derechos de las
personas con discapacidad en el ordenamiento jurídico español

Inglés

- Adoptada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General en


su resolución 39/46, de 10 de diciembre de 1984.

- Entrada en vigor: 26 de junio de 1987, de conformidad con el artículo 27.1.


- España firma la Convención el 4 de febrero de 1985 y la ratifica el 21 de
octubre de 1987.

TEXTO

Los Estados Partes en la presente Convención,

Considerando que, de conformidad con los principios proclamados en la Carta de


las Naciones Unidas, el reconocimiento de los derechos iguales e inalienables de
todos los miembros de la familia humana es la base de la libertad, la justicia y la paz
en el mundo,

Reconociendo que estos derechos emanan de la dignidad inherente de la persona


humana,

Considerando la obligación que incumbe a los Estados en virtud de la Carta, en


particular del Artículo 55, de promover el respeto universal y la observancia de los
derechos humanos y las libertades fundamentales,

Teniendo en cuenta el artículo 5 de la Declaración Universal de Derechos


Humanos y el artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que
proclaman que nadie será sometido a tortura ni a tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes,

Teniendo en cuenta asimismo la Declaración sobre la Protección de Todas las


Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, aprobada por la Asamblea General el 9 de diciembre de 1975,

Deseando hacer más eficaz la lucha contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes en todo el mundo,

Han convenido en lo siguiente:


Parte I
Artículo 1

1. A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término


"tortura" todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona
dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener
de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto
que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o
coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier
tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos
por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas,
a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se
considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia
únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a
éstas.

2. El presente artículo se entenderá sin perjuicio de cualquier instrumento


internacional o legislación nacional que contenga o pueda contener
disposiciones de mayor alcance.

Artículo 2

1. Todo Estado Parte tomará medidas legislativas, administrativas, judiciales


o de otra índole eficaces para impedir los actos de tortura en todo territorio
que esté bajo su jurisdicción.

2. En ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como


estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna o
cualquier otra emergencia pública como justificación de la tortura.

3. No podrá invocarse una orden de un funcionario superior o de una autoridad


pública como justificación de la tortura.
Artículo 3

1. Ningún Estado Parte procederá a la expulsión, devolución o extradición de


una persona a otro Estado cuando haya razones fundadas para creer que
estaría en peligro de ser sometida a tortura.

2. A los efectos de determinar si existen esas razones, las autoridades


competentes tendrán en cuenta todas las consideraciones pertinentes,
inclusive, cuando proceda, la existencia en el Estado de que se trate de un
cuadro persistente de violaciones manifiestas, patentes o masivas de los
derechos humanos.

Artículo 4

1. Todo Estado Parte velará por que todos los actos de tortura constituyan
delitos conforme a su legislación penal. Lo mismo se aplicará a toda tentativa
de cometer tortura y a todo acto de cualquier persona que constituya
complicidad o participación en la tortura.

2. Todo Estado Parte castigará esos delitos con penas adecuadas en las que
se tenga en cuenta su gravedad.

Artículo 5

1. Todo Estado Parte dispondrá lo que sea necesario para instituir su


jurisdicción sobre los delitos a que se refiere el artículo 4 en los siguientes
casos:

a) Cuando los delitos se cometan en cualquier territorio bajo su jurisdicción


o a bordo de una aeronave o un buque matriculados en ese Estado;

b) Cuando el presunto delincuente sea nacional de ese Estado;


c) Cuando la víctima sea nacional de ese Estado y éste lo considere
apropiado.

2. Todo Estado Parte tomará asimismo las medidas necesarias para


establecer su jurisdicción sobre estos delitos en los casos en que el presunto
delincuente se halle en cualquier territorio bajo su jurisdicción y dicho Estado
no conceda la extradición, con arreglo al artículo 8, a ninguno de los Estados
previstos en el párrafo 1 del presente artículo.

3. La presente Convención no excluye ninguna jurisdicción penal ejercida de


conformidad con las leyes nacionales.

Artículo 6

1. Todo Estado Parte en cuyo territorio se encuentre la persona de la que se


supone que ha cometido cualquiera de los delitos a que se hace referencia en
el artículo 4, si, tras examinar la información de que dispone, considera que
las circunstancias lo justifican, procederá a la detención de dicha persona o
tomará otras medidas para asegurar su presencia. La detención y demás
medidas se llevarán a cabo de conformidad con las leyes de tal Estado y se
mantendrán solamente por el período que sea necesario a fin de permitir la
iniciación de un procedimiento penal o de extradición.

2. Tal Estado procederá inmediatamente a una investigación preliminar de los


hechos.

3. La persona detenida de conformidad con el párrafo 1 del presente artículo


tendrá toda clase de facilidades para comunicarse inmediatamente con el
representante correspondiente del Estado de su nacionalidad que se
encuentre más próximo o, si se trata de un apátrida, con el representante del
Estado en que habitualmente resida.

4. Cuando un Estado, en virtud del presente artículo, detenga a una persona,


notificará inmediatamente tal detención y las circunstancias que la justifican a
los Estados a que se hace referencia en el párrafo 1 del artículo 5. El Estado
que proceda a la investigación preliminar prevista en el párrafo 2 del presente
artículo comunicará sin dilación sus resultados a los Estados antes
mencionados e indicará si se propone ejercer su jurisdicción.

Artículo 7

1. El Estado Parte en el territorio de cuya jurisdicción sea hallada la persona


de la cual se supone que ha cometido cualquiera de los delitos a que se hace
referencia en el artículo 4, en los supuestos previstos en el artículo 5, si no
procede a su extradición, someterá el caso a sus autoridades competentes a
efectos de enjuiciamiento.

2. Dichas autoridades tomarán su decisión en las mismas condiciones que las


aplicables a cualquier delito de carácter grave, de acuerdo con la legislación
de tal Estado. En los casos previstos en el párrafo 2 del artículo 5, el nivel de
las pruebas necesarias para el enjuiciamiento o inculpación no será en modo
alguno menos estricto que el que se aplica en los casos previstos en el párrafo
1 del artículo 5.

3. Toda persona encausada en relación con cualquiera de los delitos


mencionados en el artículo 4 recibirá garantías de un trato justo en todas las
fases del procedimiento.

Artículo 8

1. Los delitos a que se hace referencia en el artículo 4 se considerarán


incluidos entre los delitos que dan lugar a extradición en todo tratado de
extradición celebrado entre Estados Partes. Los Estados Partes se
comprometen a incluir dichos delitos como caso de extradición en todo tratado
de extradición que celebren entre sí en el futuro.

2. Todo Estado Parte que subordine la extradición a la existencia de un


tratado, si recibe de otro Estado Parte con el que no tiene tratado al respecto
una solicitud de extradición, podrá considerar la presente Convención como la
base jurídica necesaria para la extradición referente a tales delitos. La
extradición estará sujeta a las demás condiciones exigibles por el derecho del
Estado requerido.

3. Los Estados Partes que no subordinen la extradición a la existencia de un


tratado reconocerán dichos delitos como casos de extradición entre ellos, a
reserva de las condiciones exigidas por el derecho del Estado requerido.

4. A los fines de la extradición entre Estados Partes, se considerará que los


delitos se han cometido, no solamente en el lugar donde ocurrieron, sino
también en el territorio de los Estados obligados a establecer su jurisdicción
de acuerdo con el párrafo 1 del artículo 5.

Artículo 9

1. Los Estados Partes se prestarán todo el auxilio posible en lo que respecta


a cualquier procedimiento penal relativo a los delitos previstos en el artículo 4,
inclusive el suministro de todas las pruebas necesarias para el proceso que
obren en su poder.

2. Los Estados Partes cumplirán las obligaciones que les incumben en virtud
del párrafo 1 del presente artículo de conformidad con los tratados de auxilio
judicial mutuo que existan entre ellos.

Artículo 10

1. Todo Estado Parte velará por que se incluyan una educación y una
información completas sobre la prohibición de la tortura en la formación
profesional del personal encargado de la aplicación de la ley, sea éste civil o
militar, del personal médico, de los funcionarios públicos y otras personas que
puedan participar en la custodia, el interrogatorio o el tratamiento de cualquier
persona sometida a cualquier forma de arresto, detención o prisión.
2. Todo Estado Parte incluirá esta prohibición en las normas o instrucciones
que se publiquen en relación con los deberes y funciones de esas personas.

Artículo 11

Todo Estado Parte mantendrá sistemáticamente en examen las normas e


instrucciones, métodos y prácticas de interrogatorio, así como las
disposiciones para la custodia y el tratamiento de las personas sometidas a
cualquier forma de arresto, detención o prisión en cualquier territorio que esté
bajo su jurisdicción, a fin de evitar todo caso de tortura.

Artículo 12

Todo Estado Parte velará por que, siempre que haya motivos razonables para
creer que dentro de su jurisdicción se ha cometido un acto de tortura, las
autoridades competentes procedan a una investigación pronta e imparcial.

Artículo 13

Todo Estado Parte velará por que toda persona que alegue haber sido
sometida a tortura en cualquier territorio bajo su jurisdicción tenga derecho a
presentar una queja y a que su caso sea pronta e imparcialmente examinado
por sus autoridades competentes. Se tomarán medidas para asegurar que
quien presente la queja y los testigos estén protegidos contra malos tratos o
intimidación como consecuencia de la queja o del testimonio prestado.

Artículo 14

1. Todo Estado Parte velará por que su legislación garantice a la víctima de


un acto de tortura la reparación y el derecho a una indemnización justa y
adecuada, incluidos los medios para su rehabilitación lo más completa posible.
En caso de muerte de la víctima como resultado de un acto de tortura, las
personas a su cargo tendrán derecho a indemnización.
2. Nada de lo dispuesto en el presente artículo afectará a cualquier derecho
de la víctima o de otra persona a indemnización que pueda existir con arreglo
a las leyes nacionales.

Artículo 15

Todo Estado Parte se asegurará de que ninguna declaración que se


demuestre que ha sido hecha como resultado de tortura pueda ser invocada
como prueba en ningún procedimiento, salvo en contra de una persona
acusada de tortura como prueba de que se ha formulado la declaración.

Artículo 16

1. Todo Estado Parte se comprometerá a prohibir en cualquier territorio bajo


su jurisdicción otros actos que constituyan tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes y que no lleguen a ser tortura tal como se define en el artículo
1, cuando esos actos sean cometidos por un funcionario público u otra
persona que actúe en el ejercicio de funciones oficiales, o por instigación o
con el consentimiento o la aquiescencia de tal funcionario o persona. Se
aplicarán, en particular, las obligaciones enunciadas en los artículos
10, 11, 12 y 13, sustituyendo las referencias a la tortura por referencias a otras
formas de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

2. La presente Convención se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en otros


instrumentos internacionales o leyes nacionales que prohíban los tratos y las
penas crueles, inhumanos o degradantes o que se refieran a la extradición o
expulsión.

Parte II
Artículo 17

1. Se constituirá un Comité contra la Tortura (denominado en lo que sigue


el Comité), el cual desempeñará las funciones que se señalan más adelante.
ElComité estará compuesto de diez expertos de gran integridad moral y
reconocida competencia en materia de derechos humanos, que ejercerán sus
funciones a título personal. Los expertos serán elegidos por los Estados Partes
teniendo en cuenta una distribución geográfica equitativa y la utilidad de la
participación de algunas personas que tengan experiencia jurídica.

2. Los miembros del Comité serán elegidos en votación secreta de una lista
de personas designadas por los Estados Partes. Cada uno de los Estados
Partes podrá designar una persona entre sus propios nacionales. Los Estados
Partes tendrán presente la utilidad de designar personas que sean también
miembros del Comité de Derechos Humanos establecido con arreglo al Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y que estén dispuestas a prestar
servicio en el Comité constituido con arreglo a la presente Convención.

3. Los miembros del Comité serán elegidos en reuniones bienales de los


Estados Partes convocadas por el Secretario General de las Naciones Unidas.
En estas reuniones, para las cuales formarán quórum dos tercios de los
Estados Partes, se considerarán elegidos para el Comité los candidatos que
obtengan el mayor número de votos y la mayoría absoluta de los votos de los
representantes de los Estados Partes presentes y votantes.

4. La elección inicial se celebrará a más tardar seis meses después de la fecha


de entrada en vigor de la presente Convención. Al menos cuatro meses antes
de la fecha de cada elección, el Secretario General de las Naciones Unidas
dirigirá una carta a los Estados Partes invitándoles a que presenten sus
candidaturas en un plazo de tres meses. El Secretario General preparará una
lista por orden alfabético de todas las personas designadas de este modo,
indicando los Estados Partes que las han designado, y la comunicará a los
Estados Partes.

5. Los miembros del Comité serán elegidos por cuatro años. Podrán ser
reelegidos si se presenta de nuevo su candidatura. No obstante, el mandato
de cinco de los miembros elegidos en la primera elección expirará al cabo de
dos años; inmediatamente después de la primera elección, el presidente de la
reunión a que se hace referencia en el párrafo 3 del presente artículo
designará por sorteo los nombres de esos cinco miembros.

6. Si un miembro del Comité muere o renuncia o por cualquier otra causa no


puede ya desempeñar sus funciones en el Comité, el Estado Parte que
presentó su candidatura designará entre sus nacionales a otro experto para
que desempeñe sus funciones durante el resto de su mandato, a reserva de
la aprobación de la mayoría de los Estados Partes. Se considerará otorgada
dicha aprobación a menos que la mitad o más de los Estados Partes
respondan negativamente dentro de un plazo de seis semanas a contar del
momento en que el Secretario General de las Naciones Unidas les comunique
la candidatura propuesta.

7. Los Estados Partes sufragarán los gastos de los miembros del Comité
mientras éstos desempeñen sus funciones.

Artículo 18

1. El Comité elegirá su Mesa por un período de dos años. Los miembros de la


Mesa podrán ser reelegidos.

2. El Comité establecerá su propio reglamento, en el cual se dispondrá, entre


otras cosas, que:

a) Seis miembros constituirán quórum;

b) Las decisiones del Comité se tomarán por mayoría de votos de los


miembros presentes.

3. El Secretario General de las Naciones Unidas proporcionará el personal y


los servicios necesarios para el desempeño eficaz de las funciones del Comité
en virtud de la presente Convención.
4. El Secretario General de las Naciones Unidas convocará la primera reunión
del Comité. Después de su primera reunión, el Comité se reunirá en las
ocasiones que se prevean en su reglamento.

