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La Ruralidad Urbanizada. Reflexiones Sob PDF
La Ruralidad Urbanizada. Reflexiones Sob PDF
Núm. 32
Coordinador
José del Val
Gabriela Torres-Mazuera
1
El equipo de investigación estuvo coordinado por Kirsten Appendini y Gustavo Verduzco. En él partici-
paron Adriana Larralde, Christian Muñoz, Valdemar Díaz, Lorena Cortés y Daniela Andrade.
2
Al escribir este prefacio me surge la duda sobre el uso pronominal que utilizaré. Como sabemos es una
convención académica hablar en primera persona del plural a fin de generar una impresión de objetividad
y de trabajo colectivo. Sin embargo el “yo” es útil y se distingue del “nosotros” cuando hablamos de expe-
riencias más personales, subjetivas e íntimas. A lo largo del texto utilizaré el “nosotros” cuando me refiera
al trabajo y a las percepciones en equipo, así como a las ideas y conceptos compartidos o retomados de otros
autores que han escrito del tema, y recurriré al “yo” para narrar mi experiencia de trabajo de campo y mis
propuestas concretas para conceptualizar los fenómenos descritos.
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El nombre oficial del ejido de Portesgil es Cuadrilla Primera. En el ayuntamiento de San Felipe del Pro-
greso, el núcleo de población asociado a este ejido se denomina oficialmente Emilio Portes Gil; sin embargo,
los habitantes lo llaman coloquialmente “Portesgil”. En la presente investigación recupero este nombre
para referirme al ejido y núcleo de población.
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San Felipe del Progreso (sfp) se encuentra al noroeste del Estado de México y limita con el estado de
Michoacán y seis municipios del Estado de México (El Oro, Jocotitlán, Villa de Allende, Villa Victoria, Al-
moloya de Juárez e Ixtlahuaca). En él reside el mayor porcentaje de población mazahua a nivel nacional
(28.2%), siendo parte de los 11 municipios que conforman la región mazahua.
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Bucio, por ser cómplices de principio a fin de este proyecto que tiene
mucho de los diálogos que acompañaron la concepción y escritura de
la presente investigación. A Ania Tiziani, Daniela Andrade, Alejandra
Leal, Mónica Quijano, Adriana Larralde y Tamara Martínez, por estar
siempre presentes, dispuestas a escuchar y pensar en conjunto.
Finalmente, este proyecto de investigación no hubiera podido ser
posible sin el apoyo y financiamiento de Conacyt, la Fundación Ford,
la Fundación Ecos y el ciesas.
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1
He utilizado el concepto de configuración para describir un cierto orden social y concebir su transforma-
ción en términos de “reconfiguración”. Este concepto proviene de la psicología, se refiere a una conjunción
única de diversos aspectos de la personalidad específica e irrepetible, que recuperamos para reflexionar
sobre los arreglos sociales particulares de un momento histórico, en una región concreta. El cambio social
como reconfiguración de distintos elementos cuestiona la idea de una estructura fija o sistema coherente y
plantea la organización social como un agregado de condiciones que se influyen mutuamente y que, por lo
mismo, pueden cambiar en cualquier momento. (Agradezco los señalamientos de José Luis Escalona sobre
el concepto de configuración y reconfiguración y su utilidad para analizar el cambio social.)
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Ver por ejemplo las tesis de Arthur Lewis (1954). Es importante señalar que ya desde los años sesenta se
desarrolla una fuerte crítica a estas teorías producidas desde la escuela dependentista, con autores como
Cardoso y Falleto (1969), Gunder Frank (1969) y G. Germani (1971) quienes desarrollan el concepto de
sobre-modernización para explicar los resultados disfuncionales de la modernización en países no desarro-
llados. Estas críticas, sin embargo, se concentran en estudiar los efectos del desarrollo dependiente en las
ciudades o los sectores económicos y no analizan en detalle y desde una perspectiva cualitativa los efectos
de la sobre-modernización en el mundo rural.
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3
He de señalar que en México la nueva ruralidad ha sido analizada desde la vertiente de sociología política
como el final del corporativismo campesino asociado a la cnc y el surgimiento de nuevos grupos organi-
zados para exigir nuevas demandas frente al Estado (Carton de Grammont, 1995; Mackinlay, 2004, 2006;
Harvey, 1990, Haubert y Torres, 2003).
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Por campo social comprendo, apegándome a la teoría sociológica de Pierre Bourdieu, un espacio social
de acción y de influencia en el que confluyen relaciones sociales determinadas. Estas relaciones quedan
definidas por la posesión o producción de una forma específica de capital, propia del campo en cuestión.
Cada campo es —en mayor o menor medida— autónomo. El conjunto estructurado de los campos, que
incluye sus influencias recíprocas y las relaciones de dominación entre ellos, define la estructura social
(Bourdieu, 1996).
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Muchos de los sociólogos que se inscriben en el debate de la nueva ruralidad elaboran discusiones teóri
cas sobre otras temáticas como, por ejemplo, los mercados de trabajo (Lara Flores, 2001), los procesos de
globalización y sus efectos sobre el sistema agroalimentario (Teubal, 2001) o las dinámicas espaciales me-
tropolitanas (Delgado, 2003; Larralde, 2008), y no teorizan mucho sobre la materialidad del espacio rural.
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Existen notables excepciones a esta tendencia de análisis macro y cuantitativo como es la rica literatura
que aborda la trasformación en las relaciones de género a raíz de las nuevas condiciones económicas que
viven los hogares campesinos, y recurre a análisis cualitativos apoyados en conceptos como empoderamiento,
ver por ejemplo Appendini y de Luca (2006, 2008) y Deere (1990).
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Ver por ejemplo la manera en que E. Pérez (2001), describe la nueva ruralidad en términos de “crisis de
las formas de gestión tradicionales” definidas como “el agricultor habituado a tomar por sí mismo decisiones
sobre qué, cómo y cuánto producir” o la “crisis de las formas tradicionales de articulación social” (p. 21).
En esta descripción están implícitos concepciones de vida rural como solidaridad comunitaria versus nueva
ruralidad y fragmentación social, o autonomía productiva de los productores rurales tradicionales versus
dependencia y sujeción a un sistema productivo mayor, etc. Estas contraposiciones nos remiten irremedia-
blemente a los análisis de Tönnies o Durkheim para explicar la diferencia entre sociedades modernas y
tradicionales que los teóricos de la nueva ruralidad tratan de evitar.
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En la presente investigación recuperamos el debate de los estudios del desarrollo que utilizan el termino
de “instituciones locales” para analizar ciertas instancias de mediación que permiten vincular políticas
públicas, proyectos y programas de desarrollo a nivel macro, con los agentes económicos y sociales de una
comunidad determinada (Appendini, Nuijten, 2002). A esta definición le vamos a añadir el aspecto cog-
noscitivo señalado por algunos teóricos que definen las instituciones en tanto reglas del juego que dan
sentido a las motivaciones y acciones individuales (Geertz, 1992). Esto es, para fines del presente análisis
las instituciones serán abordadas desde dos de las principales funciones desempeñadas por éstas: 1) la
mediación social y 2) la asignación de sentido a la acción y comportamiento individual y colectivo, así
como a las prácticas organizativas desarrolladas en un espacio determinado. Nuestro interés en dichas
funciones sociales radica en que consideramos que a través de su análisis es posible hacer inteligibles las
lógicas de acción social en un territorio dado, que en nuestro caso de la ruralidad urbanizada.
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En la presente investigación me referiré únicamente al ejido, dado que en la región de estudio no existen
casos de comunidad.
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Ver por ejemplo Long (1998), Torres-Mazuera (2001), Gledhill (1993), Maldonado (2001), Escalona
(1998), Zárate (2001) Zendejas (1998a, 1998b, 1999), M. Nuijten (2003a).
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De acuerdo al análisis de Carton de Grammont (2009) de la encuesta nacional de Ingresos y gastos de
los Hogares en 1992, el monto del ingreso agropecuario de hogares campesinos pluriactivos, representaba
52 por ciento del total de los ingresos rurales en tanto que en 2004 representa solamente 33 por ciento de
esos mismos ingresos
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Los ejidos elegidos fueron Portesgil, Dolores Hidalgo, San Pedro el Alto, Santa Ana Nichi y San Lucas
Ocotepe. El criterio de selección de dichas poblaciones fue que estas hubieran sido dotadas como ejido y
que el número de habitantes fuera mayor a los tres mil.
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Estos diagnósticos fueron parte de un proyecto mayor financiado por la Fundación Ford y coordinado
por Francois Lartigue.
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Los grupos focales fueron parte del proyecto de K. Appendini. Para más información acerca de la meto-
dología y resultados de esta investigación ver Appendini y de Luca (2008).
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La cultura, de acuerdo a este marco teórico, es la trama de significación que da sentido a la acción de los
hombres, es decir, es un contexto dentro del cual pueden describirse los modos de conducta, las institu-
ciones y los procesos sociales.
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San Felipe
del Progreso
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Estado de México
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Mapa 2
Emilio Portes Gil y San Felipe del Progreso
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Simbología
Capital estatal
Cabecera municipal
Ejido
Carreteras
Límite estatal
Límite municipal
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Mapa 3
Los cinco ejidos de estudio
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Simbología
Capital estatal
Cabecera municipal
Ejidos de estudios
Carreteras
Límite estatal
Límite municipal
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Primera parte
Las instituciones del mundo rural mexicano
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Por discurso agrarista nos referimos al discurso del Estado posrevolucionario que hizo de los campesinos
los “hijos predilectos”. Tras la revolución mexicana, el mundo rural y las políticas agrarias se convirtieron,
junto a la lucha obrera, en los pilares ideológicos del nacionalismo posrevolucionario. Esta ideología que
celebró por varias décadas los valores campesinos, indígenas, agrarios y obreros de la población nacional,
no sólo fue la fuente de inspiración para todo hombre-político que aspiraba al poder, sino que dio sentido
y unidad a innumerables instituciones, organizaciones y sindicatos nacionales y locales.
2
El carácter social de esta propiedad se debe a que, por un lado, establece limitaciones de orden público y
social a la propiedad en general. En concreto el Artículo 27 establece límites de extensión a la propiedad
en el sentido horizontal, esto es limitando la dimensión de la propiedad, así como en sentido vertical.
Desde entonces el subsuelo pertenece a la nación En segundo lugar, porque fundó un régimen jurídico
tutelar que fue asignado a la recién creada propiedad comunal y ejidal (Pérez Castañeda, 2002: 38).
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El ejido típico estuvo conformado por tierras destinadas a parcelas individuales, tierras de uso común y
tierras destinadas a viviendas e infraestructura urbana (solares urbanos). A diferencia de la comunidad,
que es definida como forma de tenencia paralela en el Código agrario de 1940, el ejido es una dotación
otorgada por el Estado a un grupo organizado de campesinos sin tierra. Por su parte, la comunidad fue
definida como la restitución de tierras que antiguamente pertenecieron a un pueblo de indios que conser-
vaba los títulos de propiedad, habitualmente de origen colonial (Fábila, 1981).
