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13 Lectura 3 Jeff Cooper Principios de Defensa Personal PDF
13 Lectura 3 Jeff Cooper Principios de Defensa Personal PDF
Jeff Cooper
Nota: Este material no tiene la intención ni debe ser comercializado como un libro, se
emplea como elemento didáctico complementario a la formación en defensa personal.
Al no estar disponible en idioma español se procedió a su traducción para facilitar el
acceso a los contenidos del mismo por parte de los interesados.
Escuela de Tiro DeporTiro - Juan Moratto.
Si tuviera que reescribir este manual en forma completa, la única cosa que debería
cambiar son algunas anécdotas personales que aparecen en él. Las actualizaría para
incluir solamente aquellas que han ocurrido durante este año, o fecha aproximada.
Como figuran aquí, todas las anécdotas tienen al menos diez años de antigüedad, pero
cuanto más me detengo en ellas, más me doy cuenta que no hay necesidad de
cambiarlas, debido a las experiencias que han llegado muy recientemente a mi
escritorio, y en las cuales me he visto involucrado, simplemente corroboran lo que había
afirmado en algún momento.
Estas experiencias pueden ser vueltas a escribir para incluir sucesos más recientes pero
contarían historias similares. De esta manera no sería necesario escribir demasiado
nuevamente.
Para enfatizar este punto, sin embargo, debo mencionar que justamente la semana
pasada otro episodio llamó mi atención y me resultó inmensamente satisfactorio para la
ejemplificación de varios de los principios presentados en este trabajo.
Los “Principios de Defensa Personal” han sido recibidos con un moderado entusiasmo
por parte de los organismos policiales. Algunos departamentos los han adoptado, pero
solamente con la eliminación de los principios de agresividad y rudeza. Obviamente,
genera mala prensa tener un departamento de policía que sea conocido tanto por ser
agresivo como rudo. Esto es bastante comprensible, pero no invalida los principios. En
la guerra no existe ningún sustituto para la victoria, y esto es igualmente cierto para el
combate personal, el cual, después de todo, es un microcosmos de la guerra. Cuando un
cobarde se enfrenta a la violencia mortal, su reacción puede ser la de rendirse, o
encogerse de miedo, o huir, o clamar por ayuda; ninguna de estas alternativas va a
mitigar su situación de peligro.
Pienso que es tan válido como cuando fue escrito por primera vez, y no tengo nada más
que agregarle.
Introducción
Algunas personas victimizan a otras. Nos guste o no, este es uno de los hechos de la
vida. Siempre ha sido así y es algo que no va a cambiar. La cantidad de sociópatas en un
determinado grupo poblacional varía ampliamente, pero podemos tomar una cifra de
uno por cada cien, con el fin de simplificar, y no estar muy alejados de la realidad.
El crimen violento es factible solamente si sus víctimas son cobardes. Una víctima que
devuelve el ataque hace impracticable toda acción de este tipo. Es verdad que una
víctima que pelea puede sufrir por ello, pero una que no lo hace, ciertamente, sufrirá las
consecuencias. Y, con sufrimiento o no, quien enfrenta la pelea mantiene su dignidad y
su auto-respeto. Cualquier estudio de la lista de atrocidades cometidas en los últimos
años –Starkweather, Speck, Manson, Richard Hickok y Cary Smith, para nombrar
algunos casos- muestran inmediatamente que las víctimas, con su espantosa ineptitud y
timidez, virtualmente ayudaron a sus propios asesinos (“No los hagas enojar, Marta, así
no nos lastiman”.)
Cualquier hombre que se considere como tal, no puede, por su condición, someterse a
amenazas o a la violencia. Pero muchos hombres que no son cobardes simplemente no
están preparados para asumir el hecho del salvajismo humano. No han pensado en ello
(increíble para cualquiera que lea los diarios o vea las noticias) y simplemente no saben
qué deben hacer. Cuando se enfrentan a la depravación o la violencia, quedan atónitos y
confundidos. Esto puede corregirse.
