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Norbert Elias

Mozart
Sociología de un genio
Norbert Elias

Mozart
Sociología de un genio

Traducción de
Marta Fernández-Villanueva Jané
y Oliver Strunk

OCR por:

Biblioteca
Erik Satie
Contribución de:
Pablo Lazzarano

1ra edición EDICIONES PENÍNSULA


Agosto 2016

Comunidad Digital Autónoma BARCELONA


bibliotecaeriksatie.blogspot.com.ar
© 1991 by Norbert Elias Stichi:ing.
lvlozatt: Zur Soziologie eines Genies.
Edición de Michael Schrfüer.
CONTENIDO
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de los titulares del <{copyright>>, bajo las sanciones establecidas
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y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares
de ella mediante alquiler o préstamo públicos, así como
la exportación e importación de esos ejemplares para su
distribución en venta fuera del ámbito de !a Unión Europea.

La primera edición casteUana de esta obra fue publicada


en la colección {<Península/Ideas>> en 1991. Nota a la edición 9

Reflexiones sociológicas sobre Mozart r5


Primera edición en esta colección: diciembre de zooz.
© de la traducción: Marta Fernández-Villanueva Jané
y Oliver Strunk, 1991.
© de esta edición: Ediciones Península s.a., Se abandonó a su suerte r7
Peu de la Creu 4, 08001-Barcelona. Músicos burgueses en la sociedad cortesana 26
e-mail: correu@grup62.com
intemet: http://www.peninsulaedi.com El paso de Mozart hacia el «artista libre» 51
Arte de artesano y arte de artista 70
Fotocompuesto en Comptex & Ass. s.l., Roger de Flor 240,
08025-Barcelona
El artista en el ser humano 8r
Impreso en Liberdúplex, Constitució 19, 08014-Barcelona. La génesis de un genio ror
DEPÓSITO LEGAL: B. 45.377-2002.
La juventud de Mozart. Entre dos mundos sociales r30
ISBN; 84-8307-528-8,

La rebelión de Mazart 163


De Salzburgo a Viena 165
Emancipación total: el matrimonio de Mozart 192

Proyecto y dos notas 199


Esquema del drama vital de Mozart 199
Dos notas 206

7
NOTA A LA EDICIÓN

Norbert Elias murió el 1 de agosto de 1990. No pudo se­


guir ni supervisar la realización del presente volumen. Pero
todavía pudo aprobar mi propuesta de hacer un libro sobre
Mozart (sin tener en cuenta al a.ño Mozart 1991); el título
lo formuló él mismo, lo cual es una prueba de que aceptaría
la edición como obra suya. La noticia extendida por la
prensa de que Elias trabajaba en este libro cuando le llegó la
muerte es, naturalmente, una leyenda del tipo «las últimas
palabras>>. De hecho, al contrario que en otros casos, nunca
expresó la intención de volver a ocuparse de Mozart.
Los textos que se han impreso, de cuya selección y
versión final soy responsable, surgieron en el marco de un
proyecto de mayor envergadura que se reflejó, entre otras
cosas, en el repetido anuncio de la publicación de un títu­
lo Der bürgerliche Künstler in der hdftschen Gesellschaft (El
artista burgués en la sociedad cortesana), que había de ser
el volumen 12 de edition suhrkamp. Neue Fo/ge. Elias tra­
bajó en él por etapas alrededor de los aüos So. En su ar­
chivo se ha conservado el siguiente material sobre esto:

I. Manuscrito mecanografiado, sin título (clave: «Mo­


zart>>), de 8 r páginas, en parte con correcciones y aña-

9
didos manuscritos, además de algunos pasajes en una El presente libro se ha compuesto con el mencionado ma­
primera versión y notas no desarrolladas. Con toda pro­ terial. Las tres partes correspond0<en esencialmente a los
babilidad este texto fue escrito en relación con la confe- manuscritos 1, 2 y 4 (con dos notás del 7). El manuscrito 3,
rencia 5. al cmnpararlo con los otros documentos, contiene muchas
2.- Manuscrito mecanografiado, <<Mozart en Viena>> repeticiones ternáticas que no permitían una impresión tal
(clave:· «Mozart Acto IV), 15 + 5 páginas, corregido a como estaba. Sin embargo, algu nos pasajes breves y otros
mano en algu nos pasajes, en cualquier caso con algunas más extensos aportaban ideas nuevas y han sido retorna­
primeras versiones y notas no desarrolladas (véase también dos en la parte titulada «Reflexiones sociológicas sobre
p. 194, nota 1 7). Este texto fue escrito supuestamente para Mozart>>, y también como notas. Asinüsrno se ha utiliza­
el proyectado libro sobre Mozart. do la conferencia 5 y algunos de los apuntes del legajo 7.
3. Manuscrito mecanografiado «El artista burgués en En cambio, la conferencia 6 no ha aportado prácticamen­
la sociedad cortesana, el caso de Mozart» (clave: «Artis­ te ningún material nuevo. Todos los pasajes más extensos
ta»), 14 páginas; posiblemente creado para otra conferen­ de los otros manuscritos se han introducido en el segun­
cia más extensa que no se encuentra en el archivo de Elias. do y el tercer capítulo de las «Reflexiones» (véanse pp. 26-
4- Manuscrito mecanografiado «Proyecto» (presu­ 70). La ampliación y la reorganización del manuscrito 1
miblemente para el 1.ºy/0 el 5. 0), 6 páginas. también nos parecieron aconsejables porque Elias se ha­
5, Cinta magnetofónica de una conferencia (con de­ bía acercado con mucha cautela a las principales tesis so­
bate) que se dio en Bielefeld con motivo de una invitación ciológicas de este terna.
de la Facultad de Ciencias Literarias y Lingüísticas bajo el En el primero de los textos aquí publicados, el editor es
título: «C.onsideraciones [problemas) artístico-sociológi­ responsable de todos los títulos, la organización de los
cas de un genio: el caso Mozart». La fecha de esta confe­ fragmentos, de los capítulos, los epígrafes y, en parte, de
rencia no se ha podido determinar con seguridad en el los párrafos. El manuscrito que el autor no había redacta­
momento de la edición, pero se podría establecer en los do para la impresión definitiva ha sido preparado para su
meses de otoño e invierno de 1978-1979. publicación (integración cuidadosa y rigor en el segu i­
6. Cinta magnetofónica y transcripción de una con­ miento de los pensamientos, comprobación de datos, con­
ferencia improvisada que se emitió el 6 de marzo de 1983 trol y verificación de fuentes citadas, revisión estilística).
por la cadena WDR III (publicada en una versión lige­ Junto al material mencionado de otros manuscritos se ha
ramente retocada y abreviada en: «die tageszeitung», añadido también algo de las primeras versiones y de las
4-VIII-90, p. 14). notas no desarrolladas, incluyendo un excurso interrum­
7. Diversas notas manuscritas y mecanografiadas. pido del manuscrito mecanografiado 2. El procedimiento
seguido con el segundo texto fue muy parecido, también se

IO II
ha reestructurado y a los epígrafes 3 y 4 se les ha añadido guiar sobre la que quizás algún día me extenderé con ma­
algunos pasajes de los apuntes no desarrollados, pero ha yor detalle. Paulatinamente se dssarrolló un proceso en el
requerido menos trabajo de condensación. Sólo se han eli­ que yo, como editor, tenía la. rtÍisión de sacar de los ma­
minado algunos pasajes para evitar redundancias respecto nuscritos en bruto, de los fragmentos e incluso de los pen­
a la primera parte, sien:i'pre y cuando se pudiera hacer sin samientos aislados del autor, la fonna de un texto fluido o
menoscabo del eontexto. El Proyecto final, que transmite de un libro acabado. Esta forma de eomunidad exigía por
una idea de la posible disposieión del libro tal como du­ mi parte una gran dosis de comprensión, capacidad de juz­
rante un tiempo se lo imaginó el autor, se ha abreviado li­ gar, fuerza de composición y empatía, y naturalmente
geramente. Que los tres textos impresos giren en gran también la renuncia a cualquier añadido concepnial o su­
parte en torno al mismo tema se ha aceptado como un mal presión y, allí donde parecía que se prestaba o que se de­
menor, puesto que en cada caso varía el nivel de síntesis. seaba, la disposición a sintonizar directatnente. Por parte
Hasta aquí el informe del editor. de Elias, esto implicaba sobre todo una singular confian­
za que creció al conVencerse a través de numerosas prue­
bas en detalle de que yo estaba preparado para realizar un
Quiero acabar con unas palabras personales: desde 1983 trabajo semejante a su gusto. Se podría resumir lo que su­
he publicado al año, de promedio, un volumen con casi cedió diciendo que Elias delegó en mí una parte de su hi­
siempre obras inéditas de Norbert Elias, ya fuera como perestricta conciencia y de su comprobación de la realidad
editor, traductor o con una función menos formal. Este algo despreocupada. Yo personalmente me dejé utilizar de
proyecto de edición con el gue Elias se consagró como au­ esta manera tan íntima (no sin resistencia) porque me ha­
tor contemporáneo en Alemania se remonta a una inicia­ bía trazado el objetivo de rescatar para su lengua materna
tiva mía gue he podido realizar gracias a la implicación · a un gran autor judío que todavía estaba en el exilio. Sur­
personal y la inestimable ayuda de otros, especialmente de gieron libros que eran tota_lmente de Elias, pero también
Friedhelm Herbort (Editorial Suhrkamp) y Hermann <<nuestros>> , tal como el autor lo expresó repetidan1ente.
Korte (Universidad del Ruhr, Bochum). T ítulo a título, he Todo esto no tiene nada que ver con la filología o la mo­
conseguido superar la terrible ambivalencia de Elias con ral editorial corriente, más bien al contrario, con el pro­
respecto a la publicación. Sólo quien haya conocido algu­ eeso real de producción de libros en una urdimbre de
na vez a este autor cmno lector, redactor o editor puede hombres vivos. Norbert Elias se embarcó en este proceso
intuir cuánto tacto y energía tenaz, cuánto entusiasrno y conscientemente, y eso será siernpre una de las experien­
cariñ.o personal han sido necesarios en esta tarea. cias n1ás ricas de rni vida, porque este proceso se corres­
Los volúmene_s que así han llegado a la imprenta tam­ pondía en su interior exactamente con su propia imagen
bién han surgido en su esencia de una colaboración sin- del ser humano.

12 13
He trabajado enMozart como si tras la muerte del au­ REFLEXIONES SOCIOLÓGICAS
tor no hubiera cambiado nada. Ahora pienso que se trató SOBRE MOZART
de un intento de negar la muerte del querido anciano.
Pero posteriormente ha quedado claro que mi labor edi­
torial hasta la fecha habí� ido unida a la relación personal
y que no se puede transferir al trabajo de edición de los
verdaderos escritos inéditos de su legado póstumo. Por
ello habrá que encontrar ahora otro marco institucional y
quizá también metodológico. La presente aportación a
«La sociología de un genio», que habla de una forma tan
conmovedora de la relación padre-hijo y del entrecruza­
miento conflictivo de la necesidad de ambos de llenar su
vida de sentido, es el epitafio que dedico a mi maestro y
amigo venerado.
MICHAEL SCHÜTER
Berlín, 7 de marzo de r99 I

'4
Se abandonó a su suerte

r. Wolfgang Amadeus Mozart murió en r79 r a la edad de


treinta y cinco años; lo enterraron en una fosa común el
6 de diciembre. Sea cual fuere la grave enfermedad que lo
llevó a una muerte tan temprana, lo cierto es que en el pe­
ríodo que la precedió, Mozart estuvo con frecuencia al
borde de la desesperación. Poco a poco empezaba a sen­
tirse como un hombre derrotado por la vida. Las deudas
se amontonaban. La familia cambiaba una y otra vez de
alojamiento. El éxito en Viena, al que atribuía quizá ma­
yor importancia que a cualquier otro que pudiera obtener,
no se produjo. La buena sociedad vienesa le daba la espal­
da. El rápido proceso de su enfermedad mortal segura­
mente dependió en buena parte de que para él la vida ha­
bía perdido su valor. AJ parecer, murió con el sentimiento
del fracaso de su existencia social y, por lo tanto -para
utilizar una metáfora-, murió porque su vida se vació de
sentido, porque perdió por completo la fe en la posibili­
dad de que se realizara aquello que en el fondo de su co­
razón deseaba por encima de todo. Las dos fuentes de su
voluntad de seguir viviendo, que alimentaban la concien-

17
cia de su valor y su sentido, estaban a punto de agotarse: productos de su arte muskal. Pero no era la clase de per­
para sí mismo el amor de una mujer en la que podía con­ sona que ante la falta de acogida ,le su obra que se dejaba
fiar y para su música el amor del público vienés. Durante notar en los últimos afias. de su\�ida, especialmente en su
una época había disfrutado de ambos; los dos ocupaban el ciudad de adopción, Viena, se consolara con el presenti­
lugar más alto en la eséala de sus deseos. Hay muchos ifü miento de la repercusión qué encontraría en generaciones
<licios que revelan que durante los últimos años de su vida futuras. Le importaba poco, comparativamente, la gloria
sentía cada vez con mayor intensidad que los estaba per­ póstmna y, en cambio, el reconocinüento contemporáneo
diendo. Ésta es la tragedia de este hombre y la nuestra, la lo era todo. Por él había luchado consciente de todo su va­
de la humanidad. lor. Necesitaba, c01no suele pasar con frecuencia, que
Hoy en día, cuando el mero nombre de Mozart se ha otras personas, especialmente las de su estrecho círculo de
convertido para muchos en el símbolo de la creación mu­ amistades y conocidos, le confirmaran constantemente su
sical más agraciada que conoce nuestro mundo, es fácil valor. Al final, también fue abandonado por la mayoría de
que nos parezca incomprensible que aquel hombre que personas que había frecuentado anteriormente. No era
poseía tal fuerza creadora mágica muriera probablemen­ únicamente culpa de ellos, la historia no es tan sencilla.
te demasiado pronto a causa de ella y quién sabe qué pie­ Pero sin duda, estaba cada vez más solo. Es posible que al
zas musicales todavía no escritas se llevaría a la tumba por­ final simplemente se abandonara . a su suerte y se dejara
que el favor y el afecto denegados por otras personas morir.
habían recrndecido sus dudas sobre el valor y el sentido de
su vida. Esto es cierto sobre todo cuando uno se interesa El desmoronamiento tardío pero luego fulminante de Mozart
sólo por su obra y, en cambio, muy poco por la persona -escribe uno de sus biógrafos- tras largos períodos de traba­
1

que la ha creado. Pero al reflexionar sobre tales circuns­ jo intensivo raramente interrumpidos por la enfermedad o el
tancias se debe evitar la tentación de medir la realización malestar; el acto de morir) breve y en cierto modo sofocado, la
de los deseos o la pérdida de ellos de otro ser humano a muerte repentina tras un ci;:>ma de sólo dos horas, todo esto exi­
partir de aquello que uno mismo juzgaría como una exis­ giría una explicación mejor que aquella que la medicina acadé­
tencia llena de sentido o carente de él. Hay qne pregun­ mica nos ofrece a posteriori.
tarse qué es Jo que el otro entendía por realización o por
pérdida de sentido de su existencia. Además, está perfectamente atestiguado que a Mozart le
El propio Mozart era muy consciente de su inusual atormentaban cada vez más las dudas sobre el afecto e in-
don y lo había difundido tanto como pL1do. Gran parte de
su vida la había pasado trabajando infatigablemente. Sería 1. Wolfgang Hildeshcimer: lvlozart. Frankfnrt a. M. r977j p. 365.
arriesgado afirmar que él no vio el valor perdurable de los (Trad. española !Vlozart, Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1982.)

18 19
cluso la fidelidad de su Coustanze, a la que ciertamente desde niño nunca estuvo del todo segura de si era real­
amaba. El segundo marido de su esposa contó más tarde mente digna del amor de los otros que tanto le importa­
que ella siempre había apreciado más el talento de Mo­ ba;- una persona que quizá 1 en ciefto modo, no sentía un
zart que su persona.' Per,o parece que ella bahía advertido amor demasiado profundo hacia sí misma. La palabra
la grandeza de su talento más por el éxito que tenía su mú­ «tragedia» puede parecer frívola o demasiado exagerada;
sica, que por entenderla. Cuando el éxito disminuyó, sin embargo, se puede decir, y no sin razón, que la parte
cuando el público cortesano vienés, sus anti guos protec­ trágica de la existencia de Mozart era que él, después de
tores y patronos, lo dejaron de lado a él, que difícilmente haberse esforzado tanto en ganarse el amor de las perso­
estaba dispuesto a hacer coilcesiones, para favorecer a otros nas, joven como era al final de su vida, sentía que ya nadie
músicos más frívolos, entonces debió empezar a tamba­ le quería, ni siquiera él mismo. Ésta es, evidentemellte,
learse la gran estima que Constanze tenía por su talento y una de las formas de pérdida de sentido existencial de la
su persona. El empobrecimiento creciente de la familia, que se puede morir. Parece que hacia el final de su vida,
debido a la menor repercusión de su música hacia el final Mozart estaba solo y desesperado; en realidad sabía que
su vida, puede que también contribuyera a que el afecto de rr10riría pronto y en la situación en que se encontraba, esto
la esposa hacia su marido, que nunca fue especialmente también tiene que haber significado que deseaba morir y
profundo, fuera menguando cada vez más. Por ello, el me­ que, hasta cierto punto, escribió el �équiem como su pro­
noscabo en la estimación de su público y el debilitamien­ pio canto oratorio fúnebre.
to del afecto de su esposa, los dos aspectos de la pérdida de Si las imágenes que tenemos de Mozart son fidedig­
sentido existencial, están estrechainente relacionados. Se nas, sobre todo del M.ozart más joven, es una cues'tión por
trata de dos niveles interdependientes e inseparables de la resolver. Pero entre los rasgos que lo hacen todavía más
pérdida de sentido existencial que experimentó durante amable, o si se quiere, que lo hacen rn.ás humano, está el
sus ú}timos años. que no poseyera ninguno de esos rostros heroicos que,
como los que conocemos de Goethe o de Beethoven, se­
2. Por otra parte, Mozart era un h01nbre con una necesi­ ñalaron a sus portadores cmno personas extraordinarias,
dad insaciable de amor, tanto en el sentido físico como en cmno genios, tan pronto como entraban en una habita­
el sentido emocional. Uno de los secretos de su vida es que ción o salían a la calle. Decididamente, Mozart no tenía
probablemente ya de pequeño sufrió pensando que nadie un rostro heroico. La nariz pronunciada y carnosa que pa­
le quería. Mucho en su música no es n1ás que una forma rece inclinarse por delante contra la barbilla ligeramente
constante de pedir afecto: la súplica de una persona que alzada pierde algo de su volumen conforme el rostro se va
redondeando. Los ojos muy despiertos, vivos y al mismo
2. Citado de I-lildesheimer, p. 25+ tie111po soñadores y pícaros, lanzan su mirada por encima

20 21
de ella, algo apocados (sheepish es la palabra inglesa intra­ sión del fracaso profesional y la miseria familiar. Fue en­
ducible que mejor lo describe) en el caso del joven de vein­ tonces cuando surgió la discrepancia que actualmente nos
ticuatro años -en el retrato familiar de Johann Nepomuk llama la atención al estudiar a Mozart: la discrepancia en­
della Croee-,' segurqs de sí mismos, pero todavía píca­ tre su existencia objetiva o, para decirlo con mayor preci­
ros y soñadores en posteriores retratos. Los cuadros sión desde la perspectiva de tercera persona, una existen�
muestran algo de esa parte de Mozart que se prefiere de­ cia eminentemente social y plena de sentido y la existencia
jar de lado en la selección de sus obras determinac\a por el con un sinsentido creciente para su propio parecer, es de­
. gusto del público amante de los conciertos y que, sin em- cir, desde la perspectiva del yo, que él tenía.
bargo, merece ser mencionada cuando se quiere acniali­ Al principio, las cosas le iban cada vez mejor durante
zar a Mozart, al hombre. Se trata del bromista, el payaso un buen número de años. La dura educación que su padre
que salta por encima de las mesas y las sillas, el que da vol­ le había impuesto rindió sus frutos. Se transformó en au­
teretas y hace juegos de palabras y, naturalmente, de no­ todisciplina, en la capacidad de eliminar con su trabajo lo
tas. No se puede comprender totalmente a Mozart si se ol­ impuro de todos los sueños confusos que borbotaban en
vida que hay rincones profundamente escondidos en su el joven, transformándolos en música pública sin perder la
persona que como mejor se pueden caracterizar es a tra­ espontaneidad o la riqueza imaginativa. Sin embargo,
vés de la posterior «risotada de payaso» o a través del re­ Mozart tuvo que pagar un precio muy alto por el prove­
cuerdo del engañado y despreciado Petruschka. cho que·obtuvo de su capacidad de objetivar sus fantasías
Su mujer relató después de su muerte que sentía personales.
«compasión» por el .Mozart -«engañado».4 Es muy im­ Para entender a un ser humano hay que saber cuáles
probable que ella no le «engañara» (si es que el término son los deseos dominantes que anhela realizar. Que su vida
es en modo alguuo adecuado) y que él no lo supiera tenga o no sentido para él mismo, depende de si puede re­
- igual de improbable que su total renuncia a tener rela­ alizarlos y en qué medida lo consigue. Pero estos deseos
ciones ocasionales con otras mujeres--. Pero esto se re­ no se instalan en él antes que cualquier experiencia. Se van
fiere a sus últimos años, cuando se extinguían lentmnente configurando desde la niñez gracias a la convivencia con
las luces de su vida, cuando la in1presión de no ser amado otras personas y en el transcurso de los años se van fijan­
y de fracasar, es decir, la inclinación depresiva siempre do paulatinamente en una forma que determinará el modo
presente, subía con más fuerza a la superficie bajo la pre- de vivir, aunque a veces también pueden surgir de repen­
te en relación con una experiencia especialmente decisiva.
3. Véase la reproducción en Hildesheimer, A1ozart, op. cit., Sin duda, las personas a menudo son conscientes de esos
p. 208. deseos dominantes que rigen sus decisiones. Tampoco no
+ Hildesheirner, p. 2 54- depende nunca exclusivamente de ellas que los deseos

22 23
puedan realizarse y de qué manera, porque éstos siem­ con sus deseos y acrecientan su disgusto, porque eu ellos
pre apuntan hacia los otros, al entramado social con los se expresa algo de sus sentimientos,<le culpa, del secreto
demás. Casi todas las personas tienen líneas volitivas fijas, desprecio que siente por su personi, Pero sean cuales fue­
que se manti.enen en e\ ámbito del cumplimiento posible; ran los rn.otivos, por lo menos e� lbs últimos años, cuan­
casi todas tienen algunos deseos profundos que son deci­ do las circunstancias externas empeoraron, en Mozart
didamente irrealizables, por lo menos a partir del estado destacó cada vez 1nás el sentitniento de no ser amado' uni-
de conocimientos disponibles en cada caso. do a la correspondiente e imperiosa necesidad no satisfe-
!-lasta cierto punto, inclllso estos ültimos deseos aún cha de ser amado que se manifestó en diversos niveles: por
se pueden notar én Mozart, pues también ellos son res­ su 1nujer, por otras mujeres, por otras personas en gene­
ponsables en buena medida del trágico curso de su vida. ral, es decir, como hon1bre y como músico. Su inmensa"ca­
Disponemos de términos técnicos estereotipados para se­ pacidad de soñar figuras tonales estaba al servicio de esa
ñalar los aspectos de su carácter a los que se refiere esta secreta solicitud de amor y de afecto.
afirmación. Se podría hablar de una personalidad manía­ Aunque, ciertainente, el soñar en figuras tonales tam­
co-depresiva con rasgos paranoides, cuyas tendencias de­ bién fuera un fin en sí mismo. La abundancia, la riqueza
presivas fueron dominadas durante algún tiempo por me­ de su fuerza de iinaginación musical mitigó rno1nentánea­
dio de la capacidad contenida y dirigida hacia lo real del mente, o así lo parece, la aflicción causada por la carencia
sueño diurno musical y el éxito basado en éste, pero que de afecto o la pérdida de amor. Quizá le hizo olvidar la sos­
después vencieron en forma de tendencias autodestructo­ pecha incesante de que el amor de su mujer se dirigía a
ras que luchaban especialmente contra el éxito amoroso y otros hombres y el sentimiento corrosivo de que no era
social. Sin embargo, la condición especial en la que tales digoo del amor de los demás, un sentimiento que, por su
tendencias se manifestaban en Mozart exige quizás otro parte, fue una de las causas de que el afecto y el amor de
tipo de lenguaje. los demás se apartaran de él, de que su gran éxito fuera e fí ­
De hecho parece que Mozart, por orgulloso que estu­ mero y se evaporara con relativa rapidez.
viera de sí mismo y de su talento, en el fondo de su cora­ La tragedia del payaso sólo es una imagen. Pero acla­
zón no se an1ó a sí misn10; y también es posible que tam­ ra un poco más las interrelaciones entre el bromista y el
poco se creyera especialmente digno de ser amado. Su gran artista, entre el eterno niño y e.l hombre creador, en­
figura no era imponente. Su rostro no era muy agradable tre el tralalá de Papagueno y la profunda seriedad del an­
a primera vista; probablemente hubiera. deseado tener sia de morir de Pamina. El que una persona sea uu gran
otro rostro cuando se miraba al espejo. El círculo vicioso artista no excluye que en su interior tenga algo de payaso;
de una situación así se basa en que el rostro y la comple­ que fuera en realidad un ganador y de seguro un enrique­
xión física de una persona en parte no se corresponden cimiento para la humanidad no excluye que él, en el fon-

25
do, se tuviera por un perdedor y que por ello se condena­ so de hecho del desarrollo de la sociedad. Cualquier per­
ra a convertirse realmente en eso. sona conocida por la grandeza de sus aportaciones es ad­
Lo trágico de Mozart, que en parte es de esta natura­ judicada entonces gustosamente a Ú�a u otra época como
leza, queda encubierto para el oyente posterior con de­ su máximo exponente. Observando las cosas con mayor
, masiada celeridad por'la magia de su música. Este encu­ precisión, sin e1nbargo J se ve a menudo que las grandes
brimiento r�duce la intensidad de la compasión. Es muy aportaciones se acumulan precisarnente en las épocas que,
probable que no se proceda con justicia al separar por usando tales conceptos de periodización estadística, se
completo al ser humano del artista cuando se estudia su fi­ pueden designar en el mejor de los casos como fases de
gura. Sin embargo, quizá sea difícil amar el arte de Mozart transición. Con otras palabras, brotan siempre de la diná­
sin amar también un poco al ser humano que lo creó. mica de los conflictos entre los cánones delos antiguos es­
tratos en retirada y los nuevos en ascenso.
Sin duda éste es el caso de Mozart. No se puede en­
Músicos burgueses en la sociedad cortesana tender correctamente la orientación de sus deseos y los
motivos por los que, al final de su vida -totalmente en
3. La figura humana de Mozart aparece en el recuerdo de contra del juicio de la posteridad-, se senúa como un fra­
forma 1nás vívida cuando se aprecian sus deseos en el con­ casado y un perdedor, mientras no se tenga presente este
texto de su época. Su vida constituye el caso modélico de conflicto de cánones. Porque el conflicto no tiene lugar
una situación, cuya peculiaridad se nos escapa hoy fre­ exclusivamente en un á1nbito social at.nplio entre los cá­
cuenten1ente porque esta1nos acostu1nbrados a trabajar nones cortesanos y aristocráticos y los de las capas bur­
con conceptos estadísticos. ¿Era Mozart en lo musical un guesas; las cosas no son tan fáciles. Sobre todo se 1nani­
representante del rococó o ya del estilo burgués del si­ fiesta en rnuchas personas aisladas, entre las que se cuenta
glo x1x? ¿Fue su obra la última manifestación de la música Mozart, cmno un conflicto de cánones que penetra toda
-«objetiva>> prerron1ántica o muestra ya indicios del <«sub­ su existencia social.
jetivisrno>> naciente? La vida de Mozart ilustra de for;ua sobrecogedora la
La dificultad estriba en que con semejantes categorías situación de los grupos burgueses que pertenecían a una
no se va a ninguna parte. Son abstracciones acadérnicas economía dominada por la nobleza cortesana como ele­
que no se ajustan al carácter procesal de los hechos socia­ mentos marginales dependientes, concretamente en una
les observables a los que se refieren. En ellas subyace la época en que el estamento cortesano aventajaba todavía
idea de que la limpia división en épocas, usual en la arti­ mucho a la burguesía en cuanto a poder pero ya no tanto
culación de materiales históricos que se practica en los li­ como para atajar por completo las manifestaciones de
bros de historia, se corresponde perfectamente con el cur- protesta, por lo menos las del ámbito cultural, política-

26
mente menos peligrosas. Mozart, como elemento margi­ estructura de las sociedades europeas, también el carácter
nal burgués al servicio de la corte, libró con un coraje sor­ social de ambos grupos se transformq simultáneamente de
prendente una dura batalla por su libertad contra sus pa­ una forma específica durante los si6te u ocho siglos de lu­
tronos aristócratas y los que le encargaban sus obras. Lo ·cha, que encontró su término en el siglo x x con el ascen­
hizo por su cuenta, por su dig11idad personal y por su tra­ so de dos clases económicas y con la desfoncionalización
bajo con la música. Y perdió la batalla; se podría añadir de la nobleza como estamento social. Las diferencias y los
con la arrogancia de las generaciones posteriores: tal como conflictos de cánones, aunque también las adaptaciones y
era previsible. Pero esta arrogancia altera aquí, como en las fusiones de los cánones de los grnpos bnrgueses y no­
otros casos, la visión de la estructura de lo que hoy se ha bles, se pueden observar a lo largo de todo el período de
venido en llamar la «historia», y al mismo tiempo impide luchas de los estamentos noble y burgués. Era la tierra fér­
comprender el sentido que tenía el curso de los aconteci­ til en la que crecería el absolutismo de la nobleza,6 de for­
mientos de una época anterior para sus propios fepresen­ ma similar a como el absolutismo burgués y proletario de
tantes humanos. nuestros días ha surgido de las luchas entre estos dos ni­
En otro contexto ya he hablado sobre la estructura del veles económicos.
conflicto de cánones entre los grupos aristocrático-corte­ Pero no sólo carecemos hasta ahora de una investiga­
sanos y los burgueses.5 Intenté poner de relieve que en la ción de conjunto del transcurso y la estrnctura del largo
segunda mitad del siglo xvrn los conceptos de «civiliza­ conflicto entre el estamento de la nobleza y el de la bur­
ción>> y <<civilidad» por una parte y «cultura» por otra, sir­ guesía en las sociedades europeas (o en otras), también fal­
vieron en Alemania como símbolos de diversos cánones de tan investigaciones sobre muchos aspectos aislados de las
comportamiento y de sensibilidad. En el uso de estas ex­ tensiones sociales que encontrarnos aquí. u·no de ellos se
presiones, corno se puede probar, se refleja la tensión cró­ manifiesta en la vida de Mozart de manera casi paradig­
nica entre el estamento dominante aristocrático-cortesa­ mática: el destino de un burg,1és al servicio de la corte a fi­
no y los grupos marginales burgueses. Con ello, al mismo nales del período en el g ue en casi toda Europa la estética
tiempo, entran en el campo de visión aspectos determina­ de la nobleza cortesana era determinante por su poder so­
dos de las tenaces luchas de estamentos (remontándose bre los creadores artísticos de cualquier origen social. Esto
hasta el surgimiento de las ciudades medievales en tierras vale sobre todo para la música y la arquitectura.
europeas) entre la burguesía y la nobleza. Al igual que la

5. Norbert Elias: Über den Prozess der Zivilisation, vol. 1, Frankfnrt 6. Véase, Norbert Elias: Die hó'ftsche Gesellschaft, Neuwied/Berlín
a. .i\.{. 1976, cap. I. (Trad. espa11ola: Elproceso de la civilización, Fondo de 1969; .Frankfort a. M. 1983. (La sociedad cortesana, Fondo de Cultura
Cultura Económica, Madrid, r982.) Económica, Madrid, 1 986.)

28
4. En los ámbitos de la literatura y la filosofía en Alema­ zar su objetivo siguiendo el eamino que pasaba por u n
nia durante la segunda mitad del siglo xvm fue posible li­ puesto fijo en la corte, preferiblemente en una corte rica
berarse del canon del gusto aristocrático-cortesano. Las y fastuosa. En los Estados protestantes, u n músico podía
personas que desarrollaban su labor en estos sectores po­ aspirar además al puesto de organista de iglesia o de Ka­
dían llegar a su públiéo a través de.los libros; y puesto que pellmeister (maestro de capilla) en una de las grandes ciu­
en Alemania, en la segunda mitad del siglo xvm, había un dades semiautónomas que, por lo general, estaban gober­
público de lectores burgueses bastante amplio y cada vez nadas por un grupo de patricios. Pero también en estos
más numeroso, se pudieron desarrollar relativa1nente casos, tal como lo 1nuestra una vida como la de Telem:lnn,
temprano formas culturales específicas de ciertas capas era ventajosa para la colocación como 1núsico profesional
sociales, que se conespondían al canon estético de los gru­ haber desempeüado anteriormente un cargo de músico
pos burgueses y no cortesanos, cuya autoconciencia Cre­ cortesano.
ciente se expresaba frente a los estan1entos aristocráti­ Lo que designamos como corte del príncipe era y-si­
co-cortesanos dorninantes. guió siendo en el fondo- la administración del hogar del
En cuanto a la música, la situación en esta .misma épo­ príncipe. En este gran hogar los músicos eran tan absolu­
ca era todavía muy distinta, principalmente en Austria y tamente necesarios cm.no los confiteros, los cocineros o
su capital, Viena, que era la sede de la corte del empera­ los ayudantes de cámara y solían tener en Ia jerarquía cor­
dc¡r, pero en general también en los pequeños estados ale­ tesana el mismo rango que éstos. Eran, tal corno se dice
manes. En Alemania, al igual que en Francia, las personas despectivamente, -«cortesanos serviles». La 1nayo.ría de los
que desarrollaban su actividad en este ámbito todavía de­ músicos se contentaban con la manutención, exactainen­
pendían en gran medida del favor, del mecenazgo y, por te igual que las demás personas de origen burgués de la
tanto, también del gusto de los círculos aristocrático-cor­ corte. Entre los que no lo hacían se contaba el padre de
tesanos (y de los patriciados burgueses de las ciudades Mozart. Pero él también se adaptaba, aunque con repug­
orientados hacia estos círculos). En efecto, incluso hasta nancia, a las circunstancias de las que no podía escapar.
la generación de Mozart, un músico que quisiera ser re­ Éste era el rígido contexto, el entramado en el que se
conocido sociahnente corno un artista serio y al misrno desplegaba cualquier talento musical individual. Es prác­
tiempo quisiera poder alimentarse él y a su familia, tenía ticamente imposible entender el tipo de música de esa
que encontrar una posición en el entra1nado de las insti­ época, su «estilo», tal como se designa con frecuencia, si
tuciones aristocrático-cortesanas y sus adláteres. No tenía no se tienen presentes con toda claridad estas condiciones.
otra elección. Si sentía en su interior la vocación de reali­ Volveremos a ellas más adelante.
zar tareas extraordinarias, bien cmno intérprete bien El destino individual de Mozart, su destino como ser
como compositor, era casi evidente que sólo podría alean- humano único y tainbién como artista único, estaba influi-

30 31
do hasta límites insospechados por su situación social, por las casas de influyentes señoras y señores de la nobleza y que
la dependencia, propia del músico de su tiempo, de la aris­ al final regresó a Salzburgo contra.su voluntad y decep­
tocracia cortesana. Aquí se aprecia lo difícil que es hacer cionado para colocarse de Konzerthzeister (maestro de con­
comprensibles para lljeneraciones posteriores los proble­ . ciertos) y organista de la corte. Pero el significado de esta
mas vitales. de un individuo, por inolvidable que sea su per­ experiencia para la evolución personal de .Mozart -y con
sona o su obra, en la forma de una biografía, por ejemplo, ello, naturalmente, para su desarrollo como músico o, di­
si no se domina el oficio del sociólogo. 7 Para tal fin hay que cho de otra rnancra, para la evolución de su 1núsica no se
poder esbozar una imagen clara de las presiones sociales puede determinar de forma convincente y de acuerdo con
que se ejercían sobre él. No se trata de crear una narración la realidad, si se describe el destino de la persona aislada sin
histórica, sino de elaborar un modelo teórico contrastable al mismo tiempo ofrecer un modelo de las estructuras so­
de la fi guración que constituye una persona -en el caso ciales de su época, especialmente cuando éstas son el funda­
presente, un artista del siglo XVIII-, a causa de su interde­ mento de las divergencias de poder. Sólo a partir del marco
pendencia con otras figuras sociales de su época . de un modelo tal se puede reconocer lo que alguien que es­
Es de sobra conocido que Mozart, a los veintiún años, taba estrechamente unido a esta sociedad podía bacer como
pidió al príncipe obispo de Salzburgo que lo dispensara de individuo y lo que él no podía hacer por fuerte, grande o ex­
sus servicios en el año 1777 (tras haberle sido denegado un traordinario que fuera. Sólo entonce�, resumiendo, se pue­
permiso), que después se dirigió feliz, vivaraz y lleno de es­ de comprender qué presiones inevitables se ejercían sobre
peranzas en busca de un puesto a la corte de Munich, a los una persona y cómo se comportaba ésta con respecto a estas
patricios de Augsburgo, a Mannheim y a París, donde in­ presiones; si se doblegaba ante ellas, y por tanto también en
fructuosamente y cada vez más amargado hizo antesala en su creación rnusical, quedaba marcada por ellas o si intenta­
ba escapar o tal vez incluso resistirse a ellas.
La tragedia de Mozart se basa en gran parte en el in­
7. Por lo general) se concibe la sociología como una ciencia re­

tento de transgredir por sí misrno como persona, pero


ductora y destructiva. Yo no comparto esta concepción. Para mí, la so­
ciología es una ciencia que nos ha de ayudar a explicar y a comprender
mejor lo incomprensible de nuestra vida social. En este sentido he es­ también en su creación, los .lünites de la estructura de po­
cogido el subtítulo aparentemente paradójico -<-<Sociología de un ge­ der de su sociedad, a cuya tradición estética se sentía to­
nio». Mi objetivo, por tanto, no es destruir o reducir al genio, sino ha­ davía muy vinculado no sólo por su propia fantasía musi­
cer comprensible su situación huma.na y quizá también ofrecer una cal, sino tainbién por su conciencia musical; y además es
determinante que lo hiciera en una fase de desarrollo de
modesta aportación para dilucidar la cuestión de qué habría que hacer

la sociedad en la que las relaciones de poder tradicionales


para evitar un destino como el de Mozart. Cuando se expone su trage­
dia tal como yo lo intento hacer - - y esto sólo es un e_jemplo de un pro­
blema más amplio- quizá se pueda reforzar la conciencia del ser hu­ todavía estaban prácticamente intactas;
mano de que ha de ser más cauto -con respecto a lo más nuevo.

