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EQUIVALENCIA

El duelo entre el potro marrajo y el domador clavado se mantuvo durante un largo trecho hasta
que el primero, trémulo de impotencia y chorreando sudor de cansancio, cedió. Entonces
Augusto, para consumar su victoria, lo sacó del trillo y se puso a «quebrarlo», o sea hacerle
doblar el pescuezo hasta que el hocico besara el estribo, y a «sentarlo», O sea pararlo de un
golpe encontrándose en pleno galope.

El mundo es ancho y ajeno, Ciro Alegría

Cruzaron varías provincias y pararon por primera vez en las serranías de Huamachuco. Benito
Castro se contrató de arriero en una hacienda. Esa era la historia de caminar para volver al
mismo sitio, o sea el atolladero de la pobreza, pero no importaba. Había que hacer algo y él lo
hacía. Cuando sucedió que vino la fiesta de carnavales y la peonada de la hacienda se puso a
celebrarla.

El mundo es ancho y ajeno, Ciro Alegría

Hombres de campo, adoctrinados en la ley de la tierra, desenvolvían su vida según ella e


ignoraban las demás, que antes les eran innecesarias y por otra parte no habían podido
aprender. Ahora, ante la papelera embestida o sea la nueva ley, sé encontraban personalmente
desarmados, y su esperanza no podía hacer, otra cosa que afirmarse en el amor a la tierra. Mas
no bastaba para afrontar la lucha y había que ir al pueblo y tratar con los rábulas

El mundo es ancho y ajeno, Ciro Alegría

Ideó un método de trabajo según el cual una frase alcanzaba la perfección si pasaba la prueba
musical, es decir, si al ser leída en voz alta encantaba al oído. Si algo desentonaba o chirriaba en
ella, significaba que el pensamiento era confuso o incorrecto, y por lo tanto la frase debía ser
rehecha de principio a fin. Eso hace que Madame Bovary nos parezca un objeto autosuficiente,
en el que nada falta y nada sobra, como en una sinfonía de Beethoven, un cuadro de Rembrandt
o un poema de Góngora.

Madame Bovary, Gustave Flaubert

Finalmente, sin embargo, no tuvo más remedio que volverse, pues advirtió contrariado que,
caminado hacia atrás, no podía controlar la dirección. Así que, sin dejar de mirar
angustiosamente a su padre, empezó a girar lo más rápidamente que pudo, es decir, con
extraordinaria lentitud.

La metamorfosis, Franz Kafka

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