Las “técnicas” del combate personal no están abarcadas en este trabajo. Las
denominadas “artes marciales” (boxeo, karate, el bastón, la pistola, etc.) demandan
estudios completos en sí mismos y deben ser aprendidos a través de programas
adecuados de instrucción, entrenamiento y práctica. Le incumbe a todos los hombres y
mujeres aptas para tenerlos en cuenta. Pero la razón de este trabajo es más basico que
técnico, es un estudio de los “principios” que sirven de guía para la supervivencia frente
a la violencia no provocada de parte de asaltantes fuera de los marcos estipulados por
las leyes. La estrategia y las tácticas están subordinadas a los principios de la guerra,
como el combate defensivo individual está subordinado a los siguientes principios de la
defensa personal.
PRINCIPIO UNO: ESTADO DE ALERTA
“Un comandante puede ser disculpado en caso de ser derrotado, pero nunca por ser
sorprendido”. Esta máxima se encuentra entre las primeras cosas que deben ser
inculcadas en forma indeleble a los nuevos tenientes. Es igualmente aplicable a los
individuos que aspiren a un cierto grado de seguridad física en la sociedad violenta de
hoy día. El estado de alerta es, en cierto grado, una actitud inherente a la personalidad,
pero puede ser, sin embargo, aprendida y mejorada. Una vez que aceptamos que nuestro
entorno conocido y prosaico es, de hecho, peligroso, automáticamente agudizamos
nuestros sentidos.
Se hacen evidentes dos reglas: Sepa lo que se halla detrás de usted, y preste
particular atención a lo que se encuentre fuera de lugar.
Es axiomático que la dirección más frecuente de un ataque es por detrás. Desarrolle
“ojos detrás de su cabeza”. Preste atención a esto.
Haga un juego. Lleve un registro. Cada vez que alguien se aproxime hacia usted
desde atrás sin que usted se dé cuenta, marque una X. Cada vez que vea a alguien que
usted conoce antes que esta persona lo vea a usted, marque una “O”. Mantenga más
“O” que “X”. Un mes sin ninguna “X” indica la formación de un hábito correcto.
(No lo explicamos en el curso pero esta práctica debe que ser convertida en un hábito,
tanto se pretenda ser un buen Táctico o no tener sorpresas desagradables).
Algunos objetarán la actitud que genera esta instrucción. Se quejarán de que no desean
“vivir de esa manera”. No tienen obligación alguna de hacerlo. Pueden rendirse. Pero
este es un mundo salvaje, y si uno desea estar bien en él debe acomodarse a sus pautas.
Cualquier cosa fuera de lugar puede ser una señal de peligro. Ciertamente cualquier
desconocido que se acerque a su casa debe ser observado con desconfianza. Noventa y
nueve de los casos contra 1 es que sea perfectamente inofensivo, pero ¿Está usted listo
si lo que se presenta es esa excepción?
Una treta común del sociópata es el ingreso al domicilio con una falsa excusa.
Cualquiera puede decir que está encargado de reparar cualquier cosa o ser un inspector
de alguna empresa o de cualquier institución. Usualmente no resulta práctico verificar
las credenciales, ya que debe saberse que las credenciales pueden falsificarse muy
fácilmente, con esto en mente ya está protegido de cualquier sorpresa. Los fuertes
solamente necesitan permanecer atentos, los débiles deben tomar mayores precauciones.
Todo esto puede sonar excesivamente furtivo y melodramático, pero aquellos que han
cultivado lo que podría denominarse una actitud táctica hacia la vida no lo encuentran ni
problemático ni notable. Y, como los cinturones de seguridad de los vehículos, los
salvavidas o los matafuegos, resultan reconfortantes aun cuando no se los necesite.
No es necesario decirlo, pero ninguna persona sensata abrirá la puerta de su casa sin
saber quién está golpeando. Si su vestíbulo de acceso no permite la evaluación visual de
quien está en la puerta, cámbielo, modifíquelo. Las estadísticas pueden estar contra una
amenaza esperando en el exterior, pero las estadísticas resultan ser un frío consuelo
luego de que usted descubre que su caso pertenece al universo de las “excepciones”.
Las sugerencias anteriores, son meramente ejemplos al azar de formas en las cuales se
manifiesta el “principio de alerta”. Las situaciones son innumerables, no se pueden
hacer recomendaciones específicas para abarcarlas a todas. La cuestión esencial es la de
tener siempre en mente que los problemas pueden aparecer en cualquier momento. Esté
atento. Esté listo. Esté alerta.
