Órgano de Divulgación de la Fundación Aguas de Mayo
400,oo
Número 1
ISSN: 1690-6616
Ningún hombre, a menos que haya muerto, y aprendido a estar solo entrará en contacto” D.H. Lawrence
E
l 27 de noviembre de 1992,
estaba yo prestando servicio
mi litar, acanton ado e n el
Fuerte Tiuna, 304 Grupo de Artillería
de defensa antiaérea, Gral. José
Félix Ribas. Pertenecía a la 2da
Batería de Misiles. En la madrugada
del viernes, a las 1:00 a.m., nos
en co ntrá bamos e n l os cua rtos
puliendo botas y planchando los
uniformes, para salir de permiso, y
nos divertíamos mucho echando
c h i s t e s, c u a n d o d e pr o n t o
escuchamos la alarma de alerta, no
la toma mos e n cuenta porqu e
creíamos que era un simulacro, casi
siempre lo hacían, cuando de pronto
llegó el Tte. Marquina Azoloux muy
nervioso y tenso y nos grita: Al
parque, al parque. Y yo le contesté:
Mi teniente, estamos en shores y sin
camisa. Y este me respondió con
mucha carga: Eso es parte de la mala
leche, soldado. Vayan así mismo y
busquen sus fusiles y se presentan
en el patio.
Todo s junto s co rri endo y muy
asustad os, cua ndo l legamos al
e s ta c i o n a mi e n to , e s t a b a e l
Comandante Tte. Coronel Ejercito,
Oscar Manuel Valdez Odremán, y
nos dijo: -Hay un golpe de Estado.
Tenemos que defender la soberanía
y lo que nos apega a la Constitución,
y tenemos que dar todo de nosotros y
regirnos por el juramento del soldado
venezolano-. Y dio las siguientes
instrucciones: La 1ra Batería irá para
Miraflores, la 2da para la Carlota, la
3ra para Venezolana de Televisión y
Mando y Servicios se quedará aquí
distribuyendo las operaciones-.
Nos montamos e n los tanques
Anzoátegui, rumbo a la Carlota,
íbamos 18 ó 15 soldados y 3
oficiales, yo estaba más asustado
que nunca, pensaba en mi mamá que
estaba enferma para ese entonces,
que se iba a enfermar más, cuando
escuchara por el radio o ver por la
televisión lo que estaba ocurriendo, y
que el batallón donde yo estaba era el
primero al salir a batallar. Me di
cuenta que habíamos llegado a La
Car lota cua ndo emp ezamos a
escuchar las detonaciones y los
impactos a la tanqueta, me asusté
muchísimo que se me salió hasta el
orine, me vi al borde de la muerte.
C a r ac as , D i ci e mbr e 20 03
Luego el Sgto. de 2da Rondón nos
dio la orden de que saliéramos y
tomáramos nuestras posiciones. Yo
le dije: mi Sargento, yo no voy a salir.
No quiero que me maten-. Y me dijo
que si no salía, iba a ir preso por
traición a la patria y deshonrar el
nombre del uniforme y del batallón.
Antes de salir recé dos Pa dre
Nuestro y encomendé mi alma a
Dios. Salí corriendo hacia el punto
que me correspondía, era la bodega
de La Ca rlo ta . Cu and o ll egu é
estaban ocho de mis compañeros y
les pregunté dónde estaban los otros
y Alexis Orellana, un Cabo de la 1ra
División de Infantería que yo había
c o n o c i d o e n e l Ce n t r o d e
reclutamiento Pan de Azúcar, Los
Teques; me dijo: ya han matado
como a treinta-. Me fui rampando
hasta otro punto de control y vi
cuando el Mayor y Varela Tovar le
gritaban a un curso mío, llamado
Orlando Palacios (le decíamos El
Maracucho) Soldado, tiene Consejo
de Guerra por no percutar ni una bala
Bs.
Depósito Legal
PP200301CS654
y estar escondido. El Mayor lo cuando se calmó todo y llegamos al
encontró dentro de un camión, luego Batallón, lo primero que vimos fue a
seguí escuchando las detonaciones nuestros representantes en la puerta
d el Bata lló n:
ma d r e s, p ad r e s,
h e r m a n o s ,
e sp er and o a sus
seres queridos. Me
d io mu cho d olo r
c u a n d o v i lo s
famili ares de mis
compañeros caídos.
Me puse a buscar a
los míos y vi a mi
mamá, a papá y a
todos mis hermanos.
Me puse a llorar y
ell os también, los
sa l ud é d esd e e l
c onvoy donde
íbamos. Luego nos
encuartelaron y les
dijeron a nuestros
f a m i li a re s qu e
e stá b a mo s b i en .
To d o s l o s d í a s
soña ba con esas
muertes. No dormía
bien, pensando en
mi mamá que estaba
muy enferma y se iba
a empeorar, que de
por sí se empeoró
más. A los ocho días
después del intento
de Golpe de Estado,
fue a la Unidad el
Pr eside nte Car los
A n d ré s P ér e z a
f e l i ci t a r n o s y a
y no sabía qué hacer. Estaba darnos la Cruz del Soldado Antiaéreo
desesperado, pensé que me iban a Patrio, junto con diez mil bolívares a
hacer jui ci o de guerra, si me cada soldado y diez días de permiso.
conseguían las balas, comencé Salimos en dos grupos; me tocó el
como un loco a disparar al aire para segundo grupo, pero debido a mi
que se me acabaran las balas. Así desesperación, hablé con un curso
que luego se calmaron las acciones y mío llamado Antonio Peralta (alias
comenzamos a hacer el recorrido. Bujía), para yo salir en el turno de él,
que a él le tocaba el primer grupo. Lo
Y lo más impresionante fue la convencí, le di dos mil bolívares y
cantidad de muertos con tiros en la aceptó. Luego cuando salí, me dirigí
frente. No me pude controlar y me a la casa a ver a mi familia, cuando
puse a llorar, un capitán con un libro llegué, vi a mi Vieja y ella me dijo que
me dio por la cabeza y me dijo: tenía una corazonada, que yo iba a
Soldado, ¿usted es medio maricón? venir hoy, me besó, me acarició y
¿Nunca ha visto sangre?. Y le dije: lloraba mucho, dándole gracias a
No mi Capitán. A lo que él replicó: Dios de que yo estaba vivo, y que
Bueno, eso no es ni la primera parte pasaran los días rápidos para yo irme
de lo que vas a ver. Váyase para la de baja. A los ocho meses salí de
puerta y lleve los registros con el Baja como Cabo 1ro Ejército. Pero
sargento Colina, que esto no es para siempre recordaré ese día en el que
llorones, esto es para hombres-. Me casi pierdo la vida.
dirigí hacia donde él me mandó, Ángel
vomité a mitad de camino, luego
 Director:
Cristóbal Deffit. Colaboradores:
Raúl Volcán
Coordinadora: Ángel Aristigueta
Yajaira Brito Leonor Pérez
Este númer o es subsidiado por el CONAC Dirección General de Literatura Julio Gaviria

P
eri ódico fund amen tal mente
pr odu cido por paci ente s
psiquiátricos a excepción de
los textos de los jóvenes del Liceo
”Santiago Key Aya la” y de los
colaboradores.
Estos textos fueron realizados en los
Incluido en el progr ama Literatura en espacios no convencionales
Comité de redacción :
talleres de narrativa, que cumplen Lourdes Sifontes Agradecimientos:
con el Proyecto: El leer como Hospital Neuropsiquiátrico de Sebucán
Williams Barroeta
proceso de integración personal y Guillermo Morillo Hospital Psiquiátrico de Caracas
colectivo, del cual este impreso C.A.R.E.L.C.O.
Ottoniel Juárez
forma parte. Ronald Ocampo I.N.A.M.
Momentonarrativo@hotmail.com Centro de Reeducación El Paraíso
Oswaldo Ramos Ilustrador
Telfs.: 0416.8025952 - 0412.9996492 Liceo “Santiago Key Ayala”
Saraid Romero Diagramación y
Montaje.

necesidades de una humanidad otra, escritura. experiencia de cómo y cuánto se

de una suerte de tecnocracia letrada
cuyos integrantes no son menos
humanos; tan sólo son -¿somos?-
humanos que se han nos hemos-
complicado la vida voluntaria y
co nsc ie ntemen te, hi j os , como
siempre, de una u otra forma de crisis.
En secreto o en público, sin embargo,
todos experimentamos esa nostalgia
Pero si repensamos esa escritura
como humanidad en un sentido más
íntimo y primario, no podremos
perder de vista que en la historia,
individual o colectiva, el acto de
“hacer cosas con palabr as” se
fundaba en los otros niveles de la
experi en ci a, en aquel lo s que
de sper t a ban es a s uer te d e
sufre en el camino para dejar de
sufrir.
Intro y retrospección que se exponen
al aquí y al ahora como una herida,
los textos que conforman estas
páginas, si se establece el pacto de
lectura que merecen, mueven, más
que el piso, el mundo. Porque para
quien escribe desde sí, para quien

