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“·Con respecto al deber meritorio para con los demás, es el fin natural, que todos los hombres
tienen, su propia felicidad. Ciertamente, podría mantenerse la humanidad, aunque nadie
contribuyera a la felicidad de los demás, guardándose bien de sustraerle nada; mas es una
concordancia meramente negativa y no positiva, con la humanidad como fin en sí , el que cada
cual no se esfuerce, en lo que pueda, por fomentar los fines ajenos. Pues siendo el sujeto en sí
mismo, los fines de éste deben ser también, en lo posible, mis fines, si aquella representación ha
de tener en mí todo su afecto.“ (p44, Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las
costumbres)`
La humanidad bien podría sobrevivir de tal manera que en nada me preocupara
yo de el bienestar de los demás, ya fuera para lo bueno o siquiera para lo malo.
Ignorando la felicidad de los demás y no involucrándome en ella de forma alguna.
Tratando a la humanidad de forma en la que el cada cual no se esfuerce en ayudar en lo
que pueda a los demás.
Pero aunque esto sea posible e incluso mejor que otras alternativas no es
deseable. Deben ser los fines de los sujetos también mis fines, pues debo tratar a los
demás como a mí mismo, y hacer míos sus fines y si ignoro a los demás lo hago por
egoísmo y esto no es tratar realmente a la humanidad como fin.
Aunque podría mantenerse la máxima de que cada cual mirase por su propio
interés como ley universal, esta máxima no puede ser querida siempre, pues puede el
agente requerir amor y entonces, por la máxima anterior verse privado de él.