5. Los Estados Partes serán responsables de los gastos que se efectúen en


relación con la celebración de reuniones de los Estados Partes y del Comité,
incluyendo el reembolso a las Naciones Unidas de cualesquiera gastos, tales
como los de personal y los de servicios, que hagan las Naciones Unidas
conforme al párrafo 3 del presente artículo.

Artículo 19

1. Los Estados Partes presentarán al Comité, por conducto del Secretario


General de las Naciones Unidas, los informes relativos a las medidas que
hayan adoptado para dar efectividad a los compromisos que han contraído en
virtud de la presente Convención, dentro del plazo del año siguiente a la
entrada en vigor de la Convención en lo que respecta al Estado Parte
interesado. A partir de entonces, los Estados Partes presentarán informes
suplementarios cada cuatro años sobre cualquier nueva disposición que se
haya adoptado, así como los demás informes que solicite el Comité.

2. El Secretario General de las Naciones Unidas transmitirá los informes a


todos los Estados Partes.

3. Todo informe será examinado por el Comité, el cual podrá hacer los
comentarios generales que considere oportunos y los transmitirá al Estado
Parte interesado. El Estado Parte podrá responder al Comité con las
observaciones que desee formular.

4. El Comité podrá, a su discreción, tomar la decisión de incluir cualquier


comentario que haya formulado de conformidad con el párrafo 3 del presente
artículo, junto con las observaciones al respecto recibidas del Estado Parte
interesado, en su informe anual presentado de conformidad con el artículo 24.
Si lo solicitara el Estado Parte interesado, el Comité podrá también incluir
copia del informe presentado en virtud del párrafo 1 del presente artículo.

Artículo 20

1. El Comité, si recibe información fiable que a su juicio parezca indicar de


forma fundamentada que se practica sistemáticamente la tortura en el territorio
de un Estado Parte, invitará a ese Estado Parte a cooperar en el examen de
la información y a tal fin presentar observaciones con respecto a la información
de que se trate.

2. Teniendo en cuenta todas las observaciones que haya presentado el Estado


Parte de que se trate, así como cualquier otra información pertinente de que
disponga, el Comité podrá, si decide que ello está justificado, designar a uno
o varios de sus miembros para que procedan a una investigación confidencial
e informen urgentemente al Comité.

3. Si se hace una investigación conforme al párrafo 2 del presente artículo,


el Comité recabará la cooperación del Estado Parte de que se trate, de
acuerdo con ese Estado Parte, tal investigación podrá incluir una visita a su
territorio.

4. Después de examinar las conclusiones presentadas por el miembro o


miembros conforme al párrafo 2 del presente artículo, el Comité transmitirá las
conclusiones al Estado Parte de que se trate, junto con las observaciones o
sugerencias que estime pertinentes en vista de la situación.

5. Todas las actuaciones del Comité a las que se hace referencia en los
párrafos 1 a 4 del presente artículo serán confidenciales y se recabará la
cooperación del Estado Parte en todas las etapas de las actuaciones. Cuando
se hayan concluido actuaciones relacionadas con una investigación hecha
conforme al párrafo 2, el Comité podrá, tras celebrar consultas con el Estado
Parte interesado, tomar la decisión de incluir un resumen de los resultados de
la investigación en el informe anual que presente conforme al artículo 24.

Artículo 21

1. Con arreglo al presente artículo, todo Estado Parte en la presente


Convención podrá declarar en cualquier momento que reconoce la
competencia delComité para recibir y examinar las comunicaciones en que un
Estado Parte alegue que otro Estado Parte no cumple las obligaciones que le
impone la Convención. Dichas comunicaciones sólo se podrán admitir y
examinar conforme al procedimiento establecido en este artículo si son
presentadas por un Estado Parte que haya hecho una declaración por la cual
reconozca con respecto a sí mismo la competencia del Comité. El Comité no
tramitará de conformidad con este artículo ninguna comunicación relativa a un
Estado Parte que no haya hecho tal declaración. Las comunicaciones
recibidas en virtud del presente artículo se tramitarán de conformidad con el
procedimiento siguiente:

a) Si un Estado Parte considera que otro Estado Parte no cumple las


disposiciones de la presente Convención podrá señalar el asunto a la
atención de dicho Estado mediante una comunicación escrita. Dentro de un
plazo de tres meses, contado desde la fecha de recibo de la comunicación,
el Estado destinatario proporcionará al Estado que haya enviado la
comunicación una explicación o cualquier otra declaración por escrito que
aclare el asunto, la cual hará referencia, hasta donde sea posible y
pertinente, a los procedimientos nacionales y a los recursos adoptados, en
trámite o que puedan utilizarse al respecto;

b) Si el asunto no se resuelve a satisfacción de los dos Estados Partes


interesados en un plazo de seis meses contado desde la fecha en que el
Estado destinatario haya recibido la primera comunicación, cualquiera de
ambos Estados Partes interesados tendrá derecho a someterlo al Comité,
mediante notificación dirigida al Comité y al otro Estado;
c) El Comité conocerá de todo asunto que se le someta en virtud del
presente artículo después de haberse cerciorado de que se ha interpuesto
y agotado en tal asunto todos los recursos de la jurisdicción interna de que
se pueda disponer, de conformidad con los principios del derecho
internacional generalmente admitidos. No se aplicará esta regla cuando la
tramitación de los mencionados recursos se prolongue injustificadamente o
no sea probable que mejore realmente la situación de la persona que sea
víctima de la violación de la presente Convención;

d) El Comité celebrará sus sesiones a puerta cerrada cuando examine las


comunicaciones previstas en el presente artículo;

e) A reserva de las disposiciones del apartado c, el Comité pondrá sus


buenos oficios a disposición de los Estados Partes interesados a fin de
llegar a una solución amistosa del asunto, fundada en el respeto de las
obligaciones establecidas en la presente Convención. A tal efecto,
el Comité podrá designar, cuando proceda, una comisión especial de
conciliación;

f) En todo asunto que se le someta en virtud del presente artículo,


el Comité podrá pedir a los Estados Partes interesados a que se hace
referencia en el apartado b que faciliten cualquier información pertinente;

g) Los Estados Partes interesados a que se hace referencia en el apartado


b tendrán derecho a estar representados cuando el asunto se examine en
elComité y a presentar exposiciones verbalmente o por escrito, o de ambas
maneras;

h) El Comité, dentro de los doce meses siguientes a la fecha de recibo de


la notificación mencionada en el apartado b, presentará un informe en el
cual:
i) Si se ha llegado a una solución con arreglo a lo dispuesto en el apartado
e, se limitará a una breve exposición de los hechos y de la solución
alcanzada;

ii) Si no se ha llegado a ninguna solución con arreglo a lo dispuesto en el


apartado e, se limitará a una breve exposición de los hechos y agregará las
exposiciones escritas y las actas de las exposiciones verbales que hayan
hecho los Estados Partes interesados.

En cada asunto, se enviará el informe a los Estados Partes interesados.

2. Las disposiciones del presente artículo entrarán en vigor cuando cinco


Estados Partes en la presente Convención hayan hecho las declaraciones a
que se hace referencia en el apartado 1 de este artículo. Tales declaraciones
serán depositadas por los Estados Partes en poder del Secretario General de
las Naciones Unidas, quien remitirá copia de las mismas a los demás Estados
Partes. Toda declaración podrá retirarse en cualquier momento mediante
notificación dirigida al Secretario General. Tal retiro no será obstáculo para
que se examine cualquier asunto que sea objeto de una comunicación ya
transmitida en virtud de este artículo; no se admitirá en virtud de este artículo
ninguna nueva comunicación de un Estado Parte una vez que el Secretario
General haya recibido la notificación de retiro de la declaración, a menos que
el Estado Parte interesado haya hecho una nueva declaración.

Artículo 22 (Ver información relativa a este artículo - en inglés)

1. Todo Estado Parte en la presente Convención podrá declarar en cualquier


momento, de conformidad con el presente artículo, que reconoce la
competencia del Comité para recibir y examinar las comunicaciones enviadas
por personas sometidas a su jurisdicción, o en su nombre, que aleguen ser
víctimas de una violación por un Estado Parte de las disposiciones de la
Convención. El Comité no admitirá ninguna comunicación relativa a un Estado
Parte que no haya hecho esa declaración.
2. El Comité considerará inadmisible toda comunicación recibida de
conformidad con el presente artículo que sea anónima, o que, a su juicio,
constituya un abuso del derecho de presentar dichas comunicaciones, o que
sea incompatible con las disposiciones de la presente Convención.

3. Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo 2, el Comité señalará las


comunicaciones que se le presenten de conformidad con este artículo a la
atención del Estado Parte en la presente Convención que haya hecho una
declaración conforme al párrafo 1 y respecto del cual se alegue que ha violado
cualquier disposición de la Convención. Dentro de un plazo de seis meses, el
Estado destinatario proporcionará al Comité explicaciones o declaraciones por
escrito que aclaren el asunto y expongan, en su caso, la medida correcta que
ese Estado haya adoptado.

4. El Comité examinará las comunicaciones recibidas de conformidad con el


presente artículo, a la luz de toda la información puesta a su disposición por
la persona de que se trate, o en su nombre, y por el Estado Parte interesado.

5. El Comité no examinará ninguna comunicación de una persona, presentada


de conformidad con este artículo, a menos que se haya cerciorado de que:

a) La misma cuestión no ha sido, ni está siendo, examinada según otro


procedimiento de investigación o solución internacional;

b) La persona ha agotado todos los recursos de la jurisdicción interna de


que se pueda disponer; no se aplicará esta regla cuando la tramitación de
los mencionados recursos se prolongue injustificadamente o no sea
probable que mejore realmente la situación de la persona que sea víctima
de la violación de la presente Convención.

6. El Comité celebrará sus sesiones a puerta cerrada cuando examine las


comunicaciones previstas en el presente artículo.
7. El Comité comunicará su parecer al Estado Parte interesado y a la persona
de que se trate.

8. Las disposiciones del presente artículo entrarán en vigor cuando cinco


Estados Partes en la presente Convención hayan hecho las declaraciones a
que se hace referencia en el párrafo 1 de este artículo. Tales declaraciones
serán depositadas por los Estados Partes en poder del Secretario General de
las Naciones Unidas, quien remitirá copia de las mismas a los demás Estados
Partes. Toda declaración podrá retirarse en cualquier momento mediante
notificación dirigida al Secretario General. Tal retiro no será obstáculo para
que se examine cualquier asunto que sea objeto de una comunicación ya
transmitida en virtud de este artículo; no se admitirá en virtud de este artículo
ninguna nueva comunicación de una persona, o hecha en su nombre, una vez
que el Secretario General haya recibido la notificación de retiro de la
declaración, a menos que el Estado Parte interesado haya hecho una nueva
declaración.

Artículo 23

Los miembros del Comité y los miembros de las comisiones especiales de


conciliación designados conforme al apartado e del párrafo 1 del artículo
21tendrán derecho a las facilidades, privilegios e inmunidades que se
conceden a los expertos que desempeñan misiones para las Naciones
Unidas, con arreglo a lo dispuesto en las secciones pertinentes de la
Convención sobre Prerrogativas e Inmunidades de las Naciones Unidas.

Artículo 24

El Comité presentará un informe anual sobre sus actividades en virtud de la


presente Convención a los Estados Partes y a la Asamblea General de las
Naciones Unidas.
Parte III
Artículo 25

1. La presente Convención está abierta a la firma de todos los Estados.

2. La presente Convención está sujeta a ratificación. Los instrumentos de


ratificación se depositarán en poder del Secretario General de las Naciones
Unidas.

Artículo 26

La presente Convención estará abierta a la adhesión de todos los Estados. La


adhesión se efectuará mediante el depósito de un instrumento de adhesión en
poder del Secretario General de las Naciones Unidas.

Artículo 27

1. La presente Convención entrará en vigor el trigésimo día a partir de la fecha


en que haya sido depositado el vigésimo instrumento de ratificación o de
adhesión en poder del Secretario General de las Naciones Unidas.

2. Para cada Estado que ratifique la presente Convención o se adhiera a ella


después de haber sido depositado el vigésimo instrumento de ratificación o de
adhesión, la Convención entrará en vigor el trigésimo día a partir de la fecha
en que tal Estado haya depositado su instrumento de ratificación o de
adhesión.

Artículo 28

1. Todo Estado podrá declarar, en el momento de la firma o ratificación de la


presente Convención o de la adhesión a ella, que no reconoce la competencia
del Comité según se establece en el artículo 20.
2. Todo Estado Parte que haya formulado una reserva de conformidad con el
párrafo 1 del presente artículo podrá dejar sin efecto esta reserva en cualquier
momento mediante notificación al Secretario General de las Naciones Unidas.

Artículo 29

1. Todo Estado Parte en la presente Convención podrá proponer una


enmienda y depositarla en poder del Secretario General de las Naciones
Unidas. El Secretario General de las Naciones Unidas comunicará la
enmienda propuesta a los Estados Partes, pidiéndoles que le notifiquen si
desean que se convoque una conferencia de Estados Partes con el fin de
examinar la propuesta y someterla a votación. Si dentro de los cuatro meses
siguientes a la fecha de esa notificación un tercio al menos de los Estados
Partes se declara a favor de tal convocatoria, el Secretario General convocará
una conferencia con los auspicios de las Naciones Unidas. Toda enmienda
adoptada por la mayoría de Estados Partes presentes y votantes en la
conferencia será sometida por el Secretario General a todos los Estados
Partes para su aceptación.

2. Toda enmienda adoptada de conformidad con el párrafo 1 del presente


artículo entrará en vigor cuando dos tercios de los Estados Partes en la
presente Convención hayan notificado al Secretario General de las Naciones
Unidas que la han aceptado de conformidad con sus respectivos
procedimientos constitucionales.

3. Cuando las enmiendas entren en vigor serán obligatorias para los Estados
Partes que las hayan aceptado, en tanto que los demás Estados Partes
seguirán obligados por las disposiciones de la presente Convención y por las
enmiendas anteriores que hayan aceptado.
Artículo 30

1. Las controversias que surjan entre dos o más Estados Partes con respecto
a la interpretación o aplicación de la presente Convención, que no puedan
solucionarse mediante negociaciones, se someterán a arbitraje, a petición de
uno de ellos. Si en el plazo de seis meses contados a partir de la fecha de
presentación de la solicitud de arbitraje las Partes no consiguen ponerse de
acuerdo sobre la forma del mismo, cualquiera de las Partes podrá someter la
controversia a la Corte Internacional de Justicia, mediante una solicitud
presentada de conformidad con el Estatuto de la Corte.