Q uienes en algún momento
d ec i di e r on - d ec i di mo s-
asumir la literatura como
elección en el mundo académico,
nos encontramos no pocas veces en
esa encrucijada en la que aquella
pasión que fue leer iba cambiando de
forma, en la que nos preguntábamos
cuándo se nos convirtió aquel lugar
expresivo, mágico, hondo y difícil de
la escritura en un objeto científico de
disección, teorizable, manipulable,
ob servable ... Pr obab lemen te
siempre lo fue y simplemente, como
s u c e d e c o n l a s j ug a d a s
potencialmente preexistentes en el
tablero de un juego, lo único que
hicimos fue descubrirlo, encontrarlo,
toparnos con un hecho. Incansables
taxonomistas y curiosos, los seres
humanos hemos hecho de cuanto
nos rodea, por dentro y por fuera,
l u g ar e s d e o b s e r v a c i ó n ,
clasificación, teoría y método.
La propia literatura ha contribuido a
ello. Aceptó entrar en el juego y
mostrar lo que podía hacer con sus
piezas para ser observada, lo que
podía construir para el gozo de
quienes dominaban las técnicas de la
academia, donde hoy en día, dicho
sea de paso, se desenvuelven unos
cuantos escritores. Esto quizás ha
costado un cheque en blanco por un
buen número de lectores, pero ha
abonado también el interés de
aquellos que aceptan el reto, sin
otras herramientas que la intuición y
la avidez, de ver de qué se trata esa
literatura otra, postmoderna, post-
po stmoder na, hip ercompleja y
lúdica.
¿Significa esto que la literatura se ha
olvidado del hombre, de lo humano?
En modo alguno. Pero no podemos
negar que, en un número nada
despreciable, la llamada literatura
contemporánea está atendiendo las
Página dos
de los orígenes, ese trabajo no
menos serio y disciplinado de quien
se enfrenta a la página en blanco y
disculpe el lector el lugar más que
común- enfrentándose a su propio
de sgarr amiento, a sus p rop ios
monstruos y fantasmas, más allá o en
realidad más acá, más hacia el
i nt e r i or d e su s e r - d e l as
preocupaciones constructivas del
momento. Ciertamente, un juego bien
ar mado desp i er ta emo ci o nes
l egí ti ma s y r esp onde a u na
i n c ue s t i o na b l e v e ta d e l a
sensibil idad; pero probablemente
much os recordemos hechizados
esas lecturas que nos “movieron el
piso” precisamente porque, en el acto
de escribir, estaban moviendo el piso
de quien escr ibía. Esos textos
escritos desde un lugar en el cual “el
mundo, en sí mismo, es un mal
sueño”, como dijera Sylvia Plath de
su personaje de The Bell Jar, y se ve
con una hiperrealidad tan dolorosa
que los otros, para protegerse de ella,
probablemente la l amen “distorsión”.
En un ensayo en el que propone el
mundo estético construido como
valor sustancial de la escritura,
Fer r ater Mo ra r econoce, par a
fundamentar su tesis, los que llama
tres mundos del escritor: el mundo en
el que vive, su mundo interior (“el
mundo que vive”), y el mundo de sus
textos. Inevitablemente racionalistas,
enciclopédicos y taxonómicos, los
protagonistas de la escritura del siglo
XX y a lbore s de l X XI suelen
representar la autoconciencia de
quien sabe cuál es el lugar de cada
mundo, y, cuando l os mezclan,
s i m u l a n o c o n s t r uy e n u n
rompecabezas que el crítico sabrá
identificar y que, al fin y al cabo,
corresponderá a ese mundo tercero,
textual y estructu rado. Esto no
descalifica la sensibilidad de tales
procesos creativos: simplemente, es
una sensibilidad con otras variables,
fundada en el propio quehacer de la
necesidad de “volcar” una memoria,
una i nterior idad, un sueño. Ida
Gr amcko relata, e n To nta de
capirote, haber dicho a sus mayores,
en repetidas ocasiones durante su
infancia, tocándose la frente, “tengo
una cosa aquí”. Absolutame nte
incomprendida, recibía algo para el
dolor de cabeza, cuando lo que
deseaba era un lápiz y un papel.
Asumir la escritura como disciplina
no necesariamente tiene que ver con
las así llamadas en el conocimiento
literario. Hablamos entonces de una
di sci plin a, pr opi a, in terna, una
disciplina en la que esos tres mundos
de quien escribe borran sus fronteras
y se tornan uno, tan difícil, tan pesado
para los hombros que debe ser
escrito, que debe volcarse en una
hoja de papel para aligerar las
cargas. Es allí donde pueden verse
de nuevo, bajo la forma de las
palabras, las escenas que marcaron
nuestra experiencia vital, reflexiva o
esté ti ca. E s, co mo Mo mento
Narrativo, la hora de una verdad tan
desnuda y tan sola como nosotros
m i s m os , an t e l a q u e no s
reconocemos.
Allí los traumas, los dolores, las
al u c i n ac i o ne s , l os o l v i d o s
imposibles. Al lí los sueños, los
significados ocultos, los abandonos,
los desencuentros, las ausencias.
Allí la sensación de que los dioses se
burlaron de uno, el testimonio de que
se estuvo cerca de la muerte, las
veces que nos preguntamos quién
está allí en el espejo o que quisimos
ser un superhéroe y el mito se nos
resquebrajó en las manos. Allí la
posibilidad de la ironía, del humor, de
revivir lo terrible y al mismo tiempo
intentar tomar distancia y hacerlo
eternamente nuestro, al convertirlo
en trazos sobre un papel. Allí la
ingrati tud, l os ap ren dizaj es de
infancia, los temores, lo que hemos
soñado para nosotros mismos, el
deseo de un añorado equilibrio. Allí la
descubre el lápiz y el papel con sus
tres mundos a cuestas hechos uno,
muchas veces pesado, insoportable,
inmenso, todo ha sido removido,
cambiado de lugar, sacudido con una
voracidad capaz de hacernos creer
que puede destruirnos. Pero la
palabra puede ser ese lugar de
reconstrucci ón de memorias, de
momentos, de pasajes, de dolores.
Reconstrucción de nosotros mismos,
de ese rostro que interroga desde los
espejos, reconstrucción desde el
reconocerse, desde el llorar ante los
pedazos de lo que se nos ha roto,
desde el perdonarnos como lo que
una vez fuimos y, en nuestros propios
relatos, nos rescata.
Aquí están sus voces: Ángel, Juan,
Carlos, Lel is, G ustavo, Lore na,
Rafael, Ernesto, Rosemberg, José,
César... Leerlos me hizo volver a
ese tiempo en el que las palabras
temblaban, en el que leer y escribir
no podían ser sino temblor. Disciplina
férrea la de llevar a cuestas un
mundo que pesa como tres o más
mundos, la de tomar la decisión de
contar, que no es otra que la de
contarse, la de narrarse desde el
desgarramiento y la soledad de
saberse uno mismo. Desde estas
líneas no puedo sino agradecerles
haberme hecho recordar que la
escritura sólo puede pertenecer al
hombre, a sus historias, a sus
tormentos y a sus contadas alegrías.
Con la seriedad de quien la vive,
queda aquí impresa como imagen,
como experiencia, como la tarea de
hacerse a uno mismo en el trazado
de cada palabra. Aquí están sus
palabras, sus cenizas de fénix, su
escritura. Y que sienta el lector cómo,
cuando comienza a recorrer sus
l íne as, comi en za asi mi smo a
moverse el suelo bajo sus pies.
Lourdes Sifontes Greco