32 33
5. La mayoría de las personas que iniciaban la carrera ele cias. Por tanto, no sólo existía una nobleza cortesana, sino
músico no eran de origensocial noble sino burgués, según también una burguesía cortesan�.
nuestra terminología. Si bacían carrera en el seno de la so­ Hasta cierto punto, el padre de Mozart pertenecía a
ciedad cortesana, es decir, si querían encontrar las posibi­ esta clase. Era un e1npleado, más concretam.ente: formaba
lidades de desplegar su talento como intérpretes o músi­ parte del servicio del arzobispo de Salzburgo que, natural­
cos creadores, tenían que adaptar, de acuerdo con su baja mente, era el príncipe gobernante en aquella época, aunque
posición, no sólo su estética 1nusical, sino también su ves­ sólo foera de un pequeño Estado. Como todos los sobera­
timenta, la totalidad de su carácter humano al canon cor­ nos de la época, aunque a pequeña escala, el arzobispo tenía
tesano de comportamiento y sensibilidad. Hoy en día, el toda la organización de funcionarios que correspondía a la
hecho de que las personas socialmente dependientes se disposición de una corte absolutista, entre la que también
adapten a un grupo dominante, de acuerdo con la distri­ figuraba una orquesta. Leopold Mozart era el segundo Ka­
bución del poder, es algo que se considera relativamente pellmeister. Estos empleos se cubrían y se remuneraban más
normal. Los empleados de una determinada multinacio­ o menos como los puestos de empleados de una empresa
nal o de unos grandes almacenes aprenden por lo general privada en el siglo xrx. Sólo que los signos de sumisión que
con bastante celeridad a ajustar su comportamiento al ca­ se esperaban del personal de servicio de la corteeran proba­
non de su establishment, especialmente cuando se esfuer­ blemente más ostentosos en correspondencia con el m.ayor
zan por conseguir un ascenso. En todo caso, en 1as socie­ desequilibrio de poder, del mismo modo que los gestos de
dades, en las que hay un mercado de oferta y demanda superioridad de los soberanos eran más acentuados.8
relativamente libre y en algunos ámbitos también para Quizás habría que añadir que las relaciones entre el
ocupar posiciones profesionales, el desnivel de poder en­ soberano y el servicio -también de rango intermedio, al
tre los estamentos económicos dorninantes y los grupos que perteuecía Leopold Mozart- eran mucho más per­
marginados del poder es considerablemente menor que el sonales, incluso en la corte del emperador en Viena y cier­
que existía entre los príncipes absolutistas o sus conseje­ tamente con 1nayor razón en la peque.ña corte del arzo­
ros y sus músicos cortesanos, a pesar de que los artistas que bispo en Salzburgo, que las que existen entre el director y
se hacían famosos en la sociedad cortesana y estaban a la el empleado medio en una gran empresa de nuestros días.
mode podían tomarse algunas libertades. El famoso Gluck, Por lo general, los propios príncip_es decidían quién ocu-
de origen pequeñoburgués, que se había apropiado con
gran entusiasmo de las sutilezas del canon dominante in­ 8. A este contexto pertenece también el hecho de que las tareas a

troduciéndolas tanto en su estética n1usical como en su


cumplir eran menos especializadas: cuando Bach ocupó en el año I 708
el cargo de organista en la corte del extremadamente piadoso duque
c01nportamiento personal, se podía permitir, como cual­ Wilhelm-Ernst en Weimar, también tenía que tocar el violín en la pe­
quier otro cortesano, bastantes cosas, hasta iinpertinen- queña orquesta de cámara vestido con el uniforme militar.

34 35
paría uu puesto en su orquesta. La distancia social era in­ los círculos aristocráticos y cortesanos, cuya tradición es­
creíblemente grande, pero la distancia física y la espacial tética había adoptado y donde se esperaba de él un com­
eran n1ínimas. Se estaba siempre muy cerca, el señor esta­ portamiento adecuado al canon d:irtesano. Por otro lado
ba siempre allí. representaba un tipo específico de lo que nosotros ven­
Aunque la posición social más frecuente de un músi­ dríamos a llamar, con una categoría excesivamente burda,
co en los tiempos de Mozart era la de un servidor en la «pequeñoburgués» de su época. Pertenecía al círculo de
corte, donde estaba sometido a las órdenes de un hombre los empleados de la corte de categoría intermedia, por lo
poderoso, socialmente más elevado, también había en el tanto, al mundo que en Inglaterra designan con la expre­
seno de esta sociedad algunas excepciones. Aisladamente, sión below stairs (aproximadamente: «en el sótano>>). º En 1

algunos músicos, ya fuéran virtuosos o compositores, po­ Inglaterra se extrapoló el canon del comportamiento y de
dían gustar tanto al público cortesano por su especial ta­ la sensibilidad de una forma muy característica y muy ex­
lento que llegaban a disfrutar de fama y de prestigio más tensa al personal de las grandes mansiones aristocráticas
allá de las fronteras de la corte local en la que estaban em­ (casi nadie podría rivalizar con un mayordomo inglés a la
pleados, alcanzando círculos superiores o incluso de má­ vieja usanza en conocimientos del canon del gentleman, a
ximo prestigio. En casos semejantes, un 1núsico burgués lo sumo el portero de un hotel internacional). Por lo que
era tratado por los nobles cortesanos casi como un igual. sabemos, en la Austria de los Habsburgo esto era diferen­
Se le invitaba a las diversas cortes de los poderosos, como te. El canon usual de comportamiento en el círculo de re-
era el caso de Mozart, para producir allí su música, y el
emperador y los reyes expresaban abiertamente el placer zart;' también se encuentra, así como sus efectos, en el carácter personal
que su arte les deparaba y la admiración que sentían por de otros artistas e intelectuales burgueses de la sociedad cortesana. Un
sus obras. Se le permitía comer en su mesa -la mayoría conocido ejemplo es el de Voltaire, que se quiso batir en duelo con un

de las veces a cambio de una exhibición al piano- y du­


noble de elevada posición al sentirse injuriado por él; el noble lo hizo
moler a palos en la calle por uno de sus lacayos para mostrar que seme­
rante sus viajes a 1nenudo se alojaba en sus casas; por con:.. jante exigencia de un burgués le parecía una muestra de arrogancia. El
siguiente estaba familiarizado hasta lo más íntimo con su hecho de que personas de la burguesía que se distingu ían por un talen­
estilo de vida y sus gustos. to artístico o intelectual singular fueran consideradas como iguales en
Era característico de un gran artista burgués cortesa­ los salones parisinos o incluso por algunos nobles italianos y alemanes

no que en cierta fornia viviera en dos mundos sociales. La


en sus casas, puede hacernos olvidar fácilmente que las personas de o.ri­
gen burgués eran consideradas y tratadas como se.res de segunda clase,
totalidad de la vida y la creación de Mozart estuvieron
marcadas por esta divergencia. 9 Por un l�,do se n1ovía en
de rango inferior por los soberanos y los gobernantes a lo largo de todo
el siglo xvrn y en algunos lugares de Europa hasta el año 1918.
rn. Esta !tfe below stairs forma el tema de muchas comedias en In­
9. Ciertamente, esta divergencia no es sólo característica de Mo- glaterra y de infinidad de chistes.

37
laciones de los padres de Mozart se diferenciaba mucho que las maneras cortesanas otorgan a la persona y cierta­
del cortesano y soberano, cmno verem.os más tarde. mente no era libre del deseo de mostrarse corno un gentle­
Leopold Mozart, servidor del príncipe y ciudadano · man, como un honnéte homme, cqrrío hombre de honor. De
cortesano, educó al joven Wolfgang no sólo de acuerdo · hecho, habla con frecuencia de su «honor» - Mozart ha­
con el canon de la estética musical de la corte, sino que se bía introducido este concepto central del canon aristocrá­
esforzó tatnbién para que su comportamiento y su sensi­ tico-cortesano en su propia imagen-. Aunque no lo uti­
bilidad se ajustaran al canon cortesano. Por lo que se re­ lizaba del todo en el sentido del modelo del hombre de la
fiere a la tradición musical que Mozart adoptó, se puede corte; con él quería expresar su aspiración a la igualdad
decir que consiguió lo que se había propuesto. Pero res­ con los cortesanos. Y, con10 no carecía de vena teatral, na­
pecto al comportamiento y la sensibilidad personal, su in­ turalmente intentaba actuar como ellos. Aprendió de pe­
tento de hacer de Mozart un hombre de mundo fracasó queño a vestirse a la manera cortesana, incluyendo el uso
por completo. Quería enseñarle algo del arte de la diplo­ de la peluca, también aprendió a andar de la manera co­
macia cortesana, del saber congraciarse con los poderosos rrecta y bacer cumplidos. Pero se podría creer que el pi­
mediante hábiles circunloquios y consiguió lo contrario. lluelo que había en su interior pronto empezó a mofarse
Wolfgang Mozart mantuvo su manera de actuar directa y de los modales afectados y de los aspavientos.
franca; del mismo modo que en su música disponía de una
inmensa espontaneidad de sentirniento, también en sus 6. Se ha escrito bastante sobre el papel que ha jugado en
relaciones personales era extraordinariamente directo. Le la obra de Mozart su animosidad contra la nobleza corte­
resultaba diffcil esconder o insinuar indirectamente lo que sana. Pero con respecto a esto, no se puede decir nada se­
sentía y en el fondo odiaba el trato con personas que le guro si no se exam.ina cómo se veía el propio Mozart en
obligaban a-usar esos circunloquios, es decir, tener que an­ relación a las capas sociales dominantes de su tiempo.
darse con rodeos. A pesar de que creció en los aledaños de Su situación era muy especial: dependía socialmente y
una pequeña corte y después viajó de una corte a otra, estaba subordinado a unos aristócratas cortesanos frente a
nunca llegó a hacer suyas las especiales maneras cortesa­ los cuales se sentía al mismo tiempo igual, si no superior,
nas; nunca llegó a convertirse en un hombre de mnndo, por ser consciente de su extraordinario talento musical;
un homme du monde , un gentleman en el sentido del si­ era, en una palabra, un <<genio», una persona excepcio­
glo xvm. A pesar de los esfuerzos de su padre conservó a nalmente creadora y dotada, que había nacido en una so­
lo largo de toda su vida la marca personal de un auténtico ciedad que todavía desconocía el concepto del genio ro­
ciudadano burgués. mántico y cuyo canon social todavía no ofrecía al artista
Su actitud no era en modo alguno inquebrantable. No genial (altamente individualista) un lugar legítimo en su
se puede decir que haya sido insensible a la superioridad seno. Uno se pregunta en qué sentido afectaba todo esto

39
a Mozart y a su desarrollo desde una perspectiva humana.
ciones. Si no encuentra un puesto en este viaje, tendría
Ciertamente sobre esto sólo se puede hacer conjeturas;
que volver a Salzburgo, con su familia, con su padre que
carecemos de datos (aunque !\o del todo). Pero sólo si se
ha financiado la mayor parte' del viaje, con el príncipe
tiene presente esta situación extraordinaria y en cierta for­
obispo que le puede ordenar qué tipo de música ha de es­
ma única, se consigue· una clave indispensable para en�en­
cribir y ha de tocar. Para él, las condiciones de vida de allí
der a Mozart. Sin realizar una reconstrucción de este tipo,
son como un cautiverio. Así que hace antecámara en las
sin tener una sensibilidad especial para coÚlprender la
casas de damas y caballeros de elevada posición que lo tra­
estructura de su situación social -un genio anterior a la Ge­
tan como lo que realmente es: un servidor, aunque quizá
níezeit- uno nunca tendrá acceso a él.
no lo hagan con tanta aspereza como con el cochero_, por­
La reacción del propio Mozart ante esta situación fue
que, desde luego, sabe tocar muy bien. Mozart es cons­
múltiple. No nos podemos acercar a las tensiones y a los
ciente, sin embargo, de que la mayoría, aunque no todos
conflictos de los que aquí se trata con conceptos que pm­
a los que solicita su favor, apenas entiende su música y des­
tan las cosas en blanco o negro ni con ténninos como
de luego no comprende nada de su extraordinario talen­
<<amistad>> o «enemistad». Mozart experin1entó una am­
to, un talento del que él ya debió de ser consciente en su
bivalencia fundamental, propia del artista burgués en una
época de niño prodigio. La conciencia de la singularidad
sociedad cortesana, que se puede reducir a la fórmula:
de su fantasía musical debió de irse fraguando paulatina­
identificación con la nobleza cortesana y su estética, re­
mente desde entonces, aunque no estuviera exenta de todo
sentimiento por las afrentas recibidas.
tipo de dudas. Y ahora él, que a sus ojos nunca ha dejado
Hay en primer lugar lo m:ís evidente: su creciente
de ser un niño prodigio, tiene que ir mendigando una co­
animosidad contra los aristócratas cortesanos que lo tra­
locación de una corte a otra. Es bastante seguro que no se
taban como a un subalterno. Debió de estar gestándose en
lo había imaginado así. Sus cartas reflejan algo de su de­
su interior desde hacía mucho tiempo. Al niüo prodigio de
cepción -y de su enojo.
origen relativamente humilde tampoco se le debió de aho­
Desde el viaje a París parece que en él se fortaleció la
rrar del todo el trato despectivo, la humillación del bur­
impresión de que no eran estos o aquellos aristócratas los
gués, que pertenecía al repertorio habitual de las relacio­
que le humillaban de forma exasperante, sino que el mun­
nes sociales de casi toda la nobleza cortesana.
do social en el que vivía de alguna forma estaba mal orga­
El profundo enojo de Mozart por la forma en que la
nizado. Pero no hay que entenderlo erróneamente. Por lo
nobleza le maltrataba queda expresado con total claridad
que se puede apreciar, .Mozart no estaba interesado en
en sus cartas de la época parisina. 'T'iene que ir a sus casas
ideales políticos o humanitarios relativamente abstractos
y tiene que hacer de todo para ganarse su favor, porque
y generales. Su protesta social se expresaba en todo caso
está buscando una colocación y necesita sus recomenda-
en pensamientos como: «los anügos mejores y verdaderos

41
son los pobres -¡los ricos no saben lo qne es la amis­ buena parte hasta qué punto éstas intercederían por al-
tad!-»." Le parecía que el trato recibido era injusto, se guieu que solicitaba un puesto. 1al)lbién carecía casi por
sublevaba y se oponía a su manera. Pero en todo momen­ completo del arte específico de conocer la naturaleza hu­
to era una batalla persoi;ial y en estos términos se mantu­ mana, el cual permite al cortesand ciasificar según una
vo siempre. Y ése fue uno de los motivos por los que tuvo serie de criterios personales en un abrir y cerrar de ojos
que perderla. tanto a los i guales de su clase como a los intrusos, para
A esto se añade, como ya se ha 1nencionado, que entre adecuar de inmediato toda su conducta.
las virtudes personales de Mozart apenas se encontraba la M.ozart, buscando una colocación en París, es un epi­
elegancia indolente ni el esprit ni la ligereza de las escara­ sodio que no puede olvidarse fácilmente. Se sintió enoja­
muzas verbales, con las que en los círculos cortesanos se do y herido por el trato recibido y, en el fondo, no sabía
guiaba la propia nave por acantilados escondidos y bancos qué era lo que sucedía. Se iba preparando lentamente la
de arena hasta llegar a buen puerto. Es difícil decidir si no rebelión individual de Mozart, su intento de romper con
quería hacer suyo el canon cortesano de comportamiento una situación de presión en la que, co1no subordinado,
y sensibilidad, cuya encarnación era en sus circunstancias también a través de su música dependía de algún aristó­
cuando menos tan Ílnportante con10 las calificaciones 1nu­ crata y de su poder de decisión.
sicales a la hora de encontrar un puesto o si es que senci­
llamente no sabía hacerlo. Puede que influyeran las dos 7. Pero, al parecer, este nivel de su revuelta personal es­
cosas, indignación e incapacidad. Pero, sea como fuera, taba indefectiblemente unido a otro, a su rebelión contra
nos encontramos aquí con el síntmna de un conflicto de el padre. Leopold Mozart había preparado a su hijo para
cánones que se desarrolla tanto en el interior de su perso­ hacer carrera con10 1núsico en la sociedad cortesana. :Hay
na como en su rebelión contra otros. Mozart adoraba ves­ que tener presente lo próxima que quedaba todavía esta
tir elegantemente según el canon cortesano. Sin embargo, actitud, contemplada desde una perspectiva sociológica,
no dominaba especialmente bien el arte del comporta­ de la vieja tradición de los artesanos." Dentro de este con­
miento cortesano, con el que uno podía ganarse las sim­ texto, era corriente que el padre, como si fuera el maestro,
patías de las personas de este círculo y del que dependía en transmitiera al hijo sus conocimientos y sus habilidades de
artesano quizá con la esperanza de que el hijo algún día le
I I . Véase Hildesheimer, A1.ozart, op. cit., p. 95 y ss. La cita se en­
superara en el dominio del oficio. Seguramente se obtie­
ne una imagen más completa y acabada de la peculiaridad
cuentra en una carta del 7 de agosto de r 778: U, p. 473 (las indicaciones
dadas así se refieren aquí y a continuación al volumen y a la página de:
Mozart, Briefe undAufzeichnungen. Edición preparada y comentada por
\.Vilhelm A. Bauer y Otto Erich Deutsch [yJoseph Heinz Eibl], vol. 77, 12. Esta tradición explica por qué son tan frecuentes en Alemania
Kassel/Basel/London/Ncw York 1962-1975). las familias de artistas, como los Mozart, o también los Bach.

42 43
de la tradición musical -tanto eclesiástica como cortesa­ ción subordinada al servicio personal de un soberano ab­
na- de los siglos xvn y xvm, si se tiene en cuenta que to­ soluto.
davía conservaba en gran medida el carácter artesanal que, El padre de Mozart todaví:f �ra un burgués cortesano
sobre todo en el ámbito cortesano, estaba marcado por en casi todos los aspectos. ·una corte principesca tenía
una desigualdad social especialmente dura entre los pro­ como estructura social un orden rígidamente jerarquiza­
ductores de las obras de arte y los que habían de encar­ do en forma de pirámide escarpada. Leopold Mozart se
garlas. adaptó en este orden, probablemente con pesar y con la
Leopold Mozart estaba todavía profundamente enrai­ vulnerabilidad del elemento marginado del poder. Pero la
zado en esta tradición. Educó a su hijo siguiendo este ca­ obligación de fingir fue para él inevitable. Sabía cuál era
non. Su non1bran1iento corno músico en la corte fonnaba su lugar, se consagraba a él en cuerpo y alma, por decirlo
parte de ello. Que la costosa búsqueda de colocación de su de algún modo, y esperaba que su hijo hiciera lo mismo.
hijo en París, entre otros sitios, fracasara por completo, Esperaba mucho de él -en una corte, a ser posible mayor
supuso una amarga decepción para él. De todas formas, que la de Salzburgo, una como la bávara de Munich o in­
consiguió convencer al príncipe obispo de Salzburgo para cluso la de París; ésta era la máxima ambición del padre-.
que, en reconocimiento de sus brillantes dotes, empleara El hijo no la hizo realidad. Su fracaso en las cortes alema­
de nuevo al fracasado rebelde como concertista y organis­ nas o con los patricios de Augsburgo, a fin de cuentas, to­
ta de la corte. Así que, a principios de r 779, Wolfgang davía era soportable. Pero entonces Wolfgang Mozart se
Mozart se encontraba nuevamente en su ciudad natal, bajo despidió del servicio de su patrono. Desde el punto de vis­
el control directo de su padre y sometido al dominio de su ta del padre, se trataba de un paso totalmente incompren­
antiguo señor, que al n1Ísmo tiempo tarnbién lo era de sible. Su hijo, así lo debió entender, dañaba de esta forma
Leopold Mozart. En esta segunda etapa salzburguesa es­ irremediablemente su carrera, toda perspectiva de futuro
cribió la que por el momento sería la última de sus óperas como músico cortesano. ¿De qué iba a vivir?
al estilo tradicional cortesano, su ldomeneo
, una ópera se­ Se aprecia así que la rebelión de Mozart también iba
ria, cuyo texto, de acuerdo con el canon de la ópera abso­ dirigida contra su padre, contra el burgués cortesano y
lutista cortesana, alababa cumplidamente a un príncipe contra el arzobispo, el aristócrata que gobernaba la corte.
por su bondad y generosidad. De nuevo, con la arrogancia retrospectiva de los que
En 1781, un par de meses después del estreno de Ido� viviinos en una época posterior, pode1nos decir que no ha­
meneo, Mozart rompió con el príncipe obispo y a duras pe­ bía muchas posibilidades de que la rebelión personal de
nas consiguió el despido que había solicitado con el famo­ Mozart lo llevara al destino deseado dadas las relaciones
so puntapié. Esto fue la culminación de su rebeldía de poder, es decir, las correspondientes a la estructura de
personal contra la obligada adaptación social a una posi- la sociedad austríaca de la época en general y a la profe-

44 45
s10n de mus1co en particular. Pero ¡cuánto se habría gastados com.o «nobleza» y <-<burguesía>> , -<..:capitalismo» y
perdido para nosotros si no hubiera emprendido este ca­ «feudalismo>> . Si se hace así, se oQStaculiza entre otras co­
mino! Porque es casi impensable que esta ruptura de un sas el acceso a una mejor compf�nsión del curso evoluti­
músico relativamente .renombrado en el ámbito de la mú­ vo de la música y de las artes en general. Una compren­
sica de su época respecto a la situación habitual de ser­ sión de éstas sólo es posible si uno no se dedica sólo a los
vidumbre y al esquema trazado socialmente para su hechos económ.icos o a las transformaciones de la música ,
profesión quedara sin consecuencias para su trabajo de sino que simultáneamente trata de aclarar también el des­
compositor. tino cambiante de las personas, las obras musicales y ar­
tísticas en general dentro de los cambios del desarrollo
8. Es muy útil contemplar el reencuentro de Mozart con histórico.
el príncipe obispo de Salzburgo desde una mayor distan­ Es evidente que la supremacía del poder de los prínci­
cia y en un contexto más amplio. Pues este conflicto en el pes soberanos absolutos y de la aristocracia cortesana ( que
microcosmos de la corte de Salzburgo, protagonizado a su a veces se mete en un mismo saco con la nobleza de otra
vez por dos personajes, nos permite ver qne en el macro­ fase del desarrollo histórico: la nobleza fendal de la Edad
cosmos de la sociedad de la época se avecinaban conflic­ Media) seguía totalmer{te intacta durante la juventud de
tos mucho más profundos y también se aprecia que se tra­ Mozart y se mantuvo inamovible a lo largo de toda su vida
taba de un conflicto en su sentido más amplio entre el en el reino de los Habsburgo, como en muchas otras re­
príncipe soberano, un hombre de la más alta nobleza que, giones alemanas e italianas, sin que le afectara apenas la
además, era un alto dignatario de la Iglesia, y un hombre Revolución Francesa. Un poderoso estamento cortesano
de la pequeña burguesía, cuyo padre había conseguido as­ se afirmaba aquí y en otras partes como el grupo social de
cender con su trabajo desde la posición de artesano a la del rango más elevado con un dominio que disminuía lenta­
personal al servicio de la corte. mente hasta finales del siglo xrx y, en algunos casos, pre­
Naturalmente, la fórmula de la burguesía, que en la cisan1ente en los grandes imperios europeos hasta la guerra
segunda mitad del siglo xvm estaba en ascenso como con­ de 1 914. Cierto que en este período se transformaron las
secuencia de una necesidad interna del desarrollo histó­ relaciones sociales de poder en los Estados europeos y
rico y que con la Revolución Francesa triunfó sobre la también la situación social de los artistas y el estatuto del
nobleza feudal, socavada por las transformaciones econó­ arte. Pero incluso la transformación de las artes a princi­
micas, se utiliza hoy en ocasiones de forma tan mecánica pios y a mediados del siglo xrx no se puede concebir prác­
y rutinaria que impide comprender el complejo transcur­ ticamente si se las tilda sencillamente de «burguesas» y se
so de los acontecimientos reales. De esta forma, los pro­ olvida la influencia de las cortes aristocráticas.
blemas observables en las personas se asignan a clichés tan El conflicto de Mozart con su señor aristócrata y, de

47
hecho, la totalidad de su carrera, muestra paradigmática­ 23 prelados. 'l En una buena parte de estos territorios, los
mente hasta qué punto un músico burgués de ese tiempo sober·anos, gobernadores absolu��s; rnantenían una orga­
-en contraposición a un literato burgués- dependía de nización de funcionarios ent:.ré'los que se contaba corno
un puesto en la corte p, en cualquier caso, del trabajo que forma de representación indispensable una orquesta de
pudiera tener en el entorno de un patriciado cortesano. músicos asalariados. La multiplicidad era la característica
De todas formas, en Alemania (Austria incluida), al igual tanto del panorama musical alemán como del italiano.
que en Italia, existía la posibilidad de evitar esa extrema En Inglaterra y Francia, la centralización estatal hacía
dependencia, pues los músicos tenían la oportunidad de que los puestos decisivos para los músicos se concentraran
ponerse al servicio de otro señor si se sentían insatisfechos en las capitales, Londres y París. Por ello, un músico de
del que tenían en nn momento dado. Esto se debía; en pri­ gran categoría no tenía posibilidad de tomar otra opción
mer lugar, a la particular estructura de poder en estos paí­ si se peleaba con su señor. No había cortes que compitie­
ses (yno precisamente al ascenso de la burguesía). Esta es­ ran entre sí ni que quisieran igualarse en poder, riqueza y
tructura fue muy importante para el desarrollo de la ostentación a la del rey y que, por ejemplo, pudieran ofre­
música en los territorios ale1nanes e italianos. cer asilo hospitalario a un músico francés caído en des·­
El hecho de que fracasaran los intentos de integración gracia. Por el contrario, en Alemania e Italia había doce­
al sur y al norte. de los Alpes, en los territorios heredados nas de cortes y de ciudades que competían entre sí por el
del Sacro Imperio Germano-Romano, tanto los llevados mayor prestigio y, por consiguiente, también por los me­
a cabo por los dignatarios centrales imperiales como por jores músicos. No es exagerado relacionar la extraordina­
los papales, dio origen a una gran cantidad de formacio­ ria fecundidad de la música cortesana en los territorios
nes de Estados menores con un nivel de integración más que sucedieron al antiguo Imperio Alemán con esta con­
bajo. Mientras que en los países más tempranamente cen­ figuración, es decir, con la rivalidad de las múltiples cor­
tralizados, especialmente en Francia e Inglaterra, ya hubo tes y el gran número de puestos que, por consiguiente, ha­
a partir del siglo xvn una única corte que superaba en po­ bía para los 1núsicos.q
der, riqueza y peso cultural a todos los demás gobiernos
de la nobleca, Alemania e Italia estaban disgregadas en un I 3 . Arthur Hutchings: Mozart - dff Mensch. Baarn, r 976, p. r L
nú1nero casi incontable de establishments cortesanos o de 14- La comparación con Inglaterra, donde había pocos músicos de
ciudades orientadas en el estilo cortesano. A modo de gran categoría en el siglo xvm, prescindiendo de los importados, hace

ejemplo: la zona de la actual Snabia, relativamente peque­


pensar por lo demás que la mayor productividad musical en los estados
sucesores del antiguo Imperio Alemán quizás esté relacionada con otra
ña, se dividía en la época de Mozart en 96 territorios so­ característica estructural, precisamente con las relaciones tan distintas
beranos diferentes: 4 príncipes eclesiásticos, 14 príncipes que había en cada sitio entre la nobleza y la burguesía. En Alemania, las
seglares, 2 5 señores feudales, 30 ciudades imperiales y barreras entre ambos estamentos eran relativamente altas, con pocas

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Esta configuración era la condición indispensable son característicos de la formación y el declive del poder
para la existencia de la gran cantidad de músicos profesio­ de la sociedad cortesana.
nales que por aquel entonces había tanto en Al.emania
como en Italia y al mismo tiempo también fue un factor
que fortakció la posi�ión de los músicos y sus oportuni­ Elpaso de Mozart hacia el «artista libre»
dades de hacerse con ciertas parcelas de poder frente a sus
señores. Cúando un artista asalariado del rey francés de­ 9. La decisión de Mozart de dejar de servir en Salzburgo
jaba sus servicios, sólo le quedaba la posibilidad de ganar­ significaba resumidamente que en lugar de ganarse la vida
se el sustento en una corte no francesa, lo que casi signifi­ como empleado fijo de un patrono quería hacerlo como
caba una degradación a ojos de la mayoría de los artistas «artista libre» i vendiendo su destreza cmno rnú.sico y sus
franceses. En Alemania y en Italia era distinto. Aquí, de obras en el mercado público.
hecho, se encuentra uno con artistas-artesanos que acaban En el siglo xvm había una especie de mercado libre
peleándose con el príncipe y se escapan de él de una for­ para la producción literaria, también en el contexto que
ma u otra yéndose a otra región . . Cuando surgió un en­ formaban los múltiples Estados. Ya existía una primera
frentamiento entre Mignel Ángel y el papa, el pintor se fue confignración del mundo editorial, es decir, empresas co­
a Florencia y cuando los esbirros del papa pretendieron merciales más o menos especializadas que se cuidaban de
conducirlo de regreso, les dijo que no tenía intención de la impresión, la distribución y la venta de las obras litera­
acompañarlos. Cuando Bach se enemistó con su patrono, rias. Se estaba formando un público burgués culto que se
el duque de Weimar, le pidió el despido porque ya tenía, interesaba por la literatt;ira alemana, en gran parte en opo­
gracias a sus relaciones, la perspectiva de una colocación sición consciente a la nobleza cortesana interesada princi­
en otra corte. El duque, encolerizado, ordenó que lo en­ palmente en esta época en las letras francesas. De esta ma­
cerraran en prisión por su rebeldía, pero él se niantuvo en nera surgió ya en el siglo xvnr, en este árnbito1 la figu ra
sus trece y al final consiguió el despido. social del ,,artista libre», aunque sólo de forma incipiente
Precis�mente en este último ejemplo, la siinilitud con pues, según parece, todavía resultaba muy difícil que una
Mozart salta a la vista. Pero estos casos no son importan­ persona adulta alimentara a su familia únicamente con las
tes únicamente para los biógrafos y el destino del músico ganancias de sus libros vendidos en el mercado, es decir,
individual. Sólo se entienden realmente si se recuerda que sin la ayuda de un mecenas de la nobleza. El destino de
Lessing es un buen ejemplo de dio. Pero, de todas formas,
posibilidades de trasvase. La sumisión política y social de las personas de existía un mercado libre; había un público - la burgnesía
extracción burguesa frente a la nobleza, especialmente frente a la noble­ culta- extendido por toda Alemania que disponía de in­
za cortesana, era mucho más estricta y pronunciada que en Inglaterra. gresos suficientes para comprar libros y que, además, es-

50 51
taba deseosa de hacerlo. El carácter y la forma del movi­ músico altamente cualificado que se haya querido inde­
miento literario alemán de la segunda mitad del siglo xvm pendizar de esta misma forma del mecenazgo cortesano,
responden a esta configuración social. de la situación segura al servició. 'de la corte.
El desarrollo en el ámbito de la música, comparado Así que Mozart aceptó correr un riesgo extraordina­
con el anterior, iba a I¡ zaga, pero con mucho retraso. La rio, consciente o inconscientemente, al rornper con su se­
decisión de Mozart de establecerse como «artista libre» ñor. Puso en juego su vida, toda su existencia social.
tuvo lugar en una época en la que para un músico de ele­ Seguramente no tenía una idea muy precisa de lo que
vada categoría no existía en la estructura social un puesto el futuro le podía deparar. La situación eo Salzburgo se ha­
semejante. La formación de un mercado musical y de las bía vuelto insoportable para él. Tenía muy claro lo negati­
instituciones pertinentes estaba todavía en sus comienzos; vo, y recordar có1no se sentía no es un acto inútil para la
la organización de conciertos para un público numeroso y comprensión de su persona y de su situación. Su señor le
la actividad de los editores que vendieran las obras de co­ prescribía cuándo y dónde tenía que dar un concierto y, a
nocidos compositores y que para ello adelantaran los ho­ menudo, también qué tenía que componer. Esto era algo
norarios eran, en el mejor de los casos, perspectivas que usual. Probablemente se trataba de una situación prevista
sólo comenzaban a abrirse. Todavía faltaban en gran par­ en cualquier contrato de servicio de la época. En aquella
te las instituciones que facilitaran un mercado interlocal.1 5 época, todos los músicos profesionales con empleo fijo vi­
Predominaban los conciertos y, en especial, las óperas vían con una serie de obligaciones propias de la condición
(cuya composición interesaba por encima de todo a Mo­ de su gremio, exactamente igual que los orfebres corte­
zart), organizados y financiados, tanto en Austria como en sanos o los pintores; pero eran unas obligaciones que
muchas de las regiones alemanas, por los aristócratas cor­ Mozart ya no pudo soportar. Algunos de ellos, como Cou­
tesanos (o los patricios de las ciudades) para un público in­ perin o Johann Sebastian Bach, habían logrado cosas im­
vitado.' 6 Es dudoso que se encuentre en esta época otro portantes. Es posible que Mozart fuera a dar con un señor
intransigente, pero tampoco se trata de esto. Lo decisivo
1 5. l\fozart no terminó la versión para piano de su música para El es que en sus deseos y objetivos personales, en lo que con­
rapto det serrallo con la suficiente celeridad, y dos editores sacaron la pie­ sideraba importante e insignificante, anticipó la actitud y
za al mercado sin pagarle ni un céntimo. No había protección legal al­
la sensibilidad de un tipo de artista posterior. En su época
todavía dominaba la institución cortesana del artista fon-
guna. Por cada una de sus óperas recibió un solo honorario y, en todo
caso, algo más cada vez que las dirigía.
16. El desarrollo de la forma de los conciertos pasó por tres fases:
conciertos para invitados, por suscripción y finalmente para un público comportaba su concierto debía correrlo él mismo, de ahí la necesidad
desconocido que pagaba su entrada. En la época de .Mozart todavía no de una aportación previa, una suscripción, que mostraba el interés de
se había alcanzado la tercera fase, por lo menos en Viena. El riesgo que suficientes personas como para que la empresa no arrojara pérdidas.

52 53
cionario, el artista que formaba parte del servicio. Por la es­ Durante algunos años alcanzó. el éxito que había per­
trnctura de su personalidad, sin embargo, era alguien que seguido. El 3 de marzo de r 784,.Mozart escribió a su pa­
prefería por encima de todo dedicarse a sus propias fanta­ dre para contarle que daría tres ·�onciertos por suscripción
sías. En otras palabra?, Mozart representaba al artista libre los tres últimos miércoles de cuaresma, para los cuales
que confiaba en gran medida en sus dotes individuales, en ya contaba con cien abonados, a los que quizá se suma­
un tiempo en el que la interpretación y la composición de la rían 30 más. Aparte de esto, estaba proyectando dos «aca­
música -al menos aquella que gozaba de una elevada con­ dernias», y para todo ello necesitaba «cosas nuevas»· . Por
sideración social� estaba exclusivamente en manos de las mañanas daba clases de piano y por la noche toca­
müsicos-artesanos empleados en puestos fijos en parte en ba casi diariamente en casa de algunos nobles. '7 Sus sus­
las cortes, en parte en las iglesias de las ciudades. La distri­ criptores -poseemos en parte la lista de ellas- eran
bución social del poder que se expresaba en esta forma de igualmente nobles. El r 2 de julio de 1 7 89, en· cambio,
producción musical se mantenía, en general, intacta. confía al comerciante Michael Puchberg que una nueva
Pero Mozart tenía también ciertas perspectivas de fu­ suscripción para un concierto había fracasado porque sólo
turo, a pesar de toda su temeridad. Sus esperanzas se diri­ se había inscrito un interesado en la lista: el señor Van
gían hacia aquellos que quizá se pueda caracterizar como Swieten, un viejo conocido de Mozart. '8 La sociedad vie­
la buena sociedad vienesa. También en ella los grupos que nesa, con el emperador a la cabeza, se había apartado
marcaban la pauta eran familias de la nobleza cortesana, de él.''
entre las que tenían amigos y conocidos. Primeramente, En esto se pueden reconocer las particularidades del
quería intentar ganarse el sustento dando clases de músi­ mercado al que Mozart tenía acceso. En el fondo, también
ca y conciertos, para lo cual las damas y los caballeros de como «artista libre» dependía, al igual que cualquier ar­
elevada posición le invitarían a sus casas o le organizarían tista-artesano, de un limitado círculo de receptores loca­
estas actividades. Tenía previsto ofrecer <-<academias» les. Este círculo era bastante cerrado y tenía una fuerte co­
--conciertos cuyos ingresos iban directamente al bolsillo hesión interna. Si en él se propagaba que el emperador no
del intérprete-, y tenía puesta la esperanza en las sus­
cripciones oara las partituras impresas de sus composicio­ l 7. lll, p. JOJ Y S.
nes. Sabía que la sociedad vienesa le tenía bastante apre­ r8. IV, p. 92.
cio. Algunos de los miembros de esos círculos ya le habían 19. El giro se produjo muy probablemente con Las bodas de Fíga­
ro, cuyo tema �escogido por el propio Mozart� fue considerado du­
prometido su apoyo. Además, gozaba de una reputación y
de una fama considerables fuera de Viena. Pero no cabe
doso políticamente desde la posición absolutista. Un noble escribió por
aquella época en su diario que había visto la ópera y que se había ennu­
duda de que anhelaba con toda su alma tener éxito en la yien (]]ildesheimer: Mozart, op. cit., p. 199), que no quiere decir aburri­
capital austríaca. do como se ha traducido algunas veces, sino <<enojado;..>.

54 55
la línea de esta valoración social se encuentra el motivo
valoraba especialmente a un músico, la buena sociedad
poi' el cual componer ópe�as tenía para Mozart el signifi­
simplemente lo abandonaba.'° _
cado e �oc10ual de la máxima r.eálización de sentido per­
sonal. Sm embar!50, la ópera, con los inmensos gastos que
ro. Si uno contempl:¡ la existencia de Mozart como «ar­ _
unphcaba ·-a diferencia, por ejemplo, de una pieza teatral
tista libre>>, todavía se encuentra con esa ambivalencia
que en último extremo podía ser representada incluso por
profundamente enraizada que caracterizaba su sensibili­
un grupo de teatro ambulante-, estaba reservada exclu­
dad y su comportamiento frente a la aristocracia cortesa­
sivarnent� a las cortes. Era la aristocracia cortesana la que
na y que fue decisiva a lo largo de toda su vida. En ella se
la entendia como una forma de entretenimiento adecua­
vislumbran varias facetas.
da a su clase. Mozart, que había optado por el arte «libre»
Tal como se ha descrito, Mozart se apropió del canon
había admitido parte de la tradición musical cortesarn:
de conducta de la clase dominante de su tiempo, al menos
dent.ro de sus ideales, co1no una faceta más de su persona.
Superficialmente. Pero al n1is1no tiempo su fantasía musi­
La misma fijación se manifiesta en su posición perso­
cal estaba influida e impregnada por la tradición musical
nal respecto a su público, incluso después de la ruptura con
aristocrático-cortesana. Si bien un hombre como Beetho­
. el príncipe obispo. Cuando Mozart estuvo eu disposición
ven pudo romper con esta tradición, Mozart no llegó a ha.­
de dar ese paso, un miembro de la corte de Salzburao le ad-
cerio nunca. Desarrolló sus posibilidades individuales
virtlo con un comentario casi profético que el favor de la
b

• ' #

para dar expresión a sus sentimientos dentro del marco del


sociedad cortesana de Viena era poco estable: «Aquí la
viejo canon en el que había crecido. Y precisamente el he­
fama de una persona dura poco tiempo -dijo este hom­
cho de que desarrollara la consecuencia lógica interior de
bre-. Al cabo de unos meses los vieneses quieren volver a
los motivos que surgían de él dentro del canon tradicional,
tener algo nuevo».H Pero Mozart tenía ya puestas todas
es una de las condiciones de la inteligibilidad y la perma­
sus esperanzas en el público vienés y, por tanto, en alcanzar
nencia de su música.
el éxito entre la opinión pública de la sociedad de la capital.
Entre las obras musicales, la ópera ocupaba el máximo
Claramente se trataba de uno de los deseos capitales de su
lugar en la escala de valores de la sociedad cortesana. En
vida, y de uno de los motivos principales de su tragedia.
20, Quizás esta derrota, esta pérdida de sentido que Mozart expe­ Al principio hablábamos de que no se puede determinar
rimentó durante este proceso fue todavía más difícil de soportar porque desde la perspectiva de un tercero qué es lo que un ser hu­
él fue uno de los primeros compositores de los nuevos tiempos, si no el mano siente que colmará sus deseos y llenará su vida de sen­
primero, que se adelantó decisivamente con su talento innovador a las tido y qué se lo arrebatará. Hay que intentar apreciarlo des-
costumbres establecidas. El destino del artista abandonado por su pú­
blico aún no se podía experimentar como un acontecimiento repetido. 21. Véase más adelante p. 178.
Sin duda Mozart lo sintió como algo que sólo le atañía a él.