2. Todo Estado, en el momento de la firma o ratificación de la presente


Convención o de su adhesión a la misma, podrá declarar que no se considera
obligado por el párrafo 1 del presente artículo. Los demás Estados Partes no
estarán obligados por dicho párrafo ante ningún Estado Parte que haya
formulado dicha reserva.

3. Todo Estado Parte que haya formulado la reserva prevista en el párrafo 2


del presente artículo podrá retirarla en cualquier momento notificándolo al
Secretario General de las Naciones Unidas.

Artículo 31

1. Todo Estado Parte podrá denunciar la presente Convención mediante


notificación hecha por escrito al Secretario General de las Naciones Unidas.
La denuncia surtirá efecto un año después de la fecha en que la notificación
haya sido recibida por el Secretario General.

2. Dicha denuncia no eximirá al Estado Parte de las obligaciones que le


impone la presente Convención con respecto a toda acción u omisión ocurrida
antes de la fecha en que haya surtido efecto la denuncia, ni la denuncia
entrañará tampoco la suspensión del examen de cualquier asunto que el
Comité haya empezado a examinar antes de la fecha en que surta efecto la
denuncia.

3. A partir de la fecha en que surta efecto la denuncia de un Estado Parte, el


Comité no iniciará el examen de ningún nuevo asunto referente a ese Estado.

Artículo 32

El Secretario General de las Naciones Unidas comunicará a todos los Estados


Miembros de las Naciones Unidas y a todos los Estados que hayan firmado la
presente Convención o se hayan adherido a ella:

a) Las firmas, ratificaciones y adhesiones con arreglo a los artículos


25 y 26;

b) La fecha de entrada en vigor de la presente Convención con arreglo


al artículo 27, y la fecha de entrada en vigor de las enmiendas con arreglo
alartículo 29;

c) Las denuncias con arreglo al artículo 31.

Artículo 33

1. La presente Convención, cuyos textos en árabe, chino, español, francés,


inglés y ruso son igualmente auténticos, se depositará en poder del Secretario
General de las Naciones Unidas.

2. El Secretario General de las Naciones Unidas remitirá copias certificadas


de la presente Convención a todos los Estados.
DERECHOS HUMANOS Y COMUNIDADES TRIBALES E INDIGENAS

1. Los pueblos indígenas y tribales tienen formas de vida únicas, y


su cosmovisión se basa en su estrecha relación con la tierra. Las tierras
tradicionalmente utilizadas y ocupadas por ellos son un factor primordial de su

vitalidad física, cultural y espiritual1. Esta relación única con el territorio


tradicional puede expresarse de distintas maneras, dependiendo del pueblo
indígena particular del que se trate y de sus circunstancias específicas; puede
incluir el uso o presencia tradicionales, la preservación de sitios sagrados o
ceremoniales, asentamientos o
cultivos esporádicos, recolección estacional o nómada, cacería y pesca, el uso
consuetudinario de recursos naturales u otros elementos característicos de la

cultura indígena o tribal.2 Como lo ha señalado la Corte Interamericana de


Derechos Humanos, “para las comunidades indígenas la relación con la tierra no
es meramente una cuestión de posesión y producción sino un elemento material
y espiritual del que deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado

cultural y transmitirlo a las generaciones futuras”3. “[L]a garantía del derecho a


la propiedad comunitaria de los pueblos indígenas debe tomar en cuenta que la
tierra está estrechamente relacionada con sus tradiciones y expresiones orales,
sus costumbres y lenguas, sus artes y rituales, sus conocimientos y usos
relacionados con la naturaleza, sus artes culinarias, el derecho consuetudinario,
su vestimenta, filosofía y valores”. El Comité para la Eliminación de la
Discriminación Racial también ha concluido que los derechos territoriales de los
pueblos indígenas son únicos, y abarcan una tradición y una identificación
cultural de los pueblos indígenas con sus tierras que ha sido generalmente
reconocida.
El derecho a la propiedad bajo el artículo 21 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos tiene, por ende, una importancia singular para los pueblos
indígenas y tribales, porque la garantía del derecho a la propiedad territorial es
una base fundamental para el desarrollo de la cultura, la vida espiritual, la

integridad y la supervivencia económica de las comunidades indígenas.6 Es un


derecho al territorio que incluye el uso y disfrute de sus derechos naturales. Se
relaciona directamente, incluso como un pre‐requisito, con los derechos a la
existencia en condiciones dignas, a la alimentación, al agua, a la salud, a la

vida,7 al honor, a la dignidad, a la libertad de conciencia y religión, a la libertad

libertad de movimiento y residencia. A lo largo de las Américas, los pueblos


indígenas y tribales insisten en que el Estado “les garantice en forma efectiva su
derecho a vivir en su territorio ancestral y poder así no sólo realizar sus
actividades tradicionales de subsistencia, sino también preservar su identidad
cultural”.

2. De tiempo atrás, los órganos del sistema interamericano han


prestado una particular atención al derecho de los pueblos indígenas y tribales a
la propiedad comunal sobre sus tierras y recursos naturales, como un derecho en
sí mismo, y en tanto garantía del disfrute efectivo de otros derechos básicos.
Para la CIDH, “la protección del derecho a la propiedad de los pueblos indígenas
sobre sus territorios ancestrales es un asunto de especial importancia, porque
su goce efectivo implica no sólo la protección de una unidad económica sino
la protección de los derechos humanos de una colectividad que basa su
desarrollo económico, social y cultural en la
relación con la tierra” La Corte Interamericana, a su vez, ha subrayado que los
derechos territoriales de los
pueblos indígenas se relacionan con “el derecho colectivo a la supervivencia
como pueblo organizado, con el control de su hábitat como una condición
necesaria para la reproducción de su cultura, para su propio desarrollo y para
llevar a cabo sus planes de vida”.
3. El presente informe compila y analiza el alcance de los derechos
de los pueblos indígenas y tribales sobre sus territorios, tierras, y recursos
naturales. Se basa en los instrumentos jurídicos del sistema interamericano, tal
y como han sido interpretados por la jurisprudencia de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos [CIDH] y la Corte Interamericana de Derechos Humanos
[Corte IDH] a la luz de los desarrollos en el derecho internacional de los derechos
humanos en general. Su objetivo también es el de señalar problemas, guías y
buenas prácticas específicas, con miras a ampliar el goce de los derechos
humanos por los pueblos
Indígenas y tribales del Hemisferio.

II. FUENTES DE DERECHO Y MARCO JURÍDICO DE LOS


DERECHOS TERRITORIALES

A. Los instrumentos interamericanos de derechos humanos y su


interpretación

5. En el sistema interamericano de derechos humanos, los derechos


territoriales de los pueblos indígenas y tribales se fundamentan principalmente
en el artículo XXIII de la Declaración Americana de los

Derechos y Deberes del Hombre [la Declaración Americana] y en el artículo 21 de


la Convención Americana sobre Derechos Humanos [la Convención Americana].
Si bien ninguno de estos dos artículos se refiere expresamente a los derechos
de los pueblos indígenas o tribales, la CIDH y la Corte Interamericana han
interpretado ambas disposiciones en un sentido que protege los derechos que
tienen tales pueblos y sus integrantes sobre su tierra y sus recursos naturales,
esto es, sobre sus territorios.
5. Durante los últimos años, la jurisprudencia del sistema interamericano de
derechos humanos ha contribuido a desarrollar los contenidos mínimos del
derecho de propiedad comunal de los pueblos indígenas sobre sus tierras,
territorios y recursos naturales, con base en las disposiciones de la Convención
Americana y de la Declaración Americana, interpretadas a la luz de las normas
del Convenio 169 de la Organización Internacional de Trabajo [OIT] de la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas, del
Proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas y otras fuentes relevantes, conformando un corpus iuris coherente que
define las obligaciones de los Estados Miembros de la OEA en relación con la
protección de los derechos de propiedad indígenas. En el presente capítulo se
analizan las fuentes jurídicas que han servido a los órganos del sistema
interamericano, y a otros órganos y mecanismos internacionales de derechos
humanos, para derivar los contenidos básicos del derecho a la propiedad
indígena sobre tierras, territorios y recursos naturales.

La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre

6. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre


es fuente de obligaciones jurídicas para los Estados Miembros de la
Organización de los Estados Americanos [OEA], que fluyen de las obligaciones
de derechos humanos contenidas en la Carta de la OEA (artículo 3). Los
Estados Miembros han acordado que los derechos humanos a los que se refiere
la Carta están contenidos y definidos en la Declaración
Americana. Varias de las disposiciones centrales de la Declaración también son
obligatorias en tanto costumbre internacional.
5. La Declaración Americana contiene estándares en evolución, que deben ser
interpretados “a la luz de la evolución en el campo del derecho internacional en
materia de derechos humanos desde que la Declaración fue redactada y con
debida consideración de las demás normas pertinentes del derecho internacional
aplicable a los Estados miembros”. Por ello, la CIDH interpreta y aplica las
disposiciones pertinentes de la
Declaración Americana “a la luz de la evolución actual en el campo del derecho
internacional en materia de derechos humanos, conforme lo ilustren los tratados,
la costumbre y otras fuentes pertinentes del derecho internacional”, incluida la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, “que en muchas instancias
puede considerarse representa una expresión autorizada de los principios
fundamentales establecidos en la Declaración Americana”.

6. El corpus de derecho internacional relevante para examinar quejas


relativas a territorios indígenas bajo la Declaración Americana “incluye la
evolución de las normas y principios que rigen los derechos humanos de los
pueblos indígenas”. Por lo tanto, las disposiciones de la Declaración Americana
deben interpretarse y aplicarse “con debida consideración de los principios
particulares del derecho internacional en materia de derechos humanos que
rigen los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas”. Tales
normas y principios de derecho internacional incluyen preceptos básicos
referentes a la protección de las formas tradicionales de propiedad y
supervivencia cultural y del derecho a la tierra, los territorios y los recursos
naturales de los pueblos indígenas y tribales. Como tal, estos preceptos
“reflejan principios jurídicos internacionales generales que han evolucionado en
el sistema interamericano y son aplicables dentro y fuera del mismo, y en esta
medida son debidamente considerados en la interpretación y aplicación de las
disposiciones de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre en el contexto de los pueblos indígenas”

La Convención Americana sobre Derechos Humanos


6. Varios artículos de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, pero principalmente el artículo 21 (derecho a la propiedad), protegen
los derechos territoriales de los pueblos indígenas y tribales y sus miembros. En
ausencia de referencias expresas a los pueblos indígenas y tribales en el artículo
21, la CIDH y la Corte Interamericana han utilizado las reglas generales de
interpretación establecidas en el artículo 31 de la Convención de Viena sobre
el Derecho de los Tratados y el artículo 29.b de la Convención Americana. El
artículo
29.b de la Convención Americana prohíbe la interpretación restrictiva de los
derechos recogidos en la Convención (principio pro homine); en consecuencia,
la CIDH y la Corte han interpretado el contenido del artículo 21 de la
Convención Americana a la luz de los desarrollos normativos en el derecho
internacional de los derechos humanos en relación con los derechos de los
pueblos indígenas, incluyendo el Convenio No. 169 de la OIT y la Declaración de
las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, así como
la jurisprudencia relevante de los órganos de tratados de Naciones Unidas.

7. La CIDH y la Corte Interamericana también aplican el principio de


efectividad, al establecer que las características propias que diferencian a los
miembros de los pueblos indígenas y tribales de la población general y que
conforman su identidad cultural deben tomarse en consideración, para efectos
de asegurar “una protección efectiva que tome en cuenta sus particularidades
propias, sus características económicas y sociales, así como su situación de
especial vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y costumbres”.

B. El Convenio No. 169 de la OIT

8. En relación con el derecho de propiedad indígena, los órganos del


sistema interamericano han usado expresamente las disposiciones del Convenio
169 de la OIT. Tal y como ha explicado la Corte Interamericana, “al analizar el
contenido y alcance del artículo 21 de la Convención, en relación con la
propiedad comunitaria de los miembros de comunidades indígenas, la Corte ha
tomado en cuenta el Convenio No. 169 de la OIT, a la luz de las reglas
generales de interpretación establecidas en el artículo 29 de la Convención,
para interpretar las disposiciones del citado artículo 21 de acuerdo con la
evolución del sistema interamericano, habida
consideración del desarrollo experimentado en esta materia en el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos”. Para la CIDH, el Convenio 169 de la
OIT “es el instrumento internacional de derechos humanos específico más
relevante para los derechos de los indígenas”, por lo cual es directamente
pertinente para la interpretación del alcance de los derechos de los pueblos
indígenas y tribales y sus miembros, en particular bajo la Declaración Americana.

9. La mayoría de los Estados miembros de la OEA con alta población

indígena ahora son partes del Convenio 16935, y el Convenio ha sido una
importante referencia normativa para los procesos de reforma constitucional,
legislativa e institucional que se han dado en ellos y en otros países. El
Convenio ha servido también a los propios pueblos indígenas, ayudándoles a
estructurar sus demandas e impulsar cambios legislativos
consistentes con las obligaciones internacionales de los Estados en materia de
derechos indígenas.

10. La CIDH considera que las disposiciones del Convenio 169 de la


OIT son un factor relevante al interpretar las normas interamericanas de
derechos humanos en relación con peticiones presentadas contra todos los
Estados miembros de la OEA. Tal y como se explicó en el informe sobre el caso
de las Comunidades Mayas del Distrito de Toledo v. Belice: ”Si bien la Comisión
reconoce que Belice no es Estado Parte del Convenio 169 de la OIT, considera
que los términos de ese tratado ofrecen pruebas de la opinión internacional
contemporánea en relación con cuestiones vinculadas a los pueblos indígenas
y, por tanto, que ciertas disposiciones pueden considerarse apropiadamente para
interpretar y aplicar los artículos de la Declaración Americana en el contexto de
las comunidades indígenas”.

C. Otros tratados internacionales, y pronunciamientos de sus


órganos de interpretación

11. Tanto la CIDH como la Corte Interamericana pueden recurrir a las


disposiciones de otros tratados internacionales sobre derechos humanos al
interpretar la Declaración Americana y la Convención Americana en casos
relativos a pueblos indígenas y tribales. La CIDH ha precisado que las
disposiciones de otros tratados multilaterales adoptados dentro y fuera del marco
del sistema interamericano son relevantes para interpretar la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. La Corte
Interamericana, al analizar los alcances
del artículo 21 de la Convención Americana, ha señalado que “considera útil y
apropiado utilizar otros tratados internacionales distintos a la Convención
Americana (…) para interpretar sus disposiciones de acuerdo a la evolución del
sistema interamericano, habida consideración del desarrollo experimentado en
esta materia en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”.

