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Existen en la historia innumerables ejemplos que prueban con alarmante claridad como,
cada vez que la sangre aria se mezcla con la de otros pueblos inferiores, la consecuencia
fue la destrucción de la raza portaestandarte de la cultura. (...) El ario renuncia a la
pureza de su sangre y con ello a permanecer en el edén que había creado para sí mismo.
Anegóse en la confusión de las razas y fue perdiendo paulatinamente su capacidad
civilizadora hasta que acabó pareciéndose, tanto en la mente como en el cuerpo, mucho
más que sus antepasados a la raza aborigen primitivamente subyugada.(...) La mezcla de
la sangre y el menoscabo del nivel racial que le es inherente constituyen la única y
exclusiva razón del hundimiento de antiguas civilizaciones.(...) La pérdida de la pureza
racial frustra por siempre el destino de una raza.(...) Desde el momento en que la
nacionalidad o, por mejor decir, la raza, no es una cuestión de idioma sino de sangre,
sólo será posible hablar de germanización si el proceso pudiese alterar la naturaleza de
la sangre de la persona a él sometida.(...) La historia nos demuestra que lo
verdaderamente provechoso fue la germanización de la tierra, conquistada por nuestros
antepasados por medio de la espada y colonizada por agricultores alemanes. Cada vez
que se ha introducido sangre extraña en el cuerpo de nuestra nación, hemos sufrido sus
desdichados efectos, consistentes en quebrantar nuestro carácter nacional.(...) Todo
cruzamiento de razas provoca tarde o temprano la decadencia del producto híbrido
mientras el elemento superior del cruzamiento sobreviva en puridad racial.