S
e fueron colocando piedra
tr a s pi e d r a e n fo r ma
horizontal. Todo parecía que
no hubiera ocurrido ningún suceso
anterior aunque tanto tú como yo lo
sabíamos y somos partícipes.
C
o rr e n l o s se g un dos lo s
minutos Pasan por mi lado Mi
madre con las horas Mi familia
entera Estoy sentado mientras destila
el tiempo por sus pasos Pasos que de
vez en cuando se dirigen hacia mí
para obsequiarme veinte años de una
caricia o veinte años de insultos
Tengo una hermana Es la mayor de
las hembras La he visto desde que
me senté salir y entrar con caras
distintas Muchas veces llorando
muchas veces riendo muchas veces
mucho poco Cuando está triste
melancólica busca un peine y con
lá grimas e n lo s ojos pein a la
cabellera bien cuidada que tiene mi
residencia Cuando está alegre me
lanza besos luego
canta habla con los
d e m á s
preguntando cómo
me he portado a lo
cual responden que
sigo igual En un
ti e mp o Na vi da d
t od os ll or an
al rede dor de mí
pero sólo un rato
E ll o s e n u n
mo me n t o sa l e n
r eg re san do muy
c o m pl a cid os
s o nr i en t es M i
madre baña todos
l o s dí a s mi
referencia Con un
paño va secándola
a medida que articula palabras de
insultos contra mí pero luego se
alegra al contemplar su obra Hay un
niño un hermano menor Parecía que
iba a ser muy inteligente La primera
vez que miró hacia el sitio donde me
encuentro le causó tanto miedo
repugnancia Se fue a llorar a las
faldas que tapaban las piernas de mi
madre Después hubo un tiempo en
que le producía mucha lástima mi
posición Pero ahora se ríe satisfecho
a l h a ce r m e t r e me n d u r a s a l
golpearme con sus pies en las
canillas al halar las orejas que posee
este cuerpo Lo hace cuando mi
familia me descuida.
Un día mi madre me dijo al oído que
una de mis hermanas había muerto
Me decía con voz grave que mi
hermana había desaparecido que se
había ido para siempre Fue evidente
porque ya no la volví a ver más Muy a
pesar de mi madre que enfermó
cogiendo un color pálido teniendo
mis hermanos que velar por su salud
que día a día mermaba Hizo que mis
hermanos me llevaran cerca del sitio
donde ella pasaba los días acostada
A ll í me de cía much a s cosa s
referente a mi futuro Decía que algún
día cuando ella muriera iba a estar en
un lugar al cual yo iría también Mi
madre una tarde murió Se fue
dejándome las horas los días Todo
corriendo por mi lado Con mis
hermanos con las horas con los días
Y poco a poco ellos se fueron de uno
en uno Todos se fueron dejándome
los segundos las horas el tiempo para
morir.
Saúl
ANÚNCIESE
AQUÍ
Ya no hay nada que mencionar;
sólo los obreros, los humildes
personajes que vemos a cada
momento entrar y salir buscando
materiales para construir lo que ya
en parte está destruido; que en
ci e r ta f o r ma n o s a y ud a a
comun icar nos co n el mu ndo
exterior y que es nuestra forma de
vernos cara a cara con quien desee
vernos... la ventana. Claro, la
C
arlos Durán- gritó el portero.
Mi corazón saltó y de un
brinco instintivame nte me
puse de pie, agarré la bolsa del paño
y me encaminé a la puerta. Yo estaba
en una clínica de esas estrictas,
donde meten o recluyen, mejor
dicho, a los ma landros, a los
indigentes, a los fugitivos, a los
drogadictos que no tienen o no
aportan mejoras en su conducta. No
es por alabarme, pero yo estaba allí
por fugarme de las clínicas, claro,
había tenido consumo de drogas,
pero pocas y además alegaban así
como si fuera un detenido mala
conducta. Pero yo tenía que tener
cuidado con mi integridad como
hombre para que me respetaran y yo
no veía mejor forma que caerme a
golpes con las personas que me
agredían, sea física o verbalmente:
venía el enfermero, forcejeábamos,
me i nyectab a y me metía al
calabozo. Este era un recinto con
una cama de piedra, no había donde
or inar o eva cu ar o ha ce r l as
necesidades, era el aislamiento de
a l l í fo r z o sa me n te o s e a ,
necesariamente nos sacaban y nos
daban tratamiento electro convulsivo
o el ectro choq ue , eso es una
d esca r ga d e el ect ri ci da d, no
recuerdo en qué grado, que dura
como dos segundos y te hace gritar,
convulsionar, orinarte, etc., esto con
el fin de masajear las neuronas, con
la única función de mejorarte de tu
ha bía mo s d estru id o p en sand o
únicamente en nuestros instintos
brutales de acabarlo todo.
.Ahora vemos lo hermoso y lo
antiestético, lo chico y lo alto, lo
ancho y lo delgado, todo en la mayor
lib ertad por lo más necesario:
Nuestra Ventana.
Gustavo
mala conducta, tu agresividad e
impulsividad. Esto era un proceso
mé dico que no puedo explicar,
porque no tengo conciencia del
examen, es decir: acuéstate y al rato
estoy caminando, con una especie
de grasa en las sienes. Claro tenía
visitas y tenía que cuidarlas. Yo tenía
un a fran el a bl anca , un mo no
de porti vo gri s y un os zapatos
deportivos blancos.
Toda la clínica era azul y yo tenía
cinco años hospitalizado, porque mi
pap á d ecía qu e vivía en u na
habitación alquilado en Maracay,
cosa qu e er a fa lsa , yo vivía
engañado. No podía salir porque
supuestamente me fugaba. Luché
por un permiso y me lo dieron y tenía
que convencer a mi papá para poder
s a l i r, b a j é l a s e s ca l e r a s y
efectivamente allí estaba mi padre
sentado en el patio, un señor de
ochenta años, lo saludé, me senté,
hablé con él y le dije: papá estoy de
permiso, sácame aunque sea a dar
una vuelta. Mire Carlos, me dijo,
usted es una carga para mí, viene a
significar una carga para mí. Esas
palabras eran horribles y no las
quería oír. Cómo es posible que mi
padre me diga esas palabras tan
duras, volteé la silla donde estaba
c o mi e n d o y l o g o l p e é , l o s
enfermeros, uno de dos metros, me
c ay ó a golp es y as í t odo
ensangrentado me subieron.
Javier
Página tres

E
stando en la playa sentado en
la arena, frente al mar, me he
de ja do ll ev a r p or m i
imaginación, al punto de fantasear
que me gustaría poder caminar bajo
el agua por largos períodos de
tiempo, de semanas o meses y
explorar toda clase de vida marina,
desde plantas, moluscos, peces,
volcanes y montañas, caminar y ver
la variedad de peces de todos
col ores y tamaño s; esta ble cer
contacto con ellos para que me lleven
a todos los rincones, laberintos y
misterios del mar. Conocer como es
la vida a más de 1000 metros de
profundidad y preguntarle a los
peces de mucho colorido todo lo
relacionado con ellos y de otros
sere s vivien te s; de có mo son
también los moluscos, cómo las
estrellas de mar, cómo se desplazan
en la arena, cómo viven en los
arrecifes, que me digan qué sienten,
cómo se enamoran de sus parejas,
cómo juegan cuando son pequeños,
cómo se esconden unos de otros
Página cuatro
U
n hombre era muy aburrido.
No tenía nada qué hacer,
nada qué decir, nada de nada.
Otro hombre era muy divertido.
Todos los días realizaba grandes
hazañas, tenía muchas cosas por
decir. Un día se encontraron por un
camino de su pueblo. Extrañamente
para no comerse. Que me lleven
también a conocer esos barcos que
se h an hun dido , qu e ni ngu na
pe rso na lo s ha en con tr ad o y
descubrir por qué se hundieron.
Averiguar y curiosear todos l os
grandes peces marinos. Ir con ellos a
pasear encima de los delfines y
ballenas; conocer sus escondites y
rincones en todos sus territorios.
Hablar con ello s, compartir sin
egoísmo ni hipocresía, donde no
haya maldad, ni trampa, donde los
sentimientos sean originales y puros,
donde la envidia, el rencor, la mala
intención no se conozca, ni siquiera
la palabra, donde se viva en paz,
armonía y en hermandad con un
bienestar común: el éxito, la vida,
una gran familia; donde todo lo que
se haga tenga un bienestar para los
ancianos, padres e hijos, donde los
humanos convivan con todos los
seres vivientes, con un solo fin: la
vida.
Mario
“La cosa secretamente y más atrozmente temida, ocurre siempre”
no se conocían. El hombre aburrido
quiso seguir de largo pero el otro no
lo dejó, pues sus amigos le habían
contado lo triste y solitario que era,
así que el amigo divertido le propuso
un trato: lo ayudaría a ser alegre si el
otro lo ayudaba a frenarse y a tratar
de calmarse. Así lo hicieron. Aunque
al principio fue difícil, el trato se
C
uando yo tenía 6 años, me
gustaban las aventuras de
superman y quería ser como
él, tener su fuerza, poder volar y
hacer el bien. Un día me pinté una S
en el pecho con la pintura de uñas de
mi mamá y me coloqué una capa
hecha con una sábana, en ese
momento yo me creía Superman. Así
que me monté en un muro de poco
más de un metro, que estaba en la
cocina de mi casa, que daba al patio
de atrás, este patio tenía un techo de
zinc y tenía unas vigas. Yo jugaba
saltando del muro a la viga y con eso
creía que volaba, de pronto en uno
de los saltos fallé y no me pude
a g ar r a r ca ye n d o al su el o y
golpeándome en la barbilla. No
recuerdo más hasta que desperté
llorando y mi mamá y mi hermana me
carga ron, yo había perd ido el
conocimiento al ver la sangre. Según
me cue ntan , u na veci na qu e
trabajaba en el Pérez de León, me
llevaron y cuando estaba con el
doctor, me dio mucho miedo porque
me iban a coser y me iba a doler, el
doctor me dijo que eso no me iba a
doler porque yo era superman,
cuando me puso anestesia sentí el
pinchazo y le dije que me dolió, me
molesté y le dije que yo no era
superman.
Juan
realizó. El aburrido le enseñó el valor
de la soledad y el silencio; el
divertido, la alegría de estar con
amigos y de tener una vida para
vivirl a. Por fin, un día, ambos
encontraron el equilibrio entre sus
personalidades extremas.
Lorena Pérez
Participante invitado del Liceo “Santiago
Key Ayala”
H
oy precisamente en el
momento de despertarme
no sabía si reír o llorar, ya
que reco rdaba lo que soñé
anoche y era una situación, en
este momento lo analizo patético
de la cual lo sano era reírme,
puesto que esto es lo sabio de mí
misma: soñé que en la oficina en
la cual trabajaba yo, retorné y me
encontrab a lo si guiente; l os
escritorios cambiados de lugar,
un poco de personal el cual no
conocía, un desorden en cada
escritorio y en cada persona
había una vestimenta como la
que utilizan los payasos, cuando
me acerqué al escritorio mío, vi
una serie de juguetes y cuando
ob se rvé l a bi bli oteca, otr os
juguetes en vez de libros. Pues
conversé con la colega que
quedó encargada y me dijo, con
eso es que vas a trabajar de hoy
en adelante. Pues concluyo, que
no sabía si reír o llorar al
despertarme.
Lelis
Cesare Pavese
 pronto miré fijamente mis ojos y
descubrí lo intenso de la mirada, una
mirada que me transportó al futuro...
cuando aún me veía escuché una
voz que me decía: Franklin, mi amor,
ven un momento, y en ese instante
auto y lo encendí, prendí el radio y
acomodando el retrovisor miré de
nuevo mis ojos, y esta vez me fui
más allá... Abuelo, mira cómo me
quedó el traje... ve y dile a la abuela
que lo acomode mejor, de pronto
con mis hijos y nietos... en el
momento que estaba en la
habitación pegué mi frente de un
o b j et o , t o mé mi pa ñ u e l o y
mirándome al espejo para ver lo
grande que podía ser la herida, vi