12. La CIDH y la Corte también han recurrido a las interpretaciones


efectuadas por los órganos y mecanismos de derechos humanos de Naciones
Unidas en relación con los derechos consagrados en los tratados internacionales
que estos órganos y mecanismos monitorean. De particular relevancia ha sido la
jurisprudencia elaborada por el Comité de Derechos Humanos en relación con
los artículos 27 (derecho de las minorías) y 1 (libre

determinación) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos [PIDCP]


por el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial [CEDR] en relación
con el artículo 5 y otras disposiciones conexas de la Convención para la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial; por el Comité de
Derechos Económicos Sociales y Culturales en sus observaciones generales a
diversas disposiciones del Pacto Internacional sobre Derechos Económicos,
Sociales y Culturales [PIDESC]; y por el Comité de Derechos del Niño en relación

con la Convención sobre los Derechos del Niño43.

13. Aunque no específicamente enfocados en el tema, otros tratados


internacionales incorporan disposiciones relevantes para los derechos de los
pueblos indígenas sobre sus tierras, territorios y recursos naturales. De particular
pertinencia es el artículo 8(j) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (1992)
que llama a los Estados a respetar, preservar y mantener “los conocimientos,
las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que
entrañen estilos de vida pertinentes para la conservación y la utilización
sostenible de diversidad biológica y [promover] su aplicación más amplia”, con
la participación de estas comunidades, y para su beneficio. El proceso de
implementación del Convenio sobre Biodiversidad es asimismo relevante para la
protección de los derechos asociados a la propiedad de los pueblos indígenas
sobre sus tierras, territorios y recursos. En 2004, la Conferencia de las Partes del
Convenio adoptó las Directrices Voluntarias Akwé: Kon para la realización de
estudios de impacto cultural, ambiental y social en relación con proyectos
llevados a
cabo en territorios indígenas, incluyendo lugares sagrados.

D. Costumbre internacional

Los órganos interamericanos también han fundamentado jurídicamente el derecho


a la propiedad territorial de los pueblos indígenas y tribales en la costumbre
internacional. Para la CIDH, “existe una norma de derecho internacional
consuetudinario mediante la cual se afirman los derechos de los pueblos indígenas
sobre sus tierras tradicionales

E. Otros instrumentos internacionales

14. La CIDH y la Corte Interamericana, en su elaboración del derecho


de propiedad indígena, consideran relevante e importante la Declaración de
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. A partir de su
adopción por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2007, la Declaración
sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas ha comenzado a jugar un papel
similar al del Convenio No. 169 como guía para la adopción e implementación
de normas y políticas públicas en los países del sistema interamericano. Sus
disposiciones, en conjunción con la jurisprudencia del sistema, constituyen un
corpus iuris aplicable en relación con los derechos de los pueblos indígenas, y
específicamente en relación con el reconocimiento y protección del derecho de
propiedad comunal. La CIDH ha valorado positivamente, como avance
legislativo, la incorporación
legal en el ordenamiento jurídico interno de la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, y ha llamado a los Estados
a remitir información sobre su implementación. La Corte Interamericana ha

recurrido a sus disposiciones para discernir el alcance de derechos específicos48.

15. También han recurrido los órganos interamericanos a las


interpretaciones efectuadas por el Relator Especial de Naciones Unidas sobre la
situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los
indígenas, cuyo mandato, establecido en 2001, supuso un fuerte impulso para
el derecho de propiedad colectiva indígena, en el marco de los procedimientos
especiales de las Naciones Unidas. El Relator Especial ha promovido
activamente los derechos territoriales indígenas a través de comunicaciones a
los Estados, informes sobre las visitas a países e informes temáticos.
16. Otros mecanismos de Naciones Unidas con un mandato específico
en relación con los derechos de los pueblos indígenas han contribuido también a
la discusión internacional en torno al derecho de propiedad de los pueblos
indígenas sobre las tierras, territorios, y recursos naturales. Cabe mencionar los
informes temáticos del extinto Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas,
así como los diversos informes presentados anualmente por los miembros y la
Secretaría del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones
Indígenas.

17. Finalmente, los derechos de propiedad indígena forman parte del


elenco de derechos recogidos en el Proyecto de Declaración Americana sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas. La CIDH aprobó en febrero de 1997, en
su 95º período ordinario de sesiones, el documento titulado “Proyecto de
Declaración Americana sobre Derechos de los Pueblos Indígenas”. La
declaración propuesta por la Comisión fue sometida a una Reunión

LA GLOBALIZACION Y LOS DERECHOS HUMANOS

El 10 de diciembre de 1998 se cumplió el cincuenta aniversario de la Declaración


Universal de los Derechos Humanos y, frente al contexto político y económico del
mundo en que estamos inmersos, cabe que inicie esta nota con una serie de
preguntas, que van a ser las que van a servir de guía directriz a su desarrollo:

- ¿Es posible decir, en relación con aquella Declaración Universal, que los derechos
humanos, luego de cincuenta años de vigencia legal son, efectivamente,
"universales"?;

- La globalización en la que se ha sumergido el mundo contemporáneo, ¿implica la


globalización de los derechos humanos, o -en sentido contrario- el mismo estado
globalizador no es más que un atentado contra ellos o un facilitador de su violación?;
- La detención de Pinochet en Inglaterra, a pedido del Juez español Baltazar
Garzón, ¿implica la universalidad de la justicia, o es un paso más de la
globalización?; y

- ¿La detención de aquél supone que en el futuro la dirigencia política y la justicia


va a ser capaz de hacer valer el estatuto de los derechos humanos por encima de
los mezquinos intereses políticos y económicos de quienes detentan el poder?.

El concepto de globalización (2) hace referencia a que todos los sujetos del mundo
y sus pueblos, están "englobados", es decir, están siendo afectados unos por otros
en una suerte de licuadora imaginaria, que mezcla razas, idiomas y diferentes
formas culturales, sin hacer distinción alguna, como sí, por fin, hubiera llegado algo
más que nos emparejara a todos los hombres, como lo ha sido siempre la tan temida
y resistida muerte. Este englobamiento sería, al decir de aquellos interesados, una
suerte de mecanismo de facilitación del achicamiento de las distancias entre los
pueblos; con las indudables ventajas que esto acarrearía consigo. Se habla -desde
los cenáculos del Poder- de un mundo unificado, sin barreras y con la posibilidad de
tener la anhelada información al alcance de todos. Un mundo, como nos muestran
las propagandas, donde hasta los chinos toman Coca-Cola mientras comen
hamburguesas.

La cita hecha a la Coca-Cola, gaseosa que opera como símbolo del capitalismo
norteamericano, no ha sido casual. Estimo que siempre que se echa luz sobre algo
-desde la física óptica- es preciso que queden zonas sombreadas. Y las sombras
en que se oculta la globalización son las que me preocupan. ¿Cómo encaja el
respeto a los derechos humanos en un mundo globalizado?. Es decir, ¿si estos han
sido globalizados, existen las posibilidades de justicia, de trabajo y de seguridad
para todos los individuos que habitan al mundo?

El fenómeno de la globalización es un hecho social creado por el capitalismo. Lo


que se han globalizado son las desigualdades de un capitalismo que cada vez se
expresa de manera más salvaje. Basta ver la masiva situación de opresión y miseria
de tantos pueblos y personas en el Tercer Mundo -como así también en los propios
bolsones dentro del Primer Mundo- como para no dejar de reconocer que si hay un
factor que los unifica y los toma por un mismo rasero, es la pobreza.

La globalización -al igual que el Dios/Rey Jano- es algo así como una moneda de
dos caras. Por una de sus caras, se la observa aproximando a los pueblos, inhibe -
no siempre con éxito, como lo han demostrado las sucesivas contiendas en los
Balcanes y en territorio africano, durante la última década del milenio- las guerras
entre las naciones; a la par que vuelve el acceso a la información mucho más ágil(3).
Por otra parte, privilegia a las naciones industrializadas que disponen de tecnología
de punta, quienes hacen excelentes negocios vendiéndola a los países más pobres
que -ingenuamente- creen que de esa manera se incorporan al codiciado Primer
Mundo como una forma de expresar el pensamiento "avanzado" de sus
gobernantes.

Observo, no sin espanto, que la única universalización que verdaderamente existe,


de manera exitosa, en esta finisecularidad vigesimonónica, es la extensión y
expansión del capitalismo transnacional, dónde sólo una minoría -la que participa
de los bienes materiales y simbólicos suficientes y necesarios- parece que tiene sus
derechos reconocidos. Todo esto frente a las mayorías del planeta, que se
encuentran desposeídas del reconocimiento práctico -de hecho- de sus derechos
más básicos e indispensables para vivir la vida con un sentido de dignidad, como
es la única forma en que entiendo que es posible y merecedor vivirla.

Esta globalización, de la que vengo escribiendo, ha llevado a que se nieguen las


referencias a las personas, para hablar de Pueblos, Naciones o Estados. Lo
paradójico es que se habla de Naciones o Estados, en tanto éstos han dejado de
cumplir con sus obligaciones legales para con la población: han abandonado la
seguridad, se ha descuidado la educación pública y se han dejado las demás
responsabilidades en manos de empresas privadas. Rodríguez Kauth (1998)
sostiene que hablar del Estado implica que se constituyan entelequias del
conocimiento vacías de piel. Los Estados solamente tienen la capacidad de
constituirse en lo que son, a partir de las personas que en ellos habitan. Son las
personas las que le dan forma y contenido a las instituciones supra individuales,
llámense a estos Estados, países o Naciones. Sin los habitantes, las personas, sean
estos hombres o mujeres, niños, adultos y ancianos, nacionales y extranjeros, como
cualquier otra categorización de habitantes que se quiera realizar, repito, sin ellos y
solamente con ellos se encuentra a los que le dan el sentido de existencia a las
entidades sociales que los trascienden y contienen.

Podría plantear, a partir de lo sostenido, que es sumamente difícil significar el


concepto de derechos humanos, en tanto los "humanos" vienen siendo dejados de
lado, hasta desde el propio discurso de la centralidad. La globalización ha traído
consigo la pérdida de la dimensión ecuménica de lo humano. Se globalizan los
mercados, se globaliza el concepto de globalización, pero se dejan en el margen a
los millones de personas afectados por los efectos de la globalización. Y hasta acá
se va respondiendo sola la primer pregunta que hiciera al inicio de la nota, respecto
de si los DD.HH. son universales, luego de cincuenta años. La respuesta revela que
tal perspectiva es hoy una exigencia teórica y ética ineludible, precisamente cuando
nos referimos a algo, desde su propio sentido teórico, tiene la obligación moral de
referir e incluir en ella a todos los seres humanos.

Juan Antonio Senent de Frutos (1998), al respecto sostiene, sin hesitaciones: "La
perspectiva de la universalidad de los derechos humanos exige estar concretada y
orientada para no caer en mistificaciones de la sociedad mundial hoy existente. En
nombre de una perspectiva global no podemos adoptar un punto de vista minoritario,
un punto de vista que se centre en una pequeña parte de la humanidad que disfruta
los beneficios del sistema social mundial, y que además pudiera parecer que
representa el estadio histórico más avanzado del reconocimiento y disfrute de los
derechos humanos universales Necesitamos ir más allá de una posición
eurocéntrica, que identifique en última instancia la marcha o la dinámica de las
sociedades primermundistas, su nivel de desarrollo material y los avances éticos
sociales, con la dirección del proceso histórico global. De este modo, podría parecer
que, alcanzada una civilización que genera unas `sociedades del bienestar' y que
ha descubierto unos principios éticos universales, el propio desarrollo histórico de
toda la humanidad tendiera por su propia lógica a universalizar esos desarrollos".

Frente a estos dichos ineluctables, es preciso adoptar una posición crítica.


Precisamente porque en el Tercer Mundo, la realidad de sus pueblos, que
constituyen la inmensa mayoría de la humanidad, transita sus vidas en unos niveles
paupérrimos de subsistencia. No está universalizado el trabajo y, cuando existe para
unos, sus condiciones suelen ser impiadosas; los salarios son tan bajos que
recuerdan a la esclavitud; la marginación y exclusión social están a la orden del día;
los presos comunes continúan siendo tratados como animales feroces mediante
castigos, las cárceles más que parecer lugares de privación de la libertad -que ya
es suficiente castigo- se asemejan a los espacios de reclusión y tormento de la
Inquisición; los negros y las mujeres son discriminados por el solo hecho de ser
tales, lo cual se testimonia en menores salarios para las segundas y en una mayoría
estadísticamente significativa de los primeros en las prisiones; los indígenas tienen
sus tierras invadidas por aquellos que las usufructúan sin darles cabida a sus
legítimos propietarios; los movimientos populares son tratados como casos
policiales y no como lo que son: cuestiones políticas; los pobres -que cada vez son
más- no cuentan con derechos fundamentales, tales como alimentación, salud,
educación y seguridad. La inmensa e inmoral deuda externa -tal como la definieran
Fidel Castro y el Papa Juan Pablo II- de estos países pesa sobre las sufridas
espaldas de las poblaciones, quienes pagan con sangre intereses y amortizaciones.
Por ejemplo, Brasil es el país más populoso de América Latina: son cerca de 160
millones de personas, de los cuales más de 63 millones viven por debajo de lo que
eufemísticamente se conoce como "la línea de la pobreza", con una renta mensual
inferior a los 30 dólares. Hay 15 millones de agricultores sin tierra; 7 millones de
desempleados; cerca de 500.000 prostitutas menores de edad; 3 millones de niños
sin asistencia a la escuela, etc. Estos grupos humanos están desposeídos de toda
protección a causa de los ordenamientos sociales e históricos que les han situado
en una posición de privación relativa y absoluta (Merton, 1964). Y se encuentran
excluidos frente a las minorías aristocráticas y elitistas, que conforman la minoría
de la población, a la vez que usan en su provecho inmediato la mayor parte de los
recursos disponibles. A lo cual es preciso añadir que la utilización que hacen de los
recursos naturales se lleva adelante sin el más mínimo cuidado ni respeto por los
"derechos ecológicos" del resto de la humanidad que advierte, con alarma, el modo
en que se van destruyendo los mismos.

Observar el lugar de estos pueblos, que representan a millones de personas que


sobreviven en pésimas condiciones y que no tienen en el horizonte solución alguna,
nos permiten visualizar -de una manera "global"- cómo se ofrecen las condiciones
sociales -para la mayoría- en que se vive en el mundo actual. Lo que existen son
unas estructuras y unos modos de relación globales que controlados y orientados
según el beneficio de la minoría elitista que tiene el manejo monopólico de la
economía y de los destinos de la humanidad.