57
de la perspectiva de la primera persona, desde el yo. No es nes a las que estuvo expuesto en los círculos cortesanos,
infrecuente, como en principio puede parecerlo, que al­ fuera al buscar una colocación, fuera.en calidad de emplea­
guien dependa emocionalmente con especial intensidad de do., tiene a primera vista much� en' común· con la protesta
la aprobación del círculo de sus amistades y conocidos más · que se reflejó en las letras humanistas orientadas hacia
próximos, de la valoración y del aplauso de la ciudad en la conceptos corno «educación>> y «cultura», por lo menos
que vive y que el éxito en cualquier otra parte del mundo no en las regiones no austríacas del Imperio Alemán de aque­
pueda compensar la carencia de éxito o incluso la falta de re­ lla época. Igual que los adalides burgueses de este movi­
conocimiento de su ciudad, del estrecho círculo al que está miento filosófico y literario, Mozart insistió en la dignidad
unido. Algo de todo esto se encuentra en la vida de Mozart. humana que le correspondía, independientemente de su
Si se sigue esta pista, se descubre de inmediato que la origen social y de su posición. Al contrario que su padre,
postura y la situación de Mozart, en realidad, no se puede en su fuero interno nunca aceptó su posición de persona
comprender adecuadamente si se toma su actitud hacia la de categoría inferior. No se resignó nunca al hecho de que
sociedad cortesana como una postura simplemente negati­ se le tratara a él y a su música desde arriba.
va, un rechazo del tipo que se da con frecuencia en la litera­ Pero para la irritación y la amargura contra los aristó­
tura burguesa alemana de la segunda mitad del siglo XVIII." cratas que le hacían sentir que a fin de cuentas él no era
Su rebelión personal contra la humíllación y las limitacio- más que un subordinado, una clase de entretenimiento más
elevado, Mozart sólo encontró una justificación de forma
2 2. No es superfluo en absoluto señalar esta diferencia. Porque si muy rnarginal en principios generales; no invocó corno
uno reflexiona por un momento, verá que pertenece a las característi­ apoyo una ideología humana universal. Este desinterés
cas más sorprendentes de esos años setenta y ochenta del siglo xvm ale­ por ideales de este tipo también lo distingue de Beetho­
mán el que los dos mundos, en los que vivía Mozart, el burgués corte­
ven -no sólo en el sentido individual, sino también en
sano y el aristócrata-cortesano, no fueron afectados de ningún modo
por la gran ola del movimiento filosófico y literario alemán contempo­ tanto diferencia generacional-. El sentimiento de igual­
ráneo. En los años setenta, cuando muchos jóvenes alemanes se entre­ dad, y la pretensión de ser tratado como tal, se fundaba so­
gaban a las emociones del Sturm 1md Drang--el GOtz de Goethe (1773), bre todo, por lo que parece, en su mú.sica y, por tanto, en
el Sturm und Drang de Klinger (1 774), el Hoftneister (1 776) y Los solda­ sus obras y su capacidad. Fue consciente desde muy pron­
dos (1778), m_,_,bos de L�nz�, el joven Mozart tenía éxito especialmen­
to del valor de éstas y por ello de su propio valor. Su ne­
te en Italia y después también en Alemania con las óperas de estilo tra­
gativa sensibilización y su rebelión contra los aristócra­
dicional sér.io. En r781, año de la aparición de la Crítica de la razónpunt
de Kant, se estrenó en Munich el Idomeneo, ópera escrita por encargo de tas que lo trataban con menosprecio eran sólo una cara
la corte bávara y una de las más imaginativas y bellas de iVIozart, si­ de la moneda. No se puede entender la vida y la obra de
glliendo totalmente el gusto cortesano, pero al mismo tiempo siendo Mozart correctamente mientras no se tenga claro lo
algo único dentro del desarrollo de la antigua tradición. ambigua que fue su relación con la sociedad cortesana.

59
Hasta cierto punto esta ambivalencia se manifiesta táneo de ganarse como independiente, como «artista li­
también con respecto a su padre. Pero en esta relación, la bre», el favor del público vienés,. predominantemente
necesidad de liberarse -a pesar de todas las reafirmacio­ aristocrático y cortesano.
nes de su obediencia y de su lealtad-, venció claramente. La clase de sensibilidad y de actitud que encuentra
El comportamiento d'e Mozart sugiere que los componene uno aquí es un ejemplo de la configuración que se puede
tes negativos de su.s sentimientos hacia elpadre se fueron observar con frecuencia en un cierto tipo de relaciones
acentuando paulatinamente a pesar de que su conciencia marginales establecidas. Las personas que adoptan una
no le permitía abandonar nunca del todo el papel de hijo posición marginal respecto a determinados grupos privi­
smniso. legiados, pero que se consideran iguales o incluso mejores
En la relación de Mozart con las clases dominantes, que ellos por su disposición personal o a veces por una alta
con las que tenía que tratar como persona de origen bur­ autoestima, se defienden de la degradación a la que están
gués, y por tanto inferior, probablemente se mantuvo el expuestas mediante la amar gura; también es posible que
aspecto positivo de su sensibilidad ambivalente con más quieran tener evidencia de las debilidades humanas del
f uerza que en la relación con su padre. Esto no es raro en grupo privilegiado. Pero mientras la supremacía del po­
el marco de una relación de marginación establecida,' 3 y der de los acomodados se mantenga inamovible, es posi­
aquí es ése el caso; también desde esta perspectiva, el caso ble que ellos y su canon de comportamiento y sensibilidad
individual tiene un cierto sentido paradigmático. sigan manteniendo una gran fuerza de atracción sobre los
Mozart, al igual que muchas personas en una posición marginados. A 1nenudo su más ardiente deseo es ser reco­
marginal, padecía las degradaciones que le infligfa la no­ nocidos como iguales por los grupos dominantes especí­
bleza cortesana y se enojaba contra ella. Pero estas reac­ ficos que los observan y tratan con tanta franqueza como
ciones de animadversión contra la clase socialmente ele­ superioridad. La fijación característica de la dirección de
vada iban de la mano de sentimientos positivos muy los deseos de las personas con una posición marginal ha­
acusados: precisamente entre esta gente era donde quería cía el reconocimiento y la aceptación por parte de su cla­
encontrar el reconocimiento, precisamente quería ser se dirigente les lleva entonces a que orienten toda su con­
apreciado por ellos y quería ser tratado como una perso­ ducta hacia este objetivo que para ellas representa darse
na con el mismo valor gracias a su capacidad musical. Esta sentido a sí mismas. No hay ninguna otra valoración, nin­
ambivalencia se manifiesta, entre otras cosas, en la enér­ gún otro éxito que tenga tanto peso para su anhelo de sen­
gica ruptura con su señor cortesano y en su anhelo sirnul- tido como la valoración positiva de un círculo, en el que
son considerados inferiores, marginados y como el éxito
2 3. Sobre una teoría de estas relaciones, véase Norbert EliasyJohn dentro de su establishment local. Precisamente, el éxito que
L. Scotson; Etablierte undA.ussenseiter, Frankfnrt a. M. 1990. al final se le estuvo negando a Mozart.

60 6r
Puesto que el éxito de su música en Viena significaba organizando conciertos, directores de orquesta y de ópe­
tanto para él, su fracaso posterior allí le hirió especial­ ra, necesitan de otras personas en)as correspondientes
mente. Su música todavía encontró eco durante los últi­ funciones para que un público an1plio tenga acceso a sus
mos años de su vida en otras ciudades del Imperio Alemán, composiciones. También hay .que tener presente esta ne­
pero parece que esto'no podía compensar lo que sentía por cesidad de cooperación, con todos los conflictos y tensio­
la falta de repercusión en Viena que se hacía cada vez más nes que implica, para apreciar qné posibilidades profesio­
patente. La comprensión de su música por parte de la so­ nales y económicas tenía Moz.art cuando abandonó la
ciedad vienesa era a todas luces especialmente importan­ seguridad de su empleo cortesano.
te para él, otorgaba sentido a su existencia; la incompren­ El desarrollo del mercado para la música de calidad
sión por parte de estos mismos círculos unida a la pérdida tiene, en definitiva, la mis.ma orientación y estructura·; el
de mnchos contactos personales (a la que seguramente él mismo orden jerárquico que el de los mercados de otro
también contribuyó) significaba la consiguiente fuerte tipo. Actualmente hay nn mercado internacional para las
pérdida de sentido. Esta experiencia ayudó de forma de­ composiciones musicales de M: ozart, pero también para
cisiva a crear ese sentimiento de sinsentido y la desespera­ algunas obras de compositores contemporáneos qne han
ción que se apoderó de él en las postrimerías de su vida, tenido que luchar duramente para acceder a las salas de
que le asedió amargamente y al final le arrebató el ánimo conciertos de las grandes metrópolis del mundo y a la di­
para seguir esforzándose y luchar contra la enfermedad fusión radiofónica y televisiva de sus obras. El mercado
que le invadía. potencial de Mozart, con el que podía contar tras cambiar
su carrera de n1úsico cortesano por la de artista relativa­
I r. El hecho de que Mozart abandonara la situación rela­ mente independiente, era, corno ya se ha dicho, mucho
tivamente segura al servicio de la pequeña corte del prín­ más reducido. Las instituciones que podían representar
cipe obispo de Salzburgo para ganarse la vida en Viena, no óperas, ballet y obras para grandes orquestas todavía se
implica en absoluto que planeara crearse una posición encontraban sobre todo en las ciudades que eran sedes de
como <«artista libre», aunque sólo fuera en el sentido res­ la corte de un príncipe, es decir, en sitios como Munich,
tringido en el que podían hacerlo Beethoven y otros mú­ Mannhcim, Berlín o Praga. Viena, la sede de la corte im­
sicos famosos del siglo xrx. Eu general, los músicos que a perial, disfrutaba en la época de Mozart de una situación
la vez son compositores siempre han estado obligados , a privilegiada frente a las demás, mientras que los movi­
colaborar con otras personas en mayor medida que los re­ mientos culturales que florecían en otras regiones alema­
presentantes de otras artes como la literatura y la pintura, nas, sobre todo literarios y filosóficos, y que estaban des­
si quieren publicar sus obras y ganar con ello algún dine­ tinados a un público burgués no cortesano, encontraron
ro. Si ellos mismos no pueden actuar como empresarios en Viena terreno baldío. La sociedad aristocrático-corte-

62
sana, el público de la música elitista de la época, como la esplendor del reconocimiento y de la admiración que
que escribía Mozart, seguía teniendo un papel determi­ había disfrutado por espacio de algún tiempo durante su
nante. niñez.
Que Mozart dejara el servicio cortesano que aborre­ Y él sabía perfectamente que en su vida posterior se lo
cía no quiere decir que fuera independiente del público merecería de la 1nisma forma. Nunca se infravaloró, ni a
aristocrático-cortesano. Todo lo contrario: fueron miem­ sí mismo ni a su m.úsica; pocas veces dejó de trabajar du­
bros de la sociedad aristocrática de Viena, como el prínci­ rainente por su arte: la preparación temprana también
pe Gallitzin o la familia T hun, quienes lo alentaron en la ayudó a que adquiriera la capacidad para crear sus fanta­
idea de que podría ganarse la vida en Viena por su cuenta, sías rn.usicales libren1ente dentro de la estética de su épo­
sin un señor ni un sueldo fijo, es decir, en el mercado mu­ ca, es decir, según el canon de las clases sociales dominan­
sical local. Puede ser que también contara con los encar­ tes. En el fondo todavía era corriente, por lo que se refiere
gos de la familia imperial, de la que más tarde, de hecho, a la rnúsica, que el artista se orientara en sus obras según
recibió algunos, o incluso con una colocación en la corte el gusto del público de mayor categoría. La estructura de
imperial, que hasta cierto punto más tarde también alcan­ poder que daba a la nobleza cortesana la preeminencia so­
zó; porque ciertamente no sentía animadversión por cual­ cial por encima de otros estamentos detern1inaba al mis­
quier empleo fijo, sino que en realidad se pasó toda la vida mo tiempo qué tipo de música podía hacer un burgués en
buscando uno. Mozart no fue a dar sencillamente con la los círculos cortesanos y hasta qué punto podía introducir
situación del «artista libre» porque ésta fuera su deseo y innovaciones. Aunque fuera un «artista libre>>, Mozart de­
su objetivo, sino porque no podía sOportar más servir en pendía de esta estructura.
la corte de Salzburgo.
Por otro lado, la imagen soñada de un artista inde­ 12. Mozart siempre soñó con componer con libertad y
pendiente que, como hombre famoso, viaja por distintos poder seguir su voz interior sin preocuparse de la cliente­
países de corte en corte, ya la había tenido en mente su pa­ la.'4 E.n Salzbnrgo ya había escrito sus obras mayores para
dre. Y como Mozart ya había conocido de niño esa vida li­ alguien al que hacía un favor al dar rienda suelta a su fan­
bre, sin señores fijos, con sus penas y sus alegrías, cuando tasía. También en Viena creyó tener esta posibilidad. Pero
él con su padre y su hermana iban de una «buena socie­
dad» a otra por Europa, sería sorprendente que más tarde 2+ Sus formas de sublimación eran muy peculiares. Cuando com­

esta posibilidad no le hubiera quedado en la memoria


ponía una ópera, es decir, cuando sólo sentía la obligación del libreto
(que, por btra parte, escogía con gnm cuidado y según sus necesidades),
como un deseo y una alternativa al servicio del príncipe entonces al parecer el texto liberaba las ataduras de su fantasía que fluía
llena de sentido. La marcada influencia de esa época en el espontáneamente magnificando las palabras con la magia de la música.
carácter de Mozart es evidente. Siempre volvía a aspirar al No ocurría exactamente lo mismo con otras piezas musicales.
isos. To­ Los dos primeros [en Mi mayor: KV 482 y en La: KV 488] dan
allí se le obligó igualmente a entrar en comprom
piano que la sensación de que hubiera sentido que ha"pía ido demasiado le­
memos, por ejemplo, algunos conciertos para
que fue jos, que hubiera exigido demasiado a)óSyieneses, que hubiera
compuso a mediados de los años ochenta en los .
g to del públ ico, ya tráspasado los límites de lo <<sociah· o en palabras más sencillas:
una necesidad vital pap él acertar el us
demias». sintió que se le iba el favor del público e intentó ganárselo de
que de ello dependían los beneficios de sus «aca
en nuevo siguiendo la línea dé las obras de éxito asegurado.-
El I I de diciembre de I 784 terminó un concierto
petas en el
fa mayor (KV 459) con tambores y trom
T utti
s después En r 789 , Mozart se trasladó a Berlín donde el rey, que to­
que fue interpretado bajo su dirección seis año
oldo II caba el violoncelo, le encargó seis cuartetos de cuerda y
con motivo de la coronación del emperador Leop
med ida ha­ seis sonatas ligeras para su hija que tocaba el piano. Por
en Frankfurt. Era una obra orientada en gran
exhibir el tanto, se puede decir que no le faltaban encargos. Pero al
cia el gusto del público, ostentosa, pensada para
ués con1 p o un con­ mismo tiempo también se puede apreciar que Mozart era
virtuosismo. Pero dos rneses desp us
ierto en re muy consciente de tener que simplificar para el rey lo que
cierto para piano totalmente distinto, el conc
ter su oía y entonces dejó de interesarle. No quería simplificar­
menor (KV 466), como si estuviera harto de some
ncia , com o si se la en absoluto. Quería seguir su voz interior y transmitir
fuerza creadora a las más elevadas insta s
áti ca. esa voz. Y así únicamente terminó tres de los cuarte­
rebelara. En parte es de una gran vehemencia dram
te indife­ tos para la corte de Brandenburgo y sólo una de las sonatas
Se tiene la impresión de que aquí le es totalmen
tal como la para piano. Cada vez adquiría mayor importancia el com­
rente lo que la gente piense. Escribe la música
e o in­ poner para sí mis1no, que hoy es característico de un mú­
siente, quizá también con la intención conscient
Con esto sico.
consciente de escandalizar,pour épater la noblesse.
el di­ Beethoven nació en r 770, casi quince años después de
no se ganaba el favor del público, aunque necesitar�
91en co­ Mozart. Consiguió con mucho menos esfuerzo, aunque
nero. Por otro lado, éste frie el único concierto
no con� nuó sin no sin él, lo que Mozart persiguió inútilmente: liberarse
nocido de él en el siglo x1x. Pero Mozart
ip.vierno hasta cierto punto de la dependencia de un mecenas aris­
más la ·dirección tomada con esta obra. Entre el
con­ tocrático-cortesano, de manera que le fue posible seguir
de 1 785 y la primavera de 1786 compuso tres nuevos
bió en su inte­ en sus composiciones más su propia voz -o más exacta­
ciertos, sobre los que Alfred Einstein escri
mente, la consecuencia lógica e inmanente de su s voces­
ligente obra:''
que el g usto convencional de sus clientes. Beethoven tuvo
una oportunidad considerablemente mayor de imponer su
ITT-rk. 3a. ed. Zü­ gusto al público musical. A diferencia de Mozart, consi­
z5 . Alfred Einstein: lvlozart - Sein Charakter. Sein
rich/Stuttgart, 1 95 3, p. 3 55 ·
guió sustraerse a la obligación social de tener que produ-

66
cir musica desde una posición subordinada -empleado Mozart no careció de fama tras su muerte. Lo que le faltó
por un señor o uu cliente socialmente mucho más pode­ en vida, entre otras cosas, fue nna a<;tividad editorial más
roso- y, en lugar de ello, pudo componer como «artista compleja en el ámbito de la músié�icomo la que se mani­
libre» (tal como lo designamos hoy), si no exclusivamen­ fiesta en la carta de Beethoven (y al mismo tiempo, tam­
te, por lo menos eri gran parte, para un público relativa­ bién le faltó la generalización de los conciertos para un pú­
mente desconocido. Una breve cita bastará para ilustrar la blico que pagaba en lugar de ser invitado). De hecho, se
diferencia. En junio de r8or, Beethoven escribió a su ami­ encuentran pocas frases que iluminen de una rnanera tan
go Wegeler:' 6 precisa una transformación de la estn1ctura decisiva en la
posición social de los artistas como ésta: «Ya no se llega a
Mis composiciones rinden mucho y puedo decir que tengo más un acuerdo conmigo, yo exijo y el otro paga».
encargos de los que posiblemente pueda llegar a atender. Tam­ Por otro lado, el cambio qne se desprende de ella no
bién tengo seis o siete editores para cada cosa y aún más si me lo se refiere sólo a la posición social del artista. También im­
propongo: ya no se llega a un acuerdo conmigo, yo exijo y el otro plica que se transforrna el canon de la creación artística o,
paga. Ya ves que es una hermosa situación ... dicho de otra forma, la estructura del arte. Pero tales re­
laciones no se pueden apreciar con toda claridad si, como
Mozart había soñado alcanzar lo que aquí Beethoven de­ ocurre hoy con frecuencia, el paso de la producción artís­
clara triunfante que ha conseguido; y quién sabe, quizás tica para un señor y cliente conocido personalmente, es
habría alcanzado la misma situación si hubiera tenido el decir, del arte bajo el mecenas, a la producción para un pú­
ánimo de vivir más tiempo. Según el canpn de pensa­ blico que paga, para el mercado libre más o menos anóni­
miento-reinante, es fácil creer que ta1nbién\Mozart a los mo, se entiende como un suceso exclusivamente econó­
treinta y un años hubiera podido llegar ta�ejos como mico y se olvida lo esencial: que se trata aquí de nna
Beethoven, a que los editores se disputaran sus'composi­ transformación estructural tangible muy precisa de las re­
ciones, si se hubiera adaptado mejor al gusto de un público laciones entre las personas, en concreto de un incremen­
más amplio. Pero no se debería ceder precipitadamente to de poder del artista con respecto a su público. Esta
ante la presión del canon que obliga a remitir tales dife­ transformación humana, esta transformación en el equili­
rencias de la vida de dos hombres en primer lugar a las brio del poder - - y no sencillamente entre individuos por
diferencias individuales, despreciando las explicaciones sí mis1nos, sino entre representantes de diversas funciones
basadas en las transformaciones de la estructura social. y situaciones sociales, entre personas en calidad de artis­
ta y de público- permanece ininteligible mientras el hilo
26. Ludwig van Beethoven siimtliche Briefe, ed. Emerich Kastner, de los propios pensamientos sólo tiene por objetivo tra­
nueva ed. Julius Kapp. Leipzig, 1923, p. 46. mar abstracciones deshumanizadas. Sólo se le hará justi-

68
cia cuando se tengan presentes ejemplos ilustrativos y se ra, institucionalmente todavía no tenía preparado el
intente aclarar qué significado tiene para las personas im­ terreno.
plicadas. La problemática, la temeridad dé.un paso así, sólo se
esclarece hoy en día si uno se inserta mentalmente en el
contexto del desarrollo que condujo del arte artesanal al
Arte de artesano y arte de artista artístico, de la producción de arte para clientes determi­
nados, en su mayoría de elevada posición social, a una pro­
13. Con su decisión de dejar el servicio de la corte de ducción para el mercado anónimo, para un público que,
Salzburgo y de confiar su futuro sin empleo fijo al favor en general, se encuentra al mismo nivel que el artista. La
de la buena sociedad vienesa, Mozart dio un paso todavía existencia social de Mozart, la peculiaridad de su destino
bastante inusitado en su época para un músico de su cate- . social, muestra cou bastante claridad que el giro de la crea-
goría. Sin embargo, para su producción musical esto tuvo ción n1usícal artesana a la <<libre» no fue un aconteci­
una gran repercusión. Porque, de hecho, a causa de la con­ miento repentino. Lo que en realidad sucedió fue un pro­
figuración social específica en cuyo seno la música tenia ceso con abundantes niveles intermedios, cuya fase de
aquí su función, el canon de la producción musical de los transformación central, como se puede apreciar, se pro­
artistas cortesanos, que trabajaban para un señor determi­ dujo más tarde en el caso de la música que en la literatura
nado siguiendo sus indicaciones y necesidades, se difyren­ y la pintura. La vida de Mozart resulta más comprensible
ciaba muy marcadamente del que se iba creando paula­ si se la concibe como un microproceso dentro del perío­
tinamente al irse normalizando la producción m\1sical do central de cambio del proceso general.
'
de artistas relativamente libres, es decir, en competehc;ia Lo que se denomina habitualmente la «historia» del
con otros por el favor de nn público preeminentemente arte no es sencillamente una transformación caleidoscó­
anónimo. Diciéndolo en el lenguaje tradicional: con el pica, una sucesión desestructurada de estilos o algo así
cambio de la posición y la función social del músico se como una acun1ulación de <<grandes» hombres, sino una
transformó al mismo tiempo el estilo y el carácter de su ordenación determinada de los sucesos, una sucesión .es­
música. La singularidad de la música de Mozart surgió, sin tructurada y dirigida que está estrechamente relacionada
duda, de lo irrepetible de su talento. Pero la forma en que con toda la evolución social. Esta advertencia no contiene
se desplegó este talento, cómo llegó a expresarse en sus una valoración heterónoma escondida. No implica la idea
obras, está relacionada hasta en sus mínimos detalles con de que el arte del «artista libre» para un mercado de clien­
que él, un músico cortesano, había dado el paso hacia tes desconocidos sea mejor o peor que el arte artesanal
el -«artista libre» prematuramente, en un momento en creado para quien lo encarga. Para nuestra sensibilidad
que, aunque el desarrollo de la sociedad se lo permitie- puede que el cambio de posición de los artistas, del que se
está hablando, haya sido un cambio positivo para las per­ de este últiino se canaliza estrictamente según el canon
sonas; pero esto no quiere decir en absoluto que también estético del estamento dominante que encarga las obras.
lo hubiera sido para sus obras. En el curso de la modifica­ En la fase del arte artístico, los cr�adores están situados en
ción de las relaciones. entre aquellos que producen arte y un plano de igualdad por lo que se refiere a su situación
aquellos que lo necesitan y lo compran, se transforma la social general con respecto al público que compra y
estructura del arte, pero no su valor. z1 admira el arte; y en el caso de su élite, del establishment de
Ya que la rebelión de Mozart, en el ámbito de la mú­ especialistas formado por los artistas de un país, están por
sica, significaba un avance en el camino del empleado al encüna de su público, en cuanto a poder, como jueces es­
artista «libre», no empleado, no es del todo superfluo con­ téticos y pioneros del arte . A través de modelos innova­
siderar uno u otro aspecto del cambio que ha traído consi­ dores pueden encauzar en otra dirección el canori esta­
go este proceso inesperado dentro de la posición del ar­ blecido de la producción artística y quizás el gran público
tista y en la estructnra de su arte. Corno mejor se puede aprenda lentamente a ver y a escuchar por sus ojos y sus
hacer es imaginando al artista y al comprador como figu­ oídos.
ras que están sobre sendos platillos en una balanza, como La dirección de este cambio en las relaciones entre el
si fueran dos pesos. Con ello se quiere decir qne las rela­ productor artístico y el consumidor y parí pas.cu en la es­
ciones entre artistas y compradores, por larga que sea la tructnra del arte no es independiente. Es uno de los as­
cadena de intermediarios que haya entre ellos, se caracte­ pectos de la evolución más general de las unidades socia­
riza por un equilibrio específico de poder. Con la transi­ les que, por su parte, constituyen el marco de refe"rencia
ción del arte artesanal al arte del artista, qse equilibrio de la creación artística; y sólo se lo puede observar cuan­
cambia. do la evolución de la sociedad de referencia apunta en la
En la fase del arte artesanal, el canon estetico del que dirección correspondiente, es decir, por ejen1plo, en unión
encargaba la obra prevalecía corno marco de referencia de con una diferenciación y una individualización creciente
la formación artística por encima de la fantasía artística de muchas otras funciones sociales o con el desplaza­
personal de cualquier creador; la imaginación individual miento del público aristocrático-cortesano por un públi­
co burgués que forma un estamento superior y, de esta
manera, se convierte en receptor y comprador de obras de
27. N'aturalmente, se observa también a menudo que precisamen­

arte. Por otro lado, una tendencia de cambio de estas ca­


te los productos de un maestro artesano realizados por puro deseo o
bajo la presión de un gran sufrimiento, sin pensar en el gusto del públi­
co ni en su valor monetario, son los que la posteridad ha considerado racterísticas, en relación con los productores y los con1-
¡nejores. Por ejemplo, las pinturas de Venneer van Delft que hoy se tie­ pradores de arte, no va estrechamente unida con el orden
nen por las más importantes son obras que el artista dejó en herencia: de los acontecimientos en Europa. Tan1bién se encuentra,
110 se vendieron durante su vida y que tampoco habría logrado vender.
por ejemplo, en la transformación del arte artesanal de las

73
tribus africanas al alcanzar nn nivel elevado de integración nada de los vientos de protesta burgueses contra las aspi­
en el que las unidades tribales antiguas se convierten en raciones dominantes de la privilegiada nobleza cortesana
unidades estatales. También aquí se desliga lentamente la en París o incluso en las ciudades alemanas. Mientras que
producción artesanal, por ejemplo, una figura ancestral o su padre se sometió finalmente -aunque contra sus de­
una máscara, de su 'dependencia de un cmnprador deter­ seos- a su des tin o social, p orque a su
generación no le
minado o de una ocasión específica en el propio poblado quedaba ningún camino abierto fuera del orden de las co­
y se transforma en la producción para un mercado de per" sas aristocrático-cortesanas, el hijo formaba parte de una
sanas anónünas, con10 el mercado turístico o el mercado generación en la que ya no era completamente vana la es­
internacional a través de comerciantes de arte. peranza de encontrar una salida ni era tan difícilmente
En cualquier lugar donde tengan cabida los procesos realizable el deseo de ganarse el sustento por sus propios
sociales del tipo que se acaba de esbozar se pueden re­ medios como músico, sin una relación de servido fija. Las
conocer los cambios específicos en el canon de la crea­ oportunidades de los artistas «libres» se habíau ampliado
ción artística y, por consiguiente, en la calidad de la obra un tanto, aunque el salto a la «libertad» finalmente no
de arte; en todas partes están relacionados con una trans­ aportaba otra cosa que una dependencia algo más disten­
formación social de las personas unidas entre sí por sus dida del público aristocrático-cortesano; y como ese pú­
funciones de producción o consumo de arte. Sin descubrir blico era muy variable, el riesgo que entrañaba no era
esta relación, sólo podrán ser descritos superficialmente, poco.
pero en ningún caso se conseguirá hacerlos comprensibles Ciertamente fue decisión de Mozart dejar de servir en
y explicarlos. / la corte y atreverse a dar el gran paso. Pero en el fondo in­
El destino de Mozart es una muestra compovedora de cluso semejantes decisiones individuales siguen siendo
los problemas de un hombre que, como músi�'(de un ta­ impenetrables si n o se tienen en cuenta los corresp on­
lento extraordinario, fue a parar al remolino de 'este pro­ dientes aspectos de los procesos sociales no planeados, en
ceso social no planificado. Aunque incurrió en esta situa­ cuyo marco se toman y cuya dinámica los condiciona en
ción también por causa de una decisión eminentemente gran manera. La reconstrucción de lo que si ifica la vas­
personal; porque, sin duda, fue por propia decisión que ta transformación de la relación entre los productores
gn

abandonó su cargo que le ofrecía unos ingresos modestos y los receptores de arte para la experiencia y la situación
pero relativai11ente seguros para buscar fortuna en Viena de los primeros y, asimismo, para la calidad fi rativa de
cotno -«artista libre>>. Pero su ruptura con el príncipe a sus obras, eleva y profundiza el entendimiento sobre un
gu

cuyo servicio estaba no llegó por casualidad, a pesar de que artista aislado que, como Mozart, con grandes esfuerzos,
no existía .c1penas un precedente entre los n1úsi.cos. Es muy da un paso en dirección a este proceso.
improbable que Mozart no hubiera llegado a percibir

74
75
r4. Para aclarar el proceso hay que imaginarse dos posi­ otro. El instrumento decisivo de la repercusión está for­
ciones diametralmente opuestas, dos niveles de la trans­ mado no tanto por personas aisladas por sí mismas -cada
formación estructural bien alejados entre sípor los que uno a solas con sus sentin1ientos�;_ sino por muchas per­
atravesó la relación social entre productor y consumidor sonas aisladas integradas en grupos cuyos sentimientos se
de arte. En. el primer ·caso, en el que un artista productor movilizan y se van configurando en el encuentro mutuo.
artesanal trabaja para un comprador determinado que co­ Las ocasiones sociales para las que se producen obras de
noce, el producto por lo general también se crea con una arte, en este nivel primero, no están destinadas principal­
finalidad específica y socialmente prefijada. Ésta puede ser mente al disfrute artístico, c01no en nuestros días. Las
una celebración pública o un ritual privado; sea lo que fue­ obras del hombre de épocas anteriores tenían una función
re, una constante es que la producción de un objeto artís­ menos especializada en un contexto social más amplio,
tico exige la subordinación de la fantasía personal del por ejemplo, corno imágenes de los dioses en los templos,
productor a un canon social de producción artística sacra­ adornos funerarios para los reyes o la música para bailar o
lizado por la tradición y asegurado por el poder de los re­ para acompañar la comida. El arte fue primero «arte de
ceptores del arte. Por lo tanto, aquí la configuración de la uso>>, antes que «arte».
obra de arte, de acuerdo con la estructura del equilibrio de Si se desplazan progresivamente los pesos específicos
poder, está marcada en menor medida por su función para de los productores y consumidores de arte en relación con
el productor individual y en mayor medida por su función el empuje dernocratizador amplio y la ampliación corres­
para el comprador y usuario. pondiente del mercado del arte a favor de los primeros, se
Además, estos últimos no tienen aquí la forrni de un llega finalmente a una situación como la que se puede ob­
conjunto de consumidores de arte individuales, de lps cua­ servar en algunos ámbitos del arte del siglo x x -especial­
les cada uno está bastante individualizado y al mÍ!irno mente en la pintura, pero también en la música elitista e
tiempo encarna, aislado de los demás, el instrumento de la incluso en la popular- . El canon artístico social domi­
repercusión de la obra de arte. Más bien podría decirse nante está configurado de tal manera en este caso, que el
que el arte está pensado para aquellos receptores que for­ artista individual dispone de un espacio muchísimo mayor
man un grupo más o menos cohesionado incluso con in­ para crear y experimentar individualmente y bajo su pro­
dependencia de la ocasión en la que se les ofrecen las obras pio control. Al trabajar con las figuras simbólicas de su arte
de arte, y para los que éstas adquieren su lugar y su fun­ tiene más posibilidades que el artista artesanal de dar rien­
ción cuando están relacionadas con sus encuentros habi­ da suelta a su propia comprensión de la lógica interna y la
tuales -cmno ocurre en un estreno operístico- y, du­ fuerza expresiva de estas figuras, y también a su propia
rante éstos, con su autorrepresentación con10 grupo por sensibilidad y gusto, comparativamente muy individuali­
un lado y corno individuos integrantes del grupo por el zados. De este modo toda obra de arte se basa, en gran me-

77
dida, en la antointerrogación de una única persona respec­ misma siente en su contemplación. Tanto e n la produc­
to a lo que le agrada personalmente de sus fantasías y expe­ ción como en la recepción del arte.juega un papel funda­
rimentos materializados y en la posibilidad de despertar mental no sólo una gran individtialización del sentimien­
antes o después un� repercusión en otras personas con to sino también un alto grado de autoobservación. Ambos
ayuda de su configuración simbólica. El peso d.e la coer­ son pruebas de un elevado nivel de autoconciencia. En al,
ción colectiva de la tradición y de la vida social local, estre­ gunas obras de arte, por ejemplo en las variaciones de Pi­
chamente interrelacionada, es menor en la producción de casso sobre el cuadro de Velázquez Las Meninas, el pro­
la obra de arte; la autocoerdón de la conciencia artística blema de la autoconciencia desemboca sin ambivalencia
de un solo creador de arte gana en importancia. algu na en la configuración. Correspondientemente in­
Esto mismo se puede decir por analogía de la reper­ tensa será entonces la conciencia de los receptores de arte
cusión: las ocasiones en las que las obras de arte ( como la sobre el hecho de que la rep ercusión de los propios senti­
música para órgano en los servicios religiosos, o los cua­ mientos constituye un aspecto relevante de cualquier obra
dros que adornan los palacios) se dirigen a grupos de per­ de arte. 49
sonas que se reúnen por otros motivos, se vuelven menos En esta fase de la evolución del arte, algunos artistas
frecuentes en disciplinas como la pintura, la música y la li­ aislados (Picasso, Schonberg) o también algunos reduci­
teratura. ,s La obra de arte se dirige en este estadio en ma­ dos grupos artísticos ( expresionistas, música atonal) ad­
yor medida que anteriormente a un público de personas qui eren una gran significación co1no maestros acuñador es
aisladas, por ejemplo a la multiplicidad poco integrada de del gusto artístico. Cada ci erto ti empo algunos artistas
los que acuden a conciertos en las grandes ciudades o la transgreden el canon del entendimiento artístico en sus
masa de visitantes de un museo que van individualmente ámbitos, sin fracasar a pesar de todas las dificultades de r e-
o, a lo sumo, en par ejas que, a su vez, se aíslan del resto,
yendo de cuadro en cuadro. Excluyéndose mutuamente,
29. A este contexto pertenece también el desarrollo al que se alu­
protegida frente a otras, aquí cada persona se pregunta a de con los términos <<objetivo>> y <<subjetivo» caracterizadores de di­
sí misma sobre la repercusi9n de la obra de arte en ella, se versos estilos musicales. Parte de dos premisas: a) una transferencia de
pr egunta si personalmente le gusta y qué es lo que ella parte del poder a favor de los artistas que les-permite utilizar su música
en gran medida como un medio'de expresión de los sentimientos indi­
. 28, En el ámbito de la arquitectura todavía dominan con mayor viduales; b) una transformación de la estructura del público aficionado
fuerza, con influencia también sobre la escultura, aunque ejemplos a la música-hacia una creciente individualización. También los recepto­
como Le Corbusier o la arquitectura de la Bauhaus muestran que en de­ res de l a música <<subjetiva» estaban más predispuestos que los de la
terminadas fases del desarrollo de la arquitectura los especialistas inno­ época del estilo musical <<objetivo>� a que la música expresara sus senti­
vadores también pueden tener una gran importancia para establecer mientos más personales, que quizás incluso dejara sonar sus sentimien­
pautas del gusto del público. tos reprimidos.

79
cepción. Se ha divulgado que los artistas hacen cosas «sal­ innovadores superen la prueba del ensayo repetido por va­
vajes>->-, o por lo menos .inusitadas, que crean lluevas for­ rias generaciones.
mas que el público al principio no las percibe como tales Una de las cuestiones por res'olver más interesantes de
y de ahí que no las comprenda; esto casi forma parte de su nuestros días consiste en descubrir qué calidad de confi­
trabajo. guración permite que los productos de una persona de­
Es cierto que con frecuencia es muy difícil diferenciar terminada superen el proceso de selección de una serie de
de entrada las innovaciones artísticas logradas de las que generaciones y se introduzcan progresivamente en el ca­
han fracasado. El ámbito de acción para invenciones indi­ non de las obras de arte reconocidas socialmente, mien­
viduales, tentadoramente amplio, abre de par en par las tras que los productos de otras personas se hunden en el
puertas a experimentos fallidos y a fantasías informes. olvido.
Para decirlo en pocas palabras, las sociedades diferencia­
das y relativamente evolucionadas han desarrollado com­
parativamente una grafi' tolerancia; respecto a fonnas al­ El arti<ta en elser humano
tamente individualizadas de la progresión ulterior del
canon artístico existente que facilita la experünentación, I 5. Mozart está entre los artistas cuyas obras han supera­
la ruptura de convenciones rutinarias y así puede servir al do una y otra vez muy convince11te1nente la mencionada
enriquecimiento del placer artístico en las dimensiones vi­ prueba a lo largo de generaciones. Aunque hubo alguna
snales y auditivas. Aunque no sin un precio y un riesgo. La que otra excepción. Muchas de sus obras de infancia o de
ruptura de la rutina también puede convertirse, por su juventud han sido olvidadas en la actualidad o, por lo me­
parte, en una rí�da conVención. Sin embargo, en general nos, encuentran una 1nenor resonancia. La trayectoria de
se toleran ahora mejor las dificultades de comunicación su existencia social: el niño prodigio mimado por los gran­
que comportan las irinovaciones artísticas. Pueden conju­ des soberanos europeos, la fama esquiva de sus laboriosos
rar conflictos, pero hay instancias sociales (historiadores veinte y treinta y pocos años, la falta de éxito, esencial­
del arte, periodistas, críticos, ensayistas) que intentan ten­ mente en Viena, la miseria creciente y el aislarniento de
der un puente, esforzándose en amortiguar el choque de sus últimos tie1npos, después la ascensión, no totaln1ente
las proezas en los ámbitos artísticos y allanando el camino rectilínea, de su fama póstuma -todo esto es suficiente­
que conduce a una mejor percepción y audición de confi­ mente conocido y no necesita ser discutido aquí en deta­
guraciones insólitas. Aunque muchos experimentos artís­ lle-. Lo que quizá resulte sorprendente es que Mozart
ticos se revelen a corto o largo plazo como meras pro­ sobreviviera a la peli¡,,rosa fase de niño prodigio sin que se
puestas o_ equivocaciones, la experin1entación mis1na sigue marchitara su talento.
teniendo su valor, aunque sólo una cantidad limitada de No es infrecuente encontrarse con la concepción de

So Sr
que la 1nadurez de un <<talento gerlial>->- es un proceso «in­ La transfiguración del secreto en el genio puede satis­
terno>->-, espontáneo, que se con1pleta progresivamente facer una necesidad muy extendiday profundamente sen­
con independencia del destino personal del individuo en tida en el estadio de la civilización actual. Al mismo tiem­
cuestión. Está relacionado con la otra concepción según po representa una de las muchas formas de la divinización
la cual la creación de g�andes obras de arte sería indepen­ de las «grandes» personalidades, cuyo reverso es el me­
diente de la existencia social de su creador, por tanto de su nosprecio de las personas corrientes. De esta manera, ele­
proceso de realización y su vivencia cmno ser humano en­ vando unas personas por encinia de la m.edia humana, se
tre seres humanos. Por consiguiente, los biógrafos de Mo­ rebajan a las otras. La comprensión de los logros de un are
zart suponen con frecuencia que se puede entender ?I tista y el disfrute de sus obras no se minimiza, más bien al
artista que había en Mozart, e igualmente a su arte, sepa­ contrario, se fortalece y se ahonda con el intento de com­
rándolo de la comprensión de Mozart como persona. Esta prender las relaciones de sns obras con su destino en la so­
separación es artificial, conduce a error y es innecesaria. ciedad de los hombres. El talento especial o, como se le
El estado actual de nuestro conocimiento, sin embargo, llamaba en la época de Mozart, el «genio», algo que una
todavía no permite poner al descubierto las relaciones persona no es, pues solamente lo puede poseer, también
entre la existencia social y las obras de nn artista; pero sí forma parte de los elementos específicos de su destino so­
pneden tantearse.'º cial y, en este sentido, es un factor social, exactamente
igual que el talento sencillo de una persona no genial.
30. Entre las curiosidades en los estudios mozartianos hay inclu­ En el caso de Mozart -a diferencia de Beethoven­
so la de un autor que salió como san Jorge a matar el dragón del culto
la relación entre la «persona» y el «artista» fue para mu-
idealizante al genio y a hacer asequible pura y honestamente a la huma­
nidad el tesoro dorado, se··evif\enció en el fondo precisamente corno un
zart porque toda su experiencia se vertía exclusivamente en su obra,
idólatra. Raramente ha sido d�fendida: 1� concepción de un ser humano
pero no en la formación de su personalidad en un proceso de n1adura­
que se desarrolla independientemente de su destino entre las personas,
ción, en una sabidur.ía expresada verbalmente o en una concepción de
por tanto, enteramente desde su <-<interior>>, por uno de los biógrafos de
mundo particular».
Mozart a un nivel de reflexión tan elevado como el de W. Hildesheirner
y es, según mi parecer, a causa del mismo malentendido respecto a la
jPobre Mozart! Su música puede madurar.sin que la persona de
·«grandeza huruana\> que él discute de otras biografías. Tómese
Mozart haya pasado por un proceso de maduración. Una personalidad
breve ejemplo el sigu iente fragmento (Mozart, op. cit., p. 54):
sólo manifiesta su formación cuando pronuncia palabras sabias, sólo
cuan"do simultáneamente a óperas y fantasías también desarrolla una
«Ciertamente la evolución de Mozart como músico no se puede
amplia visión filosófica del mundo. Uno se pregunta si esto no es un
reducir a su "destreza" cada vez mayor, pues al igual que en cualquier
poc� estrecho de miras. ¡Qué dureza intelectual tan inhumana, qué fal­
otro gran artista se trata de la exploración y la conquista progresiva
ta de comprensión, de simpatía hacia una persona no intelectual se des­
- -sujeta a una ley interna--� de su mundo potencial; tanto más en Mo-
prende de estas palabras!