PRINCIPIO DOS: DECISIÓN
Es difícil, para un hombre domesticado, cambiar en un instante su actitud para tomar
una acción rápida y decisiva para resolver una emergencia violenta. La mayoría de
nosotros no estamos acostumbrados este tipo de emergencias –especialmente en
aquellas que solamente pueden resolverse mediante el uso de la fuerza y la violencia de
nuestra parte- y estas emergencias requieren un esfuerzo supremo de la voluntad para
transformarnos de “pollitos” en “halcones”. El poder de decisión, como el estado de
alerta, es, en cierto grado, una característica inherente a la persona, pero puede ser
mejorado. En el combate formal puede ser inducido –o debería serlo- a través de
órdenes apropiadas de los superiores. En los casos de defensa personal, debe ser
generada por el propio individuo, y aquí está el problema.
Cuando las cosas se desatan –cuando se hace evidente que se está enfrentando con un
asalto físico violento- su vida depende de que sea capaz de elegir un correcto curso de
acción y llevarlo a cabo sin dudas ni desvíos. No puede haber titubeos. No hay tiempo.
Evaluar la situación implica, posiblemente, sucumbir. Y es importante recordar que el
curso de acción que elija, dentro de ciertos parámetros, es menos importante que el
vigor con el cual lo ejecute. La dificultad es que el curso apropiado de acción, cuando
se está bajo un ataque, es, usualmente, un contra-ataque. Esto es contrario a nuestra
conducta normal civilizada, y tal decisión es bastante difícil de alcanzar aún para la
persona comúnmente decidida.
Sin tener una experiencia personal extensa, ya que muchos de nosotros no tenemos
práctica en decisiones tácticas, la mejor forma de cultivar este tipo de decisiones es a
través de la hipótesis: ¿Qué haría si …? Al pensar tácticamente, podemos llegar con
más facilidad a la solución táctica correcta, y practicar –aún una práctica teórica- tiende
a producir confianza en nuestras soluciones, las cuales, a su vez, nos hace más fácil y en
consecuencia con mayor rapidez, tomar una decisión.
La ley Inglesa, fuente de nuestro sistema jurídico (estos conceptos son aplicables a los
Estados Unidos), sostiene que puede usar suficiente fuerza y violencia para evitar que
un asaltante induzca la muerte o un serio daño hacia usted –o su esposa, o su hijo, o a
cualquier otro inocente. No puede perseguir a su atacante con la intención de matarlo, y
no puede aplicar un golpe innecesario, pero si alguien está tratando de matarlo, está
justificado en matarlo para detenerlo, si no existe ninguna otra forma posible de impedir
el ataque. Esta es la explicación más sencilla posible de estas situaciones y, como la ley
en este punto es eminentemente razonable, los aspectos legales de la defensa personal
no nos debe demorar en formular una decisión defensiva apropiada. Debemos
asegurarnos que nuestro atacante está tratando de matarnos o de mutilarnos, de que él es
físicamente capaz de hacerlo y de que nosotros no podemos detenerlo sin abatirlo. Estas
condiciones pueden ser verificadas, usualmente, en un instante.
(La Ley Inglesa actual ha abolido la Legítima Defensa o Defensa Propia por presión
de los Desarmistas hasta el punto en que cualquier ciudadano prácticamente debe
“sucumbir” frente a cualquier tipo de ataque ya que no puede esgrimir el argumento de
defensa propia frente a una agresión. Este principio se trata de extender legalmente en
nuestro país a partir de los principios de los desarmistas con base en Viva Río , las
actuales leyes de desarme propuesta por el Registro Nacional de Armas –RENAR-, Red
Argentina para el Desarme y Amnistía Internacional, entre otros).
Debemos conceder a nuestro atacante la gran ventaje de dar el primer golpe, o al menos
que intente hacerlo. Pero a partir de ese momento podemos volver nuestra atención con
lo que debe ser una aplastante violencia. "La mejor defensa es un buen ataque”. Esto es
verdad, y si bien no podemos aplicarlo estrictamente a la conducta de la defensa
personal, podemos proponer un corolario: “La mejor defensa personal es un contra-
ataque explosivo”.
Aquellos que no comprenden lo que significa pelear sugerirán que las cifras, el tamaño,
la fuerza o el armamento puede volver inválido este concepto. Insistirán en que el
agresor no atacará a menos que tenga una decisiva preponderancia de fuerzas. Esto es
posible, pero esto no es siempre o al menos usualmente, verdadero. Considere el caso
Speck, en el cual las víctimas superaban al asesino en una relación de ocho a uno.