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4
La Comisión Nacional Agraria manejó la reforma agraria de 1915 a 1934, cuando fue creado el Departa-
mento Agrario. Este se convirtió en Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización a fines de los años
1950. Finalmente la sra fue creada bajo el gobierno de Luis Echeverría en 1975.
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Es de señalarse que la reforma del Artículo 27 de 1992 estableció que la comisaría ejidal es un órgano de
representación y no de autoridad ejidal. Sin embargo, hasta la fecha en muchos ejidos, el comisario ejidal
es considerado como autoridad máxima del ejido con atribuciones a las que legamente sólo tiene derecho
la asamblea ejidal.
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La instrumentación de esas reformas sociales se vinculó con otro cambio introducido en la Constitución
de 1917, a saber, el debilitamiento de los controles de poder legislativo sobre el ejecutivo y en consecuen-
cia el diseño de un régimen presidencialista más nítido. Tal vinculación se expresa en la personalidad del
presidente adjudicada por la constitución de 1917 al gobierno federal, encabezado por el Presidente de la
República, como representante exclusivo del interés de la nación (Aboites, 2003).
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La cnc fungió como entidad agraria del pri y como órgano de movilización campesina que respaldaba las
decisiones presidenciales fundamentales para la definición de la política nacional. A nivel local los cuadros
militantes de la cnc ocuparon posiciones de presidentes municipales, legisladores locales y federales e
influyeron en el proceso de selección del sucesor del presidente de turno (Warman, 2001).
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Es importante tener en mente que los procesos hegemónicos no suceden de modo pasivo, sino que re-
quieren de una continua renovación frente a presiones externas que lo desafían constantemente.
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La Reforma agraria creó el ejido, la comunidad agraria y a los ejidatarios y comuneros. Debido a que en
San Felipe del Progreso sólo hay ejidos enfatizaremos esta forma de dotación de la tierra.
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Aunque San Felipe del Progreso es el municipio con más población indígena del Estado de México y a
principios del siglo xx era un municipio principalmente indígena, en él no existen comunidades restitui-
das. Este rasgo es compartido por otros municipios del Estado de México en donde sólo existen 169 co-
munidades frente a 1 059 ejidos dotados hasta 1992 (Estadísticas Agrarias. Tendencias del campo mexica-
no. Procuraduría agraria, 2001). El predominio del ejido como forma de dotación, tanto en el Estado de
México como en el ámbito nacional, tiene razones de índole política y pragmática. La forma más rápida de
recibir tierras en dotación era en tanto ejido, puesto que la restitución era mucho más difícil de demostrar
legalmente. De acuerdo a Alonso y Nugent (1994), las peticiones de restitución eran frecuentemente recha-
zadas mientras que las peticiones de dotación, en tanto acto de justicia social, eran aceptadas puesto que
implicaban una lealtad política derivada del agradecimiento de los beneficiados.
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hacia los ejidos recién dotados.15 Entre 1936 y 1938, 52 peticiones eji-
dales fueron aprobadas (Margolies, 1975).
En las primeras tres décadas del reparto agrario en San Felipe, 45
nuevos centros de población fueron creados. Los ejidatarios indígenas
de los nuevos asentamientos surgidos con la dotación de tierras se or-
ganizaron al estilo de los viejos pueblos de indios, construyendo sus
casas en torno a las iglesias y una plaza central. También empezaron a
funcionar y ser considerados como pueblos, las agrupaciones humanas
de ejidatarios, o no, que continuaron viviendo o empezaron a vivir en
torno a los cascos de las ex haciendas usaron como nombre el que había
tenido la hacienda, como Jaltepec, San Nicolás Guadalupe y San Jerónimo
Boncheté (Yhmoff, 1979).
La reforma agraria significó la repartición del 65% del territorio mu-
nicipal que en su mayor parte fue dotado a finales de los años cuarenta.
Entre 1917 y 1990 fueron creados 84 ejidos en San Felipe del Progreso,
con una superficie total de 38 586.32 hectáreas y 4 428 beneficiados
(cuadro 1).
Si analizamos la frecuencia en la distribución de las localidades según
el número de habitantes de una década a otra, observamos que desde la
dotación de los ejidos, estos no han dejado de crecer. En la década de los
años treinta se duplican las localidades de entre 100 a 300 habitantes,
lo que atribuimos a la dotación de los ejidos (gráfica 1).
En el año 2000, 63.41 por ciento de las 50 localidades más grandes
del municipio tuvieron como origen la dotación ejidal y 17 por ciento
los pueblos de indios que se reconvirtieron en ejidos al recibir tierras
en dotación (Archivo histórico de localidades, inegi).
El éxito del ejido como institución que estructuró el asentamiento
de la población de San Felipe se confirma si consideramos que en el
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Desde 1934, el Código Agrario permitió a los peones de haciendas recibir ejidos en dotación. Muchos
de estos abandonaron las haciendas donde vivían y formaron poblados nuevos donde las tierras habían
sido dotadas.
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Gráfica 1
Distribución de frecuencias por tamaño de localidad
60
1900 1930 1960 1990 2000
50
40
30
20
10
0
0-100 101-300 301-500 501-800 801-1200 1201-1700 1701-2200 2201-2500 2501-3000 3001-3500 3501-4000 4001-3500
cuadro 2
Origen de las 50 localidades más grandes en sfp, 2000
Ejidos 63.41%
Pueblos 17.07%
Hacienda que se convirtió en ejido 9.76%
Villa o barrios de la cabecera 7.32%
Localidades de reciente creación 2.44%
Fuente: Archivo histórico de localidades, inegi.
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Progreso, describió cómo desde los años cincuenta, una buena parte de
la población masculina y femenina del municipio tuvo que incorporar-
se en actividades extra-agrícolas a fin de conseguir ingresos moneta-
rios. Este también fue el caso del ejido de Portesgil.
El ejido de Portesgil nace en 1933 con la dotación de tierra que reci-
ben los peones de la hacienda de Tepetitlán y consta de 977 hectáreas
de tierras irrigadas. En su inicio este ejido estuvo dividido entre tierras de
pastizal (600 has. aproximadamente) y tierras de cultivo asignadas
a 275 jefes de familia. Las tierras de cultivo cuentan con un sistema de
riego, heredado de la hacienda de Tepetitlán, y fueron divididas en
parcelas de 3.3 hectáreas para la siembra de maíz criollo, y años más
tarde de maíz híbrido. De acuerdo a los ejidatarios más antiguos de
Portesgil, durante las primeras décadas de la reforma agraria, la pro-
ductividad del maíz era de menos de 800 kg por hectárea (entrevistas
en Portesgil, 2002).
La baja productividad, nulos canales de comercialización fuera de
dos tiendas monopolizadas por un cacique del que hablaremos en la
siguiente sección, y las pocas ganancias, fueron las razones principales
por las que los ejidatarios comenzaron a buscar fuentes alternativas
de ingresos. Desde los años cuarenta algunos habitantes de Portesgil
comenzaron a incorporarse como albañiles en la construcción de cami
nos que conectarían la región con la ciudad de México. Primero en la
carretera que va de Toluca a Villa Victoria, luego de Toluca a Ixtlahuaca,
y finalmente de Atlacomulco a San Felipe del Progreso. Otra fuente de
ingreso fueron las grandes obras hidráulicas emprendidas para entubar
el río Lerma que abastecería de agua a la ciudad de México. La intro-
ducción de fertilizantes y herbicidas en la década de los años cincuen-
ta, aumentó la productividad de maíz pero no resolvió la necesidad de
ingresos monetarios, agravándola en cierta forma dado que los ejidata-
rios mazahua comenzaron a requerir dinero para comprar los insumos
que mejorarían el rendimiento de sus cosechas. En los años sesenta
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El programa bracero fue un acuerdo entre EU y México entre 1942 y 1964 para aceptar a trabajadores
mexicanos por periodos cortos en el trabajo agrícola e industrial norteamericano.
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Es de señalarse que esta regla nunca se cumplió, tal como lo narra Nuijten (2003b).
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En San Felipe del Progreso, como en otras regiones del país, los ejidos
creados desde 1920 cambiaron profundamente la estructura de poder
local. Más allá de sus objetivos dirigidos a promover una justicia social
y mejorar las condiciones de vida de los campesinos, la reforma agraria
fue un recurso del gobierno federal para centralizar el poder político y
erosionar el control de la élite local en muchos casos antagonista a éste.
También fue una vía para la creación de una base política a nivel rural,
sólida e incondicional, conformada por los campesinos beneficiados
con la dotación, que se convirtieron en aliados leales del gobierno fe-
deral y del partido en el poder.
El ejido significó la reestructuración de los poderes locales ya que le
quitó importancia al ayuntamiento, al crear un nuevo actor social vincu
lado de forma directa al Presidente de la República. La dotación de
tierras se desarrolló paralelamente a un conjunto de políticas protec-
cionistas hacia el sector ejidal provenientes del gobierno federal entre
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Para la discusión de cómo el ejido nunca sirvió para el desarrollo económico ver también Arias (1992), Hoffman
(1997) y Gledhill (1993) en micro-regiones de Guanajuato, Veracruz y Michoacán, respectivamente.
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Encontramos un recuento similar en Zendejas (1999) para la región de Michoacán donde los ejidos, a
pesar de la fuerte inmigración internacional, se mantienen como espacios privilegiados de organización
local, conservando su relevancia social a pesar del abandono de la actividad agrícola.
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El valle de Tepetitlán corresponde a la zona baja del municipio, siendo la continuación del valle de Toluca.
Es ahí donde se encuentran establecidas las localidades más pobladas del de San Felipe y donde las tierras
son más fértiles y cuentan con agua del río Lerma.
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Se dice que tenía a su mando pistoleros que lo protegían y colaboraban en la coerción social (Pedro
Herrera, Portesgil, 2004).
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Todas las haciendas de San Felipe poseían distintos tipos de tierra (tierras de cultivo, pastos y bosques)
y promovieron una producción de multicultivos determinada por las condiciones ecológicas de la región
(Margolies, 1975).
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Es de señalarse que hasta los años ochenta el delegado prácticamente no tiene ningún poder y era una
figura secundaria. Era el comisario ejidal el principal mediador con el gobierno federal. El contacto de los
ejidos y el ayuntamiento era mínimo debido al poco presupuesto con el que contaba éste último, como se
describirá con más detalle en el siguiente capítulo.
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Durante más de cuatro décadas, la piedra angular del corporativismo rural de México fue la Confedera-
ción Nacional Campesina (cnc). Creada en 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas se convirtió en la más
fuerte organización local del pri en los años siguientes. La afiliación a la cnc era obligatoria para los ejida-
tarios quienes representaban más de 98% de su composición total (Chevalier, 1966).
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Esta es también una de las explicaciones que ofrece Lourdes Arizpe a la migración de mazahuas a la
ciudad de México.
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La Compañía Nacional de Subsistencias Populares, Conasupo, fue creada en 1961. Hasta su casi desapa-
rición en los años noventa, controló el comercio de 12 productos agrícolas entre los que destacan el fríjol,
maíz, trigo y el sorgo tanto en importaciones como exportaciones. También estuvo encargada de la comer-
cialización y aprovisionamiento de estos productos al controlar las bodegas y tiendas de abasto rurales y
urbanas en zonas marginadas, a través de sus filiales como Boruconsa, Diconsa y Andsa (Canabal y Flores,
1998). En Portesgil una bodega de acopio de maíz de Boruconsa fue instalada en 1978 y funcionó hasta
1985. Ésta generó algunos conflictos entre distintos individuos que deseaban tener un control sobre ella.