82
chos investigadores especialmente dcsconcertante,por­ compartimentos separados, es la expresión de una deshu­
que su imagen, tal como se desprendía de cartas, artículos manización profundamente enr)lizada en el mundo d el
y otros documentos, no concuerda con la imagen ideal pensamiento europeo. Se trata·de un problema no supe­
preconcebida de un g<;nio. Mozart era un hombre senci­ rado de la civilización.
llo, de los que no causan gran impresión cuando. uno se Cada gran paso de la civilización, sea cual sea la fase
cruza con ellos en la calle, a veces infantil y, por lo visto, de la evolución de la humanidad en el que se produzca, re­
de vez en cuando utilizaba en privado sin trabas metáforas presenta un intento del ser humano de refrenar en el tra­
relativas a las secreciones anales. Desde pequeño tenía una to con los demás sus impulsos animales indomables que
gran necesidad de afecto que se manifestó durante sus po­ forman parte de ·su naturaleza, mediante impulsos contra­
cos años de edad adulta, tanto en un deseo físico inconte­ rios socialmente determinados o, según el caso, de trans­
nible como en una demanda constante del cariño de su formarlos por medio de la cultura o por un proceso de su­
mujer y de su público. El problema es cómo alguien, que blimación. Esto les permite vivir consigo mismos y
estaba bien provisto de todas las necesidades animales de convivir con los dern.ás sin estar expuestos constante1nen­
una persona normal, podía crear una n1úsica que parecía te a la necesidad imperiosa e indomeñable de sus emocio­
carente de cualquier animalidad a todos aquellos que la es­ nes animales tanto ante las de los demás como ante las
cuchaban. Esta música se ha car acteriz ado con los si­ propias. Si las personas siguieran siendo, aun durante su
guientes términos: ·«profunda»· , «llena de sentirniento», crecimiento, esos seres instintivos inam.ovibles que son
<-<sublirne»·, -<<misteriosa?-z-parece que ha de pertenece: a de muy pequeños, sus posibilidades de supervivencia se­
un mundo en el que la vi<l� cotidiana del hombre sea dis­ rían muy escasas. Permanecerían sin los medios adquiri­
tinta y en el que el mero recuerdo de los aspectos menos dos de orientación para conseguir alimentos, se transmi-:­
sublimes del ser humano resulte ofensivo. tiría sin oposición el deseo irreprimible momentáneo de
Que esta dicotomía romántica se afirme tenaz1nente cada exigencia y con ello serían una carga permanente y
hasta hoy, tiene una causa clara y evidente. Es un reflejo un peligro tanto para los otros como para sí mismos.
de la confrontación siempre renovada y todavía no supe­ Pero el canon y los métodos sociales, con cuya ayuda
rada del estadio de evolución actual entre el hombre civi­ las personas construyen conjuntamente controles para sus
lizado y su carácter animal. La imagen idealizante del ge­ instintos durante su convivencia, no surgen siste1nática­
nio se convierte en el aliado de las fuerzas que combaten mente; se desarrollan a largo plazo, a ciegas y sin preme­
en el individuo por su espiritualidad y en contra de su exis­ ditación. Por ello las desigualdades y las contradicciones
tencia corporal. Simplemente se desplaza el lugar de la ba­ de la regulación de los instintos, las grandes oscilaciones
talla. Esta escisión así creada, eu la que se pueden remitir en el grado de severidad y benevolencia, forman parte de
los secretos adscritos al genio y su humanidad genial a dos las propiedades estructurales recurrentes del proceso
de civilización. Hay grupos enteros de personas, o indivi­ desligue mentalmente con tanta facilidad del contexto hu­
duos, que han elaborado formas extremas de regulación mano, sobre todo en la forma compleja, altamente espe­
de sus impulsos animales y que tienden a reprimirlos y que cializada, que se desarrolla en las' �ociedades diferenciadas.
combaten con todos sus instintos a las personas que no ha­ Su repercusión no está limitada evidentemente a los
cen lo mismo.:rambién hay otros que, por el contrario, miembros contemporáneos de aquella sociedad, a la que
elaboran controles para sus impulsos extreniadamente re­ su creador pertenece. Uno de los rasgos más significativos
lajados y que intentan seguir sus emociones instintivas con de los productos del ser humano, que llamamos «obras de
impaciencia. En 1m canon de pensamiento, todavía se pue­ arte», es que tienen una relativa autonomía . en relación
de reconocer algo de la snperreacción civilizadora del pri­ con su creador y con la sociedad de la que surgen. Con
mer tipo, cuyos representantes están dispuestos a dividir bastante frecuencia, hoy se revela una obra de arte como
conceptnalmente al ser humano en dos partes, precisa­ una obra maestra a ojos de otras personas cuando puede
mente mediante esque1nas como «naturaleza» y «cultu­ hallar una buena acogida en generaciones posteriores más
ra>> o <:<cuerpo» y «alma»·, sin preguntarse en lo más míni­ allá de la del creador. ¿Qué calidades figurativas de una
mo por la relación entre los hechos a los que se refieren obra de arte, qué características estructurales de la exis­
estos términos. Esto mismo se puede decir de la tenden­ tencia social y de la sociedad de su creador conducen a que
cia a trazar una precisa línea divisoria, conceptual, entre el sea reconocida su -«grandeza»- por posteriores generacio­
artista y la persona, el genio y «el ser corriente»; es válido nes, en algunos casos a pesar de la falta de repercusión en­
también para los que se inclinan a·¡ratar el arte como algo tre sus contemporáneos? Esto es por ahora todavía un
que, como quien dice, flota en el �ire, ajeno e indepen­ problema sin resolver que se disfraza con frecuencia de
diente de la convivencia social de la�personas. eterno secreto.
Sin duda hay elementos característicos de las artes, es­ Pero la relativa autonomía de la obra de arte y las di­
pecialmente de la música, que favorecen esta concepción. ficultades del complejo de preguntas que se abre con todo
En primer lugar están los procesos sublimatorios, me­ ello no eximen de la tarea de seguir investigando la rela­
diante los cuales las fantasías humanas se despojan de su ción que subsiste entre la experiencia y el destino de la
animalidad en las creaciones musicales, sin perder necesa­ persona creadora de arte en su sociedad, y por lo tanto
riamente su dinámica elemental, su ímpetu y su fuerza o, también la relación entre esta misma sociedad y las obras
según el caso, la imagen de la dulzura de la realización. creadas por él.
Muchas obras de Mozart son testimonio de ,ma extraor­
dinaria fuerza transformadora de este tipo. r 6. La relevancia del problema sugerido anteriormente
'fodavía hay una segunda característica de la música, y es mayor de lo que pueda parecer a primera vista. No se
de las artes en general, que también contribuye a que se la limita a la música ni tampoco al arte. Una dilucidación de

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las relaciones entre la experiencia vivida de un artista y su Componía precisamente con la facilidad que le había he­
obra también es importante para con1prendernos a noso­ cho famoso como niño prodigio en.tre sus contemporá­
tros mismos como seres humanos. El hecho conocido por neos exactamente el tipo de música que había desarrolla­
todos de que los hombres hacen música y que disfrutan do a causa de su evolución específica en su sociedad y sólo
con ella, en todas las épo"cas de la evolución humana, des­ en ella, es decir, sonatas, serenatas, sinfonías y n1isas. Tan­
de las más sencillas a las más complejas, pierde con ello to esta facultad como la del manejo de los complejos ins­
algo de su trivialidad y de su familiaridad. En lugar de esto, trumentos musicales de su época -el padre de Mozart
se plantea una cuestión más amplia de dehate: la que hace cuenta con qué facilidad aprendía el niño a los siete años
referencia a la peculiaridad de aquellos seres que tienen la técnica del órgano-" no podían haber sido habilidades
todas las características de los animales muy evoluciona­ naturales.
dos y que, al mismo tiempo, pueden crear imágenes má­ Está fuera de toda duda que la imaginación de Mozart
gicas, piezas prodigiosas de música como el Don Giovanni se vertió en figuras musicales con una espontaneidad y una
de Mozart o sns tres últimas sinfonías y dejarse influir por fuerza q ne recuerdan un fenómeno natural. Pero si aquí
ellos. El problema de la capacidad de sublimación del ser bahía un fenómeno natural, seguramente se trataba de una
humano, a pesar de su alcance sociológico, ha sido un tai1- fuerza menos específica que aquella que se manifestaba en
to desatendido en comparación con el de la represión: sus frecuentes ocurrencias con un lenguaje totalmente es­
Aun cuando no se pueda desligar, se enfrenta uno aquí pecífico. Que Mozart poseía una extraordinaria facilidad
inevitablemente con él. / · para la composición y la interpretación de la música que
Al hablar de Mozart es fá6il que a uno le salgan pala­ se correspondía al canon musical y social de sus días, sólo
bTas como «genio innato» o '<<capacidad innata de com­ se puede explicar como expresión de unos procesos subli­
posición>> ; pero esto es una forma de expresión irreflexi­ matorios de las en.erg.fas naturales, y no como expresión
va. Cuando se dice que las propiedades estructurales de de energías naturales o innatas de por sí. Si había una dis­
una persona son innatas, se supone que éstas han sido he­ posición biológica en su talento especial, ésta sólo pu.e de
redadas, determinadas biológicamente en el mismo senti­ ser una aptitud extre1nada1nente general, no específica,
do que el color del cabello o de los ojos. Sin embargo, está para la que actualrnente no tenemos ni siquiera térnünos
absolutamente descartado que una persona pudiera tener adecuados.
trazado naturalmente, es decir, arraigado en los genes, Por ejemplo, es concebible que las diferencias bioló­
algo tan artificial como la música de Mozart. Aun antes de gicas también intervengan en las divergencias de capaci­
cumplir los veinte años, 1\1ozart escribió un buen número dad sublimatoria. Así uno se puede imaginar que Mozart
de piezas musicales en ese estiJo característico que por
aquella época estaba de moda en las cortes europeas. 31. Carta del 1 I de junio de 1763: 1, p. 71.

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poseía una capacidad innata, condicionada por su consti­ de sublimación, es decir, que facilita la sublimación cuan­
tución, para superar en gran medida las dificultades de su do la persona pertenece a la segund,a o tercera generación.
más tierna infancia, contra las que ha luchado cualquier El padre de Mozart era un hombre con una marcada
persona, sublimándolas hajo la forma ele fantasías musica­ inclinación pedagógica. Era . un músico más o menos do­
les en un grado poco habitual; pero incluso esto sería una tado y no del todo desconocido entre sus contemporáneos
suposición 'arriesgada. Apenas se sabe por qué en el desa­ musicales como autor de un método de violín. Hijo de un
rrollo humano de una persona en concreto se privilegian artesano, con una amplia cultura, inteligente, con ganas
determinados mecanismos de proyección, .represión, de ascender, había llegado bastante lejos con su cargo de
identificación o también de sublimación. Nadie dudará director de orquesta en la corte de Salzburgo, pero no lo
realmente de que en Mozart se manifestara con especial suficientemente lejos para sus propias aspiraciones. Por
fuerza ya desde su prin1era niñez una transforn1acíón su­ ello, todo su anhelo de llenar de sentido su existencia sos
blimatoria de las energías instintivas junto a otros meca­ cial se concentraba en sus hijos, sobre todo en su hijo va­
nismos. Afirmándolo no se merma en absoluto la grande­ rón, cuya educación musical se impuso por encima de
za y la importancia de Mozart, o el placer que producen cualquier otra tarea, incluida su profesión. No se conocen
sus obras, al contrario, así se encuentra aquí un puente que exactamente las relaciones de Mozart con su madre; pero
pasa por los fatales abismos que se abren cuando se inten­ esta situación de un padre-músico ,con una vena pedagó­
ta separar al Mozart artistadel Mq;zart persona. gica muy fuerte que intenta satisfacer su imperiosa nece­
Para entender esta unidad-hay que dar naturalmente sidad de llenar un vacío de sentido a través de su hijo, ya
todavía algunos pasos más. No serán muchos, porque los es en todo caso una coyuntura bien favorable para asimi­
problemas de sublimación ciertamente han sido investi­ lar los conflictos de sus primeros años sublimándolos. Y
gados bastante poco. así saludó Leopold Mozart con lágrimas en los ojos los
Entre las circunstancias que tienen un efecto claro en primeros intentos de composición del pequeño Wolfgang.
los procesos sublimatorios se cuentan la orientación y el Surgieron unos fuertes lazos afectivos entre él y su hijo
alcance de la sublimación en los padres de un niño o en los que recompensaban a éste por cada rendimiento musical
demás adultos con los que está en estrecho contacto en sus con un elevado premio afectivo; de esta forma se favore­
primeros años. También más tarde, a lo largo de su vida, cía el desarrollo del niño en la dirección deseada por el pa­
otros modelos sublimatorios, como, por ejemplo, maes­ dre. Más
. adelante se añadirá algo a estas relaciones.
tros adecuados, pueden ejercer una influencia decisiva con
su personalidad. Además, con frecuencia se tiene la im­ r 7. Quizá también sea útil entrar con mayor detalle en la
presión de que la posición de una persona en la cadena ge­ capacidad específica de Mozart que se tiene presente
neracional juega un papel específico en las oportunidades cuando se le designa con10 -<-<genio»·. Seguramente sería

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mejor abandonar este concepto romántico. Lo que signi­ fiestan relaciones totalmente nuevas o incluso bastante in­
fica no es en absoluto difícil de determinar. Quiere decir comprensibles para uno mismo."
que Mozart podía hacer algo que a la mayoría de las per­ Pero las fantasías oníricas .innovadoras de los dur­
sonas no les era dado hacer y superaba su capacidad de mientes,
: y también los correspondientes sueños diurnos
imaginación: Mozart podía dar rienda suelta a su fantasía de los estados de vigilia, se diferencian específicamente de
que vertió e� un torrente de figuras musicales que, cuan­ las fantasías que se convierten en obras de arte. Son casi
do ·se interpretaba para otras personas, conmovía sus siempre caóticas o, por lo menos, desorganizadas, confu­
sentimientos de las formas más variadas. Aquí lo decisivo sas y, aunque para el que sueña sean a 1nenudo muy inte­
fue que su fantasía se expresara en combinaciones forma­ resantes, para las den1ás personas son de un interés limi­
les que se mantenían, sin embargo, dentro del canon rnu­ tado o sencillamente insignificantes. Lo específico de las
sical social aprendido, aunque en su interior trascendían fantasías innovadoras que se manifiestan como obras de
las c01nbinaciones conocidas anteriormente y la expresión arte es que se trata de fantasías que surgen de un material
de sentimientos que éstas contenían. Es esta capacidad de accesible a muchas personas. Resumiéndolo brevemente:
poder crear innovaciones en el ámbito de las figuras mu­ se trata de fantasías desprivatizadas. Quizá suene dema­
sicales con un mensaje potencial o actual para otras per­ siado sencillo, pero la dificultad global de la creación ar­
sonas con la posibilidad de la repercusión obtenida en tística se manifiesta cuando algu ie�1 intenta cruzar ese
ellas, lo que intentamos aprehender CC>JYCOnceptos como puente, el puente dd.a desprivatización; también podría
«creación» o <<creatividad>> con respeéto a la música y mu­ llamarse el de la sublimación. Para dar un paso semejan­
tatis mutandis con respecto al arte en general. te, las personas han de ser capaces de someter la capacidad
Cuando se utilizan tales términos, no se percibe con de fantasear, tal co.mo aparece en sus sueños personales
frecuencia que la mayoría de las personas son capaces de nocturnos o diurnos, a las leyes propias del material y con
producir fantasías innovadoras. Muchos sueños son de esta ello depurar sus producciones de las impurezas relaciona­
naturaleza. «¡Qué historia tan sorprendente he soñado das exclusivamente con el yo. En una palabra, tienen que
hoy! - se dice a veces-. Parece como si fuera una perso­ darle junto a la relevancia del yo, una del tú, del él, del no-
na totalmente ajena a mí quien lo hubiera soñado». Así lo
dijo una muchacha, <<porque no sé có1no se rne ocurren es­ 32. La corriente de la libido fluye por las células de nuestra me­
tas cosas». Lo que aquí se quiere debatir no tiene nada que moria y manipula las formas y los acontecimientos almacenados como
un hábil director teatral, convirtiéndolos en nuevas escenas. ¿Quién dis­
ver con la interpretación del contenido de los sueños. No pone los escenarios de nuestros sueños? Una parte semiautomática de
se tocará la obra pionera que elaboraron en este sentido nosotros mismos, director y actor al mismo tiempo, transforma el ma­
Freud y sus discípulos. Aquí nos interesa la parte creativa terial de nuestros recuerdos, construye algo nuevo con él y lo combina
de la elaboración de los sueños. En los sueños se mani- hasta formar escenas que jamás hemos vivido.

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sotros, del vosotros y del ellos. La subordinación al mate­ con él; por tanto,. acaba siendo una reconciliación de
rial, sea éste palabras, colores, piedras, notas o lo que sea, corrientes de personalidad originariament� antagónicas.
está encaminada a cumplir con esta exigencia. . A esto hay que aúadir algo_mas. La cr�ación de una
La irrupción de la fantasía en un material, sin que obra de arte, la elaboración del material correspondiente,
pierda en e_ste proces¿ su espontaneidad, su dinámica y su es un proceso abierto, una marcha progresiva por un ca­
fuerza innovadora, exige además capacidades que sobre­ mino no pisado con anterioridad por la persona encues­
pasan el puro fantaseo con un material. Es necesaria una tióff y, en el caso de los grandes 1naestros, por un camino
profunda familiaridad con las leyes propias del material, todavía no hollado por el ser humano. El creador artísti­
por lo tanto, una extensa práctica en su manipulación y co experimenta. Pone a prueba su fantasía en el material,
amplio conocimiento sobre sus posibilidades. Este entre­ en el material de su fantasía que está tomando forma. En
namiento, la adquisición de este saber conjuran determi­ cada momento tiene la posibilidad de dirigir el proceso de
nados peligros: con ellos es posible deteriorar la fuerza y dotación de forma en uno u otro sentido. Puede errar el
la espontaneidad de las fantasías, o dicho de otra manera, camino, puede decirse al volver atrás: «No queda bien, no
sus propias leyes. En lugar de seguir desarrollándose en la suena bien, no tiene el aspecto que deseo. No tiene valor,
relación con el material, en algún caso se podría llegar a es trivial, se desmorona, no se afticula en un sistema inte­
paralizar totalmente. Porque la transfornyrtión, la desani­ grado de tensiones». En el origen de una obra de arte no
malización o la civilización de la corrieíÍte primaria de la sólo participa la dinámica de la corriente de fantasía, ni tan
fantasía llevada a cabo por medio de una corriente de sa­ sólo una corriente de saber, sino también una instancia
ber y, si resulta, por la fusión final de lo primero con lo úl­ rectora de la personalidad, la conciencia artística del crea­
timo durante la manipulación del material, representa un dor, una voz que dice: <<Así es como hay que hacerlo, así
aspecto de la resolución de un conflicto. El saber adquiri­ se ve bien, así suena bien, así se aprecia bien y no de otra
do, al que también pertenece el pensamiento adquirido, o manera>>. Cuando la producción se mueve por las vías co­
en el lenguaje objetivante de la tradición: la «razón»; en el nocidas, entonces esta conciencia del individuo habla con
sentido freudiano: el «yü>> se opone más enérgicamente a la voz del canon social del arte. Pero cuando un artista si­
los impulsos de energía animal cuando, intentando con­ gue desarrollando el canon conocido individualmente,
trolar los movimientos, procura apoderarse de los rnúscu­ como lo hizo Mozart en sus últirnos años, entonces tiene
los del cuerpo. Estos impufsos libidinosos durante el in­ que abandonarse a su propia conciencia artística; tiene que
tento de dirigir las acciones humanas también inundan las poder decir con celeridad cuando profundiza en su mate­
cámaras del recuerdo y prenden allí la llama de las fanta- rial, si la dirección que ha tomado su corriente de fantasía
sías oníricas que se purifican en el trabajo de una obra de espontánea al trabajar el material es adecuada a sus leyes
arte con una corriente de saber para finalmente fundirse inmanentes o no.

94 95
En este nivel se trata, por tanto, de una reconciliación r8. Mozart representa el más claro exponente de este
y una fusión de corrientes del creador de arte que origi­ tipo. La espontaneidad de su con:iente de fantasía tras­
nalmente estaban enfrentadas o en tensión, por lo menos ladada a la música fue, en su caso, ininterrumpida. Con
en sociedades en las que la generación de obras de arte es bastante frecuencia surgían de él torrencialmente las
una actividad en gran medida especializada y compleja. invenciones musicales como los sueños en los durmientes.
Estas sociedades exigen una diferenciación muy profunda Según algunos relatos se podría creer que, de vez en cuan­
de las funciones del yo, del ello y del super- yo. Si aquí se do, estando .Mozart en cmnpañía de otras personas, agu­
vierte a conciencia y_sin dominio la corriente de fan'tasías zaba el oído secretamente hacia una pieza tnusical que se
libidinosas en un material, entonces las figuras artísticas, estaba fonnando en su interior. Se cuenta que entonces se
como se puede apreciar en los dibujos dé los esquizofré­ · disculpaba repentinamente y se iba; al cabo de un rato vol­
nicos, se descomponen sin coordinación o sentido alguno. vía de buen hmnor; entre tanto había -«compuesto»· , corno
A menudo tienen junto a ellas algo que no encaja, que sólo decimos nosotros, una de sus obras.
tiene un sentido para la persona que lo ha creado. Las le­ El hecho de que en esos momentos se compusiera por
yes inmanentes del material, con cuya ayuda es posible sí nüsma, por así decirlo, una obra, no se basa únicamen­
participar a otros el sentimiento y la visión de}{lrtlst�, ya te en la fusión interior de su corriente de fantasía y de
0

no sirven en parte o totalmente y no puecl,11 cumplir su su saber artesano del timbre y la capacidad de los instru­
función socializante. mentos correspondientes o de la forma tradicional de las
La altura de la creación artística se alcanza cuando la piezas musicales, sino también en la fusión íntima de am­
espontaneidad y la fuerza innovadora de la cordente de bos, de la corriente de saber y la de la fantasía, con su con­
fantasía se con1binan de esta fonna con el conoc1m1ento ciencia artística altamente desarrollada y sobre todo sen­
de las leyes inmanentes del material y con el juicio de la sitiva. Lo que nosotros sentimos con10 la perfección de
conciencia artística, de forma que la corriente innovado­ muchas de sus obras se debe en igu al medida a la riqueza
ra de fantasía se manifiesta durante el trabajo del artista de su fantasía inventiva, a su vasto conocimiento del lna­
c01no si fuera autónoma, siempre de acuerdo con el mate­ terial musical y a la espontaneidad de su conciencia musi­
rial y la conciencia artística. Éste es uno de los tipos de cal. Por itnportantes que fueran· las innovaciones de su
procesos de sublimación más fecundos socialmente.3 3 fantasía musical, no se equivocó nunca. Sabía, con la cer­
teza del sonámbulo, qué figuras tonales -dentro del mar­
33. Sólo se señala una función de esta trans �ormación de las en�:­
co del canon social en el que trabajaba- se correspondían
gfas libidinosas cuando se las califica de <�mecarnsmo de_ rec��zo». En
la terminología psicoanalítica se podría decir: en la subhmac1on se re­
con las leyes inmanentes de la música que escribfa y cuá­
concilian entre sí las tres instancias que Freud introduce separadamen­ les tenía que rechazar.
te: el yo, el ello y el super-yo. Las ocurrencias llegan de pronto. A veces se desarro-

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llan .durante un tiempo por sí mismas, como los suefios de ni siquiera Mozart. El extraordinario nivel de fusión de su
los durmientes, y quizá dejan tras de sí huellas más o me­ corriente de fantasía con las leyes i.umanentes de su mate.­
nos perfectas en el almacén que llarnamos «memoria>> , de ria!, la asombrosa facilidad con qi.ie durante mucho tiem­
manera que el artista puede confrontarse con sus propias po su conciencia percibía corrientes de fi gu ras tonales
ocurrencias, como ull espectador.ante la obra de_ otra per­ cuya abundancia de ocurrencias innovadoras se conecta­
sona; la puede examinar desde la distancia, por así decir­ ba como por sí misma con la sucesión lógica propia de su
lo, puede seguir trabajando con ellas y mejorarlas o, si su calidad figurativa, no dispensó en todos los casos a Mozart
conciencia artística fracasa, empeorarlas. Sin embargo, a de la fatiga de los retoques examinadores bajo la mirada de
diferencia de las ocurrencias oníricas, las ocurrencias del su conciencia. De todas formas, dicen que al final de su
artista están relacionadas social y materialmente. Consti­ vida observó una vez que para él era más fácil componer ·
tuyen una forma específica de la comunicación, están des­ que no hacerlo.3'' Ésta es una manifestación reveladora y
tinadas a ser aclamadas 1 a tener una repercusión, positiva hay muchos elementos que apuntan qi.ie es auténtica. A
o negativa, a provocar el agrado o el enojo, el aplauso o el primera vista puede parecer la máxima de un protegido de
abucheo, el amor o el odio. los dioses. Sólo observándola con mayor detenimiento se
Además, la simultaneidad de la referenc;iá material y descubre que se está ante la muy dolorosa manifestación
social, cuya relación puede que no se apresiefa primera vis­ de una persona que sufre:35
ta, es todo 1Ilenos casual. Todo m.ateflaI 'éaracterístico para
cada campo del arte siempre se regirá por sus leyes inma­ 34. Carta de setiembre de 1791 a Da Ponte (se ha dudado de su au­
nentes y resistirá en consecuencia ante la arbitrariedad del tenticidad): .Hildesheimer: lvfozart, op. cit. , p. 203.
creador. Para que surja una obra de arte, la corriente de 35. Mozart, con sus exigencias afectivas insatisfechas, sufría mu­
fantasía ha de transformarse de tal manera que se pueda cho y tan pronto sobrellevaba su dolor con creaciones ligeras y gracio­
sas como con creaciones profundamente conmovedoras. Que el éxito
representar a través de esos materiales. Sólo cuando el que buscaba con ello no llegara, no tenía su origen tampoco en su tan
creador de arte -en una fusión espontánea- pueda su­ estricta conciencia. Mozart sentía ese talento del que era tan conscien­
perar también las tensiones siempre recurrentes entre fan­ te como un deber y tampoco habría faltado a él si esto le hubiera hecho
tasías y nrnterial, sólo entonces la fantasía tmnará forma, la vida más fácil. Seguramente no fue del todo decisión suya. En parte,
se convertirá en parte integral de una obra y, al mismo era una ,obligación en sí misma lo que le impulsaba, pero también se tra­
tiempo, podrá ser comunicada, por tanto, objeto de una taba de una decisión. Y porque sin reflexionar demasiado sobre sí mis­
mo, seguía su conciencia artística sobrepasando el punto a partir del cual
posible repercusión en los otros, cuando no necesaria­ disminuía su éxito, es decir, dejaba de recibir los aplausos y el afecto del
mente de los contemporáneos del artista. público que tanto necesitaba, precisamente por eso, entre otras cosas,
Sin embargo, esto también quiere decir que no hay ar­ se merece como hombre que fue también un artista, la admiración y la
tistas que creen obras de arte sin ningún tipo de esfuerzo, gratitud de las generaciones futuras.

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Quizás esta breve alusióu a las estructuras de la perso­ La génesis de un genio
ualidad que se encuentran en la obra de una persona tan
extraordinaria cmno .Mozart, aunque no sólo_ en su obra, r 9. Nadie puede wmprometerse h�y a resolver la cues­
contribuya modestamente a eliminar algo de la perogru­ tión sobre el surgimiento de un talento tan extraordinario
llada del discurso habitual sobre la persona y el artista Mo­ como el que poseía Mozart. Pero se puede esbozar esa
zart, como si se tratara de doS personajes distintos. Antes misma cuestión de forma algo más precisa y señalar las di­
se quería idealizar la persona de Mozart para que encaja­ recciones en las que quizá se pueda n encontrar respuestas.
ra en la imagen ideal preconcebida del genio. Hoy se tien­ A este respecto el caso individual también tiene un senti­
de en ocasiones a tratar al Mozart artista como a un su­ do paradigmático. El problema sobre cómo se origina una
perhombre y al Mozart persona con un cierto tono capacidad creativa singular atañe un poco a todas las per-
despectivo. Ésta es una valoración que no se merece. No so.nas.
se basa en última instancia en la representación mencio­ Mozart tuvo una infancia muy inusual. Lo conocemos
nada anteriormente de que su capacidad musical fuera un hasta nuestros días como el «niño prodigio» por excelen­
don innato que no tuviera relación al guna con su perso­ cia. A los cuatro años de edad ya era capaz de aprender y
nalidad restante. Recordar que su extenso cof16cimiento tocar obras musicales bastante complicadas en un brevísi­
musical y su conciencia extremadamente d�safrollada par­ mo espacio de tiempo bajo la dirección de su padre. A los
ticipaban inseparablemente en la creación musical puede cinco años empezó a componer. Antes de cumplir los seis,
ayudar a corregir tales imágenes. Muchas de las afirma­ el padre emprendió la primera gira de conciertos con él y
ciones estereotipadas que se encuentran en este contexto, con su hermana a Munich, donde ambos niños tocaron
frases como «.Mozart no podía equivocarse>->, favorecen ante el príncipe elector bávaro, Maximiliano III. Más tar­
esta idea de que la conciencia artística forma parte de las de, en otoño de r 762, los tres Mozart se fueron a Viena,
funciones innatas de una persona, en este caso, de Mozart. donde tocaron en la corte del emperador, además de en
Pero la conciencia, sea cual sea su forma específica, no es otros sitios. Wolfgang Mozart era un niño enfermizo y de­
innata en nadie. En todo caso, el potencial de formación licado de salud, pero en todas partes era alabado y admi­
de la conciencia estaría preconfigurado en la constitu­ rado por sus extraordinarias habilidades musicales. El
ción de una persona. Este potencial se activa y se consti­ enorme éxito alcanzado en Viena por Leopold Moza rt
tuye según una imagen específica en y durante la convi­ con la exhibición de sus nifios, especialmente de su hijo
vencia de esta persona con otras. La conciencia individual pequeño, propició que organizara una «gira mundial» por
es específicamente social. Se puede ver en la conciencia las cortes y castillos de Europa.
1nusical de Mozart, en su adecuación a una 1núsica tan ca­ Contemplados desde un punto de vista sociológico,
racterística como la de la sociedad cortesana. los viajes de conciertos de la familia ;\fozart revelan su ca-

roo IOI
racterística situación rnaq,rinal hasta cierto punto casi úni­ más tarde, en casa del conde Von Ulefeld. Vamos con dos días
ca. De la estrechez de la vida en Salzburgo -el trompe­ de retraso.
tista y el pastelero de la corte forman parte de su más pró­
ximo círculo de amistades- se trasladan de golpe a las Y así día tras día. La emperatriz le hace llegar a través de
más altas esferas de la sociedad, por primera vez con el via­ su administrador roo ducados; una sola «academia>> pro­
je a Viena. El 16 de octubre de 1762, el padre cuenta de porciona seis ducados, algunas damas y caballeros de alta
regreso a casa desde Viena que el joven conde Palfi había posición, en cuyas casas habían tocado los niños, dan al fi­
escuchado a Mozart cuando éste tenía seis afios en el con­ nal sólo dos. El padre envía el I 9 de octubre r 20 ducados
cierto de Linz. A través de éste, la noticia de la estancia del a un amigo comerciante para que los invierta en papel se­
niño llegó a la emperatriz y de ahí surgió el requerimien­ guro; una parte del dinero, sin embargo, ha de emplearse
to de un concierto en la corte. Leopold Mozart escribe al para con1prar un coche de viaje, '"'<para proporcionar una
respecto: 36 mayor comodidad a mis hijos». 37 Para el niño de seis años
esto, como todas las giras posteriores, es un trabajo duro
Ahora el tiempo ya no deja decir con demasiado api·esuramien­ y fatigoso. Enferma de escarlatina y los conciertos tienen
to que hemos sido recibidos por sus majesta�is de una for­ que ser s uspendidos durante un tiempo. Puede quedarse
ma tan extraordinariamente benigna que- cuatíélo lo cuente se en cama y descansar.
creerá que es una fábula. ¡Ya basta! Wolferl saltó al regazo de Esto es una pequeña muestra de la vida que llevó la fa­
la emperatriz para abrazarla y recibir un casto besuqueo. En milia Mozart, especialmente el padre y el hijo -con al­
resumen, estuvimos ahí desde las 3 hasta las 6 y el propio em­ gunas interrupciones-, hasta que Wolfgang cumplió los
perador salió de la otra habitación y vino a buscarme para veintiún años.
que oyera a la infanta tocar el violín. El día I 5 la emperatriz en­ Así que cuando Mozart contaba siete años, su padre se
vió por medio de un discreto administrador, que llegó ante lo llevó junto con su mujer y su hija a la gran gira europea.
nuestra casa en carruaje de gala, dos vestidos: uno para el chi­ La familia estuvo fuera más de tres años. Donde quiera
quillo y otro para la muchacha. Tan pronto como llegara la que actuaban, los dos niños causaban sensación, especial­
orden, tenían que presentarse en la corte, el misterioso admi­ mente el «chiquillo». Tocaba el piano como un adulto,
nistrador los recog·ería. Hoy, a las dos y media han de ir a casa realizaba todas las proezas que le pedían, tocaba con el
de los dos archiduques más jóvenes, a las cuatro a casa del con­ teclado cubierto o con tm solo dedo. Constantemente es­
de Palfi, canciller húngaro. Ayer estuvimos en casa del conde taba en estrecho contacto con los «grandes» del mundo.
Caunitz y anteayer en casa de la duquesa Küntzgin y después, En París y en Londres, toda la familia fue invitada a la cor··

36. !, p. 5z y SS. 37· !, p. 54·

I02
te. Todo esto era excitante y asombroso para el niño, pero víctimas de la epidemia de viruela. 'fovieron audiencia con
también comportaba mucho trabajo. El padre organiza­ la emperatriz María Teresa y su hijo,J?sé II. El padre atrae
ba tantos actos como foera posible. Y les daban dinero. pó al vuelo la sugerencia del emperrtdor de que sn hijo es­
Porque, ¿cómo habría podido sufragar los gastos de la cribiera una ópera, en gran parte porque esperaba con ello
gira si no con los ingresos constantes de las exhibicio­ poder acallar finalmente a los envidiosos. Mozart escribió
nes de los niños? El viaje era 'tma empresa c01nercial, no su primera ópera bufa (La finta semplice) a los doce años
se diferenciaba de las giras de conciertos de los virtuosos entre la primavera y el verano de r 768; sn representación
de la época, y al mismo tiempo era, tanto para él como fue impedida de todas formas por la oposición de la direc­
para su hijo, algo significativo que llenaba de sentido su ción del teatro. A finales del verano del mismo año, escri­
vida. bió la opereta que todavía hoy vuelve ocasionalmente a los
Y eso que lo que le daban a él o a los niños consistía las escenarios, Bastien und Bastienne, que se estrenó al pocó
más de las veces en la voluntad de los aristócratas ante los tiempo en el jardín del famoso doctor Mesmer. Esta vez la
que interpretaban. Los honorarios de un artista, .de un vir­ familia estuvo ausente de Salzburgo escasamente un afio y
tuoso, tenían entonces todavía el carácter de /un regalo medio.
magnánimo. Su cuantía no se podía prever nur\ca; depen­ En I 770, el padre emprendió un viaje con su hijo a Ita­
día de la generosidad del príncipe o de los nobles para lia, donde el joven Mozart volvió a saborear el triunfo. Su­
quienes se había tocado. Algunos eran espléndidos, otros peró, entre otras cosas, el examen de la Accademia filar­
-la mayoría- se quedaban por debajo de las expectati­ monica di Bologna, que ya había sido bastante difícil para
vas del padre de Mozart. Sus cartas transmiten la impre­ la mayoría de los músicos adultos y empezó a escribir una
sión de que las ganancias económicas obtenidas de esta ópera seria encargada por el Teatro de Boloí\a que fue es­
vida ambulante por cortes y castillos de la nobleza de Eu­ trenada en diciembre en Milán (Mitridate, Re di Ponto). En
ropa eran muy satisfactorias. 1emporalmente aumentó el marzo de I 77 I, vuelven padre e hijo a Salzburgo, pero en
nivel de vida de la familia. Pero la fama de los niños-pro­ agosto parten de nnevo hacia Italia, por segunda vez
digio se disipó rápidamente cuando éstos crecieron. Du­ -Mozart tiene en ese momento quince años-, y a fina­
rante su segunda visita a París y a Viena fueron recibidos les de año regresan a Salzburgo. Leopold Mozart tenía el
con mayor frialdad que la primera vez y los beneficios foe­ puesto de segundo Kapelhneister en la corte de Salzburgo,
ron por consiguiente, m.enores. De todas formas, parece pero el viejo príncipe obispo era indulgente siempre y
que el viaje que terminó con el regreso a Salzburgo el cuando no tuviera que pagarle su sueldo mientras estaba
2 9 de noviembre de 1766 deparó a la familia unos ingre, ausente. 'fras su muerte en 1772, un nuevo señor, el con­
sos mayores que los que tenían en Salzburgo. de Hieronymus Colloredo, llegó como príncipe obispo a
En I 767 los Mozart vuelven a ir a Viena donde caen Salzburgo e ünpuso unas nonnas más severas.
Se podría designar el período comprendido e. ntre trolable a la trompeta tanto si se la tocaba sola sin otra música,
1756 y 1777 como los años de aprendizaje de Mozart. Si corno si únicamente se la ponían delaí;tte, era casi tanto como
se observan con mayor atención, desaparece la idea enun­ ponerle una pistola cargada en el pecho.
ciada anteriormente de que el «genio» ya estaba ahí con
independencia de las experiencias de la juventud y que lle­ También la exigencia de afecto tan sensible es descrita por
gaba al final a su madurez siguiendo únicamente sus leyes esta rnisnrn fuente:39
internas, en obras como el Don Giovanni o la SinfoníaJú­
piter. Es entonces cuando se hace más evidente que la sin­ Corno yo pasaba mucho tiempo con él, me había cogido un afec­
gularidad de su infancia y sus años de aprendizaje están to tan grande que a menudo me llegaba a preguntar diez
relacionadas de forma totalmente inseparable con la sin­ ve-ces ;:tl día si yo le quería y, si yo alguna vez lo negaba, aruique
gularidad de la persona Mozart a la que se refiere el con- sólo fuera de broma, en seguida se le llenaban los ojos de lá­
cepto de genio. grimas.