Disponían de mucha más fuerza que la necesaria para salvar sus vidas, pero solamente
si hubieran dirigido esa fuerza en forma violenta y agresiva contra el asesino. Fallaron
al no hacerlo. Existen incontables ejemplos acerca de esto.
La victoria de una respuesta explosiva por una de las partes, obviamente débiles, contra
una fuerza superior es fácil de observar en el mundo animal. Un caniche “toy” corre a
un ovejero alemán fuera de su propiedad. Un pequeño benteveo (ave “kingbird”
genéricamente) aleja a un halcón en su territorio. Un “wolverine” (denominado glotón
en Sudamérica, especie de oso muy pequeño) aleja una completa jauría de lobos de una
presa que los animales tardaron horas en capturar. La agresividad está caracterizada por
un incalculable peso “moral” en cualquier combate, ofensivo o defensivo. Y el hecho
real es que el asaltante no espera agresividad de parte de una víctima que
usualmente toma como desprevenida.
Si la víctima está armada, la habilidad se vuelve un factor más crítico de lo que indican
las circunstancias. Un hombre con un arma corta potente y confiable, que –esté
altamente calificado en su uso- puede arruinar un pelotón de soldados a corta distancia
si puede tomar la iniciativa con una respuesta agresiva instantánea frente a un ataque
torpemente montado. Por supuesto que tales habilidades son poco comunes, aún (o
quizá especialmente) entre nuestros protectores de uniforme, pero pueden ser
aprendidas. Se han llevado a cabo grandes avances en los últimos años en la teoría del
arte defensivo con armas cortas. Los resultados están disponibles para cualquier persona
interesada. Pero nunca asuma que, por simplemente tener un arma lo convierte en un
buen tirador. No estará armado simplemente porque porta una pistola de la misma
manera en que no se convierte en músico por tener una guitarra.
En un caso reciente, un alumno de mis clases fue asaltado por cuatro hombres armados
con revólveres mientras manejaba de noche a su casa luego de una reunión. Estaba muy
cansado y violó (o sencillamente, olvidó) todos los principios de defensa personal
excepto uno, el principio de agresividad. En la primera serie que efectuó en respuesta a
los disparos que se le efectuaban, descargó de manera rápida e intensa una gran cantidad
de proyectiles (22 disparos en menos de 20 segundos), de manera talque los asesinos
entraron en pánico y huyeron. Hizo muchas cosas mal, pero su reacción explosiva frente
al ataque ciertamente salvó su vida.
Lo expresado, obviamente, no es una visión que pueden llegar a aprobar los círculos
“sociológicos”. No tiene ninguna importancia. Aquí estamos solamente preocupados
por la supervivencia. Luego de que hemos asegurado nuestra supervivencia podemos
discutir sobre sociología.
Si tiene la mala suerte de ser atacado, el estado de dará una pequeña alarma, la decisión
le ofrecerá un debido curso de acción a seguir, y si ese curso es de contra-ataque, llévelo
a cabo con todo lo que tenga! Indígnese. Enójese. Sea agresivo.
PRINCIPIO CUATRO: RAPIDEZ
La velocidad es la esencia absoluta de toda forma de combate, desde una competencia
de esgrima hasta la Guerra de los Seis Días. (La ausencia de velocidad es lo que la
historia probablemente dictamine sobre nuestra derrota en Vietnam, la ultima edición de
este libro se realizó en 1989). Napoleón dijo, “Puedo Perder una batalla pero nunca
pierdo un minuto”. La defensa personal acelera este concepto. Debemos decir, “Puedo
perder esta pelea, pero no perderé ni un segundo!” Aparentemente una fuerza
arrolladora no tiene importancia si no se aplica antes de que pueda ser anticipada o
prevista. En el Viejo Oeste se decía, “Hazle a los demás lo que te harían a ti, pero
sé el primero en hacerlo”. Amen.
Nuevamente debo indicar que este ensayo trata puramente con la defensa, y ninguna ley
ni moral justifica amedrentarse con alguien debido a que pensamos que “puede”
atacarnos. Sin embargo, en el mismo instante en que sabemos que nuestro asaltante
intenta agredirnos físicamente, debemos trabajar con tanta rapidez como podamos.