J
usto después de ducharme, fui
a mi habitación y me detuve
frente al espejo y pensé, ella
dice que soy muy joven para ella,
pero los años no son un obstáculo, de
salí de la habitación y ahí se
encontraba Catherine, yo le dije:
¿Qué deseas amor? Decirte que te
amo, contestó... luego me dirigí al
escuché que Catheri ne decía,
Franklin, por favor, ayúdame aquí
arriba, ya estoy muy vieja y agotada.
Yo decidí subir y pensé, tenemos 35
años de casado y estoy feliz con ella,
nuevamente mis ojos y de pronto:
Frank, vístete, que te puedes
resfriar... me vi y era yo, tan solo un
niño de ocho años.
Rafael

T
erminé de amarrarme las
correas, todo estaba listo,
sentía cómo soplaba el viento,
chocaba contra mi cara. Comencé a
correr y en un instante mis pies se
despegaron del suelo, comencé a
elevarme y una sensación muy
agradable invadió mi cuerpo, en
pocos seg undos había tomado
bastante altura, di varias volteretas e
hice varias figuras. Estaba muy
emocionado, el parapente se sentía
muy estable y seguro. De pronto
hubo una fuerte corriente de aire y
perdí la estabilidad, el
aparato comenzó a caer, perdía
a l tu r a r á pi d a me n te . P or un
momento llegué a pensar que iba a
estr el la rme, pe ro lo gr é va ri os
movimientos y de esa manera logré
que el parapente recuperara la
estabilidad, logré pasar el susto y en
unos momentos estaba de nuevo a
gran altura. A mi lado pasaban
diferentes tipos de pájaros y eso me
producía mucho placer. Veía cómo
volaban y hacían piruetas en el aire,
después de un rato decidí aterrizar,
así que fui descendiendo en forma de
espiral, ya que es la manera más
rápida de hacerlo. En pocos minutos
pisé tierra, y así terminó esta gran
aventura, la cual pienso repetir.
César

U
n niño se levanta agitado y
a s us ta d o. S e l a v a, s e
acomoda su desayuno y su
ropa. Sale a la calle predispuesto con
algo que le mortifica, pero lo suprime.
Y así con esa represión manifiesta su
continui dad; en ton ce s un sitio
confortable lo reduzco a un algo
claro, espacioso y vívido de alguna
forma.
………………………………..
Aquel sitio dantesco, donde cinco

relación con otros. Sintiendo que sale
más atormentado, entonces se retira
y se abstrae y se introspecta para
c o n se g u i r l e so l u c i ó n a su s
problemas, que no tienen el grado de
dificultad y mortificación que él le
daba.
Luego de la introspección queda
agotado y tiene que descansar
mentalmente. A veces lo logra, otras
no.
………………………
El lugar más cómodo está en mi
mente, cuando vislumbra claridad,
porque hay luz. Siente tranquilidad,
porque tiene espacio y se mece en la
par ede s c ont ie nen a una
muchedumbre a oscura. La quinta
pared que dividía el cuarto con una
p ue rta , só lo p er mitía q ue a
apretujones, una persona pasara de
un lado a otro.
………………………………
La semejanza despertada por el
prójimo, me mueve a la aceptación
del otro. Así lo social se torna cálido
y llevadero; la muchedumbre es
melodiosa y para los pequeños
espacios sólo existen en mí objetos
de volumen nanométrico.
José
F
ue el siguiente: que a mí me
enam oraron con un
pen etran te fa lsomal que rer
con necia envidia, traidora de celo
sentimental de engaño con una
mirada tentadora en mi trabajo que
montaron el amor con una trampa y
por eso me han tenido de con
psicosis de trauma siendo con una
burla de mala intención. Teniéndome
un ojo puesto y el otro montado
desanimándome la confianza del
ánimo con quitármela queriéndome
la persona dominar a su gusto
presionándome el mío con hechicero
encanto deseo queriéndose tanto
adueñar como enajenarme a mí de
ella a juro sin ella importarle nada
h a ci é n d o me co n i n s i st e n ci a
queriéndome recelar a su gusto con
desconfianza y desengaño que yo
me he encontrado por eso pasando
trabajo fastidiado sin hacer nada por
la calle y por otro lado me la fue
a pl i ca n do c on f al sa a mi sta d
pecaminosa hasta por el amor que a
mí me tenían las doctoras las
secretarias y mis demás compañeras
haciéndose las que me trataban bien
que eso me ha costado borrármelo
de mi mente. Y siendo por eso mismo
tuve ca torce repo sos qu e me
incapacitaron.
RAF

Página cinco
 La palabra puede ser plástica; su exactitud puede variar...
L
a casa está llena de objetos
que no están; y se siente
primero al cantar los pájaros y
E
n el planeta Bort vivían
mu ch os fa nta smas.
¿Vivían? Digamos que iban
arrastr ando sus cadenas, que
salían adelante. Habitaban, como
hacen los fantasmas, en todas
partes, en algunas grutas, en
ciertos castillos en ruinas, en una
torre abandonada. Al dar la media
noche salían de sus refugios y se
paseaban por el planeta Bort para
asustar a los bortianos. Pero los
bortianos no se asustaban. Eran
seres progresistas y no creían en
fantasmas. Si los veía n, les
tomaban el pelo, hasta que le
hacían huir avergonzados. Por
ejemplo, un fantasma hacía chirriar
la s ca denas, p roduci endo un
sonido horriblemente triste. En
seguida un bortiano le gritaba: ¡Eh,
fantasma, tus cadenas necesitan
un poco de aceite! Supongamos
q u e ot ro fa nt as ma a gi ta b a
siniestramente su sábana blanca, y
un bortiano, incluso pequeño, le
gritaba: A otro perro con ese hueso,
fantasma. Mete esa sábana en la
la va dora ; necesita u n l avado
biológic o!
Al terminar la noche los fantasmas se
e nco ntrab an e n sus re fug io s,
cansados, mortificados, con el ánimo
más decaído que nunca. Y venían las
quejas, los lamentos y gemidos: ¡Es
increíble! ¿Sabes lo que me ha dicho
una bortiana en su balcón? Cuidado
que andas retrasado, me ha dicho, tu
reloj se atra sa. ¿No tienes un
fantasma relojero que te lo repare-. Y
a mí. Me han dejado una nota en la
puerta sujeta con una chinche que
decía: “Distinguido señor fantasma,
cuando haya terminado su paseo
cierre la puerta; la otra noche la dejó
abierta y la casa se llenó de gatos
vagabundos que se bebieron la leche
de nuestro minino”. Ya no se tiene
respeto a los fantasmas, se ha
perdido el hechizo. Hay que hacer
algo. Vamos a ver qué. Alguno
propuso sonar al mismo tiempo sonar
al salir el sol. Se deja caminar y
drenar inclusive antes del humo del
primer cigarro del día que se aparece
todas las campanas del planeta, con
lo cual no podrían dejar dormir a los
bortianos. Por último, tomó la palabra
el fantasma más viejo y más sabio.
Señoras, Señores dijo mientras se
cosía un desgarrón en la vieja
sábana queridos amigos. No hay
nada que hacer. Ya nunca podremos
asustar a los bortianos. Se han
acostumbrado a nuestros ruidos, se
saben todos nuestros trucos, no les
impresionan nuestras procesiones.
Ya no hay nada que hacer... aquí.
¿Qué quiere decir Aquí? Quiere decir
en este planeta. Hay que emigrar,
marcharse... Claro dijo otro ¿Para
acabar en un planeta habitado por
moscas y mosquitos? No señor-
respondió el viejo conozco el planeta
adecuado... el nombre, el nombre. Se
llama planeta Tierra. ¿Lo ven allá
abajo, ese puntito azul? Es aquel. Sé
por una persona segura y digna de
confianza que en la Tierra viven
millones de niños que con solo
oír nos, escon derían la ca beza
deb ajo de las sáb anas. -¡Qué
maravilla! ¿Será verdad?-dijeron. Me
lo ha dicho - gritó el viejo fantasma,
u n i n di vid uo q ue n un ca di ce
mentiras. ¡Avotar! ¡A votar!
en una mesa de noche de madera,
con una radio onda corta que indica la
hora exacta: son las siete a.m. Qué
Hicieron un consenso en su
comunidad. Propusieron: Quien
esté de acuerdo con emigrar al
planeta Tierra que agite un borde
de su sába na. Esperen que
cuente.-dijo quien se encargó de
co nta bi li za r. Un o do s, tr es,
cuarenta, cuarenta mil, cuarenta
millones. ¿Hay alguno en contra?
Uno, dos... Entonces la inmensa
mayoría está de acuerdo: Nos
marchamos. ¿Se van también los
q ue no e stán d e acu er do ?
Naturalmente, la mayoría debe
seguir a la mayoría reconvinieron.
¿Cuándo nos vamos? Mañana en
cuanto oscurezca. dándose fin a la
votación.
Y la noche siguiente, antes de
asomarse alguna luna (el planeta
Bort tiene catorce. No se entiende
como se las arreglan para girar sin
chocar), los fantasmas bortianos
se pusieron en fila, agitaron sus
sábanas como alas silenciosas y
helos aquí de viaje en el espacio,
como si fueran blancos mísiles.
¿No no s eq ui voca re mos de
camino? dijeron algunos. No, no
hay cuidado: el Viejo conoce los
camin os de l ci elo como los
acogedora mañana en tus paredes
grises azulado con los girasoles de
Van Gogh
José.
agujeros de su sábana.
En unos minutos, viajando a la
velocidad de la luz, los fantasmas
llegaron a la Tierra, a la parte que
estaba entonces en sombras, donde
apenas acababa de empezar la
no ch e. Se di sp ersar on e n l as
tinieblas, en todas las direcciones.
Cuando volvieron a encontrarse, no
cabían en la sábana de la alegría.
Todos decían: ¿quién iba a imaginar
encontrar todavía a tanta gente que
cree en fantasmas? Por fin hemos
encontrado el planeta que nos
con vi en e. ¡Voto p or q ue no s
quedemos! .Y esta vez no hubo
siquiera una sábana en contra.
Carlos
Una oscura pradera
me convida
Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.
José Lezama Lima
(Cuba, 1.910-1.976)