20. ¿Qué imagen podemos hacernos de/ joven Mozart? Ya en sus primeros años, por lo visto, se sentía inseguro en
Entre los primeros testimonios que P"'.�eemos hay un in­ cuanto a sus necesidades afectivas. La sensación de no ser
forme sobre la extraordinaria sensibiirdad aura! y la nece­ querido encontró confirmación repetidamente a lo largo
sidad afectiva especialmente fuerte y vulnerable del niño. de los años a través de experiencias diversas y la intensidad
Un amigo de la familia, Schachtner, trompetista de la cor­ de esta necesidad insatisfecha de ser amado que se puede
te de Salzburgo, cuenta:J 8 percibir como deseo dominante a lo largo de toda la vida
de Mozart, determinó en gran medida lo que habría de lle­
... incluso las chiquilladas y los juegos, para que le resultaran in­ nar de sentido su vida o despojarla de él. De pequeño, por
teresantes, tenían que ir acompañados de música; cuando noso­ tanto, necesitaba constantemente que le aseguraran que le
tros, él y yo, llevábamos los instrumentos de una habitación a querían y expresaba abiertamente su tristeza y su desespe­
otra para jugar, cada vez tenía que cantar y además tocar una ración cuando su necesidad no se veía satisfecha. Su espe­
marcha o tocar el violín aquel de nosotros que fuera de vacío. cial sensibilidad, su susceptibilidad ante la experiencia de
- -Y - : Hasta casi cumplir los diez años tuvo un miedo incon- no ser querido quedan de manifiesto en los recuerdos
de Schachtner. Seguramente no sabía cómo protegerse de
38. Mozart. Die Dokurn.ente seines Lebens. Recopilación y notas de
ellas.
Otto Erich Deutsch. Basilea/Londres/Nueva York, 1961, pp. 395, 397. De mayor apenas fue menos sensible o menos vulne-
Véase también Erich Schenk: Mo.zart, sein Leben - seine Welt, 2a. ed.,
Viena/Munich 1975, pp. 48-51. 39· Op. cit., pp. 395 y SS.

ro6
rabie. La búsqueda de pruebas de amor, de afecto y de 2 r. El padre de Mozart, también músico, enseñó a tocar
amistad, detrás de 1a cual se adivina un poco de odio con­ el piano a su hijo, posiblemente cu�ndo éste tenía tan sólo
tra sí mismo, el sentirniento de no ser digno de ser a1na­ tres años. Parece que muy prontti'despertó en él una leve
do, es uno de los trazos dominantes de su carácter. La car- · esperanza de conseguir ascender socialrnente a través de
ta, en la que anuncia a su padre el próximo enlace con su hijo, pues por sus propias fuerzas sólo lo había conse­
Constan�ze Weber, la tennina con la frase: <<... y me quie­ guido muy modestan1ente en relación con sus aspiracio­
re de todo corazón>> -quizá sin advertido- con un inte­ nes. Sin duda destinó al muchacho a algo más que lo acos­
rrogante,4º y en otra carta a su n1ujer cita una línea de su tumbrado. Leopold Mozaft tomó posesión de su hijo y
Flauta mágica: «La muerte y la desesperación fueron llevó como padre del niño prodigio la vida que le había
su recompensa», es decir, la del hombre que confió en las sido negada hasta ese momento. Durante veinte años, de
mujeres.41 hecho hasta el viaje a París con su madre, Jviozart vivió
Durante sus últirnos años, Mozart se esforzó por ocul­ -y viajó-- prácticamente siempre con su padre. Éste es­
tar su vulnerabilidad. Se protegía con un hl!mor grosero y taba siempre con él, manteniéndolo bajo su vigilancia y su
a menudo oscuro, pero sobre todo con tl olvido, el no
1
protección. Evidentemente no fue a escuela alguna; toda
atender, con una indiferencia manifiest;c,por las derrotas. su educación, tanto su primera práctica musical como sus
Y también, naturalmente, le quedaba su música, especial­ conocimientos de idiomas y todo el resto de la formación
mente la composición. Es posible que la música le ayuda­ los adquirió siguiendo los preceptos y con la ayuda de su
ra a superar su desamparo ya desde muy temprano. Du­ padre.
rante largos períodos, ciertamente, recibió a través de ella Por tanto, hay buenas razones para decir que Leopold
amor y admiración. Cuando la sensación de soledad por Mozart quería alcanzar la realización de lo que llenaría su
no ser querido se apoderaba de él en demasía, la música le vida de sentido, no conseguida hasta ese m.on1ento, a tra­
ofrecía cobijo y consuelo. Pero al final ya no podía seguir vés de su hijo. No tiene sentido preguntarse si tenía dere­
cerrando los ojos; el fracaso, la falta de atención a sus exi­ cho a ello. Cuando se trata de llenar de sentido la propia
gencias afectivas, la pérdida de sentido de su vida, llega­ existencia, a .menudo las personas no tienen reparos. Du­
ron a ser inmensas. Se abandonó a su suerte y murió, apa­ rante veinte años el padre formó a su hijo, casi como un
rentementé sin éxito, cuando en realidad el éxito y la fama escultor que da forma a su obra: al «niño prodigio» que
ya le estaban esperando a la vuelta de la esquina. Dios, con toda su bondad, le había dado, tal como decla­
raba con frecuencia, y que quizá, sin su incansable traba­
40. 1 5 de diciembre de 1 781: IlI, p. 1 8 1 . Véase Hildeshcimer: iVIo­ jo, no habría llegado a serlo. En septiembre de I 777 tuvo
zart, op. cit., p. 263. que dejar que su hijo se alejara por primera vez sin poder
41. 1 1 de junio de 1791: rv, p. 136. Véase Hildesheimer, p. 332. acompañarlo porque en ese caso habría perdido su pues-

108
to con el nuevo príncipe obispo; este viaje a París que él sico cortesano en Salzburgo y a segundo Kapellmeister.
financió era, por otro lado, absolutamente necesario Fue, posiblemente también a sus qjos, un paso adelante,
para sus propias expectativas de futuro. Así que, prisione­ pero no un gran paso, considerablemente menor de lo que
ro de sus obligaciones, envió por lo menos a la madre con · había esperado de sí mismo. Había escrito un compendio
él y se quedó, tal como él mismo escribe, abatido en lo más de lecciones para violín que halló una buena acogida y dio
profundo, con síntomas enfermizos y con una fuerte de­ a conocer su nombre, además escribió una serie de com­
presión. Una de las figuras más corrientes de la escena psi­ posiciones que, por lo que se sabe, no eran ni mejores ni
coterapéutica de nuestros días es la madre posesiva. Menos peores que 1nuchísimas otras. En cierto modo estaba con­
frecuente es, sin embargo, en el estado actual de las inves­ tento con servir en la corte de Salzburgo bajo el régimen
tigaciones, el padre posesivo. Leopold Mozart podría ser­ indolente del viejo príncipe obispo, a pesar de que antes
vir quizá de ejemplo. del nacimiento de su hijo -quizá con la ayuda del méto­
De nuevo hay que añadir que. esta afirmación es un do de violín- parece haber puesto las miras en una colo­
mero diagnóstico de los hechos. ¿Q\Jién puede presumir cación más elevada, en una corte 1nayor y más opulenta.
de juez en estas cosas? Se trata de entópder mejor a la gran Encontraba opresivo el régimen estricto del conde Collo­
persona que fue Wolfgang Amadeus.XV[ozart, a quien la redo y en realidad imposible de soportar. Pero ¿qué podía
humanidad le ha de agradecer grandes obras. Sin sus pro­ hacer? En el fondo era un hombre orgulloso. Era total­
genitores, y en este caso especialmente sin su padre, esto mente consciente de su superioridad intelectual respecto
no sería posible. a la mayoría de los cortesanos aduladores, se interesaba
Recapitulemos brevemente: Leopold Mozart proce­ por los acontecimientos políticos internacionales de su
día de una familia de artesanos. Su padre, al igual que su época y poseía, tal como lo demuestran sus cartas, una
hermano, eran encuadernadores en Augsburgo. Quizá se asombrosa capacidad de observación y de comprensión de
tenga una idea de la posición social de la familia si se tie­ lo que ocurría en las cortes del mundo.
ne conocimiento de que cuando el joven Mozart se detu­ Su hijo Wolfgang le escribió de camino a París que
vo en Augsburgo de camino hacia París y fue recibido por odiaba la adulación.4J Y de hecho éste es uno de los rasgos
un patricio de elevada posición, el hermano de Leopold más marcados de Mozart: por mucho que se moviera en
tuvo que quedarse en la puerta y esperar fuera a que su so­ los círculos aristocrático-cortesanos, nunca rondaba, li­
brino volviera a aparecer.4l sonjeaba ni adulaha. Seguramente Leopold M.ozart no era
No es necesario contar aquí de qué fornrn consiguió
Leopold Mozart ascender del artesanado al rango de mú- 4 3. Carta del 10 de diciembre de I 777: II, p. I 79; respuesta del pa­
dre: II, p. 191. Véase también las de las semanas de la emancipación del
42. Carta de Mozart del 14 de octubre de 177;: II, p. 54. padre y del príncipe obispo (mayo/junio de r 781): III, pp. 1 r 5, 1 2 7.

I IO III
menos orgulloso. Pero no le quedaba otro remedio que anunciar al mundo un milagro que Dios ha hecho nacer en Salz­
seguir el papel de cortesano, si no quería volver al oficio o burgo. Yo le debo este acto al todopod.�roso Dios, si no sería la
encontrarse en la calle, y cómo lo representa se puede ver cri�tura más desagradecida: y siyo deM;'_convencer al mundo de este
a la perfección en su retrato de r 765, con los labios bas­ hecho semimilagroso en algún mome�to, ;s especialmente ahora, por­
tante apretados y lo; ojos recelosos.44 Tenía que hacer re­ que en estos tiempos todo lo que reciba el nombre de milagro se ridicu­
verencias y someterse, tenía que lisonjear y adular a pesar liza y se intenta rebatir todo lo que sea un milagro. 45
de que ante su hijo rechaza este reproche. Por cierto que,
en ocasiones, lo hacía tan exageradarnente que se notaba Con respecto a su hijo parece que también estaba en con­
la obligación que había detrás. Con seguridad el padre de flicto consigo mismo, acosado por los sentimientos de cul­
Mozart sabía adaptarse mejor a las costumbres cortesanas pabilidad y vacilando con frecuencia entre el deber esco­
que su hijo, pero éstas no le llegaron a la médula ni se con- gido por él y lleno de sentido, de hacer de su hijo algo
virtieron en una segunda naturaleza. "' «grande» a través de la educación y el trabajo implacable,
La persona que nos sale al encuentro en sus"Cartas es y la compasión por el niño, de la que no carecía. Un frag­
un hombre con una posición b urguesa específica; su astu­ mento de otra carta lo explicita:46
cia y su buen juicio se contraponían a menudo con su
amargura, sus oscuras depresiones, su terror pánico y su Dios, el Dios demasiado bondadoso para un hombre malo como
mala conciencia. No era un hombre sencillo. Se familiari­ yo, ha dado a mis hijos un talento tan extraordinario que, sin
zó con las doctrinas de la Ilustración e inmediatamente pensar en el deber de un padre, me estimularía a sacrificar­
después del restablecimiento de su hija, tras una grave en­ lo todo por su buena educación. Cada segundo que desaprove­
fermedad, encargó una serie de misas en diversas iglesias cho está perdido para siempre. Y si alguna vez he sabido lo va­
de Salzburgo, misas que seguramente durante su temor a lioso que es el tiempo para la juventud, ahora lo sé. Usted sabe
la enfermedad había prometido a los santos. Era un racio­ que mis hijos están acostumbrados a trabajar: si amparándose
nalista en el sentido que se le daba en su época y al mismo en que uno impide trabajar al otro se acostumbraran a las horas
tiempo tenía cierta inclinación hacia las creencias mila­ ociosas, entonces todo lo que he construido se derrumbaría· el
grosas de la Iglesia, a la que se mantuvo fiel. El proyecto hábito es una camisa de hierro y usted mismo sabe cuánto �e­
de realizar una gira de conciertos con sus dos hijos lo jus­ nen que aprender mis hijos, especialmente el Wolfgangerl.
tificó con la tndicación explícitamente antiilustrada de que
él estaba obligado a 45 · Carta del 30 de julio de 1768: I, p. 2 7 r y ss. Véase Schenk: ]\;fo­
zart, op. cit., p. 5+
46. rn de noviembre de 1766; I, p. 232. Véase Wilhelm Zentner:
44. Reproducido por Hildesheimer: Mozart, op. cit., p. 208. Derjunge ]Vf.ozart. Altütting, 1946, p. 67.

II2 r r3
De repente se da cuenta de que no sólo quiere ser el padre su disposición es muy posible, aunque no esté probado en
sino también el mejor amigo de su hijo. 47 Al mismo tiem­ este caso que Mozart estuviera dotaqo ya de nacimiento
po, sin embargo, lo inducía con el arte superior de su re­ de una sensibilidad musical extraordinariamente elevada.
tórica a hacer siempre lo que él con,sideraba mejor. El pro­ Lo que sí se puede probar y con ello hacer más accesible
pio Leopold Mozart fue a la escuela de los jesuitas. Hasta la comprensión del fenómeno, es la relación entre la cons­
cierto punto se regía por este modelo, que le había mar­ telación personal propia en la que transcurrió la infancia
cado su propia educación, en la forma de llevar a sus hijos. y la juventud de Mozart y el desarrollo de su talento es­
Corno hombre ilustrado no les pegaba. La dureza del palo pecial, así corno todo lo que para él se convirtió en im­
que les ahorraba la susti.tuyó por la dureza intelectual, no portante y que daría sentido a su vida o se lo quitaría.
menos efectiva ni menos dolorosa, comq medio de disci­ La intensa necesidad del padre, acosado con frecuencia
plina. Resumiendo, tenía la singularida�� muchos ra­ . por sentimientos de culpabilidad y depresiones, de llenar
cionalistas dotados para la pedagogía de forzai: la sumisión su vida de sentido por medio de su hijo pequeño, y la in­
personal del educando a la voluntad del edilcador me­ tensa demanda de amor y cariño del niño inseguro, ca­
diante la fría lógica de los argumentos impersonales y el rente de afecto ya de pequeño, se alimentaban mutua­
amplio conocimiento propio. mente.
En esta escuela creció Mozart, ligado a su padre para No sabernos con exactitud qué papel se le asi gnó a la
el que el éxito social de su hijo, y con él el financiero, en madre en este contexto; los docu1nentos no dan suficien­
los años de su infancia y su incipiente juventud, eran la te información. Al parecer era una mujer afectuosa, vivaz
única oportunidad de salir de una posición odiada y en­ y paciente, bastante interesada por la música, hija de una
contrar todavía la forma de llenar su vida de sentido. familia igualmente procedente del artesanado. Por lo que
se puede apreciar, se sometía a la autoridad de su marido
22. La necesidad del padre de encontrar un sentido a su sin cuestionarla y sin grandes dificultades, corno era habi­
vida fue en cierta forma al encuentro de las necesidades tual en las mujeres de su círculo. Wolfgang Mozart pro­
del hijo mientras fue pequeño. Las esperanzas de conse0 cedía de lo que hoy vendría a llamarse un matrimonio fe­
guir a través del chico lo que no había alcanzado por sí liz a la vieja usanza: el hombre tomaba todas las decisiones
mismo repercutieron en la fuerte necesidad afectiva del y la mujer lo seguía, confiando absolutamente en su con­
niño, al que los estímulos musicales propuestos por el pa­ ducta, su afecto hacia ella y la superioridad de su inteli­
dre le deparaban un placer manifiesto. gencia. Visiblemente, la madre se identificaba por com­
Que la sensibilidad aura! de las personas varíe según pleto con su fa1nilia; en sus cartas decía a veces <<nosotros»
donde se podía esperar que dijera «yo».
47. Carta del 20 de julio de 1778: Il, p. 413. Que un niño desarrolle muy marcadamente las capa-
cidades que se corresponden con la necesidad del padre de Muchos años después, cuando embriagado por un gran
llenar su vida de sentido, cuyo afecto y atención se corres­ amor, el hijo quiere romper esta relación de interdepen­
ponde, a su vez, con la necesidad del niño de llenar su vida dencia, el padre le recuerda en um'i'carta desesperada esta
de sentido, es nna interdependencia que ciertamente es escena de su niñez. Era en 1778, Mozart tenía veintidós
bastante corriente. En este caso se nianifiesta con una es­ años. Se había enamorado locamente de una muchacha de
pecial claridad porque en esta primera época de su rela­ diecisiete años, la hermana mayor de la que llegaría a ser
ción las necesidades del padre y del hijo estaban perfecta­ su mujer y quería renunciar al viaje a París planeado por
mente sintonizadas y claramente interrelacionadas. Cada su padre para dedicarse a la formación de su amada y con­
signo de las dotes musicales del hijo procuraba un� gran vertirla en una gran cantante en una gira por Italia. Era un
alegría al padre; su entusiasmo se manifestaba en la mten­ proyecto fantasioso; hacía peligrar todas las espernnzas
sidad con que se esforzaba en seguir desa.rr_oUando el ta­ que el padre había puesto en el éxito de su hijo en la capi­
lento del niño, en su dedicación permanente a él, en el tal francesa. Leopold Mozart intenta contener tan bien
amor y el afecto que le daba. Y todo esto hacía feliz al niño como puede el enojo y la desesperación que le producen
y lo estimulaba a conseguir mejores resultados que le ase­ el descabellado plan y la desobediencia de su hijo. Pero él
gurarían el amor de su padre. está atado a Salzburgo y el hijo se encnentra con su mujer
Prácticamente no se puede poner en duda que en esta lejos, en Mannheim. Sólo las cartas le permiten influir so­
interdependencia también se produjeran sentimientos ne­ bre él, que lentamente se escapa de su control. Por ello
gativos; sobre todo porque en el caso de un niño tan pe­ ahora le recuerda aquellas escenas en una larguísima car­
queño casi siempre se suelen encontrar ambivalencias bas­ ta fechada el 12 de febrero de r 778:49
tante manifiestas de los sentimientos. Pero las pocas
f uentes que tenemos de ese período nos muestran ante Te ruego, querido hijo, que leas esta carta y reflexiones -tó­
todo los aspectos positivos. Un biógrafo resnme así la si­ mate el tiempo que necesites para pensarlo- Dios bondadoso
tuación:48 y magnífico, los momentos de satisfacción han pasado, cuando
tú de pequeñ.o, siendo un chiquillo no te ibas a la cama sin ha­
Sentía por «papá» un amor impresionante: cada noche antes de berme cantado la oragnia figatafa su bido al sillón y sin besarme
irse a la cama, trepaba por su sillón y cantaba con su padre una varias veces al final en la puntita de la nariz y sin decirme que
canción en italiano para acabar plantándole un beso en la <<pun­ cuando fuera viejo me querías guardar en una cápsula como de
tita de la nariz>> de su progenitor. cristal que me protegiera de cualquier mal aire para tenerme
siempre a tu lado y respetarme. Así pues, escúchame con pa-

48. Zentner: Derjunge lvlozart, op. cit., p. 32. 49. n, P- , 73 y ss.

n6 rr7
ciencia. Nuestro Salzburgo: ya conoces todas nuestras afliccio­ la época en que yo le cantaba la oragna fiagata fa subido al
nes, sabes de nuestros escasos ingresos y por qué al final he sillón... evidentemente ya ha pasádo, p�ro ¿por eso ha de haber
mantenido mi promesa de dejarte marchar y de todos mis su­ disminuido mi respeto, amor y obedi��cia a usted? No añadiré
frimientos. El propósitQ de tu viaje tenía dos fundamentos: o Ilada más. Respecto a lo que usted me ha reprochado a causa de
bllscar una buena colocación e�table al servicio de, alguien; la cantante de Munich, he de reconocer que fui un burro ....
o, en caso de no encontrarla, presentarte en una gran ciudad
donde las ganancias son mayores. Ambos siguiendo el propósi­ Poco después se le escapó de la pluma la observación am­
to de quedarte junto a tus padres y seguir ayudando a tu queri­ bivalente de que, al final, fue directamente a Munich
da hermana, pero sobre todo para alcanzar fama y honor en el «desde Salzburgo donde uno aprende a no rechistar».
mundo, lo que ya conseguiste en parte de··-Q!ño, en parte en tus Esto puede que se refiera al príncipe, pero quizá también
años de adolescencia y ahora sólo depende �:lusivamente de al padre.
ti, alzarte más y más con el mayor prestigio qué·jamás haya al­ Su carta refleja con claridad la presión que se ejercía
canzado artista al!,_runo: te debes a tu extraordinario talento que sobre él. La pretensión de salir de la estrechez social que
has recibido del bondadoso Dios; y sólo depende de tu juicio y domina su vida, el anhelo de sentido en el que se mezclan
de tu forma de vida que te conviertas en un músico vulgar del la necesidad de encontrar una salida de la miseria econó­
que todo el mundo se olvidará, o en un famoso Kapellmeisterso­ mica y la necesidad de consideración y dignidad humana,
bre el que la posteridad podrá leer en los libros, o si quieres vi­ le afligen tanto como la insatisfacción de su puesto en la
vir dominado por una mujerzuela en una habitación llena de corte. Ahora se entiende mejor cómo fue posible que el
críos hambrientos sobre un jergón de paja o como un cristiano: padre, a los pocos años del nacimiento de su hijo, empe­
una vida conducida con alegrías, honor y fama, bien provisto de zara ya a hacer de su educación la tarea central de su vida.
todo lo que pueda necesitar tu familia y morir honrado por todo No es de extrañar que entonces la fuerza que empujó al
el mundo. padre y la presión a la que le sometió se transmitiera trans­
formada al hijo.
En su respuesta del I9 de febrero, Mozart dice que él no
habría esperado jamás de su padre otra cosa que no fuera 23. Ya se ha hablado de la importancia que puede tener
la desautorización del viaje con la chica (y su familia) para una persona pertenecer a la segunda generación, es
y que: Sº decir, crecer desde pequeña en una familia que pueda es­
timularle con mayor intensidad en el ámbito en el que se
quiere desarrollar sus capacidades. No se sabe con certe­
za si Mozart oyó a su padre tocar el violín durante su pri­
50. II, p. 286.
mer año de vida, pero no sería descabellado suponerlo. En

II8
todo caso lo que si está documentado es que asistió pre­ guiendo un libro de notas que el propio padre había reco­
cozmente a las clases de piano que su padre daba diaria­ pilado. Se ha conservado el man�wcrito, Se compone de
rnente a su hermana 1nayor Nannerl. 135 piezas, la mayoría minuetós, ordenados metódica­
Pronto el hermano pequeño quiso probar fortuna él mente de menor a mayor dificultad. También nos han lle­
mismo con el piano. La rivalidad entre hermanos es uno gado algunos de los primeros intentos de composición del
de los impulsos más fuertes de la primera infancia. El pe­ niño que arrancaron del padre dágrimas de alegría y ad-
queño Mozart, como tantos otros niños en esta 1nisma si­ 1niraciów·>Y
tuación, seguramente estaba tratando de granjearse una Astuto y prudente como era, Leopold Mozart reco­
parte del amor y la atención que su padre deparaba a su noció las posibilidades que se abrían para él y su familia.
hennana-.rival, imitándola y, por tantÓ"' e1npezando a to­ Como padre, amigo, rÍiacstro y agente, dedicó a partir de
car el teclado. El padre se dio cuenta del•prematnro inte- entonces toda su vida a su hijo. Una muestra de estas ac­
\
rés por los sonidos de la espineta, después tanlbién el pla- tividades era la larga serie de viajes y conciertos que se han
cer de tocar el violín y a partir de ese momento dirigió descrito anteriormente con mayor detalle.
también hacia él, bajo la forma de las clases periódicas de
música, el an1or y la atención que hasta entonces, a ojos 24. Mozart tuvo un aprendizaje muy duro. ¿Qué le apor­
del niño, sólo había otorgado a sn hermana. El hecho de tó esta dura escuela?
que el hijo reaccionara a todos los esfuerzos pedagógicos En el lado positivo del balance se encuentra la extra­
aprendiendo la materia musical en un tiempo y de una for­ ordinaria riqueza de los estímulos musicales que recibió
ma extraordinaria que superaba con mucho cualquier es­ en su casa y en las giras. Su padre intentó formar su con­
peranza del padre, debió de aumentar la simpatía por su ciencia musical sobre todo en el sentido de la tradición
retoño. Y el cariño creciente de su padre aguijoneó al niño musical de la época. Se orientaba en la recopilación de los
a conseguir mejores resultados. conoci111.ientos musicales de entonces que se había con­
Primero el padre se sorprendió y maravilló ante la ve­ vertido en un canon. Esto se correspondía tanto con su
loz e inaudita capacidad de aprendizaje de su hijo a cuyo propio gusto como con el del público, de cuyo favor de­
desarrollo había contribuido decisivamente sin ser cons­ pendía especialmente el éxito de sus giras de conciertos.
ciente de ello. La extraordinaria sensibilidad y memoria N'o se quería escuchar nada que fuera extravagante, nin­
musical del joven Wolfgang, así como la seguridad de su gima combinación tonal a la que el oído todavía tuviera
interpretación musical, le parecía con toda sinceridad una que acostumbrarse. Se quería oír obras musicales de esti­
especie de milagro. Las clases sistemáticas que le impar­ lo familiar, quizás en su última versión, n1oderna pero no
tió a partir de los tres años reforzaron esta impresión. Se
trataba de clases muy estrictas, con ejercicios regulares si- 5 I. Moz.art. Die Dokurnente seines Lebens, op. cit., p. 396.

120 121
difícil, nada que fueta excesivamente individualizado, conseguir acceder a las creaciones musicales actuales de
nada fatigoso. En resumen, se esperaba de los jóvenes ar­ cualquier parte del mundo si uno se lo propone. En la épo­
tistas una música agradable y complaciente. Sólo podía ser ca de. Mozart eran muy pocos los jóvenes que podían dis­
difícil técnicamente, nunca por su calidad formal. Se ad­ frutar de una formación musical tan completa como la de
miraba a los virtuosos. él, completa en relación a su tiempo.
Mozart recibió de su padre úua formación tradicional Se plantea la cuestión de si también Mozart, a pesar de
muy completa. De los tres a los seis años se le dieron a todo su talento, al igual que su padre, se habría estancado
conocer las composiciones de la mayoría de los músicos co­ en el lenguaje musical tradicional de su época si hubiera
nocidos de Austria y del sur de Alemania y probablemente pasado toda su infancia exclusivamente en Salzburgo (y si
también de algunos de los compositores del �orte de Ale­ más tarde no hubiera sido capaz de desprenderse de Sali­
mania. En sus viajes adquirió, además, amPJios conoci­ burgo). Con toda probabilidad, la variedad de experien­
mientos sobre la vida musical de su tiempo. En°P'<)ds cono­ cias musicales con las que se había confrontado en sus via­
ció las obras de Lully, Philidor,Johann Schober y de otros jes alentó su inclinación a experimentar y a buscar nuevas
eminentes representantes de la escuela francesa; en Lon­ síntesis de diversos estilos y escuelas de su época. Puede
dres las de Handel, Johann Christian Bach y las de otro que éstas hayan contribuido a crear esa capacidad especí­
discípulo de Bach, Karl Friedrich Abe!. En Viena escuchó fica suya para dar rienda suelta a sus sneños de vigilia, sin
composiciones de Georg Christoph Wagenseil y de Georg llegar a perder el control sobre ellos.
Reutter, uno de los maestros de Haydn. En Italia se en­ Por otro lado, se puede rastrear cómo Mozart elabo­
contró con el Padre Martini, el maestro indiscutible del ró primeramente por imitación lo que había tomado de
contrapunto en aquella época. Escuchó las más recientes otros, proceso en el que le fue de gran ayuda su extraordi­
óperas de su tiempo y conoció personalmente a gran nú­ naria memoria musical. Sólo paulatinamente, al hacerse
mero de sus compositores. También se contaban entre sus mayor, estuvo en situación de fundir en el torrente de su
amistades representantes de la escuela de Mannheim. Jo­ propia fantasía el saber aprendido y hacer de ello algo nue­
sef Haydn le impresionó profundamente; aprendió mu­ vo, algo inaudito hasta entonces. Un cuaderno de notas de
cho de éste que, por su parte, profesaba una gran admira­ la época londinense muestra cómo el niño de ocho o nue­
ción hacía el joven Mozart y lo manifestaba sin ambages. ve años intentaba relacionar las impresiones que llegaban
Muchos de los nombres acabados de mencionar no hasta él de una forma todavía bastante imperfecta. La sín­
dicen nada al público musical de hoy. Pero si uno quiere tesis, el desarrollo de un canon establecido hacia un len­
entender lo que significaron para Mozart y su desarrollo guaje musical individualizado era un largo proceso que
los viajes que hizo con su padre, entonces tiene que nom­ exigía muchos esfuerzos y trabajo y que dependía en ex­
brarlos aunque sólo sea por su diversidad. Hoy es fácil tremo de sus circunstancias vitales.

122 123
2 5. Ciertamente se habría podido perder la ocasión de Se interesaba tanto por aquello que se le daba a conocer que de­
aprovechar la abundancia de estímulos, si la persona que jaba de lado todo lo demás, incluso 1a mú,iica; por ejemplo, cuan­
los había de recibir no hubiera estado preparada para asi­ do aprendió a sumar y restar, la mesa;, �!-sillón, las paredes, has­
milarlos. Y Mozart seguramente lo estaba al máximo. Su ta el suelo, todo estaba lleno de cifras pilltadas con tiza. -Y algo
te1nprano e intenso enéuentro con la n1úsica, la larga y es­ más tarde-: Era muy apasionado, su curiosidad se manifestaba
tricta formación que le procuró su padre, su estimulante por cualquier objeto; creo que si no hubiera tenido una educa­
carrera como niño prodigio, aunque también trabajada ción tan buena y ventajosa, como la que tuvo, habría podido
con esfuerzo, unida a la dura lucha por la supervivencia de convertirse en el malvado más despiadado, así de .receptivo es­
la familia para alcanzar mejoras económicas y sociales y taba ante cualquier estímulo cuyo beneficio o daño todavía no
contra el descenso social que constantemente les amena­ podía juzgar.
zaba, todo junto condujo a que su desari\>llo individual to­
mara una dirección determinada mucho antes que en la Aquí está descrito sin ambigüedad alguna. En el pequeño
mayoría de las personas. Es probable que se enfrentara se manifestaba, en primer lugar, un inusual deseo de pro­
continuamente desde el primer día de su vida con los es­ fundizar en aquello que se apoderaba de su fantasía, una
tímulos musicales, la sucesión tonal cambiante del violín sensibilidad instintiva que no se limitaba a la música.
y del plano; oía ensayar al padre, a su hermana y a otros A partir del tercer año, aproximadamente, la evolu­
músicos y oía también cómo progresaban. No es de extra­ ción de Mozart se especializó progresivamente en la in­
ñar que se le formara una sensibilidad muy acusada res­ terpretación y pronto también en la composición de pie­
pecto a las diferencias tonales, una conciencia musical ex­ zas musicales. Una serie de observaciones nos hacen
tremadamente sensible que le hizo insoportable durante pensar que puede ser n1uy significativa una reunión tan
muchos años, por ejemplo, la impureza de los tonos de la prematura de dos tipos de fuerza, la que da lugar a los pro­
trompeta. cesos de sublimación y la que permite desarrollar ámbitos
Sin embargo, su interés durante los primeros años de de conciencia y de saber especializados que cooperan con
la niñez no se centró en la música con la misma intensidad corrientes de instintos y fantasías en lugar de combatirlos.
que llegaría a alcanzar más tarde. Aquel viejo amigo de la Pero sólo ha sido investigada superficialmente la función
familia, el trompetista Schachtner, cuenta que le llamaba que tiene esta reunión de fuerzas para el desarrollo de la
especialmente la atención la entrega total del chiquillo a personalidad, para perfeccionar y redondear un talento
la actividad que le ocupaba en ese momento:" que se desarrolla progresivamente, que empieza tan tem­
prano y se continúa durante años, que se puede encontrar
con mayor frecuencia en sociedades más sencillas y en ge­
5 2. Mozart. Die Dakumente seínes Lebens, op. cit., pp. 398, 396. neral en los círculos de artesanos que en las sociedades in-

1 24 12 5
dustriales complejas. También por eso vale la pena obser­ tenecido a miembros de su propia familia. A los siete años,
var el proceso de génesis y desarrollo de personas que tu­ el niño comía en la mesa de los reyes de Francia en actos
vieron una educación artístico-artesanal durante los pri­ públicos. El rey de Inglaterra, qí:i� había conversado con
meros años de su vida y que en el proceso de convertirse él cordialmente tras un concierto, se encontró al día si­
en adultos .resultaron' ser personas extraordinariamente guiente por casualidad con la familia Mozart que paseaba
dotadas y creativas. por Londres; pasó con su carroza a su lado, se asomó y sa­
En el caso de Mozart, además, el investigador dispo­ ludó al pequeño ante tocio el mundo. El papa le concedió
ne de una documentación m uy abundante de la época, una orden que comportaba la dignidad de caballero; con
aunque ciertamente no carezca de lagupas. A través de ella ello hizo partícipe al niño de un honor que el gran Gluck
se tiene la viva impresión de que no se ·'Puede deshacer la sólo alcauzó de adulto (por otra parte, Mozart no usó casi
relación entre la especialización artística) de la primera in­ nunca el título). La gente se arremolinaba a su alrededor.
fancia de Mozart y su desarrollo hull}�no más general. Se compusieron poemas alabándolo. Como el que sigue a
Primero, sin ser consciente de elló y después, con una continuación:53
conciencia cada vez mayor, el padre dirigió los impulsos
del niño, y con ello una buena parte de sus fantasías, hacia Aufden kleinen sechsjiihrige denn Clavieristen aus Salzburg
una vía que le conducía a dedicarse a la música. La forma­ U/ien, 25. Dezember r762 ...
ción intensiva que proporcionó a su hijo incluía también
algunas otras cosas. Pero la música, la preparación para Bewund'rungswertes Kind, dess'Fertigkeit rnanpreist,
llegar a ser un virtuoso, estaba en el centro de ella; la es­ Und Dich den kleinsten, doch den griissten Spieler heisst,
tricta actividad profesional del músico, que tuvo que acep­ Die Tonkunst hatfür Dich nicht weiter viel Beschwerden:
tar Mozart durante su infancia y también posteriormente, Du kannst in kurzer Zeit der griisste Meister werden;
impulsó su evolución en el mismo sentido. Y, sin lugar a Nur wünsch'ich, dass Dein Leib der Seele .Kraft aussteh ',
dudas, también contribuyó a su especialización musical el Und nicht, wie Liibecks Kind, zu früh zu Grabe geh '.
hecho de que ésta aportaba un sentido a la vida de Mozart
porque, aunque en ocasiones era un trabajo desalentador, [Al pequeño pianista de seis años de Salzburgo / Viena,
en otras le proporcionaba un gran placer. 25 de diciembre de 1762 ... / adorable chiquillo cuya habi­
Mozart, de niño, no pudo ser insensible al aplauso, al lidad se elogia / y se te llama el más pequeño y a la vez el
afecto, la amistad y la cordialidad de las personas que co­ más grande de los intérpretes / el arte de la música para ti
noció en sus viajes. La emperatriz María Teresa le envió, no tiene secretos: / puedes llegar a ser el más grande en
tal c01no se ha mencionado antes) a él y a su hern1ana unos
vestidos cortesanos, elegantes y fastuosos que habían per- 53. Schenk: Mozart, op. cit., p. 74

126 127
poco tiempo; yo sólo te deseo que tu cuerpo soporte la llo. E s muy probable que la recompensa d e esta sensación
fuerza de tn alma, / y que uo te lleve a la tumba tan pron­ le hiciera más fácil de soportar l,as limitaciones y el peso
to como al hijo de Lübeck.] de su existencia social de niño' prodigio y sus conciertos
ambulantes. Puede que le incitara a trabajar hasta conver­
Ésta no fue la única voz contemporánea que se alzó para tirse en un n1aestro de su arte.
expresar el temor de que la vida de un niño prodigio f ue­ Es comprensible que este tipo de educación y de carre­
ra demasiado peligrosa. Y:1 se había visto el caso de otros ra convirtieran a Mozart ya en su niñez en un especialista
niños prodigio que habían surgido veloces y brillantes altamente cualificado en su campo. La temprana forma­
como fuegos artificiales y qrn; con igual rapidez se habían ción procurada por el padre, dominado a su vez por una
consumido. También en relación a Mozart se había plan­ conciencia despótica y que corregía con bastante dureza
teado la cuestión de si se tratab� de nna flor de invernade­ todos los errores musicales de sus hijos, llevó, como suele
ro. La sospecha de que se habíJ cultivado con demasiada suceder, a la constitución ·de una conciencia en el chico
celeridad a un niño así y de qtíe su talento no podía durar que no era menos perfeccionista que la del padre, aunque
mucho tenia su fundamento y no estaba del todo injusti­ al mismo tiempo fuera de signo bastante distinto. El pa­
ficada. Mozart esruvo sometido a una fructífera, aunque dre era un perfeccionista de la pedagogía, exigía lo mejor
también muy estricta, disciplina por parte de su padre du­ de sus alumnos y de sí mismo como maestro. El hijo era
rante los primeros veinte años de su vida. Que estos años un perfeccionista de la música, su conciencia artística le
de aprendizaje tan especializado lo capacitaran para unos permitía satisfacer sus aspiraciones de perfección, prime­
resultados insólitos en su ámbito específico, quizá sor­ ro co1no virtuoso y después como compositor, 1nediante
prenda menos que el hecho de que no sufriera por ello la mezcla y la reconciliación con una corriente de fantasía
unos daños rnayores en su evolución general como per­ depurada de todo contenido prohibido.
sona. Pero Mozart hubo de pagar un alto precio por el pro­
Es posible que los elogios, la admiración y los regalos ceso de evolución no planeado en el seno de la familia en
que recibió a cambio de las difíciles tareas que tuvo que el que se basaba el aspecto sublimatorio de su socialización
realizar desde niño fortalecieran su capacidad de resisten­ musical. Conllevó ciertas particularidades de su persona
cia. Puede que la profunda inseguridad sobre si le querían que a menudo se contemplan como algo extraño. Hay que
o no, que no lo abandonó en toda su vida, se viera sensi­ empezar por aquí para entender que una persona no es en
blemente suavizada por esta experiencia de sentir el amor ocasiones sólo artista y en otras sólo persona.
de forma sin1bólica gracias a su arte. La conciencia ere-:
ciente de su valor artístico le otorgó una mayor seguridad
en el transcurso de los años y afianzó igualmente su orgu-

128
Lajuventud de Mozart. ocultar que deseaba salir de esta estrechez social; los via­
Entre dos mundos sociales jes con su hijo son una prueba de ello. Éstos no debieron
haber disminuido el resentimient� de al no de sus cole­
gas contra alguien que aparentemente se sentía muy por
gu
26. Tal como se ha dicho, el padre de Moza1,t estaba lle­
no de contradiccione;. Se veía con absoluta candidez encima del puesto que ocupaba.
como un hombre ilustrado y, ;11 misn10 tiempo, como un 'L'linpoco se ganó un especial aprecio entre los seño­
oponente de la Ilustración. Le acosaban los sentimientos res ele elevada posición en la corte de Salzburgo por sus
de culpabilidad, las depresiones y una conciencia autori­ giras de conciertos. Para ellos él era un servidor del que se
taria, era un intelectual, aqnque no fue un Kapellmeister de esperaba que se comportara de .acuerdo con su rango in­
excesivo talento. A un vivd interés por todos los aconteci­ ferior. Incluso a él no le quedó otro remedio que some­
,
mientos políticos que se pi'�ducían a su alrededor, por to­ terse a esas exigencias. Este es el estilo con el cual tenía
das las cosas dignas de visitarse en sus viajes, con un hori­ que dirigirse a su señor, el arzobispo:54
zonte intelectual que es muy probable que llegara más
lejos que los de la mayoría de sus colegas más cercanos en Para que llegue a su alteza: vuestra merced, e1 príncipe, mi hu­
la orquesta de la corte de Salzburgo, unió un desprecio se­ milde petición no sólo para cobrar la mensualidad pasada sino
creto hacia los señores de elevada posición de la pequeña también para recibir su especial merced de dar la misericordio­
corte del obispo en la que se tenía que emular con medios sa orden de que se me desembolse lo retenido. Cuanto mayor
insuficientes la pompa de una gran corte y, por lo tanto, sea su gracia tanto más me esforzaré en corresponderla y pe­
pagar también una orquesta propia, cuya ausencia era im­ dirle a Dios que mi noble señor goce de salud; con esto yo y
pensable en el gobierno cortesano. mis hijos nos despedimos humildemente de su alteza clementí­
Quien quiera imaginarse la situación de una persona s1ma.
con talento de procedencia no aristocrática en una socie­ Su Alteza: Vuestra Merced
dad dominada por los aristócratas cortesanos, no puede mi clementísimo príncipe y señor,
hacer casi nada mejor que leer las cartas de Leopold Mo­ su servidor sumiso y obediente
zart. Transmiten una magnífica imagen de la posición su­ Leopold Mozart
bordinada sin escapatoria del personal de servicio burgués Segundo Kapellmeister.
en ese mundo. Precisamente porque el padre de Mozart
tuvo que vivir en una de las cortes más pequeñas y, por Este escrito data del 8 de marzo de r 769. La familia Mo­
tanto, con una disposición económica más bien escasa, se zart había pasado el año anterior en Viena para que el jo-
destacan en él con mayor claridad las cargas que soporta­
ban las personas de su condición. Seguramente no podía 5+ I, p.291.