Si nuestro agresor nos ha disparado, debemos acertarle con un disparo antes de que
pueda disparar nuevamente. Si nos está reteniendo mediante el uso de la fuerza,
tenemos una ventaja de tiempo de reacción sobre él.
Lo que está en juego en la defensa personal es su vida. No puede permitirse jugar con
reglas deportivas. Sea rápido, no limpio ni justo. Este siempre “fuera del juego”. Ningún
referí le marcará falta.
La pelea perfecta es aquella que termine antes que el perdedor comprenda lo que está
sucediendo. La defensa perfecta es un contra-ataque que el atacante descubra que su
víctima “le queda demasiado grande”.
Si contra-ataca con sus manos, úselas cuidadosamente. (Recuerde que una golpe con su
puño cerrado en la cabeza de su enemigo casi siempre lastimará o romperá su mano. Un
dedo en su ojo es más fácil, seguro y posiblemente más definitorio.)
Si improvisa un arma con objetos que encuentre al alcance se su mano, úsela de manera
tal que cause un daño sin perderla o que se rompa. Las puntas (extremos) de las armas
improvisadas, desde paraguas hasta atizadores para el fuego, son usualmente más
efectivos que las armas cortantes, ya que pueden ser aplicadas de manera inesperada y
sin exponerse a que se la quiten. Una punta desafilada debe ser dirigida a la cara o a la
garganta. Diríjala cuidadosamente, con frialdad y duramente.
El arma de defensa óptima es una pistola de grueso calibre, aunque una escopeta puede
superarla en una situación de defensa en el domicilio si existe suficiente preaviso por el
estado de alerta. Si es suficientemente afortunado como para tener acceso a cualquier
tipo de arma de fuego cuando se halle bajo ataque, recuerde que será tan efectiva como
su nivel o capacidad para mantenerse calmo y, sobre todo, dispare cuidadosamente.
Mi alumno, mencionado en el Capítulo Cuatro, no disparó cuidadosamente, y
sobrevivió principalmente debido al factor suerte, ya que sus atacantes dispararon tan
descuidadamente como él lo hizo. Pero no podemos basarnos en una pobre capacidad de
tiro al enfrentarnos a nuestros enemigos. El sociópata es usualmente un mal tirador,
pero no siempre, Clyde Barrow era muy buen tirador.
Otro de mis estudiantes lo hizo mucho mejor. Para comenzar, escuchó como se
aproximaba el auto de los asesinos en la fría y gris luz del amanecer. Estaba alerta
inclusive a esa hora. Se puso de pie inmediatamente, pistola en mano. A través de la
persiana vio que dos hombres se acercaban rápidamente a la entrada de su casa, uno con
una escopeta y otro con una pistola ametralladora. Decidió que tal visita, con ese
equipamiento, y en esas horas, no necesitaba explicación alguna. Se arrojó sobre la
puerta delantera y comenzó a trabajar, y recordó que debía permanecer calmo y disparar
con precisión. Los que intentaban ser asesinos murieron en donde estaban en ese
momento. El dueño de casa recibió seis perdigones de caza en su pierna. Los atacantes
lo superaban en número y en capacidad de fuego, pero fueron derrotados y destrozados
por un hombre que hizo todo correctamente.
La habilidad de permanecer calmo bajo presión resulta más sencilla para algunas
personas que para otras. Pero no se encuentra fuera del alcance de cualquiera. De hecho
es la primera calificación de un hombre que invoca el escritor Kipling en su famoso
poema “SI” (If). Es bellamente ilustrado cuando un “quarterback” o capitán de un
equipo tranquilamente elije y envía la pelota a quien debe mientras se encuentra bajo la
amenaza de más de mil libras de duros y rápidos músculos que se encuentran a un paso
de distancia (n. del t. se refiere a un ejemplo del fútbol americano). Es una cuestión de
voluntad. Si usted sabe que PUEDE mantenerse calmo, y que DEBE hacerlo así,
probablemente lo logrará.