L
a noche estaba fría, pero a
pesar de esto su cuerpo estaba
muy caliente, estaba agotado,
s u s r e f l e j o s e s t a b a n mu y
disminuidos, tenía ganas de dormir,
E
n el año 1.996, pasaron cosas
q ue d e sví a n la vi da y
pensamiento de alguien que
creía que la conducción que llevaba
de su vida era la correcta. Esto era lo
que creía, no tenía otro aprendizaje y
se hundió en su propia ignorancia.
Se molestó, se apartó y huyó de la
vida. Se fue del mundo real y se
sumergió en la oscur idad y la
mentira. Así se alejó de trabajo,
familia y sociedad, pero lo más
impresionante fue que de él mismo
también. Así fueron transcurriendo
U
na de las funciones de la
cultura es la de proporcionar
me d i o s a l d e s e o d e
expresión de los individuos. La
educación sirve, asimismo, para
situar un cuad ro q ue permita
e s t r u c tu r a r l a s t e n d e n cia s
fundamentales y un lenguaje que
sirva para articularlas. Sin embargo,
hoy en día las fuerzas materiales del
mundo globalizado saturan con
tan ta in for mación a n ue stro s
sentidos, que estamos a merced de
un bloqueo de la imaginación, lo que
origina la pérdida de las imágenes y
de l os símbo los; por l o q ue
comunicar, el hacer conocer a otros
u otros lo que está en nosotros, es
algo muy difícil. Los mitos jugaban
ese papel revelador y se puede
hablar de una carencia mitológica en
nuestra sociedad moderna.
Los psicoanalistas han propuesto la
existencia de mitos universales y
personales a los que se trata de
pe ro n o p odía descuida rse n i
siquiera un segundo, pues de ser así,
sería su perdición: tenía una herida
en el abdomen, pero no sabía si se la
había causado por accidente o si
ellos se la habían producido. Se
levantó y comenzó a caminar, su
herida ya no sangraba tanto, perosí
le maltrataba, de repente oyó un
ru ido detr ás de sí, se vol te ó
rápidamente, pero sólo alcanzó a ver
sombras. Volvió a caer, estaba al
los días, meses y hasta pasaron
años. Ese alguien corría de un lado a
otro y no encontraba salida; la
mentira lo había atrapado, hasta que
ll eg ó u n d ía q u e se q u e dó
profundamente dormido, ya estaba
derrotado por el cansancio y el
engaño. Y pasó algo, pero muy
extraño. Vino un gran caballo blanco,
volando, llegó a su lado, lo tocó con
su boca en varias oportunidades,
hasta que despertó. Él al ver lo que
sucedía, se asombró, y se le quedó
viendo a los ojos. El caballo le dijo:
Necesito que vengas conmigo. Él no
lo pensó dos veces y se montó sobre
su lomo y se fueron volando hacia el
cielo azul y despejado. Ya sé que los
caballos no vuelan, pero les dije que
pa sar on cosa s muy extr aña s,
después de dos horas de vuelo el
encontrar y de dar forma. A lo largo
de la historia humana los artistas han
generado alternativas para asumir y
comunicar su propio logos, su propio
universo de significados, con el cual
no sólo representan sus sueños y
deseos más profundos, sino también
repr esen tan su s conflictos, sus
a n g us ti a s; e st o l e s pe r mi t e
rep resenta r simbólicamente sus
ángeles y demonios interiores y su
imagen de sí o de los otros, pero de
una forma sublimada, de una forma
susceptible a la meditación. Así la
lectura de la propia realidad deviene
instrospección (el quién soy) y se
ampl ía a la extro sp ección (e l
reconocer mi circunstancia, el dónde
estoy), la que a su vez exige la
retrospectiva de la vida (de dónde
vengo) y se enlaza a una visión
prospectiva (a dónde voy), lo que nos
ubica en lo que realmente somos y
de se amo s ser; po demos mir ar
nuestras propias historias, darle
concreción y belleza a través de la
palabra, lo que ayuda a exorcizar
nu estros mi edos y a d omina r
punto del agotamiento, esta vez
estuvo por perder el conocimiento.
Sus ojos trataban de enfocar algún
ob je to p er o le er a r ea lmen te
imposible. Se resignó a estar tirado
entre los arbustos, sentía cómo un
hilo de sangre se deslizaba por su
cabeza y bajaba por su frente. Se
limpió la cara y entonces fue cuando
pudo verles, eran ellos, los espíritus
del mal; venían a llevarlo al mundo de
sombras del cual ya no podría
caballo paró para tomar agua, él
aprovechó y tomó también cuando le
preguntó al caballo: ¿Cómo te
llamas? El caballo se paró en dos
patas y le respondió: Libertad. -. ¿Y
para dónde vamos?- Insistió él. y le
contestó: A conocer unas personas y
nuevos horizontes.
Y así continuaron su vuelo hasta que
llegaron a un sitio muy bonito, donde
ha bía mu chos á rbo les, fl or es,
personas adultas y niños alegres.
Pero había un mujer atrás junto a un
árbol, adonde el caballo lo llevó y le
dijo: Es una persona que está como
tú, dolida, molesta y con el espíritu
muy apagado. - y él preguntó: ¿Qué
puedo hacer yo? Y el hermoso
caballo blanco le dijo: Busca dentro
de ti y encontrarás la respuesta y con
ella la salida que andas buscando
n ue st r as d eb il ida d e s. A sí el
momento de creación narrativa se
convierte en un lugar mágico en el
que las personas pueden evocar
to d o cu a n to n o h a n p o d ido
representar hasta entonces. De esta
forma, la realidad leída con los
propios senti dos, plasmadas en
nue stras p ropia s palabr as, n os
a yu da a r e lac io n a r nu e str o s
pr ob le ma s p erso na le s con un
si mbolismo que lo supera y lo
precede; encuentra así su sitio en un
mundo de significaciones, dándole
un rostro a personajes inquietantes y
velad os hasta a quel mo me nto,
pudiendo hacer tanto mejor cuanto
que se les deje amplia libertad lúdica
y aceptando que dicho juego es una
manera de hablar de la realidad.
El arte del artista, y así del terapeuta
o del pedagogo estriba en saber
animar este juego, comprenderlo al
tiempo que lo respeta, que lo deja
ser.
Ottoniel Juárez Muñoz
regresar. Quería pensar, pero no
podía, el dolor que le producían las
heridas, no se lo permitían. De pronto
dejó de sentir sus heridas, ya no
sangraban, ni le molestaban, prestó
atención y pudo notar que ellos
seguían allí burlándose de él y
despedazando su cuerpo. A pesar de
no poder verles, no sentía miedo, ya
no le importaba. Sabía que estaba
perdido, sabía que estaba muerto.
César
desde hace años. Fue, se le acercó a
la mujer y la abordó: Hola, ¿cómo
estás? Ella lo vio y no le contestó. Él
no sabía qué hacer, pero insistió y
ella le dijo: ¿No me conoces? Soy yo,
tu esposa. Él se estremeció y
reaccionando reflexionó: Hoy es
quince de enero del 2003 . Ella
agregó: Es tu cumpleaños, regálate
una oportunidad de vivir. Él abrió los
ojos todo lo que podía, la tomó por la
mano, se subieron en Libertad,
volaron por diez meses y regresaron
al hermoso lugar donde había unos
niños preciosos esperándolos con
los brazos abiertos. De allí en
adelante volvió a la vida y la libertad
quedó en su corazón para siempre y
la alegría y el amor hacia él y los
demás.
Yoiper
S
i creara un personaje sería un
Escultor. Por que es un tipo o
persona que se encierra en
sus obras donde él descarga su ira y
soledad por lo que el artista es un
ser que ama su oficio. Él se encierra
en sus obras porque quiere ser lo
esculpido, para ver sus propias
cosas y analizar su propio yo.
El personaje que creé soy yo cuando
tenía catorce años, cuando fui
esculpido por mí, porque modelé de
una forma singular para mi madre:
“David” de Miguel Ángel.
Rosemberg Pacheco
Part icipante invitados el Liceo
“Santiago Key Ayala”
Página siete