130 I3I
ven Wolfgang tuviera la oportunidad de exhibir su habili­ Continuamente aparecen diseminadas por sus cartas
dad como virtuoso; por eso se había suspendido el sueldo alusiones a este plan. Incluso algun'?s a11os después, lama­
de Leopold Mozart en abril de 1768. Él mismo compren­ dre que acompa11ó a su hijo en su primer viaje sin el padre,
día que era del todo justificado y que facilitaba su próximo escribió desde Mannheim: s6
viaje previst? a Italia. Pero como en Viena se vio al pare­
cer en apuros económicos, finálmente solicitó a pesar de ... sólo deseo que pronto ·wo!fgang tenga fortuna en París para
todo el pago de su sueldo. Su petición sólo le fue concedi­ que tú y N'annerl podáis seguirnos en seguida.
da en una mínima parte.
Leopold Mozart se encuentra ante un dilema. La gira La cuestión es siempre có1no se puede financiar; sin incu­
de conciertos por Italia con sfi hijo sólo es posible si sus rrir en deudas, la búsqueda de una colocación para el ni110
ingresos superan los gastos. ,( si esto será así, sólo el cielo prodigio que empieza a crecer y de cuyo éxito depende la
lo sabe. Por otro lado, tiene la\�nsación de que el viaje ya suerte de la familia, la liberación del padre de su situación
no se puede posponer por más tlémpo: 55 en Salzburgo y, no en última instancia, el propio futuro de
Mozart. El padre que se ha quedado en Salzburgo hace
... o quizá debería quedarme sentado en Salzburgo: entre espe­ hincapié en esto en una carta al hijo del I 5 ele octubre
ranzas vanas, suspirando por mejor fortuna, y Wolfgang: que se de 1777.57
haga mayor y que nos tomen el pelo a mí y a mis hijos hasta que
empiece a entrar en años cuando ya no· pueda emprender un via­ ... allí tenéis la ventaja, que no es poca, de que no tenéis que pagar
je, hasta que Wolfgang tenga la edad en que sus méritos dejen de nada por la comida y la bebida, pues las cuentas de alojamiento
llamar la atención. también vacían la bolsa. Ahora me has entendido. Éstas son las
disposiciones que son las más importantes; las que atañen al interés:
De ello se desprende que estaba bastante convencido de todos los demás cumplidos, visitas, etc., son solamente cosas se­
que el virtuosismo de Mozart, al hacerse mayor, dejaría de cundarias, si pueden ser fáciles, sin descuidar la t.'Uestión princi­
tener un atractivo especial para las cortes europeas. Si él pal que es la que produce. Todos los esfuerzos han de ir destina­
quería escapar a la larga de la estrechez de la corte de Salz­ dos a percibir dinero, y toda prudencia a gastar lo menosposible; si
burgo, sólo tenía una oportunidad: tenía que conseguir un no es así no se puede viajar con honor; efectivamente, de lo con­
puesto para su hijo en otra corte, mayor y mejor situada. trario uno se queda ahí y empieza a tener deudas.
Éste era el objetivo de la gira italiana, así como el objeti­
vo de los posteriores viajes. 56. Posdata de la carta ele Mozart del 22 de febrero de 1778: I,
p. 292.
55. Carta del 1 1 de mayo de 1768: I, p. 264- 57· II, p. 59·

132 133
Retrospectivamente parece, desde luego, que el plan del sobre todo su elevada capacidad de improvisación, era
padre de Mozart de encontrar una colocación adecuada sin duda una atracción más entre otr.is - una gran atrac­
para él y un refugio para su familia mediante el talento ex­ ción, eso sí- en el programa de distracciones diversas de
traordinario de su hijo no tenía grandes perspectivas de lá corte. Allí donde tocara, sorprendía y fascinaba al pú­
realizarse. En todas las 'cortes había una dura competen­ blico por su sensibilidad y pericia al piano, al violín y al ór­
cia entre los músicos locales por los puestos que quedaban gano.
vacantes. Es cierto que los príncipes y sus consejeros in­ E.n estas sociedades cortesanas (cuyos n1ien1bros aris­
tentaban atraer a conocidos o farn.osos músicos de fuera tócratas vivían de los ingresos heredados, principalmente
para sus orquestas, teatros o iglesias. Y las giras de con­ de los rendimientos de una propiedad agrícola familiar
ciertos para presentar las prop/as capacidades formaban o de los emolumentos de los altos cargos en la corte, el Es­
parte de las vías normales con las que los músicos podían tado o la Iglesia) lo que denominarnos «arte» en general y
divisar nuevas colocaciones. �ero precisamente la cir­ en la 1núsica en particular, tenía una función muy distinta
cunstancia por la cual el joven Mozart había sido tan y, por consiguiente, otro carácter que en las sociedades en
admirado en sus giras, el hecho de que era tan joven, re­ las que casi todo el mundo se ganaba la vida con un traba­
percutía en su contra cuando se trataba de una coloca- , jo profesional regular. El consenso de los poderosos dic­
ción fija. Parece que Leopold Mozart no calculó con mu­ taba el canon estético en las artes. La música, con10 se ha
cho realismo las condiciones elementales del éxito de su dicho, no tenía en prin1er térn1ino su razón de ser en la ex­
hijo. presión de los sentimientos, dolores y alegrías personales
Los miembros de la sociedad cortesana europea, los de un individuo que dependía exclusivamente de sí mismo
príncipes en primer lugar, se aburrían con facilidad. Te­ o incluso apelaba a ellos; su fi1nción primaria era en ma­
nían ciertas obligaciones que a veces las cumplían escru­ yor medida agradar a las damas elegantes y a los caballe­
pulosamente y a veces no. Pero no se trataba d; obliga­ ros de las clases dominantes. Esto no quiere decir que ne­
ciones en el sentido de un trabajo profesional. Este en sí cesariamente careciera de aquellos rasgos que nosotros
era para ellos una característica de los estamentos más ba­ formulan1os con los conceptos de «seriedad» o «profun­
jos, es decir, de la burguesía y de la masa del pueblo. Corno didad», sino únicamente que estaba ajustada a la forma de
estainento dedicado al ocio, la. aristocracia cortesana ne­ vida de los grupos establecidos en el poder en aquella épo­
cesitaba un programa completo de distracciones diversas. ca. Iba n1uy unida a un canon social, a un «estilo»-, como
Entre éstas se contaba la ópera y los conciertos de los convenimos en llamarlo, y el espacio para la individuali­
1núsicos empleados en la corte, así como las exhibiciones zación de este canon era más reducido que el de la n1úsica
de virtuosos en gira y, por tanto, eventualmente tainbién compuesta para las capas sociales profesionalmente ac­
algún niño prodigio. La habilidad virtuosista de Mozart, tivas.

1 34 1 35
En los círculos cortesanos había muchos entusiastas
de los viajes y se preocupaba de los enojosos problemas de
amantes de la música. Pero el gran público cortesano que­
moneda y cambio que aparecían al cruzar las numerosas
ría sobre todo que se le entretuviera, buscaba la variedad. fronteras de los Estados. Casi toddis los asuntos económi­
Incluso el magnetismo de Mozart languidecía por lo ge­ cos los llevó su padre hasta que Mozart, al final, se inde­
neyal a las p�cas seniañas, la sensación declinaba, en Vie­ pendizó y se casó, por tanto hasta que cumplió los veinti­
na no menos que en Nápoles o en París. Aunque aquí y allí cinco años. En esto se incluye también la publicación de
algunas personas seguían bien dispuestas hacia el niño
sus composiciones. El 6 de octubre de r 77 5, Leopold Mo­
prodigio y su familia, la inmensa mayoría de los conocidos zart se dirigía con estas palabras a J. G. I. Breitkopf de
perdían pronto las ganas de asistir a sus exhibiciones. Para
Leipzig:'8
agravarlo más, a ello se aña/lía que el padre de Mozart bus­
caba una colocación para /él en estos viajes de conciertos. . .. Puesto que desde hace algún tiempo me he decidido a que Se
Si esto trascendía, por lo !general, los intereses locales se impriman algunos <le los trabajos de mi hijo, he procurado in­
n1ovilizaban en su contra. \,', formarme tan pronto como he podido de si usted estaría intere­
Por lo que se puede apreciar, ni el joven Mozart ni su sado en publicar alguna cosa, pueden ser sinfonías, cuartetos,
padre tenían una idea clara de esta particularidad esm1c­ tdos, sonatas para violín y violoncelo, es decir, el llamado violín
tural de una sociedad cortesana. Nunca llegaron a estar solo, o sonatas para piano.
preparados para ello y les asombraba siempre, como si
fuera la primera vez, que se respondiera con creciente in­ El editor le agradeció el amable ofrecimiento de su señor
diferencia al raro arte de una persona tan joven, cuando hijo pero lo declinó por la coyuntura poco favorable.
permanecían más de dos semanas en un sitio o lo volvían Es muy probable que al joven Mozart le pareciera bien
a visitar por seg,mda vez transcurrido algún tiempo. esta asistencia solícita, porque él se interesaba más por su
música. Pero esta dependencia era un arma de doble filo.
2 7. No se le puede echar en cara a Leopold Mozart que
Más tarde, cuando el padre no pudo hacer el nuevo viaje
se lo jugara todo a una sola carta que, observándolo con -la gran gira por las cortes alemanas y después a París­
detenimiento, no le ofrecía grandes posibilidades: pues no le dijo a su hijo, a guisa de explicación de por qué le había
tenía otra alternativa. Co.n toda su energía preparó a su hecho viajar con su madre y no a él solo, que no se le po­
hijo con una finalidad: llegar a triunfar, primero como vir­ día confiar el dinero de ninguna manera y que tampoco
tuoso y después como compositor ante la sociedad corte­ entendía de hacer las maletas.59
sana. Le ahorraba el peso de cualquier otra tarea que no
fuera ésta. Era el empresario de su hijo, se responsabiliza­ 58. l, p. 5' 7 ·
ba de la preparación de los conciertos. Sufragaba el coste 59. II, p. r90.

1 36 137
Un péqueño episodio ilustrn la relación entre los pa­ estoy más complacido porque he de componer
lo que es mi úni­
dres y el hijo de forma muy expresiva. Están a punto de de­ ca alegría y pasión. Ahora bien, aunq1;1,e,cons
iga una colocación
jar Munich; de nuevo las esperanzas de una colocación se al servicio de alguien o pueda encon·tl"at un emple
o en algún si­
han visto frustradas. E;n la corte del príncipe elector no se tio, aun así me inclino más por la scrittura, me
· llama más la aten­
ha podido conseguir nada. Mozart escribe una larga carta ción y me es más estimable. Pero, sólo son palab
ras, digo lo que
a su padre antes de partir. Decepcionado por el fracaso, le me sale del corazón. Si papá me convence con
sus explicaciones
pregunta entre otras cosas si no debería esforzarse para de que no tengo razón, en un instante haré lo que
me diga aun­
conseguir un contrato en la ópera, una scrittura, en Nápo­ que a desgana, porque sólo con oír hablar de una
ópera, sólo con
les. Allí se le conoce; le han contado que allí se sabe qne estar en el teatro, al oír afinar los instrumentos
siento que se me
nadie toca cmno Mozart. Tiene en este momento veintiún arrebata por completo el corazón.
años y en esta carta del ,i de octubre de 1 777 se expresa
con tales frases que deladl?- su estimación y su actitud ha­ Mientras Mozart se desahoga así sobre sus
planes, su ma­
cia su padre:6º dre está atareada con la dura labor de hacer
las maletas.
"fodavía tiene el tiempo y la energía para añad
ir a la carta
Ahora puedo' escribir la carta a Nápoles cuando quiera; pero de su hijo una posdata:"
cuanto antes, mejor: pero antes quiero saber la opinión del se­
ñor Mozart, el Kapellmeister cortesano más razonable de todos;
tengo un deseo imperioso de volver a escribir una ópera. El ca­ Y yo estoy sudando, el agua me corre por el rostr
o d e tantos es­
mino es largo, es cierto; pero también estamos todavía bien fuerzos con las maletas, al diablo con los viajes
, tengo la sensa­
lejos del momento en que yo debería escribir esta ópera; muchas ción d e que me romperé por la mitad de cansancio
... Adiós, un
cosas pueden cambiar hasta entonces, creo i sin embargo, que se millón de besos...
podría aceptar si en este ti empo no consigo una colocación al
servicio de un señor, entonces aún tendré la salida de Italia. En La imagen de la madre no está tan bien perf
ilada en las
carnaval tengo mis roo ducados: cuando haya escrito a Nápoles, fuentes documentales como la del padre. Aquí se puede
se me busc2rá por todas partes. También hay en primav era, en v1slumbrar algo de ella corno en una insta
ntánea. Entre­
verano y en otoño, como bien sabe papá, una ópera bufa que se tanto el padre está en Salzburgo lleno de impa
ciencia, em­
puede escribir como un ejercicio, sin gran esfuerzo. Es ci erto pieza las cartas antes de tener la respuesta de
la última. Su­
que no se gana mucho, pero algo es algo; y con ello se gana uno fre, apremia y advierte:6'
más fama y crédito que dando cien conciertos en Alemania. Y
6 r . II, p. 48.
60. Il, p. 45 y s. 62. 1 2 - 1 3 de octubre de 177T"II, p. o.
5

1 39
Por el amor de Dios, si os habéis ·quedado tanto tiempo en Mu­ bien cuando tengo que componer», y más adelante: «Sólo
nich donde no hab.ía esperanzas de ingresar ni un cruzado, es de­ con oír hablar de una ópera u oír afinar los instrumentos
cir, casi tres semanas, entonces llegaréis lejos. en el teatro, siento que se me arr.eb�ta el corazón». La to­
talidad de la existencia social de Mozart ya se ha centrado
La intención del hijo 'de escribir a Nápoles es aprobada a en esa edad relativamente temprana con toda su pasión e
vuelta de correo. Pero no puede privarse de añadir: «Por intensidad en el escuchar y crear música. Él lo llama su
lo demás, ya había pensado en ello hacía tiempo». 63 Y lo «única alegría y pasión». Esto es probablemente algo sor­
repite de nuevo el r5 de octubre: «Lo que tú escribiste so­ prendente en un hombre tan joven que al mismo tiempo
bre la ópera en Nápoles, es una idea que ya había teni- tiene un interés tan vivo por las mujeres y que as.í seguirá
do yo». 64 /
en el futuro. Pero quizás experimenta con la música me­
Uno puede imagin:¡,tse la escena: la madre haciendo nos decepciones. En este sentido escribe poco antes de su
las maletas, el padre -lleno de preocupaciones por el fra­ n1uerte, en una situación desesperada, la siguiente frase:
caso y por la presión ecÓ{l ómica- no consigue pensar en «Sigo trabajando porque el componer me produce menos
otra cosa. Fuera de la miisica todavía no le concede nin­ cansancio que el reposar>>. 65
g una independencia a su hijo. Para el padre hay demasia­
das cosas que dependen de que el joven tome el camino 28. Ya en I 777 -también lo sabemos a través de la mis­

adecuado. Y éste vive en sus sueños. No se puede confiar ma carta- aparece en su imaginación anticipadarnente
en sus planes. Cuando propone algo razonable, es que el aquella decisión que años más tarde Mozart convertiría en
padre ya había tenido esa misma idea antes. Quizá lo ha-. realidad. Tras su decepción por los intentos fallidos de
bría desmentido, pero está claro: para él su hijo es todavía conseguir unos ingresos relativa1nente seguros con una
un niño que ha de ser guiado por entero, que le pertene­ colocación en la corte de algún príncipe, sueña con la po­
ce. Y el hijo se somete a ello. Como casi siempre, es muy sibilidad de ganarse la vida a través de encargos ocasiona­
directo e ingenuo en sus nianifestaciones: «Si papá 1ne les, por tanto, más o n1enos cmno un -«artista libre>> del si­
convence con sus explicaciones de que no tengo razón, en­ glo XIX o x x Con ello cree que podrá hacerse un gran
tonces obedeceré». nombre. Y sólo cuando hubiera convencido al mundo en­
Junto a esto, en la carta del Mozart de veintiún años se tero de sus capacidades con su virtuosismo y sus compo­
encuentra una afirmación sobre sí mismo que seguirá siciones, especialmente las óperas, entonces no le falta­
siendo válida hasta el final de su vida: «Me encuentro muy rían oportunidades para ingresar dinero, ya fuera al
servicio de un príncipe, ya fuera en el «mercado libre>>,
63. II, p. 5 1 .
64. II, p . 5 7. 65 . Véase la nota 34,
como decimos nosotros. Que esto era una ilusión y las ra­ él; fue su amante y ayudó al joven algo bruto de la Suiza
zones por las que lo era así merecen una reconsideración de habla francesa a civilizarse en el sentido cortesano. Un
detallada. año en Venecia y el trato en los salori�s de los rentistas en
Hay que imaginarse.Ja situación con todo realismo. Es París prosiguieron su formación en el mismo sentido. En
un hombre joven con un talento musical excepcional, casi los salones parisinos se estaba dispuesto a dar una oportu­
único. Todo su afán se dirige a ejercitarlo componiendo, nidad al talento evidente, siempre y cuando su portador
sobre todo escribiendo óperas. En este deseo culmina su no aburriera y su conducta, así corno todo él, se sometie­
anhelo de llenar de sentido su existencia social. Aunque es ra al canon de sensibilidad y comportamiento de esos
joven, ya ha escrito ocho óperas, de ellas tres (Nlitridate, círculos. Cmno escritor, Rousseau era uno de los prime­
Ascanio in Alba y Lucio Silla) habían sido representadas en ros representantes de un movimiento alterna tivo que sé
Italia con una buena acogida . -Sabe que puede hacer más y dirigfa contra el canon dominante de su sociedad. Es du­
algo mejor. Ése es su �nhelo. Pero tiene que vivir, tiene doso que sus obras hubieran encontrado acogida en los
que ganar dinero. Y cuando viaja por la Europa central en círcnlos cortesanos sí él no hubiera sido conocido allí per­
busca de una colocación, choca con un 1nuro impenetra­ sonalmente. En el trato directo poseía un cierto «tacto>>.
ble, en Munich, en Augsburgo, en Mannheim, en París y Sin él, sus escritos -que de hecho alababan el distancia­
en todos los lugares por los que pasa. No se trata natural­ miento de ese tacto y la preferencia por una existencia hu­
mente de que no se reconozca su inmenso talento. Pero la mana «naturab, más sencílla- difícilmente habrían teni­
ambición de un hombre tan joven que quiere alcanzar lo­ do éxito; sin su repercusión en el mundo parisino sus obras
gros tan extraordinarios, parece-leyendo entre líneas sus difícilmente habrían llegado a ser tan .importantes como
cartas- que intimida a las personas que pueden otorgar­ clásicos en l a histori a del pensamiento europeo como su­
le el puesto. cedió más tarde.
Por su actitud personal, por su concentración mono­ Con Mozart fue distinto. Su obra estaba profunda­
maníaca en la música, por su fonna de relacionarse con las mente en armonía con el canon de la c01nposíción musi­
personas, Mozart no se adecnaba demasiado bien a la so­ cal vigente en aquella época en la sociedad aristocrática y
ciedad aristocrática y cortesana. L a comparación con cortesana, aunque después, con el transcurrir de los años,
otros miembros procedentes de la pequeña burguesía, que desarrolló este mismo canon de forma extraordinaria.
consiguieron ascender en aquella sociedad, ilustra las di­ Pero en su comportamiento er a todo menos un hombre de
ficultades con que se encontró. Piénsese en Rousseau. mundo. Solía expresar justo aquello que sentía y pensaba,
Huyó a muy temprana edad de la pequeña bur guesía de sin tener en consideración el efecto que produciría. Care­
Ginebra de la que procedía. En Francia, una dama de la cía casi por completo de la costumbre de mostrarse reser­
nobleza que era considerablemente mayor se interesó por vado en el trato con los demás para no tener encontrona-

1 43
zos, ni dominaba el arte de la diplomacia cotidiana, de la
cerles conscientes de ello, y es posible que un poco de esta
anticipación al efecto de las propias palabras y los gestos
actitud haya arraigado en la tradición alemana, En la je­
sobre el interlocutor del momento, costumbre que era
r�rquía de Salzburgo, la familia M:ozart ocupaba un lugar
consustancial a las relaciones sociales de los cortesanos.
relativamente bajo y había, sin duda, suficientes ocasio­
Podía disimular, servirse de vez en cuando de las peque­
nes en las que se lo hicieron notar, En las cortes mayo­
ñas mentiras de la vida, pero no era muy hábil en elh Se
res, por el contrario, los aristócratas eran con frecuencia
sentía mucho rnejor con gente en cuya presencia podía
s�nsiblemente más conciliadores y en el extranjero, espe­
comportarse a su aire, En algunos períodos de su evolu­
cialmente en las cortes italianas tan amantes de la mú­
ción tuvo una necesidad casi imperiosa de decir cosas gro­
sica, parece que la recepción del niño prodigio y de. su
seras y soeces tal com() _le venían a la n1ente, una necesi­
padre fue mucho más cálida y libre de los prejuicios por
dad de la que habl¡¡réÍi:;os más adelante, Puesto que en el
la diferencia de clase, Leopold Mozart, y de hecho toda
fondo le era totalmente ajeno o incluso desagradable el
arte del trato personal, tal como se practicaba en los círcu­ su familia, ocupaba una posición especialmente ambi­
gua en Salzburgo por los triunfos de su hijo que también
los dominantes y se esperaba que se siguiera, nunca se lle­
eran suyos, Eludir sus peligros era todo menos una tarea
gó a aclilnatar al mundo aristocrático cortesano. Para este
fáciL
mundo siempre fue un elemento extraño, con un antago­
La contradicción entre la fama creciente de los Mo­
nismo creciente y un espíritu de rebeldía que después se
zart en el ancho inundo y su baja posición social en su ciu­
expresó entre otras cosas en la elección de la sensacional
dad puede entreverse con gran claridad en una escena que
comedia parisina de Beaumarchais Las bodas de Fígaro
explica el padre en una carta:66 se representa en Munich la
con10 texto de una de sus óperas o en el marcadamente an­
ópera de Mozart La finta giardiniera. Después del estreno
tiaristocrático Don Giovanni.
el príncipe obispo de Salzburgo, el conde Colloredo, se�
Leopold Mozart tenía cierta habilidad para el trato
ñor tanto de Leopold como de Wolfgang Mozart, va a la
con las personas de posición social más elevada de la aris­
corte bávara y tiene que «escuchar ante todos los prínci­
tocracia cortesana, Es difícil distinguir hasta dónde llegó,
pes electores y la totalidad de la nobleza los elogios de la
hasta qué punto tenía la capacidad de presentarse como
ópera», El conde Colloredo que está acostumbrado a tra­
igual entre iguales en esos círculos durante sus largos
tar a su segundo Kapellmeister y al hijo de éste con altivez
viajes con sus hijos y después sólo con Wolfgang, Su si­
como servidores, evidentemente no se encuentra en un�
tuación no era fácil. Precisamente en las cortes más
situación agradable ante ese coro de alabanzas y da la im­
pequeñas, y comparativamente más pobres del Imperio
presión, por lo que describe Leopold Mozart, de estar
Ale1nán, era corriente hacerles notar a las personas de
condición social inferior su posición subordinada, ha- 66. 18 de enero de 1775: I, p. 5 1 7.

1 44
145
desconcertado. Se aprecia una posición equívoca que creó Mozart tiene casi dieciséis años. No puede ir a la ópera, no
resentimientos en ambas partes. puede salir de casa bajo ningún concepto porque el padre
Mientras que el padre quizá pudo adaptarse al trato con no lo hace. El brote de la soledad, 'qu:e comporta esta vida
los aristócratas cortesanos, el hijo no lo llegó a conseguir en constante vigilancia, lo superó replegándose en su fan­
nunca del todo a lo largo de su vida. Este rasgo del carácter tasía musical. E interpretaba mentalmente la ópera de la
de Mozart quizá se puede entender algo mejor si se tiene que tenía que mantenerse alejado.
presente su estricta educación, contra la cual no se pudo Durante su estancia en Milán, escribió entre otras co­
defender durante mucho tiempo. Es muy probable que sas la serenata teatral Asainio in Alba, que se representó el
algo de su enojo contra ,;! padre se expresara veladamen­ 17 de octubre para la boda del archiduque Ferdinand. Una
te en su rebeldía contriel orden dominante de su época, y otra vez se planteaba el problema de conseguir una co­
al que Leopold Mozart se sometió en mayor o menor locación que para su padre tenía prioridad sobre todo lo
grado. demás. Pero su intento de introducir a su hijo en la corte
milanesa por n1edio de su ópera fracasó. Naturalmente,
29. Durante muchos años, todos los contactos de Mozart Leopold Mozart no podía sospechar que la emperatriz
con otras perso.tlas en sus gi.ras de conciertos fneron pre­ María Teresa había advertido expresamente al archiduque
parados por el padre y se realizaron bajo su supervisión. Si de no tomar a su servicio a gente tan inútil como el joven
podemos fiarnos de las cartas, que son en esencia y a 1ne­ compositor de Salzburgo:68
nudo las únicas fuentes de que disponemos, parece que
cuando Mozart tenía unos quince años más o menos su­ Si os divierte, no quiero privaros de ello. Lo que digo es que
frió una singular transformación que, aunque era previsi­ no hay que cargarse de gente inútil... Esta gente que viaja por
ble en esta edad, tuvo en cierta manera un desenlace ines­ todo el mundo corno pedigüeños degradan el servicio de la
perado. La limitación de los contactos con otras personas corte.
a los preparados por el padre conllevó una cierta soledad,
un refuerzo de su dependencia de la fantasía: Un año más tarde padre e hijo volvieron a Milán, esta vez
con la intención preferente de atender una scrittura y así
Hoy -escribe el 2 de noviembre de 1 7 7 1 desde J\llilán-67 re­ elevar el renombre del joven maestro como compositor de
presentan la ópera de Hasse; pero como papá no sale, yo no pue­ ópera. Mozart tenía 1nucho trabajo con su nueva óper;i se­
do ir. Por suerte, me sé casi todas las arias a la perfección, así que ria, el Lucio Silla. Vivía bajo una presión considerable y su
puedo oírlas y verlas en mi cabeza estando en casa.
68. Carta de la emperatriz del 12 de diciembre de 1771: Mozart.
Die Dokurnente seínes Lebens, op. cit., p. 124-

1 47
mente e staba lle na de música. Tras ella de sap arecía cual­ de a l a s c artas de su padre a la madre y a l a h ermana que
quie r otro pensamiento:69 quedaron en S alzburgo durante .los' dos vi aje s. Práctica­
_mente, él sólo se dirige a la hermaná. Sus comunicacione s
Ahora tengo que hacer todavía catorce piezas y entonces estaré dan la impresión de que sus energías se h an concentrad o
listo, por suerte se puede decir que un terceto y un dueto cuen­ tan infatigabl emente en l a labor musical que todo el r e sto
tan por c-uatro piezas. No me es l)osible escribir mucho, por­ de su vida ha que dado vacía. No sab e qué cont arles a los
que no sé qué decir y, además, 1�<\. . sé qué estoy escribiendo de ca sa porque en realidad no ha vivido ninguna expe ­
. .
ya que ahora tengo puestos siemprd\ mis pensamientos en mi nencia .
ópera y corro el peligro de escribirte\oda una aria en lugar de Y como no tiene n ada que decir, se inventa histori a s
palabras. curios as, una especi e de chistes sin graci a,7° que adquieren
importancia en la misma época en que nace su predilec­
También durante ese viaje p arece que se l e pre sentó una ción por l a s p al abras groseras de contenido fecal que uti­
posibilida d de colocación, en este ca so en l a corte floren­ liza con intencione s humorísticas. El muchacho de cator­
tina. El día del e str eno de l Lucio Silla (26 de diciembr e ce años había disfrutado d e la vid a en Italia, e speci almente
de 1772) el p adre envió una copi a de la partitura en una en Nápole s, por lo que se desprende d e sus c artas. Pero
carta dirigida al gran duque Leopoldo de Toscana y le es­ ahora, uno o dos años más tarde, que ya ha pasado el pe­
cribió de nuevo a p rincipios del año r 773 , supue stamente ríodo l ate nte (y cie rtamente también por l a búsqued a in­
porque no había recibido contestación alguna. L a ópera fructuosa de una colocación que seguramente se dejó sen­
fue un gr an éxito de público en Milán, se repitió varia s ve­ tir más en el hijo a través de l a frustración d el padre ),
ces, pero de la colocación, de nuevo, no se supo nada . Es parec e que los conflictos de una fase anterior vuelven a
difícil decir hasta qué punto afectaron al hijo los éxitos irrumpir. La s historias que cuenta Mozart a su herman a,
sie mpre renovados de su música y los también periódicos a falt a de otras nove dade s, son bastante característica s de
fracasos en relación con su pue sto. un sentimiento semiconsci ente del vacío y el absurdo que
Lucia Silla fue la última ópera de Mozart para el públi­ le acom ete. La expresión: «No sé qué decir, el padre ya l o
co italiano. Se había tenido que e sforzar mucho para aca­ ha dicho todo», h abl a por sí misma. Esto e s u n ejemplo d e
barla, aunque seguramente había recibido alguna ayuda la est ancia en Milán en 177 r :71
por parte de compositor e s itali anos con experiencia; el
año anterior, con el Asca nio Alba, no le había ido mejor.
Se nota algo de su e sfuerzo en las brev e s posdata s que aña-
70. En inglés se las llama shaggy stories.
69. Carta del 5 de diciembre de 1772: I, p. 465. 7 1 . 26 de octubre <le 1771: [, p. 446.

1 49
Gracias a Dios yo también estoy bien de salud; coi:no ahora mi
En esa época se acentuó en Mozart la tendencia a hacer el
trabajo ya ha terminado, tengo más tiempo para escribir, sólo
payaso. Su hermana Nannerl 1e)lá�a «I-Ianswu.rst» 7i bis
que no sé qué, pues papá ya lo ha dicho todo. Nusé de ninguna
coll frecuencia en sus cartas �aSOnas, llenas de caritio,
nüvedad, aparte de que en la lotería ha salido el 35, 59, 60, 6r,
que se intercambiaban durante su juve.11t11d cuando no es­
62 y que si,hubiéramos apostaqo por esos números, habríamos taban juntos. Él mismo se denomina «bufón» o incluso
ganado, pero como no lo hernos)1echo, no hemos ganado ni
«pobre diablo». De hecho, Mozart no encaja mal en la
per<li?o, sino que nos hemos reído J.�. la gente.
imagen del payaso, el clásico bajazzo que hace reír al pú­
blico mientras a él le duele el alma porque su mujer no le
El joven Mozart que va creciendp se ríe de la gente que quiere a él sino a otro. En realidad, estaba emparentado
gana o pierde. Este tipo de humdr, algo absurdo, que se
con Petruschka, a quien el moro le secuestra la amada, una
apodera de él cada vez más, está en estrecha relación con
especie de pierrot lunaire.
la sensación de pasar por la vida sin poder ganar ni perder,
porque no se ha jugado nada.
3 0. Cuando uno intenta hacerse una imagen de Mozart,
Una historia de este mismo tipo qne también se en­
se encuentra en seguida con diversas contradicciones de su
cuentra en la correspondencia data de un año antes. Ex­ personalidad. Es el creador de una música que en su géne­
plica quizás ese desconsuelo semioculto, una forma curio­
ro es sublime, pura e inmaculada. T iene un carácter emi­
sa del <<en realidad no ocurre nunca nada»: 7z
nentemente catártico y parece que se eleva por encima de
cualquier rasgo animal del ser humano. Evidentemente
A propósito, ¿sabes la historia que ha ocurrido aquí? Ahora te la
pone de manifiesto una gran capacidad de sublimación.
cuento: salíamos hoy de casa del conde Firmian para regresar a Pero Mozart también fue capaz de hacer al mismo tiempo
la nuestra y cuatido llegamos a nuestra callejuela, abrimos la
unas bromas que suenan terriblemente groseras a oídos de
puerta y ¿qué crees que pasó? Pues que entramos. Que vaya
las generaciones posteriores. Se refieren, por lo que se
bien, mi pequeño pulmón, mil besos, hígado mío, y me despido
puede apreciar, exclusivamente a las mujeres con las que
como siempre, mi estómago, t11 hermano que no es digno de ti, compartía el lecho o lo quería compartir;,son de índole se­
Wolfgang. "Por favor, por favor, querida hermana mía, que me
xual y representan en general una ruptura lasciva de los ta­
pica, ráscame. búes verbales que ti.enen que ver con la zona anal y ocasio­
72. Nlilán, rS de diciembre de 1772: II, p. 469. Este texto fue es­ nalmente también con la oral. En las cartas de Mozart se
crito por Mozart de tal forma que a cada línea normal le sigue una pues­ encuentran muchos ejemplos de ello; en este sentido son
ta del revés. También hay en la carta un dibujo que, por lo que se pue­
de interpretar, representa un cora1.ón en llamas y humeante, quizá con
7 z bis. Personaje gracioso, algo tonto, de las comedias alemanas.
la orden de volar hasta casa junto a su hermana.
(N. del T.)

151
especialn1ente fan1osas, o tristemente célebres, las <:<cartas
do tarde, me gustaría que fueran así. Una persona pequeña con
a Basle», escritas por un Mozart de veinte o veintiún
escaso pelo se indina y muestra el cul9 ,al aire. De su boca salen
añosii y que todavía son, en cualquier caso, producto de su .
las- siguientes palabras: que les aprov6:hé la c&mida. Al otro le pin­
pubertad tardía (si así se la quiere llamar). Aunque es cier­
tan botas, espuelas, un abrigo rojo y una bella peluca a la moda;
to que no hacía el pay:iso únicamei1te en sus cartas.
es de mediana estatura. En la escena que se representa está la­
_
Algunas nuevas biografías entienden la tendencia de
miéndole el culo al otro. De su boca salen las siguientes palabras:
esto hay que pasarlo por alto. Pero jpor favor! Si no puede ser esta
Mozart a las bromas de ref6;encia anal, que hace sobre
todo, aunque no exdusivan1e1he, durante un determina­ vez, ya será en otra ocasión.
do período de su vida, directkmente como característica
Estas frases muestran ciertamente hacia dónde se dirigen
persoual anómala. Con ello se comete una injusticia. Hoy
1

en día estas payasadas están mal vistas entre personas bien las fantasías de Mozart. Pero que el hijo pueda dar una in­
dicación de este tipo a su padre sin rastro alguno de tur­
educadas y hieren su sensibilidad. Sin embargo, en el caso
bación y pueda pedirle que encargue los correspondientes
de Mozart, quien las entienda como extravíos puramente
blancos para el tiro, probablemente público, revela al mis­
individuales juzga el comportamiento y la sensibilidad de
mo tiempo la gran libertad que había en su círculo de re­
una persona de una época anterior como si se tratara de un
laciones respecto a las fantasías coprofílicas. Tenían que
contemporáneo y desconoce que en ese otro tiempo exis�
tían otras conductas de comportamiento. permanecer mucho menos ocultas del ámbito público
que en las sociedades industriales del siglo xx, por lo que
En una carta del 4 de noviembre de I 777 a su padre,
Mozart añade en el sobre la siguiente posdata relaciona­ tampoco había que expulsarlas de la conciencia de la mis­
da con la producción de platos para el llamado «tiro al ma manera.
Sin duda, las estructuras individuales de su personali­
plato»:74
dad también eran corresponsables del uso casi obligado de
Gilowski Katherl, se.ñora; Gerlisch, señor; Von Heffner, seño­
expresiones y metáforas de índole anal (y en algunas oca­
ra; V. Ffoffner, señor; Geschwender, señor; Sandner, señor;yto­ :iones oral). Se puede suponer que durante la pubertad, en
dos los de11>ás que han muerto. Los platos, si no es ya demasía-
el volvieran a la superficie los conflictos infantiles que, en
parte, tenían una relación con la educación higiénica del
niño pequeño. Quizá se expresen aquí también ataques al
73. Como es conocido, Stefan Zweig, que poseía la mayoría de es­ padre que no habían tenido posibilidad alguna de comu­
tas cartas, publicó una de ellas en una edición- privada muy cuidado�a.
nicarse directainente durante largo tiempo e incluso, en
Envió un ejemplar de la edición a Freud señalándole el curioso -«infan­
tilismo» de su autor. Véase Hildesheimer: M'ozart, ap. cit., p. II8.
un sentido más amplio, ataques contra el orden estableci­
74- u, p . 103. do en general.

r52 1 53
Que los ataques contra la clase dominante de su épo­ lidad como un canon universal permanente de toda la hu­
ca estaban presentes en la conducta de Mozart y que és­ manidad. Para ser justo, se necesi�a una idea clara del pro­
tos configuraban un aspecto bastante determinante de la ceso de la civilización, en cuyo ci.irsO se transfonna de una
estructura de su personalidad, se puede observar a lo lar­ manera específica el canon social de comportamiento y de
go de toda su trayec�oria vital posterior. Sólo hay que sensibilidad. En la sociedad de Mozart, en la fase del pro­
pensar en su org1-1llo, en _su fepugnancia por el «arras­ ceso social de civilización en el que vivió, el tabú del em­
trarse» que menciona en si.Í'l\.cartas el padre. También su pleo de palabras chocantes, como las que se encuentran en
firme negativa a llevar el títul9 nobiliario otorgado por el sus cartas 1 no era ni mucho me::ios tan terrible ni duro en­
papa y a presentarse como «1aballero de Mozart:>> como tre el círculo de sus relaciones como lo es en nuestros días.
hacía Gluck, que se hizo !Umar en vida «caballero de Las alusiones directas a las funciones de secreción anal del
Gluck» por una distinción papal menor, son un síntoma ser humano formaban parte de los divertimentos norma­
de esa falta de identificación con el estamento aristocrá­ les de la vida social entre la gente joven con la que trata­
tico-cortesano. Es cierto que esta negativa era ambiva­ ba; y probablemente también entre los mayores. No esta­
lente. Acompañaba, tal como se ha ilustrado anterior­ ban prohibidas en absoluto, en todo caso tan levemente
mente, a una fuerte necesidad de ser reconocido en los reprimidas que la transgresión en común del tabú verbal
círculos aristocrático-cortesanos y de ser aceptado cmno deparaba gran diversión a chicos y chicas y daba pie a bro­
un igual, naturalmente por su producción n1usical y no rnas y sonrisas.
por un título. Y como este reconocimiento se le negó ya Dos ejemplos más pueden aclarar mejor la diferencia
durante sus priineros esfuerzos por conseguir una colo­ entre las costumbres de entonces y las de ahora. Entre los
cación, se desarrollaron en Mozart con toda seguridad conocidos más apreciados por la familia Mozart estaba
una serie de sentimientos negativos muy marcados con­ una amiga de la hermana de Wolfgang, llamada Rosalie
tra la sociedad dominante. No sería extraño que en su Joly. Era la hija del maestro confirero del príncipe, el pas­
apego a las referencias verbales de las funciones animales telero de la corte del arzobispo, y servía como doncella de
se llegaran a manifestar tales agresiones reprimidas. En el cámara en la casa del conde Arco; Leopo!d Mozart la
contexto general del transcurso de su vida sería muy com­ menciona en una carta del 1 3 de agosto de r 76 3 como
prensible. la «doncella RosaliaJoli, la criadita [literalmente: la "ga­
Pero una vez se ha dicho todo esto, hay que añadir de tita de cámara"] de su excelencia la condesa de Arco».75
inmediato que el juicio sobre la coprofilia verbal de Mo­ Ella y el joven Mozart eran buenos amigos. Se escribían,
zart anda necesariamente desencaininado, si se le aplican componiendo poe1nas de circunstancias. Uno de estos
las reglas cívilizatorias de la situación actual y con ello se
contempla involuntariamente el propio canon de sensibi- 7 5 · !, p. 87.