En tal espacio de situación, se hace una tarea harto dificultosa la de presentar la


universalidad de los derechos humanos. Precisamente cuando las desigualdades
sociales que ofrece el capitalismo al interior de un país o de un sistema social, en la
actualidad, se han extendido "globalmente" a la totalidad de los países del mundo.
Con el agravante que, una vez finalizada la guerra fría, los EE.UU. se han convertido
-por su propia decisión y la complicidad del resto- en los gendarmes del mundo,
cuidando, con la excusa del respeto de los derechos humanos, los intereses
(negocios), de aquéllos que están a su servicio. Por tal razón sus autoridades no
dudan en invadir, o castigar, con sus ataques arteros a los países que no detentan
poderío bélico suficiente y, además, se atreven a no aceptan y cuestionar las
políticas externas que les pretenden imponer desde el Nuevo Orden
Internacional(4).

Ese carácter dialéctico que se manifiesta en una sociedad mundial donde las
relaciones de poder benefician a una élite minoritaria y que simultáneamente
marginan seriamente a una inmensa mayoría, no permite ni facilita una efectiva
aplicación de la universalidad de los derechos humanos. Por lo tanto, estos
cincuenta años de los derechos humanos, aún no caminan ni transitan gran parte
de los caminos de los pueblos del tercer mundo, ni siquiera enormes senderos de
pobreza e injusticia que se encuentran en su propio territorio. Más, si se tiene en
cuenta que las diferencias sociales a las que he hecho mención tienden
progresivamente a agravarse de manera geométrica. Podría afirmar que la
globalización marginó sensiblemente el respeto de los derechos humanos, ya que
extendió un salvaje sistema capitalista a lugares remotos del planeta, creando redes
de marginación y dominación. Es preciso comprender esto por más que dicho
pensamiento refleje un estado de cosas altamente pesimistas, sin embargo, es útil
para sincerar -a mi entender- la realidad que nos rodea y que a veces, por reflejo o
costumbrismo, se tiende a tomar como cotidiana, de manera "natural". La
globalización del capitalismo ha debilitado a los sistemas democráticos, ya que está
creando democracias formales, que prestan un conformismo pasivo a los países
centrales.

En la Argentina, el gobierno actual (5) ha mostrado una política hacia los EE.UU.
vergonzante para la historia de nuestro país, donde se habla -desde la propia
Cancillería argentina- de relaciones carnales con los "gringos", sometiendo las
decisiones nacionales a las voluntades foráneas, cosa solamente vista en nuestra
historia que se hiciera con disimulo, pero que en la actualidad se realiza con
desenfado, de manera semejante a lo que ocurrió durante las dictaduras militares.
Estas democracias precarias, como lo es la democracia de Chile, en la que el
gobierno vive en una mezcla atemorizada y alegre -en la soledad de los despachos
gubernamentales- desde la detención de Pinochet en Londres, por la posibilidad de
un golpe de Estado llevado adelante por los militares golpistas que repetirían el triste
episodio del 11 de septiembre de 1973. En estos países, como sucede con tantos
otros de la región, sus gobernantes no luchan por establecer sistemas políticos y
sociales justos, con igualdad de oportunidades para todos sus habitantes.

Ahora bien, cabe preguntarse si la detención de Pinochet en Londres, marca una


posibilidad de "globalización de la justicia". O acaso no será una forma de hacernos
creer desde los países europeos que ellosrealmente se preocupan por los derechos
humanos de los países del Tercer Mundo. Creo que tenemos derecho a la
sospecha. Aún cuando algunos inescrupulosos crean que esta sea una forma
encubierta de defender al desteñido Pinochet.

La pregunta que se esconde en el párrafo anterior se refiere a si la justicia tiene


límites y, por ende, cuáles y quiénes son los hechos y personajes que limitan la
justicia a operar en una sola dirección y para el beneficio de un único destinatario.

A los crímenes cometidos por Pinochet y su gobierno, impuesto por la fuerza luego
de derrocar y asesinar al gobierno democrático de Allende, se los llama de lesa
humanidad y, de acuerdo con los cánones del derecho internacional, no prescriben
con el paso del tiempo. Además, por ser delitos contra la humanidad en toda su
magnitud, toda la humanidad los puede condenar, y en este caso, aplicar justicia a
través de las instituciones establecidas a tal efecto. Por esa causa el juez español
Baltasar Garzón inició procesos judiciales contra ex dictadores de la Argentina y de
Chile, llevándose en sus investigaciones el premio sorpresa Pinochet, quien luego
de servir a los ingleses con lealtad y sometimiento, fue preso por éstos mismos, en
uno de sus habituales viajes al "viejo y querido Londres". Los militares argentinos,
involucrados directamente en la pasada dictadura militar -1974 a 1983- se cuidan
bien de salir del país para que no les ocurra lo que al genocida Pinochet, con el cual
si bien comparten la metodología de trabajo homicida y el "Plan Cóndor", los separa
la colaboración que aquél prestó a los británicos durante la Guerra de las Malvinas.
En mi país, a pesar de que varios de los militares ya fueron juzgados -los que no
hay que olvidar que fueron liberados por una decisión "graciosa" de Menen (6)-, y
que actualmente son juzgados por el secuestro, robo y cambio de identidad de
bebés, gozan de los beneficios del arresto domiciliario. Estos tenebrosos personajes
siempre se las arreglan para conseguir los beneficios de la ley en su favor, siendo
que siempre ellos se encargaron de violarla.

El derecho internacional especifica que los autores de crímenes contra la


humanidad están sujetos a jurisdicción universal, incluidos los ex jefes de Estado.
Este no es un principio nuevo ni original de la contemporaneidad. Sólo que la
detención de Pinochet en Londres ha confirmado su existencia.
La instrucción judicial, por parte de la justicia española, de los procesos contra los
militares argentinos y chilenos implicados en crímenes contra la humanidad,
significará un paso significativo en la lucha por la efectiva promoción y protección
de los derechos humanos a nivel global.

La denuncia entablada contra Pinochet sostiene que éste es "... uno de los
responsables máximos de la creación de una organización internacional, que
concibió, desarrolló y ejecutó un plan sistemático de detenciones ilegales
(secuestros), torturas, desplazamientos forzosos de personas, asesinatos y/o
desaparición de numerosas personas, incluyendo ciudadanos de Argentina,
España, Reino Unido, Estados Unidos y Chile y otros Estados, en diferentes países,
con la finalidad de alcanzar los objetivos políticos y económicos de la corporación,
exterminar a la oposición política y múltiples personas por razones ideológicas, a
partir de 1973...".

Pero, el tema en cuestión, que plantea una interesante y fértil polémica, es el título
de los jueces españoles para procesar a Pinochet. El gobierno de Chile ha insistido
en el carácter exclusivo de su jurisdicción, invocando un principio de territorialidad
dimanante inmediatamente de la soberanía. A entender de Remiro Brotóns (1999),
lo planteado ante los reclamos del Juez B. Garzón es una base de jurisdicción
indiscutible, la primera de ellas, preferente y recomendable: los delitos pueden y
deben ser juzgados allí donde se han cometido, más aún cuando los responsables
y las víctimas son nacionales y residentes en el territorio. Lo que no puede admitirse
es el reclamo de exclusividad que hace el gobierno chileno y la defensa de Pinochet.
Dejando de lado otros principios acogidos por los ordenamientos estatales y
permitidos, dentro de ciertos límites, por el Derecho internacional para fundamentar
una jurisdicción extraterritorial, el llamado principio de persecución
penal universal no sólo permite, sino que anima, a los Estados a afirmar su
jurisdicción sobre los crímenes contra la humanidad, sea cual sea el lugar en que
se produzcan y con independencia del origen y condición de los sujetos activos y
pasivos. Dos de las tres figuras delictivas que se le imputan a Pinochet, genocidio y
terrorismo, se encuentran entre esos crímenes sobre los que extienden su
jurisdicción, atendiendo al principio mencionado, los jueces españoles (art. 23.4 de
la Ley Orgánica del Poder Judicial).

La jurisdicción de los tribunales chilenos para conocer de los delitos de lesa


humanidad y, el primero, el de genocidio, cometidos en su territorio, no es sólo un
derecho que surge de la soberanía territorial de Chile, sino una obligación
internacional expresamente asumida por la República de Chile, al menos frente a
los Estados que son parte en el Convenio para la prevención y la sanción del delito
de genocidio, firmado en 1948. En el mismo, en efecto, se dispone en el art. 6 que
las personas acusadas de genocidio "... serán juzgadas por un tribunal competente
del Estado en cuyo territorio el acto fue cometido, o ante la corte penal internacional
que sea competente respecto a aquellas de las partes contratantes que hayan
reconocido su jurisdicción".

En este punto, el gobierno chileno apela a dicha resolución por el mero hecho de
que durante 50 años no se formó un tribunal internacional. Entonces reclaman para
sí una competencia exclusiva para este caso. De todos modos, aunque este planteo
sedujo al fiscal español, en realidad encubre, no un descuido internacional, sino una
falla en la justicia del país en cuestión. La realidad indica que de no haber sido por
el pedido inicial del juez Garzón, que luego fue seguido por algunos de sus pares
de Francia, Suecia y Canadá entre otros países reclamantes, Pinochet continuaría
paseando su ominosa figura de genocida y terrorista de Estado por diestra y
siniestra(7).

De hecho, esto se confirma por el hecho de que en momento alguno, ni los


abogados del ex dictador, ni el gobierno de Chile, han siquiera intentado negar los
cargos que se le imputan, los de genocida, asesino, torturador, terrorista de Estado,
etc.; sino que establecen criterios de territorialidad, inmunidad, y hasta de
humanidad.

Como latinoamericano me produce vergüenza la defensa que hace el gobierno


chileno de su ex dictador. Parece que hubieran detenido a Blancanieves y no a un
asesino al que se le imputan tres mil desapariciones, además de otros crímenes
aberrantes, entre ellos, los económicos, delitos que parece que nadie recuerda, pero
que han llevado a la marginación y hasta incluso al exilio a millares de chilenos.

Eduardo Galeano (1998), sostuvo al respecto y con el talento que lo caracteriza,


que en Europa estaba ocurriendo lo que debió haber ocurrido en Chile mucho antes.

Los presidentes latinoamericanos reunidos en Portugal asistieron a la detención de


Pinochet con cierta cuota de asombro y otro tanto de espanto. Un hecho normal,
como la detención de un asesino que ha generado hechos de terrorismo de Estado,
a través de la aplicación del Derecho internacional, les produjo estupor. Y esto es
debido a que en América Latina estamos, desgraciadamente, acostumbrados a la
impunidad. Impunidad que ha sido acompañada y bien vista por el poder central y
omnímodo, que nunca respetó la autodeterminación de los pueblos, produciendo y
facilitando golpes de Estado en toda América Latina, a la vez que apoyando a los
dictadores de turno. De hecho, desde los EE.UU. se levantaron voces, desde el
mismo núcleo del poder, para apoyar a Pinochet y en su defensa; como también es
preciso indicarlo, surgieron voces condenando al anciano ex dictador y hasta
ofreciendo documentación que lo comprometería seriamente.

Como dije anteriormente, la sospecha de la universalidad de la justicia, en este caso


ejercida, o con pretensiones de ejercerla, desde la vieja Europa nos plantea una
serie de dudas. Serán capaces los jueces europeos de juzgar a Clinton por sus
"universales" ataque a los derechos humanos?. Detendrán a Kissinger en Inglaterra
por su apoyo explícito al imperialismo norteamericano, que tanto ha hecho para
violar los derechos humanos de miles de personas y de pueblos en el mundo?.
Acaso Blair será juzgado en algún momento por su complicidad en la Operación
Zorro del Desierto contra el pueblo irakí?. Será que quedarán impunes los ataques
misilísticos contra la capital de Yugoslavia?...

Quedarán detenidos algunos de los cientos de militares ingleses que han


desparramado colonialismo por todo el mundo, atentando contra la libertad
individual y la libre autodeterminación de los pueblos?.
Qué reacción tomarán los jueces europeos contra aquellos que fabrican armamento
y contribuyen a crear focos de tensión en los lugares más remotos de la tierra Y
contra los que están produciendo armas nucleares y bacteriológicas, aprovechando
cualquier circunstancia para probar las mismas contra poblaciones indefensas. Qué
sucederá con los que, con sus políticas neocapitalistas, generen mayor pobreza en
sus pueblos

El escepticismo que se trasluce en estas líneas manifiesta el derecho a dudar sobre


la universalidad de la justicia. A Pinochet no lo conoció por su detención el pasado
año. Toda Europa mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno de Pinochet
durante su sangrienta dictadura. Este era recibido como Jefe de Estado en todo el
mundo. Y fuera de las voces de protesta de los exiliados y de agrupaciones de
derechos humanos, Europa y EE.UU. fueron cómplices de sus atrocidades con su
silencio en el momento que debieron denunciarlo.

Si bien, íntimamente, siento una gran conformidad por la detención de Pinochet,


insisto en que cuando a Europa deja de convenirle la relación con algún gobernante
-o ex gobernante- entonces aparece, como en este caso, el abandono y la denuncia.

La dama de hierro (8) -apelativo decididamente curioso para alguien que ha sido
una pirata- es la única persona que ha demostrado coherencia en su conducta, ya
que no ha dejado abandonado a su amigo dictador. Al respecto, y rememorando
ese encuentro, me surge espontáneamente una frase de Borges, dónde dice "No
los une el amor, sino el espanto..."

CORTE PENAL INTERNACIONAL

La Corte Penal Internacional (llamada en ocasiones Tribunal Penal


Internacional) es un tribunal de justicia internacional permanente cuya misión es
juzgar a las personas acusadas de cometer crímenes de genocidio, de guerra, de
agresión y de lesa humanidad. Es importante no confundirla con la Corte
Internacional de Justicia, órgano judicial de Naciones Unidas, ya que la CPI tiene
personalidad jurídica internacional, y no forma parte de las Naciones Unidas,
aunque se relaciona con ella en los términos que señala el Estatuto de Roma, su
norma fundacional. Tiene su sede en la ciudad de La Haya, en los Países Bajos.