L
amentablemente momentos
ingratos abundan en mi vida.
Uno de ellos lo experimenté
hace aproximadamente unas tres
semanas y es el que compartiré con
ustedes. Venía yo de padecer una
prolongada -más de dos años- y
profunda depresión que se había
E
stoy invitado para una carrera
que se va a dar en UDAF. Para
el l o t uv e u na b ue na
preparación física y mental, para
hacer un buen papel construí mi
carrucha con una tabla mediana, con
rolineras Winchester y un volante con
mecate de chinchorro.
Al presentarme en UDAF vi con
alegría a mis hermanos que habían
hecho el proceso conmigo, con sus
respectivas carruchas. La que me
llamó la atención fue la del hermano
Ángel que parecía un autobús; hasta
tenía un compartimiento para meter
comida.
Cuando llamaron para estuviéramos
en el punto de salida. Vimos que el
juez era nada menos que el Prof. de
narrativa, quien nos saludó y de
inmediato sonó el silbato para que
t o d o s mi s h e r ma n o s y yo
e s tu v i é s e mo s c o n n u e s t r a s
carruchas cuesta abajo.
L
eer El Extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde, de Rober
Lous Stevenson, nos ubica
en una obra de profundo impacto
emocional.
Dos personas distintas son una en
un largo acontecer. Un sueño cubrió
la existencia de Stevenson para
escribir tan excelsa obra; escrita en
la época victoriana, donde una
ciencia natural era regente sobre el
común de los súbditos: El extraño
caso que olvidamos en el diario vivir.
En el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, vida y
muerte se entrelazan en un habla,
mucho más all á del novelista.
Página ocho
mostrado refractaria a los diversos
tratamientos. Sólo quien haya sufrido
un episodio depresivo intenso puede
compren der el su fr imiento que
i mp li ca un a d ep re sió n d e tal
magnitud: la vida pierde todo su
sentido, de allí que se anhele el morir
con mucha frecuencia. Para mi gran
sorpresa hace unas tres semanas
empecé a notar en mí un cambio
extraordinario: el desgano por la vida
había iniciado su desaparición y se
ha bía tra nsfo rmado totalmente .
De inmediato, con la carrucha último
modelo, el hermano Fonseca tomó
la delantera, seguido por el hermano
Mario que tenía una carrucha llanera
con frenos de alpargatas. Más atrás,
con el pelotón venía yo con el
hermano Pedro, quien transformó su
carrucha con las ruedas de la silla,
pero con una imponencia; venía
rebasando a los demás. El hermano
Omar, quien con su traje y carrucha
de monje infundía miedo. Siguiendo
en la cola el hermano Carlos, con
una carrucha alegórica que tenía
di fe ren te s ban der as de vari as
co mu ni d ad e s. En u n a cu rva
apareció el hermano Jhonny con una
carrucha antigua hecha de mueble
viejo, pero con la rapidez de carro
nuevo, coleado. Con él, pegado
rueda a rueda, estaba el hermano
Alexander, con una carrucha tipo
Koala, de la que sobresalía su parte
frontal. Con ese entusiasmo y fervor
se presentó todo el recorrido de la
carrera. Exceptuando en una de las
pendientes, ya casi para culminar la
carrera. Todos los hermanos con sus
respectivas carruchas se habían
emparejado. Pero de repente una de
las alcantarillas no tenía la tapa, lo
Stevenson escribió sobre la Razón,
lo sombrío de nuestra alma; la
p o se si ó n d e o tr o s e n t e s,
eter namente presentes en un
cuer po ávido de exp eriencias
profundamente inestables.
Están presentes varias formas de
pensamiento: el científico racional,
el psicológico que conecta con la
pr o fu n di d a d d el alma y e l
psiquismo; el alquimista, el filósofo.
Mediante su pócima Jekyll invoca
principios de vida, renacimientos,
expia ción de nue stras culpas,
p r e s e n c ia d e mu e r t e c o n
sentimientos de libertad del alma.
Sentí la maravilla de estar vivo, el
hecho de tener la hija que tengo,
renació mi interés por la vida erótica,
mi entusiasmo por la lectura. En fin,
d e sp ué s d e un a p r o l on g a da
inmersión en la depresión había
logrado emerger. Lo tristemente
ingrato de la experiencia es que a
pesar de estar convencido de que
ese bienestar me iba a durar al
menos varios meses, sólo tuvo una
dur ación de se man a y medi a.
Recuerdo esa experiencia como si
que causó un volcamiento y un
congestionamiento total. Cuando ya
dábamos por perdida la carrera,
apareció el hermano Ángel, junto
con los hermanos Marcos y Juan,
q uie ne s n o s a ux il i ar o n. No s
montamos en la ca rruch a que
parecía un autobús y cruzamos la
Steven so n juega con nuestra
imaginación, en la novela aparecen
figuras en situaciones concretas.
Por otro lado, nos presenta a Mr.
Hyde como la fascinante sombra de
lo desconocido que llevamos por
dentro: el Extraño caso en el mundo
de la naturaleza humana, la cultura,
los mitos de creación, la ciencia y la
razón. Lo sagrado y lo profano, el
Mal y el Bien se trasladan entre sí,
en una suerte de eterno retorno, en
una obra donde lo primitivo y
racional no alberga fronteras. Jekyll
y Hyd e , so n a qu e l ho mb re
primigenio, consustanciado con lo
los dioses se hubieran puesto de
acuerdo para burlarse de mí.
Carlos
meta juntos, gracias a la acción de
todos los hermanos.
Posdata: Si omití a algunos de mis
hermanos, fue porque no podía
correr y narrar a la vez. Espero que
entiendan.
Calvin
que le rodea, fondo y forma en una
unidad, primero con la naturaleza,
luego con la cultura; mediante la
cual, las “cosas” cobraron sentido a
través del lenguaje.
Est a ob r a p e rt en e ce a la s
preocupaciones más íntimas de
nuestros desafueros cotidianos,
siempre solicitando indulgencia;
siempre el error está presente. El
final del Extraño caso, debemos
escribirlo nosotros.
Recomendamos esta novela.
Williams Barroeta
E
n una oportunidad estando niño, se presentó una fuerte discusión entre mi mamá y mi papá dentro de la casa donde vivíamos. Mi hermano y yo
presenciamos esto, el hecho que molestó fue que cuando fui a defender a mi madre, mi papá me pegó por la mejilla con tal fuerza que me volteó la cara, esto
motivado además por algo que yo le reclamé en ese momento. Colocándome del lado de mi mamá, yo le repliqué, “Pero si es verdad” y él respondió,
“Bueno, pero no lo repita”... Todo esto me dio mucho dolor.
E
sta es la historia d e un
escritor. Era muy famoso,
pues sus obras estaban llenas
de belleza. Pero un día el escritor
decidió no seguir escribiendo pues la
fama en realidad no le interesaba, él
quería que todo el mundo entendiera
que podía ser cualquier cosa. Estaba
aburrido de escribir, desde hacía
mucho no le llegaba inspiración y no
hallaba qué hacer, por eso decidió
hacer otra cosa. Intentó ser pintor,
pero necesitaba la inspiración y no
tenía la menor idea de cómo plasmar
sus ideas en un cuadro. Quiso ser
carpintero, pero por poco se corta él
mis mo u n d e d o . Q u iso se r
periodista, pero casi le rompen una
pierna al reportar una manifestación.
, y así...
El escritor estaba muy aburrido,
¿acaso sólo sabía escribir? Y ni eso,
porque no hallaba qué decir. Quizás
si escribie se una a uto biogra fía
lograría inspirarse, pero solo tenía
27 años y nada interesante le había
pasado. Pensó que lo mejor era
suicidarse. Fue a una playa y se
hundió en el agua, pero unos
salvavidas lo rescataron. Compró
una pistola y se le trabó el gatillo.
Echó veneno en una sopa y unos
ratones se la comieron. Agarró un
cuchillo para cortarse, pero no tenía
filo. Hasta se fue con mucho dinero a
un a calle pe ligr osa a ver si
encontraba ladrones, pero la policía
ya había apresado a todos los que
asal ta ban po r a llí. E l e scri tor
concluyó que tenía mala suerte, así
que se colocó en la puerta de su casa
esperando se le pasara. Veía miles
de historias todos lo días, sin
emba rgo, no las anotaba, solo
esperaba se le fuera la mala suerte.
Un día, tuvo que salir, de repente
recordó algo y cuando volvió la
espalda, una maceta de su balcón
cayó en toda la entrada. “Por poquit o
me cae a mí”: - pensó y supuso que
la mala suerte había pasado.
Lorena Pérez
Participante invitado del Liceo Santiago
Key Ayala
C
uando conocí a la que hoy es
mi esposa, tenía yo 18 años
de edad. Mi madre no quería
esta relación, porque ella tenía una
niña de 2 años. Con un año de
noviazgo quedó embarazada de mí.
Esto era más enojoso para mi madre.
Yo simplemente era estudiante de
Bachillerato y ella Enfermera Auxiliar.
Cuando mi esposa iba a dar a luz, yo
no tenía empleo, yo vivía con mi
madre y mi esposa con la suya;
vivíamos separados. Cierto día fui a
visitar a mi esposa y mi suegra me
informó que se había ido al hospital.
Me puse muy nervioso y no sabía
qué hacer. Regresé a mi casa y
comencé a pensar cómo le iba a
decir a mi madre que mi pareja iba a
dar a luz. Tomé la decisión y la llamé,
estaba durmiendo, le dije que mi
mujer estaba dando a luz y me
contestó: -Averíguatelas. Ve cómo te
Pronunciado en el marco del
Día Internacional de la lucha
contra el uso indebido y el
tráfico de drogas
-Buenos días.
A finales del siglo pasado, se alza
ante nosotros como una grave
amenaza contra la salud de la
sociedad, la tranquilidad de los
pueblos y la seguridad nacional de
la mayoría de los países de la tierra,
este drama. Ninguna nación del
mundo puede sentirse a salvo de
e st e p e l i g r o q u e d a ñ a l a
convivencia social y la firmeza de
las instituciones, que propicia la
cor r up ción y es timu la ot ra s
actividades ilícitas, como el lavado
de dinero.
Prácticamente ninguna nación del
mundo está totalmente libre del
las arreglas.-
En ese momento se me caía el
mundo, encima, no tenía dinero ni
para trasladarme al hospital. Salí
corriendo y busqué la ayuda de un
azote de las drogas, pues casi
todas resultan afectadas, ya sea
como productoras o en cuanto a su
tránsito, compraventa o consumo.
Ninguna nación del mundo está
suficientemente protegida contra
este mal de nuestro tiempo, que
perjudica la salud y la seguridad de
hombres y mujeres y que cobra sus
víctimas más lamentables entre
jóvenes y niños. Nadie puede
sentirse ajeno a esta epidemia que
todos los días significa la pérdida de
ciudadanos útiles y aumenta una
dol oro sa ca rga soci al, cuyos
ef e cto s so n mu c ha s ve ce s
irreversibles.
En consecuencia, los programas
para prevenir el uso indebido de la
droga, es responsabilidad de cada
nación, de cada comunidad, de
Gustavo
primo y me dijo que podía darme el
pasaje. Le recibí el dinero y fui al
hospital. Llegué muy nervioso, me
conseguí a mi cuñada y le pregunté
por mi mujer y el nacimiento del niño,
me dijo que era varón y estaba
comp le tame nte san o. Tod avía
estaba muy nervioso, sabía que era
otra etapa de mi vida, pero pensaba
en el rechazo de mi madre. Mi pareja
me preguntó por mi madre y le dije: -
Después viene, estaba durmiendo.-
le mentí.
Cuando ya había conocido a mi hijo,
me retiraba del hospital, cuando veo
a mi madre y hermanos con un ramo
de flores y muchos regalos para mi
hijo. Me dio tanta satisfacción, y mi
madre me dijo:-No te podía dejar
solo en este momento tan importante
para ti. ¿Dónde está mi nieto? que lo
quiero conocer.
Carlos
cada familia, de cada escuela, de
ca da uno d e n osotro s y e l
cu mp l i m i e n t o d e e s t a
responsabilidad exige que todos
re con oz camo s q ue e stamo s
enfrentando un fenómeno global.
Por eso la lucha fundamental es la
prevención, pues contribuye a
evitar el tráfi co y con sumo,
me dia n te la ed u ca ci ó n , l a
orientación y la instauración de una
cultura que rechace el uso de las
drogas.
Por eso hoy estamos luchando con
un programa de prevención, estoy
segura, de que el ejemplo de todos
los participantes en este evento, es
un gran aliciente para que cada
quien cumpla su tarea.
Dra. Julia Rojas
(Toxicólogo)
Página nueve
 “Cuando dos seres viven en la misma vivienda, se ven todos los días y, además, se quieren, sus conversaciones cotidianas van
reajustando las dos memorias: por consentimiento tácito e inconsciente, dejan en el olvido amplias zonas de sus vidas y hablan y
vuelven a hablar de unos cuantos acontecimientos con los que van tejiendo el mismo relato que, como una brisa entre las ramas,
murmura por encima de sus cabezas y les recuerda continuamente que han vivido juntos.”
Milan Kundera La Ignorancia