En el capítulo 6 se hablará más en detalle sobre las dinámicas de poder que generó.
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El programa consistía en una beca para estudiantes indígenas que durante tres años hacían la secundaria
en un internado y se formaban como profesores de educación básica.
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Los gobiernos de Carlos Hank González (1970-1976) y Jiménez Cantú (1976-1982) significaron una
ruptura respecto a los gobiernos anteriores en la medida en que manejaron un presupuesto mucho mayor
que cualquier otro gobernador anterior, el cual provenía de una reforma fiscal que les permitió recaudar
los impuestos de la industria instalada en el Estado de México (Hernández Rodríguez, 1998). El producto
interno bruto del estado de México pasó de 33 688 millones de pesos en 1970 a 86 844 en 1980, lo que
representó una tasa de crecimiento del 10.7%. Este aumento de recursos les permitió a ambos gobernadores
poner en marcha una serie de proyectos de desarrollo estatal, una mayor participación presupuestal para
los municipios que se materializó en la remodelación de los pueblos y la creación de un departamento de
desarrollo rural, Sedagro, que puso en marcha un plan estatal de desarrollo agropecuario con múltiples
programas de apoyo a la agricultura.
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El Plan de Maíz tenía como objetivo aumentar las áreas de cultivo de maíz con inversiones intensivas y
semillas mejoradas. El programa proporcionaba crédito, insumos y asistencia técnica a los pequeños produc-
tores, principalmente ejidatarios, para cultivar maíz híbrido. La cúspide del plan fue el año 1972 cuando
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llegó a cubrir 459 616.05 hectáreas, que corresponden a más del 80% de la tierra en todo el estado, y bene-
fició 68 252 agricultores (Mendoza Vargas, 1979). Por otra parte, en 1975 dagem otorgó créditos para cons-
truir 537 granjas con una capacidad para 50 cerdos, y ese mismo año se inició el plan de “graneros del pue-
blo”. Éste consistía en tiendas de maíz y frijol repartidas entre 20 localidades, una de las cuales se estableció
en San Felipe del Progreso. Su objetivo era asegurar un precio garantizado a los ejidos, así como conservar y
gestionar las reservas locales. Años más tarde, estas tiendas se sumarían al programa federal de la Conasupo
(Compañía Nacional de Subsistencias Populares, S.A.). (Mendoza Vargas, 1979; Vizcarra, 2001).
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Hasta ese momento era el Presidente de la República quien establecía una relación con los caciques eji-
dales a través de los funcionarios de la Secretaría de la Reforma Agraria. El cambio de relación, que supuso
una mayor cercanía del gobernador con los líderes locales fue específico al Estado de México y la forma de
gobierno de Hank González.
31
Aunque los programas de desarrollo rural de esa época se presentaban como de cobertura universal,
nunca llegaban a la totalidad de los posibles beneficiados, como se verá en detalle en el capítulo 6.
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Para una descripción minuciosa de este proceso y sus consecuencias sobre la productividad agropecua-
ria, los ejidatarios y sus hogares, y las nuevas dinámicas en el campo mexicano ver la colección de ensayos
en los libros editados a finales de 1990: The Transformation of Rural Mexico. Reforming the Ejido Sector
(1998), editado por W. Cornelius. El libro editado por R. Snyder (1998), The future Role of the Ejido in Rural;
Randall Laura (ed.) (1999), Reformando la reforma agraria mexicana; De Janvry, Gordillo y Sadoulet (1997),
Mexico’s Second Agrarian Reform. Household and Community Responses (1996); H. Tejera y H. de Grammont
(coord.) La sociedad rural mexicana frente al nuevo milenio. Así como los libros y ensayos de Aitken (1996);
Appendini y Hansen (1994) y Barros (2000).
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Gráfica 2
Actividades económicas según sector de actividad, sfp, 2004.
90
Sector 1 Sector 2 Sector 3
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Cabecera Municipal
Dolores Hidalgo
Purísima Concepción
Mayorazgo
Rioyos Buena Vista
San Nicolás
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Vale la pena recalcar que en San Felipe del Progreso, donde la identificación étnica no forma parte de la
identidad política, ser mazahua equivale a ser pobre y marginado. Aquellos que se identifican como maza-
huas, son los que no tienen la opción de identificarse con los mestizos ya que no hablan español. En
consecuencia, no es coincidencia que las mujeres y los mazahuas son los únicos que continúan sembrando
maíz criollo, que es la actividad económica más marginal del ejido. Para más información al respecto,
véase Preibisch (2000) y Vizcarra (2001).
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También podría suceder que la sección del ejido dedicada a las tierras de uso común se parcelasen, como
sucedió en Portesgil, y fueran asignadas a un grupo de personas que se convertían en ejidatarios.
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De los 275 ejidatarios beneficiados en 1933, Procede sólo reconoció a 171 ejidatarios. El resto de los
miembros del ejido fueron reconocidos como posesionarios. Ya se verán las consecuencias en términos
identitarios y de relación de poder que esta decisión ha tenido en Portesgil, en el capítulo 4.
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cuadro 5
Cuestionario a comisarios ejidales en cinco ejidos de sfp, 2007
Emilio San Pedro Santa Ana San Lucas Dolores
Portes Gil el Alto Nichi Ocotepec Hidalgo
Reuniones de la 1o2 Cuando Cuando Cuando se 1o2
asamblea ejidal al año se necesitan se necesita necesitan
1o2 1o2
Asistencia promedio 25-30 22-30 35-50 15-25, 25-30
a la asamblea mayoría
mujeres
Número de parcelas 25 13 No sabe No sabe 10
vendidas de acuerdo comisario comisario
al comisario ejidal
Parcelas heredadas 0 0 0 0 0
a no familiares
Fuente: Información recolectada durante estancia de campo, 2007.
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La transacción tiene que ser notificada con 30 días de anticipación a la familia del enajenante (cónyuge
e hijos mayores de 18 años), para que puedan gozar de su derecho del tanto y tiene que ser objeto de un
contrato escrito firmado por el enajenante, el adquiriente y dos testigos. Este contrato debe de ser validado
en el Registro Agrario Nacional (ran) (Ley Agraria, arts. 23, 34, 47, 80 y Reglamento interno del Registro
Agrario Nacional.
38
Es de señalarse que el poder de las autoridades ejidales era relativamente independiente de la actividad
económica asociada a la agricultura. En la década de los años setenta la superficie cultivada en San Felipe
era de 23 811 hectáreas. Para entonces, los comisarios ejidales todavía tenían el control absoluto del ejido y
su núcleo de población. A principios de 1990 la producción de maíz se había triplicado a 78 480 hectáreas
y la productividad había aumentado gracias a los fertilizantes y herbicidas; sin embargo, en ese momento
la resistencia abierta a la autoridad ejidal había estallado en la mayoría de los ejidos de San Felipe (Sección
Presidencia, vol. 53, año 1967-1973, Censo Agropecuario, inegi, 1991).
66
39
En San Felipe del Progreso, cada programa de desarrollo rural a nivel local es informalmente controlado
por un líder que actúa como intermediario entre las autoridades federales, estatales o municipales y los
beneficiarios del programa. La base de este control es la información. Los líderes locales crean la impresión
de que tienen el poder para incluir o excluir a personas de los programas, y de hecho, pueden ser capaces de
hacerlo debido a las muy frecuentes prácticas irregulares de los beneficiarios. En Portesgil, por ejemplo, los
ejidatarios han dejado de cultivar maíz o cualquier otro alimento básico, el primer requisito del programa
Procampo, pero continúan recibiendo el dinero en efectivo del programa. El contralor de Procampo tam-
bién ayuda a los familiares de los ejidatarios si un ejidatario fallecido no deja testamento. En ese sentido,
el contralor de Procampo ha ganado poder y control sobre el programa. Para más información acerca de
las percepciones de los beneficiarios del programa Procampo, véase Maldonado (2010).
40
En los pueblos mazahuas, como en muchas otras comunidades indígenas en todo México, la religión
católica se organiza alrededor de una institución llamada mayordomía, que es un sistema hereditario que
ha asegurado la unidad de la comunidad y el mantenimiento del orden jerárquico, en este caso, asociado
a los gobiernos ejidales. En Portesgil, la mayordomía fue introducida en el siglo xx después de la reforma
agraria de 1930. Antes de eso, era el sacerdote de la hacienda quién organizaba la religión católica y las
festividades de los trabajadores de la misma, que más tarde se convertirían en ejidatarios. Para un extenso
análisis del rol de las mayordomías y otras festividades rurales en México ver Brandes (1988).
67
va. Fue entonces cuando la unidad del ejido como comunidad política
y cultural se rompió. Los protestantes dejaron de participar en las fes-
tividades católicas y construyeron sus propios templos. En el año 2000
habían 1 429 protestantes viviendo en Portesgil, que pertenecían a cuatro
iglesias diferentes, y conformaban 57 por ciento de la población total
(XII Censo de Población y vivienda, inegi, 2001).41
Además de la división entre católicos y protestantes, dentro del mis-
mo grupo católico comenzó a haber divisiones. A medida que la pobla-
ción del ejido crecía, nuevas familias excluidas de las mayordomías
comenzaron a estar en desacuerdo con el orden social basado en la
unión de ejido y mayordomías. Debido al número limitado de puestos de
mayordomo, la mejor solución para que otras familias, principalmente
de posesionarios, participaran fue la creación de nuevas festividades
religiosas, como el día de la Virgen de Guadalupe. Dicha festividad se
comenzó a celebrar desde 1990 convirtiéndose en una de las principa-
les fiestas en el municipio. En Portesgil, la celebración a la Virgen de
Guadalupe fue la contribución de los migrantes a la ciudad de México
que formaron un nuevo grupo de mayordomos (entrevista Antolín Celote,
Portesgil, 2005).
Es así que en los últimos 30 años, la naturaleza del conflicto social
en Portesgil, y en general en San Felipe, ha cambiado. La rivalidad en-
tre familias que luchaban por el control de la comisaría ejidal y las
mayordomías católicas, se ha convertido en una disputa canalizada
por partidos políticos que han penetrado los ejidos. En esta lucha se
involucran diferentes actores, no sólo los ejidatarios, que buscan la me-
diación y control de los recursos, dirigidos al desarrollo rural y urbano
41
Para un recuento similar de la división religiosa y su impacto en la vida comunitaria en un pueblo nahua
ver Chamoux (2006). En su historia de la estructuración político-religiosa de las comunidades chamulas
en Chiapas, Jan Rus (1995) también identifica el protestantismo como un espacio alternativo para aquellos
disidentes chamulas del orden de usos y costumbres de sus comunidades, donde el sistema de cargos,
mayordomías y priismo están amalgamados.
68
San Felipe del Progreso, como otros municipios rurales del centro del
país, ha sido un espacio de crecimiento poblacional acelerado en las
últimas tres décadas. Su población se ha duplicado, pasando de 87 173
en 1970, a 177 287 habitantes en 2000. Esta población ha tendido a
concentrarse en localidades mayores de 2 499 habitantes, proceso que
se ha desarrollado paralelamente a la creación de nuevas localidades.
cuadro 6
cuadro 7
Crecimiento de cinco ejidos, 1940-2000
Origen de la 2000 Población
localidad 1940 1960 2000 Barriosa total 2000
Emilio Portes Gil Ejido 892 1611 3076 1330 4506
Dolores Hidalgo Ejido 637 1053 3033 s/b 3033
Santa Ana Nichi Pueblo 847 1681 1526 1738 3264
San Lucas Ocotepec Pueblo 434 650 3361 s/b 3361
San Pedro el Alto Pueblo 1258 2396 3195 4230 7425
a.