Los fundamentos políticos y doctrinales tras el establecimiento de un tribunal


internacional para el enjuiciamiento de crímenes son de larga data en occidente. Ya
en 1919, una vez terminada la Primera Guerra Mundial, los países victoriosos
quisieron juzgar alKáiser Guillermo II de Alemania por el crimen de agresión, pero
nunca se llegó a un acuerdo sobre la materia.Su fundamento original más directo
se encuentra en los tribunales internacionales establecidos
en Núremberg y Tokio para juzgar a los criminales de guerra
de Alemania y Japón por los delitos cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Pese a que el primero de estos ha sido objeto de graves críticas -tanto por castigar
penalmente a personas jurídicas como las S.S. o la Gestapo, o por no aplicar
principios de temporalidad y territorialidad de los delitos- fueron en conjunto
considerados un gran avance en materia de justicia internacional.Posteriormente,
en los albores de la Organización de las Naciones Unidas, el Consejo de
Seguridad recomendó a un panel de expertos el que se explorara la posibilidad de
establecer una corte permanente de justicia en materia criminal, similar o
complementario a su principal órgano judicial, la Corte Internacional de Justicia. Sin
embargo, después de largos debates académicos y políticos, la idea no prosperó
hasta los graves acontecimientos del genocidio yugoslavo (1991-1995)
y ruandés(1994).En parte por estos trágicos hechos, y por el desarrollo alcanzado
por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y por el Derecho Penal
Internacional, se celebró en la ciudad de Roma una Conferencia Diplomática de
plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de una Corte
Penal Internacional, en cuya acta final, suscrita el día 17 de julio de 1998, se
estableció la Corte Penal Internacional. Se trata entonces del primer organismo
judicial internacional de carácter permanente encargado de perseguir y condenar
los más graves crímenes, cometidos por individuos, en contra del Derecho
Internacional.

Conscientes de que todos los pueblos están unidos por estrechos lazos y sus
culturas configuran un patrimonio común y observando con preocupación que este
delicado mosaico puede romperse en cualquier momento,
Teniendo presente que, en este siglo, millones de niños, mujeres y hombres han
sido víctimas de atrocidades que desafían la imaginación y conmueven
profundamente la conciencia de la humanidad,' Reconociendo que esos graves
crímenes constituyen una amenaza para la paz, la seguridad y el bienestar de
la humanidad,
Afirmando que los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad
internacional en su conjunto no deben quedar sin castigo y que, a tal fin, hay
que adoptar medidas en el plano nacional e intensificar la cooperación
internacional para asegurar que sean efectivamente sometidos a la acción de
la justicia...

ORGANIZACIÓN

La Corte está compuesta de cuatro (4) órganos, dos (2) oficinas semiautónomas y
el Fondo para las Víctimas (The Trust Fund for Victims - TFV). Los órganos son:
Presidencia, Divisiones Judiciales, Oficina del Fiscal y Registro.* Presidente:Sang-
Hyun Song (República de Corea)* Primer Vicepresidente:Juez Fatoumata Dembele
Diarra (Malí) * Segundo Vicepresidente:Juez Hans-Peter Kaul (Alemania)* 18
jueces organizados dentro de la División de Cuestiones-Preliminares, la División de
Juicio y la División de Apelaciones. * Fiscal Jefe:Fatou Bensouda (Gambia) *
Secretaria:Ms Silvana Arbia (Italia).Las oficinas semi-autónomas son la Oficina del
Abogado Público para Víctimas y la Oficina del Abogado Público para la Defensa.
Asamblea de los Estados Partes.

La Asamblea de los Estados Partes es el órgano legislativo de la Corte Penal


Internacional y está encargada de supervisar su gestión. Está compuesto por
representantes de los Estados que han ratificado y adherido al Estatuto de Roma.
Por principio de independencia de la Corte, y para garantizar su imparcialidad
política, la Asamblea de los Estados Partes no es un órgano de la CPI. La ASP
funciona, a cambio, como el brazo legislativo de la Corte que igualmente garantiza
su financiamiento. Según la Corte Penal Internacional, en su página web,
actualizada hasta 2012, 120 países han firmado el Estatuto De Roma de la Corte
Penal Internacional, quedando dividido por zonas geográficas, así: países africanos,
países asiáticos, Europa del Este, Latinoamérica y el Caribe y Europa del Oeste y
otros países. Una de las ideas que dirigió aquella Asamblea de los Estados Partes
fue convertir a la Corte en un organismo realmente internacional. Pese a las críticas
que suscitaron en su momento las reglas de ratificación que no permiten reservas,
se estableció un alto número de quórum para que ésta entrara en funciones (60
ratificaciones). Las ratificaciones fueron logradas en cuatro años, entrando en vigor
el Estatuto el 1 de julio de 2002.

FUNCIONAMIENTO

La Corte funciona como un organismo autónomo de cualquier otro poder o estado.


Sin embargo, esto no obsta a que, en el cumplimiento de su deber, cuente con la
colaboración de los poderes.

Crímenes.

Los crímenes que puede conocer la Corte se encuentran limitados a los señalados
en el artículo 5 del Estatuto de Roma, que son:
 El genocidio (art. 6).
 Los crímenes de lesa humanidad (art. 7).
 Los crímenes de guerra (art. 8).
 El Crimen de agresión (art. 8 bis, según Resolución 6 del 11/06/2010 de la
Asamblea de Estados Parte del Estatuto de Roma).

Principios aplicables.

El funcionamiento de la Corte se rige por una serie de normas y principios que lo


transforman en un tribunal especial, sólo para conocer casos realmente particulares.
Los principios aplicables son:

 Complementariedad: la Corte funciona solo cuando un país no juzga o no puede


juzgar los hechos de competencia del tribunal.
 Nullum crime sine lege: el crimen debe estar definido al momento de la comisión
y que sea competencia de la Corte.
 Nulla poena sine lege: un condenado por la Corte sólo puede ser penado como
ordena el Estatuto.
 Irretroactividad ratione personae: nadie puede ser perseguido por la Corte por
hechos o delitos cometidos con anterioridad a su entrada en vigencia.
 Responsabilidad penal individual: no serán objeto de la pretensión punitiva
las personas jurídicas, salvo como hecho agravante por asociación ilícita.
 La Corte no es competente para juzgar a quienes eran menores de 18 años en
el momento de comisión del presunto crimen.
 Improcedencia de cargo oficial: todos son iguales ante la Corte, aunque el
acusado sea, por ejemplo, jefe de Estado.
 Responsabilidad por el cargo.
 Imprescriptibilidad.
 Responsabilidad por cumplimiento de cargo: no es eximente de responsabilidad
penal.
Investigación y enjuiciamiento.

La investigación de los hechos que fueran constitutivos de delitos se puede iniciar


por tres formas (art. 13):

 Por remisión de un Estado Parte a la Corte de una situación particular;

 Por solicitud del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (donde se aplica
el veto invertido)

 De oficio por el Fiscal de la Corte.

Una vez que el Fiscal maneje estos antecedentes, puede o archivarlos o presentar
una acusación que es revisada por la Cámara de Asuntos Preliminares, que revisa
los antecedentes hechos valer por el Fiscal. Si es procedente se acoge la acusación
que pasa a ser conocida por la Cámara de Primera Instancia, donde se realiza el
juicio. Una vez absuelto o condenado, tanto el Fiscal como el condenado en su caso,
pueden apelar o casar ante la Cámara de Apelaciones.

Penas y cumplimiento.

Las penas que puede establecer la sentencia puede ser de prisión por un plazo no
mayor de 30 años, o (por la gravedad de los crímenes) cadena perpetua, además
de una multa y el decomiso de las especies que sean de propiedad del condenado
(art. 77).

La pena se puede llevar a cabo en el país sede de la Corte (Holanda) o en otro de


acuerdo con los convenios que se puedan establecer entre la Corte y otros países.

La Corte, en virtud de las normas del Estatuto que la autorizan, podrá pactar con
diferentes Estados diversas formas de cooperación, de investigación o de
cumplimiento de condenas. Estos pactos suelen ser considerados complementarios
al Estatuto para quienes los firman. A modo de ejemplo, el año 2005, Austria firmó
un acuerdo de cooperación y de apoyo a las investigaciones que realiza la Corte.
En cuanto a las Naciones Unidas, el Estatuto en su artículo 2 señala que: la Corte
estará vinculada con las Naciones Unidas por un acuerdo que deberá aprobar la
Asamblea de los Estados Partes en el presente Estatuto y concluir luego el
Presidente de la Corte en nombre de ésta. En este sentido, es importante destacar
la situación del "veto invertido", establecido en el Estatuto. Esta modificación cambia
el efecto que tiene la aplicación por alguno de los países que cuentan con un asiento
permanente en el Consejo de Seguridad, de su derecho a veto. Esto se traduce en
que al momento de utilizar este derecho, sólo tendrá el efecto de evitar que el
Consejo haga aplicación del derecho que tiene a solicitar a la Corte la no iniciación
o suspensión de una investigación en curso ante la Corte.

El caso del artículo 98

El artículo 98 del Estatuto señala:

1. La Corte podrá negarse a dar curso a una solicitud de entrega o de asistencia en


virtud de la cual el Estado requerido deba actuar en forma incompatible con las
obligaciones que le imponga el derecho internacional con respecto a la inmunidad
de un Estado o la inmunidad diplomática de una persona o un bien de un tercer
Estado, salvo que obtenga la cooperación de ese tercer Estado para la renuncia a
la inmunidad.

2. La Corte no dará curso a una solicitud de entrega en virtud de la cual el Estado


requerido deba actuar en forma incompatible con las obligaciones que le imponga
un acuerdo internacional conforme al cual se requiera el consentimiento del Estado
que envíe para entregar a la Corte a una persona sujeta a la jurisdicción de ese
Estado, a menos que ésta obtenga primero la cooperación del Estado que envíe
para que dé su consentimiento a la entrega

Estas normas establecen una forma de evitar el cumplimiento de las resoluciones


de la Corte cuando exista un tratado internacional que proteja al nacional de otro
estado que no sea parte del Estatuto. En términos prácticos, los Estados Unidos han
hecho uso de esta situación que se preveía excepcional en los casos, estableciendo
tratados de cooperación con diversos países en los términos que señala el artículo
antes mencionado.2

A partir del año 2003, Estados Unidos decidió poner término a la ayuda militar a los
países que decidieran no acceder a convenir un tratado de exclusión en base al
artículo 98. Este medio de presión, con el cual en junio de 2005 ya había logrado
convenir acuerdos con cerca de 100 países, no fue aceptado por varios Estados
que vieron afectados sus aportes militares por parte de los Estados Unidos. Entre
estos últimos se encuentran Brasil, Costa
Rica, Ecuador, Perú, Sudáfrica, Venezuela y otros países de África y América
Latina.

La oposición del Distrito de Columbia.

El Distrito de Columbia pugna por inmunizar del procesamiento por crímenes de


guerra a ciudadanos estadounidenses. El expresidente George W. Bush rechazó
firmar cualquier tratado relacionado con el tema; también retiró la firma del Estatuto
de Roma.

El Distrito de Columbia ha firmado acuerdos bilaterales de inmunidad (A.B.I.) con


60 países, en su mayoría países pequeños, con democracias frágiles y economías
débiles entre los que se encuentran Bhután, El Salvador, India, Nepal, Colombia3 y
Sri Lanka. A los países que se negaron a firmar estos tratados, el gobierno
estadounidense les retiró la ayuda militar, así ocurrió con Brasil, Uruguay, Croacia,
Lituania y Malawi, por nombrar algunos.

Conforme al estatuto, la CPI puede asumir la jurisdicción nacional de un país para


juzgar crímenes. Estados Unidos se opone a esto. Los crímenes procesados por la
CPI son crímenes de jurisdicción universal. A su vez, el estatuto de la CPI protege
el principio de jurisdicción universal. Sólo procesará cuando el país del cual sea
ciudadano el agresor no pueda o no deseé hacerlo.

CRITICAS

El Estatuto de la Corte no ha sido firmado ni ratificado, entre otros países,


por Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel, Cuba e Irak, lo que denota la
política de evitar someter aorganismos supranacionales los temas internacionales y
de dejarlos a organizaciones intergubernamentales o, simplemente, de que no estén
regulados.

El caso particular de Estados Unidos es el más polémico. El 2 de agosto de 2002,


el Congreso de ese país aprobó la American Servicemembers Protection Act (Ley
de Protección del Personal de Servicio Estadounidense) con el claro objetivo de
debilitar a la Corte. Esta ley prohíbe a los gobiernos y a los organismos federales,
estatales y locales estadounidenses (incluidos los tribunales y los organismos
encargados de hacer cumplir la ley) la asistencia a la Corte. En consecuencia, se
prohíbe la extradición de cualquier persona de los Estados Unidos a la Corte y se
prohíbe a los agentes del Tribunal llevar a cabo investigaciones en los Estados
Unidos. La ley también prohíbe ayuda militar de Estados Unidos a los países que
son parte en la Corte. Además, se autoriza al presidente de los Estados Unidos a
utilizar "todos los medios necesarios y adecuados para lograr la liberación de
cualquier [personal estadounidense o aliado] detenido o encarcelado, en nombre
de, o a solicitud de la Corte Penal Internacional", lo cual representa la figura de
sedición contra el Derecho Internacional.

ORGANIZACION DELAS NACIONES UNIDADS

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) o simplemente Naciones


Unidas (NN. UU.) es la mayor organización internacional existente. Se define como
una asociación de gobierno global que facilita la cooperación en asuntos como
elDerecho internacional, la paz y seguridad internacional, el desarrollo económico y
social, los asuntos humanitarios y losderechos humanos.

La ONU fue fundada el 24 de octubre de 1945nota 4 en la ciudad estadounidense San


Francisco, por 51 países, al finalizar laSegunda Guerra Mundial, con la firma de
la Carta de las Naciones Unidas.1
Desde su sede en Nueva York, los Estados miembros de las Naciones Unidas y
otros organismos vinculados deliberan y deciden acerca de temas significativos y
administrativos en reuniones periódicas celebradas durante el año. La ONU está
estructurada en diversos órganos, de los cuales los principales son: Asamblea
General, Consejo de Seguridad, Consejo Económico y Social, Secretaría
General, Consejo de Administración Fiduciaria y la Corte Internacional de Justicia.
La sede europea (y segunda sede mundial) de la Organización de las Naciones
Unidas se sitúa en Ginebra, Suiza.

La figura pública principal de la ONU es el Secretario General. El actual es Ban Ki-


moon de Corea del Sur, que asumió el puesto el 1 de enero de 2007, reemplazando
a Kofi Annan.2

A fecha de 2013, la ONU posee 193 Estados miembros: todos los


países soberanos reconocidos internacionalmente, más tres miembros en calidad
de observadores —el Estado de la Ciudad del Vaticano, la Soberana Orden Militar
de Malta y el Estado de Palestina. Otros Estados independientes de facto como
la República de China o Kosovo no son miembros pues son considerados territorios
en disputa.