Pero entrenar esta habilidad demanda ciertos razonamientos. Cierta clase de deportes
son excelentes –el fútbol, particularmente excelente. Navegar, pilotear un avión,
carreras de autos, y montañismo también son buenos. Pero en mi opinión el mejor de
todos es la caza mayor. Lo que se denomina “buck fever” (nervios previos a efectuar el
disparo al ver la presa deseada, aplicado a la caza de ciervos) es un problema clásico, y
un hombre que haya podido dominarlo es garantía de que disparará en forma cuidadosa
bajo presión. Si bien es cierto que el ciervo no le dispara al cazador, esto es menos
importante de lo que parece a primera vista. El ciervo puede desaparecer y por más
extraño que parezca, la falla en la actividad deportiva usualmente es mayor que el
miedo a la muerte.
Este punto llamativo es fácil de probar. El tirador de competición con arma corta de
nivel medio trabaja y entrena más duramente para ganar una pequeña copa de bronce
que lo que el policía promedio entrena para adquirir una habilidad que le permitirá
salvar su vida.
No todos los cazadores lo logran –los bosques están llenos de cazadores nerviosos
vestidos con sus indumentarias rojas. Pero vale mucho tener a su lado a un
cazador/tirador realmente experto.
Bajo cualquier tipo de ataque, manténgase frío y calmo. Y si debe disparar, dispare con
precisión.
PRINCIPIO SEIS: RUDEZA
Cualquiera que voluntaria y maliciosamente ataca a otra persona sin causa suficiente no
merece consideración. Mientras que los preceptos morales y legales nos impulsan contra
el denominado “exceso de reacción”, estamos completamente justificados en valorar la
vida y la persona de la pretendida víctima mucho más alto que la vida del funesto
asaltante. El atacante debe ser detenido. De una vez y en forma total. Quién es él,
porqué ha elegido ser un criminal, su extracción social, su motivación ideológica o
psicológica, y el grado de daño en el que incurre como resultado de sus actos, deben ser
considerados en un paso posterior, en el futuro. AHORA, su primera preocupación es
mantenerse vivo. Deje que su atacante se preocupe por SU propia vida. No se
reprima.
Deje de golpear una vez que su atacante sea incapaz de realizar cualquier otra acción,
pero vea que realmente se ha detenido en su accionar. La ley prohíbe que tome
venganza, pero, a la vez, le permite prevenirla. Lo que haga para prevenir un feroz
ataque, en la medida que el delincuente aún sea capaz de realizar alguna acción, está
justificado. De manera que asegúrese, y no se limite por consideraciones pacientes. Su
atacante puede matarlo.
Esto también se aplica a los disparos. Si usted está justificado en dispararle, estará
justificado en matarlo, prácticamente en todas las circunstancias con algunas
excepciones. No trate de ser imaginativo. Dispare al centro del cuerpo. El mundo está
lleno de gente decente. Podemos prescindir de los criminales.
Aparte de que las posibilidades que sea asesinado de todas maneras si cede a las
amenazas de la violencia, parece ser –especialmente en el mundo de hoy, pleno de
permisiva atrocidad- que su obligación social sea resistir. La ley parece estar
totalmente poco dispuesta a desalentar el crimen violento. El sociópata que lo ataca
tiene poco que temer, al momento de escribir este manual, tanto de parte de la policía
como de la justicia. El jefe de policía de nuestra ciudad capital ha expresado en los
medios impresos que, “El riesgo mayor e inmediato es que el sujeto se enfrente a la
posibilidad de que su víctima pueda estar armada y pueda disparar al criminal”. (U.S.
News y World Report, 8 de Diciembre de 1969, página 35). La sintaxis puede estar un
poco confusa, pero su significado es claro. Si deben frenarse los crímenes violentos,
quien lo podrá hacer es solamente, la víctima. El delincuente no le teme a la policía ni
tampoco al juez ni al jurado. En consecuencia se le debe enseñar que a lo que debe
temer es a su víctima. Si un delincuente lo ataca y sigue viviendo, razonablemente
puede pensar que puede hacerlo nuevamente. Al someterse a él, no solamente pone en
peligro su propia vida sino que crea una amenaza para la vida de los demás. El primer
hombre que resistió a Starkweather, luego de once asesinatos, lo venció fácilmente y sin
recibir daño alguno. Si ese hombre hubiera sido el primero de la lista en ser acosado, se
podrían haber salvado once víctimas inocentes.
Consentir a los asesinos nos ha conducido por un camino nefasto. Si fuera una política
verdaderamente inteligente y justa (de la cual tenemos serias razones para poner en
duda), es cuestión de la justicia. Cuando su vida está en peligro, olvídese de ella. Si se
encuentra bajo un ataque letal no sea amable. Sea violento. Sea duro. Actúe con rudeza.