En los años noventa el censo de población y vivienda registra como localidades separadas a los barrios
que alguna vez dependieron de la localidad-madre. Es así que con el fin de analizar el aumento de pobla-
ción incluimos la población de los barrios, ahora localidades administrativamente independientes.
Fuente: Archivo histórico de localidades, inegi. http://mapserver.inegi.gob.mx/dsist/ahl2003/index.cfm
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% localidades % población
Gráfica 4
Porcentaje en la distribución de las localidades y la población, 2000
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% localidades % población
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los candidatos para este cargo, son apoyados por grupos vinculados a
éstos, a nivel municipal, que contribuyen a reforzar su poder.42
En los últimos 15 años las elecciones para delegado han abierto la
participación política a todos los adultos del pueblo, sean ejidatarios o
no. Este cambio que implica la inclusión de todos los habitantes adul-
tos para elegir al delegado –cargo que actualmente tiene más poder que
el comisario ejidal– explica porqué en la mayoría de los pueblos del
municipio, la elección de éste puede involucrar a más de 80% de la
población con derecho a voto (información recolectada en Portesgil y
cuatro ejidos vecinos en 2007).
El aumento en la participación ha ido a la par del aumento de los
conflictos. La elección del delegado ha generado disputas en los ejidos
donde diferentes grupos compiten entre sí. Tomemos el caso de Por-
tesgil. Durante las elecciones para delegado del 2006 las dos planillas
más fuertes representaban a familias y grupos opuestos: la primera
estaba compuesta por miembros de la familia Romero y Guadarrama,
afiliados al pri, que contaban con el apoyo de los mayordomos y
ejidatarios de mayor edad. La segunda planilla estaba compuesta por
los Díaz y otras familias de profesionales, muchas de las cuales care-
cen de tierras ejidales y formaban una coalición informal de panistas
y perredistas. Días antes de la elección era claro que la segunda plani-
lla tenía el apoyo de la mayoría de los pobladores de Portesgil. Por lo
que simpatizantes del pri y, aún más importante, el presidente muni-
cipal, comenzaron a hacer presión sobre los miembros de la segunda
planilla. El candidato a delegado por la segunda planilla, yerno de
un conocido miembro de la primera plantilla y simpatizante del pri,
decidió alinearse con el grupo priista causando protestas y la renun-
cia del candidato a secretario, que era un reconocido simpatizante
42
A diferencia de otras entidades de la federación donde los representantes locales son designados por el
ayuntamiento, en el Estado de México éstos son elegidos cada tres años en una votación local que se lleva
a cabo en cada poblado con más de 750 habitantes.
76
77
Conclusión
78
79
1
Por “apertura del sistema político mexicano” comprendemos las reformas a la Ley electoral de 1977,
1989, 1993, la creación del Instituto Federal Electoral en 1990 y, pocos años más tarde, de los institutos
electorales estatales.
80
2
Distinguimos el nivel local y “microlocal” para diferenciar el nivel municipal equivalente a lo local, y el
nivel microlocal correspondiente a las poblaciones asentadas dentro de la delimitación municipal.
81
3
Para una descripción detallada del lugar que ha ocupado el municipio en México en el discurso y el ejer-
cicio de poder a nivel local y el plano nacional en el México Independiente del siglo xix y su transformación
en el siglo xx bajo el régimen posrevolucionario ver Chevalier y Pou (1988); Merino (1998) y Baitenmann
(2001). Los autores evidencian la contradicción implícita entre el ejercicio de poder totalmente centraliza-
do y concentrado en manos del Ejecutivo característico del régimen posrevolucionario y el discurso fede-
ralista sustentado en la figura del municipio libre, establecida en la Constitución de 1917. De acuerdo a
Baitenmann (2001) existe una contradicción entre el agrarismo y municipalismo en el México posrevolu-
cionario. Ambos fueron principios incompatibles plasmados en la misma Constitución en la medida que
el Artículo 27 constitucional creó un apartado burocrático bajo el control federal para controlar el sector
agrario con el Presidente de la República como máxima autoridad sobre el reparto de tierras. El reparto agrario
le restó poder a los ayuntamientos y gobiernos de los estados sobre grandes superficies de sus territorios.
El ejido se volvió un órgano representativo y administrativo independiente del gobierno municipal, permi-
tiendo la creación de poderes locales paralelos al ayuntamiento (p. 104).
82
4
En 1877 el pueblo de San Felipe del Obraje fue elevado a categoría de villa y adoptó el nombre de San
Felipe del Progreso (Arizpe, 1978).
5
Es interesante notar que B. Margolies quien realiza trabajo de campo en la región en 1969-1970 no en-
cuentra diferencias raciales entre la población mazahua y mestiza, y se pregunta sobre esta diferenciación
local. La evidencia del color de piel parece no ser contundente para una antropóloga estadounidense como
lo es para los habitantes de San Felipe.
6
El auge de las haciendas de San Felipe del Progreso sucede a finales del siglo xix con la apertura de nuevos
mercados generados por la explotación de oro y cobre en las minas de Michoacán (Margolies, 1975).
83
7
En la década de los años cuarenta, los hacendados de la región en oposición a las políticas de reforma
agraria se vincularon con los sinarquistas y el Partido de Acción Nacional (Margolies, 1975). Como castigo,
el gobierno impuso a Severino López, Mateo Sánchez y Macario Duran todos ellos líderes agraristas y
mazahuas, para que gobernaran de 1940 a 1943 San Felipe del Progreso. De acuerdo con el cronista local,
estos fueron los años “más calamitosos” de la historia de San Felipe (Yhmoff, 1979).
8
Los rancheros mestizos se hicieron de propiedades a costa de las tierras comunales de los pueblos de
indios de Santa Nichi, cuando la Ley Lerdo las declaró como baldías (Yhmoff, 1979).
84
85
10
Hasta los años ochenta, los conflictos políticos en el municipio tuvieron que ver con aspirantes a la
candidatura del pri para presidente municipal. En 1940 y en 1964 dos líderes con capital político buscaron
ser candidatos por el pri, pero no fueron elegidos por las autoridades del estado, lo que generó cierto con-
flicto frente a la imposición de un candidato a veces incluso ajeno al municipio.
86
11
Es así que tres familias mestizas han tenido algunos de sus miembros como presidentes municipales,
regidores, secretarios privados del presidente. El patriarca de los Contreras: Zeferino Contreras fue presi-
dente municipal de 1947-1948, su hijo Javier Contreras Contreras lo fue en el año 1976-1978 su yerno
Luis López Rojas lo fue en el año de 1985-1987. Trinidad Vilchis fue presidente en 1964-1966, su hijo
Martín Vilchis Sandoval fue electo presidente municipal en 1996-2000, luego fue diputado local 2000-
2003; Guillermo López Rojas fue presidente en 1961-1963 su padre Ernesto López Soriano lo fue de
1944-1945; Emma Salinas de Real fue presidenta en 1988-1990, diputada local en 1985, luego diputada
federal en 1992; Lauro Millán Mejía fue presidente en 1972-1975, luego diputado local; su hijo Carlos
Millán Velásquez fue presidente en 1991-1993 (Celote, en prensa).
87
88
89
con Julio Garduño, San Felipe del Progreso, 2005). Sin embargo, el mim
pronto se “alineó” al pri federal, y más tarde, debido a la vinculación
entre élites estatales y nacionales y la progresiva institucionalización
de los gobiernos estatales y municipales, terminó por ser cooptado por
las mismas élites locales priistas. Un expresidente municipal mestizo
de Santa Ana Nichi, Lauro Villa, se vinculó al movimiento y “ofreció”
en venta un predio de su propiedad para la construcción del Centro
Ceremonial Mazahua, que financiaría el gobierno federal y que serviría
años después como cede de ceremonias oficiales. Así, en 1977 el se-
gundo Congreso Nacional de Pueblos Indígenas de México fue orga
nizado en dicho centro a cuya clausura asistieron el presidente José
López Portillo y el gobernador del Estado de México, Jorge Jiménez
Cantú.
La historia del mim es un ejemplo de la manera en que el autoritaris-
mo y la cooptación funcionaron en el Estado de México: aquellos líde-
res que no aceptaron las condiciones impuestas “desde arriba” (esto es
por el gobernador) fueron asesinados. Tal fue el caso del líder Pablo
Sánchez de la comunidad de Guadalupe el Chico, quien se opuso a la
construcción del centro ceremonial mazahua. En contraste, aquellos
líderes que aceptaron la alianza con el pri recibieron apoyo para ocu-
par el puesto de jefe supremo mazahua (información recolectada du-
rante estancia de campo, 2005). En la actualidad, el consejo supremo
mazahua tiene poca presencia y prestigio en la región, estando total-
mente cooptado por el pri estatal, lo cual ha contribuido a su pérdida
de legitimidad y cohesión al grado de llegar a tener simultáneamente
dos “ jefes supremos” que se disputan el puesto.
Fin de la frontera étnica, continuación del racismo en San Felipe del Progreso
90
91
92
15
Es importante señalar que a pesar de esta apertura, hasta la fecha, no todos los puestos del ayuntamiento
son para los originarios de éste. Cuando el presidente municipal electo llega al poder generalmente se acerca
a los líderes de la comunidades y les ofrece puestos de poca importancia, dejando los mejores puestos como
la dirección de obras, la tesorería o la contraloría municipal para gente de otros municipios, sobre todo pro-
venientes de Toluca, que tiene mejor preparación, pero que sobre todo no lo compromete demasiado una vez
terminado su mandato (información recolectada durante estancia de campo octubre, 2005; 2007).
16
El proceso de aculturación supone la homogenización cultural de la sociedad mexicana y ha sido pro-
movida por políticas indigenistas encaminadas a transformar e incorporar a los pueblos indígenas al siste-
93
ma político y económico dominante, mediante la imposición del abandono de sus costumbres y prácticas
tradicionales de vida. Es por esta razón, que utilizamos el termino desetnización, esto es el abandono de la
identidad étnica y la adopción de la identidad mestiza que de acuerdo a la ideología nacionalista mexicana
no es de carácter étnico sino cultural (cualquiera que hable español en México puede considerarse y defi-
nirse como mestizo).
17
Este programa fue dirigido a todos aquellos jóvenes bilingües que habiendo terminado la escuela prima-
ria desearon continuar sus estudios para convertirse en maestros rurales. El programa consistía en becas
para los estudios de secundaria y preparatoria y una plaza de maestro al término de éstos. Los maestros de
San Felipe que se formaron bajo este programa se convirtieron en los promotores de la aculturación en las
localidades de San Felipe, en la medida en que su principal labor era la castellanización (incluso hay casos
de maestros pertenecientes a otro grupo étnico, como el otomí y originarios de otras comunidades que
fueran relocalizados en la zona mazahua, donde desconocían la lengua, para dar clases en dichos centros).
94
Gráfica 1
Presupuesto Municipal San Felipe del Progreso 1998-2005
(pesos a precio corriente)
$250 000 000
18
Lo cual contrasta con la insignificante participación de los impuestos al presupuesto municipal que en
2005 es tan sólo de 0.7 por ciento (inafed, 2005).