1 54 155
poemas que Ros alie J oly escribió para el día del santo de menor sensación de estar transgrediendo un tabú.. Es una
Mozart y que añadió a la carta del 2 3 de octubre de 1 777 broma que le sale del alma sin represión alguna.
del padre a su mujer, permite hacernos una idea del Otro pasaje de una posdata ele Mozart a una carta d e
modelo de sensibilida4 en el círculo de amistades de la fa­ s u madre a s u padre del 1 4 de noviembre de 1 7 7 7 eviden­
milia Mozart, por lo menos eutre la gente joven, aunque cia hasta qué punto las «cochinadas» verbales eran un ele­
en cualquier caso sin escon'derse ante la generación mento del trato com.ú.n entre jóvenes y también entre ma­
mayor.76 yores:77

Mi querido amigo Wolfgang, de ta/anta hoy es el día YO, Johannes Chrisostomus Amadeus VVolfgang Sigismundus
por eso a ti, el mejor de los chicos, Ú desearía Mozart me declaro culpable de que ayer y anteayer, y también
que tengas todo lo que desees y que merezcan tus trabajos, en varias ocasiones, no llegué a casa hasta las I 2 de la nochej y
feliz has de ser toda tu vida, que no te coman los escarabajos, de que desde las diez hasta la hora citada estuve en casa de Ca­
la suerte.que hasta ahora siempre el culo te ha enseñado nabich, en presencia y compafíía de Canabich, su esposa e hija,
te sea ahora, que estás lejos, doblemente otorgada, los señores tesorero Raam y Lang, con frecuencia y sin dificultad,
esto te lo deseo de todo corazón, lojuro por mi alma, con una gran facilidad he estado haciendo rimas; todas ellas de
y de serposible te la daría en lugar de desedrtela en una carta dile a tu cochinadas, es decir, de mierda ) cagar y lamer el culo, pero sólo
madre a quien tanto venero, de pensamiento, palabra y... no de obra. Pero yo no me habría
que la querré siempre y que a menudo vería anhelo, comportado tan impíamente si h instigadora, es decir, la llama­
que e,onmigo su amistad tanto tie!7lpo mantenga da Lisel [Elisabeth Canabich] no me hubiera animado y azuza­
como el culo por la mitad dividido lo tenga do tanto a ello; y he de reconocer que me divertí extremada­
salud, querido amigo, con alegrías y divertidos enredos mente haciéndolo. Yo confieso todos estos mis pecados y me
y de vez en cuandÜ escribe también un pequeño dueto con pedos. condeno sinceramente y en la esperanza de poder confesarlos
con más frecuencia procedo con energía a mejorar cada vez más
RosALIE ]OLY mi vida pecadora ya empezada; para ello, pido la dispensa santa,
si puede ser fácilmente; si no, me da lo mismo, porque el juego
Esta alusión a la constitución tYsica de la madre de Mozart continuará en todo caso...
y a un pequeño dueto de ventosidades puede ser especial­
mente hiriente desde el punto de vista del canon de la sen­ De joven, Mozart sabía perfectamente dónde se toleraban
sibilidad actual. Pero aquí se expresa evidentemente sin la tales bromas y dónde no; sabía que se permitían e incluso

76. II, p. So. 77, II, p. 123 y s.

1 57
se valoraban entre los servidores burgueses de la corte de con su. conciencia le ofrecía un espacio satisfactorio para
posición más baja, grupo al que pertenecían los músicos, desarrollar de forma totalmente personal la tradición cor­
y aun así sólo entre los conocidos más apreciados y que en tesana, sin que llegara a transgredir nunca los límites de su
los círculos más elevados estaban totalmente fuera de lu­ canon. Pero en muchos casos los llevó con su fantasía in­
gar.78 Como ya he me1�cionado, desde su infancia, Moz�rt dividual m ucho más allá del entendimiento del público
se movía en dos mundos sociales: en el círculo de ,elacio­ aristocrático-cortesano.
nes no cortesanas de sus.padres a quienes se podría deno­ Al mismo tiempo, por la estructura de su personali­
minar con nuestra termiti9logía algo inadecuada como. dad, especialmente en lo que respecta a sus formas de con­
<<pequeñoburgueses>>, y en"t"re los aristócratas cortesanos ducta, siguió siendo, ante todo, una persona de los círcu­
que sentían su superioridaql de poder todavía bien ase�­ los «pequeñoburgueses» -este término, no en el sentido
rada en territorio alemán e 1italiano en la época en que Vi­ que le damos ahora, sino en el de la época de Mozart-,
vió Mozart, a pesar de los primeros relampagueos y la des­ donde uno acogía al prójimo con afecto o lo rechazaba cqn
carga lejana de la primera gran tormenta que supuso la mayor franqueza. La conducta no cortesana en sus apari­
Revolución Francesa. ciones públicas estaba en relación paradójica con su obra.
También se hizo notar la escisión de su existencia so­ Y con toda seguridad esta paradoja contribuyó notable­
cial en la estructura de su personalidad. Toda la actividad mente a su fracaso social, al igual que a la marcha triunfal
musical de Mozart, la totalidad de su formación de vir­ pósturna de su 1núsica.
tuoso y compositor, llevaba el sello del canon m usical de
las sociedades cortesanas hegemónicas de Europa. Sus 3 r . Es fácil imaginarse que las relaciones de Mozart con
creaciones estaban en buena parte caracterizadas por la las mujeres estuvieron marcadas de forma decisiva por esta
sintonía con los círculos aristocrático-cortesanos y eso no existencia en dos mundos sociales. Por un lado, vivió en
sólo por la concordancia consciente y arbitraria de sus estrecho c,ontacto con 1nujeres como su madre, su herma­
obras con el emperador, los reyes y otros señores de ele­ na y las amigas de ésta, para quienes las bromas soeces y
vada posición que eran sus clientes, sino en gran medida manifiestas, sin duda estaban permitidas-dentro de unos
también por la annonización buscada por su conciencia límites-y que se contaban entre los juegos eróticos nor­
artística con respecto a esa tradición musical. Ese vínculo males de la juventud. Los límites eran estrictos. Es poco
probable que en el círculo de amistades de Mozart emer­
7 s. En otro lugar he analizado esta diferencia como un desniVel gieran a la superficie pensamientos como el de experien­
entre el formalismo y la informalidad: véase Norbert Elias, Studien iiber cias prematrimoniales, por no hablar de la práctica. Cuan­
die Dcutschen. lV!achtkiirnpfe und Habitusentwicklung int r9. und 20. Jahr­ do se casó su hermana, Mozart le envió para su boda un
hundert, ed. por Michael Schrüter. Frankfurt a. M., 1989, PP· 38-44. breve poema muy serio en el que le decía con toda fran-

159
queza:79 «Ahora vas a vivir gran parte de lo que hasta el matrimonio, a veces -quizá no con mucha frecuenda­
momento se te había ocultado en gran medida. Es posible surgían ocasiones para una rela�ión, en la cual el aspec­
i
que no siempre vaya todo sobre ruedas. Los hombres son to sexual predominaba frente al erótico, incluso impo­
a veces furiosos. Pero piensa qne ellos mandan de día y las niéndose del todo. Algo de estos papeles tan diferenciados
rnujeres de noche>>-. de ambos tipos de mujeres en la vida de Mozart se pue­
Además, Mozart había tenido contacto desde peque- de reconocer en las cartas que escribió a integrantes de
ño con mujeres de otro tipo,_ _con los mietnbros femeninos uno y otro tipo. He escogido como ejemplos una carta a
de la nobleza cortesana. Se im!\one la cuestión de qué cur­ Aloisia Weber, la hermana de su futura esposa que más
so habría seguido su evoluciór'\ si una de las experimen­ tarde llegó a ser una célebre cantante de ópera, y otra di­
tadas damas cortesanas se hubÍera interesado por el mu­ rigida a su prima, que presumiblemente fue su primera
chacho adolescente o por el! hombre joven y hubiera ainante: 81
entablado con él una relación de la clase que nunca llegó
a tener; que este tipo de uniones eran bastante habituales Mi queridísima amiga: espero que disfrute de la mejor salud, le
lo demuestra el caso de Rousseau. Pero Mozart tenía en ruego que la cuide constantemente porque es lo mejor que te­
su contra la doble vigilancia, la de su padre y la de su con­ nemos en este mundo. Yo mismo me encuentro bien, gracias a
ciencia. Era y siempre siguió siendo muy sensible hacia Dios, por lo que respecta a la salud, _por eso no tengo preocupa­
todo aquello que se podría definir como el aura de la fe­ ción alg1ma; pero mi corazón está inquieto y lo seguirá estando
minidad. Se cuenta que se enamoró de cada una de sus hasta que tenga la satisfacción de estar seguro de que se le hará
alumnas. 80 Muchas de ellas, si no la mayoría, pertenecían justicia a su arte. Aunque mi felicidad será absoluta el día en que
a los círculos de la nobleza, especialmente en la época de tenga el sumo placer de vo]v·erla a ver y que pueda estrecharla
Viena. Eran inaccesibles para él. Sus anhelos, sus deseos entre mis brazos de todo corazón. Eso es todo lo que puedo so­
con respecto a ellas, seguramente se orientaron hacia lo ñar y anhelar y en ese deseo encuentro mi único consuelo y mi
que llamamos «erótico». Soñaba con ellas y no es muy im­ paz...
probable que un vestigio de su elegancia y su encanto se
introdujera 'el. veces en su música conw un eco de su triste­ 8 1 . En este pasaje se interrumpe el manuscrito, las dos cartas si­
za ante su inaccesibilidad y de su rebeldía frente a su des­ guientes que se citan pertenecen a una recopilación de fotocopias y
tino. transcripciones de la correspondencia de Mozart que el propio Elias se
hizo. En ella no hay otra carta a Aloisia \iVeber. En el conjunto de las
En el trato con mujeres de sn propia clase, antes de su
cartas a �-<Bi:is!e» hay también copiada una carta del r 3 de noviembre
de r 777, pero la del 2 3 de diciembre de 1778 está en varios ejemplares.
79. Carta del 18 de agosto de 1784= II, p. 32 1 , Los correspondientes fragmentos han sido escogidos por el editor.
So. Véase I-Iildesheimer: MOzart, op. cit., p. 287. (N. de/E.)

1 60 161
Adiós, querida amiga, estoy terriblemente desasosegado por LA REB ELIÓN D E MOZART
su carta, por favor no me haga esperarla demasiado ni ansiarla
durante largo tiempo. Espero saber pronto de usted, le beso las
manos, la abrazó de toda. corazón y quedo de usted para siem­
pre su verdadero y leal amigo

Con muchísimas prisas... le ·escribo � le doy la noticia de que ma­


ñana parto para Munich; mi queri�a prima, no se asuste como
los conejitos. Le aseguro que me gbstaría mucho estar en Augs­
burgo, sólo que el señor Reichs, el prelado, no me deja ir... Qui­
zá vaya en una escapada deMunich a Augsburgo; pero no es muy
seguro; si a usted le da tanto gusto verme como a mí de verla a
usted, venga a Munich, a esa digna ciudad; procure estar allí an­
tes de año nuevo... Espero que venga seguro, de lo contrario será
una mierda; entonces le haré los cumplidos en propia persona,
le besuquearé el culo, besaré sus manos, dispararé salvas por el
ano, la contemplaré por delante y por detrás y si le debo algo se
lo pagaré todo hasta el último clavo y haré sonar un pedo va­
liente y quizá dejaré caer algo por el mismo lugar. Y ahora adiós
mi ángel, mi corazón.
La espero con el corazón doliente.
Escríbame en seguida a Munich poste restante...

Votre sincere... W A.83

82. 30 de julio de 1778: II, p. 42 1 ; en italiano en el original.


83. 23 de diciembre de 1 778: II, p. 534 y s.

162
De Salzburgo a Viena

I . En mayo de 1 7 81, la tensión entre Mozart, el joven


músico descontento, y su no 1nenos enojado patrón y se­
ñor, el conde Collorcdo, arzobispo de Salzburgo, se con­
virtió en un conflicto público. Desde el principio había
sido una relación difícil y el choque .era irremediable. Y a
en sus años de juventud, Mozart s e había hecho un nom­
bre como virtuoso y compositor gracias a s u inusual ta­
lento entre la aristocracia amante de la música de las cor­
tes europeas. Pero en el propio Salzburgo tenía una
posición que formalmente no se diferenciaba mucho de la
de un cocinero o de un ayudante de cá1nara. Así que, en su
tierra natal, en el pequeño Estado absolutista que gober­
naba el conde Colloredo, Mozart era un caso anómalo.
Después del intento infructuoso de buscar una colo­
cación en otras cortes, volvió al servicio de la corte de
Salzburgo, puesto que a fin de cuentas no le quedaba otra
alternativa. Tuvo suerte. El anterior organista de la corte
?cababa de n1orir, así que había una vacante. Mozart, o con
toda probabilidad su padre en su lugar, solicitó el puesto
de inmediato; en el estilo de la época (que revela con toda

16 5
claridad u: enorme desnivel de poder en la sociedad del qu e efectivamente sólo había acudido cuando se le había
siglo xvm) se había recomendado al arzobispo «por t�da llamado expresamente. Su negligei::1cia en este aspecto fue
su más elevada benevolencia y gracia en la más humilde uno de l os principales motivos por'los que el
arzobispo es­
sumisión».' El propio arzobispo debía de ser muy cons­ tuvo descontento de sus servicios..2
cie nte de las ventajas que reportaría para su fama el que Ad emás, una vez estuvo de nuevo en su puesto, Mo­
una ce lebridad de origen sal zburgués sirviera en su corte. zart se ausentaba de . Sal zbu rgo, a vec es durante semanas.
Por consiguie nte dispuso por.decreto el r 7 de enero de En otoño de I 780 solicitó licencia obedientemente por­
1 779 que el puesto de organista df la corte fuera para el jo­ que la corte bávara le había pedido una nueva opera seria
ven y le concedió el mismo sueld9 de 450 guldens que ha­ para las fe stividades del carnaval de 1781. Mozart necesi­
bía recibido su antecesor, un pa¡ire de familia ya anciano; taba el permiso para e scribir a toda prisa la óp era y ensa­
Para un joven músico este ,(ueldo no estaba del todo yarla en Munich con los cantantes. El libreto - Idomeneo,
mal se gún los criterios de entonces y ciertamente, desde Re di Creta-, qu e debía escribirlo igualmente u n salzbur­
el pu nto de vista d el arzobispo, era bastante g·eneroso. gu
és, s e le había impuesto desde Munich. (Aunque él s e
Pero el decreto por el que se le otorgaba el cargo dispo­ tomó la libertad de cambiar el libreto aquí y allá, se reco­
nía, en el acostumbrado lenguaje ritual , que el nuevo or­ noce todavía lo arte sanal que era todo el proce dimiento:
ganista, exactamente como el anterior, tenía qu e cumplir el príncipe el ector d e Bavi era daba al compositor
no sólo
todas las obligaciones del cargo tanto en la orquesta y en el encargo, sino que también determinaba el tema y el tex­
la cate dral como en la misma corte con diligencia y sin ré­ to y esperaba algo nuevo dentro de su propio sto.) Para
plicas, además de las composiciones que tenía que librar tal finalidad, el arzobispo de Salzburgo difícilm ente podía
gu

en su mom ento para el uso sacro o el corte sano. Según la negarle el p ermiso. Habría sido visto como una descorte ­
costumbre, entre estas obligaciones estaba también la de sía hacia la corte báva ra a lo que no se quiso arriesgar e l
servir como ayuda de cámara, por lo que se e xigía que Mo­
za rt se presentara cada día en la corte. Su predecesor ha­
bía realizado estos servicios de cá1nara sin quejarse cuan­
2. Carta de Mozart a su padre del I 2 de mayo de
1 7 8 r (III,
p. r r 3): <<Sólo quiero --sin tener que mostrar excesivo celo, pues más
do el príncipe se lo exigía, como si fue ra algo natural en querida me es mi salud y mi vida, yya me es bastante penoso estar obli­
esa época, y por tanto ineludible. Mozart no lo hizo y más gado a ello--, sólo quiero poner aquí el principal reproche que se me
tard e dijo que él uo había tenido conocimiento de tales hace sobre mis servici�s. No sabía yo que fuera ayudante de cámara, y

obligaciones y que sólo se le había indicado algunas veces


eso me ha hundido. Debiera haber malgastado :un par de horas cada ma­

que tenía que aparecer regularme nt e por la corte. Alegó


fi.ana en la antecámara. Es cierto que se me dijo con frecuencia que te­
nía que dejarme ver, pero nunca pude recordar que esto era mi servicio
obligado y sólo acudí puntualmente cuando el arzobispo me hacía lla­
1. Mozart. Die Dokummte seines Lebens, op. cít., p. r63. man->.

166
conde Colloredo, de rango inferior. Así que calló y con­ nor, no es Salzburgo, sino el príncipe y la orgullosa nobleza, lo
cedió un permiso de seis_ setnanas sin decir nada por mu­ que me resulta cada vez más difíci_� ,de" Soportar, por ello me en­
cho que por dentro se irritara, pues a fin de cuentas era él cantaría que me hiciera escribir tj_lre ya no me necesita. Además,
quien pagaba a Moz.art. Tal como se ha dicho, una mala con la protección de la que goZo aquí no tendría que temer nada
relación. ni en el presente ni en el futuro, a excepción de la muerte que
Mozart, por su parte, era un joven orgulloso que cono'­ nadie puede prever, pero a un hombre soltero con talento at}uí
cía su valor; tenía que forzarse a mostrar una actitud sumi­ no le harían dafio alguno; pero por amor hacia usted lo que
sa que, en Salzburgo, el prfi;,cipe y muchos de los nobles sea. Dentro de todo, me resultaría mucho más soportable si pu­
cortesanos, si no todos, exigí�n de él y que su padre inten­ diera irme al menos por unos días para tener un respiro. .Usted
tó inculcarle. En ese mome,ttto (desde principios de no­ sabe lo difícil que ha sido poder irme esta vez; si no hubiera sido
viembre de r 780 ), sin emb�fgo, se encontraba en Municl1 por una causa mayor, habría sido imposible. Es para Horar· de
y trabajaba en su ldomeneo. Adoraba este tipo de trabajo; le rabia ...
absorbía por completo. Sobrepasó el permiso y corrió el
riesgo. En el fondo le habría importado bien poco que el En realidad, Mozart no tenía grandes posibilidades de en­
arzobispo lo hubiera despedido. En la corte bávara los contrar un lugar en la corte bávara. Era terco por lo que
grandes señores le trataban como a un igual, por lo menos se refiere a su música. A veces se oponía a las decisiones
superficialmente. Con frecuencia tornó esta actitud cmno incluso del influyente director del teatro. Los grandes se­
moneda contante y sonante y seguramente la entendió ñores estaban poco acostumbrados a que les contradijeran
cmno un signo de que tras el éxito de su ópera tenía asegu­ sus subordinados y todavía menos un hombre tan joven.
rado un puesto si no en Munich, en cualquier otro lugar. Cuando algo no era de su gusto en una ópera, lo decían y
Estaba harto de Salzburgo. Al exceder el permiso, estaba esperaban el cambio correspondiente. A sus ojos no había
desafiando al arzobispo. El r 6 de diciembre le trazó a su duda al gu na de que .las personas de su mismo rango, que
padre un esbozo de la situación desde su perspectiva: 3 se encargaban del teatro, eran mejores jueces del buen
gusto que un músico burgués. Pero en cuestiones de 1nú­
Por cierto, �qué tal con el arzobispo? El próximo lunes hará seis sica, M:ozart a menudo no pennitía intromisiones. 'Era jo­
semanas que estoy fuera de Salzburgo; usted sabe, querido pa­ ven, tenía muchas ilusiones y no conocía el rnundo. Así
dre, que sólo por el cariño que siento por usted estoy en..., por­ que le dejaban hacer. A fin de cuentas no era tan impor­
que si por mí fuera, Dios mío, antes de haberme marchado me tante. Pero para alguien que buscaba una colocación du­
habría limpiado el culo con el último decreto, pues, por mi ho- radera, esta persistencia en su propia concepción de la 1nú­
sica no era muy recomendable.
3. Ill, p. 6o y s. Así que siguió un tiempo en Munich a pesar de que su

168
permiso habfa acabado y esta vez su padre estaba total­ El 13 de enero de 1 781 se ensayó por primera vez el
mente de su parte. A él le contrariaba Salzburgo tanto co­ tercer acto del ldomeneo. Los co11oddos de Salzburgo lle­
mo a su hijo; sólo que no se atrevía a mostrarlo y tampoco . garon a Munich para asistir a !{representación de la ópe­
podía permitírselo. A su hijo le escribió4 que ya habían lle­ ra de Mozart. El 26 de enero llegaron el padre y la her­
gádo a Salzburgo los elogios de su nueva ópera, de la que mana. El 2 7 de enero, el día en que Mozart cumplía
incluso se habían escuchado algunos fragmentos antes del veinticinco años, tuvo lugar el ensayo general y el 29 el
estreno. También le dijo respecto a la infracción del per,. estreno. Fue un gran éxito. El arzobispo seguía sin dar se­
' ñales de vida todavía. Estaba ocupado con otras cuestio­
miso, que sencillamente se harí� el tonto. Si se le pregu n-
taba en la corte respondería q�e había entendido que el nes, entre ellas, sobre todo, la grave enfermedad de su
permiso se refería a que Mozar¡lpodía permanecer en Mu­ padre. Viajó a Viena con su cortejo para visitar al enfermo.
nich seis ·semanas tras acabar fa composición, pues le ne­ Desde allí recibió Mozart finalmente el r2 de marzo la or­
cesitaban para los ensayos y todas las preparaciones del den de partir para reunirse con su señor. Se puso en cami­
estreno. ¿O acaso vuestra principesca merced es de la opi­ no de inmediato y fue alojado, siguiendo las disposiciones
nión de que una ópera semejante se puede componer, es­ del arzobispo, en el palacio de éste. Hubo varias escenas
cribir y ensayar en seis semanas? Leopold Mozart sabía en las que Colloredo le reprendió duramente; quería de­
perfectamente que el arzobispo estaba atado de pies y ma­ mostrar al joven de una vez por todas que él era el amo
nos. Ordenar que Mozart volviera a Salzburgo o incluso en su casa y le llamó desvergonzado y otras cosas por el es­
despedirlo mientras trabajaba por orden del príncipe elec­ tilo.
tor bávaro en una ópera para su deleite durante el carna­ Sobre lo que sucedió a continuación sólo disponemos
val, hubiera sido una afrenta contra este último. Pero qui­ del relato de Mozart y es posible que sea parcial. Quizás el
zás el padre no contaba con la posibilidad de que el arzobispo no fuera persona para tales escenas. Era un
arzobispo, aunque estuviera inmovilizado temporalmen­ señor retraído, algo peculiar, que no podía soportar la vi­
te, se fuera enojando cada vez más por la ausencia de su sión de la sangre. El padre de Mozart lo había contado en
servidor. A Mozart le importaba su ópera (y las perspec­ una de las cartas que envió a Munieh:s Hacía poco, el ar­
tivas de futuro esperanzadoras que creía que le estaban zobispo, mientras com.ía se hizo accidentalmente un cor­
prometiendo); al arzobispo en cambio le importaban las te en el dedo, al manar la sangre, se levantó, hizo un gran
deficiencias del servicio que estaba pagando y la insubor­ esfuerzo por no desmayarse delante de todo el mundo, se
dinación de uno de sus súbditos. Se trataba de una clara fue a la habitación de al lado y se desplomó. Una perso­
lucha de poder como las que acontecen a menudo. na rara. A principios de mayo dispuso, de repente, que

4- 25 de diciembre de 1780: III, pp. 69-7 I . 5. 30 de diciembre de 1780; III, p. 75.

170 171
Mozart desocupara su alojamiento en el palacio vienés. Mo­ po, la reacción del joven era totalmente insensata; a fin de
zart encontró habitación en casa de unos viejos conocidos cuentas había estado viajando por tqdás partes en busca de
de Mannheim, Ciicile Weber y sus hijas, de las cuales una, una colocación y no había encontrado nada hasta que la
Aloisia, fue su primer gran amor, todavía no olvidado. El corte de Salzburgo con toda su benevolencia le había vuel­
padre había muerto entretanto y la viuda Weber alquila­ to a aceptar, incluso con una subida de sueldo. Pero Mo­
ba habitaciones. zart estaba firmemente decidido a seguir en Viena. El 9 de
El 9 de mayo llegó finalm�nte la ruptura entre Mozart mayo, inmediatamente después del altercado con el arzo­
y su señor. El músico cortesanó. desalojado, apenas acaba­ bispo y todavía henchido de valor, se sentó en su nuevo
do de mudar' recibió la orden '!de llevar con el siguiente domicilio en casa de la señora Weber para contarle por
correo un paquete urgente a ¡;'alzburgo. Mozart, que to- carta a su padre los nuevos acontecimientos. Le escribió
davía tenía que cobrar algunai cantidades que se le debían, cómo le había insultado el conde Colloredo e insistió, ju­
fue a hablar con el arzobispo y se disculpó por no poder rándolo por el amor que le profesaba a él y su hermana,
partir tan precipitadamente. Siguiendo el consejo de un que Salzburgo había terminado para él.6
ayuda de cámara utilizó la mentira inocente de que la di­
ligencia estaba totalmente llena. El conde Colloredo le 2. A partir de entonces, todo su pequeño mundo se re­
dijo, según Mozart, que era el individuo más negligente movió todavía más. El ID de mayo, Mozart se dirigió a su
que conocía, que nadie le había servido tan mal como él; inmediato superior, el conde Arco, intendente superior de
le aconsejó partir sin tardanza hacia Salzburgo tal como se cocina, y le hizo entrega de un escrito formal con la peti­
le había dicho, de otro modo le suspendería el sueldo. Mo­ ción de que el arzobispo le concediera el despido. Al mis­
zart permaneció tranquilo, aunque el arzobispo le había mo tiempo quería reembolsar el dinero que ya había reci­
tratado de bribón y de pillo. Sólo preguntó si su merced bido para regresar a Salzburgo. El conde Arco se negó a
no estaba contento con él. Con ello el conde todavía se en­ aceptar ambas peticiones. Probable1nente, en connivencia
fureció más y le dijo que no quería saber nada más de él. con el arzobispo, intentaba disuadir al joven rebelde de sus
Mozart le tomó la palabra y replicó que estaba de acuer­ propósitos. Mozart no podía dejar su cargo, así se lo dijo,
do, que al dfa siguiente le presentaría su petición de des­ sin recabar la aprobación de su padre, esto era su deber y
pido. su obligación. Mozart contestó que él sabía perfectamen­
Es de suponer que el arzobispo no se lo esperaba. te cuál era su obligación con respecto a su padre. Para dis­
Quería obligar a Mozart a ser obediente, pero casi seguro traerse esa noche fue a la ópera, pero se encontraba toda­
que no contaba con que su súbdito fuera a volver contra él vía terriblemente nervioso, le temblaba el cuerpo y tuvo
sus propios ar gumentos y que por su parte pudiera re­
nunciar a su cargo. Visto desde la perspectiva del arzobis- 6. III, pp. I IO - I I 2 .

172 1 73
que abandonar el teatro a la mitad del primer acto. Tam­ suyo propio. Eú cualquier caso, insistió en que el honor de
bién al día sigu iente se sintió enfermo; guardó cama y su hijo exigía arreglar la cuesti9n� '11o en Viena, sino en
'.

tomó agua de tamarindo para calmarse. Salzburgo. Por tanto Mozart tenía que regresar; esto era
El r2 de mayo Mozart volvió a escribir a su padre y le absolutamente imprescindible si quería salir con dignidad
repitió que estaba absolutamente decidido a abandonar su de este caso. Al mismo tiempo sospechaba que el deseo de
cargo para siempre. Después de que el arzobispo le había su hijo de quedarse en Viena se debía principalmente a sus
rebajado de esa forma y h'\?Ía mancillado su honor, no le ganas de divertirse. La renovada relación, como sub­
quedaba otra alternativa; lc:\mejor era que el padre no se arrendado, con la familia Weber, la recibió con gran des­
manifestara respeéto al suc1so si tenía algún aprecio por coil.fianza; no sin razón, con10 p oco después se demostró.
su hijo.' Algunas horas d<{spués ya se había calmado un Que Mozart se hubiera enamorado perdidamente en
poco y le envió una segunda carta. En ella se esforzó en ex­ Mannheim de una de las hijas de esa familia, le pesaba en
plicar que su decisión era del todo razonable, incluso con­ el corazón sin poder remediarlo. Sabía que todavía había
templándola con total frialdad. La grave ofensa que había dos hermanas más, sospechaba lo peor y puso toda su au­
sufrido sólo era la gota que colmaha el vaso. Salzburgo no toridad en juego para llevarse al chico de vuelta a Salz­
le ofrecía otra cosa que estrechez, allí carecía tanto de es­ burgo. Pero, al mismo tiempo, temía seguramente que el
tímulos como de estimación. En Viena, escribía, ya dispo­ arzobispo le haría sentir duramente la más mínima apa­
nía de una cantidad considerable de buenas y provechosas riencia de haber apoyado al hijo en su desobediencia y en
relaciones. Se le. invitaba, se le trataba con todo respeto y su plan de abandonar el servicio. Así que le escribió en el
encima se le pagaba. El padre no tenía por qué preocu­ acto una carta al conde Arco en la que le aseguraba que no
parse, tampoco por su propia posición. Seguramente el ar­ aprobaba en modo al guno la conducta de su hijo. Al con­
zobispo no podía ser tan mezquino como para arrebatar­ trario, le había ordenado que regresara de inmediato a
le el cargo a su padre por el hecho de haber tenido una Salzburgo. Al hijo le escribió en el mismo sentido y con el
disputa con el hijo. mismo tono.
Leopold Mozart tenía sus dudas al respecto. De he­ Mozart se sintió muy dolido con la carta de su padre.
cho, para fl la situación era extremadamente precaria y Pero entonces, puesto que la rebelión contra el arzobis­
obraba con gran prudencia, como lo había hecho antes a po amenazaba con alcanzar también a la autoridad del
menudo, aunque de una forma un tanto ambigua. Aun hoy padre, se demostró de repente la seguridad y la indepen­
es difícil de determinar si su comportamiento estaba diri­ dencia con la que por aquel entonces ya tornaba sus de­
gido a cuidar del futuro de su hijo o a preocuparse poreJ cisiones. Vio muy claramente que no había posibilidad
al guna de realizarse en la estrechez de Salzburgo, ni para
7. III; pp. 1 12-1 24- La segunda carta: III, p. r 14 y s. él ni para su n1úsica. Al contrario de su padre, recon oció

175
1 74
que las miserables fricciones y tensiones en las que se veía que él mismo había tenido que encajar con frecuencia las
complicado en la corte de Salzburgo se repetirían eter­ malas palabras del arzobispo. Mo�art replicó encogiéndo­
namente, al igual que las vejaciones y ajetreos a cuya mer­ se de hombros: «1endrá usted siis motivos para soportar­
ced estaba, si era lo suficientemente débil como para re­ lo. Yo tengo los míos para no hacerlo».9
gresar. Pero el tira y afloja todavía no había llegado a su fin y
Lo que no vio con suficiente claridad, sin embargo, al la petición de M,nart seguía sin ser aceptada. La sociedad
contrario que su padre, fueron las dificultades que se le vienesa aplaudía una historia tan entretenida. Simpati­
presentarían tras al�¡irse de Salzburgo. El conde Arco, a zantes de ambos bandos intercambiaban argumentos. El
quien tras el primer r�chazo entregó una segunda y final­ arzobispo llamó a Mozart «arrogante»; Mozart replicó
mente una tercera s�licitud de despido, en la última oca­ que si se le trataba con arrogancia, lógicarnente tan1bién
sión le había mostrado de forma bastante explícita lo que él se volvía arrogante. La decisión se tomó unos días más
le esperaba a un joven músico que quisiera ganarse la vida tarde, hacia el 8 o el 9 de junio de r 78 I. Mozart se dirigió
en Viena sin una colocación fija. Le dijo a Mozart (que se de nnevo al conde Arco. Cuando insistió de repente en la
lo transmitió a su padre en una carta): 8 concesión de su solicitud de dejar el servicio del arzobis­
po, el conde perdió finalmente la paciencia y echó al to­
Créame, aquí se deja usted deslumbrar demasiado; la fama de zudo joven de un puntapié.
una persona dura aquí [en Viena.] poco tiempo. Al principio no Mozart estaba furioso. Y al mismo tiempo, sentía evi­
se reciben más que elogios, y se gana también mucho, eso es dentemente una cierta satisfacción por haber llegado tan
cierto, pero ¿por cuánto tiempo? Al cabo de unos meses los vie­ lejos. Ahora podía afirmar, con toda la razón, que la corte
neses quieren volver a tener algo nuevo. de Salzburgo le había dado el despido. Abora tenía la
oportunidad de quedarse en Viena. Puede ser que creye­
Esta conversación tuvo lugar a principios de junio. Como ra que un puntapié no era un precio tan alto. Pero, natu­
se puede apreciar, la controversia entre Mozart y su señor se ralmente, la afrenta repetida del arzobispo y sus cortesa­
alargó durante algún tiempo. El arzobispo no estaba dis­ nos nobles había supuesto una dura prueba para la
puesto a autorizar el despido de su servidor. Mozart, no capacidad de autocontrol del orgulloso joven.
menos tozudo, entregó una solicitud tras otra, en forrna
de instancias a través del intendente 1nayor de cocina. Pre­ 3 . A lo largo de su carrera de niño prodigio, Mozart ha­
sumiblemente el conde Arco se negó a seguir tramitándo­ bía desarrollado comprensiblemente un sentido muy fuer­
las. Para hacer entrar en razón al joven, llegó a contarle te de su propio valor y de su tarea como compositor y vir-

8. 2 de junio de 1781: III, p. 124- 9· [bid.

1 76 177
tuoso. tste prácticamente no cuadraba con su posición
JO había ganado inequívocamente la facultad de decidir el ca­
social de súbdito y servidor. Se puede inferir que para él mino que le parecía más lleno de senddo a juzgar por sus
fne absolutamente imposible doblegarse y volver a Salz­ necesidades y sus dones. Y tuvo la fue'rza de llevar a cabo
burgo como un perro apaleado. Allí habría perdido la sa­ su decisión aun en contra de todo el mundo, incluso de su
lud y la tranquilidad de espíritu, dijo en su primera carta padre.
del 1 2 de mayo de 1 7 8 1 . Incluso aunque tuviera que men­ Lo seguro que estaba de sí mismo se revela en cada
digar, se habría ido tras esa afrenta, <-<pues, ¿quién puede una de las líneas de aquella carta dirigida a su padre que,
dejarse atemotirar?».n Sólo que la gran mayoría de los al igual que en el pasado, intentó impedir con todos los es­
súbditos de Salzb,urgo no tenían ninguna elección en este fuerzos de su inteligente retórica un paso que él entendía
sentido. Cmno c\ialquier «genio», Mozart era una excep­ como un error irreparable. Es evidente que Leopold Mo­
ción en su socie�ad, un ser anómalo y un poco rebelde en zart. reprochó a su hijo haber olvidado sus deberes con res­
su comportamiCnto. pecto al príncipe y a su padre. Pero el joven se le iba de las
De todas formas, en el momento de la rnptura ya te­ manos. L a clara agudeza de la negativa de Mozart hacía su
nía una idea del esfuerzo que comportaría vivir en Viena padre no era en modo alguno inferior a la a gudeza de la
sin una colocación. Pero nunca cesó en su esperanza de argumentación paterna; era, quizá todavía más efectiva
que el emperador (o en todo caso un rey de rango pareci­ porque exteriormente no dañaba las normas tradicionales
do) acabaría premiando tarde o temprano un talento como de la relación padre-hijo. A la alusión admonitoria sobre
el suyo, tomándolo a su servicio pennanente1nente, y en los deberes filiales, Mozart contrapuso el recuerdo de los
su interior poseía la certeza de la persona que cree en sí deberes paternos. Así, por ejemplo, le escribió el 19 de
misn1a y creía que entretanto encontraría los medios y las mayo de 1 7 8 1 : "
vías para 1nantenerse a flote. A sus veinticinco a.ños se
... todavía no he podido reponerme de mi asombro, ni podré
10. Su juventud dificultó el reconocimiento de ese valor en reíle·· nunca, si continúa usted pensando y escribiendo así. ¡He de con­
ciclas ocasiones. .lVIozart le cuenta a su padre en una cana del 3 r de oc­ fesarle que no reconozco a mi padre en un solo trazo de su car­
tubre <le r 777 ;;u primera visita a una audición de la orquesta de .Mann­ ta! Sin duda es un padre, pero no el mejor, el más afectuoso, el
heim (II, p. 94): <<... no puedo reprimír la risa cuan1o me presentan a la padre que se preocupa por su honor y por el de sus hijos, en una
gente. Algunos que me conocían por mi fama han sido muy corteses y
palabra, no mi padre.
llenos de consideración. Otros, sin embargo, que no sabían nada de mí,
me han mirado con los ojos bien abiertos, pero desde luego sonriendo,
pues creen que yo, porque soy pequeño y joven, no puedo albergar algo
grande y maduro en mi interior; pronto se enterarán>,.
1 1. 1 2 de mayo de 1781 (segunda carta): IIl, p. 1 1 5 . 12. III, p. 1 1 7 y s.