Los idiomas oficiales de la ONU son seis: árabe, chino


mandarín, español, francés, inglés y ruso

Estados miembros.

Desde 2011 y después de la adhesión de Sudán del Sur, el número de Estados


miembros es de 193. Están incluidos todos los estados reconocidos
internacionalmente, menos:

 el Estado de la Ciudad del Vaticano —la Santa Sede, como sujeto de derecho
internacional, es considerado miembro observador—,
 la Orden de Malta —con sede en Roma, es un sujeto de derecho internacional
y es miembro observador—,
 el Estado de Palestina —la Autoridad Nacional Palestina ejerce como miembro
observador—.
 la República de China-Taiwán —cuyo asiento en la ONU fue transferido a
la República Popular China en 1971—,
 el Sahara Occidental —de iure, territorio no autónomo de administración
española, como indica el documento S/2002/161—.

El último país en ser admitido fue la República de Sudán del Sur, el 14 de julio de
2011.

Los llamados «casos especiales», únicos territorios no miembros, sin calidad de


miembro observador y con gobierno propio son:

 Niue
 y las Islas Cook.

Ambos territorios están actualmente en libre asociación con Nueva Zelanda. Sin
embargo, cada uno podría declarar su independencia solicitando su ingreso a la
ONU. Esto ya ha sucedido, por ejemplo, con los Estados Federados de Micronesia,
las Islas Marshall y Palaos, todos Estados en libre asociación con Estados Unidos y
miembros de las Naciones Unidas.

El artículo 4, del Capítulo 2 de la Carta de las Naciones Unidas establece los


requisitos para ser Estado miembro:

Podrán ser Miembros de las Naciones Unidas todos los demás Estados amantes de
la paz que acepten las obligaciones consignadas en esta Carta, y que, a juicio de la
Organización, estén capacitados para cumplir dichas obligaciones y se hallen
dispuestos a hacerlo.
La admisión de tales Estados como Miembros de las Naciones Unidas se efectuará
por decisión de la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad.
LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS Y LAS COMPETENCIAS DE LA ONU

Naciones Unidas es el intento más perfecto de crear una organización internacional


capaz de vertebrar y armonizar toda la sociedad internacional para conseguir
determinados fines: mantenimiento de la paz y seguridad internacional.
Hubo un primer ensayo de dar forma ó estructura a la Comunidad Internacional,
anterior a la ONU, que fue la Sociedad de Naciones, cuyos fines fueron generales
y de vocación universal (tenía su cargo preservar la paz internacional).
Estuvo activa durante el periodo entreguerras (1919-1939), pero resultó
un proyecto fracasado por no conseguir evitar el desencadenamiento de
una Segunda Guerra Mundial; mucho más cruel e inhumana y con un mayor número
de víctimas.
En otro plano, la crisis del Estado liberal que motivó la aparición de movimientos de
signo totalitario de marcado carácter fascista en Italia y Alemania, supusieron
una quiebra total de la sociedad internacional. Y para colmo, la crisis del 30 que vino
a significar la experiencia económica más desastrosa de todos los tiempos.
En la práctica, la Sociedad de Naciones no pudo abarcar la totalidad de países de la
Tierra. Este objetivo de alcanzar la universalidad no lo consiguió debido
primordialmente al desmarcarse países tan importantes como Estados Unidos,
Alemania, Japón y la URSS por agredir a Finlandia.
Todo esto debilitó la fuerza y la ya de por sí mermada credibilidad de la Sociedad
de Naciones.
La ONU comienza a germinarse desde de la 2ª Guerra Mundial; surgió en las aguas
del Atlántico entre Churchill y Roosvelt adoptando la "Carta del Atlántico" en 1941
(EE.UU. y Reino Unido). Esto sólo era un acuerdo entre Estados Aliados frente
al fascismo europeo.
Esta Carta decía que para cuando acabara la 2ª Guerra Mundial todos los Estados
de la Tierra se comprometerían a renunciar al uso de la fuerza armada; antes de la
2ª Guerra Mundial el uso de la fuerza era aceptado, a partir de Naciones Unidas
estará prohibido.
A esta Carta del Atlántico se adhirieron algunos Estados aliados que fueron
perfilando esta idea hasta el año 1945.
En junio de ese año, se convocó en San Francisco (EE.UU.)
una conferencia internacional entre los 51 Estados de la Carta del Atlántico que
adoptaron la "Carta de San Francisco", tratado constitutivo de Naciones Unidas. El
mismo entró en vigor el 24 de Octubre de 1945, creando la ONU con sede central
en Nueva York.
La Carta de San Francisco es producto de las potencias vencedoras de la Segunda
Guerra Mundial (EE.UU. Francia, Reino Unido, URSS y China), y nace con la idea
de evitar en el futuro nuevas guerras mundiales (factor que hoy ha quedado
superado).
No está pensada para dilucidar controversias entre los países fundadores, sino para
solucionar conflictos entre terceros países. Contiene además, el Estatuto del
Tribunal Internacional de Justicia, uno de los órganos más importantes de Naciones
Unidas.
A partir de la 2ª Guerra Mundial surgió la "guerra fría", que supuso el bloqueo del
Consejo de Seguridad, por lo cual la Carta quedó parcialmente obsoleta. Con ella
se trataba de controlar a las potencias derrotadas, pero Alemania y Japón se
pusieron a favor del bloque occidental.
 Naciones Unidas no es un "super Estado".

Algunos autores y pensadores han llegado a decir que la Carta de San Francisco
es una "Constitución" para todos los habitantes de la Tierra. Y en este sentido tiene
una doble dimensión:
 es el tratado constitutivo de una organización internacional, como es la ONU.

— posee rasgos muy especiales, que son los que vamos a analizar a continuación.

Caracteres especiales

1.
2. Naciones Unidas es la única organización internacional que tiene una clara
vocación universal y fines generales.
3. Su fin primordial es el mantenimiento de paz y seguridad internacional a través
de una serie de medidas: Consejo de Seguridad.
4. Art. 2.6 establece que "los Estados NO miembros de la ONU están obligados a
respetar las disposiciones de la Carta de San Francisco relativas al
mantenimiento de paz y seguridad internacional". Esto no lo hace ningún tratado
internacional, ya que estos sólo obligan a los Estados miembros de la
organización internacional.

Algo tan importante no puede quedar a la libre determinación de los Estados,


inspirado en el contexto histórico en que se creó la O.N.U., pues el mismo
preámbulo de la Carta así lo expresa: "Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas
resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos
veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles,...."
El Art. 103 dice "en caso de conflicto entre una disposición de la Carta y una
disposición de un tratado internacional cualquiera, siempre prevalecerán las
disposiciones de la Carta de San Francisco". Es decir, se atribuye rango superior
ante cualquier otro tratado anterior ó posterior a 1945.
Se puede llegar a decir, que la Carta de San Francisco configura
los principios generales del Derecho Internacional Público, no son meramente las
disposiciones de un tratado internacional u organización.
3. Algunas reformas necesarias

El procedimiento de reforma de la Carta es rígido; es necesaria la unanimidad de


los cinco Estados fundadores (sin ellos no se puede reformar ninguna disposición).
Hay reformas "pendientes", como por ejemplo, a nivel de estructura orgánica.
La plataforma anterior de los países en desarrollo no exponía un punto de vista
sobre la reforma de la ONU y otros organismos internacionales, ni presentaba
propuestas específicas sobre el tema. No obstante, ante los cambios del ámbito
internacional, el tema de la reforma de las instituciones ha cobrado nueva
importancia. Es actualmente el tema central de opiniones y propuestas emergentes
de países desarrollados y de gruposindependientes.
Toda propuesta realizada por países en vías de desarrollo que guarde relación con
la organización y la reforma de los procesos multilaterales debe reflejar una sola
idea muy trascendente, y es que, en gran medida, la fuerza de los países en
desarrollo en foros internacionales deriva de su cantidad; cantidad que refleja a los
estados nacionales y poblaciones que forman la comunidad global. La ONU fue
establecida sobre la base de laigualdad de los estados nacionales, igualdad
reflejada en el principio de "un país, un voto". Es este factor, y de ahí su carácter
universal, el que ha hecho de la ONU un foro en el cual los países en desarrollo
tienen una importante presencia. Este factor es también el que ha permitido que los
países en desarrollo se nucleen en el Movimiento de Países No Alineados y en
el Grupo de los 77 y adopten posiciones comunes en una variedad de asuntos.
Se deduce de ello que las reformas que resten valor a los poderes y funciones de
los órganos con integración universal o los transfieran a otras entidades menos
representativas tenderán a debilitar la influencia y el impacto de los países en
desarrollo y de su organización: el Grupo de los 77. Esto es especialmente cierto en
lo que atañe a cambios que fortalecieran la función del Consejo de Seguridad que
cuenta con tan pocos integrantes en comparación con la Asamblea General. Una
cantidad de propuestas de reforma realizadas recientemente tratan de establecer
nuevas entidades de la ONU de muy restringida integración: entidades como un
Consejo de Seguridad Económica o un Consejo Económico y un Consejo Social,
etc. Su objetivo sería sustituir los órganos existentes y más universales, los cuales
quedarían sin efecto. El fin de esas propuestas es supuestamente mejorar
la eficiencia y vigencia de la ONU en los ámbitos económico y social. Pero
cualesquiera sean las perspectivas que se tengan de alcanzar ese fin con los
cambios propuestos, tendrían como consecuencia la creación de órganos con una
presencia marcadamente reducida de los países en desarrollo.
Es verdad que las grandes asambleas no son los mejores instrumentos para
negociar acuerdos complejos y detallados. Sin embargo, en la práctica, los acuerdos
podrían ser, y lo han sido, efectuados mediante negociaciones representativas
realizadas en grupos de trabajo creados en el momento oportuno por las
corporaciones más numerosas. Esta ha sido la experiencia en el pasado y ha dado
buenos frutos cuando los factores políticos y afines contribuyeron para ello.
También sería necesario hacer una reforma importante para resolver el problema
financiero: habrá que crear instrumentos para obligar a los Estados a
aportar dinero anualmente a la ONU (hay países, como EE.UU., que no pagan).
También se hace necesario reformar las palabras "estados enemigos", referidas de
países Alemania y Japón; puesto que hoy en día son unos de los que más dinero
aportan a la ONU.

Competencias de la O.N.U.

Tiene competencias generales, pudiendo tratar cualquier materia que tenga un


mínimo de contenido internacional.
El párrafo anterior está limitado por el artículo 2.7 de la Carta de San Francisco "no
puede intervenir en asuntos propios de la jurisdicción interna de los Estados"; pero
incluso este único límite se ha visto difuminado puesto que la propia Carta prevé y
estipula que podrá intervenir siempre que haya una amenaza para la paz.
Las competencias generales, principales son las siguientes:
1.
2. Mantenimiento de la paz y seguridad internacional.
3. Fomento de las relaciones amistosas entre los pueblos.
4. Fomento del arreglo pacífico de las controversias internacionales.
5. Protección de los derechos humanos.
6. Cooperación al desarrollo (aliviar la pobreza del tercer mundo).

Naciones Unidas tiene una regulación de las competencias en la Carta de San


Francisco, pero por el principio teórico de las competencias implícitas, se
desarrollan otras competencias que no están recogidas en la Carta; como por
ejemplo, la protección del medio ambiente, que se intenta poner en relación con la
cooperación al desarrollo. Así como aquellas llamadas a defender los derechos de
sus funcionarios.
Propósitos y Principios de O.N.U.

Los propósitos se identifican con los objetivos y fines que relata el artículo primero
de la Carta de las Naciones Unidas:
1. Mantenimiento de la paz y Seguridad internacional.
Todos los demás están relacionados directamente con este, ya que son medidas
preventivas para conseguir el mantenimiento de la paz y evitar conflictos
armados.
2.
3. Fomento de las relaciones amistosas entre los Estados.
4. Desarrollar la cooperación internacional para subsanar
los problemas económicos, sociales y culturales. Donde existan estos
problemas se pueden producir conflictos armados.
5. Fomentar el respeto a los derechos Humanos.
6. Servir de foro donde se puede llevar a cabo medidas preventivas.

Los principios son las reglas por medio de las cuales la ONU tiende a conseguir sus
propósitos. Antes, estos principios, solamente estaban recogidos en el artículo
segundo de la Carta, pero posteriormente fueron ampliados y desarrollados por la
resolución 2625 (XXV) de 1970.
Dichos principios se consideran principios rectores del derecho internacional,
principios que deben ser respetados por todos los países (normas de derecho
impositivo), no admiten derogación ni modificación por parte de los Estados. Esta
"seriedad" le viene a dar, en definitiva, una cierta cohesión al ordenamiento
internacional.
a.
b. Principio de PROHIBICIÓN de la amenaza o el uso de la fuerza armada contra
la independencia política e integridad territorial de los Estados. Arreglo pacífico
de controversias.
c. Principio de NO INTERVENCIÓN en los asuntos internos de los Estados.
d. Deber de COOPERACIÓN entre los Estados.
e. Principio de la libre AUTODETERMINACIÓN de los pueblos.
f. IGUALDAD soberana de todos los Estados Cumplimiento de buena fe de
las obligaciones internacionales.
g. PROTECCIÓN de los derechos humanos.
h. AUTORIDAD sobre Estados no miembros.