95
cuadro 1
Población en San Felipe del Progreso (cabecera municipal) 1900-2000
96
19
Es así que en los últimos diez años han surgido seis tiendas de materiales de construcción y dos empre-
sas constructoras.
97
98
20
Con base en J. Fox (1994) hago la distinción entre clintelismo y semiclientelismo, para subrayar la dife-
rencia entre una relación donde la subordinación clientelar es reforzada por amenazas de coerción, de un
segundo tipo de relación donde el soborno es necesario a fin de alcanzar el apoyo social. Esta segunda
relación da cuenta del continum entre clientelismo y ciudadanía, donde una multiplicidad de relaciones
políticas pueden existir. Por consiguiente, “semiclientelismo” es una categoría útil para explorar las relacio-
nes Estado-sociedad que caen entre el clientelismo autoritario y el pluralismo en los derechos civiles (Fox,
1994: 157).
99
voz ni voto en los cabildos municipales. En San Felipe del Progreso los
delegados están excluidos de la toma de decisiones en el cabildo muni-
cipal donde sólo participan regidores, el síndico, el presidente munici-
pal y en ocasiones algún representante de la Secretaría de Agricultura.
El monto y manejo de los recursos es información confidencial a la que
sólo los miembros del cabildo tienen acceso.
Cada año, el cabildo establece una partida destinada al desarrollo
urbano de las localidades o delegaciones bajo su jurisdicción. En teoría,
las obras a realizar en cada localidad responden a las necesidades y
prioridades establecidas por los habitantes de éstas, en las juntas de
pobladores organizadas por los delegados una o dos veces al año. Tam-
bién deben adecuarse al Plan de desarrollo municipal. Sin embargo, de
acuerdo con un funcionario del departamento de Obras públicas y de-
sarrollo del ayuntamiento en San Felipe así como con los delegados de
Portesgil y Dolores Hidalgo, la dotación de obras públicas a las locali-
dades no está determinada por el plan municipal de desarrollo, ni por
peticiones consensuadas de los habitantes. En San Felipe del Progreso
la opinión de los ciudadanos transmitida por los delegados no es escu-
chada por el presidente municipal, quien incluso en 2004 creó el puesto
de “enlace”, una nueva figura de intermediación entre el ayuntamiento
y las localidades del municipio e incondicional al presidente municipal
que reemplaza en sus funciones al delegado. De acuerdo a la informa-
ción de los propios enlaces, su tarea es la de visitar semanalmente las
tres a seis localidades bajo su responsabilidad para identificar las nece-
sidades de éstas, así como supervisar que se lleven a cabo las obras que
les corresponden. Dada la amplitud del municipio, el ayuntamiento de
San Felipe tiene contratadas a 50 personas para este fin. Sin embargo,
como lo explica el secretario particular del ayuntamiento: “Los enlaces
son ‘las orejas’ del presidente municipal” y su principal misión es de
tipo político (información recolectada durante estancia de campo,
2005). Los enlaces informan al presidente sobre los grupos políticos al
100
101
21
Para un análisis similar de las consecuencias políticas a nivel local que ha tenido el enriquecimiento de
los ayuntamientos ver Castro Domingo (2003); Dehouve (2003); Fox (2007); Zárate (2001), entre otros.
102
103
El pri sigue ganando las elecciones, aunque en San Felipe del Progreso
la competitividad política ha ido en aumento de tal forma que, incluso
en este municipio de fuerte tradición priista, desde la década de los
años noventa es mayor la suma de los votos ganados por el pan y el prd
que el total del pri.23 A continuación propongo analizar esta trans
formación desde la perspectiva de la diversificación en los canales de
acceso a los recursos municipales para una élite local, aspecto general-
22
La posibilidad de formar un nuevo municipio está dado en la Ley 364 de 1993 y sólo concierne a las
comisarías que deben de tener una población superior a 25 000 habitantes. El primer año de fundación de
un municipio el congreso instituye un consejo municipal designando a los miembros por tres años y luego
cede su lugar a un consejo elegido por votación (Dehouve, 2003).
23
De hecho si analizamos las diferencias de votación entre los distintos partidos políticos en competencia,
observamos que el margen de victoria del pri en San Felipe del Progreso es muy pequeño.
104
24
Las regidurías son otorgadas a los partidos políticos proporcionalmente a los votos obtenidos.
25
De acuerdo al inegi (2000) la población de cinco años o más, que actualmente reside en el municipio de
San Felipe del Progreso es del 98.29 por ciento.
105
Diputados locales
Diputados por
Ayuntamiento
Ayuntamiento
Ayuntamiento
Diputados mr
Gobernador
mr 2006
2000
2000
2006
2005
2003
2003
1era Fuerza % pri pri pri pri apm pri pan
46.42 48.13 38.72 37.81 63.71 33.21 35.98
2da Fuerza % pan pan pan pan pan pan apm
33.72 32.93 23.81 25.31 21.09 29.88 31.68
Participación % 59.93 62.1 52.21 50.09 47.54 58.74 58.74
Fuente: ieem (Instituto Electoral del Estado de México, 2007).
106
107
Gráfica 2
Comparativo de la participación en elecciones a la Presidencia
de la República y en las elecciones locales, 2006
68%
% Participación en elecciones
66% presidenciales 2006
64% % Participación en elecciones
municipales 2006
62%
60%
58%
56%
54%
52%
50%
San Felipe del Progreso San José del Rincón El Oro
Fuente: Instituto Electoral del Estado de México, 2007.
108
cuadro 6
El Oro. Elecciones para el H. Ayuntamiento.
cuadro 7
San Felipe del Progreso. Elecciones para el H. Ayuntamiento
Total Lista %
Año pan pri prd
votos nominal participación
No existe
1990 30 10 648 1 271 16 054 s/d
el ieem
1993 481 19 340 2 616 28 244 s/d s/d
109
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26
El nombre de las personas referidas ha sido cambiado cuando éstas han pedido anonimato.
111
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27
García le cedió a Cortina la candidatura, pero no el derecho a decidir a los regidores que éste deja esta-
blecidos antes de retirarse de la contienda.
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28
En el 2006 el ayuntamiento está compuesto por trece regidores de representación proporcional pertene-
cientes a los tres partidos políticos con mayor representatividad en el municipio: pri, prd y pan.
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115
116
117
Conclusiones
118
29
En sfp, la cnc desde los años ochenta dejó de monopolizar el movimiento campesino en la región y
compite con otras organizaciones como la Central Campesina Independiente (cci) y la Unión General de
Obreros y Campesinos de México A.C. (ugocm).
119
30
El patrimonialismo puede ser comprendido como una forma de juego político en el que los actores
buscan obtener influencia sobre el gobierno, no para hacer aplicar las reglas generales, sino para obtener
ventajas personales (Fauré, 1995).
120
1
Por hecho social entendemos, siguiendo la definición de Emile Durkheim, el conjunto de fuerzas sociales
que determinan las acciones y conductas de los individuos.
123
2
Nos referimos a “retratos” y no a historias de vida ya que las descripciones presentadas a continuación son
la síntesis y selección de una vastedad de características que sirven a nuestra argumentación sobre el valor de la
agricultura. De ahí que varios episodios de la vida de los personajes descritos hayan sido omitidos.
3
Nos referimos a cohorte y no a generación para señalar que el criterio de diferenciación entre los diferen-
tes grupos descritos responde no tanto al periodo de nacimiento, sino más bien a factores sociales como la
llegada de la escuela, la penetración de vías de comunicación, la llegada de la revolución verde y del pro-
grama de educación bilingüe.
124
La señora Lupe tiene 66 años y es viuda desde hace 34 años. Estudió hasta
tercer año de primaria y desde la muerte de su esposo se hizo cargo de
sus ocho hijos, lo cual la hace una mujer muy activa y desenvuelta. José,
su esposo, migró a Texas y California como trabajador agrícola. Con el
dinero ahorrado construyó su casa y adquirió un tractor para explotar
las dos hectáreas que poseía como ejidatario. Tras su muerte en 1972
Lupe heredó la parcela y más tarde adquirió una tercera hectárea que
uno de sus hermanos emigrado a la ciudad de México le dejó. La tierra
ha sido una de las principales fuentes de ingreso para Lupe, de ahí que
en los años ochenta adquiriese una tercera parcela de media hectárea
con el dinero ahorrado gracias a un programa de desarrollo rural (una
granja porcícola) y la ayuda de su hermano que vivía en la ciudad.4
Para Lupe, el cultivo del maíz es fundamental no sólo porque la die-
ta familiar requiere de las tortillas que ella prepara todos los días, sino
porque durante dos décadas, entre los años setenta y ochenta, fue su
fuente principal de ingreso junto con la cría de cerdos (llego a tener 60
puercos) y una pequeña tienda de abarrotes. Siempre ha sembrado con
ayuda de peones a quienes les pagaba con el dinero que obtenía en la
4
Son pocas las mujeres ejidatarias en Portesgil, por lo general, son viudas o las únicas herederas de sus
padres ejidatarios.
125
tienda, y más tarde, con el dinero que sus hijos aportaban trabajando en
distintas actividades no agrícolas. En los últimos cinco años Lupe, que
vive con una de sus hijas y su nieta, ha dejado de sembrar dos de sus tres
parcelas. Hay varios motivos que explican el abandono del sus tierras:
uno de ellos es su edad y una operación que la debilitó y que hoy le im-
pide hacerse cargo de ellas; a esto se añade que el bajo precio del maíz
no le permite contratar peones. Otra razón es que sus hijos que se dedi-
can a otras actividades económicas (dos de ellos están en Estado Unidos
y los que viven en Portesgil y en la cabecera son profesores o comercian-
tes) no la pueden ayudar con trabajo agrícola. Debido a la caída en el
precio del maíz, en la cosecha del 2002, Lupe prefirió engordar sus diez
borregos que vender el maíz obtenido. Desde los años noventa, la inver-
sión en el cultivo de este grano es mayor que la ganancia. Sin embargo,
sigue sembrando con el dinero que uno de sus hijos le manda de EU.
Haciendo recuento de la última cosecha de maíz en sus tres hectáreas en
el 2001, Lupe nos narra el proceso de cultivo como sigue:
Entre enero y febrero, después de haber comprado en la misma lo-
calidad la semilla y los insumos necesarios (urea, potasio y matahierba
o herbicida), comenzó el barbecho que realizó con un tractor rentado
por la cantidad de 550 pesos la hectárea. En marzo la parcela fue re-
gada durante 15 días y luego inició la rastra para la cual empleó un
peón a quien se le pagaron 50 pesos (en el 2001).5 La rastra y la siembra
se realizaron en tres días y una vez más requirió de la ayuda de un
tractor. Para la escarda y la aplicación de los fertilizantes necesitó de siete
peones quienes además del salario recibieron un refresco y la comida
que ella misma preparó. Después de 15 días de trabajo, vino la escarda
y la segunda rastra, lo que le costó 520 pesos por hectárea. La fumi-
gación con bomba la realizó con dos peones por cada hectárea. Por
3
Para dar una idea del equivalente en dólares de este salario, el cambio en 2001 era aproximadamente de
10 pesos por dólar.
126
6
Véase capítulo I, nota 26.