PRINCIPIO SIETE: LA SORPRESA
He colocado este tema al final a propósito, siendo la sorpresa el primer principio del
combate ofensivo. Sin embargo, el privilegio de dar el primer golpe es un lujo que
debemos otorgar, usualmente, a nuestro atacante, de manera que en cierto sentido, no
puede existir sorpresa estratégica en la defensa. Pero esto no significa que quien se
defiende no pueda lograr una sorpresa táctica. Al hacer lo que nuestro atacante menos
espera de nosotros, podemos desbaratarlo completamente. Como hemos visto, lo que
menos sospecha es un contra-ataque instantáneo y agresivo, de manera que el principio
de agresividad está fuertemente ligado al factor sorpresa.
Uno de los más graciosos episodios en una reciente película presenta a un cajero de
banco discutiendo la ortografía de una exigencia escrita pasada a través de la ventanilla
por el ladrón de un banco. Todo el caso cambia de un delito a una discusión acerca si el
dinero podía ser entregado en razón de una nota mal redactada. Bastante fuera de lugar,
por supuesto, pero muy estimulante. Lo inesperado, desconcierta. Un delincuente
desconcertado pierde momentáneamente el control de sus pensamientos y del momento
inmediato previo o posterior. Luego de ese momento, su víctima es capaz de cambiar el
orden del juego.
Desde un análisis realístico, puedo señalar que en toda defensa exitosa contra un ataque
violento del cual tengo noticia –y he estudiado este tema durante casi tres décadas- el
atacante quedó totalmente sorprendido cuando su víctima no se desanimó. La velocidad,
energía, eficiencia Y agresividad del contra-ataque varió totalmente, pero el mero hecho
de su existencia fue el más elemental de los componentes para el éxito.
Si tiene amigos en las fuerzas de seguridad, pídales que le cuenten el chiste “April
Fool.” (genéricamente este término se aplica a toda broma pesada que parte de una
situación inesperada, muy similar a “que la inocencia te valga….” Existente en los
países latinos. N. Del t.) Queda un poco fuera de lugar en una publicación de este tipo,
pero resalta un punto –además de ser muy gracioso. La moraleja es la moraleja de este
manual: El criminal no espera que su presa devuelva el ataque. Quizá usted nunca
resulte elegido, pero si lo es, sorpréndalo.
CONCEPTOS FINALES
Este ensayo ha perseguido un propósito. La combinación de la ciencia médica moderna
y el estado de inseguridad ha traído una condición de saturación y aburrimiento la cual,
magnificada por el alto crecimiento en la población mundial ha tenido como
consecuencia un inconsciente desmedro en la seguridad personal. Antes de la Segunda
Guerra Mundial, uno podía pasear por los parques y las calles de la ciudad durante la
noche sin prácticamente riesgo alguno –al menos no mayor que el riesgo de manejar en
una autopista. Una joven no necesitaba que alguien la acompañase. Uno podía pedir
ayuda en la ruta. Encontrarse con un hombre con un rifle en un bosque era una ocasión
para establecer una camaradería entre cazadores más que un alerta rojo. Esto no es más
así.
Hoy, y en un futuro predecible, el problema del riesgo personal es mucho más serio que
antaño. Nuestra policía hace lo que puede, pero no puede protegernos en cualquier lugar
y durante todo el tiempo. Con demasiada frecuencia no pueden, siquiera, protegerse a
sí mismos. Su seguridad física depende de usted, como siempre lo fue.
Lo que sí sé, sin embargo, es que si las víctimas de las tremendas atrocidades que han
tomado estado público en los últimos años hubieran leído este libro, y hubieran
tomado en cuenta lo que leían, habrían sobrevivido a aquellas acciones.
Además, una pequeña pero selecta cantidad de demonios no estarían vivos hoy día,
entrando y saliendo de los juzgados y constándonos dinero que podría gastarse en
mejores cosas.
George Patton le dijo a sus oficiales, “No se preocupen de sus flancos. Hagan que su
enemigo se precupe de sus propios flancos”. Es un buen momento para que la sociedad
deje de preocuparse de los criminales y hacer que los criminales comiencen a
preocuparse de la sociedad. Y por “sociedad” me estoy refiriendo a Usted.