D
esde que estaba pequeño
siempre quise aprender a
ha ce r pa pa ga yo s, jug a r
metras, bailar trompos, maneja r
bicicletas, pero debido a que en mi
niñez (8 años), empecé a trabajar y
estu di ab a, n o tuve el ti emp o
suficiente como para aprender a
practicar tales juegos. Pero como en
la vida nunca es tarde para empezar,
tuve la oportunidad de aprender a
manejar bicicleta.
Esto sucedió hace dos años en el
pu eb l o d el S omb re ro , E stad o
Guárico, donde fui de visita con unos
amigos. Llegamos a la casa de la
abuela de Carlos, me presentó con
ella y como llegamos a las 7 de la
noche, la abuela nos invitó a cenar y
haciéndolo Car los me dijo qu e
cuando reposáramos la comida, nos
dirigiríamos a la casa de su mamá,
que quedaba al otro lado del pueblo,
según él estaba a dos cuadras y que
po r eso nece sitáb amos i r en
bicicleta. Ahí empezó mi tormento.
Primero, me daba pena decir que no
sabía manejar bicicleta y le dije que
yo prefería ir a pie, que deseaba
conocer el lugar. El me dijo que era
un poco lejos y que necesitábamos
las bicicletas; nos sacaron dos
bicicletas y la que pretendían darme
no tenía frenos. Me tocó decir la
verdad, de que no sabía manejar. Se
burlaron de mí y dijeron que era raro
que un ca raque ño n o supie ra
manejar bicicleta. Yo les dije que por
donde yo vivía no hacía falta
bicicleta, que nos guindábamos de
los jeeps. Lo cierto es que a la final
me tocó irme en el volante de la
bicicleta de Carlos y llegué bastante
adolorido de las nalgas.
En ese pueblo duré dos
días, durante las cuales
p us e mi e mp eñ o e n
a p r e n d e r a m a n e ja r
bicicleta y como cosa de la
vida, en la última noche,
antes de venirme, pude
darle a los pedales y
equilibrarme en el volante:
sentí una alegría inmensa,
mientras pedaleaba iba
gritando por la calle. A la
maña na si gui ente nos
vinimos a Caracas, fue
una gran aventura. Espero
volver a ir a ese hermoso
pueblo.
Marcos

Un día esta felicidad se le trastornó,
de repente un animalito un poco
enfermo, lastimó a la pequeña
leoncilla, dejándola medio ciega, ya
no veía con claridad y le era
quizás p or fa lta de cari ño y
comprensión.
La j o ve n leo n a te r min ó d e
contaminarse y enceguecer más de
lo que estaba, sus sueños por un
hasta puede ver las estrellas que
una a una adornan el universo,
¡qué maravilla! Y no sólo eso,
puede observar detenidamente a
sus cachorros, quererlos más y

E
l campo estaba verde, lleno
de vegetaci ón y árbole s
fr u t a le s. A h í e n e s te
ambi ente se dese nvol vía u na
pequeña leoncilla, disfrutando día a
día d el r ocío ma ña ne ro q ue
acariciaba su cuerpo; gozando cada
mañana del choque de la vegetación
en sus piernas, la melodía que
producía el río que estaba detrás de
su cueva; el caer el agua en las
piedras, le pro ducía paz. Esta
leoncilla se entretenía esparciendo
las mariposas de diferentes colores
que se posaban en las flores y
plantas, y que luego hacían nubes
coloridas en el cielo estrellado. Para
ella todo era felicidad.
Página diez
imposible participar de todo lo
ma ra vill oso qu e ha bía a su
alrededor, pero así siguió andando.
Pasaron varios años, hasta que sus
padr es d ecid ie ron tra er a la
pequeña leoncilla a la gran jungla,
quizás en ella no habría animales
feroces, es probable que fueran
más tranquilos. ¡Cuán lejos estaba
de que fuera así!
Ya instalada en la gran jungla, la
p e q u e ñ a l e o n ci l la , s e g u í a
a p r e n d ie n d o y c r e c ie n d o ,
convirtiéndose en una joven y bella
leona. Esta belleza no pasaba
desapercibida, hasta que llegó un
joven león y robó su corazón, lo que
no se imaginaba ella que este león
ta m b i é n h a b ía e n fe r ma d o ,
convirtiéndose en un león agresivo,
momento fueron rotos.
Esta ya no tan joven leona siguió
lu ch a n d o . Co n tr e s b e l l o s
cachorros, siguió el ir y venir de la
vida, quería alimentar bien a sus
crías, pero la ceguera le impedía
alimentarlos como era debido. Sin
embargo, sus bellos cachorritos
seguían creciendo cada día más y
más, convirtiéndose en hermosos
ejemplares. Un poco debiluchos por
la mala alimentación. Pero su
madre siempre pensaba que algo
más había que hacer.
Un día la luz brilló, de repente la
leona se despierta y observa que
puede ver con más clari dad,
observa la luz del sol cuando cada
mañana alumbra el ventanal de su
casa, observa la luna cuando con su
esplendor alumbra el firmamento,
má s c o n s u s v i r t u d e s y
limitacion es, aceptán dolo s ta l
como son, pero consciente de que
todavía se podría hacer algo más
por ellos. Pensando en lo que
podría hacer desde ese momento,
empezó a preparar suculentos
majares, llevando a la cueva una
alimentación completa y nutritiva
para recompensar en algo la
desnutrición que había causado a
sus hijos. Todo esto era un desafío,
pero lo enfrentó. Hoy, dos de sus
hijos, saborean su alimento, el otro
un poco cegato se resiste, pero
esto no la de tie ne, segu ir á
adelante. Ella se dice, si yo veo, mi
hij o tambi én verá . Seg uir é
luchando hasta vencer.
María
H
ace un mes, al despertar, vi a dos hombres al lado de mi cama, sentados, sosteniéndome cada uno de un brazo, a lo lejos mi madre en su cara reflejaba
tristeza, miedo. Mi hermano, al otro lado, con lágrimas en la cara, hora 5:30 de la mañana. Me esposan, me levantan dos personas y me trasladan y
empieza la nueva vida.
Ernesto

ayudo a mis hermanas en lo que balón con las dos manos y se la más alto y el mejor jugador, pero
p ue da , a mi p ap á, en l as en vi é a Mig uel ito. É l e ra un afortunadamente pudo driblar al
compras... En eso iba pensando Ma ra do nn a ve ne zol a no , p er o contrario. Dejo al alto atrás, se
cuando subí las escaleras, llegué pequeño, enano. Tal vez eso le metió entre dos y efectivamente