127
128
Pedro nació en 1938 y fue aceptado como ejidatario en 1957 cuando las
tierras de agostadero fueron parceladas, de ahí que su parcela fue, desde
un inicio, pequeña, de tan solo 940 m 2, e insuficiente debido a la mala
calidad de la tierra y falta de irrigación. Como ejidatario aceptado con la
localmente llamada “ampliación del ejido”, no recibió un solar urbano, y
sólo tras años de trabajo fuera del ejido pudo construir su casa en los
márgenes de la zona urbana del ejido donde tenía su parcela.7
Pedro vive en una casa muy citadina de dos pisos construida con
block y concreto que aún no pinta. En la parte baja tiene un local co-
mercial donde tiene una vidriería que según nos dice “casi no le deja”,
pero igual que el cultivo del maíz la conserva porque “le da igual te-
nerla, que no tenerla”.
Desde los 17 años y con la primaria terminada, Pedro se fue a traba-
jar a la ciudad de México como albañil, siempre regresando al ejido en
temporada de cultivo. Cuando ya estaba casado, su esposa y sus hijos
se quedaban en Portesgil y se hacían cargo de los borregos, llegaron a
tener 70, siendo él quien siempre sembraba la parcela.
En su opinión, la actividad agrícola en Portesgil es sólo para “entrete-
nerse” ya que ésta nunca le permitió obtener los recursos necesarios para
7
En Portesgil a la parcelación de las tierras de agostadero que hasta fines de la década de los años cincuen-
ta se encontraban bajo el control de Macario Durán (ver capítulo 1) se le llama la ampliación del ejido. Sin
embargo, oficialmente, el ejido nunca fue ampliado.
129
130
Gregoria y José están casados hace 31 años, ambos viven con tres de
sus cinco hijos que aún son estudiantes. Con una parcela de 1.5 hectá-
reas que poseen en tanto posesionarios, los López cultivan maíz y en
ocasiones tomate. José, nacido en 1954, nunca tuvo tierra y ha desem-
peñado varias actividades extraagrícolas desde su adolescencia cuando
comenzó como ayudante de un comerciante de artículos de limpieza
para el hogar, quien lo inició en el negocio y le permitió viajar a la ciu-
dad de México. Más tarde y continuando con esta actividad de manera
131
132
dades (1 100 pesos mensuales por los tres hijos que asisten a la escuela).
Sus dos hijos mayores, Juan y Ricardo de 28 y 30 años respectivamen-
te, trabajan como maestro de primaria y como policía de tránsito en la
cabecera municipal. Juan ayuda al gasto familiar con un aporte que
logra hacer gracias a su salario de maestro. Ricardo, por su parte, apo-
ya en la siembra de maíz trabajando tres días a la semana en la parcela
de sus padres y en la parcela heredada por su esposa.
Sin ser ejidatarios, los López no participan en las asambleas ejidales,
tampoco en las fiestas patronales. Desde los años noventa se convirtieron
al protestantismo e integran un grupo opositor al de las familias vinculadas
a las autoridades ejidales. En el 2003, José ganó las elecciones para ocupar
el cargo de delegado, su apoyo provino de personas de afiliación panista.
133
8
Esta idea es falsa ya que desde la reforma del Artículo 27 en 1992 y la titulación de las parcelas ejidales,
la asamblea ya no puede expropiar la tierra en caso de que esté sin trabajar.
134
135
136
9
El trabajo de albañil que desempeñó por tantos años en su carácter de informalidad no lo vinculó con
ningún sindicato o asociación laboral. Dicho trabajo consistía en trabajo realizado en una locación cam-
biante donde los albañiles duermen y comen, por lo cual tampoco estableció vínculos que se generan al
hacer una vida en un lugar determinado.
137
10
Retomamos el término de profesionista en tanto categoría identitaria que los mismos habitantes de Por-
tesgil utilizan. Esta noción lleva implícito un conjunto de presupuestos en torno al trabajo y el estatus
social en una localidad rural que distinguen entre las actividades de carácter urbano que exigen de cierta
138
formación en una institución educativa y son fuente de mayor prestigio social frente a las actividades infor-
males que no requieren de ésta, como es el caso de la actividad agrícola.
11
Esto es tortillas de maíz hechas a mano con masa nixtamalizada preparada con maíz criollo y no tortillas
hechas en tortillería con la masa industrializada de Maseca.
139
140
12
Patricia Arias, en su libro Nueva rusticidad mexicana (1992), argumenta que la pluriactividad ha sido una
estrategia campesina del México rural a lo largo del siglo xx. Este es el mismo argumento de Ellis (1998)
quien analiza las estrategias económicas campesinas en el África subsahariana y para quien la diversificación
en diversas actividades productivas por parte de los miembros de la familia campesina es una constante a lo
largo del tiempo y el espacio. Las variaciones tienen que ver con el tipo de actividad realizada. Los sentidos
que los científicos sociales podemos atribuir a la diversificación económica del hogar campesino dependen
de la ubicación, tipo de recursos, ingresos, oportunidades y relaciones sociales asociadas a ésta.
141
13
Larralde seleccionó individuos que estuvieran empleados en cualquier sector económico y que con su tra-
bajo aportaran la mayor parte del gasto familiar. En total realizó 18 entrevistas en Portesgil (Larralde, 2008).
142
cuadro 4
Población ocupada en Portesgil, 2000
Población % Población pea entre % pea entre
Portesgil*
ocupada ocupada 12-35 años 12-35 años
Total 767 100 498 100
Técnicos y profesionales 162 21.1 102 20.5
Funcionarios superiores
3 0.4 1 0.2
y personal directivo
Personal administrativo 23 3.0 14 2.8
Comerciantes, vendedores
223 29.1 147 29.5
y similares
Trabajadores en servicios personales
156 20.3 133 26.7
y conducción de vehículos
Trabajadores agropecuarios 53 6.9 11 2.2
Trabajadores industriales 142 18.5 66 13.3
No especificado 5 0.7 24 4.8
* Sin considerar los barrios de Tungareo y Tepitetlán.
Fuente: inegi, 2000.
14
Portesgil representa un caso excepcional de trabajadores asalariados ya que sus habitantes tuvieron un
acceso privilegiado a la educación gracias a la escuela secundaria que existe en la localidad desde 1979. Por
otro lado, los estudiantes de Portesgil se beneficiaron de las becas del programa de educación bilingüe del
143
Instituto Nacional Indigenista que en la segunda mitad de los años setenta los incorporó al sistema de
educación bilingüe permitiéndoles convertirse en maestros bilingües de educación básica.
144
que ahora se necesitan cinco kilos de maíz para comprar un kilo de hue-
vo?), surgió durante el trabajo de campo en más de una ocasión y sirve
de entrada para explorar la dimensión cultural del proceso de globaliza-
ción. Lo que a primera vista nos dice esta comparación es la pérdida del
poder adquisitivo de los campesinos de Portesgil y del valor de intercam-
bio del maíz que antes con una cantidad menor servía para adquirir al-
gunos de los productos de la canasta básica. El cambio de referente
significaría además un cambio en el valor simbólico de este cereal: si
anteriormente el maíz se equiparaba con los huevos y el aceite, base de
la alimentación familiar, hoy en día se comparan con la coca-cola, un
producto que a simple vista es un complemento no indispensable de la
alimentación. Sin embargo, debemos trascender esta suposición que
transfiere nuestra propia valoración hacia el maíz y la coca-cola y anali-
zar si el valor de uso y simbólico ha cambiado para los habitantes de
Portesgil. Es entonces que lanzamos una segunda hipótesis: el maíz con-
tinúa siendo importante para los productores no como forma de subsis-
tencia, sino como un producto de calidad por el cual pagan y están
dispuestos a pagar más.15 Como hemos visto en los datos mostrados en
las entrevistas a los productores, la inversión realizada para el cultivo del
maíz sobrepasa la ganancia en caso de venta. Sin embargo, para la ma-
yoría de las familias con tierra, la siembra del maíz vale la pena, en la
medida en que pueden obtener maíz criollo con el cual elaboran las
tortillas. De acuerdo a las preferencias de los habitantes de Portesgil, este
tipo de maíz es mejor en términos de sabor, calidad y textura y lo prefie-
ren al maíz amarillo proveniente de EU que tiene un precio comercial
menor. La consideración de la calidad pone en cuestión el supuesto que
15
En múltiples trabajos K. Appendini explora las estrategias de producción y consumo de los hogares rurales
con el fin de comprender cómo valoran la seguridad alimentaria los hogares rurales. Su argumento es que el
cultivo de maíz en sus variedades criollas ha sido una práctica campesina que permite a los productores
rurales mexicanos obtener un maíz de calidad de acuerdo a sus preferencias y cultura, a pesar de tener
acceso a mercados donde podrían adquirir los alimentos básicos derivados del maíz, a veces a precios más
bajos que la producción propia (Appendini, García y de la Tejera, 2003; Appendini, Cortés, Díaz, 2008).
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Conclusión
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150
relevante en la zona. Dicha diferencia fue percibida por ambas antropólogas en la lengua, la forma de
vestir y en los rasgos fisonómicos de los habitantes de San Felipe. Aunque este último aspecto generó
confusión para ambas investigadoras. Margolies se sorprende por la diferenciación existente en la misma
comunidad, entre mestizos e indígenas “cuando su parecido es absoluto” (Margolies, 1975). Por su parte,
Iwanska habla de “inconsciencia de tipo” para explicar por qué aquellas personas que pertenecen al “tipo
indígena” es decir, parecido físico, forma de vestir y de hablar, no se autoidentifican entre ellas. El ejemplo
que utiliza es el de los mazahuas de diferentes comunidades que optan por hablar en español y no maza-
hua cuando se encuentran en la ciudad o en la cabecera municipal. Lo cual para Iwanska es una incons-
ciencia de su propia identidad ya que, desde su punto de vista, estos pertenecen a un mismo grupo étnico
(Iwanska, 1971). En la interpretación de ambas antropólogas están implícitas un conjunto de suposi
ciones, asociado a la diferenciación étnica que no coincide con la propia percepción de los habitantes de
San Felipe. Su interpretación de lo indígena, ajena a la narrativa del nacionalismo mexicano que por esos
años ha permeado en la construcción identitaria de los habitantes de San Felipe, considera las diferencias
fisonómicas como marcadores objetivos y evidentes de identificación y distinción social. Sin embargo,
como ambas antropólogas constataron, los habitantes de San Felipe elegían, en muchos casos, identificarse como
mestizos, más allá de ser hijos de mazahuas. Esta decisión individual tan desconcertante para Margolies e
Iwanska se ha convertido en decisión colectiva y en la época actual sólo aquellas personas sin acceso a la
educación y sumidos en la pobreza extrema, o casos excepcionales de profesionistas politizados, se identi-
fican como mazahuas.
4
He de señalar que esta percepción tiene el sesgo de mi propia experiencia en el ejido. Desde mi llegada al
poblado, fui acogida por una familia de maestros con varios de sus miembros migrantes y profesionistas
que se convirtieron en informantes clave, y desde los cuales establecí muchos de los contactos con otras
personas que me dieron su punto de vista.