179
Con su decisión, Mozart había evocado el riesgo de que su si uno quiere poner en claro para sí y los demás que la evoº
padre pudiera perder su cargo en la corte de Salzburgo. lución de un artista es la evolución d.e·tina persona. Los es0
Aplacó su inquietud. Pero tal como era su naturaleza, tam­ pecialistas en música pueden entender mucho de música
bién aquí dejó volar su fantasía. Así, por ejemplo, le expli­ y poco de seres hun1anos y, así; construir un títere-artista
có que en caSo de que ocurrier� lo peor, tanto él como su autónomo, un «genio» que se ha desarrollado de forma
hermana deberían trasladarse a su casa en Viena; que él inmanente. Pero de esta manera se favorece una concep­
conseguiría hacerse cargo de todos. ' 3 Hay que reconocer ción falsa de la música.
la dimensión de su dilema: hasta ese momento la familia Durante casi veinte años, Mozart había vivido estre­
Mozart siempre bahía luchadd-ynida por su superviven­ chamente unido a su padre. A lo largo de todo ese tiem­
cia. El padre siempre había esta<)lo incondicionalmente de po, su padre le había guiado. Había sido su maestro, su
parte de su hijo y, con ello, desfe luego también de su par­ agente, su amigo, su médico, su guía de viajes y el inter­
te. Y el hijo estaba unido a sti padre en lo más profundo. n1ediario de sus relaciones con otras personas durante
La intensidad de las cartas que le escribió en aquella épo­ gran parte de esta fase tan decisiva de su vida. A veces se
ca son una prueba de la fuerza de su vínculo, por mucho habla de los rasgos infantiles que Mozart conservó hasta
que su amor pudiera estar entremezclado de animosidad. su muerte. De hecho, los tenía. Tampoco es de extrañar
Pero Leopold Mozart no podía ocultar que su hijo estaba teniendo en cuenta la duradera dependencia de su padre
a punto de romper la unidad de supervivencia de la fami­ que, en el fondo, linútó a la actividad musical y composi­
lia y, a pesar de toda protesta en contra, de tomar su pro­ tora su oportunidad de independizarse.
pio camino. Él vio con mayor precisión lo reducida que Mozart fue un agudo observador de lo que ocurría en
era la posibilidad de que Mozart pudiera ganarse el sus­ torno suyo, de los detalles y las pequeñas cosas; pero su ca­
tento sin un cargo fijo, por no mencionar ni re1nota1nen­ pacidad de comprensión de la realidad era restringida, se
te la posibilidad de alimentar además a su padre y a su her­ veía considerablemente mermada por sus deseos y sus fan­
mana. Él sólo sabía que su hijo iba a jugárselo todo a una tasías. Cuando llegaba a una nueva corte durante uno de
carta, todo aquello por lo que él había trabajado tanto sus viajes, si el príncipe le dirigía palabras llenas de cor­
tiempo. dialidad o una de sus obras era acogida con grandes aplau­
La separación de Mozart de su padre fue un hecho sos, en seguida·tenía la certeza abso.!uta- de que su sueño
sorprendente, si se observa ·con nrnyor detenim.iento. de conseguir un cargo estable y digno estaba a punto de
Ocuparse un poco de este aspecto de su proceso de ma­ hacerse realidad. Así fue durante toda su vida. Sólo muy
duración, de su proceso civilizador personal es inevitable tardíamente, bajo el peso creciente de sus deudas, tenía
una conciencia rnás clara de que esta esperanza podía ser
13. 19 de mayo de 1781: III, p. I I9. vana y por eso el choque con la realidad contribuyó tanto

180 181
a su desn10.ronanlÍento. Pero su indiferencia e incapacidad dependía mucho de saber que su padre estaba de su lado.
en el manejo de las cuestiones económicas fue segura­ El paso que había dado orientabatodo su futuro en una
mente un vestigio de su infancia, durante la cual su padre, nueva dirección, y era muy consciente de ello. Y él lo ha­
muy hábil para el comercio, había solventado por él todos bía hecho sin recabar el consejo de su padre. Esto era algo
estos problemas. Posiblement.c a ello se debe también la nuevo en su vida. Había actuado impulsivamente y al mis­
espontaneidad con· que convertía sus fantasías en acordes, mo tiempo tenía claro que tenía que proceder así y no d e
sus sentimientos en música, es decir, la riqueza de sus otra manera.
ocurrencias musicales. ¿ Y quién habría deseado que esta
espontaneidad de los primeros a11os hubiera cedido ante + Seguramente Mozart pudo resistir los embates con­
la falta de espontaneidad propia de los adultos de su en- juntos del sefior al servicio del cual estaba y de su padre,
torno social? 1 4 sólo porque la conciencia del valor de su creación artísti­
Pero cuando se habla d� los rasgos «infantiles» de
\
ca y asimismo de su propia persona le fortalecían. Se ha­
.
Mozart ' se olvida fácilmentd lo adulto que era por otro
lado. Una prueba de ello e{la firmeza con que llevó ade-
bía afianzado durante los largos a11os de aprendizaje y de
viajes del niño prodigio y evidentemente no había perdi­
lante su rebelión personal contra el sefior alservicio del do un ápice de su propio convencimiento a causa del fra­
cual estaba y en cuyos dominios vivía, como también lo es, caso sufrido buscando un cargo.
y no en 1nenor medida, la rebelión contra su padre, que se­ Uno no puede menos que preguntarse qué habría sido
guramente le resultó mucho más difícil de llevar a cabo. de Mozart si no se hubiera convencido tan profundamen­
La crisis de esta separación, el signo del proceso de ma­ te cuando era relativamente joven de la singularidad de su
duración de Mozart puede parecer de lo más normal en el talento musical, de su obligación de dedicarle su vida, dán­
sentido de las experiencias cíclicas vitales. Pero, precisa­ dole así un sentido a su vida. ¿Habría podido crear esas
mente esta separación del padre, desde el punto de vista obras musicales a las que hay que agradecer su posterior
de la profundidad y la duración del vínculo previo, es sor­ catalogación como <<genio>> , si en la crítica situación de
prendente. Da pruebas de una fortaleza de carácter que 1781 no hubiera tenido las fuerzas para resistir la presión
sorprende e:n vistas de su educación. del príncipe de su país, de sus superiores en la corte, de su
También se puede entresacar de sus cartas que Mozart padre, resumiendo, de todo Salzburgo? ¿'Tendríamos ópe­
ras como el Rapto, el Don Giovanni o Las hadas de Fígaro,
conciertos para piano como la admirable serie de Viena, si
r4. Sin embargo, que sus fantasías y los sentimientos, y las pasio­
nes que los alimentaban, no se le escaparan, que expresara su dinámica
en formas tonales espontáneamente y sin deterioros y que pudiera po­ hubiera vuelto al servicio de la corte de Salzburgo en
nerles freno, es un indicio de su nah1ralcza adulta; un indicio de subli­ aquella época -con todo lo que esto significaba según el
mación felizmente conseguida. arzobispo- y no hubiera tenido nunca, o sólo esporádi-

182
bía llevado a los hombres inocentes y al mismo tiempo
camente, la posibilidad de participar de la mucho más rica
vida musical de Viena con su público (comparativamente) culpables a un conflicto. Aquí, en cambio, se trataba sim­
ple y llanamente .de una necesidád surgida de la conviven­
mucho más abierto? Nó se puede esperar una respuesta
inequívoca a esta pregunta. Pero es muy probable que si cia humana y de sus potencialidades desiguales de poder,
se trataba pues de un conflicto social. Prin1ero transcurría
Mozart se hubiera decidido a. obedecer las órdenes del ar­
entre un príncipe soberano y un servidor que poseía un ta­
zobispo por mor de su sustento y a utilizar la mayor parté
lento extraordinario, que por ello exigía seguir sus propias
de sus energías de trabajo tal como deseaba su señor, su
voces, su propia conciencia artística, su propio senti1nien­
creación habría estado mucho más unida a las formas tra­
to para el acierto inmanente de la sucesión tonal que sur­
dicionales de la música y habría tenido mucho menos es­
gía de su interior como a otros les nacen las palabras. Pero,
pacio para aquella formación continuada de la tradición
1nusical cortesana, que e'�\característica de sus obras de la al mismo tiempo, se trataba de algo más que de dos per­
sonas: se trataba de dos concepciones de la función social
época de Viena y posterior1nente de su fama de «genio».
del músico, de las cuales una estaba firmemente estableci­
Mozart no lo formuló J::on palabras comunes; pero lo
da, n1ientras que para la otra aún no existía un lugar con­
que dijo e hizo durante c(ste momento de crisis deja en­
creto; y también se trataba de dos tipos de música, de las
trever lo fuerte que era eri él la sensación de que no se rea­
cu ales una, la cortesana artesan al., se correspondía por
lizaría si no tenía la libertad de seguir las fantasías music
completo con el orden social dominante, mientras que la
cales que surgían de él y precisamente a menudo sin que
otra, la del «artista libre», se oponía a la pritnera.
mandara sobre ellas. Quería escribir una música tal como .
La posición del músico en esta sociedad era en el fon­
se la ofrecía su voz y no como se la daba un hombre que
hería su honor, que envilecía el sentido de su autoestima­ do la de un artesano empleado o al servicio de la corte. No
se diferenciaba mucho de un tallador de madera, un pin­
ción. Éste era el núcleo del conflicto con el arzobispo: una
tor, un cocinero o un joyero que, siguiendo las órdenes de
disputa por su personalidad, especialmente por su inte­
distinguidas damas y caballeros, tenía que crear productos
gridad artística y por su autonomía.
elegantes, de buen gusto o, según las circunstancias, en
El conflicto se había ido preparando paulatinamente
cierta 1nedida excitantes para su gozo y entretenimiento,
y se desvelii abiertamente por primera vez en la lucha de­
si gual contra el príncipe y después en l.a emancipación de para elevar la calidad de su vida. Sin duda, Mozart sabía
que su arte, tal com.o él lo entendía, se agosta.ría si tenía que
la guía de su padre. A partir de ese momento Mozart es­
producirlo bajo las órdenes de personas a las que no quería
tuvo sie1npre perseguido por él -con interrupciones más
largas o más breves-, como se era perseguido por las Eri­ omcluso odiaba, a quienes tenía que complacer, indepen­
dientemente de su propio estado anímico, de su sintonía
nias en el mundo clásico griego. Sólo que allí era la nece­
sidad de un destino determinado por los dioses lo que ha- con lo deseado. A pesar de su juvenmd, notaba perfecta-

18 5
mente que se perdería su energía creadora si ésta tenía que lución de otros aspeCtos de su persona, en este caso preci­
agotarse, en la estrechez de la corte de Salzbmgo, con las samente la capacidad de reconocer qµé trayectoria vital,
tareas que allí se le encomendaban, especialmente cuando incluso qué lugar de residencia erael más fructífero para
allí no había ni una ópera.ni una orquesta mediana. El ar­ la realización de su talento. La idea de que el «genio ar­
zobispo, por su parte, sabía sin duda que el joven Mozart tístico» se pueda desplegar igualmente en un vacío social,
poseía un talento inusual y que aumentaría el renombre de por decirlo de alguna manera, y por tanto independiente­
su corte si tenía a su servicio a un hombre como aquél. Es­ mente de cómo le fuera al «genio» corno persona entre
taba dispuesto a prestarlo a otras cortes si era necesario. personas, puede parecer convincente mientras las explica-·
Pero, a fin de cuentas, esperaba que Mozart cumpliera con dones se realicen a un nivel n1áximo de abstracción. Pero
sus obligaciones y que realizara aquello para lo cual se le cuando uno recuefda casos prototípicos con sus corres­
pagaba, como cualquier oti-o artesano o servidor. En una pondientes detalles, la concepción de un desarrollo autó­
palabra, esperaba que Moza,rt produjera divertimentos, nomo del artista en el ser humano pierde casi toda plausi­
marchas, sonatas sacras, 1nisa) o cualquier otra pieza a la bilidad.
moda siempre que se necesit)iran. La rebelión de Mozart contra el príncipe y contra su
Así era el conflicto, un bonflicto entre dos personas, padre es uno de estos casos prototípicos. Uno puede ima­
ciertamente, pero se trataba de dos personas cuya relación ginarse fácilmente el humor del joven de veinticinco años
estaba marcada en gran medida por la diferencia de ran­ si hubiera tenido que acabar por resolverse a seguir las ór­
gos así corno por las fuerzas coercitivas que tenían a su dis­ denes de su señor y volver a su ciudad paterna. Muchos
posición. En ese estado de cosas, Mozart tomó la decisión músicos de su época y de su edad seguramente lo habrían
de ese momento. Hay que tener muy presente el inheren­ hecho. Pero Mozart habría vivido en Salzburgo con toda
te desnivel de poder para apreciar la fuerza de los impul­ probabilidad como un pájaro con las alas cortadas; la ne­
sos que le empujaron a ello. cesidad de esta decisión le habría afectado en lo más pro­
El recuerdo de que Mozart estuvo en cierto momen­ fundo de su energía creativa y de s u deseo de vivir; le ha­
to en tal encrucijada, que se vio obligado a tomar una de­ bría despojado del sentimiento de tener una labor que le
cisión detern1inante para el resto de su vida -y no en úl­ llenabá y de que su vida podía tener un sentido.
timo término, que se decidió por esta alternativa y no por
la otra-, permite ver con mayor claridad que la separa­ 5, Con todo, la decisión que tomó Mozart era, en las cir­
ción conceptual entre el <<artista» y la <<:persona>>- es erró:.... cunstancias sociales de su época, una decisión extraordi­
nea. Aquí se manifiesta con todo detalle que el desarrollo nariamente inusual para un músico de su categoría. Una
musical de Mozart, lo extraordinario de su génesis como generación antes hubiera sido totalmente impensable que
compositor, simplemente no se puede desligar de la evo- un rnúsico cortesano dejara su cargo al servicio de la cor-

r86
te sin haber encontrado otro. Por aquel entonces no ha­ nas. Pero se trataba de una dependencia más relajada (e in­
bía perspectiva alguna de otras alternativas en ese espacio segura). Cuando aún vivía en el pal�cio del arzobispo y te­
social. Mozart había buscado posibilidades de trabajo du­ nía que someterse al papel de serndor, junto con el tropel
rante su estancia en Vienp., en parte con la ayuda de cono­ de los músicos de la casa, había reavivado sus anteriores
cidas familias de la nobleza cortesana. Las esperanzas que relaciones con la alta aristocracia vienesa. La condesa Wil­
le habían dado desempeñaron un importante papel en su helmine T hun, el vicecanciller, canciller de la corte y del
decisión de dejar de servir en Salzburgo. Podía dedicarse Estado, y el conde Von Cobenzl habían invitado al joven
plenamente a su necesidad de llenar su vida de sentido y músico de extraordinario talento. Había empezado a mi­
establecerse cmno una especi e de -<-<artista libre>> en Viena, rar si encontraba alguna alumna de piano, al parecer con
porque sus relaciones en la capital austríaca se habían am­ éxito. Ya en mayo de r 78 r y, por tanto, antes del puntapié
pliado tanto que le ofrecíap una oportunidad de supervi- que condujo a su despedida de Salzburgo, le había conta­
vencia. \ do a su padre algo de una <-<suscripción para seis sonatas>>. 5
1

Otra cuestión es si su decisión fue realista. Quizá tu­ Se trataba de piezas para piano y violín dedicadas a una
vieron razón las personas h:!ayores que le advirtieron de la alumna, Josepha von Auernhammcr, y que aparecieron
inseguridad extreina de �na existencia social en Viena impresas a finales de noviembre de ese misrno año. Viena
como músico sin colocación fija y sin un sueldo constan­ le encantaba y le estimulaba. Tras la ruptura con el arzo­
te y que vieron su resolución corno un indicio de su in­ bispo, al parecer estuvo allí durante un tiempo en un esta­
sensatez juvenil, de su desconocimiento del mundo. Su­ do de e uforia. Como siempre veía detrás de cada esquina
cedía a veces por aquella época - y sucede también hoy, la posibilidad de una colocación digna y, como siempre, se
aunque raras veces- que el impulso de una persona por demostraba que eran castillos en el aire. En todo caso,
realizarse y el impulso por asegurar su e:ástencia apuntan para las clases de piano podía tener tantas alumnas distin­
hacia una misma dirección. Sin e1nbargo, el 111isn10 Mo­ guidas como quisiera. Sólo que, en realidad, no le gustaba
zart no dudó en absoluto de cuál tenía que ser su decisión. enseñar e intentaba reducirlo al mínimo. Pero contaba
A sus propios ojos, el regreso a Salzburgo hubiera sido una con los ingresos adicionales de los conciertos dados en
pérdida de sentido en su vida; mientras que el plan de casa de algunos nobles, de los conciertos públicos por sus­
romper con Salzburgo y quedarse en Viena era totalmen­ cripción y de las suscripciones para las partituras de sus
te oportuno. En Viena podía respirar libremente, aun composiciones.
cuando le costara considerables esfuerzos ganarse el pan. Y, sobre todo, maduraba d encargo de una ópera, con
Aquí no tenía señor alguno que tuviera el derecho a man­ el apoyo del emperador. El 30 de julio de 1781 un diestro y
darle a su capricho.
Es cierto que aquí también dependía de otras perso- r 5 . 19 de mayo de 1781: III, p. n8.

188
experimentado autor de libretos, el joven Stephanie, le en­ a la vestimenta, el mobiliario y las casas, como lm privile­
tregó a Mozart el texto de una opereta alemana con tema gio natural del grnpo social al que pertenece; '6 en este
turco, Bel/mont y Constance o El rapto del serrallo. Mozart caso; la tendencia de un -<<artista libté» hacia la innovación,
trabajó en el proyecto con gran energía. Se nota algo de la sobrepasando el canon imperante, puede ser para él alta­
alegrÍá y la sensación de libertad de su primera época en mente peligrosa. El emperador José II, que se había inte­
Viena en la música que escribió para esta ópera. Aquí se resado en el proyecto de la ópera de Mozart, El rap¡o del
tomó la libertad de desarrollar la tradición musical corte­ serrallo, como prototipo de teatro musical alem.án, no que­
sana, en la que él había crecido y que se había convertido dó, al parecer, del todo satisfecho con la obra terminada.
en su segunda naturaleza, de una forma mucho más perso­ Le dijo al compositor, tras el estreno de la obra en Viena:
nal que en sus óperas anteriores. El poder hacerlo: sobre­ <<Demasiadas notas, querido Mozart, demasiadas notas>>.
pasar aquello que estaba perrµitido en Salzburgo, poder Parece ser que incluso una de las cantantes también se
seguir su propia fantasía musidl,, era uno de sus mayores había quejado de que su voz.no se podía oír bien por culpa
deseos. Tal como se ha dicho, lletjaba de sentido su vida. de la orquesta. En este sentido, Mozart había introduci­
En cuanto a esto, Mozart se a$emejaba ahora de hecho do, sin ser consciente de ello, una traslación de poder. En
a un <<artista libre>> . Pero ya en este temprano intento de
!
las óperas cortesanas de estilo tradicional, los cantantes y
dar un poco de rienda suelta a su imaginación musical in­ las cantantes eran quienes mandaban. La música instru­
dividual, se muestra algo del eterno dilema del arte «li­ mental tenía que subordinarse a ellos; estaba allí para
bre»: como el artista da libertad de movimiento en sus acompañarlos. Mozart, sin embargo, había modificado un
obras a su capacidad imaginativa individual, sobre todo a poco ese equilibrio de poder en el Rapto; le gustaba enu·e-
su capacidad de conjuntar sonidos o visiones, sobrepasan­
do el canon vigente de la estética artística, reduce en un 16. En una carta del 4 de noviembre de 1777 (II, p. 101), Mozart

primer momento las probabilidades de éxito con su públi­


cuenta que ha escrito un concierto para el oboe primero de la orquesta
de 1\1annheim; éste se había vuelto doco>->- de alegría. Cuando tocó al
co. Puede que no sea peligroso para él si las relaciones de piano el concierto en la habitación del Kapellmeister de Mannheim, les
poder en su sociedad están hechas de tal modo, que el pú­ gustó mucho a todos los que lo oyeron. «Nadie dijo que no estuviera
blico que aprecia el arte y que paga por él adolece de una bien>->-, añade Mozart irónico y no sin un poco de amargura; -«pero que
cierta inseguridad estética o, en todo caso, depende en la preguntaran al arzobispo, éste les convencería de lo contrario>->. Tam­
formación de su gusto artístico de un estamento artístico bién hay que tener en cuenta este aspecto de la relación de Mozart con

especialista, en el que se encuentran los propios artistas in­


su sefior, si se quiere valorar debidamente el curso que tomó. Para un
gran sefior no cabía la menor duda de que él tenía la competencia deci­
novadores del 111omento. La cuestión toma otro cariz siva para juzgar en cuestiones musicales. Y si un servidor estaba tan or­
cuando la clase dominante de una sociedad contempla el gulloso de su capacidad como Mozart, había que mostrarle que el prín­
buen gusto con respecto a las artes, así cmno con respecto cipe como tal siempre entendía más de música que el súbdito.

190 r9r
os instrumentos en una
sición social relativamente baja que no se correspondía en
lazar las voces humanas y las de l modo alguno con sus cualidades i.ntelectuales y estaba ex­
ó la posición privilegia­
especie de diálogo. Con ello socav puesto. a un trato vejatorio con 'baStante frecuencia. Pero
po , importunó a la
da de los cantantes. Y, al rnisrno tiem a dife rencia de Moz art, se sometía a lo inevitable; sopor­
ra, estaba acostumbrada
sociedad cortesana que, en la ópe taba la humillación con un rechinar de dientes, pero se do­
s y no con las simul­
a identificarse con las voces humana blegaba. Su única posibilidad de salir de esa insoportable
táneas de la orquesta .
Así que si Mozart posibilitó que la
situación se cifraba en que su hijo consiguiera un cargo
orquesta dijera algo, el
público no lo oyó. Sólo oyó «de­
elevado y bien re mun erado. Siempre había soñado -al
masiadas notas». 7 igual que su esposa, hasta que murió en París- que en­
1

tonces podría seguirlo , y Mozart no dejó nunca de ali­


Mozart mentar e stas esperanzas a lo largo de sus años de viajes y
Emancipación total: el 'ÍtU!:_trimonio de ap rendizaje durante l os cuale s al fin y al cabo dependía

hasta aquí, la ruptura económicamente de su padre. En el círcul o familiar se


',

)
6. L os acontecimientos xpuestos daba por hecho que seguirían viviendo juntos cuando el
zart de abandonar su
con el arzobispo, la decisión de Mo chico encontrara finalmente su gran colocación.
na c omo «artista li­
ciudad paterna y establecerse en Vie Ahora Mozart tenía veinticinco años; e involuntaria­
os en el camino que le
bre», fueron sólo los primeros pas mente seguía conservando esa idea que le era tan familiar
siguiente fase ernanc1-
llevab a a separarse de sn p adre. L a cuando se alejó de Salzburgo. Con el afán de tranquilizar
oz art de casarse.
padora fue la determinación de M a su p adre le escribió que le daría la mitad de sns ingresos
stuto corno Leo­
Se puede pensar que un padre tan a tan pronto como tuviera una colocación segura. 18 Le pro­
se la noticia de que su
pold Mozart habría podido tornar ­ metió a su hermana que los sacaría a ella y a su prometido
arse como a lgo la�ga
hijo de veinticinco años quería cas __ secreto de Salzburgo, donde al parecer no se les permitía
n tranquilidad, s1 no
mente esperado; tomárselo, pue s, co casarse, no se sabe por qué.'' Tras los duros reproches que
y por motivos bastan­
con alegría. Pero no le fue posible el padre le hacía a su hijo al decidirse por Viena y los in­
a estar al servicio de la
te comprensibles. T ambién él odiab tensos esfuerzos p ara apartarl e de tal reso lución, se en­
corte salzbmguesa. Como segundo
Kapetlmeister no dis­
elevado, tenía una po- contrab a el temor del preso que ve desaparecer sus espe­
frutaba de un sueldo especialmente ranzas de escapar algún día de su c autiverio. La mayoría
de las c artas de entonces se han perdido. Pero en las res-
original se interrumpe; el si­
1 7. En este punto el manuscrito
la segunda parte del -<-<acto IV» del
guiente epígrafe está señalado como 18. Carta del 15 de diciembre de 1781: III, p. 182.
n Viena�>) y es sólo un fragmento.
drama vital mozartiano («Mozart e 19. 19 de setiembre de I 78 r: III, p. r 5 8 y s.
(N. del E.)
19 3
puestas a sus cartas se ven reflejados la preocupación y el Además había la cuestión del alojamiento. Era lo que
temor con los que intentaba no perder de vista desde la le­ más inquietaba al padre. Mozart se había trasladado a la
janía las actividades de su hijo. casa de la viuda Weber y sus hijasi conocidas de Mann­
En ese mundo reducido, relativamente limitado, las heim. De una de las hijas, que entretanto se había casado
cartas llevaban rápidamente las habladurías de Viena a y se había convertido en una conocida cantante, se había
Salzburgo, y al revés, el eco de los chismes de Salzburgo enamorado por aquel entonces; fue un gran amor. Le es­
hasta Viena. Desconcertado por la creciente independen­ cribió a su padre con toda sinceridad que sus sentimientos
cia de su hijo, de cuyo pi;ocedcr dependía ahora lisa y lla­ hacia ella todavía seguían bastante vivos. Pero esto no
namente su propio futufy, .por lo visto el padre se pre­ quería decir nada, añadía, porque ella ya no era libre."
g untaba una y otra vez: Pe,ro ¡¿qué hace el joven realmente Pero, en ese momento, Mozart vivía en casa de la viuda
en Viena?! Oía cada ve�nuevos rumores que no le deja­ Weber y de sus hijas todavía solteras como gallo en el ga­
ban tranquilo y le envi�ba a su hijo directamente las co­ llinero y el padre estaba preocupadísimo. ¿No podía ser
rrespondientes preguntas y las advertencias llenas de que se estuviera cociendo algo? Así que le aconsejó a su
preocupación. Había llegado a sus oídos que Mozart co­ hijo con creciente apremio que se buscara otro aloja­
mía carne también los días de abstinencia y que incluso se miento. Sobre el carácter de la viuda Weber se contaban
jactaba de ello. ¿Acaso no pensaba en absoluto en la salva­ cosas poco tranquilizadoras. Era u11:a mujer dominante
ción de su alma? Y el hijo le contestaba con todo detalle que quería colocar a sus hijas por cualquier medio, inclu­
que no se había vanagloriado de comer carne todas las vi­ so alquilando habitaciones. Mozart contestó que miraría
gilias, sino que sólo había dicho que no lo consideraba pe­ de encontrar otro alojamiento, pero que tenía otras cosas
cado. Según había oído -seguía el padre- se había visto en la cabeza en lugar del matrimonio; ya era bastante di­
a Mozart en el baile de máscaras en compañía de una per­ fícil mantenerse a flote uno solo. 22
sona de muy mala reputación. Y éste contestaba con la in­ La correspondencia no se limitó a las preocupaciones
geniosa franqueza que le caracterizaba, y que también en­ paternas sobre la vida amorosa de su hijo y a los esfuerzos
cubría muchas cosas, que había conocido a la mujer en de éste para calmarlo. Mozart contaba cosas sobre la ópe­
cuestión n1uch0 antes de saber que no tenía buena fama, ra en la que estaba trabajando. Le absorbía tanto que,
y como necesitaba de todas formas una pareja para los bai­ ¿cómo iba a pensar en casarse? Pero el libretista, Stepha­
les de máscaras, no habría sido correcto que hubiera in­ nie, no le entregó el texto con suficiente celeridad:''
terrumpido repentinamente la relación; pero poco a poco
había ido bailando también con otras.'º 2 1 . 1 6 de mayo de 1781.
2 2 . 25 de julio de 1781: III, p. 140.
20. 13 d e junio de 1781: III, p. 129. 23. 6 de octubre de 1781: lll, p. 165.

194 1 95
Pero pronto voy a perder la paciencia, que no puedo escribir otra perfección con los acontecimientos dramáticos de aque-
cos� que no sea la ópera. Naturalmente también escribo otras lla época.
cosas además de ésta, sin embargo la pasión me embürga, y para Entre las damas de elevadatiosición que se interesaron
lo que en general precisai;ía catorce días, ahora sólo necesitaría por Mozart se destacaba la baronesa Von Waldstatten. Es­
cuatro. taba separada de su marido y tenía fuma de ser una mujer
un tanto frívola. Por lo que se puede apreciar, el vínculo
Ambos entablaban también discusiones técnicas sobre la con ella, perteneciera al género que perteneciera, fue la
ópera. El padre advertía que las palabras que Stephanie única relación de Mozart que siguió el conocido modelo
había puesto\en boca de Osmin eran demasiado toscas y aristócrata-cortesano de enredo entre una mujer mayor y
que como ver�os no eran demasiado buenos, y el hijo con­ con experiencia, y un joven relativamente inexperto. La
testaba que 9Íertamente tenía razón, pero que así la poe­ baronesa Von Waldstiitten, cuyo nombre de familia era
sía se adec{aba al carácter' de Osmin, que justamente era Von Schiifer, nació en 1741, era por tanto quince años m.a­
un tipo rudo, malvado y necio. Precisa1.nente, gracias a su yor que él. Una atractiva cuarentona, cuando Mozart la co­
aspereza y tosquedad, los versos se adaptaban perfecta­ noció, fue para 'él durante una cierta época madre, mniga y
mente a las ideas musicales que ya antes se «habían pasea­ protectora a la vez. El 3 de noviembre de r 78 r, le contaba a
do» por su mente.'' Por lo visto, Mozart estaba satisfecho su padre, no sin cierto orgullo,is que después de realizar
con el texto, le inspiraba, se correspondía con su idea de sus oraciones y cuando se disponía a escribirle a él precisa­
que en la ópera la poesía debía estar al servicio de la mú­ mente, recibió la visita de gran cantidad de gente que que­
sica. Éste era el motivo, según él, de que la ópera cómica ría felicitarle por su onomástica. Después, al mediodía, se
italiana tuviera tanto éxito, puesto que la música domina­ fue a Leopoldstadt a casa de la baronesa Von Waldstatten,
ba por encima de las palabras. donde pasó el día de su santo. Por la noche, a las r 1 -tenía
Desde luego, Mozart no vivía entonces corno un la intención ya de desvestirse e irse a la cama- se aposta­
anacoreta. Amaba a las mujeres y sin duda encontró en ron seis n1úsicos en el patio y le tocaron una pequeña sere­
Viena más mujeres a su gusto a las cuales, por su parte, nata, su propia serenata de viento en mi bemol mayor (KV
también gu staba el joven músico de !foco no muy favo­ 3 75). Nos podríamos imaginar la escena tal como se en­
recido, pero lleno de vivacidad, inteligencia e increíble contraría en una de sus óperas: a él escuchando desde el
talento. No sabemos hasta dónde llegaron estas aventu­ balcón los instrumentos de viento contratados evidente­
ras. Pero seguran1ente vale la pena mencionar una de mente por la baronesa, dándoles las gracias y retirándose.
ellas que, como una pequeña comedia, concuerda a la Algo más tarde, r 5 de diciembre, le comunicó a su pa-

24. 13 de octubre de 1781: III, p. 167. 25. lll, p. 1 7 1 .

19 7
dre que había resuelto casarse con una de las hijas Weber,
con Constanze, y le pedía que lo entendiera y que diera
.
su consentimiento. Reconocía que se había demorado en PROYECTO Y D O S NOTAS
escribir esa carta porque preveía su reacción. Sin duda, el
padre diría q�e cómo podía pensar alguien en casarse sin
tener unos ingresos estables. Peio su decisión estaba bien
fundada: la naturaleza hablaba con tanta fuerza en su in­
terior cmno en cualq-uier otro y, añadía, <<quizá con más
fuerza que en mue.h as mozos grandes y fuertes». '6 Por
otro lado, él no era qel tipo que andaba con prostitutas o ESQUEMA DEL DRAMA VITAL DEMOZART
que seducía a joven9'itas. Amaba a Constanze, así como
ella a él y puesto q� él necesitaba algo seguro en el amor, ADVERTENCIAS PRELIMINARES
el matrimonio para él era lo más adecuado.
Para el padre, esta decisión de su hijo significaba el fin a) El problema sociológico: transición de un arte artesa­
de toda esperanza. Intentó disuadirlo de su propósito; lo nal a un arte artístico
amenazó y le negó su aprobación. Esto se puede consultar
en cualquier biografía de Mozart. Al final fue la baronesa Ane artesanal ( con sus derivaciones conesana o a/ servi­
Von Waldstatte la que arregló la boda de la pareja. Leo­ cio de la administración pública): producción artística por en­
pold Mozartno llegó a reponerse nunca de este golpe.'' cargo de alguien conocido personalmente que ocupa una
posición social mucho más elevada que el productor de
arte (desnivel de poder muy acentuado). Subordinación
26. Ill, p. 1 80. de la fantasía del productor artístico al canon de la estética
2 7. En primer lugar, porque no quería a Constanze como novia y del que encarga la obra. Arte no especializado, sino con
esposa de su hijo. Era, cuando se casó con Mozart, una muchachita sin una función para otras actividades sociales del consumidor
educación, que podía ser muy alegre en su estrecho círculo de amistades (en su mayoría, como parte del uso y de la competencia de
y que sabía coquetear. Sus esfuerzos por predisponer más favorable-
las posiciones sociales). Producto artístico de carácter
marcadamente social y sólo en menor medida individual
mente a los indignados parientes, sobre todo a la hermana de Mozart, a
través de las posdatas a las cartas de éste, revelan unas formas casi inso­
portablemente afectadas (en una situación manifiestamente delicada) que se simboliza a través de lo que llamamos «estilo».
que probablemente conseguían lo contrario de lo buscado. Tanto más Arte artístico: creación artística para un mercado de
sorprendentes son después las cartas de su vejez, ponderadas, compe­ compradores anónimos a través de instancias mediado­
tentes y en nada afectadas, cuando ya había enviudado por segunda vez. ras como, por ejemplo, comerciantes Pe arte, editores mu-

1 99
sicales, empresarios, etc'. Cambio en el equilibrio de po­
europeo. Ahora se está transformando paulatinamente en
der a favor de los productores de arte, siempre que pue­
arte artístico.
dan producir un consenso sobre su talento en el público.
Ejemplo de desigualdades temporales en el paso del
Mayor independencia del .artista frente a la estética de la arte artesanal al artístico en diversos ámbitos artísticos: en
sociedad, consideración social equiparable entre el artista la literatura alemana se realizó esta transición con cierta
y el comprador de arte (democratización). anterioridad a la de la música alemana. Una de las expli­
l'roblemas: ¿Cuáles son las causas del cambio en la situa­ caciones claves es: el desarrollo de la literatura alemana
ción social del artista? Ascensión social de grupos numero­ dependía del incremento de un público lector de clase me­
sos de profesionales; los compradores de arte suelen ser las dia en el ámbito de habla alemana. Por el contrario, el de­
clases medias·�caudaladas o las autoridades estatales o ciu­ sarrollo de la música en la época de Mozart fue determi­
dadanas. De ni':omento todavía es una excepción que, por nado decisivamente por el gusto cortesano. El que el
e¡'emplo' en I,{g'!aterra' un sindicato
. compre sistemática- sustento de Mozart dependiera de la aristocracia cortesa­
mente obras/de arte como inversión.
/

na, rnientras que su rrianera de hacer personal ya se co­


·Qué tra�sformaciones de la forma del arte se deben a estos rrespondía con la del «artista libre» que primeramente
camtos en la situación social del artista? Fuerte individuali­ intentaba seguir la corriente de su propia fantasía y la obli­
zación de la obra de arte, mayor libertad para la fantasía gación autoünpuesta de su propia conciencia artística, fue
artística individual, mayor libertad para salir de la norma, la causa principal de la tragedia de su vida.
de abí que aumente lo kitsch, puesto que el canon estricto
estético de una capa social superior ba perdido en gran b) El problema psicológico
parte su función de instancia de control coercitiva de la
fantasía artística individual. La transición del arte artesa­ Ciertamente el problema psicológico no se puede tratar
nal al artístico es por tanto característica de un rápido separándolo del sociológico. Aquí se trata de un proceso
avance de la civilización: mayor independencia del creador que apenas ha sido analizado por los psicólogos académi­
artístico con respecto a las obligaciones autoimpuestas en cos y al que incluso los psicólogos psicoanalíticos le han
los controles y la canalización de su fantasía artística. dedicado relativamente poca atención, nos referimos al
¿Por qué no se realiza el paso del arte artesanal al arte ar­ proceso de sublimación. Ya he insinuado que una de las ca­
tístico simultáneamente en todos los ámbitos del arte? ¿O en to­ racterísticas específicas del artista «libre>>, no cortesano,
dos los lugares del mundo? es la relación de una fantasía que Huye libremente con la
Ejemplo de desigualdades en el desarrollo del arte en capacidad de refrenarla mediante la obligación individual
diferentes sociedades: el arte artesanal africano se mantu­ autoünpuesta, es decir, una conciencia altainente desarro­
vo hasta hace poco simultáneamente con el arte artístico llada. Para ser más precisos: las corrientes de fantasía y los

200
20I
impulsos de la conciencia no sólo están reconciliados en­ e) La incomparable formación musical de Mozart.
tre sí en el marco de una actividad artística, sino que llegan Relación con todos los músic:os conocidos y afa­
a fundirse. Esto es el núcleo de lo que designamos concep­ mados de su época (Johann Christian Bach, Gluck,
tualmente como «genio artístico»: la corriente de las fan­ Haydn,Johann Adolf Hasse, Padre Martini, entre
tasías y los sueños no sólo se despoja de las tendencias ani­ otros). Todo esto además de la ejercitación inten­
males arraigadas que son inaceptables para las corrientes siva que le impone su padre.
de la conciencia, sino que descarga su dinámica precisa­
mente en consonancia con el canon sÜcial sin menoscabo
de su espontaneidad. Sin la purificación llevada a cabo por Acto II: septiembre de I 777 - 8 dejunio de r 7 8 I
la conciencia arti$tica, la corriente de los sueños y las fan­
tasías sería anárqJica y caótica para todas las personas me­ a) El primer viaje sin su padre. Inicio de su emanci­
nos para la que )6s producen. La corriente de fantasías de pación y de sus dificultades: la conciencia.
la libido sólo sl llena de sentido para los demás, es decir, se b) Su primera amante (conocida): Biisle, la mujer in­
puede comunicar, cuando se ha socializado mediante la fu­ ferior de Mozart. Su primer gran amor (conocido):
sión con el canon y con ello al mismo tiempo, se dinamiza Aloisia Weber, la mujer elevada de Mozart. Sexo y
e individualiza el canon o la conciencia. Lo que a menudo se erotismo.
califica de «seguridad sonámbula» con la que grandes artis­ e) La primera gran disputa (conocida) con su padre.
tas, como Mozart, configm·an sn material fantástico de tal d) El humor fecal de Mozart. Problema: ¿qué es ca­
forma que uno siente que las relaciones de configuración racterístico del canon de su sociedad en este hu­
no podrían haber sido otras, es una expresión de esa mezcla mor y qué es mozartiano y, por tanto, individual y
de la corriente de fantasía con la conciencia artística. específico? ·rener en cuenta la problemática civili­
zadora del humor como una fuga individual de
ideas, conexión constante de fantasías fecales y
Acto I: 2 7 de enero de I 75 6 - septiembre de I 777 orales. Carácter perentorio que, sin embargo, se
puede controlar.
a) Infancia y juventud de un niño prodigio. e) Creciente conciencia de su valor.
b) Padre e hijo. El desarrollo de su relación. f) Creciente conciencia de su vocación de cmnposi­
e) La infrnctuosa búsqueda de colocación en las cor­ tor, especiahnente de óperas.
tes europeas. - Las primeras óperas al prillcipio 1nás in1itativas
d) Cambio anímico (en Nápoles)y creciente presión (entre ellas: La finta semplice, r768; Mitridate,
del dominio paterno. 1779; Lucio Silla, r772; La finta giardinera, 1775).

202 203
- Un gran número de obras instrumentales: cuar­ Acto IV: r788 - 5 de diciembre de r79r
tetos. de cuerda, divertimentos; la pritnera sin­
La creciente soledad, el fracasb creciente. Si se quiere
. .. '

fonía en sol menor (1773), conciertos para vio­


lín (177 5). representar este acto de forma: dramática se mostraría a
Mozart en el escenario y cón10 le van abandonando, una
g) Regreso a Salzburgo, al servicio de la corte salz­
burguesa como maestro concertista y organista de tras otra, todas las personas que ha conocido anterior­
la corte (1 5 de enero de 1779). Ese mismo año: Ifi­ mente. Su mujer está la mayor parte del tiempo en balnea­
genia en Táuride de Goethe (l.' versión); la ópera rios, las alumnas de la nobleza o del patriciado que había
Ifigenia en �áuride de Gluck; Natban, el sabio de tenido (la condesa Rumbeke, la condesa T hun, Josepha
Lessing. \\ Auernhammer, T heresa von Tracknern, etc.) han desapa­
h) Representaci�n de su última ópera seria (has;a ese recido. Las preocupaciones económicas y las deudas se
momento), f{imneneo (Munich, 1780-1 781). Opera acrecientan. Las suscripciones para conciertos que anun­
al estilo tradicional, mmque ya desarrollada de una cia son un fracaso total. Don Giovanni es recibida en Vie­
manera fuertemente individualizada. Sobre la edu­ na con frialdad aunque en Praga tenga una acogida más
cación de la humanidad de Lessing; Oberon de Wie­ cordial. Sus cartas le n1uestran en una creciente desespe­
land. Muerte de la emperatriz María Teresa. ración, en parte por su rniseria económica, en parte por su
soledad psíquica.
i) Ruptura con el príncipe.
a) La sociedad aristocrático-cortesana se aparta de él
Acto rrr: 8 dejunio de r78r mayo de 1788 con el Fígaro que, probablemente, se entendió
como algo demasiado levantisco.
La liberación de la fantasía artística, la individualización b) Sus obras son cada vez más diffciles de compren­
del canon. Música cortesana bajo una forma singular, muy der por el público.
individualizada. Citando sólo óperas: 16 de julio de 1 782 e) Creciente actividad compositora para sí 1nisrno, si­
estreno del Rapto del serrallo («demasiadas notas», dijo el guiendo el impulso de su fantasía. Las tres grandes
emperador). Estreno de Los bandidos de Schiller. 1 de mayo sinfonías y otras obras son creadas 1 sin encargo,
de 1786 Las bodas de Fígaro; acogida crítica. Siete de mayo como artista libre. Pero las instituciones de un
de 1788 Don Giovanni. Medidas de ahorro en Viena por la mercado libre de obras musicales son casi inexis­
guerra contra los turcos. tentes.
DOS NOTAS'

No hay que olvidar el quinteto de cuerda en sol menor


(KV 516): a la tensión tl!rbulenta, casi trágica le sigue de
forma bastante abrupta un tema casi trivial, medio jocoso,
como si la agonía y el dolor no p'udieran persistir, como si
tuviera que someterlos a una melodía burlesca o ligera y
algo plana. Naturalmente vuelve al tema turbulento y trá­
gico, pero no v�elve a tener el efecto tan abrupto e im­
petuoso del principio cuando irrumpe de repente en el
oyente.
I
Wittgenstein dijd: «De lo que no se puede hablar, mejor
es callarse». Yo creo que se podría decir con el mismo de­
recho: «De lo que no se puede hablar, hay que investigar».

r. En el original la primera de estas notas está en inglés. Por el lu­


gar en el que figura en la hoja, en la que está escrita la segunda nota, se
relaciona con el material del proyecto Mozart. (N. del 'J.)

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