B
a la calle, de nuevo había dos
úscala- dijo mi compañero, arquerías pequeñas, difíciles de
tenía que bajar corriendo las insertar el gol, una en un lado de la
escaleras que bordeaban la calle y la otra en el lado contrario.
calle para buscar el balón de fútbol. Saca, Javier.- me dijeron. Tomé mi
Era un balón de futbolito, pequeño,
que salía mucho, salir mucho quiere
decir que con el más mínimo golpe
salía lejos... y yo comienzo a correr.
Tenía que hacer silencio porque allí
por donde yo tenía que pasar vivía
mi familia. Yo estaba empapado por
la lluvia que caía, era constante,
mala porque no nos dejaba jugar en
paz, además lo único bueno era que
nos refrescaba: sus gotas rodaban
por nuestros labios. Corrí escaleras
abajo y corrí y corrí hasta que llegue
donde estaba el balón. Comencé a
subir las escaleras, de esas que hay
en los barrios, subí por la casa del
negrito Nataly y vi el balcón de mi
casa: no había nadie. Los goterones
sonaban interminables sobre zinc.
“Si mi mamá me ve, me llama, me
mete para adentro” Es por eso que
no quiero que me vea, que ni
siquiera sepa que estoy jugando y
para ella aquí todo el mundo es
malandro, y aquí hay jóvenes sanos
además de mí que soy estudiante y
Yo quisiera volverme como esos
que corren con caballos salvajes por la noche,
con antorchas que, cual melenas sueltas,
ondean en el fuerte viento de su galope.
Yo quisiera ir delante como en una canoa,
bien alto y desplegado igual que una bandera.
Oscuro, pero con un casco de oro,
de inquietante fulgor. Y tras de mí, alineados,
diez hombres de pareja oscuridad,
con yelmos inconstantes, como el mío,
ya como el cristal claros, ya oscuros, viejos, ciegos.
Y uno está junto a mí y desgarra el espacio
con su trompeta, que reluce y pasa,
y nos l eva a una negra soledad con su toque
por la que galopamos como un sueño instantáneo:
A nuestro paso caen las casas de rodillas,
las calles se nos tuercen y atraviesan,
abren paso las plazas: las tomamos
y como un aguacero suenan nuestros caballos.
servía para escabullirse. Yo tenía hizo el gol...
catorce años, pero era alto, los
No sé si ganamos, no sé si
demás eran hombres. La lluvia
perdimos, pero hoy día, cuando
seguía, Miguelito recibió o mató el
tengo un compromiso de fútbol o
balón en el pecho, se le presentó el
futbolito, evoco
esos días duros y
difíciles que pasé
con la lluvia, con
esas escaleras,
c o n e s o s
h o m b r e s
l uchand o, pe ro
hoy soy un
h o mb r e y
c om pr e n d o
mejor lo que es el
e s f u e r z o
humano.
Javier
EL ARTE COMO CONOCIMIENTO
Desde Sócrates, el conocimiento sólo podía alcanzarse mediante la razón pura. Al menos ése ha sido el
ideal de todos los racionalismos hasta los románticos, cuando la pasión y las emociones son
reivindicadas como fuente de conocimiento, momento en que llega a afirmar Kierkegaard que "las
conclusiones de la pasión son las únicas dignas de fe".
Los dos extremos, por supuesto, son exagerados y el dislate proviene de aplicar a los hombres, un
criterio válido para las cosas y recíprocamente. Es de toda evidencia que la rabia o la mezquindad no
agregan nada al teorema de Pitágoras.
Pero también es evidente que la razón es ciega para los valores; y no es mediante la razón ni por medio
del análisis lógico o matemático que valoramos un paisaje o una estatua o un amor. La disputa entre los
que señalan la primacía de la razón y los que defienden el conocimiento emocional es, simplemente, una
disputa acerca del universo físico y del hombre. El racionalismo (no olvidemos que abstraer significa
separar) pretendió escindir las diferentes "partes" del alma: la razón, la emoción y la voluntad; y una vez
cometida la brutal división pretendió que el conocimiento sólo podía obtenerse por medio de la razón
pura. Como la razón es universal, como para todo el mundo y en cualquier época el cuadrado de la
hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, como lo válido para todos parecía ser
sinónimo de La Verdad, entonces lo individual era lo falso por excelencia. Y así se desacreditó lo
subjetiv o, así se desprestigió lo emocional y el hombre concreto fue guillotinado (muchas veces en la
plaza pública y en efecto) en nombre de la Objetividad, la Universalidad, la Verdad y, lo que fue más
tragicómico, en nombre de la Humanidad.
Ahora sabemos que estos partidarios de las ideas claras y definidas estaban esencialmente
equivocados, y que si sus normas son válidas para un pedazo de silicato es tan absurdo querer conoc er
el hombre y sus valores con ellas como pretender el conocimiento de París leyendo su guía de teléfonos
y mirando su cartografía. Ahora cualquiera sabe que las regiones más valiosas de la realidad (las más
valiosas para el hombre y su destino) no pueden ser aprehendidas por los abstractos esquemas de la
lógica y de la ciencia. Y que si con la sola inteligencia no podemos siquiera cerciorarnos que exis te el
mundo exterior, tal como ya lo demostró el obispo Berkeley, ¿qué podemos esperar para los problemas
que se refieren al hombre y sus pasiones? Y a menos que neguemos realidad a un amor o a una locura,
debemos concluir que el conocimiento de vastos territorios de la realidad está reservado al arte y
solamente a él.
Ernesto Sábato
Página once
 Q
ué fue lo que nos dieron; esto
eq uivale a decir, lo qu e
recibimos e inobjetablemente
está unido, vinculado a lo que damos,
no sólo en relación con el ayer, con el
hoy, con el mañana; más que eso,
con el momento preciso en que nos lo
dan, puesto que no está separado en
dos momentos que suponen dos
movimientos distintos, que implican
una pausa o lapso: primero dar y
luego recibir, o viceversa. Quienes
así lo hacemos, nos hallamos al
margen, distantes o excluidos y por
ende nos toca establecer la relación;
que esta entrega llega en caos, en
fragmentos: tal cual los textos de
nuestros personajes, de nuestros
sujetos, de aquellos que llamamos
víctima s y victima rios, amo s y
esclavos, doctos e ignaros. No hay
otra manera de asumirnos para
comprendernos, en ese juego del
conocer que es e nseñar para
aprender, para saber: una acción
que caramente segmentamos. Es
por ello la importancia de nuestro
discurso, de nuestro diccionario, del
contenido de nuestros vocablos en
que nos hallamos atrapados y no
sugeridos, como pensamos.
Cristóbal Deffit

¿ Por qué estarán tan cansados

de nosotros, ellos? Si con sólo
d e ci r l o p u d i mo s
cambiar de juegos, pasear
pero ayuda nuestras hambres,
nuestro turbio apetito: el deseo de
en tre gar lo tod o p or na da , po r
menudencias, pequeñas fantasías,
recuerdos abandonados en la calle...
Ya no importa si se cometió un
crimen; siendo ellos fue
que matamos. Nuestro
el jardín, bañarnos de olor y a se sin o e s ta mb ié n
silencio, contra la pared, n ue s t r o m a r id o y
maltrechos recordando la hermano, nuestro padre
piel, ese zumbido de voces t r a s e l u mb r a l d e l
con carros, ese croar?¿Por o mb li g o . B a jo u n a s
qué no nos dijeron? escaleras también se
Pudimos cambiarnos de vive, tras unos barrotes,
ropa, robar, usar maletín o tras un mal congénito o
ser pob res, ple nos d e v e n é r e o . N u e st r a s
fantasía como el mej or sucias lágrimas también
po eta, ven der fáb ul as. va le n, como e n la s
P ud i mo s se r cr u el e s, plazas nos vale gritar,
pegarles, si eso querían, quitarnos la ropa en los
ll evar len tes como l os mercado s, b uscar en
asesinos, fingiendo que no nuestras autopistas una
ve n , co mo sa b i e nd o , vía alterna o dejar el
p ul s an do e l ga t il l o sinfín de cosas mientras
locamente. Pudimos pujar se deambula por ellas, o
unas lombrices con pelos, detenerse a pensar, no
unas serpentinas. Pudimos en el hollín ni el aceite
salir un momento mientras sobre nuestro cuerpo, no
se ve s tí a n , m i e n tr a s en nuestro humor, sí en
entregaban su corazón a aquel imperdible de lo
el lo s, uste des qui en es i nn omb ra b le , e n l o s
llevan la ba tuta d e su vericuetos que acusa
cuerpo... No pueden ser tan un a somb ra prístina ,
d esa lm a do s p ar a cansada de ser humo, de
olvidarnos, para después ser dos, la multitud que
v e ni r no s a s on r eí r nos acosa, que nos lleva
límpidamente, ofendiendo a las aguas y la soga, que
nuestras ojeras, nuestro nos empuja y empuja
ll anto, h iri endo nu estr a sobre lo que no somos,
d ig ni da d, cla van do e n sobre lo que más duele.
nuestro cuello ese beso Y una tos, ¡caramba!,
ardiendo, sabiendo que los tiene derecho a salón, a
amamos, que nos hemos zo n a de t ol e r an ci a .
con fi ad o a su cr édi to; Nuestro es el premio que
pensando que es mutuo el no perseguimos, ni una
tesoro, mutuo el celo, y c a s a , n i u n a u to .
ahora resulta que hemos An dand o no s lo
pe rd id o h asta a Di os, b e b e r e mo s , c o n l a
porque no nos hallamos; l e v e d ad q u e n o s
n ad i e con o ce nu e str o ca r act er iz a. Nu estr o
paradero. premio son los grifos, la
¿A caso no s q ui si mos, ca mi sa y lo s pa lo s,
siendo ellos, para merecer cogernos en la puerta los
tan mala opinión, después de dos, para despué s
que nos echaron, siendo p ase ar no s, si lb an do ,
nos, hallados ahora en tan tranquilamente por los
m a l a s c o mp a ñ ía s y pasillos.
exigidos? Bajo un puente
también se vive, la caricia Cristóbal Deffit
del desparpajo no cura,