151
152
mundo moderno que puedan ser estudiados como una totalidad cultu-
ral coherente. Según las estadísticas del inegi, el porcentaje de perso-
nas en el municipio de San Felipe del Progreso que hoy en día hablan
y se visten de manera “tradicional” es de 28.20 por ciento (en los años
setenta era de 42 por ciento).5 De acuerdo con los datos de la Comisión
Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi), el Estado de
México pertenece a la categoría de aquellas regiones donde histórica-
mente ha existido una fuerte presencia indígena, aunque en la actuali-
dad ésta corresponde a menos de 30 por ciento de la población total.
La rápida aculturación de la población mazahua se explica por la ubi-
cación céntrica del estado, lo que ha facilitado la incorporación socio-
cultural de sus habitantes en las tres últimas décadas. Es así que en
una localidad de más de tres mil habitantes, como Emilio Portes Gil, el
antropólogo que desea hacer una investigación sobre los mazahuas
debe ir en su búsqueda, excluyendo a la mayor parte de la población de
la comunidad, sobre todo a los sectores sociales más dinámicos, o sea
los jóvenes, que en la mayoría de los casos no se autodefinen como
mazahuas y se ven a sí mismos como mestizos o simplemente como
mexicanos.
La línea que separa hoy en día al antropólogo de los objetos de
estudio se ha vuelto difusa y la reflexión sobre los “otros” se está con-
virtiendo en una reflexión sobre nosotros mismos ¿En dónde trazar la
diferencia entre ellos y nosotros?, ¿por qué seguir poniendo énfasis en
su diferencia en tanto grupo cultural ajeno o exótico? Reflexionar sobre
5
En México existen dos criterios para definir la pertenencia a una identidad étnica por parte de los habi-
tantes nacionales. El primer criterio y más utilizado es considerar a las personas de cinco años y más que
son hablantes de una lengua indígena. Este criterio resulta falible por varias razones: por un lado la cultu-
ra no puede reducirse a la lengua, por otro excluye a la población que no habla (menor de cinco años), que
entiende y no habla o que pertenece a un grupo doméstico o comunidades en donde algunos de los miem-
bros son hablantes de la lengua, lo cual les hace participes de tradiciones, usos y costumbres. El segundo
criterio es considerar indígena a toda la población que vive en un hogar donde el jefe de familia habla una
lengua indígena, y es el que utilizaremos en esta investigación.
153
6
Son varios los autores que han señalado los límites explicativos de la noción de campesino utilizada en los
estudios rurales hasta la época actual. Kearny (1996) argumenta que las dinámicas de conformación de
clase están vinculadas no sólo a la forma de producción sino a la transferencia, pérdida, acumulación y con-
sumo del valor. Una aproximación más compleja de la sociedad rural debe considerar entonces no sólo la
esfera productiva sino de consumo que tiene efectos en la diferenciación de los actores sociales. Por su parte
Otero (2004) explica que los determinantes estructurales de clase se han entendido erróneamente y no se
han especificado de forma correcta en los estudios campesinistas. El acceso al salario o a la tierra no son los
únicos determinantes en la formación de grupos sociales y políticos a nivel local en un contexto rural. El
proceso de formación política de las clases está condicionado por la cultura regional, la intervención del
estado, los tipos de liderazgo (la historia de lucha agraria) y la relación causal con la posición estructural de
la mayoría de los agentes de clase en las relaciones de producción. Esta propuesta coincide con el plantea-
miento de Lomnitz (1991) quien analiza la formación de grupos sociales y políticos en contextos regionales.
154
7
Para fines analíticos distingo entre identidad social e identidad política. Una identidad social no siempre
es política en la medida en que no se moviliza con fines estratégicos de acción colectiva. Una identidad
social que se convierte en política supone la formación de un nuevo grupo social que reivindica ciertos
derechos políticos asociados a las características identitarias que lo distinguen de otros grupos.
155
156
8
Hasta los años sesenta la escuela primaria de la localidad ofrecía solamente una formación hasta tercer
grado de primaria.
157
9
Es importante señalar que quienes pertenecen al grupo de los profesionista en Portesgil, no forzosamente
poseen un titulo de educación universitaria; en esta categoría entran los profesores de educación básica del
sistema bilingüe del Instituto Nacional Indigenista que en muchos casos sólo terminaron la preparatoria, así
como los policías o las estilistas (recientemente entre las jóvenes de sfp, está de moda esta profesión).
158
por sus casas de estilo urbano que han logrado construir a lo largo de
los años.
Los profesionistas son por lo general hijos de ejidatarios auténticos
que lograron asistir a la escuela secundaria cuando ésta se construyó
en el ejido a principios de los años setenta. Ellos hablan español con
fluidez y muchos tuvieron acceso al bachillerato gracias a las becas del
Instituto Nacional Indigenista (ini). La nueva generación se denomina
a sí misma “los profesionistas”, refiriéndose a que ellos tuvieron educa-
ción formal y no están interesados en las labores agrícolas como activi-
dad económica, viéndola como pérdida de tiempo y dinero o mero
pasatiempo (entrevistas en Portesgil 2002, 2004, 2005). Por lo general
los profesionistas son un grupo privilegiado que vive en el centro ur-
bano del ejido pero trabaja en ciudades o pueblos cercanos. La razón
por la que continúan viviendo en el ejido es que esto les permite man-
tener proximidad con sus familias y construir sus casas en una porción
de los solares urbanos heredados por sus padres. Los profesionistas se
identifican como mestizos y salvo una excepción, la de mi informante
clave, antropólogo que estudia la lengua mazahua y se define como
mazahua, las profesionistas que entrevisté no hablan mazahua (algu-
nas sólo lo entienden), ni se visten con “ropa tradicional”. Algunos de
ellos señalan su herencia mazahua, pero el acceso a la educación les ha
permitido incorporarse al grupo de los mestizos y más ampliamente a
la población nacional que se identifica como “mexicana”.
Ser profesionista no excluye la posibilidad de que quien se identifica
como tal, cultive maíz. De hecho, como se mencionó en el capítulo 3,
son los profesionistas quienes, en muchos casos, invierten tiempo y di-
nero en el cultivo de este producto. Muchos profesionistas con quienes
establecí conversación entre 2002 y 2007 decían tener un gusto por el
campo, aunque lo aprecian y valoran de acuerdo a parámetros diferen-
tes a los de sus padres o abuelos. Para los profesionistas que contratan
peones para cultivar la tierra, es importante tener maíz de “buena
159
10
Esto es tortillas de maíz hechas a mano con masa nixtamalizada preparada con maíz criollo.
160
pal.11 De ahí que sea un orgullo decir que Portesgil es “un pueblo de
profesionistas”.12 La consolidación de la categoría identitaria de profe-
sionista en un poblado rural representa la integración exitosa de los
pobladores del ejido al proyecto modernizador.
La oposición que existe en la actualidad entre dichas categorías de
identificación nos revela la transformación en la estructuración de po-
der en el ejido de Portesgil. Si antes fue la tierra ejidal y el acceso a la
comisaría ejidal lo que estaba en juego y a lo que sólo se tenía acceso
en tanto campesino-ejidatario, hoy es el ayuntamiento y el control so-
bre la dotación de los servicios urbanos a lo que sólo se accede con una
educación y capital cultural poseído únicamente por aquellos que se
identifican como profesionistas.
11
Tal fue el caso de Vicente Peral y su grupo de profesionistas de los ejidos mazahua que llegaron a la
presidencia municipal y el ayuntamiento en 1994 (ver capítulo 2).
12
En Portesgil una de cada cinco personas ocupadas es empleado como profesional o técnico. (Microdatos,
inegi 2000).
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Paula tiene 37 años, está casada y tiene tres hijas pequeñas. Paula y su
esposo Isidro pertenecen a una de las primeras generaciones que tuvie-
ron acceso a la secundaria en el ejido y a nuevas opciones de desarrollo
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13
Atlacomulco se encuentra a unos 40 km de Portesgil.
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[...] las mujeres que no trabajan piensan que las que sí lo hacen se visten
mejor y tienen más posibilidades de verse bien porque no están en su casa
haciendo de comer y haciendo el quehacer [...] Bueno yo siento que [la
mujer] estando en su casa no puedes estar con tacones, arreglada, con las
uñas pintadas, con crema en las manos si vas a cocinar, ahora, hay una
diferencia entre tener marido y no tener marido. Ahora tienes a tu marido,
[...] él sale muy perfumadito a trabajar, tú eres ama de casa, tienes que
cocinar, tus manos huelen a cebolla, ¿no? Entonces tú no puedes salir arre-
glada, tu marido sí. Llega a su casa y su esposa huele si no a pañales... a
cebolla, entonces si tú trabajas y sales igual, te arreglas; es diferente (grupo
focal, informante de 28 años).
14
Para una discusión más detallada en torno al empoderamiento de la mujer rural a partir del estudio de
las relaciones de género en el ejido de Portesgil ver Appendini y de Luca (2008).
15
El grupo focal estaba constituido por siete mujeres habitantes de Portesgil de entre 19 a 30 años y los
temas que se discutieron se referían al lugar de la mujer en la comunidad (las actividades económicas,
los roles sociales y al interior del hogar) así como la visión que éstas tienen de la agricultura y el campo.
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Conclusiones
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1
Dicho ajuste estructural se da en el marco del llamado consenso de Washington en el que una serie de
“recomendaciones” eran condiciones de los organismos internacionales para financiar a México. La princi-
pal “recomendación” era el retiro del Estado de la economía, la disminución del gasto público, la liberali-
zación y desregulación comercial (Tapella, 2003).
2
Entre éstas se encuentran el mantenimiento de la ley y el orden civil, la defensa del territorio frente a los
invasores extranjeros y garantizar la solvencia de la economía (Strange, 1996).
177
3
Para una crítica elaborada sobre las premisas implícitas en el supuesto retiro del Estado ver Bayart (2004).
Sobre los resultados inesperados del desarrollo rural y la intervención estatal ver Ferguson (1990). Final-
mente es importante señalar que nuestro argumento lo retomamos de las propuestas generales de Rubin
(1997), Otero (2004) y la colección de ensayos del libro Dilemas del Estado nacional editado por Maldona-
do Aranda (2001) quienes de modo diferente pero complementario argumentan que el Estado debe ser
visto como parte de un complejo y cambiante centro que coexiste y está enraizado en la diversidad regional
y cultural. De ahí que para comprender las formas de intervención del Estado y sus efectos es necesario
tomar en cuenta las particularidades culturales regionales.
178
4
Para una revisión detallada de los debates en las ciencias políticas en Estados Unidos y México en torno a la
acción del Estado mexicano posrevolucionario que han contribuido a estos presupuestos ver Rubin (1997).
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6
Desde su fundación en 1979, la Unión de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (unorca)
ha sido uno de los actores principales en promover el desarrollo de una economía regional y autogestiva.
Las demandas de esta organización son de carácter económico más que político, ya que se enfocan en el
184
crecimiento económico rural más que en la demanda de la tierra. Su objetivo es tener mayor control sobre
las instituciones económicas, demanda que ha sido bien recibida por los promotores del retiro del Estado
en el plan agrícola.
7
Al comprar a precio de garantía el maíz, la Conasupo favorecía únicamente a los productores con exce-
dentes y alto rendimiento en la producción.
8
Para un estudio actualizado sobre la manera en que el programa ha sido monopolizado por ciertas regiones
productivas del país, así como por los productores con superficies más grandes ver Fox y Haight (2010).