Los Estados miembros y su "estatus" jurídico

Los "miembros" de Naciones Unidas sólo pueden ser ESTADOS. Actualmente la


componen 185, presumiendo de estar abierta a todos (vocación universal).
El "estatus" jurídico de Estado miembro significa, que en la ONU se le aplican los
derechos y obligaciones de la Carta de San Francisco.
En 1945 Naciones Unidas tenía 51 Estados; España se adhirió en 1955 (se
consideró que el régimen franquista era aliado del fascista). En los años 60 se
"disparó" el proceso de descolonización y se produjo una adhesión masiva (Estados
de Asia e África).
En 1973 se adhirieron las dos Alemanias (RFA y RDA); los cambios producidos en
algunos países, como la URSS, han ido posibilitando el ingreso de nuevos Estados
(Estonia, Letonia)
—El último Estado, que se adhirió fue la Isla de Palaos, en Diciembre de 1994.
La Sociedad internacional de la posguerra se ha universalizado. Realmente se ha
hecho mucho más diversa, heterogénea y plural, pero la división entre países ricos
y pobres sigue existiendo, y no sólo eso, sino que parece acentuarse: Una cosa es
clara, no existe un tercer mundo único, no hay por qué "meter" a todos en un mismo
saco. Países como Singapur, China ó el Golfo Pérsico son muy distintos de Ruanda,
Zaire, Chad, etc... Existen múltiples categorías e infinidad de subdivisiones.
La ausencia más notable de la ONU es Suiza, que no puede ser miembro de la
misma debido a su estatuto de Estado neutralizado, ya que hay determinados
artículos de la Carta (Capítulo VI) que dan lugar a la creación de una fuerza
internacional para resolver un conflicto.
Que no sea un miembro activo, no significa que no coopere con la ONU; Ginebra
es una importante subsede de la misma.
A efectos de procedimientos, se diferencia entre los Estados fundadores y los
Estados admitidos; ambos gozan de los mismos derechos y de las mismas
obligaciones.
Requisitos
El artículo 4 de la Carta de San Francisco, establece los requisitos (sustantivos y
procedimentales) para ser miembro, aunque se puede decir, que la ONU no ha sido
muy rigurosa en ellos:
a.
b. SUSTANTIVOS

1. Se requiere que sea un Estado que tenga los 4 elementos constitutivos.


Se excluyen las Organizaciones Internacionales, ONG's, etc... Pero en este
punto no se ha sido totalmente estricto, puesto que la URSS pidió que se
admitiera a dos países que en ese momento no eran estados: Ucrania y
Bielorusia.
2.
3. Ser un Estado amante de la Paz.
4. Que el candidato se comprometa a aceptar las obligaciones dimanantes de la
Carta de San Francisco.

a.
1.
2. El Estado manda una solicitud a la ONU.
3. El Consejo de Seguridad manda una "recomendación" que es vinculante y
preceptiva.
4. Posteriormente se debe aprobar por mayoría en la Asamblea General.
b. PROCEDIMENTALES:
 El art. 5 de la Carta prevé la suspensión de los derechos y privilegios a un Estado
miembro, cuando este incumpla las obligaciones dimanantes de la Carta.
Este precepto nunca se ha aplicado a ningún Estado miembro.
 El art. 6 de la Carta prevé la expulsión de un Estado miembro si ha violado de forma
continuada los principios de la Carta de San Francisco. Este art. tampoco se ha
aplicado nunca.

En estos casos se ha preferido "castigar" de otra manera antes de proceder con la


suspensión o expulsión. Es mejor tratar con los rebeldes dentro de la organización,
que no fuera. Nunca se han aplicado medidas sancionadoras, pese a que no han
faltado motivos (Sudáfrica).
Lo que sí se ha producido es la retirada "voluntaria" de Naciones Unidas, y que no
se encuentrs estipulada en la Carta (es el caso de Indonesia).
 Para los Estados NO MIEMBROS: organizaciones internacionales, UE ó OLP, se
establece un cierto estatuto de observador (sin voto), pero que le da derecho a
asistir a las sesiones e incluso a ser oídos.

Estructura orgánica

Es una estructura compleja, compuesta por seis órganos principales:


De los 6 órganos los más importantes son:
1.
2. Consejo de Seguridad
3. Asamblea General
4. Consejo Económico y Social (ECOSOC)
5. Secretaría General
6. Tribunal Internacional de Justicia
7. Consejo de Administración Fiduciaria.
Cada uno de estos órganos principales han creado para su funcionamiento otros
determinados órganos subsidiarios, como UNICEF (Fondo de Naciones
Unidas para la infancia), ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Refugiados), etc...
8. Consejo de seguridad

Es un órgano intergubernamental de participación restringida (no están


representados todos los Estados miembros).
Esta dedicado primordialmente al mantenimiento de la "paz"
y seguridad internacional y para el ejercicio de ésta, puede, investigar situaciones
susceptibles de ponerla en peligro e instar a la pacificación.
En un primer momento estaba compuesto por 11 miembros; en la actualidad son
15, y de estos 15 hay 5 que son permanentes (EE.UU., Reino
Unido, Francia, China y Rusia); los otros 10 países se van rotando cada dos años,
según distribución geográfica.
El Consejo de Seguridad funciona con carácter de permanencia; siendo así que los
15 miembros deben tener un representante en Nueva York.
El porcentaje de su composición es una de las cuestiones más problemáticas,
puesto que las tendencias actuales hablan de ampliar los miembros permanentes
a Alemania y Japón, siguiendo criterios de política y economía.
Democráticamente debería haber un representante de cada área geográfica:
por África: Nigeria; por Asia: India y por América Latina: Brasil.
— No es casualidad que los cinco miembros sean los principales portadores del
armamento atómico.
El Consejo adopta sus decisiones por mayoría de 9 votos. Cuando es una decisión
de procedimiento ó de forma vale cualquier voto por igual (sea de un miembro
permanente ó no), pero en cuestiones de fondo ó sustantivas estos nueve votos
deben incluir necesariamente los 5 votos favorables de los Estados permanentes
(estos tienen un "gran" poder: el derecho de veto son intocables).
El Consejo de Seguridad históricamente ha estado "bloqueado", puesto que
los conflictos desde 1945 implicaban a algún Estado miembro permanente y este
imponía su derecho de veto.
La división Este-Oeste (OTAN, Pacto de Varsovia) supuso la "paralización" de
la ONU; puesto que dos super potencias creasen instituciones para la defensa
dividió Naciones Unidas en dos bloques internacionales
Se puede decir, que ha vuelto a 'funcionar'; ha producir y adoptar decisiones tras el
acuerdo entre USA y RUSIA. La resolución más importante del Consejo ha sido
legitimar la "Guerra del Golfo".
Asamblea general

Es un órgano intergubernamental plenario, en su seno están representados todos


los miembros de Naciones Unidas (los 185 Estados). No tiene funcionamiento
permanente y sus competencias son:
 genéricas, es decir, la Asamblea podrá tratar cualquier tema dentro de
los límites de la Carta. Y debe quedar inactiva cuando el Consejo de Seguridad
entre a tratar una materia concreta.

Son competencias específicas:


 Mantenimiento de la Paz y Seguridad internacional a nivel general, porque a nivel
de crisis concretas competen al Consejo de Seguridad.
 Fomento de la Cooperación internacional (sirve de foro).
 Realizar una labor impulsora para el desarrollo del Derecho Internacional Público y
de su codificación.

Antes el D.I.P. no era escrito, pero la ONU realiza una labor impulsadora de la
codificación, y en este sentido creó un órgano subsidiario, la Comisión de Derecho
Internacional, para dedicarse a la labor codificadora.
 Elaborar y aprobar el presupuesto de la organización; así como fijar cuotas y
contribuciones de miembros.

Cada Estado miembro tiene su "sitio" en la Asamblea General. En un principio


estaba compuesta por Estados occidentales, pero posteriormente se integraron los
estados del tercer mundo; estos últimos países quieren un concepto más
revolucionario del Derecho Internacional Público. Nosotros que nos denominan,
"Estados del Tercer Mundo" somos mayoría en la Asamblea; y por tanto ésta trata
más cuestiones de índole económica, sobretodo de la cooperación al desarrollo; y
para ello aprobaron la resolución del Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI)
que decía que cualquier forma económica tendría que estar en búsqueda de la
repartición de riqueza de todo el mundo (lo que no se está aplicando en la práctica).
El tercer mundo ha querido e intentado cambiar muchas cosas; pero en la
práctica los tres poderes (político, económico y militar) siguen estando en manos de
unos pocos privilegiados, por no decir EE.UU.
Todo el derecho internacional está marcado por la división Norte-Sur. Los países
tercermundistas se encuentran con un derecho internacional que no les favorece
(no son miembros del Consejo de Seguridad). Además el abismo
(fundamentalmente económico) tiende a acentuarse, puesto que China puede pasar
a convertirse en un país poderosamente económico, a diferencia de Ruanda con
una economía muy vulnerable y frágil.
Las decisiones de la Asamblea General se adoptan por mayoría; esto no viene a
ser muy práctico puesto que estas decisiones no son de carácter vinculante para
los Estados, es decir, que estos no se obligan en su cumplimiento. En la actualidad
se tiende a adoptar las decisiones por consenso, que aunque no tenga valor jurídico
sí tiene un valor moral importante.
Decir, aquí, que 130 Estados del tercer mundo critican la prepotencia del Consejo
de Seguridad, es aberrante y supone una "degeneración" jurídica el no hallar una
fórmula para abolir dicho derecho de inmunidad.
Las Carta de las Naciones Unidas: una visión y una misión.

Al fundarse la ONU, al final de la Segunda Guerra Mundial, los estados nacionales


de entonces respondían a la necesidad de conducir las relaciones internacionales
en un régimen más cooperativo, transparente. Los planes de construir
la comunidad internacional sobre cimientos nuevos y más sanos simbolizaban a la
vez una manera visionaria y práctica de conducir las relaciones económicas
y políticas internacionales.
En vista de los actuales debates relativos a la función y el futuro de la ONU, es
importante recordar que la Carta de las Naciones Unidas: percibe
los problemas políticos, de seguridad, económicos, sociales, culturales y
humanitarios como interrelacionados, y por consiguiente propone soluciones y
líneas de conducta coordinadas; da instrucciones a la ONU para que aborde
problemas más allá de las relaciones tradicionales entre estados y luche por una
cantidad de objetivos normativos más amplios, entre ellos la promoción de "un
elevado nivel de vida, pleno empleo y condiciones de progreso económico y social"
y la evolución económica y social de "todos los pueblos"; coloca a la ONU en la
cúspide del incipiente sistema de organizaciones internacionales. Esta ha de
abarcar a las instituciones especializadas existentes tales como la
Organización Internacional del Trabajo(OIT), así como las instituciones de Bretton
Woods -- el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento (BIRF) o Banco Mundial -- instituciones establecidas un
año antes de la creación de la ONU.
Las esperanzas de un futuro más pacífico y próspero fueron depositadas de este
modo en un nuevo sistema de instituciones multilaterales, cuyo objetivo era brindar
una señal clara tendiente a un gobierno global bajo los auspicios de la ONU. Sin
embargo, desde el comienzo, esta visión internacionalista y democrática de la ONU
y de sus atribuciones ha tenido que lidiar con la realidad de la política de fuerza.
Una primera manifestación de ello fue la decisión de las grandes potencias de
convertir a las instituciones financieras de Bretton Woods en entes prácticamente
autónomos con respecto a la ONU y mantener el nuevo órgano
de comercio internacional, el Acuerdo Internacional sobre Aranceles Aduaneros y
Comercio (GATT), separado de la ONU. Estas decisiones han tenido graves
consecuencias para la coordinación de una política económica global y para la
participación democrática en importantes instancias decisorias. No obstante, a
pesar de no ajustarse plenamente a las esperanzas de los artífices del sistema
internacional de posguerra más "internacionalistas", la estructura institucional
emergente y los principios orientadores reivindicados permitieron alcanzar grandes
progresos en los años siguientes a su creación.
Cualesquiera hayan sido las tensiones internacionales y las deficiencias de la ONU,
la existencia de las Naciones Unidas como una institución para todos los países
generó la sensación de formar parte de la comunidad mundial y ayudó a crear
una conciencia global. Para los países en desarrollo, la ONU aportó la arena política
y permitió desencadenar su lucha anticolonialista y de emancipación política,
engendrando un sentimiento de poder e importancia y proporcionando un medio
para participar en el escenario mundial como iguales.
Desde el punto de vista económico y social, durante los tres decenios posteriores a
la creación de la ONU, el crecimiento económico generó pleno empleo y prosperidad
creciente y facilitó la adquisición de derechos sociales en el Norte, a la vez que hubo
desarrollo constante en muchos países del Sur.
Se adoptaron muchos principios, estructuras, pautas y referencias de cooperación
internacional para el desarrollo. Entre ellos se pueden mencionar
la Estrategia Internacional del Desarrollo, las metas de ayuda, el trato preferencial
y la no reciprocidad en las negociaciones comerciales.
La ONU también demostró ser una fértil fuente de ideas con decisiva incidencia en
la manera de proceder y en los principios del ámbito del desarrollo. El actual sistema
normalizado de contabilidad nacional tuvo su origen y posterior evolución en la
ONU. La idea de eximir de deudas y de contar con programas especiales para los
países menos adelantados entre los países en vías de desarrollo también emanó
de la ONU.
Las normas y principios fijados por los organismos especializados de la ONU han
mejorado la vida tanto a nivel nacional como internacional. Los organismos menores
y más especializados como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la
Organización Meteorológica Mundial (OMM), la Organización de Aviación Civil
Internacional (OACI) etc., a través de sus normas y regímenes reglamentarios, han
contribuido a mantener el orden internacional en ámbitos tan diversos como la
meteorología, las comunicaciones, la aviación, etc. Sucesivas conferencias
internacionales convocadas por organizaciones de la ONU han ayudado a identificar
y centrar la atención mundial en nuevos problemas relativos a temas como
medio ambiente, población,
energía, ciencia y tecnología, alimentación y nutrición y el lugar y función de la
mujer en la sociedad y en el desarrollo socialen general.
Una cantidad de nuevos órganos de la ONU como la UNCTAD y ONUDI fueron
creados en respuesta a las necesidades enunciadas colectivamente por los países
en desarrollo. El objetivo de estas instituciones era ayudar a formular principios
orientadores y mecanismos internacionales que permitieran implementar las
atribuciones contenidas en la Carta de promover el progreso económico y social de
"todos los pueblos".
La investigación y el trabajo estadístico de calidad de la ONU arrojaron luz sobre el
funcionamiento de la economía mundial y pusieron de manifiesto sus desigualdades
y anomalías. Deliberaciones mantenidas en las nuevas instituciones y en las
conferencias mundiales de la ONU, dieron lugar a acuerdos internacionales, normas
y medidas que se convirtieron en elementos esenciales de la cooperación
internacional para el desarrollo. Así surgió un programa de desarrollo global que se
transformaría luego en una de las dimensiones clave del trabajo de la Organización.
Pero algunos de los reclamos del Sur de criterios y medidas para alcanzar
mayor justicia económica parecieron poner en tela de juicio las relaciones
económicas y políticas mundiales vigentes y por consiguiente los intereses
inmediatos de las naciones de mayor poderío económico. Los esfuerzos por traducir
estos reclamos en compromisos prácticos y programas de trabajo de la ONU rara
vez recibieron apoyo entusiasta de los países más poderosos del Norte. Resultaba
difícil, o imposible, alcanzar consenso sobre propuestas de directrices
internacionales en ámbitos como materias primas, transferencia de tecnología y
códigos de ética para empresas trasnacionales, entre otros

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