185
do el éxito esperado por los economistas que los propusieron y las or-
ganizaciones campesinas que los negociaron y aceptaron. Los nuevos
programas como Procampo o Alianza contigo no han significado espa-
cios de nuevas oportunidades para los pequeños productores, siendo
los grandes productores maiceros privados quienes más se han benefi-
ciando (Appendini, 2001; Fox y Haight, 2010).
A nivel local, programas como Procampo dejaron al descubierto los
sectores más desprotegidos del ejido: los jornaleros y avecindados que
sin la posesión de un título de propiedad, requisito indispensable para
recibir Procampo, no tienen ningún apoyo. En el contexto de ejidos
como Portesgil donde la mayor parte de los ejidatarios contratan peones
para trabajar la milpa o rentan su parcela a posesionarios y avecindados,
el criterio de asignación del programa resulta injusto. De acuerdo a una
encuesta realizada en el ejido, en 1997 tan sólo 60 por ciento de los ho-
gares productores de maíz recibían el apoyo de Procampo que tenía una
cobertura de 88 por ciento de las parcelas ejidales (Preibisch, 2000).
Como otros tantos programas focalizados, Procampo ha generado
conflicto y descontento a nivel local, además de que ha sido utilizado con
fines clientelares en la medida en que los beneficiarios del programa
continúan asociándolo con el partido en el poder a nivel federal. Por
otro lado, el programa también ha otorgado poder a quien se convierte
en responsable de éste. Es así que el “contralor” de Procampo en Por-
tesgil, ha ocupado el puesto de delegado y aspira a ocupar otros cargos
a nivel del municipio en el área de desarrollo rural. Su capital político
proviene del grupo de beneficiados del Programa que requieren de la
información que éste maneja además de ciertos “favores” que puede
realizar en algunos casos. Por ejemplo, sucede que cuando algún ejida-
tario inscrito en el programa muere y no dejó un sucesor, los familiares
pueden requerir la ayuda del contralor a fin de darle validez a una
carta poder supuestamente firmada por el difunto antes de morir;
donde le otorga poder a su esposa o hijo para recibir los beneficios del
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9
En 1976 el dagem fue sustituido por la Comisión Coordinadora para el Desarrollo Agrícola y Ganadero
del Estado de México (Codagem) que a diferencia del primero, que depende directamente del gobierno
estatal, posee personalidad jurídica y recursos fiscales estatales y federales.
10
Los recursos para estos programas provienen principalmente de la recaudación fiscal que para esos años au-
menta, gracias a la recién industrializada ciudad de Toluca y la región de Lerma, Naucalpan y Tlanepantla.
188
11
El gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) creó Alianza para el campo para la promoción del desarrollo
rural. Dicho programa iba dirigido a los productores “viables” y tenía como objetivo establecer los medios
para incrementar la productividad y rentabilidad “a partir de las libres decisiones de los productores agro-
pecuarios”. Aplicando los principios de corresponsabilidad y participación, el programa se centró en pro-
yectos específicos en los que participaban como socios de inversión el gobierno federal, el gobierno estatal
y los productores. Bajo el gobierno de Fox, el programa cambió su nombre a Alianza Contigo y amplió su
oferta, abriendo los apoyos a proyectos que no forzosamente se encaminaban a la producción agrícola.
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12
Datos más precisos sobre recursos con los que se cuenta no me fueron accesibles durante la estancia de
investigación.
13
El dinero por parte del Estado de México proviene de un fideicomiso fidec (Fideicomiso alianza en el
Estado de México) y su monto varía año con año.
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El apoyo se da otorgando 70 por ciento del precio pagado en la compra de fertilizantes al portador de
una factura.
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15
El Sistema nacional para el desarrollo integral de la familia, dif, es un organismo público que presta
servicios de asistencia social a personas y grupos vulnerables (niños, adolescentes, ancianos y personas con
discapacidad física). Este organismo tiene representación en cada estado y en los municipios.
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Conclusiones
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1
Siendo uno de los municipios más grandes del estado, San Felipe del Progreso se divide en la zona alta,
media y baja. De acuerdo a esta división geográfica, los programas de desarrollo han sido promovidos con
mayor fuerza en la zona de más fácil acceso. Portesgil se encuentra situado precisamente en la región baja,
que ha sido la más beneficiada del municipio.
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3
Ya sea que se tome una perspectiva radical como la de Julio Boltvinik para quien la proporción de perso-
nas pobres en México en 2000 es de 86.7 por ciento de la población nacional, siendo que en el medio
rural, localidades de menos de 2 500 habitantes, casi toda la población es pobre (98.1 por ciento) (para los
criterios de medición ver Boltvinik, 1995) (Boltvinik, 2002); o la perspectiva del Banco Mundial, según la
cual en el 2004, 28 por ciento de los habitantes rurales eran pobres extremos y 57 por ciento pobres mo-
derados (la extrema pobreza se define en términos de individuos que están por debajo de la línea de po-
breza establecida por Sedesol) (Caballero, Moreno y Dyer, 2006).
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4
En uno de los discursos pronunciados por el gobernador Hank González, éste plantea una mejora en la
dieta campesina, así como disminuir los niveles de marginación y pobreza (Hank González, 1973).
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Primer acto: “De los puercos del gobierno sólo nos quedó la oreja”
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5
De acuerdo con testimonios de algunas personas, el gobierno había puesto a soldados que vigilaban la
zona para controlar, justamente, el robo de puercos, de ahí que solamente en la noche era posible transportar
clandestinamente a los animales.
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217
Los programas de desarrollo rural de los años setenta así como los pro-
gramas que hoy en día promueven el desarrollo humano, han puesto
en contacto a la gente de Portesgil con representantes del Estado y han
contribuido a transformar las formas de organización y participación
comunitaria en la localidad. Aunque desde los años treinta los habitan-
tes de Portesgil habían tenido contacto con representantes del entonces
Departamento Agrario es hasta los años setenta que la relación entre
los habitantes de este ejido y el gobierno se consolida por medio de los
ingenieros agrónomos que daban asesoría a los productores, los repre-
sentantes de Banrural, quienes ofrecían créditos para diversos proyec-
tos productivos, y funcionarios de dagem, encargados de la distribución
de fertilizantes, recolección del maíz en las bodegas de Conasupo y de
la asesoría técnica. Tal interacción exigió que, a nivel comunitario, al-
gunas personas se convirtieran en representantes de dichos programas
para administrar y rendir cuentas al gobierno sobre su aplicación y
desarrollo, por lo cual se hizo necesaria la creación de nuevos “cargos”
para administrar el programa de granjas de puercos, la cuenca lechera,
la bodega de Boruconsa, el sistema de riego de las parcelas ejidales, así
como para realizar las gestiones para tener acceso a los programas
agropecuarios en las dependencias gubernamentales ubicadas en Tolu-
ca o Atlacomulco (muchas veces esta actividad era desempeñada por el
comisario ejidal, aunque no siempre).
En Portesgil dichos cargos se convirtieron en formas de representa-
ción del gobierno estatal o incluso federal y en algunos casos del mis-
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Las vocales deben reportar a las autoridades médicas del programa, qué mujeres no usan los recursos
recibidos para mejorar las oportunidades sociales de su familia, no realizan los trabajos acordados para
mejorar a la comunidad o no asisten a las pláticas obligatorias.
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El planteamiento según el cual el Estado mexicano jamás ha tenido los recursos suficientes para proveer
de servicios públicos a toda la población y el tipo de prácticas políticas asociadas a esta condición la he
retomado de C. Lomnitz (2001). En su artículo Modes of citizenship in Mexico, Lomnitz explica que la lógi-
ca de exclusión es una constante en la forma de hacer política en un contexto donde el aparato estatal es
débil y la población pobre es amplia. Su argumento se desarrolla hacia los tipos de ciudadanía existentes
en el México moderno, donde los derechos ciudadanos sólo son efectivos cuando existen las relaciones
sociales correctas.
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neoliberal, puede ser leída más como continuidad que como ruptura.
La diferencia entre ambos modelos universales y focalizados, reside en
el discurso, ya que si en los años setenta los programas dirigidos al
campo tuvieron la intención de tener una cobertura total y mejorar la
capacidad productiva de la población campesina en general, en los
años 2000 los programas son focalizados y han creado un nuevo sector
de excluidos, ya no sólo de la economía formal y los mercados compe-
titivos, sino de los mismos programas creados para amortiguar los im-
pactos de la liberalización comercial de la agricultura y la lucha contra
la pobreza (Lautier, 2004). La intervención estatal parece no reconocer la
desigualdad de poder a nivel local que, en muchos casos, ha sido la posi-
ble causa de la “pobreza” como ciertos autores lo han mostrado (Escobar,
1995; Ferguson, 1990).
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Existe debate en torno a la manera en que se define un espacio rural o urbano. En la década de los setenta
Luis Unikel (1976) propuso criterios intermedios para definir el carácter rural o urbano de las localidades,
por ejemplo estableciendo el criterio de entre 2 499 y 15 000 habitantes como semiurbano, o incluyendo
criterios sobre la actividad económica. Sin embargo, en el tipo de información presentada por agencias
internacionales que buscan homogeneizar los datos a nivel mundial, el criterio se vuelve simplista y remite
sólo al número de habitantes.
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bre las características y rasgos del nuevo espacio social urbanizado ¿Qué
significa el tránsito de lo rural a lo urbano en un contexto de globaliza-
ción?, ¿qué cambios concretos en las dinámicas económicas, políticas y
sociales supone semejante transformación? La observación de una reali-
dad concreta nos ha mostrado que el cambio no es tan evidente como
afirman las estadísticas, además de que tampoco va en el sentido que uno
esperaría; a fin de cuentas ¿qué significa ser rural o urbano?
En la presente investigación he analizado los cambios asociados a
dicho proceso de urbanización que afectan al mundo rural mexicano.
Como he argumentado a lo largo de estas páginas, me ha parecido in-
suficiente la descripción de indicadores cuantitativos para analizar di-
cho cambio si el propósito es comprender el proceso en sus dimensiones
socioculturales. Para fines analíticos propuse tres ejes para abordar un
conjunto de fenómenos que identifiqué como representativos de los
cambios sociales en San Felipe del Progreso. 1) La ruralidad desagrari-
zada y urbanizada desde la perspectiva de las instituciones locales. 2)
Los grupos sociales que conforman la ruralidad urbanizada en San Fe-
lipe del Progreso, sus percepciones en torno a la agricultura y la vida
rural y sus identidades sociales y políticas. 3) La ruralidad desagrariza-
da y urbanizada como la transformación del modelo de desarrollo na-
cional de carácter proteccionista prevaleciente en la década de los años
setenta al modelo neoliberal de los años noventa. En concreto, el fin de
subsidios y créditos dirigidos a la producción agropecuaria, la descen-
tralización del presupuesto federal y de ciertas tareas del gobierno fede-
ral hacia el ayuntamiento y la apertura del sistema político mexicano
que ha hecho posible de facto la competencia electoral y la entrada de
diversos grupos partidistas al gobierno municipal.
Las preguntas que traté de responder en este trabajo son: La desagra
rización del mundo rural ¿de qué tipo de cambio se trata?, ¿qué facto-
res concretos han provocado esta transformación?, ¿hasta qué punto la
desagrarización del campo en México significa la ruptura con viejas
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Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
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Conclusiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
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